Ver la expulsión
de los judíos de España fuera de su contexto histórico es absurdo y
distorsionante. No se puede comparar con la persecución nazi, pero tampoco
pueden negarse las dimensiones de una tragedia humana que crea otro problema
para esa España que busca la homogeneidad. La expulsión agravará el problema converso y seguirá dificultando
la percepción de los judíos por parte del mundo ibero aun en nuestros días. Paradójicamente,
la gran contribución de esta expulsión será la formación de una cultura
sefardita que todavía conserva fuertes
lazos con la española.
La serie “Isabel”
ha tratado de ser imparcial con el problema judío. Mi única queja ha sido en el
retrato de personajes individuales. Aun así, la serie ha mostrado como frailes exaltados azuzaban la ignorancia
de la plebe, como la reina era reacia a
imponer el Santo Oficio, y como intentó
dilatar su llegada.
Dominíco exaltado |
Y tenemos esa
escena en que Fernando admite que no hay duda de la lealtad de la comunidad
judía hacía la corona, como Isabel se lamenta ante la pedida de caudales judíos
que tantas veces los han sacado de apuros, y también la de tan buenos recaudadores
de impuestos ((ahora tendrán que poner cristianos a hacerlo y a recibir
pedradas). No hay tutia, el edicto llega.
El Edicto de la Alhambra
o de Expulsión de 1492 es clarísimo: «acordamos de mandar salir todos los judíos
y judías de nuestros reinos y que jamás tornen ni vuelvan a ellos ni alguno de
ellos». Noten el lenguaje incluyente , no vaya ser
que alguna judía por ahí crea que se puede quedar. Los judíos tendrán un plazo de cuatro meses para
convertirse al catolicismo, de lo contrario deberán abandonar territorio
español so pena de ser ejecutados y de serles confiscados sus bienes. Los desterrados
deberán costearse su viaje. No podrán sacar de España ni caballos, ni armas, ni
joyas, ni ningún metal precioso incluyendo monedas. Deberán vender todos sus
bienes y cambiar el oro recibido por letras de cambio.
Como se imaginarán
el pánico cunde. Vender propiedades en tan poco tiempo invita a robos y
estafas. Está el miedo de viajar y la pregunta de dónde ir. Se decreta en las
comunidades que toda chica soltera, mayor de doce años, debe
casarse, para al menos contar con un protector. La serie nos muestra a los
judíos vagando por los caminos como gitanos, con gente apedreándolos. Ya parece
“La Lista de Schindler” Los Reyes han amenazado con cárcel y confiscación de
bienes a quien oculte a un judío.
Salir de España
no es fácil. Los capitanes de barco a veces se niegan, aun tras ser pagados, a transportar
a los expulsados. Otros, ya en alta mar, suben la tarifa. En tierra también hay
problemas. En la frontera portuguesa se han apostado unos seudo agentes de
aduana que cobran “peaje” a los refugiados. En Italia, muchos banqueros se
negarán a redimir las letras de cambio. En Marruecos será lo peor. Los moros no
creen que los judíos hayan llegado sin oro o joyas. Violarán a las mujeres, venderán
a los niños como esclavos, y a los
hombres abrirán en canal para ver si se han tragado objetos de valor.
Muchos judíos
volverán a España, sobre todo después que los expulsen en Portugal en 1497,
prefiriendo el bautismo. Eso dificulta las cifras. También se cree que unos
veinte mil murieron asesinados, de cansancio, o enfermedad en el camino. Tampoco me
sorprendería que hubiera algún que otro suicidio.
Sobre cifras hay
debates constantes. Yo creía ese un capítulo cerrado a fines del milenio anterior.
En esta investigación que he hecho en estos días me he encontrado con unas números
arbitrarios y estrambóticos. Andrés Bernáldez, cronista de los Reyes Católicos cuenta
que poco después de haber llegado a su destino el Rabino Meir le escribía a su
suegro Abraham Senior contándole que los Reyes Católicos habían perdido 35.000
hogares judíos. Por hogar se entiende familia y familia abarca mínimo tres o
cuatro personas. Ahí tenemos 150.000 que es más o menos lo que creían los
hispanistas de fines del Siglo XX. Pero llega Joseph Pérez a decir que la cifra
oscila entre 150.000 y 50.000 (¡!) Esa es una diferencia demasiado amplia para
poder confiar en ella.
Una de las
historiadoras de planta de “ Isabel”, Ángeles Irisarri dijo que Julio Valdeon argumentaba
que solo 20.000 judíos abandonaron España. Curioso, porque en este artículo de
La Vanguardia dicen que el Profesor Valdeon era de los que creían
que cien mil judíos habían optado por marcharse. No he leído a Julio Valdeon. Como
el caballero ya falleció no le puedo consultar.
En otros sitios (sobre todos los juedeofobos)
se juega con esa cifra sin dar pruebas o fuentes que la acrediten. O como en ABC
buscan historiadores prehistóricos y que en su día fueron considerados antijudíos como William
Thomas Walsh. También hay periodistas (o
quienes pretenden serlo) que lanzan cualquier pavada seguros que los leen
tontos de capirote que nunca van a ir a investigar si lo dicho es cierto.
No pueden ser
20.000 los que se fueron porque es una cifra espurria. En mi barrio de Kew Garden
(no en el condado de Queens ni en la Ciudad de Nueva York donde en total vive
un millón de judíos ) hay más de 20.000. Si tan pequeño grupo hubiese
abandonado España, nadie se hubiera dado cuenta. Si hubieran sido veinte mil,
la Reina Isabel no hubiese estado tan alarmada puesto que su verdadera
intención no era la expulsión sino una conversión masiva que, obviamente, no se dio.
La ausencia de
20.000 judíos hubiese dejado 180.000 nuevos cristianos en suelo ibero. Eso
indicaría que más de la mitad de la población española autóctona tendría raíces
judías. Los cristianos viejos hubiesen sido una minoría rápidamente absorbida
por la población mayoritariamente semita.
Si se sabe que dos
mil judíos cruzaron la frontera navarras, 20.000 familias ( (“83 mil ánimas” según Bernáldez) se establecieron en Portugal y que el Papa Borgia
dio refugio a unos nueve mil judíos expulsados
de España en Roma, nos vamos saliendo de esa cifra inventada por Ángeles
Irisarri y falsamente adjudicada a Don Julio. Acabo de hacer un
Google con los search terms “Julio
Valdeon” y ”20.000 judíos” y no me ha salido nada. En cambio en la Wikipedia y
muchos otros sitios afirman que él creía que 100.000 habían abandonado España.
Segunda diaspora |
Por último, si un paupérrimo grupo de 20.000 hubiese sido la
única pérdida demográfica española, entonces no se explicaría la floreciente
cultura sefardita que, hasta que el Holocausto
la sesgó, reinó suprema en las
comunidades judías de los Balcanes, El Imperio Otomano, los Países Bajos y
hasta en Inglaterra.
Pero veamos
primero que ocurre en la España sin judíos. A pesar de sus esfuerzos por convencerlos
los Reyes Católicos pierden a su físico Lorenzo Badoz y a Don Isaac Abravanel,
pero si consiguen que Abraham Senior y su familia se conviertan en cristianos
nuevos y en parte del nuevo problema que enfrentará España en los siglos a vivir.
Isabel nunca pensó que perdería tantos súbditos, pero la fuente de zozobras que
heredarían sus descendientes surgiría de esta minoría conversa que ella tanto luchó
por crea. Nadie se imaginaba que, como el monstruo de Frankenstein, se escaparía de las manos de la autoridad,
sufriría injusta persecución y provocaría miedos primitivos.
Son las dos
grandes consecuencias del Edicto de Expulsión: la creación del colectivo
converso que tendrá una cultura propia (sobre todo en caso de criptojudios) y
la del colectivo sefardita que por siglos ha preservado un folclore, una
cocina, un recuerdo de Sefarad, la patria perdida. Cuanto más leo, más
investigo, más evoco pequeños detalles que vi en mi infancia en mi madre y sus
parientes, más me convenzo de que ambos colectivos estuvieron desde el
principio intrínsicamente unidos.
Hay que hacer un
distingo entre los términos “converso” y “criptojudio”. El primero se refiere a
personas, que ya bautizadas, solo buscan asimilarse a la sociedad española,
practicar su nueva religión, y vivir en
paz. Los criptojudios, en cambio, practicaban el judaísmo de manera
clandestina.
Fue en contra de ellos que actuó la inquisición puesto que se les
veía como enemigos del estado.
El criptojudio
es traidor a la iglesia y al pueblo español. Lamentablemente, el Santo
Oficio verá en todo converso un posible criptojudio. La más inocente señal
de seguir practicando el judaísmo bastará para el arresto, tortura y posible
ejecución del acusado. La Inquisición incluso les seguirá hasta el Nuevo Mundo
donde se darán juicios famosos como los de La Familia Carvajal en México.
Diana Bracho como Mariana de Carvajal en El Santo Oficio de Arturo Ripstein |
De envenenadores
de pozos, y propagadores de plagas, los judíos pasan a ser terroristas,
embarcados en planes para invadir España, casi siempre con ayuda de poderes enemigos
del Imperio. De ahí surgen documentos falsos como una supuesta carta escrita
por los judíos de Constantinopla a los conversos españoles. Una falsificación
que parece tener la misma malsana intención que Los Protocolos de los Sabios de
Sion.
Un detalle interesante
es que, hasta finales del Siglo XVI, se mantendrá el contacto entre los exiliados y
amigos y parientes que permanecieron en la Península. A pesar de que la misma corona
hará uso de esos contactos para relaciones comerciales, también se los verá
como una manera de judaizar y de complotar contra el reino.
Ironía es que
cuando misiones de religiosos lleguen al África del Norte a practicar la obra
de caridad de redimir a cautivos de los musulmanes, se hospedarán en casas de
judíos sefarditas quienes también les servirán de intérpretes y guiarán en el
mundo islámico. Tan útiles resultaron estas conexiones que para el Siglo XVII, 500 judíos se habían
instalado sin problemas en el presidio de Oran, en manos españolas, y hasta tenían
sinagoga. En 1680, la reina regente Mariana de Neoburgo los hizo expulsar, pero
de una manera mucho más organizada y humana que como habían sido expulsados en
siglos anteriores de Europa.
El Siglo XVI será
el siglo de las herejías, la mayor el luteranismo. La Inquisición tendrá sus
manos llenas ahora tratando de extirpar ideas herejes que muchas veces estarán
vinculadas a conversos y nietos de conversos. Esa es una diferencia con otros
países europeos donde el bautismo borra toda sospecha de los descendientes del
converso. En España, por lo contrario se perpetuará esa desconfianza por siglos lo que convertirá al problema
converso en un asunto genético y
hereditario.
A pesar de que el
linaje de cristianos nuevos dará a España
místicos de la calidad de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz y literatos
del nivel de Fray Luis de León y Mateo Alemán, tener antepasados conversos será
un estigma. Se dice que San Juan ingresó a la Orden Carmelita sin dar su
apellido, puesto que sus abuelos Gonzalo y Elvira Yepes habían sido acusados de
judaizantes. A Fray Luis de León lo arrestó la Inquisición por privilegiar textos hebreos, y andar
traduciendo la Biblia sin permiso, lo
que le acarreó sospecha de judaizar.
Más complejo fue el
caso del humanista Juan Luis Vives, cuyos padres fueron a la hoguera por
mantener una sinagoga clandestina en el sótano. Vives halló refugio en
Inglaterra y acabó en el servicio de
Catalina de Aragón y como tutor de nuestra querida Lady Mary. Cometió el humanista
gran torpeza al intentar mediar entre Enrique y Catalina, y terminó cayéndoles
gordos a ambos.
No todos los
conversos merecían desconfianza y menos sus descendientes. Pero los Estatutos de Limpieza de Sangre
impedirán el acceso a órdenes religiosas y militares, conventos,
universidades y otras instituciones a
quienes no puedan probar que son cristianos viejos, ósea que no tengan ni antepasados moros o judíos. En la América
Colonial también hay que probar que no se tiene sangre indígena o africana.
Resulta obvio que estas ordenanzas se basan en un linaje racial no en fe
religiosa.
A pesar de que la Inquisición impedía el acceso
a cargos públicos a hijos y nietos de sus condenados, con el pago de una multa
se podía evadir tal prohibición. Los Estatutos eran más implacables en un tipo
de discriminación social que intentaba acabar con la competencia que
presentaban los conversos provenientes de un mundo urbano más instruido y
sofisticado que los cristianos viejos venidos de zonas rurales. Es por eso por
lo que Sancho Panza se siente orgulloso de su humilde linaje e ignorancia que
lo acreditan como cristiano viejo.
Ser de “sangre
limpia” era fundamental para ingresar al ejercito e incluso para emigrar a América.
La cantidad de conversos que llegaron a nuestras tierras demuestra que se
podían burlar los estatutos. Sin embargo en otros casos, un simple rumor de que
alguien era de origen converso o alguna acusación anónima podían condenar a alguien,
aun cuando fuera inocente.
La primera
protesta conta estas leyes injustas vino del cardenal Francisco de Mendoza y Bobadilla,
nieto de Andrés Cabrera. Cuando a su sobrino, el Conde de Chinchón, le cerraron el paso para entrar una orden
militar, el airado cardenal escribió un mamotreto que le envió al rey Felipe
II. En este legajo, que hoy puede
encontrarse publicado bajo el nombre de El
Tizón de la Nobleza, Mendoza
reprueba estos estatutos demostrando que más de la mitad de la aristocracia
española desciende de judíos (comenzando por sus parientes, Los Pacheco).
A mediados del
Siglo XVII, España entra en crisis, el oro de las Américas se está acabando, la
expulsión de los moriscos ha significado una grave pérdida de ingresos y mano
de obra. El Conde Duque de Olivares, ministro del Rey Felipe IV, comienza
a relajar algunos de los estatutos e incluso planea abrirles las
fronteras a los judíos. Esto causa revuelo en la Iglesia y en los antisemitas
que ven que los judíos están muy arraigados en países enemigos del Imperio como
Holanda, Francia , el Imperio Otomano y pronto, Inglaterra. Ese gran antisemita
Quevedo zahiere al Conde-Duque con sus satíricos dardos, el rey se doblega ante
su confesor, y los planes de regreso de
los judíos quedan truncos.
En el Siglo XVIII,
políticos e intelectuales como el Padre
Feijoo, Jovellanos y el Conde de Floridablanca abogarán en vano por la
abolición de los estatutos. Una paradoja es que había españoles que vivían
sospechando de tataranietos de conversos, pero cuando el converso austriaco Antón
Raphael Mengs fue nombrado pintor de la corte nadie dijo ni pio. Para entonces
ya no había casi comunicación entre conversos y judíos en el extranjero. Aun así,
la Inquisición seguía quemando supuestos
criptojudios en una extraña renacimiento de su campaña anti conversos. Si a
alguien le interesa el tema recomiendo “Los Fantasmas de Goya” con Javier Bardem
y Natalie Portman
.
Los Estatutos de
Limpieza (tal como El Santo Oficio) tendrán que esperar al Siglo XIX, a la
Primera República y a la Constitución de 1869 para ser erradicados
definitivamente. Lo curioso es que no se abolió el Edicto de Expulsión (este se
mantuvo vigente hasta 1968). El diputado Emilio Castelar será
responsable por estas medidas. Aunque siempre había atacado el materialismo
judío y su exclusivismo, un encuentro con un matrimonio sefardita en Florencia
lo había conmovido y lo convertiría en, tal vez, el primer filosemita español.
Médico de Castelar
es Ángel Pulido, que llegará a ser senador, pero saltará a la fama como el creador
del Filosefardismo. Antes de hablar de ese movimiento hay que ver quienes son
estos sefarditas que capturan la imaginación de españoles ilustrados y liberales
en una nación donde todavía “judío” es
un insulto a pesar de que el español medio jamás ha visto a alguien que remotamente
tenga ascendencia hebrea.
En cuatro siglos,
las comunidades judías desterradas han prosperado bajo el Islam o bajo gobernantes luteranos. incluso
en Francia, a pesar de que los Borbones siguen poniéndoles trabas, por lo que
desde Nostradamus hasta Montaigne, cuya madre venia de una familia judía huida
de Aragón, prefieren pasar por buenos cristianos.
En el exilio, la comunidad sefardita tendrá grandes rabinos
como Josué Caro, cabalistas como Moisés Cordovero, herejes como Sabbtai Zvi y escépticos
como el gran filósofo Benito Spinoza. Tanto gustaron los monarca extranjeros de
los sefarditas que otorgaron títulos de nobleza quienes tan bien les servían. Ese
fue el caso de José Nasi, convertido por el Sultán en Duque de Naxos, Conde de
Andros y Señor de Tiberiades.
Otro fue el Barón
de Aguilar, favorito de la emperatriz Maria Teresa, que recibió un título aun siendo judío practicante
y la convenció de no expulsar a sus correligionarios de Austria. En España se
enteraron de la existencia de este señor. descubrieron que se llamaba Diego López Pereira y que nació
en Portugal. Buscaron extraditarlo. El Barón huyó Inglaterra donde la comunidad sefardita se había
establecido desde que Oliver Cromwell les abrió las puertas.
Allá De Aguilar habrá
oído hablar de Sir Salomón de Medina, el primer judío en ser nombrado caballero.
Título que recibió del rey Guillermo III por sus servicios al haber financiado las campañas del Duque del Marlborough a quien
acompañó hasta el campo de batalla. Con esos antecedentes, poca sorpresa queda
cuando en el siglo XIX, la Reina Victoria eleve a su Primer Ministro favorito, Benjamín
Disraeli a Conde de Beaconsfield. No todos los sefarditas ingleses llegarán a
la fama gracias a la política o las finanzas. Daniel Mendoza (tatarabuelo de
Peter Sellers) se convertirá , gracias sus puños, en el primer campeón de boxeo
de la historia.
¿Pero qué tenían
en común Disraeli (cuyo padre se había convertido a la fe anglicana) , Daniel
Mendoza, Sabbtai Zvi y Spinoza? Es algo que va más allá de religión y nacionalidad.
Es esa cultura que el pueblo desterrado conservó, esa lengua, esos dichos, esas
canciones y poemas, esas recetas de cocina y ese sueño de volver a España. Un sueño
tan ilusorio que deriva en el dicho sefardita Un Kastiyo en Sefarad, ósea “un castillo en el aire”. Ya lo
dijo Castelar, hablando de los sefarditas, en un artículo sobre El Caso Dreyfuss. “en el destierro
de cuatro siglos aun vuelve los ojos con amor a las tierras donde el sol se
pone y habla la lengua de sus perseguidores”.
Sefarad es el nombre que los primeros habitantes hebreros dieron a Hispania. Los
exiliados por los Reyes Católicos se autodenominarían sefarditas o sefardíes. Conservarían
su cultura como conservarían por siglos las llaves de su antiguos hogares abandonados
en suelo español. Todo parte de esa quimera llamada Un Kastiyo en Sefarad.
Una que fue presa
de esa quimera fue mi bisabuela, Fiorella Della Pena-Giglio (nee Ventura) que en años de la Segunda República,
cansada de esperar la nacionalidad
prometida por Primo de Rivera, se fue a España
a buscar su Kastiyo en Sefarad y salió
despavorida tras el estallido de la Guerra Civil. Pero crió a mi madre dentro
de esa cultura que nunca abandonó. También le legó un odio a los comunistas y
un respeto por el Caudillo que los había metido en cintura. Una ironía es que
yo heredé los tres y solo recién estoy desmitificando un poco tanta fábula,
porque si de algo nos preciamos los sefarditas es de ser buenos inventores y
narradores de cuentos.
Pero antes del Caudillo
y leyes filo sefarditas tenemos que ver en qué momento España y los judíos
volvieron a encontrarse. Fue en Marruecos, en la primera parte de ese conflicto
que duraría más de medio siglo. En 1859, recién desembarcadas tropas españolas en Ceuta comienzan
a encontrar un grupo de gente extraña que los recibe con alegría y en una
lengua que suena a español arcaico ( el ladino o judezmo). Sobre este encuentro
escribirán Pedro Antonio de Alaron (que no gustaba de los judíos ) con mucho
desprecio en Diario de un testigo de la
Guerra de África y Benito Pérez Galdós, (filosefardita, quizás el más grande) con mucho
humor en su Episodio Nacional, Aita Tettauen.
Pero el Filosefardismo
no nace en Marruecos sino en Los Balcanes cuando el Dr. Ángel Pulido oye a una
pareja hablando en ladino en un crucero por el Danubio. Descubre que se trata
de Los Bejarano, judíos sefarditas de Bucarest. Después oirá a un mercader en Belgrado presentarse como “soy un español del Oriente”.
Impresionado por esta capacidad de un pueblo de seguir vinculado a un pasado
español.
Pulido luchara por obtener ayuda y reconocimiento para los sefarditas
primero en la preservación del idioma judeo-español y luego abogando por el
retorno de los judíos a España. Y ahí le cayeron encima, porque los prejuicios
de los cristianos viejos seguían muy vivos.
El Profesor Girón,
uno de los mayores críticos de Pulido y
su movimiento, alertó públicamente que
traer los judíos de regreso llevaría a una
proliferación de esa raza y pasaría como en la días del Faraón bíblico. No sé
si creería que los sefarditas traerían las 7 Plagas con ellos o que. Aun más
fuerte fue que Pulido esgrimió los estatutos caducados acusando a Pulido de ser
de la ralea conversa y pretender judaizar. Es que el problema del converso nunca
se acaba.
A fines del Siglo
XIX y comienzos del XX, Los judíos reaparecen en la literatura en castellano, muy
bien representados en las novelas de Galdós, Blasco Ibáñez y Concha Espina. No así
en las letras barojianas. Pero ese cascarrabias de Don Pio era tan anticlerical
que acusaba a los judíos de ser los precursores del Cristianismo (¡!). Más allá
de caricaturas barojianas está el triste ejemplo de la obra de la Condesa de Pardo
Bazán. En Una Cristiana y una Prueba (una novela publicada en dos
partes), Doña Emilia describe la “prueba” que tiene que
pasar su protagonista, un buena cristiana que descubre que se ha casado con un converso.
Es increíble que
La Condesa, que defendió a Dreyfuss y apoyó
el Filosefardismo de Pulido (y de su amante Galdós) escriba en 1890 usando los
mismos estereotipos que existieron en días de Isabel y Fernando. Para huir de
su padre casquivano, Carmiña se casa con un tío que, por parte de madre, desciende de cristianos nuevos y descubre que medio
milenio no ha borrado los defectos de una “raza deicida”. El marido le sale avaro, codicioso, lujurioso,
y más encima feo y con nariz ganchuda. Carmiña le tiene asco. Solo cuando el
monstruo se contagia de lepra comienza a quererle porque ve en velar al enfermo
una prueba que el Cielo le impone.
En su pieza
teatral El Becerro de Metal, Doña Emilia
va más lejos en la historia de unos millonarios sefarditas que se instalan em España
para vengar a sus antepasados con su poder financiero. A diferencia de Larra, Bécquer y Espronceda
que perpetuaban estereotipos antisemitas, pero en escenarios medievales, La Pardo Bazán
habla de un escenario contemporáneo, advierte que el peligro converso todavía existe
y que traer a los sefarditas de regreso es
un error.
Llevo seis páginas
y me he alejado mucho de “Isabel”, pero
es que ese fue el legado del Edicto, una profunda desconfianza por el judío acoplada con una admiración por la cultura sefardita.
La desconfianza aflora cada vez que un judío haga algo que moleste. La
amortización de Mendizábal en el Siglo XIX fue adjudicada por los Carlistas a
su origen converso. A Antonio Maura, a comienzos del Siglo XX, le gritaron Chueta (apelativo despectivo para los
conversos de Las Baleares) en la cara y cierto caballero cada vez que esbozó
algo que los tradicionalistas considerarían pro-judío se le recordó que su apellido
era de origen converso (la familia acusada de matar al Santo Niño de la
Guardia) se apellidaba Franco).
Hablar de los
sefarditas y la Guerra Civil y el Franquismo me daría para siete páginas más. Vale
solo decir que hubo un Filosefardismo de derechas que no prosperó; que la
relación del franquismo con el mundo sefardí fue esquizofrénica; que
efectivamente hubo banqueros judíos marroquíes que financiaron a Franco, y que él salvo judíos del Holocausto (bendito
sea por eso). Pero hasta el día de su
muerte, El Caudillo vociferó en contra de la conspiración judeo-masónica y en los 50, bajo el seudónimo de Jakim Boor, escribió artículos dando por cierto el caso
del Santo Niño de la Guardia.
Para ser sinceros,
los sefarditas para los españoles somos bonitos de lejos. Aun así se han hecho
un par de intentos para reincorporarlos a España. El primero fue durante la era
del General Primo de Rivera. En un esfuerzo Panhispanista por dar la ciudadanía
a todo descendiente de españoles, se creó una ley a la que se acogieron cuatro
mil sefarditas. Hasta hoy ni he conocido ni he sabido de ninguno al que se le diera
la nacionalidad. Mi bisabuela que llenó papeles en Italia en 1929, y que incluso vivió en España en los 30, nunca
la obtuvo.
Ni la misma
Republica aceleró el proceso temiendo recibir capitalistas y banqueros hambreadores
del pueblo. Lo judíos que salvó Franco pudieron entrar a España solo como una
parada, se esperaba que rápidamente transitaran hacia otros países Y vaya que
hubo protestas, sobre todo por parte de La Falange y otros sectores tradicionalistas
cuandolos judíos cruzaban la frontera. Muchos judíos acabaron en campos de detención y
trabajos forzados en Miranda del Ebro, y en listas que se pretendía entregar a
la Gestapo.
.Hace cuatro años
el gobierno de Mariano Rajoy emitió la Ley de Nacionalidad Española que
específicamente se enfoca en los sefarditas. En Israel casi colapsó la embajada española con peticiones.
Un año más tarde y con más de mil peticiones por procesar
solo tres personas habían alcanzado la nacionalidad, una de ellas una abuelitas
parisina de 90 años. Pero en mayo de este año, ya seis mil sefarditas eran españoles nuevos y se ha estirado el plazo para las
aplicaciones hasta 1919.
No sé qué decir,
por un lado me alegro, por otro tengo miedo. Mientras haya sefardíes habrá esa utopía del Kastiyo en Sefarad, pero también si se
hacen notar habrá un resurgimiento de ese peligroso recelo que nos mostró “Isabel.
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