El inicio de mis
Confesiones coincidió con el Centenario de la Gran Guerra. En ese entonces me quejé de lo poco que se había hecho para conmemorar ese
evento. Casi una década después hemos visto surgir del cine y televisión
británicas mucho material sobre lo sucedido en La Guerra del 14, pero casi todo
en términos de soldados (2017 y la nueva y aplaudida versión de Sin
novedad en el frente). De las mujeres hemos visto a las que, como Lady Mary Crowley despiden a los héroes
en la estación de tren, pero muy pocas veces las hemos visto en el campo de
batalla donde sirvieron como conductoras de ambulancia (la Garconne) y enfermeras de campaña (Anzac Girls). Ahora Netflix nos trae la francesa Les
Combattants que remedia esa carencia presentándonos a cuatro mujeres en la
retaguardia del ejercito galo.
Bucher y
Netflix Unidos de Nuevo
Para quienes
tienen acceso a la programación de Walter Presents, que en USA puede verse vía PBS Masterpiece vía
Amazon Prime, les recomiendo En los Campos de Flandes, una tristísima visión de la Bélgica Ocupada.
Les Combattants o Women in War, título que le ha dado Netflix, se
diferencia en que, en vez de enfocarse
en una familia pudiente belga, gira en
torno a cuatro mujeres de diferentes clases sociales: una prostituta, la dueña
de una fábrica , una monja y una enfermera.
A pesar del
diverso cuarteto yo estaba con mis dudas sobre la serie. El que la ofreciese Netflix
y que parte del cuarteto lo integrasen el trio de actrices culpables de ese relato
bochornosamente malo, El Bazar de la Caridad, me tenían mirándola con sospecha. Lástima que no
me equivoqué
La reprensible iris
Bucher , creadora del desafortunado
Bazar, es aquí coproductora y funge como
parte del equipo de guionistas. Aunque el jefe del equipo de libretistas sea José
Caltagirone—autor de la fabulosa Speakerine— y el director es
Alexandre Laurent, reconocido por potentes dramas detectivescos como La
Mante y Falco, Bucher es quien manda. Así que si nos tropezamos con
vomitivo wokismo ya sabemos que Madame Bucher y Netflix son los culpables.
La acción tiene
lugar en Los Vosgos, el norte de Francia, en septiembre de 1914. Algo que
muchos no sabíamos o entendíamos es que la Primera Guerra Mundial comenzó con
la victoria alemana algo que perduró hasta el final y que provocó esa monótona,
pero letal, guerra de trincheras. A un mes de declarado el
conflicto, los alemanes habían dividido Bélgica
en dos y habían penetrado en territorio francés amenazando Paris.
Marguerite, la
Putain de Corazón de Oro
Lo que nos
muestra la serie es una frontera fluctuante con avances (y escaramuzas) diarios
del ejercito germano. A uno de esos pueblos—cada vez más cercano a
ser ocupado por el invasor— llega Marguerite de Lancaste. A pesar de
su auto último modelo y aristocrático nombre es simplemente una putain.
Incluso trae su carnet profesional de trabajadora sexual (En Chile en mi
infancia toda sexoservidora respetable tenía su carnet laboral que especificaba
para que establecimiento trabajaba y que estaba al día con sus revisiones médicas).
Hay un solo
burdel (y bien miserable) en Sainte Pauline. Es regentado por un par de hermanos.
Uno de ellos, Marcel, es quien contrata a Marguerite, sorprendido de que una
cortesana parisina venga hasta este sitio. Marguerite explica que ya no hay
clientes en Paris. Todos están en el frente y ella ha venido a buscarlos. Sin embargo,
Marguerite tiene actitudes sospechosas. Carga
un mapa de la zona militar, busca, entre los veinte clientes que debe atender
diariamente, a oficiales a los que saca información y la vemos escudriñando el
campamento francés con binoculares. Todo indica que se trata de una espía.
El problema de
una serie woke, y ahí es donde vemos la
siniestra mano de Iris Bucher, es que
los hombres son muy malos y las mujeres muy tontas. Marguerite no es una
excepción. A poco de andar espiando es descubierta por los soldados. Acusada de
querer hacer negocio en el campamento es entregada al cafiche Marcel que recibe
una amonestación. La vuelven a ver cerca del frente y le cierran el local.
Marcel no es tonto.
Sabe que Marguerite no fue allá a prostituirse. Su hermana ha registrado el
equipaje de la nueva y encontrado los mapas. Marcel la acusa de espionaje.
Marguerite lo niega, pero Marcel ha encontrado una foto de un jovencito entre
las pertenencias de su prostituta estrella. Por la edad, deduce que el joven oficial es el hijo de Marguerite.
En vez de asumir una verdad que la exonera y que no es un estigma, la
prostituta pone ojos de fiera y permanece en silencio.
A mí me cae bien Marguerite,
es la casi única que me cae bien en este cuento, pero ponerla terca la coloca
en el bando de las tontas. Marcel es un archicriminal, pero muy listo. mejor
tenerlo de su parte. Para quebrar la porfía arrogante de Marguerite, se va a buscar
al oficial en el frente. Marcel, además
de proxeneta, es traficante de drogas y
se las provee a los poilou. Ahí conoce a Colin, el hijo de la putain.
Para horror de Marguerite, Marcel se lo trae de cliente.
Caroline, la
Insufrible Pasiva
Colin no es el
único secreto de Marguerite. En el primer episodio reconoce a alguien del
pasado, la elegante Madame de Witte. Caroline es un personaje insufrible,
puesto que representa tanto a la mujer adinerada como a la Scarlett que debe
defender el patrimonio familiar en tiempos de guerra. Lo triste es que Caroline
es totalmente pasiva, no sé si sea un problema del actriz o que ha construido
al personaje para que de esa impresión.
Antes de la
guerra, Caroline su esposo Víctor, y Madeleine, su malcriada y odiosa hija , vivián
en una zona ya ocupada por los alemanes, por lo que han venido a refugiarse con
Eleanore (qué vieja esta Sandrine Bonnaire) madre del ingeniero, cerca de la usina familiar. Víctor parte al
frente, decisión que molesta de sobremanera a su mujer, a su hija y a sus
obreros que no se han enlistado ya que el patrón les ha prometido excepciones
puesto que armar camiones es un trabajo primordial.
Víctor pone a Caroline
a cargo de la fábrica y nadie—menos ella—está contento. ¿A ver
qué tipo de relato feminista es este? ¿No se supone que Caroline, quien ya ha
colaborado con su marido en el negocio, estaría feliz de ocupar un puesto que
demuestre su empoderamiento? Creemos que Caroline es empoderada porque, como Marguerite,
conduce su propio auto. Eso en las
series de época woke es una forma de emancipación, junto con usar pantalones y
fumar como chimenea. Cuando la liberación femenina comienza en la cabeza no en la
actividad fisca.
Eleanore, a pedido de su hijo, acepta apoyar a la nuera
con la fábrica, pero se nota que no traga a Caroline que en realidad es
impávida y un poco perezosa, hasta manda a la hija a comprar pan. Se presenta
la policía militar y se lleva a todos los empleados de fabrica acusándolos de
deserción . Caroline está destrozada, se suponía que iban a eximirlos el
servicio.
Quien iba
solicitar esa excepción es el gran villano de este cuento, Charles de Witte,
hermano de Víctor. Un canalla elegante, vividor y drogadicto. las tiene todas
para ser expulsado de su empleo en el Ministerio de Guerra. Este despido pone a
Charles camino al frente, algo que quiere evitar a toda costa. Lo primero es
sacar a Caroline del medio y ponerse él a cargo de la usina. Si acepta la
oferta del gobierno de dedicarse a la manufactura de armamentos , Charles podrá
usar su empleo como una contribución esencial al esfuerzo bélico y no tendrá
que ir a guerrear.
Lo primero es no
solicitar excepciones para los empleados. Sin mano de obra, Caroline pierde
todo el poder. Charles llega a casa de su madre y les comunica a Eleanore y a Caroline
la oferta del gobierno. Caroline se niega a cambiar el propósito de la usina.
Llegan del banco con el cuento de que deben los de Witte unas cuentas
atrasadas. La única solución es cumplir con el pedido de camiones de una fábrica
de cerveza. Ahí habrá para pagar las deudas y a las trabajadoras, porque por
primera vez vemos a Caroline en acción. Recluta, previa promesa de pagarles el
dinero que les debe a sus maridos, a las esposas se los obreros y así termina
con el pedido.
Charles, desesperado acude a su amigo de la infancia,
el chulo Marcel. Este maleante parece tener más poder que nadie en el pueblo
porque consigue que la cervecera le retire el pedido a la Fábrica De Witte. Caroline
queda vestida y alborotada con una ristra de camiones que nadie quiere y una
fila de empleadas impagas. Hora es que se despabile y caiga en que su cuñado es
su peor enemigo y quiere destruirla. Los medios están en el pueblo y tienen que
ver con el pasado de Caroline. Antes de ser Madame De Witte, ella fue colega y
amante de Marguerita.
La cortesana es
el personaje más importante de esta historia porque tiene vínculos en todos
lados. En su camino al pueblo le dio un aventón a la pequeña Lissette, una
campesinita que va camino a convento cercano. Lisette es la protegida de la Madre
Agnes, la superiora. Agnes le ha tomado un intenso cariño a Lissette y le
suplica que se refugie en el convento puesto que la granja de su madre queda
muy cerca de las líneas enemigas.
Abortista vs
Monja
Cuando Lissette
no regresa, la monja toma una carreta y va la granja donde sus temores se han
vuelto realidad. Ha habido una incursión alemana y todas las mujeres, Lissette
incluida, han sido asesinadas. La única sobreviviente es una forastera que dice
llamarse Jeanne Charriere y ser enfermera de París. En realidad, se llama
Suzanne y es una fugitiva de la justicia. Jeanne Charriere era la mujer que la
llevaba a la frontera suiza, pero fueron perseguidas por un inspector que
parece más empecinado que Javert. Sucede
que Suzanne se dedicaba— más que a curar heridos— en su labor de
enfermera, a practicar abortos. Sucede que le practicó uno a la mujer del
inspector con tal mala fortuna que la paciente murió.
Las fugitiva
hallaron refugio en la granja donde la muerte encontró a Jeanne. Suzanne se
apodera de los papeles de la difunta y acompaña a la monja al convento. En el
camino se les presenta un extraño espectáculo: un hombre desnudo que vaga por
el bosque llorando como un niño. Agnes lo cubre con su capa y se lo lleva al
convento. El hombre sufre de trauma, no habla, solo llora. El ejército, todavía no consciente
de lo que es la fatiga de combate, exige que estos soldados que físicamente se
ven sanos, pero tienen la mente extraviada, vuelvan al frente. Hay cuatro casos en el
convento y la valiente Madre Agnes les arregla un pabellón en el altillo donde
podrá curarlos a ellos y al mudo rescatado.
Suzanne descubre
este refugio y la escandaliza que la superiora haya contravenido las órdenes
del ejército y del Doctor Duvarnet, el médico militar que maneja el hospital. Agnes le dice que es ella quien toma las
decisiones ahí. Tal como ha permitido que Suzanne se quede (y eso que nunca le
pidió permiso) también decide que los
enfermos mentales reciban atención. A Suzanne no le parece. No se entiende. En
vez de aplaudir y apoyar el libre albedrio de Agnes va a acusarla con Duvarnet
que tras administrarle una regañiza a la monja ordena que los hombres vuelvan
al frente. Con tristeza hipócrita, Suzanne presenta una débil disculpa “No sabía cómo
eran las cosas”. Por una vez, Agnes
pierde la paciencia y le espeta un “¡No te metas en mis asuntos o me meteré en
los tuyos!”
De ahí iniciará
una lucha de poder. Suzanne , como buena feminazi, solo busca controlar y sobre
todo controlar a otras mujeres. En todo momento demuestra desprecio por Agnes, por su hábito, por su estatus, la grita, la
empuja, pero hablaré más de esto cuando mencione el factor feminista de este
cuento. Por otro lado, como buena obra de Netflix, la serie tiene un sesgo anti
religión y anti-religiosos.
Aunque Agnes,
gracias a un par de llamadas a Paris, ha descubierto la verdadera identidad de
Suzanne, no la expulsa ni la delata. Eso se debe a que es consciente de que se
trata de un par de manos que son tremendamente necesarias en ese lazareto. El
problema es que Suzanne en vez de preocuparse por su situación, quiere ocupar
el lugar de la Madre Superiora y hacer las cosas a su modo.
A mí no me
convence Suzanne como una gran ayuda médica. Anda con el cabello sucio y
descubierto cuando por todos lados hay cofias que una profesional usaría para
no ser un foco de infección; recoge un
bisturí del suelo para practicarle una traqueotomía a un herido; y si se le mueren los pacientes no debe ser
muy buena practicando abortos. Además, es un personaje incongruente. Se siente obligada
a delatar a un pobre desertor alemán (le encanta acusar, es una Karen total),
pero ella misma cobardemente ayuda a un espía germano por miedo a que revele su
identidad.
La serie sigue el
feminismo mitutero creando una rivalidad entre Agnes y Suzanne y entre Carolina
y su suegra. Ambas pugnas son totalmente innecesarias en un mundo en que las mujeres
deberían aliarse como nos muestran las acciones de Marguerite. Agnes y la
ramera son los únicos personajes rescatables de este cuento. Es un poco grotesco
que sea una prostituta la que de un ejemplo de solidaridad porque su noviecita y la enfermerita son narcisistas
que hacen las cosas para gloria propia.
El problema de Marguerite
es que una no se acerca y acaricia a un hombre, que solo ella sabe es su hijo, sin
esperar que él se sienta atraído por ella. Sin embargo, la entendemos porque es
madre y muy maternal. La escena en la que atiende a un soldado agonizante que
gime por su madre es la más bonita de la serie.
En el caso de
Agnes, no entiendo que quisieron hacer. ¿Mostrarla como una hipócrita calentona
que se puso cachonda al ver al desertor encuerado y decidió pasar de la
masturbación al coito? Pues, aunque el
libreto es mediocre e inverosímil, Agnes sobresale como una mujer superada por
shocks: la muerte de una niña a la que
sentía como hija; el ocultar a un desertor y a una asesina; el descubrir que su
confesor seduce novicias; y más encima ver a su convento, un lugar de
recogimiento, invadido por hombres
despedazados. Creo que eso puede explicar su ”despertar sexual”.
Tal vez la
productora debió investigar un poco obre la vida monástica. Por empezar las
madres superioras no tienen cabelleras hasta la rodilla, pero si ni se
preocuparon por abrir un texto de historia, ¿qué podemos pedir?
La Verdadera
Historia
Lo que más ha
impactado a quienes saben un poquito de la historia de la Gran Guerra es el
poco rigor histórico de Les combattants que se manifiesta incluso en la
inverosimilitud de las escenas de batalla. Por empezar no nos dicen nada de los
causas del conflicto. La misma Madeleine pregunta si los alemanes son malos. Si, son
malos porque matan mujeres y niños y tienen un espía infiltrado, pero los
franceses también son malos porque convierten a los jóvenes en carne de cañón y
hacen sufrir a las mujeres. Sabemos que Charles es malo porque no quiere ser
soldado, pero TIll, el desertor, es bueno. ¿Cuál es la diferencia?
El pacifismo de
las protagonistas contrasta con los testimonios de la vida real. En Voices
of the Great War, Peter Vansittart recoge una carta de la madre de Thomas y
Heinrich Mann en que expresa regocijo por una guerra que por fin dará a su país el
sitial más importante de Europa. Su orgullo pangermánico (y viniendo de la
madre de los autores más humanistas de Alemania) suena casi a fanatismo.
En sus
Memorias de una joven formal (o “de una hija de familia”, depende la
traducción) Simone de Beauvoir dedica muchas páginas a esta guerra que marcaría
a su generación y que la encuentra a los seis años y que acabará cuando ya
tenga diez. Seguir la memorias de una niña nos enseña como el conflicto se
refleja en el quehacer cotidiano de las buenas familias en el relativo
resguardo de Paris.
Simone comienza
tan fanática como Frau Mann. Arroja por la ventana de su piso un muñeco hecho
en Alemania e intenta lanzar luego, no
recuerdo si platería o loza de Sajonia. Por suerte, es detenida por sus mayores. Pronto está en la
calle, recolectando dinero para los huerfanitos belgas. Nos relata que su
primer cuento es sobre una campesinita alsaciana que logra llegar a territorio
francés junto a su familia.
Si, en Alemania existía
un fervor patriótico motivado por nacionalismo, en Francia el grito de guerra
era “Vamos a recobrar Alsacia y Lorena”. La humillación de haber perdido la
Guerra Franco-Prusiana se seguía sintiendo y los nietos de los veteranos de ese
conflagración habían heredado esa necesidad de limpiar el honor de Francia. Y
si recordamos series inglesas como Upstairs, Downstairs existía también ese fervor de participar en la
que iba a ser una guerra que acabó con casi toda una generación europea. Pero
aun en septiembre se creía que iba a terminar antes de Navidad. (acabó antes de
Navidad, pero la de 1918).
A lo que voy es
que ese estado lamentable de soldados drogadictos y desertores que presenta la
serie de Netflix es un poco apresurado. Hasta la afiebrada productora se ha
dado cuenta y ha hecho un adelanto cronológico de un factor determinante en la
baja de moral del Frente Occidental: el primer ataque de gas por parte de los
alemanes. Solo que este tuvo lugar en la Segunda Batalla de Ypres en 1915, no
en septiembre del 14.
No puedo
recomendar la serie que a lo más es lo que en La Nación han llamado “un culebrón”. Si quieren un retrato
más fidedigno de la evolución del primer año de la Gran Guerra en territorio
ocupado, vean En los campos de Flandes en PBS Masterpiece. Y si quieren
una descripción más realista del trabajo de las mujeres en hospitales de
campaña les aconsejo ver la magnífica serie australiana Anzac Girls que
puede verse en USA gratis en Tubi y en Amazon. En America Latina puede verse en
Acorn Tv y en Amazon.
Contenido
Violento y Gory: Es una serie bélica. Tenemos escenas
sangrientas de heridas. intentos de violación, muerte de una niña y otras
violencias en contra de mujeres.
Contenido
Sexual y Desnudos: Sexo y desnudos en el convento y en el burdel.
¿La peor escena? La Madre Agnes masturbándose con una esponja. Totalmente
innecesaria.
Contenido Feminista: No me hagan reír. Es una oda al faux feminismo.
Un detalle casi jocoso, Camille Lou, la actriz que interpreta Suzanne dijo en
una entrevista que el saber que su personaje practicaba abortos le había hecho
comprender que se trataba de una serie “feminista”(WTF?) ¿Ahora eso define a las feministas? ¿Ayudar
a abortar? Aun para una Pro-Choice como yo es una declaración aberrante.
Factor
Diversidad: Una prostituta
negra, Marguerite y Caroline fueron amantes y parecen querer volver a serlo.
I mean it is not like I did not have a feeling it would be very much woke LOL I have it downloaded but have not watched it yet.
ResponderEliminarWecan't win with Netflix. They have only one agenda and it does not include making something of good quality.
EliminarDesde FB de Norah Frías Muñoz
ResponderEliminarUn desastre totalmente.
Valores manipulados.
Datos falseados totalmente, demasiados errores.
E incluso atribuyendo méritos a un cierto tipo de mujeres y restandolo a otras.
La manipulación más grotesca posible.
Gracias por publicarlo María Elena.
Norah Frías-Muñoz gracias por compartir mi opinión. Las dos quedamos enganchadas en los primeros capítulos y sus falsas promesas para luego desengañarnos. Podría perdonarles el prematuro ataque de gas, hasta el que una prostituta diera ordenes a los generales, pero esa competencia caotica entre la anfermera y la monja me superó. Como dices era un caso de valores manipulados que atribuía méritos a Suzanne y se los restaba a Agnes.
EliminarDesde FB de Norah Fría Muñoz
EliminarTotalmente manipulada.. muy dañina por lo sucio del manejo de los variados temas.
Yo no crítico el que sean prostitutas, muchas de ellas, a la par de monjas, amas de casa, seglares, fueron parte heroica de la Resistencia Francesa y negarlo sería penoso e injusto.
Pero éste menú que presentaron es aberración total.
Asqueroso sencillamente.
Todos los valores invertidos y ridiculizando al ejercito francés,la heroína campeando entre la tropa. L prostituta dando órdenes, las familias sin afectos verdaderos.
Muy de Netflix y su labor destructiva de todos los valores dignos y admirables.
Me superó tanta maldad!
Para Norah Frías-Muñoz A mi también y me olvidé de comentar sobre el desprecio sobre un ejercito que en ese momento defendía el suelo patrio.
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