Finalmente,
Disney/Hulu ha traído a Estados Unidos esta biopia de quien Christian Dior
llamaría “el maestro de todos”. Una entrada obligatoria en las series de la
moda, el mejor modisto de toda la historia es parte de un relato en que el
hermetismo y amor a la privacidad de Cristóbal Balenciaga sirven para crear un couturier que
nunca existió: vanidoso, ególatra y neurótico En un afán de ocultar la relación
del Maestro con el régimen franquista, la serie recae en mentiras e invenciones
peores que las del New Look.
El primer
episodio no comienza con el nacimiento, infancia ni juventud de Balenciaga. Lo
conocemos ya cuarentón, en 1937. Huyendo de la Guerra Civil Española, el apolítico
couturier viene a abrir, en compañía de su amante el Conde Wladzio Jaworowski
D’Attainville, una casa de modas en Paris. Ya comenzamos bien. Balenciaga no tenía
posturas políticas, él vivía para su arte. Presentarlo de otra manera fue uno
de los muchos errores de The New Look.
Quien sí es
político es su socio, un ingeniero vasco republicano llamado Nicolas
Bizcarrondo. El primer desfile, sin ser un fracaso, es anodino. Los críticos no
ven novedad en el nuevo modisto. Solo Coco Chanel (pero no públicamente)
reconoce el genio de Balenciaga. En su desesperación, el modisto vira sus ojos
hacia su herencia española, pintura barroca y trajes típicos iberos.
Sombreros,
Republicanos y Homosexuales
Toda la trama está
enmarcada en el degastado recurso de una entrevista años después de lo
sucedido. En vida, Balenciaga solo dio dos entrevistas. La serie se centra en
la otorgada, en 1972, a Prudence Glynn (Gemma “Asha Greyjoy” Whelan), del Times
de Londres. La periodista ha llegado hasta Getaria, hasta el retirado maestro Balenciaga
(Alberto San Juan)para interrogarlo sobre un pasado que él no quiere revelar.
El segundo episodio consiste en la entrevistadora sacándole con tirabuzón a
Balenciaga sus memorias de la Ocupación Alemana. Un desastre total que deja al
espectador lego muy confundido.
¿Era Balenciaga tan apolítico que no le importaba
lo que ocurría a su alrededor? ¿Hacia vestidos para las mujeres de los
nazis para proteger sus intereses o los de Nicolás? ¿Le hizo regalos a Coco
Chanel porque la sabía en la cama con un oficial alemán y creía que ella los iba
a proteger a él y a Wladzio en peligro por ser gays? Nuevamente se pierde en
ambigüedades ese capítulo tan importante de la moda durante la Ocupación Alemana
. Y permanece sin respuesta la pregunta que hoy muchos nos hacemos. ¿Se
vale más remar con la corriente que enfrentar un diluvio?
Este capítulo
reprimido, falseador de hechos reales y muy confuso deja que el espectador haga
sus propias interpretaciones, erradas la mayoría. Nicolás Bizcarrondo y su
mujer eran republicanos vascos, habían estado involucrados en política (por
llamarlas de izquierda) antes de la guerra. Se le abrió un expediente acabado
el conflicto y se le exigió una multa por una fuerte cantidad, pero nunca
estuvo en peligro de ser extraditado. No fue la razón por la cual Balenciaga
permaneció en Paris, y Nicolas no se dio vuelta la chaqueta renegando de su pasado
político por temor a represalias nazis.
Cientos de
refugiados republicanos fueron devueltos a España o arrastrados hasta Mauthausen
y otros campos de la muerte. Bizcarrondo nunca estuvo entre esas categorías
amenazadas. Se retractó de su pasado republicano públicamente en Los 60 y retornó
a su patria en 1965.
La serie está
empeñada en evitar mostrar el lado político de Balenciaga, sea o bajándole el
tono a su sólida reputación de modisto de la alta sociedad española― antes
y después de la Guerra Civil― o excusando el que hiciese vestidos a
nazis y simpatizantes. Desacierta en ambos esfuerzos. Antes de ir a Paris,
Balenciaga tenía fama como el mejor modisto de España, vestía a la aristocracia,
habiendo sido apadrinado desde muy joven por la Marquesa de Casa-Torres.
Gracias a su relación con la modista Madeleine Vionnet entró con buen pie en el
mundo de la alta costura parisina.
Si se marchó de España
y cerró sus tres casas de moda, una en Madrid, otra en Barcelona y la tercera
en Madrid, fue porque caían bombas por
doquier y nadie estaba para comprar vestidos de marca. Por eso es absurdo hablar de exilio como lo
hace Fabiola de Mora y Aragón en el episodio 6. Si Balenciaga se hubiese
exiliado seria huyendo de los republicanos que bien pudieron haberle dado un “paseo”
fatal por haber vestido a la nobleza como la abuela de Fabiola.
Acabada la Guerra
Civil, Cristóbal pudo regresar a España sin problemas. Así es como reabrió su
tienda en Madrid. Para él las casas de moda en ambos lados de la frontera eran
igualmente importantes, tal como su clientela. Nos dice la serie (Disney al
fin) que al Maestro le importaban los desfiles en Madrid porque ahí asistían
periodistas americanos y que su mayor mercado eran los Estados Unidos. Falso.
La casa de modas de Madrid servía a una clientela de los poderosos en la España
Franquista, a la aristocracia incluyendo a la musa de Cristóbal, Sonsoles de
Icaza.
Es cierto que
hubo durante la Ocupación una escasez de telas (una escasez de todo) y que
Balenciaga puede haberlas importado de España. Se sabe que se le multó por usar
más material textil del aprobado por las autoridades nazis y que al menos en
una ocasión le cerraron su tienda, pero se abrió eventualmente. Todo esto
ocurrió en 1940. El couturier siempre se negó a trasladar su negocio a Berlín,
pero la serie enfatiza su “colaboracionismo” y da una explicación pedestre de por
qué lo hizo.
¿Fue Balenciaga un “Colabo”?
El Balenciaga de
la serie le insiste a Prudence que él es apolítico y que fueron tiempos duros
los de la Ocupación. Luego tenemos un flashback. Cecile, una francesa, llega a
Maison Balenciaga acompañada de su amante, un alto oficial de la SS. Quiere que
Cristóbal le haga una copia del vestido “Menina” con mangas largas y con una
tela que heredó de su abuela. A Balenciaga no le molesta confeccionar ese
vestido―le faltan clientes―pero insiste que ese material no sirve para esa
hechura. Hay una pequeña batalla entre clienta y diseñador y la gana el Maestro.
Con esto nos queda claro que al modisto no le importan las políticas de su
clientela, siempre y cuando no se entrometan en su arte.
No volvemos a ver
a Cecile sino hasta el final de la Ocupación (1944). Ella tiene la cortesía de
despedirse, de traerle un regalo y de expresar con tristeza el miedo que les
espera a quienes colaboraron con el ocupante. Balenciaga es frio y brusco.
Rechaza el regalo, no acepta que sean iguales, emite un juicio moral al
considerarla una colaboradora y cuando Cecile se marcha, arroja el regalo a la basura.
íQué feo retrato del Maestro! La cortesía debe demostrarse tanto en derrota
como en triunfo y Balenciaga era muy educado. También revela hipocresía ya que al
parecer siempre ha despreciado a Cecile, pero la ha tenido de clienta porque le
convenía.
Como que el
guionista se da cuenta que Balenciaga está quedando muy mal y le proporciona
una excusa implausible, Balenciaga todo lo hace para protegerlos a él y a
Wladzio. Esto ocurre a causa de una escena que nunca tuvo lugar en la cual, en
Hendaya, el modisto es detenido por la policía de Vichy, vejado (se le hace
desnudarse) y amenazado con hacer pública su condición de homosexual y
someterse a las medidas que los nazis tenían para el colectivo LGTB.
En Lo que escondían sus ojos, hasta ahora el mejor retrato de
Balenciaga en la ficción, Javier Rey (que lo interpreta) le dice a Sonsoles, en
1942, que si no regresa a España es porque en la atmosfera homófoba del
franquismo le sería imposible continuar con su relación con Wladzio. Me dejó
una duda. ¿Es que la serie pretendía decir que
era más fácil ser gay en la París Ocupada que en el Madrid franquista?
La verdad está
entre ambos extremos. Efectivamente, muchos homosexuales fueron arrestados en
Francia y deportados a campos de exterminio, pero o eran muy abiertos en su
orientación o no tenían a alguien que les protegiese. Nunca el fantasma del
arresto persiguió a homosexuales reconocidos como Jean Cocteau, al cantante
Charles Trenet, y a una docena de actores. Si hasta hubo homosexuales en el
gobierno de Vichy. Es cierto que la Gestapo comisionó a Coco Chanel para que
redactara una lista de los gais en el gremio de la alta costura gala y ella dejó
fuera a su amigo Cristóbal.
Por otro lado, Cristóbal
Balenciaga siempre fue un hombre muy discreto. No le gustaba que lo
fotografiaran. Solo los allegados sabían que su relación con Wladzio era
romántica. Para mayor discreción, la madre de Balenciaga vivía con ellos en
Paris. Una señora vasca a la antigua y devota católica (igual que Cristóbal) no
iba a andar apañando relaciones pecaminosas por lo que la orientación
sexual del hijo quedaba en meras sospechas.
En varias páginas
de moda leo que Cristóbal Balenciaga no fue incomodado por los alemanes debido
a que gozaba de la protección del Caudillo. Algo de eso hay, a pesar que la serie
torpe e ingenuamente intente barrerlo bajo la alfombra. El couturier vistió a Doña
Carmen Polo antes y después de que su esposo se convirtiese en el dictador de España.
No se puede
acusar al Maestro de ser colaboracionista por hacerle vestidos a las mujeres de
los alemanes puesto que él era ciudadano, y bien visto, de la España
Franquista. Al ser extranjero no se le puede imponer rótulos y menos cuando la
alta cultura francesa si colaboró y de manera despreciable desde Louis Vuitton
que se apropió de negocios judíos, hasta Coco Chanel, mejor conocida como la “Agente Wertheimer” , que trabajó para los servicios de
inteligencia alemanes.
Otro triste error
de la serie ha sido mostrar a Cristóbal envidioso de la fama de los sombreros diseñados
por Wladzio. Aparte de ser una calumnia que afea a un generoso individuo, resta
importancia al gran amor de la vida de Balenciaga. Tanto que, en la serie, la repentina muerte de Wladzio no causa el impacto que tuvo en la vida del
modisto. Acaso una escena al pasar donde Balenciaga habla de retirarse o el
desfile de modelos enlutadas que no llegan a crear en la mente del espectador
un vínculo con la inmensa tragedia―la mayor de su vida― que experimenta el Maestro.
Balenciaga vs
Dior
Ahora viene la
guinda del pastel: Christian Dior. La serie quiere hacernos creer que Balenciaga
odiaba a Dior, que su envidia lo llevaba a burlarse del pobre diseñador, que la
superioridad de Balenciaga sobre el creador del New Look se debía a que
era más guapo, etc.
Balenciaga y Dior
se conocían de antes del Teatro de la Moda. Ambos participaron en esa novedosa
idea de Lucien Lelong. En cambio, la serie de Disney nos muestra a Balenciaga
llegando como invitado a la exposición y recién conociendo a un Dior viejito y
calvo. İ Sí Christian solo tenía cuarenta años! De pronto prefiero The New Look,
La serie de Apple tv+ mintió menos.
Dior y Balenciaga
nunca fueron rivales. Balenciaga tenía una casa instalada y una clientela
asegurada cuando Marcel Boussac recién apadrinó a Christian. Balenciaga abrazó
inmediatamente el largo de faldas impuesto por Dior quien no le robó
clientes ni opacó los diseños del Maestro. De hecho, a fines de los 40, Balenciaga
siguió imponiendo tendencias como la famosa chaqueta bolero que imitaba la
usada por los toreros. Y no perdió clientes, al contrario adquirió más en
Francia y en España, puesto que cuando Aline Griffith se convirtió en Condesa de Romanones su vestido lo confeccionó el Maestro.
Lo que denota
influencia española en la serie, puesto que en Disney no saben ni J de historia
ibera, es la ausencia del nombre “Franco” en la serie. La realidad es que Doña Carmen
Polo era clienta de la casa Balenciaga (malas lenguas dicen que no pagaba); su
hija Nenuca vistió un Balenciaga para su boda con el Marqués de Villaverde en
1950; y fue su insistencia la que sacaría de su retiro al Maestro, en 1972,
para vestir a la hija de los Marqueses en ocasión de su boda con el Duque de Cádiz.
El Vestido de
una Reina
Esos vestidos son
tan icónicos como el de la Reina Fabiola de Bélgica. Este último se menciona en
la serie como si hubiese sido la única gran creación del Maestro. La biopia de
un diseñador debe concentrarse en su contribución a la historia de la moda, a
sus diseños más célebres, a sus clientas más famosas y a su vida privada, si esta afecta su arte. Ocultar que vistió a
princesas como Grace Kelly, a esposas de políticos como Jackie, y a las grandes
damas de la alta sociedad española, incluyendo a las parientas del Caudillo, es
cortar más de la mitad de la trayectoria de Balenciaga.
Jackie Kennedy en Balenciaga
A propósito, la
serie en típico humor antimonárquico hace un pobre retrato de la Reina de Bélgica.
Tengamos en cuenta que para mantener el misterio del vestido, todas las medidas,
diseño, pruebas del traje de novia fueron llevados a cabo en el departamento
que el Maestro tenía en Madrid. Como él era tan discreto, nunca hemos sabido
que se dijo así que todo lo que aparece en la serie es invento y conjetura.
Fabiola de Mora y Aragón era una mujer muy reservada, por eso escogió a
Balenciaga como modisto.
Lo único que
alguna vez comentaron en público ambos fue que Fabiola rechazó modelos por ser
“demasiado regios”. Balenciaga tuvo que recordarle que estaba vistiendo a una
reina. Esta anécdota refleja la modestia de una mujer que era hija de un marqués y
que por parte de su madre descendía del rey Sancho de Castilla.
He visto muchas
fotos de Doña Fabiola, he leído mucho sobre ella. En ninguna parte dicen que
fuese contrahecha, jorobada o con hombros aupados. Belén Cuesta la retrata como
una mujer histórica, incómoda con el asedio de la prensa, obsesionada con la
importancia del secreto, con miedos de como cambiará su vida una vez se case.
O sea, es una Lady Di más vieja.
Fabiola de Mora y
Aragón pertenecía a la alta nobleza española. Tenía 32 años cuando robó el
corazón de Balduino de Bélgica que no era un Príncipe Azul común. Desde joven,
Balduino había sido muy devoto y había estado a un tris de pasarle el cetro a
su hermano y encerrarse en un monasterio. Su sentido de deber se sobrepuso a su
vocación, pero le tomó diez años de su reinado encontrar a quien
compartiese su trono.
Ni la serie ni
artículos de Vanity Fair han sabido revelar su fascinante personalidad. Es
triste que VT se apoye en la chismografía de Jaime Peñafiel
que describe a la reina como una beata, una tía solterona, una mujer sin oficio,
recluida en su casa. Tampoco podemos culparlo tanto si la misma revista Time describió a Fabiola, en ocasión de su boda, como “la chica que no podía
atrapar hombres”. También el régimen franquista hizo lo suyo convirtiendo a la
novia en el ideal de la mujer de su
casa, muy religiosa, virtuosa y sumisa.
Todo eso es
verdad, pero opaca lo que hacía a Fabiola una mujer de carne y hueso, ya que la
joroba y ataques histéricos de Belén Rueda no fueron más que inventos de un mal
libretista. También el hermetismo que rodeó al noviazgo ayuda a falsificar datos.
Eso es lo único cierto que dice la serie, la Reina de Bélgica y el Rey de la
Alta Costura se caracterizaban por su amor a la privacidad.
En su día se inventó
un cuento de hadas alrededor de ese romance real. Se dijo que Sor Verónica, la monja mentora del rey había ido a España en
busca de una cónyuge perfecta, poco menos que cargando el zapato de Cenicienta
y que solo Fabiola había dado la talla. Otros hablaban de un enlace arreglado
por la propia reina Victoria Eugenia quien era madrina de la novia. Lo más
cercano a la realidad es que Doña Ena si andaba en animo casamentero, pero
quería que quien ciñese la corona belga fuese su nieta, Doña Pilar de Borbón (hermana del rey emérito
Juan Carlos).
El caso es que ni
Pilar (que más tarde se casaría con el concuñado del rey Simeón de Bulgaria) ni
Balduino congeniaron. En cambio conocer a Fabiola fue un flechazo instantáneo.
Se cree que para el segundo encuentro en la Gruta de Lourdes, ya estaban
enamorados. Es que Balduino vio más allá que la periodista del Time o el
aparato de publicidad franquista.
El monarca vio una
mujer moderna e independiente, no una solterona beata. Vio una mujer sencilla,
pero preparada para ser reina. Vio una mujer que conjugaba su fe y su
apostolado con lo mundano. Fabiola era enfermera diplomada y trabajaba en el
hospital militar Gómez Ulla. Fabiola era refinada y hablaba cuatro idiomas. Por
último, si era tía soltera, pero su capacidad para amar y atender a la niñez de
un país se revelaba en la publicación de un libro de cuentos de su autoría que demostraba
que tenía imaginación, pero también conciencia de los gustos infantiles.
La tragedia de Fabiola
fue que, después de cinco embarazos malogrados, sería incapaz de dar un
heredero a su reino. Su triunfo fue mantener un amor y un romance que acabaría
con la muerte del rey en 1993 y también el haberse hecho amar por un pueblo. Si
me he explayado tanto es para hacer notar como la serie ni siquiera supo aprovechar
este personaje y sus paralelos con un modisto que como Fabiola era amante de su
privacidad, pero supo alcanzar la fama en un país que no era el suyo.
Contenido
Violento o Gory: Ninguno
Contenido
sexual y desnudos: Un par
de besos y escenas de Wladzio y Balenciaga en la cama, ambos vestidos.
Aprovecho este
momento para corregir un bulo muy desagradable y absurdo que, por suerte, no está
muy desperdigado por las redes, pero que inició en Instagram. El cuento es que Coco Chanel, necesitada de
publicidad, en 1960, consiguió que John Fairchild , editor del Women’s Wear
Daily, la invitase a cenar en Paris. La zanahoria que la modista esgrimió
ante la nariz de Fairchild fue que traería a Cristóbal y que se sacarían una
foto juntos. Foto que Fairchild podría publicar en su revista.
Coco invitó a Balenciaga
quien estuvo de acuerdo en dejarse fotografiar, pero no en que la foto fuese
publicada en WWD. Hubo un distanciamiento y Coco enojada le habría
revelado a Fairchild la homosexualidad del Maestro y que el editor habría hecho
pública esa noticia en su revista. En la serie no llegan hasta tanto. Las
‘revelaciones” de Chanel se supone fueron hechas en fiestas y cocteles y se
reducen a que la falla de los diseños de Balenciaga es que no siguen el
contorno natural de la figura femenina, lo que puede esperarse de un hombre que
no ha tocado mujeres en su vida.
Yo sabía que Chanel
había dicho eso de Dior y es posible, chismosa y toxica como era, que lo haya
dicho borracha en alguna fiesta, pero no era noticia. Para entonces se sabía
que todos los diseñadores del momento: Givenchy, Cardin, Lanvin, Saint Laurent,
etc. eran gays. Lo que importaba es que se quedasen en el closet.
Desde su
fundación en 1919, Women’s Wear Daily
había sido una publicación dedicada a la moda no a las hablillas. Fairchild fue
el artífice del buen recibimiento que Balenciaga tuvo en América. Jamás hubiese
publicado una murmuración que no iba con su línea editorial, pero que además
hubiese convertido a Balenciaga en un delincuente puesto que en USA la
homosexualidad se castigó con cárcel hasta la mitad de Los 60.
Aun en Francia,
donde ser gay no era un delito, el escándalo y estigma social que hubiese
conllevado una revelación publica hubiesen arruinado al modisto. Ni hablar de
la España franquista donde El Maestro hubiese perdido clientela, negocio,
incluso su libertad . De hecho hubiese estado realmente exiliado e
imposibilitado de comunicarse con su familia española. El libretista parece no
conocer estos datos.
Cuando Balenciaga
expresa su miedo e indignación ante Ramón Esparza, este lo hace sonar como si fuese un cobarde
que se avergüenza de ser homosexual y quiere permanecer en el closet. Tanto los
idiotas de Disney como sus malos investigadores españoles―inútiles como todos los profesionales
pedrosanchistas― olvidan que en 1960 no existía tal cosa como
Orgullo Gay y salir del closet, en muchos países invitaba a cárcel o a peores castigos.
Factor
Feminista: Cero, ninguna
de las mujeres importantes en la vida del modisto, ni sus parientas, ni sus
colaboradoras, ni sus musas, merecen ser destacadas en este relato.
Factor
Diversidad: Tampoco hay
mucho aquí, apenas la relación gay de Balenciaga y Wladzio.
Factor Moda: Tristemente, es peor que The New
Look en postergar la narrativa visual de los diseños Balenciaga. No hay mención
de sus vestidos de novia, con la excepción del de Fabiola de Bélgica. Se ha
gastado dinero en copiar diseños y presentarlos en colecciones abstractas sin
contextuarlos. Se han dedicado a hablar del azgar, la tela que El Maestro mandó
fabricar cuando es uno de los detalles menos importante de su obra. No hablan
de la importante clientela que usó sus prendas. Por eso voy a poner algunas
fotos para que sea vea lo innovador que fue Cristóbal Balenciaga.
El vestido "BabyDoll" uno de los muchos inventos del maestro
Dolores del Rio y Balenciaga
En la vida real
Balenciaga aprendió a compartir clientela con Dior. Enviar a Audrey Hepburn a
Givenchy tampoco le hizo perder pie en el cine. El vistió a Dame Liz Taylor y a
Romy Schneider, además de diseñar el vestuario de Ava Gardner en The Angel
Wore Red y el de Ingrid Bergman en Anastasia. ¿No era mejor contarnos
esto que pasarse capítulos mostrando al modisto babeando por Givenchy? Es
cierto que Hubert fue su protegido, pero también lo fueron Ungaro, Paco Rabanne y hasta Oscar de la Renta.
Romy Schneider en Balenciaga
Dame Liz Taylor en Balenciaga
Si no recomiendo
esta serie no es porque falsea datos sino por ocultar lo que realmente hizo a
Cristóbal Balenciaga el mejor modisto de la historia. Gracias a ese ese
ocultamiento solo nos queda un cuento tedioso mal contado y mal terminado.