Superada la Transición,
España iba en camino a ser una democracia-ergo- monárquica. Irónicamente este
periodo de libertad acabó con los excelentes dramas de época que caracterizaban
a RTVE. En cambio, se abocaron a fórmulas que perduran hasta nuestros días y
que a pesar de los adelantos técnicos y de los mensajes sociopolíticos, han degenerado
en copias de copias afectadas por presentismos, personajes planos y mucha
propaganda.
Antes de hacer un
recorrido cronológico como lo hice con la primera etapa del drama de época made-in-Spain,
habría que ver que fórmulas exitosas se usarían hasta la náusea, sobre todo del
espectador. Curro Jiménez dejaría la puerta abierta para justicieros fuera de
la ley; las adaptaciones literarias seguirían, ya no cifrándose en los clásicos,
sino en bestsellers; las bioseries están con nosotros desde los 80; y la piedra
filosofal de este siglo (tanto en RTVE como en Antena 3) es la fórmula del
espacio pequeño, íntimo, un pueblito, una calle, un barrio donde la opresión,
tanto política como patriarcal, se sienten mejor.
Enmascarados, Encapuchados
y una Bandolera
Comenzaremos con
el pobre Sancho Gracia al que le tomaría una década sacudirse de encima a Curro
Jiménez. Yo no sé porque no siguieron con la serie si daba para tanto. En cambio,
se la pasaban tratando de recuperar el cuento del héroe justiciero. Primero
querían que Sancho fuese El Coyote, personaje del comic (no confundir con el
del Correcaminos), pero hubo problemas de derecho de autor.
Entonces se les
ocurrió inventarse un Zorro a la española. Así nació Don Carlos de Zarate, el
de “La Máscara Negra”. Como el Zorro, este era un personaje que vivía una doble
vida, de día era afrancesado, de noche andaba despachando a los soldados de Napoleón
que habían invadido la Península.
La serie era de
un altísimo presupuesto y contó con excelentes invitados como Paco Rabal,
Marisa Paredes, el licántropo español Paul Naschy, y hasta El Algarrobo aparecía
en un episodio haciendo de turco. Lamentablemente la serie no dio para más de
once capítulos. Creo que la pasó SIN por allá por el ‘84 cuando yo iba a clases
de noche. Mi Ma la vio y me dijo “Es Curro Jiménez, solo que ahora sabe leer y
dice que es amigo de Benjamin Franklin”.
Un año más tarde
y Sancho Gracia aparecía en una miniserie sobre las Guerras Napoleónicas, “Los
Desastres de la Guerra”. Es increíble que un tema tan fascinante pudiera ser
tratado de una manera tan soporífera. Sancho daba vida a Juan Martin “El
Empecinado” y tras un par de capítulos, mi madre sentenció “otra vez, Curro Jiménez”.
Aunque lujosa, la serie no tenía un buen argumento y por eso se apegaba a la fórmula
y naufragaba.
Ya mencioné en mi
blog anterior que en RTVE no escarmentaban y que en 1994 desempolvaron los arcabuces
e intentaron revivir, con poco éxito, a Curro Jiménez. No duró mucho ese
intento. Pasarían treinta años desde que el bandido justiciero dejara la
televisión para que, en el 2009, RTVE echase mano al cuento nuevamente.
Así nacía otro
vengador fuera de la ley que llevaba una doble vida para corregir (bajo una
capucha, entuertos e injusticias. David Janer era Gonzalo, un maestro viudo que
en el Madrid (entonces un pueblito) de Felipe IV debía intentar criar un hijo
de día, pero en las noches se convertía en el legendario “Águila Roja”, un
héroe de Marvel en la España Barroca.
Gonzalo, quien
además de sus empresas quijotescas, buscaba al asesino de su esposa y a sus
verdaderos padres, tenía la particularidad de haber vivido en el Lejano Oriente
donde había aprendido misteriosas artes y se había traído un arsenal de flechas
y katanas que eran las armas usadas por el héroe. Esto variaba la fórmula y atraía
los amigos de videojuegos, de los comics, de las artes marciales y del Wuxia.
Por nueve
temporadas “Águila Roja” combatió a todo tipo de maleantes, muchos aristócratas
y portadores de corona. Hasta vampiros llegaron a la Villa. El Águila Roja era
casi inmortal, domaba a las fieras, eludía balas y siempre se libraba de las
trampas de su némesis, El Comisario Hernán (Francis Lorenzo) que fue el último
en enterarse que Gonzalo era su hermano.
La lucha entre Hernán
y el héroe era también una rivalidad por el amor de la perversa y casquivana Lucrecia,
Marquesa de Santillana (Myriam Gallegos), una plebeya metida a noble que estaba
encaprichada con Gonzalo quien muy lentamente se estaba enamorando de su cuñada
Margarita (Inma Cuesta).
¿Suena bien en
papel verdad? Pues en realidad era un cuento sin pies ni cabeza, con buenos muy
brutos o muy pesados, y malos irredimibles. La historia era siempre accidental,
lo único claro es que Felipe IV (verdadero padre de Gonzalo y Hernán) era un
pésimo rey.
Entremedio estaba
el omnipresente presentismo que es la cruz que carga el nuevo drama de época y
que permitía a los guionistas embutir cuentos basados en éxito cinematográficos
fuera “El Club de la Pelea” o “Crepúsculo”. Había piratas del Caribe, asesinos en serie, se
buscaba el Santo Grial, Lucrecia tomaba drogas y tenía hijos por todos lados. Hasta
se acostaba con uno de ellos, Hernán se acostaba con su hermana, los disparates
abundaban y la serie tenía un éxito colosal. ¡Más encima cosechaba premios!
El desorden
afectaba también las temporadas, algunas eran más largas que otras. La séptima
duró 18 episodios y la sexta solo seis. En dos ocasiones se dividieron las temporadas
en dos partes. Se dijo que esto se debía a que el gobierno de Rajoy castigaba a
RTVE negándole fondos.
Supuestamente era
una serie de alto presupuesto. Nunca supe por qué. La acción tenía lugar en la Villa,
que era solo una callejuela, o en interiores; todos andaban con la misma ropa
(menos Lucrecia que se la quitaba); no había tantos efectos especiales solo los
brincos del encapuchado. En quien ciertamente no gastaban era en guionistas que
vivían reciclando clichés de capítulos anteriores.
Lo cierto es que,
para la quinta temporada, el rating se desplomó. De 29 puntos fue bajando hasta
12 en la penúltima entrega. Repuntó a 15 en la última y fue con alivio que la
vi partir. Era una aberración sin sentido que yo seguí porque esperaba en vano
la redención de Hernán. Nunca se me dio.
Lo curioso es que,
para la segunda temporada de “Águila Roja”, Antena 3 que era la rival de RTVE rescató
la fórmula del bandido y también tuvo un héroe que llevaba una doble vida en
pos de la justicia. La diferencia es que la “Bandolera” usaba faldas.
Sara Reeves (Marta
Haza) es una dama inglesa de familia acomodada y una de las primeras mujeres en
ser admitidas en Oxford. Pero Sara está harta de su mundo privilegiado y sueña
con las aventuras que lee en libros como Carmen de Prosper Merimee. En
unas vacaciones se va a Andalucía buscar a los últimos bandoleros. Pero es
1881, el bandolerismo ya casi ha sido erradicado por la Guardia Civil.
Andalucía está
sometida a los abusos de los caciques, pero ya surgen entre los abusados
adherentes al anarquismo y al socialismo. Sara descubre que todavía quedan
algunas partidas de bandoleros perdidos en la Sierra Morena. Varios sucesos
obligan a Sara permanecer en Andalucía, donde abrirá un periódico para hacer
denuncia social. Eso de día, ya que, de noche, y a pesar de sus amores con un
oficial de la Guardia Civil, Sara se convierte en la líder de una cuadrilla de
bandoleros.
A pesar del buen
rating, “Bandolera” nunca pasó de ser una serie de sobremesa y tras dos
temporadas tuvo que marcharse y ceder el lugar a “Amar es para siempre”. Ahí murió la fórmula del héroe (heroína)
bandolero.
De Santa
Teresa a La Jurado
Volviendo a la
España de Felipe González, RTVE descubrió otra manera de usar el pasado como
forma de entretenimiento, la biografía de personajes históricos. Ya a fines de
la Transición se había instaurado esta costumbre televisiva. En 1981, Julián Mateos
fue un más que respetable “Cervantes”. Al año siguiente tuvimos a Adolfo
Marsillach encarnando al Primer Premio Nobel español en “Ramón y Cajal:
historia de una voluntad”. Me temo que “Charité” ha sabido otorgarle mayor
fascinación al tema de la medicina histórica.
No importó,
porque en 1984 se estrenaba la para mí mejor expresión de este subgénero: “Santa
Teresa de Jesús” interpretada de manera sublime por Concha Velasco. Aunque la
serie se obstinó en no mostrar muy poco de lo místico o milagroso alrededor de la Doctora
de la Iglesia, el respeto con que se trató a la santa sin restarle mi un ápice
de humanidad, pero subrayando su grandeza, hacen de esta miniserie una joya.
Tristemente “Santa
Teresa” fue una excepción, las bioseries desde entonces o son tediosas como la
del autor de Los 4 Jinetes del Apocalipsis, “Blasco Ibáñez”, hecha en
1996 o estrepitosas como la que en este siglo nos ha regalado sobre cantantes y
otras figuras. Hemos tenido semblanzas de artistas ya fallecidos como Rocío Dúrcal,
Roció Jurado, y Lola Flores, y también de quienes todavía gozan de ese mundo
como Raphael y Marisol. La moda de la bioserie es tan arraigada que,
más que calidad y veracidad, prima en ella el momento oportuno de sacar
trapitos al sol. Acababan de clavar el ataúd de Dona Cayetana y ya Antena 3
armaba “La Duquesa”.
No sé cuan exitosas
sean estas biopias, ni cuan históricas, pero me quedo con el dato de que “El
Rey”, un retrato de la vida de Don Juan Carlos I fue opacado por “Velvet”.
Obviamente no supieron darle el toque exacto de romance y chisme que a “The
Crown”. Por suerte nunca me tocó ver esa
aberración llamada “Alfonso, El Príncipe Maldito” donde más encima pusieron un
feo haciendo de mi muy llorado Duque de Cádiz.
Al hablar de
estos esfuerzos por mostrar pasados históricos o cronificar la nostalgia, creo
haber dejado claro que ha habido un descenso de calidad en el period piece
ibero. Podríase decir entonces que el buen drama de época español se salvaba
porque sus bases estaban en la obra de grandes literatos. Sería fácil irme por
ese lado, pero hay señales de que incluso la adaptación puede resbalar.
De los Clásicos
a los Bestsellers
En 1986, Charo López
condenada a ser parte del period piece ibero es una Sabel arrogante y
contraparte de Victoria Abril como la frágil Nucha en una competente adaptación
de Los Pasos de Ulloa de La Condesa de Pardo-Bazán. A mí me dejó fría,
pensé que era porque doña Emilia no es una de mis escritoras favoritas.
Pero
algo estaba ocurriendo con el drama de época ibero, parecía haber perdido rumbo
y alma. Tanto así que la lujosa adaptación de La Regenta de Clarín (1995),
a pesar de las eficaces actuaciones de Aitana Sánchez-Gijón como Ana de Ozores y
de JL Galiardo como Álvaro Mesía me resultó indiferente.
Mucho más
interesante fue la adaptación de la autobiográfica trilogía de Arturo Barea La
forja de un rebelde. Esta miniserie de 1990, hasta hoy la más cara
producida en España, es para mí el inicio de la Memoria Histórica en la ficción
televisiva. Aún más que “Los Gozos y las Sombras” o “El Olivar de Atocha”
(1989) que llegaban a las vísperas de la Guerra Civil o de “El Mundo de Juan
Lobón” (1989) que trataba de entrarle a la realidad de la posguerra. A propósito,
todas estas series estaban basadas en novelas. Lo fascinante de “La Forja” es
que su protagonista y autor va madurando y evolucionando a través de la caída
de la monarquía, de la Segunda República y la Guerra Civil.
La llegada del
Siglo XX acabó con la tradición de la buena adaptación literaria. La Memoria
Histórica parecía ser la única vía posible para explorar el pasado en la
ficción televisiva. La adaptación de Arroz y Tartana de Blasco Ibáñez en
el 2003 pasó sin pena ni gloria y eso que la protagonizó una grande como es
Carmen Maura. Seria en el apogeo de la memoria histórica y de los descaminados presentismos
de “Águila Roja” que volveríamos a apreciar como una novela se traslada a la
pantalla chica.
El principio de
siglo había coincidido con un interés en el mundo anglo de la nueva novela española.
El caso más emblemático es el de Carlos Ruiz Zafón y su saga de El
Cementerio de los Libros Olvidados que, aunque ha ameritado premios desde
Noruega hasta Holanda no ha merecido una versión fílmica ni televisiva.
En eso no se
parece a Arturo Pérez Reverte quien ha visto con éxito su Reina del Sur
convertida en serie de televisión de Telemundo y Alatriste vivir
aventuras en el filme de Viggo Mortensen. Una lástima que se intentó de llevar
al Capitán Alatriste a la pantalla chica. La serie del 2015 fue vergonzosa: Pérez
Reverte la acusó de falta de asesoría histórica y los críticos se quejaron de
las pobres actuaciones, esto último es un fenómeno que está afeando mucho las
series de televisión españolas. Algo impensado hace treinta años.
Sira, La
Costurera
Pero sería un superventas
sorpresa el que cambiaría la impresión del drama de época del Siglo 21. En el
2010 una catedrática escalaba las listas de los más vendidos con su historia de
una modistilla metida a espía en el Madrid de la Segunda Guerra Mundial. Pronto
El tiempo entre costuras se convirtió en un bestseller en otros idiomas
y María Dueñas parecía condenada a ser la nueva estrella de las letras españolas.
No fue sorpresa
que se la quisiese adaptar como miniserie. La sorpresa fue que la iba a adaptar
Antena 3. ¿Cómo así? ¿Esa cadena que hacía ridiculeces como “Bandolera” y esas
bioseries tan ordinarias? Pues la producción de Boomerang (que se conoce por
bodrios) les cerró la boca todos, haciendo de “El Tiempo” la serie del 2013.
Para mí, después de “Isabel”, es lo mejor que ha hecho España en términos de
serie en lo que va del siglo. Si me empujan, el mejor drama de época desde “Los
Gozos y las Sombras”.
No me voy a poner
a repetir lo que he dicho en otros artículos, solo agregar que los cambios que se han hecho a la
obra de María Dueñas (con la excepción del desarticulado capítulo final) han
mejorado la trama. “El Tiempo entre costuras” es bellísima, sus paisajes, sus
vestuarios, sus actores y hasta sus personajes. Bellísima es la amistad de Sira
y Rosalinda; de Sira y Félix; de Sira y Candelaria; de Sira y su criada Jamila.
Sira nos muestra
que para ser una buena espía hay que tender puentes, buscar aliados y nunca
abandonar a los amigos. Es lo que la hace un personaje tan divino y Adriana Ugarte
la encarna de manera exquisita. Otra cosa muy refrescante, después de una
década de memoria histérica, fue encontrarse con una serie que cubre los últimos
años de la Republica, la Guerra Civil y la influencia alemana sobre España
durante la Segunda Guerra Mundial, en la que los “buenos” no tenían
necesariamente que ser marxistas furibundos.
Lo vemos en los estupendos
retratos de Rosalinda Fox (Hannah New) y su amante Juan Luis Beigbeder (Tristán Ulloa), pero también en
personajes menores como el Comisario Vásquez (Francesc Garrido) y sobre todo en
Ignacio (Raúl Arévalo). Cuando Sira, bajo el nombre de Arish Agoriuq, regresa a
Madrid descubre que la policía la vigila. Una noche encuentra a Ignacio, su exnovio,
en su piso.
Ignacio es ahora policía y vigila a Sira
creyéndola amante de Beigbeder. Finalmente, Ignacio descubre que a quien solapa
la modista es a Paquita (Pepa Rus), una antigua amiga de ambos. A pesar de ser
Paquita viuda de un Rojo, y candidata perfecta las prisiones franquistas,
Ignacio se apiada de ella y le consigue papeles falsos.
“El Tiempo entre Costuras”
dejó la vara alta y yo esperaba un aluvión de series de televisión que
cubriesen temas parecidos. después de todo, un gobierno de Derechas permitía
establecer cierta distancia objetiva alejándose del estilo panfletario de los años
de Zapatero. Ya en el primer año del gobierno de Rajoy, RTVE había ofrecido el
telefilme “El ángel de Budapest” con Francis Lorenzo como Ángel Sanz-Brill el
diplomático español que salvó miles de judíos húngaros de los Nazis. Yo pensé
que el tópico estaba abierto. Equivocada estaba.
Yo ya me veía en
pantalla grandes historias de espionaje en suelo ibero como el Papa Spy
de Jimmy Burns o las aventuras de la Condesa de Romanones, en sus días de
agente de los Servicios Especiales Aliados que ella narrara en The Spy Wore
Red. O alguna miniserie sobre Juan Pujol el famoso doble agente catalán. O
tal vez algo sobre los planes de la SS de raptar al Duque de Windsor en su paso
por Madrid o Himmler buscando el Santo Grial en Cataluña.
Humanizando al
Cuñadísimo
Sin embargo, en
el 2016, y también basándose en la novela Nieves Herrero una de las más leídas
en España, aparece en la 5 “Lo que escondían sus ojos” que como diría Salvador
Calvo su productor era un intento de ver cómo vivían los vencedores. Se aplaude
el intento, pero la serie fue una anomalía destinada al fracaso. Una lástima
porque lo tenía todo para ser un éxito. Me refiero al argumento.
Carmen Diez de
Icaza es conocida hoy como una política del postfranquismo, a quien Francisco
Umbral apodaría “La Musa de la Transición”. Su vida ha aparecido en varios
libros, desde sus memoras dictadas a Ana Romero cuando Carmen agonizaba de cáncer
hasta “Dejé de pronunciar tu nombre” que Luis Herrero publicaba en el 2017. En todos,
un leitmotiv trágico es el detonante de la tragedia de esta señora, lo que
marcara su existencia, que fue enterarse a los 17 años de que su amigo de la
infancia y novio desde que ella tenía 13 años, Ramon Suñer Polo, no podía ser
su marido ya que era su medio hermano.
Resulta que Carmen,
hija de los Marqueses de Llanzol, descubrió que su verdadero padre era nada
menos que El Cuñadísimo, Ramon Serrano Suñer. Esta es una historia tristísima
que para mayor remate ni siquiera le fue revelada a la víctima por su
madre-verdugo. Sonsoles de Icaza cobardemente relegó esa tarea en su hermana.
Carmen casi perdió la razón con esta revelación. Se la pasó un par de años en
curas de sueño, luego intentó ser monja de clausura, terminó yéndose de
cooperante a África, antes de meterse en la política. Carmen nunca se casó ni
nunca se reconcilió con su madre.
Esta tristísima
historia es descrita en los cuatro capítulos de los que consta la miniserie,
pero es opacada por los protagonistas que pasan a ser el epitome del amour fou
y una especie de Amantes de Teruel, solo que las que mueren aquí son la
confianza y felicidad de sus hijos. La gente protestó por la serie, pero como
siempre por razones políticas. Se habló de falta de rigor histórico y de poco
respeto por la memoria de la familia de La marquesa. La izquierda chillaba que se
le hacía propaganda al régimen y que se minimizaba con esta historia de amor
los crímenes del franquismo.
Es cierto que los
protagonistas son glamurizados, principalmente Serrano Suñer. Yo no soy de
izquierdas, pero Serrano Suñer es uno de los miembros más repugnantes de la Corte
Franquista. Aun así, no me importa que se le humanice. Rubén Cortada dijo que
para interpretarlo tuvo que librarse de prejuicios. Lo aplaudo. El problema
surge de que el actor se parece a su personaje tan poco como Rubén sabe de
actuación.
Blanca Suarez,
tan guapa como Isabel de Portugal en “Carlos Rey y Emperador”, aquí se ve
grotesca tal como grotesco es su nivel histriónico. Estamos hablando de
Sonsoles de Icaza, considerada la mujer más distinguida de España de la época,
la Musa de Balenciaga. de hecho, Javier Rey como el modisto es lo mejor de la
miniserie. Dicen que han copiado los modelos de Balenciaga, pero “actualizándolos”.
Creo que San Cristóbal, mi ídolo, debe
estar brincando en la tumba.
Y es que Blanca
Suarez, aparte de mala actriz, se ve ordinaria, como un cruce entre Kim
Kardashian y Sofia Vergara y eso ya me jodió la serie. Aún más que el que
muestren a los Rojos de “malos” porque quieren hacer volar a Serrano Suñer con una
bomba, o que nos digan que al Cuñadísimo le preocupaban los pobres. Aunque que nos muestren a esta pareja como "víctimas del Franquismo"es dificil de digerir.
Los Reyes de
Cataluña
El próximo
bestseller que fue convertido en drama de época televisivo les quedó más
hediondo que el pobre Theon Greyjoy, pero por razones diferentes. Aquí la culpa
fue el libro de Idelfonso Falcones lo que ya condenaba a La Catedral del Mar
a ser tendenciosa, unilateral con su retrato de ricos perversos y pobres
apaleados en la España medieval. En pantalla el culto de la violencia (sobre
todo la que recae en las mujeres) de la novela se nos restregó por la cara en
una historia sin optimismo, sin humanidad, sin personajes complejos o interesantes.
Y ya, desde el
momento que nos meten la papa de que Pedro de Aragón era Rey de Cataluña que es
hora de desconectarse de Netflix. Ya esto parecía “Knightfall”. “La Catedral
del Mar” nos ha dejado claros que en un mundo donde los intereses creados del
presente regulan el retrato del pasado, aun novelas menos folletinescas y
panfletarias que La Catedral del Mar no tendrán gran calidad al ser convertidas
en series.
¿Aun así, existe
algún clásico de la literatura española o algún superventas histórico reciente
que les gustaría ver en pantalla? Me
acuso de querer ver la serie de Falcó de Pérez Reverte convertida en
miniserie. También siento que a la obra
de Blasco Ibáñez (aparte de sus Novelas Valencianas) tampoco se le ha
hecho justicia.
En cuanto a las bioseries me gustaría una
sobre Celia Gámez, tuvo una vida muy movida, y como todos los personajes están
muertos se puede contar. También algo sobre la Malibrán, la primera mujer diva
de la ópera. ¿Y ustedes? ¿Que bioseries sobre grandes artistas y españoles les
gustaría ver?
Vaya. Me has traído ingratos recuerdos de cuánto odié Águila roja. No aguanté ni 2 capítulos. Si hablamos de justicieros o salteadores de caminos, para tal caso me quedo con el Zorro de Telemundo. No por ser nacionalista, ni por el cariño que le tengo a la obra original de Johnston McCulley; sino porque por lo menos esa novela tenía un argumento lineal que seguir, entre tanta mescolanza y locura que inventaban. Esmeralda podía estar aprendiendo arquería con las amazonas (¿en el siglo XIX? WTF!) o Diego podía estar previniendo a la reina María Luisa Burgos de Castilla (ficticia) sobre un futuro intento de asesinato a manos del duque Jacobo de Albatros y Castellón (también ficticio) pero por lo menos no era tan ilógica así que no importaba. Ahora que lo pienso ¿Diego de la Vega no era español? O lo era en la serie de Guy Williams. ¿Por que no le compraron los derechos a Sony/Disney e hicieron su propia versión? Oh wait...creo que el Zorro no era español. Según Isabel Allende era criollo. Sorry. En todo caso, hay un héroe real, castellano del siglo XI que merece su serie: el Cid campeador. Aun recuerdo cuando nuestra profesora nos leyó el cantar del Mio Cid en el colegio, fue épico. Creo que tendrían una gran oportunidad con una saga sobre él.
ResponderEliminarExperiencias como estas me causaron un disgusto hacia las series made in Spain, especialmente si las comparamos con lo que se produce en el mercado internacional. La ficción española jamás captó mi interés hasta Isabel, y eso incluye todo lo antes producido en la península, desde dramas hasta comedias. No sé si porque eran malas (Hispania, Águila roja, Toledo, Hospital central, esa miserable película de los Borgia que tuvo mas fallos históricos, despropósitos y ridiculeces de las que puedo contar, sin mencionar las deplorables interpretaciones, vamos por lo menos la versión de Neil Jordan/Michael Hirst tenía coherencia argumental) o porque lo que exportaron a otros países era justo lo mas popular, costumbrista o directamente grosero que hacían (Aída, La que se avecina, 7 vidas y todos esos estúpidos remakes de series extranjeras). Sí, entiendo que en España, como en todas partes, se hacen buenas y malas series y hay buenos y malos actores. Pero da la casualidad que todo lo que me tocó ver en ficción fue directamente infumable, y es lamentable porque según cuentas en tu anterior entrada, España tuvo su buena época en los 70, producciones que no tuvieron gran difusión internacional y que por tanto no llegué a ver, y estoy seguro muchos jóvenes tampoco. Personalmente no me llama mucho la atención verlas ahora, porque quizá han envejecido mal. Además, ya tuve oportunidad de disfrutar los clásicos literarios en la escuela gracias a (como no mencionarla) mi profesora Julie, y a un programa que salió la década pasada en mi país: un ciclo universal de adaptaciones literarias, similar al que comentaste en el post anterior.
Con estas experiencias terribles, entenderán entonces la aprehensión que sentí al visionar Isabel por primera vez. Conforme avanzaba, ese temor dió paso a la sorpresa: ¡los diálogos no eran absurdos! ¡los personajes estaban bien construidos! Tenía ese aire familiar a Los Tudor o al drama histórico internacional...me estaba gustando! No lo podía creer. Algo cambió en el camino, sea el equipo de producción de Diagonal o los ejecutivos de TVE, pero finalmente hicieron las cosas bien. Esta sí era una serie digna de verse y exportarse. No guardo interés personal en ver el tiempo entre costuras o el ministerio del tiempo (con la cantidad de cosas que sacan a diario hay que elegir) pero varios las recomiendan y no dudo de su calidad. En lo que a mi respecta, España se redimió con la saga de los reyes católicos. La casa de papel ha tenido un inesperado éxito en Netflix pero tampoco me atrae verla. Aquellos que me la han recomendado no han sabido venderme su argumento o convencerme de sus virtudes
Esto me recuerda cuando por aquí intentamos producir un par de dramas históricos, con poco presupuesto pero buen elenco. ¿Y que pasó? Fueron...bastante decentes. Hasta buenos
Por supuesto que El Zorro era mejor. Además, más corta y CM (con esa pinta de Miraflorino) mucho más bonito que el Janer. No se por que no se basaron en EZ de Chabela Allende. Kiko Olivieri metía puros disparates, pero en algo le ganaban al Aguilucho, no pontificaban, no pretendían dejar mensajes, no se las daban de pedagogos.
EliminarA propósito, Don Diego era lo que llaman “californios” ósea españoles que se quedaron en California cuando ya México era independiente. En teoría, hasta la Guerra del 1848, dependían de México, pero culturalmente eran españoles, criollos, pero españoles. Esa es la gente que Helen Hunt Jackson describe en Ramona.
Yo me acuerdo de un episodio de Águila Roja, donde van por unas catacumbas de la Inquisición Gonzalo y Satur y este dice “aquí mataban a los judíos” y Gonzalo lo rega~na “la Inquisición nunca mató judíos” y se queda así de ancho. Ósea, es una sutileza, querrá decir que a los que mataban eran conversos (que igual eran judíos), pero como no explica, el público que creía que veía historia real dirá” claro, ¡otra mentira de los judíos!”
Si no fuera por el Gobierno de Rajoy y los recortes que le hicieron a RTVE seguiríamos teniendo AR y nunca hubiéramos tenido Isabel.
¿Cuál es esa ficción histórica peruana de la que hablas? Tiene que ser de muy ahora para que yo no la conozca. Yo recuerdo algo de La Pericholi y por supuesto CM y Angie Cepeda en “Lucecita”.
No he visto nada de las series mencionada, solo "El tiempo entre costuras", PERO descubría Inma Cuesta en el filme "La novia" (2015, basado en Bodas de Sangre de García Lorca) y es tremendísima actriz. Hermosísima y muy talentosa. Viendo en dónde más ha salido, traté de ver una vez "Blancanieves" (2012) pero no pude... no sé porqué. Estuvo en Netflix, no sé si siga ahí... RAFA
ResponderEliminarImma Cuesta sria la unica razón para ver Ärde Madrid" porque la mujercita que hace de Ava Gardner....
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