Lo más chocante
de “Alta Mar”, la miniserie española que Netflix estrenó hace algunas semanas,
no son sus muchas fallas argumentales y técnicas, sino el repudio que ha sufrido por parte de críticos y blogueros.
Me recordó el silencio mediático que acompañó el debut de “La Otra Mirada”. Ambas son period pieces. Ambas
representan una fórmula que está siguiendo al género desde “Gran Hotel”. Según
los expertos la formula ya ha caducado. ¿Será? ¿O es que el drama de época
español, que antaño gozara de merecidísima fama, solo descuella si está apoyado
en bases literarias?
“Alta Mar” es la tercera
producción ibera de Netflix y la segunda de época. Sin embargo, ya se habla de
que es “el primer tropiezo” de Netflix. ¿La razón? Se ha abusado de
un estilo que gobierna ahora el drama de época español. Se busca construir un
argumento alrededor de historias corales sea en una tienda de modas (“Velvet”),
o el “Gran Hotel”, o la central telefónica de “Las Chicas del Cable”. Ahora en este cuento de misterios y asesinatos
en un trasatlántico, no parecen lucirse y da la impresión de que la formula se
ha vuelto claustrofóbica.
Diferentes son
los cuentos de barrios o pueblos chicos donde el pasar de los años y la salida
y entrada de personajes crean un ambiente más dinámico. Esos han sido los casos
de “Cuéntame cómo pasó” “Amar en tiempos revueltos” y “El secreto de Puente Viejo”
Pero soy de otra opinión. Como fanática
del period piece y como criticona profesional yo diría que lo mejor de
época (hecho en lo que va del siglo en suelo español) es o una buena ficción
histórica como lo fue la insuperable “Isabel”, o una historia cuya trama ya
venga de libro como fue el caso de “El tiempo entre costuras” que al final superó
a la novela de Maria Dueñas.
Mi visión subjetiva
es que la ficción histórica española sufre de varios problemas: la
preponderancia de una memoria histórica o (histérica) que impide revisar los
hechos de manera objetiva; falta de ambientación y atmosfera de época; presentismo,
anacronismos y poca complejidad tanto en la historia como en los personajes. Incluso
puede pasar como en la adaptación de La catedral del mar de Idelfonso
Falcones que dejó todo que desear puesto que el material original era
panfletario y mediocre.
No pretendo ser
una experta en el género de época o de su sitial en la televisión española,
pero debido a que mi amor por la ficción histórica televisiva nació de grandes
series ibéricas, y porque vi como el tema evolucionaba a través de seis décadas,
me permito compartir con ustedes mis impresiones.
Los Pioneros
No sé cuándo
comenzaron los dramas de época en la televisión de España. He oído de una serie
del ‘66 llamada “Diego de Acevedo” sobre las guerras napoleónicas, pero la
primera que vi y amé fue una serie titulada simplemente “Cuentos y Leyendas”. Se
hizo entre 1968 y 1969 y llegó a Chile el ‘71. Se trataba de un programa que serializaba
grandes historias de la literatura universal.
Gracias a estos
seriados que duraban cinco capítulos (de lunes a viernes) conocí escritores
como Henry James y O’ Henry, lloré con la Eugenia Grandet de Balzac y vi
la mejor versión de Los Miserables con Pepe Calvo como Jean Valjean. Aunque
me dicen que esta versión no era de “Cuentos y Leyendas” sino del programa “Novela”
o Telenovela “que a comienzos de los 70 adaptaba grandes novelas. A propósito,
toda la miniserie está en YouTube y con ese comienzo tan característico con la
suite de Romeo y Julieta de Prokofieff.
Lo mejor de estas
series es que me motivaba (en una era pre-Wikipedia, Internet y ordenadores) a
ir a un Manual de la Literatura Universal que tenía mi padre en su
biblioteca. Así descubrí que Fernán Caballero, quien había escrito Elia, era
una señora llamada Cecilia Bohl de Faber.
“Cuentos y
Leyendas” era presentada por el Canal Nacional, pero el 4 de Valparaíso comenzó
a dar una noche de la semana, el “Teatro de Siempre” ahí me di el placer de ver
en escena obras que antes solo había leído como Un marido ideal de Oscar
Wilde y El Rey Lear de Shakespeare. Otras obras me empujaron a la
biblioteca nuevamente.
El Tío Vania me tuvo leyendo a Chejov; El Pato
Salvaje me tuvo zampándome el grueso volumen de las Obras Completas
de Ibsen (Edición Aguilar); y una obrita llamada Gerona me abrió la
puerta a la apetitosa experiencia de conocer la literatura galdosiana. Hasta había
actores que se hacían conocidos como Maria Massip que se especializaba en lo ruso
y tanto era Elena en El Tío Vania como la Maslova en la Resurrección
de León Tolstoi.
Maria Massip en El Tio Vania |
María Massip en Resurrección |
La última que vi
de estas series fue en 1973, El Niño de la Bola con Maribel Martin como
Soledad. Lo que no sé es a qué serie perteneció el Rocambole, basado en el folletín
de Ponson du Terrail que protagonizó precisamente el marido de Maribel Martin, Julián
Mateos.
Todas estas
series tenían un bajo presupuesto para nuestros estándares modernos. Eran en blanco
y negro, filmadas en interiores, sin efectos especiales, pero las actuaciones
eran ejemplares y gracias a los vestuarios comencé a distinguir la diferencia
de las modas decimonónicas por década. Así entendí que la Leonora de Don Álvaro
o la fuerza del sino no podía vestirse como la Nora de Casa de muñecas.
Don Alvaro o la fuerza del sino |
Las Noches de
“El Quinto Jinete”
Mi viaje a USA
cortó mi aprendizaje en modas y literatura, aunque mi pasión por los clásicos
no mermó. En mis primeros años en Nueva York no tuve cercanía con ningún
producto español descontando uno que otro comercial de Varón Dandy o Remy
Martin. Pero en el otoño de1976, Telemundo comenzó a transmitir los viernes por
la noche una serie llamada “El quinto Jinete”.
Se trataba de una seriado en que
cada unitario (eran catorce) estaba basado en algún famoso cuento de terror. A propósito,
hay quien dice que son solo trece, pero se olvidan de una estupenda adaptación
de El Estudiante de Salamanca de Espronceda.
La mayoría de los
cuentos los conocía yo por la antología Narraciones Terroríficas que
todavía conserva mi padre en su casa y que nos leía de pequeños. Era un placer ver
esos cuentos en pantalla a todo color, con cinematografía espectacular sobre
todo en exteriores.
Dirigidos con
mucho primor por José Antonio Paramo, los cuentos tenían además la peculiaridad
de sus ambientaciones. Por ejemplo “La Mujer del Sueño” de Wilkie Collins era
trasladada al Viejo Oeste americano; “El Misterio” de Leonid Andreiev se
situaba en la España pre Guerra Civil y “La Renta Espectral” de Henry James tenía
lugar en el Londres de Los Años 20.
Eusebio Poncela en "La renta espectral" |
A veces el
traslado de época crea un enfoque diferente que renovaba el cuento. “El Demonio”,
un cuento menor de Maupassant adquiere dimensiones sociopolíticas al
trasladarse a la Francia de la posguerra. La Rapet, que en el cuento es una simple
campesina, ahora se ve como una mujer de edad mediana, coquetona y ambiciosa
que representa toda la codicia, corrupción y deshumanización que es el legado
de la Ocupación Alemana. Por si nos queda duda, la radio que es el trasfondo de
la primera parte, nos informa sobre el fusilamiento de colaboracionistas y los
crímenes del Dr. Petiot.
Por otro lado,
cambiar de época el relato de Merimee “Loki”—ahora llamado “el
Aullido”—ayuda a crear una atmosfera aún más terrorífica. ¿Qué importa que el
protagonista sea un español de la Transición si al hogar que regresa queda en
la lejana y mística Galicia con sus tradiciones de meigas y lobisones? Les dejo
como ejemplo la primera escena para que vean cómo se siente ya espeluznante el
cuento y como el ambiente era favorecido por la cortina de la serie con su
música retumbante.
El Drama de
Época en La Transición
Lamentablente se trató
de una serie limitada, pero a fines de los 70 ocurrió un evento que me
permitiría asistir a nuevos enfoques iberos del period piece. En 1977 se
restauraron las relaciones diplomáticas entre México y España. El tratado fue sellado
no solo con una visita del presidente de México a la corte madrileña sino también
la de los Reyes a México, primera ocasión en que un monarca español ponía pie
en el Nuevo Mundo. Este reinicio de relaciones tuvo su repercusión en el área
cultural y no solo en el hecho de que Carlos Fuentes fuese nombrado embajador
en España.
Incluso la
cultura popular salió beneficiada. Televisa envió a Silvia Pinal a hacer varios
programas en la televisión íbera y varios actores españoles como JL Galiardo y
Victoria Vera, entre otros, siguieron el sendero hasta San Ángel y sus telenovelas.
En 1997, Amparito Rivelles buscó por última
vez un hijo perdido en “Pasiones Encendidas” y volvió a la patria de la cual se
había exiliado, rompiendo el corazón de telenoveleros como mi padre que la había
seguido fielmente. Reapareció en RTVE con una resurrección de su acento
castizo. “¡Qué andaluza se ha puesto!” comentó mi padre.
Amparo Rivelles y Alberto Closas en Rosas de Otoño |
Madame Rivelles
se volvería un rostro reconocible en el drama de época de la Transición fuera
en Rosas de Otoño de Jacinto Benavente o en la incomparable adaptación
de Los gozos y las sombras de Gonzalo Torrente Ballester. El period
piece ibero siguió siendo inspirado por la literatura universal. “El Teatro
de Siempre” continuó presentándonos obras de Pirandello, Wilde y Bernard Shaw,
ahora con fastuosos vestuarios y a todo color. En el caso de obras españolas
como Fuenteovejuna y El Alcalde de Zalamea (1975 con Paco y
Teresa Rabal) se iba más lejos filmando en exteriores y escapándose de las
limitaciones de un escenario.
Paco Rabal como El Alcalde de Zalamea |
Por otro lado, la
adaptación de novelas adquirió tintes cinematográficos comenzando con un
desentierro de las Novelas Valencianas de Vicente Blasco Ibáñez. Y así
pudimos conocer La Barraca con Álvaro de Luna y una jovencísima Victoria
Abril, y a Victoria Vera como la Neleta de Cañas y Barro. Ambas filmadas
en escenarios naturales de Valencia, donde el paisaje pasaba a ser un actor más.
En términos de
unitarios se conservaba la misma diversidad y el primor de las puestas de
escena. En el programa “Libros” se vieron adaptaciones tanto de los cuentos de
Bocaccio como del Martin Fierro, de El Libro del Buen Amor como
de la Niebla de Unamuno. Pero también se hicieron fastuosas producciones
de otras obras como de la ya mencionada Los Gozos y las Sombras, de Los
Pasos de Ulloa de la Condesa de Pardo y Bazán y la mejor, la que yo
considero todavía insuperada, Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós.
Entre Galdós y
Torrente Ballester
Una suerte que “FyJ”
esté completa en YouTube (aunque el audio no es perfecto) para que hoy se pueda
apreciar lo que se hacía en España en 1980 (y que no se ha vuelto a hacer). La
recreación del Madrid decimonónico—siempre personaje importante en la obra
galdosiana—la banda sonora, melancólica y alegre a la vez, creación de Antón García
Abril y sobre todo las actuaciones hacen de este un clásico imperdible.
¿Qué se puede
decir de una miniserie que cuenta con las actuaciones de Francisco Rabal,
Fernando Fernán Gómez, Mary Carrillo? Es
todo el elenco el que lleva el peso de la historia de dos mujeres (una
historia de casadas fue el subtítulo de Galdós) de clases y temperamentos
diferentes que cometen el error de enamorarse del mismo hombre y de buscar desesperadamente
un hijo que las una más a él. Todo esto con un trasfondo de revoluciones Guerras
Carlistas, Reinado de Amadeo I, Primera República y Restauración Alfonsina.
Yo conocía a
Maribel Martin por haberla visto como Isabel la Católica en “La Espada Negra” y
como Viv en “La Profesión de la Señora Warren”. Aquí es una Jacinta intensa,
una mujer que casa con su primo y enfrenta su esterilidad empeñándose en encontrar
y adoptar al supuesto hijo que su marido ha tenido con otra, aunque esto la
lleve a incursionar en los bajos fondos madrileños.
Ana Belén a la
que conocía como cantante, esposa de Víctor Manuel e icono del Destape, me
asombró. Primero por su belleza enfundada en ese vestuario de ensueño que
delinea la evolución de Fortunata de chula de pueblo, a pupila de un convento-reformatorio,
a esposa de un hombre de clase media, pero que nunca puede huir del imán que es
para ella su primer amante, Juanito Santa Cruz.
Segundo con su vigor actoral
que me hizo querer y entender a Fortunata, a la que odiaba en el libro.
Aunque reitero
que FyJ no ha sido superada, el próximo esfuerzo de RTVE les llegó a los
talones. Se trata de la adaptación de Los
gozos y las sombras de Gonzalo Torrente Ballester. Charo López quien
enseñara escote y colmillos como la Sdenka de “La Familia Vourdalak” en “El
Quinto Jinete”, quien protagonizase Maribel y la extraña familia en
“teatro de Siempre” y quien retratase (tal cual la describe Galdós) a la
prostituta y madre soltera Mauricia, La Dura en “Fortunata y Jacinta iba a
convertirse en la reina no oficial del drama de época de la Transición.
Así se la sentía
cuando fue elegida para interpretar a Clara Aldán la heroína-víctima de este
cuento de conflictos entre el pasado y el presente de una aldea gallega en
vísperas de la Guerra Civil.
Cuando el psicólogo
Carlos Deza (Eusebio Poncela), a mediados de los Treinta, abandona Viena, donde
ha sido discípulo de Freud, para regresar a la tierra de sus ancestros no se
espera encontrar tantas sorpresas. La primera es descubrir que la antigua
nobleza de la cual desciende ha caído en desgracia y más que venida menos se ha
vuelto una caricatura de sí misma.
Los parientes del Dr. Deza son la matriarca Mariana
(Amparo Rivelles) que, aunque conserva su caserón y cierto poder, es
despreciada por los aldeanos por haber tenido un hijo sin casarse. En cambio,
Los Aldán, primos de Carlos presentan otra imagen de decaimiento.
Charo López y Amparo Rivelles en "Los gozos y las sombras" |
Juan (Santiago Ramos)
un excomunista sigue su carrera de agitador social empujado por un secreto
resentimiento de que el ser hijo ilegitimo de un conde no le permite ser
aceptado por la clase de su padre. Su hermana Inés (Isabel Mestres) es una
beata que vive en un mundo propio y sueña con entrar a un convento.
Clara, la menor
e irónicamente la única legitima, por lo tanto, la única heredera del título
del padre es también la única de la familia que ha aceptado su realidad. Lucha
por salir adelante como cualquier mujer de pueblo a pesar de que la persigue un
injusto estigma de ser una desvergonzada.
Carlos Larrañaga,
hermano de Amparo Rivelles en la vida real, es un villano muy interesante. Cayetano
Salgado es hijo de un pescador que ha surgido en la vida hasta convertirse en
un industrial millonario y dueño de los astilleros y fábrica de conservas que
dan empleo a muchos aldeanos. El poder económico le otorga a Cayetano un aura
de señor feudal que hasta solicita “derechos de pernada”. El conflicto entre Cayetano
y los nobles”” churruchaos”, ahora aliados con les pescadores, adquiere otro
cariz cuando el cacique se enamora de Clara quien ama sin esperanzas a su primo
Carlos. Esto escalará hasta llegar a un final violento y agridulce.
Esta galardonada producción, que llegó a
recibir dos premios ACE, cerró con broche de oro la era de las grandes
adaptaciones literarias de La Transición. Sin embargo, queda la pregunta ¿No
había dramas de época españoles que no tuvieran libros como base? Curiosamente una de las series más populares
de los 70 seria también uno de los primeros period pieces originales de
la televisión española. Me refiero a “Curro Jiménez”.
Los Años de
Curro Jiménez
Esta serie del emblemático
bandolero andaluz puede calificarse de histórica al tener lugar en la Andalucía
de los primeros años del Siglo XIX, de continuar a través de La Guerra de la
Independencia y acabar en los años de la Restauración Fernandina. El
protagonista está inspirado en un personaje real, un bandido apodado “El
Barquero de Cantillana” cuyo verdadero nombre era Andrés Francisco López Jiménez.
Como Curro, El Barquero se había “hecho al monte” tras matar al novio de la
mujer que amaba, y a sus cómplices.
El único problema
es que El Barquero operó en la Andalucía del tiempo de las primera Guerra
Carlista, siendo abatido en 1844 por la recién organizada Guardia Civil. No hay
modo de que anduviese peleando contra los franceses. Además, no era tan
generoso ni justiciero como el personaje de Sancho Gracia. Lo que nos lleva a
pensar que Curro Jiménez era una amalgama entre El Barquero y José Maria “El
Tempranillo”, el epitome del bandido generoso.
La omnipresente Charo López tampoco se perdió de estar junto a Curro Jiménez |
El caso es que
Curro Jiménez, y su Merry Band of Men, El Algarrobo (Álvaro de Luna), El
Estudiante (José Sancho), El Fraile (Francisco Algora) y El Gitano (Eduardo Garcia) se
convirtieron en los favoritos de la teleaudiencia de fines de los 70. A pesar
de que en su momento tuvo sus detractores o gente que se burlaba del intento de
crear un western a la española. No caían en cuenta de que lo que veían era
totalmente castizo.
Cuando la Cadena SIN la pasó entre 1978 y 1979,
yo (aparte de enamorarme perdidamente del delincuente) me fui a la Biblioteca
Central de Nueva York y del sótano hice que me subieran los dos tomos de El
Bandolerismo: estudio social y memorias históricas de Julián Zugasti que me
devoré en tres sesiones.Me di cuenta,
antes que lo historiadores de la televisión, de que la serie era una denuncia
social al caciquismo y un himno a la libertad, temas impensados en la
televisión del Franquismo. Las revistas políticas podían hacer befa del
bandolero llamándolo” una especie de Adolfo Suarez” pero “Curro Jiménez”
realmente representó a la televisión de la Transición.
Tras tres
temporadas, “Curro Jiménez” cerró las puertas, aunque hubo una película ese
mismo año y se intentó recuperar la fama con una secuela “El regreso de Curro Jiménez”
en 1995. Pero los tiempos habían cambiado y no tuvo suerte.
Sin embargo, sin
Curro Jiménez no tendríamos” Bandolera” ni “Águila Roja”. Parecía que la
televisión española por primera vez encontraba una fórmula para hacer dramas de
época sin tener que inspirarse en la literatura. El problema es que, en las
próximas décadas, las fórmulas se han ido abusando hasta el punto de la
mediocridad.
Si D-s quiere,
eso veremos en mis próximas entradas que exploraran el drama de época ibero
desde los 80 hasta nuestros días. ¿Habían visto u oido de hablar e algunas de las series que repasé?
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