Finalmente
llegamos a la receta mágica del drama de época contemporáneo: situar la acción
en un pueblo, calle o espacio laboral donde el día a día trae cambios y nuevos
personajes que alteran a los regulares. España ha conquistado mercados internacionales
con este esquema, pero les ha fallado con “Alta Mar” y con la bochornosa “El
Continental”. Por primera vez se ha culpado al abuso de la formula, ¿pero es
eso realmente o acaso no se trata de que de tanto confiar en una sola forma de
hacer dramas de época se han descuidado otros aspectos?
Pueblo Chico,
Infierno Grande
A pesar de que el
mundo rural ha sido un marco predilecto del cine y literatura de España, fue en
este siglo que el drama de época le volvió a dar un uso especial. Tanto “La Señora”
en Asturias como “Bandolera” en Andalucía convirtieron el espacio rural en una
presencia y un recurso para añadir intimidad. Así nacía la idea de que el pueblo
chico podía ser marco de situaciones dramáticas que resultarían imposibles en
espacios urbanos, y donde se podía reflejar el pasado sin tener que hacer mucha
investigación o mucho revisionismo de historias oficiales.
Ya hemos visto
como Sagrillas ha jugado tan gran papel en el presente y el pasado de Los Alcántara
de “Cuéntame cómo pasó” pero en términos de pueblos inventados y de las cosas
que ocurren allí nadie le gana al “Secreto de Puente Viejo” donde la historia
la escriben los habitantes, donde se leerán noticias de “los Madrides” pero lo
que pasa fuera de su ruta (y ni estación de ferrocarril tiene) ni afecta ni
cambia lo que ocurra en ese entorno mítico que ni siquiera se sabe en qué parte
de España queda. Algunos dicen que, en León, otros en Castilla, otros en
Asturias, etc.
Fue en el 2011,
en medio de sus aventuras de romanos, que Boomerang se inventó esta localidad.
Al comienzo Puente Viejo era nada más que uno de los puntos donde Pepa Balmes
(Megan Montaner), la protagonista paraba en su incesante peregrinar, como Ceres,
buscando a su criatura.
La premisa,
aunque culebrónica era buena. Pepa, una chica analfabeta, ha heredado el don de
la obstetricia de su madre y también el de curar con hierbas. Comete el error
de liarse con un cacique casado, este le roba el hijo y deja que la apaleen, la
pobre Pepa se va por los caminos buscando a su bebé. En un camino se encuentra
con un joven oficial que regresa de la Guerra de Cuba. Así sabemos en qué año
estamos.
Pepa y Tristán
Montenegro (Alex Gadea) vuelven a encontrarse en 1902 cuando la ahora partera
recala en Puente Viejo. Tristán es casado. Su mujer Angustias (Sara
Ballesteros) espera su segundo hijo, y si eso no fuera ya problema, Tristán es
hijo de la mujer más poderosa y mala del pueblo Francisca Montenegro, Viuda de
Castro (María Bouzas). Doña Francisca contrata a Pepa para que cuide de
Angustias que está más loca que una cabra.
Comienza, y en tropel,
a ocurrir la sarta de clichés a las que todo telenovelero está acostumbrado:
Pepa y Tristán se enamoran, Angustias pierde al bebé y culpa a la partera; Pepa
va la cárcel, pero es rescatada por el nuevo médico del pueblo que la ama. Pepa
sabe (por unos lunares) que Martin no es hijo de Angustias, es el niño que ella
busca.
Angustias acaba
en el manicomio, pero escapa para matar a Pepa y termina suicidándose; Pepa se
casa con Alberto (Xosé Barato) para tener la custodia de Martín, pero resulta
que su marido es un loco asesino que la viola e intenta matarla. Lo normal es
que lo hubieran matado ¿No? Pero en cambio, Alberto le da el divorcio a la
partera (¿En 1900?)
Llega el verdadero padre de Martin, lo rapta y
lo deja en el bosque. Todos creen que se lo comieron los lobos (¡Mala prensa
para los huargos!) Pepa descubre que su verdadera madre era una señora
principal, la Duquesa de Aguamansas, Pepa descubre que su verdadero padre era
el marido de Francisca; Pepa y Tristán son hermanos. Buaaah!
Por suerte, desde
la llegada al pueblo, Pepa ha vivido con la Familia Ulloa. Raimundo Ulloa (Ramón
Ibarra) es un hombre que perdió casa, fortuna y corazón por culpa de Francisca.
Él es el verdadero padre de Tristán. Este maldice a Francisca. Francisca
maldice el matrimonio de su hijo y la partera. Pepa y Tristán se casan y ella
queda embarazada. Pero le vienen los dolores de parto en el bosque.
Tiene una hija, pero aparentemente, muere. Tristán
vuelve al pueblo con su hija, pero cuando regresa no encuentra el cadáver. Cree
que se lo devoraron los lobos. (¡Que lobos tan hambrientos!) En realidad, ni Pepa
murió, ni se sabe que ocurrió con ella, y es que desde entonces los productores
han estado esperando que Megan Montaner regrese a la serie.
Pues todo esto
pasó en una sola temporada. Al año siguiente, la nueva heroína era María
(Loreto Mauleón), nieta de Raimundo y ahijada de Doña Francisca quien la había
criado como una princesa. Maria se enamora del Padre Gonzalo (Jordi Coll) el
nuevo cura del pueblo. Resulta que este es Martin, el que se comieron los lobos,
que viene a investigar la muerte de su madre. Maria desolada al no poder
impedir que Gonzalo tome sus votos finales, se casa con Fernando (un sobrino de
Pepa) que la droga y la viola antes y después de casados.
Fernando (Carlos Serrano) está loco. Acusan al
cura de violador, le van a dar garrote vil, lo salva María que dice que no es
el violador. Maria se acuesta con el cura, este cuelga los hábitos, Maria embarazada
va a huir con Martin-Gonzalo cuando su madrina la hace encerrar
en un convento que era como se castigaba entonces a las mujeres casquivanas.
Por fin Maria, Gonzalo y su hija Esperanza después de mil peripecias, deciden
huir a Cuba, (fingiendo sus muertes) para huir de la maldad de Doña Francisca.
Desde entonces
han pasado siete años, Puente Viejo, con 2000 capitulo, es la serie más longeva
de la televisión española. Mas importante, para ser una telenovela de sobremesa,
tiene muy buen rating y un fandom que se extiende a otros países como Italia donde
es todo un éxito. “
Su popularidad se
basa en el mismo esquema de soap operas gringas. Un espacio familiar e
inalterable, en este caso el pueblo, nuevos personajes en cada temporada que
aportan nuevos conflictos, a la par de personajes antiguos que dan el toque
cotidiano como el cura Don Anselmo (Mario Martín), o Hipólito Mirañar (Selu
Nieto) que es relleno cómico. A este paso Puente Viejo le gana a Peyton Place
en ser la caldera del diablo.
Pero el gran
atractivo de la serie es María Bouzas.
Francisca resultó ser la gran protagonista de la historia. La villana
irrompible a la que han tratado de envenenar, de quemar, de apuñalar, que una
docena de veces ha quedado al borde de la muerte, invalida, hasta muda. Pero su
vigor contrasta con su corazoncito que a veces late por alguien, principalmente
por Raimundo Ulloa, a quien no ha dejado de amar. Es un lujo ver a esta pareja,
ahora casi octogenaria que se sigue amando, se casa y descasa, vive peleando, pero
son románticos a su manera.
Un aparte sobre
el contexto histórico. No es necesario. Precisamente la gracia de Puente Viejo
es su atemporalidad. Se sabe que es en tiempo pasado más por la ropa que por
alusiones históricas. Vale decirse que el salto de tiempo entre primera y
segunda temporada fue el momento más histórico de la serie. Se habló del final
de la Gran Guerra, entraron a Puente Viejo los automóviles, la luz eléctrica, los
teléfonos y hasta hubo una epidemia de gripe española.
Pero ahora,
aunque se sabe (por la edad de los niños) que están en 1926, no dejan que los
fastidien los problemas que afectarán al resto de España. Inciso en la vestimenta
son descuidados las mujeres lucen cabelleras modernas ni hablar de la
pelambrera de William Miller, en la quinta temporada, que era la misma que lució
en “Isabel” y cuando hacía de Buckingham en” Las Aventuras del capitán de
Alatriste”.
Tanto éxito ha tenido
este Puente Viejo, que RTVE contrató a Bambú para que les hiciese algo similar.
Solo que en vez de pueblo querían un barrio como en “Amar en Tiempos Revuelto”
Así nace “Acacia 38”, un edificio de 1899 donde viven cuatro familias
adineradas y sus criadas. También la acción involucra tiendas de la calle del
edificio como la sastrería y la chocolatería “La Deliciosa”.
Realmente, yo he
tratado de verla y me aburre. Ni los personajes ni las tramas me atrapan, la
idea del contraste entre amos y criados a lo “Downton Abbey” no funciona. Sus
ratings siempre han sido bajos. Por suerte para ellos, el cierre de “Seis
Hermanas” los hizo subir de horario y la buena sintonía de “Servir y Proteger”
que la sigue, implica que siempre habrá público para ver Acacias.
Misterios y
romances de Bambú
En el 2011,
Antena 3 se había convertido en el sitio de las series de época con la segunda
temporada de “Hispania”, el inicio de” Bandolera” y una nueva producción de Bambú.
“Gran Hotel” era un proyecto totalmente diferente. Aunque ocurría en un pueblo inventado
llamado Cantaola, toda la acción tenía lugar dentro del territorio ocupado por
el elegante hotel del título.
Con un escenario
de lujo, El Palacio de La Magdalena en Santander interpretando a la residencia
principal, un romance de clase entre el joven camarero y la hija de la dueña, más
el misterio de la desaparición de una empleada acusada injustamente de robo, se
trataba de una combinación novedosa. Aprovechando el exitoso estreno de “Downton
Abbey” el año anterior, se situó la acción en 1907, se hizo hincapié en una
romántica atmosfera de la Belle Epoque y en un esplendoroso vestuario y
decorado donde había mucha atención a pequeños detalles como mantelería y cubiertos.
“Gran Hotel” fue
un exitazo en España y en otros sitios. Hoy se pueden ver sus tres temporadas
completas en Atreseries, Hulu y Netflix. Ha ameritado copias en Italia, en Egipto
“The Secret of the Nile (también en Netflix) y una producción de Televisa, “El
Hotel de los Secretos”. Este año Demian Bichir y Eva Longoria ha adaptado el
cuento al Miami contemporáneo para la ABC.
Recién emergiendo
del triunfo de “Gran Hotel” Bambú y Antena 3 se anotaron otro gol con “Velvet”.
Esta vez se trataba de un pequeño espacio urbano. Una casa de modas, al final
de la Gran Vía madrileña al estilo de series inglesas como “The Paradise” o la
exitosa “Mr. Selfridge”. Solo que la acción tenía lugar durante El Franquismo,
en 1958. Como “Gran Hotel” lo histórico era anecdótico y no se usaba para apuntalar
la trama. Pero aquí se llegó a limites increíbles.
No se menciona al
Caudillo. Grace Kelly puede ir a las Galerías Velvet, pero nadie busca como
clientas a Doña Carmen Polo, a la Marquesa de Villaverde o a otras mujeres del
régimen. Las cuatro temporadas van desde 1958 a 1963 con evolución de la moda,
pero sin mencionar ni que se vive en una sociedad donde la mujer no vota, donde
no tiene derechos y donde existe una terrible represión sexual.
Los productores
han dicho que lo han hecho a propósito porque en una serie romántica no hay
cabida para la política. La historia es un romance totalmente de telenovela
entre una humilde costurera y el hijo del dueño de las Galerías y el gran
conflicto no es el clima político sino las endiabladas diferencias sociales.
Lo cierto es que,
aunque representaban un rechazo de la Memoria Histórica, las producciones de Bambú
eran muy exitosas. Tanto que desde que “Velvet” cerró las puertas de su casa de
modas, ya las ha reabierto en nuevo local: Movistar donde han comprado la idea
y están haciendo “Velvet Coleccion”.
Netflix, Teléfonos
y Feminismo Mitutero
Tanto éxito tuvo forzosamente
que atraer la atención de una compañía de streaming que ahora andan haciendo
sus propias series. Netflix había comprado “Gran Hotel” “Velvet” y el último
éxito de Bambú “Tiempos de Guerra” y se les antojó hacer otra historia de
época, en un espacio de trabajo y que mostrase la amistad entre cinco chicas
que al comienzo solo tienen en común un empleo.
Aprovechando que
en el 2018 se cumplían 90 años desde que se abrieran las oficinas de la Telefónica
de Madrid decidieron homenajear a las primeras telefonistas y así nacieron “Las
Chicas del Cable”. Comenzó con buen pie, el vestuario es esplendoroso, los
diálogos son decentes, no hay mucho presentismo con la excepción de la fatal
banda sonora, y tiene detalles históricos bastante importantes.
Ya en el primer
episodio vemos a Alfonso XIII sosteniendo la primera conferencia trasatlántica
con el presidente de los Estados Unidos. Vemos como las centrales telefónicas
salvan vidas en el caso de un incendio, y como las telefonistas se enteran de
quien es infiel o quien está complotando contra la Corona. Descubrimos que
gracias a “las escuchas” se podía chantajear a la gente y evitar golpes de
estado. Vemos como comienzan a germinar
adelantos como telefonía inalámbrica y cabinas telefónicas. Y hasta se esboza el
temor futuro de que los adelantos puedan quitarles el empleo a las telefonistas.
Pero la gracia de
la historia recae en sus protagonistas y sus romances y en un argumento que
parece que lo hubieran escrito entre Shonda Rhimes y el difunto Maestro
Fernando Gaitán. Tenemos una heroína que arrastra un prontuario de exprostituta,
estafadora y ladrona. Sus amigas incluyen a la boba recién llegada del pueblo
cuyo romance parece escapado de las películas de Rocío Dúrcal; la esposa
golpeada que se convierte en auto viuda; y la liberada que descubre que es gay
cuando se enamora de su jefa que es transgénero.
La serie es MeToo
total, aunque las chicas se la pasan hablando de hombres (hasta las gays tienen
un menage a trois con el novio de una de ellas) a los que manipulan
despiadadamente. Los hombres hay que usarlos o matarlos. ¡Y así Sara Millán
quiere ser hombre! La idea es que si no se defienden de ellos serán pisoteadas
por los machos. Concepto muy Me Too, “Las Chicas del Cable” han pasado de ser
amiguitas ingenuas como las comadronas de “Call the Midwife” a convertirse en
el cuarteto de “Sex and the City” con toques de “Girls”. Ni hablar del final de
la Primera Temporada que ya parecía “Big Little Lies”.
Sin embargo, para
la tercera entrega, la serie ha entrado de lleno en el culebrón sobre todo con
esa boda que deviene en incendio y robo de una criatura, totalmente fiallesca.
La heroína tan liberada y tan sabelotodo, se preña y decide conservar al bebé.
Peor, aun tendrá boda de blanco con el padre de su hija.
Ay, pero la suegra le
roba a la niña. Y para salvarla, el segundón (lo típico) recibe bala en la
panza. Por eso me da risa cuando me salen conque, aunque no nos guste, es una
serie feminista. Concedido, es feminista como la telenovela clásica es
feminista.
Se entiende, el
feminismo mitutero a pesar de sus mensajes radicales y su agresividad grosera,
es tremendamente anticuado, basado en mensajes obsoletos y en propagandas añejas.
Nada que yo no haya visto u oído en mis casi 60 años. Por eso es por lo que
Alba-Lidia, el ejemplo de la heroína MeToo puede usar y abusar, reírse de los
hombres y luego mojarles la camisa con lágrimas y dejar que mueran por ella.
Pero ese es mi
problema con el MeToo, mi problema con “Las Chicas del Cable” es otro. Puedo
aceptar su feminismo piñufla porque me divierte. Me es difícil aguantarme la
música porque da un poquito de pena que con solo poner “1928” y “música” en YouTube
tú te consigues todo un repertorio. ¿Qué les cuesta, perezosos? En cambio,
tienen taladrando nuestros oídos y con altoparlantes la más estridente música
pop del siglo XXI (más encima en inglés) que incluso hace que las parejas
comiencen bailando un Charleston, pero guiadas por el soundtrack, se pongan a
dar brincos como si estuvieran en un antro moderno.
Pero mi mayor
problema, que a ratos me hace avanzar ciertas escenas, es el bajo calibre
actoral. Un mal que he estado viendo hace rato en la televisión ibera y no lo entiendo.
¿Como puedes tener un elenco de primera en “La Señora”, en Isabel” y en “El tiempo
entre costuras” y acabar en estos (por ser amables) expulsados de la escuela de
teatro? Si hasta una actriz principal
como lo es Concha Velasco se ve una momia acartonada en su rol cliché de suegra
bruja.
No voy a ponerme
a darles palos al elenco (hombres y mujeres) aunque Maggie Civantos a ratos
parece una Betty Boop rubia. Ahí la única que se salva es Ana Polvorosa en su
exigente rol de transgénero que busca ayuda a lo “The Danish Girl” Pero si le
voy a dar un palo a alguien, va a ser a la prota.
Blanca Suarez es Bella con mayúscula y nació
para vestirse de época, ¡pero, Mamita, que mal trabajas! Se entiende que
interpreta a una mentirosa profesional, pero como que debería darle unas pistas
al público de cuando está siendo sincera. Esa escena donde Lidia le explica al ex
por qué no quiere abortar de nuevo—que ha sido una de las mejores de la serie—
hubiese quedado soberbia en manos de una actriz más competente.
El Naufragio
de Alta Mar
“Las Chicas del Cable”
estrena cuarta temporada este 9 de agosto. Nos guste o no, es todo un éxito.
Pero ha sido la última vez que ha funcionado la fórmula. Ya hemos visto que la
combinación de cuento de época, espacio reducido y de la sororidad al rescate,
fracasó estruendosamente con “Seis Hermanas “y “La otra mirada”. Mas sonora ha
sido la debacle de “Alta Mar” el último esfuerzo de Bambú y Netflix por repetir
el esquema llevándolo a su forma más claustrofóbica, un viaje en barco donde
dos hermanas deben vivir romances, resolver un misterio, y enfrentarse a
hombres mentirosos y machistas, en un contexto de Noir de los 40.
Dicen que se debe
a que la fórmula esta caduca, pero la fecha de expiración se la ha puesto la
misma producción y bien pasada puesto que el misterio es un enredo; los actores
son de lo peor (el pobre José Sacristán parece gallina en baile de cucarachas);
la falta de rigor histórico es puesta a prueba con Ivana Baquero en pantalones
donde estaban prohibidos, rescatando una fugitiva y creyéndole el cuento de que
huía del novio. ¡Hazme el favor!
En la España de
Franco, aparte de que las mujeres deberían usar faldas, cualquier fugitiva
debía ser una Roja esquivando el paredón. Cualquiera que las hubiese socorrido
sabría lo que implicaba hacerlo y estaría asumiendo un compromiso político.
Pero en esta serie que parece que tuviera lugar en Ruritania, nada de eso ocurre.
El drama de época
está experimentando un auge en ambos lados del Atlántico. Señal que sigue
gustando en España ha sido el exitazo de “Fariña”, un drama policial retro. Sería
muy triste que, debido a que los productores carecen de visión e imaginación,
no fuesen capaces de crear otra” Isabel “otra” La Señora” otro “El Tiempo entre
costuras” y que el period piece ibero siguiera siendo nada más que un
producto de sobremesa.
El problema no está
en el abuso de las recetas, está en usar ingredientes anejos y no medir las
cantidades. En “Alta Mar” Bambú usa tres ingredientes de probada calidad: espacio
reducido; tema policiaco y unidad entre mujeres. Pero los cuentos de travesías marítimas
comerciales solo funcionan si hay muchas historias corales (“La nave de los
locos”; “El crucero del amor”) si lo asaltan piratas (“Mares de China”;” El Capitán
Philips”); si hay una guerra o contexto histórico (“El viaje de los malditos”);
o si se hay un naufragio (“Titanic,” “The Poseidon Adventure”).
“Alta Mar” carece
de todos esos ingredientes. El misterio es muy soso y previsible; la relación entre
las hermanas, tal como sus romances, te pone a dormir sin contar ovejas; y la
rescatada resulta ser una fichita cuyo asesinato no apena a nadie. Con eso les
ha quedado un platillo insípido.
Esperamos que Bambú
aprenda la lección, porque es la única productora que tiene éxitos, aunque no
me sorprendería que después de” Fariña” se dedicase a lo retro (léase cosas que
ocurren en los últimos 40 años); Boomerang se ha quedado con sus series de sobremesa,
Diagonal está más interesada en temas catalanes. Y no hay otras productoras
respetables.
La Chambonada
de “El Continental”
Hablando de
productoras nuevas, le he hecho ya la cruz a Gossip que se sintió muy gallita y
para La 1 hizo una serie dizque de época, usando la formula del espacio
pequeño, pero lo que les quedó fue indigerible. La historia de un club
clandestino en el Madrid de los 20, con una chica queriendo manejar al bajo
mundo devino en la más grotesca parodia de “Peaky Blinders”.
Para explicar
como una serie nocturna arrancó un 10% de audiencia y acabó en un 2,85 (y eso
que la cambiaron de horario) se barajan las mismas insulsas excusas de siempre;
que si la competencia les puso series de mayor peso. No señores, es que era una
parodia zafia, no tenía ni el contexto histórico, ni la atmosfera de época, ni
los actores, ni los mega personajes, ni el vestuario de ” Peaky Blinders”. Era
un argumento descabellado y una estética de brocha gorda.
Eso es lo que no
tienen en cuenta cuando hacen un period piece, más allá de anacronismos
y presentismos, la ausencia de atmosfera de época quita credibilidad al cuento.
Tener a Michelle Jenner corriendo por el bar dando balazos no la convierte en
la Grace de “Peaky Blinders”. ¿Y cuando
hubo Ley Seca en España? Si se va a imitar
hay que hacerlo de manera más sutil y profesional. Al final les hubiera quedado
lindo aun cuando la acción solo tuviese lugar dentro de un local, si lo
hubieran dotado de los ingredientes que están a la mano, pero les da pereza ir
a la alacena por ellos.
Desde FB
ResponderEliminarAna Estelwen Todas obras favoritas de mi suegra. «Noveletas», las llama, a su estilo aragonés. Seguro que si mi abuela Lolita viviera también le encantarían.
María Elena Venant Ami me da risa, todas son telenovelas. Siguen los patrones mas antiguos de la telenovela, solo que ya no hay heroinas virgenes, ni noviazgos castos.
ResponderEliminarDesde FB
ResponderEliminarYanko Nereo De La Barra Rojas Veía "Los Secretos de Puente Viejo", hasta que María y el idiota con el cual se fue a Cuba murió después que le secuestraron la misma guagua por tercera vez. La tenían "pal callampeo" como se dice técnicamente.
María Elena Venant Yanko Nereo De La Barra Rojas Esperate que ahora la tienen invalida y enamorada de Fernando, (e ex marido violador). Yo estaba en Chile cuando TVN comenzo a pasarla. Es como La Caldera de; Diablo con cruce a una Dinasty de epoca, y Doña Francisca es Alexis.
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