Para el segundo
capítulo, ya tenemos establecidas las líneas argumentales.
El triángulo poliándrico
de Helga y Los Hermanitos Rath va de mal en peor. En la mañana, a pesar de que
Gereon insiste en que va retrasado a tribunales, Helga insiste en tener sexo.
Preocupado y apurado, Gereon la toma violentamente y le hace daño. Es Helga
quien interrumpe la sesión y pregunta si van a casarse. Gereon murmura
afirmativamente pero no la convence. Su cuñada nuevamente presiente que es el
recuerdo del difunto el que se interpone.
A solas, Helga se
pone su mejor vestido y cloché y hace una llamada. Pronto la vemos en un lobby
de un solitario, pero elegante hotel bebiendo café. Llega un camarero la llama
‘Frau Schwartz” y le pasa un sobre con una llave. Helga sube y usa la llave
para ingresar a una exquisita suite donde la espera una cama, escritorio y una
mesa con cigarrillos, pastelitos y otras golosinas. No sabemos si se encuentra
on alguien en esa garçonniere, pero más
tarde la vemos descontenta, de regreso en su piso, arrojando vasos al suelo.
Lotte recibe una
visita de su hermana mayor. Tiene un derrame en un ojo (posiblemente provocado
por el puño del marido). Dice que no tiene dinero para ver un médico puesto que
la Dra. Volcker “Stalina”, que atendía gratis, está presa.
Pero Ilse no ha
venido por esa razón. Consiguió ingresar a la cuenta de ahorros de la madre y
encontró “solo 40 marcos”. Se alegra de que ni Lotte ni Toni quieran compartir
esa misera herencia. También avisa a su hermana que una vecina tiene una carta
de su madre, pero que solo puede entregársela a Lotte. Apura a Lotte de ir a
buscarla porque ahí puede haber más dinero. ¡Que mujercita tan repugnante! Yo
que la asistente de inspectora le pongo el otro ojo en compota.
Novedades en Casa
del Armenio. Descubrimos que se apellida Kasabian, que Esther es su esposa, los
niñitos del primer capítulo son sus hijos, y Weintraub es el amante de su
mujer. Esther es muy desdichada. Antes de casarse fue una gran actriz y cantante,
pero su marido le prohíbe subirse al escenario y ni siquiera le permite
escuchar sus viejos discos.
Para colmo fue
ella quien convenció al marido de su hermana, un banquero, que financiase la
filmación de la película de Betty Winter. El banquero y su mujer vienen
almorzar. En la mesa, el invitado ofende al Armenio y a Walter. Les recuerda
que todo lo ha hecho por su cuñada, porque ella quería a su marido en un
negocio honesto, pero que, si se descubre que hubo un asesinato, las
aseguradoras no pagarán un centavo y se perderán dos millones de marcos, uno de
los cuales pertenece al banco.
Edgard lo echa de
su casa. Esther ahoga sus penas con opio vemos fotos de sus días de fama. En
una está abrazada a un torero. Es Tristán Rot, el viudo de Betty Winter.
Edgar y Walter
van a ver a Jo Bellman, el productor y con un poco de fuerza bruta lo convencen
de continuar la filmación con otra actriz. Esa es la segunda subtrama.
La tercera subtrama
es Greta. Comenzamos el capítulo con una de esas escenas que, aunque parece
superflua captura la atmosfera de la época y la irrealidad surrealista de
Weimar. Es de mañana en la prisión. Llega Gennat vestido de negro y rodeado de
otros funcionarios, todos de negro. Se reúnen en el patio sobre un cadalso. Los
espera la alcaide también de luto. Abren un estuche que parece de instrumento
musical, pero contiene un hacha como la usada para decapitar a Ned Stark. Se
prepara una ejecución.
Las presas se
asoman a las ventanas enrejadas. Lideradas por la Dra. Stalina (Jordis Triebel),
se quitan los zapatos y golpean los barrotes. Es una protesta, pero también una
marcha fúnebre.
Traen a la acusada
a rastras. Viste un camisón blanco. se lee la sentencia. Ilse Kramer es
condenada a perder su cabeza por haber matado a su marido y a su hijo. La mujer
grita, pide piedad, se abraza a los pies de la única hembra.
presente. Es
todo tan tenebroso, tan…patriarcal. Una mujer debería ser condenada y castigada
por sus pares. La hacen tenderse boca abajo sobre una tabla, la sujetan y…¡pum!
rueda su cabeza.
La decapitación
fue la pena capital en Alemania hasta 1949 (En la Alemania del Este continuó
siendo usada hasta 1966). Es un método más rápido e indoloro que la silla
eléctrica, el fusilamiento, la horca y la cámara de gas, pero igual es un
espectáculo macabro. Sobre todo, para Greta, que observa desde una ventana. Ya
sabe que su juicio acabará ahí en el cadalso.
Gereon se las
arregla para llegar a tribunales y aunque hace contacto visual con la
enjuiciada no puede hablar con ella. Descubrimos que Greta si declaró la
verdad. Como Fritz la había engañado para poner la bomba bajo el escritorio del
Consejero Benda y como ella descubrió que era nazi y estaba vivo.
Llaman a declarar
a Frau Benda quien llega enlutada y cubierta con un tupido velo. Cuando la
interrogan sobre las convicciones políticas de la acusada. Irmgard acusa a
Greta de ser “una enviada del Diablo” que abusó del cariño y de la confianza de
los Benda.
Tras su
declaración, Frau Benda y Gereon se encuentran a solas. La viuda le recuerda su
promesa de encontrar a todos los culpables, pero está difícil. Todos los
documentos sobre el caso Benda están sellados por orden del consejero Wendt
(Benno Fuhrmann), el personaje más siniestro de la serie.
Gereon no quiere
solicitar permiso de Wendt para ver los archivos así que pasa por encima del
Oberst y se va a ver a Zorgieeil (Thomas Thieme). Pero ya Wendt está
haciendo pasar a Zorgiebel un mal rato. El atentado contra Benda no ha calmado
los ánimos de la izquierda que sigue clamando justicia por los abusos policiaco
en las protestas de mayo 1. Ahora Hans Litten (un personaje real), un abogado comunista,
ha puesto una querella en contra de Zorgiebel. Wendt le pide a su superior que
renuncie para evitar más bochornos sobre el cuerpo de policía berlines.
Es inaudito, la
izquierda y la derecha se hacen piña para acabar de patear en el trasero a un
individuo poderoso, pero débil. ¿Me recuerda a…¿Estará Tatán Piñera recibiendo
visitas como esta?
Cuando Rath
consigue hablar con Zorgiebel, el anciano está al borde de la apoplejía. Pero a
pesar de su odio por Wendt se rehúsa a pasar por encima de la autoridad del
coronel para permitir que Gereon vuelva a interrogar a Greta. Weimar no solo cayó
por culpa de los Nazis, también hicieron su parte los demócratas cobardes.
Finalmente, Rath
va en busca de Wendt y lo encuentra con sus Minions tomando el postre al fresco.
Wendt es muy cortes, le dice a Gereon que él cree (mentira) que Benda fue
asesinado por los rojos, que a Greta se la vio en compañía de bolcheviques, que
es mejor cerrar este caso. Le cuenta a Gereon que Hans Litten va a demandar (apoyado
por la prensa) a Zorgiebel. Aconseja al inspector que no apueste al caballo
perdedor.
Wendt tiene
razón. En 1929, Zorgiebel y Weimar son caballos cojos, pero quince años más
tarde las posturas que Wendt defiende serán caballos perdedores también.
Aunque existió un
Hans Christian Wendt que en 1929 se encargó de crear células nazis en Berlín,
no es en el que el Oberst está basado. A pesar de que sus métodos y
antisemitismo lo acercan a los nazis, Wendt no un Nacional Socialista. Es
importante recordarlo porque en este cuento hay muchos villanos y no todos
llevan camisas pardas.
Sin embargo, en
este episodio conocemos a un nazi bona fide. No una rata pichiruche como
Fritz, sino uno que es dueño de caballos y usa chamarra de cuero y habla del
Partido en términos de incipiente fuerza política. Además, tiene a Fritz (ahora
se llama “Richard”) cuidando de sus caballitos.
El nazi al que solo conocemos como “El Teniente” (Hanno Koffler) tiene una amistosa competencia ecuestre con Wendt, hay un intercambio jocoso entre ellos propio de esa camaradería entre oficiales tan común en el mundo prusiano, pero a solas El Teniente es todo business.Le molesta que Greta siga acusando, desde el estrado, a los nazis de haber matado a Benda. No quiere que El Partido sea ensuciado públicamente. “No vamos a permitir que una criadita necia sea un obstáculo”.
De ahí pasa a la amenaza, si Wendt no la ataja, los nazis no volverán a ayudar a los extremistas que el coronel representa. “Una mano lava a la otra” dice con sonrisa de tiburón. Esa es la cuarta línea argumental.
El nazi al que solo conocemos como “El Teniente” (Hanno Koffler) tiene una amistosa competencia ecuestre con Wendt, hay un intercambio jocoso entre ellos propio de esa camaradería entre oficiales tan común en el mundo prusiano, pero a solas El Teniente es todo business.Le molesta que Greta siga acusando, desde el estrado, a los nazis de haber matado a Benda. No quiere que El Partido sea ensuciado públicamente. “No vamos a permitir que una criadita necia sea un obstáculo”.
De ahí pasa a la amenaza, si Wendt no la ataja, los nazis no volverán a ayudar a los extremistas que el coronel representa. “Una mano lava a la otra” dice con sonrisa de tiburón. Esa es la cuarta línea argumental.
La quinta subtrama
es por supuesto el crimen de Betty Winter. Revisando la grabación del
asesinato, Gereon nota que una de las coristas de la víctima mira hacia arriba
en vez de al cadáver como las demás. Se trata de Tilly Brooks (Gloria Endres de
Oliveira), una bostoniana cuyo verdadero nombre es Matilda Spielman. Se la manda
a buscar y ahí la reconocemos o al menos ella reconoce a Gereon. Es la
gringuita con la que se besuqueó en el Bar Pepita, la noche en que El Armenio
secuestró a Rath.
Tilly parece más
interesada en continuar su relación con el inspector que en rendir declaración
así que Gereon se la encaja a Charlotte. Tilly dice haber visto un fantasma y
hace un retrato hablado del asesino. Lo que hemos visto, un encapuchado con
capa y una media en la cara. Tilly también le chismea a la detective Ritter que
Betty y su marido peleaban mucho por causa de Hollywood. La actriz quería irse
a USA y a su marido no le parecía. Una vez, según Tilly, se liaron a golpes en
el camerino.
Entretanto se ha
traído al electricista Peter Geller solo para descubrir que no es Peter Geller
o peor que el electricista en realidad se llamaba Félix Kemprin. Esto se
consigue gracias a los Fanboy policías que hasta tienen una foto del equipo de
filmación. Es ahí donde Peter Geller reconoce a su colega Kemprin.
Gereon va em
busca de Kemprin, pero este huye. Se desata una búsqueda frenética que nos
recuerda que a la par de ser Noir y drama histórico, “Babylon Berlin” es una
serie de acción. Mientras Kemprin corre por las calles de Berlín, Gereon lo
persigue chocando con vehículos y aves de corral enjauladas. Finalmente se
cuelga de un camión y lo ataja.
Lleva al sujeto al auto y lo esposa. Inicia la
interrogación. El electricista confiesa haber sido contratado por alguien para
sabotear la producción, pero jura que nunca ha asesinado a nadie y que jamás
hubiese matado a Betty (otro fanboy).Gereon no se da cuenta que otro auto ha estacionado
a su costado (double parking, en NY lo harían picadillo). Rath pregunta
la identidad de quien contrató a Félix. Este pone cara de terror. Ahí Gereon se
da cuenta del vehículo a su costado.
No alcanza a reaccionar porque una bala acaba
con la vida de Kempirin. El inspector no puede salir del vehículo para
perseguir al encapuchado que fue quien disparó. por un lado, Rath es bloqueado
por el auto, por otro por el cadáver. Cuando por fin el auto se marcha, el
encapuchado ha desaparecido.
En dos capítulos
me queda claro, que el meollo de esta historia no es la muerte de Betty Winter,
lo único que han conservado del libro The Silent Death, sino la
atmosfera de época, la inclusión de personajes reales, la amena lección
histórica, sea sobre la política de
Weimar o el cine expresionista. Todo eso enriquece la serie.
Estoy tan lista
para el panegírico como Kathryn van Arendonk que en las muchas alabanzas al
show en Vulture lo ha calificado como “políticamente resonante,
pero históricamente distante”. Esa es la clave para un buen period piece:
sentir que estamos en un pasado que ya no existe, aunque haya paralelos con
políticas o ideologías presentes.
Nota Musical: El
tema que Esther Kasabian escucha es cantado por Meret Becker, la actriz que
interpreta a la mujer del Armenio. Yo creí que era un tema de los 30, pero es
un original que ha sabido capturar el tono de las baladas Weill-Lenya a la perfección.
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