lunes, 4 de abril de 2022

El Rey de Varsovia: Novela vs Serie



Antes que todo pido disculpas si vuelvo a las andadas con los artículos largos. Es que hay mucho que decir de Krol. La semana pasada les hablaba de la adaptación televisiva de este bestseller polaco             ( Krol/King of Warsaw en inglés) . Una queja de los amigos del libro es que el productor Jan Matuszynsky ha metido demasiada política en su adaptación. Por algo será.  Otros,  en cambio, critican al silesiano Sczezpan Twardoch por mostrar una historia deformada.

Las acusaciones varían: enaltecimiento de los judíos o imágenes negativas de este grupo (depende de quien se queje). Donde sí hay un consenso es que, políticamente hablando, Polonia estaba al borde del caos en 1937. Era como un desborde de siglos de desmembramientos y guerras. Los desmembramientos son endémicos en la región y ,  como vemos,  tienen repercusiones hasta hoy en día.



La Segunda República Polaca

Tras medio milenio de ser un reino poderoso,  Polonia es fragmentada en días de Catalina la Grande. Se la divide entre el Imperio Ruso y el Imperio Austrohúngaro. Por casi doscientos años, los polacos sueñan con su libertad y sufren desilusiones tras varios intentos por rebelarse. La libertad les llega al final de la Primera Guerra Mundial cuando se declara la Segunda República Polaca.

Desde el primer momento, la nueva nación tiene problemas fronterizos tanto con Lituania como con Checoeslovaquia.  ¡Hasta los silesianos se alzan en contra del gobierno en 1922! El mayor conflicto fue con la Unión Soviética, una guerra que frena el avance soviético en Europa y que dura más de tres años. Esa guerra, en la que peleó Jakub Szapiro, es mencionada constantemente en Krol.

Socialistas, Nacionalistas y Judíos

Al final de la guerra , Polonia obtuvo un cuarto del territorio ucraniano, lo que aumentó la población multicultural de Polonia. En Polonia existían grande minorías de ucranianos que eran rusos ortodoxos, lituanos católicos (Polonia se anexó Vilna,  la mayor ciudad de Lituania);   y los famosos volkdeutsch de origen alemán que Hitler usaría como excusa para la invasión del ‘39. Pero la mayor minoría étnica de la república eran los judíos. Un millón antes de la anexión de territorios ucranianos, tres millones después de esta.

Los judíos componían una gran parte de la población varsoviana, pero también de su sector más pobre, el que se mantenía a base de caridades judías y estatales. Esa era la razón por la cual había mucho antisemitismo. Más allá del racismo de los grupos nacionalistas,  se veía con recelo una minoría que con su pobreza podía llegar a ser un foco de vagancia, miseria y delincuencia. Era el lumpen que en libro/serie produce grandes criminales y también las víctimas de estos.

                                 Ni Moyshe ni sus compañeros tienen dinero,  lo que los empuja al crimen

La Polonia de entre guerras tuvo asimismo problemas internos entre los socialistas y los nacionalistas. Tanto enredo e intentos de golpes de estado finalizaron a la subida del poder del Mariscal Josef Pilsudsky, segundo presidente de Polonia. Por nueve año, Plsudsky logró dominar a las facciones en conflicto y gobernar un estado con tendencias socialistas. A su fallecimiento en 1935, el país quedó en las condiciones que nos muestra Krol, Aunque no aparezca en la serie (si en la novela) Ignazy Moscicky intentó hasta la ocupación alemana mantener tanto un sitial en el gobierno como un estilo de gobernar izquierdista. En eso fue secundado por su Primer Ministro,  Felicjan Slawoj Skladkowsky,  el amigo de Kum Kaplica.

Tal como nos muestra Krol , la mayor oposición a los planes gubernamentales venía de una claque de militares nacionalistas reunidos alrededor del Mariscal Smigly-Rydz. La segunda facción anti-gobierno la conformaban grupúsculos fascistoides como La Falanga, un miembro menor de las ONR,  y que solo llegó a contar cinco mil miembros (hoy tiene el triple).   Otro factor histórico que nos muestran serie y novela es que los militares decidieron unirse a los fascistas y que el enlace lo consiguió,  el del collarín, el tieso Coronel Koc.



Aunque es cierto que Koc estableció campos de entrenamiento para los miembros de la Falanga, nunca hubo un intento serio de coup d’etat. Esa es una licencia que se toma el autor para poder acabar el libro con un triunfo del gobierno socialista y de sus amigotes delincuentes. ¿Existieron realmente lideres políticos que se dedicaban a actividades criminales?  Pues tanto Kum Kaplica como el Dr. Radziwillek están más que inspirados en personajes reales.

Tata Tasiemka y el Verdadero Dr. Radzilliwek

El primero se basa en Lukasz Siemiatkowski, apodado Tata Tasiemka (Papa Cinta, por haber trabajado en una fábrica de cintas). Como Kaplica, Tamienka había nacido en un hogar católico y humilde de clase obrera. Desde joven mostró fervor revolucionario, militando en el Partido Socialista. Fue arrestado un par de veces, sirvió en el Ejercito Austrohúngaro y tras la proclamación de la República, peleó en contra de los bolcheviques.

                                                    Tata Tamienka

En los Años 20, hizo carrera,  primero en sindicatos, luego en política mayor, llegando a ser concejal. Iba camino al Congreso cuando estalló el escándalo. En 1932, fue acusado por la Unión de Porteros Judíos de Varsovia de intimidación y extorsión. Al parecer el devoto comunista, respetable padre de familia (lo de la pedofilia es invento de Twardoch), el generoso concejal, el amigo de políticos,  era un vulgar gánster.

En el juicio se le probaron 40 casos de extorsión acompañada de intimidación y apremios físicos a los que no pagaban los prestamos o “protección”.  Se descubrió que la banda de Tata Tasiemka cobraba por “proteger” burdeles y pequeños negocios de los judíos del barrio de Kercelak donde quedaba el mercado. Aunque se le consideraba un cobrador brutal, nunca se le probó un asesinato.

                             Juicio de Tata Tamienka

Fue condenado a tres años de prisión sentencia que luego fue acortada a dos años. Nunca la cumplió. Aunque se alejó de la política, para el 1937, el gobierno de Moscicky le otorgaba una de los más grandes condecoraciones de la Republica Polaca, la Cruz de Oro.

Mas curiosa es la historia tras la creación de Radziwillek. Nacido en una familia judía de Lodz, Judel Dan Lokiet (tal como muestra la serie) comenzó siendo un pequeño bajur a auxiliar a revolucionarios. Tras demostrar que su interés no estaba en ser rabino sino devoto socialista, se le puso a estudiar en una escuela seglar. Acabados sus estudios, el Partido Socialista lo envió a Suiza y le pagó los estudios universitarios.



Lokiet llegó a obtener un doctorado en química de la Universidad de Ginebra (de ahí el apodo de “doctor”). Para entonces se había desligado del mundo judío, cambió su nombre por Josef Lokietek, y se casó con la hija de uno de sus maestros. Se hizo ciudadano suizo y enseñó a nivel universitario en calidad de profesor asistente. Durante esta época, Lokietek siguió colaborando con los socialistas polacos sirviéndoles de correo y uniéndose a organizaciones paramilitares creadas por Pilsudsky (de ahí su uniforme).

Retornó a Polonia apenas formada la república. Su currículo le permitió obtener un puesto en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Estallada la guerra contra los bolcheviques, se unió al ejército desempeñándose heroicamente. Su experiencia militar lo colocó en la mira del partido como peso fuerte en las luchas internas polacas entre socialistas, nacionalistas y comunistas.  Se convirtió en jefe de la Milicia de Varsovia. Simultáneamente, comenzó a ascender en la política sindical.

Sin embargo, para 1930, era obvio que Lokietek era un peligro político. Se le acusaba de robar fondos del partido, de por lo menos un asesinato político, de extremada brutalidad, de usar tortura y hasta violación entre sus métodos represivos,  y de conducta desordenada. Para entonces,  Lokietek era un alcohólico, posiblemente morfinómano, y se sabía que le gustaba apalear a sus esposas. Aunque en la serie se insinúa que es amante del loco Eduardo, en la vida real , se casó dos veces.

                                        El Dr. Lokietec

En 1932,  la Unión de Porteros Judíos, lo acusó de extorsión y golpizas. Se le condenó a un año de prisión, del cual solo sirvió seis meses. En la cárcel conoció a Tata Tasiemka. Al salir, se dedicó totalmente a actividades criminales y llego a ser famoso tanto por su sadismo como por sus borracheras públicas.

Ahora viene la pregunta del millón. ¿Existió un Jakub Szapiro? ¿Un boxeador estrella que además era sicario de mafiosos?  La respuesta es negativa, aunque si hubo un Szapsel Rotholc, quien en 1933 se convertiría en el primer campeón judío de boxeo de Polonia. Aunque era muy famoso y admirado, Rotholc nunca fue gánster y era más joven que Szapiro.

Curiosamente, es durante la guerra que aparecen similitudes entre el boxeador y su émulo ficticio. Ambos fueron policías en el Ghetto de Varsovia. Debido a ese pasado, después de la guerra, el boxeador fue acusado de colaboración y expulsado de la comunidad judía. Tuvo que exiliarse en Canadá. Se cambió el nombre, se dedicó a la peletería y murió en Montreal. Contrasta su historia con el final de los gánsteres reales. Tata Tasiemka se unió a la resistencia apenas su patria fue ocupada. Arrestado por la Gestapo fue enviado al campo de exterminio de Madjanek donde pereció en 1944.

Aún más heroico es el final del Dr. Lokietet. Como ciudadano suizo, estuvo exento a la persecución de los judíos. Estableció un café en Varsovia desde donde se dedicó a conseguir papeles falsos para judíos y a contrabandear comida al Ghetto. Fue arrestado en 1940 y cruelmente torturado, hasta el punto de que envió mensajes fuera de la prisión suplicando le suministraran veneno. Fue liberado , pero continuó con sus actividades clandestinas. Arrestado por segunda vez, se cree que murió en la prisión de Pawiak en 1941,  a consecuencia de la tortura.



Moyshe: un Narrador Poco Confiable

Son estos personajes a los que Twardoch inmortaliza en su obra y que la serie recrea con cambios leves,  pero certeros. Después de la publicación de la novela, los críticos se lanzaron contra los aspectos “falocéntricos” de la obra . léase un mundo que enaltece un machismo a lo Hemingway, de hombres recios, violentos, pero también de sus “juguetes” ropa masculina, autos y sobre todo mujeres trofeo.

Szapiro ve en Anna un trofeo que agregar a su colección


La serie le ha bajado un poco el tono a ese mundo de machos sobre todo en la admiración/lujuria que Jakub Szapiro provoca en hombres y mujeres. Yo diría que la en la serie Szapiro no es digno de admiración sino de desprecio y lástima. Eso se nota en el cambio más grande en la traslación de las aventuras del boxeador a la pantalla pequeña.

El libro es narrado por el Brigadier Moyshe Imber, veterano del Ejercito Israelí que ahora,  en retiro en Tel Aviv,  escribe sus memorias. Pero no se trata de sus aventuras bélicas sino de su incursión en el bajo mundo varsoviano cuando era casi un niño. Moyshe Imber es Moyshe Bernstein. ¿O no? Porque se trata de un narrador poco confiable que muchas veces no recuerda los hechos. Nos hace creer que sufre de demencia senil, pero al final nos da una sorpresa, tipo Sophie’s Choice que tiene menos propósito que la que nos regalara la novela de William Styron.

En el libro de Twardoch, la sorpresa puede ser olvidada por el lector. Lo que importan son todas estas fabulosas imágenes de Jakub Szapiro que,  en el reino del antisemitismo que era la Polonia de entre guerras,  se convierte en un rey judío. En la serie, Matuszynsky no le da ese respiro. Como en el segundo capítulo nos encontramos con Moyshe, un viejito que se pasa los días mirando hacia la calle desde su piso en Tel Aviv. Junto a él,  está Magda,  la noviecita de su juventud que ha cumplido el sueño inconcluso de Emilia Szapiro, llevar a su hombre a la Tierra Prometida.



Un día en que Moyshe está solo aparece un extraño que finge haber sido enviado por Yad Vashem. Pronto descubrimos que es mentira. Su propósito es más siniestro, quiere desenmascarar al anciano obligándolo a recordar. Para el antepenúltimo capitulo, sabemos la terrible verdad y me siento tan trampeada que ya no me interesa la historia. Me han matado a uno de los pocos personajes que me inspiran cariño.

Ya solo espero la muerte de Szapiro culpable de todos los crímenes que lo rodean, un cobarde indolente que al final se vuelve un llorón casi desvergonzado en su despliegue de autocompasión. La serie busca desglamorizarlo y lo consigue. Al hacerlo rescata algo que los críticos han visto en la obra. Lo que distingue a Krol de otras novelas noir es su “religiosidad”. La serie la manifiesta de diferentes maneras convirtiéndola en una épica bíblica.

Una Épica Bíblica

Aunque la novela inicia con el match Szapiro-Ziembinski, la serie elige comenzar con Moyshe escuchando el relato bíblico de Jonás y la ballena. Ese  episodio se convierte en una visión alegórica del universo de Krol Varsovia es una Nínive impenitente, y el boxeador,  un profeta ateo que no cree ni en redenciones ni en juicios divinos.  Otros personajes también actúan como rebeldes bíblicos. Cuando Radziwillek viola a Krisyia es una imitación de Absalón cohabitando públicamente con las concubinas de su padre.





Antes de matar a Naum Bernstein, hay una discusión teológica entre los asesinos. La serie ha dulcificado a Pantaleón, arrebatándole su aura de asesino feroz de la vida real y de marido golpeador del libro. La serie lo convierte en católico practicante que siempre está rezando el Rosario. La devoción de Pantaleón choca con el socialismo de Munja que cita a Marx “la religión es el opio del pueblo”.  La discusión es zanjada por Jakub:  “D-s no existe”.

Sin embargo, para Szapiro,  D-s es Kum Kaplica. La muerte de este  (no se si es ironía) es vista casi como el calvario de Cristo. Tras su tortura en Bereza, el gánster es cargado en brazos por Pantaleón como una Pietá masculina hasta el burdel de Rifka, donde esta, Magdalena arrepentida, llora abrazada al cuerpo de su pedófilo violador y donde lo velan Radzilliwek,  el discípulo traidor y Szapiro el discípulo leal. Sin embargo, la arrogancia y desatino del boxeador lo eximen de ser como su maestro.

Cuando Kaplica entrega el poder al boxeador, Radziwillek dice que para dar órdenes se necesita de dos cosas : cerebro y sentido de responsabilidad. Jakub carece de ambos. La serie nos lo muestra cometiendo actos innobles que desearía evitar, pero su altanería que raya en la estupidez lo hace inoperante, al memos nubla su capacidad intelectual y se convierte en lo más bajo, el incapaz de proteger a los que ama y acaba colaborando en su destrucción.

Aunque escribo esta nota con la esperanza de que puedan leer la novela en algún idioma al que haya sido traducida, aquí les traigo un gran spoiler. Con la excepción de un hijo, Jakub será culpable de la muerte de toda su familia. Moryc antes de la guerra,  Emilia y Daniel en Auschwitz. En la serie,  Jakub es culpable hasta del asesinato de Anna, primero delatándola innecesariamente con el padre, luego dejándola en manos de un hermano brutal e incestuoso.



Como la serie nos da una Anna frágil, pero valiente, que solo quiere protegerse, vengar la muerte de su madre y salvar al hermano, nos sentimos más compenetrados con su personaje que con la Anna del libro. Por eso, es casi incomprensible que Szapiro la acuse con el padre. Solo su estúpida soberbia provee un motivo para un acto irresponsable, porque se esmeran en decirnos que el boxeador ama a la Ziembinska.



La serie nos muestra que todos a los que ama Jakub Szapiro tendrán un mal final y esos finales estarán vinculados a su narcisismo. Al menos en la serie, es un personaje toxico, sus llantinas y accesos de autocompasión no nos lo hacen más simpático ni más humano. Mis personajes favoritos son Anna, Moyshe, Pantaleón y Moryc. Con la excepción de Pantaleón,  los demás tienen mal fin. Es como si la serie nos dijera que los sensibles, los devotos, los idealistas y justicieros no tienen cabida en esta Varsovia-Nínive que no se arrepiente y merece ser destruida.

Los críticos nacionalistas han lapidado a Twardoch acusándolo de odiar a Polonia al describirla de manera tan negativa. Unos se quejan de que pone a los polacos a la altura del unto, otros dicen que lo hace para enaltecer a los judíos. Eso ha sacado a relucir a algunos críticos que ya se parecen a los antisemitas de la serie. Por último,  los judíos dicen que el silesiano nos ha puesto por los suelos, al menos los judíos polacos.

La visión que tiene el autor de Polonia la ha traducido Matuszynsky en una escena que no está en el libro. Antes del match Szapiro-Ziembinski, Kum Kaplica nota la presencia de una elegantísima joven. Ignorando que se trata de Anna, hermana de uno de los pugilistas, se le acerca coquetón y le muestra al público que está dividido en dos grupos. A la derecha se sienta la Polonia fascista: débiles, poco hombres. Al otro lado están los socialistas. Anna mira con desprecio a los mafiosos gánsteres , mal trajeados y mal agestados,  que componen la facción de Kaplica y donde él le ofrece un asiento.



“¿Y dónde se sienta la gente decente? “pregunta Anna.  Kum se ríe . En Varsovia no hay “gente decente”. y le recita una máxima de PIlsudski: “Polonia es una nación maravillosa, habitada solo por putas”. Podemos quedarnos con esa cita y pensar que la Polonia de entreguerras estaba dividida entre polacos fascistas con ideas hitlerianas, ricos degenerados y militares traidores, por un lado. En el otro socialistas (tanto en gobierno como el hampa) en los que prevalecían más la ambición y el oportunismo que la lucha por mejorar las condiciones del pueblo. Sobre ellos estaba el “compañero” Kaplica cuya pedofilia me lo hace tan repugnante que creo que lo que le hacen en el campo Bereza es poco para purgar sus crímenes.

Bereza es una mancha vergonzosa en la historia polaca de entreguerras. Un campo de concentración estilo Dachau que impuso un gobierno socialista para la retención y tortura de enemigos del régimen, entre ellos fascistas,  comunistas, y separatistas,  tanto ucranianos como bielorrusos. Hoy el gobierno polaco me impondría una multa por llamar a Bereza (que ahora está en Bielorrusia) “campo de concentración”. ¿Pero de que otro modo se denomina un sitio donde los presos son encerrados sin juicio, sometidos a un brutal régimen de trabajos forzado, falta de comida y atención médica,  y torturas sistemáticas que empujan al desequilibrio mental, suicidio o muerte de muchos de ellos?



En suma, no hay polacos decentes. Al menos en esta novela . Están divididos en campos opuestos ideológicamente. Lo único que los une es su repugnancia por los judíos. Vemos al gobierno intentando comprar Madagascar para “exportar” a la población judía allá. Luego vemos al Primer Ministro tratando de convencer a los porfiados sionistas de embarcarse a la isla de los lémures. Vemos a Kum Kaplica obligar a bailar a un par de jasídicos solo porque han osado criticar su violencia. Cuando Radziwillek lo traiciona,  Kum lo llama “Dzhid”. El mismo epíteto que el doctor lanza sobre Szapiro. Conclusión, ni los judíos se querían a sí mismos en Polonia.

Y, sin embargo, sabemos que ni libro ni serie nos ofrece todo el espectro de la sociedad polaca. ¿En qué espectro caben San Maximilien Kolbe, asesinado en Auschwitz, y Karol Wojtyla? Ellos vivían en Polonia entonces. ¿Dónde caben Irena Sendlar y los más de siete mil polacos cuyos nombres son honrados con árboles en la Avenida de los Justos por haber salvado judíos de los nazis?



Los judíos en el libro siguen una pauta establecida, se perciben homogéneos. El narrador nos dice que los judíos pobres admiran a Szapiro porque él nunca ha dejado de sentirse uno de ellos. Habla yiddish, vive en un barrio judío, conoció a su mujer en el Macabí, etc.. En la serie, han buscado lo contrario, una imagen de Szapiro desligada de su comunidad. Él es el Rey de Varsovia, no siente ninguna identificación ni con los pobres comerciantes a los que extorsiona ni con los sionistas en cuyas filas milita su hermano. Y ciertamente está en contra del judaísmo, por lo que no se entiende que en el capítulo final haya un flashback al Brit Mila de uno de los hijos de Szapiro.



Tenemos su incesante confesión de ateísmo y su desprecio por las fiestas y tradiciones judías que aflora cuando Moyshe insiste en ir al servicio de Yom Kippur. Szapiro lo lleva, pero irrumpe con su automóvil en el patio de la sinagoga y cuando la esposa del asesinado Nahum lo agrede,  intenta atropellarla. Esta escena que fue construida para la serie hace hincapié en el desprecio que el boxeador siente por todo lo judío, pero también el desprecio que los productores sienten por los que practican el judaísmo. Un ejemplo es que Naum se pone sus filacterias, mientras espera que vengan a masacrarlo, y ordena a su hijo que rece. Esto es visto como un acto de irresponsable cobardía.



Se ha acusado a Krol (ya se imaginará quienes) que tanto serie como novela hacen un panegírico de los judíos. Si te muestran a los judíos de entonces como religiosos inoperantes o crueles maleantes, no veo el panegírico. Por supuesto, la serie nos muestra un tercer grupo, los sionistas que son como los menos malos. ¿Será porque quieren abandonar Polonia?

Moryc Szapiro aparece a raíz del incidente de los jasídicos obligados a bailar por Kaplica. En el libro viene de la calle, viene armado y apostrofa a Kaplica que deja en paz a los judío, pero solo como un favor a Jakub, sino mataría al insolente. Moryc en esa escena no se ve muy diferente de los otros bullies de la novela.

Muy diferente es en la serie. Cuando Szapiro y Kaplica llegan al café en busca del periodista al que van a golpear, el boxeador nota que en una salita apartada cenan Moryc, su novia Zozia, y camaradas de la asociación sionista estudiantil (Kadima). Ninguno de los hermanos se saluda. No sabemos que son parientes.



Luego que Jakub golpea al periodista, un par de jasídicos lituanos presentes se quejan de la impunidad del acto. Kum los oye y obliga a bailar un tango. Muchos clientes huyen, otros miran aterrorizados, el boxeador con indiferencia. Solo Moryc, y eso que compañeros intentan detenerlo, se levanta y armado únicamente de su conciencia del Bien y del Mal le lanza un “Basta” a Kaplica, torturador de judíos. Kum sonríe, pero obedece.



Ahí descubrimos que lo hace para no molestar a Jakub, pero para los demás es un recordatorio que hay un punto en que la sumisión se acaba, que hay que levantarse y levantar la voz. A mí me encantó el personaje. Aquí habla por fin un judío decente. Lástima que en la próxima escena Moryc no sea tan heroico.



Ziembinski se apuesta como perro guardián en la puerta de la universidad. Judío que llega le planta un mamporro. Ya saben, puños de boxeador son considerados armas. Cuando le toca el turno a Moryc este adopta una actitud entre indiferente/estoica y sale con un “apúrate que tengo clases”.  Ziembinski le rompe la nariz de un golpe.





Moryc llega a su clase golpeado y sangrando. El catedrático se burla de él. Jakub Szapiro se entera. Entra al aula, pone en jaque a todos, hasta al maestro y apalea a Ziembinsky. Moryc,  muy abochornado,  no solo no agradece, sino que increpa al hermano. Estas ridículas escenas sirven para enfatizar la impunidad de Szapiro y la sumisión cobarde de Moryc. Como Twardoch ha fungido de asesor en la serie, no podemos apuntar el dedo acusador únicamente hacia Matuszynsky.



Aparte de que hubiese sido imposible que Szapiro hubiese entrado como Pedro por su casa en la Universidad de Varsovia,  tampoco es muy posible que Ziembinsky y sus secuaces de La Falanga se hubiesen apostado en el portón a noquear judíos como en las ordalías medievales de Semana Santa. En Los 30s el apalear universitarios judíos era tragedia acostumbrada en Polonia, pero no se hacía a la luz del día ni en un lugar público. Para 1937, La Falanga había sido prohibida y sus miembros estaban fuera de la ley. No iban a arriesgarse haciendo un circo en un lugar tan visible como la universidad.

Es triste que, habiendo existido tan terrible discriminación en contra del estudiantado judío, ni libro ni serie se enfoquen con veracidad en los hechos. Me toca a mi hacerlo. En el Siglo XIX, Rusia impuso la numerus clausus que impedía un “exceso” de estudiantes de origen hebreo en las universidades polacas. La Republica mantuvo esa ley que fue adoptada por otros países como Hungría y Rumania (Harvard la mantuvo hasta los 60). Fue por esa razón que los estudiantes judíos inmigraron a centros universitarios de Italia y Francia. Es por lo que las hermanas de mi abuela triestina se casaron con judíos de la Europa Oriental. 

Nota: Me acabo de enterar que, en Polonia, la numerus clausus servía también para mantener fuera de las aulas a los ucranianos.

En 1937, el año en que transcurren los hechos de Krol, se impuso una nueva vejación para los universitarios judíos: Los Bancos del Ghetto. Por ley,  los judíos eran segregados en las aulas y obligados a sentarse solo en un rincón. Una ley inútil que únicamente servía para humillar e incomodar a los que afectaba. A diferencia de la serie, los estudiantes judíos,  en la realidad,  reaccionaron con energía contra esta ley. Hubo estallidos de violencia, dos estudiantes de origen hebreo murieron,  y un profesor antisemita casi fue asesinado por la Kadima.



En el libro, Twardoch hace que los hermanos Szapiro (que no se llevan tan mal como en la serie) se coludan para que el primer día en que entran en vigor los bancos, Moryc se niegue a sentarse en ellos. Un condiscípulo intenta obligarlo y el sionista lo golpea. Entran Jakub y Pantaleón. Se arma una batalla campal en la que los estudiantes judíos atacan, se defienden, y demuestran abiertamente su repudio por la arbitraria ley. Ziembinski no está presente. Aparece al final, persigue el auto de Jakub y es la primera vez que Szapiro ve a Anna

 Bien diferente a lo que nos muestra la serie, pero también vale recordar a los 70 catedráticos católicos que firmaron una carta protestando las medidas segregadoras (sus nombres están en la Wikipedia). Recordemos a los profesores que se negaron a imponer la orden, como en el área de pediatría de La Facultad de Medicina de Varsovia; a los maestros que en solidaridad con los estudiantes judíos dictaron la clase de pie; y a los estudiantes que siguieron ese ejemplo. Muchos (entre ellos Irena Sendler) fueron salvajemente golpeados por los nacionalistas.

En Tablet, Dara Horn,  al reseñar la novela,  ha dicho que tal vez los no judíos no deberían escribir sobre temas judíos, pero acaba diciendo que en un país donde no existen los judíos, quizás se necesario que los gentiles nos recuerden. Estoy totalmente de acuerdo. Aplaudo la decisión de Twardoch de enfocarse en el estado caótico de la Polonia en vísperas de la invasión, pero desearía hubiese demostrado un poco más de equilibrio humanista para tratar tanto a los polacos como a los judíos.

La imagen de los judíos varsovianos es incompleta,  no incluye a los judíos pudientes (un miembro de la Falanga menciona las muchas fábricas manejadas por judíos); a los profesionales (Bobinski dice que, si envían a todos los abogados judíos a Madagascar,  Polonia se quedará sin abogados). ¿Dónde cabe en ese submundo hebreo que describe Krol alguien como el eminente pediatra Janusz Korczak que murió en Auschwitz porque se negó a abandonar a sus pequeños pacientes? ¿Donde entra un historiador como Emanuel Ringelblum tan famoso que la Armia Krajowa decidió hacer un operativo para sacarlo de una cárcel nazi? Ringelblum se rehusó puesto que la operación de rescate no incluía ni a su mujer ni a su hijo.



Nos muestran a maestras sionistas como Emilia y Zozia, y los Heder de donde huyen Moyshe y el Dr. Radziwillek, pero no nos muestran las 200 escuelas Bais Yakov fundadas en los Años 20 por Sara Schenirer para la educación seglar y religiosa de niñas judías,  o los seminarios para entrenar maestras para esas escuelas. ¿Dónde están las actrices del Teatro Yiddish, o Elizabeth Belliak apodada “La Shirley Temple Polaca”? . ¿Dónde están las cantantes como Wiera Grand? No todas las judías eran sionistas liberadas (en el libro nos dice Twardoch además que Emilia y Magda son deportistas) ni dementes sumisas como la madre de Moyshe.



La novela de Twardoch me ha impresionado,  y me ha encantado la adaptación, pero su visión de Polonia está incompleta tanto en su retrato de la Varsovia judía como la católica (¿Dónde están los altos prelados de la Iglesia? ¿Dónde están los grandes aristócratas como los Radziwill, Los Zamoyski y los Czartorysky?. Curiosamente, Emilia Czartoryska ha diseñado el vestuario de la serie

Como lecturas complementarias recomiendo dos libros del Conde Adam Zamoyski Poland: A History y Warsaw 1920 (una lástima que no estén en castellano). El Gato Steven Zorn nos recomienda que, si queremos ver el mosaico de la Polonia judía de los 30s desde los mafiosos hasta los millonarios,  leamos La Familia Moskat/The Family Moskat del Premio Nobel Isaac Bashevis Singer.



 


2 comentarios:

  1. What is Varsovia? That is how you call Warsaw or was the country called like that at the time?

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    1. “Varsovia”is Warsaw in Spanish. Poland is “Polonia.” The title refers to the King of Warsaw’s underworld.

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