Antes que todo
pido disculpas si vuelvo a las andadas con los artículos largos. Es que hay
mucho que decir de Krol. La semana pasada les hablaba de la adaptación
televisiva de este bestseller polaco ( Krol/King of Warsaw
en inglés) . Una queja de los amigos del libro es que el productor Jan Matuszynsky
ha metido demasiada política en su adaptación. Por algo será. Otros, en cambio, critican al silesiano Sczezpan Twardoch
por mostrar una historia deformada.
Las acusaciones
varían: enaltecimiento de los judíos o imágenes negativas de este grupo (depende
de quien se queje). Donde sí hay un consenso es que, políticamente hablando, Polonia
estaba al borde del caos en 1937. Era como un desborde de siglos de
desmembramientos y guerras. Los desmembramientos son endémicos en la región y ,
como vemos, tienen repercusiones hasta hoy en día.
La Segunda República
Polaca
Tras medio
milenio de ser un reino poderoso,
Polonia es fragmentada en días de Catalina la Grande. Se la divide entre
el Imperio Ruso y el Imperio Austrohúngaro. Por casi doscientos años, los
polacos sueñan con su libertad y sufren desilusiones tras varios intentos por
rebelarse. La libertad les llega al final de la Primera Guerra Mundial cuando
se declara la Segunda República Polaca.
Desde el primer
momento, la nueva nación tiene problemas fronterizos tanto con Lituania como
con Checoeslovaquia. ¡Hasta los silesianos
se alzan en contra del gobierno en 1922! El mayor conflicto fue con la Unión
Soviética, una guerra que frena el avance soviético en Europa y que dura más de
tres años. Esa guerra, en la que peleó Jakub Szapiro, es mencionada
constantemente en Krol.
Socialistas,
Nacionalistas y Judíos
Al final de la
guerra , Polonia obtuvo un cuarto del territorio ucraniano, lo que aumentó la
población multicultural de Polonia. En Polonia existían grande minorías de
ucranianos que eran rusos ortodoxos, lituanos católicos (Polonia se anexó Vilna,
la mayor ciudad de Lituania); y los famosos volkdeutsch de origen
alemán que Hitler usaría como excusa para la invasión del ‘39. Pero la mayor
minoría étnica de la república eran los judíos. Un millón antes de la anexión
de territorios ucranianos, tres millones después de esta.
Los judíos
componían una gran parte de la población varsoviana, pero también de su sector más
pobre, el que se mantenía a base de caridades judías y estatales. Esa era la
razón por la cual había mucho antisemitismo. Más allá del racismo de los grupos
nacionalistas, se veía con recelo una
minoría que con su pobreza podía llegar a ser un foco de vagancia, miseria y
delincuencia. Era el lumpen que en libro/serie produce grandes criminales y
también las víctimas de estos.
La Polonia de
entre guerras tuvo asimismo problemas internos entre los socialistas y los
nacionalistas. Tanto enredo e intentos de golpes de estado finalizaron a la
subida del poder del Mariscal Josef Pilsudsky, segundo presidente de Polonia.
Por nueve año, Plsudsky logró dominar a las facciones en conflicto y gobernar
un estado con tendencias socialistas. A su fallecimiento en 1935, el país quedó
en las condiciones que nos muestra Krol, Aunque no aparezca en la serie
(si en la novela) Ignazy Moscicky intentó hasta la ocupación alemana mantener
tanto un sitial en el gobierno como un estilo de gobernar izquierdista. En eso
fue secundado por su Primer Ministro, Felicjan Slawoj Skladkowsky, el amigo de Kum Kaplica.
Tal como nos
muestra Krol , la mayor oposición a los planes gubernamentales venía de
una claque de militares nacionalistas reunidos alrededor del Mariscal Smigly-Rydz.
La segunda facción anti-gobierno la conformaban grupúsculos fascistoides como La
Falanga, un miembro menor de las ONR, y
que solo llegó a contar cinco mil miembros (hoy tiene el triple). Otro factor histórico que nos muestran serie
y novela es que los militares decidieron unirse a los fascistas y que el enlace
lo consiguió, el del collarín, el tieso Coronel
Koc.
Aunque es cierto
que Koc estableció campos de entrenamiento para los miembros de la Falanga,
nunca hubo un intento serio de coup d’etat. Esa es una licencia que se toma el
autor para poder acabar el libro con un triunfo del gobierno socialista y de sus
amigotes delincuentes. ¿Existieron realmente lideres políticos que se dedicaban
a actividades criminales? Pues tanto Kum
Kaplica como el Dr. Radziwillek están más que inspirados en personajes reales.
Tata Tasiemka
y el Verdadero Dr. Radzilliwek
El primero se
basa en Lukasz Siemiatkowski, apodado Tata Tasiemka (Papa Cinta, por haber
trabajado en una fábrica de cintas). Como Kaplica, Tamienka había nacido en un
hogar católico y humilde de clase obrera. Desde joven mostró fervor
revolucionario, militando en el Partido Socialista. Fue arrestado un par de
veces, sirvió en el Ejercito Austrohúngaro y tras la proclamación de la República,
peleó en contra de los bolcheviques.
En los Años 20,
hizo carrera, primero en sindicatos,
luego en política mayor, llegando a ser concejal. Iba camino al Congreso cuando
estalló el escándalo. En 1932, fue acusado por la Unión de Porteros Judíos de
Varsovia de intimidación y extorsión. Al parecer el devoto comunista,
respetable padre de familia (lo de la pedofilia es invento de Twardoch), el
generoso concejal, el amigo de políticos, era un vulgar gánster.
En el juicio se
le probaron 40 casos de extorsión acompañada de intimidación y apremios físicos
a los que no pagaban los prestamos o “protección”. Se descubrió que la banda de Tata Tasiemka
cobraba por “proteger” burdeles y pequeños negocios de los judíos del barrio de
Kercelak donde quedaba el mercado. Aunque se le consideraba un cobrador brutal,
nunca se le probó un asesinato.
Fue condenado a
tres años de prisión sentencia que luego fue acortada a dos años. Nunca la
cumplió. Aunque se alejó de la política, para el 1937, el gobierno de Moscicky
le otorgaba una de los más grandes condecoraciones de la Republica Polaca, la Cruz
de Oro.
Mas curiosa es la
historia tras la creación de Radziwillek. Nacido en una familia judía de Lodz, Judel Dan
Lokiet (tal como muestra la serie) comenzó— siendo un pequeño bajur— a
auxiliar a revolucionarios. Tras demostrar que su interés no estaba en ser
rabino sino devoto socialista, se le puso a estudiar en una escuela seglar.
Acabados sus estudios, el Partido Socialista lo envió a Suiza y le pagó los
estudios universitarios.
Lokiet llegó a
obtener un doctorado en química de la Universidad de Ginebra (de ahí el apodo
de “doctor”). Para entonces se había desligado del mundo judío, cambió su
nombre por Josef Lokietek, y se casó con la hija de uno de sus maestros. Se
hizo ciudadano suizo y enseñó a nivel universitario en calidad de profesor
asistente. Durante esta época, Lokietek siguió colaborando con los socialistas
polacos sirviéndoles de correo y uniéndose a organizaciones paramilitares
creadas por Pilsudsky (de ahí su uniforme).
Retornó a Polonia
apenas formada la república. Su currículo le permitió obtener un puesto en el Ministerio
de Relaciones Exteriores. Estallada la guerra contra los bolcheviques, se unió
al ejército desempeñándose heroicamente. Su experiencia militar lo colocó en la
mira del partido como peso fuerte en las luchas internas polacas entre
socialistas, nacionalistas y comunistas.
Se convirtió en jefe de la Milicia de Varsovia. Simultáneamente, comenzó
a ascender en la política sindical.
Sin embargo, para
1930, era obvio que Lokietek era un peligro político. Se le acusaba de robar
fondos del partido, de por lo menos un asesinato político, de extremada
brutalidad, de usar tortura y hasta violación entre sus métodos represivos, y de conducta desordenada. Para entonces, Lokietek era un alcohólico, posiblemente
morfinómano, y se sabía que le gustaba apalear a sus esposas. Aunque en la
serie se insinúa que es amante del loco Eduardo, en la vida real , se casó dos
veces.
En 1932, la Unión de Porteros Judíos, lo acusó de
extorsión y golpizas. Se le condenó a un año de prisión, del cual solo sirvió
seis meses. En la cárcel conoció a Tata Tasiemka. Al salir, se dedicó
totalmente a actividades criminales y llego a ser famoso tanto por su sadismo
como por sus borracheras públicas.
Ahora viene la
pregunta del millón. ¿Existió un Jakub Szapiro? ¿Un boxeador estrella que
además era sicario de mafiosos? La
respuesta es negativa, aunque si hubo un Szapsel Rotholc, quien en 1933 se
convertiría en el primer campeón judío de boxeo de Polonia. Aunque era muy famoso
y admirado, Rotholc nunca fue gánster y era más joven que Szapiro.
Curiosamente, es
durante la guerra que aparecen similitudes entre el boxeador y su émulo
ficticio. Ambos fueron policías en el Ghetto de Varsovia. Debido a ese pasado, después
de la guerra, el boxeador fue acusado de colaboración y expulsado de la
comunidad judía. Tuvo que exiliarse en Canadá. Se cambió el nombre, se dedicó a
la peletería y murió en Montreal. Contrasta su historia con el final de los
gánsteres reales. Tata Tasiemka se unió a la resistencia apenas su patria fue
ocupada. Arrestado por la Gestapo fue enviado al campo de exterminio de Madjanek
donde pereció en 1944.
Aún más heroico
es el final del Dr. Lokietet. Como ciudadano suizo, estuvo exento a la
persecución de los judíos. Estableció un café en Varsovia desde donde se dedicó
a conseguir papeles falsos para judíos y a contrabandear comida al Ghetto. Fue
arrestado en 1940 y cruelmente torturado, hasta el punto de que envió mensajes
fuera de la prisión suplicando le suministraran veneno. Fue liberado , pero
continuó con sus actividades clandestinas. Arrestado por segunda vez, se cree
que murió en la prisión de Pawiak en 1941, a consecuencia de la tortura.
Moyshe: un
Narrador Poco Confiable
Son estos
personajes a los que Twardoch inmortaliza en su obra y que la serie recrea con
cambios leves, pero certeros. Después de
la publicación de la novela, los críticos se lanzaron contra los aspectos “falocéntricos”
de la obra . léase un mundo que enaltece un machismo a lo Hemingway, de hombres
recios, violentos, pero también de sus “juguetes” ropa masculina, autos y sobre
todo mujeres trofeo.
La serie le ha bajado
un poco el tono a ese mundo de machos sobre todo en la admiración/lujuria que Jakub
Szapiro provoca en hombres y mujeres. Yo diría que la en la serie Szapiro no es
digno de admiración sino de desprecio y lástima. Eso se nota en el cambio más
grande en la traslación de las aventuras del boxeador a la pantalla pequeña.
El libro es
narrado por el Brigadier Moyshe Imber, veterano del Ejercito Israelí que ahora,
en retiro en Tel Aviv, escribe sus memorias. Pero no se trata de sus
aventuras bélicas sino de su incursión en el bajo mundo varsoviano cuando era
casi un niño. Moyshe Imber es Moyshe Bernstein. ¿O no? Porque se trata de un
narrador poco confiable que muchas veces no recuerda los hechos. Nos hace creer
que sufre de demencia senil, pero al final nos da una sorpresa, tipo Sophie’s
Choice que tiene menos propósito que la que nos regalara la novela de
William Styron.
En el libro de Twardoch,
la sorpresa puede ser olvidada por el lector. Lo que importan son todas estas
fabulosas imágenes de Jakub Szapiro que, en el reino del antisemitismo que era la Polonia
de entre guerras, se convierte en un rey
judío. En la serie, Matuszynsky no le da ese respiro. Como en el segundo capítulo
nos encontramos con Moyshe, un viejito que se pasa los días mirando hacia la
calle desde su piso en Tel Aviv. Junto a él, está Magda, la noviecita de su juventud que ha cumplido el
sueño inconcluso de Emilia Szapiro, llevar a su hombre a la Tierra Prometida.
Un día en que Moyshe
está solo aparece un extraño que finge haber sido enviado por Yad Vashem.
Pronto descubrimos que es mentira. Su propósito es más siniestro, quiere
desenmascarar al anciano obligándolo a recordar. Para el antepenúltimo capitulo,
sabemos la terrible verdad y me siento tan trampeada que ya no me interesa la
historia. Me han matado a uno de los pocos personajes que me inspiran cariño.
Ya solo espero la
muerte de Szapiro culpable de todos los crímenes que lo rodean, un cobarde
indolente que al final se vuelve un llorón casi desvergonzado en su despliegue de
autocompasión. La serie busca desglamorizarlo y lo consigue. Al hacerlo rescata
algo que los críticos han visto en la obra. Lo que distingue a Krol de otras
novelas noir es su “religiosidad”. La serie la manifiesta de diferentes maneras
convirtiéndola en una épica bíblica.
Una Épica Bíblica
Aunque la novela
inicia con el match Szapiro-Ziembinski, la serie elige comenzar con Moyshe escuchando
el relato bíblico de Jonás y la ballena. Ese episodio se convierte en una visión alegórica
del universo de Krol Varsovia es una Nínive impenitente, y el boxeador, un profeta ateo que no cree ni en redenciones
ni en juicios divinos. Otros personajes también
actúan como rebeldes bíblicos. Cuando Radziwillek viola a Krisyia es una
imitación de Absalón cohabitando públicamente con las concubinas de su padre.
Antes de matar a
Naum Bernstein, hay una discusión teológica entre los asesinos. La serie ha dulcificado
a Pantaleón, arrebatándole su aura de asesino feroz de la vida real y de marido
golpeador del libro. La serie lo convierte en católico practicante que siempre está
rezando el Rosario. La devoción de Pantaleón choca con el socialismo de Munja
que cita a Marx “la religión es el opio del pueblo”. La discusión es zanjada por Jakub: “D-s no existe”.
Sin embargo, para
Szapiro, D-s es Kum Kaplica. La muerte
de este (no se si es ironía) es vista
casi como el calvario de Cristo. Tras su tortura en Bereza, el gánster es
cargado en brazos por Pantaleón como una Pietá masculina hasta el burdel de Rifka,
donde esta, Magdalena arrepentida, llora abrazada al cuerpo de su pedófilo
violador y donde lo velan Radzilliwek, el discípulo traidor y Szapiro el discípulo
leal. Sin embargo, la arrogancia y desatino del boxeador lo eximen de ser como
su maestro.
Cuando Kaplica
entrega el poder al boxeador, Radziwillek dice que para dar órdenes se necesita
de dos cosas : cerebro y sentido de responsabilidad. Jakub carece de ambos. La serie
nos lo muestra cometiendo actos innobles que desearía evitar, pero su altanería
que raya en la estupidez lo hace inoperante, al memos nubla su capacidad
intelectual y se convierte en lo más bajo, el incapaz de proteger a los que ama
y acaba colaborando en su destrucción.
Aunque escribo
esta nota con la esperanza de que puedan leer la novela en algún idioma al que
haya sido traducida, aquí les traigo un gran spoiler. Con la excepción de un hijo,
Jakub será culpable de la muerte de toda su familia. Moryc antes de la guerra, Emilia y Daniel en Auschwitz. En la serie, Jakub es culpable hasta del asesinato de Anna,
primero delatándola innecesariamente con el padre, luego dejándola en manos de
un hermano brutal e incestuoso.
Como la serie nos
da una Anna frágil, pero valiente, que solo quiere protegerse, vengar la muerte
de su madre y salvar al hermano, nos sentimos más compenetrados con su
personaje que con la Anna del libro. Por eso, es casi incomprensible que Szapiro
la acuse con el padre. Solo su estúpida soberbia provee un motivo para un acto irresponsable,
porque se esmeran en decirnos que el boxeador ama a la Ziembinska.
La serie nos
muestra que todos a los que ama Jakub Szapiro tendrán un mal final y esos
finales estarán vinculados a su narcisismo. Al menos en la serie, es un
personaje toxico, sus llantinas y accesos de autocompasión no nos lo hacen más simpático
ni más humano. Mis personajes favoritos son Anna, Moyshe, Pantaleón y Moryc.
Con la excepción de Pantaleón, los demás
tienen mal fin. Es como si la serie nos dijera que los sensibles, los devotos,
los idealistas y justicieros no tienen cabida en esta Varsovia-Nínive que no se
arrepiente y merece ser destruida.
Los críticos
nacionalistas han lapidado a Twardoch acusándolo de odiar a Polonia al
describirla de manera tan negativa. Unos se quejan de que pone a los polacos a
la altura del unto, otros dicen que lo hace para enaltecer a los judíos. Eso ha
sacado a relucir a algunos críticos que ya se parecen a los antisemitas de la
serie. Por último, los judíos dicen que
el silesiano nos ha puesto por los suelos, al menos los judíos polacos.
La visión que
tiene el autor de Polonia la ha traducido Matuszynsky en una escena que no está
en el libro. Antes del match Szapiro-Ziembinski, Kum Kaplica nota la presencia
de una elegantísima joven. Ignorando que se trata de Anna, hermana de uno de
los pugilistas, se le acerca coquetón y le muestra al público que está dividido
en dos grupos. A la derecha se sienta la Polonia fascista: débiles, poco
hombres. Al otro lado están los socialistas. Anna mira con desprecio a los mafiosos
gánsteres , mal trajeados y mal agestados, que componen la facción de Kaplica y donde él
le ofrece un asiento.
“¿Y dónde se
sienta la gente decente? “pregunta Anna. Kum se ríe . En Varsovia no hay “gente
decente”. y le recita una máxima de PIlsudski: “Polonia es una nación
maravillosa, habitada solo por putas”. Podemos quedarnos con esa cita y pensar
que la Polonia de entreguerras estaba dividida entre polacos fascistas con
ideas hitlerianas, ricos degenerados y militares traidores, por un lado. En el
otro socialistas (tanto en gobierno como el hampa) en los que prevalecían más
la ambición y el oportunismo que la lucha por mejorar las condiciones del
pueblo. Sobre ellos estaba el “compañero” Kaplica cuya pedofilia me lo hace tan
repugnante que creo que lo que le hacen en el campo Bereza es poco para purgar
sus crímenes.
Bereza es una
mancha vergonzosa en la historia polaca de entreguerras. Un campo de
concentración estilo Dachau que impuso un gobierno socialista para la retención
y tortura de enemigos del régimen, entre ellos fascistas, comunistas, y separatistas, tanto ucranianos como bielorrusos. Hoy el
gobierno polaco me impondría una multa por llamar a Bereza (que ahora está en Bielorrusia)
“campo de concentración”. ¿Pero de que otro modo se denomina un sitio donde los
presos son encerrados sin juicio, sometidos a un brutal régimen de trabajos
forzado, falta de comida y atención médica, y torturas sistemáticas que empujan al
desequilibrio mental, suicidio o muerte de muchos de ellos?
En suma, no hay
polacos decentes. Al menos en esta novela . Están divididos en campos opuestos
ideológicamente. Lo único que los une es su repugnancia por los judíos. Vemos
al gobierno intentando comprar Madagascar para “exportar” a la población judía
allá. Luego vemos al Primer Ministro tratando de convencer a los porfiados
sionistas de embarcarse a la isla de los lémures. Vemos a Kum Kaplica obligar a
bailar a un par de jasídicos solo porque han osado criticar su violencia.
Cuando Radziwillek lo traiciona, Kum lo
llama “Dzhid”. El mismo epíteto que el doctor lanza sobre Szapiro. Conclusión,
ni los judíos se querían a sí mismos en Polonia.
Y, sin embargo,
sabemos que ni libro ni serie nos ofrece todo el espectro de la sociedad
polaca. ¿En qué espectro caben San Maximilien Kolbe, asesinado en Auschwitz, y
Karol Wojtyla? Ellos vivían en Polonia entonces. ¿Dónde caben Irena Sendlar y
los más de siete mil polacos cuyos nombres son honrados con árboles en la Avenida
de los Justos por haber salvado judíos de los nazis?
Los judíos en el
libro siguen una pauta establecida, se perciben homogéneos. El narrador nos
dice que los judíos pobres admiran a Szapiro porque él nunca ha dejado de
sentirse uno de ellos. Habla yiddish, vive en un barrio judío, conoció a su
mujer en el Macabí, etc.. En la serie, han buscado lo contrario, una imagen de
Szapiro desligada de su comunidad. Él es el Rey de Varsovia, no siente ninguna identificación
ni con los pobres comerciantes a los que extorsiona ni con los sionistas en
cuyas filas milita su hermano. Y ciertamente está en contra del judaísmo, por
lo que no se entiende que en el capítulo final haya un flashback al Brit Mila
de uno de los hijos de Szapiro.
Tenemos su
incesante confesión de ateísmo y su desprecio por las fiestas y tradiciones
judías que aflora cuando Moyshe insiste en ir al servicio de Yom Kippur. Szapiro
lo lleva, pero irrumpe con su automóvil en el patio de la sinagoga y cuando la
esposa del asesinado Nahum lo agrede, intenta atropellarla. Esta escena que fue construida
para la serie hace hincapié en el desprecio que el boxeador siente por todo lo
judío, pero también el desprecio que los productores sienten por los que practican
el judaísmo. Un ejemplo es que Naum se pone sus filacterias, mientras espera
que vengan a masacrarlo, y ordena a su hijo que rece. Esto es visto como un acto
de irresponsable cobardía.
Se ha acusado a Krol
(ya se imaginará quienes) que tanto serie como novela hacen un panegírico de
los judíos. Si te muestran a los judíos de entonces como religiosos inoperantes
o crueles maleantes, no veo el panegírico. Por supuesto, la serie nos muestra
un tercer grupo, los sionistas que son como los menos malos. ¿Será porque
quieren abandonar Polonia?
Moryc Szapiro
aparece a raíz del incidente de los jasídicos obligados a bailar por Kaplica.
En el libro viene de la calle, viene armado y apostrofa a Kaplica que deja en
paz a los judío, pero solo como un favor a Jakub, sino mataría al insolente. Moryc
en esa escena no se ve muy diferente de los otros bullies de la novela.
Muy diferente es
en la serie. Cuando Szapiro y Kaplica llegan al café en busca del periodista al
que van a golpear, el boxeador nota que en una salita apartada cenan Moryc, su
novia Zozia, y camaradas de la asociación sionista estudiantil (Kadima). Ninguno
de los hermanos se saluda. No sabemos que son parientes.
Luego que Jakub
golpea al periodista, un par de jasídicos lituanos presentes se quejan de la impunidad
del acto. Kum los oye y obliga a bailar un tango. Muchos clientes huyen, otros
miran aterrorizados, el boxeador con indiferencia. Solo Moryc, y eso que
compañeros intentan detenerlo, se levanta y armado únicamente de su conciencia
del Bien y del Mal le lanza un “Basta” a Kaplica, torturador de judíos. Kum
sonríe, pero obedece.
Ahí descubrimos
que lo hace para no molestar a Jakub, pero para los demás es un recordatorio
que hay un punto en que la sumisión se acaba, que hay que levantarse y levantar
la voz. A mí me encantó el personaje. Aquí habla por fin un judío decente. Lástima
que en la próxima escena Moryc no sea tan heroico.
Ziembinski se
apuesta como perro guardián en la puerta de la universidad. Judío que llega le planta
un mamporro. Ya saben, puños de boxeador son considerados armas. Cuando le toca
el turno a Moryc este adopta una actitud entre indiferente/estoica y sale con
un “apúrate que tengo clases”. Ziembinski
le rompe la nariz de un golpe.
Moryc llega a su
clase golpeado y sangrando. El catedrático se burla de él. Jakub Szapiro se entera.
Entra al aula, pone en jaque a todos, hasta al maestro y apalea a Ziembinsky.
Moryc, muy abochornado, no solo no agradece, sino que increpa al hermano.
Estas ridículas escenas sirven para enfatizar la impunidad de Szapiro y la sumisión
cobarde de Moryc. Como Twardoch ha fungido de asesor en la serie, no podemos
apuntar el dedo acusador únicamente hacia Matuszynsky.
Aparte de que
hubiese sido imposible que Szapiro hubiese entrado como Pedro por su casa en la
Universidad de Varsovia, tampoco es muy
posible que Ziembinsky y sus secuaces de La Falanga se hubiesen apostado en el
portón a noquear judíos como en las ordalías medievales de Semana Santa. En Los
30s el apalear universitarios judíos era tragedia acostumbrada en Polonia, pero
no se hacía a la luz del día ni en un lugar público. Para 1937, La Falanga había
sido prohibida y sus miembros estaban fuera de la ley. No iban a arriesgarse
haciendo un circo en un lugar tan visible como la universidad.
Es triste que, habiendo existido tan terrible discriminación en contra del estudiantado judío, ni libro ni serie se enfoquen con veracidad en los hechos. Me toca a mi hacerlo. En el Siglo XIX, Rusia impuso la numerus clausus que impedía un “exceso” de estudiantes de origen hebreo en las universidades polacas. La Republica mantuvo esa ley que fue adoptada por otros países como Hungría y Rumania (Harvard la mantuvo hasta los 60). Fue por esa razón que los estudiantes judíos inmigraron a centros universitarios de Italia y Francia. Es por lo que las hermanas de mi abuela triestina se casaron con judíos de la Europa Oriental.
Nota: Me acabo de enterar que, en Polonia, la numerus clausus servía
también para mantener fuera de las aulas a los ucranianos.
En 1937, el año
en que transcurren los hechos de Krol, se impuso una nueva vejación para los
universitarios judíos: Los Bancos del Ghetto. Por ley, los judíos eran segregados en las aulas y
obligados a sentarse solo en un rincón. Una ley inútil que únicamente servía
para humillar e incomodar a los que afectaba. A diferencia de la serie, los
estudiantes judíos, en la realidad, reaccionaron con energía contra esta ley. Hubo
estallidos de violencia, dos estudiantes de origen hebreo murieron, y un profesor antisemita casi fue asesinado
por la Kadima.
En el libro, Twardoch
hace que los hermanos Szapiro (que no se llevan tan mal como en la serie) se
coludan para que el primer día en que entran en vigor los bancos, Moryc se niegue
a sentarse en ellos. Un condiscípulo intenta obligarlo y el sionista lo golpea.
Entran Jakub y Pantaleón. Se arma una batalla campal en la que los estudiantes
judíos atacan, se defienden, y demuestran abiertamente su repudio por la
arbitraria ley. Ziembinski no está presente. Aparece al final, persigue el auto
de Jakub y es la primera vez que Szapiro ve a Anna
Bien diferente a lo que nos muestra la serie,
pero también vale recordar a los 70 catedráticos católicos que firmaron una
carta protestando las medidas segregadoras (sus nombres están en la Wikipedia).
Recordemos a los profesores que se negaron a imponer la orden, como en el área
de pediatría de La Facultad de Medicina de Varsovia; a los maestros que en
solidaridad con los estudiantes judíos dictaron la clase de pie; y a los
estudiantes que siguieron ese ejemplo. Muchos (entre ellos Irena Sendler)
fueron salvajemente golpeados por los nacionalistas.
En Tablet, Dara Horn, al reseñar la novela, ha dicho que tal vez los no judíos no deberían
escribir sobre temas judíos, pero acaba diciendo que en un país donde no
existen los judíos, quizás se necesario que los gentiles nos recuerden. Estoy
totalmente de acuerdo. Aplaudo la decisión de Twardoch de enfocarse en el
estado caótico de la Polonia en vísperas de la invasión, pero desearía hubiese demostrado
un poco más de equilibrio humanista para tratar tanto a los polacos como a los
judíos.
La imagen de los
judíos varsovianos es incompleta, no incluye
a los judíos pudientes (un miembro de la Falanga menciona las muchas fábricas
manejadas por judíos); a los profesionales (Bobinski dice que, si envían a
todos los abogados judíos a Madagascar, Polonia se quedará sin abogados). ¿Dónde cabe
en ese submundo hebreo que describe Krol alguien como el eminente
pediatra Janusz Korczak que murió en Auschwitz porque se negó a abandonar a sus
pequeños pacientes? ¿Donde entra un historiador como Emanuel Ringelblum tan
famoso que la Armia Krajowa decidió hacer un operativo para sacarlo de una
cárcel nazi? Ringelblum se rehusó puesto que la operación de rescate no incluía
ni a su mujer ni a su hijo.
Nos muestran a maestras
sionistas como Emilia y Zozia, y los Heder de donde huyen Moyshe y el Dr.
Radziwillek, pero no nos muestran las 200 escuelas Bais Yakov fundadas en los
Años 20 por Sara Schenirer para la educación seglar y religiosa de niñas judías,
o los seminarios para entrenar maestras
para esas escuelas. ¿Dónde están las actrices del Teatro Yiddish, o Elizabeth
Belliak apodada “La Shirley Temple Polaca”? . ¿Dónde están las cantantes como
Wiera Grand? No todas las judías eran sionistas liberadas (en el libro nos dice
Twardoch además que Emilia y Magda son deportistas) ni dementes sumisas como la
madre de Moyshe.
La novela de Twardoch
me ha impresionado, y me ha encantado la
adaptación, pero su visión de Polonia está incompleta tanto en su retrato de la
Varsovia judía como la católica (¿Dónde están los altos prelados de la Iglesia?
¿Dónde están los grandes aristócratas como los Radziwill, Los Zamoyski y los
Czartorysky?. Curiosamente, Emilia Czartoryska ha diseñado el vestuario de la
serie
Como lecturas complementarias
recomiendo dos libros del Conde Adam Zamoyski Poland: A History y Warsaw
1920 (una lástima que no estén en castellano). El Gato Steven Zorn nos
recomienda que, si queremos ver el mosaico de la Polonia judía de los 30s desde
los mafiosos hasta los millonarios, leamos La Familia Moskat/The Family Moskat
del Premio Nobel Isaac Bashevis Singer.
What is Varsovia? That is how you call Warsaw or was the country called like that at the time?
ResponderEliminar“Varsovia”is Warsaw in Spanish. Poland is “Polonia.” The title refers to the King of Warsaw’s underworld.
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