Los Forsyte y los
Churchill habían dejado un gusto en suelo británico― y en otros lados― por
las sagas familiares, aun más si eran reales. Fue así que a comienzos de Los
70, nacía la Tudormania en la televisión inglesa. La eclipsaría el interés por
unos aristocráticos eduardianos que habitaban en Eaton Place y, a mediados de
la década, el Cornualles georgiano sería el espacio para las hazañas del
Capitán Poldark y de sus desavenencias con su familia antigua y su empeño en construir
una nueva.
Como Nació la
Tudormania
Desde el cine
mudo que Enrique Octavo, sus esposas y descendientes han sido tema para muchos
libretos. Enrique VIII entró en mi vida en la piel de Robert Shaw, cuya jocosidad
contrastaba con la severidad de Santo Thomas Moro en A Man for All Seasons.
En 1970, esa imagen del rey gordo (mi hermanito hacia estupendas imitaciones de
sus carcajadas) fue reemplazada por el exagerado histrionismo de Sir Richard
Burton en Ana de los Mil Días.
Yo comencé a ver
esta cinta en el Rialto, a comienzos de diciembre de 1970, pero fui
interrumpida cuando se presentó mi primera regla. Como en ese entonces una
primera menstruación era tratada como enfermedad, me llevaron a casa casi en
camilla. Me tomó casi medio año poder ver la cinta, ahora en el Teatro Rex. La
anécdota es para ilustrar el hecho de que ver cine en casa a veces nos evita incomodidades
o interrupciones bochornosas.
Al parecer los
ejecutivos de la BBC pensaban parecido puesto que ese año debutaba en las
pantallas inglesas, The Six Wives of Henry the Eight, en el espacio de
los domingos que hoy asociamos con Masterpiece Theatre. Aunque ya han
pasado los años por ella, esta producción dividida en seis episodios―uno
para cada esposa-―fue un mega éxito en ambos lados del Atlántico.
Prueba de ello es que Keith Mitchell, quien daba vida al monarca femicida, ganó
un BAFTA y un Emmy por su interpretación de Enrique VIII.
Motivada por ese
éxito, al año siguiente la BBC decidió dramatizar la vida de Isabel I, la más
famosa de Los Tudor. Glenda Jackson ya tenía el privilegio de ser la Grande
Dame del cine y teatro británicos. Era una sorpresa ver que una luminaria de
esa categoría apareciera en la pantalla chica, pero la serie la ameritaba .
Hasta hoy es imponente, a pesar de las restricciones de escenografía.
El argumento
sigue a Elizabeth en su etapa de Cenicienta en las cortes de sus hermanos , a
través de su impresionante reinado y hasta asistimos a su fallecimiento. Como
en Becoming Elizabeth, Elizabeth R. nos revela los amores de la
princesa con el Almirante Seymour y vemos su conflicto interno con los cambios
de religión que se suceden en Gran Bretaña y, a nivel personal, con diversos hombres que buscan controlarla.
Elizabeth R. fue presentada en los Estados Unidos en
1972, abriendo el espacio dominical que mi generación conocería como el
Masterpiece Theatre presentado por Alistair Cook. La serie fue un exitazo
siendo el primer programa inglés en ganar un Emmy como la mejor serie del año.
Aparte de sus BAFTAS, Dame Glenda recibió dos Emmys. Como ocurriese con Bette
Davis en el pasado, Glenda Jackson se convirtió en el rostro de la Reina
Virgen. En 1971, repitió papel junto a Vanessa Redgrave en Mary, Queen of Scots, el mejor retrato que se ha
hecho de María Estuardo en el cine.
Sin llegar al Masterpiece
Theatre, la BBC continuó en 1972 con su exploración del Universo Tudor con The
Shadow of the Tower que describía la llegada de Henry Tudor al trono y los
sucesos que conocimos gracias a The White Princess. Acaba justamente con
la boda de Catalina de Aragón y el Príncipe de Gales. No alcanzó el éxito de
sus predecesoras, pero se apuntó su sitial en el origen de la Tudormania. Sin
esas series, Michael Hirst no hubiese abrazado la causa Tudor que iniciaría la Tudormania
en otro siglo. Shadow of the Tower sería un punto suspensivo en este
fenómeno, puesto que a los Tudor los reemplazaría la veleidosa preferencia popular
con otra familia, Los Bellamy de Eaton Place.
Los Hijos de
Eduardo
Históricamente, este membrete corresponde a los príncipes de
la Casa de York que fueron ejecutados por su tío jorobado en la Torre de
Londres. En Los Setenta, podría
referirse a la fascinación con La Era Eduardiana. Aunque se manifestaba en vestuario
y sobre todo en esos peinados Belle Epoque que usaba la princesa Ana, también hizo
su aparición en la televisión británica que nos trajo una manera de aprender historia
social británica más entretenida que en un salón de clases.
La Era Eduardiana
(Edwardian Era) se refiere al breve reinado (1901-1910) de Eduardo VII.
El pobre gordito se pasó la vida a la espera que su madre muriese y usando el
título de Príncipe de Gales. Aun así, tuvo una tremenda influencia a nivel
político y cultural antes de reinar,
gracias a su grupo de amigos, The Marlborough
House Set. Todos ellos, más el Príncipe,
tendrían espacio en la ficción
televisiva.
La serie que abrió
el ciclo continuaría aun después del fallecimiento del rey, cubriendo los
quehaceres de Los Bellamy, sus hijos, y criados a través del Gran Guerra y de los
Locos 20, llegando hasta 1929 , o sea superando la cronología de su hijastra Downton
Abbey. En otra entrada ya comenté los parecidos y diferencias entre
ambos shows, así que no me detendré en Eaton Place, pero sigamos con los
eduardianos.
El éxito
inesperado de Upstairs, Downstairs invitó a una nueva temporada, algo
que no había ocurrido nunca en la televisión británica con un drama de época.
Los astutos productores de la BBC decidieron aprovechar la buena racha creando más
programas situados a comienzos del Siglo XX. En 1972, llegaba The Edwardians,
una antología que en dos temporadas dedicó episodios a dramatizar vida y hechos
de gente importante de ese entonces como los inventores del Rolls Royce,
escritores, sufragistas, el mismísimo Rey Eduardo y una de sus amantes más
famosas, la Duquesa de Warwick.
Un actor poco
conocido llamado Tony Hopkins dio vida al político David Lloyd George en esa
antología . Ese mismo año, el futuro Sir Anthony encarnaría a Pierre en una
adaptación de La guerra y la paz y haría su debut en la televisión
estadounidense en la miniserie QBVII. El resto es historia.
Siempre hubo
rumores de que el harem de grandes damas de Eduardo, El Acariciador (como lo apodó
Henry James) incluyó a la madre de Winston Churchill, pero ningún historiador
ha podido probar que Jennie Jerome, la primera Princesa del Dólar, fuese amante del rey. Lo que si se sabe
es que esta neoyorquina no solo se casó con el hijo del Duque de
Marlborough, fue también parte
importante del círculo real, The Marlborough Set.
Consciente de esto,
Thames, una productora que servía a la ITV, contrató a Lee Remick para que diera vida a la
americanita que conquistó a la Corte de St. James en Jennie, Lady
Randolph Churchill. Este fue otro exitazo de la televisión británica que
cruzó el charco y encantó al público americano en 1974, un año
antes que Upstairs Downstairs cerrara sus puertas tras cinco temporadas.
Ese año, cuando llegué a Nueva York, todos estaban viendo o UD o Jennie.
En casa solo teníamos un mini televisor en blanco y negro (sin control remoto)
que en días de semana quedaba en manos de mi madre. Como ni ella ni yo
hablábamos inglés, nos la pasábamos
viendo telenovelas en español. Yo descubriría la belleza del period piece
británico a fines de la década, pero nunca pude interesarla en la era de
Eduardo, ni siquiera en Downton Abbey.
Jennie…fue un éxito total, recibiendo Lee un BAFTA
y un Globo de Oro como Mejor Actriz. Recientemente vi la serie en Acorn Tv,
pero creo que ya no la tienen. Está en YT en inglés. Aunque escenográficamente
se ve añeja, la filmación en Blenheim Palace y el excelente elenco ayudan a
hacerla inmortal. Junto a Lee Remick, vemos rostros que serán parte de esta era
dorada de la televisión inglesa. Ronald Pickup da vida a su esposo, Lord
Randolph Churchill; Jeremy Brett es su
amante, el Conde Kinsky; Christopher Cazenove interpreta a George
Cornwallis-West, el “más joven” segundo
esposo de Jennie y Dame Sian Phillips a Mrs. Patrick Campbell, la mejor actriz
de ese tiempo, y la mujer por la cual George abandona a su esposa.
Los Amores de Jennie...
Lord Randolph ChurchillConde Kinsky
Ese mismo 1974,
Dame Sian tenía su propio show dando vida a la famosa sufragista Emmeline
Pankhurst en Shoulder to Shoulder. La serie que en USA se vio a través
del ahora reconocido espacio dominical Masterpiece Theatre, narraba la
lucha de Mrs. Pankhurst y sus hijas por obtener el voto femenino durante la Era
Eduardiana (lo consiguieron después de la Gran Guerra).
Un año después de
Jennie, llegó la esperada serie Edward the Seventh, sobre el monarca
que dio su nombre a una era. La estoy siguiendo en YT y no me impresiona ni el
rey interpretado por Timothy West ni su reina ni su ristra de amantes, con la
excepción de la presencia luminosa de Francesca Annis como Lillie Langtry.
Lillie, que fue otra gran actriz de la Belle Epoque, ameritaría su propia
miniserie en 1977 también protagonizada por la Annis.
Acabada Upstairs
Downstairs y el productor John Hawkesworth ya tenía más aventuras de la Era
Eduardiana. En 1976 debutaba The Duchess of Duke Street la historia de una cocinera y hotelera
que debía su fama al rey Eduardo VII que fue su patrocinador y amante. Por dos
temporadas veíamos a Luisa Trotter navegar por la primera década del Siglo XX,
la Gran Guerra y los Años 20, siguiendo la misma trayectoria de Upstairs
Downstairs.
El fin de la
década cerró este ciclo Eduardiano, dejándolo en manos del cine donde el dúo
Ivory-Merchant se encargarían de hacerlo famoso con sus adaptaciones de las
novelas de E. M. Foster. Sin ellos, y sin la televisión de Los 70, nunca hubiéramos tenido Downton Abbey.
Rumores de
Guerras Pasadas
En 1979 recibí mi
propio televisor a colores como regalo de graduación y comencé a seguir el Masterpiece
Theatre. Recuerdo de ese año, la triste Testament of Youth de la que ya le he hablado. Curiosamente,
aunque entre 1974 y 1979 se cumplían cincuenta años del inicio y final de la
primera Guerra Mundial, solo las memorias de Vera Brittain merecieron una
dramatización. Se prefirió intercalar el conflicto en otras series del periodo
como un incidente histórico más. Así la vivieron los Bellamy en Upstairs
Downstairs, La Duquesa de Duke Street y la joven Christina, quien pierde a
su marido aviador, en la serie Flambards (1979).
Vale recordar que en 1974, la BBC presentó la espectacular Fall of Eagles, una docuserie que, en un mosaico de viñetas, nos mostraba los factores que llevaron a Europa a la Primera Guerra Mundial.
Diferente era el
caso de la Segunda Guerra Mundial. Aunque Los 80 seria su gran década, ya la televisión
inglesa había comentado a tratar ese conflicto desde 1970 en que debutaba en
sus pantallas A Family at War. La serie giraba en torno a la vida diaria
de Los Ashton, una familia de clase media baja de Liverpool durante los años
1938 y 1945. La descripción de la vida antes y durante la Segunda Guerra
Mundial es muy lograda, sobre todo en como el conflicto afecta la vida de los
Ashton y sus hijos. Es una historia bastante realista, para la época, con un
retrato fiel de las desigualdades sociales, del desempleo, de la situación de
la mujer y del clima político.
David, el hijo
mayor, es un fracasado padre de familia que finalmente encuentra empleo y su
nicho en La Real Fuerza Aérea. Philip es el estudiante de Oxford, veterano de
la Guerra Civil Española que, por supuesto es comunista. Margaret, la hija
mayor, es maestra, pero cree en casarse y tener hijos. La guerra y el creerse
viuda, cambian las ideas de Margaret sobre el amor y los derechos de la mujer.
Aunque es
infinitamente superior a World on Fire, esta serie―disponible hoy en Acorn y Tubi― se
siente deslucida y arcaica. Granada no gastó mucho en ella. Por ejemplo, las
escenas de la guerra en Tobruk fueron filmadas en una playa de Formby, cerca de Liverpool. El elenco era desconocido
y lo seguiría siendo aun después de tres temporadas. Se entiende que los
humildes Ashton fuesen eclipsados por los glamorosos Bellamys.
Yo intenté verla
en 1974 cuando la pasó la PBS, pero la barrera del idioma me impidió seguir A
Family at War. Diferente sería el caso de World at War, un magnífico
documental de 1973, que mi padre (dueño del televisor los fines de semana) nos
impuso con gran alegría de mi parte. Mi pasión por la Segunda Guerra Mundial, que inicié a temprana edad, él la
explicaba jocosamente a los amigos como “esta niñita nos salió muy bélica”
Hasta el día de
hoy considero este documental de Thames como la mejor crónica del conflicto.
Desde la narrativa vocalizada por el impecable acento de Sir Laurence Oliver
hasta el hecho de que siendo de 1973 se podía entrevistar a muchos
participantes como generales de la Werhmacht, resistentes franceses y
sobrevivientes del Blitz de Londres. Hasta la música me encantó, siendo la
primera vez que escuchaba canciones típicas de esa guerra como “We’ll meet
again”, “Bless ‘em All” hasta el “Boum” de Charles Trenet.
Un motivo por el
cual A Family at War no fue bienvenida es que en 1970 el ánimo británico
era más bien pacifista, más que nada porque la Guerra de Vietnam seguía en
curso. Fue solo a fines de la década que comenzaría un interés por la Segunda
Guerra Mundial y que era un presagio de Tenko, Fortunes of War y otras
celebres series bélicas de Los 80.
En 1977 debutaba Secret
Army, un interesante retrato de una Bélgica Ocupada donde un tabernero crea
una red de resistencia, mientras trata de poner en orden su vida privada. Esta
popular serie tuvo la novedad de intentar dar un rostro humano al invasor. Dos años
más tarde, Anthony Andrews― todavía no el gran galán de los 80― protagonizaba
Danger UXB sobre otro tema novedoso: el desmontaje de bombas sin
explotar durante el Blitz.
Viajes a Tiempos
Lejanos y Futuros
El éxito de tantos
period pieces hacía que la BBC invirtiera en los dramas de época y
no necesariamente los que tenían lugar en Inglaterra. En 1972, decidieron dedicarse a otra familia, una más
musical. Yo vi The Strauss Family en Telemundo, en español y en 1981,
pero no la sentí prehistórica. Me encantó conocer la historia del Rey del Vals,
de su conflictiva familia y de sus muchos amores.
La BBC y el Masterpiece
llevarían a su audiencia a un viaje más dentro del pasado cuando, en 1975 se decidió
adaptar la saga de Winston Graham sobre un oficial del ejército continental que
al final de la Guerra de Independencia Americana, retorna a su terruño en
Cornualles para encontrarlo todo cambiado y para mal. Poldark tendría dos
temporadas para reorganizar su mundo y formar su propia familia en una Inglaterra
dieciochesca y en la costa córnica donde parecía vivirse en otro mundo.
Sin menospreciar
la magnífica adaptación del 2015 o las actuaciones de Aidan Turner como el Capitán
Poldark y de Eleanor Tomlison como su Demelza,
la de 1975 se erige sobre méritos propios. Como doy más detalles en otra entrada, me limito a decir que en solo dos temporadas
este ejemplo de ficción histórica conquistó no solo al Reino Unido. La Poldarkmanía atrapó
a muchos países, principalmente a España donde aumentó gracias a visitas
promocionales de sus estrellas, Robin Ellis y Angharad Rees.
Envalentonados
con el éxito, los de la BBC se atrevieron a viajar más lejos en el pasado
adaptando las novelas históricas de Robert Graves. Ni Roma ni Domina,
ni menos esa payasada Those About to Die, le llegan ni a la chancla a Yo
Claudio. Fue una serie innovadora y para la época muy osada y cruda. Nos
ruborizábamos al ver desnudos y descripciones de comportamientos semi
aberrantes como los incestos de Calígula y la ninfomanía de Mesalina.
Hoy pueden verla
con subtítulos en Acorn. Si se siente antigua por sus espacios cerrados y su
ausencia de exteriores, pero sus diálogos y actuaciones son insuperables. Imagínense
nada más una serie que goza de las actuaciones de Sir Derek Jacoby como
Claudio, de Dame Sian Philips como su abuela Livia, de Sir John Hurt como Calígula
y de Sir Patrick Stewart como El Prefecto Seyano.
El interés en el
pasado no borraba la fascinación de dramas futuristas. A través de la década
seguían los viajes por el tiempo del Dr. Who y otros intentos de emular
la ciencia ficción estadounidense. En 1970 iniciaba y acababa UFO , una
distopia en la que los alienígenos andaban secuestrando humanos para crear una
nueva raza hibrida.
Ed Bishop era
Straker, un oficial de SHADOS, una organización de máxima tecnología encargada
de impedir una invasión de estos extraterrestres, pero también de aprender sus métodos
y objetivos. Suena más interesante en papel que en pantalla. Cuprosamente, esta breve serie llegó a Chile ese mismo año,
en una época cuando los programas extranjeros se demoraban casi dos en llegar a
nuestras pantallas.
Mas suerte corrió
Space 1999 que en 1975 trajo a la pantalla al matrimonio de la vida real
compuesto por Barbara Bain y Martin Landau quienes se habían hecho famosos en Misión
Imposible. Esta saga cuenta que a
finales del siglo XX se ha establecido una base espacial en la luna que también
se ha convertido en basurero de desechos nucleares terrícolas. Un día esos
desechos explotan desorbitando a la luna, la base y sus 300 empleados.
De pronto la luna
se sale de la galaxia, atraviesa un agujero negro y parte como un nuevo
Enterprise a encontrar algún otro planeta donde aterrizar. Eso los lleva a encontrarse
con diferentes sociedades alienígenas. Creada por Los Anderson, los mismos de
las Supermarionetas, este fue su primer intento de trabajar con actores de
carne y hueso. Duró dos temporadas, a mi padre le gustaba. A mí me aburría, considerándola
inferior a Viaje a las Estrellas.
El Prosaico
Presente
No todo en la BBC
era pasado o futuro. En los últimos años que pasé en Chile (1972-1974) alcancé
a ver las ultimas series inglesas que no eran customers y que tuvieron algún
éxito. Todas tenían algo en común, mucho glamur, muchos viajes por espacios del
jet set y algún misterio que resolver. Era la fórmula del momento.
Jasón King era un
novelista famoso (tipo Ian Fleming). En busca de inspiración, viajaba a sitios
donde, detrás de alguna belleza, nuestro mujeriego héroe encontraba algún
misterioso crimen que podría aparecer en la próxima entrega de Mark Kane, el
protagonista de sus novelas. Aunque la serie era entretenida, Peter Wyngard era
el prototipo de belleza masculina de ese entonces: cabello largo, barba y
bigotes frondosos, casi no se le veían las facciones, era una ensalada de pelos.
Ni a madre ni a mí, que seguíamos a Jason King por inercia, nos parecía
atractivo.
Mucho mejores
eran The Persuaders o Dos Tipos en Apuros que llegó a Chile el
’73. Imagínense una serie que tiene lugar en la Costa Azul, con escenarios y
personajes del Jet Set, y protagonizada
por Tony Curtis y Sir Roger Moore. Danny Wilde (Curtis) era un neoyorquino del Bronx
que había hecho varias fortunas, con métodos no muy limpios y las había perdido.
Lord Brett Sinclair era un aristócrata inglés,
ex oficial y ex piloto de Fórmula Uno.
Ambos se encontraban
en medio de una trifulca en un bar de Montecarlo, justo cuando llegaba la
policía que los arrestaba. Al juez se le ocurría un castigo
ejemplar para estos privilegiados: “persuadir” a villanos de la zona de no
cometer más crímenes. De esa manera, el dúo se encontraba con todo tipo de
maleantes, muchos de ellos gente importante y no muy dada a dejarse persuadir
de abandonar sus lucrativos negocios.
A pesar de lo
interesante de la trama, la serie no tuvo más que una temporada. Se dice (lo
dijo Dame Joan Collins en su autobiografía) que Curtis y Moore se llevaban de
la patada, otros dicen a que a Sir Roger le interesó más ser James Bond que Lord
Sinclair. Y ese fue el fin del cuento.
Tres temporadas tuvo Los Protectores (hoy puede verse por Tubi) , la historia de una agencia de detectives internacionales que operan desde tres capitales europeas: Harry (Robert Vaughn) desde Londres; La Condesa (Nyree Down Porter) desde Roma, y Paul Buchet (Tony Anholt) desde Paris. La veíamos porque a mí me gustaba Vaughn desde El Agente de Cipol y mi hermano por el tema “Avenues and Alleyways”), pero yo no soportaba a la ex Irene de La Saga de los Forsyte.
De Buen Humor
Los 70 impactaron
en la televisión mundial experimentando diferentes géneros. Por ejemplo, les fue bien con las comedias. En
1973 llegó a TVN en Chile El Show de Marty Feldman, volviéndonos fanáticos
de este excéntrico comediante y a su más excéntrico humor. De ahí nos
volveríamos adictos a todos sus filmes bajo la dirección de Mel Brooks (Young
Frankenstein, El hermano más listo de Sherlock Holmes) y sentimos su
temprana muerte.
No recuerdo si Are
You Being Served? fue tan exitosa en
USA como en Inglaterra y no conozco a nadie en Chile que la haya visto. Muy diferente
fue el caso de la excelente Fawlty Towers (1975), la obra maestra de John Cleese como el
temperamental dueño de un hotel en el campo inglés y sus muchos problemas con clientes
y empleados. Fawlty Towers, que duraría décadas, encantó a los estadounidenses y tuvo mucha
suerte en otros países.
Un caso curioso ocurrió
en España donde no les agradó que el torpe camarero, Manuel, fuese español. Se arregló traduciéndolo como Carlo,
el italiano. En la versión en catalán, es portugués, pero vuelve a ser español
en el País Vasco.
Los 70 se
caracterizaron por ser la última década en experimentar con diversos géneros y
por imponer glamur aun en historias que tenían lugar en el prosaico presente.
Los 80 traerían otros cambios al producto inglés sobre todo en las adaptaciones
literarias ya que una de ellas iba a provocar una anglofilia al otro lado del
Atlántico no vista desde la Beatlemanía.