miércoles, 12 de octubre de 2022

Ni Drama Histórico, ni Sátira: Primeras impresiones de The Serpent Queen.

 


Érase una vez que las series de reinas debían parecerse o a Los Tudor o a Juego de Tronos. Ahora todas deben ser como la exitosa The Great. O sea, ser sátiras. Ese es el caso de The Serpent Queen, una visión un poco dispar de la historia de Catalina de Médicis. El problema es que las sátiras deben hacer reír y este cuento tiene poco de jocoso. Mas encima,  a ratos se toma muy en serio y ese es su mayor defecto.

Más Bostezos que Risas

No es que no me gusten las sátiras. La muerte de Stalin es una de mis favoritas. Cumple los tres requisitos indispensables del género: presenta un mensaje que supera la parodia;  en medio de una deshumanización burlesca inserta personajes que conmueven y nos recuerdan la grandeza del ser humano;  y, vale la redundancia, hay en ellas humor a raudales. Yo me reí a gritos con La muerte de Stalin tal como lo he hecho con otras sátiras clásicas como El Gran Dictador y Dr. Strangelove. Ni hablar de Blackadder que me mata de la risa.



Hasta en The Great hubo momentos en que se me escapaban carcajadas . La serie de Hulu me convenció de que el juego de tronos exige que quien derroque al tirano pase a ser como el, y aun así tuvo personajes que me gustaban e importaban. The Serpent Queen es inferior a esa parodia de los quehaceres de Catalina la Grande. El mensaje antimonárquico,  a punta de deformar los hechos históricos,  no es creíble;  no hay un personaje querible y todavía no me he reído ni una vez. Para el segundo episodio, la serie me arrancaba más bostezos que las esperadas risas.



Aun así , la recomiendo. El tour de forcé de Samantha Morton (y de Liv Hill que la encarna de jovencita) es lo mejor de un relato que en su revisionismo 2022 deja atrás la historia,  caricaturiza a personajes reales,  y  se basa en un libreto tan simplista y superficial que no nos arrebata.

La mejor manera de notar las fortalezas y debilidades de esta serie de Starz fue encuadrarla entre otras dos piezas de ficción histórica que ocurren en esa época. Me refiero a la Elizabeth de Michael Hirst y a Los Borgia de Neil Jordan. Una coincidencia que esté siguiendo esta ultima los domingos en que me toca ver The Serpent Queen. Justamente el primer episodio concurrió con los capítulos de la magna opus de Jordan correspondientes a buscarle marido a Lucrezia y el compromiso y la boda. Como el primer episodio de TSQ es ocupado casi totalmente por el compromiso,  boda y noche de bodas de Catalina, la comparación era válida.

Lucrecia se queda dormida en su banquete de bodas. El hermano la lleva a su cama. No hay consumación de matrimonio.

Así pude entender lo que se consigue con actores atractivos y talentosos; un libreto coherente poblado de personajes intensos;  ni mencionar un bellísimo vestuario.  La serie de Starz carece de esas virtudes. Si bien es cierto que no podemos tildar a Samantha, Charles Dance y a Liv Hill de no saber actuar, sus personajes no se ven ni muy atrayentes ni simpáticos

La Pobre Huerfanita

La biografía de Leonie Frieda,  en la que se supone se basa el libreto,  quiere exonerar a Catalina de todos los crímenes que la historia le ha achacado, pero como notó Chitra Ramaswamy en The Gurdián, a ratos la serie cae en lo mismo que pretende erradicar. En su afán por mostrarnos a Caterina como víctima eterna se aceleran los sucesos que la llevaron a su matrimonio de una manera tan vertiginosa que parece un match deportivo y no nos conecta emocionalmente con el personaje. El equipo de producción se ha esmerado en mostrarnos únicamente la perspectiva de la protagonista incluso rompiendo el Cuarto Muro haciendo que Catalina nos interpele directamente. Ni eso nos la acerca.



La acción comienza en Francia en 1560.  la Reina Viuda se prepara a ceder su posición de regente y ver la tercera coronación que ha presenciado desde su llegada al país galo. Aburrida,  establece una especie de concurso, buscar entre su servicio doméstico a alguien que la distraiga.

Ese día le toca el turno a la pinche más humilde de la cocina: la negrita Rahima a quien sus despiadados y blancos colegas llaman “eso”. Catalina se encierra con Rahima,  y a punta de naranjas,  consigue la confianza de la niña hasta salirle con un “nos parecemos”. La cara de escepticismo de Rahima es un reflejo de la nuestra, pero Catalina comienza a narrar su triste historia.



Aunque nacida en la cúspide del privilegio blanco, Catalina es una “pobre huerfanita”. Su padre muere de sífilis, su madre contagiada se suicida, envían a la bebé a vivir con la abuela, la abuela muere, la bebé es enviada a vivir en un asilo regentada por perversas monjas (recuerden que la agenda woke de la cual es súbdita Starz ve a las monjas como diabólicas siervas del patriarcado).

La mandamás del asilo, una monja ciega (¡Ohhh quéjense invidentes!) convierte a Catalina de diez años en su criada. De ahí el parecido con Rahima. No solo esclaviza a la huerfanita, la monja la insulta y azota sin piedad. Uff ya esto parece Ana de Las Tejas Verdes. Catalina se venga matando al perrito de la monja con solo su mirada. Si, créanme, a lo George Clooney en Hombres de mentes. Lo triste es que el tío de Catalina, el Papa Clemente, vive en todo el esplendor papal sin preocuparse de su sobrina.

                          Catalina en su etapa de criada de las monjas

Los soldados del Papa andan descontentos porque este no les paga. Se les ocurre secuestrar a Catalina. Esta se disfraza de monja con la única amiga que tiene en el asilo, una mujer que sufre de enanismo (diversidad, ¡Oh, diversidad!)  A los soldados no les importan que Catalina sea monja, le dan un puño en la cara, y la llevan arrastrando por las calles de Florencia, y la hacen dormir a la intemperie en una plaza.

Llega el Papa, les da a los soldados la mitad de su paga y los asusta con la ira divina. Como son bobos (léase católicos) caen de rodillas. El Papa se lleva a su sobrina a Roma. Todo esto nos es presentado en diez minutos en una serie de viñetas que recuerdan a tira cómica. No sé si esperan que nos riamos o sintamos lastima por una protagonista que mata perros inocentes.

La Verdadera Historia de Catalina de Médicis

Una ironía es que la realidad nos hace sentirnos más cerca de Catalina a pesar de no ser ella “la desdichada huerfanita pobre” de la serie. Hija del Duque de Urbino, desde pequeña el pueblo la llamó “Duchesinna” reconociendo sus derecho al trono de aquel importante ducado. Su madre, Madeleine de La Tour D’Auvergne, era heredera de una de las mayores fortunas de Francia.



Madeleine muere de fiebre puerperalno se suicida-unas semanas después del nacimiento de su única hija. El padre de la beba, que efectivamente sufre de sífilis, muere un mes más tarde. Catalina es huérfana, pero también es millonaria. Tan grande es su fortuna francesa que Francisco i quiere que se crie en su corte, para no perder de vista a tan magnifica heredera. Los Medici se oponen. La nena vivirá con su abuela paterna, a la muerte de la señora, Catalina vivirá con su tía Clarice que la cría junto a su numerosa prole. Catalina siempre verá a sus primos como sus hermanos y podemos asegurar que no le faltaron cariño ni vida de hogar.

Las cosas cambian cuando el tío Clemente llega al Papado. No le parece que tan rica heredera no viva de acuerdo con su rango. El Papa le pone a Catalina su propio palacio donde la pequeña es dueña y señora. Esto cambia cuando los díscolos florentinos imponen una república y deciden tomar a la niña de ocho años como rehén. La sacan del palacio y la envían al Convento de Santa Lucia. El embajador francés (Francisco I sigue interesado en Catalina) la visita y encuentra que el convento no reúne las condiciones para hospedar a tan ilustre huésped.

Catalina parte al Convento de la Inmaculada cuya abadesa es su madrina. Ahí se le dan cuartos separados, sirvientes y trato adecuado. Según su biógrafo, Mark Strage, estos serán los años más felices de la Duchesinna. Pero tras tres años de Florencia Republicana, será Carlos V quien ponga sitio a la ciudad. Es ahí que Catalina enfrenta la violencia de sus captores. Aunque no la agreden físicamente, sin respetar que la niña se ha disfrazado de novicia, la llevan a caballo por la calles (no arrastrándola) exponiéndola a los insultos del populacho que la culpa del sitio.



Nuevamente, Catalina es enclaustrada en Santa Lucia. Hasta ahí llegan rumores de lo que los rebeldes planean hacer con ella. Unos quieren colgarla desnuda de las almenas para que sea literalmente carne de cañón; otros quieren encerrarla en un burdel; otros quieren que la violen los soldados. Esta agresividad sexual dirigida en contra de una pequeña de once años no solo demuestra la perversidad de los hombres renacentistas, pero también indica como el miedo entra por vez primera en la mente de una chica que solo ha conocido cariño, protección y privilegios. Todos sus biógrafos concuerdan que fue esa experiencia la que fraguó el carácter de la futura reina de Francia.

Fastidia un poco que el verdadero trauma de Catalina sea eclipsado por el cuentito woke de que sus secuestradores y abusadores son tan victimas como ella de la codicia papal. Clemente nunca fue a buscarla. Una vez que las fuerzas del Emperador triunfaron,  Catalina fue rescatada y enviada a Roma donde su tío la recibió con los ojos llenos de lágrimas.

Una Versión Renacentista de The Princess Diaries

En la serie pasamos a un nuevo capítulo de Las Desgracias de Catalina de Médicis. La niña tiene una surreal audiencia con su tío al que están operando de hemorroides. En algún momento,  el cirujano también le hará a Catalina un examen ginecológico para certificar que es virgo intacta. Clemente le comunica a la sobrina que es fea (en castigo,  ella le escupe el vino) pero que van a casarla con el hijo segundón de Francisco I. Cuando Catalina protesta, el Papa le dice que ambos tienen los días contados a menos que consigan el apoyo de Francia.



Acto seguido, El Papa manda llamar al mejor modisto de Italia, Sebastiano de Montecuccoli para que le confeccione vestidos a la futura novia y trate de hermosearla. Por cinco minutos nos someten a una versión renacentista de The Princess Diaries, pero Catalina no es Anne Hathaway. El modisto se declara incapaz de embellecerla, el Papa se muestra insatisfecho y es entonces que La Duchessina encuentra su voz.



Si no pueden hacerle un make over, razona Catalina,  deben ocultar sus defectos físicos con trajes más opulentos joyas más deslumbrantes. A pesar de que le recuerdan que no hay presupuesto, Clemente le hace caso a esta nena de catorce años y dispone que se la vista y se la provea de joyas y vestuarios dignos de una emperatriz bizantina. Clemente se ha dado cuenta que la sobrina es inteligente. “La inteligencia dura más que la belleza” le dice. Desde ese instante le hará caso, a veces a regañadientes. Esos intercambios Papa-huerfanita, aunque imposibles y vitriólicos, son lo mejor del primer episodio.



Lo segundo mejor es el sequito que la misma Duchesinna elige para acompañarla al nido de víboras que le dicen es la corte francesa. La primera es Angelica, una perfumista que se revela como envenenadora eficaz; la sigue una mora que toca la flauta y sabe “encantar”(no se sabe si a hombres o a cobras); tercera en la lista es Matilde, la enanita que compartió penurias con Catalina en el convento. ¿Cuál es su gracia? Es una estupenda stand-up comedian (“si suelto un pedo, la gente se ríe” es su tarjeta de presentación).



A esta lista se agrega el modisto que se convierte en secretario-mayordomo-consejero, una especie de David Rizzo. A él se le agrega un mago. Si, una especie muy diferente de Gandalf y de Dumbledore. Se trata de un ambulante que muchos espectadores creen que pueden ser Nostradamus, pero yo creo que es uno de Los Ruggieri, los hermanos astrólogos que Catalina se trajo a la corte de Francisco II.

                                         Ruggieri

Las Bodas de Catalina

Me detengo aquí porque esto fue lo mejor del primer episodio.  Hora es de ver lo que la historia nos cuenta. Un error de la serie es mostrarnos a Catalina como una pobre huerfanita desvalida. Era posiblemente la mujer más rica de Italia.  Los parientes de Catalina siempre quisieron protegerla y aunque parezca absurdo,  parte de esa protección era conseguirle un buen marido.

En su infancia, Catalina estuvo semi comprometida con Hipólito Dei Medici, hijo ilegitimo del Papa León X, con el cual la niña se crio. Eventualmente Hipólito tomó los hábitos, pero a Catalina no le faltaron buenos partidos italianos. Las Familias Della Rovere, Estensi,, Gonzaga, y Farnesio buscaron una alianza con la pequeña heredera. Enrique VIII quiso casarla con su hijo el Duque de Richmond cuando pretendía legitimarlo. Si no hubiese muerto Richmond, Catalina hubiese sido Reina de Inglaterra. Jacobo V de Escocia envió al Conde de Albany (tío político de la Duchesinna) para negociar un matrimonio que la hubiese puesto en el trono escocés.

Carlos V quería a Catalina casada con un Sforza y Duquesa de Milán. Clemente estaba harto de las presiones imperiales, por lo que tomó una decisión arriesgada, pero hábil y que cambiaría el curso de la historia. Buscó la alianza con Francia, la gran enemiga del Emperador. De esa manera, Catalina siempre ocuparía una posición secundaria en la Corte Valois, pero estaría atando al papado (y a Los Médicis) a la protección francesa. Todo este proceso tomó dos años en los cuales Catalina vivió en su propio palacete bajo el cuidado de su tía abuela,  Lucrezia Salviati.

                                        Retrato de Catalina en la época de su matrimonio

La serie hace mucho hincapié en la fealdad de Catalina, pero de sus contemporáneos solo nos llega un comentario del embajador veneciano que menciona que es baja y flaca, con labios protuberantes y con “ los ojos saltones de Los Medici”.  No fue ella la que solicitó un vestuario más adecuado. Clemente contrató los servicios de La Marquesa de Mantua. Isabel D’Este era un árbitro de elegancia en la península Italiana y supo diseñar un opulento y favorecedor guardarropas. El Papa, sin reparar en gastos, cubrió a su sobrina de joyas dignas de una reina.

Es así como pasamos a Francia donde todo es tan caricaturesco que más que jocoso es grotesco. Es cierto que había mucho recelo con Italia, es cierto que Catalina de Médicis y su sequito (que no era esta banda de rufianes sino gente culta y útil) aportaron muchos cambios positivos a la cocina y la etiqueta francesa, pero eso no quiere decir que los aristócratas galos fuesen unos cavernícolas.

                              Boda de Enrique y Catalina

Aquí nos los presentan como una pandilla de hooligans tras perder un partido, unidos en un solo empeño , burlarse de la italianita. Tanto Los Tudor como Carlos, Rey Emperador nos han dicho que Francisco I era un patán, pero era un señor guapo, culto y refinado. Colm Meaney lo interpreta como si fuera un tabernero irlandés.

                            El esperpéntico Francisco I

En la vida real, el encuentro fue en Marsella, Enrique estaba presenteno andaba en justas.también estaban Los Borbón y Los Guisa, las grandes familias francesas siempre en pugna. Algo que no nos dicen es que Catalina tenía una abuela Borbón. Tanto énfasis en su parentesco con Diana de Poitiers (eran primas segundas) y no mencionar sus lazos con los protestantes más importantes del reino.



Hubo boda y noche de bodas en Marsella. Hay dos clichés falsos que solo existen en estas series seudo históricas, el examen para determinar la existencia de un himen intacto (solo requerido si había bases de dudas como ocurre en Velikaya) y esas consumaciones matrimoniales que parecen circos romanos donde la cama se vuelve la arena, los novios gladiadores y hay una audiencia echándoles porras.

Efectivamente se exigía de testigos para una consumación, pero no de una veintena de vagos comiendo palomitas y haciendo comentarios como si estuvieran viendo strippers en una despedida de solteros. Primero el tálamo nupcial,  como en toda casa de gente principal renacentista,  tenía pesadas cortinas de terciopelo que daban privacidad a los actos, pero no a los sonidos, que eso es lo que interesaba a los testigos. Estos eran uno o dos y siempre parientes cercanos de los novios. En este caso fue Francisco I quien mantuvo vigilia. El muy pillo se acercó y espió a la pareja por entre los cortinajes y comentó que  “se batieron con mucho vigor” .

                                        Los novios

Enrique no expulsó a Catalina de su cuarto ni se fue a manosearle las tetas a Diana. El Papa visitó a los novios a la hora del desayuno y los encontró todavía en cama y juntos.  Estos cambios de la serie buscan mostrar lo descastados que son los franceses y tratar de acercarnos a Catalina (conmigo pierden, ni me cae mal ni me cae bien).

Todo el segundo episodio es falso, vulgar, torpe y aburrido. Diana de Poitiersbellísima ella, no como esta que parece bruja de Hocus Pocus nunca quiso casarse con Enrique. Ella era libre, millonaria e importante, no quería cambiar ese estatus. La Patrulla Anti Pedofilia ha lanzado un par de gritos al ver a Diana-cougar zampándose a un mocoso de catorce años. Tranquilos, en la vida real Diana y el futuro rey solo cayeron en la cama cuando Enrique ya tenía 22 años y ocho de casado. Antes,  el joven  había traicionado a su esposa con otras mujeres. De hecho, y como nos muestra la serie, tuvo una hija con una de ellas lo que confirmó que el problema de fertilidad estaba en Catalina.



Después de un vertiginoso comienzo, la serie avanza a paso de tortuga, deteniéndose en absurdos como esa masacre de campesinos en que el mozo de establos-amante de Catalina (WTF? Como calumnian a la pobre mujer) es ejecutado por Enrique. Para ser francos, a mí no me impresionó para nada la muerte de un acosador de mujeres que más encima andaba haciendo caricaturas en contra del rey. No porque fuese Pancho Francisco un tirano obsceno, sino por ser católico (STARZ definitivamente no quiere a ninguna religión). Otra vez la serie fracasa en su mensaje.

La Enigmática Catalina

El gran enigma de la serie es Catalina. Quieren conmovernos, pero lo hacen de manera tan bufonesca que confunden al espectador respecto de ella. Nos la muestran como sobreviviente nata, que hasta consigue una guerra para que su esposo se luzca. Ni el Sultán visitó jamás la Corte Valois, ni Solimán (porque ese del turbante es El Magnifico) se fue a la guerra por un par de miseros estados italianos. Andaba muy ocupado sitiando Viena y no le iba a hacer caso a una mocosa a la que ni su marido le daba su lugar.

                                  Suleimán y su sombrero de cojín

En la vida real, Catalina cayó bien en la corte debido a su simpatía y erudición. Amistó rápidamente con las mujeres de su familia sobre todo con sus cuñadas:  Magdalena futura reina de Escocia,  y Margarita, futura Duquesa de Saboya. También con Leonor de Austria,  madrastra de Enrique,  que no era la arpía rezongona de la serie. .

La situación se puso fea unos años más tarde. La serie no miente. Tanto la muerte del Papa, como la negativa de su sucesor de pagar la dote de Catalina, aunada a su esterilidad, la hicieron caer en desgracia. Es cierto que suplicó, de rodillas a su suegro que le diese el divorcio y Franciscoque le había tomado cariño se negó a hacerle caso.  Pero Catalina no suplicó que su reemplazante fuese joven y virgen para sacar a su rival del medio,  puesto que su marido y su prima no eran amantes todavía.

Otro problema de la serie es que Catalina se pasó una década intentando embarazarse (el tratamiento de meterse boñiga de res en su vagina es cierto, pero un médico fue quien la curó de su esterilidad). La serie se la pasa tres capítulos en ese periodo,  el menos activo de la vida de la reina. El intercalarle sucesos inventados solo consigue hacerla más lenta.

                                  Catalina y algunos de sus hijos

Catalina recién se embaraza de Francis (el rubiales de Reign) a fines del tercer capítulo. Así nunca vamos a llegar a La Noche de San Bartolomé. Aparte que los saltos de tiempo a un presente donde Catalina anda preocupada de entrenar a Rahima a “ser mala” así a lo Merteuil-Cecile de Las relaciones peligrosas hace a la trama más imprecisa y no engancha un público reconocido por su falta de atención y rápida capacidad de aburrirse. Para complicar las cosas, en el cuarto episodio hacemos otro salto de tiempo. Cambian a los protagonistas.  Ahora tenemos a La Morton en dos etapas cronológicas diferentes. ¿Qué es esto?  ¿“Dark”?

La Reina Serpiente es definitivamente antihistórica, pero no alcanza el nivel de sátira. Le falta humor y sus mensajes son confusos.  Nos la vendieron como una redención de Catalina. No lo han logrado. Con todas sus fallas, The Great tiene una heroína que en el fondo es buena y bien intencionada. El personaje de Elle Fanning conserva la erudición de la verdadera Sofia-Federica de Anhalt y sus ilusiones de traer libertad y progreso a Rusia. Eso evita que su personaje se vuelva caricaturesco.

En cambio, en The Serpent Queen se magnifican los defectos que la historia ha adjudicado a Catalina de Médicis. Desde joven la vemos dura, indiferente e incapaz de sentir afectos.  Sobrevive a punta de manipulaciones de personas y circunstancias. Incluso su caridad no es gratuita. “Ayuda a los que están en desgracia y tendrás su lealtad para siempre” dice al contratar a Matilde.



 La ironía es que Matilde, que se lía sexualmente con el Delfín ( “siempre quise follarme una enana” dice el villano),  no siente lealtad por su princesa. En realidad, nadie del sequito de Catalina la sirve por cariño. Cada uno mira por la seguridad propia. Algo que se vuelve patente cuando Catalina traiciona a Montecuccoli.  Ya saben que no pueden confiar en el ama. Solo sobrevivir a costa o en contra de ella. Ese parece ser el código de La Médicis y de la serie.






The Serpent Queen perpetúa el mito de Catalina como asesina envenenadora. . Para mayor injuria, le otorgan poderes de bruja, visiones inútiles y la capacidad de matar animalitos con la mirada.  ¿Su excusa?  Si no se castiga a los enemigos no se les detendrá nunca. ¿La excusa de la serie? Todos son malos y todos merecen ser castigados. Así no hay manera de encariñarse con nadie.



Cesare Borgia fue un hombre tan perverso que Macchiavello,  en El príncipe lo convierte en la encarnación del villano renacentista. Sin embargo, Neil Jordan nos lo muestra por dentro y lo que encontramos en el fondo de este ser atormentado nos enternece. Eso no ocurre aquí, Catalina es una villana acartonada. Aun cuando nos la presenten en peligro, asustada o enamorada, no nos llega.

Contenido Violento y Gore: Uso y abuso de ambos: operaciones de hemorroides, vomito, mujeres con calzones manchados de sangre menstrual, reinas a las que le sirven excremento al desayuno,  alternan con degüellos, amputaciones de dedos y el triste descuartizamiento de Sebastiano de Montecuccoli.

Desnudos y situaciones sexuales: Muchos, pero más que nada de mujeres. Starz ha roto la regla de no cosificar el cuerpo femenino.  En el primer cuarto de hora, tenemos al padre de Catalina repartiendo sífilis en un trio. Para hacer la escena más grotesca, una prostituta es gorda y de carnes sueltas. Como siempre los gordos son la minoría que puede ser ridiculizada. De yapa nos dan un desnudo de Matilde, mujer en miniatura (en inglés se les dice Little Persons. Y en castellano … ¿Personitas?)

Contenido Feminista: Los superficiales dirán que se trata de una serie feminista puesto que es el retrato de una mujer endurecida por la brutalidad del patriarcado y que hace lo imposible por sobrevivir. Pero me niego a calificar de feminista una serie que se cifra en la rivalidad de dos hembras por un macho,  y donde hay tan poca solidaridad entre mujeres.



Diversidad: Rahima es de origen africano, Aabi es árabe. Matilde es “bajita”. Con eso ya se dan por satisfechas las cuotas. Pero me hubiese gustado que contextualizaran as lo de Rahima. ¿De dónde viene? ¿Como es que acabó sirviendo en el palacio del rey?  Ahhh, y tenemos un atisbo de relación lésbica entre Aabi y Angelica.

jueves, 6 de octubre de 2022

Una Detective Gallega, Un Mayordomo Francés y una España que no es Franquista: Un Asunto Privado en Amazon

 


Coincidiendo con esta racha de period dramas detectivescos, Amazon y Bambú se han unido para hacer un noir situado en la Vigo de 1948. En tres palabras, Un Asunto Privado es una comedia chispeante que se las arregla para tratar con respeto un tema serio como el de un asesino serial sin dejar de lado el humor. Lo más extraordinario es que lo logra sin recordarnos ( como el cine español suele hacer)  que todo ocurre en un marco del franquismo represor.

 Este otoño, Enola Holmes y Miss Scarlet, tendrán compañera hispanoparlante. Aura Garrido ( El Ministerio del Tiempo, MalnaZidos) encarna a una investigadora amateur,  dándole un toque entre Carole Lombard y Lina Morgan,  en una serie que recuerda las comedias screwball de Los Treinta, incluso en el discurso feminista de la protagonista. Después de todocomo descubriera Simone de Beauvoir “la Lucha de los Sexos” se inventó en el Hollywood de la Depresión.



Marina Quiroga es hija de un afamado comisario de policía que desde que eran pequeños adiestró a sus hijos a ser buenos policías. Resulta que Marina es investigadora nata y su padre muere soñando con el día en que en España se admitan a las mujeres en el cuerpo policial. El que, si ha tenido las puertas abiertas para ser un representante de La Ley, es su hijo Arturo quien ha sido nombrado para reemplazar al padre.



A través del primer episodio vemos que todos están hartos de Marina y sus excentricidades, pero ella está más harta de ellos. En la comisaria se ha hecho de una reputación infame por elevar la voz de alarma sobre tragedias que solo se imagina (secuestros, la aparición de un lobo en el puerto). Doña Asunción, madre de los Quiroga,  quiere que su hija se case pronto y ya le tiene un pretendiente,  Ramon de Oporto (“paticorto cejijunto”), pero Marina no quiere casarse.

Aparte de la frustración de no poder seguir la carrera de su padre, está la conciencia de que, desde la muerte de este, se han relajado los estándares de la comisaria. A diferencia de los policías vigueses, Marina vive leyendo revistas extranjeras de criminología que la tienen al día en los adelantos de la ciencia respecto a crímenes y procedimientos policiales.



La historia comienza con una fiesta publica para celebrar el acenso de Arturo Quiroga al puesto de comisario. En medio de la fiesta, la emperifollada Marina se marcha al puerto a una cita con Tony , su proveedor de revistas de contrabando. Estando con él, Marina oye un grito. Va a ver y descubre a una mujer malherida que agoniza en sus brazos. El asesino regresa y ataca a la Señorita Quiroga quien se defiende con un punzón con el que sujeta su capa. El malhechor deja un trozo de su traje engarzado en el broche.



Perseguida por el asesino, Marina logra llegar a un teléfono y llamar a la comisaria. Mientras intenta convencer al inútil de Cabanillas que efectivamente presenció un asesinato, aparece la policía portuaria y lo hace, según Marina, todo mal. Fuman cerca del cadáver, no se ponen guantes para recoger evidencia, etc.. Llega el hermano de Marina y está más preocupado de regañarla por haberse ido de la fiesta que de oír su testimonio. Si no existiese el termino gaslighting habría que inventarlo para estas escenas. A Arturo no le interesa la tela como evidencia. Tanto él como sus subalternos se burlan de Marina, aún más cuando descubren su cargamento de revistas “prohibidas”.



Marina vuelve a su casa corrida y frustrada. El único que la apoya es Héctor,  el mayordomo francés. Interpretado por Jean Reno (acabo de descubrir que se llama Juan Moreno y es nacido en Marruecos, hijo de andaluces),  Héctor es la voz de la razón. El empleado perfecto que sabe tranquilizar a Doña Asunción (Angela Molina)  con copitas de anís , que le lleva su champagne a Marina mientras ella descansa en su baño de espuma, pero también es quien le canta las verdades.

 Le recuerda que lleva una vida privilegiada, que la humildad es cualidad de un buen policía., y que la madre alcohólica que la detective amateur tanto desprecia ha logrado lo imposible, seguir siendo un referente respetable en una ciudad provinciana aun cuando le falte un hombre que la represente.


Tres Flores de Lis

A pesar de la prohibición de su familia, Marina continua sus investigaciones. La secunda el fiel Héctor y se consigue otro cómplice. El Inspector Pablo Zarco (Gorka Otxoa) fue el mejor alumno del difunto Comisario Quiroga. Dándole coba y coqueteando con él, Marina logra unir lo que ha descubierto con los resultados de la investigación policiaca.



Lo que encuentra es aterrador. La mujer que murió en los brazos de la Señorita Quiroga fue la victima número tres. Las tres eran prostitutas, las tres fueron apuñaladas, y a las tres les tatuaron una flor de lis en el pecho. A pesar de que la policía lo oculta, Vigo está a la merced de un asesino en serie. La investigación de Marina y Héctorque realmente saben más y son más ocurrentes que todo el cuerpo policial alertan al asesino que envía mensajes a la detective amenazándola.

Entremedio se le cruza en el camino a Marina otro “cómplice”, posible asesino y un hombre que la perturba. Castaño (Alex García que hasta sale guapo) quería ser el comisario, pero su estilo de vida se lo impidió. Se cree que es auto viudo, vive con lujos que no corresponden a un inspector,  y conoció a todas las victimas puesto que fue cliente en el prostíbulo La Casa del Agua.



La serie tiene esa calidad de ser “a la antigua”. Lo que se refleja en la cortina que recuerda dramas romántico-detectivescos de Los 80. La escenografía es perfecta, aunque tenemos que agradecer también al paisaje y arquitectura gallegos. Las actuaciones son buenas,  destacando Aura Garrido en esta faceta cómica desconocida.

Para ser francos,  a mí la serie no me parece my cómica, quizás porque nunca me ha divertido el slapstick hollywoodense. Marina atolondrada, medio loca,  capaz de actos inverosímiles como andar a balazos afuera de la iglesia o atropellar gente con su carro, me resulta caricaturesca, pero hay algo que la humaniza. La discriminación de parte de los hombres que la rodean, principalmente su hermano. El que permita que le registren su cuarto, hasta su lencería y que deje que un vejete la manosee,  me hace ponerme totalmente del lado de Marina.





Descrita por su interprete como “inconsciente”,  a lo largo de ocho capítulos Marina evoluciona y me conmueve el cariño y respeto que se exhibe en su relación con Héctor y su acercamiento a la madre. Un Asunto Privado tiene de todo para agradar, pero para los amigos (y a los que nos da pavor) de la Memoria Histórica hay algo sorprendente.  Se trata de una historia que tiene lugar en 1948 y no hay alusión a la situación sociopolítica, a la represión, al Caudillo. ¿Cómo así?



La respuesta la ha dado Teresa Fernández-Valdés en esta nota. Ha sido a propósito. “Meter a Franco es tan poco sexi” ha dicho la productora.  Sonará deslenguado, pero es refrescante, y es algo que ya he notado en otras producciones gallegas situadas en 40s y 50. En Dalia, la modista también se crea un universo aparte. Basada en una novela,  Hotel Almirante nos cuenta que el protagonista peleó en el bando perdedor, pero nada más que eso. No nos hace sentir lo que vimos en Alguien tiene que morir y otras series situadas en esa época. ¿Es malo o bueno? El público no se queja, entonces nosotros tampoco.

Sin embargo,  hay pequeños detalles en Un asunto privado que nos recuerdan la época. Uno es la alusión al estraperlo, el azote social de la España de Los Años de Hierro como los ha llamado el gallego Don Pio Moa. También esta historia que combina violencia y sangre con una heroína ingenua nos lleva a un género inesperado, la novela infantil de comienzos de Los 60.

De Marisol Detective a Aura Quiroga

 Aunque sus predecesores son angloparlantes y no necesariamente incluyen detectives hembras (Los Chicos Hardy, Emilio y los Detectives),    heroínas jovencitas que debían luchar contra prejuicios adultos y hacer justicia en un mundo patriarcal poblaron las ediciones rusticas de Nancy Drew y la serie de The Dana Girls que encantaron la infancia de muchas mujeres importantes como la jueza Sandra O’Connor y Hilary Clinton.



Me gustaría saber cuándo el género llegó a España y como es que se acopló a una cultura que no quería ser contaminada con lo gringo. La literatura infantil y juvenil del franquismo es un tema que merecería tener más investigadores. En mi caso,  la detective amateur me llegó vía Rocío Dúrcal en La Torre de Babel que mi madre me regaló para mi sexto cumpleaños..



Ese fue mi primer encuentro con la serie de Roció de la Editorial Felicidad. Como he comentado en el Blog de Latinas de Ayer, esa colección poco tenía que ver con la actriz cantante. No estaba compuesta por versiones literarias de sus filmes como lo era Canción de Juventud que también llegó a mis manos en ese cumpleaños.

El cine de Rocío Dúrcal la tenia de Cenicienta o de pobre niña rica, en cambio en esta serie de libros era hija de familia en busca de empleo para no aburrirse. Solo que al paso le salían misterios que escudriñar. Esos fueron los caso de Rocío Locutora, Rocío Secretaria y Rocío Enfermera.  Esta Rocío, atolondrada, ingenua,  un poco tozuda, es como calco de Marina y más de una vez le hablaban de manera condescendiente recordándole que era ‘”sexo débil”(léase “débil mental”) .

Sin embargo, Rocío había sido precedida en estos relatos detectivescos por su competencia, la rubia Marisol. Para mi sexta navidad,  me regalaron una torre de libros entre los que se encontraban Las Navidades de Marisol. En esta novela, la protagonista y su pandilla de compañeras de escuela investigaban un robo para limpiar el nombre de un antiguo chofer de su familia.





Este prurito justiciero llevaría a la rubita y a sus amigas a evitar un ataque terrorista en un avión en Marisol azafata y a descubrir que se ocultaba tras unas apariciones fantasmales en un castillo inglés en Marisol aprende idiomas. Entre los títulos de la colección había uno que se llamaba Marisol Detective. Incluso en el cine, superada la etapa de estrella infantil, Marisol seguía resolviendo misterios. En uno de mis filmes favoritos de ese entonces,  Marisol rumbo a Rio, la diva juvenil interpretaba a gemelas que en el Brasil debían evitar que su padrino fuese estafado,  poniendo en riesgos sus vidas.



El tema estaba ya en la literatura de niñas como en Feíta: una monada de chica de Ilde Gir de la Editorial Gacela Blanca que recibí en mi séptimo cumpleaños. En esta historia,  Fe, una preadolescente de familia pudiente,  intentaba descubrir la identidad de un asesino que atentó contra la vida del abuelo. Este tipo de personaje ya existía en la serie “Maite” de Florencia de Arquer .




Sorprende el que dos escritoras conservadora usasen el arquetipo de la detective juvenil, ya que en su trama se camuflaba una denuncia contra un machismo que no reconocía el poder de la intuición femenina e irrespetaba la inteligencia de las niñas, por jóvenes y por ser mujeres. El que ese arquetipo encerrado en una veinteañeros de provincia haya resucitado en Un Asunto Privado revela más sobre el patriarcado franquista que cien discursos panfletarios de “memorias histéricas”.

New Look a la Gallega

Una lástima que no hayan sabido usar esa sutileza para explorar la moda de la época. La serie tiene lugar en un momento clave de la historia de la moda: el advenimiento del New Look de Dior, tan bien explorado en The Collection. Sin embargo, este look se demoraría en entrar en otros países. La posguerra estuvo caracterizada por racionamiento en todo incluyendo tela. Las faldas largas requerían yardas de género y para muchos (incluso en Francia) el nuevo estilo era considerado irresponsable y se rebelaban a adoptarlo. Hubiese sido interesante conocer como entro el New Look en España y que lo mostrase la serie, pero, aunque la moda es importantísima no nos lo cuentan. 

Marina es femenina a la antigua:  trapera, coqueta, que se conoce los nombres y colores de los pintalabios. Su vestuario es un poco mixto. Comenzamos con ella en un strapless de ensueño de seda rosa y lila tornasoladas con una falda bouffant inmensa,  casi de miriñaque. Cuando Marina salta por las barandas de escaleras y enrejados de balcones la falda se vuelve un paracaídas.



Cuando Marina va a la Galería Ribadeo usa un redingote negro que es típico New Look, pero luego elige dos piezas todavía en el estilo que impusieron Hollywood y Vogue al principio de Los 40. Trajes sastre ceñidos, hombros anchos,  silueta cuadrada y largo de falda Chanel. Eso es normal, ya que el Look entró de manera gradual, pero me hubiese gustado saber si hubo oposición de la gente, incluso del gobierno.




Se sabe (obviamente no entre el público llano y los productores de época que les da pereza investigar) que el gobierno franquista tocó cada hebra de la sociedad incluyendo la moda .La mujer de la Nueva España no debía usar ropa indecente ni exponer el cuerpo, usando ropa que se ajustase a sus curvas naturales. de ahí la prohibición del pantalón (excepciones a faldas-pantalones para deportes. ).

A la playa se iba con bañador discreto de una sola pieza y había obligación de ponerse el albornoz apenas se salía del agua. Aunque se permitían los pantalones y ropa más audaz en casa (para clases pudientes) los vaqueros y bikinis tendrían que esperar al tardofranquismo para lucirse. De ahí que Rocío Dúrcal, Marisol , Pili y Mili y otros ídolos juveniles de Los 60os luzcan con tanto desparpajo en su cine.




Esto no aparece en la serie, a pesar de ser Marina esclava de la moda. Otro defectillo es que a ratos la trama se vuelve un poco disparatada hasta el punto de desafiar nuestra tolerancia con lo increíble. ¿Como es que estando al lado de Arturo y e Castaño, Pablo habla por teléfono con Marina y nadie se entera de quien es su interlocutora?

Me hubiese gustado saber más de la periodista, Anaís Montero, que podría darnos otra visión de la mujer de ese entonces, pero nunca desarrollan el personaje. Como se habla ya de una segunda parte (la serie está entre las diez as vistas de Amazon en países tan dispares como Israel y Ucrania) , tal vez se ocupen más de la señorita Montero. Entretanto, les recomiendo Un asunto privado porque al menos (si se calan a la protagonista y las incoherencias del guion) los puede hacer pasar un buen rato.

Contenido Violento o Gore: Es violentísima y la mayor parte de la violencia va dirigida en contra de Marina que es la mujer de goma. Sobrevive estrangulamientos, ahogamiento en el océano, caídas de un acantilado y con costillas rotas ya está colgando de un tren. Los cadáveres de las asesinadas y sus heridas (incluido el tatuaje) son lo más gore.





Desnudos o Situaciones Sexuales: Hay una fiesta de disfraces tipo Eyes Wide Shut, pero sin desnudos. Castaño intenta seducir a Marina que lo neutraliza de manera original por no abusar del adjetivo “femenina”. Dice en el caveat de Amazon “nudity”. La única que veo es el retrato grupal de las mujeres que serán las víctimas del asesino serial.



Contenido Feminista: Aquí existe una dicotomía de parte de los críticos en la que actuaré de abogada del diablo. Es casi un consenso entre las criticas favorables que maría batalla contra un asesino (obviamente misógino puesto que sus víctimas son trabajadoras sexuales) . Sin embargo, Las Furias, un website feminista tipo MeToo, le ha caído con todo a la serie de Bambú acusándola de un falso empoderamiento de una protagonista que necesita que la salven los hombres, que vive el cliché de mezclar romance con investigación y que pretende romper el cielo de cristal en tacones.

Aunque concuerdo que hay muchos clichés (después de todo debe seguir las reglas de un género) y que a ratos Marina es inaguantable, me doy cuenta de que lo que les molesta es que La Quiroga es muy femenina y corresponde a lo que algunos círculos feministas denominan despectivamente “lipstick Feminist”.  Lo siento, pero me encanta que Marina sea coqueta, que venza su desconfianza en los hombres enamorándose de….  y que vista a la moda y conozca de maquillaje tanto como de armas..



Contenido Diverso: Muchas pistas de que Héctor es gay. Para encontrarle un disfraz adecuado a su señorita,  el mayordomo la lleva con su amiga transgénero,  Milagros. Hay una pareja lésbica entre las víctimas del asesino en serie.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Esos Escandalosos Bolena: Un nuevo docudrama sobre Ana y su familia

 


Becoming Elizabeth no ha sido la única contribución del 2022 a La Tudormania. La BBC ha hecho una docuseries sobre la familia materna de Isabel I. Ya saben a quién me refiero,  a esos Bolena a los que la ambición destruyó, pero que llegaron a poner cuatro reinas en el trono inglés.

Para quienes desconozcan la diferencia entre documental y docuseries. La primera tiene la duración de un filme, aunque se limite a poner imágenes del archivo histórico como acompañantes a la narrativa. La docuseries toma un suceso histórico y lo describe en varios episodios usando esa combinación de catedra de historia e imágenes pertinentes. En ella participan actores dramatizando sucesos históricos que son interrumpidos por los comentarios de un panel de sesudos historiadores.

A mí se me acabaron las ganas de ver docudramas después del vergonzoso The Last Czars. Ni siquiera he acabado uno francés sobre los últimos días de Maria Antonieta. Además, ¿qué me podían contar de Los Bolena que no supiese ya?



Yo creía que, con mi exploración de los descendientes de Catalina Carey, hija de Maria Bolena (y quizá de Enrique VIII) había acabado con esa fastidiosa familia. Este nuevo documental que en tres episodios nos narra el auge y caída de Los Bolena, nos lleva en otra dirección, a conocer los orígenes de Tomas Bolena.

Este individuo al que siempre he despreciado (agradezcámosle a Sir Mark Rylance y a Nick Dunning que lo interpretaron respectivamente en La Otra Bolena y Los Tudor) por oportunista y mal padre, tuvo una vida muy interesante. Mas interesante es su origen que la serie nos muestra a través del primer acto de esa tragedia.



Oí por primera vez el nombre de Ana Bolena unas semanas antes de ir a ver Ana de los Mil Días (la muda Vanessa Redgrave de A Man for All Seasons resbaló por mi memoria). Fue en revistas del corazón que como era costumbre en Chile,  servían de propaganda a las coming attractions. Antes de ir al cine,  uno ya estaba informado de chismes sobre los actores, secretos tras bambalinas y si el argumento giraba sobre algún suceso histórico, nos daban una narrativa de trasfondo.

Recuerdo haber conocido la tragedia de Ana y bastante sobre su pasado, su estadía en la corte francesa y su compromiso fallido con Henry Percy. Algo que llamó mi atención es que se decía que, sin ser hermosa, Ana impactaba con su look exótico, con un cabello y ojos oscuros que parecían atestiguar que los Bolena tenían su origen en España o Italia. Curiosa teoría que no ha sido repetida en este siglo. Este docudrama nos dice que el verdadero apellido era “Bullen” y era totalmente anglosajón.


De Granjeros a Cortesanos

Los Bullen eran clase agrícola, simples granjeros . Esto cambió cuando Geoffrey Boleyn se marchó a Londres a mediados del siglo XIV a probar suerte en la sombrerería.  La serie nos cuenta que llegó a ser alcalde de Londres. Lo que no nos cuenta son dos factores muy importantes en la meteórica ascensión de su nieto Thomas y de los hijos de este. El abuelo de Geoffrey (Sir Geoffrey después su elección como alcalde) se había casado con la hija de un caballero y su ascensión a la alcaldía había sido precedida por otros altos puestos incluyendo miembro del parlamento. Ambos factores convencieron a Tomás, nieto de Geoffrey,  que para ascender en la escala social de la Inglaterra Renacentista se necesitaba de perseverancia y de un matrimonio ventajoso.



La madre de su abuelo había sido hija de un caballero, el alcalde Bolena se había casado con la hija de un barón y la madre de Tomas Bolena era la hija del Conde de Ormonde. El haría un enlace que eclipsaría a todos casándose con Elizabeth, miembro de la linajuda familia Howard e hija del Duque de Norfolk. Gracias este matrimonio no solo pudo Tomás adquirir fortuna y varios castillos, además emparentó con otro Tomás, su cuñado el volátil Duque de Norfolk.

La serie nos deja claro que este parentesco a veces coloca a Bolena en aprietos, pero él es muy inteligente y ambicioso. Pronto se encuentra bajo el patronaje de otro Tomasito, el Cardenal Wolsey.  Bolena comienza a hacerse un nombre en el campo de la diplomacia, profesión que lo tendrá viajando constantemente.



Las ambiciones de Tomas alcanzan a sus hijos: Maria, Ana y Jorge . Consciente de que deberán casarse bien para ascender, pero también ser presentables en la corte donde buscarán colocación, Bolena ordena que sus hijas reciban la misma educación que el hermano. A la par de aprender a llevar una casa principal,  y estudiar etiqueta, música, baile y canto, Maria y Ana reciben clases de matemáticas, historia,  idiomas, equitación y hasta ajedrez.



En sus misiones diplomáticas, Tomás cae en Flandes en la corte de Margarita de Austria. Hacen amistad y el embajador consigue un puesto de dama para Ana. Con solo doce años, Ana debe abandonar casa, familia y país para vivir entre extraños. La serie nos hace conocer sus cartas a su padre en las que se nota su afán por complacerlo.



En esa corte, se dice que Ana por primera vez tuvo contacto con intelectuales ‘disidentes” lo que a llevaría a interesarse en la Reforma. En la serie nos hablan de otra Margarita, la hermana de Francisco I (autora del Heptameron) que se convertirá en mentora de Ana en lo que se refiere a la Nueva Fe.

Ana, La Francesa

 Tomás encuentra otro puesto de mayor importancia para sus hijas. A Maria Tudor, hermana de Enrique la han casado con el decrepito Rey de Francia. A su sequito son añadidas dos damas, Las Chicas Bolena. La serie hace mucho hincapié en lo bien que le va a Ana en la corte francesa. Tanto que cuando la Reina María enviuda y regresa a Inglaterra (y en el camino se casa con Charles Brandon) , Ana permanece en la corte, ahora convertida en dama de la nueva reina, Claudia de Valois,  esposa de Francisco I.

Nos dice la serie que Anita era fenomenal en lo que se refiere a las relaciones públicas, que conocía a todo el mundo, que caía muy bien, etc.. Etc.. Perfecto, pero surgen dos interrogantes. La primera referente a Maria. ¿Por qué ella si debe dejar la corte francesa, regresar a su hogar y casarse rápidamente?  Hay una escuela de historiadores que creen (basándose en rumores cortesanos y declaraciones de Francisco I) que María se portó muy mal en Francia y que el único camino que le quedaba era un matrimonio rápido con un gentilhombre como William Carey que sin embargo no era el partidazo que Tomás Bolena deseaba para yerno.



Como la serie se va por el camino dictado por Philippa Gregory donde Maria es casi forzada por Enrique VIII a ser su amante, no podemos apoyarnos en esas teorías. El que Maria sea apartada de la historia familia resulta incomprensible

No me creo tampoco la importancia que adquiere Ana em Francia.  Para ser importante en una corte de entonces se necesitaba que una mujer estuviese casada con un gran señor, fuese amante de un gran señor (de preferencia el monarca) o tuviese la confianza de la reina.

Como Ana no cabe en ninguno de esos casos y no posee un gran apellido no se entiende que ande revoloteando como mariposa que nunca se quema las alas. Lo normal es que hubiese buscado un esposo importante entre los aristócratas linajudos y no lo hizo. Cuando regresó a Inglaterra, tenía 19 años. De acuerdo con los estándares de su tiempo era casi una solterona y todo lo que tenía para presumir de su estadía en Francia es que había llegado “afrancesada”.



La serie nos habla de una Ana que recuerda a la de Wolf Hall, que finge ser francesa, que habla con acento , que adopta actitudes prendidas en sus días en la Corte Valois. Esto puede parecer irritante o encantador. Uno de los encantados es Henry Percy heredero del Conde de Northumberland. Ana se ha prometido casarse por amor y parece que el destino busca complacerla. Tomás Bolena, está encantado con el futuro matrimonio, pero interviene el tío Howard.



El Conde de Ormonde ha fallecido. Su título es disputado por un pariente irlandés y Tomás Bolena. Al Duque de Norfolk se le ocurre zanjar el asunto, casando a su sobrina Ana con el pariente. Este detalle que yo desconocía escandaliza a los Bolena. Irlanda es considerada una jungla, sus habitantes son unos salvajes.

Ana se rehúsa categóricamente y su padre la apoya, pero Tomás tiene otro problema. María, ahora Lady Carey, está casada con un cortesano que atiende al Rey. Enrique ha asistido a la boda de su ayuda de cámara,  tal vez sea ahí que se interese en la novia. Pronto Maria se ha convertido en dama de la reina Catalina.

El rey se interesa en ella y la pobre María debe someterse al capricho real. La serie nos dice que Tomás Bolena no está muy contento con el adulterio de su hija. Enrique cambia de amante todos los años; no hace público su devaneo con Lady Carey; cuando nacen los hijos de María el rey no los reconoce. Aunque Enrique cubre de honores a María y a su esposo, la situación de ella es precaria y puede su mala reputación afectar los prospectos matrimoniales de su hermana.



Sin embargo, Tomás Bolena puede estar satisfecho. Ha sido nombrado Tesorero de la corte. Ha perdido el título de Ormonde por ahora, pero el rey lo ha nombrado Vizconde Rochford, un título que Tomás, cuando reciba el título de Conde de Wiltshire,  le traspasará a su único hijo varón, Jorge. El primer episodio habla poco de Jorge. Tal como con Maria, sus vidas son apéndices de lo que haga Ana.



A Ana le ha salido un obstáculo en su plan de convertirse en Condesa de Northumberland. Sorprendentemente, es el Cardenal Wolsey el que se opone a la unión considerando a la chica Bolena como muy poca cosa para esposa de un conde. Con eso Wolsey se ha echado encima una peligrosa enemiga, pero falta un tiempo para que Ana pueda cobrar su venganza.

Dama de La Reina, Rival de La Reina

Maria es abandonada por su regio amante y vuelve al campo con su marido y sus hijos. Ni menciona la serie la posibilidad de que estos sean vástagos reales. Maria desaparece y es Ana la que comienza su ascenso de cortesana. Para curar el despecho amoroso de su hija, Tomás Bolena le consigue un puesto en uno de los sitios más cotizados de la corte, el sequito de La Reina Catalina.



Otro factor, para mi desconocido. En términos sociales, había dos cortes . La primera obviamente era la de Enrique y sus favoritos, Charlie Brandon y su primo Henry Courtney, Marques de Exeter,  que curiosamente nunca aparece en la ficción. Es ahí donde Tomás Bolena pretende llegar y donde su hijo Jorge ha conseguido un puesto como Copero Mayor del Rey.

La otra corte, la componen Catalina y sus damas. Algunas ya las conocemos, la famosa Maria de Salinas, Elizabeth Darrell, amante de Thomas Wyatt, y por supuesto, Ana Bolena. Ser dama por ese entonces era una “carrera” abierta para las hijas de la aristocracia.

Nos cuenta la serie que es la belleza de las damas la que atrae a los petimetres de la corte a ese círculo y que ninguna más deseada que la sofisticada y exótica Bolena. Sin embargo (ni mención del affaire con Wyatt) Ana no consigue un buen marido . Tiene más de veinte años, lleva una década gravitando de corte en corte y no ha conseguido lo que su humilde hermana tiene, un esposo gentilhombre. A mis ojos Ana es una fracasada y sin embargo nadie lo dice. ¿Que desea Ana Bolena? ¿Es acaso la atención de Enrique? Porque pronto la consigue.





La serie nos muestra un LIbro de Horas que los enamorados, en un acto semi blasfemo, usan para intercambiatr mensajes  románticos. Enrique pone sus requiebros amoroso ante un imagen de Cristo martirizado pretendiendo que el igualmente es un mártir de amor no correspondido. Ana le responde ante una imagen de la Anunciación, como anunciando que será ella la que le dará el deseado heredero. La serie especula que Ana ha dejado atrás su sueños juveniles de casarse por amor. ¿Pero hasta donde planea llegar con su nueva ambición?




Cuando Tomás se entera de la nueva conquista del rey, retira a su hija de la Corte y se la lleva a su castillo de Hevers en Kent. Los catedráticos no saben decir si se trata de una estrategia para manipular a Enrique o si Tomás teme que otra hija sea arruinada por el regio sátiro y que ahora Ana pierda para siempre reputación y oportunidad de contraer un buen matrimonio.

Desde Hevers Ana continúa su devaneo con el rey que le escribe en mal francés (para demostrar su sofisticación). El mensajero del amor es Jorge Bolena. No solo ha sido cómplice de su hermana desde la infancia, además ahora se ha convertido en válido del rey. De Copero Mayor ha pasado a hacerse cargo de los galgos de caza de Enrique (al parecer ese es un gran ascenso).

Enrique,  enloquecido de pasión,  cubre a Jorge de privilegios, pero sus ofertas a Ana caen en oídos sordos. Ella quiere todo o nada. El rey le hace una oferta que no le ha hecho a ninguna mujer. Colocarla en el puesto de Maitresse du roi, la querida oficial del rey, con los privilegios casi de esposa. Riquezas, respeto, un estatus importante para los hijos que haya de la relación. Ana sabe que ser amante, por muy oficial que sea, no es ser reina,  que sus hijos por ser bastardos no tendrán acceso al trono. Ana solo regresa a la corte bajo la promesa del rey de hacerla su esposa.



Enrique encarga al Cardenal Wolsey el asunto del divorcio. No parece difícil, con ayuda papal muchos matrimonios de reyes se han anulado, pero surgen problemas. La Reina Catalina se niega a aceptar que su primer matrimonio fue consumado. Con su negativa desaparece el gran causal para anular su unión. El Papa teme incomodar al Rey- Emperador pasando por encima de la voluntad de la tía de Carlos.

Wolsey se embarca en una batalla fútil. Las puertas se le cierran. Ana se acuerda de que el cardenal es su enemigo. En una jugada desperada, Wolsey convoca un juicio público. Espera humillar y amedrentar a la reina, pero Catalina hace lo inesperado. Se arroja a los pies del rey y le recuerda su noche de bodas donde jura haber sido virgen. Acto seguido abandona la sala en compañía de sus damas. El pueblo al enterarse apoya a la reina y Wolsey sabe que ha llegado su fin. Los Bolena convencen al rey de buscarse otro fixer. Ana se ha vengado de su primer enemigo.




El tercer episodio es el más desilusionante. En una hora,  los productores pretenden abarcar toda la vida pública de Ana Bolena y su familia. De como ella convenció a Enrique de cortar los lazos con Roma, su boda, el nacimiento de su hija, el hastío del rey, su arresto y ejecución (junto a su hermano) y la caída de Los Bolena.



Aunque conozcamos los detalles de La Tragedia Bolena, igual a Los Tudormaniacos nos ha de parecer un episodio apresurado y poco informativo. Para los novicios en el tema, todo lo que se cuenta aquí parecerá confuso e incompleto. No les hubiese costado tanto hacer la docuseries en cuatro en vez de tres capítulos. En resumen, es un docudrama interesante que aporta algunos detalles desconocidos, pero, aunque me han gustado los actores no tengo buena opinión de los catedráticos. Todos ilustres desconocidos, ni muy atractivos ni muy sabihondos en el tema.



Mientras veía Becoming Elizabeth, en esos episodios tan aburridos que me distraían de lo que ocurría en pantalla, meditaba en lo triste que era que Isabel no pudiese pensar en su madre sin rencor y vergüenza y que Los Bolena, otrora tan poderosos, fuesen solo un mal recuerdo que limitaba la felicidad de su última descendiente. Por suerte, no ocurrió lo mismo con otra Elizabeth, que recientemente nos ha dejado. A Elizabeth Windsor nunca le pesó ser descendiente directa de Maria Bolena (¿o Bullen?). Y es que ese fue el gran logro de los Bolenas, poner dos reinas consortes de su sangre (Ana Bolena y la Queen Mum) y dos reinas por derecho propio (Las Isabeles)  en el trono inglés.