No fue accidental
que, en el otoño del 2016, Netflix sacase al aire “The Crown” y que unos meses después
la BBC hiciese lo mismo con “Victoria”. Ambas series describían los longevos reinados
de reinas inglesas, ambas casadas con príncipes de origen alemán que nadie
deseaba cerca del trono, y ambas soberanas luchaban por conjugar su labor de gobernantes
con su vida familiar. Para darle un toque original y distanciarla de la obra de
Peter Morgan, Daisy Goodwin decidió integrar a su historia la vida y
perspectiva del servicio doméstico de la reina Vicky. Al hacerlo acercó “Victoria”
al modelo Downton, ¿pero ha estado a la altura del magno opus de Lord
Fellowes.?
En enero del 2017,
era la premier de ‘Victoria” en Masterpiece. La diminuta reina que, hasta su
tataranieta Isabel, tendría el más largo reinado de la historia era un
personaje conocido incluso en su faceta juvenil. Julian Fellowes el creador de
“Downton Abbey” ya en el 2009 había capturado la imaginación popular con su “La
joven Victoria”. ¿Qué podía aportar Goodwin de nuevo al viejo cuento de la
reina adolescente? Comenzó tomándose
algunas licencias históricas.
Primero, ese
singular romance con Lord Melbourne (Rufus Seawell), luego inventarnos que a
Vicky (Jenna Coleman) y al primo Alberto (Tom Hughes) les tomó su tiempo enamorarse
y, por supuesto, mostrarnos el mundo de los bajos fondos del palacio de
Buckingham, y no hablo solo de los ratones. En ese aspecto, Goodwin intentó
atraer a la teleaudiencia de “Downton Abbey”, pero le ha tomado tiempo conseguirlo
porque ni arriba se parecen a los Crawley, ni abajo se parecen al staff de la Abadía.
La familia de la
reina, incluyendo su seudo padrastro el codicioso y manipulador Sir John Conroy
(Paul Rhys), es prácticamente infernal. Unos quieren manejarla como una muñeca,
otros matarla, otros encerrarla en el manicomio más cercano. Con su matrimonio,
Vicky se consigue unos parientes un poquito menos malos (tío metiche, cuñado
sifilítico). Debido a esa carencia de apoyo familiar, la reina insiste en rodearse
de gente en la que puede confiar, damas, secretarios, y el infaltable y sexy Lord
Melbourne. Ciertamente esto no es como en Downton donde la familia se quería y
se apoyaba mutuamente.
La persona en
quien Victoria más confía es su institutriz, y gran figura materna, la Baronesa
Lehzen (Daniela Holtz). Lehzen es un desdichado personaje de la vida real,
quien dedicó su vida a Victoria, convirtiéndose en su ama de llaves tras la Coronación.
Luego fue puesta cargo de la nursery palaciega.
Alberto, que por falta de empleo se encargó de los asuntos domésticos del palacio, nunca quiso a Lehzen y el fastidio fue mutuo. Finalmente, Alberto puso a su mujer entre la espada y la pared: o la Baronesa o yo.
Alberto, que por falta de empleo se encargó de los asuntos domésticos del palacio, nunca quiso a Lehzen y el fastidio fue mutuo. Finalmente, Alberto puso a su mujer entre la espada y la pared: o la Baronesa o yo.
Victoria que
dependía (en la serie y vida real) sexualmente del marido, tuvo que separarse
de la que, para todos los efectos, era su madre. Me rompió el corazón verla
marcharse, pero más ver a Victoria necesitarla y no encontrar un reemplazo,
solo burlas por parte de su madre biológica e ira de parte del marido. Es como
si a Lady Mary la hubiesen separado simultáneamente de Carson, de Anna y de su
abuela. Así se debe haber sentido la pobre Vicky privada totalmente de su único
punto de apoyo.
No puedo imaginarme
a Lord Grantham haciéndole una exigencia parecida a Lady Cora. Recuerdo como
ella se encabritó cuando su marido le exigió que abandonara una cena porque la cocinera
era una prostituta. Lo chistoso es que Alberto cuando descubre que Skerret
(Nell Hudson), la doncella de su mujer antes trabajaba en un burdel, urge a Victoria
para que la perdone.
A él no le
importa Skerret, la que provocaba sus celos y repulsión era Lehzen. Antes de
pensar en que Alberto es tolerante recordemos que en Downton se cobijaba a criados
cojos, lacayos gays, hasta a una mujer con pasado delictivo como Phyllis Baxter,
la doncella de Lady Cora.
El resto del
servicio de “Victoria” es abigarrado y francamente poco honesto. Penge (Adrian
Schiller), el mayordomo, haría sonrojar a Carson con sus hábitos de revender
las velas del palacio. A propósito, grandes almacenes londinenses como
Fortnum&Mason comenzaron su negocio comprando pabilos usados a sirvientes
de casas nobles. Cuando Lehzen intenta detener este tráfico de cirios, Penge se
venga instalando candelas de sebo en un importante baile. Las velas no solo
apestan, además chorrean cubriendo los uniformes de gala y los hombros desnudos
de las damas con capas de grasa.
Penge y Lehzen peleando por las velas |
Lady Emma Portman víctima de una vela sebosa (ITV) |
Penge que puede
ser realmente malévolo—él es el cerebro criminal detrás de la invasión de
ratas en el cumpleaños de Vicky— como cuando maltrata a una criada irlandesa
solo por ser católica, se ha humanizado. En esta segunda temporada descubrimos que una
vez se enamoró de una doncella alemana, lo vemos llorar al perder sus ahorros,
y fue el único en despedir a la Baronesa Lehzen, regalándole para el camino una
botella de buen vino (robada de las cavas reales. ¡Este Penge!)
Hubo una Marianne
Skerret que trabajó toda su vida para Victoria, pero no creo que hubiese sido
pupila de un burdel y tampoco tuvo amores con el pastelero. Charles Elmé Francatelli (Ferdinand Kingsley) efectivamente
existió y trabajó en las reposterías palaciegas, pero se fue tras un fuerte altercado
con otro criado, no por tener amores con Skerret.
Este romance de debajo de las escaleras nunca existio |
Tal como en “Downton
Abbey”, los problemas personales del servicio muchas veces afectan las acciones
de Victoria, y al ser ella reina también afectan sus decisiones políticas. El
que Mrs. Jenkins (Eve Myles) , la vestidora, tuviera un sobrino entre los Cartistas,
hizo que la reina exigiera que se les conmutara la pena de muerte a esos agitadores.
La criadita irlandesa obliga a Victoria a interesarse en la hambruna que afecta
Irlanda. En la vida real, Victoria no se interesó por ninguna de esas causas.
Tuvo criados que influyeron mucho en su vida, como nos lo han mostrado filmes
tales como “Mrs. Brown” y “Victoria y Abdul”, pero no en sus ideas políticas.
Victoria, en su rol
de soberana, es una exaltada representación de la aristocracia. Sus palacios
son versiones exageradas de casas señoriales como Downton Abbey. Tal como Lady
Mary lucha por mantener su propiedad a flote, Victoria intenta proteger su
hogar y estilo de vida, porque francamente, lo último que vemos hacer a la
reina es gobernar. Más se la pasa peleando con su marido y familia, o teniendo,
y muy a regañadientes, una cantidad de bebés que es lo que se espera de ella.
Los ministros gobiernan, y Alberto está a cargo del frente doméstico, Victoria
esta con las piernas abiertas, preñándose o pariendo.
Por suerte, la
soberana también puede dar fiestas donde puede bailar (le encantaba bailar) o
cenas donde puede comer (le encantaba la buena mesa y el buen vino) o si se
aburre mucho puede viajar. Este año vimos a Vicky caerle de visita a Luis
Felipe, Rey de los Franceses y aprender el arte del maquillaje.
Vicky y el Rey-Ciudadano |
Pero Victoria era
famosa, antes de construirse sus propias casas solariegas como Balmoral en Escocia
y Osborne House en Cowes, por sus visitas reales a las casas de campo de sus
súbditos. Ya mencioné en otra
entrada lo que les costó a los Cecil atender a su soberana en Hatfield
Hall, pero a juzgar por la serie, las visitas de la realeza eran onerosas no
solo económicamente.
Los Crawley, a
pesar del incesante flujo de visitantes a su Abadía, también, en ocasiones, se
fueron con criados y todo, a pasarela con otras personas. Cuando Lady Mary
estaba casi en su ultimo mes de embarazo se le ocurrió a su familia llevársela a
pescar a Escocia a la propiedad de sus primos los Flintshire. Después tuvimos
ese gran viaje a Londres para presentarle al Rey a Lady Rose. Mas adelante, Los
Crawley aceptaron la invitación de Lord Sindenby que serviría para que Lady
Edith y Lady Mary conocieran a sus futuros maridos. Y finalmente, los Crawley
acompañaron a Edith a un fin de semana con su futura suegra, en Northumberland.
Los Crawley y los Sindeby y sus criados |
Si los ficticios Crawley,
teniendo tremendo castillo, andaban pernoctando en morada ajena, mayor razón
para que Victoria Regina les alegrase la vida a sus súbditos con su presencia.
En la primera temporada, la embarazada reina debe conseguir permiso del Parlamento
para nombrar al marido como regente en caso de Vicky fallecer en el parto. Ya
la razón del permiso es bastante lúgubre, mas macabro es que los parlamentarios
están en contra de cualquier cosa que le de poder al Príncipe
Salchichas.
Victoria decide,
y eso que anda con nauseas, caerle de visita Sir Piers Guilford (James Whelby,
que no se pierde estas Horse& Manor)
uno de los mas recalcitrantes parlamentarios. Como ni Victoria ni su consorte conocen
el don del tacto y Sir Piers es un esnob, la visita es un martirio para todos.
Hasta Lochlein, el valet alemán del Príncipe es humillado por los sirvientes de
la Manor Guilford.
Lochlein fue objeto de las burlas de los criados |
Alberto con esa actitud de enfermo de Asperger
es quien mas se adapta, ya que ignora las molestias que causa. Acepta encantado
la oportunidad de andar matando pajaritos que le ofrece su anfitrión a pesar de
que escandaliza a sir Piers con su hábito de disparar a lo Far West, de
cuclillas y desde la cadera.
Alberto y su curioso estilo de disparar |
Para más remate, Sir
Robert Peel (Nigel Lindsay) llega de visita. A Alberto le encanta compartir
ideas ‘progresistas’ con el Primer Ministro lo que le provoca mayores nauseas a
su augusta esposas Alberto desaparece y se va a pasear en trencito con Peele.
Vicky que anda con antojo de nabo casi le mete uno en la cola al marido, hasta
que esté la convence de lo divertido que es andar en chucuchucu (léase locomotora
no se trata de otra postura sexual).
En la segunda
temporada y luego de otro atentado (para ser una petisa rolliza insignificante
la Vicky tenía muchos enemigos), la reina y su marido deciden ir a descansar a
Escocia. Este viaje, obviamente de placer, fue mas elaborado, y aunque Vicky
solo se llevó a dos doncellas, Skerret y la irlandesita, si se trajo a toda su
panda de compinches: la Duquesa de Buccleuch (Dame Diana Rigg) y su sobrina
Whilmina Coke (Bebe Cave), la Duquesa de Sutherland (Margaret Clunie) , el cuñado
Ernesto (David Oakes), Lord Alfred Paget (Jordan Waller) y hasta a Drummond (Leo
Sutter), el secretario del Primer Ministro.
Comitiva real en Escocia |
Toda esta manada,
sus caballos, criados y equipajes le caen al pobre Duque de Atholl (Dennis
Lawson) en el Castillo Blair en Pertshire. Para entretener a sus Altezas
Reales, el pobre Atholl inventa excursiones de pesca (no es temporada de caza)
para el día, y en la noche les ofrece sesiones de poesía recitada de manera muy
monótona por el médico de la familia. Hasta la escocesa Duquesa de Buccleuch se
queda dormida.
El Duque de Atholl recibe a los soberanos (ITV) |
Los Crawley llegan a Duneagle Castle (ITV) |
Esto es muy
diferente al interludio escoses de Downton, cuando los Crawley fueron agasajados
por los Flintshire. Aparte de tener que presenciar un par de peleas domesticas
de sus anfitriones, los Crawley lo pasaron magnifico y eso que Mary y Matthew intentaron
entrometerse en el romance de Edith y su jefe Michael Gregson que
milagrosamente apareció en la región con la excusa de que venía a pescar.
Volviendo a
Victoria, la reina y su marido ya no aguantan más. Alberto detesta las gaitas
que le recuerdan el lamento de un ciervo moribundo. A Victoria la excitan
sexualmente (No se necesita mucho para excitar a esa enana caliente) pero no se
la pueden pasar en la cama.
En una excursión
deciden fugarse. El pobre Duque les suplica que tengan cuidado, pero el
arrogante Alberto cree que es una brújula ambulante. ¿Resultado? Se pierden,
pasan hambre, pasan frio, Vicky casi se cae al rio. Mientras todos en Blair
Castle están de cabeza buscando a su soberana (“¿cómo pueden perder una reina?”
Exclama indignada la Duquesa de Buccleuch) los Saxe-Coburgo encuentran una casita
y adentro, no una bruja con un calderón humeante, sino una pareja de ancianitos
que tienen que darle su cama, su comida y hasta darle a Vicky unas lecciones de
costura.
Nada de eso es cierto,
pero nos entretuvo bastante. los que si la pasaron bien fueron las criadas. Skerret
hasta se consiguió un pretendiente escoces que le enseñó a bailar un Highland Ji.
Le quedó mucho mejor que al pobre Mr. Molesley (Kevin Doyle) que en "Downton Abbey" hizo el oso en una fiesta similar.
Molesley trata de hacerle al baile escoses |
Y Skerret lo consigue con más gracia |
Ni hablar de Alfred y Drummond |
Hay algo en el
aire de las Tierras Altas que predispone a las relaciones ilícitas. Fue en Duneagle
Castle, donde Edith contempló la posibilidad de ser la amante de un hombre
casado y es en los alrededores de Blair Castle, en “Victoria”, que Lord Alfred
y Drummond intercambiaron su único beso de amor.
Si “Victoria” no
les parece suficientemente downtoniana, ya estoy preparándoles una lista de series
que de seguro aplacaran su nostalgia por la Abadía.
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