jueves, 31 de mayo de 2018

Retrato en Tonos Pastel. La Otra Mirada: Capítulo 3



Llega el Baile de Otoño que le da la oportunidad a Roberta de caer en inconsistencias. Quien pagará los platos rotos será Angela que acaba de descubrir algo alarmante sobre si misma. Teresa y Paula insisten en la importancia del desahogo verbal de la mujer, pero la pobre Angela decide ejercer su derecho a enojarse en el peor momento.

Cada capítulo de “La Otra Mirada” ha estado enfocado en una maestra en especial. Esta vez le toca el turno a Angela. Conocemos a su familia, a sus cinco hijos (todos varones)  y a David, el marido. Guapo, simpático, cariñoso, comprensivo (deja que la mujer trabaje), la ayuda a amarrarse el corse,  y algo sorprendente en el marido español de aquel entonces, como ve a su mujer atareada, él viste y arregla a su prole.

Voy a dar un pequeño spoiler, porque la audiencia ya se ha quejado que la costumbre de la serie de dar información con cuentagotas lo que dilata el desarrollo de personajes. David está en la facultad preparándose para ser maestro. Entretanto , y mientras Angela trae el pan a la casa, el marido es Mr. Mom ocupándose de la comida y de los niños. Aunque parezca increíble e sin precedente en esa España no es totalmente inconcebible.

¿Para qué se han emperifollado tanto Angela y su familia en este día?  Pues para cumplir un requisito de moda en la burguesía española de entonces. Ir a posar por un retrato. La sorpresa es que al llegar al atelier del retratista, descubren que se trata de una mujer bastante guapa (noten el respingo de la maestra cuando Paula le pide disculpas a David por no saludarlo). Paula les cuenta que una vez soñó con pintar en serio, pero que las necesidades de la vida la han convertido en retratista.

Paula nota que Angela no está cómoda, eso la complica como artista. Le pide que venga a verla a solas, que tal vez ahí pueda bosquejarla con propiedad. Será en esa visita privada que la pintora advierta cuán tensa está su modelo. Angela tiene razones para estar tensa. Manuelita la ha puesto a cargo del Baile de Otoño, que pronto nos enteramos es una ocasión importantísima. Angela teme  no dar la talla y más encima Teresa no ayuda. 

Teresa , en este caso,  no da consejos, ni siquiera ofrece cambios como la acusó Luisa, solo se queja contra todo . Censura el baile por ser  es una ocasión creada para placer de los invitados y no para placer de las chicas. Bueno, entonces invéntese otra ocasión para que las chicas lo pasen mejor.
También se queja de que las chicas tengan que invitar parejas. ¿Qué tal si quieren ir solas? Ahí si estamos de acuerdo, sobre todo porque como vemos en el caso de Margarita no le resulta fácil invitar chicos  ni con Álvaro Peralta ni con Rafita al que Roberta no quiere ni ver. 

Al final tanto Margarita como Flavia fueron solas, entonces no sé porque Teresa hizo tanto tururú sobre él hecho. Son pequeñas patinadas del libreto. También la de pantalones se queja que a lo mejor las chicas no quieren ponerse vestido de baile. Bueno es como decir que quiero nadar con ropa de calle o ir a esquiar con minifalda y sandalias. Puedo hacerlo, pero …¿para qué?

El caso es que Angela está super estresada. Paula para desestresarla se la lleva a una pastelería y luego a pasear por la ribera del rio. A pesar de que Angela se llena la boca con el gran marido y los cinco hijos que tiene , Paula nota que no es feliz. Es cierto. Tener cinco críos aullando en la casa debe ser para tirarse por la ventana. Eso se soluciona con un poco de ayuda ajena, pero parece que Angela no tiene parientas que le echen una mano y obvio no tienen para nana. Si fueran ricos, Angela no trabajaría. (curioso que si tengan  para retrato familiar. Las prioridades…) Y francamente, Angela trabaja por necesidad porque detesta un empleo que le exige reprimirse más que en su casa.

Paula advierte en el dolor del costado de la maestra o un problema cardiaco o una ulcera que nacería de su represión. Le pide a Angela que grite. Así a lo Sally Bowles en” Cabaret”. Al principio renuente, Angela pronto se libera dando chillidos. Yo casi sin voz no le encuentro chiste al gritar, pero si conozco el desahogo de una buena llantina.

Angela vuelve a la escuela más recuperada, y decide hacer algunos cambios tal como traer una orquesta de jazz para el baile.  Bajo consejo de Teresa, modifica el menú, helado y merengues en vez de rosquillas.

Deciden levantarle el castigo a Roberta para que no se pierda tan magno evento. Roberta les dice que no quiere. ¿Como estas maestras  no notan que desde el episodio de la borrachera, Roberta anda rarísima? La misma Teresa usa la negativa de la alumna como señal de que a las niñas el baile les importa un pepino.

Aparece Rafita en la academia y a la cabeza de sus hermanos (no se mueven sino en grupo). Le pide perdón formalmente a Manuelita y suplica que levanten el castigo a la novia. Angela y Manuela son buenas tapaderas y no le cuentan que ya no hay castigo. Angela sube a pedirle a Roberta que baje a hablar con el novio. Roberta,  sin preguntar si la han delatado,  comienza con la cantaleta de “no se metan en mi vida”.  Luego dice que ha peleado con Rafita .

Flavia también está con ganas de no ir. Enrique no viene y no puede ir con Tomás. Se le ocurre una idea y recluta a Candela, la del buen corazón. Candela convence a Tomas que la invite a ella. Solo cuando el ingenuo cae en que todo es idea de Flavia, acepta. “Tanta planta y tan pocas luces” dice Candela.

Teresa da una clase de historia de arte en la que intenta demostrar que el arte clásico siempre muestra mujeres compuestas, “nunca sobrepasadas”.  La idea de los libretistas es yuxtaponer escenas de esa clase con la de etiqueta de Angela donde les impone a las niñas la necesidad de una actitud perfecta, sin malas caras durante el baile. Teresa está en contra del gran peso que llevan las mujeres que siempre deben aparecer serenas, contentas con su vida y ser las mejores, las más guapas etc.

Por supuesto que estoy con Teresa, es un peso injusto e insoportable, pero no me gusta ni como expresa sus ideas ni los ejemplos que utiliza. Al final suena tan falsa como esos afiches que,  hasta el día de hoy,  decoran calles y medios inculcándonos que  debemos medir tanto, pesar tanto, vernos guapísimas, etc.

Teresa ejemplariza su teoría de que el arte clásico muestra mujeres sumisas con dos retratos:  “La Encajera” de Vermeer y un retrato de Catalina de Aragón. Primero, que como Tudormaniaca, me rehusó a ver a mi Doña Catita como sumisa. Sobre todo porque las chicas se quedan con la idea de que Catalina no podía abandonar a Enrique. ¿Perdón? Catalina precisamente por lo que luchó fue para que Enrique no la dejara. Las máximas de Teresa son como lo ha llamado un crítico ”un discurso feminista impostado”.

Es un poco injusto acusar al arte clásico de perpetuar reglas patriarcales de sumisión y autocontrol. ¿Qué tal la Medusa de Caravaggio, o su Magdalena penitente, o cualquier representación de las mujeres de la Pasión?  Son cuadros donde aparecen mujeres enojadas, desoladas, desastradas. 


Medusa iracunda

Magdalena triste y despeinada

Las mujeres de la Pasión en crisis de llanto

Además hay cierto doble standard, porque recientemente la Galería de Arte de Manchester hizo retirar un cuadro pre-Rafaelita porque el representar mujeres lujuriosas y acosadoras daba un mal rostro a la imagen femenina. El icono de la pintura feminista, Frida Kahlo siempre se pintó serena, casi con una tiesura manierista. Pero lo importante, es que Teresa les ha dicho a las chicas (tal como Paula a Angela) que está bien descontrolarse, perder los estribos, gritar,  si es necesario.

Una noche, Teresa toma el fresco en las calles de Sevilla. Al pasar adelante de una taberna, le sale el coro de parroquianos que la llaman “monumento”. Eso no esta mal, pero los groseros se le acercan , la rodean, le lanzan tufo en la cara. La maestra,  muy precisa,  le recuerda que no ha hecho nada por llamar su atención.  “Ni te he mirado”. Del bar sale un hombre que dispersa a los moscos. Lo reconozco, es Nildo de la fiesta de la embajada en Lisboa. Teresa no lo reconoce, pero le reprocha sus amistades.

Nildo reconoce que los del bar no se han portado muy respetuosos. Cierto, si se supone que un hombre de bien  debe ser respetuoso con una dama ¿por qué agreden a Teresa? Obviamente ni es prostituta ni anda buscando hombres. Su aspecto,  por estrambótico que sea,  no puede ser menos seductor. Viste pantalones de montar, botas, blusa cerrada, casaca larga que la cubre hasta las rodillas.



Nildo le recuerda que se conocieron en Lisboa. Y esto si fue forzado, ninguno de los dos hace alusión a como acabó la fiesta de la embajada. Teresa y Nildo se van de paseo y de charla. Se pasan la noche platicando y paseando por el Parque de Maria Luisa. Teresa le da un nombre falso y le endilga su cháchara común sobre la importancia del amor libre si es que alguien cree en el amor. Al amanecer,  Teresa regresa al internado y Ramon no puede creer cuando ella le cuenta que se ha pasado la noche de tertulia con un hombre.

Angela hace otra visita al estudio de Paula. Se la ve mucho más desinhibida. Se suelta el cabello, se quita los zapatos, hasta pide ayuda para aflojarse el corsé Todo va bien hasta que en tanta ayuda, las manos de las mujeres pasan a las caricias y casi acaban en beso. Horrorizada, la maestra huye y sufre de un cambio casi bipolar. Rechaza las modificaciones de la fiesta y cancela la orquesta de jazz. Nadie la entiende.

Llega la famosa fiesta. Teresa le ha avisado a Manuela,  con un arranque de niña caprichosa, que no está de acuerdo con el baile, que se pondrá ” lo que ëncuentre”y que planea emborracharse. Yo que Manuela la encierro en su cuarto a pan y agua.  Bueno,  resulta que lo “lo que encontró para ponerse” es un vestido muy elegante, con joyas y turbante haciendo juego. . Ahora es  un poco exagerado que Teresa ande caminando como si no hubiera usado tacos en su vida, cuando en el capítulo anterior la vimos moverse con mucho garbo en la fiesta de la embajada. El pobre Ramón queda con el ojo cuadrado cuando la ve, pero a Teresa (a la que no le gustan los cumplidos)  le señala que anda con la bragueta abierta.

Angela llega con su marido, pero se lleva la sorpresa de su vida al ver llegar a Paula. Resulta que la pintora es la madre de Macarena.¿ Me van a decir que nunca se han visto en esa escuela?  Angela se pone muy nerviosa. Se les acercan Manuelita y su marido. Parece que las parejas son amigos. 


Martín es un juez, un hombre de mundo y que está para chuparse los bigotes. me suena conocida su cara. Veo en Wikipedia que es Jordi Coll, el Padrecito Gonzalo de “El Secreto de Puente Viejo”. Lo que hace un buen corte de pelo y un bigote, porque en Puente Viejo siempre parecía que se le iban a meter los pelos en la sopa.

En eso llega Nildo, la llama “Teresa” La aludida está feliz, pero sorprendida. ¿Cómo supo su nombre y donde encontrarla? Nildo se ríe. Es fácil, es la única mujer que se pasea por Sevilla en pantalones. La que se quejó de “tener que aguantar un acompañante toda la noche” ahora está encantada con el portugués. Esto no pasa desapercibido a Ramon que ya quiere ponerle los puntos sobre las ies al rival. Teresa se lleva NIido con un “¡Vamos a emborracharnos!”

La invitación a embriagarse la discutiré si me da tiempo, pero algo que me sorprende y que es parte de un presentismo que afea la serie. Hasta la Transición, España fue un país clasista, la diferencia de clases estaba más arraigada en sociedades patriarcales como la andaluza. Aquí sin embargo, a nadie le molesta la amistad de Teresa con un criado,; Ramón se dirige con familiaridad hacia Nildo a pesar de que es obvio que el portugués es de una clase superior; pero,  para mas remate, han invitado a Ramon a la fiesta.

 Ni  el que sea un criado de confianza explica que se le permita codearse con los padres de las alumnas. ¿Con quién va a bailar?¿ Con Doña Manuela?¿ Con alguna alumna?  Aunque no me parecería mal que hubiese un romance entre alguna interna y Ramón, la diferencia de edades es el gran tabú de las series “progres”.

A Tomasito Peralta la noche le ha resultado nefasta. Candela, su acompañante, le ha dado por bailar con otros y lo ha dejado abandonado. Se sienta al lado de Margarita que ha venido sola y que lo marea con una cháchara que el chico no oye. Al final la llama “Maricarmen”. En eso llega Flavia en compañía de sus padres. Comienza una serie de miraditas furtivas, sonrisitas y cuchicheos detrás de columnas.

Doña Manuela, a la que no se le escapa nada, capta esos intercambios. Tomás se va al jardín y le pide a Flavia que lo siga unos minutos después. Doña Manuela sigue a la alumna y le ataja. Le dice que ella ”no se cayó de ningún guindo” así que no pretenda engañarla. Ahora mismo va Flavia  a darle corte a Tomasito, o Doña Manuela arma medio escandalo contándole a los padres de la alumna. 




Flavia va y le dice a Tomás que no lo quiere. Vuelve llorando al salón. Tomás la sigue con cara de querer llorar. Se vuelve a sentar junto a Margarita, esta vez si recuerda su nombre y la invita bailar.


Teresa lo está pasando bien, pero levanta la mirada y ve a Roberta con cara triste observando desde la galería. Sube y la insta a bajar. Roberta se pone en plan difícil. No tiene que ponerse, no tiene acompañante, no quiere parecer solterona, todos hablarán de ella. Muerta de risa, Teresa le recuerda que ya hablan de ella. “Te vas a perder este instante precioso?” le pregunta. Le dice que baje de uniforme al menos así no irá ‘disfrazada” como las otras. No me gustó ese apelativo despectivo a las galas de las niñas. Es obvio que Roberta también querría ir “disfrazada”.  ¿Entonces cuando Teresa se viste elegantemente, también va disfrazada?

Yo creo que en su maleta  debe haberse traído algún otro disfraz  para prestarle a Roberta. Y Roberta no tendrá vestido de baile, pero seguro que tiene vestidos bonitos, o lo que llevó el año anterior. Muy forzado lo de bajar en uniforme.  Teresa se reúne con Nildo. Lo que no sabe es que mientras consolaba a  su alumna, el portugués se le metió en el cuarto, lo registró bien registrado y descubrió las fotos y el archivo bajo el colchón. Ya me parecía raro que hubiese llegado de nuevo a la vida de la maestra.

Roberta baja de uniforme y es bien recibida por sus amigas, pero su alegría cesa al ver entrar a Rafita al salón. Pretende huir, pero él la sigue. No entiende su comportamiento. Se disculpa por haber sido un patán el día de la fiesta y haberla dejado irse sola. “Eso no fue lo que pasó” solloza Roberta, pero en vez de contar lo que con tanto celo oculta, pregunta qué hace Rafa aquí. ¿Quién lo invito al baile.? Su novio le dice que fue Doña Angela para facilitarles una reconciliación. Es triste pensar que Angela actuó con buena intención.

Roberta no lo cree así. Irrumpe en el salón y apostrofa a su maestra a grito herido y enfrente de la concurrencia. Exige hablar con ella. Azorada (Angela ha dicho temprano que odia los gritos), la maestra le pide que se espere. Pero Roberta, que seguro recuerda lo que le ha dicho Teresa “(¡enfadaos!   ¡gritad!”) exige saber por qué se mete en su vida. A mí lo que me sorprende es la cobardía de la concurrencia que no acude en apoyo de Angela, pero supongo que está en shock como ella.

Desde un punto de vista moderno lo que Roberta hace es desacato a autoridad (mal que mal Angela es su maestra) y agresión verbal. Pero desde el punto de vista de entonces, Angela le hubiera podido soltar un mamporro por histérica y desubicada. En cambio,  le dice que lo dejen para otro momento. Pero Roberta sigue aullando de que Angela no debió invitar al novio.

Ya esto supera Angela que exige saber,  también enojada,  las razones para que Roberta haya mentido. Le recuerda a la estudiante que se le levantó el castigo, que se le ha permitido reintegrarse a una fiesta en la que todo se ha hecho para hacerla feliz. “Tienes una vida privilegiada “ le dice. La acusa de boicotear el baile  , de ser una consentida y una desagradecida,  de solo saber quejarse “¡te quejas, te quejas y te quejas ¡” le grita. Solo nosotros sabemos que está acusando a la alumna de su propia ingratitud. Angela se ve como una ingrata con su marido y con la vida.

Ahora el publico reacciona, las maestras le piden calma a Angela.  Manuelita le ordena a Roberta que se vaya a su cuarto. Como todos los cobardes, Roberta lloriquea. No sabe por que su maestra la agrede (la verdad duele) dice que no le ha hecho nada para que se ponga así. 

Roberta se va a llorar a su cuarto, Angela se va a llorar a la terraza. David la sigue e intenta calmarla diciéndole que no es culpa de ella. Como me ha ocurrido en “Killing Eve “y en “Disobedience”, es el marido el que me da más lástima (no que Angela no me la inspire).

Angela se va a llorar al jardín y ahí la encuentra Paula que viene a despedirse. Las dos se ven confusas, intentan establecer distancia, se nota que ninguna sabe que hacer. Angela dice que no puede tirarlo todo por la borda. “No  te lo he pedido “dice la pintora. Están a punto de besarse,  cuando sienten el ruido de pasos que se alejan. ¿Quién las habrá visto?

¿Me van a creer si les digo que no me gustó ningún vestido esta noche.? Algo que no me gusta de los  Locos 20s son los vestidos de fiesta y en este baile todas parecían vestir el mismo traje, tonos muy pálidos, variaciones del blanco, cremas, marfiles, lentejuelas, breteles. Tal vez Teresa tenía razón en lo de los disfraces, porque también vino en blanco y oro.




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