martes, 24 de mayo de 2022

Los Misterios de la Yakuza: Tokyo Vice en HBO

 


Hace un poco más de una década que los gánsteres se han tomado por asalto las series de televisión, sobre todo las de época. Así hemos conocido los bajos mundos de Odessa, Belgrado, Varsovia y por supuesto el Birmingham de Los Hermanos Shelby. Ahora el modelo ha tomado nuevas formas en un espacio “retro”, Tokio en 1999. Eso es lo que encontramos en Tokyo Vice, nueva serie de HBO.

La serie describe una investigación periodística sobre el bajo mundo de Tokio y los quehaceres de la Yakuza, el crimen organizado japones. Como otras mafias, la Yakuza (que se remonta al Siglo XIX) está dividida en clanes y posee rituales y tatuajes muy particulares, aparte de un código de honor que castiga a quienes revelan sus secretos.


Las Desventuras de un Periodista Gaijin

Tokyo Vice está inspirada en el libro homónimo (traducido al castellano) de Jake Adelstein, un periodista americano que por una década trabajó en la crónica roja del Yomiuri Shinbune, entonces el periódico más grande del mundo. La serie ha tomado muchos aspectos del libro, pero en otros se ha concentrado en una ficción propia dirigida por Michael Mann, creador de la legendaria Miami Vice.



A comienzos del siglo, Adelstein descubrió una noticia que involucraba a una importante figura de la Yakuza. A pesar de que su periódico se negó a publicarla, y que hubo amenazas en contra suya, Adelstein logró sacar al aire la noticia. Renunció a su empleo, pero no se exilió del Japón que sigue siendo su hogar. En el 2008 publicó Tokyo Vice, un recuento de sus aventuras como cronista de noticias policiales.

Por razones de tiempo y espacio, la producción de Mann ha reducido la etapa de Adelstein en el Yomiuri (cuyo nombre ha sido cambiado a Meisho Shimbun ). La acción comienza en el 2001, con Adelstein siendo amenazado por miembros del Clan Tozawa, De ahí hacemos un salto a 1999 a cuando Jake postuló al periódico.

Aunque han cambiado la cronología a nuestro siglo 21, se siente de a comienzos de los 90 en que todavía reinan los faxes, no se menciona la Internet, y la gente porta beepers. Cuando aparecen los celulares son de esos antiguos sin cámara y con antenitas. No hay CD-ROM, ni DVD ni Blu-ray. La información circula en casetes y videocasetes. Curiosamente, el vestuario masculino parece de los 80, con esos trajes holgados que pusieran de moda Don Johnson y Philip Michael Thomas en Miami Vice.




Al comienzo,  la historia es un poco lenta y aburrida y se cifra en las peripecias de Jake Adelstein (Ansel Elgort de West Side Story) en el periódico. Tras tres años en Tokio, y hablando japonés, el chico de Missouri todavía no comprende la cultura nipona (hay quienes han vivido 30 años en Japón y todavía no la dominan). Efectivamente, Adelstein fue el primer extranjero (Gaijin es el término despectivo que se le aplica) en trabajar para el periódico, factor que no hace gracia ni a sus supervisores ni a sus compañeros.




El origen judío de Adelstein también parece preocupar a sus colegas. Durante la entrevista de trabajo le preguntan si “los judíos comen sushi”. “Todos los días” responde el judío de Missouri. Es cierto,  en algunos casos, inclusive un judío ortodoxo puede comer sushi si no contiene mariscos.

La segunda pregunta es más incomoda. Le preguntan si es verdad que los judíos controlan las riquezas mundiales. Parecerá descortés que Jake Adelstein responda “si lo fuera,  yo no aceptaría este empleo ni este salario”, pero es la adecuada para una interpelación inconveniente de parte de gente que aprecia la cortesía.

Desde el primer día de trabajo,  el pobre Gaijin lleva las de perder. Comienza llamando a su supervisora por su nombre de pila. Emi Murayama lo pone en su sitio con un par de coscorrones verbales, pero esa noche,  en una fiesta del periódico,  Jake nota que Murayama -San es obligada a atender el bar solo por ser mujer. En esta fiesta,  el novel periodista descubre que lo apodan a sus espaldas “Mossad” por creerlo un espía israelí.



En Japón No Hay Asesinatos

El segundo gafé es más grave. Murayama-San encarga a Jake escribir una nota sobre un asesinato reciente. Adelstein ha estado en la escena del crimen y sabe con certeza que no es muerte accidental. El apuñalado tiene cortes en las manos que indican que intentó defenderse.



Jake va a casa del muerto y descubre por su correo que la víctima debía cuantiosas sumas a una compañía que parece no existir. El periodista pone todo eso en su artículo. Tanto él como Murayama-San reciben un tremendo regaño. Se suponía que debía copiar verbatim el informe policial. Nadie le ha solicitado que investigue por su cuenta.

El frustrado Jake busca la ayuda del más famoso policía de Tokio quien le da un primer consejo. En los medios japoneses jamás se habla de “asesinato”. Hay homicidios y muertes accidentales, nada más. Esa noche Jake conocerá a dos personas que serán importantes en su estadía en Japón: Samantha, la hostess estadounidense del bar de Duke,  y Sato. Jake no sabe distinguir lo que los niños de la calle si pueden reconocer (gracias a características como el cabello engominado y un elaborado tatuaje en el brazo).  Sato es un Yakuza.



La noche acaba con Jake y otros asistiendo a un suicidio público, un hombre se incendia en medio de la calle. Cerca del sitio del suicidio,  Jake encuentra una caja de fósforos con el mismo logo de la compañía fantasma. Será la anciana viuda quien dé una explicación al periodista. Su esposo pidió un préstamo a esta compañía y no pudo pagarlo. Entonces comenzaron las presiones. Es propio de una cultura en la que el honor sigue siendo importante, que la primera medida en contra del deudor moroso es hacer saber a todo su entorno que es un ente despreciable que no cumple con sus compromisos. Se le cancela exponiéndolo como alguien sin honor.

La segunda movida es amenazar a su familia. La anciana le explica a Jake que su esposo se suicidó para protegerla. Muerto el deudor, las deudas se entierran con él. Paralelas a la trama de Jake, hay otras subtrama, una de ellas es la del policía Hiroto Katagiri ( Ken Watanabe de El último samurái) que hace años que anda tras la Yakuza y cree que estos préstamos vienen de una de sus familias.

El periódico se niega a seguir la historia de Jake que se ve condenado o a escribir falsedades o a hacer nada. Ya para el segundo episodio, la ingenuidad del chico de Missouri se ha convertido en estupidez, y su ambición en arrogancia desubicada. Ya no le tengo lástima cuando mete las patas, y lo reprenden o estafan.  Mas me interesa la trayectoria de Sato que presenta similitudes con el Gaijin, en su deseo de ascender en el mundo de la Yakuza tal como Adelstein quiere ascender en el mundo periodístico, pero ambos cometen errores que los llevan a ser regañados por sus superiores.





Sato viene de la pobreza. La Yakuza le ha proporcionado una identidad, pero no es suficiente. El joven gánster se ha enamorado de Samantha cuya historia también es una subtrama. Hasta el capítulo cinco, no sabemos quién fue, a Jake le cuenta dos versiones de su vida anterior. Si sabemos dónde quiere llegar. Tiene sus ahorros escondidos tras un panel de la cocina y su sueño es abrir su propio night-club. Entretanto es la azafata codiciada de un bar donde las chicas, la mayoría extranjeras , son sujetas a abusos verbales y extorsiones por parte de los patrones.

En el tercer episodio los caminos de Jake y el policía Katagiri se entrecruzan. Una noche que se ha quedado a dormir en la oficina, Adelstein recibe una llamada avisando sobre una situación de rehenes en un bar local. Se trata de una intromisión del Clan Tozawa en territorio Ishida. Llega Katagiri que con solo palabras desarma a los armados y acaba con el problema. Impresionado, el periodista saca fotografías. El ruido de la cámara alerta a que le quita el filme y le ordena no escribir sobre lo visto.




Adelstein obedece, pero cargado de regalos,  se aparece en la casa de los Katagiri, conquista a la familia y convence al policía con su franqueza. Katagiri le explica que la Yakuza está tan integrada a la cultura japonesa que es imposible erradicarla. La labor de la policía es mantener la paz entre los clanes y evitar violencia. Debido a lo que presenció Adelstein, los culpables de haber puesto en peligro esa frágil tregua,  serán entregados por sus mismos clanes a la autoridad.

En agradecimiento por su silencio, Jake es invitado por su nuevo mentor a cubrir el arresto de los gánsteres díscolos. El policía y el periodista intercambian confidencias . Ambos vinculan los suicidios y los préstamos a la Yakuza.  El crimen organizado también se ha interesado en esta sinergia Katagiri-Adelstein. Sato informa a sus jefes de las intromisiones e investigaciones de “Mossad” y la Yakuza lo secuestra.



Tokyo Vice es una serie interesante, pero con altibajos. Me temo que el elenco japones actúa mejor que los actores caucásicos. En la trama, no hay manera que puedan interesarme los problemas familiares de Jake y su hermana, una especie de maniaco suicida, que lo abruma con casetes donde lo acusa de haberlos abandonado. Me atraen mucho más los personajes japoneses. Sato y Emi Murayama son mis favoritos, pero toma la mitad de la temporada descubrir quienes son.

Jake-Sato-Samantha: Un Triángulo Fatal

Nunca pensé que abogaría por un poco de violencia en una historia, pero para pertenecer al género gansteril Tokyo Vice ofrece al comienzo, muy pocas fuentes de conflicto y todas se solucionan muy rápido, y con intercambio de palabras y no de tiros. Está claro que se trata de una sociedad muy controlada, al punto que todo impulso humano es reprimido. Mas que un país de asesinos, parece ser un país de suicidas. Ese es el único acto de pasión permitido.

Lo notamos en el tercer episodio. Sato enfurecido ante un comentario ofensivo en contra de Samantha, desafía al ofensor a un duelo de puños. La furia reprimida del joven gánster lo lleva a casi a matar a su contrincante por lo que es severamente amonestado por sus superiores. Un gánster debe ser disciplinado. Sin embargo, la violencia tiene su lugar y lo vemos cuando Katagiri golpea a un sospechoso durante su interrogatorio.




A mediados de la temporadaexactamente en el cuarto episodio las cosas comienzan a moverse. El secuestro de Jake es para que el Oyabun (padrino) de Sato solicite su ayuda. El Clan Tozawa quiere su territorio,  para eso esparce rumores de que Ishida soborna policías y delata a su propia gente. Si sus hombres llegan a creerse esos cuentos, Ishida es hombre muerto.

Jake contacta a Katagiri que se encarga de ese asunto. Finalmente, Adelstein logra convencer a Emi de investigar la misteriosa empresa prestamista y su conexión con la Yakuza. Tras una visita al viudo de una peluquera obligada a suicidarse, consiguen la dirección de la elusiva firma y la visitan, pero vuelven a foja cero al descubrir que el supuesto director es un anciano paralitico. No hay a quien colgarle los muertos.



Mientras Emi se va a investigar por su lado, Jake se va de parranda con Sato.  No sabemos si el joven gánster lo hace para recaudar información o es su soledad y enajenación las que lo empujan a buscar amistad con el Gaijin. Comienzan en una disco donde Jake “se levanta” una chiquita japonesa. Van a un lindo motel parejero y solo a la salida, cuando Sato le paga, el periodista descubre que su acompañante es una prostituta.



Acaban la noche en un distinguido restaurante chino, todo pagado por el rumboso Sato. En el restaurante divisan al Oyabun Tozawa. En uno de sus compulsivos ataques de imprudencia, Jake lo interpela, sin ningún respeto (le dice “gánster”) y se ofrece a hacerle una entrevista.

Se ha hablado que una razón para desviar la serie del libro es que la crónica de Adelstein está llena de actuaciones poco heroicas y políticamente incorrectas que no corresponden a un protagonista de la Era Woke (acostarse con fuentes de información, chantajear, etc..) por eso eligieron hacerlo insufriblemente ingenuo.

Es menos mundano que el personaje de Mel Gibson (que se le asemeja) en The Year of Living Dangerously. Es más parecido al Americano Impasible que creara Graham Green, y como tal es arrogante hasta el punto de ponerse en peligro él y exponer a los que lo rodean. El problema con Jake es que al ser políticamente correcto se vuelve aburrido, bobo, incluso pesado. Hasta su manera de correr es antipática y recuerda la descripción que su jefe hace de el “mitad judío, mitad simio).



Adelstein es también egoísta y dado a crisis infantiles. En una de sus pataletas de chiquilín les grita a Sato y a Samantha “Ustedes son tal para cual”. No es cierto. De hecho, Samantha y Jake son tal para cual en su entitlement caucásico. Ambos son ingenuos cuando deberían ser listos, y egoístas cuando deberían ser responsables.  Por el contrario, Sato camina siempre sobre una cuerda floja entre las reglas de la Yakuza y su compasión.



Jake y la rubia comparten algo más. Ambos están huyendo de familias que desean que regresen. No se entiende por qué ambos están obsesionados con vivir en un país que no los quiere y una cultura que no entienden. Podrían cumplir sus sueños en USA, no necesariamente en Missouri o Utah (de donde proviene Samantha). Sato, en cambio, sin arrepentirse de ser un gánster, sufre de nostalgia de la familia que le cerró las puertas cuando se unió a la Yakuza.

Entretanto, Samantha enfrenta sus propios demonios. Ha conseguido local para su club, pero comete el error de confiar en la más boba y boquisuelta de sus compañeras. Pronto el Clan Ishida se entera de la defección de la rubia-trofeo y envían a Sato a amenazarla Samantha comienza burlándose de la cortesía del joven sin reparar en sus advertencias. Notando una debilidad donde debería existir amenaza, se vuelve agresiva. Cuando Sato le dice que quiere protegerla, le lanza una despectiva: “¿Soy acaso una damisela en peligro?”



Sin embargo, el peligro rodea a la Gaijin. Su cliente más atractivo resulta ser un detective privado contratado por gente a quien Samantha desfalcó en el pasado. Samantha es una damisela en peligro y el único caballero que la puede rescatar es Sato.  Aunque es una relación muy romántica, también será el talón de Aquiles del joven pistolero. Samantha,  en su egoísmo e implacable búsqueda de sus sueños, se convierte en la femme fatale de un cuento que básicamente es un Noir japones.



En todos los Noir que involucran familias de gánsteres hay hampones buenos y hampones villanos. Tokyo Vice no es una excepción. El jefe del Clan Tozawa es un sujeto siniestro que golpea mujeres y mata inocentes. En cambio, Sato, además de sensible y melancólico, es un hombre de honor. Una cualidad que comparte con su Oyabun Ishida, una especie de Don Corleone,  que, por seguir apegado a tradiciones antiguas,  está siendo amenazado por una nueva Yakuza, despiadada, corrupta, sin lealtad ni respeto por costumbres ancestrales.

En resumen, los mejores personajes y subtramas están en el bando japones. Por eso, a pesar de la lentitud del comienzo, la recomiendo. Tokyo Vice puede encontrarse en la plataforma de streaming HBO/MAX

Contenido Violento y Gory: Un par de suicidios espectaculares, la pelea violenta de Sato, en el quinto episodio hay una fantástica lucha entre los Tozawa en contra de Sato e Ishida que recuerda a películas de samuráis. .



Contenido Sexual: Muy equilibrada en el tema paridad. Escena de sexo de Jake y prostituta con desnudo de la nena; escena de sexo entre Sato y Samantha con el chico desnudo de espaldas; escena muy gráfica (con felación incluida) entre Tozawa y Mizaki su querida oficial.

Contenido Feminista; En esa sociedad tradicional y tremendamente patriarcal venos que las mujeres son relegadas constantemente,  y no solo las extranjeras. Vemos a Emi darles órdenes a varones en su jornada laboral, pero llegar casa y recibir gritos de un hombre que parece vivir echado en el sofá viendo televisión. Por otra parte, vemos a Sato cocinarle a Samantha en un reverso de roles.



 La escena más representativa de la sumisión femenina es cuando,  tras pasar un mal rato en la cama,  Mizaki se acusa de ser la culpable de la impotencia de su pareja, el poderoso gánster Tozawa. La más representativa del poder de la mujer sometida es de Emi cenando con detectives a los que quiere sonsacar. Uno, borracho, comienza a manosearla. Murayama-San lo calma recordándole que él tiene una hija adolescente que lo respeta mucho.

                       Mizaki se culpa de la impotencia de su amante

Factor Diversidad: En un vuelco del escenario normal, vemos como el racismo puede funcionar en contra de los blancos cuando son minoría. En el caso de Jake Adelstein opera más en contra suya el ser judío que ser Gaijin.  Me encanta que los niños al verlo griten “¡Tengu!”(duende) porque solo así se explican su palidez y tamaño.

 

jueves, 19 de mayo de 2022

Diversidad y Feminismo en Julia: ¿Cuan Woke era la Gran Chef? (II)

 


Al ser una producción de la HBO, Julia debía, por fuerza,  adherirse a las reglas de la Era Woke. Me interesaba ver como las manejaría Daniel Goldfarb quien ha estado involucrado en la popular serie The Marvelous Mrs. Maisel. Aunque ahí el mal uso de la diversidad tiene como mayor culpable a Amy Sherman Palladino,  en Julia Goldfarb es quien lleva la batuta y la lleva mal. En lo que se refiere a rumores tales como la homofobia de los Child o el supuesto lesbianismo de la chef, Danielito vuelve a hacer de las suyas respondiendo dudas con mentirijillas dignas de Weiss&Benioff.

¿Fue Julia Injusta y Racista con Alice?

Comenzaremos con el tema de la diversidad racial. Tal como era Cambridge en ese entonces, la serie es inmaculadamente blanca, con la excepción/inserción del personaje de Alice Neman, graduada de Oberlin, franco parlante, y que, como Julia Child, ¡ha estado en Paree!

Alice es el gran apoyo de Julia en la WGBH. Ella representa un arquetipo de estos dramas culinarios, el personaje que impulsa a la cocinera mágica a crear y termina convirtiendo la gastronomía en una religión de la cual la chef es la gran sacerdotisa. El problema, y ya se han elevado críticas, es que Alice es una mujer afroamericana y no lo parece. 



Su condición femenina la hace objetivo de machismo accidental e intencional, algo que entienden Julia y sus seguidoras, pero su color pasa desapercibido.  Lo cual es irreal en el Estados Unidos, de comienzos de los 60, enfrascado en la batalla de los Derechos Civiles.





Sin embargo, en el quinto episodio (el peor de la serie) ocurre algo inaudito en esta Era Woke, de Black Lives Matter y ataques contra la “Fragilidad Blanca”.  The French Chef ha recibido un alza de presupuesto y Alice una mínima promoción que le otorga un poco de poder. Su primer paso es contratar ayudantes profesionales que reemplacen a señoras de buena voluntad como Avis y Dorothy. Recordemos que, en el mismo episodio, Dorothy abandona el plató y Mrs. De Soto, que detesta las mollejas, se las encaja a la productora para que las lave. Alice tiene sobrada razón para buscar auxiliares más responsable, pero Avis resiente la medida y va a quejarse con Julia.

                    Avis le hace asco a las mollejas

Esta se aparece en la oficina de Alice y,  con la sutileza de un mastodonte,  le lanza un regaño que hace llorar a Miss Naman, recordándole quien es la puta ama ahí y como la productora se está tomando atribuciones que no le pertenecen. Solo faltó que le gritara “¡Ya negra atrevida, vuélvete a tu fogón!”. Que Julia (cuyo corazón era de mantequilla) acabe consolando a su productora, y en un gesto de “Gran Salvadora Blanca” le otorgue a Alice el puesto que otros le niegan,  no borra esa imperdonable escena. Es extraño que Alice Burton, en su recap de Vulture note el racismo de un carnicero que atiende a las blancas ante que, a Alice, pero no repara en este intercambio Child vs Naman.

              El carnicero atiende a las blancas e ignora a Alice

Julia en el País de los Gays

En el cuarto episodio, promoviendo su libro y programa en San Francisco, Julia se encuentra con su gran amigo y colega, el famoso James Beard. Se van de parranda y acaban en un bar gay donde Julia, un poco incomoda, conoce a Coco Van, un transformista que la idolatra hasta el punto de imitarla. La noche acaba con Julia, bastante achispada, en el escenario cantando a dúo con Coco.

                           ¿Cuál es la verdadera Julia Child?

Se ha hablado mucho de si tal suceso ocurrió o pudo ocurrir. Julia Child era un producto de su época, sabia de la existencia de los homosexuales, pero no era un tema que le interesase discutir ni en público ni en privado. Aunque consciente de que Beard era gay nunca lo reconoció ante el chef. 

Debido a eso, es casi imposible que la hubiese llevado a ese tipo de bar, no por ser un sitio impúdico, sino porque (algo que pocos saben o recuerdan)  la actividad homosexual en Los 60 estaba legalmente prohibida tanto en USA como en el resto del mundo. Estos bares clandestinos eran solo conocidos por sus clientes exclusivos y se tenía mucho cuidado sobre quienes sabían de su existencia y de qué tipo de gente venía a ellos.

Hablando de la heterosexualidad de la cocinera,  su tamaño, aspecto masculino y el haber perdido su virginidad después de los treinta años, hizo que los prejuicios de su época especulasen sobre su orientación sexual. Vale decir que las acusaciones de lesbianismo (y entonces eran acusaciones difamatorias)  siempre vinieron de sus contrarios homófobos. La serie, sin embargo, saca a relucir un suceso inventado.

                            La problemática Iris

En una reunión en Smith con ex condiscípulas, Julia se encuentra con una compañera la que le cuesta identificar. A solas, Iris admite ser lesbiana y agradece a Julia haberla ayudado a salir del closet. Julia está estupefacta y aún más cuando la amiga le recuerda una noche en su adolescencia y que estando borrachas,  se lanzaron al rio desnudas. Como Julia ha bloqueado totalmente la experiencia, y como Iris es muy imprecisa sobre lo que pasó, no sabemos exactamente cuál fue la participación de la chef en este despertar sexual de su ex compañera.

En esta época en que todos parecen (menos Servidora) haber tenido alguna experiencia homosexual, no veo esta invención intercalada como difamación. Por el contrario, creo que este episodio fue embutido para borrar la imagen de Los Child como “homófobos” que han adquirido gracias a entrevistas con amigos y libros y documentales.



 Lo cierto es que si bien (como casi todos los de su generación) el matrimonio no consideraba la homosexualidad un tema de conversación prioritario, el gran cambio ocurrió a mediados de los 80. Tras perder un amigo cercano debido al flagelo del SIDA, Julia Child se embarcó en una militancia que buscaba soluciones, cura y dar información sobre el HIV. En esa militancia abogaba también por los derechos de la Comunidad Gay.

El Club de La Misandria

He dejado para el final este tema puesto que es complicado asociar a vida de Julia con un feminismo militante, y la serie no nos ayuda. Por un lado, tenemos esa “Confederación de Mujeres” que intenta proteger a Julia, pero que a ratos se ve como una combinación de autoayuda con una adoración condicional de un ídolo que todas creen de su propiedad. Esta competencia lleva a la “red de estrógeno” a ser rivales entre ellas, y (¡horror!) ver a Paul como un rival que hay que sacar del camino.



Vemos a Avis gruñirle a Paul en cada encuentro, a Alice ponerle caras,  y hasta Judith se indigna al saber que tendrá que pasarse las vacaciones en la cocina con el marido de su amiga. En realidad, fueron Julia y Paul quienes efectuaron los experimentos para hornear pan. Judith no tuvo nada que ver. Irónicamente, ella escribió un libro de cocina The Book of Bread ydoble ironíalo escribió con su esposo (¡!!)

                         Paul y Judith intentan hornear baguettes

Por décadas he oído a machistas decir que “las amigas de una novia/esposa solo sirven para separar parejas”. Esta serie no desmiente ese prejuicio. Es una suerte que estos eventos no ocurrieron en la vida real porque no creo que ni un matrimonio tan bien avenido como el de Los Child hubiese soportado esos celos negativos.

                       A Judith no le gustó la idea de cocinar con Paul

Para ser francos, Julia no está dirigida ni a un público feminista ni a un público joven. No hay nada en ella para atraer a Millenials y Zetas. Entonces hay que aceptar que su público somos nosotros, los que crecimos con Julia Child en pantalla de viejos televisores, los que aprendimos a cocinar con ella, los que nos reímos de ella y con ella, y al final aprendimos a admirarla. En ese marco, reconozcamos que el argumento tiene pantanos de mentiras y absurdos. Evitemos caer en ellos.

¿Fue Julia Child un Obstáculo para el Movimiento Feminista?

No podría terminar de hablar sobre el ángulo feminista de Julia sin meterme en el penúltimo episodio.  Disculpen los spoilers. En este capítulo titulado “Foie Gras”, Julia viaja a Nueva York como invitada de honor de una cena de gala en el Waldorf Astoria para honrar a los achievers de la PBS

Antes la chef tiene un cena en Lutece con Judith y Blanche Knopf. Este es el primer round de la cocinera con un tipo de mujer de carrera, ejecutiva/empresaria,  que no la ve con buenos ojos.  Blanche,  molesta con la lentitud del libro de Julia y con el tiempo que Judith le dedica, aprovecha de humillar a su clienta dándole cocotazos donde más le duele: su cocina, su comida, su exuberante personalidad. Como si el bullying judío no fuese suficiente, llega el chef André y medio en broma, medio en serio suplica a Julia que no estimule a las mujeres a ser maestras de cocina ya que les quitarán el empleo a los hombres, además, la mujer francesa nunca llegará a ser chef.

                         Tenso almuerzo en Lutece

Blache compara el foie gras con el higado picado que su madre preparaba para Pesaj

Con esto en mente, en la gala, Julia hace un discurso en el que afirma no cocinar para los maestros de la Haute Cuisine, sino para amas de casa. Su meta es liberarlas llevándolas a un viaje de conocimiento que expandirá sus horizontes. Aunque todos aplauden, a Julia le llega un baldazo de agua de parte de nada menos que Betty Friedan. Aunque este es otro encuentro inventado, sabido es que esa ola de feminismo,  semi fundada por Friedan y sus cómplices,  odiaban la cocina viéndola como parte de la esclavitud a la que se sometía las mujeres.



Eso es lo que expresa la autora de The Feminine Mystique , quien con la famosa estridencia Friedan (Oy cuando las judías nos ponemos histéricas ...)  acusa a Julia de sabotear al movimiento feminista encarcelando a las mujeres en sus propias cocinas. Aunque tanto Paul como Russ defienden a la chef,  Julia, al borde de las lágrimas,  se refugia en el lobby donde es consolada por el mismísimo Mr. Rogers.

        Russ Morash defiende a Julia
             Y Mr. Rogers la consuela

No hay un récord histórico de que este encuentro haya tenido lugar, pero sabemos que Friedan detestaba tres cosas: lo burgués, el glamur (de ahí su eterna rivalidad con Gloria Steinen) y cosas de chicas (“girlish thngs”) .  Julia Child representaba las tres cosas. En otras palabra lo que hoy llamarían “privilegio de mujer blanca”; una actitud frívola hacia la opresión que sufrían las mujeres que carecían de padres millonarios, maridos comprensivos y redes de apoyo..

           Friedan al borde del ataque de nervios

En la miopía propia del faux feminismo, mujeres como Betty Friedan no tuvieron la visión para ver el alcance de la contribución de Julia Child. Una contribución francamente feminista. Aunque este artículo de Sadie Stein para Jezebel lo explica muy bien, hay cosas que quedaron en el tintero y merecen ser estresadas:

A)    Gracias a Julia Child, muchos (incluso las que odiamos el trabajo doméstico) encontramos terapia y empoderamiento en nuestros fogones. Hoy en día, pocas mujeres cocinan por obligación o porque deben alimentar a sus familias. Hoy cocinamos para amigos o para nosotras mísmas. Es una manera de   crear nuestro propio “arte” como quería la gran chef.

B)    Friedan,  ocupada en escuchar su propia voz estruendosa,  no repara que, para ser 1963, Julia Child es una pionera en la creación de programas femeninos, enfocados desde una óptica femenina y que generan empleo para otras mujeres, incluso de color como Alice . Algo que me gustó mucho fue cuando Russ se conecta con una documentalista sureña, la mujer (que es afroamericana) admite admirar a Julia y preparar sus platillos. Ese fue otro logro del Master Chef, superar las vallas de color que dividían al país e interesar a todas las mujeres (y a algunos hombres) en aprender a hacer estos platillos complicados, pero sabrosos. Además, tal como dice la chef, cocinar es una experiencia que nos adentra en otras culturas…



C)     Mrs. Child también inauguró caminos para nuevas profesiones en las que descollarían las mujeres desde abrir sus propios restaurantes hasta hacer carrera de nutricionistas; desde el catering hasta los programas de televisión, los libro de cocina, lo blogs como el de Amy Addams en Julie y Julia. Por sobre todo demostró que la gastronomía también es una arena donde pueden luchar las mujeres. Sin Julia Child no existirían Nigella, ni Padma, ni Martha Stewart, ni muchas otras famosas chefs.



D)      Betty Friedan siempre entró en conflicto con Gloria Steinen acusándola de ser una feminista “glamorosa”. Hizo declaraciones de haber sido apantallada por Gloria porque la Steinen era más guapa y lucia mejor en las portadas. ¿Entonces porque no reparó en que Julia, grande, torpe y cincuentona, era totalmente lo opuesto a las sexy y curvilíneas estrellas de televisión de la época?  Otro tabú que Julia Child destruyó fue ese. Su show abrió a puerta a programas presentados por mujeres mayores y que no representaban los cánones de belleza imperantes. Julia lo dice en su primera reunión con los ejecutivos de la WGBH: “sé cómo luzco. Me miro al espejo todas las mañanas”, pero agrega “la ventaja de lucir como yo es que desde temprana edad aprendí a no aceptar un ‘no’ como respuesta”.

 




Recuerdo haber visto desde mi ventana pasar a Betty Friedan. Ella tenía una amiga que vivía en Parkway VIllage,  la comunidad donde yo crecí. Un día mi hermano me dijo “esa es Betty Friedan”. Yo la miré,  avejentada, feúcha, mal arreglada y arrastrando las patas,  y le dije a mi gata Reyna que estaba fisgoneando como yo  “no quiero ser como ella”.  Es cierto, en cambio sí me hubiese gustado ser como Julia Child.

                                       Betty Friedan en su vejez

¿Antes de esta serie, habías oído hablar de Julia Child? ¿Cuál ha sido tu programa favorito de esta gran chef? ¿Qué aprendiste a cocinar con ella? Yo hasta hoy día hago un muy buen Boeuf Bourgognon (sin tocino) y un tarta de peras que descubrí en su show.

 

 

lunes, 16 de mayo de 2022

Julia: La Magia Detrás de una Persona y de su Cocina (I)

 


Hace rato que deseaba ver una serie Feel Good y la encontré en Julia, la biopia de Julia Child que estrenó el 31 de marzo en HBO. Los que vimos Julie and Julia reconocemos factores comunes entre ambas producciones:  la personalidad bullente de la gran chef y el tema perpetuo de las propiedades mágico-terapéuticas de la comida.  Agreguémosle el fascinante tópico de las dinámicas de un buen matrimonio y ya nos sentimos atraídos por la serie como si tuviese un aroma a hierbas de Provenza tan usadas por Mrs. Child en su cocina. Pero la serie nos trae datos novedosos,  desde el nacimiento de la televisión pública en USA, de cómo Julia Child fue parte del fenómeno cultural que sigue siendo la PBS,  hasta contradiciendo a Betty Friedan la forma en que la cocinera promovió un nuevo tipo de feminismo o una nueva vía de empoderamiento de la mujer.

Sabemos tanto de ella que la HBO ha corrido un riesgo laborando alrededor de un icono reconocible por generaciones de norteamericanos y gourmets de todo el mundo. Julia Child falleció en este siglo, pero su carrera de chef abarcó casi 50 años. Su presencia sigue viva en canales de televisión dedicados nada más que a sus programas,  media docena de libros sobre ella y media docena de libros de cocina, algunos llenos de datos biográficos. Aparte de su biografía, legó sus diarios y correspondencia a los Biblioteca del Congreso (algo similar hizo su marido).   

Digamos que sobre Julia Child no se puede mentir, todo lo que muestre la ficción es cotejable con el vasto material biográfico que la rodea. Eso hace a la serie muy refrescante cuando se adhiere a la verdad,  y muy irritante cuando, sin motivo aparente, cambia personalidades y eventos.

                    Primer programa del French Chef (1963)

La producción de la HBO ha elegido un ángulo diferente al que tomó Nora Ephron en su Julie and Julia. En ese filme, recorrimos la carrera de Julia desde su encuentro con la cocina francesa , viviendo en Paris en Los 50, con su marido diplomático , hasta la publicación de su libro seminal.



En Julia, seguimos el progreso de la cocinera desde la publicación de su libro, estando ella y su marido en Noruega, hasta su retiro en Massachusetts y el evento que la saca de su confort zone para convertirla en una celebridad televisiva. Antes de internarnos en esa aventura sería interesante ver el origen de Julia Child, ¿quién era antes de conseguir ese marido perfecto y de probar un Lenguado Meunier, el detonador de su carrera como Gourmand y Gourmet?

Entre Big John y Paul Child

Como venenosamente dice Emily Heil en The Washington Post, Julia Child venía de “riqueza y privilegio”. Dos palabrejas que hoy invitan a una cancelación inmediata de quien posee esos atributos. El padre de Julia,  se llamaba John McNeill. Hasta sus hijos usaban su apodo de “Big John” y aunque nos lo muestran como un ranchero ricachón y ordinario (le pone hielo al vino tinto) era un graduado de Princeton. En pocas palabras, era de clase patricia y era un caballero. La madre de Julia era Caro Weston, una rica heredera cuyo padre había sido gobernador de Massachusetts. Julia nació en California, en 1912, siendo la mayor de tres hermanos.

                           Los McNeill en Pasadena. Julia está apoyada en Big John

Nada en su infancia o adolescencia indicaba que sería una gran cocinera. Más interesada en los deportes, que, en cosas domésticas, Julia tenía conciencia que su desmesurada altura la hacía diferente a las demás chicas. Debido a eso comenzó a cultivar un gran sentido del humor y un optimismo inquebrantable. Como menciona su padre en la serie, era siempre la payasa del grupo. Eso no quita que fuese en otros aspectosy a pesar de su boquita de alcantarilla,una dama refinada. Cuando en la serie, el padre le exige que se comporte como una dama ella le responde ‘”soy una dama, Papá, solo que no soy lo que tu defines como tal”. Ese podría ser el tema de la serie. La originalidad de Julia Child, que nunca fue como las demás mujeres,  por eso fue una pionera en muchas cosas e inclusive su tipo de feminismo era sui generis.

Graduada de Smith, con una licenciatura en historia, por algunos años Julia se desempeñó en áreas de publicidad. Entrados los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Julia quiso alistarse en el ejército, pero otra vez su altura le jugó una mala pasada. Acabó como archivista y secretaria en la OSS, la oficina de operaciones encubiertas que precedería a la CIA. No se sabe mucho del trabajo de la Señora Child en la OSS, pero se sabe que en su estadía en el Lejano Oriente (Ceylán y China) manejó archivos Top Secret y que creó un repelente para tiburones todavía en uso.

                     Una de las muchas fotos que Paul tomó de su mujer  cuando recien se conocieron

Mas importante, fue que en esa etapa (en lo que es hoy Sri Lanka)  conoció a Paul Child. Veintiún años mayor que Julia, Child había llevado una vida fascinante. Un autodidacta sin título universitario había recorrido el mundo en la marina mercante y vivido en Paris por muchos años, durante los cuales se había desempeñado como maestro de inglés y restaurador de vitrales medievales, entre otros empleos.

La serie es un poco ambigua sobre el talento de Paul Child al igual que en su contribución a la carrera de su mujer. Lo cierto es que expertos han elogiado su pintura y su arte fotográfico. Como artista, Paul se movió entre los círculos bohemios de Paris haciendo amistad con otros expatriados como Hemingway y Gertrude Stein.  Además de artista, era un conocedor de muchas disciplinas, un francófilo total, y dueño de un refinado paladar.

Como sabemos los que vimos Julie y Julia, fue Paul el que introdujo a su esposa (se casaron en 1946) a la Haute Cuisine. Poco después del matrimonio, Child postuló al servicio diplomático estadounidense y la pareja se trasladó a Paris. Quiero resumir un poco esta etapa tan conocida través de libros, documentales y filme,  haciendo hincapié en dos aspectos.

El primero, John McNeil ayudó económicamente a su hija y yerno, lo que les permitió vivir lujosamente. Segundo, Julia se volvió más francófila que su marido. Su amor por Francia se tradujo en una pasión por los platillos franceses que el degustarlos ( como dice)  fue como perder su virginidad por segunda vez. Algo que es transparente en la serie es que para Julia había dos apetitos primordiales en la vida: buen sexo y buena comida. Que fuese su esposo el que le despertó ambos es una indicación de la influencia de Paul Child en la construcción de Julia Child y su leyenda.



Hago hincapié en esto porque la serie en típica onda mitutera intenta convertirlo en un personaje negativo o superfluo. No hay vez que Julia o sus biógrafos mencionen a Paul sin agregar lo que el significó en la vida y profesión de su mujer. Que vengan Daniel Goldfarb y la HBO a poner (sin aportar pruebas) en entredicho esta historia oficial, ya trivializa una serie que debería ser excelente.

De Oslo a Cambridge

Es 1961, Paul Child sigue representando a su país, pero ahora con puesto en Noruega. Su mujer, tras su graduación del Cordon Bleu, se ha vuelto una chef excepcional y pronto saldrá al mercado su primer libro de cocina,  escrito en conjunto con Simone “Simca” Beck. Es entonces cuando estalla una crisis.

    Isabella Rossellini como Simca

Paul es obligado a retirarse prematuramente. Los Child deben abandonar Europa e instalarse en un país que para ambos es desconocido. Para estar cerca de su gran amiga Avis de Soto, Julia decide que vivirán en Cambridge, Massachussets. Big John les compra una casa y es en esas cuatro paredes donde el matrimonio intenta reinventarse: Paul volviendo a la pintura y haciendo reparaciones; Julia cocinado e intentando escribir una secuela a su primer manual de cocina.

Para colmo, a la cincuentona Julia le llega la menopausia. Entonces (tal como hoy)  las mujeres tenían muy poca información sobre ese periodo, más que el “es normal” de médicos desaprensivos. El cambio nos llega sin preparación lo que lo empeora. Es justo en esta crisis que Julia recibe una invitación para promover su libro en un canal local.



Antes de seguir tengo que explicar un poco sobre Cambridge. Este suburbio de Boston(hoy ya se le llama ciudad) es uno de los pulmones intelectuales de la nación al albergar tres grandes instituciones educativas como lo son Harvard, Radcliffe College (la Harvard femenina) y el Instituto de Tecnología de Massachusetts (M.I. T.). Fue en este ambiente donde en 1951 surgió la idea de lo que hoy se conoce como PBS (Servicio de transmisiones públicas) o televisión pública. Léase que se mantiene solo de donaciones privadas).

El primer canal de la PBS fue el WGBH que existe hasta hoy. Para los que conocemos la PBS desde mediados de los 70s, su fisonomía en 1962,  cuando Julia Child fue invitada, era muy diferente. En ese entonces no existían programas icónicos como el Masterpiece Theater, Mr. Rogers, Nova, Plaza Sésamo y, por supuesto, The French Chef.



Su programación era estrictamente educacional, una serie de charlas escolares interrumpidas por algún concierto de la Sinfónica de Boston y algún programa menos tedioso como I’ve Been Reading que sería donde la reducida audiencia conocería a la genial cocinera. Albert Duhamel, catedrático de la Universidad de Boston, todas las semanas traía algún invitado famoso que comentaba su último libro que el presentador pretendía haber leído.

Acostumbrado a entrevistar gente del calibre de Truman Capote y Joseph Heller, el Profesor Duhamel estaba un poco incomodo. Demostrando esnobismo y machismo hizo ese chiste del cambio de nombre “¿Que ha estado leyendo mi mujer? ” al programa. Otro escéptico era el productor Russel Morash quien recibió, unos días antes de la grabación en vivo,  un pedido curioso de la autora: un hornillo eléctrico.

Resulta que Julia Child, siempre original, decidió usar los 30 minutos del programa para algo más interesante que hablar de su libro: demostrar cómo se hace una omelette en cámara. Duhamel se zampó la tortilla, el público se enamoró de esta mujer gigante con un humor y una simpatía desconocida en ese espacio,  y los ejecutivos le hicieron una oferta a la chef: un programa piloto de tres episodios donde Julia (siempre en el ánimo didáctico del canal) enseñaría a cocinar. Esa fue la realidad. A ver que nos cuenta la serie.



Morash vs Alice

La inyección de dramatismo de la HBO consiste en agregar un antagónico en la persona de Russell Morash, productor del programa (y dueño del platillo eléctrico) de Duhamel, y que eventualmente fungiría como productor de The French Chef, el programa que convertiría a Julia Child en estrella. Para equilibrar este antagónico se inventan un punto de apoyo, una joven de color, Alice Naman, que funge como asistente de producción. Es la fe de Alice opuesta al escepticismo de Morash lo que provoca las dinámicas de un programa que, las serie nos hace creer, fue siempre una idea de Julia.

En la serie, tras recibir el diagnostico medico de que ha entrado en la menopausia, Julia decide que, ya que no puede tener hijos, tendrá un programa de televisión. Le escribe a Alice con su propuesta. A la Señorita Naman le encanta, al Señor Morash le repugna. Será Julia quien los convenza, llegando a una reunión acompañada de un Gateau Reina de Saba que les endulza el paladar y una propuesta que les endulza los oídos: ella correrá con los gastos del programa.




Aunque es cierto que Julia Child corrió con los gastos del show, estas escenas sirven para demostrar lo involucrada que estaba la chef, los obstáculos que tuvo que superar,  y la magia de su comida. En una ocasión, Russ Morash va a casa de Julia a decirle que cancelarán el programa y ella lo silencia con un foie gras artesanal. Es como si ella fuese El Hada de la Cocina (y lo fue).

Sirven también estos cambios para darnos una idea de quienes se oponen a la creación de un programa de cocina. Daniel Goldfarb ha sido muy claro, en ningún momento intentó entrevistar a Morash que aún vive. Se entiende, quería crear un personaje propio y encasquetarle el nombre de alguien real. El verdadero Morash siempre ha sido visto for los Childfans como un soporte de la leyenda y creador de su iconografía. Hasta el punto de que después del cierre de The French Chef, Morash se dedicó a crear los primeros home-realities: Victory Garden (dedicado a la jardinería) y el célebre This Old House que fue para la carpintería lo que el French Chef para la gastronomía.



En la serie,  Morash y sus dos asistentes parecen sacados del mismo molde: graduados de buenas universidades, de cabello corto y traje y corbata. Probablemente con ambiciones intelectuales, literarias o académicas, este empleo satisface su esnobismo letrado y ciertamente no quieren un ama de casa de delantal entre ellos. Quien obliga a Morash a doblegarse, es Hunter Fox, su jefe que tiene la visión de ver el canal más allá de una burbuja educativa y quien también ha caído bajo el embrujo de la cocina francesa.



Poca importancia tiene, porque nada de esto sucedió. Julia Child tuvo un gran apoyo en su productora (y condiscípula de Smith) Ruth Lockwood , una judía madura que en nada se parecía a Alice. Aunque la Señorita Naman, es un personaje encantador no llega a cumplir la función que los personajes afroamericanos deben cumplir en la ficción contemporánea. Aun así, como en el caso de Peggy Scott de The Gilded Age, no han caído en clichés. Alice es hija de un médico, graduada de Oberlin,  ha estado en Paris y habla francés. D-s mediante, hablaré más de Alice en una nota aparte sobre la wokeness del show.



Paul Child, Víctima de la Misandria

Mas curioso y francamente feo es lo que Goldfarb ha hecho con dos figuras fundamentales en la vida de Julia Child. Me refiero a su marido y a su amiga del alma, Avis de Soto. Debido a que el manual mitutero niega la existencia de matrimonios heterosexuales felices la serie ha optado con mostrar a Paul como un esposo retrogrado, controlador y ridículamente fatuo al punto que la famosa receta de Julia de cómo hacer feliz a un hombre y por ende tener un matrimonio armónico con las tres F (fuck him, feed him and flatter him) tienen a Julia contantemente adulando al marido para que no estorbe. 



¿En qué parte de las autobiografías, biografías, diarios, y correspondencia privada de Julia Child descubrieron ese lado oscuro de Paul Child? Obvio que, en ninguno, más encima hacen que sea la perspectiva de Avis la que nos muestre a Paul como un lastre negativo en la vida de la chef. Hora es de ver quien era Avis de Soto. Tanto esta serie como Julie y Julia nos cuentan que Avis fue una penpal de Julia cuando esta última vivía en Paris y que finalmente se conocieron tras dos años de correspondencia. Es cierto que cuando los Child decidieron retornar a USA, se establecieron en Cambridge cerca de Avis quien acababa de enviudar. Avis vivía en Cambridge debido a que Bernard De Soto, su esposo,  era un catedrático de Harvard.

Lo que ni Julie y Julia ni a serie de la HBO nos cuentan es que Avis era una reconocida editora de libros de cocina, que más tarde seria instrumental en conseguir que Knopf publicase The Mastering of French Cuisine. Aunque es cierto que la muerte del marido la afectó mucho, en 1962, Avis estaba lejos de ser la viuda solitaria, amargada y al borde del alcoholismo que nos muestra Julia. Por ese entonces no solo tenía dos empleos, además era madre y abuela.



En cambio, Julia nos hace creer que la vida de Avis está circunscrita a las tres As: adorar y adular a Julia Child y alejar obstáculos de la chef, entre ellos un tal Paul Child. La serie nos dice que El Señor Child es un esnob en lo que respecta la televisión. Muchas personas lo eran en los 60. Es una razón por la cual no vinimos a tener un televisor en casa sino hasta 1968. ¿Si Julia sabe que su marido desprecia la televisión,  y no hay un aparato en casa,  por qué cree que él va a verla en el programa de Duhamel? ¿Dónde la va a ver? También resulta extraño que la exuberante chef no le haya comentado a su marido en detalle lo que sucedió en el show.



En cambio, hay una escena muy desagradable donde, en un restaurant,  cenando con Avis y su mujer, Paul exponga su mentira. Nunca vio el programa. Lo extraordinario es que no es Julia quien reacciona sino Avis que regaña a Paul como si fuera su hijo o si hubiese cometido un tremendo crimen. Todo para hacernos creer que es un mentiroso que merece que su mujer le mienta.



Julia ocultará a su media naranja que es ella quien ha solicitado el programa, que lo costeará con sus ahorros, que las clases de cocina particulares que dan en casa son para sufragar los gastos del piloto,  y que será Big John quien acabe pagándolo todo. La gran crisis en esta historia inventada (no sé con cual malsano propósito) , es cuando Julia le pide consejo a Paul sobre si aceptar hacer el piloto. A su marido no le parece. No porque quiera imponer su voluntad sino porque le quitará tiempo a Julia de otro proyecto más importante y que ya tiene rezagado: su segundo manual de cocina.



“Tengo un problema con Paul” le dice Julia a su amiga del alma.  “Siempre tienes un problema con Paul” responde Avis y yo me quedo estupefacta. ¿Nos quieren decir que la felicidad conyugal de los Child era un mito, que se mantenía a punta de mentiras?  ¿Con qué bases o prueba denigran a dos seres de carne y hueso?



La necesidad de convertir al marido en un objeto de ridículo nos tiene riéndonos de la obsesión de Paul de crear la cocina perfecta para que su mujer se luzca en su show. Lo cierto es que él diseñó todo ese espacio que hoy podemos admirar en el Museo Smithsonian de Washington. En el show, en cambio,  lo vemos tropezándose con las alumnas de Julia en sus intento de medir los gabinetes. Llega al punto que Avis le susurra a Dorothy (la vecina de los Child) “tenemos que librar a Julia de él”, como si Paul fuese un estorbo.

El ultimo insulto es que Avis saca a Paul de en medio consiguiendo que un amigo lo invite a exponer su pintura en su galería. La exhibición es un fracaso y Paul decide que la única celebridad en su familia será Julia y que él la ayudará a subir a la cima. En realidad, muchos consideran que, si se lo hubiese propuesto, Paul Child hubiese podido tener una gran carrera como pintor y fotógrafo.

Lo Mejor de Julia

Mi consejo es en que nos fijemos en lo “real” de la historia. La estupenda dinámica matrimonial de los Child, como Paul si tenía cabida en “la confederación de mujeres” que apoyaban a su esposa, de cómo Julia se ganaba a las personas o con su personalidad exuberante y optimista o con su comida mágica que tanto deleitaba a los encargados de utilería del show y hasta una alumna que está sufriendo la pérdida de su madre.



Lo que la serie logra capturar es la generosidad de Julia Child, tan grande como ella,  y que se manifiesta en su relación con el sexo opuesto. Albert Duhamel tiene una pataleta de resentido porque el show de cocina es más popular que su “soporífero show”. El calificativo aparece en un editorial por el que Hunter Fox,  insiste en culpar a su cocinera estrella,  a pesar de que ella insista en que no ha dado ninguna entrevista.



Para calmar los ánimos, la poco rencorosa Mrs. Child consigue que Judith Jones, su editora de Knopf,  traiga a John Updike como invitado al programa de Duhamel cuya reacción entre encantado y petulante es calificada por Julia (sin asomo de sarcasmo) de “tierna”. Cuando Avis rechaza la receta de su amiga de que hay que contentar a los hombres y hacerlos sentir importantes de vez en cuando,  expresa la opinión de un 90% de la población femenina del planeta. “Todo el tiempo que gastamos en adularlos….” Pero un 10% sigue esas máximas y les va muy bien. Yo creo que es aplicable ese consejo a cualquier relación de pareja.

Otro detalle que considero profundo es el modo en que Julia enfrenta su fama. Como la celebridad le llegó cuando ya era cincuentona, su intuición la hizo notar tempranamente que ser famosa era un arma de dos filos y no le agradó el modo en que los fans se sentían dueños de ella, de su tiempo y su vida privada, por lo que intentó crear un equilibrio entre ambos mundo. 



Otra gran virtud de la serie está en la creación de universos. El contraste entre la suburbia blanca y acomodada de Cambridge que recuerda el mundo de La Familia Draper de Mad Men, y las instalaciones de la WGBH con todos sus entretelones e intrigas palaciegas.  

Las actuaciones son soberbias. Sarah Lancashire no solo parece Julia Childsobre todo en la voz además se ve muy diferente a como aparecía en Happy Valley   The Last Tango in Halifax.  Casi tan irreconocible como Isabella Rosellini en el rol de Simca. Julia ha reunido a dos graduados de Frazier: Jonathan Hyde Price (Paul) y Bebe Neuwirth (Avis), su sinergia en pantalla es excelente. Atención especial para Judith Light en su aparición especial como la legendaria Blanche Knopf,  y para James Cromwell, siempre excelente, como Big John



Contenido Violento o Gory: Ninguno. Ya les dije es un programa para sentirse bien

Contenido Sexual Mucho énfasis en la fantástica vida sexual de Los Child. Muchos besitos y achuchones, pero nada grafico ni desnudos.



Voy a dejar para otro momento, temas importantes en nuestra sociedad tales como a diversidad racial y sexual y el feminismo, como la serie, a veces torpemente, intenta introducirlos y como fracasa.  Julia Child era adelantada, pero tenía prejuicios normales en su época.  ¿Hubiese triunfado Julia Child en esta época?  No lo creo , pero la pérdida hubiese nuestra.