Ha sido un otoño crítico,
problemas domésticos, problemas económicos, problemas de salud y, más encima, Chile que duele. Buscar consuelo, como en el pasado,
en el mundo de la ficción ha sido un fracaso. ¿Me he vuelto demasiado
quisquillosa o es que realmente lo nuevo no alcanza el nivel de calidad al que
estaba acostumbrada?
Aparte de cine
antiguo, reruns de “Los Waltons” y del excelentísimo “Cosby Show” que ha vuelto a
las pantallas de canales retro, y de “The Terror: Infamy”, no he estado muy
conectada con lo que televisión y Netflix me ofrecen. No es que no haya
intentado encontrar algo que me entretenga, pero cada vez que pruebo algo nuevo
me llevo un chasco.
Un ejemplo es
Netflix, se ha politizado de tal manera que ha abandonado coherencia y calidad.
Si entro es para ver cosas viejas como las primeras temporadas de “Call the Midwife” o “Gossip Girl”. Estaba siguiendo de nuevo “Mad Men” y de pronto
me harté. Serie magnifica, pero el personaje de Don me agotó.
Llegué a un punto que comencé a ver a Jon Hamm
como feo y repugnante, con ojos de reptil, labios casi inexistentes y, como
decía mi difunta madre que nunca lo encontró atractivo, “no aguanto a los
hombres cuadrados”. Y es que, si te cae
mal el/la prota, no hay remedio. No puedes seguir viendo una serie. Y eso me
lleva a…
Peaky Blinders
No, no voy a
quejarme del desbarajuste histórico, de cómo, al fusionar sucesos que tuvieron
lugar entre 1932 y 1936, desvirtuaron totalmente lo peligrosa que fue la
carrera de Oswald Mosley al igual que los esfuerzos reales por detener el auge de
la Unión de Fascistas Británicos. Mi mayor repugnancia nace de ver como Tommy
Shelby sigue destruyendo su familia y nadie lo para.
No es spoiler
decir que, aunque la temporada acabe con Tommy tratando de volarse los sesos,
seguirá vivo. Steven Knight ha prometido que lo hará redimirse en la séptima
temporada, pero no creo tener estamina para esperar tanto.
No es que los
otros personajes merezcan mi respeto y cariño. ¿Ósea, a estas alturas, Ada
todavía no tiene un buen método de planificación familiar? Pero me dan lastima,
me da lástima Arthur, me dan lástima las mujeres de esta serie que siempre
terminan pagando el pato por las fechorías de Tommy. Ahora consiguió que le
mataran a dos de sus cuñados. ¡Pobre Tía Pol! No solo se ha quedado viuda,
además Tommy tiene ganas de matarle el hijo. Me da lástima Linda que de tan
ninguneada ha caído un escalón más abajo que Ruby en la lista de importancia
de las mujeres en la Familia Shelby.
Hay críticos que se
han quejado del show. Lo acusan de volverse repetitivo, una parodia de otras
temporadas. Concuerdo con ellos. ¿Hasta cuándo va a aguantar esa familia que la
ambición, el hubris y la demencia de Tommy los domine? Antes de morir, Aberama
cuestionó a su cuñado “¿Hasta dónde llega tu ambición?” Más que ambición es una
necesidad desmesurada de controlar, de hacer pagar a su familia por la
posibilidad que él se ha negado, la de ser feliz.
Nunca creí el
cuento de que Tommy quisiera matar a Mosley para evitar otra guerra. Todos los objetivos
‘positivos” de Tommy son falsos. Eso se notó con la furia con la que reaccionó
ante la oferta de Michael de hacer negocios que parecieran legítimos. Es lo que
Tommy aparentemente quería, pero eran solo palabras. Su realidad es hacer las
cosas como él cree, obligar a los demás (sea su mujer, Churchill o su familia) a
hacer su voluntad. Una voluntad que muchas veces ni él mismo conoce.
Traer a Alfie de
regreso también fue un absurdo. Me imagino que el motivo será hacernos creer
que fue quien traicionó a Tommy (y de paso a toda la judería británica, pero
esta es la BBC. (¡Los judíos sooon malooos!)
Watchmen
En octubre me tocó
ver la primera serie con la que HBO pretende capturar a público tronero. Antes
de darle una oportunidad a “Watchmen” me pregunté si era una serie para mí. Sin
llegar al desprecio de Coppola-Scorsese, yo no soy fan ni de Marvel ni de DC.
El que la serie la hubiese adaptado Damon Lindelof también me preocupaba. Yo encontré
muy aburridos “The Leftovers”, pero me interesó saber que Alan Moore estaba
indignado con la adaptación de su novela gráfica. ¿Quería eso decir que sería
más seria, menos caricaturesca?
Efectivamente el
primer episodio es serio, lo único caricaturesco es la inserción de escenas de
la vida del villano Ozymandias (Jeremy Irons) ahora oculto en su castillo en la
campiña francesa atendido por criados robots.
Eso es lo que queda de la novela, junto con ese un mundo donde los
policías deben usar mascaras para que no los reconozcan, las lluvias de
calamares que paralizan por minutos el tráfico de una ciudad, y el pasado ucrónico
donde Nixon ganó la Guerra de Vietnam e Indochina ahora es el estado número 53
de la Unión Americana.
Lo que se ha
cambiado es que la acción ya no tiene lugar en 1986 sino en un 2019 (con un
flashback a 1921). Los villanos ya no son los que manipulan la amenaza nuclear
sino supremacistas blancos que aterrorizan a la población de Tulsa, Oklahoma,
principalmente la afroamericana que ahora es la mayoría.
A pesar de que
los puristas han rechazado este ejercicio en corrección política que ha
arruinado la esencia de la novela de Moore, los Niños de Verano se han mostrado
abiertos a esta nueva interpretación. HBO puede respirar tranquilo, en su
segunda semana “Watchmen” continuó manteniendo cautiva a una audiencia de 1.3
millones de televidentes.
En lo que
respecta mí, me descaminaron al final del segundo episodio. La encontré
ininteligible, llena de mensajes cruzados y confusos, de personajes que no
acababan de capturarme. El que me cayó mejor, el jefe de policía interpretado
por Don Johnson terminó linchado al final de ese episodio, y para el segundo
nos tuvieron la revelación de que en realidad era villano. Yo sin personajes
que me capturen, estoy totalmente perdida.
Catalina la
Grande
Esta ha sido mi
mayor sorpresa. Me aburrió a tal punto que he visto más “Watchmen” que a la
saga de Dame Helen Mirren. Dame Helen es incapaz de desilusionar a su público,
pero no basta para salvar una serie que no ofrece ni siquiera un buen juego de
tronos. La Emperatriz manda matar a un rival y su hijo quiere suplantarla como
monarca. Eso lo podemos ver en cualquier teleserie turca de época. ¿Que hace a
esta diferente?
Se supone que
estamos en Rusia en el Siglo XVIII. Un país muy distinto al resto de Europa y
no se siente así. Hay mucha mención de que Cati quiere hacer reformas, pero eso
es Tell y no Show. Los ambientes incluso exteriores son
estrechos, oscuros y hay mucha sensación de la presencia de imágenes digitales.
A ratos pareciera que tuvieran telones de fondo. Lo mismo ocurre con el
vestuario que es poco llamativo.
Cuando uno
recuerda el temperamental paisaje córnico de “Poldark” o los lujosos e
iluminados espacios y deslumbrantes vestuarios de la Maria Antonieta de Sofia
Coppola, pensamos que esa es nuestra imagen del Siglo de las Luces. No estas señoras
que lucirán pelucas empolvadas, pero hablan como victorianas burguesas del
Masterpiece Theater. ¿Que hace a los rusos más interesantes que otros
personajes de series de época? ¿Que hace a Catalina sobresalir sobre otras
reinas? Eso es lo que nos mostró “Velikaia”, la versión rusa del auge de la
famosa emperatriz.
Siempre he
sentido que Catalina fue una soberana sobrestimada y que en términos de cultura
popular más se la recuerda por su voraz apetito sexual. Esperaba que esta serie
enfatizara sus logros por sobre su leyenda negra. Pues ahí erraron. Nos han
querido dar una historia de amor y poder que no funciona.
Cuando Catalina conoció
a Potemkin tenía 33 años y el 23. Incluso se rumoró que habían tenido una hija
tal como que se habían casado en secreto. Dame Helen tiene 74 y los luce. Su amiga,
la Condesa Bruce tenía la misma edad, casi 20 años menos que Gina McKee que la
interpreta en la serie. Verlas espiando a Potemkin y riéndose como colegialas
se siente…rarito. En cuanto a Potemkin nos lo describen como “joven y guapo”. …El
pobre cincuentón Jasón Clark se ve viejo, gordo y con esa cara de calabaza de
Halloween, francamente feo.
HACHE
En general le
huyo a las narconovelas. Son tan crudas y, a diferencia de “Peaky Blinders”,
uno sabe que lo que ve en pantalla ocurre en la vida real. Por eso no me atraía
‘Hache”, la nueva “Reina del Sur” de Netflix, pero me encaminaron a ella dos
factores: tiene lugar en la Barcelona de 1960 y su protagonista Adriana Ugarte,
es mi actriz favorita de los dramas de época españoles de este siglo. Pero que
lejos está de Sira, la modista o de “La Señora”.
Adriana ha
crecido mucho como actriz y aquí lo demuestra ya desde el comienzo y eso que el
personaje evolucionará en maldad e inmoralidad a través de ocho capítulos. Así
vemos a Helena (“con hache”) ser una obrerita metida a prostituta para sobrevivir,
mantener una hija, e intentar ayudar al marido preso.
La vemos asustada,
desesperada y determinada con esa mirada torva, ese pitillo siempre colgando de
los labios y ese modo de hablarle con brusquedad y casi brutalidad a su hija
que contrasta con la ternura con la que habla de la niña en sus visitas a la
cárcel. La ternura que le brinda al marido, siempre intentando fingir que es la
Helena antigua, la fiel, la que se mantiene a punta de coser ajeno.
Lo cierto es que Helena
está recorriendo las calles del Reval en busca de clientes a los que atender y desvalijar.
Huyendo de uno de ellos, Helena encuentra refugio en El Albatros, un bar de postín,
propiedad del hampón Malpica (Javier Rey).
Tras salvarla de
una pateadura y deshacerse del cliente, Malpica paga una noche por los
servicios de Helena. Lo ha impresionado que ella se defienda a mordiscos de su
agresor. Es que Malpica es un ser retorcido que a ratos puede hasta inspirar lástima
hasta que lo vemos agarrotar a un empleado con sus propias manos.
Hache es un noir,
una historia de crímenes e investigaciones detectivescas. El tercer protagonista
es el Inspector Vinuesa (Eduardo Noriega). Todavía de luto por la muerte de su
esposa, ha pedido el traslado a un lugar y tranquilo y ha recalado este puerto
soñoliento catalán. Solo que Barcelona se va a convertir en un polvorín. Y aquí
es donde entra la historia.
En 1960, Lucky
Luciano decidió convertir a Barcelona en un punto de paso de la droga que salía
de Italia rumbo a Nueva York. Vinuesa ni se imagina, cuando encuentra un
cargamento de muñecas que las olas traen a la playa, que está ante lo
increíble, un tráfico de lujo.
Dentro de las muñecas
hay frasquitos llenos de polvo blanco y la inocencia del cuerpo de policía provinciano
conmueve. Nadie sabe de qué se trata. Como es una oficina muy pobre, no tienen
peritos. Deben recurrir a un catedrático de la Facultad de Medicina quien les
informa que es heroína pura (otra palabra que comienza con hache).
Es que estamos en
1960, el comienzo de la apertura de España Franquista al mundo exterior. Hay
que atraer al turista, hay que dar la impresión de un país idílico, buen clima,
gente amable, nada de asesinatos inexplicables ni muñecas que ocultan drogas en
su interior.
Sin embargo, en
este país idílico no hay libertad para protestar. Las huelgas están prohibidas.
Por haber organizado una, el marido de Helena está preso. Porque un guardia
murió en la protesta, le han dado cadena perpetua. El abogado defensor (al que
Helena le paga con sexo oral) cree que se puede untar la mano de los jueces,
pero Helena necesita algo más que hincarse delante de la bragueta de los
representantes de la ley.
Por eso volverá
donde Malpica y aceptará ser su mujer, por eso irá ascendiendo (o descendiendo)
en el ámbito del crimen para conseguir ese dinero con el que pueda sobornar al
mundo del poder. Pero es una tarea ingrata porque el narcotráfico siempre ha
sido turbio, sucio y peligroso. Tal como lo es Malpica, un enfermo que gusta
marcar a sus mujeres con un hierro candente como si fuesen reses.
Malpica vive del
dolor ajeno para apagar el propio. Durante la Cruzada (no se sabe para qué
bando peleo) recibió un balazo en una pierna que le provoca un malestar
constante y le impide vivir. Le dice a Helena que quisiera que le hubieran
amputado la pierna, antes que ese dolor insoportable que mitiga con el uso de
la morfina. Cuando Malpica dice la mujer del cónsul estadounidense “es una
adicta. No se la puede controlar” está hablando de él. ¿Podrá controlarlo
Helena? Sin embargo, no esperemos una historia de amor. Ninguna narconovela lo
es.
Confieso que me
cuesta verla, pero está bien hecha y bien actuada y es lo más decente (nuevo)
que haya visto en Netflix este año No sé si la acabaré. Ya esta semana llega la
sexta temporada de “Ray Donovan” donde también tenemos historias crudas y
criminales sin piedad, pero también hay amor familiar, ternura y humanidad.
¿Han visto estas
series? ¿Qué opinan de ellas? ¿Qué otras cosas han llamado su atención esta
temporada otoñal?