lunes, 30 de abril de 2018

Victoria vs Downton Abbey ¿Cuál es la mejor?



No fue accidental que, en el otoño del 2016, Netflix sacase al aire “The Crown” y que unos meses después la BBC hiciese lo mismo con “Victoria”.  Ambas series describían los longevos reinados de reinas inglesas, ambas casadas con príncipes de origen alemán que nadie deseaba cerca del trono, y ambas soberanas luchaban por conjugar su labor de gobernantes con su vida familiar. Para darle un toque original y distanciarla de la obra de Peter Morgan, Daisy Goodwin decidió integrar a su historia la vida y perspectiva del servicio doméstico de la reina Vicky. Al hacerlo acercó “Victoria” al modelo Downton, ¿pero ha estado a la altura del magno opus de Lord Fellowes.?

En enero del 2017, era la premier de ‘Victoria” en Masterpiece. La diminuta reina que, hasta su tataranieta Isabel, tendría el más largo reinado de la historia era un personaje conocido incluso en su faceta juvenil. Julian Fellowes el creador de “Downton Abbey” ya en el 2009 había capturado la imaginación popular con su “La joven Victoria”. ¿Qué podía aportar Goodwin de nuevo al viejo cuento de la reina adolescente?  Comenzó tomándose algunas licencias históricas.

Primero, ese singular romance con Lord Melbourne (Rufus Seawell), luego inventarnos que a Vicky (Jenna Coleman) y al primo Alberto (Tom Hughes) les tomó su tiempo enamorarse y, por supuesto, mostrarnos el mundo de los bajos fondos del palacio de Buckingham, y no hablo solo de los ratones. En ese aspecto, Goodwin intentó atraer a la teleaudiencia de “Downton Abbey”, pero le ha tomado tiempo conseguirlo porque ni arriba se parecen a los Crawley, ni abajo se parecen al staff de la Abadía.

La familia de la reina, incluyendo su seudo padrastro el codicioso y manipulador Sir John Conroy (Paul Rhys), es prácticamente infernal. Unos quieren manejarla como una muñeca, otros matarla, otros encerrarla en el manicomio más cercano. Con su matrimonio, Vicky se consigue unos parientes un poquito menos malos (tío metiche, cuñado sifilítico). Debido a esa carencia de apoyo familiar, la reina insiste en rodearse de gente en la que puede confiar, damas, secretarios, y el infaltable y sexy Lord Melbourne. Ciertamente esto no es como en Downton donde la familia se quería y se apoyaba mutuamente.

La persona en quien Victoria más confía es su institutriz, y gran figura materna, la Baronesa Lehzen (Daniela Holtz). Lehzen es un desdichado personaje de la vida real, quien dedicó su vida a Victoria, convirtiéndose en su ama de llaves tras la Coronación. Luego fue puesta cargo de la nursery palaciega. 

Alberto, que por falta de empleo se encargó de los asuntos domésticos del palacio, nunca quiso a Lehzen y el fastidio fue mutuo. Finalmente, Alberto puso a su mujer entre la espada y la pared: o la Baronesa o yo.

Victoria que dependía (en la serie y vida real) sexualmente del marido, tuvo que separarse de la que, para todos los efectos, era su madre. Me rompió el corazón verla marcharse, pero más ver a Victoria necesitarla y no encontrar un reemplazo, solo burlas por parte de su madre biológica e ira de parte del marido. Es como si a Lady Mary la hubiesen separado simultáneamente de Carson, de Anna y de su abuela. Así se debe haber sentido la pobre Vicky privada totalmente de su único punto de apoyo.



No puedo imaginarme a Lord Grantham haciéndole una exigencia parecida a Lady Cora. Recuerdo como ella se encabritó cuando su marido le exigió que abandonara una cena porque la cocinera era una prostituta. Lo chistoso es que Alberto cuando descubre que Skerret (Nell Hudson), la doncella de su mujer antes trabajaba en un burdel, urge a Victoria para que la perdone.

A él no le importa Skerret, la que provocaba sus celos y repulsión era Lehzen. Antes de pensar en que Alberto es tolerante recordemos que en Downton se cobijaba a criados cojos, lacayos gays, hasta a una mujer con pasado delictivo como Phyllis Baxter, la doncella de Lady Cora.

El resto del servicio de “Victoria” es abigarrado y francamente poco honesto. Penge (Adrian Schiller), el mayordomo, haría sonrojar a Carson con sus hábitos de revender las velas del palacio. A propósito, grandes almacenes londinenses como Fortnum&Mason comenzaron su negocio comprando pabilos usados a sirvientes de casas nobles. Cuando Lehzen intenta detener este tráfico de cirios, Penge se venga instalando candelas de sebo en un importante baile. Las velas no solo apestan, además chorrean cubriendo los uniformes de gala y los hombros desnudos de las damas con capas de grasa.
Penge y Lehzen peleando por las velas

Lady Emma Portman víctima de una vela sebosa (ITV)

Penge que puede ser realmente malévoloél es el cerebro criminal detrás de la invasión de ratas en el cumpleaños de Vicky como cuando maltrata a una criada irlandesa solo por ser católica, se ha humanizado.  En esta segunda temporada descubrimos que una vez se enamoró de una doncella alemana, lo vemos llorar al perder sus ahorros, y fue el único en despedir a la Baronesa Lehzen, regalándole para el camino una botella de buen vino (robada de las cavas reales. ¡Este Penge!)

Hubo una Marianne Skerret que trabajó toda su vida para Victoria, pero no creo que hubiese sido pupila de un burdel y tampoco tuvo amores con el pastelero. Charles Elmé  Francatelli (Ferdinand Kingsley) efectivamente existió y trabajó en las reposterías palaciegas, pero se fue tras un fuerte altercado con otro criado, no por tener amores con Skerret.
Este romance de debajo de las escaleras nunca existio

Tal como en “Downton Abbey”, los problemas personales del servicio muchas veces afectan las acciones de Victoria, y al ser ella reina también afectan sus decisiones políticas. El que Mrs. Jenkins (Eve Myles) , la vestidora, tuviera un sobrino entre los Cartistas, hizo que la reina exigiera que se les conmutara la pena de muerte a esos agitadores. La criadita irlandesa obliga a Victoria a interesarse en la hambruna que afecta Irlanda. En la vida real, Victoria no se interesó por ninguna de esas causas. Tuvo criados que influyeron mucho en su vida, como nos lo han mostrado filmes tales como “Mrs. Brown” y “Victoria y Abdul”, pero no en sus ideas políticas.



Victoria, en su rol de soberana, es una exaltada representación de la aristocracia. Sus palacios son versiones exageradas de casas señoriales como Downton Abbey. Tal como Lady Mary lucha por mantener su propiedad a flote, Victoria intenta proteger su hogar y estilo de vida, porque francamente, lo último que vemos hacer a la reina es gobernar. Más se la pasa peleando con su marido y familia, o teniendo, y muy a regañadientes, una cantidad de bebés que es lo que se espera de ella. Los ministros gobiernan, y Alberto está a cargo del frente doméstico, Victoria esta con las piernas abiertas, preñándose o pariendo.

Por suerte, la soberana también puede dar fiestas donde puede bailar (le encantaba bailar) o cenas donde puede comer (le encantaba la buena mesa y el buen vino) o si se aburre mucho puede viajar. Este año vimos a Vicky caerle de visita a Luis Felipe, Rey de los Franceses y aprender el arte del maquillaje.
Vicky y el Rey-Ciudadano

Pero Victoria era famosa, antes de construirse sus propias casas solariegas como Balmoral en Escocia y Osborne House en Cowes, por sus visitas reales a las casas de campo de sus súbditos. Ya mencioné en otra entrada lo que les costó a los Cecil atender a su soberana en Hatfield Hall, pero a juzgar por la serie, las visitas de la realeza eran onerosas no solo económicamente.

Los Crawley, a pesar del incesante flujo de visitantes a su Abadía, también, en ocasiones, se fueron con criados y todo, a pasarela con otras personas. Cuando Lady Mary estaba casi en su ultimo mes de embarazo se le ocurrió a su familia llevársela a pescar a Escocia a la propiedad de sus primos los Flintshire. Después tuvimos ese gran viaje a Londres para presentarle al Rey a Lady Rose. Mas adelante, Los Crawley aceptaron la invitación de Lord Sindenby que serviría para que Lady Edith y Lady Mary conocieran a sus futuros maridos. Y finalmente, los Crawley acompañaron a Edith a un fin de semana con su futura suegra, en Northumberland.
Los Crawley y los Sindeby y sus criados

Si los ficticios Crawley, teniendo tremendo castillo, andaban pernoctando en morada ajena, mayor razón para que Victoria Regina les alegrase la vida a sus súbditos con su presencia. En la primera temporada, la embarazada reina debe conseguir permiso del Parlamento para nombrar al marido como regente en caso de Vicky fallecer en el parto. Ya la razón del permiso es bastante lúgubre, mas macabro es que los parlamentarios están en contra de cualquier cosa que le de poder al Príncipe Salchichas.

Victoria decide, y eso que anda con nauseas, caerle de visita Sir Piers Guilford (James Whelby, que no se pierde estas Horse& Manor) uno de los mas recalcitrantes parlamentarios. Como ni Victoria ni su consorte conocen el don del tacto y Sir Piers es un esnob, la visita es un martirio para todos. Hasta Lochlein, el valet alemán del Príncipe es humillado por los sirvientes de la Manor Guilford.
Lochlein fue objeto de las burlas de los criados

 Alberto con esa actitud de enfermo de Asperger es quien mas se adapta, ya que ignora las molestias que causa. Acepta encantado la oportunidad de andar matando pajaritos que le ofrece su anfitrión a pesar de que escandaliza a sir Piers con su hábito de disparar a lo Far West, de cuclillas y desde la cadera.
Alberto y su curioso estilo de disparar

Para más remate, Sir Robert Peel (Nigel Lindsay) llega de visita. A Alberto le encanta compartir ideas ‘progresistas’ con el Primer Ministro lo que le provoca mayores nauseas a su augusta esposas Alberto desaparece y se va a pasear en trencito con Peele. Vicky que anda con antojo de nabo casi le mete uno en la cola al marido, hasta que esté la convence de lo divertido que es andar en chucuchucu (léase locomotora no se trata de otra postura sexual).

En la segunda temporada y luego de otro atentado (para ser una petisa rolliza insignificante la Vicky tenía muchos enemigos), la reina y su marido deciden ir a descansar a Escocia. Este viaje, obviamente de placer, fue mas elaborado, y aunque Vicky solo se llevó a dos doncellas, Skerret y la irlandesita, si se trajo a toda su panda de compinches: la Duquesa de Buccleuch (Dame Diana Rigg) y su sobrina Whilmina Coke (Bebe Cave), la Duquesa de Sutherland (Margaret Clunie) , el cuñado Ernesto (David Oakes), Lord Alfred Paget (Jordan Waller) y hasta a Drummond (Leo Sutter), el secretario del Primer Ministro.
Comitiva real en Escocia

Toda esta manada, sus caballos, criados y equipajes le caen al pobre Duque de Atholl (Dennis Lawson) en el Castillo Blair en Pertshire. Para entretener a sus Altezas Reales, el pobre Atholl inventa excursiones de pesca (no es temporada de caza) para el día, y en la noche les ofrece sesiones de poesía recitada de manera muy monótona por el médico de la familia. Hasta la escocesa Duquesa de Buccleuch se queda dormida.

El Duque de Atholl recibe a los soberanos (ITV)

Los Crawley llegan a Duneagle Castle (ITV)

Esto es muy diferente al interludio escoses de Downton, cuando los Crawley fueron agasajados por los Flintshire. Aparte de tener que presenciar un par de peleas domesticas de sus anfitriones, los Crawley lo pasaron magnifico y eso que Mary y Matthew intentaron entrometerse en el romance de Edith y su jefe Michael Gregson que milagrosamente apareció en la región con la excusa de que venía a pescar.

Volviendo a Victoria, la reina y su marido ya no aguantan más. Alberto detesta las gaitas que le recuerdan el lamento de un ciervo moribundo. A Victoria la excitan sexualmente (No se necesita mucho para excitar a esa enana caliente) pero no se la pueden pasar en la cama.

En una excursión deciden fugarse. El pobre Duque les suplica que tengan cuidado, pero el arrogante Alberto cree que es una brújula ambulante. ¿Resultado? Se pierden, pasan hambre, pasan frio, Vicky casi se cae al rio. Mientras todos en Blair Castle están de cabeza buscando a su soberana (“¿cómo pueden perder una reina?” Exclama indignada la Duquesa de Buccleuch) los Saxe-Coburgo encuentran una casita y adentro, no una bruja con un calderón humeante, sino una pareja de ancianitos que tienen que darle su cama, su comida y hasta darle a Vicky unas lecciones de costura.

Nada de eso es cierto, pero nos entretuvo bastante. los que si la pasaron bien fueron las criadas. Skerret hasta se consiguió un pretendiente escoces que le enseñó a bailar un Highland Ji. Le quedó  mucho mejor que al pobre Mr. Molesley (Kevin Doyle) que en "Downton Abbey" hizo el oso en una fiesta similar.
Molesley trata de hacerle al baile escoses

Y Skerret lo consigue con más gracia
Ni hablar de Alfred y Drummond

Hay algo en el aire de las Tierras Altas que predispone a las relaciones ilícitas. Fue en Duneagle Castle, donde Edith contempló la posibilidad de ser la amante de un hombre casado y es en los alrededores de Blair Castle, en “Victoria”, que Lord Alfred y Drummond intercambiaron su único beso de amor.

Si “Victoria” no les parece suficientemente downtoniana, ya estoy preparándoles una lista de series que de seguro aplacaran su nostalgia por la Abadía.


jueves, 26 de abril de 2018

Downton Abbey, Tom Jones y el Nacimiento de un Género



Todos los Downties estamos familiarizados con esas listas de Google tituladas “películas para llenar la ausencia de Downton Abbey”; “miniseries que se parecen a Downton Abbey”; “si te gustó Downton Abbey ve…” etc. A la par de aprovecharse de nuestra necesidad y añoranza, estas listas chantas nos ofrecen cosas que ni se parecen a DA. Por eso me propongo remediar ese yerro, dando una lista que sea representativa de lo que necesitamos. Pero antes,  hay que identificar los atributos que nos hicieron amar la creación de Lord Julián Fellowes.

Revisar esas listas da pereza. “Los Tudor” y “Call the Midwife” son excelentes series, ¿pero ¿qué tienen que ver con “Downton Abbey”? La Saga de los Forsyte, muy buena, pero, aunque se trate de la vida de una familia desde el periodo victoriano hasta los locos 20s, no es lo que estamos buscando los Downties urgidos.

Lo que hace a “Downton Abbey” tan singular, es la dinámica de arriba y debajo de las escaleras: la relación entre amos y criados. Es una relación que solo puede darse en un contexto anglosajón, por lo que “Las Reglas del Juego”, esa joya de Jean Renoir se parece, pero no es. A pesar de mostrarnos a una familia aristocrática, de la Francia (y sus sirvientes) en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, que ofrece a sus invitados un fin de semana de cacería en su casa solariega.

Sucede que aun en ese tiempo la conexión entre patrón y sirviente en Francia era distinta a la del Reino Unido. La sociedad inglesa estaba dividida en castas definidas lo que gobernaba la sinergia entre miembros de clases diferentes. Incluso un filme como “Sabrina” que tiene lugar en una mansión de Long Island en donde los hijos de una familia acaban enamorados de la hija del chofer, tampoco corresponde a la realidad "downtoniana”.

Precisamente porque la relación amo-criado era tan particular en el mundo anglo es que no puede compararse ni siquiera a la de la clase patronal y sus obreros y empleados. Por lo que series como “Mr. Selfridge” o la ibera “Grand Hotel (que ha sido vendida al extranjero como la Downton española) tampoco califican como parecidas al mundo de la Abadía.

La primera regla entonces es que la historia debe ser vista no solo desde la óptica de la clase dominante sino también desde la de un  staff doméstico. Todos ellos deben habitar una mansión, de preferencia lejos del mundanal ruido. Puede ser un castillo una casa de campo, un lugar grande con connotaciones históricas y con nombre propio como las Abadías de Northanger y Downton, Thornfield Hall, o Manderley, donde la sombra de Rebecca sigue persiguiendo a su sucesora.



Los puntos de vista de amo y criado coexisten con los de los extraños que se relacionan con ellos y que nos ayudan a entender cómo se maneja ese tipo de casa y la familia que la posee. Ahí es donde entran en juego las famosas visitas de fin de semana. Las house parties sin la cuales no sobrevive este tipo de ficción que alguien ha llamado Horse &Manor.  A propósito,” house party” es una combinación bisemántica que se aplica tanto al evento que agrupa invitados y anfitriones, como a los mismos invitados (y sus criados) que asisten al evento.

Las propiedades familiares (los Stately Homes of England a los que les cantaría Sir Noel Coward) eran el sello de una familia aristocrática, las sucesoras del castillo feudal. Para el Siglo XVIII, una propiedad en el campo se había convertido en un símbolo del linaje de un aristócrata y la característica obligatoria del nuevo rico. A medida que las clases altas gravitaron hacia Londres y la Corte, la casa de campo se volvió un espacio para descansar en familia, pero también para recibir amigos y deslumbrar extraños con el boato de los cien sirvientes, las cenas opíparas y las fastuosas cacerías.

Para el siglo XIX, hasta la Reina Victoria gustaba de visitar a sus súbditos lo que representaba un gasto desmesurado y una tremenda incomodidad para sus anfitriones. Una vez tuvieron que correr al Duque de Wellington de Walmer Castle porque Vicky les cayó de improviso y necesitaban de la mejor pieza de invitados. Para entretenerla, los omnipresentes Cecil tuvieron que gastar mas de 70 mil libras esterlinas em ocasión de la visita real a su casa familiar,  Hatfield House en Hertfordshire.

Para finales de la era victoriana y comienzos del Siglo XX, la Edad de Oro del country house, las visitas podrían esperar entretenimientos mas variados. A la cacería se les unirían deportes como tenis, golf y cricquet. Para dentro de la casa habría recreaciones como billar, bridge, charadas y otros juegos de salón que encantaban a la aristocracia.  
Equipo Downton de criquet (ITV)

Las visitas también eran mas cortas. Ya nadie se la pasaría once semanas como Katherine Morland en la Abadía de Northanger. Ahora no se esperaba que los invitados pernoctasen mas de dos noches en las propiedades rurales, y a pesar de que Lady Violet fingiese no saber lo que era un weekend, las country house parties tenían lugar de viernes a domingo.

Para el siglo XX, los country house weekends no solo servían para evidenciar la alcurnia y fortuna de los terratenientes sino también eran centros donde se hacían negocios y se tomaban decisiones políticas Chequers, la casa solariega de Winston Churchill estaba llena de invitados los fines de semana con gran desperacion de Lady Clemmie que tenia que hacer malabares con los escasos recursos económicos de los que disponía.

En “These Foolish Things” vemos uno de esos fines de semana ser utilizado por un novel dramaturgo para poder conseguir la subvención económica de una millonaria americana. Pero lo que será un lugar común de todas estas ficciones,  es como las visitas a casas señoriales y las invitaciones de los dueños de estas corresponden a un mismo propósito, conseguirles maridos a las hijas casaderas. Como supimos por “Downton Abbey”, romance y matrimonio eran preocupaciones primordiales tanto arriba como debajo de las escaleras.

Desde el cierre de la abadía muchas series, (“Victoria” “The Halcyon” “Parade’s End”, “Mercy Street” y “The Crown”) han sido mercadeadas como la nueva “Downton” Solo una de ella amerita ese título. Aunque inferior a su análoga, en muchos aspectos “Victoria” es la más cercana al esquema downtoniano. Eso es algo que voy a explorar en una entrada futura con la que comenzaríamos a ver, en orden cronológico, las series, películas y libros que se asemejen a “Downton Abbey”. 

Primero vendrían las que corresponden a la Belle Epoque o Edwardian Era que son las que se emparejan a la primera temporada de DA, que comienza con el hundimiento del Titanic y acaba con la declaración de la Gran Guerra. Seguiríamos por los Años 20, con los cambios sociales impuestos por la Primera Guerra Mundial, el enfrentamiento entre lo antiguo y lo moderno que vimos como tantas veces afectó la vida de Robert Crowley, y como la modernidad liberó a las mujeres en muchos aspectos. Para el final viene el declive, con la década que siguió a la Gran Depresión con sus miedos, su debacle económica, la necesidad de ir reduciendo el personal de las grandes casas, y también la inseguridad política que culminaría en la segunda Guerra Mundial.

Antes de comenzar, quiero dar una explicación a los” Austenianos” que me leen. A pesar de que la obra de Jane Austen esta abarrotada de casas con nombres (Northanger Abbey, Mansfield Park, Pemberly, etc.) y que sus personajes dividen su tempo entre visitar y ser visitados, la ausencia de servicio marca la diferencia.

 Jane Austen no se caracteriza por incluir sirvientes y sus puntos de vista. El conjunto de fuerzas que gobierna “Downton Abbe” no solo se apoya en el servicio doméstico sino también en la visión que sus miembros tienen de sus amos. La mirada sardónica y honesta del criado es necesaria (incluso cuando se equivocan como ocurre a veces con Daisy) para ayudarnos a comprender a la clase dominante.
Para variar, Daisy protestando

Debido a eso, elegí para mi primera recomendación un ejemplo de la picaresca inglesa del Siglo XVIII. Tom Jones, la historia de un expósito de Henry Fielding trascurre en lo que hoy llamaríamos “Era Outlander” ósea contemporánea al alzamiento jacobita en Escocia, tema que da para mucha conversación en la novela. Hablamos entonces de un siglo antes del apogeo de las casas de campo, de las house parties, y de todas las reglas asociadas con el género “Horse &Manor”. Sin embargo, hay elementos en Tom Jones que la vinculan a “Downton Abbey.

Primero tenemos la casa señorial que no es heredada como la Abadía de Downton, pero que si refleja la importancia de quien la habita. Tenemos criados que expresan puntos de vista y se involucran en la vida de sus amos, y encontramos ese distintivo hobby, la cacería como punto de reunión social, pero también como generador de romance. Sophia Western y Tom Jones se enamoran durante una cacería, tal como Lady Mary Crawley encontrará tres amantes (Pamuk, Lord Illingham y Henry, su segundo marido) en el ejercicio de ese pasatiempo.

 Recomiendo la novela, que, aunque antigua, es muy fácil de leer. Pero si son más de audiovisuales, entonces hay varias adaptaciones para pantallas chicas y grandes Acabo de enterarme que hubo una silente de 1917; la BBC está planeando otra para el próximo año, pero para mí la definitiva es la fílmica de 1963. A pesar de que su director Tony Richardson nunca estuvo satisfecho con ella, y el protagonista Albert Finney la odia, esta película se ganó merecidamente cuatro Oscares, un BAFTA y un Globo de Oro.

Tanto la novela como el filme se centran en el nacimiento de Tom que tiene lugar en Paradise Hall, la casa señorial de Mr. Allworthy, un burgués millonario, viudo y sin hijos, que vive en compañía de su hermana solterona Bridget. A pesar de que Allworthy es un buen anglicano, dotado de virtudes de clase media, su fortuna lo está subiendo de nivel lo que lo obliga a comprar una casona que reafirme su nueva posición económica. Allworthy es ahora miembro de la pequeña nobleza rural, de la clase de los Squires. La diferencia con su vecino el bullicioso y zafio Squire Western es que este último ha heredado propiedad y titulo y Allworthy es todavía nuevo en su clase.

Una noche, Mr. Allworthy encuentra en su lecho a un recién nacido. Las investigaciones de su ama de llaves, la Señora Wilkins, determinan que la madre del expósito es Jenny Jones, una criada del pueblo. La gente mira con sospecha a Jenny porque le gusta leer y está aprendiendo latín con la ayuda de Mr. Partridge, el maestro rural. Hacen las sumas y deciden que la intelectual Jenny y el maestro son los padres de Tom. Ambos son expulsados de la comarca. Allworthy adopta al pequeño al que le da su nombre, Thomas.
Los Allsworthy y el misterioso bebé

Pasa el tiempo y Bridget se casa con el Capitán Bilfil, y tienen un hijo. Bilfil Jr. odia a Tom al que ve como un intruso. Tras la muerte de sus padres, Bilfil se siente ya dueño de la fortuna de su tío. Solo le  faltan dos cosas, la esposa adecuada y sacar de en medio a Tom Jones. Bilfil mata dos pájaros de un tiro cuando descubre que, la que ya considera su prometida, Sophia Western tiene amores con Tom. Al enterarse, el Señor Alworthy expulsa a Tom de su casa.

A pesar de ser una obra de tono picaresco, y de que el protagonista no es un dechado de virtudes, Fielding impone ciertas generalizaciones maniqueas a su narrativa. Allworthy, y tal como su nombre lo indica, es un hombre digno y meritorio que ha seguido las reglas de su iglesia y por eso ha sido bendecido con riqueza. No como la otra aristocracia representada por Western, y los corruptos nobles a los que Sophia y Tom conocerán en su huida a Londres.
La infame Lady Bellaston

La aristocracia londinense,  según Fielding,  es depravada y desmesurada. Otro grupo que el actor hace blanco de sus críticas es el servicio doméstico. A pesar de que, por su posición social ambigua, Tom hace amistad con gente de abajo como el guardabosques Black George, el servicio doméstico de Paradise Hall  no es leal ni muy honrado.
Black George y Tom

La Señora Wilkins se revela como descontentadiza y soberbia cuando, creyendo a su amo a las puertas de la muerte, le reprocha mentalmente que le vaya a dejar la misma cantidad de dinero que a los otros sirvientes.  Un pensamiento tan mercenario no se esperaría de los criados de Downton, aunque tal vez si de una Miss O’Brien.

Las doncellas son las peores en Tom Jones. Una de las mucamas es quien delata los amores de Tom y Sophia; la doncella de Lady Bellaston es tan maliciosa e inmoral como su ama, y Honor, la criada de Sophia, tiene todo menos ídem. Está dispuesta a vender a su ama, pero cuando la despiden elige huir con Sophia.
Los criados se despiden de Tom Jones

Escogí el filme de Richardson porque ahí se describe con más caridad a los de debajo de la escalera. Al partir Tom de Paradise Hall, hay una escena en que se despide de todos los criados y ahí se nota el grado de afecto que existe entre ellos. Honor, aunque charlatana y atolondrada, es adicta a Sophia y acepta acompañarla en su fuga a pesar de los riesgos que correrán ambas.
Sophia y Honor

El mayor cambio del filme es convertir a Jenny Jones en doncella de Miss Bridget Alworthy. Así se explica mejor que Tom haya nacido en Paradise Hall y que se le haya escondido en el lecho del amo. Cuando es interrogada, Jenny admite ambos cargos, pero omite decir que no fue ella quien trajo al mundo al expósito. Jenny acepta una vida de humillaciones y pobreza, y sacrifica su buen nombre a cambio de proteger la reputación de su señorita, quien resulta ser la verdadera madre de Tom Jones.
Cranborne Manor, alias Paradise Hall

El filme hace uso de la cámara para exponer la cúspide de la nobleza campesina con sus nuevos integrantes, con sus casonas llenas de criados. Para encarnar a Paradise Hall, se eligió a Cranborne, hogar ancestral de los vizcondes que portan ese título. Pero la mayor muestra de lo que espera en el futuro a la aristocracia rural es la escena de la cacería.  Alerta: incluye escenas violentas.

 En “Downton Abbey” hemos visto los dos tipos de cacería que el británico bien nacido practica hasta hoy: la inútil cacería de zorros (hunting) y la caza menor (shooting) Tal como en Downton, Tom Jones muestra como la cacería sirve de tertulia de la gente importante de la localidad; de ejercicio (esas carreras locas ayudan a la transpiración de jinete y caballo) y de romance. El caballo de Sophia se desboca,  Tom logra rescatarla y acaba con un brazo roto. El agradecido Squire Western se lleva a Tom a convalecer a su casa propiciando así un espacio para que surja el amor entere su invitado y su hija.

La cacería ilustra la evolución de la nobleza sirviendo de puente entre el pasado incivilizado y el futuro refinado. Lo vemos en la diferencia de comportamiento entre sexos. Las mujeres van ataviadas con elegantes trajes de montar, sonríen, saludan, se mueven con propiedad incluso en sus monturas,  en comparación a la frenética actividad de sus hombres que andan todos desastrados y se comportan como salvajes.
Traje de montar del Siglo XVIII

 Richardson no oculta su percepción de la cacería  como un deporte sanguinario. Vemos a un jinete enterrar sus espuelas en los ijares de su caballo hasta hacer sangrar al animal; a un campesino recoger un ganso que la batida de caza ha aplastado; y lo peor es la ejecución por parte de un eufórico Squire Western del pobre ciervo. Si no me opusiera a la cacería como deporte (y no solo porque mi religión lo prohíbe) ver estas escenas me convencería. Y sin embargo serán las cacerías las que definirán este género del Horse & Manor que tanto apreciamos y que nos ha brindado “Downton Abbey”.






lunes, 23 de abril de 2018

¡Oh, Pérfida Sion! El Antisemitismo en McMafia (o por qué prefiero las series de época)



En mi entrada anterior comenté las fallas de” McMafia”, una cara y ambiciosa serie de la BBC, que intenta mostrar “el rostro humano” del crimen organizado. Mencioné que, entre sus falencias, está   el presentar negativamente a las múltiples nacionalidades y grupos étnicos que se involucran en el crimen globalizado. Llega al punto que solo los rusos se salvan de ser mostrados como monstruos. Pero las mayores quejas contra “McMafia” van en contra de su perpetuación de ofensivos estereotipos sobre los judíos.

“McMafia” se enfoca en dos tipos de judíos: los de la ex Unión Soviética y los israelíes. Precisamente, los dos grupos en que el mundo moderno  nos divide  a los judíos. Como no soy israelí y no tengo ni una gota de sangre rusa, me siento mal representada.

Israel, un paraíso para corruptos
Según “McMafia”, Israel es un país donde el parlamento ofrece refugio a mafiosos corruptos y donde los ex soldados de Tzahal se ven obligados a poner agencias de guardaespaldas u ofrecer sus servicios a los ya mencionados mafiosos. Todo lo que vemos de Israel está subordinado a la codicia y corrupción de Semyon Kleinman (David Strathairn). Hasta la policía que no es corrupta es vista como más torpe que los mafiosos.

Kleinman, que antes de llegar a Israel ya era delincuente en Moscú, ahora tiene un asiento en el Knesset, amigos en la IDF, y una hija en la Mossad. La hija es mencionada en el segundo capítulo y no vuelve a aparecer. Algo muy común en esta serie son los personajes accidentales que solo sirven como recursos Deus Ex Machina. La mención de la Agente Kleinman da paso a una calumnia totalmente gratuita. Semyon le dice al protagonista que el lema de la Mossad es “A través del engaño, haremos la guerra”. NOT!

El antiguo lema de la mayor agencia de inteligencia israelí fue (hasta el 2011) una cita del Libro de los Proverbios (Prov. 24.6) que dice be-tachbulot ta aseh lekha milkhamah. En traducción “Porque con consejos prudentes harás la guerra”. El 2011, el lema cambió a otra cita de Proverbios (11.14) “donde no hay discreción sabia, caerá el pueblo”.

 En roles tan diversos como el esposo abusador de Dolores Clairborne y Ed Morrow en” Good Luck, Good Night”, David Strathairn me ha demostrado ser un gran actor. Su interpretación de Semyon lo hace parecer como un señor tranquilo, un viejito amable, pero debajo de esa fachada se oculta una cobra. O como lo describe el padre del protagonista es “una culebra con anteojos”.


No solo se dedica al tráfico de drogas y lavado de dinero. También colabora en el tráfico de esclavas sexuales para adquirir a nenas espías a las que adiestra en el arte de las intrigas de alcoba a la Red Sparrow. Como vimos en el caso de la pobre Ludmila (Sofia Lebedeva), después de “comprarlas” a traficantes egipcios, Kleinman las mantiene secuestradas.  
Ludmilla en el mercado de esclavas

Con gran ingratitud se niega a liberar a la pobre Ludmila a pesar de que ella ha colaborado para que no lo encarcelen. Y no quiero dar spoilers, pero al final, el reptil más ponzoñoso es Kleinman. Ósea tanta queja de los pobres mexicanos, y él le entregará a Alex (James Norton) en bandeja de plata al enemigo común, Vadim Kalyagin (Merab Ninize).

Pero todavía hay un  peor aspecto de Semyon y que enloda a otra minoría. En el capítulo 5, sorpresivamente nos revelan que Kleinman es gay. ¿Como en cinco capítulos no nos han contado un detalle tan importante de su personalidad? Semyon está enamorado hasta las patas de Ezra,  un joven fotógrafo. Ezra es tan cerdito (kosher pig) que le saca plata al vejete para pasarlo bien en las fiestas con su verdadero amor, Reuben . Ludmila,  en medio de su recaudación de información extraída a viejos borrachos libidinosos,  sorprende a la pareja besuqueándose.

Llega Vadim a Israel convertido en un ángel de venganza. Para castigar a Semyon rapta a Ezra, lo hace violar y apalear, y lo obliga denunciar a Kleinman como su atacante. Solo el testimonio de Ludmila salva a Semyon de una buena temporada en la cárcel. Y aun así el viejo canalla se niega a soltar a la ex rusa, a pesar de que sabe que su fiel guardaespaldas Joseph (Oshri Cohen) está enamorado de ella. Joseph y Ludmila son de los pocos personajes agradables de esta historia.

La serie muestra la homosexualidad de Kleinman como un defecto más de su despreciable humanidad y lo aprovecha para su propaganda anti-sionista. Israel es el único país del Medio Oriente que no criminaliza la homosexualidad, que reconoce uniones entre personas del mismo sexo, y permite marchas y otras manifestaciones del Orgullo Gay. Este cuentito  hace pensar (y no solo a los homófobos)  que la libertad sexual israelí es un foco de libertinaje que protege a criminales pervertidos y a sus toyboys que se complacen en estafar y romper el corazón de sus ancianos amantes.
Orgullo Gay a la judia

Israel, como todos los países del mundo, tiene crimen organizado. La policía israelí trae identificadas a dieciséis familias mafiosas: siete rusas, seis de judíos del Magreb (curiosamente, son más poderosas que las familias rusas) y tres familias de árabes palestinos no-judíos. No tengo problemas con que hagan algo sobre la mafia israelí. Mi problema es que toda la visión de Israel sea tan negativa como su hampa.

Judíos ingleses
Salimos de Tierra Santa para ir a Londres a conocer al protagonista Alex Godman y a su familia. Tres cosas sobre ellos. Son ex mafiosos (con la excepción del Tío Boris), son  ex -rusos… ¿También son ex judíos? Porque como dijo Jenni Frazer en The Jewish Chronicle los Godman son “la familia más poco convincentemente judía” que recuerda la periodista.


Yo creo que Jenni y yo definimos lo que es ser judío de la misma manera. Judío es a) el que practica el judaísmo b) el que vive dentro de una cultura judía y/o c) el que sin practicar ni la religión ni la cultura judía, igual siente respeto y admiración por ese bagaje heredado de sus ancestros. Bueno, digamos que los Godman no caen en ninguno de esos grupos. ¡Ni siquiera dicen L’çhaim cuando brindan!

¿Como sabemos que son judíos entonces? Primero, Alex se queja de que en su elegante internado ingles lo llamaban “Yid”, más adelante su padre responde a una pregunta de su amante de por qué no está tatuado con un “soy hebreo”.  A lo que sigue una convulsa y errada explicación de por qué los judíos no nos tatuamos. Pero el piece de resistance del judaísmo es el funeral y la Shiva (velorio judío) del Tío Boris (David Denczi).

Fue refrescante ver judíos (y no judíos)  ir  de cuello y corbata a un funeral. Recibo tantos informes de que en Israel se va a funerales en shorts y hasta sin camisa. Aun así, lo único que revelaba el judaísmo de los presentes eran los kippas  de los varones presentes. Hablando de la religión en “McMafia”, The Catholic Herald   ha llamado a esa cobertura de cabeza (y a la cruz que porta Vadim) un símbolo vacío.

Yo creo que el problema aquí no es tanto de símbolos vacíos sino de una ignorancia total de como viven los judíos. Lo vemos en dos ocasiones cuando los Godman visitan la tumba del Tío Boris, tanto Alex como su padre se arrodillan para rezar (¡!!) A los judíos nos está prohibido arrodillarnos al rezar.

En una entrevista para la BBC, David Strathairn confesó saber poco de la cultura ruso-judía, pero aseguró que “la producción nos ha provisto con mucha información tangible y palpable”. Se nota.

Los Locos Godman
A mí no me molesta que pongan a los judíos como criminales. Si fuera por eso no hubiera sido devota de los gánsteres judíos de “Boardwalk Empire,” o de Avi el corrupto ex gente de la Mossad en “Ray Donovan” o no  babearia sobre mi  cochinito Tom Hardy en el rol de Alfie  Solomons en "Peaky Blinders".
¡Estos si son gansters judíos, mier...!

Mi problema con los Godman (¿y quién se llama así?) no es que sean mafiosos, es que son tan antipáticos. Más irritantes que la Familia Peluche. Al lado de ellos, los mafiosos de “Eastern Promises” son los Ingalls de “La Casita en la Pradera”.

Un vínculo común entre Alex Godman y Vadim Kalyagin es que los dos usan a sus seres queridos como excusa para sus chanchadas. Ambos creen en el valor de la familia. Vadim relata una siniestra anécdota de que cuando torturaba gente en su trabajo de la KGB lo que más lo impresionaba era como los torturados suplicaban que no dañaran a sus familias.
Vadim y la niña de sus ojos

Como dije en mi entrada anterior, contrapesando su mundo de violencia y delincuencia, a Vadim lo presentan como el viudo inconsolable, el padre amoroso y el amigo casero que gusta de visitar a su compadre para disfrutar en familia. A pesar de ser multimillonario, vemos a Vadim gozar más de esas pequeñas reuniones donde los niños juegan, donde todos se ríen, apalean el piano, y comen pastel, que en su exagerada fiesta en Versalles que obviamente era nada más que un show para deslumbrar a sus socios.

¡Qué diferentes esas veladas moscovitas con los Godman a los que vemos medios borrachos en francachelas, y que cuando se reúnen bajo el mismo techo terminan siempre peleando! Es un poco triste porque la cultura judía (como el judaísmo) se centra en el hogar y la familia. Pero el sentido familiar de los Godman parece una parodia. Ni Philip Roth podría crear individuos tan disfuncionales.
Media hora juntos y los Godman ya andan de las greñas

El centro de esa familia es el patriarca Dimitri Godman (Aleksey Serebyakov) al que todos sus parientes buscan proteger. Se supone que nunca se recuperó de haber tenido que abandonar la Unión Soviética y eso que es obvio que se trajo un arcón lleno de rublos. de otra manera no se explica cómo paga las compras de su mujer, las drogas de su hija, los gustos caros de su amante, el mega departamento londinense y hasta el vodka con el que llena innumerables botellitas plásticas que carga para todos lados.

Nunca sabremos si la incompetencia mental de Dimitri se debe a que sufre de un principio de demencia o al alcoholismo. Se pasa el día (aparte de rumiar y beber) dándole de comer a los patos en el parque o poniendo música estridente que molesta al vecino (que obvio que es musulmán). Cuando se aburre mucho sube a la azotea a mirar al vacío. En una de esas se cae, pero para mala suerte de su familia, sobrevive.
¡Qué se cae! ¡Qué se caiga! ¡Se cayó!

La caída de Dimitri provoca que Oksana (Maria Shukshina), su mujer, se ponga a esculcar las cosas del marido y se encuentra con una carta de amor que el viejo le ha escrito a su joven amante, una amiga de su hija. El descubrimiento de la infidelidad de Dimitri convulsiona a los Godman (como si no tuvieran ya suficientes problemas).

No se entiende como Oksana nunca sospechó que su marido tuviera amantes o por que lo toma tan a pecho, si hasta duermen en cuartos separados. Al parecer la humilla haber gastado tanto tiempo cuidando a un despojo humano solo para descubrir que él todavía puede pasarlo bien con una mujer más joven.
Tu le vas a limpiar el culito con un Kleenex
MMMM! Como que no creo....


Oksana hace lo más inteligente. Visita a Masha (Maria Mashkova) y le cede el marido, solo que ahora será “la otra” quien tendrá que aburrirse escuchando los delirios de un viejo y ensuciarse las manos limpiándole los vómitos y otros fluidos corporales al incontinente borracho. Obvio que Masha no quiere tamaño desperdicio , pero como está embarazada tampoco quiere soltar al amante. Es ahí que los Pequeños Godman se toman un break (Alex de sus actividades criminales, Katya de su ingesta de drogas) para arreglar este asunto.
¡Aborta, Aborta!

Me pregunto qué vela tienen en este entierro. ¿Desde cuándo los hijos se entrometen en la vida de los padres? ¿Para qué malgastar tiempo protegiendo un matrimonio que es una farsa? Pero a Alex el poder lo ha convertido en un manipulador (y mentiroso) compulsivo. Tal como ha despreciado los consejos médicos de someter a Dimitri a una terapia psicológica, Alex cree que puede arreglar la vida de su padre solo.
Una oferta a la que Masha nose  podrá rehusar

Cuando Katia (Faye Marsay) fracasa al intentar convencer a Masha de que aborte, los hermanitos Godman le ofrecen veinte mil dólares mensuales para que ella y el crio se vayan lejos del padre.   Con justa razón , Dimitri se enfurece al saber lo solapados y metiches que son sus hijos. La intromisión e impertinencia de Alex y Katya es un reflejo de las tramposerías y crímenes de Semyon Kleinman, y que terminan siendo eco de la acusación antisemita de que los judíos manejan el mundo de manera disimulada y traicionera.

En un nivel más doméstico, los Godman no serán muy religiosos ni muy apegados a su cultura, pero ¡vaya que perpetúan clichés de vaudeville sobre las familias judías!  Un rasgo común de Dimitri y Oksana son sus quejas sobre las parejas de sus hijos. Oksana es la típica suegra judía entrometida y despectiva de la nuera a la que llama burlonamente “Becky” y cuyo vestuario es objeto de su crítica.

Dimitri en cambio, se parte de la risa cuando oye a Katya y su novio Femi (Clifford Samuel) peleando en la cocina, apoda a su futuro yerno “Michael Jackson” (por el color de su piel) y comenta despectivo que seguro querrá que Katya lo mantenga. Cuando Rebecca (Juliet Rylance), viene a solicitar su ayuda para descubrir en que malos pasos anda Alex, Dimitri le pregunta esperanzado “¿vas a romper tu compromiso?” Con las fichitas que tienen por hijos, los Godman deberían darse una roca en el pecho de que personas decentes, centradas y trabajadoras (ergo sosas y pusilánimes) como Femi y Becky los hayan escogido de pareja.
Femi y los líos de amar a una princesa judía

Existe una gran diferencia entre los mafiosos judíos y los cristianos en lo que respecta a su vida familiar. El mayor contraste es entre la viciosa y consentida Katya, que supera las falencias del cliché de la princesa judía, y la humilde y angelical Natasha Kalyagin (Anna Lenonova). Resulta casi karmico que sea Dimitri el culpable de la muerte de lo más puro del cuento.

Ni un panfleto Nazi lo podría expresar mejor.  Semyon y Dimitri destruyen la pureza del mundo (Dimitri provocando la muerte de Natasha y Semyon prostituyendo niñas inocentes y comprando el amor de jovencitos), pero también representan otro peligroso estereotipo, los judíos tan poco confiables que se traicionan entre ellos.

Después de todo este listado,  se puede deducir que los estereotipos judíos no son accidentales, contando además que no es la primera vez que a Hossein Amini lo acusan de antisemitismo. Nacido en Teherán, e hijo de diplomáticos, Amini y su familia se establecieron en el reino Unido tras la caída del Shah. Amini fue a internados privados y a Oxford y es un persa totalmente asimilado que nunca ha escrito ni sobre su país ni su cultura. Se ha hecho un nombre con sus adaptaciones de The Wings of the Dove, y Four Feathers y por filmes fantásticos como” Blanca Nieves y el Cazador” y “Los 47 Ronin”.

En el 2011, su galardonada adaptación de Drive de James Sallis, ameritó una demanda, durante la cual surgió una queja, implausible y risible, sobre los villanos judíos del filme. Las acusaciones que han caído sobre Amini a raíz “de McMafia” son mucho más concretas y con más base, lo que ha llevado al guionista a solicitar la ayuda de Tom Gross, conocido periodista y activista de los derechos humanos (y aparentemente el único amigo judío que Amini hizo en Oxford).

  Tom Gross  ha dicho que Amini no es antisemita. Y, sin embargo, en “McMafia” parece probar lo contrario. Se puede argumentar que, en el libro, la mafia judía es retratada como cruel y criminal. Eso no está en discusión, pero el libro es no- ficción, Amini es responsable por la creación de personajes, el reflejo de su vida privada y de su cultura.

En el 2014, en su adaptación de Our Kind of Traitor de John Le Carré, Amini retrató a mafiosos rusos sin detenerse a explorar sus orígenes étnicos o culturales. En cambio, en “McMafia” se esmera en dar una imagen calumniadora y falsa de una familia judía. Y como vivimos en un mundo ignorante y fácil de influenciar, se puede alegar que está propagando el antisemitismo y el anti-sionismo.

Como ex docente y bibliotecaria, he combatido la perpetuación de estereotipos negativos en los textos y materiales que pueden encontrarse en bibliotecas. Cuando me especialicé en servicios a minorías se me enseñó que no se puede crear un personaje étnico ni como totalmente bueno o totalmente malo, a menos que haya en él rasgos que lo humanicen o que se coloque una contraparte a su maldad. Normalmente, esa contraparte consiste en la inclusión de un miembro de la misma etnia, pero que posee virtudes que precisa nuestro personaje. En “McMafia” el colectivo judío carece de ese contraste.

La guinda en el pastel es Sídney Bloom (Tim Aherne), el patrón de Rebecca. Nos lo presentan como “él ultimo banquero honrado”, pero un rival le cuenta a Alex que Bloom hizo su fortuna a costa de países africanos. Ósea, ni el judío honrado puede serlo. Es que también… ¿por qué hacerlos banqueros?  Es como los políticos, uno sabe que son corruptos. ¿Por qué mejor no hicieron a Alex veterinario, o pintor?

Esta noche voy a ver el capítulo final de “McMafia”, pero ya tengo una idea formada de cuales son sus fallas. Leo que hace rato que la BBC está siendo acusada de anti-sionismo. Como solo veo sus dramas de época, he permanecido ignorante a ese fenómeno, lo que refuerza mi propósito de seguir viendo period pieces. A lo mejor hay en ellos casos aislados de manipulación o deformación de la historia judía como ocurre en “Los Borgias” o en la grotesca “Knightfall”, pero lo refrescante del drama de época es que los judíos no aparecen, o son descritos con propiedad como en “Call the Midwife” o “Downton Abbey”.