Se me hizo tan difícil
comenzar a verla. Los clips me mostraban escenas paródicas de eventos y
momentos que conocía tan bien, yo, la Diana friki por excelencia, que sentía vergüenza
ajena. Entiendo que el propósito de Peter Morgan este año es asestarle la estocada
mortal a la realeza, dejar tan mal al futuro rey que la monarquía misma se
sienta sin futuro. ¿Lo logrará?
Diana era un
Árbol Loco
Este primer
episodio no fue tan malo como esperaba. De hecho, hubo cosas que me gustaron,
aun cuando son inventos, como ese primer encuentro con Diana disfrazada de árbol
(Mad Tree). Estuvo muy bonito y romántico. Sobre todo, si se piensa en que
Diana tenía 16 años y Carlos 29. Pero hablaré de eso más adelante.
Lo otro que me gustó
es la serie de montajes de la Familia Real (incluyendo a Lord Mountbatten)
asesinando algún animalito antes del atentado. Me conmovió que Dickie devuelva
al mar una langosta con huevitos y que lo haga con sus nietos, como enseñándoles
a los niños a respetar la vida justo cuando la de ellos es irrespetada.
Como todo en esta
serie, las interpretaciones son ambiguas. ¿De qué lado está Peter Morgan? ¿Del ERI o de las familias de las víctimas?
Nunca oímos a la Familia Real manifestarse sobre ese punto. En la vida real, unos
meses más tarde la Princesa Margarita estuvo en Chicago, y al hablar con la
Alcaldesa Jane Byrne, se refirió a los irlandeses como “cerdos”.
La llamada de pésame
de Margaret Thatcher fue tan rimbombante que pensé que la Reina le iba colgar
diciéndole que no se entrometiese en asuntos familiares, pero lo que la futura
Baronesa le recuerda es que simultaneo al atentado que cobró la vida del Tío Dickie,
su nieto y su consuegra, hubo otro atentado en el que murieron 18 policías
británicos.
Lo sucedido va más allá de una tragedia familiar.
Yo he sido pan-celta toda la vida y mi deseo es ver una Irlanda unida, pero
condeno el terrorismo como una manera (ya probada como inútil) de conseguir ese
propósito. Sobre todo, cuando se cobra
la vida de un anciano octogenario y su nieto de catorce años.
Lo que no me
gustó
El Bajo Perfil
de Ana
Siguen opacando a
la Princesa Real. Muestran al marido, pero no nos cuentan quién es, cómo lo
conoció, ni nos muestran la boda (ni el precioso vestido). Únicamente que está
casada y no es feliz. En 1979, Ana inició su infamoso romance con su guardaespaldas
Peter Cross. Ni siquiera nos han dicho que ya hizo
abuelos a Isabel y a Felipe.
Tampoco nos presentan
las competencias que ganó, ni su participación en las Olimpiadas de Montreal,
la primera vez que un miembro de una familia real lo hacía. En cambio, nos la ofrecen
asustada y con dudas de fracasar en su próxima competencia. ¡Como le gusta a
Morgan exhibir a los Windsor como fracasados disfuncionales!
Los Celos de
Felipe
Mostrárnoslo
borracho, en el peor humor de bully, lleno de rencor contra su hijo por haberle
quitado el afecto de Tío Dickie es otra manera de arrastrar por el lodo a la
familia. Es cierto que Lord Mountbatten fue padre y abuelo para Carlos, pero también
fue una figura paterna para Felipe y solo dejó de serlo cuando vio a su sobrino
bien encaminado y a Carlitos a la deriva sin alguien que le sirviese de guía.
Nunca había oído
que Felipe se sintiese desairado porque Mountbatten quisiese que fuese Carlos
quien leyera su elogio funerario. Un momento tan conmovedor y tiene que meter Morgan
sus neurosis y rencores personales, porque sabido es que un motivo de su
divorcio es que les tenía celos a sus hijos y acusó a su esposa de darles a
ellos más comida que a él (WTF?) Oye Morgan, no todos son tan patanes o malos
padres como tú.
La Ausencia de
Amanda Knatchbull
Cuanto más me
interno en el laberinto construido por las pesadillas de Peter Morgan y la
cacofonía de voces clamando por relatar “la verdadera historia de los Príncipes
de Gales” me sorprende que se pueda obviar una importante pieza de ajedrez como
lo fue Lady Amanda Knatchbull. Me asombraría que ningún historiador o biógrafo que
se haya interesado en Carlos y Diana no haya buscado la opinión de Mrs. Charles
Ellingworth, aunque Amanda lo haya despedido cortésmente porque su dignidad,
respeto por su familia y por la institución de La Corona sellan sus labios.
Pero yo le
suplicaría que escribiese su versión y la hiciese sellar en los Archivos Reales
con órdenes de abrirse tras su muerte, porque solo ella y Carlos conocen los
detalles de una relación que si hubiese llegado al altar hubiese cambiado la
vida de Diana, tal vez mejorado la del Príncipe, y ciertamente le habrían evitado
muchos dolores de cabeza a la Reina Isabel. Aun así, Amanda fue, sin quererlo,
una manzana de la discordia, la última página de ese duelo que desde la Abdicación
existía entre la Reina Madre y Dickie Mountbatten.
Tal como
Mountbatten había orquestado el matrimonio de La Reina y su sobrino, ahora quería
ver coronada a su nieta Amanda. Consciente de este deseo de quien veía como su
padre-abuelo, Carlos desde 1974 se había acercado a quien consideraba la más
bonita de sus primas, Amanda de 16 años. Aunque Lady Patricia, su madrina y
madre de la cortejada, le había aconsejado al Príncipe que esperase a que Amanda
saliese de la escuela, Carlos, siempre impetuoso, se había acercado a su prima
con la que llegaría tener una amistad muy íntima basada en confianza y respeto mutuos.
Exactamente lo que no existía entre Carlos y Diana.
No quiero repetir
lo que ya he dicho en otra entrada. El viaje a la India en el que en un momento se planeó
que Amanda acompañara al Príncipe; la compra de la mansión Chevigny donde
Charles planeaba vivir con Amanda una vez casados; la propuesta de matrimonio
hecha poco después del asesinato de Lord Mountbatten, etc..
Lo importante es
que después que su prima le dio la bota, Carlos quedó al garete. Tan
desorientado que rápidamente se enredó con la bochinchera Anna Wallace ¡a la
que le propuso matrimonio dos veces! Por suerte, ella lo rechazó dos veces,
aunque siguieron un romance loco que acabó en marzo de ese año, cuando en el
cumpleaños de la Queen Mom, Carlos abandonó a Anna para bailar toda la noche
con Camilla. En un despliegue del famoso mal genio que le había ameritado el
mote de “látigo”, Anna le aulló a Carlos que no quería verlo nunca más.
Esto es
interesante, porque Carlos anunció al mundo en 1996 que hacía diez años que era
amante de Camilla. Su biógrafa Penny Juror asegura que los hoy Duques de
Cornualles reiniciaron su romance en 1978, tras el nacimiento de la hija de Camilla,
y el incidente Wallace demuestra que para marzo del 80 la pareja ya había
vuelto a las andadas.
En el primer
episodio, vemos una cena familiar en palacio. Están todo, menos Carlos, y la conversación
parece el chismoseo de la cocina de Downton Abbey. Todos repasan la lista de
amantes/novias del ausente e incluyen las que no existieron (nunca hubo una
Christabel Borgia) o las que todavía no llegan (Anna Wallace). De pronto dirigen
su irritación contra el pobre Mountbatten, muy calladito, ocupado con su sopa,
acusándolo de haber convertido a Carlitos en un Casanova. Él se hace el de las
chacras y todo se olvida cuando mencionan a Lady Sarah Spencer, a quien la
familia en pleno parece aprobar.
A ver, entonces
estamos en 1977. Carlos y Amanda, ahora en la universidad, siguen pasando
tiempo juntos. Hay fotos de ambos en las Bahamas junto a Dickie Mountbatten. Su
Señoría no puede estar más contento cuando su nieto adoptivo le escribe
alabando a Amanda “cariñosa y leal” …y dotada de “un glorioso sentido del
humor”.
Según se rumora,
Felipe no está descontento con tener otra Mountbatten en la familia, pero
callan porque saben que la mayor enemiga de esa unión será la Reina Madre que
sigue viendo a los Battenberg como advenedizos y peor aún, alemanes. Carlos
adora a su abuela y ella tiene una gran influencia sobre el Príncipe.
Sin embargo, la
Reina Madre no es tonta y tiene más “pajaritos” que Varys para informarla. De
acuerdo con Buckingham Babylon de Peter Feardon, la madre de la reina ha
confiado en su dama y amiga, Lady Fermoy, quien ha postulado a dos de sus
nietas como futuras consortes. Es por eso por lo que en la serie todos los parientes
de Carlos parecen encantados con el prospecto que Lady Sarah Spencer (“Johnny’s
Girl”) sea parte de la familia.
Es obvio que nadie
(quizás ni Lady Fermoy) saben que Sarah es lo que entonces se conocía como
“promiscua”; anoréxica y alcohólica. Todo lo que importa es que es de pedigrí aristocrático,
descendiente de Carlos II, y no es una Battenberg.
Diana
Obsesionada, Traumatizada y Manipuladora
La serie entonces
salta a ese primer encuentro tan de novela rosa. No me malinterpreten, me encantó,
pero precisamente porque lo he visto en una docena de filmes, leído en docena
de novelas sentimentales e incluso yo misma he escrito escenas parecidas. La colegiala,
todavía no presentada en sociedad, tiene ese encuentro imprevisto con un hombre
maduro importante del que se enamora a primera vista.
Sarah le explica
a Carlos que el encuentro no ha sido accidental, que Diana “estaba obsesionada”
con conocer al Heredero de la Corona. Ahí revela algo interesante. Peter Morgan
parece estar del lado de Diana. No es así. Él está del lado de todo lo que
desprestigie a la monarquía. Y lo que hace al final de la escena es retratar a
Diana como manipuladora. Alguien que lo ha orquestado todo, esa aparición impromptu sin preocuparle que Carlos
pretenda a su hermana
El segundo
encuentro entre ambos también es un poco ficticio. De regreso de Badminton,
Carlos se encuentra con Diana que se le cruza ante el carro y lo saluda. ¿Qué
hace Lady Di ahí? Es casi un descampado
donde han instalado un tiovivo. ¿Trabaja en esa feria? ¿Va a comprar el pan? ¿Anda
de stalker? ¿O acaso vende flores a la vera del camino? Para Carlos es un hada que le tae palabras de
consuelo por el fallecimiento de tío Dickie
Otra escena, que
jamás sucedió es la de Charles llamando a Sarah, a punto ella de casarse, para
pedir detalles sobre su hermanita. Esto después de un extraño encuentro (que
nunca tuvo lugar) en la carretera. Me gusta esta escena porque Carlos es un
villano total. Solo le falta atusarse el bigote.
Hay cincuenta
personas a las que el príncipe puede consultar sobre hábitos y vida de Lady
Diana Spencer. Llamar a la ex es solo para refregarle en la cara lo que
desperdició y ahora será de su hermanita. Sarah cae en la trampa, llena de
celos le cuenta que Diana coquetea con los padres de los alumnos, que la tiene
limpiando su inodoro, y que siempre se ha creído destinada a un destino
grandioso por eso en casa la apodan “Duquesa”.
Para Carlos la
llamada es un éxito. saber a Diana considerada atractiva por otros hombres lo
enorgullece, nota que es Cenicienta maltratada por sus hermanas mayores, eso lo
hace sentirse protector y lo de “Duquesa” presagia que Diana puede llegar a ser
reina. Es triste que no haya ocurrido
tal escena, porque si Carlos hubiese sido más protector, se hubiese sentido más
orgulloso de su mujer, otro gallo cantaría. Diana sufría de muchos trastornos,
traía un bagaje de traumas infantiles y, en sus propias palabras, era muy
inmadura. Pero Carlos también tuvo mucha culpa en el fracaso de su matrimonio.
Después de la visión de Morgan, vale la de la Princesa misma contada en esos casetes que grabó en 1992 y que han servido de base para el documental “Diana: In Her Own Words”. Puesto que sus dos abuelas eran damas de la Reina Madre, los Niños Spencer hacían visitas anuales a la Residencia Real de Sandringham. Diana recuerda que odiaba esas visitas porque siempre los hacían ver el mismo filme “Chitty Chitty Bang Bang” de Disney. Debido a la diferencia de edad, Diana nunca conoció a Carlos, en cambio jugaba con Andrés y Eduardo.
Lady Diana Spencer en su infancia
Su primer
encuentro fue en 1977, cuando Sarah llevó a Carlos a pasar uno de esos famosos country
house weekends en Althorp, la residencia de los Spencer. Se vieron por
primera vez en una cacería. Siendo Diana una colegiala no tena mucho que
aportar al Huésped Real, pero ocurrió algo especial. Después de la cena, Carlos
le pidió a la más pequeña de las Spencer que le diera un tour por la galería
pictórica de la mansión.
Años más tarde,
en una entrevista a la BBC, Carlos recordaría que Diana lo impresionó por ser “una
chica alegre y llena de vida”. En cambio, Diana lo recordaría como un hombre
“triste”. Puesto que Carlos andaba de romance con Sarah parece contradictorio
que se viese “triste” y puede ser una apreciación típica de la imaginación
soñadora de Diana. Sarah no hacía feliz al Príncipe, solo Diana podía hacerlo.
Esto coincide con
lo dicho por Tina Brown en The Diana Chronicles que, en una excursión de
esquí en los Alpes, Diana les anunció a sus amigas que algún día se casaría con
Carlos (¡!!) porque “es el único hombre en Inglaterra que no puede divorciarse
de mi”. Aquí entra en juego el trauma
infantil de Diana provocado por el divorcio de sus padres. La madre de Diana,
al irse con otro hombre, perdió custodia de sus hijos. Diana siempre vio esos
hechos como un abandono por parte de su madre. Cuando su padre se casó con una
mujer que Diana detestaba, la futura princesa de nuevo se sintió abandonada.
Una obsesión de Diana
era que no se repitiese en ella la historia de sus padres. Mas allá de sentirse
poco importante o inadecuada, estaba el terror de ser rechazada por su marido.
Diana nunca quiso un divorcio. Ella misma dice en sus grabaciones que quería
una separación amigable, que Carlos se fuese con “su dama” (Camilla), y la
dejase a ella con el título de Princesa de Gales y con la custodia de Guillermo.
Diana quería encargarse personalmente de la educación del heredero al trono. La
ironía es que ella misma precipitó ese divorcio.
Después de ese
fin de semana y del aparatoso rompimiento de Carlos y Sarah, Diana no tuvo más oportunidades
de ver a su futuro marido. Sin embargo, tanto Sarah como Diana fueron invitadas
al trigésimo cumpleaños del Príncipe Carlos “¿Por qué Diana?” preguntó Sarah.
La respuesta es que las abuelas conspiradoras ya estaban intentando poner a Lady
Di en el camino del Príncipe.
Lady Di en la epoca de su primer encuentro con el Príncipe Carlos
La Versión de
la Princesa
Es posible que
ellas estuviesen también detrás de la invitación de Diana al fin de semana en
la mansión de los De Plass. Según Diana, Philip de Plass la llamó y le pidió
que viniera “para alegrar al Príncipe”. Aparentemente Carlos andaba triste en
esos días. Diana cuenta que estando a solas, él le habló de lo doloroso que había
sido para él la pérdida de “su amigo Mountbatten” y el rompimiento “con su
novia”. Dos aseveraciones que se prestan a ser interpretadas. ¿Por “novia”
Carlos se refería a Anna Wallace o a la Prima Amanda?
Pregunto, porque Diana
nunca pudo pasar a Amanda y cuando la nieta de Mountbatten se casó en 1987,
Diana se rehusó a acompañar a su marido. ¿Sería porque pensaba que ver a Amanda
le recordaría Carlos la posibilidad de haberse casado con una mujer “más adecuada”
(léase más centrada, paciente, menos conflictiva)?
Lo de “su amigo Mountbatten”
también me descolocó es imposible que Diana no supiese que Dickie era tío
abuelo de Carlos y la figura paterna más importante en la vida del Príncipe de
Gales. Ese es un punto en contra de las grabaciones. Primero que dan un visión subjetiva.
Segundo, que no
es una entrevista formal. El propósito principal de las cintas era que el instructor
de Diana, Peter Settelen, lo consideraba un buen ejercicio para que la Princesa
mejorase su expresión vocal pública. Tercero, Diana recuerda de manera
descuidada sucesos que ocurrieron hace una década y que ella percibe a través
de un cristal opacado por rencor, tristeza y humillación. Por tal razón, ella
se contradice contantemente y se refiere a su marido y todo lo relacionado con
el de manera tan displicente.
La reacción de Carlos
(según Dian) a sus muestras de simpatía también fue estrambótica. Aparéntemente, el futuro rey se abalanzó sobre la adolescente y comenzó a besarla con pasión.
Gesto que, en vez de agradar a Diana, la hizo sentirse incomoda. En sus propias
palabras, ella nunca había tenido novio ni enamorado formal o informal (se
estaba guardando para ese hombre importante que había idealizado en su mente) y
no sabía cómo manejar las cosas. El hecho es que juiciosamente se rehusó a acompañarlo
a su residencia de Buckingham Palace.
Sin embargo,
aceptó ir al yate privado de la Familia Real para la Semana de Cowes (agosto
1980) porque habría otras personas. Diana fue muy juiciosa en sus encuentros
con el príncipe antes del compromiso, 13 según su memoria (el resto fueron
charlas telefónicas). Siempre se encontraban en sitios públicos o donde habían
otros presente. Nunca hicieron nada que pusiese en peligro su reputación.
Contrasta este comportamiento maduro y discreto con las decisiones impulsivas, torpes e insensatas que tomaría una década más tarde. Asombra ver lo cuidadosa que era la futura princesa que en sus propias palabras ya estaba enamoradísima. Claramente quería evitar los errores de su hermana y de otras “novias” de Carlitos. Tampoco es que fuese calculadora. Simplemente es como nos educaban a las “niñas bien” de entonces (La Princesa era dos años menor que Servidora). Diana tenía muy claro su objetivo en la vida, casarse con el hombre soñado y, en ese momento, ese individuo se llamaba Charlie Windsor.
Suena extraño
cuando amigos, e incluso parientes definen a Lady Di como “una mujer
determinada”. Choca esa imagen con la que ella se construyó de “la virgen sacrificada”
y “el corderito rumbo al matadero”. Inclusive en el punto en que Diana se sintió
atrapada, superada, incapaz de hallar soluciones a sus problemas, fue
perfectamente capaz de tomar decisiones, aunque fuesen las peores. Algo para
tener en mente cuando se observa este mamarracho que ha construido Peter
Morgan. Diana Spencer era un ser fascinante, muy compleja, no esté espantapájaros
que Emma Corrin insiste en interpretar y que es nada más que la última carta de
los anti monarquistas.