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jueves, 10 de diciembre de 2020

Cuando Carlitos conoció a Lady Di: The Crown 4x1

 


Se me hizo tan difícil comenzar a verla. Los clips me mostraban escenas paródicas de eventos y momentos que conocía tan bien, yo, la Diana friki por excelencia, que sentía vergüenza ajena. Entiendo que el propósito de Peter Morgan este año es asestarle la estocada mortal a la realeza, dejar tan mal al futuro rey que la monarquía misma se sienta sin futuro. ¿Lo logrará?

Diana era un Árbol Loco

Este primer episodio no fue tan malo como esperaba. De hecho, hubo cosas que me gustaron, aun cuando son inventos, como ese primer encuentro con Diana disfrazada de árbol (Mad Tree). Estuvo muy bonito y romántico. Sobre todo, si se piensa en que Diana tenía 16 años y Carlos 29. Pero hablaré de eso más adelante.

Lo otro que me gustó es la serie de montajes de la Familia Real (incluyendo a Lord Mountbatten) asesinando algún animalito antes del atentado. Me conmovió que Dickie devuelva al mar una langosta con huevitos y que lo haga con sus nietos, como enseñándoles a los niños a respetar la vida justo cuando la de ellos es irrespetada.



Como todo en esta serie, las interpretaciones son ambiguas. ¿De qué lado está Peter Morgan?  ¿Del ERI o de las familias de las víctimas? Nunca oímos a la Familia Real manifestarse sobre ese punto. En la vida real, unos meses más tarde la Princesa Margarita estuvo en Chicago, y al hablar con la Alcaldesa Jane Byrne, se refirió a los irlandeses como “cerdos”.

La llamada de pésame de Margaret Thatcher fue tan rimbombante que pensé que la Reina le iba colgar diciéndole que no se entrometiese en asuntos familiares, pero lo que la futura Baronesa le recuerda es que simultaneo al atentado que cobró la vida del Tío Dickie, su nieto y su consuegra, hubo otro atentado en el que murieron 18 policías británicos.



 Lo sucedido va más allá de una tragedia familiar. Yo he sido pan-celta toda la vida y mi deseo es ver una Irlanda unida, pero condeno el terrorismo como una manera (ya probada como inútil) de conseguir ese propósito.  Sobre todo, cuando se cobra la vida de un anciano octogenario y su nieto de catorce años.

Lo que no me gustó

El Bajo Perfil de Ana

Siguen opacando a la Princesa Real. Muestran al marido, pero no nos cuentan quién es, cómo lo conoció, ni nos muestran la boda (ni el precioso vestido). Únicamente que está casada y no es feliz. En 1979, Ana inició su infamoso romance con su guardaespaldas Peter Cross.  Ni siquiera nos han dicho que ya hizo abuelos a Isabel y a Felipe.



Tampoco nos presentan las competencias que ganó, ni su participación en las Olimpiadas de Montreal, la primera vez que un miembro de una familia real lo hacía. En cambio, nos la ofrecen asustada y con dudas de fracasar en su próxima competencia. ¡Como le gusta a Morgan exhibir a los Windsor como fracasados disfuncionales!



Los Celos de Felipe

Mostrárnoslo borracho, en el peor humor de bully, lleno de rencor contra su hijo por haberle quitado el afecto de Tío Dickie es otra manera de arrastrar por el lodo a la familia. Es cierto que Lord Mountbatten fue padre y abuelo para Carlos, pero también fue una figura paterna para Felipe y solo dejó de serlo cuando vio a su sobrino bien encaminado y a Carlitos a la deriva sin alguien que le sirviese de guía.



Nunca había oído que Felipe se sintiese desairado porque Mountbatten quisiese que fuese Carlos quien leyera su elogio funerario. Un momento tan conmovedor y tiene que meter Morgan sus neurosis y rencores personales, porque sabido es que un motivo de su divorcio es que les tenía celos a sus hijos y acusó a su esposa de darles a ellos más comida que a él (WTF?) Oye Morgan, no todos son tan patanes o malos padres como tú.

La Ausencia de Amanda Knatchbull

Cuanto más me interno en el laberinto construido por las pesadillas de Peter Morgan y la cacofonía de voces clamando por relatar “la verdadera historia de los Príncipes de Gales” me sorprende que se pueda obviar una importante pieza de ajedrez como lo fue Lady Amanda Knatchbull. Me asombraría que ningún historiador o biógrafo que se haya interesado en Carlos y Diana no haya buscado la opinión de Mrs. Charles Ellingworth, aunque Amanda lo haya despedido cortésmente porque su dignidad, respeto por su familia y por la institución de La Corona sellan sus labios.

                             Lady Amanda de pequeña

Pero yo le suplicaría que escribiese su versión y la hiciese sellar en los Archivos Reales con órdenes de abrirse tras su muerte, porque solo ella y Carlos conocen los detalles de una relación que si hubiese llegado al altar hubiese cambiado la vida de Diana, tal vez mejorado la del Príncipe, y ciertamente le habrían evitado muchos dolores de cabeza a la Reina Isabel. Aun así, Amanda fue, sin quererlo, una manzana de la discordia, la última página de ese duelo que desde la Abdicación existía entre la Reina Madre y Dickie Mountbatten.

Tal como Mountbatten había orquestado el matrimonio de La Reina y su sobrino, ahora quería ver coronada a su nieta Amanda. Consciente de este deseo de quien veía como su padre-abuelo, Carlos desde 1974 se había acercado a quien consideraba la más bonita de sus primas, Amanda de 16 años. Aunque Lady Patricia, su madrina y madre de la cortejada, le había aconsejado al Príncipe que esperase a que Amanda saliese de la escuela, Carlos, siempre impetuoso, se había acercado a su prima con la que llegaría tener una amistad muy íntima basada en confianza y respeto mutuos. Exactamente lo que no existía entre Carlos y Diana.

                            Lord Mountbatten en el Caribe, con su nieta y Carlos

No quiero repetir lo que ya he dicho en otra entrada. El viaje a la India en el que en un momento se planeó que Amanda acompañara al Príncipe; la compra de la mansión Chevigny donde Charles planeaba vivir con Amanda una vez casados; la propuesta de matrimonio hecha poco después del asesinato de Lord Mountbatten, etc..

Lo importante es que después que su prima le dio la bota, Carlos quedó al garete. Tan desorientado que rápidamente se enredó con la bochinchera Anna Wallace ¡a la que le propuso matrimonio dos veces! Por suerte, ella lo rechazó dos veces, aunque siguieron un romance loco que acabó en marzo de ese año, cuando en el cumpleaños de la Queen Mom, Carlos abandonó a Anna para bailar toda la noche con Camilla. En un despliegue del famoso mal genio que le había ameritado el mote de “látigo”, Anna le aulló a Carlos que no quería verlo nunca más.




Esto es interesante, porque Carlos anunció al mundo en 1996 que hacía diez años que era amante de Camilla. Su biógrafa Penny Juror asegura que los hoy Duques de Cornualles reiniciaron su romance en 1978, tras el nacimiento de la hija de Camilla, y el incidente Wallace demuestra que para marzo del 80 la pareja ya había vuelto a las andadas.

En el primer episodio, vemos una cena familiar en palacio. Están todo, menos Carlos, y la conversación parece el chismoseo de la cocina de Downton Abbey. Todos repasan la lista de amantes/novias del ausente e incluyen las que no existieron (nunca hubo una Christabel Borgia) o las que todavía no llegan (Anna Wallace). De pronto dirigen su irritación contra el pobre Mountbatten, muy calladito, ocupado con su sopa, acusándolo de haber convertido a Carlitos en un Casanova. Él se hace el de las chacras y todo se olvida cuando mencionan a Lady Sarah Spencer, a quien la familia en pleno parece aprobar.



A ver, entonces estamos en 1977. Carlos y Amanda, ahora en la universidad, siguen pasando tiempo juntos. Hay fotos de ambos en las Bahamas junto a Dickie Mountbatten. Su Señoría no puede estar más contento cuando su nieto adoptivo le escribe alabando a Amanda “cariñosa y leal” …y dotada de “un glorioso sentido del humor”.

Según se rumora, Felipe no está descontento con tener otra Mountbatten en la familia, pero callan porque saben que la mayor enemiga de esa unión será la Reina Madre que sigue viendo a los Battenberg como advenedizos y peor aún, alemanes. Carlos adora a su abuela y ella tiene una gran influencia sobre el Príncipe.

Sin embargo, la Reina Madre no es tonta y tiene más “pajaritos” que Varys para informarla. De acuerdo con Buckingham Babylon de Peter Feardon, la madre de la reina ha confiado en su dama y amiga, Lady Fermoy, quien ha postulado a dos de sus nietas como futuras consortes. Es por eso por lo que en la serie todos los parientes de Carlos parecen encantados con el prospecto que Lady Sarah Spencer (“Johnny’s Girl”) sea parte de la familia.



Es obvio que nadie (quizás ni Lady Fermoy) saben que Sarah es lo que entonces se conocía como “promiscua”; anoréxica y alcohólica. Todo lo que importa es que es de pedigrí aristocrático, descendiente de Carlos II, y no es una Battenberg.

Diana Obsesionada, Traumatizada y Manipuladora

La serie entonces salta a ese primer encuentro tan de novela rosa. No me malinterpreten, me encantó, pero precisamente porque lo he visto en una docena de filmes, leído en docena de novelas sentimentales e incluso yo misma he escrito escenas parecidas. La colegiala, todavía no presentada en sociedad, tiene ese encuentro imprevisto con un hombre maduro importante del que se enamora a primera vista.



Sarah le explica a Carlos que el encuentro no ha sido accidental, que Diana “estaba obsesionada” con conocer al Heredero de la Corona. Ahí revela algo interesante. Peter Morgan parece estar del lado de Diana. No es así. Él está del lado de todo lo que desprestigie a la monarquía. Y lo que hace al final de la escena es retratar a Diana como manipuladora. Alguien que lo ha orquestado todo, esa aparición impromptu  sin preocuparle que Carlos pretenda a su hermana

El segundo encuentro entre ambos también es un poco ficticio. De regreso de Badminton, Carlos se encuentra con Diana que se le cruza ante el carro y lo saluda. ¿Qué hace Lady Di ahí?  Es casi un descampado donde han instalado un tiovivo. ¿Trabaja en esa feria? ¿Va a comprar el pan? ¿Anda de stalker? ¿O acaso vende flores a la vera del camino?  Para Carlos es un hada que le tae palabras de consuelo por el fallecimiento de tío Dickie



Otra escena, que jamás sucedió es la de Charles llamando a Sarah, a punto ella de casarse, para pedir detalles sobre su hermanita. Esto después de un extraño encuentro (que nunca tuvo lugar) en la carretera. Me gusta esta escena porque Carlos es un villano total. Solo le falta atusarse el bigote.

Hay cincuenta personas a las que el príncipe puede consultar sobre hábitos y vida de Lady Diana Spencer. Llamar a la ex es solo para refregarle en la cara lo que desperdició y ahora será de su hermanita. Sarah cae en la trampa, llena de celos le cuenta que Diana coquetea con los padres de los alumnos, que la tiene limpiando su inodoro, y que siempre se ha creído destinada a un destino grandioso por eso en casa la apodan “Duquesa”.



Para Carlos la llamada es un éxito. saber a Diana considerada atractiva por otros hombres lo enorgullece, nota que es Cenicienta maltratada por sus hermanas mayores, eso lo hace sentirse protector y lo de “Duquesa” presagia que Diana puede llegar a ser reina.  Es triste que no haya ocurrido tal escena, porque si Carlos hubiese sido más protector, se hubiese sentido más orgulloso de su mujer, otro gallo cantaría. Diana sufría de muchos trastornos, traía un bagaje de traumas infantiles y, en sus propias palabras, era muy inmadura. Pero Carlos también tuvo mucha culpa en el fracaso de su matrimonio.

Después de la visión de Morgan, vale la de la Princesa misma contada en esos casetes que grabó en 1992 y que han servido de base para el documental “Diana: In Her Own Words”.  Puesto que sus dos abuelas eran damas de la Reina Madre, los Niños Spencer hacían visitas anuales a la Residencia Real de Sandringham. Diana recuerda que odiaba esas visitas porque siempre los hacían ver el mismo filme “Chitty Chitty Bang Bang” de Disney. Debido a la diferencia de edad, Diana nunca conoció a Carlos, en cambio jugaba con Andrés y Eduardo.


     Lady Diana Spencer en su infancia

Su primer encuentro fue en 1977, cuando Sarah llevó a Carlos a pasar uno de esos famosos country house weekends en Althorp, la residencia de los Spencer. Se vieron por primera vez en una cacería. Siendo Diana una colegiala no tena mucho que aportar al Huésped Real, pero ocurrió algo especial. Después de la cena, Carlos le pidió a la más pequeña de las Spencer que le diera un tour por la galería pictórica de la mansión.

Años más tarde, en una entrevista a la BBC, Carlos recordaría que Diana lo impresionó por ser “una chica alegre y llena de vida”. En cambio, Diana lo recordaría como un hombre “triste”. Puesto que Carlos andaba de romance con Sarah parece contradictorio que se viese “triste” y puede ser una apreciación típica de la imaginación soñadora de Diana. Sarah no hacía feliz al Príncipe, solo Diana podía hacerlo.

Esto coincide con lo dicho por Tina Brown en The Diana Chronicles que, en una excursión de esquí en los Alpes, Diana les anunció a sus amigas que algún día se casaría con Carlos (¡!!) porque “es el único hombre en Inglaterra que no puede divorciarse de mi”.  Aquí entra en juego el trauma infantil de Diana provocado por el divorcio de sus padres. La madre de Diana, al irse con otro hombre, perdió custodia de sus hijos. Diana siempre vio esos hechos como un abandono por parte de su madre. Cuando su padre se casó con una mujer que Diana detestaba, la futura princesa de nuevo se sintió abandonada.

 Lady Di leyendo las novelas de su "abuelastra"Barbara Cartland.

Una obsesión de Diana era que no se repitiese en ella la historia de sus padres. Mas allá de sentirse poco importante o inadecuada, estaba el terror de ser rechazada por su marido. Diana nunca quiso un divorcio. Ella misma dice en sus grabaciones que quería una separación amigable, que Carlos se fuese con “su dama” (Camilla), y la dejase a ella con el título de Princesa de Gales y con la custodia de Guillermo. Diana quería encargarse personalmente de la educación del heredero al trono. La ironía es que ella misma precipitó ese divorcio.

Después de ese fin de semana y del aparatoso rompimiento de Carlos y Sarah, Diana no tuvo más oportunidades de ver a su futuro marido. Sin embargo, tanto Sarah como Diana fueron invitadas al trigésimo cumpleaños del Príncipe Carlos “¿Por qué Diana?” preguntó Sarah. La respuesta es que las abuelas conspiradoras ya estaban intentando poner a Lady Di en el camino del Príncipe.


Lady Di en la epoca de su primer encuentro con el Príncipe Carlos

La Versión de la Princesa

Es posible que ellas estuviesen también detrás de la invitación de Diana al fin de semana en la mansión de los De Plass. Según Diana, Philip de Plass la llamó y le pidió que viniera “para alegrar al Príncipe”. Aparentemente Carlos andaba triste en esos días. Diana cuenta que estando a solas, él le habló de lo doloroso que había sido para él la pérdida de “su amigo Mountbatten” y el rompimiento “con su novia”. Dos aseveraciones que se prestan a ser interpretadas. ¿Por “novia” Carlos se refería a Anna Wallace o a la Prima Amanda?

Pregunto, porque Diana nunca pudo pasar a Amanda y cuando la nieta de Mountbatten se casó en 1987, Diana se rehusó a acompañar a su marido. ¿Sería porque pensaba que ver a Amanda le recordaría Carlos la posibilidad de haberse casado con una mujer “más adecuada” (léase más centrada, paciente, menos conflictiva)?

Lo de “su amigo Mountbatten” también me descolocó es imposible que Diana no supiese que Dickie era tío abuelo de Carlos y la figura paterna más importante en la vida del Príncipe de Gales. Ese es un punto en contra de las grabaciones. Primero que dan un visión subjetiva.

  Lady Di en 1980, cuando comenzó a salir con el Príncipe de Gales

Segundo, que no es una entrevista formal. El propósito principal de las cintas era que el instructor de Diana, Peter Settelen, lo consideraba un buen ejercicio para que la Princesa mejorase su expresión vocal pública. Tercero, Diana recuerda de manera descuidada sucesos que ocurrieron hace una década y que ella percibe a través de un cristal opacado por rencor, tristeza y humillación. Por tal razón, ella se contradice contantemente y se refiere a su marido y todo lo relacionado con el de manera tan displicente.

La reacción de Carlos (según Dian) a sus muestras de simpatía también fue estrambótica. Aparéntemente,  el futuro rey se abalanzó sobre la adolescente y comenzó a besarla con pasión. Gesto que, en vez de agradar a Diana, la hizo sentirse incomoda. En sus propias palabras, ella nunca había tenido novio ni enamorado formal o informal (se estaba guardando para ese hombre importante que había idealizado en su mente) y no sabía cómo manejar las cosas. El hecho es que juiciosamente se rehusó a acompañarlo a su residencia de Buckingham Palace.

Sin embargo, aceptó ir al yate privado de la Familia Real para la Semana de Cowes (agosto 1980) porque habría otras personas. Diana fue muy juiciosa en sus encuentros con el príncipe antes del compromiso, 13 según su memoria (el resto fueron charlas telefónicas). Siempre se encontraban en sitios públicos o donde habían otros presente. Nunca hicieron nada que pusiese en peligro su reputación.



Contrasta este comportamiento maduro y discreto con las decisiones impulsivas, torpes e insensatas que tomaría una década más tarde. Asombra ver lo cuidadosa que era la futura princesa que en sus propias palabras ya estaba enamoradísima. Claramente quería evitar los errores de su hermana y de otras “novias” de Carlitos. Tampoco es que fuese calculadora.  Simplemente es como nos educaban a las “niñas bien” de entonces (La Princesa era dos años menor que Servidora). Diana tenía muy claro su objetivo en la vida, casarse con el hombre soñado y, en ese momento, ese individuo se llamaba Charlie Windsor.

Suena extraño cuando amigos, e incluso parientes definen a Lady Di como “una mujer determinada”. Choca esa imagen con la que ella se construyó de “la virgen sacrificada” y “el corderito rumbo al matadero”. Inclusive en el punto en que Diana se sintió atrapada, superada, incapaz de hallar soluciones a sus problemas, fue perfectamente capaz de tomar decisiones, aunque fuesen las peores. Algo para tener en mente cuando se observa este mamarracho que ha construido Peter Morgan. Diana Spencer era un ser fascinante, muy compleja, no esté espantapájaros que Emma Corrin insiste en interpretar y que es nada más que la última carta de los anti monarquistas.



jueves, 23 de enero de 2020

Las Novias de Carlitos: Lo que la Tercera Temporada de The Crown Olvidó



La Tercera Temporada de “The Crown” deja a Camilla casada y al Príncipe de Gales con el corazón destrozado, pero eso ocurrió en 1973 y la temporada acaba en el ’77. ¿Tenemos que pensar que Carlos lloraría hasta su boda con Lady Diana Spencer? Medios de comunicación, biografías, y entrevistas con los participantes nos dicen lo contrario. Carlos se consoló rápidamente de su desengaño amoroso. Aun antes del sexto aniversario de matrimonio de los Parker-Bowles, ya estaba encamado con Camilla. Pero antes y después, su mayor esfuerzo sería encontrar una esposa digna del trono británico y de paso,…divertirse. Vamos a ver como conjugó diversión con devoción.


Es más, o menos un consenso entre los biógrafos que entre el rompimiento con Camilla y su boda con Lady Diana, Carlos tendría “algo” romántico-pasional con 25 mujeres. Algunos “algo” serian breves aventuras como la noche de amor que se rumora pasó con Barbra Streisando, otros affaires fueron más largos, pero también sin futuro.
Con Barbra Streisand

Las Escandalosas
Ese sería el caso del romance que Carlos tuvo con Susan George, actriz que había alcanzado la fama con filmes como “Twinky” y “Straw Dogs”. Se sabe que tuvieron un affaire a fines de los 70, pero Susan siempre ha sido muy discreta y no ha dado detalles.
Con Susan George

Otro romance famoso fue con Fiona Watson, que sería muy hija de Lord Manton, pero cuando llenó 11 páginas de Penthouse con su destapada anatomía pasó a tener tantas oportunidades de ser Princesa de Gales como las que tuvo la hija del carnicero local que Carlos “se sirvió” en un sofá en casa de su compañero de polo, Luis Basualdo.
Fiona Watson

Sabrina Guinness seria la heredera de una fortuna cervecera, pero su reputación de ex de Micky Jagger, Bowie y Jack Nicholson, no la hacían muy cotizada por Los Windsor. Cuando Carlos la llevó de visita a Balmoral sus padres la recibieron con sonrisas congeladas, pullas, y la reina la hizo levantarse de una silla porque “ahí se sentaba la Reina Victoria.”
Con Sabrina Guinness


Las Casadas
Aparte de todas estas fulanitas, tenemos también un listado separado de los amores innombrables, ósea las casadas. El príncipe sería muy Defensor de la Fe, pero practicaba el adulterio con el mismo vigor que el polo. De esta lista la más conocida es Camilla. La sigue otra famosa y trágica dama, Lady Dale Tryon. Apodada “Kanga” por el príncipe, esta australiana rubia y pechugona llegó a Londres a conquistar fortuna. Conquistó un marido con un título y a un príncipe.

Con Lady Kanga

Años más tarde, cuando estaba en una silla de ruedas, medio loca, arruinada y roída por el cáncer, Lady Kanga reveló a la prensa detalles de sus amores con Carlos quien cada vez que estaba estresado se dejaba caer en la casa de campo de los Tryon donde se desahogaba con la anfitriona. Kanga, de quien Carlos diría “es la única mujer que me ha comprendido” murió de septicemia antes de cumplir los 50 años.
Lady Kanga antes de su muerte.

Ahora, y en peligro de que se me acuse de difamar, quiero comentar la relación de Carlos y una señora a quien la prensa de 1975 unió en artículos y fotografías, pero hoy pretende ignorar por completo. Me refiero a la intensa amistad de Carlos y su prima Elizabeth de Yugoslavia.  En 1975, se les fotografió juntos asistiendo a varios eventos y la lengua de la prensa del corazón estuvo muy activa con conjeturas.
Con la Princesa Elizabeth de Yugoslavia

Aun así, no había esperanza de matrimonio.  Isabel Karadordevic tenía sangre real, su madre era princesa de Grecia (prima del Duque de Edimburgo), su padre, el Príncipe Pablo, había sido regente de Yugoslavia, pero la apartaban de Carlitos doce años, su parentesco, un torrido romance con Sir Richard Burton en el '74, y lo peor. Aunque separada, Elizabeth seguía casada con su (segundo) esposo y ya tenía tres hijos. ¿Será por eso por lo que ya nadie la incluye en las listas de conquistas del heredero? Solo quedan estas fotos.

Las Fabricaciones Mediáticas
Es interesante que algo que en su día se dio como un romance consumado, hoy haya desaparecido en las brumas del tiempo junto a otras más improbables “novias” de Carlos. Algunas de las cuales ni llegaron a conocer al futuro marido. Me refiero al extraordinario caso de la princesa Astrid de Luxemburgo. Hija del Gran Duque Jean y de la Princesa Josephine-Charlotte de Bélgica, Astrid era guapísima, de sangre azul, seis años menor que Carlos y ya tenía un título de enfermera universitaria aparte de haber hecho una especialidad en enfermedades tropicales en el Congo.

Su primer problema es que era católica. Como nunca se la vio con el príncipe Carlos (yo creo que ni se conocían) nunca se supo que opinaba de conversiones, bodas y tronos. Fue la prensa del corazón y las revistas especializadas en la realeza las que debatían las muchas posibilidades de que Astrid pasase a ser Princesa de Gales.

El acabose fue cuando el Daily Express, el periódico más bochinchero de Reino Unido anunció con bombos y platillos la boda real entre la princesa y Carlos. No solo no hubo boda. Ni siquiera hubo desmentido. Es que todo era tan WTF, pero los shiperos monárquicos somos una peña de porfiados. Con el tiempo se corrió un rumor de que el Papa Pablo Vi había prohibido tal unión (triple WTF?). Por suerte, tanta fábula no afectó la reputación de Astrid que contrajo un feliz matrimonio con otro Carlos, el Archiduque Carl-Christian de Austria, y siguen felizmente casados.

No sería la única loca invención mediática respecto del tema. En 1972, leí en la revista Ritmo que Grace Kelly había anunciado al mundo que su hija Carolina, de catorce años: “Va a ser reina de Inglaterra”. Me quedé de una pieza. ¿Ósea, chao Lucia? ¿Hola Carola?  La revista añadía que la Queen Mom indignada había jurado que su nieto no se casaría con “la hija de una actriz”.

En ese entonces la opinión de la Reina Madre me valía madre. Carolina se veía bonita. Los Príncipes de Mónaco la mandaron a estudiar en Inglaterra. A Carolina le gustaba la equitación como la Princesa Ana. Aun así, nunca se la vio ni cerca de Buckingham Palace.

A medida que pasaban los años su belleza aumentó y los rumores también. Para 1975, Carolina era la It Girl de la realeza europea. ¿Qué más podían pedir los ingleses para reina? El único impedimento es que Carlos ya estaba metido entre Janes y Davinas y no parecía interesado en conocer a la princesa monegasca.

Por fin, en 1977, el Príncipe de Gales se dignó a conocer a quien ya los medios consideraban su prometida. Fue en Paris en primavera, ¿todo perfecto…o no? Carolina era una Wild Party Girl y estaba un poco bebida. Encontró al futuro rey “viejo y aburrido”. Carlos la consideró irritante y muy pintarrajeada. Mas tarde diría que “la prensa nos estuvo casando por años. Bastó una noche para divorciarnos”. Un año mas tarde Carolina se casaría con un viejo aburrido y plebeyo.



Al Príncipe le Llega su Waterloo
Por fin legamos a los “prospectos reales”. Y hubo varias. Menos de un año después de Camilla, Carlos comenzó a verse en fotografías acompañado de Lady Jane Wellesley. Descendiente directa del gran Wellington, hija de un duque (que además era grande de España), parecía destinada a reinar. Sin ser una belleza, sus largos cabellos y su porte majestuoso la hacían una favorita del público.



Caroline-Jane había estudiado historia como Lucía Santa Cruz, pero no poseía ni la diplomacia de mi compatriota ni sabia escuchar como Camilla. Jane tenía opiniones y las expresaba con vehemencia. Era antimonárquica, hoy es tan republicana que no le gusta que la llamen “Lady”. Si Camilla representaba un arquetipo de la rebeldía Sesentera, The Wild Party Girl, Jane era la otra moneda, The Radical Chic.

Jane tampoco creía en el matrimonio. Tenía muchas metas, incluso laborales. Por entonces trabajaba en una galería de arte y vivía sola. Su actitud anti matrimonial la ha seguido hasta hoy puesto que nunca se ha casado.

A pesar de sus muchos amores (uno con un colega que si tenía pareja) no le impedían practicar lo que entonces se conocía como “amor libre”. El Príncipe de Gales pasó muchas noches con ella en la casita de Lady Jane en Chelsea, mientras su guardaespaldas dormía en el auto afuera. En una ocasión la señora de la limpieza lo encontró paseándose por la casa en el albornoz de Lady Jane (y nada debajo).

Carlos quería una esposa. Jane quería trabajar para la BBC. A pesar de que pasó el Año Viejo de 1974 en Sandringham junto a los Windsor y que más de 100 mil personas se acercaron para ver a quien creían iba a ser reina, Jane tomó una decisión y aceptó un empleo con la BBC. Con la prensa, Jane se las arregló magníficamente. Se les plantó brazos en jarra y les dijo “¿De veras creen que quiero ser reina? Yo ya tengo un título”.



Jane llegó a ser una gran ejecutiva, publicó un libro Wellington: A Voyage Through My Family, y es dueña de su propia productora. No se casó ni tuvo hijos, pero si muchos amores. El ultimo ha sido con Anthony Holden, uno de los biógrafos más duros del Príncipe de Gales.

Entre Davina y Amanda
Este Waterloo le demostró a Carlos que Tío Dickie tenía razón. Había que conocer mujeres para saber lo que se buscaba en una esposa. Era un secreto a voces que Mountbatten quería que Carlos, quien siempre lo llamo el abuelo que nunca tuve”, llegase a ser su nieto de verdad.

En 1974, un poco antes de su ruptura con Lady Jane, el Príncipe de Gales había pasado revista a sus primitas. India Hicks era una nena de seis años. Eso dejaba en la palestra a su hermana Edwinna de 17, su prima Joanna Knatchbull, y Amanda, la hermanita de esta, de 16 años. Fue Amanda la elegida.
Lady Amanda Knatchbull

El príncipe le escribió a Lady Brabourne, su madrina y madre, de Amanda solicitando su opinión sobre un futuro enlace. Lady Patricia fue cautelosa. Le recordó al ahijado que Amanda era una colegiala, pero dejó abierta la posibilidad de una relación futura. En lo que Amandita crecía, Carlos volvió a enamorarse…

La conoció en 1975, en una fiesta dada por la mismísima Lady Jane. A pesar de no ser aristócrata (era nieta de Lord McGowan) Davina Sheffield se movía en los mismos círculos que el Príncipe de Gales. Yo odiaba a Davina Sheffield, pero tenía que admitir que era despampanante y con clase.

Rubia, ojos claros, figura perfecta, aire de Olivia Newton- John, era para portada de revista. Además, era tan señorita. Carlos quedó flechado con ella apenas la vio. La invitó a cenar, pero ella se negó porque estaba de novia con James Bearde, el as de las lanchas a motor. Carlos insistió, Davina rompió con Bearde y comenzó otra historia de amor que a Peter Morgan no le interesó mostrarnos.

Aparte de hermosa y discreta, Davina era un ángel. Si hasta había ido a rescatar a huerfanitos de guerra a Vietnam. Todos la amaban, menos el despechado Bearde quien a fue a la prensa y “likeó” todo sobre sus revolcones con la pobre ex.
Davina con bebés viertnamitas.

Si esto se hubiera sabido antes (aquí es donde se necesitaba a un Cromwell o a un Tommy Lascelles), se hubiera acallado con amenazas y sobornos, pero el escándalo fue mayúsculo. La relación no sobrevivió al bochorno, y otra vez, Carlos quedó destrozado.

Es posible que lo haya ayudado a buscar consuelo en Camilla, pero él debía pensar en La Corona y el futuro. Las Camillas, las Kangas servían para escuchar, pero no para reinar. Anna Wallace, la millonaria escocesa apodada el “látigo” (whiplash) podría ser fabulosa en la cama, pero el príncipe quería una madre para sus hijos. Además, Anna tenía una lista de amantes tan larga que la princesa Ana la apodó “The Wallace Collection”. Carlos se dio el gusto de dejarla plantada en el octogenario cumpleaños de la Queen Mum y la escocesa nunca más le devolvió el saludo.
Anna Wallace

Era hora de volver a Amanda, ahora estudiando en la Universidad de Kent. Nadie sabe exactamente cómo sucedieron las cosas y la “novia” nunca ha hecho declaraciones, pero el Príncipe de Gales entregó toda su correspondencia sobre el tema a Jonathan Dimbleby. Así sabemos que en 1978 se estaba preparando un gran tour de Carlos por la India. Este tour estaba planeado para 1980.

Lord Mountbatten quería acompañar a Carlos y llevaría a Amanda que entonces tendría 22 años. El Duque de Edimburgo se opuso al plan de su tío. No quería que la presencia de Dickie, quien había sido el último Virrey de la India, opacase a su hijo. Lord Brabourne, padre de Amanda, también se opuso. Le parecía que la presencia de su hija desataría una campaña de prensa que podría afectar el incipiente romance.

Sin embargo, todo da a entender que el matrimonio era más que una posibilidad. Carlos incluso estuvo en planes de comprar una mansión para vivir con Amanda después de casados. Pero en 1979 ocurrió el horrible atentado que cobró las vidas de Lord Mountbatten, de la abuela y hermano de Amanda y dejó a su padre malherido. Pasado el luto, y después del tour indio, Carlos invitó a Amanda a pasar unas vacaciones con él en el Caribe.

Fue en las Bahamas donde formalmente le pidió matrimonio a su prima, y Amanda lo rechazó. Por las fotos vemos que la estaban pasando bien, pero la tragedia familiar había marcado a Amanda y la había hecho entender lo importante que era llevar una vida normal, lejos de atentados y peligros.

Amanda Knatchbull eventualmente sacó un certificado de visitadora social (también tiene un título en mandarín de la Universidad de Beijing) y dedicó su vida a trabajar con los más vulnerables, ósea niños y ancianos. Su trabajo solo ha sido interrumpido para casarse, en 1987, con el escritor católico Charles Ellingworth con quien tiene tres hijos.

Amanda tuvo suerte y escogió el camino indicado, pero en 1980, Carlos volvía a foja 0. Sería una de sus muchas exnovias quien vendría en su ayuda.

Lady “Cupido” Spencer
En 1978, la prensa que a cada rato ligaba al heredero del trono con alguna encopetada aristócrata añadió a la lista a Lady Sarah hija del Conde Spencer. Las familias eran amigas, los Spencer pasaban mucho tiempo en círculos reales. Sarah tenía un pedigrí admirable, descendiendo no solo de los Spencer Churchill sino también de Carlos II.

Su problema era a) era de todo menos virgen b) sufría de anorexia c) era una alcohólica en receso y d) como se iba a descubrir, tenía una bocaza. Sarah había sido expulsada de su colegio por beber vodka en clase. El gusto por el alcohol no se le acabó y cuando su romance con el futuro Duque de Westminster terminó, Sarah dejó de comer.

Aun así, se veía guapa, pelirroja y alegre cuando se reencontró con el príncipe Carlos en Ascot en 1977. Carlos la había conocido niña, ahora lo impactó su agudo ingenio, y su audacia. Lo que siempre él ha buscado en las mujeres. Sarah, en cambio, vio en él una posibilidad de hacer algo con su vida.

Su primer acto constructivo fue asumir su enfermedad y buscar ayuda en una clínica donde tratasen desórdenes alimenticios. La misma a la que acudiría su hermana años más tarde. Para el otoño, Carlos y ella eran inseparables. Sarah lo llevó a Althorp para presentarlo con su familia, incluyendo a su hermana Diana de solo 16 años.

En febrero de 1978, la feliz pareja se fue a esquiar a Suiza. Una noche en que, por alguna razón, Sarah cenaba sola se le acercaron dos periodistas ingleses James Whittaker y Nigel Nelson. Lo normal es que Sarah hubiese dicho que no daba entrevistas o incluso que se hubiese marchado, pero no se sabe si porque estaba enojada con Carlos, si había bebido, o si fue presa de esos violentos cambios de ánimo que afectan a los anoréxicos, pero dio una entrevista…la peor…

Muy parlanchina, Lady Sarah, habló de sus examantes, de su anorexia, de su alcoholismo. Contó que estaba haciendo un álbum de recortes con toda la prensa que había surgido de su romance: “para mostrárselo a mis nietos”. ¡Epa! Sus nietos no serían de la realeza puesto que como dijo muy enfática la pelirroja ¡no me casaría con Carlos ni si fuese el rey de Inglaterra, ni el barrendero!”.
Con Lady Sarah en Suiza

A la mañana siguiente, Lady Sarah al recordar lo hecho, entró en pánico. Se lo contó a Carlos como si fuera una broma. Él no le vio la gracia al asunto. “Has hecho algo muy estúpido” fueron las palabras con las que terminó el compromiso.

Para Carlos este rompimiento marcó el fin de su búsqueda. Se centró en affaires con amantes expertas como Susan George y Anna Wallace, y cifró sus esperanzas de una familia en su prima Amanda. En 1979, Lady Sarah se casó con su primo Neil McCorquodale con el que ha tenido tres hijos.

En cuanto a Carlos, después que Amanda le dio calabazas, estaba bastante alicaído. Tenía 31 años y el cuento de buscar novia no lo llevaba ninguna parte. En el verano de 1980 aceptó pasar un fin de semana en la country house de Philippe de Pass en Sussex. Una mañana, mientras jugaba polo, notó que otra invitada lo observaba. La reconoció como la hermana de su ex. Así entró Lady Diana a alborotar a los Windsor.

¿Como tomó las cosas Lady Sara? Pues a la prensa le puso su mejor sonrisa. “He sido Cupido” dijo en una entrevista a The Guardian, pero entre sus allegados hay un consenso.  Sarah jamás perdonó a su hermana. Testigos han dicho que mientras ayudaba a Diana a ponerse el vestido de novia le gruñía “Debí haber sido yo. ¡Todo esto debió sucederme a mí!”.
La Princesa y La Despechada

Y ahora que hemos visto a los especímenes principales de la fauna de mujeres del Príncipe de Gales, vienen dos preguntas. ¿Cuál de todas hubiese sido la mejor Princesa de Gales? ¿Y Cuál hubiese hecho más feliz a Carlos? Aunque no lo parezca son dos trabajos diferentes.