Tanta esperanza en
“ Le Bazar de la Charite” y que chasco
me he llevado. Presentismos, guerra de
los sexos mituteras, luchas de clase marxistas y tan poca visión de lo que el
incendio fue y como repercutió en la sociedad francesa. ” The Bonfire of Destiny “(título en inglés) sigue los caminos de
tres mujeres para mostrar como las impacta el siniestro, pero solo el camino de
mas humilde tiene desarrollo y final dignos.
Mas Telenovela
que Historia
Sobre un trasfondo
histórico inadecuado y falaz, se desarrollan tres cuentos: el de la dama de
sociedad y esposa maltratada, Adrienne de Lernvenpré (Audrey Fleuriot); su sobrina la burguesita Alice de Jeanzin
(Camille Lou) y su criada/confidente Rose (Julie de Bona). Toda esta historia
rocambolesca que combina crímenes políticos, desigualdad económica y liberación
femenina, sirve para que Adrienne finja
su muerte, Alice consiga amante y Rose se vea forzada a adoptar otra identidad.
Lo hemos visto en
cien telenovelas. Hemos visto a Saby Kamalich, Lupita Ferrer, Jeannette Rodríguez
y hasta Thalía interpretar roles parecidos. Pero en Le Bazar se permiten además
hacer acusaciones sobre el gobierno, la clase política y la policía de la Francia
de los 1890. Hasta ponen una guillotina en la plaza. Ni había ejecuciones públicas
en ese entonces ni nadie involucrado en los hechos fue amenazado con la pena
capital.
Antes que me
salgan con “es ficción” o “licencias dramáticas” les recuerdo que hay un límite
y que la difamación es todavía considerada un delito penado por la ley.
Tergiversar y falsear los hechos es una ofensa a las víctimas, a los
rescatistas y hasta a los pobres anarquista. Hubiese sido mejor inventarse una
catástrofe y situarla en una Francia alternativa. O escribir un libreto más sofisticado
que al final los cuentos de las señoras son risibles, clichés y el único que
destaca es el cuento de la criada.
El incendio del
bazar que tuvo lugar en la Rue Jean Guyon, el 4 de mayo de 1897, estuvo poblado
de anécdotas fascinantes, personajes heroicos, moralejas y lecciones de sobrevivencia
en crisis y de cómo construir espacios seguros para sus habitantes. Con todo ese
material pudimos ver un espectáculo al nivel de las tragedias del Hindenburg o del
Titanic sin necesidad de sacrificar romances ficticios.
Comencemos por la
realidad. En 1897, hubo un horrible
incendio en un bazar de caridad parisino cobrando 126 víctimas, la mayoría
mujeres, la mayoría de clase alta. Debido a esto último, este siniestro es poco
conocido. Para marxistas y socialistas la caridad privada es mala puesto que no
elimina la injusticia social por lo que un bazar de caridad es una abominación
y que hayan muerto representantes de una clase abominable e injusta… ¡se lo
tienen merecido! La misma serie pone esto último en boca de un anarquista.
Aparte de que me
repugnan esos absolutismos, yo sí creo en la caridad privada, no como reemplazo
sino como complemento de un estado de bienestar. Me parece necesaria la caridad
privada (y esta se practica de muchas maneras) porque recuerda a quienes tienen
dinero sus obligaciones hacia los que no lo tienen. Tal como en los impuestos
los ricos deben pagar más que los demás, también deben compartir con
los más necesitados. La caridad, ejercida en mayor o menor escala, nos hace
mejores personas, nos enseña disciplina, desprendimiento, solidaridad con el
prójimo.
Monjas Ciegas
y Princesas Achicharradas
Sin embargo,
entiendo que detenerse a detallar un evento creado por la clase alta, peor aún
la clase alta católica, no sea del agrado de Netflix-Soros. Este bazar era un suceso anual que tenía lugar
en la primavera y era organizado por “gente bien “con ayuda del clero. En mayo
de 1897, el bazar había sido organizado por el aristócrata católico británico Harry
Blount y estaba dedicado a recaudar fondos para los huérfanos y para los
ciegos.
Presentes había
varias representantes de órdenes religiosas, muchas de las cuales perecieron.
Entre ellas la Hermana Marie Madeleine, miembro de la Orden de las Cieguitas de
San Pablo, una cofradía que admitía novicias invidentes y que estaba dedicada a
la atención y cuidado de niños privados de la vista. También murió Valerie
Verhasselt, una huerfanita adolescente que ayudaba las monjitas.
Ninguna de estas
personas ha ameritado mención en la serie de Netflix como tampoco la han
merecido los dos sacerdotes que acudieron de una parroquia cercana a ayudar con
la evacuación de las victimas.
Las mujeres que murieron
en ese horrible incendio pertenecían a diferentes estratos de la sociedad. Había
entre ellas señoras y criadas, aristócratas y burguesas, esposas de
diplomáticos (murieron las esposas de los cónsules de Dinamarca y de España), y
miembros de la realeza como la Duquesa de Alenzón, de la Casa Real de Francia, nacida Princesa
de Baviera y hermana de la Emperatriz Sissi.
Las mujeres
presentes estaban ahí en calidad de compradoras y vendedoras. La serie no se ha
detenido en ninguno de estos aspectos. No aparecen las monjas ni para remedio.
No nos cuentan que murieron niños. El único que aparece es rescatado gracias a
los esfuerzos de Rose, nuestra heroica criada.
Muchos varones
ilustres perecieron entre las llamas como fue el caso del Dr. Henri Feulard, el
más famoso dermatólogo de la Francia de la Belle Epoque. A pesar de que había logrado
salir del edificio, regresó para rescatar a su hija de diez años. Ambos
murieron.
A pesar de que,
en otro filme sobre el hecho, “La Kermesse Rouge” (1954) si incluye una
aparición de Sophie D’Alençon,
Netflix, que ya nos ha demostrado su desprecio por la realeza, no nos presenta
la historia de esta valerosa mujer. La princesa no permitió que se la evacuara
sino hasta que la última de las mujeres que trabajaba bajo su cargo escapara.
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Monumento sobre la tumba de la Duquesa |
Dicen los
testigos que lo que se incendió primero fue su vestido negro. Se encontró a la Duquesa carbonizada abrazada
al cuerpo quemado de su amiga la Condesa de Beauchamps. El rictus en el rostro
de Sophie indica que murió de una manera dolorosa. La noticia de su muerte
provocaría otra víctima, la del Duque de Aumale, su suegro, que fue fulminado
por un infarto al saber la pérdida de su amada nuera.
El cadáver
achicharrado de la duquesa hubo de ser identificado, como otros cuerpos, por la
dentadura. Ese fue una novedad en el caso. Una de las primeras veces que la
dentadura era usada como método de identificación. Otro detalle que las
escritoras obvian. Se dice que la serie es feminista porque son mujeres quienes
la dirigen, producen y escriben. ¿Entonces porque no mostrar casos de mujeres
heroicas como la Duquesa o Jeanne de Kergorlay, Condesa de Sainte Perier?
Esta noble dama
de la rancia nobleza bretona se convirtió literalmente en un taburete humano
prestando su espalda para que otras más afortunadas escalasen hasta una
claraboya y escapasen. ¿Y porque no incluyeron, ya que no se vale elogiar a la
alta sociedad, a Madame Roche-Sautier, gobernanta del vecino Hotel Du Palais, quien
junto al cocinero Jules Gaumery (el si aparece en la serie) fueron los
principales rescatistas?
Algunos
desdichados asistentes del Bazar lograron salir del edificio solo para
encontrarse atrapados en un patio rodeado de altos muros. A pesar de que el
Padre Amboise, de un convento cercano, los auxilió con una escalera, era un
proceso lento y estrecho escalar el muro. Entonces notaron un ventanuco que
daba al Hotel du Palais, un establecimiento vecino. El problema lo presentaban
unos barrotes de hierro. La intrépida conserje del hotel, Madame Roche, con
ayuda del cocinero arrancó los barrotes para darles otra vía de escape a las
víctimas del incendio. Nada de eso nos muestra “The Bonfire of the Destiny”
En cambio, la serie
nos cuenta que el gran héroe es un anarquista metido a ladrón (o viceversa). Ni
una palabra de los verdaderos héroes, de los bomberos, de los curas o de las
mujeres proletarias que, a riesgo de sus vidas, se lanzaron a desnudar a damas
cuyas ropas de seda y encaje habían convertido en antorchas humanas.
Solo Bastó un
Fosforito
Ha llegado el
momento de hablar de las causas del incendio y de los presuntos culpables. En
la serie el gran villano es el cinematógrafo y el individuo que lo trae al
bazar, Monsieur de Jeanzin (Antoine Dulery). Este individuo, padre de Alice,
una de las protagonistas, se ha gastado la fortuna familiar en el nuevo negocio
de la cinematografía. Ahora está empeñado en casar a su hija para conseguirse
un yerno rico.
Nuestra heroica
Rose ve como el incendio comienza en la sala de proyección, pero por azares de
la novela no puede testificar. Hay un camarógrafo, pero es asesinado por el
archicriminal Marc-Antoine de Lervenpré (político tenía que ser) quien quiere
culpar a los anarquistas del siniestro. Lo chistoso es que —de
acuerdo con la trama— los anarquistas si planeaban poner una bomba en
el bazar y así aprovechar de robar a los hambreadores del pueblo. ¡Qué manera de
ofender a los seguidores de Bakunin!
Si bien es cierto
que los anarquistas italianos eran los terroristas de su época (acababan de
asesinar a Marie-Francois Sadi-Carnot, presidente de Francia) nunca se les
asoció con el incendió. Si bien es cierto que uno de los proyeccionistas era de
origen ruso y se sospechó de algún atentado, pronto se descartó tal sospecha.
Bagrachow no murió atropellado por un carruaje como lo muestra la serie. Debido a que su comportamiento durante el incendio fue heroico, solo se le condenó a ocho meses de prisión y a una multa de 200 francos. El Barón de Mac Kay encargado de las condiciones de seguridad del edificio fue multado por 500 francos. ¿Pero de que se les acusó realmente?
Bagrachow no murió atropellado por un carruaje como lo muestra la serie. Debido a que su comportamiento durante el incendio fue heroico, solo se le condenó a ocho meses de prisión y a una multa de 200 francos. El Barón de Mac Kay encargado de las condiciones de seguridad del edificio fue multado por 500 francos. ¿Pero de que se les acusó realmente?
Aunque el celuloide
es conocido como material inflamable, el verdadero motivo del incendio fue más
simple. Para hacer más atractivo el bazar se permitió una exhibición de este
nuevo y curioso invento, el de las películas animadas que se colocó casi a la
entrada. En 1897, los Hermanos Lumiere llevaban apenas cuatro años de su
extraordinario trabajo de cámaras. En el bazar muchos verían por primera vez
cortos como “La llegada de un tren” que, tal como nos muestra la serie,
provocaban terror en la audiencia que ya creía que la locomotora los atropellaba.
La cámara de
proyección de este cinematógrafo no funcionaba con electricidad sino con un
elaborado sistema de éter y oxígeno. A mediados de la función se acabó el éter
del proyector. Hubo que rellenarlo y como estaba oscuro, el camarógrafo se
alumbró con un fosforito. Al comienzo
debido a que el espacio de los técnicos estaba aislado del teatro los gritos de
fuego y los esfuerzos de los proyeccionistas por apagar llamas que habían
alcanzado los cortinajes no se oyeron, pero no es cierto lo que la serie muestra
que, para no crear pánico, se dilataron las alertas y el proceso de evacuación.
Algo muy logrado
en la serie es la atmosfera “Titanic”, el horror que experimentan los presentes
ante la muerte inminente, los torpes esfuerzos de evacuación, la sensación de
que la tragedia era evitable. Pero mucho de lo que muestran es falso. “Le Bazar
de la Charite” se merece un siete en efectos especiales, bellísima
cinematografía y vestuario (aunque el traje de montar de Alice de Jeanzin
parece de comercial de perfumes de los 70).
Los actores que interpretan
a los “buenos” son hermosos. Los que hacen de “malos” parecen beodos. Un
intermedio es el controversial comediante Stephane Guillon que da vida al polizonte
Celestine Hennion que siempre mantiene el mismo aspecto de aguilucho empapado y
como dijo El Gatito Memo “siempre trae la misma cara”.
Sin embargo, el
mayor defecto de la serie de Netflix es inventarse un cuento a costa de una
realidad mucho más intensa y cruda que lo que se inventaron. Una protesta
escrita en Le Figaro ha venido de parte de Marie Beatrice du Cray, que hoy preside la
Asociación del Bazar de la Charité, y que desciende de la Condesa de Haward de
La Blotterie, una dama que murió en el incendio. Le sorprende que hayan mentido
hasta en la recreación del edificio. El verdadero
bazar no era en forma de herradura como muestra la serie, no había una sola
salida, etc..
Vestidos
Peligrosos
El verdadero
edificio, construido especialmente para la ocasión, consistía en una serie de
casitas que imitaban un pueblo medieval. Esos eran los quioscos desde donde
atendían las encopetadas damas. En medio
había un largo pasadizo que simulaba ser una calle de aldea. Todo el espacio estaba hecho de material
combustible.. L os quioscos eran de madera y cartón forrado en tela con adornos
de papier maché. Todo altamente inflamable.
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El verdadero Bazar de la Caridad |
La construcción
estaba cubierta con un tejado de pino, la madera que arde con más facilidad.
Cuando el techo en llamas se desplomó se imposibilitó toda labor de rescates. pero
el material más peligroso en el sitio no era ni el éter del cinematógrafo ni el
pino del tejado sino la ropa de las damas.
Debido a que era
época primaveral, las señoras vestían ropa ligera de seda o muselina con
festones de satén y encaje, telas que ardían fácilmente. Sus sombreros de paja
de Italia, sus tocados de plumas y flores artificiales de cera. atraían las
llamas como si fueran hechos de aceite.
Las descripciones
más aterradoras de testigos es haber visto mujeres salir del edificio convertidas
en hogueras ambulantes. Un caso curioso fue el de una dama que gritaba que se quemaba
a pesar de que no se veían llamas en su ropa. Resulta que lo encendido eran sus
enaguas de encaje, por lo que estaba ardiendo dentro de la armadura de su
vestido.
Otro descuido de
los encargados de la seguridad del sitio fue no marcar debidamente las salidas
de emergencia del bazar. En la serie solo hay una y con una puerta de torno
como las de un hotel, para colmo, la puerta se atranca dejando a los evacuados
atrapados en el interior. Tampoco eso corresponde a la realidad. Aparte de la
entrada principal, había ocho salidas de emergencia, pero ni tenían señales ni
los encargados de la evacuación sabían dónde estaban. Más encima las puertas
eran de madera pesada y se abrían hacia adentro lo que dificultaba la salida.
Esa sería la principal razón de las 126 muertes y los doscientos heridos.
Es un atrevimiento
de la serie comenzar con un cartel de “basado en hechos reales”. El “hecho
real” muy falseado ocupa solo media hora del primer capítulo. Debido a que no
hay ni un personaje real en este cuento, todo lo que ocurre después es ficción.
Incluso la desenfrenada búsqueda del anarquista que creen inició el incendio,
los juicios secretos, la guillotina en la plaza, parecen sucesos ocurridos en
otro país y en otra época. Oh, y tampoco es cierto que se hayan robado las
joyas de los cadáveres de la morgue. Sino no hubiesen identificado tantos
cuerpos gracias a las joyas que portaban.
Adrienne: Victima
del Patriarcado
El primer cuento
de esta serie “basada en hechos ficticios” es el de Adrienne de Levenpebré, la
esposa del político corrupto Marc-Antoine. Antes del incendio Adrienne quiere
divorciarse. En vez de buscar el consejo discreto de un abogado que no sea de
su círculo, va a hablar con el abogado del marido. El político se entera, la
golpea, acusa de tener otro hombre y la separa de Camille, su hijita, a la que envía
a un internado.
Marc Antoine
manda a Adrienne, cargada de billetes de cien francos, al bazar a que haga
compras ostentosas que le conseguirán a los más votos. No sé porque van a votar más por un candidato
que se gasta fortunas en chucherías, pero esta serie fue escrita con las patas.
Adrienne que realmente tiene un amante, Hughes (Francois-David Cardonnel), un
joven periodista, se va con él a darse su revolcada. Cuando regresa se
encuentran ante el espectáculo del bazar en llamas.
A Adrienne se le
ocurre hacerse pasar por muerta. Así al enterrar a algún cadáver sin
identificación su marido tendrá que traer a Camile del internado para el funeral.
Ahí, Adrienne planea raptar a la niña y huir a Inglaterra. Es un buen plan, el
problema es que Adrienne es tonta y cae en esas trampas mituteras de no confiar
en ningún hombre de más de trece años.
Lo gracioso es
que busca refugio con Hughes, deja que la mantenga, lo pone en peligro y se
come su comida, sabiendo que el periodista no tiene dinero. No le hace caso
cuando Hughes le pide que no salga y que no contacte a nadie para que todos la
crean muerta. Apenas su amante se va a trabajar, Adrienne agarra calle y se va
a ver a su hermana, a Camille, le deja mensajes a su hija en el jardín de la
casa de su marido. Hace amistad con un vivaracho gamín llamado Leo quien la
lleva con unos contrabandistas que le compran las joyas.
La policía arresta
a los ladrones, obtienen un retrato hablado de Adrienne, descubren que está
viva. Leo se roba el dinero. Adrienne, histérica, le revela la verdad a Hughes
quien le exige que haga lo que él le pide para evitarse más problemas. Indignada,
Adrienne lo compara con su marido. ¿Ósea cuan bruta puede ser?
Enseguida se pone
a hacer cien burradas que acaban con ella de vuelta en casa del marido y con Hughes
muerto por haber ayudado a una atolondrada. El final es totalmente
caricaturesco estilo Super Ratón y que recuerda esos filmes silentes de
Fantomas con villanos ultra avispados que eluden a la policía y heroínas
maniatadas en espera de muertes horribles.
Alice en el
País de los Anarquistas
Por suerte el
segundo cuento no es tan truculento. Alice de Jeanzin es una chica de familia
burguesa que va a casarse con el millonario Julián de La Ferté (Theo Fernandez)
y que tiene gran amistad con su mucama Rose. Alice siente un poco de envidia
por la pasión que une a Rose con su esposo, Jean (Aurelien Wik), el cochero de
los Jeanzin.
Alice solo siente
amistad por Julián e ignora que su novio va a casarse con ella aun sabiéndola
arruinada. También ignora que Rose y Jean planean dejar el servicio doméstico e
inmigrar a Estados Unidos. Todo eso pasa a segundo plano cuando ama y criada se
ven atrapadas en el incendio.
Alice, en
compañía de Rose, llega al bazar a suplir a su madre enferma en uno de los quioscos.
Las mujeres se encuentran con Odette de Tremoille, una joven dama de sociedad,
amiga los Jeanzin. Odette desearía atender un quiosco, pero su hijito Thomas
quiere ver el cinematógrafo. Alice hace un cambalache, le cede a Odette su
puesto en el quiosco y ella lleva al niño a ver el espectáculo. Aparece Julián
y se van a dar un paseo, dejando a Thomas con Rose.
Comienza el
incendio. Con gran presencia de ánimo, la criada saca al niño a la calle y lo
deja al amparo de una mucama amiga. Rose vuelve al interior del edificio y
avisa a Odette de lo que ocurre y que Thomas la espera afuera. Rose se pone a
buscar a Alice en un edificio en llamas.
Odette intenta
salir y ahí ocurre la escena más macabra (y bien lograda) de la serie en que el
público entra en pánico y ocurre una estampida. Es ahí donde elegantes señores
se abren camino a bastonazo limpio. De acuerdo con testigos e historiadores
estos fueron sucesos aislados. Para mala suerte de Odette a ella le ocurre uno
de esos encuentros. Es derribada y pisoteada por el equivalente a una manada de
elefantes.
Entretanto, Rose encuentra a Alice y su novio.
Julián escolta a las mujeres hacia la salida, pero al alcanzar la puerta esta
se traba (falso). Hay otro estallido de pánico. Julián y sus acompañantes
buscan refugio bajo una gran mesa de roble. Ahí él pierde la cordura y comienza
a gimotear.
Es entonces que
entra en escena Víctor (Victor Meutelet), un ladronzuelo con ínfulas de
anarquista, que temprano le había robado el reloj a Alice. Al ver el incendio,
sufre un súbito ataque de conciencia y a martillazos rompe la claraboya permitiendo
el acceso de los bomberos al edificio. Porque claro los cobardes bomberos
necesitaban que un anarquista les mostrase el camino. ¡Qué serie tan ofensiva!
La entrada del cuerpo
de bomberos hace que Julián salga de su escondrijo arrastrando a sus
compañeras. En el camino a la claraboya, Alice cae al suelo. Rose intenta
auxiliarla, pero Julián, totalmente histérico, la arrastra hasta la ventana. Cuando
Rose intenta liberarse, Julien la empuja de cabeza a las llamas.
Alice es
rescatada por Víctor de quien se enamora, pero la policía y la clase política
necesita de un culpable. La presencia del anarquista en el lugar del siniestro
lo hace el candidato perfecto para la guillotina. Alice intentará luchar por
demostrar la inocencia de Víctor a la vez que se ve obligada a casarse con el cobarde
Julián puesto que solo así salvará a su padre de la ruina.
De Criada a Señora
Y ahora viene lo
mejor de esta historia, el cuento de la criada. Rose no ha muerto. Despierta en
un hospital, con la mitad del rostro y cuerpo quemados y presa de terribles
dolores. Intenta explicar a las atareadas enfermeras quien es. Quiere que
contacten a Jean, su esposo. Pero no la oyen y la mantienen drogada para que
soporte el dolor.
Un día, Rose
despierta y se encuentra en la casa de Odette de La Tremoille. Madame Huchon,
la madre de Odette se ha traído a la mucama y la mantiene secuestrada. No deja
que se le acerquen ni los criados, ella misma le sirve de enfermera. Parece
cuento de terror. ¿Se ha vuelto loca Madame Huchon? Pero le ha puesto las joyas
de su hija a Rose y el basto brazalete de la criada está alrededor del carbonizado
brazo de la difunta Odette.
Jean reconoce el
cadáver, él y Alice llorando le dan sepultura a quien creen es Rose. Entretanto
la criada se atreve a quitarse las vendas y ve lo horrible que ha quedado. Aun así,
intenta escapar. Madame Huchon la hace encerrar. Ahí le habla con franqueza.
Rose no tiene futuro. Su marido no la querrá toda desfigurada. Nadie le dará
empleo. Caerá en la miseria. En cambio, fingiendo ser Odette tendrá acceso a
una vida que nunca se imaginó.
Madame Huchon
cuenta su verdad. Mujer de la burguesía adinerada cometió el error de comprarle
un marido noble a su única hija. Jacques de La Tremoille siempre ha despreciado
y maltratado a Odette. Es infiel, vive en viajes gastando la fortuna de su
mujer. Si se entera de que es viudo despilfarrará la herencia del pequeño Thomas.
Madame Husson está enferma de muerte. Necesita que Rose le prometa que velará
por su nieto.
Después de una
visita de Alice que no la reconoce, Rose se da cuenta de que, para sus seres
queridos, ella ha muerto. Acepta la propuesta de Madame Huchon. Solo hay dos
problemas. Thomas es el único que sabe que esa mujer velada y con mascara no es
su madre. ¿Aceptará a Rose? Y la criada descubre que espera un hijo de su “viudo”.
De las tres historias,
esta es la mejor y es una pena que le dediquen tan poco tiempo. Tiene un final
feliz un poco inverosímil, pero es el único ejemplo de justicia y esperanza en
esta serie tan despatarrada. Josiane Balasko es una buena actriz y su Madame Huchon
es un personaje que me encantó.
Lloré cuando la
vi ante la tumba de Rose-Odette pidiéndole perdón. Esta mujer que, consiente de
su error pasado, sigue intentando proteger a los que ama y que a su muerte
delega el poder en alguien que como ella sabe lo que es amar, fue el único
personaje acaudalado que cayó simpático.
Otro tema que no se toca es la actitud hvcia los sobrevivientes, sobre todo los varones. Cuando Harry Blount, el organizador del Bazar regresó a su casa su padre le enrrostró estar vivo cuando docenas de mujeres no habian podido escapar: "¡Hubiese preferido saberte muerto en el bazar!".
Un almirante cuya hija habia perecido en el siniestro, le escribió una dura carta al Barón de McKay, encargado de la seguridad del recinto recordandole que un capitán debe hundirse con su barco. En vez de mostrarnos al sobreviviente Julian complotando en contra de los anarquistas, bien nos pudieron mostrar las muestras de repudio públicas recibidas por estos hombres tildados de cobardes.
Otro tema que no se toca es la actitud hvcia los sobrevivientes, sobre todo los varones. Cuando Harry Blount, el organizador del Bazar regresó a su casa su padre le enrrostró estar vivo cuando docenas de mujeres no habian podido escapar: "¡Hubiese preferido saberte muerto en el bazar!".
Un almirante cuya hija habia perecido en el siniestro, le escribió una dura carta al Barón de McKay, encargado de la seguridad del recinto recordandole que un capitán debe hundirse con su barco. En vez de mostrarnos al sobreviviente Julian complotando en contra de los anarquistas, bien nos pudieron mostrar las muestras de repudio públicas recibidas por estos hombres tildados de cobardes.
Todo creador
tiene derecho a incluir sus ideas en su obra, pero de manera sutil. En cambio, los
mensajes femimarxistas de Le Bazar convirtieron la serie en un panfleto
mediocre. Como ha dicho Marie Beatrice Du Cray: “Hay anacronismos. Es una ficción
para Marlene Schiappa (la Ministra de Igualdad) para que los espectadores de
hoy puedan sentirse cómodos…No veo ningún vínculo entre las heroínas y los
personajes reales”.O como ha dicho la animadora de television Christine Bravo: "debieron cambiarle el titulo por "Tres chicas en un bazar".
¿Tras leer esta nota que historia o que personaje te hubiese gustado que incluyesen en "Bonfire of Destiny".
¿Tras leer esta nota que historia o que personaje te hubiese gustado que incluyesen en "Bonfire of Destiny".