jueves, 29 de abril de 2021

Shtisel : Tercera Temporada

 


Recientemente me enteraba en el Forward de un remake que en USA se pretende hacer de esta famosa serie israelí, pero ambientándola en Nueva York. Concordé con la periodista que es un absurdo. La grandeza de “Shtisel” es que tiene lugar en un mundo mágico, aparte de mezquindades de la corrección política donde todo es posible y todo es maravilloso. Precisamente lo que nos presenta la Tercera Temporada que desde marzo puede verse por Netflix. Sin embargo, una característica de esta temporada es la irrupción del mundo moderno y seglar en la vida de la Familia Shtisel.

El Fantasma y Cupido entre los Haredi

Shtisel 3 comienza con la dosis de sturm und drang domestico al que nos tiene la serie acostumbrados. Dos muertes, una totalmente inesperada que lleva un luto de ocho meses, pero de la que solo nos enteramos al final del primer episodio. El Rabino Shulem vuelve a encontrarse al borde del desempleo, a Akiva casi lo expulsan de su casa por no pagar la renta, y Ruchami se pregunta si su destino es no tener hijos. En cambio, su hermanoya Yossel tiene 19 años vive un amor digno de comedia romántica de Hollywood.

Nuevamente descubrimos que la mitad de los problemas de los Shtisel (lease Shulem, Akiva y la siempre dominante Gittl) nacen de su soberbia, de su egolatría y de su desaprensión. Sin embargo, los angelitos velan sobre ellos. Nuevamente tenemos esa inclusión de lo real maravilloso:  conversaciones con fantasmas y un milagro en el Muro de los Lamentos como secuela de un encuentro prodigioso que demuestra que Cupido también lanza sus dardos sobre los judíos Haredi.



Comencemos con Akiva, ahora convertido en esposo y padre de familia. La Prima Libby es ahora Giveret (la señora) Shtisel, madre de la pequeña Devora y musa de su esposo. Aunque, Akiva esta poseído por un fervor artístico de inmortalizar a su mujer en cuanto lienzo encuentra, no tiene el mismo apuro en vender sus cuadros. El que esta apurado en cobrar es el casero al que le deben varios meses de renta. Libby aconseja a su primo-esposo vender algunas pinturas, le recuerda que tienen una hija que alimentar.

Es solo al final del primer episodio que descubrimos que Akiva habla con un fantasma. Hace ocho meses que Libby murió. El luto tiene enloquecido a su viudo. Se muda a casa del padre, pero duerme hasta el mediodía, bebe en exceso, y descuida a su hija. La crisis estalla cuando Kauffman vende tres retratos de Libby a la fundación Wartburg.

Esto lleva a Akiva a conocer a Racheli Wartburg, la joven coleccionista de arte. Hacen un trato. Si Akiva pinta tres retratos de la calidad de los de Libby, ella le “devolverá a su esposa” que es la exigencia del pintor. Es una propuesta justa, pero Akiva, inmaduro y despreocupado, pinta cualquier cosa (unas ciruelas, un abrigo). Racheli las rechaza aun cuando Akive la acusa poco menos de ser una solterona sin corazón. Ella está asumiendo un grave riesgo al adquirir obras de un desconocido, pero al menos los retratos demostraban gran calidad.



La inmadurez y arrogancia (Incluso el toque de machismo) lo ha heredado Akiva del padre y lo vemos en Shulem en los primeros capítulos. En el primer episodio vemos al rabino sufrir dos shocks. Al golpear a un alumno que se ha insolentado, Shulem causa un grave incidente escolar. Mas cuando el hecho fue filmado por otro alumno y colgado en unas redes sociales ortodoxas.

Al convertirse en persona non-grata con los padre (incluso se habla de denunciarlo con la policía) Shulem se vuelve una carga para la escuela, y se le solicita su renuncia. Otro shock le llega al rabino cuando su cuñado Sucher se le aparece con novia nueva. Recordamos a Sucher de la primera temporada, el vendedor de lotería que amparó a Akiva cuando su padre lo expulsó de su casa.



Aparentemente, Sucher en su juventud abandonó sus estudios rabínicos para ingresar al ejército. También abandonó a Nechama, su prometida. Ella nunca lo ha olvidado y un día al ir a comprar un boleto de lotería se reencuentran. Deciden casarse, pero hay mayor felicidad. El boleto de lotería sale ganador. Nechama es millonaria. Tanta alegría le provoca a Sucher un infarto fatal

En memoria del hombre que amó, Nechama decide fundar un escuela para niños y que Shulem sea su Rosh Yeshivá (director). Esperaríamos que Shulem agradeciese al Cielo esta oportunidad de recomenzar su vida laboral. Pero no… ¡Estos Shtisel tan enamoradizos! Se ha encaprichado con Nechama y le pide matrimonio. Nechama, de manera muy fina, dice que toda su vida amó a un solo hombre y lo seguirá amando por el resto de su vida.



Shulem se indigna y decide desligarse del proyecto escolar de Nechama. En su soberbia no entiende su torpeza al acosar a una mujer que se siente viuda, tal como no entiende que ya no son tiempos de golpear alumnos. Su arrogancia recuerda la de Akiva de creer que puede contentar/estafar a Racheli con cualquier cuadrito pintado a la carrera.

No solo Akiva ha heredado el orgullo desmesurado de su padre, Gittl es otra soberbia en su excesivo terror al qué dirán. Explico que, esto nada tiene que ver con el judaísmo- En comunidades pequeñas y cerradas como las ortodoxas, importa mucho no ser “diferente”. Si lo eres puede que no te den empleo, que no compren en tu negocio o que no quera emparentar contigo. En lenguaje contemporáneo, “te cancelan”.

 Menuja, que sigue de casamentera, le ha conseguido a Yossel una novia de lujo. Le recuerda a Gittl que debe agradecérselo ya que ella y su familia están bajo escrutinio por las cosa que han sucedido. Gittl se da cuenta que la casamentera se refiere al secreto a voces de la huida de Lippe a Buenos Aires y el matrimonio tan estrambótico de Ruhami.



La obsesión de Gittl con el que dirán la lleva a mentir constantemente y muchas veces sin necesidad. También a tomar decisiones drásticas sobre las vidas ajenas, comenzando con su hijo. Yossel es un buen bajur (estudiante del talmud) y quiere dedicarse a los estudios antes de formar una familia. El Rabino Soloveichik, su guía espiritual, le dice que cree que está preparado para hacer ambas cosas.

Yossel va a la cita, conoce a Shira, pero a pesar de la extrema timidez de la chica, se enamora de ella. Es al día siguiente que estalla el escándalo. Shira Levinson esperó en vano por su cita. Yossele estuvo toda la noche con la sefardita Shira Levy. A Yossel no le importa, él quiere seguir saliendo con la Levy. Gittl casi tiene un sincope (explico que para algunos askenazis nosotros, los sefarditas somos “gente de color”).



Una Temporada Apasionada

Como en la mejor comedia romántica, el desolado Yossel va al Muro de Los Lamentos y reza por un milagro. De regreso,  en una escalinata, en medio de la noche… ¡se encuentra con Shira Levy! La argelina está un poco cortada. Les dijeron a sus padres que Yossel no quería volver a verla. El enamorado joven insiste en darle su teléfono. Aunque Shira no carga papel, él le escribe el numero en el dorso de la mano.

Me detengo para mencionar que esta temporada está muy osada en los gestos de pasión. Sin llegar a nada tan grafico como un beso, las parejas intercambian caricias que hacen las escenas tremendamente eróticas. En un flashback, vemos a Akiva en su noche de bodas, desabotonándole el vestido a su novia. Vemos al fantasma de Libby acariciándole el rostro al marido. Vemos a Yossel tocar la mano de Shira Levy y a su hermana abrazar al esposo.



Ruhami y la Hija que No Llega

He dejado a Ruhami, mi personaje favorito, para el final porque su historia es la más conmovedora. Después de cinco años de matrimonio, Ruhami siente que su unión con Hanina se resquebraja por la falta de hijos. No es que Ruhami sea infértil. Su problema es más serio. Un embarazo podría matarla.

He visto este caso en docenas de matrimonios judíos. La solución de los ortodoxos es la adopción. Me sorprende que, en este caso, los rabinos no se la hayan aconsejado a la joven pareja.  Ruhami está empeñada en contratar un vientre de alquiler, una medida prohibida en el judaísmo ortodoxo.

Hanina conoce a su esposa. Sabe que Ruhami estará dispuesta a quitarse el dispositivo intrauterino para embarazarse, y no quiere perderla. Ese es el dilema que el joven talmudista presenta al Rabino Soloveichik. La respuesta del Rosh Yeshivá es pasmosa. Tras dejar establecido que es una crisis, un asunto de vida o muerte, le dice a su alumno que la elección debe ser de Hanina, que debe hacer lo que le dicta su conciencia.



A mí me pareció fantástico el episodio porque demostraba que los judíos ortodoxos no son tan cerrados como los mientan. Mi hermano estaba furioso: “¿Entonces para que ir a pedir un consejo rabínico?  Entendámonos nosotros con nuestras conciencias”.  Mi postura final es una intermedia. Yo he conocido situaciones (sobre todo temas de aborto o de orientación sexual) en las que los rabinos han dejado la decisión final a quien viene a solicitar consejo. En este caso hubiese sido más satisfactorio que fuese el rabino quien diese el permiso basándose en que la situación está minando un matrimonio, la salud mental de una pareja y puede llevar a la esposa a poner en peligro su vida.





También me recordó lo que nos enseñaban en mi escuela. “Los textos sagrados no son un manual de primeros auxilios. Debes crear tiu propio código moral basado en las enseñanzas sagradas, porque algún día te vas a encontrar en una situación tan única que ni la Tora ni los rabinos podrán ayudarte. Es entonces cuando debes apelar a tu conciencia”.

El caso es que Hanina lleva a Ruhami a la consulta de una experta en vientres de alquiler. Es conmovedor que este joven, casi un niño,  haya ido primero, hecho consultas y planteado interrogantes. Y solo ahora trae a su mujer, seguro que es lo que ella desea. Tan bien la conoce que sabe que Ruhami, como su madre, le teme al estigma social, así que tienen todo preparado para que ella finja un embarazo.

Ruhami mira azorada las prótesis que hay sobre la mesa (me recordaron a las de Rebeca Jones en “Cuna de Lobos”) y conmovida abraza al marido. Hanina insiste en que no importa cuánto cueste el procedimiento, ellos tendrán ese bebé. Pero el precio es más alto que un pago en dinero y Ruhami tendrá que tomar una decisión muy arriesgada.



Se la entiende en vista de que su madre le dice que nunca se la imaginó sin hijos, en vista de la muerte de su primer bebé (algo que veremos en flashbacks en el capítulo 7), en vista de los diarios que escribe a esa hija que no sabe si llegará a nacer. Yo también tengo en mi poder cartas y poemas que escribí a esa hija con la que soñé toda mi vida. Yo también recuerdo gente que me decía “no te imagino sin hijos”.



La Soberbia Shtisel

Si Ruhami y su marido me inspiran una gran compasión, no me ocurre lo mismo ni con Akiva ni su padre. La soberbia de los Shtisel parece estar dirigida siempre hacia mujeres. Contrasta con Nuhem a quien la pérdida de su hija ha trastornado, pero no lo ha hecho olvidar que es ‘un caballero” por lo que es el perfecto acompañante de la sensible y refinada Nechama.

Me exaspera que la arrogancia de Akiva  vaya de la mano con su inmadurez.  Una vez casi perdió a Libby por anteponer su arte al amor de la prima. Ahora antepone su fijación idolatra en una imagen en un lienzo a sus deberes paternales y casi pierde a su hija. Resulta irónico que sea Racheli quien deba rescatarlo, tal como Nechama rescata a Shulem. Pero que no esperen agradecimiento. Los Shtisel solo aman a las mujeres que perdieron, de otro modo las ignoran, las utilizan o las insultan.



No parece coincidencia que la separación de Akiva y Devora se produzca, gracias a mujeres.  Son las maestras de la guardería de la beba, la trabajadora social y el comité de asuntos de familia quienes deben obligar a Akiva a enmendar su camino. Algo que su familia no ha conseguido. Ellas lo obligan a oír la voz de la ley seglar, ya que él no escucha a las mujeres ni siquiera a su hermana cuando Gittl consigue una entrevista con alguien que puede asesorarlo.



Pero la soberbia Shtisel no es patrimonio de varones, puesto que Gittl sabe ejercerla mejor que su padre y hermanos. Se empeña en que su hijo se case con una supuesta heredera, pero aun sabiendo que sus consuegros no podrán pagar un apartamento para una joven pareja, sigue insistiendo en un enlace que solo la satisface a ella.

Incluso en el ejercicio de la caridad, Gittl es áspera. Le da empleo a una amiga de la escuela que está en trámites de divorcio, pero cada vez que la pobre empleada abre la boca, Gittl le cae con brusquedades y amenazas de despido.



La Modernidad en el País de los Shtisel

En un consenso entre los Shtiselfans que esta es la temporada más ‘Moderna”, pero más allá de las demostraciones de amor físico en la Familia Shtisel, lo que sucede es que el mundo moderno irrumpe en esta familia para criticar no sus costumbres retrogradas, sino para exponer su disfuncionalidad.

Por un lado, tenemos los servicios sociales israelíes que separan a Akiva de su hija (“las sionistas” como las llama el abuelo Nuhem), por otro el aparato médico para conseguirle un bebé a Ruhami. Shira Levy lleva al enamorado de la biología (y de ella) Yossel a conocer los laboratorios universitarios de Bar Ilan. Pero el encuentro más estrambótico es el que lleva a Lippe Weiss, primero a proveer de comida a un equipo de filmación, luego a servir de extra en una serie de televisión, y finalmente convertirse en agente encargado de reclutar extras.



Descubrimos que Gittl y Lippe van al cine a escondidas, que los alumnos de escuelas judías usan las cámaras de celulares para grabar a sus maestros y luego colgar videos incriminatorios en redes sociales. El Rabino Shulem se admira al ver su primer juego de video,  y su nueva novia, Nechama, es locutora de radio.

Otra novedad es la aproximación al romance y al matrimonio. A pesar de que “Shtisel” como buen drama domestico siempre ha privilegiado las relaciones sentimentales y como se llevan dentro de un marco ortodoxo, ahora seguimos viendo cómo se puede circunnavegar alrededor de reglas impuestas más por costumbre que religión.



En temporadas pasadas vimos como Akiva consiguió esposa sin intervención de casamenteros y como Ruhami se casó sin huppa, sin fiesta y sin permiso de los padres. Ahora vemos a su hermano tratar de evadir la tela de araña creada por Gittl que lo obliga a casarse sin amor. El problema comienza no con Gittl sino con la incomprensible timidez de Shira Levy que llama cada un cuarto de hora a la yeshivá de Yossel, pero cuelga cuando oye la voz del muchacho.

Este juego absurdo acaba con la paciencia de Yossel quien acepta conocer a Shira Levinson. Simpatizan, y al enterarse que el padre de Shira esta desahuciado, en un gesto de impulsivo altruismo, Yossel decide comprometerse inmediatamente y alegrar los últimos días del enfermo. El mismo día del compromiso, Shira Levy desarrolla ovarios y voz solo para enterarse que perdió al novio por cobarde. Pero no es así, pronto Yossel descubre su error.



Como esto es una comedia romántica, los escritores han hecho al talmudista un obsesionado de la biología de los insectos. Cuando le regala un libro sobre insectos a su prometida esta no reacciona favorablemente lo que incomoda al novio. “¡No tengo nada que hablar con ella! “se queja Yossel con su madre.

Por suerte temas de conversación no escasean con Shira Levy que comparte la fascinación de su pretendiente por la biología natural, estudia parasitología, lo lleva de excursión por su laboratorio ¡y hasta le regala una mosca! Mas allá de lo cómico de estos encuentros, tenemos conciencia de que una romance debe incluir gustos en común. Akiva y Racheli tienen el mundo del arte, Nuchem y Nejama su amor por la música clásica, Yossel y Shira Levy su fascinación por los insectos.



Incluso, la serie nos muestra la importancia del desarrollo de proyectos en común en un matrimonio de años. Tras basurear las sueños de Lippe de entrar en el mundo del cine, Gittl se apiada de su marido y lo acompaña en un tour de la noche de la Jerusalén seglar en busca de extras. Lo mismo ocurre con Ruhami y su marido que en un esfuerzo de recaudar dinero para que no cierren la yeshivá del Rabino Soloveichik, se convierten en carteros.

Nada es Perfecto

Seria idolatría (el peor crimen que puede cometer un judío) no encontrarle fallas a esta tercera entrega. Fallas adjudicables al estrés de filmar en pandemia. La producción muchas veces se detuvo por las múltiples cuarentenas que fueron el pan de cada día del 2020 israelí y en esa atmosfera de mascarillas, desinfectantes y termómetros a veces se les “chispoteó” el libreto.



Hay ahí unos enredos cronológicos que nadie entiende. Los Weiss insisten en que llevan casados 25 años, pero en la Primera Temporada, Lippe le dijo a Ruhami que ella había nacido cuando él tenía 19 años. Ruhami le dice ahora a su ginecólogo que tiene 21 años. Eso se traduce en que el padre de Ruhami tiene cuarenta años. Si Lippe llevase un cuarto de siglo de matrimonio tendría que haberse casado dos años después de su Bar MItzvah, lo que aun para los estándares ultraortodoxos es excesivamente joven.

Luego, esto es de dominio público, los Haredi tienen muchos hijos y muy pronto. Si su padre llevaba cuatro años casado antes de ella nacer, Ruhami debería tener hermanos mayores. Tal como debería tenerlos Devora, la primogénita de Akiva.

Hace cinco años dejamos a Libby y a su primo en el dilema de casarse o separarse. Esta temporada comienza con una Libby muerta hace ocho meses dejando atrás una hija de más o menos de esa edad. Muchos televidentes han asumido que Libby murió de parto. No es así, puesto que su fantasma extraña sus días de amamantar a su hija. No sabemos de qué murió, pero tampoco cuando se casó.  ¿Les tomó cinco años a Akiva y su prima hacer las paces y casarse, o esperaron un tiempo antes de escribirle a la cigüeña?



Al menos con Ruhami, en el capítulo 7 descubrimos que perdió un bebé en el primer año de matrimonio y que ahí se  descubrió que otro embarazo la mataría. Pero no son solo problemas de cronología los que afectan la serie. ¿Por qué Racheli, que se encarga de un negocio familiar, no trajo ningún pariente a su boda? ¿Por qué Nechama, que jura que solo amó a un hombre en su vida, usa una peluca lo que indicaría que es viuda o divorciada?  Y la guinda del pastel ¿en que trabaja Reb Shulem?



En el primer episodio, Shulem al golpear a un alumno insolente incurre en la ira de padres y apoderados.  Shulem sufre de esa mentalidad medieval que no sabe que los castigos corporales están prohibidos, que la tecnología lo ha expuesto como mal maestro y persona peligrosa para la sociedad. Le parece inconcebible que se hable de denunciarlo a las autoridades. Es un shock saber que está a merced de un mundo seglar y moderno.

El comité que dirige la escuela, compuesto en su mayoría de ex alumnos (golpeados) del patriarca Shtisel encuentran como solución que Shulem renuncie voluntariamente y así salvaguarde su dignidad. La soberbia Shtisel igual se siente pisoteada. Entra la solución con nombre de mujer. Nechama, que acaba de “enviudar” del cuñado de Reb Shulem decide abrir con el premio de la lotería una yeshivá que llevará el nombre del difunto prometido. ¿Quién mejor para dirigirla que Reb Shulem?





Aunque es difícil conseguir alumnos, la astucia de Shulem prevalece en ese problema. Lástima que no ejerza el mismo ingenio en su relación con su benefactora. Cuando Nechama rechaza sus avances amorosos, el altanero rabino renuncia a su puesto de Rosh Yeshivá. Lo que sigue es confuso. Cuando unos días (o semanas) más tarde,  Nehama lo llama para decirle que acepta su cortejo, Shulem cuelga diciendo que tiene “una yeshivá que manejar”.  Luego lo vemos en su antigua yeshivá requisando un celular aun alumno. ¿Dónde trabaja entonces?

Estos pequeños errores no son suficientes para arruinar el placer de ver una serie que sigue atrayendo millares de espectadores de todo el mundo, que ya tiene asegurada una cuarta temporada y que es la única razón por la cual sigo subscrita a Netflix.







lunes, 26 de abril de 2021

Dime Quien Soy o Los Peligros de una Mala Adaptación

 



Acabado el primer capítulo, me he quedado con la impresión de que estaba leyendo The Little Drummer Girl de John Le Carré. Así de políticamente ingenuas me parecían historia y heroína. Llegado el final, sigo con la misma sensación. Tranquilos que, recomiendo la serie, porque trata de tiempos interesantes y tiene buena estética. Sin contar con el buen elenco capitaneado por una Irene Escolari quetal como en su retrato de Juana, La Loca no inspira ni empatía ni simpatía, solo lastima e irritación.

“Dime quien soy” está basada en un superventas de Julia Navarro.  El libro (que no he leído) inicia la historia de la incorregible Amelia Garayoa, gracias a su diario. Así la conoce el lector desde su adolescencia, su experiencia con la tétrica tuberculosis, su primer amor y su viaje del País Vasco a Madrid donde su madre le busca novio con quien acaba casándose.

Lola, la Anarquista

La serie es diferente, comenzamos en Madrid, es 1934.  la Republica ha cumplido dos años y se espera que un triunfo del Frente Popular permita que España sea de izquierda. Amelia Garayoa (Irene Escolari), tiene veinte años, es hija de un hombre adinerado, pero republicano. También lo es el novio de Amelia, Santiago (Pablo Derqui), con el que asiste a una mitin de Manuel Azaña.



Me voy a detener en la charla del “Monstruo” porque si tanto rebuznaba con razón le tenían tanta tirria. Dice que para salir adelante España debe “enterrar a sus muertos” que ‘la historia solo sirve para ser olvidada”. ¡Y que “La Republica es más importante que La Constitución” ¡Guau! que diría de esta España que vive de memorias histéricas y que no solo no entierra muertos, sino que va y los desentierra.

Esa noche, al regresar a casa, Amelia encuentra a su padre muy alterado. Su fábrica berlinesa, su mayor patrimonio, ha sido incautada por los nazis aprovechando que quien la dirigía era un judío. Don Juan solo tiene una salida para no caer en bancarrota, comenzar un nuevo negocio con un préstamo de Los Garzas, la familia de Santiago. Amelia acelera ese préstamo dándole el sí a Santiaguillo.

En el libro ella se casa por complacer a la madre, aquí para salvar a la familia de la bancarrota, pero la impresión es que le agrada Santiago y lo quiere un poco. El día de la boda, Amelia llega atrasada a la iglesia puesto que una protesta callejera impide al auto avanzar. Vemos una turba enloquecida y rabiosa.



Tres meses más tarde, Amelia y su prima Laura pasean por Madrid. Amelia parece feliz, acaba de regresar de su luna de mil en París. Otra protesta callejera. Esta vez, Amelia rescata a una tal Lola (Carolina Yuste) y la lleva a su casa donde la deja al cuidado de Edurne (Itsaso Arana), su criada y amiga.

A solas, Lola se revela como anarquista, se burla de Edurne por trabajar con “burgueses” que la explotan. Edurne, que la mira con mucha sospecha, le dice que nadie la explota y cuando Lola invita a Edurne a ir a la Casa del Pueblo a aprender a leer, la criada le explica que ya sabe leer y escribir y gracias a Amelia.




Esa noche, Santiago se escandaliza ante el ultimo capricho de su esposa. Le recuerda que participar en una protesta no te hace buena persona, pero su mujer que parece tener un nido de pájaros en la cabeza ya está obsesionada con Lola.

Al día siguiente parte con Edurne a la Casa del Pueblo, a buscar a su ídolo. Lola las recibe pésimo, pero al saber que “la burguesa” estudio magisterio decide tenderle una trampa. Saca a una maestra del aula y pone a Amelia en su lugar. Las alumnas, mujeres de la clase obrera, se molestan y se burlan de Amelia. Lola tras la puerta se desternilla como El Perro Patán, pero Amelia logra conmover a su alumnado con un llamado a la unidad femenil por sobre clases sociales. Ahí justo le da un vahído, porque la muy lista ni se enteraba que estaba de tres meses. Las obreras reconocen los síntomas y la atienden solicitas. Mi escena favorita del primer episodio.



Santiago, que en la serie es un esposo atento y muy devoto, está feliz. Amelia no, más porque un semi desprendimiento de placenta la obliga a guardar reposo. Apenas pare a Javier y apenas la suegra le manda un ama de cría, Amelia le planta al niño en los brazos y coge calle, seguida por su fiel Sancha Panza, mejor conocida como Edurne.

Esperaríamos que Amelia se fuese a la Casa del Pueblo a alfabetizar proletarias, pero no es así. No se le ha quitado la obsesión y se va a casa de Lola. Ahí descubre que esta vive amancebada con un anarquista italiano y tiene un hijo.  Al enterarse que Amelia tambien tiene uno, Lola añade “Que comerá mejor que el mío”.  Amelia anuncia que quiere “ayudar” y eso suena a “ayudar-te”, o sea quiere estar cerca de Lola quien pone a la burguesa a servir vino a la peña de revolucionarios que tiene en la cocina.



El Camarada Pierre

Mientras Amelia le hace a la moza de taberna, atrae el interés de Pierre Comte (Oriol Pla muy parecido a Gael Garria Bernal en su juventud), quien lidera la tertulia. La astuta Lola nota el interés y despide a sus visitas. Pierre sigue a Amelia y la invita a tomarse algo. Edurne insiste en que Amelia debe atender a su hijo y ella su puchero, pero su ama le contesta con tanta insolencia que ya parece la Marquesa de Llanzol.

La pareja se la pasa toda la tarde en una tasca con Amelia poniéndole ojos de borrego degollado al Camarada Pierre. Este le cuenta que es francés, hijo de rusa y español, y que ha venido a España por órdenes del Partido. “¿Qué partido?” pregunta nuestra lumbrera. Esa noche, cuando Amelia llega a casa, Edurne le dice que ha tenido que explicar su ausencia con una mentira. Amelia no entiende. “No he hecho nada malo”.  ¿De qué árbol se cayó esta pendeja?



Amelia se pone a escribirle los discursos de Pierre. Pasa menos tiempo en casa. Su familia se queja que Javier pasa tanto tiempo con Águeda su nodriza y que va a creer que ella es su madre. Amelia como si oyera llover. Lo único bueno es que se le pasó la calentura con Lola que desaparece de este cuento.

Gana las elecciones El Frente Popular. Santiago teme que la Derecha no lo acepte y quiere que toda su familia se vaya a Bilbao. Amelia no quiere. Está desolada, hace dos semanas que conoce a Pierre, lo ama con locura, y él se va a Argentina.  La solución de Pierre es que Amelia se vaya con él “a vivir nuestros sueños”. Amelia abandona todo y se embarca rumbo a Buenos Aires. Como le dice la prima Laura “esto no es por la Revolución sino por él”. Su prima le responde que es para vivir la vida que siempre soñó.

¿Cuál vida es esa? ¿La de lujo, fiestas, vestidos bonitos?  ¿La de hacer nada, aparte de entretener a los amigos disfrazándose de Chaplin? Porque eso es lo que hará Amelia por más de un año. Ponerse vestidos bonitos y joyas caras, ir a la Opera y a fiestas de embajadas. Hacer amistad con gente importante como la diva Carla (Maria Pía Calzone) quien la presenta con un matrimonio judío los Hertz.



Lo extraordinario es que Amelia no pregunta de donde sale el dinero para sus gastos. Parte de la base que él Partido paga. Efectivamente, el Partido paga para que Pierre mantenga un harem de “topos” o espías ciegas. La boquifloja Amelia escucha datos importante de sus nuevos amigos y se los pasa a su pareja, sin sospechar que con eso alimenta las células de espionaje rojo en Buenos Aires. ¡Pobre Argentina! en “El Secreto Bien Guardado” es un nido de nazi; en “La Guerra e Finita” es un santuario de fascistas y en “Dime Quien Soy” es un hervidero de espías comunistas.

Lo triste es que Amelia no sabe que es un topo. Lo que ella hace es llevar chismes a Pierre. El mismo le cuenta a Krisov, el jefe de su célula, que Amelia es la “perfecta espía idiota”. Sin embargo, Amelia no es suficiente. En casa de los Hertz, Pierre conoce a Natalia, comunista, madura, empleada del Ministerio de Relaciones Exteriores, por sus manos pasan papeles importantes. Pierre seduce a Natalia quien a sabiendas de lo que hace, le suministra los documentos que parten derechito a Moscú.



Para que la gente no sospeche de dónde saca tanto billete, Pierre pone una librería. Proyecto que entusiasma a Amelia. El primer cliente es Tovarich Krisov. Viene huyendo de las purgas estalinistas. Advierte a Pierre que todo su equipo está en peligro y que por ningún motivo debe retornar a Moscú, aunque el partido lo convoque. “Propaganda fascista!” chilla Pierre. Llega Amelia y se entera que ha sido “una espía idiota”. Se enoja un poquito con Pierre, pero acepta servirle de tapadera para que los agentes de la NKVD (lo que después fue KGB) no sospechen que esta advertido.

En casa de los Hertz, Amelia conoce al Barón Max von Schumann (Pierre Kiwitt), un médico militar alemán. Amelia se comporta agresiva con él y lo acusa de ser un nazi. ¿Oye, nazi en mesa de judíos? ¿Hasta dónde llega tu poca mollera?  Eso le dice su anfitriona, pero como es novela, Max se enamora de Amelia y tienen varios encuentros. Los comunistas se enteran y le chismean a Pierre quién miente diciendo que su mujer está sacándole información al alemán.



El Paraíso Moscovita

Invitan a Pierre a ir al Congreso de Intelectuales en Moscú. Pierre Bobo acepta y Amelia Boba va con él. Se instalan en la alfombra del living del minidepartamento del tío de Pierre donde ya viven cuatro personas. Amelia consigue un empleo cortando noticias de periódicos españoles. Pierre desaparece. Un compañero le avisa secretamente a Amelia que Pierre ha sido arrestado, pero que no haga nada porque empeorará las cosas. La Familia de Pierre está de acuerdo.



A Pierre entretanto lo están haciendo literalmente pedazos. No he visto torturas tan graficas desde la telenovela venezolana “Estefanía” (1980). Al principio quieren que les diga donde se oculta él traidor Krisov. Al final solo quieren que firme una confesión de sus actividades antirrevolucionarias. Es como un circo para todos menos para el pobre Pierre. Cualquier rabia que le tenía antes se me desaparece ante tanto calvario.

En este episodio Amelia comenzó a caerme bien porque hay un viraje en su personaje. Tras tomar conciencia que vive en un estado policía, bajo estrecha vigilancia y rodeada de enemigos, Amelia comienza a actuar de manera más contenida. Se vuelve lacónica, no sonríe, adopta un estilo de vestir y peinarse muy severo. Tanto impresiona su actitud de robot que la contratan para ser guía del Congreso de Intelectuales.



 Allí, Amelia contacta a antiguos amigos de Pierre entre ellos al periodista Albert James (Will Keen) quien hace un escándalo que motiva a la, NKVD a devolverles lo que queda del prisionero. Antes lo aplastan con una grúa e inventan la calumnia de que estaba con una amante. Ni Albert ni Amelia les creen. Tras el entierro de Pierre, Amelia y el periodista parten a España donde la esperan mayores tragedias.



El Fiel Albert y El Pobre Max

La guerra ha acabado, Amelia llega en 1939 en plena era de represalias franquistas. Descubre que su piso y fábrica han sido requisadas, que, su madre ha muerto, que su padre, tío y marido están presos. Se instala en casa de su prima Laura y trata de salvar a sus presos. Entremedio tiene una entrevista con su hijito que, obvio, no la reconoce. Santiago es excarcelado, pero ni quiere ver a Amelia ni deja que vea al niño

Laura y Amelia conocen a un abogado corrupto que ofrece sacar a los presos previo pago de 50 mil pesetas por cabeza. Es el fiel Albert quien consigue el dinero. Entremedio fusilan al padre de Amelia porque hay tanto preso que hay que hacer espacio en la cárcel. El tío sale libre, pero el abogado abusa de Amelia como un pago extra.

Albert le dice a Amelia que nada tiene que hacer en España y que se vaya con él a Berlín donde lo ha mandado su periódico. En Alemania se encuentran con Carla y con Max quien, aunque es parte de la Wehrmacht, también colabora con la resistencia alemana. Amelia asiste a alguna de sus reuniones, y se la ve aburrida, más interesada en Max a pesar de que él está ahora casado con Ludowika, la perfecta esposa nazi. Además, aunque no lo expliquen bien en la serie, la española es amante de Albert.

El periodista se la lleva a Inglaterra. Amelia está harta de Albert y ya quiere volver con Max. Resulta que Albert es de familia aristocrática. A sus parientes no les gusta que se haya liado con una mujer casada. El tío de Albert, que tiene que ver con el Servicio Secreto, encuentra la solución. Le ofrece a Amelia un empleo de espía. A Albert le parece mal, lo encuentra peligroso, pero Amelia feliz de tener una excusa, lo empaca a Nueva York y ella se marcha feliz al Tercer Reich.



Alla se lía con Max y se prepara a espiar hasta que los ingleses le avisan que sus órdenes son espiar a…Max y al grupo de resistentes. Que tarea tan perezosa y fútil, pero Ameliarecordemos las palabras del difunto Pierre es la “perfecta espía ciega idiota y que obedece”. Ahora ni tiene la excusa de la ignorancia para cometer idioteces.

En los próximos capítulos, Amelia se las arregla para atraer a atención indeseada de gente peligrosa como Jürgen, el jefe de la Gestapo en Varsovia, de meter la nariz donde no debe (el Ghetto de Varsovia) y de poner en peligro a todo el mundo incluyéndose ella misma. Aunque la torturan a cada rato, no escarmienta. No sigue ordenes, más bien se inventa nuevas, pareciera que se manda sola.



Una Adaptación Desafortunada

No he leído más que criticas desilusionadas por parte de lectores por el desaguisado que han hecho con el libro. Siendo el primero la desaparición de la estructura narrativa creada por Julia Navarro. La trama original es la obsesión de una Amelia anciana que está perdiendo la memoria y que manda al bisnieto (que no la conoce) en un viaje trasatlántico y laberintico por ciudades de todo el mundo donde Guillermo se encontrara con testigos de las aventuras de la bisabuela. Así se podrá armar un esquema de lo que fue vida y milagros de Amelia Garayoa.

En la serie hay tres minutos iniciales que Guillermo (Francis Lorenzo que solo está ahí porque su hermano es productor de la serie) recibe un manuscrito de parte de un tal Albert James. Sin mayor explicación, Javier desaparece. De ahí se narra todo de forma lineal y cronológica desde 1934 hasta 1998. Amelia es el único hilo narrativo y es un hilo muy débil.

Me dicen que en el libro hay toda una evolución en Amelia desde su ingenuo idealismo hasta una desilusión total con la política. En la serie Amelia parece boba, abraza una ideal social basado en abstractos y no ve ni a las personas ni a sus circunstancias como realidades. Eso le permite atropellarlo todo y a todos.



Aunque no es la primera protagonista antipática que hemos conocido en mis ultimas reseñas, la diferencia entre “Dime quien soy”, “Lo que escondían sus ojos” e incluso con “Vientos de guerra” es que en la primera no hay personajes secundarios que atrapen. La diva de la ópera que prohíja a Amelia hace unas apariciones fugaces que nunca nos la hacen memorable. Cuándo Carla y otros personajes salen de la nada nos brota de los labios un ‘” ¿y estos quiénes son?”. Todo es muy acelerado y no se gasta un minuto ni en explicar el contexto histórico (hay unos enredos cronológicos inconcebibles) ni las circunstancias de personajes que aparecen y desaparecen sin ton ni son.



El único personaje que llega a interesarme un poco es Max. Quizá porque me da lástima ver como la Mata Hari vasca lo trae de la nariz. O debe ser porque ya me he acostumbrado a ver a Pierre Kiwitt en ese rol de alemán que puede ser un nazi brutal como en “Lobos Sucios” o heroico como su interpretación de Claus von Stauffenberg en “Charite at War” o pesadísimo como en “Das Boot”.  

 Parte de la poca enjundia de los personajestal vez mejor desarrollados en el libroes lo poco que inspiran en la antiheroica serie. Los hombres están ahí para impedir esa libertad nihilista con la que sueña vivir Amelia o para rescatarla, lo que la aleja de ser un icono feminista. Amelia suele necesitar que la salven sea de la ruina como su marido, del tedio conyugal como Pierre, o de problemas más graves como tendrán que hacerlo Albert y Max. 



El caso es que, con excepción de Pierre, a los otros Amelia paga con la moneda de la ingratitud. Sus únicas relaciones viables son las que abarcan un elemento de engaño, o es ella la engañada como con Pierre, o engaña a la pareja como hace con Max.

La serie se nota que ha sido hecha con cuidado, se ha gastado dinero, se ha filmado en todas las ciudades donde se supone que tiene lugar. Hay buen vestuario, escenarios o muy lujosos o miserables e incluso espeluznantes como las salas de tortura de la Lubianka en Moscú o Pawiak en Varsovia.  Tal vez para evitarnos más escenas de tortura se han saltado la estadía de Amelia en el campo de concentración de Ravensbruck.



Sin embargo, “Dime quien soy” ha fallado en lo más importante. Su libreto suena fragmentado e incoherente, y sus personajes son maquetas que o golpean o aman a Amelia que deambula entre ellos tal como al final ante un Muro de Berlín a medio construir, sin conectarse emocionalmente con nadie.

Haber visto “Dome quien soy” simultáneamente con “The Winds of War” me ha hecho caer en la importancia de adaptar un gran (en méritos y en tamaño) libro. Con todas sus fallas, “Lo que el viento se llevó” supo capturar al esencia de la obra de Margaret Mitchell quien nunca se quejó de la adaptación. Herman Wouk encontró un modo de conservar todo lo importante de su “Vientos de Guerra” en una adaptación televisiva. En “Dime quien soy” se ha atropellado tanto la obra como sus fans. Pero no se puede decir mucho porque Jula Navarro ha quedado encantada. Sera la única.

 En España “Dime quien soy” puede verse en MoviStar, en America Latina la tiene la plataforma de HBO, y en USA se la puede ver (gratis) en Peacock.

 

 

lunes, 19 de abril de 2021

Recuerdos de Guerra: ¿Por qué fue inferior a su precuela? (Televisión del Ayer)

 


Una duda que tuve por años fue como “War and Remembrace”, con un elenco de lujo y un presupuesto el triple de lo que se había invertido en su precuela, pudo tener tan bajos ratings. Ahora, viéndola subjetivamente, con tres décadas de distancia, creo entender las razones que la hicieron inferior al menos en el corazón de teleaudiencia a “The Winds of War”.

Los mejores Cambios: Nuevo reparto y filmación en Auschwitz

Aunque fue chocante que “Vientos de Guerra” acabase de esa manera tan abierta, no lo fue para los lectores de War and Remembrace, la monumental secuela publicada en 1978. Los Niños de Verano tenían la opción de ir a comprar ese mamotreto y enterarse de las aventuras y desventuras de Henrys y Jastrows entre 1941 y 1945, incluyendo el saber quiénes sobrevivían al conflicto. Cuatro personajes importantes perecen, además de Hitler quien en la secuela será interpretado por Steven Berkoff. Primer actor judío que (antes de Taika Waititi) se atrevió a dar vida al Fuhrer.

A pesar de que la teleaudiencia ya conocía el desenlace de la saga de Herman Wouk, era impresionante ver un cuento en pantalla y no se escatimaron recursos para darle al público un gran espectáculo. Dan Curtis tenía dudas sobre esta secuela. No creía que existiesen suficientes navíos o aviones antiguos para recrear la Batalla de Midway. Fue su esposa quien lo empujó a aceptar el proyecto. “Enloquecerá si otro lo hace y no tú” fueron sus palabras.



El presupuesto fue entonces el más grande nunca empleado en una serie limitada, 140.000 millones de dólares (unos 200.000 millones de hoy en día). Con eso se pagaron sueldos de actores, se adquirieron implementos, se contrataron extras y se costearon viajes de locación. La filmación tuvo lugar nuevamente en los países anteriores a los que se agregó Francia y la ciudad suiza de Berna. Se llegó a filmar en Pearl Harbor y otros sitios de Hawái, y en las afueras de Montreal se recreó el invierno moscovita.

El mayor logró fílmico fue el rodaje en Polonia, siendo “Recuerdos de Guerra” el primer dramatizado en ser filmado en el campo de Auschwitz. Branko Lustig, sobreviviente del lager y quien ya había fungido de productor, volvería a hacerlo. Docenas de sobrevivientes del Holocausto solicitaron trabajo como extras en las escenas de Auschwitz. Tal vez como catarsis, tal vez como una forma de presentar testimonio. El gobierno polaco dio los permisos necesarios para la filmación exigiendo a cambio que en el libreto no se hiciese mención del antisemitismo polaco.

Una de las grandes sorpresa de esta prolongación de La Saga Henry fueron los cambios de reparto.  Curtis debe haberse sentido aliviado cuando Jan Michael Vincent anunció que estaba ocupado con su serie “Airwolf” y que no iba a arrastrar sus botellita al set de “War and Remembrace”. Lo reemplazó Hart Bochner. Todos los hijos de Pug fueron reemplazados, hasta Janice a quien ahora le daría vida una desconocida llamada Sharon Stone.




John Houseman estaba muy delicado de salud y fue reemplazado por el más que apto Sir John Gielgud, y Robert Morley se convirtió en “Talkey” Tudbury.  El cambio más espectacular fue el de la protagonista. Ya ni Curtis podía rebatir que una semi cincuentona como Ali McGraw no podía hacer creíble a la esplendorosa Natalie Jastrow-Henry. Se trajo a la esplendorosa Jane Seymour que con este papel volvía a coronarse como reina de las miniseries.



Se mantuvo a lo mejor del reparto. Un poco más viejos retornaron Polly Bergen, Peter Graves, la exquisita Victoria Tennant y Topol cuyo personaje de Berel Jastrow adquiere importancia en la serie gracias a que es capturado como soldado ruso por los alemanes. Es llevado a un campo de prisioneros rusos y polacos que Berel reconoce como el pueblo de su infancia, Oswiecim, ahora llamado Auschwitz.

A pesar de una conspiración demente para reemplazarlo por James Coburn, Robert Mitchum permaneció al timón de la Northampton y de La Familia Henry. Realmente no me imagino a otro en ese papel. por la misma razón por la que si realmente van a refritear este espinoso (en estos tiempo) material quisiera solo a Brad o a Clooney en ese rol.



Los Errores: Desde los horarios hasta “La pornografía del Holocausto”

Aunque se esperaba que el estreno fuese en 1989, se la adelantó un año antes.  Había conciencia de que quienes habían amado la serie ya habían esperado demasiado (¿Oíste Ser George R.R. Martin?). El hecho es que el primer episodio, de casi tres horas de duración, no tuvo la sintonía esperada. Histéricos, los productores se pusieron a tijeretear el producto con el resultado de que algunos capítulos quedaron más largos que los otros.

Para colmo después del primer episodio, la cadena ABC se tomó libre el lunes 14, reanudando la serie el martes15 y continuando hasta el jueves. Luego de una inexplicable puente que cubrió el viernes y el sábado, volvió la serie el domingo 20. Se saltaron el lunes, regresó martes y miércoles. De ahí vino un hiatos hasta mayo del ‘89. Es un milagro que algunos espectadores la hayamos visto completa

Aunque este desorden cronológico afectó el sentido de continuidad de todo amante de miniseries (algo desconocido hoy en el universo del binging), no fue la única razón para que los espectadores se alejasen de tan cara y prometedora historia. Muchos, como mi madre le tiraron la cadena en el segundo episodio. Las razones tienen que ver con contenido más que con detalles técnicos, y eso que también había problemas de audio. Muchos episodios no fueron grabados en sonido estéreo.



Herman Wouk se encargó de escribir un libreto para las escenas tipo documental y para las reuniones de alto mando. Dan Curtis, con la ayuda de Earl Wallace, se dedicó a la ficción, a lo dramático, a lo romántico. Todos exageraron la nota.

En el primer episodio, donde si cortamos los comerciales igual tenemos un espectador pegado casi dos horas a la pantalla, dedican media hora a una batalla en las costas filipinas, y otra media hora en reuniones de Hitler y sus generales. Media hora para ver a los machos Henry reunirse en Pearl Harbor y luego cada uno partir a pelear su guerra.

Pug recibe una carta de su esposa. Alterada por la noticia del bombardeo japones, Rhoda le suplica que olvide y perdone su infidelidad. El bobo de Pug le escribe una carta de despedida a Pamela que por suerte nunca llega a su destino. Entremedio, Berel es capturado y llevado a Auschwitz. Araron y Natalie, a quienes dejamos en un buque en Nápoles, están en espera a que zarpe rumbo a Palestina.



Aparece de la nada, Werner Beck, un ex alumno del Profesor Jastrow que les ofrece que retornen bajo su protección a Siena a la espera de una repatriación con otros estadounidenses. Aaron, que no tiene ni pizca de deseo de ir a Palestina, cae bajo el hechizo del adulador Beck y parte para Toscana. En otra de sus malas decisiones, Natalie lo acompaña, a pesar de las suplicas de sus compañeros de viajes y de Avram Rabinovitz (Sami Frey) el agente de la Aliyah (inmigración ilegal a Palestina) con quien ha hecho amistad.

El segundo capítulo es aún más rocambolesco. La primera hora es ocupada por un excelente filme de espionaje en Berna donde Leslie Slote se convierte en el protagonista de su propio cuento, y la segunda por una muy descriptiva visita de Himmler a Auschwitz en la cual Rudolf Hoess (Gunther Maria Helmer) debe probar la eficacia de su campo con la ejecución de un tren cargado de prisioneros holandeses.




Mi madre estaba casi roncando, aburrida de las estrategias de Hoess para quedar bien con su superior, pero cuando los perros nazis comenzaron a ladrarle a una niñita holandesa que se pone a aullar se tuvo que despertar. Lo próximo es que vemos a las mujeres, entre ellas a la niñita, correr desnudas y en pleno día por un prado ante los ojos de Himmler y s SS, rumbo a “las duchas”. Lo último es tener que ver como retiran los cadáveres y los arrojan (todavía no había crematorio) a unas zanjas.




En ese entonces (y hoy) la televisión abierta estadounidense no mostraba gente sin ropa. Ver desnudos frontales, pilas de cadáveres entre ellos varones fue muy chocante para mí. Mas para mi madre que dijo “hasta aquí llegue”. No fue la única, a la mañana siguiente, Sir Elie Wiesel escribió un airado editorial en The New York Times denunciando lo que calificó como “La Pornografía del Holocausto”.  

Aunque concuerdo con su shock, a más de 30 años de distancia y tras conocer la evolución del cine del Holocausto desde entonces, encuentro el episodio audaz y efectivo. Sabe manejar lo visual sin caer en dramatismos innecesarios y sin restar el pathos de la escena que incluso en un momento incomoda a Hoess quien al notar la fría mirada de Himmler se compone.

El haber creado la escena desde la perspectiva de los verdugos aumenta la sensación de crueldad de parte de estos. Ayuda también la estética. Todo ocurre en un día primaveral, los prisioneros llegan a un espacio verde, soleado, con árboles cargados de flores. Es comprensible que los holandeses no sospechen lo que les espera y obedezcan las ordenes tanto de los amables guardias nazis como la de otros prisioneros que por una vez andan en uniformes limpios y no en andrajos.



El problema es que estos episodio van seguidos, en la serie, por alguna reunión en la Casa Blanca o una batalla naval en el Pacifico obligando al espectador a cambiar su perspectiva y dejar atrás temas que merecen su reflexión.” War and Remembrace” nunca supo si quería ser lección de historia, documental didáctico o saga familiar y eso incomodó a más un televidente, que, como mi madre, apagó el televisor.

Oda la Infidelidad Femenina

Incluso los que habían invertido emocionalmente en la historia de los Henry, su dinámica familiar y sus romances, sufrieron una desilusión. Entre el libro y el guion pasaron a ser una familia disfuncional mantenida a flote por falsas expectativas. Yo lo resumo con un “la serie se convierte en una oda a la infidelidad femenina”.

Como dije ante, Víctor después de Pearl Harbor decide romper con Pamela y perdonar a su esposa adúltera. Pamela no recibe la carta y comienza un largo peregrinaje por el sur de Asia que espera la lleve a Hawái y a su Capitán Henry. En New York vemos a Rhoda celebrar las fiestas decembrinas en compañía de Palmer que continúa siendo su amante. Victor en babia.



En su obsesión de tener ojos en todos los escenarios del conflicto, Wouk convierte a Pamela en testigo de la caída de Singapur. Con eso le hace un flaco favor a Pam, no añade nada al libreto y realmente no debieron incluir este episodio en una serie que pide recortes a gritos.

En The Winds of War, el autor nos contó que ante de conocer a Víctor, Pam había tenido un largo y tormentoso affaire con un periodista ingles llamado Philip Rule. Comunista, infiel, bisexual y golpeador, Rule había abandonado a Pam por una bailarina soviética. Eso explica que ella se enamore de Víctor porque es lo opuesto a Rule.



Interpretado por Ian Shane, Rule aparece en la serie en Singapur. Los no-Lectores no están ya advertidos de sus grandes defectos. Mas encima, Pam hace creer que lo que la alejó de su amante fue la bisexualidad de este, no sus palizas. Rule incluso adquiere una dimensión heroica al ser uno de los pocos ingleses conscientes de que esa fortaleza inexpugnable está a punto de caer y por culpa de las torpezas del alto mando.

Talky parte a Australia dejando a su hija en la isla bajo bombas japonesas. Asustada y atrapada, Pamela se dedica a cuidar de Rule que ha sido mordido por un escorpión. En la noche de Año Nuevo, más por miedo y depresión que lujuria, Pam se mete en la cama con su ex. Un momento sin importancia que sin embargo la disminuye sin necesidad.  Es parte del leitmotiv de que la guerra crea tal caos mental que afecta las relaciones sentimentales. Pero aquí se llega al acabose.

Rhoda se entera que Pug y Pam están enamorados, termina con Palmer y exige que Pam no vuelva a ver a su marido. Acto seguido se enreda con un tal Coronel Harrison (Mike Connors). Pug y Pam saben que Rhoda sigue con sus escapadas. Pam se harta y se compromete con un tal Lord Berne-Wilkes. Pug le suplica que no se case, que algún día Rhoda le dará el divorcio y así se la llevan de Pearl Harbor a Moscú, de Hollywood a Londres. Sin embargo, las únicas fanfiction que he encontrado de esta serie son sobre Pam y Pug. Supongo que por ser la gran historia de amor creada por Wouk.



La situación llega a tener ribetes de farsa como cuando Rhoda borracha confiesa sus cuitas de amor al pobre y aburrido Pug. O cuando este debe compartir un coche dormitorio en un viaje en tren con el Coronel Harrison que no lo deja dormir, también lamentándose de no poder confiar en el amor de Rhoda

Es que el autor intenta abarcar todas las experiencias humanas que se viven durante un conflicto de esa magnitud. En el caso de Rhoda, el de las esposas frustradas, que no pueden estar sin un hombre. En el caso de su hija Madeleine, las jovencitas que amparadas por la falsa libertad que ofrece una guerra meten la pata y luego no saben cómo explicarle su error al verdadero amor de sus vidas.

El caso de Janice Henry es el de muchas esposas jóvenes que pierden al marido y se encuentran viudas y madres solteras antes de tiempo. Janice comete el error de involucrare sexualmente con el mayor rufián de la marina estadounidense “Lady” Aster (Barry Bostwick), el comandante del submarino de Byron. Un par de capítulos más adelante, Lady se da cuenta de que Janice está enamorada de su cuñado. Byron, por soledad y frustración, le planta un par de besos a la viuda de su hermano. Por suerte, Janice reacciona y se aleja de estos hombres tóxicos.



Los Jastrow en Theresienstad

Es muy difícil saltar de estos problemas domésticos y hasta cierto punto románticos a las espeluznantes escenas de campos de concentración, o la existencia llena de horror y zozobra que llevarán Aaron y Natalie en el “ghetto modelo” de Theresienstad. Otra grandeza de ‘War and Remembrance” es que es el único dramatizado que retrata la existencia en este lugar tan singularmente diabólico. Es en Theresienstad donde hay una reunión familiar de los Jastrow con Berel (ahora parte de la resistencia checa), es donde Natalie se separa de su hijo, donde Aaron encuentra una nueva identidad en la religión de su infancia mientras que su sobrina la haya en el sionismo.

Ver la serie de nuevo me hizo darme cuenta de las razones por las cuales se casó Natalie con Byron y por qué ese matrimonio no está construido sobre una base sólida. Byron es el único personaje que no evoluciona. A lo más, se vuelve moralista, criticando el comportamiento de su cuñada y de Pug (cuando finalmente se divorcia).

En su breve interludio marsellés sigue exigiendo de su esposa que sea la mujer audaz y despreocupada que fue antes de casarse. Llorando, Natalie le responde “pero entonces no teníamos a Louis”. Byron no nota que Natalie ha evolucionado, sobrevivido traumas que han modificado sus prioridades. Por eso el final abierto que les da el autor, adquiere otra connotación en la serie. No sabemos si Natalie quiere seguir siendo Mrs. Byron Henry o irse a Israel con Avram Rabinovitz.



En “The Winds of War”, Rabinovitz fue interpretado por el actor italiano Leonardo Brucetto, que lo representó como un judío bajito, canoso, mal trajeado. Fue con motivos ulteriores que lo reemplazaron por Samy Frey, ex galán del cine francés (y uno de la famosa lista de amantes de Brigitte Bardot).

Ayer volví a ver el final de la serie y me di cuenta en que difiere del libro. En el libro es un final abierto, al menos en lo que se refiere a Byron y Natalie. Por largo tiempo Wouk no supo qué hacer con la chica Jastrow. Cuando, todavía sin terminar War and Remembrace, alguien le pregunto: “¿qué va a pasar con Natalie?”, Wouk respondió “recen por ella”.



Wouk planeaba matar al personaje tal como lo había hecho con Aaron. Ambos eran culpables por sus malas decisiones, por su falta de visión, pero por sobre todo por su arrogancia de judíos seglares de ufanarse de estar por encima de su condición racial, cultural y religiosa. El autor solo pudo redimir al Profesor Jastrow enviándolo a la cámara de gas. ¿Como podía redimir a Natalie?  Solo haciéndola sionista, solo empacándola a Israel. La pregunta es quién sería su compañero en ese futuro.



Entre Byron y Rabinovitz

La novela comienza con los Jastrow a bordo de un navío que pretende romper el bloqueo británico y llevar su cargo de refugiados a Palestina. Es 1942 y la primera aliyah ilegal está en auge, pero también en su etapa más peligrosa. Los hombres que la manejan deben ser mitad agente secreto, mitad marineros, mitad contrabandistas.

Los lectores del Exodus de Leon Uris recordarán esta etapa en la vida de su protagonista Ari Ben Canaán. Avram Rabinovitz es su equivalente, aunque más simpático. En los día que faltan para que el barco zarpe de la bahía de Nápoles, Natalie y Rabinovitz llegan a un punto de amistad que les permite intercambiar confidencias.

Natalie admite su incomodidad ante el tener que ir a Palestina. Abandonó toda vida religiosa los 12 años, no tiene ningún interés en la creación de un estado judío. Reconoce que no le atrajeron nunca los pretendientes judíos que tuvo, abogados y médicos que la aburrían con sus vidas grises. No eran “hombres de acción” como Byron.



Ahí nos damos cuenta del motivo que empujó a Natalie a los brazos de Byron. Toda su vida adulta ha sido una búsqueda de aventura y de lo exótico, y a la vez una necesidad de vivir respetablemente sin estigmas que la separen del resto de la población. El matrimonio con Slote ofrecía eso, pero en su momento de mayor necesidad, el diplomático se acobardó y Byron dio la talla. Eso bastó para hacerle a Byron atractivo. Natalie no ha reparado en que Byron es inmaduro, muy diferente a ella y que la amable Familia Henry la ha recibido con menos alegría que los Windsor recibieron a Meghan Markle.



Avram le muestra a Natalie una fotografía de su esposa que fue asesinada por los árabes. Le dice que si lleva a Louis a Palestina “tu hijo será un hombre de acción”. Lo que nota Mrs. Henry es que Rabinovitz es un hombre de acción. No solo arriesga su vida en una empresa peligrosa también es el único que sabe acabar con las convulsiones de un afiebrado Louis. Avram Rabinovitz es lo que en ese momento necesita Natalie.



Aun así, cuando Aaron petulantemente anuncia que se acogerá al amparo del nazi Beck, Natalie lo sigue como borrego. A punto de subirse al automóvil de Beck, Natalie le pregunta a Avram “¿Hago lo correcto?”. “Ya está hecho” le responde él y ella se despide besándolo en los labios.




Unas semanas más adelante, Beck revela sus oscuras intenciones, quiere que Jastrow haga una emisión radial tipo Ezra Pound en beneficio de los alemanes. Natalie se pone de acuerdo con los Castelnuovo, la familia del pediatra de Louis, para abandonar Italia. Mandan aviso a Avram quien ya ha regresado de dejar su nave y su cargo en Tierra Santa.

Así se organiza una huida que lleva a los Jastrow de Italia a Elba, y de ahí a Córcega. En el viaje, la belleza de Natalie atrae a un joven pescador que es hijo de los Gaffori la familia con la cual se hospedan. Llega Rabinovitz y toda su visita está repleta de detalles decidores sobre el cambio de la relación de Natalie con el rescatista, desde que se niegue a que la vea en fachas toda mojada por estar bañando a Louis hasta que le muestre que su bebé ya puede caminar y que Louis salude al judío con un “Daddyyy”.

El punto culminante es cuando, con la excusa de mostrarle el paisaje, Natalie se lleva a Avram a un paseo solitario. Con mucha coquetería le cuenta de los acosos del joven pescador. “Temo una noche encontrármelo en mi cuarto” dice haciendo ojitos. Para Rabinovitz esto es un contratiempo. Los Gaffori son fundamentales en su red de rescate, no puede pelear con ellos.

Desaprensiva como siempre, Nathalie sigue suplicando y lanzándole miradas incendiarias que el judío reprocha. “Pero es que no temo encontrarte a ti en mi cuarto una noche” contesta la audaz señora Henry. Es en estas escenas donde más nos alegramos de que Ali haya sido reemplazada por una Jane Seymour que pone belleza y sensualidad al servicio de su personaje (sin mencionar que es mejor actriz que su predecesora).



Rabinovitz encuentra una solución y se lleva a Los Jastrow a Marsella donde los hospedan los Mendelson. Es en ese entono judío que Natalie recuerda que habla yiddish, cocina patillos tradicionales y enciende las velas del Shabbath. Parte de ese encuentro con sus orígenes es una alteración en su amistad con Avram.

En el libro, Wouk que es un tremendo puritano se apresura a decirnos que, aunque Rabinovitz gusta de la americana no tiene designios oscuros respecto de ella. Natalie también en miradas retrospectivas se hace la inocente, pero cuando le pide que busquen un sitio para estar a solas, se dice a si misma que no sabe por qué lo hizo. La serie no hace caso de remilgos y para cuando Rabinovitz y Natalie deciden encontrarse a solas en el cuarto que él renta, tenemos claro qué tipo de cita va a ser esa

Entonces, Wouk provoca el twist argumental más inconcebible posible. ¡Hace que aparezca Byron! ¿O sea, como se explica que Byron que está peleando en el Pacifico cruce océanos y continentes para aparecerse en Marsella como mensajero trayéndole unos documentos al cónsul estadounidense? A Natalie no le importa, se lanza a los brazos de su marido y a Rabinovitz que lo parta un rayo.



Byron, el “hombre de acción”, quiere llevarse a Natalie y al niño. El cónsul estadunidense le recuerda que los Jastrow no tienen documentos, si los detienen los alemanes será su fin. Natalie antepone su amor de madre a la loca idea del marido. Byron está decepcionado. esta no es la mujer que se casó con él.

El cónsul intenta tranquilizarlos con el viejo cuento que venimos oyendo desde “Winds of War”: “esto se arreglará en unos días”. Efectivamente, Byron se marcha, los Aliados desembarcan en Casablanca y los alemanes invaden la Francia de Vichy. Los Jastrow quedan atrapados y comienzan a dar tumbos por Europa lo que los lleva primero a Theresienstad y luego a Auschwitz.

En 1945, los soldados de Patton encuentran a Natalie calva, andrajosa y desnutrida bajo un vagón de tren en la estación de Buchenwald. Será Avram Rabinovitz quien les confirmará las autoridades que se trata efectivamente de Natalie Henry, neoyorquina, esposa de un oficial de la marina de los Estados Unidos. Y cuando Byron consigue regresar a Europa, es Rabinovitz quien le relata la ordalía de la mujer y las intenciones de Natalie de irse a Palestina.



Cuanto más recuerdo el texto y veo la serie, más me queda la impresión de que Byron no entiende ni lo vivido por su mujer ni la transformación que ella ha sufrido. Lo único que él ha sacado en claro de la guerra, es que no le gusta ser oficial. En sus encuentros con Natalie no hablan de lo vivido por ella (el libro es más grafico sobre sus sufrimientos incluyendo torturas que sufrió en Auschwitz). Natalie habla de otros haciendo hincapié en lo religioso que se puso Aaron antes de ser ejecutado, o del cambio increíble experimentado por Leslie Slote. Es como si hablase con un extraño no con un amigo o esposo.

Por supuesto, Byron se anota un gol al encontrar a Louis. La escena final del libro tiene ese encuentro entre madre e hijo en presencia de Byron y Rabinovitz. El libro nos cuenta que el catatónico Louis despierta de su mutismo reconoce a su madre y junto a ella entona la nana “Pasas con almendras” En ese momento, describe el autor una luz que ciega a los hombres presentes. Se ha reconocido esa luz como una metáfora para el poder del amor maternal. Pero para mí lo interesante es que Wouk deja el final abierto. ¿A quién escoge Natalie?  ¿Qué camino tomarán ella y su hijo?

Dan Curtis, en la serie, nos da un final diferente. Byron se sienta al lado de su esposa e hijo y Natalie lo besa en los labios ante la mirada de Avram Rabinovitz. Sin embargo, yo no apostaría mucho a esa reconciliación.



Los Verdaderos Héroes de War and Remembrance

Quiero acabar hablando del tema del heroísmo. No hay narrativa bélica que no tenga inesperados héroes y actos de heroísmo y “War and Remembrance”no es excepción. Tenemos ejemplos del sacrificio máximo con la muerte del aviador Warren y del capitán de submarinos “Lady” Áster. Byron se desempeña bien en su guerra del Pacifico, pero Victor está apagado. No es el mismo hombre que sobrevoló Berlín en un bombardero, ni el que recorrió un frente ruso con pamela al costado y tanques alemanes en frente, ni el que envió al mismísimo Mariscal Göring a meterse su soborno en el trasero.

Aunque veamos a Victor ascender hasta almirante, perder otro navío en servicio activo y seguir gravitando hacia frentes de guerra, su heroicidad desaparece. Tal vez sus dramas domésticos lo han convertido en un personaje de farsa, tal vez su incapacidad de tomar decisiones sobre su vida romántica y dejar que sean sus mujeres las que lo hagan, le den una dimensión bufonesca. O tal vez es que Pug no llega nunca al espacio donde realmente se forjan los héroes de esta miniserie: la guerra en contra de los judíos que nos proporciona tres grandes héroes.



Aunque admiramos a Aaron Jastrow quien al final de sus días recobra dignidad y coraje gracias a su fe o a Sammy Mutterperl John (Rhys-Davies) quien harto de ver nazis matando judíos, agarra una metralleta y mata cinco SS antes de ser ultimado, el verdadero heroísmo es el que abarca a otros seres humanos, el que nace del rescate, de la defensa de los más débiles.

 Uno de ellos es Berel Jastrow. Vemos al humilde panadero construir crematorios, decir un kaddish por Mutterperl, huir de los campos, unirse a los partisanos, contrabandear filmes de atrocidades y hasta contrabandear a Louis fuera del ghetto-modelo. La muerte de Berel protegiendo a Louis de las balas alemanas es un acto insuperable de heroísmo.




Sin tener que morir en el ejercicio de su heroicidad, Avram Rabinovitz representa otro aspecto del coraje desempeñado en el Holocausto. Los contrabandistas de refugiados debían tener nervios de acero, reflejos rápidos y mucha astucia para lidiar con el bloqueo inglés, con los nazi, con las autoridades de países neutrales y con mares turbulentos y navíos que se caían a pedazos.

Como nos muestra la serie, Rabinovitz debe saber recolectar colaboradores, judíos y gentiles, crear redes para contrabandear su preciosa carga, y lidiar con los caprichos y miedos de esta. Sus vidas estaban en constante peligro y sin embargo sabemos tan poco sobre ellos. Es un mérito de la novela y serie que nos hagan conocer este capítulo olvidado del heroísmo judío.

El ultimo personaje ni siquiera es judío, pero da su vida por ellos. Al comienzo de “The Winds of War”, Leslie Slote es un personaje irritante, un ejemplo del entitlement. Diplomático de carrera, graduado de la Ivy League, hijo de familia prominente, ama a Natalie, pero no lo suficiente para arriesgar su futuro cargando con una esposa judía. Slote representa el antisemitismo solapado de la clase alta estadounidense de fines de los 30.



En la Campaña de Polonia pierde toda esa seguridad condescendiente con la que busca apabullar a Byron, cuando pierde el coraje bajo las bombas alemanas. Aunque se redime en el episodio de las salida de diplomáticos de la Varsovia, Slote ha perdido atractivo para Natalie. No es el “hombre de acción” que ella busca.

Al final de “The Winds of War”, Slote está en Moscú y recibe la visita de Berel Jastrow quien le proporciona fotografías de las atrocidades nazis. El Departamento de Estado estadounidense no se interesa por las fotos. Slote toma una decisión audaz y envía el material al New York Times. El periódico lo publica en algún lugar perdido de su inmenso caudal de páginas.

Quienes si lo leen son los superiores de Leslie Slote quien es degradado y enviado a un oscuro puesto en el consulado de Berna. Es en Suiza donde Slote comienza a vivir su propio cuento al ser contactado por el millonario judío Samuel Ascher, su enigmática hija Selma y su invitado el Padre Martin, un sacerdote germano, miembro de la resistencia alemana.



Es el Padre Martin quien proporciona al diplomático documentos sobre la Conferencia de Wansee y la Solución Final. Los jefes de Slote no creen en ellos y exigen mayores pruebas. En camino a dárselas a Slote, el sacerdote es asesinado. Los Ascher deciden abandonar Europa y refugiarse en USA.



Entretanto, Slote ha seguido entrevistándose con Selma. Al comienzo, se acerca ella porque le recuerda a Natalie, pero pronto se da cuenta que son muy diferentes. Intercambian besos, parecen estar enamorados, pero Selma le explica que va camino a Nueva York a casarse. Siguiendo las antiguas tradiciones ha permitido que su padre le arregle un matrimonio con un joven ortodoxo. No es lo que su corazón le dicta, pero si su conciencia. Es lo que debe hacer una buena judía en ese momento.




Será la influencia de estas dos mujeres las que establezcan el camino de Leslie Slote en el futuro. Es convocado por Washington para colaborar con un “departamento” que supuestamente se ocupará de la ‘cuestión judía”. Slote se da cuenta que se trata de una operación decorativa y los que están a cargo son tan antisemitas como los nazis. Renuncia a su empleo y se enrola en la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos) donde es entrenado para operaciones de comandos. Es lanzado en paracaídas sobre Bretaña en 1944 y muere en una escaramuza en contra de los alemanes.

En mi repaso por “Recuerdos de guerra” encuentro que son los arcos de estos héroes los que más hacen atractiva la serie. A diferencia de lo que me ocurrió con mi vistazo “moderno” de “Vientos de Guerra”, no me enganchan ni los romances ni los relaciones personales. En su afán de ganar una guerra y recorrer el mundo para lograrlo, los personajes se han vuelto acartonados e incomprensibles como en el caso de Rhoda.

Obvio que esto no se aplica a la saga/ordalía de los Jastrow, pero reitero su historia no sería tan pasmosa si no se entrecruzara con la de Berel, Rabinovitz y hasta con la de Slote. Mi conclusión es que tal vez la trama funcionaria mejor si solo se enfocara en los aspectos europeos. Aun así, para quien no la haya visto, es un espectáculo fascinante y para los lectores de la obra de Wouk es un homenaje al texto en su recreación total, lo que paradójicamente es la gran falla de la serie y también su mayor mérito.

La pregunta del millón sigue siendo cómo se la puede refritear. ¿Qué solución ofrecen ustedes y que actores les gustaría que interpretaran a los protagonistas de esta obra?