Mi papá era buen
ajedrecista y cuando yo tenía 9 años (la edad en que Beth Harmon aprendió el
juego), me enseñó, más que nada para tener una compañera con quien jugar. Nunca
me dijo “esto es solo para varones” o “las chicas no pueden ser maestras” por
la sencilla razón de que yo no era muy buena jugadora. Nunca se me
ocurrió que este deporte podía ser lucrativo y beneficioso precisamente porque
pocas mujeres lo practican profesionalmente. En tres palabras, ese es el tema
de “Gambito de Dama” la historia de una chica que reconstruye la identidad que
la vida le ha robado, gracias a sus proezas en el tablero de ajedrez.
Tengo un vago
recuerdo de cuando Walter Tevis publicó The Queen’s Gambit en 1983.
Tevis ya gozaba de una respetable reputación con obras tan diferentes como The
Hustler (la peli de Paul Newman) The Color of Money (La peli de Paul
Newman y Tom Cruise) y The Man Who Fell to Earth (La peli de Bowie). Gambito
de Reina no se parecía a ninguna de ellas, a pesar de que Tevis basaba su
argumento en su experiencia personal como ajedrecista amateur, el haberse casi convertido
en adicto al fenobarbital en su infancia, y la historia inicia en el Kentucky
natal del autor. Lo que era insólito es que Tevis hubiese escogido como
protagonista de esta bildungsroman a una niña.
Beth, La Huerfanita Drogadicta
La historia de
Elizabeth Harmon, que de ser una huerfanita drogadicta se convierte en campeona
de ajedrez, atrajo el interés de los cineastas desde el primer momento. Para
cuando Tevis falleció un año después de la publicación de su novela, los
derechos fílmicos ya habían sido adquiridos. El problema es que, desde
entonces, la idea de producir un filme sobre Elizabeth Harmon, niña prodigio y
maestra ajedrecista, rebotaba de mano en mano.
Hubo un momento
en que se dijo que el legendario Bertolucci se encargaría de llevarla a la
pantalla grande. Fallecido el italiano, el proyecto cayó en manos de Heath Ledger
a quien la muerte encontró trabajando en el que sería su debut como director.
No se sabe cómo terminó en Netflix porque no es el material típico en el que invierte el servicio de streaming. El caso es que ha sido un éxito y con razón. Le agradezco a la Gatita Lorena que realmente emprendió una campaña (de acoso) para que yo la viera.
Paso a contar a
grandes rasgos la historia y me abocaré al libreto de la serie, más que el
libro. A los 9 años Elizabeth Harmon pierde a su madre en un aparatoso
accidente automovilístico que puede haber sido autoprovocado. En flashbacks,
Beth recuerda que su madre era una excelente matemática, pero que debido a un
trastorno mental lo perdió todo y abandonó al marido llevándose a su hija. Finalmente,
la madre intenta ponerles fin a sus problemas, suicidándose y de paso
llevándose a Beth, pero la niña sobrevive al accidente.
Por falta de
parientes conocidos acaba en el orfanato Methuen en Kentucky. Aunque no se
parece a las instituciones de las novelas de Dickens, y Beth ni es abusada
física, verbal o sexualmente, es sometida a otro tipo de abuso, uno practicado por
muchas décadas en ese tipo de asilos. Desde su llegada, Beth como sus
compañeritas es alimentada con barbitúricos que se espera la calmen y hagan dócil
y obediente.
En un par de años,
Beth es una adicta total. Su única amiga, la afroamericana Jolene (Moses Ingram)
le enseña a guardar las píldoras (pueden ser Fenobarbital o Librium) y consumirlas de noche para poder dormir
mejor. Es en ese estado que Beth conocerá al retraído Sr. Shaibel (Bill Camp),
el encargado de la limpieza que juega partida tras partida de ajedrez en el
sótano.
Fascinada por su
juego que apela a su mente lógica, Beth consigue que Shaibel le enseñe a jugar.
Pronto la discípula supera al maestro. Impresionado, Shaibel contacta un
maestro de la secundaria local que dirige un club de ajedrez. Consiguen permiso
para que Beth vaya a jugar contra sus ajedrecistas estrellas y la nena los
vence a todos.
Es entonces que
ocurre una tragedia. A comienzos de los 60, se prohibió la entrega de barbituricos a los orfanatos. Histérica, al ser privada de su mayor alimento,
Beth intenta robarse la provisión de tranquilizantes del laboratorio, pero es descubierta
y castigada. No más tranquilizantes, no más Señor Shaibel, no más ajedrez. El
calvario de Beth acaba cuando es adoptada los 13 años por los Esposos Wheatley.
A pesar de vivir
en una gran casa, con cuarto bellamente decorado y por primera vez en su vida
con privacidad, Beth se da cuenta que Los Wheatley no son lo que esperaba.
Desde la muerte de su único hijo, apenas se toleran. Allston (Patrick Kennedy)
se la pasa en viajes de negocios y Alma (Marielle Heller) se la pasa tocando a
Satie en el piano, o haciendo amistad con la botella. La única razón por la
cual adoptaron a la huérfana es para recibir el dinero que el estado les otorga
por ser padres de crianza.
Tampoco Beth
encuentra consuelo en la secundaria local. Su vestuario inadecuado y su mente
privilegiada le acarrean el desprecio de sus compañeras, pero llega el milagro.
Beth descubre que Alma es adicta los fenobarbitales. Pronto, la chica está
yendo a la farmacia con la receta de su madre adoptiva y robándole las mágicas
píldoras verdes.
La Niña Prodigio
y Su Mama Cómplice
Otro atractivo de
la nueva vida de Beth son las revistas de ajedrez, una de ellas la advierte de
la existencia de competencias locales. Beth entra en una de ellas y gana fácilmente.
Pronto comienza a descollar en varias de ellas. Al ver a Beth adquirir premios
monetarios con los que compra ropa nueva y un set de ajedrez, Alma sale de su letargo
para admirarse del arte de su “hija”.
Ni siquiera la
noticia de que Allston quiere el divorcio amarga la felicidad de Beth. En común
acuerdo con Alma, deciden no avisar al orfanato de ese incidente para poder
seguir cobrando el dinero. Lo bueno es que, Alma y Beth se convierten en madre
e hija, cómplices, compinches, unidas por las mismas adicciones (pronto Beth añade
el alcohol a su vida) y soledad.
Beth tiene ahora
un objetivo, llegar adonde ninguna otra mujer ha llegado, convertirse en una
gran maestra. La escuela, las diversiones propias de adolescentes incluso el
amor y la amistad pasan a segundo plano A medida que su fama crece y se la
apoda “Niña Prodigio” y los medios de comunicación (entonces limitados a
revistas) se interesan en ella, vemos cuan singular es esta jovencita para la
que el ajedrez lo es todo.
Y, sin embargo, Beth
nunca está sola. A su lado esta su madre que encuentra una nueva vida en esto
de chaperonear a su hija por todo el país, probando todo tipo de cocteles en
hoteles de lujo. Curiosamente, a medida que Beth se haga famosa en el circuito ajedrecero
se irá encontrando con las mismas caras de jugadores que pasan a ser su círculo
de amistades. Entre ellos está el guapérrimo Townes (Jacob Fortune-Lloyd),
primera ilusión amorosa de la ajedrecista, y el exótico Benny Watts (Thomas
Sanger-Brodie) que le rompe el corazón de otra manera, venciéndola en el
tablero.
Pero los pequeños
fracasos no amilanan a Beth quien trasciende sus fronteras y en 1966, acabada
de graduarse, compite en su primer torneo internacional. Será en México donde
el alcohol venza a Alma y Beth vuelva a quedar huérfana. De ahora en adelante
veremos a Beth intentar reemplazar las relaciones humanas con píldoras y
alcohol y nos preguntaremos en qué momento el consumo de sustancias la vencerá tal
como venció a Alma.
Entre la
Genialidad y la Locura
Cuando la Gatita
Lorena me la recomendaba, me puso de cebo un “me recuerda El valle de las muñecas”.
Es cierto, sin llegar a la suntuosidad arrebatada del superventas de Jaqueline
Susann, tiene esa cualidad de bildungsroman y ambiciones juveniles de sobresalir
en un mundo difícil. El ajedrez aquí reemplaza a las candilejas de Broadway y
las cámaras de Hollywood del roman a clef mencionado.
Otro detalle que
hermana ambas historias es la cuasi glamurización de las adicciones. A
diferencia de las protagonistas de El Valle, no vemos a Beth caer en la
degradación o acercarse al suicidio por el consumo de barbitúricos. Incluso supera
sus malos hábitos con increíble facilidad.
Sorprende puesto que el autor había combatido el alcoholismo así que
conocía el fenómeno de cerca.
Una pregunta que
surge del hecho que Beth se convierte en un prodigio del tablero cuando ya es
una adicta es si son los fármacos los que la ayudan a convertirse en campeona.
Resulta extraño ver que su mente funciona con tal claridad y lógica a pesar de
haber bebido antes de sentarse en la mesa de ajedrez.
Otra pregunta es si
Beth heredó su genio y mente matemática de su madre que era una enferma mental.
Aparte de ser antisocial, hay indicios de que Beth puede sufrir trastornos
emocionales. ¿Pero se la podría calificar de psicópata? Una entrevistadora de Life
le comenta a la niña prodigio que hay una leve línea entre la locura y la
genialidad y Beth es un genio.
Al oír ese
comentario, recordé a Bobby Fischer, otro niño prodigio del ajedrez que a los 14
años ya era campeón de los Estados Unidos y a los 20 ganó el título de Campeón
Mundial. Aunque nunca fue diagnosticado, este genio del tablero fue reconocido,
a lo largo de su carrera, for sus desplantes, pataletas y conducta errática lo
que ha llevado a muchos a creer que sufría de problemas mentales.
Para muchos, Walter Tevis tenía a Fischer en mente al crear a Beth, pero, aunque lo
menciona en su Nota de Autor, Tevis negó esa posibilidad. Él quiso que su novela
“deportiva” fuese un homenaje a la capacidad mental femenina, pero sin tener
algún modelo de la vida real. Lo cierto es que no lo había, el toque fantástico
de la novela es tener a una jovencita como Beth introducirse en un mundo
machista y cerrado como el circulo del ajedrez de entonces.
Aunque había
campeonatos femeninos en los 60 ni siquiera las campeonas podía soñar con ser
calificada una Grand Master ni la posibilidad de jugar contra un contrincante
masculino. En ese sentido la novela es feminista y futurista. Aunque entiendo y
apruebo que las mujeres compitan en categorías aparte en deportes en los que
priman peso y fuerza, es totalmente absurdo que existiese (hasta este siglo)
una segregación en un deporte en el que solo pesa la destreza mental, pero en
1976 en la India hubo revuelo cuando una mujer participo en el campeonato
masculino.
La controversia
provocada por este caso llevó a la Federación Mundial de Ajedrez a crear ese
mismo año un título “Maestra Internacional” para premiar la pericia femenina en
el tablero, pero el título de Gran Maestra solo lo recibiría una mujer en 1991.
Esa sería Susan, la mayor de las Hermanas Polgar, un trio de judías húngaras,
famosas por ser las tres (Judith, Susan y Sofia) merecedoras de un título que
por tanto tiempo seria patrimonio masculino.
Susan obtuvo el título en enero de 1991, a fines de año su hermana
Judith, hoy considerada la mejor mujer ajedrecista del mundo, hacia historia al
ser la más joven Grandmaster con solo 15 años. Por eso The Queen’s Gambit
es también una historia futurista.
Anya Taylor-Joy
No puedo terminar
mi reseña sin hablar de Anya Taylor-Joy. Me dicen que sin haberla visto en sus
roles más icónicos en “The Witch” o “The Miniaturist” no puedo realmente
apreciarla. Yo la conocí como la última adición a la Familia Shelby de “Peaky
Blinders”. También me hizo entender lo que Austen realmente quiso transmitir
con “Emma”, pero este rol de Beth Harmon es tan diferente a todo lo hecho
anteriormente que paraliza su capacidad de expresar solo con gestos corporales
lo que siente su personaje.
La argentinita se
las arregla para tener una manera de caminar que es tiesa y rítmica a la vez.
Beth tiene una espalda tan derecha que pareciera que camina con libros en la
cabeza. Sus inmensos ojos hablan por
ella y me recuerdan a los de Cleo, el pececito de “Pinocho”. Destacan esos gestos
furtivos e inesperados como los de una lagartijita, y lo extraordinario. Para
alguien a quien el sexo trae sin cuidado, Beth sabe genuinamente expresar una
sexualidad que ignora.
Tevis habló de
como sexo y ajedrez aparecen simultáneamente en la vida de Beth y como ella
escoge conseguir orgasmos en sus triunfos deportivos. Por eso es por lo que el
sexo la aburre y desconcierta, ignorando el efecto de su encanto juvenil sobre
los hombres principalmente los jugadores con los que compite. Eso es evidente
cuando Harry la observa bailar sensualmente al ritmo de “Fever” de Peggy Lee.
Parece una rareza
que esta serie sobre un juego que pocos conocen y sin sexo ni violencia se haya
convertido en la más vista de Netflix. Atribuyo su éxito al muy buen libreto y
a la actuación de Anya que crea un personaje que no debería caernos bien, y sin
embargo acaba ganándose nuestro cariño, nuestro respeto y admiración.
Tal como Beth
consigue—aunque hace lo imposible por alejarlos—un grupo de amigos que
la sostendrán cuando tambalee, la serie merece nuestro apoyo porque hay en ella
un mensaje optimista sobre todo para las chicas que no se imaginan que todavía quedan
campos que conquistar a pesar de los obstáculos que se le presenten. Otro mensaje es que no deben temer al poder intelectual de una muje, es que todavía hay quien
tiene miedo a ser inteligente o creativa. Finalmente, lo más importante para mí
es también lo más importante para Beth, la creación de un grupo de apoyo, de
gente que te quiera y esté ahí en las buenas y en las malas.
“Queen’s Gambit” sigue estando entre las diez series más vistas de Netflix y en el blog de El Solitario de Providence han hecho un listado de los posibles motivos de su éxito aconsejando a la compañía tenerlos presentes para producciones futuras.
Aunque no
concuerdo con todas esas recomendaciones, ciertamente Netflix debería dejar de
temerle a temas a los que no está acostumbrada tanto en la creación de material
propio como en la adquisición del ajeno. No todos sus subscriptores queremos
controversia, sexo, y gore. Y si, por favor, por favor, que se deje de
adoctrinar que entre el aislamiento de la pandemia y toda la propaganda de Netflix
nos estamos volviendo más hostiles, más canceladores, menos solidarios. Que
“Gambito de Reina” nos haga ver lo importante que es tener amigos, no
enclaustrarnos en nuestra propia soledad ni creernos superiores a los demás.
Y no sería yo si dejara de mencionar el espectacular vestuario de Beth que muestra la evolución/revolución de la moda de Los Sesenta, a la vez que usa los motivos del tablero de ajedrez.