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lunes, 14 de diciembre de 2020

La Reina del Tablero: The Queen's Gambit

 



Mi papá era buen ajedrecista y cuando yo tenía 9 años (la edad en que Beth Harmon aprendió el juego), me enseñó, más que nada para tener una compañera con quien jugar. Nunca me dijo “esto es solo para varones” o “las chicas no pueden ser maestras” por la sencilla razón de que yo no era muy buena jugadora. Nunca se me ocurrió que este deporte podía ser lucrativo y beneficioso precisamente porque pocas mujeres lo practican profesionalmente. En tres palabras, ese es el tema de “Gambito de Dama” la historia de una chica que reconstruye la identidad que la vida le ha robado, gracias a sus proezas en el tablero de ajedrez.

Tengo un vago recuerdo de cuando Walter Tevis publicó The Queen’s Gambit en 1983. Tevis ya gozaba de una respetable reputación con obras tan diferentes como The Hustler (la peli de Paul Newman) The Color of Money (La peli de Paul Newman y Tom Cruise) y The Man Who Fell to Earth (La peli de Bowie). Gambito de Reina no se parecía a ninguna de ellas, a pesar de que Tevis basaba su argumento en su experiencia personal como ajedrecista amateur, el haberse casi convertido en adicto al fenobarbital en su infancia, y la historia inicia en el Kentucky natal del autor. Lo que era insólito es que Tevis hubiese escogido como protagonista de esta bildungsroman a una niña.



Beth,  La Huerfanita Drogadicta

La historia de Elizabeth Harmon,  que de ser una huerfanita drogadicta se convierte en campeona de ajedrez,  atrajo el interés de los cineastas desde el primer momento. Para cuando Tevis falleció un año después de la publicación de su novela, los derechos fílmicos ya habían sido adquiridos. El problema es que, desde entonces, la idea de producir un filme sobre Elizabeth Harmon, niña prodigio y maestra ajedrecista, rebotaba de mano en mano.

Hubo un momento en que se dijo que el legendario Bertolucci se encargaría de llevarla a la pantalla grande. Fallecido el italiano, el proyecto cayó en manos de Heath Ledger a quien la muerte encontró trabajando en el que sería su debut como director.

No se sabe cómo terminó en Netflix porque no es el material típico en el que invierte el servicio de streaming. El caso es que ha sido un éxito y con razón. Le agradezco a la Gatita Lorena que realmente emprendió una campaña (de acoso) para que yo la viera.



Paso a contar a grandes rasgos la historia y me abocaré al libreto de la serie, más que el libro. A los 9 años Elizabeth Harmon pierde a su madre en un aparatoso accidente automovilístico que puede haber sido autoprovocado. En flashbacks, Beth recuerda que su madre era una excelente matemática, pero que debido a un trastorno mental lo perdió todo y abandonó al marido llevándose a su hija. Finalmente, la madre intenta ponerles fin a sus problemas, suicidándose y de paso llevándose a Beth, pero la niña sobrevive al accidente.

Por falta de parientes conocidos acaba en el orfanato Methuen en Kentucky. Aunque no se parece a las instituciones de las novelas de Dickens, y Beth ni es abusada física, verbal o sexualmente, es sometida a otro tipo de abuso, uno practicado por muchas décadas en ese tipo de asilos. Desde su llegada, Beth como sus compañeritas es alimentada con barbitúricos que se espera la calmen y hagan dócil y obediente.

En un par de años, Beth es una adicta total. Su única amiga, la afroamericana Jolene (Moses Ingram) le enseña a guardar las píldoras (pueden ser Fenobarbital o Librium) y consumirlas de noche para poder dormir mejor. Es en ese estado que Beth conocerá al retraído Sr. Shaibel (Bill Camp), el encargado de la limpieza que juega partida tras partida de ajedrez en el sótano.




Fascinada por su juego que apela a su mente lógica, Beth consigue que Shaibel le enseñe a jugar. Pronto la discípula supera al maestro. Impresionado, Shaibel contacta un maestro de la secundaria local que dirige un club de ajedrez. Consiguen permiso para que Beth vaya a jugar contra sus ajedrecistas estrellas y la nena los vence a todos.

Es entonces que ocurre una tragedia. A comienzos de los 60, se prohibió la entrega de barbituricos a los orfanatos. Histérica, al ser privada de su mayor alimento, Beth intenta robarse la provisión de tranquilizantes del laboratorio, pero es descubierta y castigada. No más tranquilizantes, no más Señor Shaibel, no más ajedrez. El calvario de Beth acaba cuando es adoptada los 13 años por los Esposos Wheatley.



A pesar de vivir en una gran casa, con cuarto bellamente decorado y por primera vez en su vida con privacidad, Beth se da cuenta que Los Wheatley no son lo que esperaba. Desde la muerte de su único hijo, apenas se toleran. Allston (Patrick Kennedy) se la pasa en viajes de negocios y Alma (Marielle Heller) se la pasa tocando a Satie en el piano, o haciendo amistad con la botella. La única razón por la cual adoptaron a la huérfana es para recibir el dinero que el estado les otorga por ser padres de crianza.



Tampoco Beth encuentra consuelo en la secundaria local. Su vestuario inadecuado y su mente privilegiada le acarrean el desprecio de sus compañeras, pero llega el milagro. Beth descubre que Alma es adicta los fenobarbitales. Pronto, la chica está yendo a la farmacia con la receta de su madre adoptiva y robándole las mágicas píldoras verdes.

La Niña Prodigio y Su Mama Cómplice

Otro atractivo de la nueva vida de Beth son las revistas de ajedrez, una de ellas la advierte de la existencia de competencias locales. Beth entra en una de ellas y gana fácilmente. Pronto comienza a descollar en varias de ellas. Al ver a Beth adquirir premios monetarios con los que compra ropa nueva y un set de ajedrez, Alma sale de su letargo para admirarse del arte de su “hija”.

Ni siquiera la noticia de que Allston quiere el divorcio amarga la felicidad de Beth. En común acuerdo con Alma, deciden no avisar al orfanato de ese incidente para poder seguir cobrando el dinero. Lo bueno es que, Alma y Beth se convierten en madre e hija, cómplices, compinches, unidas por las mismas adicciones (pronto Beth añade el alcohol a su vida) y soledad.



Beth tiene ahora un objetivo, llegar adonde ninguna otra mujer ha llegado, convertirse en una gran maestra. La escuela, las diversiones propias de adolescentes incluso el amor y la amistad pasan a segundo plano A medida que su fama crece y se la apoda “Niña Prodigio” y los medios de comunicación (entonces limitados a revistas) se interesan en ella, vemos cuan singular es esta jovencita para la que el ajedrez lo es todo.

Y, sin embargo, Beth nunca está sola. A su lado esta su madre que encuentra una nueva vida en esto de chaperonear a su hija por todo el país, probando todo tipo de cocteles en hoteles de lujo. Curiosamente, a medida que Beth se haga famosa en el circuito ajedrecero se irá encontrando con las mismas caras de jugadores que pasan a ser su círculo de amistades. Entre ellos está el guapérrimo Townes (Jacob Fortune-Lloyd), primera ilusión amorosa de la ajedrecista,  y el exótico Benny Watts (Thomas Sanger-Brodie) que le rompe el corazón de otra manera, venciéndola en el tablero.






Pero los pequeños fracasos no amilanan a Beth quien trasciende sus fronteras y en 1966, acabada de graduarse, compite en su primer torneo internacional. Será en México donde el alcohol venza a Alma y Beth vuelva a quedar huérfana. De ahora en adelante veremos a Beth intentar reemplazar las relaciones humanas con píldoras y alcohol y nos preguntaremos en qué momento el consumo de sustancias la vencerá tal como venció a Alma.



Entre la Genialidad y la Locura

Cuando la Gatita Lorena me la recomendaba, me puso de cebo un “me recuerda El valle de las muñecas”. Es cierto, sin llegar a la suntuosidad arrebatada del superventas de Jaqueline Susann,  tiene esa cualidad de bildungsroman y ambiciones juveniles de sobresalir en un mundo difícil. El ajedrez aquí reemplaza a las candilejas de Broadway y las cámaras de Hollywood del roman a clef mencionado.

Otro detalle que hermana ambas historias es la cuasi glamurización de las adicciones. A diferencia de las protagonistas de El Valle, no vemos a Beth caer en la degradación o acercarse al suicidio por el consumo de barbitúricos. Incluso supera sus malos hábitos con increíble facilidad.  Sorprende puesto que el autor había combatido el alcoholismo así que conocía el fenómeno de cerca.



Una pregunta que surge del hecho que Beth se convierte en un prodigio del tablero cuando ya es una adicta es si son los fármacos los que la ayudan a convertirse en campeona. Resulta extraño ver que su mente funciona con tal claridad y lógica a pesar de haber bebido antes de sentarse en la mesa de ajedrez.

Otra pregunta es si Beth heredó su genio y mente matemática de su madre que era una enferma mental. Aparte de ser antisocial, hay indicios de que Beth puede sufrir trastornos emocionales. ¿Pero se la podría calificar de psicópata? Una entrevistadora de Life le comenta a la niña prodigio que hay una leve línea entre la locura y la genialidad y Beth es un genio.

Al oír ese comentario, recordé a Bobby Fischer, otro niño prodigio del ajedrez que a los 14 años ya era campeón de los Estados Unidos y a los 20 ganó el título de Campeón Mundial. Aunque nunca fue diagnosticado, este genio del tablero fue reconocido, a lo largo de su carrera, for sus desplantes, pataletas y conducta errática lo que ha llevado a muchos a creer que sufría de problemas mentales.

           ¿Fue Bobby Fischer quien inspiró la creación de Beth Harmon?

Para muchos, Walter Tevis tenía a Fischer en mente al crear a Beth, pero, aunque lo menciona en su Nota de Autor, Tevis negó esa posibilidad. Él quiso que su novela “deportiva” fuese un homenaje a la capacidad mental femenina, pero sin tener algún modelo de la vida real. Lo cierto es que no lo había, el toque fantástico de la novela es tener a una jovencita como Beth introducirse en un mundo machista y cerrado como el circulo del ajedrez de entonces.

Aunque había campeonatos femeninos en los 60 ni siquiera las campeonas podía soñar con ser calificada una Grand Master ni la posibilidad de jugar contra un contrincante masculino. En ese sentido la novela es feminista y futurista. Aunque entiendo y apruebo que las mujeres compitan en categorías aparte en deportes en los que priman peso y fuerza, es totalmente absurdo que existiese (hasta este siglo) una segregación en un deporte en el que solo pesa la destreza mental, pero en 1976 en la India hubo revuelo cuando una mujer participo en el campeonato masculino.

La controversia provocada por este caso llevó a la Federación Mundial de Ajedrez a crear ese mismo año un título “Maestra Internacional” para premiar la pericia femenina en el tablero, pero el título de Gran Maestra solo lo recibiría una mujer en 1991. Esa sería Susan, la mayor de las Hermanas Polgar, un trio de judías húngaras, famosas por ser las tres (Judith, Susan y Sofia) merecedoras de un título que por tanto tiempo seria patrimonio masculino.  Susan obtuvo el título en enero de 1991, a fines de año su hermana Judith, hoy considerada la mejor mujer ajedrecista del mundo, hacia historia al ser la más joven Grandmaster con solo 15 años. Por eso The Queen’s Gambit es también una historia futurista.



Anya Taylor-Joy

No puedo terminar mi reseña sin hablar de Anya Taylor-Joy. Me dicen que sin haberla visto en sus roles más icónicos en “The Witch” o “The Miniaturist” no puedo realmente apreciarla. Yo la conocí como la última adición a la Familia Shelby de “Peaky Blinders”. También me hizo entender lo que Austen realmente quiso transmitir con “Emma”, pero este rol de Beth Harmon es tan diferente a todo lo hecho anteriormente que paraliza su capacidad de expresar solo con gestos corporales lo que siente su personaje.

La argentinita se las arregla para tener una manera de caminar que es tiesa y rítmica a la vez. Beth tiene una espalda tan derecha que pareciera que camina con libros en la cabeza.  Sus inmensos ojos hablan por ella y me recuerdan a los de Cleo, el pececito de “Pinocho”. Destacan esos gestos furtivos e inesperados como los de una lagartijita, y lo extraordinario. Para alguien a quien el sexo trae sin cuidado, Beth sabe genuinamente expresar una sexualidad que ignora.

Tevis habló de como sexo y ajedrez aparecen simultáneamente en la vida de Beth y como ella escoge conseguir orgasmos en sus triunfos deportivos. Por eso es por lo que el sexo la aburre y desconcierta, ignorando el efecto de su encanto juvenil sobre los hombres principalmente los jugadores con los que compite. Eso es evidente cuando Harry la observa bailar sensualmente al ritmo de “Fever” de Peggy Lee.



Parece una rareza que esta serie sobre un juego que pocos conocen y sin sexo ni violencia se haya convertido en la más vista de Netflix. Atribuyo su éxito al muy buen libreto y a la actuación de Anya que crea un personaje que no debería caernos bien, y sin embargo acaba ganándose nuestro cariño, nuestro respeto y admiración.

Tal como Beth consigueaunque hace lo imposible por alejarlosun grupo de amigos que la sostendrán cuando tambalee, la serie merece nuestro apoyo porque hay en ella un mensaje optimista sobre todo para las chicas que no se imaginan que todavía quedan campos que conquistar a pesar de los obstáculos que se le presenten. Otro mensaje es que no deben temer al poder intelectual de una muje, es que todavía hay quien tiene miedo a ser inteligente o creativa. Finalmente, lo más importante para mí es también lo más importante para Beth, la creación de un grupo de apoyo, de gente que te quiera y esté ahí en las buenas y en las malas.



“Queen’s Gambit” sigue estando entre las diez series más vistas de Netflix y en el blog de El Solitario de Providence han hecho un listado de los posibles motivos de su éxito aconsejando a la compañía tenerlos presentes para producciones futuras.

Aunque no concuerdo con todas esas recomendaciones, ciertamente Netflix debería dejar de temerle a temas a los que no está acostumbrada tanto en la creación de material propio como en la adquisición del ajeno. No todos sus subscriptores queremos controversia, sexo, y gore. Y si, por favor, por favor, que se deje de adoctrinar que entre el aislamiento de la pandemia y toda la propaganda de Netflix nos estamos volviendo más hostiles, más canceladores, menos solidarios. Que “Gambito de Reina” nos haga ver lo importante que es tener amigos, no enclaustrarnos en nuestra propia soledad ni creernos superiores a los demás.

Y no sería yo si dejara de mencionar el espectacular vestuario de Beth que muestra la evolución/revolución de la moda de Los Sesenta, a la vez que usa los motivos del tablero de ajedrez.