La tesis que he
derivado de estos blanqueos de villanos históricos es que se cree humanizarlos mostrándolos
enamorados. Pero ni mostrándonos al Fuhrer en amores con su sobrina o
contrayendo matrimonio se lo ha vuelto “el bueno” de la película. Tampoco ha
ocurrido con un villano menor como lo fue Ramon Serrano Suñer. Hora es de ver
porque “Lo que escondían sus ojos” fracasa en ese intento, aparte que en muchos
aspectos se han cometido chapucerías que la alejan de ser la obra de arte que
fue “El tiempo entre costuras”. Sin embargo,
no carece de méritos y también es hora es de señalarlos. Vamos a ver lo Bueno y
Lo Malo de esta serie
Lo Bueno: La Pareja protagónica. Blanca Suarez—ya lo he dicho— es el
rostro más bello de la televisión española y el cubano está como para remojar
el pan. Hacen una pareja espectacular
Lo Malo: Los dos son pésimos actores. Rubén Cortona a ratos
parece, como dijo alguien, estar “cabreado” con el papel y Blanca… ¡ayayay. Es
la actriz más impávida que he visto en mi vida. Lo que esconden sus ojos es que
están muertos. Es de las que creen que el talento histriónico se demuestra con
movimientos de quijada.
Me enfoco tanto
en su mandíbula que casi me hipnotiza, pero es que a ratos parece una muñeca articulada.
Le faltará el garbo de Sonsoles de Icaza,
la verdadera, pero esa frialdad actoral le otorga su toque de arrogancia y distanciamiento
que ayuda a que seamos indiferentes a su tragedia. Porque aquí hay muchas víctimas,
pero no este par de protagonistas trásfugas, por muy lindos que sean.
Lo Bueno: Él elenco No es aventurado decir que han filmado “Lo que
escondían sus ojos” como una imitación de “El Tiempo”. Ambas ocurren en el
misma época, ambas nos muestran el Madrid de comienzos de los 40. Ambas se
cifran en la alta sociedad y las intrigas y espionaje que se cocinaban por
allí. Incluso Ramon Serrano Suñer aparece en ambas.
No es entonces de
sorprender que se hayan traído a varios actores de la producción de Antena 3.
Es un gusto ver a Félix (Carlos Moreno) ahora como el ex republicano Emilio que
acaba de espía de la Falange; a Paquita (Pepa Rus) ahora convertida en Matilde,
mucama de Sonsoles. Ben Temple ha subido de estatus. De Alan Hllgarth, jefe del
espionaje británico en Madrid ahora lo tenemos como Sir Samuel Hoare, Embajador
de su Majestad Británica. Y por supuesto Rubén Cortona interpretó a Ramiro el
seductor de la protagonista de la novela de María Dueñas. Todos están haciendo
un buen trabajo, pero hay también otras actuaciones superlativas.
Como siempre es
un placer ver a Víctor Clavijo, que en cualquier rol se luce, dando vida al
historiador/filólogo Antonio Tovar. No conocía a Antonio Pagudo quien hace del
gran poeta Dionisio Ridruejo, pero que agradable sorpresa nos da a serie al
mostrarnos que La Falange tenía cerebro y no solo estaba compuesta por una
turba de bullies analfabetos.
Los que— como
dicen los españoles— la bordan ahí son Emilio Gutiérrez Caba y
Charlotte Vega. Don Emilio, aunque lo pongan como un viejito pachucho, logra brindar
un retrato digno y emotivo del Marqués de Llanzol, todo un caballero, muy lejos
de la imagen de un esposo cornudo. Mas de un lagrimón me ha sacado. Quien me ha
hecho llorar a mares es Charlotte Vega. Aunque Carmen sale poco, lo poco que
sale nos presenta un personaje tan intenso e ingenuo a la vez, que su
destrucción emocional nos cala muy hondo.
Pero mi favorita
es Loreto Mauleon (“El Secreto de Puente Viejo”, “Patria”) que cada vez que la
veo me asombra más por su versatilidad, y también por hacernos queribles sus
roles. Todo lo que he leído de ZIta Polo lo encarna Loreto. Me encanta cuando
le responde a la escandalizada hermana que no le molesta “coleccionar” hijos
porque “Ramon es tan apasionado”. Me recordó a Melanie Hamilton en su afán de
defender la reputación de Sonsoles y su incapacidad de aceptar que su marido la
engaña. Pero también me ha encantado al final que se rebela, no por orgullo o por
sentirse humillada, sino porque el affaire de su Ramon está haciéndole daño a
sus hijos.
Por último, quería
mencionar la excelente interpretación de Javier Rey (“Hache”) como Cristóbal
Balenciaga. Efectivamente, el modisto vasco estableció estrecha amistad con Sonsoles
y fue su confidente, pero también su coutourier exclusivo. Hasta la
muerte de Balenciaga en 1972, le diseñó a la Marquesa de Llanzol 400 piezas que
incluyen vestidos, trajes sastres y espectaculares modelos para ocasiones
especiales. Muchos de esos vestidos fueron donados por la familia de Sonsoles
al Museo Balenciaga en Getaria.
No solo Sonsoles
era clienta de Balenciaga. El confeccionó el vestido de Primera Comunión de
Carmen y su traje de puesta de largo. Debido a la proximidad de Balenciaga con
la familia Llanzol, la serie lo tiene incluso siendo el primero en enterarse
que Carmen planea casarse con su medio-hermano. Todo eso hace muy destacable el
papel de Javier Rey quien tiene más química con Blanca Suarez que la que ella
tiene con Cortona. Lo que explica el intenso romance que ha sostenido la pareja
de actores hasta hace poco.
Pensaríamos que,
desde El Cielo de los Modistos, El Maestro Balenciaga estaría feliz de cómo lo
retrata la serie. El problema está en lo que han hecho con el vestuario de Sonsoles
supuestamente diseñado por Balenciaga. En tres palabras, es una mamarrachada,
casi tan criticada como el blanqueamiento del Cuñadísimo y así pasamos a…
Lo Feo de la Serie:
El Vestuario de La Marquesa.
Aunque en la
primera media hora, Sonsoles luce distinguida en vestidos que podrían haber
sido diseñados por Balenciaga, pronto comienza a aparecer como ataviada por su
peor enemiga.
Es en la misa por
los caídos en la guerra donde aparece disfrazada de “Miss Lagertha 1940” con esas
pieles de guerrera vikinga en diversos tonos, como si el marido hubiese cazado muchos
animales para vestir a la troglodita. En lo colorinches ya parecen mi cabello
cuando me lo tiñó mi madre por primera vez.
¿Y ese largo de
faldas, que parece que se la comieron las ratas? Mucho se ha criticado que en la serie pongan un largo de falda
que no corresponde a la época. Sobre todo, porque cuando nuestra Marquesa se
sienta enseña los muslos, algo que Sonsoles de Icaza, por audaz que fuese, no
hubiese hecho. Pero ese es un problema muy común en las producciones de época
hoy en día. El acabose, como ya comenté, fue en “Rubirosa” con lo de poner a Evita
Perón en minifalda. Pues aquí también lo han hecho. La Marquesa busca a su
Ramon, dizque que, para hablar de su hija, y va enseñando las rodillas… ¡En
1959!
Para asegurarme
que esos largos de falda no correspondían a la época, busqué revistas de moda
de la España de 1940 y esto es lo que encontré. No se parece a lo que muestra
la serie.
Otra cosa. La
Marquesa de Llanzol era alta y espigada (media 1.75 altura poco común en la
mujer ibera de entonces). Tenía un garbo impresionante. A decir del modisto
sefardita Elio Berhanyer, las mujeres se volteaban a verla en la calle porque
entre la figura y el vestuario era todo un espectáculo. Las hijas de Sonsoles
han dicho de su madre que tenía cuerpo de “percha”, que se le podía colgar
cualquier prenda y la llevaba bien. A pesar de sus cuatro hijos, tenía curvas discretas
de esas que no incomodan al diseñador que solo quiere un maniquí para exponer
su creación.
Blanquita Suarez
es… bueno, un símbolo sexual, por lo tanto, sus curvas son más rotundas. Es más
bajita, por lo que la han encaramado en zancos y cada paso es como Mae, West en
sus tacones chinos. Se la ve pesada,
incomoda, poco airosa. En suma, no tiene porte de marquesa.
Un buen modisto
sabe cómo conseguir disimular tanta curva y hacer ver refinada a la más voluptuosas.
Aquí, en cambio, no sé si es cuestión de hechura, pero siempre parece que a Sonsoles
le prestaron la ropa de alguien más delgada. A pesar de ser una mujer esbelta
se ve como que van a saltar sus botones o como que han intentado aplanarle el
busto.
Peor aún en traje
de noche donde la lechería está siempre a punto de escapar del escote. Para
muestra, dos diseños hermosos que si son de Balenciaga. Me refiero al traje,
mal llamado, de Infanta porque se parece a al diseño icónico que el maestro
creara a fines de los 30 inspirado en los cuadros de Velázquez. Las diseñadoras
han tenido el descaro de adjudicarse la “variación”. ¡Señoras, Humildad! Aquí esta lo que hizo Don Cristóbal
a fines de los 40 inspirándose en el verdadero traje Infanta.
El verdadero vestido Infanta (1939)
Modelo de Balenciaga de fines de los 40. La serie combinó ambas hechuras
El otro es este
diseño de 1949, que aquí han escogido para la noche del primer encuentro de los
amantes. El original es una túnica griega blanca acompañada de una estola carmesí,
que en la serie se ha vuelto capa. La Marquesa dispensa de la capa y se
contonea en un hermoso vestido de baile, pero ella parece estar envuelta en una
toalla gigante como si acabara de salir del sauna.
Aun así, ninguno
de estos modelitos alcanza la estridencia de lo que la adúltera luce para su
primer rende vous. A ver, tenemos una dama distinguida, en una sociedad
católica conservadora, que va a su primer encuentro con el que espera será su
amante. Nos imaginamos que vestirá ropa sencilla y discreta, que cubrirá su cabello
con una pañoleta, que usará gafas oscuras para que no la reconozcan.
¿Pero qué hace
nuestra Sonsoles? Se viste de rojo como
si fuese un capote de torero. Vestido rojo, zapatos rojos, sombrerote más
grande que un platillo volador también de un profundo carmesí. ¿Y ese abrigo plumífero?
¿Qué especie animal fue sacrificada para confeccionarlo?
Es cierto que La
Marquesa vestía trajes rojos y elegia looks vanguardistas. De ahí su afición
por Balenciaga. A pesar de su estatura, usaba tacones de cuatro pulgadas, pero
lo hacía para atraer miradas. Precisamente lo que querría evitar en un
encuentro clandestino.
¡Y que han dicho
las encargadas del vestuario de esta serie? pues muy anchas con sus metidas de pata.
Aunque la historia, libro y serie nos habla de la conexión Sonsoles-Balenciaga
se desligan del homenaje al modisto diciendo que este no es un documental sobre Balenciaga.
Por eso no se
ruborizan para admitir que no hay mucha creación original, y que los accesorios
y hasta los vestidos, los han sacado de Zara y Mango. Incluso de tiendas de menor renombre como este asalta-vistas en azul eléctrico
(y minifaldero) que más parece digno de Christina Hendricks en “Mad Men” que de
una aristócrata elegante que vacacionar en San Sebastián.
Si me he detenido
tanto en criticar el vestuario de La Marquesa es porque si se va a retratar a
quien fue célebre por su finura y buen vestir y se la va a disfrazar de
mamarracho. bueno, …Es como poner a Hitler sin bigote, una traición total de la
figura histórica. También quise mostrar que no todas las quejas de la serie se deben
a motivos políticos.
Lo Bonito
Lo bueno es que haciendo
a un lado lo que le han puesto a Blanca Suarez, el resto del elenco (hombres y mujeres)
van bien vestidos. Aunque se ha hecho mucha befa de las joyas de “plástico” y
de los tacones exagerados. Es cierto que es un presentismo poner a las mujeres
en esas plataformas. Entonces se usaba el tacón ancho y mediano, y las wedges
quedaban para excursiones, la casa, la playa y los deportes.
Zapatos de 1940 ni taconazos ni plataformas.
A pesar de estos
errores, es un placer ver el vestuario femenino. Sobre todo, el de Loreto quien
se bien aun estando en estado interesante. El buen vestir la acompaña a través
de las décadas y lo vemos ya fines de los 50 con nuevo peinado y guardarropa.
También Charlotte
Vega se ve lindísima en el vestuario juvenil que usaría una adolescente de
clase alta de ese entonces. Me ha dado tristeza saber que parte del trauma de Carmen,
que la llevó a alejarse de la imagen materna, fue un desinterés total por la
moda.
Lo Bueno: Una Mirada
al Interior del Franquismo
Para todo el que
crea que, durante los días del Generalísimo, España estaba dividida en dos
bandos: ganadores y perdedores y que el primero era totalmente monolítico, la
serie le presenta otra visión. Oímos hablar de que la Falange está dividida y
que el “Ala tradicional” está sentida tanto con El Caudillo como con “Jamón
Serrano” porque no quieren ir, como Mambrú, a la guerra.
La ironía es que
‘tradicional’ encubre a los más revolucionarios, los que están orientados hacia
una especie de nacional socialismo que los hace cercanos a Alemania. Su afán de
ir a batalla es porque quieren ser parte de las fuerzas que dominarán a Europa
y que acabarán con el comunismo. Por eso están molestos.
Otra causa de
molestia es que esa Falange esperaba que, acabada la guerra, hubiese una
revolución que trasformase la sociedad española para siempre. No querían volver
a ver que monarquía, iglesia y ejercito llevasen de nuevo las riendas del
poder. Se sentían traicionados y de ahí que nos muestren esas rencillas interiores
entre serranistas y Camisa Viejas (Aunque Dionisio Ridruejo era Camisa Vieja).
Por otro lado,
nos presenta a los monarquistas que quieren que Franco se vaya y que vuelva el Rey
Alfonso y al ejercito que tampoco está contento con Los Falangistas. De pronto
nos tiene que dar pena este Serrano Suñer al que le aserruchan el piso
ingleses, militares, ¡hasta la cuñada! Al que le ponen bombas los Falangistas y
al que los alemanes sacan de una fiesta para exigirle que España abandone su
neutralidad. Con razón se echaba amantes. Alguna entretención necesitaría el
pobre para combatir tanto estrés.
Lo Malo la
falta de trasfondo histórico
El problema es
que todo este enredo que le provoca úlceras al Cuñadísimo está explicado de
manera muy atropellada. No se entiende ni porque hay división en la Falange, si
son malos solo por ponerle una bomba al Cuñadísimo, que justo venia de
revolcarse con su Marquesa, o por algo más. Lo de los monarquistas es más patético
todavía, porque ponen al General Valera como apoyando al bando monarquista
donde militan los Llanzol.
El caso es que Varela,
por influencia de su mujer, Casilda Ampuero, era Carlista. O sea, apoyaba a
otro rey (reyes porque los Carlistas también estaban divididos). Por otro lado,
se entiende que la Falange tradicional quiere guerra y Serrano Suñer y sus
secuaces también, pero lo cierto es que tanto Camisas Viejas como los nazis lo
acusaban de dilatar la entrada de España al conflicto. De ahí la bomba que
nunca existió.. Efectivamente, el general Rodríguez Tarduchy y sus Camisa Viejas
planearon atentados contra el Caudillo y su cuñado. atentados que nunca se llevaron a cabo,
por lo que lo de la bomba es un invento de la serie.
En sus memorias y
entrevistas Serrano Suñer quiso siempre desligarse de esa acusación de que él había
apoyado la idea de que España se uniera al Eje en el campo de batalla. La serie
no le hace caso y lo representa como lo contrario (que probablemente es la
verdad). Sin embargo, no se hace mucho énfasis en su creación de la División
Azul o sus famosos y furibundos discursos en contra de la Unión Soviética. Es
como si la serie quisiera hacernos olvidar al Serrano Suñer político y solo lo
mostrasen como el amante, víctima de intrigas políticas.
Luego quieren
hacernos creer que le importaba el hambre del pueblo y por eso no puede gastar
tiempo en frivolidades. ¿Y cómo pretendía acabar con el hambruna de España? ¿Con
loterías de ciego? Lo más ridículo es
mostrarlo como arrepentido y amigo de la democracia al final de los 50. Eso
aplica a Ridruejo que estuvo encarcelado y debió exiliarse en USA junto con Tovar.
Hasta su muerte, Serrano Suñer se mostró reacia a la democracia. A lo más, en
algún momento comenzó a añorar la monarquía
El caso de la
Marquesa es más incómodo. En el primer episodio se la muestra como monarquista
convencida, como amiga de intelectuales censurados por Serrano Suñer, incluso
se menciona que no es mujer de ir a misa. Todo esto es reemplazado por una tipa
que se la pasa de baile en baile, o en la playa o probándose vestidos cuando no
está en la cama con el amante. Este epitome de frivolidad y lujuria no nos cae
simpática. Aparte de un saludo matinal casi ni esta con los hijos y su
monarquismo se va a las pailas apenas Serrano la sobajea un poco.
Yo entiendo que
los hijos sobrevivientes de Sonsoles estén alterados con este espectáculo y se
nieguen a verlo. “Esto
no está pasando” han dicho. Es que ningún hijo quiere ver a su madre de
rogona, facilona, y más encima boquifloja contándole al amante los secretos de
las conspiraciones monárquicas.
Lo Bueno: El
Elemento Downton Abbey
A pesar de la torpeza cometida con el
vestuario de la protagonista, la producción de Telecinco se ha preocupado de
mirar otros period pieces exitosos y de calidad para modelar su cuento.
Aparte de “El tiempo entre costuras” también ha echado un vistazo a “Downton
Abbey” y copiado ese formato de “arriba y debajo de las escaleras”. En suma,
los criados de Los Marqueses de Llanzol juegan papel importante en la trama.
Parte del retrato
simpático de Los Marqueses es lo bien que tratan al servicio (no se parecen a
la Duquesa de Sussex). Las únicas veces que Sonsoles se ve como gran dama es en
su preocupación por su doncella Matilde, por sus padres, por su noviazgo, hasta
le da días libres para que se vaya de romance. Si alguna vez es altiva o dura
es porque Matilde anda rozando su secreto,. Al final la doncella tiene que
servirle de tapadera.
El Marqués también
tiene una relación campechana con Juan (Ricardo de Barreiro), su ayuda de cámara
al que hasta le hace pequeñas confidencias. Mayor mérito de la serie es que a
estos criados se les ha dado historias que no están en el libro. Juan fue una
vez maestro, pero por haber servido en el ejército republicano ha sido
despedido de su puesto. Matilde perdió a un marido en ese mismo ejército y
ahora está en amores con Emilio, un ex contador que, como Juan, está inhabilitado
de encontrar trabajo por pertenecer al bando perdedor.
Vale recordar la
espeluznante serie de Netflix “Alguien tiene que morir” donde vemos como se
trataba a los perdedores quince años después del acabado el conflicto y la
indignación de Carmen Maura al descubrir que su nuera ha contratado a “una
roja” de cocinera. Por el contrario, Los Marqueses quedan como personas que más
creen en la unidad española que en segregaciones que no ayudan a nadie.
Completan el
servicio doméstico de la casa, las institutrices de los niños. Una obsesión de la Sonsoles real era que sus
hijos aprendiesen idiomas desde pequeños. Para eso les tenían una institutriz
inglesa y una alemana para que les hablara a diario en sus lenguas nativas. En
la serie Hilde (Aida Ballmann) y Olivia (Carolina Meijer) comparten cuarto y
son tan amigas como Rose y Sarah en “Upstairs Downstairs” y Anna y Gwenn en
“Downton Abbey”.
Lo que las separa
es cuando la honesta y noble Hilde descubre que su amiga del alma es espía de
los británicos. Peor aún que hasta ha traído un revolver a un hogar donde hay
niños y lo tiene a alcance de ellos. ¡ChaCha Cha Channn!
Lo Feo: La Pérfida
Albión
Sir Samuel Hoare
es un personaje importante de la trama. Yo diría que es el gran villano. Es
quien amenaza a Serrano Suñer con imponer un bloqueo naval y es quien medio
soborna/medio amenaza a Olivia para que espíe a sus amos con la promesa de que
evitará que el padre de la institutriz vaya al frente.
Debido a que la serie
hace más hincapié en el romance de los protagonistas no entendemos (sobre todo
quien sepa poco de la situación de España) lo mal que estaba el país
económicamente. Vemos gente haciendo filas para conseguir alimentos que no hay.
Y creemos que eso se debe al bloqueo aliado.
Un poco de
historia. No hubo tal bloqueo, aunque si una amenaza de no venderle más
productos necesarios hasta que España no se definiese públicamente como
neutral. Roosevelt había convertido a Estados Unidos n el “Arsenal de la
democracia”. Si España no era una democracia, y más encima era amiga de
regímenes fascistas, mal podían venderle nada. Si Alemania estaba siempre al
borde de aliarse con los países en guerra con el Reino Unido, mall podían los
ingleses abastecerla. Eso es sentido común, pero la gran pregunta es por qué un
país agrícola como España no tenía pan.
La respuesta es
simple, cuatro años de guerra dejaron los campos abandonados y maltrechos. No
hubo quien plantara ni quien cosechara. En 1940, con un millón de muertos,
muchos lisiados, muchos exiliados, muchos presos y muchos viviendo en la clandestinidad,
era difícil esperar que hubiese una clase laboral de agricultores. Era
necesario mercar trigo de America o del imperio Británico.
Es cierto que los
gobiernos aliados veían con terror una entrada de España a la guerra al lado de
Alemania y que consideraban que Ramon Serrano Suñer seria instrumental para ese
paso. Lo querían fuera, pero toda esa faramalla inventada por la serie de hacer
que Olivia espíe a la Marquesa y derroqué al ministro solo con chismes de alcoba,
es infantil. El affaire Sonsoles fue solo uno más de los pecados que destruyeron
la carrera política del Cuñadísimo.
Es cierto que Hoare
recibió dinero de Churchill para sobornar
generales y que estaba al tanto de los planes falangistas de asesinar al
ministro, pero no andaba preocupado de sus líos de falda ni de meter espías en
casa de Los Marqueses de Llanzol. Que tenía un problema personal con Serrano Suñer
es cierto. No soportaba la altanería legendaria del Cuñadísimo. A lo que se
agregaba que a los ingleses residentes en España de ese entonces se les estaba
hostigando mucho.
El día en que se
crea oficialmente la División Azul,, Ramon Serrano Suñer hace un furibundo
discurso anti soviético que motiva (no muy espontáneamente) a una manifestación
de estudiantes ante la Embajada Británica y que acaba en rotura de vidrios y
otras agresiones. A sabiendas que es el serranismo el que promueve esta
protesta, el embajador llama al ministro. “¿Quiere que le mande policías?” pregunta
sin ganas Serrano. “No,” responde Sir
Samuel “quiero que no me mande más estudiantes”.
No estaba solo
Hoare en su fastidio y lucha contra Serrano. Otro enemigo del Cuñadísimo era Alexander
Weddel, el embajador de Roosevelt quien tenía órdenes expresas de neutralizar
al susodicho. De hecho, en el libro, la institutriz es estadounidense,
estrenada por el FBI e infiltrada en casa de Los Llanzol (nunca sabemos por qué
razón).
Me da curiosidad
que en la serie la hayan hecho inglesa, como también que sea la institutriz alemana la más simpática
de ambas. Olivia es vista como una torpe y descastada espía que delata una
buena patrona, que pone en peligro a los niños a su cargo trayendo un arma que
ni sabe disparar a la casa, y engatusando al enamorado Juan (que en el libro es
gay).
Lo peor es cuando
Olivia chantajea a Matilde que ha descubierto el revolver con acusarla de estar
robándose comida. Tal absurdo (Matilde si quisiera comida se la pide a su
señora que en la serie es un turrón con los criados) pone en entredicho el
carácter de Olivia que misteriosamente huye. En el libro no existe esta
situación. Al que vemos llevándose puñados de arroz en los bolsillos es un
empleado del Caudillo. Nieves Herrero se ha hecho eco del rumor de que, durante
esos años de hambre y miedo, las despensas de El Pardo rebozaban de vituallas.
Yo lo creo porque
mientras el pueblo moría de hambre, las otras clases sociales vivían del
estraperlo, el gran deporte español del Franquismo. Estraperlo es una combinación de mercado
negro, redes de contactos y nepotismo que permitían sobrevivir no solo llenando
las tripas sino también consiguiendo empleo, sacando gente de la cárcel, etc..
En la serie,
Matilde roba para alimentar a su novio Emilio, el espía constante. Este Rojo es
enviado primero por los serranistas a espiar al Marques de Llanzol, luego a
infiltrarse en las filas de Rodríguez Tarduchy y de ahí se involucra en el
atentado de La Begoña. Matilde suplica a su señora que salve al novio. Sonsoles
aboga ante su amante. El Cuñadísimo lo solicita como ultimo favor a Franco. Y
sin embargo Emilio nunca más vuelve a aparecer. Tal como Olivia, nunca sabemos
que fue de ellos. Son cabos sueltos de la trama.
En la vida real,
El atentado de La Begoña (filmado, me dice el Gato Rafael, en una iglesia
madrileña y no en Bilbao donde ocurrió) fue un altercado entre Falangistas y Carlistas
y le costó el puesto a Serrano Suñer que fue acusado por el General Valera de
estar involucrado en el atentado. Uno de los arrestados fue fusilado por orden del Caudillo, pero hoy se sabe que era un chivo expiatorio.
Lo Bueno: La Serie
Supera al Libro
Con sus cuentos
de espionaje, bombas y romances de criados, la serie es mucho más entretenida
que el libro. En cambio, este agota con
su mixtura de documento histórico y los vahídos y bufidos de La Marquesa que
parece marrana en celo en lo que se refiere al” Jamón Serrano”. Cuando no,
Nieves Herrero nos la retrata como una narcisista, frívola, egoísta, mala
esposa, mala madre, arrogante con los criados. No me sorprendería que hubiese
sido así, pero es triste que cuando ya no pueda defenderse les caiga este recuerdito
a los hijos. Por eso, la serie se anota un punto al hacernos a Sonsoles más
gente, más humana.
En cuanto a Ramon
Serrano Suñer, el libro quiere hacernos creer en un hombre atrapado en una tela
de araña urdida por sus enemigos, pero se guarda de decir por que tenía tantos enemigos.
En la serie hasta han escondido algunas verdades de los libros que resultarían
incomodas para las sensibilidades modernas, como que regañe y castigue a
diplomáticos que están ayudando a los judíos. Nieves Guerrero incluye casos
puntuales: Don Julio Palencia en Bulgaria y Eduardo Popper de Castejón (el
abuelo de Helena Bonham Carter) en Burdeos.
Me queda poco
espacio y tiempo para señalar las virtudes visuales de “lo que esconden sus ojos”.
A la belleza de los actores, se agrega la de los muebles y decorados interiores
y también del buen uso de exteriores, desde la belleza natural de la playas de
San Sebastián hasta el aridez del paisaje que rodea el Convento de las Carmelitas
de Ávila con el que da comienzo. Ni hablar de la preciosidad de los edificios
que vemos tanto el casino de Madrid como las casas particulares y públicas
tales como el Museo Lázaro Galdiano que, a ratos, funge como la casa de Los
Marqueses de Llanzol. Ni hablar de sitios típicos de Madrid como el Bar Chicote
y Lhardy’s donde Sonsoles se ve con su Ministro..
Cita en Lhardy's
Por último,
quiero felicitar a la serie que, con su chapucería y bemoles ha tenido los
cojones para atreverse a intentar darnos una visión más fidedigna y menos compacta
que la que dan las series de todos los países sobre el bando ganador en La
Guerra Civil. Obvio que solo pudo hacerse (tal como “El Tiempo Entre Costuras”)
en días de Mariano Rajoy. No podemos esperar algo parecido en días de Pedro y
Pablo ¿Cuánto más habrá que esperar para contar historias sobre españoles de
mérito que no militaron en el bando republicano?
Con eso no quiero
decir que me haya creído el blanqueamiento de Ramon Serrano Suñer. El que me lo
muestren mujeriego y metiéndose en la cama como un marquesa, siendo ambos casados,
no me convence ni de que fuese buena persona ni que España hubiese estado mejor
con él al timón.
Recuerden que
pueden ver esta serie, completa y gratis aquí