miércoles, 30 de octubre de 2019

De Manzanar a Colinas de Oro: Los errores históricos de “The Terror”



A muchos les gustó el final de “The Terror” Infamy”a mí me pareció soporíferopero, aunque hubiese sido magistral no compensa diez capítulos lentos y mediocres, con personajes mal desarrollados, un libreto mal escrito y una lección de historia que está lejos de ser didáctica o apegada a la verdad. Alerta, para quien no haya visto la serie (que inicia en España el 18 de noviembre) esta entrada esta plagada de spoilers.

En mi último post intenté trazar la evolución de la tragedia Nisei en el cine y la televisión, pero dejé sin discutir “Adiós a Manzanar”, la obra seminal sobre el tema. A pesar de que el libro, y su adaptación televisiva, aportan una vivida descripción del internamiento de japoneses americanos durante la Segunda Guerra Mundial, por décadas han sido atacados incluso por miembros de la etnia nipona.

La Segunda Temporada de “The Terror” iba a ser la contraparte de esa controversial obra.  Sin embargo, acabó conservando clichés, incluso casi plagiando aspectos de “Manzanar” a la vez que tergiversaba la historia real y terminaba enlodando héroes y practicando racismo en reversa. ¿Se puede decir que “TT: I” ha hecho más daño a las víctimas y que su lección de historia desinforma más que enseña?

Japoneses “Atípicos”
 Basada en los recuerdos de Jeanne Wakatsuki Houston, A Farewell to Manzanar narra en primera persona como Jeanne, la menor de una familia japonesa de California es arrancada de su hogar en Santa Mónica. Después de un interludio en Terminal Island, ella, sus hermanos, su madre, abuelos y cuñados, son llevados al campo de relocalización de Manzanar en la Sierra Nevada californiana.

Ko Wakatsuki, padre de Jeanne, es arrestado por el FBI, acusado de haber (en su oficio de pescador) participado en labores de espionaje. Ko es enviado a Dakota, a la prisión en el Fuerte Lincoln. La separación del padre y las condiciones primitivas de su internamiento afectan a la familia de Ko. Con su visión de niña de siete años, Jeanne describe el hacinamiento, la suciedad, la falta de privacidad de un campo mal armado y donde todo es un caos.

La liberación del padre, quien llega apoyándose en un bastón debido a que sus pies se congelaron en Fort Lincoln, no es una gran ayuda. Ha vuelto amargado y receloso, se la pasa preparando sake clandestino con el que se emborracha. El alcohol lo vuelve belicoso, agrede verbalmente a su familia e incluso intenta golpear a Misa, su sacrificada esposa, provocando que su hijo menor de once años lo golpee a él.

Jeanne nota la erosión de la vida familiar y busca consuelo en la compañía de unas monjitas que viven en el campo, pero su sueño de bautizarse es obstaculizado por el padre. La narrativa bifurca hasta filtrarse a través de dos prismas, el de Jeanne-niña y el de Ko a través de los ojos de su hija adulta, más comprensiva ahora con quien en un momento tildara de ser” un tirano jactancioso”.  La desintegración de la familia y la perdida de autoridad del padre, que simboliza lo ocurrido con la mayoría de los varones japoneses, son para la autora los peores resultados del cautiverio.

El libro fue un éxito, hasta hoy es lectura semi obligatoria en escuelas de Estados Unidos, a pesar de que la corrección política exige ciertas “explicaciones” sobre el aparente “racismo” de Jeanne y su familia. Eso se debe a que Jeanne y sus hermanos se criaron en una comunidad caucásica sin japoneses cerca, puesto que a Ko (que venía de la casta samurái) le molestaba que lo identificaran como parte de un grupo étnico.

El primer contacto de Jeanne con niños japoneses de su edad fue traumático, sobre todo porque esto vino acompañado de bullying por parte de los nuevos compañeritos de la pequeña, pero esto es visto hoy como culpa de los padres y de la misma Jeanne. Una crítica incoherente puesto que va en contra de los principios de asimilación e integración por los que abogan tanto derecha como izquierdas caucásicas.

Tres años después de publicado el libro, Jeanne y su esposo se acercaron a John Kerty que acababa de dirigir la aclamada “Autobiografía de Miss Jean Pittman” con la intención de que adaptara A Farewell to Manzanar. Ketty aceptó y consiguió que la CBS auspiciara el proyecto a pesar de que temían hacer un filme sobre japoneses con actores orientales. La CBS quería que la protagonista fuese una maestra blanca instalada en Manzanar.

El filme, fiel al libro, con Nobu McCarthy interpretando tanto a Jeanne adulta como a Misa, su madre, fue una historia sobre japoneses y con actores japoneses. Yuki Shimoda quien encarnará a Ko, tenía padres que habían estado internados en Manzanar, al igual que otros en el elenco e incluso entre los extras. El telefilme tuvo una cálida acogida y fue nominado para varios Emmy. Está completa en YouTube.

Sin embargo, tanto el libro como el telefilme (principalmente este último) recibieron críticas desde el sector asiático. La primera bomba vino de parte del dramaturgo Frank Chin (que ni siquiera es japones). Un poco antes del debut, Chin escribió una carta abierta al director Kerty en la cual exigía que sacasen su nombre (era uno de los extras) de los créditos puesto que no quería ser asociado con un filme “despreciable” uy n ejemplo vergonzoso de “racismo blanco”. Acababa renegando de su amistad con los Houston a los que acusaba de venderse por “una noche en el primetime de la CBS”.
Frank Chin

En los últimos años, Chin se ha hecho notar no por su obra sino por su costumbre de ofender a reconocidas escritoras como Amy Tan y Maxine Hong Kingston a las que culpa de promover estereotipos sobre la cultura china. Me parece que Don Chin es un poquito envidioso y que debe haber habido algún roce personal para provocar una reacción tan exagerada en contra de “A Farewell to Manzanar”.

El activista Raymond Okamura sería más sutil, pero igual de lapidario, en el material que enviaría al New York Times y al Los Ángeles Times y que influiría en las críticas de ambos periódicos. Básicamente, las quejas de Chin y Okamura eran similares y se concentraban en los mismos puntos
1.       Ausencia de información sobre el racismo existente en los Estados Unidos en 1942.
2.       Descripción de “resistentes” (participantes en los disturbios de Manzanar y No-No Boys) como maleantes
3.       Abundancia de personajes caucásicos positivos
4.       Familia japonesa “atípica”
5.       Final Feliz
Esta última acusación fue un poco injusta, puesto que por motivos de tiempo y espacio se tuvo que resumir la narrativa. De los once hermanos solo quedaron cinco y hasta les cambiaron el nombre. 
También se cambiaron los nombres de personajes reales, pero controversiales. Lo más grave fue que hubo que reducir la biografía de Jeanne, su vida antes y después de Manzanar y el racismo experimentado en la posguerra. He ahí “el final feliz” en que Ko que acaba de adquirir un auto nuevo abandona el campo con su familia con la sensación de que ha recobrado su autoridad. En el libro, Jeanne acaba con una reflexión motivada por su visita a Manzanar de que su vida comenzó en el campo mientras que la de su padre acabó en ese lugar.
El auto de la discordia de los Wakatsuki

SPOILER ¡Tanto escándalo y Woo acaba “TT: I” también en una nota sentimental que llega a ser cursi! Todos los japoneses celebrando Obon en Hawái, y Yuko la asesina en serie, se ve   feliz, eternamente preñada, paseando bajo cerezos en flor. Y ni hablar el autito de Chester, más leal y resistente que el Herbie de Lindsay Lohan.
Obon en Hawaii
El fiel Packard de Chester

“Una Bienvenida Rareza”
Un triste resultado de las criticas caídas sobre “A Farewell to Manzanar” fue que, en décadas siguientes, cohibieron otros posibles proyectos sobre el tema de los campos de internamiento. Como mostré en mi entrada anterior, solo se hicieron documentales, ningún dramatizado sobre la existencia en estos espacios. Por eso la segunda temporada de “The Terror” era tan importante.

Así lo expresó Andrew Chow en su invitación a ver la serie en la revista Time: “Cuando “The Terror: Infamy” debute en AMC este 12 de agosto será una bienvenida rareza, una descripción completa de los campos de encarcelación de los japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial”.

Pues ya comenzamos mal Mr. Chow, porque “TT: I” realmente terminó siendo la saga de Chester Nakayama (Derek Mio) y sus esfuerzos por sacarse de encima el molesto fantasmita de su madre biológica.  Para el tercer capítulo, Chester y su familia se encuentran tras alambre de espino en el (muy) ficticio campo de Colinas de Oro. Dos capítulos más adelante, Chester está en Guadalcanal y desde ese momento la historia de Colinas de Oro y sus prisioneros se convierte en un tópico periférico que no es preponderante ni está tratado de manera coherente.

Tanto Chow, como el escritor de la serie Alexander Woo, se esmeran en recordar ejemplos anteriores, para recalcar que “TT: I” corregirá cualquier falsa información o confusión que los otros filmes hayan dejado. Por supuesto se le da su zarpazo a “A Farewell to Manzanar” a su retrato de los internados como dóciles sumisos y a su inhabilidad de describir el racismo que acompañó a los japoneses desde que llegaron a Estados Unidos a mediados del Siglo XIX.

¿Pero “TT: I” realmente corrige esa omisión? Una queja sobre “Farewell to Manzanar” es que el filme inicia con los Wakatsuki celebrando sus bodas de plata en compañía de amigos caucásicos. En el libro, Jeanne es muy clara al decir que su familia nunca vivió entre japoneses, que su padre tenía amigos italianos y portugueses y que ella solo vino a conocer niños asiáticos cuando se fueron, después de Pearl Harbor, a Terminal Island.

Para despreciar tanto “Farewell”, “TT: I” le pide prestado bastante material. Chester y su familia viven en Terminal Island. Henry Nakayama (Sumi Shigato) es un pescador Issei tal como lo era Ko Wakatsuki. Henry también es arrestado por el FBI y llevado a Fort Lincoln en las Dakotas de donde también regresa cojeando y con los pies congelados. Vuelve amargado de su experiencia y reacciona con violencia en contra de su familia, etc. ¿No que esto se basaba en los recuerdos de George Takei (cuyas apariciones en “TT: I”  son cada vez más escasas) y en los recuerdos del abuelo de Derek Mio y de los parientes de otros miembros del equipo?

Los Nakayama tampoco son muy “típicos”. Le han ocultado a su Chester que es adoptado, que su tía Yuko (Kike Sukesane) en realidad lo tuvo fuera del matrimonio, lo dejó con las monjas, que se suicidó.  Es el espíritu de Yuko el que ahora busca venganza en Chester, su familia, sus vecinos y otros.



Mas importante, al comienzo Chester es un Nisei totalmente americanizado, estudiante de la Universidad de Los Angeles, que sueña con ser un fotógrafo internacional y que tiene varios amigos en la comunidad caucásica. A pesar de que “TT: I” se luce presentándonos individuos despreciable tras otro, cuyo único vínculo en común es ser blancos, hay personajes positivos no-japoneses como el maestro de Chester que lo auxilia aun cuando la ley se lo prohíbe.

El amigo marinero de Chester cambia de actitud después de Pearl Harbor, pero, aunque se muestra frio y distante cuando expulsa a los Nakayama de su hogar, no miente al decir que sus compañeros lo harían de manera más brutal y humillante. En la realidad, las expulsiones fueron conducidas por personal militar armado, y con bayonetas en sus rifles, como recuerda George Takei.

La Orden Ejecutiva 9066 y los Campos de Relocalización
Hay algo de cierto en que el internamiento fue para proteger a los Nikkei de la población Anglo. Hubo realmente una histeria antijaponesa en el país azuzada por gente como Fletcher Bowron, alcalde de Los Ángeles,  y el general Bendetsen encargado de diseñar la Orden Ejecutiva 9066, y de todo el proceso de internación. Gran culpable (¿cuándo no?) fue la prensa estridente y racista. Ni hablar de la campaña de propaganda militar  que asustó hasta el mismo McCarthur con sus imágenes caricaturescas y amenazadoras de los japoneses. Abajo les dejó una ilustración del DR. Seuss que en ese tiempo era parte de esa campaña.

Aun cuando la población Nikkei se encontró tras alambre de espino, seguían las críticas y murmuraciones de parte de la prensa de que en los campos se comía mejor que afuera donde alimentos y otros insumos estaban racionados. Eso llevó a una reducción tanto de comida como de la calidad de esta. Cansada de tanto rumor, la Primera Dama Eleanor Roosevelt, bajó al campo de Gila River en Arizona para probar la comida. Tras un vaso de leche anunció públicamente que estaba agria y que era imbebible.

Por otro lado, fueron las quejas de los vecinos de Manzanar las que ayudaron a conseguir que se destituyese al primer director Roy Nash, acusándolo de sacar a prisioneros a cenar en restaurantes cercanos o a hacer picnics fuera del campo. Incluso hubo ataques contra internados que se encontraban fuera de los campos. En Jerome (Arkansas) a un soldado Nisei en uniforme que había venido a visitar a un pariente se le disparó. Otro incidente acabó con dos prisioneros heridos por un jinete local a pesar de que estaban custodiados y haciendo labores agrícolas relacionadas con el campo.

Una ironía que no aparece en “TT: I” es que en todos los campos existían “pases de salida” fuera para trabajar, o para ir de excursión (eso lo cuenta Jeanne Wakatsuki en “Adiós a Manzanar”). Parece increíble cuando a cuatro internados (en diferentes campos) se les mató porque se creyó que intentaban escapar. Hubo alumnos que pudieron estudiar en escuelas y universidades cercanas, artistas que fueron a actuar enfrente de audiencias caucásicas, maestros que enseñaron en escuelas locales, y deportistas que compitieron en poblaciones adyacentes a los campos.

Uno de los campos mejor llevados, fue el pequeño Amache (Granada) en Colorado, donde los internos podían ir de compras y a tomar sodas en las farmacias del pueblo cercano. Eso a pesar de que la población se molestó cuando se construyó una escuela nueva adentro del campo para alumnos japoneses (y los maestros “blancos” comenzaron a ir a enseñar allá).  La administración de Amache era amistosa, la policía militar era relajada, el resultado fue que ese campo contó con pocos resistentes y con un alto enrolamiento en el Batallón 442.
Alumnas Nisei de la secundaria de Amache

Me temo que debido a que George Takei estuvo internado en el atípico Campo del Lago Tule en la frontera California-Oregón es que Colinas de Oro sea descrita como un espacio peor que los campos normales. Tule Lake se convirtió en un reducto de malcontentos, disidentes y elementos considerados peligrosos. Fue el peor campo, en realidad un sitio de castigo donde había ley marcial y donde la administración estaba en manos de militares.

Ese es otro absurdo de la serie, poner al Mayor Bowen (C. Thomas Howell) como mandamás de Colinas de Oro. ningún director de campos pertenecía las fuerzas armadas. Tanto los campos como los prisioneros estaban bajo la autoridad de una entidad civil, la War Relocation Authority. La WRA estuvo dirigida al comienzo por el educador Milton Eisenhower (hermano del famoso general) quien renunció por estar en contra del internamiento. Luego por Dylon S. Mayer, un profesor de agronomía que trabajaba para el Departamento de Agricultura.

Lo peor de los campos era el hacinamiento, la suciedad, la falta de privacidad, la mala calidad de la comida. Jeanne Wakatsuki Houston ha descrito la traumática experiencia de ir al baño en inodoros inmundos, expuestos, donde no había cabinas ni ningún tipo de división para dar un poco de privacidad al que los usaba. Ella recuerda a una dama de clase alta que se había construido un biombo de cartón y que se lo prestó a Misa, madre de la autora. Ninguno de estos detalles que convertían la vida cotidiana en un horror son descritos en “TT: I”. En cambio, se decantan por esperpénticos errores como obligar a los presos de Fort Lincoln a pescar en el hielo, o la ejecución de Ken (Christopher Naoki Lee). A continuacion fotografías de vviendas en tres campos para notar la diferencia:
Tule Lake, parece una cárcel
Jerome Relocation Camp (Arkansas)

Amache (Colorado)


Incluso, lo único que yo llamaría “atrocidad” y que en realidad es una falla burocrática, fue la prohibición de las autoridades (y esto es algo que se decidió en Washington) de permitir a la Cruz Roja visitar los campos o la de traer insumos médicos a estos. El resultado es que las medicinas eran escasas.

El personal que debía atender los casos médicos debía salir de las filas de los internados y se les pagaba la mínima suma de $19 mensuales. Eso recibía Misa, la madre de Jeanne Wakatsuki Houston, que era enfermera nutricionista. Había voluntarias cuáqueras (como la Lois de “Adiós a Manzanar”) entre las enfermeras que ganaban $150 mensuales.

Eso es otro detalle que no muestra “TT: I”. Cuando el Mayor Bowen solicita que los jóvenes Nisei construyan una cerca (“Ustedes son un pueblo trabajador”) ni él ni los muchachos mencionan pago alguno. Aunque poco, todo trabajo en los campos era remunerado. Incluso algunos internos pusieron sus propios negocios (peluquerías, lavanderías, hasta un cine).


Debido al mal sueldo, muchos médicos japoneses solicitaron y obtuvieron permiso para ir a trabajar a hospitales fuera de los campos, dejando a la población internada a merced de un personal cada vez más reducido e incapaz de enfrentar crisis de salud. El parto de Luz mal atendido por un incompetente facultativo y que deviene en la muerte de sus gemelos es una de las pocas realidades que TT: I” muestra. En Adiós a Manzanar, Jeanne y su familia también agonizan ante el prospecto de que su hermana Eleanor dé a luz en el campo ya que no hay buenos obstetras cerca.



Otro flagelo que enfrentaban los médicos de los campos eran las epidemias. Jeanne W. Houston cuenta como el mal estado de la comida provocaba diarreas constantes, hubo epidemias de disentería. Aunque se intentó vacunar a los internados contra enfermedades como la tifoidea, la viruela y la toz ferina, no se pudieron evitar epidemias de enfermedades contagiosas como tuberculosis e influenza. En zonas pantanosas como Jerome en Arkansas, hubo epidemias de paludismo.

En “TT: I “nos muestran una plaga que parece haber sido causada (como todo) por el espíritu de Yuko. Aunque aparentemente la negativa del Mayor Bowen de enviar a los enfermos a un hospital fuera del campo se debe a un capricho sádico, puede que el director del campo bien esté siendo manejado por el espectro que acaba de poseerlo y no lo ha matado como es su costumbre.

 Finalmente, entre Ken y Amy (Miki Ishikawa) consiguen el traslado de los enfermos, aunque esto le cueste la vida al primero. El tal traslado nunca hubiese podido tener lugar puesto que (precisamente para no esparcir epidemias) estaba terminantemente prohibido sacar enfermos o cadáveres de los campos, se les atendía in situ, se les enterraba in situ. Una lástima que, en su afán de convertir a Bowen y a Yuko en los grandes villanos de la historia, Woo y el resto del equipo, hayan caído en otra melodramática distorsión de la realidad.

Yuko y Amy: ¿Objetos sexuales?
En el artículo de Time, se cita a Reneé Imaja-Peña, catedrática de la UCLA, quien hace befa del cliché del romance birracial (que aparece en “Midway”, “Come, See the Paradise y” Snow Falling on Cedars”) del “salvador blanco” y la “sexualización de la japonesa”. Se olvida la catedrática de la otra cara de la moneda, cuando el romance gira en torno a japones y caucásica que apareció en “El Martillo de Vidrio” y en la elevación de James Shigeta al estatus de sex symbol en los 50.

En “The Terror” también se ha jugado con el romance birracial. Tal como Edward Albert, Ethan Hawke y Dennis Quaid, Chester quiere “rescatar” a Luz (Cristina Rodlo), su novia-amante-esposa chicana, pero tal como le dice su padre solo consigue “acumular desgracias “sobre ella.



En cuanto a la sexualización de la mujer nipona esto es evidente en Yuko, castigada por ejercer su sexualidad en un mundo patriarcal. La primera vez que Yuko se le aparece a su hijo es en un burdel y cuando acaba con Furuya, el esposo que la expulsó del hogar por preñarse de otro, Yuko comienza con una violenta seducción que deviene en un beso vampírico en el que le arranca la lengua a su víctima.

Pero a pesar de las admoniciones de la profesora Imaja-Peña, se vuelve a caer en la sexualización de una mujer japonesa en la subtrama más descabellada de la serie, me refiero al triangulo shakesperiano de Amy-Mayor Bowen-Ken. Amy Yoshida es la vecina y amiga de la infancia de Chester. Es una chica moderna e inteligente, bueno, al menos, nos la venden como tal. Llega a Colinas de Oro con los Nakayama. Ahí conoce a Ken. Pobrecito, pero después de Chester es el personaje más repelente de la serie.

A Ken nos lo presentan como el angelino sofisticado, el que se burla del parroquialismo de los de Terminal Island, el que extraña la Gran Ciudad. Entretanto, la madre de Amy “se la ofrece” al Mayor Bowen, el director del campo, como secretaria (según lo que he leído el personal de oficina en los campos era caucásico precisamente para evitar peligrosas confraternizaciones).

Es una entrevista penosa, La Señora Yoshida (Hira Ambrosino) se empeña en convencer al director que su hija es una patriota.  Amyque no lo es—adopta una actitud displicente, Bowen la escudriña (más tarde descubrimos que siente mucho recelo por los japoneses. Tal tipo de persona no hubiese sido escogida para el puesto). Por supuesto que algunos recappers, que se sienten con la obligación de explicarnos todo, dicen que la mirada del Mayor es una de “depredador sexual”.

Pues la depredación consistirá a lo largo de la serie nada más que en traerle flores a la secretaria. Incluso cuando Bowen tiene la oportunidad de violarla no lo hace, pero Amy actúa como si fuera una damisela victoriana (mitutera) expuesta al acoso de un villano de esos que se atusan el bigote.

Entretanto Amy y Ken se hacen amantes algo sabido por todos (incluyendo el Mayor Bowen). Llega el momento de llenar el famoso Formulario de Lealtad que exigía de los internados un repudio a su lealtad para con el Emperador y una admisión de su deseo de servir en las fuerzas armadas estadounidenses.

Uno se imaginaria que el americanizado Ken no tendría problemas en ir a pelear por su país (él es Nisei ósea es ciudadano americano) y en renunciar a su lealtad al Emperador. Pero no, Ken no quiere “morir”, ni volver a Japón, ni ir preso, las tres opciones que ve en el formulario. De pronto se vuelve totalmente japones, incluso hace un símil y usa un término racista (gaijin) para referirse a los blancos. ¿Ósea Bowen es racista por atribuirles virtudes a los japoneses, en cambio Ken que se burla del físico de los blancos no lo es? A esta serie le gusta la Ley del Embudo.

Ken se convierte en un “No-No Boy” hasta que Amy cambia sus respuestas en el formulario. Enojado, Ken, en vez de rebelarse y unirse a los otros “No-No Boys” que son embarcados para Tule Lake, carga contra Amy. Pero eso no es lo que me molesta de Ken, es que antes y después de su relación con Amy, cada vez que hay un problema corre donde ella para pedirle que interceda ante el Mayor Bowen y siempre es porque “he likes you”. Ósea, Ken se da cuenta que la Amy le gusta al director y quiere que ella se aproveche. Mijo, eso, en mi país, se llama “cafichear”.

Estalla una epidemia de influenza en el campo, justo cuando Yuko anda dando vueltas por ahí. La yurei ha poseído al Mayor Bowen, pero inexplicablemente no lo mata como es su costumbre. Bowen desaparece. Ken acorrala a Amy y le exige que convenza a su jefe de enviar a los enfermos al hospital. La acusa de ser “la mascota de Bowen”. Amy encuentra al director en un estado deplorable. El mismo admite no sentirse bien y Amy teme que se haya contagiado de la gripe.

El problema es que Bowen está completamente paranoico, cree que Yuko es algún truco de magia oriental que los internados han enviado para neutralizarlo. Le dice a Amy “Esto lo provocaron ustedes. Hasta que no sepa qué tipo de hechizo me han echado, nadie sale de aquí”.  Si yo escribiera este guion hubiese tenido varios caminos para seguir, menos el que elige Amy de bajar la cabeza e irse en silencio.

Cuando Ken la acosa le grita que haga algo él. Ken que como todos los japoneses jóvenes de este cuento no tiene ni un dedo de frente, se presenta en la noche en la cabina de Bowen quien cree que lo envió Yuko para vengarse. Apunta a Ken con un revolver.


Se van a las manos, hay una trifulca, ken le rompe una mano, le arrebata el arma y lo amenaza con matarlo si no llama una ambulancia. Bowen se niega y es Amy quien al final usurpa la autoridad de su patrón, pero es descubierta. Bowen la perdona, no impide el traslado de los heridos, pero, aunque su primera intención es mandar a Ken a Tule Lake, luego impulsivamente lo hace matar.

En una entrevista, C. Thomas Howell explicó que este había sido un crimen pasional, que mató a Ken por celos. ¿Es que realmente todo fue tan WTF que muchos hemos quedado con la impresión de que el Mayor todavía estaba bajo la maligna influencia de Yuko.

Amy decide hacer justicia. Nunca sabemos que excusa dio Bowen para matar a Ken. El director le dice a Amy (sin saber que ella lo está grabando) “Corazón, algunos perros deben ser sacrificados”. Amy envía la grabación a Washington donde es interceptada por un amigo de Bowen que lo alerta. El director secuestra a Amy.  No se sabe con qué intención, puesto que ni la mata ni la viola. Se contenta con romperle un dedo y endilgarle un discurso que alterna con confesión romántica (“I really liked you, Amy!), con quejas contra la deslealtad nipona, con autorreproches por no haberse comportado a la altura moral de un oficial.

Entremedio, se corta la luz. Amy (con un dedo roto) se desata, le atiza un silletazo a su captor que convenientemente cae de hocico en una poza de agua y ahí ella lo ahoga. Al día siguiente nadie echa de menos al Mayor, los japoneses dejan el campo, Amy es la primera en cruzar presurosa la puerta de Colinas de Oro. Y Colorín Colorado…

Esta historia es la más irreal de todo el cuento. Ningún campo por pequeño que fuera tenía un solo director (y ciertamente no un militar) a cargo. Bajo los Directores de Proyecto había toda una red burocrática de policías, bomberos, personal de oficina y subdirectores. Debajo de ellos estaba la JACL, el consejo formado por un equipo de delegados japoneses, los más prominentes en el campo que en Manzanar incluían a las monjas tan queridas por Jeanne. Debajo de ellos estaban los líderes de block. Cada block estaba formado por un determinado grupo de familias o individuos y sus cuitas se las pasaban a los blocks managers. Si Amy hubiese querido acercarse con una queja al director hubiese tenido que cruzar muchos canales burocráticos.

Conflictos Entre Internados y la Verdadera Resistencia
Algo que “Farewell to Manzanar” si describe es el conflicto entre los mismos prisioneros, Había rencillas que databan de comunidades como “Little Tokyo” en Los Angeles y que precedían al internamiento.  Hubo pugna generacional entre Isseis y Niseis, y disputas entre los internados y los miembros de la JACL que eran acusados de colaborar con el enemigo. Ko Wakatsuki cayó en el alcoholismo por haber sido considerado un “Inu” (perro), un traidor que había colaborado como interprete con el FBI delatando compañeros durante su estadía en Fort Lincoln.

Los mayores problemas y los estallidos de violencia fueron motivados inicialmente por reyertas entre los mismos internados y siempre teniendo como blancos a alguna autoridad Nisei que era vista como colaboradora. El alzamiento de Manzanar se debió a que un grupo intentó linchar a Fred Tayama, uno de los líderes de la JACL, que tuvo que ser ocultado bajo una cama de hospital.

También es inconcebible que la muerte de Ken no haya sido investigada. Se conoce oficialmente de siete muertos por balas de la policía militar. Dos murieron en el alzamiento de Manzanar. A dos viejitos se les aplicó la ley fuga camino a un campo. Un preso murió tras un altercado verbal con un soldado caucásico en Tule Lake. Otro señor fue asesinado cuando intentaba recoger su periódico y el guardia creyó que intentaba escaparse.
Funeral de los muertos en el alzamiemto de Manzanar

El caso más trágico es el del funcionario consular Kensaburo Oshima. Trasladado desde Hawái a un centro de detención en Oklahoma, perdió la razón y un día enloquecido comenzó a escalar una reja con el resultado de que recibió un balazo mortal. En “TT: I” se ha intentado recrear ese caso con la muerte de el Señor Yoshida (James Saíto), padre de Amy

El espíritu de Yuko invade a Yoshida quien ataca a un guardia le quita el arma e intenta huir. Tratan de detenerlo tanto sus parientes como los policías. Finalmente lo abaten a tiros, pero es una acción comprensible puesto que Yoshida iba armado y amenazaba con disparar. En cambio, cuando Chester intenta huir solo le dan una paliza. Son estas ambigüedades las que desconciertan al espectador y hacen más incomprensible el retrato de la encarcelación de los japoneses.

Todos los casos de guardias que mataron prisioneros fueron sometidos a investigación, a juicio del guardia y aunque a solo uno se le declaró culpable (el castigo fue pagar el costo de la bala usada), los homicidas eran trasladados a otros campos para evitar represalias. Que Bowen siga en su puesto y que nadie comente el asesinato de Ken es inconcebible y no pudo pasar en la realidad.

Mucho se criticó a “Farewell to Manzanar” por mostrar los actos de resistencia en contra de las autoridades (alzamiento de Manzanar, No-No Boys) como acciones aisladas de malcontentos. Aun así “TT: I tampoco hace muy buen trabajo al describir la evasión del servicio militar y el repudio al Formulario de Lealtad. Pero ninguno de esos sucesos es un acto de resistencia muy meritorio.

En cambio, ninguna obra sobre el tema menciona los intentos oficiales de los mismos internados por  demostrar la ilegalidad de la Orden Ejecutiva de Roosevelt y como la última demanda si consiguió que se repeliera esta y se liberara a los encarcelados. Tampoco se habla de las huelgas. Ningún campo se libró de huelgas que consiguieron que rodaran cabezas y que hubiera mejoras.

Por último, es infamante el modo en que han ensuciado la memoria de los veteranos Nisei. Toda la serie ha mostrado que los japoneses americanos estaban muy enojados con los Estados Unidos y se rehusaban a servir en sus fuerzas armadas. Chester se enlista para huir de Yuko, Ken se resiste y nadie sabe por qué se enlistó Walt Yoshida.

Aunque si bien es cierto que hubo una evasión al servicio militar también es un factor probado que el servicio activo de los Nisei en Europa y en el Pacifico fue honroso. MacArthur diría de los Nisei en los servicios de inteligencia (donde sirve Chester) que “acortaron la guerra por dos años”” y sabido es que el batallón 442 fue el más condecorado de la guerra. No tan sabido es que fue el batallón de Artillería 522 (también compuesto por japoneses) el primero en entrar en Dachau.

La misma serie con su incoherencia habitual hace decir al Mayor Bowen que Colinas de Oro tiene la cifra más alta de héroes Nisei. ¿Pero quienes son esos héroes que nunca nos los muestran? Ciertamente no lo es Walt Yoshida (Lee Shorten) que se aparece en el campo a mediados del ‘45 para reclutar soldados para la Campaña del Pacifico.

Era común que los veteranos de Europa hiciesen tours por los campos como parte de una campaña de reclutamiento y para aclarar falsos rumores como que los Nisei eran usados de carne de cañón por sus oficiales blancos. ¿Pero que hace Walt?  Precisamente le cuenta este mito a Toshiro Furuya (Alex Shimizu) para disuadirlo de enlistarse. Walt se revela como un tremendo hipócrita ya que no alerta a otros soldados, solo a su amigo.

Para entenderlo debemos recordar que los escritores Alexander Woo y Max Borenstein son Generación X. Para ellos patriotismo es una blasfemia y es chic insultar a su país y sus instituciones. Solo que eso no ocurría en la Segunda Guerra Mundial. Hubo quienes se negaron a servir y eso incluyó también a caucásicos. Hubo Isseis, Nisseis y Kobeis que quisieron que los repatriaran y se entrenaron clandestinamente para unirse al ejercito japones, pero la gran mayoría sirvió devotamente en el ejército del país que los había encarcelado, se cubrieron de gloria y eso fue motivo de orgullo para ellos y sus familias. Una serie de televisión no puede enlodar su memoria.

Borenstein escribió el guion de la última versión de “Godzilla” y de “Kong Island”. Woo fue guionista de las peores temporadas “True Blood”. Eso se nota en lo mejor de “The Terror”, los efectos especiales. Donde patinan es en el guion. Woo también escribió una serie que se canceló tras dos temporadas, sobre el Proyecto Manhattan que construyó la bomba atómica. Es un poco tragicómico que en la Wikipedia digan que “Manhattan” es una serie “que no pretende ser histórica”. 

Esa advertencia ya debería haber alertado a Sir Ridley Scott de que Woo no es el libretista adecuado para informar sobre una tragedia histórica. Pero como dijeron los recappers italianos Sir Ridley “no se molestó en revisar los guiones de esta serie”.

Al final en su afán de poner como grandes villanos a Estados Unidos, su gobierno y su ejército (todos personificados por el pobrecito Mayor Bowen) Woo y Borenstein cometieron una gran burrada porque ningún personaje japonés es simpático o merece cariño u respeto. Todos terminan reafirmando la paranoia de sus coterráneos gringos de que son desleales, solapados y peligrosos. Y la gran causante de todos los problemas es…Yuko.

Efectivamente, cuando Yuko mata al ex jefe de Henry provoca sospechas sobre este que acaban con él en Fort Lincoln. Yuko causa la muerte de Yoshida y de Furuya e induce el suicidio de un guardia consiguiendo que Bowen requise el sake y encarcele a Walt. Yuko hace que Chester vuelva deshonrado y bajo sospecha al campo. Yuko posee al Mayor Bowen y desencadena tragedias.

Antes de morir, Bowen le confiesa a Amy que estaba a punto de creer que encerrar a los japoneses era una mala idea, pero… ¿quién lo hizo cambiar de Idea? Yuko. La fantasma es mala, mata gente (¡8 japoneses, cinco mexicanos y solo dos blancos!); destruye la felicidad de Luz, la deja huérfana de padre, abuela y párroco; quiere llevar niños al infierno. Realmente nadie le gana en perversidad.

Si querían hacer una serie que honrase el recuerdo de los japoneses injustamente encarcelados, no tenían que haber creado un monstruo nipón. Ciertamente en ese sentido fueron mucho más racistas y desubicados que el despreciado “Farewell to Manzanar”. Como dijo Nancy Matsumoto en The Atlantic eso fue apilar más tragedia sobre los internados.



miércoles, 23 de octubre de 2019

La Tragedia Nisei en Cine y Televisión: lo que sabíamos antes de “The Terror: Infamy”



Este 18 de noviembre debuta en las pantallas españolas la segunda parte de “The Terror”. Ya la hemos visto en USA y en America Latina. Me imagino que la propaganda española se las venderá- igual que aquí-como una manera de hacer a muchos conocer la infame historia del internamiento de japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Se trata de un relato fidedigno, bien contado e informador? Solo podemos constatarlo comparándolo con películas series y miniseries que anteriormente han tocado el tema.

Un par de alertas antes de comenzar. Este texto está lleno de spoilers. Si desean saber de qué se trata sin enterarse en exceso los animo a leer mi reseña en Reinos de Fabula.

Para abreviar voy a referirme a la serie con las siglas “TT: I”.

Un curso rápido sobre nomenclatura: Nikkei (todo japones fuera del territorio del Japón); Issei (nacidos em Japón, pero residentes en USA); Nisei (primera generación de japoneses nacidos en suelo americano); Kibei (Nisei criados en Japón); Sensei (hijos de Nisei). También usaré intermitentemente los términos japoneses -americanos, asiáticos, nipones y orientales. Para quien se haya contagiado de gringuismos y encuentre que “oriental” este término peyorativo los invito a leer este artículo de la Wikipedia sobre el buen uso de ese adjetivo en nuestro idioma.

Un brevísimo resumen de “The Terror: Infamy”. Es 1941 y en la comunidad de pescadores japoneses de Terminal Island (California) el Nisei Chester Nakayama (Derek Mio) sueña con terminar la universidad y convertirse en fotógrafo profesional, pero se le aparecen un par de problemas. Su novia mexicana, Luz Ojeda (Christina Rodlo), está embarazada y ni su familia ni la de Chester aprueban esa relación; Mrs. Furuya la vecina y amiga de la familia se suicida inexplicablemente, y Henry (Shingo Usami), padre de Chester, es acosado por un racista supervisor que también muere en circunstancias extrañas.

Tras el ataque a Pearl Harbor, Henry es arrestado por el FBI y llevado a una prisión en Dakota del Sur. Chester y su familia son encarcelados en el campo de Colinas de Oro, en Oregón. Luz lo sigue hasta allá. Se suceden los hechos sobrenaturales y una estela de muertos. A Chester le cuentan que él es blanco de los ataques de un bakemono o yurei, un espíritu vengativo que lo seguirá a todas partes. Efectivamente, la letal Yuko (Kike Sukesane) lo seguirá hasta Guadalcanal adonde Chester, ahora en los servicios de inteligencia estadounidenses, ha huido.

El gran problema de “The Terror” se encuentra en su libreto. Alexander Woo cometió un error muy común de los libretistas: tratar de abarcar mucho y dar en el gusto a muchos grupos. Al final el cuento de terror patinó, y la adorable, pero letal, fantasmita se convirtió en un a tonta, cobarde y más encima mala gente.

Si se va a hablar sobre un tema con gente que lo desconoce, hay que comenzar exponiéndolo desde un punto objetivo, primero relatando los hechos y luego mostrando ambos extremos y los que quedaron atrapados en el medio. La serie adopta un punto de vista muy siglo XXI, en que el protagonista tanto rechaza la cultura de sus padres, como la de sus opresores.  Las razones que lo llevan a enlistarse son oportunistas, su comportamiento durante su servicio es no solo poco patriótico, demuestra un total desprecio por sus compañeros. ¿Qué tal si, en vez de suicidarse, el prisionero hubiese usado el cuchillo que Chester le pasó para matar a sus captores?


Soldados Valientes y Romances Birraciales
Puedo hablar con propiedad sobre el tema porque a los doce años, en el otro extremo del mundo, yo sabía que los Nisei habían sido valientes recibido muchas condecoraciones a pesar del racismo de los oficiales blancos que los comandaban. Eso gracias a “Go for Broke” (1950) que mostraba como Van Johnson superaba sus prejuicios y aprendía a respetar a los soldados Nisei bajo su mando.

Yo también sabia a esa edad de los campos como Manzanar y del injusto racismo que habían sufrido los japoneses americanos eso gracias a la excelente “Hell to Eternity” (1959) basada en la historia real de Guy Gabaldon (Jeffrey Hunter), un huérfano chicano que fue criado por japoneses en Los Ángeles. El filme describía positivamente a la comunidad nipona y lo fácil que le había sido a Guy adaptarse a ella.
Guy y su mama-san

La llegada de Pearl Harbor cambiaba las cosas. Sus padres adoptivos, los Unes, eran llevados a los “relocation camps” su hermano japonés (interpretado por un jovencísimo George Takei) se cubría de gloria en la campaña italiana.
El verdadero GG y su familia adoptiva en Manzanar


George Takei jovencito

Sirviendo en el Pacifico, y tras la muerte de su amigo (David Jansen), Guy sufre de un breve periodo de odio por los japoneses al que se sobrepone al encontrarse con la población civil. En la Batalla de Saipán, Guy consigue, gracias a su conocimiento del idioma, que más de mil prisioneros japoneses depongan las armas y así salva vidas de ambos bandos. Lo que el filme no nos cuenta es que, aunque Guy recibió varias condecoraciones, se le negó la Medalla de Honor por ser de origen mexicano.

A pesar de mi apreciación por la ordalía sufrida por los japoneses en la Unión Americana yo tenía claro que el Japón había sido un letal y peligroso enemigo de los Aliados y que su tratamiento de los prisioneros había sido particularmente cruel.  Me lo demostraban dejándome viuda de Bill Holden en “El puente sobre el Rio Kwai” y crucificando a Sir Peter Finch en “A Town like Alice”.




Las excelentes memorias de su cautiverio narradas por la escritora Agnes Newton Keith en Three Came Home me convencían de que las atrocidades se habían  extendido hacia las mujeres y los niños prisioneros y en “La Estirpe de; Dragon” descubrí que la mayor crueldad estaba reservada por los japoneses para su tratamiento de la población china .En “Mas allá del Sol Naciente” descubrí que aun un japones “americanizado” como el protagonista, al integrarse a la cultura totalitaria y nacionalista del Japón,  podía convertirse en un monstruo despiadado. Nada de eso es mostrado en “The Terror: Infamy”.

Para el final de la guerra, ya había muchos americanos que consideraban que se había cometido una vergonzosa injusticia en contra de los Nisei incluso de los Issei pero pasarían un par de décadas antes que el groso publico tomase conciencia de esto. El tema de los japoneses internados o del racismo que experimentaron comenzó incluso durante la guerra.

El gobierno envió a Ansel Addams y a Dorothea Lange a fotografiar a los prisioneros y estas fotografías se volvieron un arma de denuncia. Los internados no tenían acceso a maquinas fotográficas ni permiso para usar cámaras u otro instrumento de filmación. Aun así, se hizo el primer documental sobre los campos de manera clandestina. “Topaz” se acabó de filmar en 1945 aunque tomaría años antes de ofrecerse al público.

Entretanto el tema del racismo era parte de la cultura cinemática y no solo en filmes que exaltaban el sacrificio de las tropas Nisei. Recientemente vi un drama romántico llamado “Daisy Kenyon”. Interpretada por Joan Crawford, Daisy es una mujer independiente del Manhattan de los 40. Lleva años en una relación clandestina con Dan O ‘Mara (Dana Andrews), un abogado casado.

Cuando Daisy decide acabar la relación, Dan, para mostrar sus propósitos de enmienda, acepta pro-bono un caso perdido: defender a un veterano Nisei al que se le arrebataron las tierras mientras servía a su país. El caso debe ser juzgado en un estado sureño (No recuerdo si Missouri o Mississippi). No solo pierde el caso, además Dan recibe una golpiza por parte de los racistas lugareños.

Otro ejemplo del racismo en contra de los japoneses apareció en el excelente Western-Noir de John Sturges “Bad Day at Black Rock”. McCready (Spencer Tracy quien ganó un Oscar y el premio de Cannes por este filme) un manco veterano de guerra,  llega al pueblo perdido de Black Rock, en el Suroeste.

Pronto descubre que en ese pueblo no gustan de los extraños. Peor se ponen las cosas cuando comienza a indagar sobre Komoko, un granjero issei de la región. Todos le inventan que Kokomo fue enviado a un campo, pero McCready descubre que la granja del japones fue quemada. Ahí la actitud de los lugareños cambia, ya no quieren que se vaya, ahora lo quieren muerto.

Al final se descubre que los hombres del pueblo, por odio racista y para quedarse con las tierras, quemaron la granja y a su dueño. Mcready revela que Joe Komoko, hijo del granjero, fue su subalterno y murió para salvarle la vida. Mcready ha hecho este viaje para traerle la medalla de Joe a su padre.

Para los 50, el anticomunismo había puesto a China en la lista negra. Japón era el gran aliado de Estados Unidos en la zona. Los soldados de La Guerra de Corea gozaban sus permisos en Tokio, una ciudad cada vez más cosmopolita. Pronto, e incluso antes que la industria automotriz nipona invadiese el mercado estadounidense, los soldados americanos volvían a su país elogiando la cultura de su enemigo de ayer, su comida, y, sobre todo, la belleza de sus mujeres.

El cine hollywoodense saludó esta nueva cordialidad con una ristra de filmes famosos como “Sayonara”, “La casa de té de la luna de agosto” y “El Bárbaro y la Geisha”. Pronto comenzaron a ser conocidas actrices de origen japones como Nobu McCarthy, quien había vuelto al Japón durante la guerra y emigró a USA como esposa de un sargento estadounidense; la francesa Yoko Tani; la japonesa Myoshi Umeki, primera actriz asiática en ganar un Oscar; y actrices estadounidenses de origen japones como Miko Tana y Pat Suzuki.
Miyoshi Umeki y su Oscar

Incluso el japones hawaiano James Shigeta se convirtió en el primer galán asiático desde Sessue Hayakawa que lo fue en el cine silente. A diferencia de actores como Miko Tana, Pat Suzuki, Pat Morita y George Takei, el sensei Shigeta nunca sufrió internamiento. A pesar de que Hawái es el único territorio estadounidense donde la población Nikkei ayudó al enemigo (el incidente Niihau) ningún japones fue internado.

Una particularidad de la carrera de Shigeta es que se lo emparejaba con bellezas caucásicas como Carol Baker con quien protagonizó “Un puente hacia el sol”, la historia real de una jovencita de Tennessee que se casa con un diplomático japones y opta viajar con él al Japón al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Aunque la carrera de James Shigeta fue breve, ayudó a crear un curioso cliché en la descripción de la ordalía de los japoneses-americanos, el romance interracial que hoy se perpetua en la sosa relación entre Derek, el protagonista de “The Terror” y la mexicana Luz. Precisamente sería un romance de ese tipo el que traería el tema de los japoneses americanos y la Segunda Guerra Mundial a la televisión.

En 1971, la popularísima estrella de cine y televisión Patty Duke estelariza “El martillo de vidrio” (también conocida como If Tomorrow Comes). Duke interpreta a Eileen, una colegiala de un pueblo costeño californiano en 1941. Eileen comete la audacia de enamorarse de David Tayaneka (Frank Liu) un Nisei y de fugarse con él en vísperas del ataque a Pearl Harbor.

Como el horno no está para bollos, la pareja decide ocultar su boda. David y su familia son objeto de ataques racistas y él acaba matando a su cuñado. En su desesperación, Eileen concibe un plan. Amparada por el curita que la casó, huye dejando una carta a sus padres contándoles la verdad, pero jurando que va a suicidarse ya que sabe que nunca aceptarán su matrimonio.

Por supuesto (obviamente esto es Romeo y Julieta) nadie le cuenta la verdad a David quien creyendoe viudo se suicida. El filme acaba con Eileen y su suegra amortajando a David. Hoy le llueven críticas al filme desde que era cursi hasta que era inverosímil. Básteme decir que yo lloré a moco tendido cuando la vi el ‘72.

De Pearl Buck a Manzanar
En 1974, nos mudamos a Nueva York. En septiembre de ese año ingresé a la Escuela de las Naciones Unidas, en mi primer día de clases hace amistad con una chica japonesa, llamada Minako, que resultó vivir cerca de mi casa. Luego llego otra japonesa, Rika, a mi clase de ESL. Gracias a ellas aprendí a apreciar y conocer la cultura japonesa y a entender algunas idiosincrasias, como por ejemplo cierta desconfianza por los Nikkei a los que consideraban muy americanizados e irrespetuosos con sus tradiciones.

Aun así, fue gracias a mis amigas japonesas que yo leí dos libros que me abrieron los ojos al racismo que enfrentaron los japoneses-americanos por parte de sus conciudadanos. Uno es una novela de Pearl S.  Buck The Hidden Flower que trata la historia de Josiu, una joven japonesa que se enamora de un soldado estadounidense. El padre de Josiu, quien hubo de abandonar su práctica médica en USA al estallar la guerra, le advierte a su hija del racismo que encontrará en su nuevo país.



Aun así, Josiu y Allen se casan y parten para los Estados Unidos. Allen viene de Virginia, un estado que no reconoce los matrimonios interraciales. En vez de trasladarse a otro lugar más liberal, Allen insiste en quedarse en Virginia y renunciar a su esposa. Josiu, embarazada, deberá buscar otro espacio donde ella y su hijo puedan vivir sin trabas.

El otro libro es el hoy famoso Farewell to Manzanar, las memorias de Jeanne Wakatsuki Houston basadas en lo vivido por ella y su familia en el mayor campo de internamiento de japoneses-americanos. En 1976, la NBC sacó al aire una versión fílmica de este libro. En retrospectiva hay dos cosas que me impresionan del caso. La primera, la cantidad de críticas negativas que cayeron sobre filme, libro y autora. La segunda, lo mucho que “The Terror: Infamy” ha plagiado de este relato. 



Debido a su importancia voy a dejar “Adiós a Manzanar” para ser comentada en otra entrada.
Uno esperaría que en los 70 cuando las minorías étnicas tomaron por asalto el cine y la televisión, más material sobre el tema hubiese seguido a “Adiós a Manzanar”. Pero aparte de un par de documentales olvidados, los japoneses americanos solo reaparecerían envueltos en el cliché del romance birracial.

El mismo año de “Adiós a Manzanar” estrenaba en el cine “Midway”. En medio de escenas de batallas, se insertaba una subtrama sentimental. Charlton Heston interpretaba al Capitán Garth que antes de entrar en combate tiene que solucionar un problema familiar cuando su hijo Thomas (Edward Albert) le anuncia que va a casarse con una japonesa-hawaiana. 

Un error del filme fue mostrar a Haruko (Christine Kokobo) y a su familia en prisión. En Hawái, a pesar de que se impusieron ley marcial y toque de queda, no se encarceló a los japoneses puesto que estos constituían la fuerza laboral de las islas. Sin ellos Hawái se hubiera paralizado.

El próximo romance birracial seria en la miniserie “Pearl” (1978). Ahí la actriz vietnamita Tiana Alexandra encarna Holly Nagata una joven periodista Nisei en Hawái. Holly inicia un romance controversial con Doug North (Greg Henry).

Además de ser teniente de la Marina estadounidense, Doug es hijo de un comandante que no aprueba para nada el romance, pero los mayores opositores son los padres de Holly. Como en “Midway” la solución del problema es la muerte del chico en batalla.

Pat Morita y El Karate Kid
Sin embargo, a fines de los 70 y comienzos de los 80, los Nikkei tendrían su puesto en la televisión y gracias a un actor llamado Noriyuki Morita al que mi generación conoció como “Pat” Morita. Su historia personal es casi tan fascinante como su carrera.

Nacido en California y de padres NIseis, Morita contrajo tuberculosis a los dos años, se pasó la mayor parte de su infancia en hospitales y se creyó que nunca podría caminar. La gran ironía es que, tras una operación que le permitió caminar, fue enviado junto a sus padres a un campo de internamiento en Arizona. Al acabar la guerra, La Familia Morita puso un restaurante y ahí Pat comenzó su carrera como comediante.

En los 50 y 60 apareció en roles menores en cine y televisión hasta que en 1973 consiguió un papel permanente en “M.A.S. H” donde por dos temporadas interpretó a un oficial coreano. También tuvo un rol recurrente en “Sanford and Son”, pero donde se haría reconocible para nuestra generación de adolescentes Baby Boomers sería como Matsuo Takahishi, alias Arnold, el dueño de la cafetería donde se la pasan Richie (Ron Howard) el protagonista de “Happy Days” y sus amigos.

En 1976, Pat Morita tuvo un año ajetreado. Participó en el cine en “Midway”, en la televisión en “Adiós a Manzanar” y apareció como personaje invitado en “Welcome Back Kotter” como un banquero japonés que le ofrece un gran empleo al protagonista. A pesar de que Gabriel Kotter prefiere seguir siendo maestro y rechaza la oferta, el Señor Takahashi permaneció en la televisión.

Ese otoño estrenaba en la NBC “Mr. T. and Tina”, la primera serie de televisión con un actor japones de protagonista. Mr. Takahashi acaba de trasladarse desde Tokio con su familia a Nueva York y ha contratado como ama de llaves a una alocada caucásica llamada Tina (Susan Blanchard). Esta comedia, que apoyaba su humor en el choque entre dos culturas, tuvo tristes críticos y salió del aire después de cinco episodios.

Par ser francos las series con protagonistas asiáticos (con la excepción de “Kung Fu” y a Caine lo interpretaba un caucásico) nunca han tenido éxito. Pat Morita, en los 80, tendría el consuelo de estelarizar la más longeva de esas series, “Ohará”, donde por dos temporadas interpretó a un detective japones. Eso sería en 1987.

Entretanto, Morita había regresado a “Happy Days” donde permaneció hasta el final de la serie en 1983. Ese mismo año, Pat Morita entraba a la imaginación popular estadounidense (y universal) con su rol más icónico que curiosamente es la encapsulación del drama Nisei.

En 1983, Ralph Macchio encarna a Daniel en la primera parte de la saga del “Karate Kid”. Daniel es un chico de la Costa Este trasplantado a Los Angeles donde es objeto de bullying por parte de Johnny, un experto karateca. En una ocasión en que Johnny y sus amigos están golpeando a Daniel este es rescatado por el señor Miyagi, el super de su edificio, que resulta ser un capo de karate.

Aun así, el Señor Miyagi se rehúsa a convertirse en el sensai (maestro) de Daniel. Intenta primero encontrar un medio pacifico para acabar con el bullying. Cuando este paso fracasa, acepta adiestrar a Daniel en su arte, pero más como un medio para aprender autocontrol antes que una forma de defensa personal.

A través de la larga relación entre el discípulo y su maestro llegamos a conocer a Mr. Miyagi, sus razones para emigrar desde su nativa Okinawa a California y como la Segunda Guerra Mundial los empujan a él y a su mujer a uno de esos nefastos campos. Como muchos de su generación, Miyagi abandona el campo para unirse al legendario Regimiento de Infantería 442 pero debe dejar atrás a su esposa embarazada.

Cuando vuelve cubierto de condecoraciones descubre que ha quedado huérfano de esposa e hijo, ambos muertos gracias a los malos servicios médicos de los campos. Es extraordinario como en un solo personaje se puede encerrar toda la tragedia de una minoría abusada.

Aun en este siglo se sabe que “The Karate Kid” fue el inicio de una franquicia fenómeno que incitó a la creación de secuelas, de una serie de televisión, hasta de otra versión en el 2010. Pat Morita quien hasta su muerte apareció en las secuelas se volvió una estrella y hasta fue nominado para un Oscar. Se puede decir entonces que el personaje de Miyagi se convertía en parte de la imaginación colectiva juvenil de fines del siglo XX y con él iba una lección de historia rápidamente asimilada por los fans del “Karate Kid.

Es mi opinión de que el personaje de Mr. Miyagi es una de las mejores herramientas de la cultura popular para enseñar la triste historia de los Nisei y para erradicar estereotipos raciales. Ciertamente ha sido un mejor trabajo que lo mal hecho en “The Terror: Infamy”.  Una lástima que tanto Millenials como Generación Z crean que el Karate Kid era un nene afroamericano que se vuelve un experto en Kung Fu gracias a su maestro chino interpretado por Jackie Chan.

En los años en que Pat Morita fue parte del “Karate Kid (1984-1994) él fue la antorcha de la memoria de lo ocurrido con su gente.  Recordemos que la última película de la franquicia lo tiene asistiendo a una reunión del 442 y encontrando a su nueva discípula, la nieta (Hilary Swank) de su excomandante. Tan fuerte era la vinculación de Miyagi-Morita con ese legendario regimiento que los veteranos lo convirtieron en miembro honorario.

Salvadores Blancos
A fines del Siglo XX, y gracias al Karate Kid y su Sensei, los Baby Boomers y nuestros descendientes la Generación X, sabíamos que un manchón en el honor de los Estados Unidos fue su tratamiento de los japoneses-americanos. El cine se hacía eco de esta campaña. Primero fue “Come See the Paradise” que ya he comentado en otro post. Tamlyn Tomita (cuyos padres habían sido encarcelados en Manzanar) hacía el papel de una Nisei casada con un soldado Anglo que es llevada a Manzanar junto con su hijita. Como el filme se enfocaba en Dennis Quaid que era su marido, la experiencia de Lily-Yuriko (Tomita) no tenía toda la relevancia que merecía.

Diferente fue el caso de la poco valorada “La nieve cae sobre los cedros” basada en el bestseller de David Guterson. Filmada cinco años después de la publicación de la novela, el filme es bastante apegado al original con solo mínimos cambios (la acción tiene lugar en 1950 en vez del ’54; Kabuo Miyamoto se convierte en Kazuo en el filme).

El filme conserva la estructura de flashbacks de la novela y le añade el magnífico espectáculo de la Costa Oeste del Canadá y el estado de Washington para recrear la ficticia isla de San Piedro (en las costas de Washington) donde está situada la acción. La belleza del paisaje marino y las zonas boscosas ameritaron una nominación al Oscar por mejor cinematografía.

La historia comienza en el presente (1950) cuando la tranquila comunidad de San Piedro se ve perturbada por el asesinato de Carl Heine, uno de sus habitantes. Kazuo Miyamoto (Rick Yune) un pescador de la isla y veterano condecorado (del 442, por supuesto) es acusado del crimen. El motivo es una riña de negocios que Miyamoto ha tenido con los Heine.

Cubriendo la noticia del juicio se encuentra Ishmael Chambers (Ethan Hawke), dueño del único periódico de la isla. Chambers es también un veterano que perdió un brazo en la Batalla de Tarawa. Está lleno de odio en contra de los japoneses que lo dejaron lisiado y le rompieron el corazón.

A través de flashback retrocedemos hasta los años 30. Ishmael (ahora interpretado por Reeve Carney, el Dorian Gray de “Penny Dreaful”) era amigo y compañero de escuela de Kazuo y de Hatsue Imada (Ann Suzuki más tarde interpretada por Yuki Kudoh). Las familias japonesas no tienen permiso para comprar sus propias tierras así que se ganan la vida recolectando fruta ajena. Sin embargo, Carl Heine ofrece venderle su frutillar al padre de Kazuo. Los Miyamoto comienzan a pagárselo en cuotas.

Entretanto Ishmael se ha enamorado de Hatsue que eventualmente se convierte en su amante. Ambos planean casarse, pero la guerra interrumpe sus planes. Ishamel se enrola en los Marines, Los Miyamoto y los Imada son enviados a Manzanar. Heine vende el frutillar a Olaf Gustaffson sin importarle su trato con la familia de Kazuo.En Manzanar, Hatsue decide casarse con Kazuo antes de él partir al frente.

Acabada la guerra todos vuelven a encontrarse en San Piedro, pero las heridas no han cicatrizado y no hay perdón posible. Gustafson agoniza y le hace saber a Kazuo que le venderá el frutillar, pero antes que Miyamoto llegue, Heine ha vuelto a comprar la propiedad. Ese es el motivo por el cual se acusa a Kazuo de su asesinato. Ishmael tiene pruebas de la inocencia de su rival, pero no sabe si callar y recuperar a Hatsue, vengarse por todo el dolor sufrido, o actuar como se lo inculcó su padre, un periodista modelo que creía en la rectitud de su profesión.

“Snow Falling on the Cedars” más que una historia de amor es un documento sobre el racismo norteamericano. Los extras del filme incluyeron a muchos japoneses-canadienses que también fueron internados. Aparte del infamante internamiento de los Nisei, hay otras manifestaciones del sentimiento antijaponés en suelo norteamericano.

Descubrimos que los japoneses no podían poseer tierras antes de la guerra, y que años de acabado el conflicto todavía existía un odio-anti nipón que se evidencia en la facilidad con la que la ley y población de San Piedro acusan, juzgan y condenan a Kazuo antes que lo haga un jurado.  Aun así, libro y filme demuestran que hubo y hay voces blancas que se alzan en contra de esa injusticia.

Arthur Chambers (Sam Shepperd), padre de Ishmael, durante la guerra escribió editoriales condenando el internamiento de los Nisei aun cuando los japoneses dejaron manco a su hijo. Este personaje está basado en Walt Woodward, un editor de un periódico de la Isla Bainbridge (en la que está inspirada San Piedro). Max von Sydow también destaca como el abogado imparcial y compasivo de Kazuo y por supuesto el gran redentor de este cuento es Ishmael lo que ha ameritado que este soberbio filme caiga en el listado de películas con “un salvador blanco”. Por eso “Snow Falling on the Cedars” ha pasado al olvido.

En este siglo, la misma exigencia de corrección política ha conseguido que el tema Nikkei y su maltrato por parte de Estados Unidos solo aparezca en filmes de bajo perfil como “Only the Brave” un romance de ex veteranos del 442 que contaría con una de las últimas apariciones de Pat Morita, y algunos fácilmente olvidables homenajes al amor de los Nisei internados por el baseball. Esto también se incluye en “TT: I”. Unos niñitos jugadores de baseball descubren el cadáver de Furuya y en el Limbo, Chester y su gemelo Jiru también le dan al bate.

Los muchos documentales sobre el tema son difíciles o imposibles de encontrar y uno de los últimos filmes “Little Boy”, producida por Eduardo Verastegui, solo es conocido por el público católico. Ya el hecho de ser “un filme cristiano” le impone un estigma que alerta al público “progre” de no verla.

Debido a esa situación se esperaba más de “The Terror” que un argumento dislocado y descabellado donde no se sabe que es más malo: estar en un campo como Colinas de Oro o a merced de un bakemoto vengativo.  “TT: I” es una víctima además de la ola de malos libretos que aflige al cine y televisión y del revisionismo histórico que quería desvincularla de los errores que se percibieron en otras obras que anteriormente trataron el tema.

Se vendió la serie como eso, un cuento de terror dentro de un marco histórico. Para quienes no estaban interesados con la historia, George Takei (que apenas aparece en “TT: I) ofreció paralelos con las crisis de inmigrantes que aquejan a todo el mundo, y con los niños latinos encerrados en campos de la frontera. Pero lo que muchos no sabemos (y ningún dramatizado ha tocado) es que la saga de los japoneses-americanos también abarcó nuestro mundo latino.

Los Nikkei Latinos
Seguramente ustedes no sabían que muchos países de la costa del Pacifico tanto de Centro como Sudamérica deportaron a los campos en suelo estadounidense a sus ciudadanos de origen japones. Solo Chile, y a pesar de las presiones de Estados Unidos, se negó a deportar o a internar a los mil japoneses que vivían en nuestro territorio. México, y a pesar de que había células de espionaje japones en su territorio, tampoco deportó ni internó a sus más de 5,000 japoneses, se limitó a exigir que los japoneses-mexicanos en zonas costeras se trasladasen al interior del país.

Brasil, el país latinoamericano más involucrado en la Segunda Guerra Mundial y el único en enviar tropas a Europa, nunca internó ni deportó a su población de 250.000 nipo-brasileiros. El presidente Getulio Vargas se contentó con imponerles una casi brutal campaña de asimilación (parecida la que impuso sobre la comunidad judía).

El peor caso fue el de Perú. Desde 1939, que la población de origen nipón, que contaba más de veinte mil japoneses fue acosada y abusada por las autoridades, muchos japoneses fueron golpeados por la policía y las escuelas japonesas fueron cerradas. Finalmente, en 1942, a cambio de armamento, el presidente Manuel Prado aceptó enviar a USA a 1,800 de sus 26.000 ciudadanos de origen japones, muchos nacidos en Perú.
Tienda japonesa de El Callao, 1931

Primero fue un grupo de 140 varones que fueron llevados a la Zona del Canal donde se les unió un contingente de 250 japoneses panameños. Todos creían que se les repatriaba al Japón. En realidad, fueron secuestrados y llevado a campos en Texas. Cuando sus esposas e hijos supieron dónde estaban pidieron ir a reunirse con ellos. ¡El gobierno estadounidense entonces los envió al Crystal City   un campo en Texas que no vino a liberar a sus internados sino hasta 1948!
Equipo de baseball del campo de Crystal City. Excepto uno, todos son peruanos

Lo más horrible de este encierro es que muchos de los internados no solo no hablaban japones, tampoco eran angloparlante por lo que su angustia e incertidumbre eran mayores que las de otros Nisei. Acabada la guerra, solo 80 peruanos aceptaron volver al Sudamérica.
Japoneses procedentes de America Latina llegan a Crystal City

Otros prefirieron irse a Japón y 400 permanecieron en suelo estadounidense donde fueron catalogados como “ilegales”. En las últimas décadas, el gobierno estadounidense ha hecho reparaciones económicas a los internados en su suelo, pero se niega a reconocer los reclamos de los japoneses latinoamericanos que en su día fueron raptados de sus países.

En mi próximo blog haré una comparación entre “Farewell to Manzanar” y “The Terror” para ver como lo criticado en la primera es replicado en la segunda y como en un intento de retratar la tragedia Nisei, Alexander Woo cayó en falsedades y racismo en reversa.
NOTA: Aunque he consultado muchos artículos y enciclopedias, he sacado y cotejado la mayor parte de mis datos de la Enciclopedia Densho, una completísima fuente en línea sobre toda la experiencia de los japoneses americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Debido a que es hecha, mantenida y subvencionada por japoneses-americanos, lo considero un proyecto veraz, objetivo y mas confiable que otras fuentes.