lunes, 28 de diciembre de 2020

Los Diarios de la Princesa: The Crown 4x3




Cuando le preguntaron a Emma Corrin por que la boda no había sido parte de la Cuarta Temporada, ella respondió que Morgan solo filmaba “lo que avanzaba la trama” (¿?) Yo sospecho que siendo que la mayoría de los Crownies hemos visto alguna vez filmes del evento, prefirió Don Peter saltárselo ya que no podía alterarlo a su conveniencia como lo hace con otros episodios de estos “Princess Diaries”. Vamos a ver que ha hecho en esta tercera entrega.

Hay mucho de verdad aquí: el horrible “lo que pasa por amor” de Carlitos (¿en qué cabeza cabe decir tal burrada?), el más horrible almuerzo con Camilla, Carlos sin llamar por semanas (aunque en la vida real si intercambiaron cartas); la soledad de la futura princesa, la bulimia, y el brazalete de Fred y Gladis. Es el marco o contexto donde a ratos se siente todo tan falso.

Por Qué Lady Di no es Mia Thermopolis

Una escena ridícula fue esa entrada al salón del palacio, interrumpiendo una anécdota de la Princesa Margarita, no solo no haciéndole una reverencia, sino incluso retirándole el saludo. Morgan que probablemente come con las patasquiere convencer a una audiencia que percibe tan sin modales como él, que estas obligaciones de hacer reverencias y saber a quién hacerlas son las que desequilibran a Diana empujándola de cabeza adentro del inodoro.



Lo cierto es que después de casada, Diana se convirtió en la reina de las reverencias, haciéndoselas incluso a reyes destronados como Constantino de Grecia, pero ese primer gafe es tan WTF. Como una chica tan educada haría lo que sería descortesía incluso entre plebeyos. Yo hubiera hecho eso de entrar de manera tan imprudente y mi madre me hubiese dado con un florero en la cabeza y mi padre me hubiera gruñido “sale y vuelve a entrar como una dama”.

Entendamos algo, Lady Di no era Anne Hathaway en “The Princess Diaries”. Era la hija de un conde, sino aprendió reglas de precedencia y a quien hacer reverencias en su casa, lo aprendería en el internado suizo. Si realmente creía que iba casarse con un hombre importante (un embajador como decía su padre) tendría que haber conocido todas las normas de protocolo y precedencia ya que como anfitriona tendría que disponer quien se sentaba con quien en su mesa. Además, llevaba años yendo de visita a casas de la realeza. ¿O me van a decir que en Balmoral no hizo genuflexiones?

La misma Princesa contó que la bulimia comenzó cuando Carlos (que es genial para meter la pata) le dijo que estaba “gordita”. Algo que empujaría a cualquier jovencita a la bulimia, a la anorexia, a agotarse con saunas y bicicleta estática. Pero según testigos, Diana ya había manifestado señales de sufrir trastornos alimenticios antes de conocer a Carlos.



Yo pienso en la Reina Máxima de Holanda y la Gran Duquesa Maria Teresa de Luxemburgo que tuvieron que aprender más reglas y se encontraron más desorientadas que Diana ante todo el protocolo, y ahí están felices con sus maridos después de décadas de matrimonio. Si Lady Fermoy, que no estaba casada con un príncipe, se aprendió todas esas pautas de etiqueta, ¿por qué pensar que su nieta perdió salud mental y física ante esas lecciones? A ratos, pareciera que, en su esfuerzo por victimizar a Diana, Peter Morgan la convirtiera en limitadita de sesera y muy perezosa.

Pero en la vida real, Diana jamás se quejó de estas “lecciones” ni las mencionó. Biógrafas como Penny Junor cree que nunca tuvieron lugar y que la única guía que Diana tuvo antes de su boda fue de parte de Michael Collbone, uno de los asistentes del Príncipe de Gales.



Vamos a tener que apuntar con el dedo a Collborne por ser el idiota que dejó que Diana abriera el paquetito donde estaba el brazalete de despedida de “Gladis”. Ohhh ¿y Michael sería quien informó a la Princesa de que la joya (no un dibujo como muestra la serie) era para Camilla?  ¿Porque si no como Diana supo que G y F eran su novio y la amante? Hay discrepancia entre biógrafos que dicen que el almuerzo en Menage a Trois ocurrió después de la boda.

Lo del almuerzo con Camilla fue pesadísimo. Tan Liaisons Dangereuses. Algo que la Parker-Bowles dejó en claro es que Lady Di sabia 0 sobre el hombre del que creía estar enamorada, Sin embargo, hay algo que no explica la serie.



Después de la boda de Camilla, ella y Carlos volvieron a ser abiertamente amigos, de hecho, fueron compadres. Volvieron a verse en público. Los Parker Bowles fueron readmitidos en el palacio e incluidos en sus fiestas. Se convirtieron en parte importante del circulo social de Carlos.

Desde el comienzo del romance, Diana había conocido a ese círculo y obviamente sabia lo importante que eran los Parker Bowles para el Príncipe de Gales. No sé si había rumores de infidelidad. Era dominio público que Andrew le era infiel Camilla, pero Carlos tenía tantas mujeres que puede haberse aceptado la versión de que el Príncipe y Mrs. Parker Bolwes eran solo buenos amigos.



Por eso es por lo que sonó tan extraño eso de “Tu ex” que le suelta Diana a su prometido en el aeropuerto. Primero que Camilla nunca fue “una enamorada oficial” de Carlos como lo fueron Lady Jane Wellesley, Davina y hasta Anna Wallace. Segundo que es algo que pasó hace diez años. Muy torpe seria Diana en recordarle a Carlos un romance con una mujer que ahora pasa por digna esposa y madre.

Diana, la Huerfanita

La obsesión de Morgan por representar a Diana como aislada, ignorada y solitaria en Clarence House es tan repelentemente falsa como esa obsesión de Pablo Larraín de mostrar a “Jackie” deambulando por una Casa Blanca vacía, cuando antes del funeral de JFK no cabía un alfiler en esa mansión.

Diana en sus casetes dice que no daba más con el acoso de la prensa tras el anuncio de su compromiso y que nadie la ayudó con eso en su futura familia política. ¡Qué raro! Porque el traslado a Clarence House fue precisamente para proteger su privacidad.



Diana no era una prisionera, podía salir cuando quisiera. ¿Sino como se explica que fuese a comer con Camilla? Ella misma ha contado que iba a visitar a sus hermanas. Además de Lady Fermoy, en el palacio tenía otra conocida, Lady Susan Hussey, dama de honor de la Reina y hoy madrina del Duque de Cambridge. Michael Colborne colocó en su oficina un escritorio para que Diana revisase su correspondencia y para responder cualquier pregunta que la novia de Carlos tuviese. Ella, en cambio, se dedicó a hurguetear en los paquetes que sabía no eran para ella.

En la serie Diana desesperadamente intenta comunicarse con la Reina. Si bien es cierto que Su Majestad no tenía tiempo para su futura nuera, había otros miembros de la familia cerca de Diana. Sus amigos de la infancia, Andrés y Eduardo la visitaban a menudo. Fue en ese entonces que Diana entabló amistad con los hijos de Margarita. Por otro lado, se hizo amiga de la hija del encargado de los caballos de polo, una tal Sarah Ferguson. Por último, un mes antes de la boda, Diana acompañó a la Familia Real a Ascot. Ahí pudo haberse sincerado con la Reina tal como lo haría durante la crisis de su matrimonio.

Otra cosa que ha sorprendido es la ausencia de la familia de Diana. No han aparecido ni el Conde Spencer, ni su hijo, ni su segunda esposa. Cuando Diana escogió su anillo de compromiso dijo que se parecía al de su madre. Dio la impresión de que Frances Shand estaba muerta.

De las hermanas, solo ha aparecido Sarah y causó muy mala impresión. Lo cierto es que las hermanas de Diana tuvieron un rol importante en su vida antes y después del compromiso. Fueron ellas quienes la ayudaron a vestirse el día de la boda, y si le creemos a Peter Fearon, las que impidieron que Diana (como Charlene de Mónaco) huyese del palacio dejando no una zapatilla de cristal tras de ella sino una estela de dudas y escándalos.



Según La Princesa de Gales, lo que la hizo plantearse la posibilidad de no casarse fue el brazalete de Camilla. Nao fue el almuerzo con su rival, sino ver la joya lo que la descontroló. Michael Colborne contaría que, estando Diana, como siempre, en su oficina llegaron varios paquetes que Charles había adquirido para regalar a antiguas amigas en agradecimiento por sus consejos matrimoniales. Colborne se ausentó un momento, y al regresar vio a Diana salir enfurecida de la oficina y comprendió que había encontrado el regalo para Camilla.

La versión de Diana es diferente y muy vaga como casi todo lo que cuenta en sus grabaciones. Dice que “alguien de la oficina de Carlos” le contó que el Príncipe había comprado un regalo para Mrs. Parker Bowles.  Eso significa que ya tenía dudas y que las estaba comentando con la gente del Palacio.

Que fue a la oficina “de este hombre”. Alto, esa era su oficina también ¿y tan poco importante era Colborne que no recordó su nombre? Según ella, Colborne le suplicó que no abriera el paquete, pero que ella lo hizo (¿abriría los otros?) Acto seguido acribilló a Colborne con preguntas que él se rehusó a responder.

Desde ese momento Diana se convirtió en un mar de lágrimas. Se la vio llorando en Ascot y en su penúltima noche de soltera tuvo que abandonar un coctel porque no aguantó el llanto. Tal como muestra ‘The Crown”, Diana enfrentó a su prometido y él le aseguró que era un regalo de despedida total y que no existía nada entre él y Camilla. Solo que Carlos en su irresponsable egoísmo no se daba cuenta del impacto que los celos podían tener en alguien tan joven e insegura.



Diana finalmente decidió no casarse y se lo hizo saber a sus hermanas que habían venido a quedarse con ella en Clarence House. Tan fuerte fue la discusión que se le avisó a la Reina. Según Peter Fearon en Buckingham Babylon, Isabel primero le pidió a Carlos que no interviniese, consciente que iba a empeorar las cosas y segundo le mandó un mensaje a Diana. Iban a posponer la boda un día, al cabo del cual si Lady Di seguía sin deseos de casarse era libre de no hacerlo.



Les tomó a las Spencer 24 horas convencer a la “duquesa”. Ahí es donde le dijeron esa frase famosa de que era un poco más tarde para echarse para atrás puesto que ‘tu rostro ya está en las toallas”.  Era una alusión al negociado surgido alrededor de la pareja en el Reino Unido con objetos conmemorando la boda (toallas, tazones, etc.).

Es extraordinario que después de esta tragedia griega, Diana estuviese tan contenta al día siguiente. En “Diana: In Her Own Words” cae en contradicciones. Dice en un segmento “fue el peor día de mi vida” y en otro se considera la mujer más afortunada del mundo, feliz de haberse casado con el hombre que amaba.



Lo más triste es como se refiere a su padre. Se burla de la desorientación del Conde Spencer y se queja que tuvo que “arrastrarlo” y que al final todo se redujo a sus esfuerzos de poder llevarlo hasta la Catedral de Westminster. Lo que Diana no revela (y que sus jóvenes fans desconocen) es que Lord Spencer estaba convaleciente.

En 1978, el Conde sufrió un infarto que lo dejó en coma por ocho meses. La recuperación fue muy lenta. Tres años más tarde seguía teniendo problemas para hablar y caminar. Aun así, insistió en escoltar a su hija al altar. A mí me conmovió mucho verlo moverse tan torpe que los caritativos programas cómicos de la televisión estadounidense (hasta en “El Show de Chucho Avellanet”) lo remedaron burlescamente. Pero más cruel es que su hija lo recuerde como un lastre, como alguien que con su atolondramiento le impedía ser a ella el centro de la atención.



Mi madre, refranera y deslenguada como siempre, dijo de Lord Spencer “Ese caballero está tan orgulloso que no le cabe un garbanzo por el culo” Sin embargo, leía en su obituario en  The Washington Post que Johnny Spencer les había comentado a sus íntimos “preferiría que (Diana) se hubiera casado con un tipo común y corriente así los tendría viviendo junto a mí en Althorp”

Eso en respuesta a quienes creen que fueron los parientes de Diana quienes la empujaron a esa boda. Lady Fermoy negó al Tatler que hubiese maquinado esa unión y Charles Hodgson dice en su Charles: The Man who Would be King que Lady Fermoy advirtió a su nieta que lo pensase bien porque el estilo de vida y humor de Los Windsor era diferente de los de Lady Di.



Diana, en sus grabaciones, también recuerda esa cita. Nos cuenta que, por no haber incluido a su abuela en los preparativos de la boda, Lady Fermoy se resintió con ella. También que peleó con su madre y que por cuatro años no le dirigió la palabra. Si les creemos a Diana, a su familia y a su mayordomo, toda la vida matrimonial de la Princesa estuvo marcada con peleas y reconciliaciones con sus parientes.

Margarita Cupido y El falso romance de la Reina Mary

Otro toque insólito de este episodio ha ido el discurso de Margaret sobre el amor y como en la Familia Real Británica los matrimonios obligados han sido fuente de desdicha. ¿Será así? Porque yo solo veo matrimonios por amor desde la tatarabuela Victoria. La Reina Madre se casó por amor, Isabel se casó por amor. Yo no vi que a Margarita la obligaron a casarse con Lord Snowdon. Y todos estas uniones románticas no han impedido que muchas parejas (isabel y Felipe, por ejemplo) sufran tremendas crisis.

En cambio, el Rey Eduardo se casó con la princesa más bonita de Europa, le hizo cinco hijos, y se fue con sus amantes. La Reina Alejandra hizo su vida al margen del marido, fue feliz a su modo, y ella y el rey mantuvieron una amigable relación llena de respeto mutuo. Algo diferente ocurrió con la Reina Maria y Jorge V, los abuelos de Isabel. Eran tan pragmáticos que tuvieron un magnífico matrimonio sin preocuparse de tonterías como el amor, los celos, etc..



Es cierto lo que cuenta Isabel a Carlos. Maria de Teck se casó con el hermano de su difunto prometido, pero ni ella ni el muerto estaban enamorados. El Duque de Clarence, era un tipo estrafalario (muchos creen que él era Jack el Destripador) y le metieron a Maria por las narices para alejarlo de sus prostitutas y de su amor prohibido por la princesa Helena de Orleans. Debe haber sido un alivio para Maria “enviudar” antes de la boda y poder casarse con un hombre más tranquilo y hogareño como era el Rey Jorge.

Este capítulo es exageradamente dramático haciendo hincapié en lo que no existió cuando la historia reboza de drama. También me confirma la poca seguridad de que lo que aparece en los casetes corresponda a la realidad. Diana tiene un hábito en ellos de caer en recuerdos “proustianos” de cómo le gustaría creer que ocurrieron las cosas.

 Por ejemplo, habla de que Carlos nunca le envió flores, algo que Michael Colborne (acérrimo defensor de la Princesa) asegura que no es cierto. Luego Diana, cae en contradicción al hablar de un misero ramo enviado por alguien de la oficina del Príncipe. ¿Por qué iban a gastar en mandarle un ramo? En criminología se habla de “unrliable witnesses” y en literatura de “unreliable narrator”. Diana nos demuestra que como testigo y voz narradora no es totalmente confiable.

 


lunes, 21 de diciembre de 2020

En Balmoral, Haz como los Balmorianos: The Crown 4x2

 


“The Balmoral Test”, como el episodio anterior, fue una serie de altos y bajos. Mas altos que bajos, excelente interactuación Thatcher-Windsor, más algunas escenas inventadas que bien pudieron ocurrir.

En Familia con Los Windsor

Concuerdo con nuestra Gatita Honoraria, Norah Frías que los primeros capítulos son una carnicería, escena tras escena de cacería o pesca. Estos Windsor (en realidad toda la aristocracia británica, no se olviden de la cacería de pobres zorros) viven matando animales, ni siquiera para comerselos, sino para colgarlos en las paredes.

El título de la serie se refiere a al ardid que inventó la Reina Victoria como una manera de determinar si algún conocido merecía ser parte de su círculo social. Obviamente, en los casos de la Reina Madre, de Wallis Simpson y Felipe (ni hablar de Kate y Meghan) la interrogante era si merecían ser parte de la familia.





En el mismo episodio tenemos a dos mujeres ser sometidas al complejo set de reglas de etiqueta que forman parte del examen. Diana aprueba con la nota más alta, la Primera Ministra saca un “0”. Pero lo importante (y eso deberíamos saberlo los que agonizábamos cada vez que nos colgaban en un examen) es que la prueba es inservible e irrelevante.



 Thatcher vuelve a Londres y cambia la política británica, deshaciéndose de los miembros de su gabinete que son los que inventan estupideces como el Test Balmoral, porque todo lo que se hace en la Familia Real se imita en la aristocracia. Los Downties, los amantes de Brideshead Revisited y de las novelas de Nancy Mitford, sabemos que estos juegos mamertos (y yo que fui a una escuela inglesa tuve que aprender a jugar todos esas boberías como charadas, y Sardinas) son parte de esos aburridos fines de semana en las country houses, donde además de jugar y matar animales, lo más interesante es el corridor creeping (las folladas a medianoche y siempre con parejas ajenas).



 Por eso sonó tan falso cuando Camilla se negó a ir a Balmoral. En la vida real, los Parker-Bowles eran parte importante del círculo del Príncipe de Gales, habían pasado el test y eran a menudo invitados a Balmoral. Lo que, si es ciertoy mucho humilló a Diana enterarse fue que tanto Kanga como Camilla (las dos maitresses du roi) dieron el visto bueno a la chica Spencer y, como todos, apresuraron al Príncipe de Gales a pedir su mano.

Por otro lado, el leitmotiv del cuento, el ciervo herido, nunca existió. Es una metáfora repetitiva de Morgan que no quiere a los animales sino no sería tan sádico de mostrárnoslos sufriendo o despedazados. Yo me preguntaba si el pobre Bambi era una metáfora para Diana o de Margaret Thatcher, pero finalmente Carlos dijo que era él que se sentía como el ciervo.

El Verdadero Cortejo de Lady Di

A propósito, tampoco Felipe obligó a su hijo a pedir la mano de Diana, inmediatamente después de Balmoral. Lo hizo cuando Carlos ya llevaba seis meses viéndose en público con Lady Di. Felipe le escribió una carta diciéndole que estaba arruinando la reputación de la chica así que la dejaba o se casaba con ella. Carlos no quería soltar a Diana, así que le propuso matrimonio.





Este capítulo tiene lugar en septiembre del 80. Diana y Carlos han tenido su primera cita en Cowes. En el yate real, Diana ha conocido al Duque de Edimburgo. La historia de que Felipe y su futura nuera se fueron a cazar al codiciado ciervo es ficticia, pero es lindísima. Casi tanto como Thatcher recitando “No Enemies” de Charles Mackay (me encantó como lo pronunció “macai” no como aquí que decimos “makei”).  Tiene razón esta mega señora. Si vas a hacer un trabajo con ahínco, vas a cosechar enemigos, contrarios, gente que te critica. Eso no significa que estés equivocado o haciéndolo mal.


También me gustó mucho la segunda cita de Carlos y Diana. Efectivamente fueron a oír un Réquiem de Verdi en el Royal Albert Hall chaperoneados por Lady Fermoy (Georgie Hall de “Call the Midwife”), abuela materna de Lady Di. Diana era una amante de la música de todos los tipos y creo que debe haber gozado de la velada y que ya estaba enamoradísima del Príncipe.



Aunque me gustó el recuento de la visita de Diana a Balmoral, no es del todo fidedigno. No era la primera visita de Diana Spencer a la residencia real escocesa y ya conocía casi todos los presentes. Ese recibimiento casi militar de su abuela tampoco es histórico. Lady Di se vino a quedar con su hermana Lady Jane Fellowes y su cuñado John. Este era secretario de la Reina por lo que se les había asignado una residencia dentro de la propiedad.



Diana tuvo más independencia en esa visita, a pesar de que Carlos (que según palabras de la Princesa estaba “obsesionado” con ella) la llamaba diariamente para integrarla a los planes diarios de su familia, Tal como en la serie, Diana destacaba por su simpatía y sencillez. El único tropiezo fue cuando los paparazzi descubrieron a la pareja pasando por un bosque y Diana tuvo que huir. Aunque usaría un pañuelo para cubrir su cabeza en las próximas excursiones al aire libre, ya la noticia se había regado y a su regreso a Londres debería Diana enfrentar el cerco implacable de la prensa.

Cosas que Me han Dejado Incomoda.

¿Según la serie, la Princesa Margarita es bipolar? Porque no se entiende que sea frívola, esnob y maleducada con su tocaya Thatcher, para, en unos episodios más adelante, sea la voz de la razón, la única que se oponga a la boda de Carlos y la que arme escandalo al saber que sus primas están encerradas en un manicomio. ¿Como puede ser en un momento tan fanática de protocolos, y reglas que protegen a la monarquía, y al otro abogar por los más atropellados por esas reglas?



Su Majestad nunca ha sido una Twiggy, y su mamá engordó en su vejez, ¿pero tienen que mostrárnoslas chalchetudas y barrigonas?




No aguanto los ojos de Emma Corrin, son tan inexpresivos que la hacen verse más marioneta que Josh O’Connor que ya parece Petrushka. A ratos se ven duros, fríos como los de Samantha Morton. Uno de los mayores atributos de Diana, antes de casarse, era su mirada límpida, llena de humor y deseo de agradar, ya luego la tristeza opacó sus ojos, y al final tenía una mirada torva.

Algo que muchos parecen no entender es que, aunque en realidad Margaret Thatcher odiaba ir a Balmoral no era por sentirse menospreciada. Se necesitaba más que Los Windsor en famille para conseguir rebajar a la Dama de Hierro. El problema es que, para una trabajólica como La Thatcher, era inconcebible perder un tiempo precioso en charadas y en perseguir ciervos por las Highlands.



Pareciera que Morgan en su implacable ataque frontal a la monarquía esté perdiendo imaginación y repita recursos dramáticos. En el capítulo anterior es la carta-consejo que recuerda la carta que la Reina recibe de su abuela a la muerte de su padre, y a los consejos del Duque de Windsor al Príncipe de Gales. También la muerte súbita cuya noticia recibe alguien que esta disgustado con la persona fallecida (Felipe y Cecilia, el Duque de Windsor y su madre, Carlos y Lord Mountbatten).

Otro momento de Deja Vu para mí fue la cacería final del pobre ciervo herido. Me recordó el primer episodio de la serie cuando el Rey Jorge despierta a Felipe y se lo lleva a cazar patos en Wolferton Splash. La diferencia es que el rey aprovecha de explicarle al Duque de Edimburgo lo que significa casarse con un futuro monarca, lo que le espera, lo que se espera de un consorte real, “ella es tu trabajo”. ¿Qué hubiese pasado si Felipe en vez de preguntarle a Lady Di sobre cuanto cobraba por limpiar baños, le hubiese explicado las trampas y peligros de unirse a La Familia Real? ¿Lo hubiese escuchado ella?

jueves, 17 de diciembre de 2020

Invierno Desabastecido: Period Drama 2020-2021

 


Ya se siente.  Con los vientos fríos, los nubarrones, las primeras nevadas viene esa sensación de carencia de sol, de energía, de calor y para nosotros, viene los que nos temíamos. Bibliotecas despobladas de series, sobre todo de las más caras, las más difíciles de hacer. En el 2021 no nos esperemos muchas series de época para entretenemos en clima frio. ¿Será ese un aviso de lo que nos depara la segunda primavera de pandemia?

Tanto Netflix como los Canales Premium y el cable básico ha anunciado sus repertorios invernales, no se ven tan provistos como antaño. Es cierto que las temporada invernales suelen ser mas de deportes, programas familiares y especiales navideños, pero existe esa sensación de que la pandemia ha pasado la cuenta y ya no hay tanto que ofrecer.

Al menos Amazon Prime se va por series antiguas. ¡Algunas verdaderas antiguallas como el “Show de Burns and Allen” de los 50! Incluso Netflix se ha comprado todas las temporadas de ‘Dawson Creek”, una icónica serie juvenil de principios de siglo que vio los primeros pasos actorales de luminarias como Katie Holmes y Michelle Williams.

Diciembre

En este mes de diciembre, la carencia no es notoria puesto que es un mes de especiales y de ver viejos filmes navideños. Aunque aún no sepamos si habrá octava temporada de “Call the Midwife”, el especial anual llegará como de costumbre el 25 de diciembre por PBS.



El 25 de diciembre también inicia en Netflix, la cacareada adaptación de la serie de romances históricos de Julia Quinn. No soy seguidora de las novelas, no me gustan los Regency Romances, y aunque he sido fan de la obra de Shonda Rhimes, no puedo olvidar su desventurada incursión en el period piece, “Star-Crosse Lovers”.





No me gusta el elenco de “Bridgerton” y ver a Shonda meterse en el terreno de Jane Austen no me es apetecible, pero, pero me ha atrapado ese cuento de la gaceta chismosa tipo “Gossip Girl”, así que tal vez le dé una oportunidad.

El 31 de Diciembre, acaban las “Escalofriantes Aventuras de Sabrina”. No puedo quejarme sus anteriores temporadas me entretuvieron muchísimo, pero es hora de decir adiós.



Sin embargo, este diciembre me ha dado una sensación de estar viviendo en un país del Tercer Mundo y no me refiero a los periódicos cortes de agua que estoy sufriendo, me refiero al entretenimiento. Con gran alegría me enteraba que llegaba a HBO Latino (Movistar en España) la adaptación de Dime quien soy de Julia Navarro.

Aunque Julia Navarro, Matilde Asensi y otras de ese calibre, me incomodan por sus posturas políticas, me ha atrapado el tráiler. Sigo sin saber de qué se trata porque me cuentan que lo de la Segunda Guerra Mundial es solo la mitad de un volumen de mil páginas. Pero bueno, se ve bien hecha, bien actuada. Me encanta Irene Escolari desde sus días de Juana la Loca. 



AHH, pero se me ha aguado la fiesta porque “Dime quien soy” será vista desde la frontera mexicana hasta la Patagonia. En USA, en ese horario, veremos doblada la nueva temporada de “Euphoria”. WTF? ¿Cuántas personas en Estados Unidos necesitan ver a Zendaya hablando en castellano?

Finalmente, alguien pasará en Estados Unidos “A Suitable” Boy”.  Acorn Tv ha comprado este drama romántico basado en la novela de Vikram Seth. Yo me subscribo a Acorn TV, pero como lo hago vía Spectrum solo me pasan el contenido más mediocre (léase ningún drama de época y “A Suitable Boy” lo es)

Por último, ya había aceptado que no podría ver la nueva versión de The Stand de Stephen King puesto que los egoístas de CBS la iban a pasar exclusivamente por su servicio de streaming CBS All Access, pero en España podrán verla por Starz. Me dan ganas de ir a hibernar a la península ibérica.



Oh! y la guinda del pastel. Esperaba el final-final de “Vikingos” que, como todos los años, desde su inicio, se veía en el History Channel, pero ¿qué pasó? ¡Este 31 de diciembre se va a ver exclusivamente por Amazon Prime! La idea es cobrarle a alguien.



Enero

En enero, PBS vuelve sus ojos al pasado nuevamente. Comenzando el domingo 10 con “All Creatures Great and Small”. Esta nueva versión del superventas de James Herriot, describe las vivencias de un veterinario en Yorkshire en los 30 y 40.



En ese mismo mes, el 17 para ser exactos, Masterpiece Mistery nos presentara a “Miss Scarlett and the Duke”. Kate Phillips de “Peaky Blinders”, debuta como protagonista de esta serie sobre una fina dama victoriana que, al quedar huérfana y desamparada, decide dedicarse al trabajo detectivesco. Algo que no sentará bien a un rudo y alcohólico inspector de Scotland Yard apodado “The Duke” (El Duque).



Acabada las aventuras veterinarias, Masterpiece Classic nos trae, en enero 31 “the Long Song”. Basada en la novela homónima de Andrea Levy, es la historia de July (Tamara Lawrence) una joven esclava, antes y después de la abolición de la esclavitud en Jamaica (1830s). Haylee Atwell interpreta a su odiosa ama.



Dato curioso, esta adaptación la hizo la BBC en el 2018 y solo ahora va a ser presentada a la audiencia estadounidense. ¿Será que se les está acabando el material a Masterpiece Classic que debe comprar cosas antiguas? ¿O acaso es porque el tema está de moda en USA? ¿O ambos?

Y hasta ahí llega mi lista…

Parece increíble, ¿cuándo no ha habido invierno cargado de promesas?  Incluso la oferta de series que no son de época tampoco parece muy suculenta. Por supuesto eso puede cambiar. Aun en pandemia se han hecho series en el continente europeo.  El drama policial del Berlín en la posguerra, “Shadowplay”, fue presentado recientemente en Cannes y ya lo han visto en Alemania y Canadá, pero que el tráiler no haya sido traducido me da mala espina. Lo mismo ha ocurrido con “Leonardo” de la Rai que lleva a Aidan Turner en el rol de Da Vinci.



Hay cierta conciencia de que en tiempos de crisis el mejor modo de escapar de la realidad es vía viajes al pasado más remoto o al futuro más imposible. Debido a eso los planes de proyectos de época abundan, pero no llegan a materializarse.  La mayoría tienen que ver con reinas del ayer, posiblemente para apoyar la agenda antimonárquica de “The Crown”

Starz ha escogido a la alemana Alicia von Ritter (la protagonista de “Charité”) para que sea la joven Isabel Tudor en “Becoming Elizabeth”. Remontándose más al pasado también están en planes de hacer una serie alrededor de Leonor de Aquitania. Como Starz ha sido la malhechora patrona de “The Spanish Princess” no le tengo mucha fe en sus historias.

Al menos ni Emma Frost ni su cómplice Matthew Graham estarán involucrados en estos proyectos. Con lo que ganaron con esas desastrosas adaptaciones de las novelas de Philippa Gregory, el par ha fundado su propia compañía de producción, Watford&Essex. Entre sus planes están una nueva versión de mi serie favorita de la infancia “Viaje al fondo del mar”, una adaptación del clásico de Defoe,  Roxana, y una serie sobre Matilda, la primera reina de Inglaterra.

Por otro lado, el Canal 5 de la BBC prepara una miniserie sobre Ana Bolena cuya mayor originalidad es que tanto la protagonista como otros personajes serán interpretados por actores de color. Entretanto, History Channel ha declarado su intención de dedicarse a crear series dramáticas (en pandemia) y su primer proyecto es “1665”,  una visión de la plaga y el incendio de Londres en ese año. Espero les quede mejor que el esfuerzo interior. Michael Hirst parece estar involucrado en esta historia

Realmente creo que este invierno voy a dedicarme a leer, porque nada de lo prometido y concreto me entusiasma. ¿Y ustedes? ¿Están contentos con lo que viene?

 

lunes, 14 de diciembre de 2020

La Reina del Tablero: The Queen's Gambit

 



Mi papá era buen ajedrecista y cuando yo tenía 9 años (la edad en que Beth Harmon aprendió el juego), me enseñó, más que nada para tener una compañera con quien jugar. Nunca me dijo “esto es solo para varones” o “las chicas no pueden ser maestras” por la sencilla razón de que yo no era muy buena jugadora. Nunca se me ocurrió que este deporte podía ser lucrativo y beneficioso precisamente porque pocas mujeres lo practican profesionalmente. En tres palabras, ese es el tema de “Gambito de Dama” la historia de una chica que reconstruye la identidad que la vida le ha robado, gracias a sus proezas en el tablero de ajedrez.

Tengo un vago recuerdo de cuando Walter Tevis publicó The Queen’s Gambit en 1983. Tevis ya gozaba de una respetable reputación con obras tan diferentes como The Hustler (la peli de Paul Newman) The Color of Money (La peli de Paul Newman y Tom Cruise) y The Man Who Fell to Earth (La peli de Bowie). Gambito de Reina no se parecía a ninguna de ellas, a pesar de que Tevis basaba su argumento en su experiencia personal como ajedrecista amateur, el haberse casi convertido en adicto al fenobarbital en su infancia, y la historia inicia en el Kentucky natal del autor. Lo que era insólito es que Tevis hubiese escogido como protagonista de esta bildungsroman a una niña.



Beth,  La Huerfanita Drogadicta

La historia de Elizabeth Harmon,  que de ser una huerfanita drogadicta se convierte en campeona de ajedrez,  atrajo el interés de los cineastas desde el primer momento. Para cuando Tevis falleció un año después de la publicación de su novela, los derechos fílmicos ya habían sido adquiridos. El problema es que, desde entonces, la idea de producir un filme sobre Elizabeth Harmon, niña prodigio y maestra ajedrecista, rebotaba de mano en mano.

Hubo un momento en que se dijo que el legendario Bertolucci se encargaría de llevarla a la pantalla grande. Fallecido el italiano, el proyecto cayó en manos de Heath Ledger a quien la muerte encontró trabajando en el que sería su debut como director.

No se sabe cómo terminó en Netflix porque no es el material típico en el que invierte el servicio de streaming. El caso es que ha sido un éxito y con razón. Le agradezco a la Gatita Lorena que realmente emprendió una campaña (de acoso) para que yo la viera.



Paso a contar a grandes rasgos la historia y me abocaré al libreto de la serie, más que el libro. A los 9 años Elizabeth Harmon pierde a su madre en un aparatoso accidente automovilístico que puede haber sido autoprovocado. En flashbacks, Beth recuerda que su madre era una excelente matemática, pero que debido a un trastorno mental lo perdió todo y abandonó al marido llevándose a su hija. Finalmente, la madre intenta ponerles fin a sus problemas, suicidándose y de paso llevándose a Beth, pero la niña sobrevive al accidente.

Por falta de parientes conocidos acaba en el orfanato Methuen en Kentucky. Aunque no se parece a las instituciones de las novelas de Dickens, y Beth ni es abusada física, verbal o sexualmente, es sometida a otro tipo de abuso, uno practicado por muchas décadas en ese tipo de asilos. Desde su llegada, Beth como sus compañeritas es alimentada con barbitúricos que se espera la calmen y hagan dócil y obediente.

En un par de años, Beth es una adicta total. Su única amiga, la afroamericana Jolene (Moses Ingram) le enseña a guardar las píldoras (pueden ser Fenobarbital o Librium) y consumirlas de noche para poder dormir mejor. Es en ese estado que Beth conocerá al retraído Sr. Shaibel (Bill Camp), el encargado de la limpieza que juega partida tras partida de ajedrez en el sótano.




Fascinada por su juego que apela a su mente lógica, Beth consigue que Shaibel le enseñe a jugar. Pronto la discípula supera al maestro. Impresionado, Shaibel contacta un maestro de la secundaria local que dirige un club de ajedrez. Consiguen permiso para que Beth vaya a jugar contra sus ajedrecistas estrellas y la nena los vence a todos.

Es entonces que ocurre una tragedia. A comienzos de los 60, se prohibió la entrega de barbituricos a los orfanatos. Histérica, al ser privada de su mayor alimento, Beth intenta robarse la provisión de tranquilizantes del laboratorio, pero es descubierta y castigada. No más tranquilizantes, no más Señor Shaibel, no más ajedrez. El calvario de Beth acaba cuando es adoptada los 13 años por los Esposos Wheatley.



A pesar de vivir en una gran casa, con cuarto bellamente decorado y por primera vez en su vida con privacidad, Beth se da cuenta que Los Wheatley no son lo que esperaba. Desde la muerte de su único hijo, apenas se toleran. Allston (Patrick Kennedy) se la pasa en viajes de negocios y Alma (Marielle Heller) se la pasa tocando a Satie en el piano, o haciendo amistad con la botella. La única razón por la cual adoptaron a la huérfana es para recibir el dinero que el estado les otorga por ser padres de crianza.



Tampoco Beth encuentra consuelo en la secundaria local. Su vestuario inadecuado y su mente privilegiada le acarrean el desprecio de sus compañeras, pero llega el milagro. Beth descubre que Alma es adicta los fenobarbitales. Pronto, la chica está yendo a la farmacia con la receta de su madre adoptiva y robándole las mágicas píldoras verdes.

La Niña Prodigio y Su Mama Cómplice

Otro atractivo de la nueva vida de Beth son las revistas de ajedrez, una de ellas la advierte de la existencia de competencias locales. Beth entra en una de ellas y gana fácilmente. Pronto comienza a descollar en varias de ellas. Al ver a Beth adquirir premios monetarios con los que compra ropa nueva y un set de ajedrez, Alma sale de su letargo para admirarse del arte de su “hija”.

Ni siquiera la noticia de que Allston quiere el divorcio amarga la felicidad de Beth. En común acuerdo con Alma, deciden no avisar al orfanato de ese incidente para poder seguir cobrando el dinero. Lo bueno es que, Alma y Beth se convierten en madre e hija, cómplices, compinches, unidas por las mismas adicciones (pronto Beth añade el alcohol a su vida) y soledad.



Beth tiene ahora un objetivo, llegar adonde ninguna otra mujer ha llegado, convertirse en una gran maestra. La escuela, las diversiones propias de adolescentes incluso el amor y la amistad pasan a segundo plano A medida que su fama crece y se la apoda “Niña Prodigio” y los medios de comunicación (entonces limitados a revistas) se interesan en ella, vemos cuan singular es esta jovencita para la que el ajedrez lo es todo.

Y, sin embargo, Beth nunca está sola. A su lado esta su madre que encuentra una nueva vida en esto de chaperonear a su hija por todo el país, probando todo tipo de cocteles en hoteles de lujo. Curiosamente, a medida que Beth se haga famosa en el circuito ajedrecero se irá encontrando con las mismas caras de jugadores que pasan a ser su círculo de amistades. Entre ellos está el guapérrimo Townes (Jacob Fortune-Lloyd), primera ilusión amorosa de la ajedrecista,  y el exótico Benny Watts (Thomas Sanger-Brodie) que le rompe el corazón de otra manera, venciéndola en el tablero.






Pero los pequeños fracasos no amilanan a Beth quien trasciende sus fronteras y en 1966, acabada de graduarse, compite en su primer torneo internacional. Será en México donde el alcohol venza a Alma y Beth vuelva a quedar huérfana. De ahora en adelante veremos a Beth intentar reemplazar las relaciones humanas con píldoras y alcohol y nos preguntaremos en qué momento el consumo de sustancias la vencerá tal como venció a Alma.



Entre la Genialidad y la Locura

Cuando la Gatita Lorena me la recomendaba, me puso de cebo un “me recuerda El valle de las muñecas”. Es cierto, sin llegar a la suntuosidad arrebatada del superventas de Jaqueline Susann,  tiene esa cualidad de bildungsroman y ambiciones juveniles de sobresalir en un mundo difícil. El ajedrez aquí reemplaza a las candilejas de Broadway y las cámaras de Hollywood del roman a clef mencionado.

Otro detalle que hermana ambas historias es la cuasi glamurización de las adicciones. A diferencia de las protagonistas de El Valle, no vemos a Beth caer en la degradación o acercarse al suicidio por el consumo de barbitúricos. Incluso supera sus malos hábitos con increíble facilidad.  Sorprende puesto que el autor había combatido el alcoholismo así que conocía el fenómeno de cerca.



Una pregunta que surge del hecho que Beth se convierte en un prodigio del tablero cuando ya es una adicta es si son los fármacos los que la ayudan a convertirse en campeona. Resulta extraño ver que su mente funciona con tal claridad y lógica a pesar de haber bebido antes de sentarse en la mesa de ajedrez.

Otra pregunta es si Beth heredó su genio y mente matemática de su madre que era una enferma mental. Aparte de ser antisocial, hay indicios de que Beth puede sufrir trastornos emocionales. ¿Pero se la podría calificar de psicópata? Una entrevistadora de Life le comenta a la niña prodigio que hay una leve línea entre la locura y la genialidad y Beth es un genio.

Al oír ese comentario, recordé a Bobby Fischer, otro niño prodigio del ajedrez que a los 14 años ya era campeón de los Estados Unidos y a los 20 ganó el título de Campeón Mundial. Aunque nunca fue diagnosticado, este genio del tablero fue reconocido, a lo largo de su carrera, for sus desplantes, pataletas y conducta errática lo que ha llevado a muchos a creer que sufría de problemas mentales.

           ¿Fue Bobby Fischer quien inspiró la creación de Beth Harmon?

Para muchos, Walter Tevis tenía a Fischer en mente al crear a Beth, pero, aunque lo menciona en su Nota de Autor, Tevis negó esa posibilidad. Él quiso que su novela “deportiva” fuese un homenaje a la capacidad mental femenina, pero sin tener algún modelo de la vida real. Lo cierto es que no lo había, el toque fantástico de la novela es tener a una jovencita como Beth introducirse en un mundo machista y cerrado como el circulo del ajedrez de entonces.

Aunque había campeonatos femeninos en los 60 ni siquiera las campeonas podía soñar con ser calificada una Grand Master ni la posibilidad de jugar contra un contrincante masculino. En ese sentido la novela es feminista y futurista. Aunque entiendo y apruebo que las mujeres compitan en categorías aparte en deportes en los que priman peso y fuerza, es totalmente absurdo que existiese (hasta este siglo) una segregación en un deporte en el que solo pesa la destreza mental, pero en 1976 en la India hubo revuelo cuando una mujer participo en el campeonato masculino.

La controversia provocada por este caso llevó a la Federación Mundial de Ajedrez a crear ese mismo año un título “Maestra Internacional” para premiar la pericia femenina en el tablero, pero el título de Gran Maestra solo lo recibiría una mujer en 1991. Esa sería Susan, la mayor de las Hermanas Polgar, un trio de judías húngaras, famosas por ser las tres (Judith, Susan y Sofia) merecedoras de un título que por tanto tiempo seria patrimonio masculino.  Susan obtuvo el título en enero de 1991, a fines de año su hermana Judith, hoy considerada la mejor mujer ajedrecista del mundo, hacia historia al ser la más joven Grandmaster con solo 15 años. Por eso The Queen’s Gambit es también una historia futurista.



Anya Taylor-Joy

No puedo terminar mi reseña sin hablar de Anya Taylor-Joy. Me dicen que sin haberla visto en sus roles más icónicos en “The Witch” o “The Miniaturist” no puedo realmente apreciarla. Yo la conocí como la última adición a la Familia Shelby de “Peaky Blinders”. También me hizo entender lo que Austen realmente quiso transmitir con “Emma”, pero este rol de Beth Harmon es tan diferente a todo lo hecho anteriormente que paraliza su capacidad de expresar solo con gestos corporales lo que siente su personaje.

La argentinita se las arregla para tener una manera de caminar que es tiesa y rítmica a la vez. Beth tiene una espalda tan derecha que pareciera que camina con libros en la cabeza.  Sus inmensos ojos hablan por ella y me recuerdan a los de Cleo, el pececito de “Pinocho”. Destacan esos gestos furtivos e inesperados como los de una lagartijita, y lo extraordinario. Para alguien a quien el sexo trae sin cuidado, Beth sabe genuinamente expresar una sexualidad que ignora.

Tevis habló de como sexo y ajedrez aparecen simultáneamente en la vida de Beth y como ella escoge conseguir orgasmos en sus triunfos deportivos. Por eso es por lo que el sexo la aburre y desconcierta, ignorando el efecto de su encanto juvenil sobre los hombres principalmente los jugadores con los que compite. Eso es evidente cuando Harry la observa bailar sensualmente al ritmo de “Fever” de Peggy Lee.



Parece una rareza que esta serie sobre un juego que pocos conocen y sin sexo ni violencia se haya convertido en la más vista de Netflix. Atribuyo su éxito al muy buen libreto y a la actuación de Anya que crea un personaje que no debería caernos bien, y sin embargo acaba ganándose nuestro cariño, nuestro respeto y admiración.

Tal como Beth consigueaunque hace lo imposible por alejarlosun grupo de amigos que la sostendrán cuando tambalee, la serie merece nuestro apoyo porque hay en ella un mensaje optimista sobre todo para las chicas que no se imaginan que todavía quedan campos que conquistar a pesar de los obstáculos que se le presenten. Otro mensaje es que no deben temer al poder intelectual de una muje, es que todavía hay quien tiene miedo a ser inteligente o creativa. Finalmente, lo más importante para mí es también lo más importante para Beth, la creación de un grupo de apoyo, de gente que te quiera y esté ahí en las buenas y en las malas.



“Queen’s Gambit” sigue estando entre las diez series más vistas de Netflix y en el blog de El Solitario de Providence han hecho un listado de los posibles motivos de su éxito aconsejando a la compañía tenerlos presentes para producciones futuras.

Aunque no concuerdo con todas esas recomendaciones, ciertamente Netflix debería dejar de temerle a temas a los que no está acostumbrada tanto en la creación de material propio como en la adquisición del ajeno. No todos sus subscriptores queremos controversia, sexo, y gore. Y si, por favor, por favor, que se deje de adoctrinar que entre el aislamiento de la pandemia y toda la propaganda de Netflix nos estamos volviendo más hostiles, más canceladores, menos solidarios. Que “Gambito de Reina” nos haga ver lo importante que es tener amigos, no enclaustrarnos en nuestra propia soledad ni creernos superiores a los demás.

Y no sería yo si dejara de mencionar el espectacular vestuario de Beth que muestra la evolución/revolución de la moda de Los Sesenta, a la vez que usa los motivos del tablero de ajedrez.




jueves, 10 de diciembre de 2020

Cuando Carlitos conoció a Lady Di: The Crown 4x1

 


Se me hizo tan difícil comenzar a verla. Los clips me mostraban escenas paródicas de eventos y momentos que conocía tan bien, yo, la Diana friki por excelencia, que sentía vergüenza ajena. Entiendo que el propósito de Peter Morgan este año es asestarle la estocada mortal a la realeza, dejar tan mal al futuro rey que la monarquía misma se sienta sin futuro. ¿Lo logrará?

Diana era un Árbol Loco

Este primer episodio no fue tan malo como esperaba. De hecho, hubo cosas que me gustaron, aun cuando son inventos, como ese primer encuentro con Diana disfrazada de árbol (Mad Tree). Estuvo muy bonito y romántico. Sobre todo, si se piensa en que Diana tenía 16 años y Carlos 29. Pero hablaré de eso más adelante.

Lo otro que me gustó es la serie de montajes de la Familia Real (incluyendo a Lord Mountbatten) asesinando algún animalito antes del atentado. Me conmovió que Dickie devuelva al mar una langosta con huevitos y que lo haga con sus nietos, como enseñándoles a los niños a respetar la vida justo cuando la de ellos es irrespetada.



Como todo en esta serie, las interpretaciones son ambiguas. ¿De qué lado está Peter Morgan?  ¿Del ERI o de las familias de las víctimas? Nunca oímos a la Familia Real manifestarse sobre ese punto. En la vida real, unos meses más tarde la Princesa Margarita estuvo en Chicago, y al hablar con la Alcaldesa Jane Byrne, se refirió a los irlandeses como “cerdos”.

La llamada de pésame de Margaret Thatcher fue tan rimbombante que pensé que la Reina le iba colgar diciéndole que no se entrometiese en asuntos familiares, pero lo que la futura Baronesa le recuerda es que simultaneo al atentado que cobró la vida del Tío Dickie, su nieto y su consuegra, hubo otro atentado en el que murieron 18 policías británicos.



 Lo sucedido va más allá de una tragedia familiar. Yo he sido pan-celta toda la vida y mi deseo es ver una Irlanda unida, pero condeno el terrorismo como una manera (ya probada como inútil) de conseguir ese propósito.  Sobre todo, cuando se cobra la vida de un anciano octogenario y su nieto de catorce años.

Lo que no me gustó

El Bajo Perfil de Ana

Siguen opacando a la Princesa Real. Muestran al marido, pero no nos cuentan quién es, cómo lo conoció, ni nos muestran la boda (ni el precioso vestido). Únicamente que está casada y no es feliz. En 1979, Ana inició su infamoso romance con su guardaespaldas Peter Cross.  Ni siquiera nos han dicho que ya hizo abuelos a Isabel y a Felipe.



Tampoco nos presentan las competencias que ganó, ni su participación en las Olimpiadas de Montreal, la primera vez que un miembro de una familia real lo hacía. En cambio, nos la ofrecen asustada y con dudas de fracasar en su próxima competencia. ¡Como le gusta a Morgan exhibir a los Windsor como fracasados disfuncionales!



Los Celos de Felipe

Mostrárnoslo borracho, en el peor humor de bully, lleno de rencor contra su hijo por haberle quitado el afecto de Tío Dickie es otra manera de arrastrar por el lodo a la familia. Es cierto que Lord Mountbatten fue padre y abuelo para Carlos, pero también fue una figura paterna para Felipe y solo dejó de serlo cuando vio a su sobrino bien encaminado y a Carlitos a la deriva sin alguien que le sirviese de guía.



Nunca había oído que Felipe se sintiese desairado porque Mountbatten quisiese que fuese Carlos quien leyera su elogio funerario. Un momento tan conmovedor y tiene que meter Morgan sus neurosis y rencores personales, porque sabido es que un motivo de su divorcio es que les tenía celos a sus hijos y acusó a su esposa de darles a ellos más comida que a él (WTF?) Oye Morgan, no todos son tan patanes o malos padres como tú.

La Ausencia de Amanda Knatchbull

Cuanto más me interno en el laberinto construido por las pesadillas de Peter Morgan y la cacofonía de voces clamando por relatar “la verdadera historia de los Príncipes de Gales” me sorprende que se pueda obviar una importante pieza de ajedrez como lo fue Lady Amanda Knatchbull. Me asombraría que ningún historiador o biógrafo que se haya interesado en Carlos y Diana no haya buscado la opinión de Mrs. Charles Ellingworth, aunque Amanda lo haya despedido cortésmente porque su dignidad, respeto por su familia y por la institución de La Corona sellan sus labios.

                             Lady Amanda de pequeña

Pero yo le suplicaría que escribiese su versión y la hiciese sellar en los Archivos Reales con órdenes de abrirse tras su muerte, porque solo ella y Carlos conocen los detalles de una relación que si hubiese llegado al altar hubiese cambiado la vida de Diana, tal vez mejorado la del Príncipe, y ciertamente le habrían evitado muchos dolores de cabeza a la Reina Isabel. Aun así, Amanda fue, sin quererlo, una manzana de la discordia, la última página de ese duelo que desde la Abdicación existía entre la Reina Madre y Dickie Mountbatten.

Tal como Mountbatten había orquestado el matrimonio de La Reina y su sobrino, ahora quería ver coronada a su nieta Amanda. Consciente de este deseo de quien veía como su padre-abuelo, Carlos desde 1974 se había acercado a quien consideraba la más bonita de sus primas, Amanda de 16 años. Aunque Lady Patricia, su madrina y madre de la cortejada, le había aconsejado al Príncipe que esperase a que Amanda saliese de la escuela, Carlos, siempre impetuoso, se había acercado a su prima con la que llegaría tener una amistad muy íntima basada en confianza y respeto mutuos. Exactamente lo que no existía entre Carlos y Diana.

                            Lord Mountbatten en el Caribe, con su nieta y Carlos

No quiero repetir lo que ya he dicho en otra entrada. El viaje a la India en el que en un momento se planeó que Amanda acompañara al Príncipe; la compra de la mansión Chevigny donde Charles planeaba vivir con Amanda una vez casados; la propuesta de matrimonio hecha poco después del asesinato de Lord Mountbatten, etc..

Lo importante es que después que su prima le dio la bota, Carlos quedó al garete. Tan desorientado que rápidamente se enredó con la bochinchera Anna Wallace ¡a la que le propuso matrimonio dos veces! Por suerte, ella lo rechazó dos veces, aunque siguieron un romance loco que acabó en marzo de ese año, cuando en el cumpleaños de la Queen Mom, Carlos abandonó a Anna para bailar toda la noche con Camilla. En un despliegue del famoso mal genio que le había ameritado el mote de “látigo”, Anna le aulló a Carlos que no quería verlo nunca más.




Esto es interesante, porque Carlos anunció al mundo en 1996 que hacía diez años que era amante de Camilla. Su biógrafa Penny Juror asegura que los hoy Duques de Cornualles reiniciaron su romance en 1978, tras el nacimiento de la hija de Camilla, y el incidente Wallace demuestra que para marzo del 80 la pareja ya había vuelto a las andadas.

En el primer episodio, vemos una cena familiar en palacio. Están todo, menos Carlos, y la conversación parece el chismoseo de la cocina de Downton Abbey. Todos repasan la lista de amantes/novias del ausente e incluyen las que no existieron (nunca hubo una Christabel Borgia) o las que todavía no llegan (Anna Wallace). De pronto dirigen su irritación contra el pobre Mountbatten, muy calladito, ocupado con su sopa, acusándolo de haber convertido a Carlitos en un Casanova. Él se hace el de las chacras y todo se olvida cuando mencionan a Lady Sarah Spencer, a quien la familia en pleno parece aprobar.



A ver, entonces estamos en 1977. Carlos y Amanda, ahora en la universidad, siguen pasando tiempo juntos. Hay fotos de ambos en las Bahamas junto a Dickie Mountbatten. Su Señoría no puede estar más contento cuando su nieto adoptivo le escribe alabando a Amanda “cariñosa y leal” …y dotada de “un glorioso sentido del humor”.

Según se rumora, Felipe no está descontento con tener otra Mountbatten en la familia, pero callan porque saben que la mayor enemiga de esa unión será la Reina Madre que sigue viendo a los Battenberg como advenedizos y peor aún, alemanes. Carlos adora a su abuela y ella tiene una gran influencia sobre el Príncipe.

Sin embargo, la Reina Madre no es tonta y tiene más “pajaritos” que Varys para informarla. De acuerdo con Buckingham Babylon de Peter Feardon, la madre de la reina ha confiado en su dama y amiga, Lady Fermoy, quien ha postulado a dos de sus nietas como futuras consortes. Es por eso por lo que en la serie todos los parientes de Carlos parecen encantados con el prospecto que Lady Sarah Spencer (“Johnny’s Girl”) sea parte de la familia.



Es obvio que nadie (quizás ni Lady Fermoy) saben que Sarah es lo que entonces se conocía como “promiscua”; anoréxica y alcohólica. Todo lo que importa es que es de pedigrí aristocrático, descendiente de Carlos II, y no es una Battenberg.

Diana Obsesionada, Traumatizada y Manipuladora

La serie entonces salta a ese primer encuentro tan de novela rosa. No me malinterpreten, me encantó, pero precisamente porque lo he visto en una docena de filmes, leído en docena de novelas sentimentales e incluso yo misma he escrito escenas parecidas. La colegiala, todavía no presentada en sociedad, tiene ese encuentro imprevisto con un hombre maduro importante del que se enamora a primera vista.



Sarah le explica a Carlos que el encuentro no ha sido accidental, que Diana “estaba obsesionada” con conocer al Heredero de la Corona. Ahí revela algo interesante. Peter Morgan parece estar del lado de Diana. No es así. Él está del lado de todo lo que desprestigie a la monarquía. Y lo que hace al final de la escena es retratar a Diana como manipuladora. Alguien que lo ha orquestado todo, esa aparición impromptu  sin preocuparle que Carlos pretenda a su hermana

El segundo encuentro entre ambos también es un poco ficticio. De regreso de Badminton, Carlos se encuentra con Diana que se le cruza ante el carro y lo saluda. ¿Qué hace Lady Di ahí?  Es casi un descampado donde han instalado un tiovivo. ¿Trabaja en esa feria? ¿Va a comprar el pan? ¿Anda de stalker? ¿O acaso vende flores a la vera del camino?  Para Carlos es un hada que le tae palabras de consuelo por el fallecimiento de tío Dickie



Otra escena, que jamás sucedió es la de Charles llamando a Sarah, a punto ella de casarse, para pedir detalles sobre su hermanita. Esto después de un extraño encuentro (que nunca tuvo lugar) en la carretera. Me gusta esta escena porque Carlos es un villano total. Solo le falta atusarse el bigote.

Hay cincuenta personas a las que el príncipe puede consultar sobre hábitos y vida de Lady Diana Spencer. Llamar a la ex es solo para refregarle en la cara lo que desperdició y ahora será de su hermanita. Sarah cae en la trampa, llena de celos le cuenta que Diana coquetea con los padres de los alumnos, que la tiene limpiando su inodoro, y que siempre se ha creído destinada a un destino grandioso por eso en casa la apodan “Duquesa”.



Para Carlos la llamada es un éxito. saber a Diana considerada atractiva por otros hombres lo enorgullece, nota que es Cenicienta maltratada por sus hermanas mayores, eso lo hace sentirse protector y lo de “Duquesa” presagia que Diana puede llegar a ser reina.  Es triste que no haya ocurrido tal escena, porque si Carlos hubiese sido más protector, se hubiese sentido más orgulloso de su mujer, otro gallo cantaría. Diana sufría de muchos trastornos, traía un bagaje de traumas infantiles y, en sus propias palabras, era muy inmadura. Pero Carlos también tuvo mucha culpa en el fracaso de su matrimonio.

Después de la visión de Morgan, vale la de la Princesa misma contada en esos casetes que grabó en 1992 y que han servido de base para el documental “Diana: In Her Own Words”.  Puesto que sus dos abuelas eran damas de la Reina Madre, los Niños Spencer hacían visitas anuales a la Residencia Real de Sandringham. Diana recuerda que odiaba esas visitas porque siempre los hacían ver el mismo filme “Chitty Chitty Bang Bang” de Disney. Debido a la diferencia de edad, Diana nunca conoció a Carlos, en cambio jugaba con Andrés y Eduardo.


     Lady Diana Spencer en su infancia

Su primer encuentro fue en 1977, cuando Sarah llevó a Carlos a pasar uno de esos famosos country house weekends en Althorp, la residencia de los Spencer. Se vieron por primera vez en una cacería. Siendo Diana una colegiala no tena mucho que aportar al Huésped Real, pero ocurrió algo especial. Después de la cena, Carlos le pidió a la más pequeña de las Spencer que le diera un tour por la galería pictórica de la mansión.

Años más tarde, en una entrevista a la BBC, Carlos recordaría que Diana lo impresionó por ser “una chica alegre y llena de vida”. En cambio, Diana lo recordaría como un hombre “triste”. Puesto que Carlos andaba de romance con Sarah parece contradictorio que se viese “triste” y puede ser una apreciación típica de la imaginación soñadora de Diana. Sarah no hacía feliz al Príncipe, solo Diana podía hacerlo.

Esto coincide con lo dicho por Tina Brown en The Diana Chronicles que, en una excursión de esquí en los Alpes, Diana les anunció a sus amigas que algún día se casaría con Carlos (¡!!) porque “es el único hombre en Inglaterra que no puede divorciarse de mi”.  Aquí entra en juego el trauma infantil de Diana provocado por el divorcio de sus padres. La madre de Diana, al irse con otro hombre, perdió custodia de sus hijos. Diana siempre vio esos hechos como un abandono por parte de su madre. Cuando su padre se casó con una mujer que Diana detestaba, la futura princesa de nuevo se sintió abandonada.

 Lady Di leyendo las novelas de su "abuelastra"Barbara Cartland.

Una obsesión de Diana era que no se repitiese en ella la historia de sus padres. Mas allá de sentirse poco importante o inadecuada, estaba el terror de ser rechazada por su marido. Diana nunca quiso un divorcio. Ella misma dice en sus grabaciones que quería una separación amigable, que Carlos se fuese con “su dama” (Camilla), y la dejase a ella con el título de Princesa de Gales y con la custodia de Guillermo. Diana quería encargarse personalmente de la educación del heredero al trono. La ironía es que ella misma precipitó ese divorcio.

Después de ese fin de semana y del aparatoso rompimiento de Carlos y Sarah, Diana no tuvo más oportunidades de ver a su futuro marido. Sin embargo, tanto Sarah como Diana fueron invitadas al trigésimo cumpleaños del Príncipe Carlos “¿Por qué Diana?” preguntó Sarah. La respuesta es que las abuelas conspiradoras ya estaban intentando poner a Lady Di en el camino del Príncipe.


Lady Di en la epoca de su primer encuentro con el Príncipe Carlos

La Versión de la Princesa

Es posible que ellas estuviesen también detrás de la invitación de Diana al fin de semana en la mansión de los De Plass. Según Diana, Philip de Plass la llamó y le pidió que viniera “para alegrar al Príncipe”. Aparentemente Carlos andaba triste en esos días. Diana cuenta que estando a solas, él le habló de lo doloroso que había sido para él la pérdida de “su amigo Mountbatten” y el rompimiento “con su novia”. Dos aseveraciones que se prestan a ser interpretadas. ¿Por “novia” Carlos se refería a Anna Wallace o a la Prima Amanda?

Pregunto, porque Diana nunca pudo pasar a Amanda y cuando la nieta de Mountbatten se casó en 1987, Diana se rehusó a acompañar a su marido. ¿Sería porque pensaba que ver a Amanda le recordaría Carlos la posibilidad de haberse casado con una mujer “más adecuada” (léase más centrada, paciente, menos conflictiva)?

Lo de “su amigo Mountbatten” también me descolocó es imposible que Diana no supiese que Dickie era tío abuelo de Carlos y la figura paterna más importante en la vida del Príncipe de Gales. Ese es un punto en contra de las grabaciones. Primero que dan un visión subjetiva.

  Lady Di en 1980, cuando comenzó a salir con el Príncipe de Gales

Segundo, que no es una entrevista formal. El propósito principal de las cintas era que el instructor de Diana, Peter Settelen, lo consideraba un buen ejercicio para que la Princesa mejorase su expresión vocal pública. Tercero, Diana recuerda de manera descuidada sucesos que ocurrieron hace una década y que ella percibe a través de un cristal opacado por rencor, tristeza y humillación. Por tal razón, ella se contradice contantemente y se refiere a su marido y todo lo relacionado con el de manera tan displicente.

La reacción de Carlos (según Dian) a sus muestras de simpatía también fue estrambótica. Aparéntemente,  el futuro rey se abalanzó sobre la adolescente y comenzó a besarla con pasión. Gesto que, en vez de agradar a Diana, la hizo sentirse incomoda. En sus propias palabras, ella nunca había tenido novio ni enamorado formal o informal (se estaba guardando para ese hombre importante que había idealizado en su mente) y no sabía cómo manejar las cosas. El hecho es que juiciosamente se rehusó a acompañarlo a su residencia de Buckingham Palace.

Sin embargo, aceptó ir al yate privado de la Familia Real para la Semana de Cowes (agosto 1980) porque habría otras personas. Diana fue muy juiciosa en sus encuentros con el príncipe antes del compromiso, 13 según su memoria (el resto fueron charlas telefónicas). Siempre se encontraban en sitios públicos o donde habían otros presente. Nunca hicieron nada que pusiese en peligro su reputación.



Contrasta este comportamiento maduro y discreto con las decisiones impulsivas, torpes e insensatas que tomaría una década más tarde. Asombra ver lo cuidadosa que era la futura princesa que en sus propias palabras ya estaba enamoradísima. Claramente quería evitar los errores de su hermana y de otras “novias” de Carlitos. Tampoco es que fuese calculadora.  Simplemente es como nos educaban a las “niñas bien” de entonces (La Princesa era dos años menor que Servidora). Diana tenía muy claro su objetivo en la vida, casarse con el hombre soñado y, en ese momento, ese individuo se llamaba Charlie Windsor.

Suena extraño cuando amigos, e incluso parientes definen a Lady Di como “una mujer determinada”. Choca esa imagen con la que ella se construyó de “la virgen sacrificada” y “el corderito rumbo al matadero”. Inclusive en el punto en que Diana se sintió atrapada, superada, incapaz de hallar soluciones a sus problemas, fue perfectamente capaz de tomar decisiones, aunque fuesen las peores. Algo para tener en mente cuando se observa este mamarracho que ha construido Peter Morgan. Diana Spencer era un ser fascinante, muy compleja, no esté espantapájaros que Emma Corrin insiste en interpretar y que es nada más que la última carta de los anti monarquistas.