miércoles, 24 de junio de 2020

Tanques Ingleses en Polonia y Otros Disparates de “World on Fire”



Peter Bowker, creador de “World on Fire”, dijo que quería hacer un drama de época que “no pareciese drama de época”. No sé cuál sería su visión, pero lo que ha conseguido es una serie atropellada y sin contexto. No es que sea presentista, es que todos sus personajes se mueven a una velocidad tan acelerada que no hay tiempo de conocerlos o quererlos. Y si le agregamos bloopers históricos que solo corresponderían en una ucronía (y WOF no lo es) tenemos un desastre indigno aun de la mediocre BBC de hoy.

De Manchester a Varsovia
 Jonah Hauer-King (el Laurie más aburrido que hayan visto las Hermanas March) da vida a Harry Chase, un chico británico de la alta. Al menos su madre Robyna (Lesley Mandeville) lo es, una aristócrata tan cliché que parece caricatura. Antes de irse a Polonia, a traducir (no sabemos qué) en la embajada británica de Varsovia, Harry anda en amores con una obrerita, Lois (Julia Brown), que también canta, y tiene conciencia política. La tal Lois, en su tiempo libre, debe encargarse de su casa, de un hermano delincuente (Ewan Mitchell) y de un padre (Sean Bean) que todavía acarrea fatiga bélica de la Gran Guerra y por eso es ferviente pacifista.

Harry se va a Polonia y al rato anda en amores con la camarerita Kasia (Sofia Wiclacz). En Varsovia conoce a Nancy Campbell (Helen Hunt que ha envejecido muy mal) una periodista yanqui que, antes de irse a Berlín, le dice que debe abandonar Polonia, casarse con Kasia y sacarla de su país.  El obediente Harry se casa con Kasia y trata de sacarla del país, pero su mujer le encaja a su hermanito Jan (Eryk Biendunkiewicz) en el tren, y ella se queda en la estación.



Harry desembarca en su casa donde su madre no lo espera con mucho cariño. Está un poco harta de las visitas de Lois y lo menos que quiere es otro hijo que criar. Harry no da muchas explicaciones, obviamente no explica que Jan (que no sabe inglés) es su cuñado. Tampoco se lo cuenta a Lois, que ha venido de ofrecida a buscarlo.

Lois es muy avispada, sabe sumar y se da cuenta que los cuernitos en su frente son regalo de la polaca. ¿Cuál es su venganza?  Acostarse con Harry y mandarlo a freír espárragos…pero ups, no contaba con la astucia de la cigüeña. Entretanto, el padre del encargo se las ha arreglado para ser expulsado del servicio diplomático y debe enlistarse acabando en Francia y haciendo el loco porque el pobre Harry es un personaje patético. El que Jonah siempre tenga cara de estar a punto de echarse a llorar no ayuda.
¡Sin llorar! ¡Sin llorar!

El primer capítulo fue repulsivo y para mi sorpresa, muchos críticos concordaron. ¿Qué se puede decir de un episodio en el que se nos presentaron una docena de personajes, nos dieron un mínimo de información sobre ellos y antes de que pudiéramos establecer algún rapport con ellos, saltaban a otro escenario y a otros personajes?

La serie es ambiciosa, quiere ser como “Winds of War” y tener personajes en diferentes capitales europeas como París, Berlín y Varsovia. Un cambio ha sido no situar la acción (en el Reino Unido) en Londres sino en Manchester lo que la acerca a “A Family at War”, una de las primeras series inglesas en tratar el conflicto desde el home front.

Tal como en esa serie de 1973, Manchester sirve para dar mayor realce a una familia de clase obrera. Lamentablemente, no son personajes tan intensos que queramos invertir nuestra energía emocional en ellos. Al final solo sirven para estar en diferentes escenarios bélicos como Tom, hermano de Lois, que nos lleva a vivir la Batalla del Rio de la Plata desde las salas de máquinas del Exeter.

Los personajes son acartonados o incoherentes como el dicho hermano que primero quiere declararse un pacifista y negarse a ir a la guerra, luego sirve en la marina, luego quiere ser pacifista,… ¡ya, chico, decídete! Otros personajes, en cambio, evolucionan o muy mal como el protagonista que ya para la cuarta entrega es un declarado pusilánime, desobligado, y cobarde; o para bien como su madre que se ha convertido en mi favorita, sobre todo en la tierna relación que establece con el huerfanito Jan.
Robyna defiende a Jan de los bullies escolares

Los diálogos al comienzo son penosos ejemplos de banalidades como “ningún hombre es así hasta que lo es”; “Ninguna guerra es igual hasta que lo es”; y “Haz lo correcto y no lo británico”. Esto último es dicho por Helen Hunt, el personaje más esquemático de la serie. Alguien que es útil como lo es un mueble, que no tiene vida propia, y que solo sirve para exponer verdades inconfortables sin darse nunca cuenta de que como afectan al ciudadano común. Estoy de acuerdo con Ed Cummings que en el Independent, la ha llamado “estridente”.

Vagamente basada en la periodista inglesa Clare Holliworth, Campbell aparece como testigo del incidente de Gliwitz  donde prisioneros de campos de concentración fueron vestidos por la SS con uniformes polacos para luego ser asesinados. Tras fotografiar los cadáveres, los alemanes hicieron circular las fotografías como prueba de “infiltración militar” y como excusa de su invasión a Polonia.

Pues Campbell ve esto y se queda ahí esperando hasta que aparece un centinela alemán con el que intercambia un dialogo grotesco, en inglés ella, en alemán el soldado. Luego la periodista, muy pancha, se sube al auto y se marcha ignorando los gritos del soldado que, en vez de dispararle a los neumáticos, le rompe un vidrio.




Mitos y Realidades Sobre Polonia
Pronto vemos a Campbell en Berlín reportando vía onda radial lo que pasa en Polonia y nos sale con otro de los mitos propagados por historiadores que, hoy se sabe, son mentiras. Básicamente que el ejército polaco era inferior al germano, que en batalla se usaron métodos antiquísimos como cargas de caballería y soldados en bicicleta contra tanques.
Soldados polacos en bicicletas

The Guardian tenía una nota en la que vendía esta serie a la comunidad polaca inglesa, una comunidad que se formó durante la Diáspora polaca y gracias a la traidora cobardía de los Aliados. Según la nota se esperaba por fin contar la historia épica de ese país eslavo, durante la guerra y ocupación alemana. Como decimos en inglés: Fat Chance! Pueden esperar sentados porque “World on Fire” lo que ha hecho es escupir sobre el pueblo polaco, después del judío, el más torturado por los Nazis.

En 1939, Polonia era un país muy grande. La joven nación (tenía menos de veinte años) había adquirido la mayor parte de las tierras que compusieran el antiguo reino de Polonia, más el puerto hanseático de Danzig, y varias ciudades que había sustraído a Checoeslovaquia luego de la anexión de los Sudeten. Su población era abundante y su ejército bastante poderoso, más que el alemán que, aunque gozaba de excelentes estrategas, no había alcanzado a rearmarse desde que el Tratado de Versalles se lo prohibiera.

La gran mayoría del ejercito polaco estaba compuesta por divisiones de infantería esparcidas por todo el país. La caballería solo componía el 10% del ejército. Eran 11 divisiones que incluían dos motorizadas, y un pelotón de 36 bicicletas. Su rol, por prestigiosas que fuesen sus hazañas, no era considerado esencial.

Los Aliados, que por tratados estaban obligados a apoyar a Polonia en caso de invasión, esperaban entretener a los alemanes abriendo un segundo frente, mientras los polacos se defendían por un par de meses. Incluso en Polonia se sabía que en caso de un ataque perderían territorioDanzig y Varsovia serian sacrificadas pero gran parte del ejército se replegaría hacia el este desde donde podrían organizar un contrataque. Nadie esperaba una blitzkrieg o que Polonia tuviese que bajar las armas en menos de dos meses. La razón por la que se les forzó a hacerlo no la dice la serie. Fue la invasión soviética.

Dos semanas después de la invasión alemana, y fieles a los términos establecidos en el Pacto Ribbentrop-Molotov, el ejército soviético cruzó la frontera oriental de Polonia. El ejercito polaco quedó como relleno de sándwich. Gran parte del gobierno y el ejercito huyeron a través de Rumania y un mes más tarde establecieron un gobierno en exilio en París. Los que no pudieron huir quedaron atrapados entre la ocupación nazi y la comunista, cuál de las dos peor.

Polonia, preparada para resistir por medio año, perdió la guerra no por culpa de las bicicletas, ni los ulanos, ni siquiera (otro mito) porque su aviación fuera destruida en tierra por stukas. Fue el ataque rastrero de los rusos lo que la condenó. En el segundo episodio, en una de sus emisiones radiales a Estados Unidos, ya en Berlín, Nancy masculla algo sobre que Alemania y la USSRS van a repartirse Polonia. El espectador se preguntará de dónde salieron los rusos.

Las Tragedias de Gregor
La serie para responderles hace uso del pobre Gregor (Mateusz Wieclawek), el hermano de Kasia que está ahí para protagonizar un recuento paródico que tergiversa lo histórico. Con razón acaba en una casa de locos.


El primer episodio de Las Tragedias de Gregor comienza en Danzig. Este es el puerto hoy conocido por su nombre polaco:  Gdansk. Un absurdo del Tratado de Versalles fue cederle a Polonia este “corredor” que dividía Alemania en dos. La población era alemana y no ocultaba su deseo de reincorporarse al Reich. Cuando Hitler, paralelo a la invasión de Polonia, ordenó la invasión de Danzig solo se opusieron un puñado de patriotas polacos que fueron masacrados. Eso nos lo muestra la serie. Ahí muere el padre de Kasia, pero no explican de qué se trata el conflicto.
Lo de Danzig fue heroico, pero inutil

Solo sobreviven de esa desafortunada empresa, Georg y un amigo. Ambos parten a Varsovia que ya ha caído, se entrevistan con Kasia y al descubrir que ya no hay familia (los alemanes mataron a la madre) deciden irse a pie hasta la zona ocupada por Rusia. Cuando descubren que los rusos son tan anti polacos como los alemanes, se pegan la vuelta y regresan a la otra Polonia. De pronto, cruzando un bosque se encuentran con… ¡Un tanque inglés! ¿Qué?  ¿Por dónde entró?
¡Caspita! Británicos en un bosque polaco

Espectadores perplejos han tratado de hallarle un explicación a este despropósito. Unos dicen que tal vez Bowker se fue por lo alternativo, tratando de acallar las muchas acusaciones que han caído sobre Gran Bretaña por no ir a ayudar a sus aliados polacos. Pero esto es tan absurdo como ver un tanque español en medio de la Guerra de Vietnam.

Otros han dicho que los fugitivos han alcanzado las líneas inglesas en los Países Bajos. Solo que, para llegar hasta allá, tendrían que haber cruzado todo el territorio alemán. Aunque la serie se empeña en mostrar a los alemanes como torpes y descuidados, hubiese sido imposible para dos polacos atravesar un estado policial sin ser detectados. No importa, el amigo recibe una bala perdida y el solitario Gregor aparece en el próximo capitulo enloquecido en las playas de Dunquerque (WTF?)  exigiendo que lo dejen subirse a un bote. De pronto todos entienden polaco, nadie cuestiona su presencia, ni por qué no viste un uniforme.
¿Cómo llegó Gregor a Dunquerque?

El desprecio por la geografía ha alcanzado el máximo en esta serie. Al final, dicen de una pareja que pretende huir de Polonia “brinden por nosotros cuando lleguen al a frontera con Yugoeslavia”. Por favor, miren el mapa.  Ni hoy en que Yugoeslavia es un país desmembrado, hace frontera con Polonia.

Ojalá los problemas fuesen solo errores geográficos. La descripción de la invasión y ocupación alemana de Polonia es lastimosamente falsa y calumniadora. Toda una ofensa y un desprecio hacia una tragedia del Siglo XX y hacia todos los que dieron la vida por su patria.

Kasia, la Asesina y la Verdadera Resistencia Polaca
Las tropas invasoras aparte de bombardear un par de edificios y no recoger los escombros, no se ven muy nocivas. Aunque vimos soldados matando a la madre de Kasia porque los insultó, normalmente parecen tener todo el tiempo del mundo para coquetear con camareras y dejarse matar por ellas. Kasia mata una docena de militares en menos de un año. Atentados que ameritan un mínimo fusilamiento de rehenes. En la vida real, aparte de haberla atrapado enseguida, hubiesen fusilado 10 o 20 rehenes por cada alemán muerto.


Es una ofensa a la resistencia polaca mostrar a sus miembros como asesinos sin rumbo ni propósito. El único país donde eso ocurrió fue en Francia. Los comunistas practicaban esas ejecuciones arbitrarias de soldados anónimos. Las ejecuciones provocaron tales matanzas de rehenes que el general De Gaulle las prohibió.

En Polonia, nunca se mató a nadie sin haber motivo, Se trató siempre de ejecuciones de delatores, colaboradores del invasor, etc. Siempre fueron precedidas por juicios in absentia, y la primera tuvo lugar en el verano del 41, casi dos años después que Kasia mató al primer soldado.

Esta es, a grandes rasgos, la realidad polaca entre septiembre del 39 y verano del 40, época que cubre la serie. Los alemanes cruzaron las fronteras a sangre y fuego, determinados a destruir la nación polaca, promesa que se dedicarían a cumplir con placer por los próximos cinco años. Aparte de bombardear salvajemente a Varsovia, iniciaron su eliminación de lo que consideraban elementos hostiles de inmediato.
Kasia bajo las bombas

Las ejecuciones sumarias eran pan de cada día. Se fusilaba o ahorcaba a las víctimas. En el caso de los judíos de zonas rurales, se les encerraba en la sinagoga del pueblo que luego se incendiaba. 200.000 fueron masacrados solo en septiembre del 39.

Los planes de la SS estaban ya preparados de mucho antes de la invasión, no eran actos caprichosos como la muerte de la madre de Kasia. En varias liquidaciones se buscó destruir a la elite polaca fuesen oficiales del ejército (se tomaron pocos prisioneros y la mayoría fueron ejecutados en el acto) y la nobleza que todavía conservaba poder, propiedades y riqueza.

Otro plan era acabar con la clase profesional polaca. Se ejecutó o deportó médicos, abogados, ingenieros, artistas y profesores. La deportación masiva de los catedráticos de la Universidad de Cracovia, que incluían al padre de la protagonista, en Sophie’s Choice tuvo lugar en 1940. Las masacres del clero, que abarcaron sacerdotes y monjas, fueron particularmente dolorosas y crueles.

La idea era destruir a los polacos fuesen judíos o arios. Únicamente un 15% de la población sobreviviría como bestias de carga para servir al invasor. Por lo tanto, no podían tener más amo que los alemanes. Para mantener a la población sometida se cerraron las universidades, solo se permitió la escuela primaria. Como parte del genocidio cultural, se cerraron bibliotecas y museos. Se saqueó a la nación de obras de arte que fueron a conformar las colecciones privadas del Fuhrer y sus esbirros.

Como si ya esto no fuera suficiente desgracia, la población vivía aterrorizada por un nuevo flagelo: el secuestro. Desde el inicio de la ocupación alemana, los polacos fueron sacados de sus hogares para ser deportados. Niños con “genes arios” fueron arrancados de sus familias para ser criados en Alemania, Hubo adultos deportados a campos de concentración y jóvenes llevados al Tercer Reich a servir de esclavos. En The Long Road Home, Ben Sheppard describe la odisea de un grupo de estudiantes de enfermería de un hospital de Cracovia que una noche de 1940 fueron plagiadas y llevadas a Alemania a trabajar en granjas y fábricas.

Como si fuera poco, la mitad del territorio polaco invadido fue anexado a Alemania y se expulsó a la población polaca que se aglomeró en ciudades ya desbordantes de población y sin recursos para alimentarla. Nada de esto es presentado en “World on Fire” que solo nos muestra una Kasia que vaga como zombi por Varsovia en ruinas buscando soldados a quien matar. Ni siquiera nos cuentan donde duerme o donde come.

En la vida real, desde el primer instante, valientes patriotas polacos comenzaron a resistir, pero no como muestra la serie. La hazaña de la resistencia aun cuando no era una fuerza unida (la Armia Krajowa), y siguiendo órdenes del gobierno polaco en el exilio, fue crear una sociedad subterránea con sistemas legales, escolares y de propaganda. Las primeras labores de los diversos grupos de resistencia, además de colaborar en la creación del estado clandestino, era recolectar armas e información sobre el ejército alemán y pasarla al gobierno en el exilio y ellos a los Aliados.

Aunque hubo desde el comienzo actos de sabotaje y bandas de guerrilleros en zonas rurales, no hubo acciones en contra del invasor en zonas urbanas hasta 1941. Para entonces, los Aliados habían tomado conciencia de la excelente labor de la resistencia polaca y les comenzaron a mandar suministros, pero muy pocos agentes y todos polacos. Por eso, el reencuentro de la feliz pareja Harry y Kasia en 1940 es otra anomalía histórica.

Después de la guerra, el alto mando alemán diría que solo hubo dos movimientos de resistencia que los mantuvieron en jaque: el yugoeslavo y el polaco.  Una lástima que “World of Fire” no homenajee el valor y pericia de los polacos y que deshumanice a su protagonista polaca solo para mostrarnos que vale menos que la inglesa.

La tal Lois no es tan maravillosa y tiene una voz tan ordinaria que, a su lado, Daisy de “Downton Abbey” parece una duquesa. Me recuerda la de Max de “Two Broke Girls”. Además, es un personaje tan falso. Me creo que haya enamorado a un oficial de la RAF que obviamente se siente democrático por andar con un miembro del hoi polloi. Lo que no puedo creer es que en una época en que aun la mujer casada andaba ocultando su embarazo y apenas salía de casa, esta chica ande paseando su panza en veladas para entretener a las fuerzas armadas, que anuncie con orgullo ser madre soltera, y que se ponga a parir en el escenario. Nadie la hubiera contratado.

Además, lo que dijo Robyna de que las clases bajas eran más duras con la mujer trasgresora que las altas, es cierto. Me acuerdo de lo que dijo la Tía Polly en “Peaky Blinders” cuando Ada quedó embarazada: “La madre es una puta, el hijo es un bastardo”.

Si los escenarios polacos e ingleses son tan ucrónicos como “Hollywood”, ¿que nos va quedando?  El escenario alemán se ha concentrado hasta ahora en la tragedia de los niños especiales condenados a la eutanasia. Creo que el tema fue mejor tratado en “Charite at War”.

Webster y Albert: una historia desaprovechada
Así llegamos al segmento parisino que pudo ser lo mejor de la serie.  La idea de un médico estadounidense (Brian J. Smith) en el Paris Ocupado que, además, mantiene un romance gay con un musico negro (Parker Sawyers) ofrecía un mosaico de posibilidades que fueron desaprovechadas.

Aunque se sabe que los homosexuales fueron perseguidos y acabaron en campos de concentración siendo conejillos de indias de experimentos nazis, todavía no hay un estudio contundente sobre las políticas hitlerianas respecto de la población negra. Se sabe que a los afro-germanos se les discriminó de igual manera que a los judíos, pero no se les deportó.

Tampoco se sabe mucho el caso de Francia que, debido a su imperio colonial y a que Paris era un imán para artistas de color, estaba lleno de personas de origen africano.  En “World on Fire”, una de las pocas veces que Harry expresa carácter es cuando se niega a abandonar a un grupo de soldados senegaleses que lo ayudan con su banda de pacientes mentales en esa surreal road movie que lo lleva desde Flandes a Dunquerque. Hizo bien, porque los alemanes ejecutaron tropas africanas durante la Batalla de Francia, tal como lo harían en el 44-45 con soldados negros del ejército estadounidense.

Lo que todavía es confuso es como se trató a la gente de color en el Paris Ocupado. La presencia de mujeres negras en la resistencia, incluyendo a la famosísima estrella afroamericana Josephine Baker, indica que no había realmente un reglamento para estos casos. Para ser justos, al novio de Webster (el americano) lo arrestan por haberse opuesto a que le requisaran el departamento no por el color de piel. Sin embargo, cuando Webster lo visita en el campo en el que está detenido, Albert lanza un discurso de que todos los que están ahí dentro (judíos, gitanos y queer) saben que están condenados. Eso sonó raro en junio del 40.

Como nota Nancy en su visita a Paris, en los primeros meses después del Armisticio, los alemanes se portaron muy correctos. Se trató a Paris y a sus habitantes con una deferencia que no se vería en ninguna otra capital ocupada. No hubo arrestos de judíos ni de otras minorías hasta el 41. Había campos para judíos (Drancy, Pithiviers, etc.) y otros para gitanos, pero se establecieron el segundo año de la ocupación. No se tenía a los judíos mezclados con otras etnias.

Los Judíos y el Fascismo Europeo
Otro desaguisado es el modo en que retratan la situación europea en vísperas de la guerra. Si bien es cierto que el fascismo (debido a su auge en Italia) había brindado pautas políticas a seguir en los Balcanes y la Europa Oriental, no ocurría lo mismo en la Europa Occidental. La Guerra Civil Española y la subida al poder en Francia del Frente Popular habían cambiado las posturas de mucha gente y de sus políticos.

La serie comienza con un rally de la Unión de Fascistas Ingleses en Manchester en el verano del 39. Esto causó muchas quejas por parte de los críticos. Después del disparatado retrato de Sir Oswald Mosley en “Peaky Blinders”, ya a mí no me perturbaba lo que hicieran con su pandilla de fachos, pero si es verdad histórica que tras su torpe marcha en el East End que precipitó la Batalla de Cable Street, el fascismo ingles quedó con perfil bajo y no levantó cabeza sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
Sir Oswald Mosley nunca fue a Manchester en 1939, y menos de uniforme

No contentos con este anacronismo, los de la producción se lanzan contra Francia (¡que odio le tiene la BBC a la nación gala!) en un esfuerzo de mostrarla como un campo de antisemitismo, fascismo, racismo, etc..  El primer acto de este ensayo de fake news tiene lugar cuando Albert golpeado llega al hospital para que lo curen y le dice a Webster que ha sido atacado por L’Action Française. WTF? L’Action Française era un periódico.

Dirigido por el filósofo Charles Maurras este periódico era un baluarte del conservadurismo de la vieja Francia, una representación de valores monárquicos, católicos y antisemitas, pero sus periodistas mataban con la pluma y la máquina de escribir, no andaban apaleando gente y menos negros. Incluso sus Camelots de Rois, unos mocitos que eran su brazo armado, no lo hubieran hecho.

Ese es otro desacierto de la serie. ¿Por qué iban a golpear a un ciudadano francés, un habitante de sus colonias? No voy a decir que el colonialismo francés era menos malo que el de otros países, pero ciertamente era menos racista. La xenofobia de la Francia de los 30 se abocaba a quienes quitaban el trabajo a los franceses fuesen italianos o judíos de la Europa Oriental.

Los inmigrantes de las colonias iban a Francia o a estudiar o a abrirse camino en el mudo de las artes, como Albert con su saxofón o el líder vietnamita Ho Chi Min que en ese entonces trabajaba de fotógrafo en Paris. En cuanto a los habitantes de la Ciudad Luz, tanto en su Haute Monde como en sus círculos bohemios, eran negrófilos.

Siguiendo con la distorsionada visión del fascismo francés, ya declarada la guerra, Albert encuentra su puerta cubierta de suásticas y una cabeza de cerdo en el suelo. Ese es un tipo de ataque que se lanza contra judíos y musulmanes. Albert no es ninguna de las dos cosas.
Suasticas y una cabeza de chancho

Había en Francia en los 30 organizaciones paramilitares clandestinas como La Cagoule (la capucha) y la Croix de Feau (que admitía judíos de derecha en sus filas). Pero ambas atacaban más a los comunistas que a los judíos- y ciertamente no atacaban músicos negros ni andaban decapitando puercos.  El Frente Popular acabó con ambas en 1937. ¿Entonces por qué resucitarlas y vestirlas con falacias?

Yo aplaudo que, en su descripción de la tragedia polaca, los productores y escritores hayan querido dejar fuera el elemento judío. Lamentablemente ni aun así consiguieron darnos información verídica sobre los hechos. Pues en el escenario francés han intentado embutir, y otra vez de manera falaz, la presencia judía.

En la primavera del 40, Henriette (Eugenie Derouand), la enfermera enamorada de Webster, le trae una pareja de judíos que han sido apaleados por “fascistas”. Los fascistas en ese entonces o estaban en el ejército, o en la cárcel, o calladitos en sus casas. Solo Vichy les devolvería su gloria y majestad.


¿Además, cómo supieron que se trataba de judíos? No tienen puesto ni shtreimel ni peluca. Los apaleados le dicen a Webster que quieren salir del país. ¿Qué imagen es esa?  ¿Los judíos, como ratas, abandonan el barco? Primero que, hasta junio, no se tuvo conciencia que Francia iba a caer ante las huestes germanas. ¿Por qué huir antes?

 Lo más conmovedor de la tragedia judeo-francesa, fue el patriotismo de sus víctimas, su insistencia en quedarse en lo que consideraban su país. Nadie planeaba huir. Si se había sobrevivido a Dreyfuss y Stavisky, se podía soportar un poquito de fascismo o antisemitismo local. El historiador Marc Bloch fue evacuado en Dunquerque, pero regresó a Francia a resistir hasta su captura, tortura y fusilamiento. Él fue uno más de miles de judíos que dieron su vida por su patria.

Luego, Henriette le confiesa a Webster que es judía, sus padres ya huyeron al extranjero, pero ella permanecerá, aunque sea con un nombre falso. De nuevo nos encontramos con estas visiones futuristas que preveían la caída de Francia, el surgimiento de Vichy, la colaboración, y el resurgimiento de un antisemitismo militante que operó de la mano con la Gestapo. Lo más aberrante de la colaboración con la SS, de la deportación de judíos y del antisemitismo de Vichy es que nadie imaginaba que pudiesen suceder esas cosas en una nación tan humanista y liberal como la francesa.

Finalmente, llegamos al personaje de Webster en quien yo tenía muchas esperanzas. Durante la Batalla de Francia y las primeras semanas de la ocupación es un personaje heroico: administrando auxilio médico en un hospital bajo fuego en el norte de Francia o ayudando a evadirse a un marino ingles en las narices de los alemanes. Sin embargo, a partir del arresto de Albert, cae en una caricatura homofóbica Como cuando llega al piso  y lo encuentra ocupado por soldados alemanes y su única reacción es echarse a llorar. Con razón se burlan de él.


Otro llorón

Luego cuando debería mantener la cabeza fría y desarrollar un plan, se vuelve histérico dado a actitudes impulsivas. El mismo Albert se queja de que no lo está ayudando. Finalmente, cuando la tía Nancy (a la que casi han violado por intentar ayudar al sobrino) fracasa en conseguir la libertad de Albert, Webster estalla en otra pataleta en la que increpa a su parienta de la manera más injusta e infantil.

“World on Fire” ha fracasado en todos los frentes: ha silenciado la poca conocida historia de Polonia bajo los nazis y de paso ensuciado la memoria de los combatientes; ha dado un retrato muy poco fidedigno de la sociedad inglesa con esa Lois orgullosa de ser madre soltera; y ha perdido una gran oportunidad de explorar el modo en que el nazismo afectó al colectivo queer y el de color. Agreguémosle que aparte del pequeño Jan, no tiene personajes simpáticos, que visualmente es tan mediocre como su libreto y las actuaciones, y comprenderán por qué no a recomiendo.

Si alguien quiere ver un mejor retrato de la invasión de Polonia aconsejo ver “Holocausto” o la estupenda” Winds of War”. Ambas están completas en YouTube. Si prefieren lecturas sigue como ficción incomparable del hecho Mila 18 de Leon Uris, pero si desean una perspectiva menos “judía” hay dos volúmenes del matrimonio compuesto por Bodie y Brock Thoen:  Danzig Passage y Warsaw Requiem.



Para el que prefiere libros de historia, me temo que hay muy poco que no haya sido escrito en idioma polaco y haya sido traducido. Mi información la saqué de Forgotten Holocaust de Richard Lukas y Norman Davies y First to Fight: The Polish War, 1939 de Roger Moorehouse.

En cuanto a lo ocurrido en Francia tenemos el clásico de Robert Soucy French Fascism: The Second Wave. En términos de ficción los refiero a la fantástica serie “UnVillage Francaise” que puede verse en Hulu.






miércoles, 10 de junio de 2020

Lo que Vi en la Cuarentena Primaveral y No Tuve Tiempo de Comentar



En unos días entramos en el verano post-Covid19. Me imagino que pronto nos olvidaremos de las cuarentenas y los miedos y limitaciones que nos trajo. Está IN eso de tener memoria frágil. Por eso, antes de olvidarme, quiero rápidamente repasar cuatro series que vi en el lockdown y no tuve tiempo de comentar. Se trata de dos ejemplos de que el talento de Lord Julian Fellowes no se limita a “Downton Abbey”, una excelente serie francesa y un cuento de hadas sobre el viejo Hollywood que Netflix y Ryan Murphy confeccionaron y que, a pesar de su final Disney y otros disparates, tiene un mensaje sobre el racismo que se aplica a los eventos de estas últimas semanas.

¿Se acuerdan de que no sabía que planeaba ofrecer el Masterpiece en marzo? Pues la PBS trató de encontrar una solución salomónica, ofreciendo el primer episodio de “Beecham House”, pero el domingo siguiente lanzó en ese horario tres capítulos de “Resistance”, una serie francesa del 2014. 

No me quejo. Me alegro mucho de haber visto este recuento sobrio, casi documental, de la evolución de la lucha armada en contra del invasor alemán. Para el que no sepa nada sobre la Resistencia Francesa, este es un curso básico y, aunque a ratos simplista, es históricamente fidedigno.

Desde pequeña me fascinó la mitología de la Resistance, la idea de valientes maquisards, todos con boina, cantando La Marseillese antes de entrar en batalla, o de nenas sexis (como Brigitte Bardot en “Babette se va a la guerra”) que seducen oficiales de la Wermacht y terminan en el paredón, todo pour la France. Mi padre era gran admirador del General de Gaulle y promovió mi interés.

Ya en USA, con ayuda de un excelente sistema de bibliotecas públicas, encontré más material para poder desvincular estereotipos de realidades. En el invierno del 77, estaba en cama con gripe cuando de la biblioteca mi Pa me trajo varios libros para que no me aburriese. Uno de ellos, me explicó, trataba sobre el Grupo del Musee de l’Homme, “los primeros en resistir en el Paris Ocupado”. Era un libro muy sucinto, ni recuerdo el título, pero lo suficientemente atrapante para interesarme en su contenido. “Resistance” inicia con ese movimiento.

Nunca se había hecho nada sobre este grupo que creó el afamado antropólogo Paul Rivet en las entrañas de su museo de antropología. Dedicado a socorrer aviadores aliados y distribuir panfletos que animaban a la población a resistir (no de manera violenta) al invasor, el grupo fue desbaratado a fines de 1941 sin haber llegado al segundo año de actividad. En la primavera de 1942, los principales líderes fueron fusilados (Rivet alcanzó a huir a Colombia). Solo quedaron algunos allegados, como Jean Cassou y Pierre Brosolette, que cosecharían celebridad y martirio en otros grupos de resistentes.


Nunca se había valorizado la aportación del Grupo Vilde y es un placer ver a actores darles rostro a personajes de los que solo se conocían por fotos borrosas. Así el espectador reconoce a Boris Vilde “Monsieur Jacques” (Robert Plagnol) el carismático líder y lo acompaña hasta su arresto, cautiverio y ejecución. En el paredón se le une el más joven miembro de la organización, Rene Seneschal (Cesar Domboy), alias “El Chico”, que se ve mucho más guapo y adulto que el verdadero. Me costó reconocer en The Kid al Fergus de “Outlander”.

El Chico tiene un rol importante como el primer amor de Lily, (Pauline Burlet la joven Edith Piaf en “La Vie en Rose”) la heroína de esta historia. Lily, más que un personaje ficticio, es una alegoría de la Resistencia. Así la vemos al comienzo, todavía una adolescente trabajando de secretaria en El Musee de L’Homme, uniéndose a los comunistas del Coronel Fabien y tras el fusilamiento de su amante Seneschal, huyendo a Lyon donde hace amistad on Henri Frenay (Guillaume Dollmans) y Victoria “Berty” Albrecht (Pascale Arbillot) fundadores del grupo Combate.

A través de todas estas aventuras, Lili cuenta siempre con la amistad de su “hermano” Jeannot (Tom Hudson) hoy el millonario de las telecomunicaciones y activista Jean Frydman. En un momento, Lili es arrestada y casi torturada por Klaus Barbie (Stefan Konarske), pero logra huir y retornar a Paris. Con Jeannot se une a los Franc Tireur, pero en vísperas de la Liberación vuelve a ser arrestada y torturada junto a su amigo quien está involucrado en el asesinato del ministro de propaganda de Vichy, Philippe Henriot. Pero tal como en la vida real, Lily y Jeannot logran escapar de un tren camino a Buchenwald.

La serie es sobria y bien actuada. A pesar de que tiene un estilo semi documental, los personajes atrapan. La fotografía es excelente, los actores atractivos, el vestuario aun en época de racionamiento es elegante y llamativo. Para quien no sepa nada de la resistencia, es un curso rápido y memorable. Incluso yo me enteré de un par de cosas que no sabía cómo que Bertie Albrecht se había suicidado y que Barbie usaba un perro en sus sesiones de tortura.

Su único defecto es cierto maniqueísmo. Los alemanes son todos perversos. Ni mención del decente abogado de la Wehrmacht encargado de la defensa de Vilde y sus compañeros. Mucho énfasis en que Frenay era de derecha. Por otro lado, mucho enaltecimiento de los comunistas sin mencionar que durante el primer año de la ocupación estuvieron muy amigos de los alemanes. Recomiendo esta serie que se puede ver en Thirteen Passport y en Amazon Prime Video.

El Juego Inglés
Debe ser porque soy la única chilena la que no le gusta el fútbol que “The English Game” me dejó fría. Aun así, no llego al nivel de toxicidad de la periodista de The Guardian que parece que se las tiene tan juradas a Lord Julian Fellowes que hasta lo compara con el coronavirus
En tres palabras, la serie de Netflix cuenta como a fines del siglo XIX el futbol (soccer) inglés cambia su fisonomía y reglamentos gracias una infusión de buen sentido común escoces. Al parecer en Escocia se llevaba tiempo corriendo tras la pelota.

En 1879, el futbol estaba en las manos de un elitista equipo formado por ex estudiantes de Eton (no se puede ser más elite) y capitaneados por Arthur Kinneard (Edward Holcroft), el David Beckham de su día. Cansado de esa desigualdad social deportiva, un molinero de Lancashire (Craig Parkinson) que subvenciona un equipo de raquíticos jugadores obreros, se compra un par de profesionales escoceses (Kevin Guthrie y James Harness) para que les bajen los humos a los Old Etonians.

Mas allá de un dato histórico para los fans del deporte más jugado en el mundo, Lord Fellowes lo transforma en una fábula de desigualdad social y clasismo en donde la clase acomodada británica veía el futbol como un juego de caballeros y como se les enseñó que también podía ser un deporte de las masas. Si les gusta el futbol, se las regalo. Está en Netflix.

Belgravia
Considero lo de arriba, un tropiezo, un capricho fellowiano que no me impide seguir amando su obra. Por eso, entre verme (como tres veces) el filme de “Downton Abbey” y rezar de que a pesar del Covid 19, se pueda rodar “The Gilded Age”, mi apetito por la obra de Lord Fellowes aumentaba cuando llegó “Belgravia” a satisfacerlo. Si recordarán que yo no creía poder verla puesto que la presentaba Starz, el único canal premium que no poseo.

Sucede que, como un acto de solidaridad por nuestro aislamiento, Starz estuvo gratis por un mes, lo que me permitió ver un par de capítulos de “Belgravia”. Después las ratas me lo quitaron, pero tres capítulos fueron suficientes para darme cuenta de que Lord Fellowes siempre ha sido un individuo muy talentoso.  

Escrita durante el rodaje de “Downton Abbey”, en esta serie Fellowes sigue con su interés por las clases altas y sus sirvientes, pero en un escenario muy diferente. Belgravia, que por casi dos siglos ha sido el barrio de los aristócratas londinenses, es visto desde su nacimiento y uno de sus protagonistas el humilde James Trenchard (Philip Gleinard, siempre excelente) tiene que ver con la construcción y desarrollo del barrio.

La novela que es un homenaje a varios autores victorianos comienza en un escenario que combina a Jane Austen y a Thackeray. Estamos en Bélgica, en 1818, la víspera de la Batalla de Waterloo. Históricamente, los Duques de Richmond dieron un baile para celebrar la supuesta victoria sobre Napoleón que tendría lugar al día siguiente. Trenchard ha conseguido invitación a ese baile porque está encargado de aprovisionar al ejército. Aun así, Trenchard, al que el Duque de Wellington apoda “El Mago”, sigue siendo un almacenero y la verdadera razón para incluirlo en este baile jet-set es porque su hija Sophie (Emily Reid) tiene un romance, que es un secreto a voces, con Lord Edmund Bellasis (Jeremy Neuark Jones), sobrino de los anfitriones.

Para el ingenuo James nada es imposible y ya ve a su hija casada con un noble. La que no opina lo mismo es Anne (Tamsin Grieg), su discreta y sensata esposa que no comparte las ilusiones arribistas de su marido. La batalla es cruenta, las mujeres deben huir a Inglaterra abandonando a sus hombres. Trenchant regresa a casa, pero trae malas noticias, Lord Edmund murió. Es entonces que la desolada Sophie anuncia que va a ser madre.

No se trata de una mera seducción. Apoyada por su padre, Sophie contrajo matrimonio con Edmund un poco antes del baile, pero al despedirse del marido reconoció a uno de sus compañeros de armas. Era el mismo pastor que los casó. Todo fue un horrible engaño y Sophie ha quedado marcada de por vida.

Pegamos un salto de un cuarto de siglo. Los Trenchard son muy ricos, pero muy infelices. Sophie murió, ya nos imaginamos como. Su hermano menor, Oliver (Richard Goulding), está casado con la odiosa Susan (Alice Eve) (, tan estéril como ambiciosa. El una vez cariñoso matrimonio Trenchard ha ido adquiriendo estatus social, pero perdiendo amor. Anne solo encuentra afecto en su perrita Agnes.

Empujada, como siempre, por el arribismo del marido, Anne asiste a un té de damas encopetadas en el que se reencuentra con la Duquesa de Richmond. Este reencuentro abre viejas heridas que empeoran cuando una dama (Dame Harriet Walter) se acerca a Anne y se presenta. Es la Condesa de Brockenhurst, madre de Lord Edmund.

Margaret vuelve a casa muy alterada y consulta con su marido si debería contarle a Caroline Brockenhurst que comparten un nieto en común. James se indigna, le prohíbe a su mujer que hable de un secreto que han guardado por tantos años.

Por suerte, Anne es una mujer independiente y desobedece al marido. Resulta que Caroline es aún más independiente, ni siquiera consulta con su esposo. Se va a conocer al formal y luchador Charles Pope (Jack Bardoe), lo único que le queda de su único hijo. De pronto Charles se convierte en el protegido de esta gran dama que le consigue clientes, que lo presenta en sociedad. Es como en Grandes Esperanzas solo que Charles es un muchacho serio y trabajador que quiere abrirse paso en el negocio del algodón (muy lucrativo si se tienen buenas conexiones).

Anne es llevada por su marido a una soirée de Caroline y ahí por fin conoce a su nieto. Es un momento de perplejidad seguido por ira. Caroline si tiene derechos sobre Charles, si puede disfrutar de su compañía En cambio, ella Anne ha sido separada del hijo de Sophia por las arbitrarias exigencias de James quien ahora se revela como traidor. Resulta que ha sido el hado padrino del nieto, guiando a Charles en su madurez.

¡Pobre Anne! Hasta sus criados prefieren intrigar con su nuera Susan. No tiene aliados. Eso la llevará a unir fuerzas con Caroline, aunque es una relación tipo Cora/Lady Violet, basada en un interés común, la protección de Charles.

La situación se complica cuando Charles conoce y se enamora de Lady Maria Gray (la Tess de “Sweetbitter”) e incurre en la ira de John Bellasis (Adam James), sobrino de Caroline y aparentemente heredero del título que dejó Edmund. Como todo villano, John es muy sagaz y deduce que la aparición del intruso tiene que ver con los advenedizos Trenchard. Su estrategia es comprar los servicios de espionaje del Equipo Downstairs.

El servicio doméstico de los Trenchard es lo opuesto a los nobles lacayos de la Familia Crowley. La mitad apoya las ambiciones de Susan, la otra se deja sobornar por John y cuando este y Susan se hacen amantes, se crea un tremendo conflicto de interés debajo de la escalera.

A pesar de que Pope es un poco acartonado y su innamorata es sosa, el poder lo llevan sus abuelas. Como han notado los críticos, Fellowes es un maestro en el arte de crear ancianas o mujeres maduras fuertes e interesantes y eso es lo que convierte a “Belgravia” en un serie digna de verse. Está completa en EPIX.

Hollywood
Finalmente llegamos a “Hollywood” que me he visto completa, la semana pasada. Esta historia alternativa de La Meca de las Estrellas de la posguerra tiene mucho que ofrecer. Lo principal es su gran fondo de verdad. Hollywood siempre fue un burdel blanqueado por la hipocresía de quienes lo regentan. Una cloaca de abuso sexual y discriminación donde, mucho antes de Harvey Weinstein, se pasaba por la cama y genitales de los poderosos para llegar al estrellato.

La trama sigue a un singular grupo de personajes en pos de esa estrella en el Paseo de la Fama. Ellos son Raymond Ainsley (Darren Criss), que a pesar de que es muy vocal en su confesión de que es hijo de una filipina, se ve más blanco que un huevo; Archie (Jeremy Pope) negro y gay; y Jack Castello (David Corenswet), blanco y heterosexual.  Agreguémosle a Camille Washington (Laura Harrier) la novia afroamericana de Raymond y el amante de Archie, Roy Fitzgerald (Jack Picking,) y tenemos Una Liga de Diversos.

Roy es un aspirante a actor cuya homosexualidad debe ser ocultada y explotada de maneras humillantes. Jack, un veterano de Anzio que sueña con ser actor, debe mantener una esposa embarazada. Por eso cae en un trabajo en la gasolinera de Ernie (Dylan McDermott) que en realidad es un burdel que provee servicios heterosexuales y homosexuales a la corrupta comunidad hollywoodense. Ahí entra a trabajar Archie quien está luchando por abrirse paso en la industria como libretista y a la vez mantener un perfil bajo para que no se enteren de su color de piel u orientación sexual.

 Una ironía es que Roy Fitzgerald tiene más posibilidades que Archie y la talentosa Camille, otra afroamericana condenada a interpretar mucamas. Roy tiene suerte, a pesar de su escaso talento, sus bíceps atraen la atención de Henry Wilson (Jim Parsons en una actuación de que merece una ovación de pie) quien explota y humilla sexualmente a su protegido a quien cambia el nombre por el más llamativo de Rock Hudson.

Efectivamente, Rock Hudson es una de las figuras de la vida real que aparece en “Hollywood”.  La serie nos muestra el lado oscuro de las estrellas. George Cukor tenía fiestas queer, Vivien Leigh estaba más loca que una cabra y Tallulah Bankhead era pansexual. Lo que pongo en dudas es su affaire lésbico con Hattie McDaniel porque nunca se ha confirmado. Queen Latifah retrata a la intérprete de Mammie en “Lo que el viento se llevó” como una BBW (Big Beautiful Woman) sexy y malhablada, pero en la vida real Hattie, que tuvo cuatro maridos, era una mujer muy diferente. En fin.

El mejor retrato y el más fidedigno es el de Anna May Wong (Michelle Krusiec), la primera gran estrella oriental de Hollywood. Curiosamente, si se habló mucho y con más base de su lesbianismo (los fuertes rumores de su affaire con Marlene Dietrich la pusieron mal tanto con su familia como con la comunidad china), pero aquí eso no se menciona.

Lo que importa es como se desperdició su talento por no ser blanca. La escena en que hace casting para “La Buena Tierra” me hizo llorar. Lo que la serie no nos cuenta es que La Señora Wong no solo fue discriminada por Tinseltown también fue atacada por su gente—incluso en un viaje a la Chinaque la acusaba de retratar estereotipos negativos en la pantalla grande.

Aun sin “Hollywood”, Anna May Wong tuvo un final semi feliz. En 1951, se convirtió en la primera figura asiática en tener su propio show de televisión. Aunque duró solo una temporada, la serie detectivesca “La Galería de Madame Liu-Tsong”, marcó un hito en la televisión que no vería a otro actor asiático en su propio show hasta Pat Morita en los 80. Madame Wong falleció de un ataque al corazón en 1961 cuando se preparaba para trabajar en otro gran espectáculo (uno de los pocos) del cine sino-hollywoodense “The Flower Drum Song”. Tenía solo 56 años.

Ahora a hablar de le piece de resistance de la serie, lo que la hace una ucronía. Los personajes ficticios trabajan para el estudio ACE propiedad del repugnante gran mogol (judío por supuesto) Ace Amberg (Rob Reiner). En realidad, el estudio es manejado por gente como Ellen (Holland Taylor) la intuitiva y visionaria encargada de los elencos, y su jefe Dick Samuels (Joe Mantello), de quien ella está secretamente enamorada. A pesar de su insistencia en permanecer en el closet, Samuels es, parafraseando a Rock Hudson, el único “hombre bueno” de Hollywood y el personaje más bello de la historia.

Entre Dick y Ellen se decide que se hará un filme con una actriz y un escritor afroamericanos y sobre la tragedia de una chica de color que quiere abrirse paso en Hollywood. Ace se niega a tal abominación, pero un oportuno infarto (en brazos de su sufrida amante interpretada por Mira Sorvino) lo ponen fuera de combate. Él ha dispuesto que en tal eventualidad su esposa Avis (Patty Lupone) se haga cargo de todo esperando que como ella sabe cero sobre el negocio deje el poder en manos de su abogado y Dick Samuels.

Ocurre lo contrario, entre Dick y Ellen, más un fuerte empujón por parte de Eleanor Roosevelt, Avis es convencida de que debe producir un filme “Meg” en el que trabajarán todos los personajes mencionados (incluyendo Anna May Wong). Al final de la serie, Rock Hudson desfila por la alfombra roja del brazo de su amante negro y Camille (casi medio siglo antes que Halle Berry) se convierte en la primera afroamericana en ganar un Oscar como Mejor Actriz.

La BBC (no sé con qué atribuciones con los bodrios que fabrica), se ha quejado de esta serie y la ha llamado “un desastre”. Hugh Montgomery ha atacado el “idealismo liberal” de Ryan Murphy y tachado el final Disney de ser un insulto y una culpabilización de las victimas ya que hace parecer como muy fácil el destruir las reglas discriminatorias que regulaban Hollywood. Mas o menos lo que ha dicho Lucy Montgomery en The Guardian quien aconseja que hubiese sido mejor si hubiese seguido un enfoque MeToo (WTF?)

Se olvida que esto no es historia, ni siquiera es historia alternativa. Es una ucronía que, como el cuento de hadas, siempre debe tener un final feliz por inverosímil que sea. En la vida real, no solo una salida del closet de Rock Hudson hubiese acabado con su carrera, también él hubiese acabado en la cárcel o torturado en un psiquiátrico donde los tratamientos para “curar” la homosexualidad iban desde electroshock hasta castración con rayos X.

En honor a la verdad, la misma serie nos explica por qué hubiese sido imposible filmar “Meg” en ese entonces. Un periodista misógino y antisemita chantajea a Avis; le incendian la casa; hay protestas racistas fuera del estudio; el KuKlux Klan enciende una cruz delante de la casa de Camille y lanza por la ventana de Archie una bomba Molotov. Lo peor es el boicot de los teatros del país y no solo en el Sur.

En un país donde el racismo incluso impedía el matrimonio entre personas de diferentes razas (en California esa prohibición duró hasta los 50) no iban a aceptar fácilmente una protagonista negra emparejada con un blanco. Lo prueba está en la primera estrella de color de USA, Dorothy Dandridge, a la que solo se le permitió besar en la boca a su coprotagonista (el alemán Curt Jurgens) en el filme frances “Tamango”. Solo en los 60 se derogaron las reglas y Uhura y el Capitán Kirk se besaron en “Viaje a las estrellas” mientras que Sídney Poitier y Katherine Houghton hacían lo propio en “Adivina quién viene a cenar?”
 Dorothy Dandridge y John Justin en" Ïsland of the Sun"Noten como no pueden besarse.

“Hollywood” tiene bemoles. Por empezar su combinación de drama y sátira que a rato deshumaniza a los personajes que debemos querer. Incluso la cámara los enfoca desde ángulos caricaturescos, y ya sé que lo que pasa por blancos en este momento está en la perrera, ¿pero es necesario que todos los actores caucásicos se vean bobos? Yo no recuerdo que Rock Hudson fuese tan mal actor y tampoco tan ingenuo. Es como Raymond que aun en medio de la fiesta de George Cukor no entiende por qué Dick insiste en que se vaya a casa antes que comience el pandemónium.



Un comentario sobre los judíos en “Hollywood”. En la serie tenemos judíos malos (Ace), ambiguos (Avis) y buenos (Dick Samuels), por lo que me parece un retrato equilibrado, pero yo pospuse ver “Hollywood” porque algo en el primer episodio me dejó marcando ocupado.

En su primer cita laboral, Jack Castello atiende a una elegante madurona que resulta ser Avis. Siendo un personaje positivo, Avis, antes de usar sexualmente a Jack, intenta establecer un rapport y cuenta un poco de sí misma. Fue actriz de cine silente, pero la llegada del sonido mató su carrera. Cuando se la rechazó, algo que ocurrió con muchas estrellas del cine mudo, se la humilló aún más diciéndole que una judía como ella y con esa voz nunca podría ser estrella.

A través de Hollywood se dice que Avis es vulnerable por ser judía y mujer. Aun hoy (y lo sabré yo) eso es aplicable, pero no para ser una estrella de Hollywood. El primer símbolo sexual femenino de Hollywood fue Theda Bara, una chica judía de Cincinnati llamada Theodosia Goodman. En la época en que Avis rememora ese consejillo hollywoodense, en la pantalla reinan tres bellezas judías: Paulette Goddard, Hedy Lamarr y Lauren Bacall.

A Anna May Wong, le quitó el protagónico de “La Buena Tierra”, la judía vienesa Luise Rainer que no era muy guapa, pero era tan buena actriz que se ganó dos Oscares consecutivos en los Años 30 (uno por La Buena Tierra). Si hablamos de judías de voces chillonas, las hubo entre comediantes desde Joan Blondell hasta Judy Holliday que ganaría un Oscar en 1950. Los judíos hemos sufrido discriminación y prejuicios, pero no en Hollywood. Inventarnos obstáculos (algo que también se ha hecho en “World on Fire”) disminuye nuestra tragedia y resulta contraproducente para nuestra causa.
Rainer como Olan en La Buena Tierra

 Otra cosa que me puso nerviosa. Se habla mal de la policía angelina, como incapaz de poder ayudar a proteger a los actores amenazados o a Avis extorsionada. Es cierto, la policía de entonces y de hoy era racista y como vemos en “City of Angels”, corrupta. Pero la solución de Henry Wilson es acudir al gánster Mickey Cohen.

Lo que me hiela la sangre es que es el tercer period piece de esta cuarentena que dice que la única protección contra ataques antisemitas es apoyarse en gánsteres judíos. En “The Plot Against America” cuando la policía se vuelve en contra de la población judía, el barrio de los Levine recibe protección de parte del ganster Longy Zwillman quien envía a sus matones los Hermanos Apfelbaum, pero la policía los mata.

En “City of Angels”, la secuela de “Penny Dreadful”, en 1938, el policía judío Lewis Michener (Nathan Lane) busca ayuda del gánster Benny Berman (muchos creen que se trata de Bugsy Siegel) para detener a los nazis que quieren robar un secreto de energía nuclear de Cal Tech. Mas allá del poder del crimen organizado y de la corrupción de la policía de los Angeles en esa época, ¿qué mensaje ocultan estos ejemplos?

¿Se trata de decir que los judíos son tan corruptos que siempre se apoyarán en elementos criminales? ¿O es una advertencia profética que cuando no se puede confiar en la policía, los grupos étnicos deben acudir a otras fuerzas, aunque operen fuera de la ley? En estos tiempos en que se pone en duda la utilidad de la fuerza policiaca, es un mensaje potente y escalofriantemente actual.

La fuerza de Hollywood reside en que, aunque no lo parezca, los problemas que presenta siguen en pie. La comunidad actoral afroamericana periódicamente protesta su escasa presencia en las nominaciones del Oscar; yo agregaría que menos presencia tienen los actores asiáticos que siguen siendo discriminados; las mujeres todavía no son reconocidas como directoras, productoras y camarógrafas, y estoy segura de que el sistema del casting couch no ha sido erradicado, que los abusos sexuales de todos los géneros continúan en el infierno hollywoodense y que lo de Harvey Weinstein fue solo la punta del iceberg.

¿Vieron algunas de estas series? ¿Qué opinan de ellas?