martes, 28 de noviembre de 2017

Se Acerca el Invierno: Period Pieces para Días de Nieve


Aunque en el hemisferio norte, el otoño acaba oficialmente el 21 de diciembre, en USA, la costumbre es contar la temporada invernal desde el fin de semana de Thanksgiving, o tal vez desde el Black Friday. Aunque todavía no ha nevado, y el clima no es terrible, los neoyorquinos comenzamos a sentirnos bajo la influencia de un espíritu invernal que afecta incluso los programas que vemos. Para los frikis del period drama, ya hay una programación especial que nos hará entrar en calor en noches de tormenta de nieve: desde la saga de los hijos de Ragnar Lothbrok, hasta el posible regreso de Tom Hardy en la esperada segunda temporada de “Tabú”.

Noviembre
Después de Thanksgiving, el 29 de noviembre para ser exactos, nos reencontramos con la prole de Ragnar, o lo que queda de ella. Para los fans de los “Vikings” esta quinta temporada trae una incógnita y una sorpresa. La primera es saber cuál de sus hijastros acabará con Lagertha, la legendarias skoldmo y ahora Reina de Kattegat. La sorpresa será ver como Jonathan Rhys-Meyers, convertido en obispo-guerrero San Heahmund, hará morder el polvo en el campo de batalla al pesado de Ivar, el Deshuesado.

Factor interés (pour moi) Francamente, desde que me mataron a mis personajes favoritos (Aslaug, Helga, Ecbert) que solo me interesan dos cosas de la serie vikinga: los quehaceres de Rollo en Paris, y los viajes de Bjorn por “tierras soleadas” como las llamó Ivar.

Diciembre
“Vikingos” no será la única incursión del History Channel al terreno de la ficción histórica. El 6 de diciembre llega “Knightfall”, un cuento de Caballeros Templarios. La acción tiene lugar en 1306, un año antes de la caída de la orden. Tom Cullen es Sir Landry, maestre templario, veterano de las cruzadas y buscador del Santo Grial de cuya presencia depende la salvación de la Orden del Templo del Rey Salomón.

Factor interés; me imagino que lo interesante de los templarios, su caída y ejecución, se guardará para una segunda temporada. Ver luchas en Tierra Santa me es muy poco apetitoso. Por una vez yo le echo porras a los muslimes, eran más gente que los europeos. En cuanto al Santo Grial, ese es un tema para mi archiconocido y superado. Si me quieren mostrar a los templarios como los creadores del sistema bancario moderno y los inventores de la tarjeta de crédito, pase. Me los muestran adorando al Gato Bafometo y les hago una fiesta.



Por otro lado, hay un par de personajes históricos que me interesan, aunque desde ya sé que la ficción va a sobreponerse a la realidad con ellos. Como fan de Los Reyes Malditos es un placer ver a La Loba de Francia. A pesar de que en 1306, Isabel tenía solo once años y ya estaba comprometida con Eduardo III, no me molestará que le inventen algún romance con templario.


Familia Real de Francia según History Channel

El caso de su mamá, Juana de Navarra, es diferente. Murió de parto en 1305. Mas de algún cortesano elevó la sospecha de que la reina había sido asesinada por su real esposo.  ¿Como así, si Felipe el Bello adoraba a su Juanita y eso que esta era gordita y feúcha? El perfil del personaje dice que la reina guarda un grave secreto. ¿Será por eso por lo que la han hecho en “Knightfall” vivir un año más? ¿Será ese secreto la causa de la muerte de Juana?

Aunque faltan meses para que inicie la Octava Temporada de “Call de Midwife”, PBS trae el especial navideño precisamente el 25 de diciembre. La trama gira alrededor de La Gran Helada, llamada así porque las navidades de 1962 coincidieron con las temperaturas mas bajas experimentadas por Inglaterra. Hubo tremenda ventisca y el país se detuvo. Pero ya sabemos que a los partos no se les puede detener por lo que veremos a las parteras chapoteando en la nieve para cumplir con su deber.






Enero
El Año nuevo nos regresa al Palacio de Buckingham victoriano. Victoria y Alberto darán la bienvenida a nuevos bebes y nuevos problemas. Un par de SPOILERS: Lord Melbourne nos deja, pero resucita la Reina de las Espinas. Dame Diana “Olenna” Riggs regresa ahora convertida en camarera mayor de Victoria. Tendremos muchos romances arriba y debajo de las escaleras. A pesar de que Ernst no llegará muy lejos con la Duquesa de Sutherland, tendremos amores gays entre los cortesanos de Victoria y, en nota trágica, Alberto descubrirá secretos sobre su verdadero padre. La segunda temporada de “Victoria” inicia el 14 de enero en PBS.



Factor interés: Ver a Dame Diana y el vestuario. Lo triste es que “Victoria” para mi es la sosería misma y la reina me cae un poco menos mal que el pontificador del marido.

Febrero
Para después de Año Nuevo, TNT nos tiene preparado el perfecto thriller de época. La adaptación de The Alienist, el bestseller de Caleb Starr. El 22 de enero conoceremos al D. Lazlo Kreisler (Daniel Bruhl), reconocido psiquiatra vienés que es convocado a la Nueva York de la Gilded Age para resolver los crímenes de un Jack el Destripador useño. Al Dr. Kreisler lo asistirán la refinada, pero independiente y feminista, secretaria Sarah Howard (Dakota Fanning), y John Schuyler Moore (Luke Evans) reportero de crónica roja y miembro de una encopetada familia neoyorquina.



Factor Interés. El milieu, adoro los cuentos de la Vieja Nueva York, me imagino que el vestuario será fastuoso, pero si me salen con una asquerosidad como ‘The Knick” …El reparto suena sensacional. Me encantará ver el debut de Danielito Bruhl González en la TV americana, pero el personaje de Dakota me suena cliché. Por suerte no tiene líos románticos con los protagonistas. Vamos a ver si “The Alienist” se queda en el camino, como otros esfuerzos de TNT de hacerle al period drama como “Mob City” y “Will”.

FX nos tiene en ascuas. Se limitan a dejarnos caer pistas, “pronto”,” a comienzos del 2018”, etc. Nos imaginamos los “Tabú” frikis que será en febrero a mas tardar. Tal vez al fin de mes sabremos el destino de Robert Keziah Delaney y su nave de locos. ¿Dónde echarán ancla?  ¿Estará Zilpha, la hermana amante del personaje de Tom Hardy, realmente muerta? ¿Se enterará Robert que es hijo del caníbal? Tantas preguntas y exigimos respuestas. ¡No nos hagan esperar más por favor!

El mundo de Netflix
Generalmente no me involucro con el mundo del streaming, pero desde que me he vuelto una adicta de “The Crown” ando pendiente de la programación de Netflix que el 21 de diciembre traerá completa la cuarta temporada de “Peaky Blinders”. Para los que están siguiendo las aventuras de Jason " Drogo” Momoa en la cacería de pieles en el Canadá colonial, la segunda temporada de “Frontera” estará disponible a partir del 24 de noviembre.  El 29 de noviembre, también regresan “Las Chicas del Cable”.

Michelle Dockery realmente quiere dejar atrás su imagen de Lady Mary y lo demuestra en “Godless” también producida por Netflix y dirigida por Steven Soderbergh. Se trata de un western que tiene lugar en un pueblo minero. Tras un accidente en la mina en el que mueren todos los hombres del pueblo, les toca a las viudas ponerse los pantalones y empuñar armas, sobre todo porque hay bandidos desalmados en las cercanías. Se puede bajar “Godless” a partir del 22 de noviembre.



El 8 de diciembre es fecha de marcar en el calendario. Inicia el segundo round de “The Crown”.  Habrá reconciliación (y nuevos bebés) entre Lilibet y su Duque de Edimburgo. Margarita encontrará paz, por un tiempo, en un nuevo amor y campanas de boda. Pero la monarquía será sacudida por escándalos provocados por primeros ministros ineptos y sus gabinetes. Según el último tráiler, esta segunda temporada se enfocará en el Príncipe Felipe, su infancia y adolescencia. El Duque de Edimburgo parece fascinar a Peter Morgan y quiere explorarlo más a fondo.


Pero será en febrero que Netflix haga su gran apuesta cuando se convierta en la plataforma de streaming de la serie de televisión más cara que se haya hecho en Alemania. Basada en los thrillers históricos de Volker Kutscher, “Babylon, Berlin”, la serie sigue los pasos del Inspector bávaro Gereon Rath, veterano de guerra que cura su trauma con morfina para poder resolver crímenes en la Alemania de Weimar. Puede que suene parecido a la saga de Bernie Gunther, escrita por Philip Kerr, pero ocurre en un periodo pre-nazismo.

Aunque soy fanática de la dupla Kerr-Gunther, y me gustaría verla en pantalla, tengo que admitir que un producto hecho en Der Vaterland, escrito en la lengua de Goethe, y manufacturado por alemanes puede ser de mayor calidad. O eso esperamos. Hasta ahora, la serie solo ha estado disponible para los subscriptores de Sky en Austria, Alemania, Italia, y el Reino Unido. Ahora le toca al resto del mundo que gracias a Netflix podrá disfrutar de “Babylon Berlin” en versión subtitulada.

¿Cuál de estas series están esperando ver?



miércoles, 22 de noviembre de 2017

The Crown: Abajo de las escaleras del palacio de Buckingham


En mi anterior entrada sobre “The Crown”, dejé claro que la veo como la única sucesora de “Downton Abbey”.  Si la serie icónica de Lord Julien Fellowes describe la relación entre amos y criados de una mansión ancestral, en las primeras décadas del Siglo XX, ” The Crown” sigue líneas parecidas. En vez de la Abadía de Downton, tenemos el Palacio de Buckingham, la historia tiene lugar a fines de los 40s y 50s (en vez del parámetro 1911-1925 de DA). En esta ocasión, los patrones son la familia real británica y los criados son ministros, secretarios y osados caballerizos que se toman libertades con reinas y princesas.

Los Ministros-Mayordomos
Comenzamos con Sir Winston Churchill. John Lithgow se ganó un merecido Emmy por su interpretación del legendario líder británico, pero a mí me dejó fría. Yo amo a Sir Winston, pero desde el 2002 que cine y televisión se han empeñado a sacar, año por medio, algún retrato de Churchill sea como protagonista o secundario. Si hasta el difunto Rod Taylor lo interpretó en “Inglorious Basterds”.  No he visto todavía a Gary Oldman en ese papel en “The Darkest Hour”, pero para mí el mejor seguirá siendo Albert Finney en “The Gathering Storm”.

En “The Crown” han tratado de darle mayor preponderancia (como si se pudiera) al personaje, incluso contándonos cuentos falsos como el de la secretaria atropellada que nunca existió o verdaderos como el del retrato que no le gustó ni a Churchill ni a su señora. ¿A quién se le ocurre contratar a Stannis Baratheon para pintar un cuadro?





Tal como se magnificó, por propósitos dramáticos, el pánico provocado por la capa de smog del ’52, se ha ampliado el miedo que Isabel le tenía a su primer ministro. “Lilibet” y Sir Winston se conocían de toda la vida, había ahí una relación más parecida a la de Lady Mary y Carson que la timidez e inseguridad que la reina demuestra hacia el primer ministro en los primeros episodios de “The Crown”.

Todo el respeto y admiración que siento por Churchill equiparan al desprecio y fastidio que siento por Lord Avon, su sucesor. Jeremy Northam,  que últimamente solo puede interpretar personajes históricos (Tomas Moro, Carlos II, Bertrand Russell), ha conseguido humanizar a Anthony Eden, un ministro que ha pasado a la historia como uno de los peores en el reinado de Isabel II.

Ahora, cada vez que leo un libro de historia sea sobre la segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española o los conflictos de Israel, me encuentro con las siniestras zarpas de Eden tras algún desaguisado. Es increíble que alguien que se supone era parte del bando de “Los Buenos” se las arregle para siempre estar en la acera del frente, ósea en contra de mis posturas políticas e ideológicas.

Es una ironía que la historia determine que la mayor metida de patas de Edén fue su pobre actuación durante la Crisis del Canal de Suez. Por una vez,  él ministro tuvo una excusa. Tal como nos muestra “The Crown”, en esa época Eden era víctima de médicos chambones que lo convirtieron en  adicto a las anfetaminas. En ese estado no se puede manejar ninguna crisis. Sin embargo, la serie si le tiene un poco de tirria a Lord Avon. Lo vemos por primera vez cuando llega,  todo solapado,  a pedirle al Rey Jorge que le aserruche el piso a Churchill (¡que más encima es su tío político!) El rey que no era tonto lo mandó a freír monos a Acapulco.




Lord Avon y su "tío"Churchill

Vemos que Eden es parte de la camarilla anti- Felipe y la serie perpetúa un mito histórico de que fue Lord Avon quien conspiró con su soberana para impedir la boda de la Princesa Margarita y Peter Townsend. Me acabo de enterar que crecí con una falsa concepción del affaire Townsend. Como la mayoría de las frikis de la realeza de mi época, yo tenía esta visión de Margarita como una víctima de reglas protocolarias caducas. Siempre disculpé todas sus excentricidades, desde sus subidas de peso hasta el drogarse en compañía de Mick Jagger,  como resultado de esa campaña de poderes ancestrales que la separaron del hombre que amaba.

Desde el 2004 que se sabe oficialmente que en vísperas del rompimiento definitivo Margaret-Townsend, Eden y su soberana se sentaron a redactar un documento que, aparte de hacer a Margarita feliz junto a su coronel de ensueño (en la aviación de otros países el grado de Group Captain que ostentaba Townsend es equivalente a  coronel de aviación),  destruiría para siempre esa anacrónica acta que impedía matrimonios como el que deseaba la hermana de la reina.

Aunque voy a hablar de este asuntillo en otra entrada, lo cierto es que “The Crown” se va por lo mítico y lo melodramático, mostrándonos a una reina de corazón duro que antepone el deber antes que la felicidad de su única hermana. Mas encima nos hacen creer que obra tan inhumanamente por consejo de su mefistofélico tío (que abdicó para casarse con divorciada) y de un odioso ministro (divorciado y recasado). La idea es que al terminar la temporada nos quedemos con un retrato de una reina aislada, desligada de la realidad, abandonada por el marido, repudiada por la hermana, más sola que Angelique Boyer al final de “Teresa”.

El pobre Eden queda como decimos en chileno “como chaleco de mono” (todo ca---do) en este episodio romántico-político, pero también la idea es mostrarnos como la drogadicción destruye la capacidad de un hombre para tomar decisiones. En el caso de un hijo de vecinos es triste, en el caso de un hombre público es una catástrofe.

Los secretarios-lacayos
Me costó reconocer sin peluca, y debajo de esos bigotazos, a Pip Torrens, el perverso, pero entretenido,  Duque de Cassel de “Versalles”, ahora convertido en Sir Alan “Tommy” Lascelles. Pip lo interpreta con la severidad que caracterizó a Tommy, pero sin su fantástico sentido del humor. 

En la serie, Pip es un aguafiestas. Es el encargado de decirle al Duque que deberá siempre cederle el paso a su esposa y caminar a la sombra de ella. Es quien conspira con la Reina Madre para que Felipe no arruine La Ceremonia de Coronación.

Es Lascelles quien empaca a Peter Townsend a Bruselas.  De hecho, lo ponen como Gran Inquisidor avisandole a Townsend que se va sin poder siquiera despedirse de la novia y todo "¡Porque yo soy Malooo! ¡Muahaha! En suma, es uno de los “villanos” convencidos de que impedir el matrimonio de Margarita es salvar el Imperio.

Ciertamente, Lascelles se oponía a ese matrimonio, pero es comprensible viniendo de un hombre que dedicó su vida a servir a la monarquía y cuyo momento más amargo fue la abdicación de su patrón, Eduardo VII. Para Lascelles (y para muchos británicos) la abdicación fue una muestra de debilidad, de egoísmo, y de irresponsabilidad. 

Con razón Tommy no era amigo de tener al divorciado Townsend en una familia que veía como propia. Sin embargo, como el affaire Townsend ha sido exagerado y falsificado en “The Crown”,  no debemos quedarnos con una imagen tan negativa y recomiendo la lectura de los Diarios de Sir Alan Lascelles: King's Counsellor: Abdication and War , The Diaries of Tommy Lascelles.

Por último, tenemos el caso de Martin Charteris, el secretario predilecto de los Windsor-Mountbatten. Interpretado por Harry Hadden-Paton. Harry ,  quien también apareció este año en” Versalles” como el repelente Gastón de Foix, es mas recordado como el humilde Bertie Pelham,  el que saca a Lady Edith Crawley de la Abadía de Downton, para convertirla en marquesa. “The Crown”, por una vez, hace un retrato verídico de quien pasó a ser Sir Martin y finalizo su vida como Lord Charteris (los privilegios de servir bien a un monarca).

Charteris, nieto y hermano de condes, era ya teniente coronel cuando lo agregaron al servicio de la recién casada princesa. A pesar de su bagaje aristocrático y militar, Charteris tenía muy buen humor, era alegre y poco convencional, lo que lo hacia un compañero idóneo para la joven pareja. Su momento clave, tal como lo demuestra la serie, es cuando recibe noticias de la muerte del rey en Kenia y debe transmitirlas al Duque de Edimburgo que a su vez debe dárselas a su esposa. También es histórico que el fue quien se sentó con su nueva reina para decidir qué nombre portaría junto con su corona.

Por otro lado,  es cierto que al retirarse Sir Alan Lascelles, la primera opción de Isabel para cubrir el puesto de secretario privado de la soberana fue Charteris. La Familia Real sentía mucho cariño por Martin y la reina particularmente se sentía cómoda en su presencia, por lo que es posible que se haya saltado un poco el protocolo y haya puesto su presión para tenerlo cerca. 

Pero el pobre Charteris no contaba con el poder de Tommy Lascelles y todo por cortar un arbolito. Aquí tuvimos un equivalente a las envidias y luchas de poder entre lacayos que tanto abundaban en  "Downton Abbey". Sobre todo cuando el  acusete de Aldeane va a "soplarle"a Sir Alan que los Charteris se han apoderado de la casa de Tommy. Hasta la Reina recibió un coscorrón verbal por parte de su airado secretario.

Charteris sirvió a la reina hasta 1977. Tras su retiro recibió un título nobiliario,  Barón Charteris de Amisfield, y fue nombrado director de su alma mater, Eton (Harry Hadden-Paton es un Old Etonian tambien), la escuela más elitista del Reino Unido. Ósea éste le ganó al señor Mosley de “Downton Abbey”, que de lacayo pasó a ser profesor. En su vejez, ya retirado, se convirtió en un viejito muy entretenido. Descubrió un talento tardío para la escultura, y se hizo conocido en la escena de las discotecas londinenses. También era un poco suelto de lengua cuando le tocaba ser entrevistado.


La Reina y Sir Martin

Aunque siempre declaró que “se había enamorado de la reina” a primera vista y que Isabel era la mejor patrona del mundo, no fue tan caritativo con otros miembros de la Familia Real. Según él, la Princesa Margarita era un” hada mala”, el Príncipe Carlos, un llorón, y la Reina Madre era un poquito como un avestruz (¡!!) ¿Querría decir que no enfrentaba la realidad o que parecía un avestruz? La respuesta Lord Martin se la llevó a la tumba en 1999. Digamos que en el mundo del servicio de la Abadía de Downton, podría haberse asemejado a Spratt, el mayordomo de la Condesa Viuda, que acabó escribiendo una columna de chismes para la revista de Lady Edith.

He dejado para otra ocasión a los más notorios “palafreneros” de  la Familia Windsor: Lord Porchester y Peter Townsend debido a que sus historias solo terminarán en la segunda temporada. Así que esperaré un par de semanas antes de trabajar con ambos y con todas las calumnias y falsos mitos que se han tejido alrededor de su servicio en la Familia Real Británica. Hasta entonces.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

The Crown: Arriba de las escaleras del Palacio de Buckingham


Desde hace dos años que a los pobres “Downties” nos tienen aturdidos con cuentos chinos de que tal y tal serie es “la nueva Downton Abbey”. Así hemos tenido que ver bazofias como “The Halcyon” o epitomes de cursilería como “Victoria”. Creo que lo único que se salva de ese circo es “The Crown”, la visión de Netflix de la actual monarca de Gran Bretaña, Isabel II.


La mujer que iba a ser reina
No se necesita ser monárquico para ser parte del fandom de la realeza e Isabel lleva tantas décadas en el trono que sigue siendo un paradigma de cómo debe ser una reina. Pero una cosa es leer sobre familias reales en revistas del corazón y biografías, y otra que te aparezcan en la pantalla enseñándonos su triste humanidad. No nos molesta saber que el Rey Jorge III orinaba pipi azul, que Catalina la Grande era ninfómana o que Enrique VIIII era… ¿Que pecado no cometió el gordo? Incluso Victoria, fundadora de la dinastía Windsor, es un personaje lejano al igual que sus pecadillos. No así los reyes modernos. Aunque después de ver a Helen Mirren en “La Reina” poco nos queda por conocer de Isabel Alejandra María Windsor.

Para mí, Isabel es importante porque es el único miembro de la realeza que he tenido cerca (ella y el Duque, pero de él hablaré más adelante). En su única visita a Chile, en 1968, tuve la oportunidad de acercarme a Su Graciosa Majestad Británica, y como alumna de colegio británico, pude doblar mi rodilla ante ella (por suerte en la clase de ballet nos habían enseñado a hacer genuflexiones). Solo tengo que decirles que, al lado de Isabel, Cersei Lannister es una alpargata vieja. Admiró el trabajo de Dame Helen MIrren en “The Queen” y también aprecio lo que Claire Foy ha hecho con el difícil personaje que le ha tocado encarnar, pero no llegan a capturar a la Reina que es una mujer reservada, pero que proyecta energía y carisma a raudales.

La gracia de “The Crown” es que nos lleva atrás en el tiempo para conocer a una Isabel joven, recién emergente de la adolescencia y de una guerra que ha dejado marcado al mundo. El primer episodio repasa desde las fabulosas bodas reales de Isabel y Felipe de Grecia, hasta el nacimiento de sus hijos mayores: Carlos y Ana. El segundo está dedicado al fallecimiento del Rey Jorge y los primeros días de Isabel debatiéndose entre el luto y la tremenda responsabilidad que pesa más que su corona. Los episodios siguientes giran en torno a la coronación y los problemas que la preceden.


Parece un poco aburrido ¿no? Sin embargo, es fascinante. Te atrapa gracias a tres razones. Primera, las similitudes, más sutiles que en “Victoria”, a ” Downton Abbey”. Segunda, las poderosas actuaciones, principalmente las de la pareja principal. Es una serie muy profunda y la profundidad la consigue el reparto no gracias a diálogos efectivos, como es la costumbre, sino gracias a frases cortas, pero contundentes, y a un magnifico dominio del lenguaje corporal y facial. Por último, “The Crown” no tendrá dragones ni sexo ni violencia, pero es un “Juego de Tronos” moderno que toca una historia cercana (para mi más cercana que para ustedes) cuyas repercusiones siguen afectando a Inglaterra, a Europa y a un imperio que dejará de serlo precisamente en los primeros años de reinado de Isabel.



Jorge VI vs Robert Crawley
Los dos primeros episodios son una mirada a cómo fuerzas exteriores pretenden refaccionar a Isabel y convertirla en la cabeza de una monarquía parlamentaria y moderna. La mayor fuerza es el Rey Jorge, padre de nuestra protagonista. Desde que Colin Firth tartamudeara en “El discurso del rey” que Jorge VI se ha convertido en una referencia cultural, lo hemos visto en todo tipo de aspectos físicos desde el de James “Slurp” Purefoy hasta el de Ser Jorah Mormont. Jared Harris, cuya muerte me hizo llorar en “Mad Men”, ahora nuevamente me tiene gastando pañuelos desechables por este rey que venció tantos obstáculos y fue vencido por el cáncer pulmonar. Lo vemos batallar en silencio, escupir sangre discretamente, luchar por proteger su pasado y futuro que son Gran Bretaña y su heredera. Es aquí donde entra en juego el factor “Downton Abbey”.


Por seis temporadas vimos a Robert Crawley, Conde de Grantham, lidiar con sus grandes desvelos: sus hijas y su feudo, la Abadía de Downton. En el caso del Rey Jorge, su feudo se expande hasta convertirse en un país, incluso un imperio que se desmorona. Como Lord Grantham, Jorge quiere mantener el pasado, pero también adaptarse al futuro. Por sobre todo él quiere legarles a sus hijas, principalmente a la primogénita, el amor por su terruño y la necesidad de protegerlo.

En otros filmes, hemos visto al Rey Jorge intentar ser un buen gobernante, vencer su tartamudez, compartir con su gente los horrores de la segunda Guerra Mundial, pero en “The Crown” lo vemos como un padrazo, lleno de amor por sus hijas. Ese amor se encapsula en esa frase que se repite a través de la serie:  “Isabel es mi orgullo, pero Margarita es mi alegría”.

 Hasta, en genuino espíritu Downton le han dado un especial navideño, donde el rey comparte como gran castellano, con su familia y sus vasallos. Pero la escena donde más se siente el pathos de la inminente partida del soberano, es en vísperas de su fallecimiento en su dueto con su hija menor. Esa interpretación, semi a capella y un poco desafinada, del clásico de Rodgers-Hart “Bewitched, Bothered and Bewildered”” es todo un testimonio del fuerte lazo que unía a la princesa y su padre.


Sin embargo, la mayor preocupación del rey Jorge fue “su Orgullo”, su heredera. Como Robert Crowley no vio mejor manera de ayudarla a gobernar que consiguiéndole el mejor consorte. Ahora, hay que ver las diferencias entre ambos casos. Tanto los padres como la abuela de Lady Mary la empujaban a casarse con su primo, el abogadito de Manchester, que iba a heredar la Abadía. En “The Crown, y el detalle es histórico, fue Lilibet (el apodo de la Reina) quien eligió. O mejor dicho en el mejor estilo Barbara Cartland, ella dejó que su corazón escogiera.  Desde que Isabel tenía trece años que sabía que no se iba casar con nadie sino un primo lejano, príncipe de Grecia y oficial de la Marina de Su Majestad.

El Príncipe Consorte
Por eso les tocaba a sus parientes tener esas reuniones downtonianas donde se discutía el futuro de la pareja y las muchas fallas del pretendiente, desde la mamá esquizofrénica hasta los cuñados en la SS. Pero los principales defectos de Felipe eran su pésimo carácter, sus pésimos modales y sus pésimas finanzas. Sería muy nieto de la Reina Victoria, pero no tenía un peso a su nombre y no era lo que hoy llamaríamos “políticamente correcto”.

Es una exageración de la serie ese grosero acercamiento del Duque de Edimburgo a los reyes masái en Kenia, pero que el Príncipe Consorte ha metido las patas diciendo barbaridades, eso, toda la vida. Yo me acuerdo de que fue muy sonado en Chile, cuando amonestó a Salvador Allende por presentarse en una fiesta de gala sin esmoquin. Don Chicho intentó explicarle que el Partido Comunista se lo prohibía. El Duque, muerto de risa, le preguntó entonces que si vendría en calzoncillos si se lo exigía el partido. La Reina en cambio, en esa visita chilena, solicitó que le presentaran a Allende “porque nunca había tenido un comunista de cerca”. Y ahí lo estuvo escudriñando con esa mirada entre curiosa y astuta, que heredó de la bisabuela Vicky, esa mirada que es lo único en lo que Claire Foy ha fallado al caracterizar a Isabel II.


Aparte de encontrarle una mirada dura, que me recuerda a su Ana Bolena de “Wolf Hall”, Foy ha sido una magnifica Isabel y voy a sentir dejar de verla en el papel a partir de la tercera temporada. Ha sido polifacética en su interpretación de Isabel II. Nos la ha mostrado ingenua y encandilada con el novio en el primer episodio. Mas tarde, tímida e insegura en su relación con Winston Churchill. Incluso nos ha desplegado el famoso temperamento real. No se puede sobrevivir al sarcasmo de una pareja como Felipe, sin tener carácter. Y si, eso de lanzarle una raqueta de tenis por la cabeza al marido, es un detalle histórico.

Me incomodó saber que Matt Smith iba dar vida al Duque de Edimburgo. ¿Cómo iba el Dr. Who a encarnar al hombre más gallardo que he visto en mi vida?  Pero me cerró la boca con una interpretación impecable. Lo tengo en mente cada vez que menciono como los actores hablan sin palabras en esta serie. Esa mirada con la que le informa a su real esposa que ha quedado huérfana de padre fue impagable. Tal como el derrumbe corporal de Felipe, en el penúltimo episodio, cuando Isabel le dice esa frase de que, aunque les pese a muchos “eres el único hombre al que he amado”.

Una de las escenas más intensas de la serie es cuando en la Abadía de Westminster un Felipe furioso reniega de tener que arrodillarse ante su mujer durante la ceremonia de coronación. Aunque este es un hecho inventado (como Príncipe de Grecia, Felipe se conocía al dedillo el protocolo y nunca ha pretendido cambiarlo), los productores explicaron que necesitaban de una escena así para que el público plebeyo comprendiera la frustración y humillación que significaba ser príncipe consorte.

La primera temporada de” La Corona “se ha centralizado en dos puntos. El primero ha sido la difícil vida marital de la soberana. A pesar de que se han exagerado algunos aspectos y casi no se mostraron los primeros cinco años de matrimonio que fueron una perpetua luna de miel, lo cierto es que los primeros cinco años tras la muerte del Rey Jorge fueron muy difíciles para el Duque de Edimburgo.
Obviamente, y con el carácter que tiene, se lo hizo saber a su esposa. La serie nos muestra que, por amor, Felipe tuvo que sacrificarlo todo: nacionalidad, familia, carrera, ¡si hasta tuvo que dejar de fumar! Pero lo que más lo afectó fue que sus hijos no pudiesen apellidarse como él. “Soy el único hombre en Inglaterra que no puede darle su apellido a sus hijos. ¡Soy una maldita ameba!” Esa frase que dice en la serie, también la lanzó en privado el príncipe de la vida real.


A pesar de los escollos que esta pareja ha sobrevivido en la vida real y en la ficción, nos queda claro a los que hemos seguido la trayectoria de Isabel y Felipe, que la reina no pudo encontrar mejor pareja. El Duque de Edimburgo comprendió finalmente su rol en la vida de su esposa. Rol que en “The Crown” le es transmitido por Jorge VI en una escena totalmente downtoniana. De madrugada, el rey despierta al futuro yerno (y nos enteramos de que Felipe duerme desnudo y le vemos las pompas a Matt) para llevarlo a cazar patos. En medio de la cacería, Jorge le explica al nuevo ciudadano británico que su mayor deber patriótico es amar y proteger a la futura reina. “Ella es tu trabajo” le dice el rey.


La química entre Matt y Claire, incluso en las riñas maritales, es inequívoca e intensa. Solo espero que los actores que los reemplazarán en la tercera temporada (Olivia Coleman será Isabel) posean una parecida, porque en “The Queen”, la intimidad entre James Cromwell y Helen Mirren si quedó clara y creo que pocos dudan que, en su marido, Isabel II ha tenido un apoyo y un gran cómplice.

La abuela, el tío, la madre y la "alegría" del rey



“The Crown” es hija y precuela de “La Reina”. Ambas son escritas por Peter Morgan a quien no le gusta que comparen su serie con “Downton Abbey”.  Sorry, Peter, pero la relación entre Isabel II y su abuela, Maria de Teck, es casi calcada de la de Lady Mary y Lady Violet en “Downton Abbey”.  Dame Eileen Atkins es casi tan aguda y emotiva como el personaje de Dame Maggie Smith. Tal como Lady Violet, la Reina María es cínica pero más que dispuesta a prodigar cariño y sabios consejos en su nieta. Particularmente conmovedora es la escena en que la vieja reina es la primera en hacer una reverencia ante la nueva reina."

A Alex Jennings le gusta interpretar personajes de sangre real. Fue el Príncipe Carlos en “The Queen”, Leopoldo de Bélgica en “Victoria”, y ahora da vida a un Duque de Windsor físicamente bastante parecido y dotado de una personalidad entre caustica y melancólica que debe asemejarse a la del verdadero. Aun así, esa escena en qué medio de la Crisis Townsend, Isabel llama al tío a Paris para pedirle consejo es totalmente falsa. El ex Rey Eduardo odiaba a su madre, detestaba a su cuñada y despreciaba a su sobrina a la que burlonamente apodaba “Shirley Temple”.

Quien no se parece en nada al personaje que interpreta es Victoria Hamilton a quien yo conocía como Miss Ruby de “From Lark Rise to Candleford”. Físicamente (petite, esbelta, de ojos oscuros) es la antítesis de Elizabeth Bowes-Lyon, pero en personalidad tampoco “The Crown” le ha hecho justicia a la Queen Mum Solo nos muestran sus facetas negativas: chillando como descosida cuando se muere el marido; borracha y trastabillando cuando Isabel le reprocha la mala educación que le han dado (un reproche muy curioso, por cierto). Incluso, la ponen de suegra chismosa advirtiéndole a la hija que Felipe no es buen padre con el Príncipe Carlos.

Entiendo un poco lo que han querido hacer. Yo admiro a Isabel II, pero adoro a la madre, y la gran mayoría de los británicos (monárquicos) comparten mis sentimientos. Por muchos años, Isabel tuvo que sacudirse la sombra de su popular madre y en este cuento que se enfoca en la reina, no en la Queen Mum, ha sido necesario rebajar la importancia de cualquier personaje que pueda opacarla.

Por último, tenemos a Vanessa Kirby en el rol de la Princesa Margarita. Como el miembro más rebelde de la familia real y la que más problemas causará a su hermana, al menos en esta primera temporada, Kirby hechiza y conmueve como la típica “princesa que quería vivir”. Aunque hablaré más sobre Margarita y su trágico romance con Peter Townsend en otra entrada, basta decir que la actriz, a quien yo ya conociera por su interpretación de Zelda Fitzgerald en “Genius”, captura los vericuetos del carácter de Margarita.

Vanessa es sexy y etérea la vez. Una escena en que súbitamente se presenta en la oficina de Townsend y lo besa en la boca para luego huir como si fuera un espectro o un hada que se digna a acercarse a un mortal, está cargada de sensualidad. Nuevamente sin necesidad de palabras los actores transmiten pasión reprimida. El simple gesto del Capitán Townsend (Ben Miles) de sujetar a la Princesa por la falda tiene connotaciones eróticas más intensas que cualquier revolcón de las series a las que estamos acostumbrados.








Sin sexo gráfico, sin desnudos (aparte las nalgas de Matt Smith) y sin violencia, “The Crown” consigue transmitir todo el drama de un “Game of Thrones” moderno, expresando el peso físico y moral de portar una corona y de cómo se puede ser rico, famoso y de sangre azul y sufrir como cualquier plebeyo.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

La Duquesa de la Victoria: Personajes reales de “Tiempos de Guerra”


En entradas anteriores hemos conocido el trasfondo histórico de “Tiempos de Guerra”, primera serie televisiva en cubrir la Guerra de Rif. Pero como suele ocurrir con este género, mezcla de historia y romance, los personajes ficticios trascienden tanto los hechos reales como a los personajes que realmente existieron. Aun así, es de admirar (en lo mucho de admirable de este dramatizado) la importancia que se le ha otorgado a Carmen Angoloti, Duquesa de la Victoria, jefa de las “damas enfermeras” y de su hospital en Melilla.

Hace unos días, mi mejor amigo me preguntaba en Facebook si esta serie de Antena 3 presentaba a Francisco Franco y su famosa gestión en la guerra de Marruecos que labraría su prestigio militar. Le respondí que una de las sutilezas de “Tiempos de Guerra” es evitar mencionar al Caudillo y a los otros generales “africanistas” que luego formarían parte de su estado mayor durante la Guerra Civil. Sin embargo, la serie si nos trae personajes históricos que juegan un rol sobresaliente en este cuento como lo son La Reina de España, Victoria Eugenia de Battenberg, y su amiga, colaboradora y devota dama, La Duquesa de la Victoria.

Doña Carmen ha sido, desde el primer episodio, el pegamento que une a esta serie. Ha sido la pastora del rebaño de enfermeras que las ha arreado hasta otro continente, un escenario de guerra, y un país extraño y de extrañas costumbres. Es quien las ha adiestrado y ha sido su guía en el difícil arte de atender heridos. También ha sido la mentora y figura materna del trio protagónico involucrándose en sus problemas y acudiendo en ayuda de cada una de ellas, sacándolas de líos y atendiendo a los nuevos personajes (Pedro, Larbi) que forman parte del entorno de sus ‘damas enfermeras” predilectas.

En una época en que cualquier marimacho agresivo recibe el título de “badass” resulta refrescante poder aplicarle ese calificativo a una mujer luchadora, que superó los prejuicios de su casta, para ir en ayuda de los más necesitados. En este caso los soldados heridos de la despreciada Guerra de Marruecos. Lo fantástico es que Carmen Angoloti existió y en la vida real fue tan badass como en la serie. Por ejemplo, todos esos enfrentamientos con el Coronel Marquez están basados en las luchas de poder que tuvo la Duquesa de la Victoria con el coronel Treviño, Jefe de Sanidad Militar en Melilla.

Es verdad que Doña Carmen usaba sin empacho el nombre de su reina para abrirse paso entre burocracias y prejuicios de militares que no veían con buenos ojos que damas de sociedad viniesen a disputarles el don de mando. Su frase “con la reina o sin la reina “era un  “Ábrete Sésamo”, la única manera para contrarrestar su condición de mujer y la de sus ayudantes. Su intención no era hacerle al juego de tronos, solo establecer mejoras en un servicio médico ya en si deplorable.



Como si esto no fuese suficiente material para melodrama, los libretos aplican más recursos dramáticos. La Duquesa de la serie sufre de un mal todavía no identificado que le provoca mareos, hemorragias nasales y zumbidos en los oídos. Esto la debilita y por supuesto, cuando se descubre, da una excusa a Márquez para quitarle el mando, algo que Doña Carmen no consiente. Ni siquiera consiente en que su reina se la lleve de regreso a España.  Todo un ejemplo de empuje femenino cuando Doña Carmen convence a Doña Ena de que enferma o no, ella se la puede y que es la más indicada para llevar a cabo los planes de Su Majestad en el Protectorado.



En el entorno de La Duquesa y sus enfermeras, los hombres están matándose unos a otros. Incluso los del mismo bando pueden traicionarse como lo ejemplariza el repulsivo comandante Silva. Doña Carmen ofrece una lección sobre como la verdadera autoridad reside en el poder de convencimiento, del dialogo, de la caridad, y de la razón.

Otro recurso dramático al que han echado mano los libretistas es hacer que una bala de un francotirador alcance a la Duquesa. Aunque hasta donde sabemos, Carmen Angoloti ni sufrió de enfermedades exóticas ni fue herida, lo cierto es que tanto ella como sus enfermeras estuvieron expuestas a todo tipo de trastornos. Como no-combatientes no tenían derecho a portar armas, y sus únicos métodos de defensa eran su buena voluntad, vocación y sentido del deber. Pero para conocer los peligros que vivieron las damas enfermeras y su líder, tenemos que ver primero quien realmente fue Carmen Angoloti y Meza.



Hasta ver “Tiempos de Guerra”, yo no había oído nunca nombrar a La Duquesa de la Vitoria. Así que me fui a buscarla en la Wikipedia. En septiembre había apenas un puñado de datos. Ayer vi que la entrada había cambiado, estaba organizada y cubría casi una página entera. Eso demuestra el interés por el personaje, interés suscitado por “Tiempos de Guerra”. Aun así, todavía hay mucho que explorar en la vida de esta mujer extraordinaria.

Maria del Carmen Angoloti y Mesa nació el 17 de septiembre de 1875. Era hija de Joaquín Angoloti, que fue diputado en las Cortes por San Juan, Puerto Rico, senador por Orense y llegó a ser presidente de la Cámara de Comercio de Madrid. A los 17 años, Carmen contrajo matrimonio con Pablo Montesinos, sobrino nieto del General Espartero. El matrimonio dio la oportunidad a la novia adolescente de ostentar dos títulos, Duquesa de la Victoria y Condesa de Luchana.

Sabemos poco de las primeras décadas de esa unión. Pablo que servía en la Caballería y alcanzó el rango de coronel, era también dueño de grandes hectáreas en Extremadura. No sabemos si su esposa pasaría sus primeros años en su latifundio extremeño o en Madrid. No tuvieron hijos. En 1905, el Duque fue nombrado agregado militar de la embajada española en Berlín. Allí residiría la pareja por varios años. En 1911, Doña Carmen, cercana a sus cuarenta años, fue nombrada dama de la reina Victoria Eugenia.  Como dijera en mi semblanza de La Reina Enfermera, Doña Ena no cultivó amistades entre sus cortesanos. El que haya sido tan unida a La Duquesa, habla muy bien del carácter de esta última.

Cuando la reina se aboca a la reorganización de la Cruz Roja, Carmen la secunda en el proyecto con gran voluntad. Ella misma sigue los estudios de enfermería impuestos por los nuevos reglamentos, recibiendo su diploma en 1920. Comienza sus labores en el Hospital de San José y Santa Adela, en Madrid y será presidenta de la junta de esta misma institución. En 1921, veraneando en San Sebastián junto a su soberana, reciben ambas la noticia del Desastre de Annual. Ahí la reina le encarga llevar un destacamento de enfermeras de la Cruz Roja a Marruecos. “Vete allí y verás lo que puedes hacer” serán las ordenes que la Duquesa recibirá de Doña Ena.

En agosto de 1921, Doña Carmen desembarca en Melilla. No viene con Julia, Pilar y Magdalena. La acompañan tres Hermanas de la Caridad y dos diplomadas de la Cruz Roja. Ellas son Maria Benavente, sobrina del Premio Nobel, Jacinto Benavente;  y Carmen “Mimi” Merry del Val. A ellas se les agregará liego, Conchita Heredia, joven dama de la reina que deberá abandonar Marruecos por motivos de salud. Uno de los mayores peligros que enfrentan las damas enfermeras son las enfermedades de la región. Ya vimos en “Tiempos de Guerra” una epidemia de meningitis. A Mimi Merry del Val la picó un mosquito y hasta el fin de sus días sufrió ataques de paludismo.
¿Se ha contagiado Magdalena de meningitis? 

Aparte de los males que atraían la mala condición de los alimentos, el clima ardiente y una multitud de gérmenes que flotaban sobre una ciudad que no se preciaba por su limpieza, las damas enfermeras eran blanco fácil para francotiradores. La costumbre en los hospitales militares durante la Guerra del Rif era que, si había un ataque o tiroteos, toda actividad se suspendía, se cortaba la energía eléctrica hasta que pasara el peligro lo que dejaba a docenas de heridos en riesgo de muerte. La Duquesa proscribió esa costumbre. Bajo su mando, se mantenían las luces encendidas y continuaban las cirugías y otras actividades hospitalarias sin importar el peligro que el personal médico sufriera. Por eso, no estuvo desubicada la escena en que Carmen es baleada al atender un soldado herido.

La Duquesa impuso nuevas reglas. La más importante fue que el rango militar no debía pesar como prioridad para recibir cuidados médicos. Parece mentira, pero hasta la llegada de Doña Carmen si un oficial sufría de un sangrado de narices era atendido antes que soldados rasos que presentaban heridas más graves. Con ellas las damas enfermeras trajeron sanas costumbres de higiene, muy necesarias en el Protectorado; métodos antisépticos modernos; mejor nutrición y mayor seguimiento postoperatorio. No se miente al decir que salvaron más vidas que la Sanidad Militar. Sus labores iban mas allá de la curación. En su famoso discurso de elogio a La Duquesa, el diputado socialista Indalecio Prieto habla de haberla visto a ella y a sus enfermeras amortajando cadáveres y martillando clavos en los ataúdes.

La Duquesa era incansable. Se dividía entre España y el protectorado, viajaba a Madrid a conferenciar con la reina o a vigilar que los soldados heridos repatriados siguieran recibiendo atención medica de calidad. Para 1922, había establecido dos hospitales en Melilla. En 1924 abría otro en Larache y en 1924 inauguraba otro en Tetuán. Ese mismo año fue nombrada Inspectora de Hospitales de la Cruz Roja en Marruecos.

Si Santa Teresa construía conventos, La Duquesa de la Victoria hacía lo propio con hospitales. En esta labor la secundaba su marido. En “Tiempos de Guerra” Carmen le dice a Julia que su esposo es oficial de caballería y que pronto lo trasladarán a África. Efectivamente, el coronel Montesinos aparece en las crónicas de las labores de su mujer, ayudándola en tareas como la construcción de sistemas de alcantarillado y de instalaciones eléctricas en los nuevos hospitales. Se sabe poco del Duque de la Victoria, pero a juzgar por su trabajo en Marruecos, apoyaba los proyectos de la esposa y trabajaban en equipo, señal de matrimonio bien avenido.

Lamentablemente, el Duque de la Victoria ha pasado a la historia por un defecto que sufría y que aquejó a muchos hombres cultos de su época. Fue un gran antisemita y fomentador del antisemitismo en la España moderna. Tradujo al castellano Los Protocolos de los Sabios de Sion y en 1935 publicó Israel manda donde promueve la idea de una conspiración judeo-masónica que pretende dominar Occidente.

Entre tanto trabajo, Doña Carmen comenzaba a cosechar reconocimientos a su labor. La más importante la recibiría de boca de Indalecio Prieto que la calificaría de ser “la única heroína” de la Guerra del Rif. En 1921 se le concede la Cruz de la Orden Civil de Beneficencia y se la nombra hija Predilecta de Madrid.  En 1922 una calle de Melilla recibirá su nombre. Después de la Guerra Civil (y con cierta falta de galantería) se cambia el nombre por el del General Mola, pero en 1991 el Ayuntamiento de Melilla exige que se restaure el nombre de esta dama a la que la ciudad tanto debe.

En 1925 por primera vez se le concede a una mujer la Gran Cruz del Mérito Militar y la receptora será Doña Carmen. Ese mismo año el Comité de la Cruz Roja le hace entrega de la Medalla Florence Nightingale. Como si fuera poco ese año se le elevan dos monumentos, uno en Cádiz y otro en Madrid. En el de Madrid aparece rodeada de representantes de las tres ramas militares cuyos heridos curó: Policía Indígena, Ejercito Peninsular y la Legión Española.

Mucho se ha vinculado a La Duquesa con La Legión, que como viéramos en otra entrada nació en la Guerra del Rif. Se ha dicho desde que fue su madrina, hasta que uno de sus fundadores, El General Francisco Franco, ¡la pretendía! Lo que si es cierto es una anécdota un poco chocante que Ignacio Angoloti de Cárdenas, sobrino y biógrafo de Doña Carmen, recoge en su libro del 1958 La Duquesa de la Victoria.

Un día, unos legionarios que mucho querían a quien apodaban “La Madre Carmen”, se lamentan de no tener flores con que obsequiarla. Doña Carmen, siempre enemiga de homenajes, les responde ásperamente que no necesita flores:  “cabezas de moro son lo que hacen falta”.  Era un decir, pero no se le dice eso a un Caballero Legionario. Días más tarde, la Duquesa recibiría un cesto de rosas entre las que habían clavado dos cabezas de moros. Como había de esperarse La Duquesa se desmayó de horror, pero no armó escándalo. Siempre tan discreta, mandó enterrar las cabezas.

Una anécdota más agradable es la que asocia a Doña Carmen con uno de los himnos más conocidos de La Legión Española. Estando de visita en Málaga, la Duquesa asistió a un espectáculo en el que escuchó a Lola Montes interpretar el cuplé “El Novio de la Muerte”. Doña Carmen invitó a la cupletista a viajar a Melilla para entretener y levantar la moral de la población militar y civil. En Marruecos, Lola entonó el cuplé y lo hizo vestida de enfermera, detalle significativo que la asociaba con la Cruz Roja y por ende con la Duquesa. Impresionado, Millán Astray decidió incorporar al Novio de la Muerte al repertorio de himnos de la Legión que acababa de fundar.



La Duquesa de la Victoria se la pasó entre España y el Protectorado hasta el fin de la Guerra del Rif, participando activamente en el Desembarco de Alhucemas que daría término al conflicto. Acabada la guerra, Doña Carmen regresó a Madrid reintegrándose a sus labores en el Hospital de Santa Adela del cual era presidenta. En 1931, tras la caída de la monarquía, Los Duques de la Victoria acompañarían a sus soberanos al exilio. Tras dejar instalada a la familia real en Roma, los Duques regresaron a España.

El Alzamiento de julio de 1936, que da inicio a la Guerra Civil, coloca a los Duques de la Victoria en la lista de desafectos a la Republica. Sus tierras extremeñas son expropiadas, y la pareja es arrestada. El Duque, coronel de la reserva, recibe una oferta de incorporarse al ejército de la Republica. Anciano, retirado y monárquico, obviamente el Duque se niega. Será fusilado en las tapias del cementerio de Aravaca donde también caerían Ramiro de Maeztu, Ramiro Ledesma Ramos, y varios miembros de la familia real española.

La Duquesa tiene más suerte. Es llevada a la pavorosa Checa de Bellas Artes donde hace lo que sabe hacer. Se dedica a cuidar a sus compañeras reclusas, aunque eso signifique tener que chocar con sus carceleras inclusive llegando a enfrentarse a “La Nuncia”, la más brutal de ellas. Cuando los milicianos vienen a buscarla a ella y a otras prisioneras para fusilarlas, Doña Carmen los convence de no hacerlo.
Ex Checa de Bellas Artes (tambi'en llamada de Fomento)


Entretanto La Cruz Roja Internacional y la comunidad diplomática extranjera en Madrid se han interesado en su caso. El gobierno de la Republica cede ante las presiones y decide su liberación, pero eso no garantiza la seguridad de la Duquesa. Será Edgardo Pérez Quesada, valeroso Encargado de Negocios de la Embajada Argentina, quien gestione el rescate de Doña Carmen.


Edgardo Perez Quesada

 Carmen Angoloti se convierte en una más de los cientos de refugiados cuyas vidas salvaría la diplomacia argentina en ese “Madrid de milicianos” como cantaba Celia Gámez. A pesar del estado caótico en que viven los asilados, se la recibe con muestras de júbilo en la Embajada. Doña Carmen vivirá unos meses ahí sujeta a todo tipo de privaciones, más el terror de las visitas de milicianos que exigen se les haga entrega de los asilados. Finalmente, Pérez Quesada consigue que el gobierno de la Republica permita que sus protegidos salgan del país. Con otros compañeros, y con escolta diplomática, Doña Carmen viaja a Alicante donde embarca la comitiva en un buque argentino, el Tucumán, que parte a Marsella.
Asilados en la Embajada Argentina (Foto de Pepe Campua que tambi'en estuvo refugiado en ese edificio) 

Esta mujer indomable pronto cruza la frontera en Irún y se establece en Burgos. El Ministerio de Guerra le otorga una pensión de viuda, en enero de 1938, pero ya la Duquesa está embarcada en lo que sabe hacer en tiempos de guerra: curar heridos. En 1939, es nombrada presidenta de los Hospitales de la Cruz Roja. Ocupará ese cargo hasta fines de los 50.



En 1959 fallecía Carmen Angoloti y Mesa en su Madrid natal. Sus últimos años los pasó trabajando. Siempre fue discreta, enemiga de honores o de hablar de sus experiencias tristes o alegres. En 1958, su sobrino Ignacio la entrevista y consigue de su boca oír la verdad de muchos hechos de la prodigiosa vida de su tía. Aunque se trate de una biografía La Duquesa de la Victoria, hoy un libro difícil de conseguir está escrito en primera persona, por lo que es como oír de labios de Doña Carmen su aporte a la historia española.


Queda una última anécdota sobre esta mujer tan fascinante. En Los Años del Miedo, Juan Eslava Galán la coloca en Roma recibiendo el último aliento de Alfonso XIII. Aparentemente, si se trasladó a la Ciudad Eterna para ser cuidadora de los últimos días de su rey. Como narra Eslava Galán, Alfonso se rehúsa a recibir a su esposa, por lo que quien lo atenderá será la Duquesa de la Victoria, quien además se encargará de amortajar al soberano tal como la atestigua esta carta de su puño y letra que envía desde el Grand Hotel de Roma.
Hacer esta semblanza ha sido un placer, aunque he tenido que hacer una larga investigación entre documentos en línea y libros de mi biblioteca. Pero todavía tengo la impresión de que hay más cosas que no sabemos de esta mujer generosa, adelantada a su época y semi fabulosa. Hay que agradecer a “Tiempos de Guerra” que nos haga, como público, buscar datos e interesarnos sobre la ahora mítica Duquesa de la Victoria.