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jueves, 14 de noviembre de 2024

De Brideshead a Mayapore: La televisión inglesa de Los 80

 


Es extraordinario que, en los primeros cinco años de una sola década, en Inglaterra se hayan hecho dos de las 20 mejores miniseries de la historia de la televisión. Casi tanto como que los cinco años siguientes haya comenzado una paulatina decadencia que se acentuaría en Los 90,  dejando de ser la BBC (y la ITV y la ITC) la mejor fábrica de programas televisivos del mundo.

Un motivo de la decadencia puede haber sido el surgimiento de canales de cable que ofrecían más distribución y dividendos que la BBC. No sé cómo sería en el resto del mundo. En USA ya para el final de Los 80, la PBS, que había sido la principal distribuidora de los programas británicos,  tenía fuerte competencia. Las compañías de cable ahora traían canales como A&E, Discovery y a partir de 1994, History Channel,  que acaparaban documentales y hasta series. Cuando llegué a Chile descubrí que si quería ver algún programa ingles tenía que recurrir (tal como hoy) a Film&Arts. Eso me hizo perderme casi veinte años de series inglesas.

Donde más sufriría la programación de la PBS seria en documentales, ya que ahora no solo los ingleses los hacían y aun estos tenían más canales para su distribución. Eso aun no sucedía en 1980 cuando el gran éxito de la televisión inglesa fue un documental sobre arte moderno llamado The Shock of the New. El crítico de arte australiano, Robert Hughes  era el host de este programa tan exitoso que llevó a la publicación de un libro que The Guardian incluye en su lista de los mejores cien libros que no son novelas.



Brideshead y la nueva Anglofilia

Al año siguiente, debutaba en pantalla la mejor serie de ficción hecha en Inglaterra. En ocho episodios, esta adaptación de la novela de Evelyn Waugh cambió la fisonomía del seriado limitado, otorgándole más respetabilidad que la obtenida por exitosas series como La Saga de los Forsyte y Upstairs Downstairs. Tanto así que la PBS no la presentó en su Masterpiece Theatre sino en su espacio Great Performances, dedicado a las artes,  y que normalmente ofrecía teatro, opera, ballet y otros programas musicales de categoría.



Aunque ya he hablado de Brideshead Revisited en otras entradas, hay que agregar al elenco monumental (Sir Laurence Olivier, Sir John Gielgud y  Claire Bloom en roles importantes), a un libreto muy apegado a la obra de Waugh que mantiene el equilibrio entre su espiritualidad y el sutilmente tratado tema de la homosexualidad. No olvidemos una escenografía esplendorosa que nos llevaba desde la Oxford de Los 20 a Venecia, desde el Castillo de Brideshead (Castle Howard) hasta Marruecos (en realidad Malta).




Junto a los personajes, viajábamos en Rolls Royce y tren por la campiña inglés, en buses y burros por Centro América y el Norte de África y cruzábamos el Atlántico en trasatlántico (el Queen Elizabeth 2). De hecho, se filmó la travesía durante una tormenta de verdad. Todo detalle fue cuidadosamente fabricado incluyendo vestuarios que evolucionaban desde 1922 hasta 1939. La serie dejó a público y críticos, en ambos lados del Atlántico, boquiabiertos. Recuerdo haberla visto durante las vacaciones invernales de 1982 y quedar estupefacta,  totalmente consciente de que presenciaba algo extraordinario.



La crítica se hizo presente a la hora de las premiaciones. Nominaciones para el BAFTA, los Emmy y Los Globos de Oro se apilaron sobre la miniserie que recibió innumerables premios incluyendo tres para Anthony Andrews en su rol del trágico y romántico Lord Sebastian Flyte.



Mas interesante aun, se desató en Estados Unidos una anglofilia que no se había visto desde la Beatlemanía. Hubo hasta una resurrección de salones de té en Nueva York donde la tienda de departamento Barney’s (cuyos dueños eran ingleses) vendía copias de Aloysius, el oso de peluche de Lord Sebastian. Hubo también, a nivel intelectual, un renacimiento de la obra de Waugh, un interés en su vida y la de sus contemporáneos que fueron apodados “La Generación Brideshead”.



Hoy Brideshead puede ser encontrada en Britbox, Tubi y YT. No se siente vieja y la aconsejo para los ingenuos que habrán visto el filme del 2008 que entendió mal la obra de Waugh, concentrándose en un anticlericalismo que hubiese repugnado al autor.  Lo importante es que aun los más esnobs del mundo intelectual, ya no se avergonzaban de ver miniseries, sobre todo las inglesas. Así el público estuvo preparado para otra “joya” del Masterpiece Theatre. Me refiero a The Jewel of the Crown.

La ironía es que esta miniserie, de la que tengo mucho que decir, fue el canto del cisne para ese programa de la PBS. Hasta Downton Abbey en el 2010, ese espacio dominical se dedicaría a adaptaciones literarias sin gran importancia. Una razón es que ya en Los 80, la televisión inglesa se caracterizaba por series policiales que habían reemplazado a las de espionaje y que en USA eran presentadas en un espacio diferente al del Masterpiece Theatre.

Los Misterios de Mystery

Mystery! con su particular introducción de dibujos animados y presentada por Dame Diana Rigg,  había iniciado,  en 1981,  en las noches sabatinas de la PBS. Sin embargo, su primer mega éxito no fue un misterio detectivesco sino la biopia de un impresionante espía. Ya la BBC se había anotado un par de goles al convencer a Sir Alec Guinness de entrar en el mundo de la televisión, dando vida a Smiley, el super espía de las novelas de John Le Carre. Tinker, Tailor Soldier Spy y Smiley’s People le ameritaron BAFTAS al intérprete de Obi Ben-Kenobi, pero no merecieron entrar en el exclusivo mundo del Masterpiece Theatre siendo presentadas en otros horarios por la PBS.



Por eso resultó curioso que fuese Mystery la que ofreciese Reilly, Ace of Spies en 1983, pero es que esta biopia de uno de los espías más famosos de la historia lo merecía. Aun antes de Parque Jurásico, Sir Sam Neill se estaba haciendo de un nombre en el cine australiano y en Hollywood. Era su segunda aparición en la televisión británica después de crear el mejor Brian de Bois Gilbert que he visto en Ivanhoe (1981).



Reilly estaba filmada con una escenografía y un tecnicolor digno de pantalla grande. Tenía lugar en diferentes partes del mundo para centrarse al final en la recién nacida Unión Soviética y cubría un espacio cronológico desde 1901 hasta 1925 en que Sídney Reilly es ejecutado por la OGPU. No sigo porque prefiero que lean la nota que hice sobre la serie.



Sin ser tan épica como Reilly, pero igualmente vistosa y bien actuada, fue The Casebook of Sherlock Holmes que inició en Mystery en 1983. Ya sé que para las generaciones más jóvenes, Sherlock luce como Robert Downey o mi Zarigüeya Cumberbacht (tal como la generación de mi padre se lo imaginaba con el rostro de Basil Rathbone o el de Peter Cushing), pero para mí no hay mejor Holmes que Jeremy Brett que lo interpretaría desde 1983 hasta su muerte una década más tarde.



Mystery no solo presentaría a la creación de Sir Arthur Conan Doyle. A partir de 1984,  comenzó a serializar los misterios de Miss Marple y en 1989, llegó a las pantallas Sir David Suchet a interpretar a Hercule Poirot.  Estas adaptaciones de la obra de Dame Agatha Christie eran más caras, ya que tenían lugar en espacios exóticos y servían para hacer famosos a muchos actores. Ni parecidas a las basuras que ha hecho Britbox en los últimos años.

Otra exitosa adaptación fue la serie del Inspector Morse, basada en los libros de Colin Dexter, y que inició en Mystery en 1987. Aunque en tiempos modernos, la belleza de Oxford daba un toque novedoso a esta historia de un gruñón policía con muy buen ojo para descifrar crímenes. El éxito de Morse trajo un spin off, Lewis, y en este siglo la maravillosa Endeavour, una de las últimas producciones decentes de la BBC.



Recordando el Imperio

Y hemos llegado a 1984, el año de La Joya de la Corona, la última miniserie épica de la televisión británica y su última producción (antes de Downton Abbey y esta era una serie) en capturar la imaginación de espectadores en todo el mundo. Sobre su puesto en la ola de la “ Indomanía”  que afectaría la cultura popular británica de Los 80 , hablaré en otra nota. Aquí me limito a decir que fue un curso acelerado de la historia del Raj Británico en los años que llevaron a la independencia de la India.

Esta adaptación del Raj Quartet de Paul Scott tenía lugar en diferentes locaciones de la India y narraba la odisea de docenas de personajes de todas las nacionalidades y colores, destacando el conflicto entre dos hombres: el superintendente de policía, Ronald Merrick (Tim Pigott Smith) y el joven anglo-indio Hari Kumar (Art Malik). Ninguno de los dos entendía la cultura india, ambos la detestaban y,  de alguna manera,  pasaban a ser víctimas de ella.



Aunque Hari desaparece en los primeros capítulos, encerrado en una cárcel purgando un crimen que no cometió, su presencia y recuerdo reaparecen esporádicamente como recordatorio de las injusticias del Raj y de los peligros de sentirse europeo en una civilización incomprensible para la mentalidad occidental. The Jewel in the Crown no sería el único recordatorio del imperialismo colonial en la televisión de ese entonces.



En 1981, Masterpiece Theatre nos presentaba una adaptación de The Flame Trees of Thika de Elspeth Huxley. Estas eran las memorias de Huxley de su infancia y adolescencia en Kenia antes de la Gran Guerra. The Flame Trees, abrió la puerta para otra manía impuesta por la ficción inglesa, un renovado interés en esta ex colonia británica. Aunque la “keniomania”  se destacó más en el cine y no volvería a la televisión hasta Heat of the Sun (1997), había en el zeitgeist un renovado interés, levemente nostálgico, por un imperio perdido.

Por algo en 1981, debutaba Tenko, un crudo retrato del cautiverio de europeas a manos de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Basada en la compilación de experiencias reales hecha por Lavinia Warner, Women Behind Barbed Wire, esta coproducción anglo-australiana iba más allá que hasta donde llegaría Paradise Road de Bruce Beresford que tocaría el mismo tema. Tenko duró tres temporadas, más un capítulo de reunión de las sobrevivientes que duró dos horas. Se convirtió a la trama en una novela y el 2012 se publicó un libro sobre la creación del programa. Increíble que esta emotiva serie no se encuentre en ninguna plataforma.



Una novedad era que en los primeros capítulos de la serie cubrían la vida de europeos en Singapur, otro gran bastión del Imperio Británico.  Algo no visto sino hasta la penosa adaptación de The Singapore Grip, de J. G. Farrell, tan mala que ninguna plataforma, ni la PBS, han querido comprarla.

Tenko sería el inicio de una obsesiva creación de historias sobre la Segunda Guerra Mundial en la televisión angloparlante de los 80. La contribución británica seria anual. En 1982 tendremos la casi olvidada We’ll Meet Again, sobre la presencia e influencia de soldados americanos en una villa inglesa.1984 nos traería La joya de la corona que retrata la vida cotidiana en la India durante el conflicto, aparte de incluir un episodio sobre las batallas en la frontera birmana (Arrakan) para impedir la invasión japonesa .

Menos grandiosa fue la coproducción anglo-americana Jenny’s War de 1985. Basada en la novela de Jack Stoneley, tenía a Dyann Cannon como una americana, divorciada de un alemán y madre de un piloto (un jovencísimo Hugh Grant) de la Real Fuerza Aérea. Cuando el avión de su hijo es derribado en territorio alemán, Jenny gasta toda su energía hasta que la OSS la contrata y entrena como agente secreta.



Es enviada a Alemania donde se infiltra en un stalag donde está el hijo, y permanece ahí disfrazada de hombre. La situación es tan absurda (tal como su escape) que llega a ser risible. Solo la vi porque Christopher Cazenovemi chongo de entonces interpretaba a un oficial inglés prisionero.



1987 vio hasta Mystery involucrarse en la Segunda Guerra Mundial. En la adaptación de The Charmer de Patrick Hamilton,  el psicópata asesino serial (Nigel Havers) utiliza el Blitz para matar a un oficial de la RAF y adoptar su personalidad, lo que le permite seguir seduciendo y explotando mujeres. Sin embargo, la gran serie sobre el conflicto llegó a América vía Masterpiece Theatre y nos presentó una pareja de actores, entonces desconocidos, llamados Kenneth Branagh y Emma Thompson.



Basada en La Trilogía de Los Balcanes de Olivia Manning, Fortunes of War describía las andanzas de un profesor de idiomas (Sir Kenneth) y de su devota esposa (Dame Emma), entre 1939 y 1942,  por Rumania, Grecia y el Medio Oriente y Egipto . Aunque novedosa y llena de personajes curiosos, la serie (que recibió dos BAFTAS) no tuvo la celebridad de las miniseries de la BBC, me refiero a las de esa magnitud.



La televisión inglesa no escarmentaba. En 1988 produjo Wish Me Luck, una competente narración sobre agentes de OSS infiltrados en la Francia Ocupada. También adaptaron la novela de Derek Robinson,  Piece of Cake sobe un escuadrón de la RAF durante la Batalla de Inglaterra. Masterpiece Theatre tuvo a Elizabeth Hurleyentonces considerada la mujer más bella de Inglaterra en Christabel.



Inspirada en la biografía de Christabel Bielenberg, sobrina de los magnates mediáticos Lord Northclieff y Lord Rothmere, cuenta como ella abandona la alta sociedad londinense en Los 30 para hacerse ciudadana del Tercer Reich al casarse con el abogado Peter Bielenberg (Stephen “Stannis” Dillane). La serie describe el shock cultural de Christabel y como ella y su marido se desilusionan con los nazis y se incorporan a grupos de resistentes al régimen.



En 1989 se redujo la producción de miniseries bélicas contentándose con la adaptación de The Ginger Tree escrita por Oswald Wynd. Esta triste historia de una esposa militar inglesa que es seducida por un noble japones durante la guerra ruso-japonesa y que decide seguirlo hasta el Japón al quedar embarazada, tenía la novedad de cubrir varias décadas de historia japonesa acabando cuando la protagonista retorna a Inglaterra en 1942. A pesar de que en las últimas décadas nos han traído ejemplos de series y miniseries bélicas del Reino Unido, ninguna ha superado los esfuerzos de otros países sean la trilogía de Hanks-Spielberg o series europeas.



Los 80 fueron la cúspide y canto de cisne de la televisión británica. No solo la BBC y la ITV no han podido recuperar su sitial, además han caído en franca decadencia. A pesar del fenómeno Downton Abbey y del fandom seguidor de series detectivescas inglesas, las dichas producciones no se pueden igualar al impacto que esas tres décadas de programas británicos tuvieron sobre la historia de la televisión mundial.

 

 

viernes, 29 de noviembre de 2019

Las Grandes Miniseries Épicas del Siglo XX (I): El triunfo de lo étnico (Televisión del Ayer)



Para mi cumpleaños recibí Epic Television Miniseries de John De Vito y Frank Tropea. Como los historiadores de la televisión se han ocupado poco de este género, esperaba más del libro. Pero su manera de dividir, incluir y excluir material, además de la simplificación de sus tesis, me han desilusionado hasta el punto de intentar humildemente explicar el fenómeno de la miniserie épica y como tuvo su Edad Gloriosa a fines del Siglo XX.

Nacimiento de la Miniserie Epica
La definición de miniserie es simplísima. Es una narrativa que necesita de varios capítulos para llegar a una conclusión.  Es lo que hoy llamamos “serie limitada”, lo opuesto a una serie “continuada” que puede abarcar varias temporadas. GOT era serie continuada, “Catalina, la Grande” es serie limitada. A pesar de compartir el mismo nombre, las dos temporadas de “The Terror” son series limitadas.

Un distingo de las miniseries estadounidenses del siglo pasado es que se ofrecían los capítulos de manera continuada, en tandas de tres a siete noches. Todavía recuerdo los anuncios: “Tonight! The (astounding, exciting, rousing, thrilling… adjetivos no escaseaban) conclusión of…! “

Esa es una de las primeras diferencias con las “series limitadas” del Masterpiece Theater, que como las modernas, eran un episodio semanal. Esa es la primera diferencia con “Brideshead Revisited”,  la extraordinaria adaptación de Granada del clásico de Evelyn Waugh del que ya hablé cuando mencioné la ficción conectada con las casas de campo inglesas.

Es tan notoria la obsesión de los autores de este libro con “Brideshead” que la han puesto en la cubierta y que se esmeran en incluirla en un examen del género. No reparan que esta serie no es parte de la miniserie craze estadounidense. “Brideshead Revisited” pertenece a una tradición británica y es el resultado esperado de la evolución de las series limitadas de la BBC. Es un puente entre las adaptaciones literarias del “Masterpiece Theater” y “Downton Abbey”.

En realidad, “Brideshead” es parte de la tradición televisiva continental. Antes de yo conocer el “Masterpiece Theater”, ya a fines de los 60/comienzos de los 70 haba visto una adaptación de la RAI de David Copperfield, una versión francesa de El Caballero de la Casa Roja de Dumas, y todas las dramatizaciones de obras literarias de la RTV que les mencioné en otro post.

Magnifica, y quizás superior a sus congéneres estadounidenses, “Brideshead Revisited” sigue el esquema del “Masterpiece Theater” (a pesar de que en Inglaterra debutó en ITV y en Estados Unidos la ofreció “Great Performances”).  Es un continuado semanal. No tiene esa proximidad de anticipación de la vieja miniserie épica.

Los otros intentos de De Vito y Portes de vincular un género totalmente estadounidense con la tradición europea son menos excusables.” Imágenes de un matrimonio” de Ingmar Bergman no es ni siquiera épica y “Berlín Alexanderplatz”, con su crudeza y escenas sórdidas de sexo (que a Mi Pa escandalizaron en su día), más se asemeja a la soberbia “Babylon Berlin” que a productos del otro lado del Atlántico.

El libro tiene ciertos aciertos. Reconoce que el núcleo principal de la televisión estadounidense de fines de los 70 hasta comienzos de los 90 fueron las miniseries. Reconoce que las miniseries nacen como competencia con el producto británico y define como la primera miniserie Bona Fide a “QBVII” en 1974. Sin embargo, deja como ambiguo el final del reinado de la miniserie. Por ejemplo, dice que no puede hablar de “Band of Brothers” porque trasciende los parámetros que el libro ha establecido. No sé qué parámetros serán eso. Aparte de que no se ofreció de manera continuada, “BOB” es para mí la última gran miniserie épica. Una que bien pudo hacerse (tal vez sin los efectos especiales) en los 80 y hubiese tenido igual relevancia y buen recibimiento.

Me imaginé que el libro se referiría a parámetros cronológicos, pero luego habla de “Angels in America” hecha dos años después que BOB y que ciertamente no es una miniserie épica solo una fastuosa y profunda serie limitada del siglo XXI. La miniserie épica corresponde a una mentalidad del último tercio del siglo XX, de un mundo menos global, totalmente desprovisto de los adelantos tecnológicos a los que estamos acostumbrados.

Literatura y los Bestsellers
La miniserie épica, como su nombre indica, debe ocurrir en un mundo épico, o sea el pasado. Esa es la primera característica en común del género. La segunda es que casi todas las miniseries épicas fueron adaptaciones de libros. Eso creo es importante recordar en vista de que vivimos una era de guiones pobres que solo se salvan si se apoyan en algún solido modelo original literario.  De hecho, las miniseries épicas más débiles fueron las que no tuvieron conexiones literarias como fueron el caso de “The Manions of America” o “Marco Polo” (1982).

A diferencia del “Masterpiece Theater” británico que solo trabajaba con clásicos de la literatura universal, la miniserie estadounidense era más amplia de criterio. Tuvimos adaptaciones de clásicos universales como Los últimos días de Pompeya de Bulwer Lytton, clásicos del Siglo XX como Al este del Eden y The Sun Also Rises, pero también de bestsellers del momento como el Shogun de James Clavell y, por supuesto, las Raíces de Alex Haley.

Hubo autores como Anton Myrer y John Jakes que adquirirían fama gracias a las teleseries. Harold Robbins encontró más respeto en la televisión que en el cine para su pulp fiction. En sus comienzos las miniseries se basaron en obras de reconocidos creadores de superventas como Leon Uris (QBVII); Irwin Shaw (Hombre Rico, Hombre Pobre; James Michener (Centennial); y en los 80 llegaría Herman Wouk con su épica de la Segunda Guerra Mundial The Winds of War and War and Remembrance.

Aunque también están basadas en superventas, desligo de la categoría de épicas a esas innumerables adaptaciones de las novelas de suspenso de Sídney Sheldon, los dramas sentimentales de Judith Kranz y las sagas hollywoodenses de Jackie Collins. En cambio, sí califica como épica la adaptación de Lace de Shirley Conran. Será su contenido, sus deslumbrantes y tenebrosos espacio geográficos, o sus monumentales personajes, pero épica es esa idea en que una estrella de cine exactriz pornoreúna a tres mujeres en una suite de hotel para espetarles la épica pregunta: “¿Cuál de ustedes, perras, es mi madre?”

Sobre todo, porque los espectadores, al igual que la protagonista, no sabemos quién es la madre de Lily (Phoebe Cates) sino hasta los últimos minutos del episodio final. Son las conjeturas las que le añaden otro elemento épico a una historia que nos remonta al pasado, a un prestigioso internado suizo a fines de los 50 donde tres jovencitas (no cuatro como en la novela) sueñan con el amor, descubren el sexo y una de ellas se enfrenta con un embarazo no deseado.

De ahí viene un vertiginoso viaje hasta el presente a través del cualen Francia, Inglaterra y Estados Unidoslas colegialas madurarán y encontrarán éxito y felicidad. No así Lily quien enfrentará orfandad, miseria, abuso, hasta caer en el degradante mundo de la pornografía del que surgirá como una estrella dee cine “serio”, pero llena de rencores y preguntas.

Roots y el Lado Oscuro de Ser Minoría
Volviendo al libro, De Vito y Aspen hacen unas divisiones increíbles, por ejemplo, dividen las miniseries épicas en personajes. Hablan de la predominación de duplas “esposa-amante” en las miniseries. Aparte de que tal predominio no existió, por excelente que fuese el género, las miniseries épicas del Siglo XX no se caracterizaron por enfocarse en mujeres, ni siquiera en “los protagonistas aventureros”, otra calificación ingenua del libro.

El primer personaje que los autores destacan es “el esclavo” porque obviamente deciden que el auge de la miniserie épica nace del fenómeno “Roots”. Pero no saben cómo aplicar este personaje a otras miniseries y acaban empalmándolo de mala manera con los protagonistas de “Holocausto”. Curioso porque el gran vínculo entre “Roots” y “Holocausto” no es la esclavitud sino el elogio a la etnicidad.

La Campaña de Derechos Civiles iniciada a fines de los 50 había cambiado el modo en que la sociedad estadounidense percibía a los descendientes de esclavos. La televisión a paso de caracol los integraba a sus series y ya no en roles de sirvientes. Al mismo tiempo surgía un “poder negro” fuera de las pantallas que coloreaba la expresión de figuras mediáticas afroamericanas. Puños en altos por parte de deportistas, críticas al whitewashing de “Julia” y un lenguaje más agresivo que el del difunto Dr. Martin Luther King revisaban la historia y experiencia del afroamericano a la par de exigir justicia, reparación y un lugar en la sociedad blanca.

“Roots” es el cierre de ese capítulo.  Fue publicada el año en que Jimmy Carter llegó a la Casa Blanca con promesas de cambios en la sociedad estadounidense los que incluían mayores beneficios para su población africana. El libro, que por un año fue un superventas, en 1977 se convertía en una miniserie de ocho horas. Premios, aplausos, honores se apilaron sobre este fuerte retrato histórico de la violencia cometida contra los africanos.

En el siglo XVIII, Kunta Kinte (LeVar Barton) un joven mandingo es secuestrado por traficantes de esclavos. Tras un viaje espeluznante es vendido como esclavo en Las Carolinas; cuando intenta huir le cortan un pie; su hija Kizzy (Leslie Uggams) es violada y embarazada por su amo; Tom (George Stanford Brown), nieto de Kizzy, enfrenta discriminación y violencia aun después de la Guerra de Secesión.



A pesar de lo innegablemente estupenda que es “Roots” había mucha amargura en este cuento de abusos y brutalidad. Sin llegar a los excesos de la reprensible adaptación del 2016, donde todos los personajes blancos “buenos” o fueron eliminados o convertidos en villanos, “Roots” incomodó a mucha gente que sin ser racista no quería sentirse como verdugo de todo un pueblo.

Debido a eso, todos recibimos con cariño la llegada de “Roots: The New Generation” que debutó el verano de 1979. No es que esta continuación (estaba basada en los 7 capítulos finales del libro) no fuese cruda en mostrar la violencia del blanco. 

Por el contrario, vemos que Tom es humillado por los racistas y se ve impedido de ejercer el voto. Su yerno Will Palmer (Stan Shaw) tiene un amigo que a fines del Siglo XIX es brutalmente linchado. Simon Haley (Dorian Harewood) yerno de Will es testigo de discriminación en contra de las tropas negras durante la Gran Guerra (incluyendo ejecuciones) y su hijo Alex (James Earl Jones) debe en los 60 entrevistar al líder del Ku Klux Klan, George Lincoln Rockwell (Marlon Brando).
James Earl Jones como Alex Haley y Marlon Brando como George Lincoln Rockwell

La diferencia es que a la par de monstruos, hay maravillosos personajes caucásicos. La serie expande el concepto del racismo. Vemos racismo en reversa (Tom impide a su hija casarse con un joven de raza mixta), hasta vemos un humilde almacenero judío, amigo de los Palmer, al que el Klan quema su tienda. A diferencia de “Roots” el mensaje de denuncia va acompañado de un retrato de la evolución del afroamericano en la sociedad estadounidense y su contribución a esta.

Will Palmer, a pesar de vivir en el racista Sur, establece una prospera barraca; su hija Bertha (Irene Cara) va a la universidad y se casa con un agrónomo, Simon Haley. Tanto Simon como su hijo Alex sirven honrosamente en las fuerzas armadas durante las Guerras Mundiales. Alex se convierte en prestigioso periodista y autor exitoso. La serie acaba en un conmovedor y optimista mensaje: Alex va la aldea del rio Gambia de donde era originario Kunta Kinte y se encuentra con sus parientes africanos.

Ese mensaje universal ilustraría la corriente que adoptaría la miniserie épica estadunidense: un honrar al inmigrante (incluso al traído a la fuerza), a su herencia étnica y a su contribución al crisol de razas que era Estados Unidos. Aunque ahora mucho se desprecia el concepto del Melting Pot, en ese entonces era parte de nuestro credo y nos lo era inculcado por las miniseries épicas.

La televisión de ese entonces se pobló de sitcoms que describían la experiencia de afroamericanos de todos los estratos sociales. A cambio no se volverían a hacer miniseries sobre historia africana o esclavitud sino hasta la tristísima “Queen” (1993) que continuaba la saga de Alex Haley, Ahora sobre la familia de su padre, principalmente de su abuela Queen Jackson Haley encarnada formidablemente por Halle Barry.

A pesar de que Queen nace esclava, hija del “señorito” blanco y aunque es liberada por la Guerra de Secesión, sufrirá mucho a manos de blancos prejuiciosos incluyendo su madrastra (Ann Margret) y hasta del Ku Klux Klan que lincha al padre de su hijo. Sin embargo, la historia mantiene ese lenguaje que apela a gente al margen del mundo afroamericano. “Queen” es la historia universal de una mujer de raza mixta que intenta pasar por blanca, pero al final acepta su color y solo busca que sus hijos tengan una vida mejor.

Como mujer abusada, violada, abandonada, como madre soltera y como paciente de una institución mental, Queen es un personaje con el que pueden identificarse mujeres de todas las razas. Además, la serie si tiene personajes blancos buenos: Jane, hermanastra de Queen; el bondadoso Mr. Cherry patrón de la protagonista y el psiquiatra que le da el permiso de salir del manicomio para asistir a la graduación de su hijo.

El gánster: los Italoamericanos en Miniseries Epicas
Sin llegar a la brutalidad que realmente vivieron los afroamericanos en los Estados unidos, otras miniseries buscarían describir la experiencia y la discriminación sufrida por otros grupos de inmigrantes, principalmente los que hoy se aglomeran bajo el rubro de “blancos”. No fue la televisión la primera en esbozar lo que más tarde se conocería como multiculturalismo.

Primero vino el filme sueco “Los Emigrantes”” con Max von Sydow y Liv Ullmann. Ganadora de un Oscar, esta sería la inspiración para “The New Land” una miniserie del 1974, ambas relatarían las vivencias de emigrantes escandinavos al Medio Oeste de los Estados Unidos.

En 1972, el mundo entero gracias a Francis Ford Coppola conocería la experiencia de la inmigración italiana (y subsecuente invención del crimen organizado) en los Estados Unidos. Es triste que la vida italoamericana fuese reducida, incluso en miniseries, a una humanización de los gánsteres. Siguiendo el modelo de “El Padrino”, nacía en 1980 “The Gangster Chronicles” con hampones guapísimos y románticos y toda una glorificación y glamurizacion del bajo mundo y sus muchas raíces étnicas que culminarían en este siglo en soberbias series como “Los Sopranos” y “El imperio del contrabando.”

Las únicas excepciones en lo que respecta a la semblanza de la peregrinación italoamericana fueron “The Fortunate Pilgrim” también basada en una novela de Mario Puzo y que en 1988 marcaria el debut de la diva Sofia Loren en la televisión americana. Otro (y tristemente olvidado) ejemplo fue la adaptación de The Inmigrants (1977) la primera parte de la trilogía de Howard Fast sobre la Familia Lavetta. Stephen Macht es Dan Lavetta un inmigrante italiano que pierde a su familia en el Terremoto de San Francisco. Ayudado por un grupo de personajes étnicos, Lavetta hace fortuna, se casa con una chica de sociedad, pero solo alcanza la felicidad con Mei Ling (Amy Eccles), la hija de su socio chino.


Mas allá del Holocausto
En los relatos gansteriles también pudimos divisar la experiencia de otras etnias tal como los judíos y los irlandeses. Pero los primeros tomarían por asalto la televisión con miniseries épicas sobre el Holocausto, un género que apenas levantaba cabeza en el cine, pero que animado por el éxito de determinadas miniseries daría lo mejor de sí en los 80 para luego caer en tristes clichés.

Ya he hablado en otro sitio sobre “Holocausto” de Gerald Green y su participación en el auge del género, pero no hay que olvidar que la miniserie épica comenzó con una adaptación de una novela de Leon Uris sobre el Holocausto, QBVII.  Aunque solo se hicieron tres miniseries épicas sobre el tema “QBVII”, “Holocaust” y “War and Remembrance”, se hicieron varios filmes (algunos en dos partes) sobre el tema.

En retrospectiva, me sorprende o incomoda que, a diferencia con los afroamericanos, la experiencia judeo-americana quedase relegada a víctimas del nazismo y a gánsteres. Por suerte hubo un par de miniseries que solucionarían el problema.

Steven Keats en 1975 había protagonizado la soberbia “Hester Street”, un retrato de un matrimonio de inmigrantes judío en la Nueva York de principios del siglo XX donde la adaptación del marido a un nuevo mundo se basa en la asimilación, mientras la esposa (Carol Kane) se aferra a sus tradiciones religiosas y culturales. Siempre dentro del tema, Keats protagonizó en 1977 “Seventh Avenue”.

Basada en un superventas de Norman Bogner, la serie describe el acenso del humilde Jay Black (Keats), un judío de Brooklyn, en el mundo de la confección de ropa (lo que se conocía como “La industria de la aguja”) de Nueva York durante la Depresión. A través de seis horas vemos a Jay hacerse millonario, luchar contra el bajo mundo que quiere dominar su negocio, y decidir qué mujer le conviene la esposa con la que se casó obligado (Dori Brenner) o la diseñadora a la que ama (Jane Seymour).

Casi una década tuvo que pasar antes de que se volviese a retratar en pantalla la experiencia de los inmigrantes judíos. Evergreen el superventas de Belva Plain llegó a la televisión en 1985, obtuvo altos ratings y un Emmy gracias a las poderosas actuaciones de Lesley Anne Warren, Amand Assante e Ian McShane.

 En los 1900, Anna, una chica judía, llega a Nueva York sin dinero ni familia. acaba de criada en casa de los adinerados y muy judíos Lerner, y se enamora del “señorito” Paul (McShane). Pero Anna termina casada con Joseph Friedman (Assante), un judío ortodoxo que cree en el “sueño americano”.
 Pasan los años, los Friedman son ricos pero infelices debido a la inflexibilidad de Joseph. Su hijo se casa con una cristiana y se aleja de la familia. Joseph aliviado ve que Iris, su hija menor, se casa con un doctor vienes, sobreviviente del Holocausto. Lo que Joseph ignora es que Iris es, en realidad, hija de Paul.

Como no es muy fácil ver esta miniserie les cuento el final. Eric, el nieto de Joseph, si está interesado en ser judío, tanto que muere en la primera guerra árabe-israelí (o como nosotros la llamamos La Guerra de Independencia de Israel). Joseph tiene un infarto fatal. El mismo día en que Anna recibe la visita de la esposa de Eric que viene a presentarle a su bisnieta, también recibe una visita de Paul Lerner que nunca ha dejado de amarla. La miniserie termina como en Amor en Tiempos de Colera con dos viejitos que deciden darse una nueva oportunidad.


De los Armagh a los Kennedy
El Holocausto y el cine de gánsteres, para bien o para mal, han convertido a judíos e italoamericanos en personajes reconocibles. No ha ocurrido lo mismo con los irlandeses cuya inmensa contribución a la historia y cultura estadounidense, al igual que la discriminación sufrida por parte de la población WASP (White Anglo-Saxon Protestant) han sido opacadas por las vivencias de otros grupos étnicos.

A pesar de que le tocaría a Hollywood retratar los más brutales ejemplos de discriminación en contra de los irlandeses, me refiero al Batallón de San Patricio y a los Molly Maguires, la miniserie épica no olvidaría a los hijos de Erin. En 1977 debutaba en las pantallas de NBC la adaptación del superventas de Taylor Cadwell Capitanes y Reyes.

Richard Jordan ganó un Globo de Oro por su interpretación de Joseph Armagh un huerfanito que llega a Filadelfia en 1848 huyendo de la hambruna en Irlanda. Armagh logra hacer fortuna y a medida que asciende en la escala social, va perdiendo moral y adquiriendo ambición. Traiciona a su verdadero amor para casarse con Bernadette (un merecidísimo Emmy para Patty Duke), la hija de un senador a la que le hace cuatro hijos a la vez que con su desamor empuja al alcoholismo y a la locura.
Patty Duke como Bernadette Armagh

La gran ambición de Armagh es convertir a su hijo Rory (Perry King) en el primer presidente católico de USA. Para eso lo obliga a divorciarse de Marjorie (Jane Seymour en su primera incursión en la miniserie épica de la cual sería reina) considerándola poca cosa. Sin embargo, antes de llegar a la Casa Blanca, Rory muere en un atentado que copia hasta el último detalle del asesinato de Robert Kennedy. Bueno para todo lector y televidente “Capitanes y Reyes” era un roman a clef sobre los Kennedy.

Antes de hablar de esta familia tan importante en la historia estadounidense, debemos saltarnos 13 años después del debut de “Captains and the  Kings” cuando la ABC decidió hacer algo parecido como marco para hacer conocer al público americano a un tal Pierce Brosnan. El galán irlandés interpretaba a Rory O’Manion, huérfano, cargado con dos hermanitos que llega a Estados Unidos huyendo no solo de la mala cosecha de la papa sino también de la justicia británica. En Irlanda además de matar a un hombre Rory tuvo sus revolcones con la aristocrática inglesa Rachel Clement (Kate Mulgrew). Rachel lo sigue a Boston, consigue que su tío le dé un empleo y se casa con él.

Pasan los años, Rory es millonario, pero su vida familiar es un infierno. Rachel no puede tener hijos, un embarazo pondría en riesgo su vida. Rory se hace amante de una jovencita, Rachel lo descubre, y acaban teniendo sexo violento (a ratos parecía viloacion). Rachel queda embarazada y muere al dar a luz.  De solo acordarme de tamaña bazofia, me dan arcadas. Basta decir que (¡oh anatema!) encontré a Pierce feo y no necesité que en una entrevista Kate dijera que nunca hubo química entre ella y el irlandés.

¿Pero quién necesitaba irlandeses ficticios para miniseries épicas cuando Estados Unidos gozaba de una aristocracia celta apellidada Kennedy?  Fueron Los Kennedys los protagonistas de media docena de telefilmes y miniseries totalmente épicos. Comenzamos en 1974 con William Devane y Martin Sheen como Los Hermanos Kennedy en “Los misiles de octubre”, seguido en 1977 por “Johnnie We Hardly Knew Ye”.  Ese mismo año Peter Strauss protagonizaba el telefilme “Young Joe: The Forgotten Kennedy”.

En 1981 tuvimos a Jackie Smith interpretando a otra Jackie en “Jacqueline Bouvier Kennedy” con James Franciscus como su primer marido. En 1983 Martin Sheen protagonizaba la miniserie “Kennedy” con una estupenda Blair Brown como Jackie En 1985, Brad Davis daba vida a “Robert Kennedy y su época” otra miniserie sobre estos fascinantes irlandeses.

La miniserie épica de los 90 tampoco abandonó a los Kennedy. En 1990 tuvimos “Los Kennedy de Masaachusets” que no solo abarcó las aventuras de los famosos hermanos y sus esposas, también exploró la vida de sus padres y abuelos y el modo en que los irlandeses habían sobrevivido la discriminación y el racismo del mundo de la política. Un año mas tarde, Sarah Michelle Gellar y Roma Downey interpretaron a Mrs. John Kennedy en “A Woman Called Jackie”, con Stephen Collins como Jack Kennedy.
Joseph y Rose Kennedy


En 1993, Patrick Dempsey fue un JFK adorable en “JFK: Reckless Youth” que describía los años mozos del primer presidente católico de Estados Unidos. El ciclo de las miniseries épicas sobre los Kennedy acaboó en el 2000 con otra variación de la vida de la infatigable y glamorosa Jackie en “Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis”. Esta vez les tocó a Emily van Camp y a Joanne Whalley dar vida la ex primera dama desde su juventud hasta su segundo matrimonio.

Vale decir que por francas que fueran estas miniseries, trataron con más respeto a los Kennedys que los esfuerzos de este siglo donde “The Kennedys”, “Jackie” y hasta “The Crown “han hecho hincapié en chismes de prensa amarillista antes de mostrar lo que esta familia representó para la comunidad irlandesa en la diáspora.

Si alguien se pregunta por qué hoy no hay miniseries, incluso limitadas, sobre el crisol de razas es porque el revisionismo moderno nos dice que nunca existió una interactuación armónica entre gente de diferentes culturas en Estados Unidos. De ahí que haya tantas series que victimizan a gente de color o promueven la segregación étnica. Únicamente “El Imperio del Contrabando” fue un homenaje al melting pot norteamericano, aunque fuese nada más que en el mundo del hampa.

En la próxima entrega veremos la verdadera miniserie épica, la que giró en torno a eventos históricos. veremos como las biopias del fin del siglo XX decantaron de figuras históricas para cifrarse en actores y millonarios y también revisaremos brevemente las carreras de actores que fueron los reyes del género.
¿Viste alguna vez alguna de estas miniseries étnicas de las que he mencionado? ¿Cuál crees que merecería un remake? ¿Por qué razón nunca ha habido una miniserie épica o no, dedicada los latinos en USA?


lunes, 14 de mayo de 2018

Waugh y Mitford o como la Generación Brideshead antecedió a Downton Abbey



Evelyn Waugh y Nancy Mitford  pertenecieron a la misma generación literaria (que el crítico Humphrey Carter llamaría “The Brideshead Generación”)  y además fueron amigos, y confidentes. No es coincidencia entonces que,  en 1945,  ambos publicaran sus mejores novelas, cuyas tramas girarían en torno a  las clases altas, a las mansiones señoriales,  y a  como el siglo XX imprimía cambios en un estilo de vida que se negaba a fenecer.

Brideshead Revisited,  en cuyo título  ya vemos la alusión al stately home, tiene lugar entre 1921 y 1943.  The Pursuit of Love tiene lugar entre 1924 y 1941. Ambas están escritas en primera persona por los alter egos de los autores. Ambas describen los quehaceres de familias aristocráticas y de su mundo ejemplarizado por sus stately homes: El Castillo de Brideshead y la casa  señorial de Alconleigh.



 Hasta ahí llegan las similitudes. Waugh, quien en su característico esnobismo, siempre deseó ser un miembro de la nobleza,  escribe con un tono elegiaco sobre un mundo perdido,  poblado de fracasados románticos como él. Nancy, que al escribir esa novela (y tras haber sobrevivido infernales affaires y un matrimonio desastroso)  vivía su gran amor, derrama optimismo y humor al describir  la que es su clase y a su misma familia.

Retorno a Brideshead fue muy aplaudida en su día ( hoy es aún más celebre) ya que constituía una gran distancia con la mordaz sátira de la obra inicial de Waugh. Sin ser tan famosa como Waugh (su fama residía en la mala reputación de su familia),   Mitford había publicado algunas novelas satíricas, pero ninguna alcanzaría la fama de A la caza del amor.  Publicada unos meses después de Brideshead, esta novela se caracteriza por sus personajes excéntricos, pero simpáticos,  que viven con mucho humor tragedias familiares y domésticas. Era el tipo de novela que los ingleses,  recién salidos de una guerra,  necesitaban para distraerse.

 Tanta fue la fama de The Pursuit of Love que  en 1949, Nancy  publicaría una secuela (o precuela) Love in a Cold Climate que tendría igual o más éxito que la anterior. En 1960, casi como un epitafio, Mitford cierra su trilogía con Don’t Tell Alfred. El poco éxito de este libro hizo que la autora abandonara la ficción y se dedicara nada mas que a la biografía.

Moira Redmond en The Guardian ha encontrado un vínculo común entre Brideshead Revisited y The Pursuit of Love. Ambas novelas describen grandes familias desde la perspectiva de un forastero que se enamora de ellas (y de sus casas). Es como si Tom Branson escribiera una novela sobre los Crawley de Downton Abbey. En Brideshead, Charles Ryder, huérfano de madre y con un padre senil y distante, encuentra una familia junto a los Flyte, a pesar de que su relación a ratos alcance el nivel de incesto.

 Para la pobre niña rica, Fanny Logan, abandonada por sus padres y criada por una tía, Alconleigh y sus rutilantes primos Radlett representan lo que más ama en el mundo. Incluso en Love in a Cold Climate, otra pobre niña rica, Lady Polly Hampton encuentra en Alconleigh el cariño y comprensión  que le niegan sus padres.
Polly y Fanny

En los 80s,  Waugh y Mitford tuvieron un renacimiento gracias a dos excelentes adaptaciones de estas novelas  hechas por la televisión británica entonces en su apogeo. Aunque tanto Brideshead como las novelas de Mitford tendrían  otras adaptaciones (bastante mediocres) en este siglo, son las de los 80s las que recomiendo, tal como las libros que las inspiraron. El fin de semana pasado me di un atracón con ambas. Están completas y gratis en YouTube.

Retorno a Brideshead.

Esta novela de Evelyn Waugh es considerada una de las cien obras maestras de la literatura en idioma inglés del Siglo XX. En 1980,  contó con una magnífica adaptación de Granada  que la revista Time ha incluido entre los 100 mejores programas de televisión de todos los tiempos. Dicho esto,  les suplico que ni se le acerquen a la versión fílmica del 2008, una aberración que apenas se parece al texto y donde las actuaciones (con la excepción de Matthew Goode) son también mediocres.

Es posible que le teman a esta novela porque habrán oído que es un relato “religioso”. Efectivamente, los temas principales de Brideshead Revisited abarcan la fe, la culpa, y el deber. No es una novela dogmática ni para nada aleccionadora, pero si el tema religioso los inhibe, no se las aconsejo. 




Para los efectos de esta entrada, lo importante es la descripción de la Familia Flyte, su casa ancestral  y como afecta la vida de los protagonistas.  Aunque es considerada una novela de Oxford, y la trama transcurre ahí,  en Londres y otras ciudades, lo principal siempre tiene lugar en el Castillo Brideshead.
Castle Howard mejor conocido como Brideshead

La serie fue filmada en el Castillo Howard, tal como esta construcción Brideshead es llamada “castillo” porque fue construida con material extraído del antiguo castillo, propiedad de la familia Flyte. Los Flyte son nobleza antigua (Condes de Brideshead y Marqueses de Marchmain) pero son nuevos católicos. Lord Marchmain (Sir Laurence Olivier) se convirtió a esa fe al casarse con Teresa (Dame Claire Bloom), una joven católica. Para cuando estalla la Gran Guerra, Marchmain le ha tomado odio a su mujer, posiblemente porque sienta que ella antepone su fe a otros afectos. Acabado el conflicto, Lord Marchmain se rehúsa a  volver a Brideshead, a su mujer y a sus cuatro hijos y se establece con Cara (Stephane Audran) , su amante,  en Venecia.




Lady Marchmain queda dueña de todas las propiedades y de la fortuna, pero también tiene que enfrentar el escándalo y ser la comidilla de las habladurías públicas. En la novela,  describen a los Flyte como “leprosos sociales”. Por ser católica, la Familia Flyte también debe soportar ese estigma en una aristocracia anglicana que desprecia a la gente de otra religión.

Los Flyte son descritos a través de los ojos del Capitán Charles Ryder (de hecho el subtítulo de la novela es Las memorias  sagradas y profanas del Capitán Charles Ryder). La narración en primera persona comienza en 1943.  Charles (Jeremy Irons), que una vez fue un afamado pintor, se siente,  al pasar la barrera de los cuarenta,  que ha fracasado como artista, como padre, como esposo y como soldado. Un rayo de esperanza le llega cuando se entera que su batallón estará acantonado en el Castillo de Brideshead. Charles recuerda que ahí pasó los mejores momentos de su vida junto a sus dos grandes amores:  Lord Sebastian Flyte(Anthony Andrews)  y Lady Julia ( Diana Quick),  hermana del anterior. De ahí sigue una larga serie de flashbacks que datan de 1921 cuando Charles era universitario.

Charle conoce al provocativo y bello Sebastian en su primer año en Oxford,  ambos inician una estrecha amistad teñida por toques homoeróticos. Un día intempestivamente, ,Sebastian lleva a Charles a su castillo en Wiltshire. Dos cosas derivan de ese viaje, Charles nota el terror que Sebastián tiene a que conozca a su familia,  y la belleza del lugar que apela al alma de artista de Ryder. Sebastian no ve la belleza de su patrimonio que para él representa a su madre,  y hará lo imposible por alejarse de Brideshead.

Bridey (Simon Jones), el hermano mayor de Sebastian tampoco ama la casa señorial que va a heredar. La única que realmente ama Brideshead es Lady Julia, y como sabemos las mujeres no pueden heredar. Sin embargo, al final de la novela, Lord Marchmain regresa a Brideshead a morir. Afligido por un súbito amor a su castillo, decide no dejárselo a Bridey, sino a Julia que para entonces está emparejada con Charles.

Waugh se inspiró para el personaje de Sebastián en dos de sus amantes de su etapa homosexual:  Alistair Graham, y Hugh Lygon y en las casas de ambos, Barford House, y Madresfield Court. Como Sebastian, Alistair se sentía dominado por su católica madre que estaría  tan horrorizada como Lady Marchmain al descubrir la homosexualidad de su hijo. El caso de Lygon, y su familia,  es mucho más complejo y tuvo mayores repercusiones en la fabricación de Retorno a Brideshead. Es una historia tan singular que ameritaría una novela o versión fílmica.

Los Lygon eran hijos de Thomas Lygon, sexto Conde de Beauchamp. El ex  gobernador de Nueva Gales del Sur, cortesano cercano a la Familia Real, casado y padre de siete hijos, Lord Beauchamp fue acusado por su cuñado,  el Duque de Westminster,  de actos homosexuales. Ante las pruebas, y para evitar un escándalo, el Rey Jorge exigió que Beauchamp se autoexiliara. Madresfield Court quedó en manos de sus cinco hijos solteros. Capitaneados por Lady Sibell, la hermana mayor,  los Lygon no solo se hicieron cargo de la propiedad además  abrieron las puertas a sus amigos. La descripción que en la novela hace Charles de un verano en que la pasa en completa libertad con Sebastian, en Brideshead,  corresponde a los recuerdos de Waugh de su estancia con los Lygon.
Madresfield Court

La próxima visita de Charles a Brideshead es por invitación de Lady Marchmain quien intenta hacer amistad con él y lo consigue dándole permiso para pintar frescos en las paredes del salón. Celoso, Sebastian se emborracha y hace un escándalo. Los sentimientos de culpa de Sebastian, su lucha entre su homosexualidad y su fe, acaban convirtiéndolo en un alcohólico. Su familia lo retira de Oxford y lo envía al extranjero. Charles también abandona la universidad y se va a París a estudiar arte. Regresa un año más tarde, al igual que Sebastian y se reúnen en Brideshead,  para uno de esos típicos fines de semana campestres.


Julia ha invitado a varios amigos y entre ellos a su novio, el político canadiense, Rex Mottram (Charles Keating). La mayor preocupación de la familia es impedir que Sebastian beba y los abochorne. Charles comete el error de darle dinero a su amigo. Aprovechando la cacería, Sebastian huye y va a emborracharse al pueblo. Lady Marchmain y Charles tienen un altercado. El abandona la propiedad para regresar décadas después cuando Brideshead está en las manos de Julia y su marido, y cuando Charles y ella son amantes.

Cuando Waugh publicó Brideshead en 1945, sus amistades inmediatamente la reconocieron como un roman a clef y se entretuvieron en identificar a la gente detrás de los personajes. Lady Dorothy Lygon, feúcha de lentes y muy inocente,  fue la inspiración de Lady Cordelia Flyte (Phoebe Nicholls). Julia supuestamente está basada en su hermana Lady Mary, aunque de acuerdo al nieto de Waugh, Julia fue inspirada por el desdichado romance de Waugh (recién divorciado) y Teresa “Baby” Jungman. Como Julia,  Baby era frívola y fiestera, típica Bright Young Thing, pero también era una devota católica que no podía casarse con un divorciado. No solo Waugh llamaría Teresa, al personaje más católico de su novela. Teresa también fue el nombre de su primera hija.
Waugh y las Lygon

Siendo Lord Fellowes católico sus correligionarios esperaban convirtiera a “Downton Abbey”” en una copia de Brideshead. Se han desilusionado al ver que  los Crawley a pesar de ser anglicanos, no van a misa y que el único católico de la serie , Tom Branson, solo lo recuerde a la hora de bautizar a su hija. Sin embargo, Fellowes ha dotado a sus personajes de un código moral basado en valores judeo-cristianos y esto se aplica hasta el lacayo homosexual, Thomas Barrow, quien sufre su condición con el dolor y estoicismo de Sebastian Flyte. Por otro lado, el bautizo de Sibbie Branson sirve para mostrar a Robert Crowley, un hombre buenísimo, como un intolerante fanático casi tan cerrado como Lady Marchmain, la madre de Sebastian.


A pesar de que Waugh no se detiene a examinar la vida debajo de las escaleras de Brideshead, no olvida al servicio. Wilcox , el mayordomo de los Marchmain  se convierte en el cómplice de Sebastian y Charles en sus experimentos de sommerlies amateurs. Mas adelante, cuando Lord Marchmain regresa a su casa ancestral, Wilcox está feliz de volver a atenderlo y actúa como si su señor nunca se  hubiera ido, pero el personaje más importante del servicio es Nanny Hawkins (Mona Washbourne), la antigua nana de los Flyte. La primera visita de Charles es precisamente porque Sebastián quiere  presentársela. Es apropiado entonces que la única persona del pasado del pintor  que todavía permanece en el castillo lo reciba en su última visita.

Nanny Hawkins es inmortal como un hada o un espíritu ancestral, pero también es la voz de la conciencia de Julia y Sebastian quien años más tarde, en sus noches oscuras del alma, la recordarán a ella y sus máximas. Nanny Hawkins es también un ejemplo de la generosidad de los Flyte. Después de su retiro sigue viviendo en Brideshead donde es visitada regularmente por sus “niños” y donde tiene una criada propia.

 Cuando Rex Mottram le comenta a Charles que los Marchmain están en la ruina alude a esa costumbre de mantener criados viejos y hasta ponerles servicio propio, lo que indica que Nanny Hawkins no es la única. Es una costumbre que nos recuerda lo que Lord Grantham y Lady Mary planean hacer con Mr. Carson cuando el mal de Parkinson le impide al mayordomo cumplir con sus obligaciones

Brideshead Revisited cubre mucho más tiempo que “Downton Abbey ”por lo tanto más historia. Comienza y termina durante la Segunda Guerra Mundial (1943), pero a través de sus páginas recorremos las dos décadas que precedieron al conflicto y los eventos históricos de aquel entonces. Por ejemplo, a diferencia de Lord Fellowes, Waugh si se atreve a comentar La Gran Huelga de 1926 y el auge del fascismo..

A la caza del amor y Amor en clima frío




















En 1944, Waugh le escribiría a su amiga Nancy Mitford aconsejándola escribir una novela. Tras el fracaso de Pigeon Pie en 1939, Nancy había estado ocupada en diversas labores de guerra y había dejado la literatura a un lado. Ahora,  eufórica por el final del conflicto y por haber encontrado el amor, se puso inmediatamente a trabajar en el tema recurrente de su obra, la visión satírica de la aristocracia y de su propia familia.

No se puede hablar de Nancy Mitford sino como parte del fenómeno de las Hermanas Mitford. Ya he hablado de ellas en mi descripción de los descendientes de Maria Bolena. ¿Qué más puede decirse de estas mujeres extraordinarias entre las que se encuentran una militante comunista; una Nazi ferviente;  la amiga íntima , tal vez amante, de Hitler; y una duquesa? Tanto ellas como sus padres Lord y Lady Redesdale aparecen en las novelas convertidos en los Radlett, hijos de Lord Alconleigh (el Tío Mathew) y Lady  Alconleigh (La Tía Sadie). Para retratarlos objetivamente, la autora se creó un Otro Yo, la Honorable Frances “Fanny” Logan, prima de los Radlett.
Los Mitford por James Woolcott

Desde que sus padres la abandonaron al nacer, Fanny ha sido criada por su tía solterona Emily (que en algún momento de la primera novela se casa con el Capitán Davey Warbeck, otro individuo excéntrico, hicondriaco, muy simpático,  que es inmediatamente adoptado por la familia). Pero las vacaciones, Fanny las pasa con los Radlett en Alconleigh, en Oxfordshire. Aunque Fanny le tiene miedo al Tío Matthew (al que su cuñado describe como un “ogro de cartón), adora a sus primos, principalmente a Linda, la mimada de sus padres que de tanto mimo se ha vuelto voluntariosa, hipersensible y muy romántica.


Uno puede reconocer en los Radlett a todos los hermanos de Nancy. Matt es Tom Mitford. A diferencia de este, Matt no es ni fascista ni gay. La tímida Louisa, que se casa con un noble escoses bastante mayor que ella es Pamela Mitford,  la hija segunda y la mas discreta del grupo. Jessica Mitford quien escandalizaría a la familia al huir a España , con su primo Esmond Romilly, para unirse a las Brigadas Internaciones, se convierte en Jazzy. Nancy cambia la historia y hace que Jazzy huya a Hollywood para casarse con un actor de tercera, pero convierte a Matt en brigadista.

Linda, la gran protagonista de la novela es un compendio de Nancy y de Diana, por entonces la oveja negra de la familia. Como Linda, Diana fue una romántica que en su búsqueda por el amor cometió una serie de errores. El fracasado primer matrimonio de Linda con el banquero Tony Croesig está basado en el matrimonio fracasado de Diana y Bryan Guinness.
Linda y Tony Kroesig

Tal como Diana, Linda se hace amante y luego esposa de Christian, un agitador político. La diferencia es que Christian es comunista y Diana se casó con Sir Oswald Moseley,  el fundador y líder de la Unión de Fascistas Británicos.. Tanto se había burlado en su Wigs on the Green, de su hermana y cuñado que Nancy decidió alivianar la trama sin mención al fascismo de la familia. A pesar de que el Tío Matthew es racista y xenófobo, no se le acerca al fascismo y antisemitismo de su yo real, Lord Redesdale.

 Linda se convierte en una ardiente comunista, pero pronto se aburre de la política y del marido. Aun así lo acompaña a Perpiñán para ayudar a los refugiados Republicanos (fue Nancy quien hizo eso en la vida real). Cuando descubre la infidelidad de Christian, Linda huye a Paris donde es rescatada por el Duque de Sauveterre, quien se convierte en su amante y en el padre de su hijo.
Sauveterre y Linda en Paris

Para todo conocedor de la biografía de MItford es obvio que Sauveterre (de quien Fanny también se había enamorado en su adolescencia en Love in a Cold Climate) está inspirado en el Coronel Gastón Palewski, militar de la Francia Libre y hombre de confianza del General de Gaulle. Pero se ha descubierto que antes de Palewski (que sería el gran amor de Mitford hasta su muerte) la escritora tuvo un breve affaire con otro oficial francés, André Roy de quien quedó embarazada. El embarazo resulto ser ectópico y Nancy tuvo que ser sometida a una histerectomía total.
Sauveterre y Linda en Londres

Aunque los Alconleigh son tan estrambóticos que no se parecen a los Crawley, en Linda encontramos  ciertos aspectos que las acerca a las Hermanas Crawley. Lady Mary también coqueteó con la idea de casarse con un materialista millonario; Lady Sybill termino casada on un rebelde y agitador político tan alborotador como Christian; y Lady Edith también enfrentó el miedo de ser madre soltera.

En Downton Abbey tenemos un atisbo de la vida de los niños en las grandes casas con los nietos de los condes de Grantham, pero  A la caza del amor va mas lejos y nos muestra a los Radlett desde su preadolescencia hasta su madurez. Los vemos en la etapa de curiosidad de saber todo sobre el sexo, su interés por los romances adultos , y  su educación errática. Ninguna de las chicas va a la escuela y aprenden todo o de institutrices que son ahuyentadas por los estallidos de cólera del Tío Matthew o de la biblioteca que no les es restringida. Fanny, en cambio sí va la escuela, pero en una ocasión el Tío Matthew la humilla demostrado que Linda sabe más de historia que ella.
Los Radlett en la Alacena de los Hons

Los Radlett como los Mitford son bastantes esnobs y gustan de la compañía de aristócratas como ellos. Por ser hijos de un vizconde tienen derecho a ser llamados “honorables” de ahí deriva su club privado el de los “Hons”. Sin embargo el sentido de justicia de los niños los impulsa a crear otra clase “los Contra-Hons” que pueden incluir a aristócratas como su vecina Lavender Davies (que le roba el marido a Linda). Eso los lleva también a incluir en su club a Hons honorarios como la Señora Josh, la modista, y su esposo Josh, el mozo de cuadra. Cuando Linda se encuentra con su hermano Matt en España, él le dice que los soldados  Republicanos son “magníficos Hons”.

Josh es un ejemplo del mundo de debajo de las escaleras. Anteriormente fue criado del abuelo de Fanny, y recuerda con cariño a la madre de esta apodada “la Voltio”(por su costumbre de ‘voltearse’ con cada hombre guapo que se le presenta)a. Josh recuerda que “Milady”era una gran amazona no como Fanny) y cuando pregunta por ella dice” ¿Dónde está cazando ahora Milady?” En esa frase se encierra la importancia dada en esa época a  las habilidades ecuestres de las mujeres aristócratas y su pasión por la caza. Como ejemplo he hecho este collage de Lady Mary pero no recuerdo haber visto nunca a ninguna otra mujer de la Abadía arriba de un caballo.

La cacería en los libros de Mitford es un tema controversial porque los Radlett adoran a los animales y no solo a las mascotas. Se la pasan desenterrando las trampas de zorros y cuidando de los cachorros huérfanos. Esto los pone en guerra contra Craven, el guardabosques, criado favorito del Tío Matthew y a quien los niños denominan “un horrible Contra-Hon”.   Sin embargo, como en todas estas familias, se supone que parte de las virtudes de una dama  es  saber montar y participar en una cacería.
Linda y Fanny desenterrando una trampa de zorro

También , la equitación era considerada un buen ejercicio. por eso tanto Lord Redesdale como su Alter Ego El Tío Mathew diseñaron un medio para que las hijas hiciesen ejercicio sin tener que matar animales: ”La cacería de niños” Aunque parezca increíble,  y tal como lo muestra la serie, un juego-deporte favorito de las Radlett (y de Fanny) era dejar que el Tío Mathew, a caballo, junto a su jauría, las persiga por el bosque hasta cazarlas.

Sin embargo, Fanny confiesa que las Radlett llevan en la sangre un amor atávico por las cacerías y eso no les impide participar en ellas aunque siempre de manera sui generis como el modo en que Linda se enamora de Tony Kroesig. En medio de una cacería de zorros, la jauría es distraída por una liebre. Los perros arrinconan al pobre animal, Linda está histérica y Tony comete (lo que Fanny llama) “el único acto romántico de su vida” rescatando al conejo.


La importancia de la cacería y de los deportes al aire libre se evidencia en la descripción de Fanny de Alconleigh como un refugio para los señores de la casa, y sus familias, pero nada mas que un refugio, la vida real esta allá afuera. Por eso Alconleigh es tan fría e inhospitalaria que durante la Segunda Guerra Mundial, no es considerada adecuada para albergar evacuados.
Alconleigh

Alconleigh es comparada en las novelas con otras country houses como Hampton, el parque de los Duques de Montdore, vecinos de los Radlett y protagonistas de Amor en un Clima Frio. Hampton es considerada una belleza artística como la Abadía de Downton, pero tal como aquella no puede ser heredada por Lady Polly por ser ella mujer. Polly ni siquiera tiene el recurso de Lady Mary de casarse con el heredero. El heredero de Hampton es un advenedizo canadiense, llamado Cedric que resulta ser gay.
Cedric, el heredero de los Montdore

La Segunda Guerra Mundial va a cambiar la vida de los Radlett. Aunque no tengan refugiados, el gobierno la usa de almacenaje. El Tío Matthew se convierte en el líder de la milicia local  y la casona sirve de refugio para todos los parientes que huyen del Blitz: la tía Emily y su esposo Davey; Louisa y sus hijos;  Fanny y los suyos (los esposos de ambas están en el frente); hasta la embarazada Linda acepta venir después que su apartamento londinense es bombardeado. 
Fanny y Linda embarazadas, refugiadass y muertas de frío.

Pero la visita mas prodigiosa es la de la Voltio, la madre de Fanny, que viene huyendo de Francia trayendo a la zaga a su último amante, Juan el guitarrista. La gran sorpresa es que el republicano Juan se convierte en el cocinero oficial de Alconleigh con gran alegría de Davey.

La Segunda Guerra Mundial fue el último acto noble de la country house. Fuera dando hospedaje a soldados como Brideshead, o a refugiados como Alconleigh, o a escuelas evacuadas, hospitales e incluso como centro de espionaje (como Bletchey Park) las casas de campo cumplieron su deber patriótico, pero no había manera de evitar su ocaso y de eso hablaremos en mi próximo blog.