miércoles, 25 de noviembre de 2020

Todo lo que Vi en Octubre y no Tuve Tiempo de Reseñar

 


Pasó algo insólito. En octubre, Netflix lanzó una cascada de dramas de época, cual peor que el otro, pero en HBO se mandaron un par de series excelentes y visualmente más intensas que ningún period piece. En la sexta temporada de “Fargo”, Los Hermanos Coen se fueron a la Kansas City de los 50 y no dejaron nada que desear. Tristemente la segunda temporada de “The Spanish Princess” estuvo peor que la primera. Vamos a ver como estuvo esta vendimia otoñal.

Final de Lovecraft Country (HBO)

No se puede hablar de HBO, y de dramas de época de este otoño pandémico, sin mencionar “Lovecraft Country”. Yo ya he habado en público y privado de mi desaliento ante esta adaptación de la novela de Matt Ruff. Ahora me concentraré en el final.



¿Qué se puede decir de una serie donde TODOS los blancos son malos?  ¿Peor aún, donde la policía de Chicago está compuesta por hechiceros?  Al final los negros recobraron su magia y despojaron a los blancos de la suya. Nada mejor podía esperarse cuando un jefe de policía hechiza a una niñita negra, pero no puede entrar en la casa de Leti ya que un hechizo vudú (confeccionado con la sangre de una cabrita sacrificada en el porche) se lo impide.

Matt Ruff, en el fondo,  debe sentirse triste al ver como despedazaron su libro, en el cual no morían ni Tic, ni Christina (que se llamaba Caleb) ni siquiera el tío George, pero como dijeron en The Ringer la historia está mal contada comenzando por cables sueltos que nunca llegan a amarrarse. ¿Por qué los monstruos a los que Christina cuidaba y ayudaba a nacer iban a pasarse al lado de Diana y devorarse a su benefactora? ¿Por qué toda la brutalidad de Montrose como padre fue perdonada una vez que Tic supo lo que había sufrido por ser homosexual?  ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?



Ni hablar de Yahima (hasta nombre tenía) la shemale venezolana que fue asesinada alevosamente por Montrose, sin que nunca supiéramos las razones detrás del crimen.  Cuando,  en  Twitter la productora Misha Green, fue interrogada respecto a la muerte de Yahima, respondió crípticamente que era ün punto digno de explorar, “pero que había fracasado en el modo que escogió hacerlo”.  Da gusto ver lo responsables que son los encargados con sus personajes. Y así se la alaba como si fuera la Capilla Sixtina de las series. En realidad, la pobre Yahima es una señal más de que este mito de que negros y latinos bailamos juntos no es al mismo compas.



The Third Day (HBO)

Muy diferente fue el caso de “The Third Day” que presentó HBO entre septiembre y octubre. Producida por HBO y Sky, se trata de una miniserie de seis episodios que aparenta ser sobrenatural, pero es más horror que terror. El tema principal no es el conflicto entre tradición ni progreso, ni como la religión degenera en luchas de poder, sino como los traumas y miedos pueden destruir familias y comunidades.



Al comienzo pensamos que se trata de una variación de ‘Folk Horror” cuyo mayor exponente es la fabulosa “The Wicker Man” (la versión del 71).  Sam (Jude Law), un hombre agobiado por problemas personales que no ha podido superar el asesinato de su hijo mayor, llega a la isla de Osea acompañando a una jovencita a la que ha salvado de un intento de suicidio.

Osea es un antiguo santuario de los celtas cuyos habitantes siguen conservando tradiciones ancestrales, aprovechando el aislamiento de la comunidad. Aislamiento que se hace más patente cuando el único sendero que comunica la isla con Inglaterra queda cortado por subidas de marea toda la noche y parte del día.

Sam queda atrapado en un mundo lleno de misterios y mentiras, sufre de espeluznantes visiones, pero nos damos cuenta de que no quiere irse de Osea. Se olvida de la familia que abandonó y tiene un affaire con Jess (Katherine Waterston), otra forastera que también ha hallado en la isla un refugio para sus cuitas domésticas. Eventualmente, Sam descubrirá verdades que lo obliguen a permanecer en Osea.



La segunda parte, trae otra visita a la isla. Helen (Naomei Harris), la esposa abandonada por Sam llega a Osea a investigar qué pasó con su marido. No sigo contando porque tienen que verla. Se trata de una historia con muchas capas, que a ratos puede irritar o perturbar, pero que impresiona tanto por sus actuaciones como por su ambientación.





Osea existe, se trata de una isla fluvial localizada en el Rio Blackwater en Essex y su paisaje es personaje importante en la trama. El impacto visual de los primeros capítulos grabados en verano con un sol tibio y una vegetación frondosa contrastan con los últimos episodios en donde la isla parece sumergirse en brumas grises invernales. Ayuda al efecto la competente banda sonora del compositor chileno-canadiense Cristóbal Tapia de Veer.



Respecto a actuaciones, todos sabíamos que Jude Law era más que una cara bonita, pero la voz cantante en términos actorales la llevará en la segunda parte Naomie Harris, que a pesar de su que su personaje no es querible, posee unas fantásticas expresiones faciales que contrarrestan con su hosquedad. Entre los secundarios destacan Paddy Considine y Emily Watson como los dueños de la única posada de la isla que comienzan como raisonneurs, pronto se revelan como cómplices, y acaban siendo víctimas.



The Undoing (HBO)

Aunque aún no ha terminado, recomiendo esta serie estupenda sobre como un crimen obliga a una mujer a enfrentarse al hecho de que todo en su vida es falso y que su esposo es un desconocido. Es argumento parecido al de “Oscuro Deseo” sin ese sexo tan rebuscado, y dotada de un glamur que recuerda a “Gossip Girl” porque transcurre en el mundo del Upper East Side que una década más tarde sigue siendo tan privilegiado y blanco como en la serie de WB.

Nicole Kidman (quien es también una de las productoras) y Hugh Grant son los Doctores Fraser, Grace una psiquiatra experta en terapias de pareja, Jonathan un pediatra/oncólogo. Los Fraser llevan quince años de casados, se adoran en la cama y en todas partes, son exitosos en su trabajo y en la crianza de un único hijo al que tienen en una escuela elite que les cuesta cincuenta mil dólares al año. Son hermosos, simpáticos, un ornamento para su vasto círculo social.



Además de sus labores domésticas y su desgastante práctica médica, Grace toma parte activa en una agrupación de madres y apoderadas. Es a ese ambiente donde entra un elemento foráneo, Elena Alves (Matilde de Angelis), latina, pobre, casada con un afrolatino, y cuyo hijo, Miguel, ha sido aceptado por la escuela Reardon gracias a una beca.

En su primer encuentro con Elena, durante una de sus reuniones de madres, Grace es la única en interesarse en ella y su bebé Teresa. Las demás la ignoran, a lo que Elena reacciona amamantando a su hija en público. Lo que para mí sería un gesto normal, siendo que está en una casa privada y Elena está rodeada de madres, es mal recibido por las demás mujeres.



Para Grace, Elena está enviando un desafiante mensaje de como ella si es una madre de verdad. Según su amiga Silvia, Elena quería apantallarlas con su magnífico busto, fuera para provocar envidia o excitación sexual. Y para mí lo más extraordinario (siendo que he visto mujeres de todas las edades, colores y clases sociales dando pecho en público) es como el esnobismo y clasismo pueden en un segundo borrar todo ese mito de la Hermandad Femenina. ¡Toma MeToo!

Grace y Elena vuelven a encontrarse esta vez en un gimnasio. Nuevamente, Elena usa su cuerpo como arma. Totalmente desnuda, se acerca a Grace y comienza una especie de seducción de la psiquiatra con susurros, toqueteos y arrimos. Yo ya esperaba que le hiciera una lapdacing. Lo chistoso es que todo este comportamientoque con razón hace a la psiquiatra sentirse invadida va acompañado de un dialogo perfectamente normal, el típico intercambio entre madres cuyos hijos van a la misma escuela.



Aunque muchos encontrarán esa escena muy sexy, yo la encontré perturbadora sobre todo porque Elena parece una stalker. ¿Como se explica que una madre de bajos recursos que vive en el Spanish Harlem, sea clienta de un gimnasio del Upper East Side que debe costar un ojo de la cara?

El tercer encuentro es en una gala para recaudar fondos para la escuela. Aunque Grace va más escotada que Elena, es esta ultima la que atrae la indeseada atención de una jauría de invitados. Esto no alegra a la Alves ya que Grace la encontrara llorando en el baño.  Mas tarde, en el elevador, Elena besa a Grace en la boca tras agradecerle su interés por ella.

Todo esto pasa a segundo término cuando el pequeño Miguel encuentra el cadáver de su madre en su estudio. El brutal asesinato de Elena sacude a la comunidad de madres. Entran los policías al cuento que tal vez por ser detectives, y no patrulleros con rodillas asesinas, o tal vez porque el detective a cargo es latino, son retratados como buenas personas.

Aunque todas las madres son interrogadas, es Grace la que más se les hace sospechosa a los detectives. La psiquiatra tiene sus propios problemas. Su esposo ha desaparecido dejando atrás su celular. En el hotel donde se hospedaba no lo conocen, la supuesta conferencia médica a la que asistía no existe, y cuando Grace va al hospital donde Jonathan trabaja, descubre que hace rato que lo despidieron.



Será el Detective Mendoza (Edgard Ramirez) quien acabe de informarla de malas noticias. Miguel era paciente de Jonathan. Elena acusó al oncólogo de haberse propasado con ella, pero retiró los cargos. Jonathan y Elena eran amantes. Es posible que él sea el padre de Teresa y ciertamente es el mayor sospechoso del asesinato.

Grace descubre que todo su prestigio profesional y social desaparece ante estos factores y acusaciones.  Ni refugiándose en su casa en la playa, puede huir de sus realidades: su matrimonio tenía bases falsas, su marido es un desconocido y ella también pasa a ser sospechosa del asesinato de su rival.

La serie es intrincada, dura, llena de pistas falsas y de descubrimientos pavorosos. Está muy bien actuada y estéticamente es una belleza desde el departamento de Park Avenue de los Fraser hasta Nicole que parece haberse quitado diez años de encima y cuya presencia ilumina la pantalla con esos cabellos largos, eso abrigos de brocado que la hacen parecer escapada de un retrato prerrafaelista



The Spanish Princess (Starz)

La segunda temporada de la serie de Emma Frost me ha entretenido en algunos aspectos, hasta el punto de que perdono las licencias históricas y a la insufrible protagonista. Charlotte Hope no es buena actriz, tiene una cara rara con venas protuberantes, ojos saltones y labios temblorosos, y es antipática. Eso no ayuda a que los Tudormaniacos queramos a un personaje que poco tiene de Catalina de Aragón.

Efectivamente la reina se fue a la frontera escocesa y ganó la Batalla de Flodden. Efectivamente se mandó fabricar una armadura que le acomodase la panza, ¿pero ¿qué es eso de andar dando mandobles por el campo de batalla y en estado interesante? Yaaa, solo las locas  pondrían en peligro sus embarazos y mi Doña Catita no era ninguna loca.





Tampoco me la imagino desnuda, de rodillas, intentando despertar la virilidad dormida del Enrique. Es que todo lo que amamos de Catalina, su dignidad, su compasión, su sabiduría y sobre todo su piedad, ha sido eliminado del personaje porque Emma Frost la quiere acercar a un ideal mitutero.

Eso queda en evidencia en esa carta que le envía a su cuñada Margarita de Escocia diciéndole que su piedad es fingida. ¿Queee? Si lo más valioso de Catalina fue su fe y aquí nos dicen que nunca existió. ¿Con que pruebas con que fundamentos?  Llevo un tiempo tratando de explicarle a un amigo que la licencia histórica debe usarse solo cuando se es necesario y nunca abusarse. Este es un ejemplo del abuso.

En cambio, no me molesta que Henry deje tuerto al pobre Buckingham, si después igual le va a quitar la cabeza. Efectivamente, Úrsula Pole fue nuera de Buckingham y de ella descienden los Barones Strafford. Pobre William Compton, ya no saben que inventarle. En “Los Tudors” lo hicieron tener un affaire con Thomas Tallis y ahora lo tienen babeando por Beata Margarita Pole.



No he encontrado indicio de que Enrique VIII quisiese casar a su amigo Compton con la Tía Maggie. Pero si ya al Compton lo pusieron de gay en “Los Tudors”, ¿qué importa levantarle otro falso? Es lo que en Chile llamamos un tonto útil. Ohhh y la Ann Hastings es la misma Anne Buckingham que se revolcaba con Charlie Brandon en la serie de Showtime. En cuanto a ese interludio en medio de la epidemia en que Maggie y Tom More casi confiesan estar enamorados me pareció una licencia romántica aceptable, aunque se tratase de dos santos de calendario. Me recordó los amores de santos que el Cardenal Wiseman nos narrase en Fabiola.





Al menos aquí conocemos la verdadera historia de Maria Tudor, Reina de Francia (no de Portugal como en “Los Tudors”) y su amistad desde la infancia con el futuro Duque de Suffolk.  Vemos que su relación no estivo basada en lujuria como en “Los Tudors” sino en un amor de años que ninguno se atrevía a confesar. ¿Pero por qué no nos cuentan de sus hijos de quienes desciende La Familia Real Británica?



Y conocemos a la verdadera Margaret Tudor, bisabuela de Maria Estuardo, y vaya que interesante y patética es su historia.  Me encantó su relación un poco violenta con su esposo, el Rey de Escocia. Su torpe enamoramiento de Angus Douglas con quien se casó perdiendo el apoyo de su hermano. Lo único que obviaron aquí fue la hija que Meg tuvo con Angus que eventualmente seria la suegra de Maria Estuardo y abuela de Jaime, el primer rey de Gran Bretaña



Las princesas Tudor me caen mejor y me inspiran más lástima que esta parodia de Catalina de Aragón que me la han puesto caprichosa, egoísta, hormonal, mala amiga y…y…y me tiemblan los dedos escribirlo… ¡mala madre! No solo le han quitado a devoción y la erudición a Catalina sino también su intensa relación con su única hija sobreviviente. Y todo porque Emma Frost le tiene inquina a Catalina porque no corresponde a una imagen de lo que debe ser una hembra en la Era Me Too.


Lástima que Emma decida recordar la devoción de Catalina para combinarla con esa obsesión británica de La Leyenda Negra. El séptimo episodio es un vergonzoso salmagundi en el que se mezcla la ejecución de Buckingham (¡que está enamorado de la Rina!); una quema de libros instigada por Catalina y el enfriamiento del amor de Maggie por Tomasito More cuando descubre que al lado de su despacho el futuro santo tiene una cámara de tortura.

Veamos la historia.  Buckingham fue decapitado siete años antes que se comenzase a perseguir herejes, nunca tuvo amistad con protestantes. Catalina jamás abogó ni por la quema de herejes ni sus libros y lo de la cámara de torturas, aparte de ser una invención nunca probada, según los calumniadores More la tuvo cuando ya era canciller (mucho después de los hechos narrados en este episodio) y estaba en el sótano.

Fargo (FX)

Para su sexta temporada, los Hermanos Coen han escogido un escenario de época, Kansas City en 1950 donde se desarrolla una guerra de gánsteres que alcanza niveles de ópera y no siempre buffa. Retrocedemos em el tiempo, cuando la familia mafiosa irlandesa Milligan decide hacer una tregua con sus rivales, los judíos Moskowitz. Para cimentar la paz hacen un intercambio de rehenes como en las guerras tribales de la antigüedad. Así el pequeño Patrick Milligan es obligado a vivir con extraños.



 Años más tarde, Patrick traicionará a Los Moskowitz para favorecer a sus parientes de sangre. La historia se repetirá cuando los Milligan se enfrenten a los recién llegados, los italianos Fadda, y vuelva a ocurrir un trueque de hijos,. Patrick, tal vez por lealtad a su familia adoptiva, tal vez por rabia a como se le usa como simple peán, apoyará a Los Fadda y matará a su propio padre.



Cuando la serie comienza, tenemos a Patrick (Ben Winshaw) -—ahora apodado “El Rabino”sirviendo a los Fadda, que en esta década batallan contra los Cannon, gánsteres afroamericanos. Cuando ocurre un nuevo intercambio de niños, se le encarga a Milligan ocuparse del pequeño Satchel (Rodney L. Jones III). Sea por lástima, cariño, sentimientos de culpa, o por ser el único personaje de este cuento con un compás moral, Rabbi Milligan se ocupará de proteger al pequeño de estas familias criminales que no les importa la inocencia de un niño.



He hecho hincapié en este ángulo de la historia porque el resto es incidental, las batallas entre gánsteres, a lo Peaky Blinders- Boardwalk Empire, no son más que un telón de fondo; el conflicto entre los hermanos Fadda el embrutecido Gaetano (Salvatore Esposito) y el ladino Justo (Jason Scwartzmann) nunca llegan a ser el centro del cuento. Y si hay obviamente un elemento relacionado con el tema del racismo. Los Cannon capitaneado por Lloyd (Chris Rock), han encontrado respeto y dignidad en el estilo de vida mafiosa que se les ha negado en la sociedad de blancos respetables.

Cuándo alguien le pregunta a Lloyd si peleó en la guerra, él se mofa: “¿Por qué pelear por un país que quiere verme muerto?” Y cuando le pregunta a un policía si sabe “lo que se siente el ser propiedad de otro” se responde a sí mismo “nosotros (los afroamericanos) hemos sido propiedad de otros por 400 años”.

Mas fuerte, efectivo y conmovedor será el tema del racismo cuando Rabbi Milligan y Satchel deban emprender su propio viaje de regreso a Kansas. En esta road movie donde no se sabe quién es Toto y quien es Dorothy, y donde un tornado literalmente se lleva gente, Satchel descubrirá que aun los niños deben pagar un precio por tener la piel oscura.



Otra razón por la que el conflicto gansteril pasa a segundo plano es la riqueza de personajes, cada uno protagonista de una historia casi paralela. Ahí tenemos a Jessie Buckley como Orietta Mayflower una divertida enfermera que también es una asesina serial; Timothy Oliphant como Dickie “el Sordo” Wickware un agudo detective mormón que ha venido a KC a buscar una pareja de lesbianas fugadas de la cárcel, y Jack Huston como un veterano cuyo trauma se manifiesta en tics nerviosos, actos compulsivos y el mal hábito de venderse al mejor postor.



¿Cuál de todas estas series has visto?  ¿Cuál te ha gustado más? ¿Cuál te gustaría ver?

 

 

 



miércoles, 18 de noviembre de 2020

Por Qué “Patria” es una Alerta a lo que Puede Ocurrir (y No Solo en Euskadi)

 


Me he atrevido a escribir sobre la adaptación de la novela de Fernando Aramburu nada más que porque la Reina Estelwen me conminó a no tener miedo a criticas ni a la orden no escrita de “No hables de lo que no sabes porque no eres española, vasca, etc.). Miedo es mi estado natural, pero si hay algo a lo que le tengo pavor es al terrorismo y la violencia urbana que es la antesala del primero. Y a lo que le temo más es a una sociedad secuestrada por todo tipo de miedos, que pierde valores, cancela amigos, nada más que para enarbolar banderas en las que tal vez ni crea. Eso es lo que veo en “Patria” y, en estado embrionario, es lo que veo a mi alrededor. por eso la serie de HBO nos da una lección a todos.

Entre Cultura de Cancelación y Muerte Civil

“Patria” está basada en una novela que fue un bestseller en España. Es una obra polémica puesto que el autor toma como protagonistas a las víctimas del terrorismo, no a los terroristas. Por un lado, ya ha habido bastante tiempo para ensalzar a los etarras y verlos como héroes-mártires. Aramburu quería hablar de sus caídos y también de sus familias que a ratos pasan a ser damnificados también.

Hasta este siglo hubo una conspiración de silencio en contra de las víctimas: los extorsionados, secuestrados, asesinados, vilipendiados por ETA y sus simpatizantes. Tal como nos muestra la novela y la serie, en el País Vasco, los parientes de los asesinados fueron repudiados, obligados a abandonar sus hogares, a exiliarse de sus tierras. Y todo comenzaba con grafiti insultante y mutismo de amigos y conocidos.



Si nos parece increíble simplemente fijémonos en esta Cultura de Cancelación tan de moda en nuestra tolerante sociedad occidental que está costándoles a muchos sus carreras, sus amistades, su buen nombre. J.K. Rowling puede sobrevivir la campaña, que Eddie Redmayne ha tildado de “asquerosa” (disgusting), en contra de ella. ¿Pero qué pasa con gente con menos dinero, poder y prestigio? Es algo para pensar.  “Patria” nos muestra como una simple anécdota cotidiana da paso a lo inimaginable.

La historia se centra en un pueblito de Guipúzcoa y en dos familias que viven ahí. A pesar de que los Lertxundi, Bittori (Elena Irureta, la Doña Manuela de “El tiempo entre costuras”) y el Txato (José Ramón Soroiz), son de clase acomodada, llevan años de amistad con los Garmendia de estrato más humilde. Los maridos son íntimos amigos que se reúnen en el bar a charlar y jugar cartas y que comparten el ciclismo como hobby. Tanto El Txato como Joxian (Mikel Lascuráin) son hombres sencillos, hogareños, que no gustan de líos ni política.

Aunque sus esposas son intimas, son diferentes. Bittori es, como muchas mujeres de clase tradicional, tímida, ingenua, dulce. Miren (Ane Gabarain) es descontentadiza, audaz, gruñona. Parece traer una rabia por dentro que descarga contra el marido en múltiples quejas. Sus hijos menores Arantxa (Loreto Mauleon) y Gorka (Eneko Sagardoy) son amables y tranquilos como el padre. Es Xose Mari (Jon Olivares) el mayor (y el predilecto de Miren) el que ha heredado ese descontento y esa rabia reprimida de la madre.

          Miren y su dominado marido

La historia comienza en el 2011, tras el supuesto cese al fuego de ETA, cuando Bittori regresa a su pueblo. Un regreso que nadie esperaba ni nadie quería. Hasta el párroco le aconseja marcharse porque sus presencia abre viejas heridas. Mas o menos nos enteramos de que El Txato fue asesinado por ETA. Sin embargo, la gente actúa como si la anciana Bittori, o “La Loca” como la apodan, fuese una forajida.

Pasamos a un flashback (la serie es un constante saltar de tiempos) y vemos a las dos amigas compartiendo un café en San Sebastián. A la salida, se encuentran con una protesta de ETA, que no se ve nada de pacífica. Las amigas se trepan a un bus, que es detenido por los revoltosos a quienes vemos armar incendios, voltear vehículos y golpear a sus conductores. O sea, lo típico del “estallido social”. Al apearse, Miren reconoce horrorizada a uno de los manifestantes, es Xose Mari.



Al llegar a casa, Miren increpa a su hijo que le responde acusador que él debe luchar por su país puesto que sus padres no lo hacen. Llega el padre y Xose Mari lo golpea. Miren parece aprobar el que su hijo siga el ejemplo de ella de despreciar al jefe de familia. El pobre Joxian parece tan victima como Bittori y su familia.

Un Amago de Hacer Historia

Voy a parar un segundo para dar un poco de trasfondo histórico que imagino que (tal como yo) ustedes necesitan para entender de donde surge el conflicto. Disculpen la brevedad y chapucería de mi información puesto que el tema es amplísimo y demasiado complejo para narrarse en tres párrafos.

Desde antes de la llegada de los romanos, los vascos han sido independientes. Fuese como tribus, como señoríos feudales o gracias a fueros, los vascos mantuvieron su soberanía, aunque siempre sirvieron al reino español. Fue en la Segunda República, antes de la Guerra Civil, que las vascongadas obtuvieron el rango de provincia autónoma que hoy conserva, llevando el nombre vasco de Euskadi.

                         Reino de Pamplona, Siglo X

La llegada del franquismo impuso en Euskadi (tal como en otros territorios autónomos) una campaña de “españolización”. Se prohibió el uso del idioma vasco y de otras muestras de identidad cultural que no fuesen las de España. Como era de esperarse, surgieron grupos nacionalistas. ETA es uno de ellos, se creó a fines de los 50, y se diferencia de los demás por ser de índole izquierdista y dado a utilizar la violencia terrorista.

Antes de la Transición, ya habían matado millares de personas, desde una bebé de dos años hasta el famosísimo atentado que costó la vida al Almirante Carrero Blanco, presidente del estado español y hombre clave del franquismo. Sin embargo, no se sabía a la muerte del Caudillo el nivel de violencia que podían alcanzar los etarras.



irónicamente, ese nivel se desató a partir de 1979 cuando el gobierno español les concedió la autonomía a las provincias vascas e incluso hubo una ley de amnistía parcial. Esto no contentó a ETA que veía que la comunidad seguía sujeta al estado español. Ahora eran ellos los que buscaban practicar una limpieza cultural en Euskadi y lo hicieron de manera brutal imponiendo miedo y violencia en la sociedad vasca.

Los números de asesinatos fueron en auge. No solo se mataba a policías, guardias civiles y otras figuras de autoridad, sino también a gente inocente en atentados de bombas. Para mantenerse económicamente recurrían a cobrar rescate por secuestros, y a extorsionar a miembros más adinerados de la comunidad. El que no cumplía con sus demandas moría, como le ocurrió al Txato quien había pagado una fuerte cantidad, pero se negó a pagar cuando le pidieron la misma cantidad triplicada

El peor acto de ETA era el aislamiento de las familias de sus víctimas. Por adhesión al movimiento o miedo a represalias, la gente cobardemente se alejaba de los parientes de los asesinados. Ni siquiera se presentaba en los funerales de los muertos por ETA. En eso “Patria” es escrupulosamente fidedigna. También en mostrarnos la muerte civil que se le imponía a la familia de los que se negaban a colaborar.

En el caso del Txato, el acoso va desde grafiti insultante en las paredes exteriores de su casa hasta el que los almaceneros se nieguen a venderles comestibles. Miren y su esposo les aplican la ley del hielo a quienes fueron sus más queridos amigos, principalmente Miren que desde que Xosé Mari ha pasado a la clandestinidad se hincha de orgullo de ser la madre de un terrorista



Finalmente, El Txato es asesinado.  Una escena terrible la de su viuda, en la calle bajo la lluvia, acunando el cadáver y pidiendo vanamente ayuda a vecinos indolentes y cobardes. No necesitamos saber quién es el asesino, sospechamos de quien apretó el gatillo, pero también sabemos que al Txato y a muchos otros los mató la indiferencia, el miedo y el fanatismo de sus coterráneos.

                         El Txato y sus asesinos

El Txato no es la única víctima, lo será su mujer obligada a abandonar sus casa y su villa como si ella hubiera cometido un crimen. También es víctima su hijo, el medico Xabier (Iñigo Arambarri) que nunca se repondrá del asesinato del padre.  Incluso su hermana Nerea (Susana Abaitua), en medio de su estolidez, siente que la muerte del padre ha asesinado a su familia.

En casa de Miren también hay repercusiones. Sobre todo, Joxian que debe llorar a solas la muerte de su mejor amigo. Contrasta esa escena con la de tres décadas más tarde en que al visitar (por primera vez) la tumba del Txato no puede contener el llanto delante de Bittori.

Los funerales son sucesos trascendentales en “Patria”. Lo vemos en el homenaje luctuoso al Txomin, un asesino de cuatro caminos que es venerado como un mártir y cuyo entierro es visto por las chicas del pueblo (menos la reflexiva Arantxa) como un evento imperdible. Contrasta con el humillante velorio de Txato, al que asisten cuatro gatos y en el que hasta el cura está presente de mala gana.

                 El funeral del Txato

El más impresionante es el entierro del Xoquin, el hijo del carnicero. Como le cuenta su padre a Joxian, Xoquin se ha suicidado, pero la ETA convierte su sepelio en algo político, acusando a la Guardia Civil de haber asesinado al guerrillero. El carnicero ha comprendido por fin lo nocivo y oportunista del movimiento que busca arrastrar a jóvenes a sus filas para usarlos como carne de cañón.

Hay por eso una sensación de teatralidad, de dolor ensayado en el funeral que es un mitin político donde mujeres como Miren aúllan consignas independentistas sin reparar que es ETA la que las deja huérfanas de hijos. Me han recordado protestas que aparecen en los noticiarios de hoy donde el vínculo común es la utilización de la tragedia humana para avanzar intereses creados. Donde los jóvenes no se dan cuenta de que los adoctrinan, que los empujan a ser partícipes en injusticia y a ser, como dice el carnicero, simples “borregos”.



Don Serapio, ETA y la Iglesia Vasca

Estoy tratando de no encontrar paralelos con realidades vistas en el pasado, pero también muy presentes. Me trae recuerdos de lo que fui testigo y lo soy de nuevo tanto en Chile como acá y sin embargo hay un factor que nos hace diferentes.  

Yo sabía que, durante la Guerra Civil, la Iglesia Vasca apoyó a los Republicanos por lo que sufrió represalias durante el Franquismo, pero no sabía que había sido tan partidaria de ETA como lo muestra “Patria”. En la serie, la posición de la iglesia vasca se concentra en Don Serapio (Patxi Santamaria), párroco del pueblo que no solo apoya a ETA sino también sus medidas extremas como la extorsión y los asesinatos.

El cura es cómplice silencioso de las campañas de cancelación en contra del Txato y de su familia. Aun antes advierte a Miren en contra de su amistad con Bittori que también es su feligresa y buena católica. Cuando nos es más repulsivo es cuando va casi empujado al velorio del Txato, cuyo asesinato aprueba, y convence a la viuda de enterrarlo fuera del pueblo como si se tratase de un delincuente.

 Ya en el primer capítulo desconcierta ese empeño de convencer a Bittori que se marche del pueblo. No se siente que ejerza caridad cristiana con una anciana cuyo único pecado es que su esposo se negó a pagar un tributo a una organización ilegal y criminal.

                         Don Serapio

He leído en las críticas negativas a “Patria” que esta iglesia fanática ya no existía en los 80, que Aramburu se ha apoyado en imágenes de sacerdotes durante el franquismo. Pues que curioso porque hace unos días me he encontrado con esta nota de ABC que ilustra la realidad de sacerdotes vascos que todavía andan justificando y alabando las acciones de ETA.

A veces, Don Serapio puede conmover como cuando pregunta “ ¿después de muerto quien le rezará a D-s en euskera? ¿Quién cantará en euskera?”, pero su férrea adhesión a un grupo terrorista y como le lava la cabeza a Miren diciéndole que debe ver a su hijo como un guerrero heroico, ya lo anulan como personaje bueno.



Su desesperación tozuda por mantener viva la cultura vasca a través de medios ilegítimos se agudiza cuando ve en Gorka una ayuda. Lo insta convertirse en “Un Cervantes vasco” sin pensar que a lo mejor el menor de Los Garmendia quiere un universo más amplio para desarrollar su literatura.

Gorka es otra víctima de esta sociedad confabulada con ETA. Mientras su familia lo celebra por haberse ganado un premio con su poesía, el dueño del barque es intermediario de los etarras le reprocha haber recibido un premio de un “periódico fascista”. Lo insta a “donar” el dinero recibido para expiar su falta y lo obliga participar en un atentado en contra de la fábrica del Txato.

                        Gorka en el pais de los etarras

Por suerte, Txato, a balazo limpio, corre a los pirómanos. Después de eso, Gorka se marcha a Bilbao donde tendrá empleo en la radio, pareja y podrá escribir en paz. Eso es lo que intenta hacer su hermana Arantxala mejor de la familia Garmendiapero no logra.

Arantxa, La Muda que Rompe el Silencio

Loreto Mauleon me impresionó como la dulce y valiente Maria de “El Secreto de Puente Viejo”. Hoy me ha vuelto a impresionar como la dulce y valiente Arantxa de “Patria”. Sin tener ni edad ni erudición para hacerlo, es quien primero comprende que ETA está destruyendo la sociedad vasca y es la única del círculo de amigas de Nerea que se rehúsa a ir al funeral de Txomin.

Es también la única de los Garmendia que se atreve a ir a dar el pésame después del asesinato del Txato. Su naturaleza prudente y moderada la lleva a reconocer que su hermano menor es gay y que su padre no comulga con las ideas fanáticas de Miren, algo que lo hace sufrir.

                           Guille y Arantxa

Para construir una vida mejor. Arantxa se marcha del pueblo y se casa con Guillermo, de origen salmantino. Tienen dos hijos y parecen ser felices, hasta la suegra la quiere. Solo que Guille queda sin empleo y, como la mayoría de los machistas, se descarga con la mujer. Un amigo, que milita en el PP, le consigue trabajo a Guille y parece que todo se ha arreglado, pero ese amigo es asesinado por ETA en un atentado que casi le cuesta la vida al esposo de Arantxa y a su hijo.

Como es lógico, Guille sufre de una crisis emocional que lo lleva a cuestionar la legitimidad de la existencia de ETA y se pone de lado del Estado Español. Le molesta tener un cuñado terrorista, que su suegra les meta ideas en la cabeza sus hijos, hasta le molesta que ellos lleven nombres vascos.

                        Guille y su hijo después del atentado

“¡Soy español! ¡Esto es España!” le grita a la esposa y Arantxa solo atina a acusarlo de “facha”. ¿Quién de los dos está equivocado?  La respuesta de Guille, agredir físicamente a la esposa, resta razón a sus argumentos. Arantxa se verá obligada a llevar una vida dividida entre sus dos familias. Tan fuerte es el estrés psicológico que vive que acaba dándole un ictus. Queda muda e invalida totalmente, solo puede mover la mitad del rostro y un brazo. Con la ayuda de una Tablet, gran entereza y humor, asume su condición e incluso la utiliza para reparar yerros pasados.



ETA ha obligado a una nación a permanecer en silencio, sus víctimas han perdido la voz y la ironía del relato es que sea la muda Arantxa quien se la devuelva, a menos en el caso de Bittori. Sera Arantxa la que se acerque a la pobre anciana, será Arantxa quien convenza al padre de ir a presentar sus respetos a la tumba de su amigo. Será Arantxa quien escriba a su hermano preso instándolo a leer las cartas de Bittori y pedirle perdón.

El Poster y la Represión en Contra de los Etarras

Como ocurriera con “Cuties”, ha sido el poster de propaganda lo que más ha causado polémicas. Esa imagen de Bittori como una Pietá vasca contrapuesto a la de Xose Mari como un Ecce Homo recién torturado, ha indignado tanto a los enemigos de ETA, como a los amigos de la novela puesto que quiere equiparar el sufrimiento de la victimas con el de sus verdugos. Esa nunca fue la intención de Aramburu.



Un tema controversial que ronda la serie es su intento de presentar el lado oscuro de la represión española incluyendo torturas. Me ha sorprendido saber que la tortura de los etarras nunca ha sido reconocida oficialmente. Meter ese factor en el cuento es motivo de debate, sobre todo porque no se menciona en la novela. Voy a enumerar todos los momentos en que la serie pareciera inclinarse hacia los etarras y verán que son muy pocos.

En los primeros capítulos vemos la policía allanar (con orden judicial) el hogar de los Garmendia. Xose Mari ha sido declarado prófugo, por ende, criminal. Es el tratamiento que recibe toda familia de delincuente, aunque nos den lastima los Garmendia parados en la calle de noche con frio, y oyendo como dan vuelta su casa.  Esto siempre ocurre cuando hay ordenes de allanamiento. No es muy diferente de como la policía neoyorquina arremete contra el elegante departamento de Nicole Kidman en “The Undoing”.



La diferencia aquí es el trato, la relación entre la policía, los Garmendia y una multitud que les grita “¡Fascistas! “a los primeros. no hay golpes, No hay groserías, pero la hostilidad se siente, se nota en las miradas, en el tono hosco con que los representantes de la ley se dirigen a los parientes del fugitivo. Cuando un vecino trae una cobija para que se abrigue Arantxa, no se la niegan, pero el policía se la arroja.

Debemos tener en cuenta que las principales víctimas de los etarras eran policías y guardias civiles y también sus familias. No puede haber compasión para los parientes de quienes no la tienen. Y si comparamos ese único episodio con toda la brusquedad y acoso que recibieron El Txato y los suyos…

Eso es lo que hay que recordar cuando llegamos al capítulo 7 a la cacareada escena de tortura. Yo desprecio la tortura (mental y física). Después de la calumnia es lo más infame que un ser humano puede hacerle a otro, aparte que no le veo ni sentido ni valor, pero no puedo cerrar los ojos al hecho de que Xose Mari representa un peligro para la sociedad.

Él es quien ha matado a amigos y parientes de los torturadores, quien puede matarlos a ellos. Hemos visto muchas escenas de torturas en la ficción y no solo policiacas. Puedo aventurar que esta no es muy traumática para el espectador. Los torturadores (tres hombres y una mujer) no pasan de apremios físicos, de golpes que no dejan marcas no hacen saltar sangre. Como constata el médico no hay huesos rotos ni hemorragias. Lo peor es cuando intentan asfixiar a Xose Mari con una bolsa plástica.



Yo he leído sobre torturas peores: electrodos, palos de escoba…pero también he leído y oído sobre niños inocentes destrozados por bombas (el mismo sobrino de Xose Mari casi muere en un atentado), secuestrados enterrados vivos y los tres chicos gallegos a los que, en 1973, los etarras confundieron con policías y antes de matarlos les sacaron los ojos con desatornilladores.

Por más que nos esmeremos en ver a los de ETA como freedom fighters o patriotas legítimos como los ve Don Serapio, el hecho es que hacen daño. “Hay que hacer el mayor daño posible” son las ordenes que recibe Xose Mari al unirse a la lucha clandestina. “¿Qué pasa si es él (Xose Mari) quien hace daño a los demás?” es la pregunta que Bittori le hace a Miren. Orgullosa de su hijo, Miren se rehúsa verlo como un asesino, todo lo que él hace está justificado por su lucha patriótica.

Volviendo a la escena de la tortura, Aitor Gabilondo y su equipo buscan ser imparciales  reflejando los rasgos oscuros de la policía. Cuando entra Xose Mari adónde van a interrogarlo le hacen quitarse la ropa y la inspectora le quita la ajorca de la oreja: “No queremos maricones aquí”. Que pongan el prejuicio en boca femenina puede hacerlo más desagradable, pero comparémoslo con la actitud de Xose Mari cuando Gorka le visita y le enrostra sus crímenes. Según Xose Mari hay algo peor que tener un hermano asesino, eso es “tener un hermano maricón”.



Durante un episodio de tortura, los policías hacen que Xose Mari deje sus huellas en un arma homicida para culparlo del asesinato de un compañero. Aunque esto choque con nuestras percepciones de justicia y legalidad, Xose Maia es un asesino, un crimen más y uno meno, que importa porque se le jugué. A lo mejor así se le deja de torturar.

No puedo sentir lastima de Xose Mari, porque es tan recalcitrante como su madre, tan poco arrepentido como su párroco. Cuando Miren le visita en la cárcel para contarle del regreso de Bittori, su hijo le aconseja que contrate unos matones para que le metan un susto a “La Loca”. No solo no ve a Bittori como su víctima, sino que sus soluciones siguen siendo agresivas y violentas.



Otra escena inventada y que ha dado que hablar ha sido la de Nerea y los Guardias Civiles. A Nerea, la hija irresponsable de Txato y Bittori, se le ocurre ir al entierro del infame y famoso Txomin, un importante guerrillero de ETA. No lo hace por convicción sino porque le parece una excursión entretenida. Aunque Bittori se opone, Txato da permiso y presta su auto porque ingenuamente cree que eso apaciguara la codicia de ETA que lo extorsiona.

Casi llegando a Mondragón, Nerea y sus amigas son detenidas por la Guardia Civil. Tras encontrarles banderas vascas en la maleta, las registran, y durante el proceso un guardia toca los glúteos de Nerea que acaba llorando. Esa misma que apenas supo la muerte del padre andaba follándose un desconocido. De nuevo reservo mi lástima para otros.



Al final no importa si Xose Mari fue quien apretó el gatillo para acabar con la vida del Txato o si BIttori muere tranquila perdonando a quienes tanto daño le hicieron. ¿Quién les devuelve sus muertos a las víctimas?  ¿Quién les devuelve sus años perdidos, quién les devuelve su capacidad de llevar una existencia normal?  Y eso no solo se aplica los que perdieron gente por culpa de ETA. Se aplica también a los etarras. Vale pensar en todo lo que Xose Mari hubiese podido lograr si esos años de combate clandestina y cárcel los hubiese empleado en luchar por sus ideales por una vía pacífica.

Si algo veo en “Patria” es una oda en contra de la violencia que nada soluciona y destruye individuos y comunidades. Es también un llamado a la libertad, no la libertad de un pueblo sino la individual. De cómo cada persona debe escoger su camino, sus ideas, con quien compartirlas y no debe permitir que se las quiten.  Al ingresar al terrorismo, Xose Mari pierde su libertad, vive para seguir ordenes que acaban con su individualidad. En cambio, Arantxa encerrada en un cuerpo inútil, pero ejerciendo su libertad de actuar y pensar y ser más libre de lo que nunca fue, es la lección más impresionante de esta excelente serie.



jueves, 12 de noviembre de 2020

Franceses vs Estadounidenses: Emily in Paris

 


Desde el año pasado que ando buscando algo con glamur y donde la moda sea importante. Esperaba encontrarlo en “Emily in Paris”, la nueva comedia de Netflix. En sitios franceses la han comparado con el final de “El diablo viste a la moda” y con el viaje de Blair y Serena a Paris en la tercera temporada de “Gossip Girl”. Pero “Emily” es algo más, es una sátira sobre ese trope del americano en París, de las diferencias culturales entre franceses y americanos y como ambos pueblos son buenos para ver pajas en ojos ajenos sin notar las vigas en los propios.

Ni Audrey Hepburn ni Jean Seberg

Tanto Forbes como el New York Times han alabado la serie a pesar de criticar la cantidad de clichés que acompañan las aventuras de Emily Cooper de Chicago (Lily Collins) que a su llegada la Ciudad  Luz comete tantos gafes y se mete en tantos líos como el Senador Jefferson Smith en “Mr. Smith Goes to Washington” . Muchos franceses se han quejado de que la serie ofrece una imagen falsa y negativa de su ciudad, cultura y habitantes. No más que cualquier película que Jean Seberg hiciese en los 60 o Audrey Hepburn en los 50, solo que los personajes interpretados por esas actrices eran más sofisticados o menos impulsivos que Emily, una chica de veintitantos cuya especialidad es el marketing de productos farmacéuticos.

Cuando el embarazo de su jefa le impide viajar a Paris, es a Emily a quien envían a Francia a integrarse a la firma Savoir para ayudarlos en el mercadeo de un nuevo perfume. Como se dan cuenta en Savoir, Emily es la peor candidata al empleo: nunca ha estado en Europa, no usa perfume, no sabe nada del negocio de la perfumería y no habla francés.



Pronto la pobre Emily se convierte en repositorio de las burlas de sus compañeros. Su departamento, que en realidad es un cuarto buhardilla en un edificio sin elevador, tendrá una vista espectacular, pero también cinco escaleras que negociar. En realidad, seis porque, tal como en mi edificio el primer piso es el sótano, los europeos cuentan como primer piso el segundo. Esto tiene a la americanita constantemente intentando entrar en el departamento de Gabriel (Lucas Bravo), un guapísimo chef.

Una tarde, Luc, el más amable de los compañeros, le pide disculpas y le explica a Emily que la razón del bullying laboral es porque todos temen lo que ella planea: cambiar sus modos y volverlos americanos. Emily no entiende. Luc le explica que los americanos viven para trabajar, en cambios los franceses trabajan para vivir.



Emily queda anonadada. Ella ama su trabajo, toda satisfacción personal deriva del mismo. La entiendo, a su edad yo era igual, pero con los años una descubre que ser trabajólico no es atractivo ni prudente.

Un Pequeño Problema de Lenguaje

Emily, sin embargo, reconoce que ha sido arrogante (e ignorante) al haber venido a Paris sin saber hablar una palabra de francés. Desde que tengo uso de razón sé que si algo detestan los franceses de un extranjero es a) que no hable francés y b) que lo hable mal. De ahí que hasta la panadera se esmere en corregir el acento de la forastera.

Igual me parece curioso que los americanos vean esto como algo negativo cuando el pronunciar mal el nombre de la Vicepresidenta Harris es calificado como una ofensa a ella y a la gente de color. Como llegué a USA sabiendo casi tan poco inglés como Emily francés, puedo decir con propiedad que los americanos no son pacientes ni simpáticos con quien no habla su idioma. Aparte que en cada capítulo Emily se tropieza con gente que habla inglés. ¿A ver cuántos en reuniones de negocio en USA son francoparlantes?



Au Revoir Buenos Modales

Es una realidad que los francesesinventores de reglas de urbanidad y asociados con refinamiento social pueden ser increíblemente descorteses y que su franqueza, a ratos alcanza el límite de la rudeza. Yo lo vi en mi padre, que era hijo de francesa, pero en “Emily in Paris” parece convertirse en una característica nacional omnipresente, hasta los niños son maleducados.

Dicho esto, me rio un poco, Emily es irrespetuosa en su manera de imponer ideas y presencia en gente que no las solicita. ¿No es descortés sacar al pobre Gabriel de su casa para que le sirva de interprete con la conserje y luego el plomero? Y su comportamiento en el Chateau de su amiga Camille es indescriptible. Ciertamente no es alguien para invitar de nuevo.



¿Pero, alguien les otorgó a los estadounidenses un galardón por amabilidad y gentileza?  ¡Una de las excusas del pueblo galo para su descortesía con los turistas es que los gringos y sus malos modos los empujan a imitarlos! (Sure!). Lo cierto es que cada día veo ejemplos de lenguaje grosero, incultura y brusquedad en este el que es mi país, que se han exacerbado en este siglo.

 Antes de lanzar piedras que rebotarán en mi tejado de vidrio, vuelvo mis ojos a Chile, un país donde en mi infancia se esperaba que todo niño se convirtiese en un caballero comedido y toda niña en una dama fina. ¡Ay que tiempos señor Don Simón! Hoy el chileno profesional y de clase media acomodada es menos diplomático y considerado que un basurero.

 Tenemos que enfrentar una realidad, la cultura occidental se ha convertido en una cloaca de antisociales carente de todo sentido cívico.  Los malos modos son signo de libertad de expresión, y los buenos modales son señal de represión y de culturas oligarcas. Así que no lapidemos a Francia por la falta de urbanidad de sus habitantes.

¿Son los Franceses Gordofobos?

Aun así, los franceses tienen una forma de irritar a la pobre americanita que hasta a mí me subleva. Aparte de ofender a la pizza de sartén (Deep Dish Pizza la mayor contribución de Chicago a la gastronomía mundial la pregunta inmediata de un coro griego de compañeros de trabajo (y su jefa) es “¿Por qué los americanos son tan gordos?” Aparte que es absurdo preguntarle eso a un pedacito de mujer como es Emily, es una generalización ofensiva que apesta a gordofobia.







La respuesta de Emily es peligrosa ya que cepta que en USA hay una pandemia de obesidad y deja que Sylvie la adjudique a "la asquerosa" comida americana. En cambio, la serie  la relaciona torpemente con haber dejado de fumar. Me gustaría creer que el pueblo galo mantiene su peso porque sus dietas son más equilibradas, sus porciones no son gigantes, sus alimentos no contienen preservativos y químicos que añaden calorías, y sus vidas menos sedentarias que las de los estadounidenses, pero mi hermano me dice que no es así. USA no tuvo un problema de gordura sino hasta que dejó de fumar (en casa lo vivimos, cuando mis padres y yo dejamos de fumar simultáneamente en 1978 y nos inflamos).



El tema se convierte en un leitmotiv enarbolado por Sylvie, jefa y principal antagonista de Emily. Esta rivalidad me resulta absurda puesto que Philipine Leroy-Beaulieu es el doble de Lily Collins (en altura y peso) y aun así está constantemente recordándole a su empleada lo feo que es comer, sea quitándole una bandeja de hors d’ouvres de las manos o negándose a almorzar porque prefiere fumarse un pucho antes que adquirir más calorías. A Sylvie la exaspera el sano apetito de Emily, el que admita que tiene hambre o que la mitad de sus selfies que son parte de su trabajo (supuestamente Emily es una experta en redes sociales), tengan que ver con comida.






¿Como conjugamos el que Francia sea la capital de la gastronomía con el desprecio que parecen demostrar los franceses por el habito de comer?  Desprecio que desaparece cuando Emily lleva a toda la plana mayor de Savoir a probar las delicias que prepara Gabriel, su vecino mágico, y que todos devoran y paladean.

 Aunque no comparto la curiosidad de este artículo de Vogue donde Emma Specter se pregunta como seria Emily in Paris con una protagonista rolliza, me parece de mal gusto toda esta obsesión con el sobrepeso de los estadounidenses representados por una actriz que parece una sílfide. Más si recordamos la lucha de Lily Collins para vencer su desorden alimenticio.



Emily, La Insufrible

Eso no significa que esté de acuerdo con la visión de la serie sobre la sociedad francesa, o con las metidas de patas de Emily que es un personaje insufrible. Como la serie es de Darren Starr el creador de “Sex and the City”se ha querido ver a Emily como una Carrie Bradshaw más joven y menos sofisticada. A mí no me gustaban ni la serie ni sus protagonistas y lo que veo en Emily es diferente, aunque como Carrie tiene ese estilo de moda ecléctico y estridente que a ratos parece Lolita Gothic. Pero ya hablaremos de la moda, uno de los hitos de la serie.

Al comienzo percibí a Emily como la Andy Sachs de “The Devil Wears Prada”, alguien que se ha metido en un empleo para el cual no está calificada. La diferencia es que Andy aprende, evoluciona, se mimetiza con su empleo y empresa, lo que le ocasiona graves dilemas morales y problemas personales. Para cuando Andy toma la decisión de abandonar la revista Runaway lo hace siendo más sabia y madura que cuando entró.



No vemos eso en Emily que no oye consejos, que se niega a aprender (hey después de un mes de lecciones de francés deberías saber que si quieres algo en un restaurantes usas el verbo “vouloir” =querer no el verbo “aimer” =amar) y en su egolatría pasa por encimas de todos. Sus únicos dilemas morales nacen de estar enamorada de Gabriel que es novio de Camille, la única francesa que se atreve a ser amiga de la excéntrica Emily.

Mas que excéntrica, Emily es egocéntrica. ¿Como es que nunca se le ocurrió preguntarle a Gabriel (antes de besarlo) si tenía novia?  ¿Me van a decir que un tipo tan guapo y generoso como ese iba a estar soltero?  pero como Emily no piensa mucho…

El otro dilema de Emily aparece cuando atrae la atención romántica de Antoine, cliente de su empresa y amante de Sylvie. A pesar de saberlo, Emily se entromete en sus peleas de enamorados, no sabe rechazar los avances de Antoine e incurre en los celos de Sylvie. Solo que como esta serie es una fantasía para Millenials perezoso (como la calificaron en Vox) Emily siempre cae parada. Eso la hace más agresiva, más tozuda, menos real. Ni mencionar que es chueca con la única gente que la trata bien (Camille) y que es más mal educada que toda la población gala junta.



Otro problema de Emily es la excesiva confianza en la tecnología y en las redes sociales, única área en la que destaca. Comencemos por el vibrador con el que corta la luz de todo su edificio. Aparentemente no sabía que fuera de USA hay que usar un adaptador de corriente si se lleva algún aparato eléctrico local. Bueno, eso parece ser costumbre norteamericana puesto que, en plena Guerra Civil, Martha Gellhorn dejo al Hotel Florida sin luz al enchufar un tostador eléctrico.

Se ha hecho mucha befa del manejo de Emily de Instagram que consiste en sacarse innumerables selfies (Mashable se ha burlado de su falta de experiencia en ese arte) y sacar instantáneas de perfectos desconocidos a los que ni se le ocurre pedirles permiso. Sin embargo, es en las redes sociales donde Emily haya solución a los innumerables líos en los que se mete.



Sátiros Galos

Vale decir que esta serie que es entretenida, pero no muy graciosa, ha caído muy mal en Francia con todos esos clichés de película vieja sobre los franceses y con todo ese discurso semi racista de que en Estados Unidos se vive mejor y con más moralidad que en…París. En la serie la nación francesa queda reducida a su capital y a la lejana e ignota Normandía de donde es oriundo el bello Gabriel y que según la ignorante Emily todavía debe estar recuperándose del Desembarco del 44.

En la serie, los franceses son unos sátiros que viven para hacer el amor, pero se vuelven perezosos a la hora de bañarse o trabajar. Cuando son gays son prepotentes como el modisto Cadault, cuando son poderosos son adúlteros y traicioneros como Antoine, y a nivel de compañeros de trabajo son burlones desconsiderados y dados a bromas machistas y del mal gusto. Ni mencionar los fracasados romances de Emily con uno tan grosero que cree tumbarla en la cama con un “Me gusta el coño americano”, o el profesor de semiótica que se revela un esnob intelectual.

Sin embargo, para el auditorio masculino el París de Emily es un paraíso de libertad masculina. Ahí los varones pueden tener sexo cuando quieran, trabajar cuando quieran, orinar donde quieran y en público. Mejor aún, no son presas de la policía de la corrección política. Pueden ser ordinarios con una mujer y nadie les reprocha nada, pueden mandar dibujos obscenos y contar chistes chabacanos delante de una compañera sin esperar regaños ni sanciones.



El Diablo Viste a Emily

Después de una semana que me tomó ver la serie completa se la comente a mi hermano que, cansado de tanta critica, me preguntó por qué la había visto.  No supe que contestar y salí con un “la moda”. Como todo elogio de Emily el atractivo de su moda es relativo. (enfrentémonos a la verdad, lo más estético de la serie es Lucas Bravo quien da vida a Gabriel).

Yo esperaba que la serie fueseen términos de ropa un cruce entre “Devil Wears Prada” y “Gossip Girl”.  Digamos que en Emily no hay mucha evolución a lo Anne Hathaway en el filme mencionado ni un desfile de grandes diseñadores como la serie de Warner Brothers. Emily viste probablemente como en Chicago y su vestuario tiene tantos fashion disasters como pocos aciertos.

Su única evolución parisina es plantarse una boina lo que me recordó lo que decía mi difunto padre que “cuando los gringos quieren parecer franceses, se plantan una boina y gritan “¡Oh laLa’!”



La lista de sombreros de Emily abarca desde un puntiagudo sombrero de coolie chino hasta los famosos cloche de balde que impusiera Blair Waldorf pero que pasaron de moda tras el final de “Gossip Girl”. Tan fuera de estilo están esos tocados que una estrella de cine, a la que Emily, debe asistir la apoda “bucket head”.



Aunque de vez en cuando Emily saca algún modelo apropiado como este maxi vestido (aunque tacos de aguja y la acera empedrada parisina no se llevan), siempre comete algún faux pas. El mejor ejemplo es con el traje de noche con el que asiste a la ópera. Muy Audrey Hepburn, pero “Sabrina” jamás se hubiese olvidado de un fondo con una falda de encaje. Emily no tiene 19 años como la Princesa Diana cuando cometió esa metida de pata y si era tan fan de” Gossip Girl” debió recordar la humillación de Vanessa al ser fotografiada con un vestido transparente sin forro.




En general la moda de Emily es una combinación de nena en edad escolar con toques sesenteros de Twiggy con microminis,  calcetines hasta la rodilla y botas de Nancy Sinatra. Se la puede imitar si se es joven, bajita y muy esbelta.



Culpemos al Shock Cultural

Yo entiendo a Emily porque he pasado por tres choque culturales en mi vida, cuando a los catorce años desembarqué en la Nueva York de los 70 donde ni el idioma yo hablaba; a los 17 años cuando me interné en el mundo del judaísmo ortodoxo; y a los 36 cuando regresé a Chile. El último fue el más traumático.

 Como a Emily me afectó mayormente en el mundo laboral y romántico, incluso en el idioma. Mi español neutro salpicado de mexicanismos provocaba risotadas en mi cara casi tanto como mi vestuario y mi individualismo” (termino negativo en idioma chileno).  Ni hablar de mi horrible costumbre de (como Emily) sonreír constantemente. Muchos creían que yo era deficiente mental.



Si algo aprendí de esas experiencias es que los prejuicios nacen de la ignorancia y que son doble vía. Tanto yo como mis interlocutores (fuesen estadounidenses, viñamarinos o Haredi) nos aferrábamos a ideas preconcebidas que son difíciles de descartar.

Por ejemplo, los chilenos (y otros países también) creen que las estadounidenses son promiscuas. Shows como “Emily in París” lo confirma. La protagonista que a ratos actúa como si fuera una puritana de Salem, y se la pasa criticando el sexismo y el comportamiento sexual de los franceses, en cinco horas, tiene sexo cibernético con su novio, intenta usar un vibrador, se acuesta con tres hombres (uno de ellos de 17 años) y se prepara a ir a la Costa Azul a pasar un fin de semana con el cuarto. Yo ya solo esperaba que se acostara con Sylvie.



La única manera de vencer prejuicios es acercarte a gente que los representa y juntos buscar un modus vivendi. También rodearte de gente dispuesta a escuchar, aprender, conocer. Ya he visto que educación, propaganda y estigmatización no acaban con la discriminación. Esta debe comenzar de a poco y por pequeños grupos. Por eso Emily tiene mucha suerte de encontrar amigos en Paris como Gabriel, Camille y Mindi, la millonaria china convertida en au-pair.

Pero, lo más triste de la serie, es que Emily es pésima amiga. Abusa de la generosidad de Mindy y de Gabriel,  y codicia el novio de Camille. Como una persona que ha tenido el privilegio de tener amigos en USA de todos los colores, credos y orientación sexual, puedo confirmarles: la ingratitud y la mala amistad no son características nacionales de USA, aunque las esboce Emily in Paris.

¿Has visto Emily en Paris? ¿Te gustó? ¿Eras fan de “Sex in the City”? ¿Copiarías la moda de Emily? ¿Has pasado una experiencia como la de ella de vivir un choque cultural?