jueves, 28 de marzo de 2024

Schadenfreude y el deber del escritor: Capote vs The Swans

 


 Truman Capote fue un gran narrador de cuentos , pero cometió un error: pobló sus relatos con personas cercanas y al hacerlo reveló sus confidencias. ¿Hasta dónde puede llegar un escritor para plasmar en su obra las vivencias y secretos de otros? ¿Cuánto pueden los amigos de un escritor esperar de su discreción? ¿Por qué los amigos del chisme nos sentimos inmunes a caer en la trampa del chismoso? Todos estos temas son genialmente explorados por Ryan Murphy en la segunda entrega de su celebre antología Feud.

El Wunderkind se convierte en Gran Bufón

A pesar de lo que diga el personaje de Tom Hollander en la serie, Truman Capote no era un genio literario. Era un buen cuentista , no al nivel de un Chejov o de un Borges, pero si el segundo mejor cuentista de los Estados Unidos, solo por debajo del gran O’Henry. Debido a una infancia disfuncional (su apellido García Capote era el de su padrastro,  un coronel español)  y su homosexualidad,  siempre se consideró un paria. Eso lo convirtió en un neurótico tóxico y alimentó un rencor social que se manifiesta en su celebre duelo con “The Swans”.

                 Capote en la época en que se convirtió en bufón del Jet set

Antes de los 40 años, Capote ya era un literato reconocido, había publicado colecciones de cuentos y una novela, ganado algunos premios importantes,  y hasta puesto una obra en Broadway. Haber escrito un par de libretos de cine lo hizo codearse con personalidades de Hollywood que lo llevaron al círculo del magnate mediático Bill Paley (el Rupert Murdoch de su tiempo) y de ahí a la alta sociedad neoyorquina. Esta recibió encantada a este “niño maravilla” que amenizaba sus reuniones con comidillas muy bien cocinadas.

A pesar del rencor social que anidaba en su subconsciente, Truman era un tremendo esnob que se visualizaba como un mimado de una elite,  como ocurría con homosexuales ingleses tales como Sir Cecil Beaton y Sir Noel Coward. Eso lo empujó a cultivar amistades de la “realeza” estadounidense como Gloria Vanderbilt y Las Hermanas Bouvier (Jackie Kennedy Onassis y la Princesa Lee Radziwill) aunque su favorita era Barbara “Babe” Cushing, la segunda esposa de Bill Paley.

                                       Capote y Babe Paley

Alrededor de Truman Capote se congregó una coterie de mujeres. Todas ricas, famosas y ansiosas de contar con la amistad de un individuo tan entretenido. El las llamó The Swans (los cisnes) . El error de Las Cisnes fue no notar que si Truman Capote era el alma de las fiestas de Long Island y Palm Beach era por describir intrigas y secretos de otras personas de su mismo círculo. En algunos casos los rumores se tornaban peligrosos como lo fue crearle un aura de autoviuda a Ann Woodward.

Capote era muy mentiroso. Entre sus grandes mentiras estaba el conocer a Greta Garbo y haber tenido amores con Errol Flynn. En otras ocasiones embellecía con detalles hablillas que habría escuchado en alguna parte o magnificaba murmuraciones. Nunca sabremos si Ann Woodward le contó que había matado a su marido o fue que en  “La Alta” de Long Island se susurraba que la muerte accidental había sido un crimen pasional que la suegra tapó con sus millones.

 Los Woodward en tiempos felices y Capote, su verdugo

De todos modos, Las Swans podían burlarse de la tragedia de Ann en un alarde de schadefreunde ya que era una plebeya forastera. Pero nunca debieron considerarse inmunes al humor vitriólico del Gran Bufón. Quizás pecaron de arrogantes o quizá realmente creyeron en la leal amistad de quien era su protegido, paño de lágrimas y hasta fixer.



Los Peligros de Ser Escritor-Testigo

Desde Los 60, que Capote había dado pistas de una novela en la que trabajaba que sería su opus magna , que seguiría los pasos de Proust al retratar a esta alta sociedad que le había dado cobijo. Nadie le prestó atención hasta que un capítulo llegó al Esquire en 1975. Ahí la sociedad neoyorquina lanzó un coro de alaridos, porque el Jet Set podría ahora incluir californianas como Lady Keith y judíos como Bill Paley, pero sus reglas de discreción y lealtad eran tan cerradas como en The Gilded Age, la real y la de Julián Fellowes.

¿Se acuerdan de cuando Armstrong, doncella de Agnes van Rhijn, advierte a su ama del peligro de meter en casa a una escritora/periodista como Peggy Scott? Es que Peggy va a ser testigo de secretos familiares que luego puede ventilar como lo hizo Truman Capote.

                  Agnes contrata como secretaria a una periodista
      Armstrong advierte el peligro de tener a una periodista metida en casa

El cuento del Esquire titulado “La Cote Basque 1965” narra una cita entre Jonesy (el alter-ego de Capote) y Lady Ina, en la que todos reconocieron a Slim Keith ,entonces  casada con un noble inglés, para cenar en el famoso restaurante. Ahí se reúnen con Gloria Vanderbilt y Carole Mathau, la actriz, esposa de Walter Mathau, y que se cree fue una inspiración para Holly Golighty. Ambas están chismeando sobre la Princesa Margarita. Cercanas a las mesas están sentadas Las Hermanas Bouvier.

Para animar el almuerzo, Lady Ina cuenta un mega chisme sobre Sídney Dillon, el magnate de farmacéuticos casado con Cleo, “la esposa perfecta”. Aparentemente el hombre tuvo un affaire con la esposa del gobernador de Nueva York en la cama del Matrimonio Dillon. La amante dejó una mancha de sangre menstrual (del “tamaño de Brasil”) en las sábanas para avergonzar a Cleo. Pero el momento culminante de la comida es la presencia de Anne Harding, de quien se dice asesinó a su esposo para luego fingir que lo había confundido con un ladrón. Fue fácil para los Paley reconocerse en Los Dillon y todos supieron que Anne Harding era la infamosa Ann Woodward.



Marella Agnelli, la swan italiana, se había alejado de Capote hacia un tiempo precisamente porque había leído el cuento antes de su publicación. En esa ocasión le había preguntado al cuentista si no le temía a la reacción de sus amigos cuando leyesen el libroque Capote ya había vendido a Random-House y se reconociesen en esos personajes tan viles. En típico humor displicente, Capote había dicho algo como que sus Cisnes eran demasiado tontas para darse cuenta.



                    Marella y su esposo Gianni Agnelli llegan al Black and White Ball

No eran tontas, se reconocieron y su reacción fue horrible. No es que se haya cancelado al autor como se haría hoy. Nadie hizo como Ronan Farrow con su padrastro, chantajear a las editoriales para que no lo publicaran. Nadie demandó a Capote por difamación. Las Cisnes se limitaron a cerrar filas, no le volvieron a dirigir la palabra al escritor y, lo que más le dolió a Capote, no lo volvieron a invitar a sus antros de ricos y famosos.

La Gran Traición

Capote era incapaz de pedir disculpas. Primero lo tomó a broma. Le envió una tarjeta a Slim con este mensaje “Big Mama (su apodo para Lady Keith), ya te perdoné”. Como no obtuvo respuesta, llamó a Bill Paley, este le respondió de manera distante, le dijo que no había querido leer el cuento y le reveló que Babe estaba muriendo de cáncer. La serie miente al decir que Slim iba a demandar a Capote o que Bill lo insultó por teléfono.

Este fue un duro golpe para Truman porque Babe había sido su mecenas, protectora,  amiga del alma. Sin embargo, él nunca entendió la humillación que la hizo pasar justo cuando la vida de su Cisne se apagaba. (La reconciliación enfrente de Sack’s que muestra la serie también es falsa, pero qué bonita les quedó).



Para colmo, Anne Woodward se suicidó tras leer el cuento (sus hijos también se quitarían la vida). Como dijo su suegra “ella mató a mi hijo, pero Capote la asesinó”. Truman Capote fue incapaz de asumir su responsabilidad. Tal como en la serie,  se amparó en la excusa de “es solo ficción”. Imposible puesto que hasta conservó los nombres de sus Cisnes como fue el caso de Gloria Vanderbilt a la que dejó como tarada (no reconoce a su ex marido que está en el mismo restaurante). “La próxima vez que lo vea (a Capote), dijo la diseñadora  “lo escupiré en la cara”. Años más tarde,  Anderson Cooper diría “Capote le hizo mucho daño a mi madre”.

Hora es de pasar a la serie en sí. Se han escrito muchas biografías y hecho muchos filmes sobre Truman Capote, no todos cubren estos veinte últimos años, los peores en términos de salud y laborales del escritor . La serie da crédito al libro de Lawrence Leamer,  Capote’s Women, pero se trata de un texto de historia que cubre las vidas de los involucrados sin diálogos ni escenas puntuales que puedan llevarse a la pantalla.

Le quedó a Ryan Murphy y al ganador del Pulitzer Jon Robin Baitz, convertir esos datos históricos en un libreto. El primer episodio mantiene un juego cronológico que no corresponde a la realidad indicándonos que nos hallamos ante una interpretación que,  tal como el protagonista,  puede tomarse licencias y meter fantasía propia. Comenzamos en 1984, un poco antes de la muerte de Truman Capote (Tom Hollander). Lo vemos observando cisnes en una laguna.



Retrocedamos en el tiempo a 1965.  Truman ha sido convocado urgente al pent-house de Los Paley en el St. Regis . Ha surgido una crisis. Lo vemos en sus funciones de fixer dando órdenes a criados a los que llama por su nombre. Lo vemos darle dinero a la cocinera para que se lleve a los pequeños Paley al cine y a tomar helados en Serendipity.

El escritor encuentra a la Señora Paley (Naomi Watts)hecha un mar de lágrimas. Su marido (Treat Williams) ha reanudado su relación adúltera con Mary “Happy” Rockefeller, esposa del Gobernador de Nueva York. La humillación es que la ha traído a su casa familiar y han tenido sexo en la cama matrimonial donde Happy se ha vengado manchando sabanas y suelo con sangre menstrual. “Y ella sabe que tu entraste en la menopausia” le dice Capote con voz consternada. Ahí nos damos cuenta de lo toxico que puede ser, revolviendo el cuchillo en la herida.



Aun así, su consejo es pragmático. Babe Paley tiene derecho a patalear, pero no a divorciarse. Como pago de esa humillación debe exigir un van Gogh al que le ha echado el ojo. Le recuerda que no ama a Bill, es su orgullo herido el que la hace llorar. Medio dormida por el Valium, Babe admite que la peor traición seria la recibida por alguien que quiere como Truman.



De Jamaica a La Cote Basque

Otro retroceso a 1955. Tras escribir dos guiones (Beat the Devil e Indiscreción de una Esposa Americana), Capote entró en la órbita de Hollywood siendo amigo de la protagonista de ambos filmes, Jennifer Jones,  y de su esposo, el poderoso David O. Selznick. Es David quien convence a Bill de llevar a “Truman “ a su mansión en Jamaica. El pobre Paley cree que se trata del “Presidente Truman”. Es un alivio saber que es un escritor.

Capote deleita a Los Paley y a sus invitados contándoles el chisme de la auto viuda Ann Woodward. Mas tarde tiene un encuentro a solas con su anfitriona y le confirma que vio a su marido con otra mujer. “Soy un poco brujo” dice Truman, pero añade que Babe “es un hada” que hasta su manera de caminar es musical. En este trocito que editaron de la versión de FX (la encontré en el “Director’s Cut”), Babe le revela su primer secreto. Hace coser campanitas al borde de sus vestidos de noche, para que hasta su andar tenga un sonido cristalino.



De 1955 avanzamos veinte años. En 1975,  Truman Capote está pasando una mala racha. Hace casi un década que no publica nada importante. Las drogas y el alcohol están bloqueado su imaginación. Random House quiere demandarlo por incumplimiento de contrato,  y Jack Dunphy (Joe Mantello), que ha sido el compañero de su vida adulta,  está harto de verlo autodestruirse.

Capote va a un sauna donde tiene sexo con un individuo muy peculiar. John O’ Shea (Russell Tovey) lleva una doble vida. Es un alto ejecutivo de un banco de Long Island, casado y con hijos, pero gusta buscar aventurillas en los baños trucos. No se define ni como homosexual ni como bisexual. Según su psiquiatra es un psicópata sexual.

                            El verdadero John O'Shea y su interpréte

Fascinado, Truman hará a O’ Shea parte de su vida le encargará su finanzas y hasta lo presenta con sus Cisnes. Durante un almuerzo en La Cote Basque, O ’Shea se revela como un alcohólico, pedante y aburrido, lo que es un crimen para la alta sociedad. Aprovechando que ha ido al baño, Las Cisnes (Babe, Slim y C.Z. Guest) le dicen a su protegido que se acueste con quien quiera, pero que no le de poder sobre su dinero. Petulante, el escritor, les recuerda la infidelidades de sus maridos.

En eso, nota que Anne Woodward está en una mesa cercana. Ann se acerca y lo acusa de calumniarla públicamente. Truman la acusa de haberlo llamado “fag”(marica). La mujer lo corrige, “te llamé un  mariconcito venenoso” y le avienta una copa de vino a la cara. Las Cisnes los separan, Capote se ríe. El y John se marchan totalmente borrachos. En el metro, O’ Shea le aconseja escribir sobre estas mujeres.



Una mañana, las horrorizadas Cisnes ven sus secretos plasmados en las páginas del Esquire. Bill intenta convencer a su esposa que ningún lector los va a reconocer. La débil excusa provoca un aluvión de reproches por parte de Babe que revela (esto solo aparece en el Director’s Cut) que sufre de cáncer terminal.

El Castigo de Las Swans

Sinceramente, sería una ofensa a nuestra inteligencia creer que Las Cisnes no iban a actuar como cualquier plebeya con un mal amigo, que no iban a dejar de verlo y de invitarlo a sus fiestas. Aun así, la serie nos hace sentir que Slim es cruel y vengativa,  que domina a Babe quien quiere reconciliarse con el autor y que al final lo hace en un encuentro imposible en la Quinta Avenida.



Algunas Cisnes lo siguen apoyando como C.Z. Guest (porque no aparece en el cuento) y La Princesa Radziwill porque Capote habla bien de ella en “La Cote Basque”. Aunque el autor se burló de Joanne Carson en ese capítulo, ella era un alma de D-s, y su cariño por Truman superó sus pullas por la cornamenta que Johnny Carson le ponía.

Sin embargo, llegado el Dia de Acción de Gracias, C.Z. desinvita a Truman Capote . Se siente que ha sido presión de Slim, pero el sentido común dicta que si quiero pasar un día especial con una amiga moribunda no le voy a traer gente que le haya hecho daño. Indignado y desolado, Truman parte, cargando con John O ‘Shea, a la casa de Joanne en Los Angeles.

             El Thanksgiving distinguido al que Truman no fue y...

  donde acabó. Phyllis Diller en la mesa ya quita toda aura de refinamiento

Se trata de una fiesta con motivos mexicanos y New Age. Acostumbrado a espacios más refinados, Truman bebe y comienza a decir pesadeces. John , que quería pasar la fiesta con su familia, bebe de más y ataca el pavo. Cuando Truman comienza a burlarse de la familia de su amante, este le da una paliza delante de los invitados.

                          Truman desafía a  O'Shea hasta que este lo golpea

Esa en suma será la vida de Truman Capote desde entonces. Hay cosas que la serie captura magistralmente. La relación masoquista con John O ’Shea. La lealtad de Jack Dunphy y Joanne Carson. Efectivamente, Truman Capote intentó rehabilitarse sin éxito. Las drogas le comieron las neuronas y el alcohol el hígado. Se pasó los últimos años dando entrevistas y hablando de un libro que nunca llegó a materializarse.

Otras cosas son falsas. Slim no fue amante de Bill Paley; Babe y Truman no se dieron el beso de la paz en la calle; Anne Woodward nunca fue una Cisne y la traición de Truman Capote no se debió a un deseo de vengar a su madre, pero de eso hablaré en otra entrega. Ahora quiero hablar de los logros técnicos de la serie.

Lo Bueno y Lo Bello de Capote vs The Swans

Este ha sido el más bellodesde un punto de vista estético trabajo de Ryan Murphy. Los interiores, la recreación de la Manhattan de Los 70, la iluminación, el vestuario, etc. Todo es exquisito, como lo es el tercer capítulo dedicado al “Black and White Ball”,  famoso baile de máscaras que fue el pináculo de la carrera de Truman Capote en la alta sociedad neoyorquina.



Hasta la música les ha quedado de premio. El uso en la banda sonora de temas de moda que se vuelven conmovedores como el “It’s Imposible” de Perry Como (gracias, Gato Rafa,  por recordarnos que es la versión en inglés del “Somos Novios” de Manzanero) que es el último baile que comparten Los Paley hasta las versiones Big Band que toca la orquesta en el Black and White Ball.  Mención especial a la maravillosa música incidental de Julia Newman con sus venias al impresionismo francés de Debussy y Ravel con el toque reaccionario de Saint-Saens, lo que ya le da un aire proustiano al relato.



Hemos visto tantos Capotes en los últimos veinte años, pero Tom Hollander le ha dado una dimensión que supera la parodia. Siempre he sentido debilidad por Hollander, un actor que se ha encasillado en roles de homosexual pero que transmite una calidez que atrapa aun en sus pocos roles de hetero como en Gosford Park, Taboo y en su protagonismo del Dr. Thorne. Aquí hay dejos de ternura aun en las inflexiones que agrega a la famosa voz chillona de su personaje.



Me ha sorprendido Diane Lane tan alejada de sus días del Brat Pack de la mano de Coppola. Tan alejada de la etapa Streets of Fire o Under the Sun of Tuscany. Aquí se ve implacable,  fiera, de facciones leoninas que recuerdan a Lauren Bacall que inició una carrera interpretando precisamente a Slim (más de eso cuando hable de las verdaderas Cisnes). Una delicia ver a la reina del Brat Pack ochentero, Molly Ringwald como la amiga fiel,  Joanne Carson.


                               Joanne Carson y Molly Ringwald

Aunque Demi Moore no se parece a Ann Woodwardni se parece a Demi en esta actuaciónlogra un retrato conmovedor de una mujer que,  a lo mejor,  fue víctima de rumores, y calumnias nacidas del Schadenfreude de los ricos y envidiosos. Sin embargo, no me ha gustado Callista Flockhard, no ha sabido capturar la esencia de Lee Radziwill. La “no-Jackie” era una presencia semanal en mi casa en 1975. Me asaltaba desde las páginas de Vanidades, Cosmopolitan y Buenhogar. No se parecía en nada a esta maqueta que ha construido Mrs. Harrison Ford.


                             Callista no se parece a La Princesa Radziwill

He dejado para el final a los mejores actores. Esa escena del tercer episodio con Los Paley bailando será más falsa que la BBC, pero me conmovió hasta las lágrimas porque Treat Williams falleció en un trágico accidente de motocicleta, un poco después de acabada la filmación. No lo había visto hacia años. Se veía tan viejito aquí. No que yo lo quisiese eternamente joven y sexy como cuando nos deslumbrara en Prince of the City o en el noir Smooth Talk donde se veía tan exquisito que me costó aceptar que era el villano.



Creo que Gato Rafael ha visto esta serie de FX porque admira/adora a Naomi Watts y quedó un poco en shock al ver su transformación física. En vano yo trataba de explicarle que Babe Paley fue considerada la mujer más bella de su generación y que a pesar del cambio de look , Naomi (bellísima también) no se le parece. Lo que la australiana ha logrado es capturar la elegancia, la armonía, la perfección física de Mrs. Paley, lo que Capote llamaría “su único defecto”. Incluso Naomi logra domina el modo refinado de hablar de la clase alta que no consiguió Natalie Portman en Jackie.

             El baile que nunca existió

Prefiero dejar para otra nota la verdadera historia de Babe y su círculo. Entretanto, espero haberles abierto el apetito para ver esta excepcional serie que supera incluso a la primera temporada de Feud. Para los habitantes de la Unión Americana Capote vs The Swans está disponible en Hulu y en FX on Demand. Los españoles pueden verla por HBO/Max y a América Latina se la tiene prometida Star+, pero no sé para cuándo.

Contenido Violento o Gory: Las palizas de Thanksgiving que John le atiza a Capote. Lo más Gory es la exagerada hemorragia de Happy Rockefeller. Oh, y el pobre cisne sacrificado.


                                         Cuando Thanksgiving se tornó violento

Contenido Sexual y Desnudos: Increíble como Ryan Murphy puede cambiar de la obscena sordidez de su trabajo de Netflix y hacer una obra tan sobria donde se habla de sexo, pero no se ve. Lo más fuerte es el primer encuentro de Capote y John en un baño turco.

Factor Feminista: Interesante como Jon y Ryan han convertido lo que debió ser un cuento de hadas en fábula feminista con moralejas que advierte lo que no debe hacer una mujer que busca ser empoderada,  desde casarse con un millonario hasta confiar en un volátil BGF. De paso habla de los peligros y la soledad de ser esposas trofeos.



Factor Diversidad: Es cierto que el mundo de Las Swans era blanco, privilegiado, clasista y un cachito homófobo (para nuestros estándares contemporáneos). Aparte del mundo bohemio, toda la sociedad estadounidense era homófoba y racista (aun en reversa). Entonces es como redundante que el capítulo 5el más discordante de la serie saque a relucir estas ‘”verdades”. Que sea James Baldwin  (Chris Chalk de Perry Mason) quien enfrente a Truman con esa realidad es un poco absurdo. No eran amigos, de hecho, Capote lo consideraba aburrido. Algo que debemos decir es que Truman Capote nunca militó en ninguna de las causas de su tiempo: ni los derechos gay, ni el feminismo, ni los derechos civiles ni fue radical chic.





Mas absurdo es tener al gran Baldwin como un Magic Negro diciéndole a Trumancito que viene a consolarlo porque es hora de que los gays creen sus propios grupos de apoyo. Recordemos que Capote no tenía amigos negros, ni gays tampoco. Detestaba a Gore Vidal; a Tennessee Williams lo despedaza en un capítulo de Plegarias atendidas, y apenas toleraba a Andy Warhol. Para los que vieron Capote recordaran como el difunto Philip Seymour Hoffman se burla de la novela de Baldwin:



De pronto nos damos cuenta de que hay un propósito más oscuro para que Baldwin se vuelva babysitter del alcohólico toxico. En la mesa de La Cote Basque, en MOMA, y en el piso de Capoteentre beso y beso le da una lección sobre la fragilidad blanca, sobre como todos los blancos son racistas y como Capote es también cómplice de este racismo/clasismo. Su única solución es hacer como Montalvo, matar a esta casta privilegiada con su pluma. Capote debe ser el pelotón de fusilamiento que acabó con los Romanov; la guillotina que decapitó a María Antonieta, la bomba de Oppenheimer (que esa bomba no haya matado blancos sino japoneses parece que no importa)

Aunque este preámbulo haya ido un sueño, Capote se levanta dispuesto a destruir a sus viejas amigas y por empezar se devora un pobre cine. Es todo tan ridículo, tan forzado. Casi tanto como oír a Slim decir que no quiere invitar a Bianca Jagger a sus fiestas porque es de piel oscura. ¿En serio? ¿No les gustaban los latinos?  ¿Y Porfirio Rubirosa? ¿Y cómo la Swan más querida por Capote, después de Babe, era la celebradísima tapatía Gloria Guinness?



Me resulta muy desagradable esta exposición del racismo de las Swans cuando no se ha mencionado en la serie un factor importantísimo en la historia de Los Paley, y una de las razones para Bill casarse con la WASP Barbara Cushing. No se ha hablado de como las puertas se le cerraron a Babe cuando se casó con un judío y como eso llevó a Los Paley a crear una micro sociedad menos inclusiva que la que los repudiaba.

En la próxima entrada intentaré contar la verdadera historia de Truman Capote y sus Cisnes.

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

Graham, Sheila, How to Marry a Millionaire

Keith, Slim: Slim: Memoirs of a Rich and Imperfect Life

Leamer, Laurence: Capote’s Women

Montillo, Roseanne. Deliberate Cruelty

 

lunes, 25 de marzo de 2024

Los Ultimos Caballeros del Aire: Masters of the Air en Appletv+

 


Band of Brothers me inspiró tamaña pasión que nunca he podido ver The Pacific. Por la misma razón tenía un poco de miedo de ver Masters of the Air. No compartan mi temor. Spielberg y Hanks han sabido navegar La Era del Woke dándole un broche de oro a su trilogía de la Segunda Guerra Mundial. Los amos del aire combinan esa dulce nostalgia de viejos filmes bélicos con lo mejor de los efectos especiales de siglo XXI.

Como Band of Brothers,  está basada en un libro. En este caso Masters of the Air de Donald L. Miller, y A Wing and a Prayer de Harry Crosby. Como Crosby, todos los personajes de la serie son reales. La acción se enfoca en los quehaceres de las Fortalezas Volantes que pertenecían a la escuadrilla 100th de bombarderos. Los protagonistas son Gale “Buck” Craven (Austin Butler de Elvis) y John “Bucky” Egan (Callum Turner de Fantastic Beasts).



 Si un eje de BOB era la amistad entre dos hombres tan diferentes como Dick Winters (Damian Lewis), un chico de la zona rural de Pensilvania,  y el sofisticado abogado neoyorquino Lew Nixon (Ron Livingston), aquí tenemos algo parecido. El bromance está a cargo del alcohólico, mujeriego, pendenciero y bullicioso Bucky junto a Buck, un universitario serio de Wyoming, con novia formal.



Poco a poco vamos conociendo a otros miembros del escuadrón. Mi favorito es Crosby (Anthony Boyle), no porque me guste el actor sino porque es el más vulnerable (con sus vómitos constantes que interrumpen sus labores de navegador de vuelo). Y ya para el tercer episodio entra mi otro favorito, Robert “Rosie” Rosenthal (Nate Mann), el abogado de Brooklyn que sirvió heroicamente cerrando el hocico a Roald Dahl y a su teoría de que los judíos no podían ser aviadores. Solo lamento que no podamos seguir la carrera de Rosenthal que, acabada la guerra y recibiendo condecoraciones de tres países, volvió a su carrera legal y sirvió como fiscal durante El Juicio de Nuremberg.



Se ha hablado mucho del aura old-fashioned de la serie que recuerda las épicas de Hollywood. Ya uno ve que Dana Andrews interpreta a Buck y Robert Mitchum a Bucky, con John Garfield haciendo de Rosie. La diferencia es que aquí el énfasis es en tragedia,  no en triunfos. Cada misión es más peligrosa que la anterior. Sin incurrir en spoilers, les cuento que en cada hora perdemos aviadores, vemos caer aviones, y saltar en paracaídas a algunos que acaban como prisioneros. Eso hace la serie muy conmovedora.

La razón por la cual hay tanta mortandad la explican los aviadores de la RAF. Tras cuatro años de   ser bombardeados y ver sus ciudades destruidas, los ingleses deciden que las misiones de vuelo serán nocturnas. Al amparo de la noche pueden destruir mejor al enemigo y volver vivos a sus bases. Eso no les parece justo a los americanos que prefieren bombardear de día para tener claro que no están destruyendo casas ni sitios que no ayuden al esfuerzo bélico. Esa ingenuidad y buena intención les costará caro.

Si mi temor era que las escenas terrestres se reducirían a permisos con bailoteo y sexo con chicas de paso, me equivoqué. Hay chicas de paso como la viuda polaca que le da a Bucky una lección sobre los deberes de un aviador aliado, destruir a los nazis y a Alemania. Hay esposas como Jean, la recién casada,  cuyas cartas mantienen alta la moral de Harry Crosby. Y hay novias formales como Marge (Isabel May) a la que Buck es tan fiel que prefiere bailar con su perrito Meatball antes que traicionarla, aunque sea en la pista de baile.





NOTA: Aunque en la serie nos hacen creer que Buck y Marge se conocieron durante la guerra, eran novios desde la infancia.

Ver a Buck con Elsa Dutton en la primera escena, me dio escalofríos. Quería advertirle que ella es jetta, sus hombres mueren,  y la serie jugó con eso haciéndonos creer por casi tres capítulos que Buck había perecido junto a su avión. Bueno, yo sabía (gracias, Wikipedia), que Buck volvió a casa, vivo y entero, y se casó con Marge.



Hay un constante en la trama: los peligros que enfrentan los aviadores por algo los apodaban The Bloody 100th que los lleva a no regresar de sus misiones. Esto tiñe de duelo y melancolía cada episodio, convierte a Masters of the Air en una serie ruda y realista, y explica los controversiales bombardeos de Dresden y Tokio.

La nota optimista es que muchos aviadores sobreviven, aunque se encuentren en terreno peligroso. Sus experiencias nos permiten tener una visión de lo que está pasando en tierra, en la Europa Ocupada. Así conocemos las redes de rescate de aviadores aliados. El peligroso trabajo de las células resistentes (como la célebre “Cometa”) que lleva a Quinn desde los campos de Flandes a la frontera española nos da un retrato más respetuoso y fidedigno de la labor de los movimientos resistentes europeos que las infames falsedades de The New Look.



También tenemos otra visión, la de los alemanes y de cómo trataban a los aviadores. Nos referimos al pueblo llano que no titubeaba en linchar a los Aliados que caían en sus manos. Mas allá de si estaban enojados por los destrozos y perdidas de vida provocadas por los ingleses, y estadounidenses, se olvidaban de quienes había iniciado la guerra y quienes hablan arrasado desde el aire ciudades como Varsovia, Rotterdam y Coventry.

Otra oportunidad que dan estas caídas en paracaídas de los aviadores es la de incluir personajes femeninos como las valientes chicas belgas que llevan a Quinn de Bélgica a Francia. Una lástima que no hayan dedicado más tiempo a esa misión. En cambio, han preferido embutir el personaje de Sandra que solo ha servido para confundir al público. En su biografía de 1993, Crosby insistió que nunca le faltó a su esposa, pero la serie ha preferido meterlo en la cama con esta misteriosa oficial británica que conoció en Oxford.


Tan confusa fue la aparición de Sandra que dejó dudas de que labor desempeña en el ejército. Creo que el episodio 8 nos dejó claro. Sandra es una agente de la OSS que es enviada a conseguir información crucial en Francia . No sé de dónde algunos espectadores se han creído que se trata de una espía alemana.

Es extraordinario lo poco que sabe el público angloparlante sobre el teatro europeo, especialmente sobre la Operación Overlord. ¿No vieron Band of Brothers? ¿O alguna de las quinientas películas que se han hecho sobre el desembarco?  Ni los recapper saben mucho. Por ahí uno hablaba de “Operation Overlay”(¡!!) Es una suerte entonces que se hagan series que informen sobe la mayor guerra del Siglo XX (por suerte todavía no superada). Es importante saber sobre guerras antiguas ya que es la única manera de entender las guerras modernas sobre las que todos parecen querer opinar sin siquiera saber en qué continente se están batiendo.

Por décadas se creyó que los militares de la Europa Occidental y de USA capturados por los alemanes eran mejor tratados que los eslavos y que los prisioneros de campos de concentración. Aunque es verdad que recibían cartas y paquetes de la Cruz Roja y no estaban obligados a desempeñar trabajos forzados, también estaban expuestos a peligros.  Sobre todo, si caían en manos de la Gestapo. Recordemos a Lord Richard Attenborough en The Great Escape y Colin Farrell en Hart’s War.



Bucky y Buck terminan en Stalag III de donde huyeron Roger Bushell (Attenborough) y sus compañeros. Ese “gran escape” fue tan bochornoso para los alemanes que, como nos muestra la serie, el control del campo pasó a mano de las SS lo que se tradujo en peores condiciones aparte de la orden de que todo prisionero que intentaba escapar debía ser pasado por las armas.

Para que no se acuse a la serie de ser únicamente un homenaje a aviadores blancos, el penúltimo episodio incluye al celebre Escuadrón Tuskegee. Mi único reparo es el poquito tiempo que les han dado a quienes, por su valentía y destreza,  fueron parte de este episodio de las hazañas de los últimos Caballeros del Aire.

Esa es la queja que tengo de la serie, el poco tiempo que tenemos para desarrollar eventos y personajes. Bucky y Buck son héroes de pulp magazine, tenemos poca introspección psicológica de ellos y poco trasfondo. Peor es el caso de Robert Rosenthal de quien solo sabemos que es judío, viene de Brooklyn y abogado, ninguno de esos factores desempeña un rol en su vida de aviador. Es como si hubiesen nacido solo para pilotear aviones.



SPOILER : Tal como Buck y Bucky, Rosie tuvo que lanzarse en paracaídas sobre Francia, pero fue rescatado por la Resistencia y pudo regresar a Inglaterra.  Esto ocurrió a fines del ’44. Aparte de ser el más condecorado del escuadrón, Rosie tuvo el privilegio de ser derribado y rescatado en dos ocasiones.

En la serie han cambiado esa historia debido a la cronología. Al no querer relatar las aventuras de los tres protagonistas como ocurriendo en el mismo espacio de tiempo, dejaron el paracaidismo de Robert Rosenthal para su segunda escapada en el ’45,  cuando cayó cerca de la frontera polaca y fue rescatado por los rusos.



Contenido Violento y Gory: Como en Band of Brothers, la serie no se abstiene de mostrarnos horribles heridas de guerra o las situaciones imposibles a las que son expuestos los POW en el Stalag. Para mí la escena más violenta fue esa caminata a través de una aldea hostil donde Bucky y otros pilotos quedan a merced de los furiosos alemanes.



Contenido Sexual y Desnudos: Bucky y la viuda polaca; Crosby y Sandra, nada muy gráfico y no hay desnudos.

Factor Feminista: Aunque es obviamente una serie de varones, se las han arreglado para embutir personajes femeninos sean como “La chica que dejaron atrás”  que se manifiesta por cartas, o las valientes resistentes y agentes secretas (como Sandra). Sin su ayuda, no se hubiese ganado la guerra.

Factor Diversidad: Como muchos,  me quejo del poco espacio que se les ha dado a Los Tuskegee. También me quejo de que el origen judío de Rosenthal no juegue ningún rol ni en el desarrollo de su personaje ni en su interactuación con sus compañeros.  En suma, Masters of the Air sigue el Código Hays de no dar importancia a lo étnico para evitar críticas de racismo,  en vez de seguir El Código Woke de inclusividad forzosa.

Masters of the Air puede verse en todo el mundo via Appletv.

martes, 19 de marzo de 2024

Invierno de 2024: Lo que vi y no tuve tiempo de comentar.

 



En este invierno que dejamos atrás, abandoné el paisaje desolado de las Dakotas en Fargo y me adentré en la larga noche de la recóndita Alaska en la cuarta temporada de True Detective. También me encontré con una extraña experiencia. Comencé a ver dos series de televisión que no pude seguir. Ya para el segundo episodio las encontré insufribles y me fui a otra plataforma. ¿Estoy llegando al grado que no soporto la mediocridad imperante?

True Detective Cuarta Temporada

La serie de Cari Joji Fukunaga siempre me inspira sentimientos ambiguos: excelente reparto y dirección se tropiezan con personajes insufribles y tramas desagradables. La primera, y más admirada, temporada me resultó vomitiva, apenas aceptable gracias a la excelente interpretación de Matthew McConaughy. La segunda ni me molesté en verla. Todo cambio en la tercera entrega con ese conmovedor relato de un policía  (Maharshalah Ali)que, antes que lo devore el Alzheimer, insiste en esclarecer un antiguo y muy cerrado caso.

A pesar de que Fukunaga se fue a dirigir Masters of the Air, había cuatro motivos para ver esta temporada de True Detective. Por primera vez tendría como protagonistas a dos mujeres policías; las interpretarían la galardonada Jodie Foster y la ex campeona de box Kali Reis;  y tendría lugar en un espacio exótico, un pueblecito de Alaska durante la larga noche, el periodo invernal en que por meses no hay luz solar, no hay día. El cuarto motivo es que es dirigida y escrita por una latina, la mexicana Issa López (Niñas Mal, Casi Divas, Vuelven).



Acabado de ver el primer episodio, mi hermano y yo estábamos de acuerdo de que, aunque era un apetitoso misterio, no había personaje simpático en la historia, y los peores correspondían a las protagonistas. Ya para el tercer episodio, estábamos totalmente enganchados con el relato y conscientes de que Danvers y Navarro eran tan complejas que nos interesaba lo que les pasara.

Una breve sinopsis. La acción tiene lugar en el pueblecito de Ennis que usa las largas noches invernales para ocultar muchos secretos. Un espacio misterioso es la estación Tsalal donde un grupo internacional de científicos está inmerso en una investigación de la que se sabe poco. Los científicos apenas tienen contacto con el pueblo así es que es una sorpresa cuando Liz Danvers (J. Foster), la jefa de la policía local es llamada a la estación. Ahí se encuentra que los científicos han desaparecido dejando rastros de violencia detrás.



Entre esos rastros hay una lengua humana. Danvers la identifica. Pertenece a Annie Kowtok, una comadrona militante que fue asesinada hace unos años. Aparece en la escena Evangeline Navarro (K. Reis), la policía que investigó, junto con Danvers,  el asesinato. Annie protestaba en contra de la mina que da empleo a más de la mitad de Ennis. La comadrona creía que la mina estaba contaminando el agua potable. A pesar de que es un hecho de que la calidad del agua es infame, nadie quiere que cierren la mina. El caso fue clausurado por presiones “de arriba”. Navarro nunca quedó satisfecha con ese encubrimiento y desde entonces culpa a Danvers.

La situación se agrava cuando encuentran los cadáveres de los científicos en medio de la tundra. Están congelados,  desnudos y con expresiones de terror en el rostro. Sus ropas, dobladas de manera prolija, están cerca de los cuerpos. De ese encuentro surge una nueva investigación que Navarro insiste está vinculada al asesinato de Annie. Uno del grupo todavía tiene vida para susurrar “Ella despertó. Ella está afuera”. ¿Habla del fantasma? ¿Fue asesinada por estos hombres?



Las interrogantes se acumulan y todo indica que lo sucedido solo puede ser explicado aceptando lo paranormal. Eso es anatema para Danvers que no cree en fantasmas y es un dilema para Navarro que si cree en ellos.



True Detective en el 2024 ofrece una variación del cliché de misterio en el que el detective blanco se ve obligado a entrar en los recovecos de una zona étnica. Aquí es todo un pueblo en conflicto. Evangeline cree que a Annie la mataron ‘hombres blancos”. Eso la lleva a reconsiderar su mezcla racial siendo hija de un afro bostoniano y de una madre que abandonó sus raíces inuit y acabó en un manicomio. Ahora es la hermana de Navarro la que es atormentada por espíritus. ¿Ha heredado el mal de su madre o realmente puede comunicarse con el más allá?  ¿Y qué sucede cuando Navarro también comienza a tener visiones?



Esto recuerda un poco a la protagonista de Sleepy Hollow, tal como Danvers que también tiene conflictos con su hijastra lesbiana a ratos recuerda, en su torpeza y porfía de mujer blanca,  a Mare of Eastown. Por ejemplo, a Danvers no le molesta que su hija explore su sexualidad, pero se opone a que Leah busque su identidad étnica entre los inuit.

Aunque la serie puede recordarnos a muchas otras historias de detectives, yo le voy al ángulo GOT. Me encanta este paisaje que recuerda al otro lado del Muro, con esa larga noche que enloquece a los mortales que la viven, donde los Inuit son los Wildlings y donde fuerzas sobrenaturales construyen esculturas de hielo con cadáveres.



Fargo Quinta Temporada

No me canso de quejarme que a pesar de estar nominados ni Juno Temple ni John Hamm hayan ganado ni un Emmy ni un Golden Globe. ¡No es culpa de ellos ser blancos! Fuera chistes,  sus actuaciones han aumentado los méritos de esta antología, mezcla de crímenes y comedia negra,  que los Hermanos Coen han trasladado desde su icónica y premiada película hasta la pantalla chica

Nunca vi las dos primeras temporadas. Me encantó la tercera, con un merecidamente premiado Ewan McGregor en el rol de mellizos y me conmovió hasta las lágrimas la cuarta en que, desligándose del arco del Noroeste de los Estado Unidos, se trasladaron a la St. Louis de posguerra con una trágica rivalidad entre gánsteres.

En esta quinta temporada regresan al desolado y nevado paisaje de la frontera canadiense. En una pequeña ciudad de Minnesota, Dorothy (Juno Temple) está contenta con su rol de devota madre y esposa. Un día, en una trifulca de una reunión de padres y apoderados, ataca accidentalmente a un policía. Dot va presa y aunque sale bajo fianza, sus datos y huellas dactilares aparecen en websites policiales de todo el país.



Ahí la descube el Sheriff Mills (John Hamm), cacique, mandamás y jefe de secta de una comunidad rural de Dakota. Mills reconoce a Dorothy. Se trata de Nadine, una de sus esposas que huyó antes de que él pudiese matarla. Ha pasado una década y, con el tiempo, el rencor de Mills se ha hecho más intenso.



Envía hombres a secuestrar a Nadine. Estos son su hijo mayor el brutal, pero bruto Gator, y el enigmático Münch, una especie de Highlander que jura tener mil años,  se pasea por la zona en un kilt, y reconoce que Dorothy/Nadine no es una mujer sino un tigre. Es que esta ama de casa los evade a todos. Antes les da sus buenas palizas.

                                                    Gator el hijo bruto

Nadine consigue extraños aliados: un patrullero negro; una policía hindú agobiada por las deudas y un mal marido;  y hasta su suegra (Jennifer Jason Leigh), una millonaria a la que no le agrada que maltraten a la madre de su nieta. El relato fluye dinámicamente alternando suspenso, terror y mucho humor, con personajes muy humanos y toques fantásticos como el misterioso Münch,  y un sueño de Nadine en el que se ve atrapada en una comunidad de esposas maltratadas.

                                                     Munch el highlander-sin-eater

El final es un poco absurdo,  y a ratos salen los obligados mensajes sobre lo malos que son los ricos,  pero nos queda claro que el verdadero terror que amenaza al mundo no es Jennifer Jason Leigh y su negocio de comprar deudas ajenas. La serie reconoce el poder de hombres blancos que, a punta de violencia, construyen ejércitos (el suegro de Mills es el jefe de la milicia local)  y que dominan a una población débil e ignorante aprovechando esos amplios espacios casi deshabitados de la región del Noroeste.



Vemos que Mills compra o arrasa con todo. Es capaz de enfrentarse a las fuerzas de la ley y el orden imponiendo su propia idea de lo que deben ser esas fuerzas. Otro componente que aprovecha es el machismo infantil de sus súbditos al convertirlos en amos de sus mujeres. Es una ironía que sean las mujeres las que lo venzan al final.



¿Por qué Funny Woman no es Mrs. Maisel?

Mientras veía el primer episodio de Funny Woman, pensaba que hace tiempo que las series más caras de la BBC ya no se venden en el extranjero (América Latina es un ejemplo) y que esto se debe a la mediocridad de estas historias que, a pesar de su wokismo,  no atraen a nadie. Ese es el caso de la adaptación de la novela de Nick Hornby que, aunque trata de la lucha de una joven por abrirse paso en el difícil mundo de la comedia,  no tiene nada que ver con otra serie sobre el mismo tema.



Se suponía que Funny Woman era la historia de una chica de provincia que llega a Londres con la esperanza de ser comediante y los obstáculos que se le presentan. A pesar de que las protagonistas no se parecen en nada, la idea de una mujer triunfando en el mundo masculino de la comedia de principios de Los 60, si recuerda a La Maravillosa Señora Maisel. Bueno, no tanto.



Barbara Parker (Gemma Arterton) vive en la ciudad costera de Blackpool. Aunque de clase media,  tiene una vida privilegiada. Trabaja en la fábrica de caramelos de su padre, es novia del “carnicero más guapo de Blackpool” y ni siquiera tiene que ver con los quehaceres domésticos puesto que,  desde que su madre abandonó a la familia, la casa la lleva su tía Marie.

Según Marie, Barbara se siente superior a los demás. Lo normal es que quien se sienta superior actúe de manera más refinada y tenga un sueño de lo que ambiciona para poder salir de la mediocridad que la rodea. Bárbara no hace nada de eso (a lo mejor en la novela). Parece estar contenta con lo que tiene y aunque guapa,  es bastante vulgar.

Cuando su padre la inscribe en un concurso de belleza, Bárbara cree que no tiene posibilidades de ganar. Su sorpresa es grande cuando la nombran “Miss Blackpool” y se le abren las puertas a otro mundo, pero Barbara se siente un objeto sin voz. El mismo día en que gana, abandona el concurso, abandona a su novio, abandona a su familia y se marcha a Londres para “ser alguien”.



Este viaje me recordó al de la protagonista de Ridley Road. Me imagino que debe ser un tropo en la literatura inglesa hoy en día estas fugas de provincianas que llegan a la gran ciudad llenas de esperanza y se encuentran con realidades peligrosas. Pero al menos en Ridley Road la protagonista no quería al novio y se sentía sofocada por el provincialismo. Además, tenía la dirección de su tío en Londres.

Nada en la primera media hora de la serie nos indica que Barbara sea infeliz o que tenga ambiciones. Y yo que me quejaba de las pataletas de Mrs. Maisel tengo que reconocer que tenían más causas que la de Barbara que deja todo atrás, inclusive la oportunidad de “ser alguien “, solo porque un periodista no le permitió hablar.



En Londres, Barbara comienza con el pie derecho. Llega a una pensión, consigue un buen empleo en la sección de sombreros de una gran tienda departamentos,  y descubre que su sueño es ser la Lucille Ball británica. El problema es que el humor de Bárbara se manifiesta en comentarios maliciosos sobre el aspecto físico de las clientas,  y morisquetas detrás de la espalda de su supervisora.

En la tienda, Barbara hace amistad con Marge de la zapatería y ambas unen sus miserias convirtiéndose en compañeras de cuarto. Barbara comparte su sueño con su roommate y a Marge se le ocurre una sola manera de que lo cumpla. Para entrar en la farándula debe conocer a una figura importante del show business.



El plan de Marge es descabellado y patético como todo en la vida de Barbarita. Barbara debe ir a algún concierto u obra de algún famoso, encontrarlo entre bambalinas y pedir su padrinazgo. Si ya esto suena imposible, peor es la manera en que Bárbara, que no tiene ni para pagar la renta,  llegará a ese teatro.

Según Marge, las más envidiadas en la tienda donde trabajan son las de perfumería porque sus clientes siempre las llevan a espectáculos teatrales o musicales. Barbara consigue reemplazar a una de esas vendedoras y atraer la atención de Valentine,  un distinguido cliente que la invita a un concierto de Matt Monro.

Marge se roba un vestido de la tienda y Barbara,  luciendo ultra glamorosa,  va a su cita. Están en los cocteles cuando se aparece una pareja,  amiga de Valentine, peor aún,  amigos de la esposa de Valentine. La mujer confunde a Barbera con una prostituta y la chica se ofende. ¿Me van a decir que por muy virgen que sea Barbara no se le iba a ocurrir que Valentine era casado? ¿O que la iba a llevar a cenar y a un show solo porque es generoso?



A Barbara le viene un ataque de ira, insulta a Valentine, insulta a sus amigos y se marcha. En el guardarropa se tropieza con un estrambótico individuo. Aunque yo también me asustaría al ver a Rupert Everett en su aspecto más siniestro, el hombre es respetuoso y viene acompañado de su mujer. La alterada Barbara cree que es otro hombre que pretende seducirla. Lo insulta,  aun así, él le pasa su tarjeta, es un agente teatral.

Antes de dejar el local, Barbara va al baño. Valentine la sigue e intenta violarla, pero es rescatada por la chica del guardarropa.  Aunque consigue retornar virgo intacta a su cuartucho,  el vestido está más rasgado que su himen. Lo que acaba perdiendo Bárbara es su empleo por lo que recurre a la tarjeta que recibiera esa noche.

Realmente, admiro a Stephen (R. Everett), uno de los muchos hombres que lucharán por colocar a Barbara en el sitio que quiere alcanzar, pero hay que tenerle paciencia. Stephen le da un nombre artístico “Sophie Straw” pero no consigue colocarla. En ese entonces no existían puestos para comediantes. Lo más que puede aspirar Barbara/Sophie es un rol de actriz y se las arregla para perder los que le ofrecen. Por un lado, exhibe una superioridad inexplicable que la hace menospreciar todos los trabajos, por otro está su obsesión de burlarse de todos y todo.



Finalmente acaba en burlesque y aun así se las arregla para que la despidan. Pero ahí, sucede un milagro. Una vez “Sophie”,  a espaldas de su agente, se infiltró en una audición para el rol de Cicely en un radioteatro. Aunque era obvio que el papel de una dama refinada le era imposible a Barbara, impresionó al equipo (todos varones) principalmente al director, el anglo-indio Dennis Mohindra.

Cundo “Sophie” es despedida del burlesque, Stephen le tiene una buena noticia. El equipo de Dennis quiere que vuelva a audicionar para el rol de Cecily. Aun sabiendo que es su gran oportunidad, Barbara es incapaz de prepararse. Llega tarde y da una interpretación patética, poco prolija,  y que parece estar optando para el rol de Curly de Los Tres Chiflados, en vez de Cecily.

Es una escena triste e irritante. Triste porque es obvio que Dennis y sus chicos quieren trabajar con ella. Irritante porque Barbara no es cómica. Yo a Gemma Arterton la he visto en varios sitios. Me encantó en los filmes de St. Trinians y en la menospreciada, Their Finest. Nunca la había visto trabajar ta mal como en este rol. Parece llorar cuando está contenta, pone cara de fuchi cuando debe verse cariacontecida,  y el cliché de entrar al cuarto de las escobas confundiéndolo con la salida, le quedó tan mal que ya daban ganas de darle escobazos a ella.



En el colmo de la irrealidad, el grupo insiste en darle una tercera oportunidad. Se entiende que están infatuados con su belleza marilinesca, que Denis se haya enamorado de la comediante, que serán amantes a pesar de ser él casado. ¿Dónde se fueron los escrúpulos de Barbara?

Es cierto que Mrs. Maisel era atolondrada, y al final, vivía autosaboteándose, pero era una dama de sociedad que, bajo el shock de haber sido abandonada por el marido, se emborrachó e hizo un show impromptu que fue un éxito. Eso es muy importante. Midge nunca abandona a su familia, nunca quiso ser comediante y le encanta competir en concursos de belleza.



Miriam Maisel tiene un vasto caudal de experiencia que va más allá de su gracejo natural, lleva años escribiéndole rutinas y chistes al marido, sus estudios universitarios la han puesto en contacto con muchos escritores satíricos, descubre que lo que hace reír es contar sus propias vivencias, especialmente las de una esposa abandonada. Incluso en su subida al estrellato, escucha grabaciones de otros comediantes. Busca inspiración en algunos de ellos como el gran Lenny Bruce y su Némesis, Sophie Lennon.



Antes de decidir que la comedia es su vida, Midge también trabaja en la sección de cosméticos de una gran tienda de departamentos. A diferencia de Barbara, aunque se lleva mal con la encargada que la degrada a telefonista y hasta la pone en el guardarropa, la Señora Maisel lo hace todo tan bien que incluso cuando se retira la siguen llamando para hacer reemplazos. En resumen, Funny Woman no le llega ni al zapato a Mrs. Maisel y no la recomiendo.

Sam Spade en Provenza

Yo siempre tuve la impresión de que Brigid O’Shaughnessy (Mary Astor) habría terminado en el cadalso en 1941, el año en que John Huston filmó El Halcón Maltes. Parece que la Femme Fatale de ese Noir clásico sobrevivió y tuvo una hija que acaba siendo adoptada por Sam Spade, una de las más famosas interpretaciones de Humphrey Bogart. Ahora interpretado por Clive Owen, Sam Spade debe viajar a Provenza a entregar a la niña a su verdadero padre, pero ese es solo el primero de sus problemas…


                                            Brigid y Spade. Los buenos tiempos

Scott Frank , creador de joyas televisivas (y en Netflix) como Godless y Gambito de Dama, ha sido el encargado de resucitar al personaje que Dashiell Hammeth convertiría en el prototipo del detective privado. Me temo que Mr. Frank ha empezado con el pie izquierdo, porque el primer episodio, de hora y media de duración,  es una gama de saltos de tiempo, flashbacks, introducción de personajes y que carece de coherencia. La serie se vuelve meandering y a ratos aburre. Solo los últimos veinte minutos llegan tan cargados de acción que impidieron que apagase a Ruhami.

Comenzamos en 1955, Brigid O’Shaugnessy ha acabado su carrera delictiva en un descarrilamiento ferroviario. Antes de morir le ha encargado a su hijita, Teresa de ocho años,  a su némesis y ex amante Sam Spade. El encargo consiste en llevar a la niña a un pueblecito de Provenza donde vive su supuesto padre, Philip de Sainte-Andre.

El tal Philip es el maleante local, nadie quiere saber nada de él ni de su hija. La supuesta abuela de la niña niega ese parentesco. El dilema de Spade acaba cuando conoce a Gabrielle, la mujer más rica del pueblo. Ella está dispuesta a ayudarlo a cambio de que la libre de Sainte-Andre que la está extorsionando.

                              Gabielle es interpretada por Chara Mastroianni, casi tan bella como sus padres

Pasan ocho años. Sam consiguió exiliar a Philippe en Argelia; Gabrielle ha muerto hace dos años, antes ella y el detective se casaron, Teresa estudia en un convento cercano. Todo esto nos lo cuentan en fragmentos de conversación y flashbacks ocasionales que hacen la narrativa un poco confusa.

Sam ha heredado la fortuna de su esposa. Eso le ha permitido establecer una sociedad con Marguerite, la dueña del bar/night-club del pueblo. Al celoso marido de Marguerite no le gusta esa sociedad. De pronto los Sainte- Andre comienzan a mostrar intereses en la huraña Teresa. Sobre todo, Philippe que ha regresado junto con muchos otros pied noirs de Argelia. Como le explica Sam a la madre superiora del convento, cuando cumpla 18 años, Teresa heredará la fortuna de Brigid, por eso sus parientes pretenden ahora ganarse su cariño.

Una noche, Teresa se aparece llorando, y con la ropa manchada de sangre, en casa de Sam. Dice que su padre ha sido baleado por “hombres malos”. Uno de ellos es un monje franciscano que Sam ha visto mendigando por el pueblo. Según Teresa, el monje golpeó a la Madre Superiora lo que precipitó la huida de la chica.

                                     Sam Spade y su "hija"

Sam deja a Teresa pegada a una botella de coñac y parte al convento. Descubre que Teresa tomó la precaución, antes de huir, de encerrar a sus compañeritas en el sótano. Las religiosas no tuvieron tanta suerte. El detective las encuentra arrodilladas en un círculo ante el altar. Aunque parecen inmersas en oración, han sido asesinadas.

Este macabro crimen está vinculado a misterios ancestrales, a un niño con poderes al que busca incluso El Vaticano. Lo más sorprendente de esta trama tipo Código Da Vinci es que se hayan demorado más de una hora en hacerla despegar hasta el punto de que parecen historias diferentes. Si les cuento esto es para que no lleguen a la conclusión que llegó mi hermano que,  antes del episodio en el convento, estaba dispuesto a no seguirla viendo.



Es imposible que un primer capítulo, aun mas si son 90 minutos, se la pase más de la mitad en una narrativa latiguda, aburrida y que nadie entiende. Mi hermano y yo hemos tomado cursos de cine y concordamos que la trama estaba mal narrada y ciertamente no parece obra de Scott Frank.



La tesis de mi hermano es que el libretista escribe una historia que cabe en cinco episodios, pero la plataforma programa la miniserie para seis. Entonces hay que estirar el argumento para llenar una hora. Esto lo vemos en muchas series, por buenas que sean. Hay veces que el comienzo es un desastre,  en otras se trata de un final disparatado. Esto lo hemos visto en la soberbia Temporada 5 de Fargo en que la media hora final parece haber sido escrita por un alumno de primaria.

Este preámbulo ha sido para explicar el desorden inicial y para recomendar que sigan la serie a pesar del lento y soporífero inicio. En último caso,  pásense sesenta minutos admirando el paisaje. Se ha vuelto costumbre enganchar televidentes con soberbias vistas. Ahí lo consiguieron con Hotel Portofino y Provenza es un gancho ideal. De ahí esa antología del crimen Murders in Provence, o el enviar a Julia Child en la segunda temporada de su biopia a la campiña provenzal.

¿Cuáles de estas series han visto? ¿Cuáles les gustaría ver?