Recientemente me enteraba
en el Forward de un remake que en USA se pretende hacer de esta famosa serie
israelí, pero ambientándola en Nueva York. Concordé con la periodista que es un
absurdo. La grandeza de “Shtisel” es que tiene lugar en un mundo mágico, aparte
de mezquindades de la corrección política donde todo es posible y todo es maravilloso.
Precisamente lo que nos presenta la Tercera Temporada que desde marzo puede
verse por Netflix. Sin embargo, una característica de esta temporada es la
irrupción del mundo moderno y seglar en la vida de la Familia Shtisel.
El Fantasma y
Cupido entre los Haredi
Shtisel 3
comienza con la dosis de sturm und drang domestico al que nos tiene la
serie acostumbrados. Dos muertes, una totalmente inesperada que lleva un luto
de ocho meses, pero de la que solo nos enteramos al final del primer episodio.
El Rabino Shulem vuelve a encontrarse al borde del desempleo, a Akiva casi lo
expulsan de su casa por no pagar la renta, y Ruchami se pregunta si su destino
es no tener hijos. En cambio, su hermano—ya Yossel tiene 19 años— vive
un amor digno de comedia romántica de Hollywood.
Nuevamente
descubrimos que la mitad de los problemas de los Shtisel (lease Shulem, Akiva y
la siempre dominante Gittl) nacen de su soberbia, de su egolatría y de su
desaprensión. Sin embargo, los angelitos velan sobre ellos. Nuevamente tenemos
esa inclusión de lo real maravilloso: conversaciones con fantasmas y un milagro en
el Muro de los Lamentos como secuela de un encuentro prodigioso que demuestra
que Cupido también lanza sus dardos sobre los judíos Haredi.
Comencemos con
Akiva, ahora convertido en esposo y padre de familia. La Prima Libby es ahora Giveret
(la señora) Shtisel, madre de la pequeña Devora y musa de su esposo. Aunque,
Akiva esta poseído por un fervor artístico de inmortalizar a su mujer en cuanto
lienzo encuentra, no tiene el mismo apuro en vender sus cuadros. El que esta
apurado en cobrar es el casero al que le deben varios meses de renta. Libby
aconseja a su primo-esposo vender algunas pinturas, le recuerda que tienen una
hija que alimentar.
Es solo al final
del primer episodio que descubrimos que Akiva habla con un fantasma. Hace ocho
meses que Libby murió. El luto tiene enloquecido a su viudo. Se muda a casa del
padre, pero duerme hasta el mediodía, bebe en exceso, y descuida a su hija. La
crisis estalla cuando Kauffman vende tres retratos de Libby a la fundación Wartburg.
Esto lleva a Akiva
a conocer a Racheli Wartburg, la joven coleccionista de arte. Hacen un trato.
Si Akiva pinta tres retratos de la calidad de los de Libby, ella le “devolverá
a su esposa” que es la exigencia del pintor. Es una propuesta justa, pero Akiva,
inmaduro y despreocupado, pinta cualquier cosa (unas ciruelas, un abrigo). Racheli
las rechaza aun cuando Akive la acusa poco menos de ser una solterona sin
corazón. Ella está asumiendo un grave riesgo al adquirir obras de un
desconocido, pero al menos los retratos demostraban gran calidad.
La inmadurez y arrogancia
(Incluso el toque de machismo) lo ha heredado Akiva del padre y lo vemos en
Shulem en los primeros capítulos. En el primer episodio vemos al rabino sufrir
dos shocks. Al golpear a un alumno que se ha insolentado, Shulem causa un grave
incidente escolar. Mas cuando el hecho fue filmado por otro alumno y colgado en
unas redes sociales ortodoxas.
Al convertirse en
persona non-grata con los padre (incluso se habla de denunciarlo con la policía)
Shulem se vuelve una carga para la escuela, y se le solicita su renuncia. Otro
shock le llega al rabino cuando su cuñado Sucher se le aparece con novia nueva.
Recordamos a Sucher de la primera temporada, el vendedor de lotería que amparó
a Akiva cuando su padre lo expulsó de su casa.
Aparentemente, Sucher
en su juventud abandonó sus estudios rabínicos para ingresar al ejército. También
abandonó a Nechama, su prometida. Ella nunca lo ha olvidado y un día al ir a
comprar un boleto de lotería se reencuentran. Deciden casarse, pero hay mayor
felicidad. El boleto de lotería sale ganador. Nechama es millonaria. Tanta
alegría le provoca a Sucher un infarto fatal
En memoria del
hombre que amó, Nechama decide fundar un escuela para niños y que Shulem sea su
Rosh Yeshivá (director). Esperaríamos que Shulem agradeciese al Cielo esta
oportunidad de recomenzar su vida laboral. Pero no… ¡Estos Shtisel tan enamoradizos!
Se ha encaprichado con Nechama y le pide matrimonio. Nechama, de manera muy fina,
dice que toda su vida amó a un solo hombre y lo seguirá amando por el resto de
su vida.
Shulem se indigna
y decide desligarse del proyecto escolar de Nechama. En su soberbia no entiende
su torpeza al acosar a una mujer que se siente viuda, tal como no entiende que
ya no son tiempos de golpear alumnos. Su arrogancia recuerda la de Akiva de creer
que puede contentar/estafar a Racheli con cualquier cuadrito pintado a la
carrera.
No solo Akiva ha
heredado el orgullo desmesurado de su padre, Gittl es otra soberbia en su
excesivo terror al qué dirán. Explico que, esto nada tiene que ver con el judaísmo-
En comunidades pequeñas y cerradas como las ortodoxas, importa mucho no ser “diferente”.
Si lo eres puede que no te den empleo, que no compren en tu negocio o que no
quera emparentar contigo. En lenguaje contemporáneo, “te cancelan”.
Menuja, que sigue de casamentera, le ha
conseguido a Yossel una novia de lujo. Le recuerda a Gittl que debe agradecérselo
ya que ella y su familia están bajo escrutinio por las cosa que han sucedido. Gittl
se da cuenta que la casamentera se refiere al secreto a voces de la huida de
Lippe a Buenos Aires y el matrimonio tan estrambótico de Ruhami.
La obsesión de Gittl
con el que dirán la lleva a mentir constantemente y muchas veces sin necesidad.
También a tomar decisiones drásticas sobre las vidas ajenas, comenzando con su
hijo. Yossel es un buen bajur (estudiante del talmud) y quiere dedicarse
a los estudios antes de formar una familia. El Rabino Soloveichik, su guía espiritual,
le dice que cree que está preparado para hacer ambas cosas.
Yossel va a la
cita, conoce a Shira, pero a pesar de la extrema timidez de la chica, se
enamora de ella. Es al día siguiente que estalla el escándalo. Shira Levinson
esperó en vano por su cita. Yossele estuvo toda la noche con la sefardita Shira
Levy. A Yossel no le importa, él quiere seguir saliendo con la Levy. Gittl casi
tiene un sincope (explico que para algunos askenazis nosotros, los sefarditas
somos “gente de color”).
Una Temporada
Apasionada
Como en la mejor
comedia romántica, el desolado Yossel va al Muro de Los Lamentos y reza por un
milagro. De regreso, en una escalinata,
en medio de la noche… ¡se encuentra con Shira Levy! La argelina está un poco
cortada. Les dijeron a sus padres que Yossel no quería volver a verla. El
enamorado joven insiste en darle su teléfono. Aunque Shira no carga papel, él le
escribe el numero en el dorso de la mano.
Me detengo para
mencionar que esta temporada está muy osada en los gestos de pasión. Sin llegar
a nada tan grafico como un beso, las parejas intercambian caricias que hacen
las escenas tremendamente eróticas. En un flashback, vemos a Akiva en su noche
de bodas, desabotonándole el vestido a su novia. Vemos al fantasma de Libby
acariciándole el rostro al marido. Vemos a Yossel tocar la mano de Shira Levy y
a su hermana abrazar al esposo.
He dejado a
Ruhami, mi personaje favorito, para el final porque su historia es la más
conmovedora. Después de cinco años de matrimonio, Ruhami siente que su unión
con Hanina se resquebraja por la falta de hijos. No es que Ruhami sea infértil.
Su problema es más serio. Un embarazo podría matarla.
He visto este
caso en docenas de matrimonios judíos. La solución de los ortodoxos es la
adopción. Me sorprende que, en este caso, los rabinos no se la hayan aconsejado
a la joven pareja. Ruhami está empeñada
en contratar un vientre de alquiler, una medida prohibida en el judaísmo
ortodoxo.
Hanina conoce a
su esposa. Sabe que Ruhami estará dispuesta a quitarse el dispositivo intrauterino
para embarazarse, y no quiere perderla. Ese es el dilema que el joven
talmudista presenta al Rabino Soloveichik. La respuesta del Rosh Yeshivá es
pasmosa. Tras dejar establecido que es una crisis, un asunto de vida o muerte,
le dice a su alumno que la elección debe ser de Hanina, que debe hacer lo que
le dicta su conciencia.
A mí me pareció
fantástico el episodio porque demostraba que los judíos ortodoxos no son tan
cerrados como los mientan. Mi hermano estaba furioso: “¿Entonces para que ir a
pedir un consejo rabínico? Entendámonos
nosotros con nuestras conciencias”. Mi
postura final es una intermedia. Yo he conocido situaciones (sobre todo temas
de aborto o de orientación sexual) en las que los rabinos han dejado la
decisión final a quien viene a solicitar consejo. En este caso hubiese sido más
satisfactorio que fuese el rabino quien diese el permiso basándose en que la
situación está minando un matrimonio, la salud mental de una pareja y puede
llevar a la esposa a poner en peligro su vida.
También me recordó
lo que nos enseñaban en mi escuela. “Los textos sagrados no son un manual de
primeros auxilios. Debes crear tiu propio código moral basado en las enseñanzas
sagradas, porque algún día te vas a encontrar en una situación tan única que ni
la Tora ni los rabinos podrán ayudarte. Es entonces cuando debes apelar a tu
conciencia”.
El caso es que
Hanina lleva a Ruhami a la consulta de una experta en vientres de alquiler. Es
conmovedor que este joven, casi un niño, haya ido primero, hecho consultas
y planteado interrogantes. Y solo ahora trae a su mujer, seguro que es lo que
ella desea. Tan bien la conoce que sabe que Ruhami, como su madre, le teme al
estigma social, así que tienen todo preparado para que ella finja un embarazo.
Ruhami mira
azorada las prótesis que hay sobre la mesa (me recordaron a las de Rebeca Jones
en “Cuna de Lobos”) y conmovida abraza al marido. Hanina insiste en que no
importa cuánto cueste el procedimiento, ellos tendrán ese bebé. Pero el precio
es más alto que un pago en dinero y Ruhami tendrá que tomar una decisión muy
arriesgada.
Se la entiende en
vista de que su madre le dice que nunca se la imaginó sin hijos, en vista de la
muerte de su primer bebé (algo que veremos en flashbacks en el capítulo 7), en
vista de los diarios que escribe a esa hija que no sabe si llegará a nacer. Yo también
tengo en mi poder cartas y poemas que escribí a esa hija con la que soñé toda
mi vida. Yo también recuerdo gente que me decía “no te imagino sin hijos”.
La Soberbia
Shtisel
Si Ruhami y su
marido me inspiran una gran compasión, no me ocurre lo mismo ni con Akiva ni su
padre. La soberbia de los Shtisel parece estar dirigida siempre hacia mujeres.
Contrasta con Nuhem a quien la pérdida de su hija ha trastornado, pero no lo ha
hecho olvidar que es ‘un caballero” por lo que es el perfecto acompañante de la
sensible y refinada Nechama.
Me exaspera que la
arrogancia de Akiva vaya de la mano con
su inmadurez. Una vez casi perdió a
Libby por anteponer su arte al amor de la prima. Ahora antepone su fijación
idolatra en una imagen en un lienzo a sus deberes paternales y casi pierde a su
hija. Resulta irónico que sea Racheli quien deba rescatarlo, tal como Nechama
rescata a Shulem. Pero que no esperen agradecimiento. Los Shtisel solo aman a
las mujeres que perdieron, de otro modo las ignoran, las utilizan o las
insultan.
No parece
coincidencia que la separación de Akiva y Devora se produzca, gracias a mujeres. Son las maestras de la guardería de la beba,
la trabajadora social y el comité de asuntos de familia quienes deben obligar a
Akiva a enmendar su camino. Algo que su familia no ha conseguido. Ellas lo
obligan a oír la voz de la ley seglar, ya que él no escucha a las mujeres ni siquiera
a su hermana cuando Gittl consigue una entrevista con alguien que puede
asesorarlo.
Pero la soberbia
Shtisel no es patrimonio de varones, puesto que Gittl sabe ejercerla mejor que
su padre y hermanos. Se empeña en que su hijo se case con una supuesta
heredera, pero aun sabiendo que sus consuegros no podrán pagar un apartamento
para una joven pareja, sigue insistiendo en un enlace que solo la satisface a
ella.
Incluso en el
ejercicio de la caridad, Gittl es áspera. Le da empleo a una amiga de la
escuela que está en trámites de divorcio, pero cada vez que la pobre empleada
abre la boca, Gittl le cae con brusquedades y amenazas de despido.
La Modernidad
en el País de los Shtisel
En un consenso
entre los Shtiselfans que esta es la temporada más ‘Moderna”, pero más allá de
las demostraciones de amor físico en la Familia Shtisel, lo que sucede es que
el mundo moderno irrumpe en esta familia para criticar no sus costumbres retrogradas,
sino para exponer su disfuncionalidad.
Por un lado,
tenemos los servicios sociales israelíes que separan a Akiva de su hija (“las
sionistas” como las llama el abuelo Nuhem), por otro el aparato médico para
conseguirle un bebé a Ruhami. Shira Levy lleva al enamorado de la biología (y
de ella) Yossel a conocer los laboratorios universitarios de Bar Ilan. Pero el
encuentro más estrambótico es el que lleva a Lippe Weiss, primero a proveer de
comida a un equipo de filmación, luego a servir de extra en una serie de televisión,
y finalmente convertirse en agente encargado de reclutar extras.
Descubrimos que Gittl
y Lippe van al cine a escondidas, que los alumnos de escuelas judías usan las
cámaras de celulares para grabar a sus maestros y luego colgar videos incriminatorios
en redes sociales. El Rabino Shulem se admira al ver su primer juego de video, y su nueva novia, Nechama, es locutora de
radio.
Otra novedad es
la aproximación al romance y al matrimonio. A pesar de que “Shtisel” como buen drama
domestico siempre ha privilegiado las relaciones sentimentales y como se llevan
dentro de un marco ortodoxo, ahora seguimos viendo cómo se puede circunnavegar
alrededor de reglas impuestas más por costumbre que religión.
En temporadas
pasadas vimos como Akiva consiguió esposa sin intervención de casamenteros y
como Ruhami se casó sin huppa, sin fiesta y sin permiso de los padres.
Ahora vemos a su hermano tratar de evadir la tela de araña creada por Gittl que
lo obliga a casarse sin amor. El problema comienza no con Gittl sino con la
incomprensible timidez de Shira Levy que llama cada un cuarto de hora a la
yeshivá de Yossel, pero cuelga cuando oye la voz del muchacho.
Este juego
absurdo acaba con la paciencia de Yossel quien acepta conocer a Shira Levinson.
Simpatizan, y al enterarse que el padre de Shira esta desahuciado, en un gesto
de impulsivo altruismo, Yossel decide comprometerse inmediatamente y alegrar
los últimos días del enfermo. El mismo día del compromiso, Shira Levy
desarrolla ovarios y voz solo para enterarse que perdió al novio por cobarde.
Pero no es así, pronto Yossel descubre su error.
Como esto es una
comedia romántica, los escritores han hecho al talmudista un obsesionado de la
biología de los insectos. Cuando le regala un libro sobre insectos a su
prometida esta no reacciona favorablemente lo que incomoda al novio. “¡No tengo
nada que hablar con ella! “se queja Yossel con su madre.
Por suerte temas
de conversación no escasean con Shira Levy que comparte la fascinación de su
pretendiente por la biología natural, estudia parasitología, lo lleva de
excursión por su laboratorio ¡y hasta le regala una mosca! Mas allá de lo
cómico de estos encuentros, tenemos conciencia de que una romance debe incluir
gustos en común. Akiva y Racheli tienen el mundo del arte, Nuchem y Nejama su
amor por la música clásica, Yossel y Shira Levy su fascinación por los insectos.
Incluso, la serie nos muestra la importancia del desarrollo de proyectos en común en un matrimonio de años. Tras basurear las sueños de Lippe de entrar en el mundo del cine, Gittl se apiada de su marido y lo acompaña en un tour de la noche de la Jerusalén seglar en busca de extras. Lo mismo ocurre con Ruhami y su marido que en un esfuerzo de recaudar dinero para que no cierren la yeshivá del Rabino Soloveichik, se convierten en carteros.
Nada es
Perfecto
Seria idolatría
(el peor crimen que puede cometer un judío) no encontrarle fallas a esta
tercera entrega. Fallas adjudicables al estrés de filmar en pandemia. La
producción muchas veces se detuvo por las múltiples cuarentenas que fueron el pan
de cada día del 2020 israelí y en esa atmosfera de mascarillas, desinfectantes
y termómetros a veces se les “chispoteó” el libreto.
Hay ahí unos enredos
cronológicos que nadie entiende. Los Weiss insisten en que llevan casados 25 años,
pero en la Primera Temporada, Lippe le dijo a Ruhami que ella había nacido
cuando él tenía 19 años. Ruhami le dice ahora a su ginecólogo que tiene 21
años. Eso se traduce en que el padre de Ruhami tiene cuarenta años. Si Lippe
llevase un cuarto de siglo de matrimonio tendría que haberse casado dos años después
de su Bar MItzvah, lo que aun para los estándares ultraortodoxos es
excesivamente joven.
Luego, esto es de
dominio público, los Haredi tienen muchos hijos y muy pronto. Si su padre llevaba
cuatro años casado antes de ella nacer, Ruhami debería tener hermanos mayores.
Tal como debería tenerlos Devora, la primogénita de Akiva.
Hace cinco años
dejamos a Libby y a su primo en el dilema de casarse o separarse. Esta
temporada comienza con una Libby muerta hace ocho meses dejando atrás una hija
de más o menos de esa edad. Muchos televidentes han asumido que Libby murió de
parto. No es así, puesto que su fantasma extraña sus días de amamantar a su
hija. No sabemos de qué murió, pero tampoco cuando se casó. ¿Les tomó cinco años a Akiva y su prima hacer
las paces y casarse, o esperaron un tiempo antes de escribirle a la cigüeña?
Al menos con Ruhami,
en el capítulo 7 descubrimos que perdió un bebé en el primer año de matrimonio
y que ahí se descubrió que otro embarazo
la mataría. Pero no son solo problemas de cronología los que afectan la serie. ¿Por
qué Racheli, que se encarga de un negocio familiar, no trajo ningún pariente a
su boda? ¿Por qué Nechama, que jura que solo amó a un hombre en su vida, usa
una peluca lo que indicaría que es viuda o divorciada? Y la guinda del pastel ¿en que trabaja Reb
Shulem?
En el primer episodio, Shulem al golpear a un alumno insolente incurre en la ira de padres y apoderados. Shulem sufre de esa mentalidad medieval que no sabe que los castigos corporales están prohibidos, que la tecnología lo ha expuesto como mal maestro y persona peligrosa para la sociedad. Le parece inconcebible que se hable de denunciarlo a las autoridades. Es un shock saber que está a merced de un mundo seglar y moderno.
El comité que
dirige la escuela, compuesto en su mayoría de ex alumnos (golpeados) del patriarca
Shtisel encuentran como solución que Shulem renuncie voluntariamente y así
salvaguarde su dignidad. La soberbia Shtisel igual se siente pisoteada. Entra
la solución con nombre de mujer. Nechama, que acaba de “enviudar” del cuñado de
Reb Shulem decide abrir con el premio de la lotería una yeshivá que llevará el
nombre del difunto prometido. ¿Quién mejor para dirigirla que Reb Shulem?
Aunque es difícil
conseguir alumnos, la astucia de Shulem prevalece en ese problema. Lástima que
no ejerza el mismo ingenio en su relación con su benefactora. Cuando Nechama
rechaza sus avances amorosos, el altanero rabino renuncia a su puesto de Rosh Yeshivá.
Lo que sigue es confuso. Cuando unos días (o semanas) más tarde, Nehama lo llama para decirle que acepta su
cortejo, Shulem cuelga diciendo que tiene “una yeshivá que manejar”. Luego lo vemos en su antigua yeshivá
requisando un celular aun alumno. ¿Dónde trabaja entonces?
Estos pequeños errores no son suficientes para arruinar el placer de ver una serie que sigue atrayendo millares de espectadores de todo el mundo, que ya tiene asegurada una cuarta temporada y que es la única razón por la cual sigo subscrita a Netflix.
Ha sido la mejor temporada por la inclusión de problemas modernos, contemporáneos, pero ha sido la más accidentada por la pandemia, o sea, los problemas de continuidad, subtramas NO muy claras o sin terminar, como que les olvidaron cerrar cierta subtrama... Qué pena, porque fuera de eso, y con unos capítulos más, 10 o 13 en vez de 8, hubieran cerrado con broche de oro esta 3ra temporada. Mejor que se esperen un rato, no sé, un año, que termine la pandemia bien de una vez por todas, y así puedan grabar la 4ta con mayor tranquilidad. Las escenas "de amor" son extremadamente lindas y muy simpáticas, y hasta eróticas. Obviamente la atmósfera ortodoxa les da ese feeling. ¡Saludos!
ResponderEliminarLo bueno es que ya sabemos que se viene la cuarta. Mas que errores cronologicos o huecos en el libreto, me esta incomodando el fastidio que le estoy tomando a Akiva. Por ejemplo me parece muy injusto que Racheli haya acabado casada con el. Millonaria, buen corazón, atractiva pudo casarse con alguien mejor. Y que Akiva la desprecie por sufrir de depresion , el que cada vez que se deprime se pone a beber...
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