jueves, 29 de abril de 2021

Shtisel : Tercera Temporada

 


Recientemente me enteraba en el Forward de un remake que en USA se pretende hacer de esta famosa serie israelí, pero ambientándola en Nueva York. Concordé con la periodista que es un absurdo. La grandeza de “Shtisel” es que tiene lugar en un mundo mágico, aparte de mezquindades de la corrección política donde todo es posible y todo es maravilloso. Precisamente lo que nos presenta la Tercera Temporada que desde marzo puede verse por Netflix. Sin embargo, una característica de esta temporada es la irrupción del mundo moderno y seglar en la vida de la Familia Shtisel.

El Fantasma y Cupido entre los Haredi

Shtisel 3 comienza con la dosis de sturm und drang domestico al que nos tiene la serie acostumbrados. Dos muertes, una totalmente inesperada que lleva un luto de ocho meses, pero de la que solo nos enteramos al final del primer episodio. El Rabino Shulem vuelve a encontrarse al borde del desempleo, a Akiva casi lo expulsan de su casa por no pagar la renta, y Ruchami se pregunta si su destino es no tener hijos. En cambio, su hermanoya Yossel tiene 19 años vive un amor digno de comedia romántica de Hollywood.

Nuevamente descubrimos que la mitad de los problemas de los Shtisel (lease Shulem, Akiva y la siempre dominante Gittl) nacen de su soberbia, de su egolatría y de su desaprensión. Sin embargo, los angelitos velan sobre ellos. Nuevamente tenemos esa inclusión de lo real maravilloso:  conversaciones con fantasmas y un milagro en el Muro de los Lamentos como secuela de un encuentro prodigioso que demuestra que Cupido también lanza sus dardos sobre los judíos Haredi.



Comencemos con Akiva, ahora convertido en esposo y padre de familia. La Prima Libby es ahora Giveret (la señora) Shtisel, madre de la pequeña Devora y musa de su esposo. Aunque, Akiva esta poseído por un fervor artístico de inmortalizar a su mujer en cuanto lienzo encuentra, no tiene el mismo apuro en vender sus cuadros. El que esta apurado en cobrar es el casero al que le deben varios meses de renta. Libby aconseja a su primo-esposo vender algunas pinturas, le recuerda que tienen una hija que alimentar.

Es solo al final del primer episodio que descubrimos que Akiva habla con un fantasma. Hace ocho meses que Libby murió. El luto tiene enloquecido a su viudo. Se muda a casa del padre, pero duerme hasta el mediodía, bebe en exceso, y descuida a su hija. La crisis estalla cuando Kauffman vende tres retratos de Libby a la fundación Wartburg.

Esto lleva a Akiva a conocer a Racheli Wartburg, la joven coleccionista de arte. Hacen un trato. Si Akiva pinta tres retratos de la calidad de los de Libby, ella le “devolverá a su esposa” que es la exigencia del pintor. Es una propuesta justa, pero Akiva, inmaduro y despreocupado, pinta cualquier cosa (unas ciruelas, un abrigo). Racheli las rechaza aun cuando Akive la acusa poco menos de ser una solterona sin corazón. Ella está asumiendo un grave riesgo al adquirir obras de un desconocido, pero al menos los retratos demostraban gran calidad.



La inmadurez y arrogancia (Incluso el toque de machismo) lo ha heredado Akiva del padre y lo vemos en Shulem en los primeros capítulos. En el primer episodio vemos al rabino sufrir dos shocks. Al golpear a un alumno que se ha insolentado, Shulem causa un grave incidente escolar. Mas cuando el hecho fue filmado por otro alumno y colgado en unas redes sociales ortodoxas.

Al convertirse en persona non-grata con los padre (incluso se habla de denunciarlo con la policía) Shulem se vuelve una carga para la escuela, y se le solicita su renuncia. Otro shock le llega al rabino cuando su cuñado Sucher se le aparece con novia nueva. Recordamos a Sucher de la primera temporada, el vendedor de lotería que amparó a Akiva cuando su padre lo expulsó de su casa.



Aparentemente, Sucher en su juventud abandonó sus estudios rabínicos para ingresar al ejército. También abandonó a Nechama, su prometida. Ella nunca lo ha olvidado y un día al ir a comprar un boleto de lotería se reencuentran. Deciden casarse, pero hay mayor felicidad. El boleto de lotería sale ganador. Nechama es millonaria. Tanta alegría le provoca a Sucher un infarto fatal

En memoria del hombre que amó, Nechama decide fundar un escuela para niños y que Shulem sea su Rosh Yeshivá (director). Esperaríamos que Shulem agradeciese al Cielo esta oportunidad de recomenzar su vida laboral. Pero no… ¡Estos Shtisel tan enamoradizos! Se ha encaprichado con Nechama y le pide matrimonio. Nechama, de manera muy fina, dice que toda su vida amó a un solo hombre y lo seguirá amando por el resto de su vida.



Shulem se indigna y decide desligarse del proyecto escolar de Nechama. En su soberbia no entiende su torpeza al acosar a una mujer que se siente viuda, tal como no entiende que ya no son tiempos de golpear alumnos. Su arrogancia recuerda la de Akiva de creer que puede contentar/estafar a Racheli con cualquier cuadrito pintado a la carrera.

No solo Akiva ha heredado el orgullo desmesurado de su padre, Gittl es otra soberbia en su excesivo terror al qué dirán. Explico que, esto nada tiene que ver con el judaísmo- En comunidades pequeñas y cerradas como las ortodoxas, importa mucho no ser “diferente”. Si lo eres puede que no te den empleo, que no compren en tu negocio o que no quera emparentar contigo. En lenguaje contemporáneo, “te cancelan”.

 Menuja, que sigue de casamentera, le ha conseguido a Yossel una novia de lujo. Le recuerda a Gittl que debe agradecérselo ya que ella y su familia están bajo escrutinio por las cosa que han sucedido. Gittl se da cuenta que la casamentera se refiere al secreto a voces de la huida de Lippe a Buenos Aires y el matrimonio tan estrambótico de Ruhami.



La obsesión de Gittl con el que dirán la lleva a mentir constantemente y muchas veces sin necesidad. También a tomar decisiones drásticas sobre las vidas ajenas, comenzando con su hijo. Yossel es un buen bajur (estudiante del talmud) y quiere dedicarse a los estudios antes de formar una familia. El Rabino Soloveichik, su guía espiritual, le dice que cree que está preparado para hacer ambas cosas.

Yossel va a la cita, conoce a Shira, pero a pesar de la extrema timidez de la chica, se enamora de ella. Es al día siguiente que estalla el escándalo. Shira Levinson esperó en vano por su cita. Yossele estuvo toda la noche con la sefardita Shira Levy. A Yossel no le importa, él quiere seguir saliendo con la Levy. Gittl casi tiene un sincope (explico que para algunos askenazis nosotros, los sefarditas somos “gente de color”).



Una Temporada Apasionada

Como en la mejor comedia romántica, el desolado Yossel va al Muro de Los Lamentos y reza por un milagro. De regreso,  en una escalinata, en medio de la noche… ¡se encuentra con Shira Levy! La argelina está un poco cortada. Les dijeron a sus padres que Yossel no quería volver a verla. El enamorado joven insiste en darle su teléfono. Aunque Shira no carga papel, él le escribe el numero en el dorso de la mano.

Me detengo para mencionar que esta temporada está muy osada en los gestos de pasión. Sin llegar a nada tan grafico como un beso, las parejas intercambian caricias que hacen las escenas tremendamente eróticas. En un flashback, vemos a Akiva en su noche de bodas, desabotonándole el vestido a su novia. Vemos al fantasma de Libby acariciándole el rostro al marido. Vemos a Yossel tocar la mano de Shira Levy y a su hermana abrazar al esposo.



Ruhami y la Hija que No Llega

He dejado a Ruhami, mi personaje favorito, para el final porque su historia es la más conmovedora. Después de cinco años de matrimonio, Ruhami siente que su unión con Hanina se resquebraja por la falta de hijos. No es que Ruhami sea infértil. Su problema es más serio. Un embarazo podría matarla.

He visto este caso en docenas de matrimonios judíos. La solución de los ortodoxos es la adopción. Me sorprende que, en este caso, los rabinos no se la hayan aconsejado a la joven pareja.  Ruhami está empeñada en contratar un vientre de alquiler, una medida prohibida en el judaísmo ortodoxo.

Hanina conoce a su esposa. Sabe que Ruhami estará dispuesta a quitarse el dispositivo intrauterino para embarazarse, y no quiere perderla. Ese es el dilema que el joven talmudista presenta al Rabino Soloveichik. La respuesta del Rosh Yeshivá es pasmosa. Tras dejar establecido que es una crisis, un asunto de vida o muerte, le dice a su alumno que la elección debe ser de Hanina, que debe hacer lo que le dicta su conciencia.



A mí me pareció fantástico el episodio porque demostraba que los judíos ortodoxos no son tan cerrados como los mientan. Mi hermano estaba furioso: “¿Entonces para que ir a pedir un consejo rabínico?  Entendámonos nosotros con nuestras conciencias”.  Mi postura final es una intermedia. Yo he conocido situaciones (sobre todo temas de aborto o de orientación sexual) en las que los rabinos han dejado la decisión final a quien viene a solicitar consejo. En este caso hubiese sido más satisfactorio que fuese el rabino quien diese el permiso basándose en que la situación está minando un matrimonio, la salud mental de una pareja y puede llevar a la esposa a poner en peligro su vida.





También me recordó lo que nos enseñaban en mi escuela. “Los textos sagrados no son un manual de primeros auxilios. Debes crear tiu propio código moral basado en las enseñanzas sagradas, porque algún día te vas a encontrar en una situación tan única que ni la Tora ni los rabinos podrán ayudarte. Es entonces cuando debes apelar a tu conciencia”.

El caso es que Hanina lleva a Ruhami a la consulta de una experta en vientres de alquiler. Es conmovedor que este joven, casi un niño,  haya ido primero, hecho consultas y planteado interrogantes. Y solo ahora trae a su mujer, seguro que es lo que ella desea. Tan bien la conoce que sabe que Ruhami, como su madre, le teme al estigma social, así que tienen todo preparado para que ella finja un embarazo.

Ruhami mira azorada las prótesis que hay sobre la mesa (me recordaron a las de Rebeca Jones en “Cuna de Lobos”) y conmovida abraza al marido. Hanina insiste en que no importa cuánto cueste el procedimiento, ellos tendrán ese bebé. Pero el precio es más alto que un pago en dinero y Ruhami tendrá que tomar una decisión muy arriesgada.



Se la entiende en vista de que su madre le dice que nunca se la imaginó sin hijos, en vista de la muerte de su primer bebé (algo que veremos en flashbacks en el capítulo 7), en vista de los diarios que escribe a esa hija que no sabe si llegará a nacer. Yo también tengo en mi poder cartas y poemas que escribí a esa hija con la que soñé toda mi vida. Yo también recuerdo gente que me decía “no te imagino sin hijos”.



La Soberbia Shtisel

Si Ruhami y su marido me inspiran una gran compasión, no me ocurre lo mismo ni con Akiva ni su padre. La soberbia de los Shtisel parece estar dirigida siempre hacia mujeres. Contrasta con Nuhem a quien la pérdida de su hija ha trastornado, pero no lo ha hecho olvidar que es ‘un caballero” por lo que es el perfecto acompañante de la sensible y refinada Nechama.

Me exaspera que la arrogancia de Akiva  vaya de la mano con su inmadurez.  Una vez casi perdió a Libby por anteponer su arte al amor de la prima. Ahora antepone su fijación idolatra en una imagen en un lienzo a sus deberes paternales y casi pierde a su hija. Resulta irónico que sea Racheli quien deba rescatarlo, tal como Nechama rescata a Shulem. Pero que no esperen agradecimiento. Los Shtisel solo aman a las mujeres que perdieron, de otro modo las ignoran, las utilizan o las insultan.



No parece coincidencia que la separación de Akiva y Devora se produzca, gracias a mujeres.  Son las maestras de la guardería de la beba, la trabajadora social y el comité de asuntos de familia quienes deben obligar a Akiva a enmendar su camino. Algo que su familia no ha conseguido. Ellas lo obligan a oír la voz de la ley seglar, ya que él no escucha a las mujeres ni siquiera a su hermana cuando Gittl consigue una entrevista con alguien que puede asesorarlo.



Pero la soberbia Shtisel no es patrimonio de varones, puesto que Gittl sabe ejercerla mejor que su padre y hermanos. Se empeña en que su hijo se case con una supuesta heredera, pero aun sabiendo que sus consuegros no podrán pagar un apartamento para una joven pareja, sigue insistiendo en un enlace que solo la satisface a ella.

Incluso en el ejercicio de la caridad, Gittl es áspera. Le da empleo a una amiga de la escuela que está en trámites de divorcio, pero cada vez que la pobre empleada abre la boca, Gittl le cae con brusquedades y amenazas de despido.



La Modernidad en el País de los Shtisel

En un consenso entre los Shtiselfans que esta es la temporada más ‘Moderna”, pero más allá de las demostraciones de amor físico en la Familia Shtisel, lo que sucede es que el mundo moderno irrumpe en esta familia para criticar no sus costumbres retrogradas, sino para exponer su disfuncionalidad.

Por un lado, tenemos los servicios sociales israelíes que separan a Akiva de su hija (“las sionistas” como las llama el abuelo Nuhem), por otro el aparato médico para conseguirle un bebé a Ruhami. Shira Levy lleva al enamorado de la biología (y de ella) Yossel a conocer los laboratorios universitarios de Bar Ilan. Pero el encuentro más estrambótico es el que lleva a Lippe Weiss, primero a proveer de comida a un equipo de filmación, luego a servir de extra en una serie de televisión, y finalmente convertirse en agente encargado de reclutar extras.



Descubrimos que Gittl y Lippe van al cine a escondidas, que los alumnos de escuelas judías usan las cámaras de celulares para grabar a sus maestros y luego colgar videos incriminatorios en redes sociales. El Rabino Shulem se admira al ver su primer juego de video,  y su nueva novia, Nechama, es locutora de radio.

Otra novedad es la aproximación al romance y al matrimonio. A pesar de que “Shtisel” como buen drama domestico siempre ha privilegiado las relaciones sentimentales y como se llevan dentro de un marco ortodoxo, ahora seguimos viendo cómo se puede circunnavegar alrededor de reglas impuestas más por costumbre que religión.



En temporadas pasadas vimos como Akiva consiguió esposa sin intervención de casamenteros y como Ruhami se casó sin huppa, sin fiesta y sin permiso de los padres. Ahora vemos a su hermano tratar de evadir la tela de araña creada por Gittl que lo obliga a casarse sin amor. El problema comienza no con Gittl sino con la incomprensible timidez de Shira Levy que llama cada un cuarto de hora a la yeshivá de Yossel, pero cuelga cuando oye la voz del muchacho.

Este juego absurdo acaba con la paciencia de Yossel quien acepta conocer a Shira Levinson. Simpatizan, y al enterarse que el padre de Shira esta desahuciado, en un gesto de impulsivo altruismo, Yossel decide comprometerse inmediatamente y alegrar los últimos días del enfermo. El mismo día del compromiso, Shira Levy desarrolla ovarios y voz solo para enterarse que perdió al novio por cobarde. Pero no es así, pronto Yossel descubre su error.



Como esto es una comedia romántica, los escritores han hecho al talmudista un obsesionado de la biología de los insectos. Cuando le regala un libro sobre insectos a su prometida esta no reacciona favorablemente lo que incomoda al novio. “¡No tengo nada que hablar con ella! “se queja Yossel con su madre.

Por suerte temas de conversación no escasean con Shira Levy que comparte la fascinación de su pretendiente por la biología natural, estudia parasitología, lo lleva de excursión por su laboratorio ¡y hasta le regala una mosca! Mas allá de lo cómico de estos encuentros, tenemos conciencia de que una romance debe incluir gustos en común. Akiva y Racheli tienen el mundo del arte, Nuchem y Nejama su amor por la música clásica, Yossel y Shira Levy su fascinación por los insectos.



Incluso, la serie nos muestra la importancia del desarrollo de proyectos en común en un matrimonio de años. Tras basurear las sueños de Lippe de entrar en el mundo del cine, Gittl se apiada de su marido y lo acompaña en un tour de la noche de la Jerusalén seglar en busca de extras. Lo mismo ocurre con Ruhami y su marido que en un esfuerzo de recaudar dinero para que no cierren la yeshivá del Rabino Soloveichik, se convierten en carteros.

Nada es Perfecto

Seria idolatría (el peor crimen que puede cometer un judío) no encontrarle fallas a esta tercera entrega. Fallas adjudicables al estrés de filmar en pandemia. La producción muchas veces se detuvo por las múltiples cuarentenas que fueron el pan de cada día del 2020 israelí y en esa atmosfera de mascarillas, desinfectantes y termómetros a veces se les “chispoteó” el libreto.



Hay ahí unos enredos cronológicos que nadie entiende. Los Weiss insisten en que llevan casados 25 años, pero en la Primera Temporada, Lippe le dijo a Ruhami que ella había nacido cuando él tenía 19 años. Ruhami le dice ahora a su ginecólogo que tiene 21 años. Eso se traduce en que el padre de Ruhami tiene cuarenta años. Si Lippe llevase un cuarto de siglo de matrimonio tendría que haberse casado dos años después de su Bar MItzvah, lo que aun para los estándares ultraortodoxos es excesivamente joven.

Luego, esto es de dominio público, los Haredi tienen muchos hijos y muy pronto. Si su padre llevaba cuatro años casado antes de ella nacer, Ruhami debería tener hermanos mayores. Tal como debería tenerlos Devora, la primogénita de Akiva.

Hace cinco años dejamos a Libby y a su primo en el dilema de casarse o separarse. Esta temporada comienza con una Libby muerta hace ocho meses dejando atrás una hija de más o menos de esa edad. Muchos televidentes han asumido que Libby murió de parto. No es así, puesto que su fantasma extraña sus días de amamantar a su hija. No sabemos de qué murió, pero tampoco cuando se casó.  ¿Les tomó cinco años a Akiva y su prima hacer las paces y casarse, o esperaron un tiempo antes de escribirle a la cigüeña?



Al menos con Ruhami, en el capítulo 7 descubrimos que perdió un bebé en el primer año de matrimonio y que ahí se  descubrió que otro embarazo la mataría. Pero no son solo problemas de cronología los que afectan la serie. ¿Por qué Racheli, que se encarga de un negocio familiar, no trajo ningún pariente a su boda? ¿Por qué Nechama, que jura que solo amó a un hombre en su vida, usa una peluca lo que indicaría que es viuda o divorciada?  Y la guinda del pastel ¿en que trabaja Reb Shulem?



En el primer episodio, Shulem al golpear a un alumno insolente incurre en la ira de padres y apoderados.  Shulem sufre de esa mentalidad medieval que no sabe que los castigos corporales están prohibidos, que la tecnología lo ha expuesto como mal maestro y persona peligrosa para la sociedad. Le parece inconcebible que se hable de denunciarlo a las autoridades. Es un shock saber que está a merced de un mundo seglar y moderno.

El comité que dirige la escuela, compuesto en su mayoría de ex alumnos (golpeados) del patriarca Shtisel encuentran como solución que Shulem renuncie voluntariamente y así salvaguarde su dignidad. La soberbia Shtisel igual se siente pisoteada. Entra la solución con nombre de mujer. Nechama, que acaba de “enviudar” del cuñado de Reb Shulem decide abrir con el premio de la lotería una yeshivá que llevará el nombre del difunto prometido. ¿Quién mejor para dirigirla que Reb Shulem?





Aunque es difícil conseguir alumnos, la astucia de Shulem prevalece en ese problema. Lástima que no ejerza el mismo ingenio en su relación con su benefactora. Cuando Nechama rechaza sus avances amorosos, el altanero rabino renuncia a su puesto de Rosh Yeshivá. Lo que sigue es confuso. Cuando unos días (o semanas) más tarde,  Nehama lo llama para decirle que acepta su cortejo, Shulem cuelga diciendo que tiene “una yeshivá que manejar”.  Luego lo vemos en su antigua yeshivá requisando un celular aun alumno. ¿Dónde trabaja entonces?

Estos pequeños errores no son suficientes para arruinar el placer de ver una serie que sigue atrayendo millares de espectadores de todo el mundo, que ya tiene asegurada una cuarta temporada y que es la única razón por la cual sigo subscrita a Netflix.







2 comentarios:

  1. Ha sido la mejor temporada por la inclusión de problemas modernos, contemporáneos, pero ha sido la más accidentada por la pandemia, o sea, los problemas de continuidad, subtramas NO muy claras o sin terminar, como que les olvidaron cerrar cierta subtrama... Qué pena, porque fuera de eso, y con unos capítulos más, 10 o 13 en vez de 8, hubieran cerrado con broche de oro esta 3ra temporada. Mejor que se esperen un rato, no sé, un año, que termine la pandemia bien de una vez por todas, y así puedan grabar la 4ta con mayor tranquilidad. Las escenas "de amor" son extremadamente lindas y muy simpáticas, y hasta eróticas. Obviamente la atmósfera ortodoxa les da ese feeling. ¡Saludos!

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    1. Lo bueno es que ya sabemos que se viene la cuarta. Mas que errores cronologicos o huecos en el libreto, me esta incomodando el fastidio que le estoy tomando a Akiva. Por ejemplo me parece muy injusto que Racheli haya acabado casada con el. Millonaria, buen corazón, atractiva pudo casarse con alguien mejor. Y que Akiva la desprecie por sufrir de depresion , el que cada vez que se deprime se pone a beber...

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