jueves, 1 de abril de 2021

QBVII y Out of the Ashes: el médico como criminal de guerra (Televisión del Ayer)

 


Primer anuncio.  Debido a la Pascua judía y a Yom-Ha-Shoah, abril es considerado en Estados Unidos e Israel como el mes de la herencia judía, así que este 2021 lo dedicaré a series y telefilmes relacionados con el Holocausto. Ya advertidos, pueden huir o seguir, pero conociendo los riesgos.

Comenzamos el Mes del Holocausto con la primera…mmm es muchas primeras. Fue la primera miniserie en tratar el tema (cuatro años antes que la seminal “Holocausto”), fue la iniciadora de la Edad Dorada de las Miniseries estadounidense y es uno de los primeros, poquísimos, estudios en la ficción del tema de la experimentación médica nazi en los campos de concentración.

Inspirado en un Caso Real

En 1964, el famoso autor León Uris (Exodus, Topaz, Trinity) se vio involucrado en una batalla legal. Wladislaw Derrng, un médico polaco nacionalizado británico, lo acusó de difamación. En un párrafo de Exodus, refiriéndose a experimentos médicos en Auschwitz, Uris aseguró que Derring había practicado operaciones sin anestesia.



El juicio fue un verdadero circo. Los exasperados jueces fallaron a favor de Derring exigiendo de Uris que pagase la mínima suma de un penique y medio al facultativo. Inspirado en esta experiencia, el escritor publicaría en 1970 QBVII, el titulo se refiere a la sala de la corte donde se llevó a cabo el juicio. Sería el segundo libro de León Uris en alcanzar el primer lugar de superventas del New York Times.

En abril 1974, la ABC presentó, en dos noches consecutivas, la adaptación del bestseller. Era una caja de expectativas y dudas. A pesar de que había sido un super éxito en las librerías, la idea de un drama legal de seis horas no parecía muy fascinante. El público estadounidense estaba acostumbrado a telefilmes, pero pasarse tres horas en dos noches consecutivas ante la pantalla parecía excesivo. Y luego la temática. ¿A quién le interesaba ver algo tan triste y sórdido como judíos convertidos en conejillos de indias en campos de concentración?



Esa primavera, “QBVII” se convirtió en la favorita de público y críticos, recibiendo 11 nominaciones al Emmy y ganado seis incluyendo premios para Juliet Mills y Lee Remick que interpretaban a la esposa y la amante de Abe Cady (el alter ego de León Uris). Lo que a mí me sorprendió cuando la vi en reposición en el 76 es que nadie notase que el mejor actor del reparto era un inglés desconocido, entonces llamado simplemente Anthony Hopkins, quien daba vida al Dr. Adam Kelno.



Dos décadas más adelante, la gente recordaría esta serie por “la primera vez que vi a Tony Hopkins actuar” pero, además, “QBVIII” haría historia al ser la primera serie limitada, o como se la llamaría desde entonces “miniseries”.  En el futuro se la presentaría en un formato de tres episodios de dos horas cada uno. Así la vi en la semana de Passover del 78. Es que, además, “QBVII” sentaría el precedente de abril como mes de series judías o del Holocausto, ya que había introducido y preparado al público sobre este tema tan difícil de tratar.

¿Pero de que va la historia y qué la hace tan fascinante? Para empezar, pueden verla en inglés en Tubi o en YT, con subtítulos aquí.

El Buen Doctor Kelno

La serie comienza a media res, en tiempos modernos a comienzos del juicio. De ahí pasamos a un flashback a 1946. Adam Kelno, un joven médico polaco, tras sobrevivir al campo de exterminio de Jadwiga, logra huir de la Polonia comunista y radicarse en Inglaterra. Allá se casa con la enfermera Angela (Leslie Caron). Aunque tienen un hijo y Adam establece una práctica médica en Londres, Angela siente que no conoce realmente a su marido quien se rehúsa a compartir con ella su pasado.



Un día, la policía irrumpe en el hogar de los Kelno y arresta a Adam. El gobierno polaco exige su extradición por crímenes en contra de la humanidad. Se le acusa de haber asistido en una serie de operaciones destinadas a estelarizar a judíos durante su estadía en el campo de concentración de Jadwiga.

Adam le asegura a su esposa que todo es mentira y ella le cree. Antes de dejar que lo extraditen, el gobierno británico hace una investigación legal. Solo se consigue un testigo, un judío asustado y avergonzado, que durante un careo con Kelno no lo reconoce.



Aunque el Dr. Kelno ha quedado libre, teme que siga la persecución por parte del gobierno polaco. Se lleva a su familia muy lejos de Europa. A Adén, entonces un protectorado británico. Kelno insiste en esconderse más lejos y acaba en un hospital de campaña en una zona inhóspita del desierto. Ahí se dedica a atender a la población beduina.


A pesar de la presión del gobierno británico, a la que no le agrada que se gasten recursos en los nativos, Kelno se granjea la amistad de los jeques beduinos y pronto se hace de una reputación humanitaria gracias a su tratamiento de esas poblaciones nómadas. El gobierno británico es obligado a reconocer sus méritos y la Reina lo nombra caballero.

La Epifanía de Cady

De ahí, de una manera un poco abrupta, saltamos a la biopia de Abe Cady (Ben Gazzara). A fines de la Segunda Guerra Mundial, y tras servir en la Real Fuerza Aérea, Cady, un judío de Filadelfia se casa con Samantha (Juliet Mills), la enfermera que lo atendió cuando estaba herido. Aunque Samantha es cristiana, e hija de un aristócrata, está dispuesta a convertirse a la religión del marido, pero Abe no tiene ninguna inquietud religiosa. De hecho, se burla de su padre, Morris (Joseph Wiseman), por seguir apegado a creencias antiguas.



Los Cady se instalan en Beverly Hills y Abe comienza una carrera como guionista de Hollywood. Samantha tiene un hijo, Ben (Kristoffer Tabori), y su suegro viene a vivir con ellos.  Pasan diecinueve años. Abe es inmensamente exitoso (dos Oscares) pero muy insatisfecho y solo sabe hacer infelices a los demás. Ha caído en el mundo de sexo y fiestas hollywoodense. Desprecia lo que escribe, desprecia a su esposa y a su padre que intenta aconsejarlo. Es hasta antipático con su amante de turno.



Lo extraordinario es que en el 2021 he experimentado el mismo estupor que sentí en 1976 ante el grado de toxicidad que Ben Gazzara le imprime a su personaje. No es culpa del actor. Así lo escribió León Uris en su libro. El lector se preguntará cómo se puede empatizar con un protagonista tan insoportable. La respuesta es que el autor no quería que quisiéramos a un personaje que es un instrumento, no un héroe..

Para tratar de salvar su matrimonio, Los Cady se van a Londres. Morris hace Aliyah. En Londres, Ben se echa una nueva amante Margaret (Lee Remick) y Samantha decide divorciarse. En Jerusalén, donde ha ido al funeral de su padre, Abe Cady tiene una epifanía. Comienza a interesarse en su religión, reza en el Muro de los Lamentos y visita el museo del Holocausto de Yad Vashem. Pasan cuatro años. Cady se ha instalado en Tel Aviv y está dedicado a escribir el libro que deseaba su padre que escribiera. Su hijo Ben se le une y se enrola en la fuerza área israelí.



Entretanto, y ya convertido en una figura respetable Adam Kelno y su familia retornan a Inglaterra donde Stephen (Anthony Andrews) comienza a estudiar medicina. A pesar de su prestigio, Sir Adam prefiere seguir trabajando con la gente pobre y Stephen se convierte en su asistente.  Todo va bien hasta que Lady Kelno lee El Holocausto de Abe Cady y encuentra una nota incriminatoria sobre su marido, la vieja acusación.

Fuera de sí, Sir Adam decide demandar al escritor. A pesar de las suplicas de familia y abogados de solo exigir una disculpa pública de Cady, Kelno se empeña en llevarlo todo a sus últimas consecuencias. El publicista (y único amigo) de Cady también le aconseja no ir a juicio. El costo será exorbitante, pero Abe Cady tiene suerte. Aunque hace cuatro años rompió con Margaret, reanuda su relación con ella. Entretanto, ella se ha casado con un aristócrata que la ha dejado viuda y millonaria. Lady Margaret pone su fortuna a disposición de su amante.



Una Batalla de Egos

No voy a meterme con el juicio que es la raison d’etre de libro y serie, solo enfatizar que “QBVII” nos hace ver que esta lucha titánica entre dos egos no es una búsqueda de justicia sino un ejercicio en arrogancia. Apoyado por el dinero de Margaret, Abe Cady viaja desde Israel hasta Polonia en busca de testigos que lo ayuden a vencer a su enemigo.

 Nunca sabemos de donde nace su fe en la culpabilidad el Dr. Kelno. Solo vemos que para ganar el juicio está dispuesto a hacer tratos con funcionarios comunistas y a obligar a testigos a exponer su tragedia pasada ante el público sin importarle cuan humillante sea esta. De hecho, ni siquiera está presente cuando las víctimas de los experimentos prestan testimonio.

Cady está en Polonia donde amenaza a una sobreviviente con la tortura de la policía comunista, con el recuerdo de sus padres muertos y finalmente, con la ira divina. Luego arrastra a otro sobreviviente a revivir los horrores del campo de Jadwiga donde estuvo prisionero. Cuando este suplica que lo proteja de la policía comunista “¿Señor Cady, puede ayudarme? Creo que no es como ellos” el escritor le responde socarronamente “No apostaría en eso”. En su soberbia necesidad de prevalecer, Cady atropella a las victimas con la misma desconsideración empleada por los nazis. El Holocausto pasa a ser un abstracto y los que lo experimentaron meros peones en un tablero de ajedrez.



Kelno comienza y termina aduciendo que practicó esas operaciones para evitar que los pacientes fuesen operados por los brutales ordenanzas de la SS. Paulatinamente va revelándose como un cobarde, mentiroso, y también arrogante, pero sigue cayendo mejor que Cady. La serie juega con nuestras percepciones de ambos personajes, pero nunca nos engañamos con el escritor.

Es como si Uris detestara a Cady. Si pensamos en que le ha impuesto algunos rasgos biográficos propios (Uris también sufrió de una “conversión” en Tierra Santa que lo llevó a interesarse en el tema judío) es como si quisiese autocastigarse por no haberse sentido judío antes.  Lo que he encontrado en “QBVII” es una pregunta muy contemporánea ¿En qué consiste la identidad judía?

Hoy la mayoría de los judíos en los medios, o prominentes en otros campos, creen que se puede ser judío sin tener religión, ni apego a Israel ni siquiera conciencia del Holocausto. Ese es Abe Cady, el problema es que aun cuando intenta adquirir una identidad judía no lo hace de manera creíble. Nunca llega a compenetrarse con su pueblo.



Leon Uris nunca llegó al exceso de su protagonista quien se autodefine como “antisemita”. Por eso es por lo que lo castiga duramente. Al final de la serie no sabemos quién es más culpable ¿Kelno o Cady, Solo sabemos que ambos, en este duelo de egolatrías, han acabado perdiendo lo que más amaban.

Aunque mucho del libro no llega a la televisión, uno de los momentos más terroríficos es cuando la Dra. Parmentier (Dame Edith Evans) relata los experimentos del médico SS Voss para convertir a la gente en robots obedientes. Una madre y una hija son atadas a diferentes sillas eléctricas. Se le exige a la hija que le aplique 50 voltios de energa ía la madre. cada vez que la hija se rehúsa, le aplican a ella choques eléctricos. La hija acaba matando a la madre.



Durante toda la miniserie, mis padres y yo militábamos em el bando de Kelno, pero en la recta final, mi madre se volvió en contra del personaje. En cambio, mi padre siguió pensando que la culpabilidad de Sir Adam era la misma que la de la niña que había electrocutado a su madre. Con el tiempo, yo me he dado cuenta de que Kelno actuó motivado por otros factores, pero mi duda persiste. ¿Fueron los médicos-prisioneros cómplices de los nazis?  ¿Pudieron evitar los experimentos?  ¿Actuaron siempre motivados por la salud del paciente?

Una Heroína Olvidada del Holocausto

La mayor virtud de “QBVII” fue traer la atención del público hacia el poco conocido tema de los experimentos médicos nazis. Yo los conocía porque mi madre me había contado sobre ellos, y porque en la escuela nos enseñaron “Noche y Bruma”, el documental de Alain Resnais sobre Auschwitz. Aunque hoy se sabe que esos experimentos se llevaron a cabo en otros campos como Struthof en Alsacia, Ravensbruck, el gran campo de mujeres, y Dachau, siempre la imaginación popular los asocia con Auschwitz y el Dr. Mengele. Lo que nos lleva a otra figura médica, la Dra. Gisela Perl.

El movimiento MeToo se infiltra en todos los aspectos culturales posibles y el Holocausto no ha sido una excepción. La queja mitutera es que el patriarcado representado por historiadores judíos ha opacado y ocultado la experiencia femenina. Sea por descuido o por proteger la modestia de las sobrevivientes, muchas de las singulares revelaciones de mujeres no han salido a la luz. A regañadientes tengo que concordar con la postura mitutera de que el Holocausto se vive de manera diferente de acuerdo con el género de quien lo experimentó.



Curiosamente, la primera literatura de sobrevivientes publicadas después de la guerra vino de mujeres. Olga Lengyel publica 5 Chimeneas en 1946, el mismo año en que se publica E Questo e un Uomo de Primo Levi. En 1948, Gisella Perl publica en USA I Was a Doctor in Auschwitz, siete años antes de la publicación de Noche, la primera obra de Sir Elie Wiesel, y un año después de la publicación del Diario de Ana Frank. El Diario sigue siendo el libro más leído sobre el Holocausto, pero las obras de las Doctoras Lengyel y Perl han sido semi olvidadas.

Sin embargo, en el 2003, Showtime decidió filmar el libro de la Dra. Perl o al menos inspirarse en el para contar una fábula sobre como la moral y la éticatal como las conocemos desaparecían al pisar el infierno que era Auschwitz. Para entonces la verdadera Gisela Perl había muerto y Christine Lahti (originalmente era Meryl Streep quien iba a protagonizar el filme) pudo interpretarla con cierto grado de ambigüedad que nos la empareja con Sir Adam Kelno.



De Sobreviviente a Criminal de Guerra

La historia comienza en Ellis Island en 1946. La Familia Goldstein de Queens se prepara a recibir a una refugiada, la Dra. Gisella Perl. La embarazada Didi Goldstein es enviada a recoger a Perl que desciende de un barco cargado de tropas norteamericanas y de refugiados. Didi sabe que Perl fue una famosa ginecóloga en Hungría antes de la guerra, que su familia la conoció en Sighet y que Perl fue médico de su tía Rachel.  Estuvieron juntas en los campos y se espera que Rachel pronto vendrá a Nueva York también.

Didi se encuentra con una mujer brusca y dominante que he lanza su maletota encima y sin importarle el avanzado embarazo de la joven, la obliga a que la lleve por un tour de las tiendas de la Quinta Avenida. Entre mascar bagels y mirar los escaparates, se pasan una tarde que acaba cuando la facultativa exige que Didi le compre los zapatos más caros de Saks.




Solo entonces, Gisella acepta ir a casa de los Goldstein donde deja car una bomba. Rachel no volverá, murió en Auschwitz. Gisella se guarda de contarles que Rachel murió por estar acompañando a su madre (los que se negaban a abandonar a los niños o a los ancianos eran gaseados junto a ellos).

Desde el momento de su llegada, “Gizka” es un manojo de quejas. A sus exigencias de compras caras, se agrega la irritación de saber que no podrá practicar la medicina sino hasta haber aprobado unos exámenes médicos y hacerse ciudadana estadounidense. Los exámenes la frustran ya que considera que en ginecología los estadounidenses están muy atrasados en comparación con Europa. Fastidia a Didi que la Dra. Perl insista en que su cesárea fue innecesaria.

Sin embargo, Gisella no es feliz y eso no se debe a su frustración con reglas de su nuevo país. La ahogan los recuerdos que datan de su infancia, de su hogar tradicional y religioso donde resaltó desde pequeña por ser la mejor alumna (aun siendo mujer y judía) de su clase. Gisella tuvo que batallar contra los prejuicios paternos para poder estudiar medicina y solo lo consiguió jurándole a su padre que nunca dejaría de ser ortodoxa. Así vemos a Gisella crecer, graduarse y formar su propia familia, a la par de tener una exitosa practica privada en Sighet.

De vuelta al presente. Gisella obtiene un triunfo cuando el distinguido oncólogo Jonas Reuben le suplica atienda su esposa que lleva 18 horas en trabajo de parto. Su ginecólogo está de viaje y el Dr. Reuben no confía en el cirujano que le ha asignado el hospital y que insiste en practicarle una cesárea. Eva, la parturienta, es húngara y su padre fue maestro de la Dra. Perl. Confía en ella. Gisella logra salvar a la madre y al bebé sin la interferencia de una cirugía innecesaria. Los Reuben en agradecimiento, le regalan un departamento en Central Park, donde la ginecóloga planea instalar su consultorio.



Gisella pasa sus exámenes, pero se encuentra con un inesperado obstáculo al momento de postular a la ciudadanía estadounidense.  Se cree que “colaboró “con los nazis durante su estadía en Auschwitz. Entra aquí la parte culminante de la serie, pero también la más exasperante. Durante vatios días, la Dra. Perl es interrogada por un panel formado por Richard Crenna, Beau Bridges y Bruce Davison quienes actúan como si fueran los jueces del Hades.



Lo que debería ser un episodio conmovedor y fascinante, se vuelve un circo. Perl presenta una faceta (hasta entonces) desconocida de Auschwitz, el mínimo cuidado médico que recibían los prisioneros, la ardua labor de los trabajadores de saludtan prisioneros y vulnerables como sus pacientes y los espeluznantes experimentos de Josef Mengele. Sin embargo, la ignorancia e indiferencia del panel deriva en una actitud entre escandalizada y condescendiente hacia la Dra. Perl que ella responde con enojo, sarcasmo y arrogancia. Lo que tampoco ayuda su caso.

En flashbacks, Gizka narra su calvario. Llevada con toda su familia a Auschwitz, es la única que ha sobrevivido. Se convierte en médico de las prisioneras. Un término ambiguo ya que no posee ni autoridad ni medicamentos ni instrumental para atender a la hambrienta, maltratada y enferma población.  Para su desgracia, atrae el interés del Dr. Mengele, capo di tuttí el personal médico de Auschwitz-Birkenau.



Creyendo hacerles un favor a las embarazadas, Perl las señala para que Mengele les dé mejor trato. Solo cuando la polaca Zozia se lo enrostra, Gisela descubre que ha mandado a esas mujeres a su muerte. Está prohibido en Auschwitz que haya mujeres embarazadas. Incluso la sádica guardia Irma Griese debe solicitar las facultades de abortera de la Dra. Perl. Gisela se promete que impedirá la muerte de las embarazadas con el simple hecho de practicarles abortos.



Aunque escandalicen sus palabras al panel de interrogadores, la promesa de la ginecóloga se convierte en una proeza. Debe practicar operaciones clandestinas, sin anestesia, sin antisépticos, con sus manos como único instrumental quirúrgico. Cuenta que en algunos casos debió interrumpir embarazos muy avanzados y matar a bebés ya desarrollados.  Debido al constante tono irónico y escéptico que esbozan los interrogadores y la interrogada, se pierde el poder de este relato espeluznante y conmovedor.



La Verdadera Saga de la Dra. Perl

En realidad, este interrogatorio nunca tuvo lugar. Tras descubrir que era la única sobreviviente de su familia, anonada por lo experimentado y lo que la habían obligado a hacer, la Dra. Gisella Perl decidió no volver a la medicina. Se dedicó a dar charlas sobre Auschwitz y a testificar en juicios contra los perpetradores del Holocausto.

Eso la llevó a Estados Unidos donde Eleanor Roosevelt escuchó la historia de Perl e insistió en conocerla. Aunque ya no era Primera Dama, Roosevelt agilizó los trámites para que su nueva amiga se convirtiese en ciudadana y le dijo “deja de torturarte” convenciéndola de que debía regresar a la medicina. En 1948, el Presidente Harry Truman firmó un decreto especial que le otorgaba la ciudadanía a la Dra. Perl. Nunca fue sometida a interrogatorios ni estuvo bajo sospecha.

Entiendo que, para añadir dramatismo, se haya creado este tribunal de representantes del patriarcado en contra de una pobre mujer que no sabe explicarse, pero me molesta el presentismo de convertir la ordalía de Perl en una apología del aborto. Por ejemplo, ella insiste en llamar fetos a las criaturas que se ve obligada a sacrificar.



Hay una tremenda diferencia entre la mujer moderna en países donde el aborto es legal que escoge ese camino entre varias posibilidades, y lo que vivieron las pacientes de Perl donde solo había dos opciones, muerte o aborto. A pesar de que a Perl le tomó años aceptarlo, ella practicó, en circunstancias escalofriantes, lo que hoy conocemos como abortos terapéuticos.

Gisella Perl (la serie no explica esto como no explica muchas cosas) cumplió la promesa hecha a su padre y fue religiosa toda su vida. Cuando Eleanor Roosevelt la invitó a comer, debió tenerle una cena kosher. De acuerdo con el Talmud y la Halaja, lo que hizo en Auschwitz era permisible puesto que en esos casos se recomienda salvar a la madre.

 Incluso durante la guerra, las responsas rabínicas se hicieron eco de estos dictámenes. Aun así, el dilema moral y el shock emocional fueron inmensos. Incluso en su libro, Gisella Perl confiesa que intentó suicidarse. El final feliz es que en su práctica médica privada y en el hospital neoyorquino de Mount Sinaí, trajo al mundo a más de tres mil bebés y asistió a muchas mujeres en exitosas curas de fertilidad.



Su recompensa fue descubrir que su hija Gabriella (que no sale en la serie) había sobrevivido. Juntas hicieron aliyah a Israel en los 70.   Alla tuvo un recibimiento muy cálido de toda sus pacientes de Auschwitz y Bergen Belsen, Un absurdo de la serie es mostrarnos a Gisella Perl atendiendo un parto en Auschwitz justo cuando los rusos liberan el campo. Como suele ocurrir con estos filmes panfletarios, la realidad es más interesante y dramática.

A comienzos de 1945, Mengele cerró su práctica médica en Auschwitz y se trasladó al campo de Gros Rosen. La Dra. Perl, como muchos otros prisioneros, fue llevada a Bergen Belsen. La llegada en abril de 1945 de las tropas inglesas al campo encontró a la ginecóloga atendiendo el parto de la polaca Maroussia. Se conoce este episodio porque un oficial médico británico, el Brigadier Glyn Hughes, auxilió a la partera que por fin tuvo acceso a antisépticos e instrumentos

Esta anécdota, incluida en muchas antologías, sirvió para aumentar el prestigio de la Dra. Perl. A diferencia del telefilme, Gisella Perl nunca fue acusada de exigir pago por sus servicios en el Lager, nunca la persiguió Zozia a gritos por las calles del Lower East Side, nunca sus actividades fueron cuestionadas por representantes del Servicio de Inmigración.



Al final del interrogatorio ficticio, una agotada Perl hace un Mea Colpa y suplica al trio de jueces que le permitan reparar sus pecados, volviendo a practicar la medicina. A mí me dio nauseas ese final. No solo es falso, es como si hubiesen confundido a Perl con el Dr. Miklos Nyiszli quien realmente colaboró con Mengele.

Eso me llevó a pensar que cuando se trata de la narrativa del Holocausto, el médico es quien siempre lleva la peor parte. Siempre se le ve como egoísta y colaboracionista. El médico es quien recibe un trato privilegiado y el que se deja fascinar por la posibilidad de experimentar en humanos sin limitaciones éticas que se lo impidan.

 Lo vemos con Nyiszli en “The Gray Zone”, con Gisella Perl en “Out of the Ashes” y con Kelno en “QBVIII”.  Con eso se devalúa una labor que implicaba tomar decisiones que iban en contra de la ética médica. Se niegan los dilemas morales que enfrentaban. Al final, los médicos (y no soy amiga del rubro) eran tan brutalizados como los demás prisioneros, solo que su tortura era mental más que física.



“Out of the Ashes” está en inglés en Tubi y en You Tube. En YouTube también está en castellano.

 

 

 

6 comentarios:

  1. Desde Fb de Guillermina Antonucci
    Ufff, todo ese tema es terrible, Male... hay muchísima literatura académica escrita en torno del tema del "traidor"... cómo la comunidad mira de soslayo al sobreviviente, y muchas veces lo acusa de haber colaborado con el opresor como única forma de entender por qué sigue vivo. Hay que ponerse en los zapatos del que ha tenido que atravesar la experiencia concentracionaria para entenderlo. Desde afuera todos juzgamos... Justo el año pasado hice un curso de la Uni sobre un tema general que, en cierto punto, tocó estas cuestiones (aunque aplicadas al caso argentino). Interesantísimo el libro de Ana Longoni, "Traiciones: la figura del traidor en los relatos de sobrevivientes de la represión". Todavía no he podido hacerme con el texto completo, pero las reseñas que he leído demuestran lo profundo que es...

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    1. Guillermina Antonucci Muchiimas gracias, Reina Guivi por pasar y por vincular el tema a algo mas contemporaneo. Todos sabemos que no se puede culpar a todo un pais por un mal gobierno, ni decir que por no resistirse a tal, sea alguien automaticamente complice, pero esto va mas alla. Culpar a las víctimas de la represión simplemente por sobrevivir? Eso es inaudito. Y despues se preguntan de donde surge lo que en inglés se conoce como Survivor's guilt (culpa del sobreviviente). Por decadas he oido sobre como se trató a los sobrevivientes del Holocausto, siempre buscando algun motivo secreto para el que no hubieran perecido. En los casos de las mujeres era facil, se decía que todas habian sido prostitutas. Por eso hasta hoy, no hay un verdadero estudio sobre los abusos sexuales que sufrieron las prisioneras. Pero tambien se habla de "prisioneros privilegiados"por ejemplo los integrantes de las orquestas de Auschwitz, los sonderkommando (los que sacaban los cadaveres de las camaras de gases) y los médicos. Y no habia tales privilegios. Hay una diferencia con los Kapos (y a pesar de lo que haya leido Catherine Fullop) hay muy pocos casos de Kapos judios. Es lo mismo que las prostitutas. Debido a las Leyes de Nuremberg, estaba prohibido poner a judias a trabajar en los burdeles. Sin embargo, eso no quita miles de casos de violacion, abuso sexual, tortura sexual, ect. Solo que no era oficial. Besos

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    2. Desde FB de Guillermina Antonucci
      Justamente de todo eso habla el libro de Longoni, traído a lo contemporáneo. A las mujeres sobrevivientes de la ESMA siempre las acusaron de prostituirse, como si llegado el caso hubieran tenido opción! Lo mismo a los presos obligados a formar parte del "staff" y del "mini staff"... eran gente que tenía ciertas capacidades que a sus captores les eran útiles, y que por eso eran obligados a colaborar. Pero esa dimensión de la obligación a muchos parece que les gusta pasarla por alto. Y la culpa del sobreviviente... es un asunto devastador también... a todo nivel, también afecta a los que lograron escapar y no fueron detenidos. He visto a mi madre preguntarse una y otra vez por qué ella alcanzó a irse al extranjero y tantos de sus compañeros de facultad no... son heridas que quedan en el alma...

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    3. Guillermina Antonucci Perdona me salté este. Me recuerdas el caso de Lydia Papaleo de Graiver. Si la violación era parte de la tortura, como se puede acusar de vender el cuerpo, si el cuerpo ya se habia convertido en propiedad de los verdugos? dEmos gracias todos los días que a tu mamá no la encontraron. Ya sabes mi postura politica, pero con la tortura no tranzo.

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    4. Desde FB de Guillermina Antonucci
      Otra investigadora que trata el tema de los sobrevivientes y la legitimidad social de su palabra es Ludmila Da Silva Catela. Te dejo un fragmento muy significativo: "En esta lógica de inclusiones y exclusiones, si todavía hay un grupo ‘poco legitimado’ para hacer pública su palabra es aquel formado por los ex- presos políticos […] Ellos cargan sobre sus espaldas el hecho de ‘haber sobrevivido’, estigma que moviliza ideas ambiguas sobre la ‘suerte’ o la sospecha del ‘por algo será"

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    5. Guillermina Antonucci Gracias eso es aplicable a las v'ictimas de los lager, sin reparos de edad ni sexo. Muchas veces la culpa se la autoaplicaban y escondian su pasado. Mi Ma me contaba que cuando ella era pequena conocio mucha gente que se hacia transplantes de piel para borrar los tatuajes.

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