Hay quien dice
que el Holocausto no acabó el ’45. Mas allá de pogromos polacos, y secuelas físicas,
el trauma, las pesadillas y la culpa perseguirían a los sobrevivientes por
décadas. ¿Si era duro para el adulto reintegrarse a la sociedad, cómo lo seria
para el niño que no conocía lo que era la vida civilizada? Este tema ha sido
tratado en dos dramatizados muy recientes: “The Windermere Children” y “La
Guerra e Finita”. que me ha parecido indicado para comentar hoy Yom Ha-Shoah
La Guerra Contra
los Niños
En su momento no
quise ver el telefilme “The Windemere Children”. Al haber leído The Boys
de Sir Martin Gilbert tenía una idea de que trataba, pero la BBC se ha vuelto
tan antisemita que no creí que fuese a hacerles justicia a los verdaderos
sobrevivientes del Holocausto: los niños.
Cuando se cumplió
medio siglo de la Liberación de Auschwitz, llevé a un pequeño grupo de clientas
(todas sobrevivientes del Holocausto) a cenar a Beefsteak Charlie’s en Forest Hills.
A la hora del postre— -el famoso cheesecake, se nota que no comíamos
kosher—hice que pusiesen en la mesa fotos de sus hijos y sus nietos. Ahí hice un
brindis con lo que nos quedaba de sangría, diciéndoles “ustedes son las
verdaderas vencedoras de la Segunda Guerra Mundial”.
Es cierto. Algo que
Hitler consiguió con su Solución Final fue destruir casi por completo la
población infantil judía de Europa continental. En mi entrada anterior hablamos
de la saña con la que se persiguió a las embarazadas en los campos de
concentración y de los experimentos para esterilizar a los judíos. El detalle más
decidor, es que, en 1946, el gobierno británico envió una invitación a los
campos de refugiados para que mil niños judíos se instalasen en suelo inglés.
Solo se pudo encontrar a 750 sobrevivientes de menos de 16 años. 300 fueron instalados en Calgarth en la campiña
cercana al lago de Windermere.
Simon Block quien
había creado la excelente y poco valorada “Home Fires”, escribió el libreto basándose
en las declaraciones de un puñado de esos niños quienes aparecen al final a
hacer un último comentario a lo “Band of Brothers” El filme se centra en los esfuerzos
de los encargados de rehabilitar a los niños. Tarea a cargo de Oscar Friedmann
(Thomas Krestchmann), un psicoanalista de Berlín; la pintora vienesa Marie
Paneth (Romola Garai) quien ha creado un nuevo tipo de terapia basado en arte; y
el escoces Jock Lawrence (Iain “Jorah” Glen). Los dos primeros son también
refugiados judíos, pero, como Lawrence, están perplejos ante el horror que han
experimentado sus pupilos.
Ni siquiera los
Lauer, la pareja de educadores que han sobrevivido Theresienstadt, pueden
comprender lo que presencian. Los huérfanos no confían ya en el mundo adulto y
menos en la comunidad médica, por lo que resulta difícil comunicarse con ellos.
Muchos de los chicos están en un alto estado de insociabilidad y no quieren oír
de ordenes o consejos.
Solo un
Huérfano Puede Entender a Otro
Para Jock, la
solución es muy británica: deportes.
Entre los salvajitos hay algunos buenos atletas (como Sir Ben Helfgott, que
llegaría a ser campeón olímpico de levantamiento de pesas). Marie cree que el
arte puede ayudar a los chicos a contar su pasado, pero la oscuridad y desolación
de los dibujos de los niños terminan deprimiéndola a ella. Oscar cree que solo
hablando podrán exorcizar el terror que han vivido, pero los chicos son
herméticos. Aunque sufran de pesadillas constantes y hasta ataques de sonambulismo,
solo intercambian confidencias entre ellos, porque únicamente un huérfano puede
entender a otro.
Eso lo muestra el filme, como también incluye
otros retazos de verdad tales como el que los refugiados eran tan flaquitos que
no les quedaba ninguna ropa. Anduvieron en paños menores más de una semana
antes de que les encontraran vestimentas. Otra verdad, por dramática que
parezca, es como Salek, quien nunca perdió la esperanza de reencontrarse con su
hermano, lo hace cuando este (que estaba en la R.A.F) llega en motocicleta a Windermere.
Lo que se ha
exagerado es el salvajismo, que casi bordea en la delincuencia, de los
muchachos. También el rechazo de la comunidad. De acuerdo con declaraciones de
los sobrevivientes, la comunidad de Calgarth fue más que amistosa, incluso los jóvenes
les prestaron sus bicicletas a los huérfanos. En el filme, los chicos del
pueblo vienen a burlarse de los refugiados. Estos los persiguen y les roban las
bicicletas. Acto seguido parten a pasearse, en calzoncillos, por el pueblo. Eso
nunca ocurrió.
Tampoco es cierto
que, en venganza, los bullies pueblerinos aterroricen a los huerfanitos más
pequeños. Tampoco es cierto que los jóvenes
roben lo que encuentren, hasta un perrito, o que se abalancen sobre el pan en
la mesa. Vale recordar que a lo mejor así se comportaron apenas fueron
liberados del campo, pero de eso ya han pasado cuatro meses. Aunque todavía
desconfiados y traumatizados, no son criaturas ferales.
Hay muchas licencias,
algunas comprensibles. Marie Ponseth en realidad tenía cincuenta años y era
altísima. Oscar Friedmann, que en la serie siempre está imponiendo reglas y dividiendo
el tiempo de los niños en clases y actividades, en realidad decidió dejar a los
refugiados un espacio de libertad sin reglas. Al comienzo de la estadía de
cuatro meses de los niños en Windermere, se la pasaban paseando por el bosque o
nadando en el lago y la única clase obligatoria era inglés.
Aunque me gustó
mucho la película, me resultó difícil identificarme con los personajes. Es predominantemente
masculina. Hay un solo amago de romance para lo que tienen a la nena
obligatoria, de la que solo sabemos que le gusta comer y dar besitos. Al final,
acaba siendo humillada por el novio que es atormentado por recuerdos de la
familia que perdió.
Como me iba a
ocurrir con “La Guerra e Finita”, eran los más pequeños los que más me llegaban.
En este caso se trata de Bella, una nena de como siete años, que se ha convertido
en madre de crianza de tres niños menores que ella. Marie queda en shock al ver
que, en la noche, los niños se acurrucan como ratoncitos debajo de la camita de
Bella.
Uno de los
momentos más impresionantes es cuando Marie pasea a los niños por el bosque y
tienen un encuentro con una mujer que pasea un corgi. A pesar de lo pequeño del
can, su sola presencia aterroriza a los niños que huyen. Ester Lauer los
encuentra refugiados bajo un tronco como si fuesen duendecitos.
Aunque la PBS ha
ofrecido dos veces “The Children of Windermere” el año pasado, yo no quise
verla, pensé “más clichés. Mas falso melodrama”. Si la vi fue después de ver el primer
episodio de “La Guerra e Finita” que me dejó con interés de saber más de los
pequeños sobrevivientes del Holocausto.
“La Guerra e Finita” fue mi primer programa
visto en MHz Choice. Este es un servicio de streaming que se especializa en
series de televisión de la Europa Continental. Lamentablemente este útil
servicio solo puede verse en USA y Canadá. Incluso está gratis para los que
poseen televisores Samsung.
Los Niños de
Selvino
Hacia tanto tiempo
que no veía nada italiano que comencé por lo más nuevo (en términos de drama de
época). “La Guerra e Finita” fue filmada en el 2019 y vio la luz en la RAI en
enero del 2020, al comienzo de la pandemia. Está inspirada por el caso real de Los
Niños de Selvino, un libro escrito por el novelista israelí Aharon Magged.
Es la historia de un grupo de sobrevivientes
que fue instalado al final de la guerra en una granja en Selvino, en la Lombardía.
El establecimiento estaba dirigido por veteranos de la Jewish Brigade
(una brigada del ejército británico compuesta enteramente por judíos de
Palestina) y tenía una clara orientación sionista.
En la miniserie, la perspectiva es más
universal, se expande más allá de los huerfanitos para abarcar experiencias de
adultos en ambos lados de la guerra civil que se batió en Italia después del armisticio
de 1943. Eso la hace diferente a “The Windermere Children”. Aparte, que en ocho
horas de serie hay más tiempo para elaborar las personalidades de los
personajes principales que en una película de menos de 120 minutos.
La serie es
producida por Michele Soavi, el creador del archifamoso Comisario Montalbano.
De hecho, el protagonista es MIchele Riondino, “Il Giovanne Montalbano”. Tras acabar la guerra en Italia, donde ha luchado
junto a los partisanos, el ingeniero Davide Pavia (M. Riondino) va en busca de
la esposa e hijo que deportaron los alemanes. Pero en la frontera austriaca se
encuentra con un pequeño grupo de niños que ha sobrevivido los campos.
Davide regresa a Milán
en busca de alguna organización que se encargue de los huérfanos. Aunque
algunos niños tienen la suerte de encontrarse con parientes, un puñado queda a
la deriva. Davide conoce a otras dos personas que están en su situación
parecida, con niños a los que nadie quiere dar alojo. Uno es Ben, un ex oficial
de la Brigada Judía. La otra es Giulia, una psicóloga que se pasó la guerra en
Suiza.
Davide recuerda
que cerca de ahí están las tierras de la Marquesa Terenzi donde su esposa
fungía como maestra de los hijos de los campesinos. Como la propiedad está
abandonada, deciden instalarse allí, pero se encuentran con una sorpresa,
Mattia quien asegura que está huyendo de los fascistas que querían enrolarlo en
sus milicias. Nosotros sabemos que Mattia es un soldado de La Guardia
Republicana de Saló que está ocultándose de los Aliados y a la espera de
contactar a sus camaradas.
Secretos,
Miedo a los Perros y el Young Angry Survivor
Mattia no es el
único en cargar secretos. A Davide lo carcomen los remordimientos por no haber
evitado el arresto de su esposa e hijo. Tras su orgullo de judío de kibutz, Ben
esconde el dolor de saber que veinte miembros de su familia fueron asesinados
por los nazis. A Giulia la agobia otra culpa. Su padre ha sido arrestado por
los Aliados, acusado de fabricar armas para los alemanes.
Sin embargo, esos
secretos no se comparan a los de los niños sobrevivientes. ¿Qué carga Gabriel
en una caja? ¿Por qué Sara odia tanto a Italia que quiere irse a un kibutz en
Israel? ¿Porque Miriam se niega a tocar el piano y, a diferencia de las otras niñas,
no está rapada? ¿Y por qué el pequeño Giovanni se niega a hablar cuando Davide
lo ha oído cantar?
Como en “The Windemere
Children”, son los más pequeños los que más impresionan. Ese es el caso de las
hermanitas Lila y Aliza. Lila ya va para los doce años, se siente que está creciendo,
quiere su independencia y hacer amigas de su edad. Esto choca con Aliza que es
totalmente dependiente de su hermana y se siente rechazada.
Sera Aliza quien protagonice
una de las escenas más sobrecogedoras de “La Guerra e Finita”. Al refugio de
Selviano llegan la a maestra Eugenia y la pediatra Susanna. Con Susanna viene
su hijita Ester que se ha pasado la guerra con amigos de la madre que eran
gentiles. Ester es diferente a los otros niños, tiene cabello en trenzas, ropa
bonita y carga una muñeca que los otros niños, en un súbito ataque de envidia,
le arrebatan. Se arma una batahola y entremedio alguien intenta sustraerle la
cuchara a la pequeña Aliza.
Indignada, la
nena brinca sobre una mesa y, en una siniestra imitación de un Kapo, azuza a
sus compañeros a golpearse. Los adultos horrorizados no entienden. Son los chicos
mayores quienes deben explicarles que en los campos se le negaba la comida a
quien no tuviese cuchara. La idea de perder la cuchara significaba la muerte y
ese es el trauma de alguien tan pequeño como Aliza.
Como en “The
Windemere Children”, tenemos ya ciertos lugares comunes: el miedo a las duchas,
la desconfianza de toda autoridad, y el obligatorio incidente del perro. Aquí
se trata de un ovejero vagabundo que sorprende a Giovanni en el bosque y le
provoca un desvanecimiento. Los otros niños aúllan de terror y el perro (como
suele ocurrir) les ladra furioso. Ben intenta alejarlo a pedradas, pero Lila lo
detiene. Ese fue un buen mensaje, que los niños vayan equilibrando sus miedos
traumáticos con la compasión por los más débiles. Al final, el perro se
convierte en mascota
Los adultos también
sufren con la incapacidad de comunicarse con los niños. Ben cree que imponer la
disciplina permitirá a los chicos acomodarse mejor a las exigencias del kibutz.
Es uno de los que cree que por no haber emigrado antes, los judíos facilitaron
sus propias muertes y que ahora la única solución para el Problema Judío es el
sionismo.
Debido a que la guerra no la tocó, la psicóloga
Giulia está llena de optimismo y cariño, pero peca de ingenua y lo descubre
cuando intenta escuchar las historias de los huérfanos. Aunque no le va tan mal
con Miriam, Lila y Alisa, se estrella con muros al intentar sicoanalizar a Sara
y Gabriel. Cuando dice a Sara que solo
quiere devolverle la identidad perdida, la chica le muestra el tatuaje del
brazo: ese número es su única identidad.
El caso de
Gabriel es más peliagudo. Su condición de antisocial antecede a su vivencia en
los campos y con partisanos. Desde que Sal Mineo diese vida al rebelde Dov
Landau en “Exodo” que el Young Angry Survivor se ha convertido en un cliché
de la narrativa del post-Holocausto. Solo que Gabriel nació en guerra contra el
mundo.
Como le cuenta a
Giulia, nunca conoció a su padre. Su madre lo abandonó en un orfanato de monjas
donde ni aprendió a leer. Se sabía que era judío, porque su madre le dejó una
Estrella de David al cuello. Eso será suficiente para que los alemanes lo
deporten a un campo de donde logra huir. Gabriel solo entiende de violencia,
solo sabe delinquir y aunque tiene buen humor y es cariñoso con Giovaninno, no
se necesita de mucho para que aflore su agresividad. El más que nadie sufre por
una identidad que nunca tuvo.
Las Historias
Paralelas
La serie se
enfoca en los esfuerzos de los adultos por ayudar a los huérfanos a volver a la
normalidad. En eso no difiere de “The Windermere Children”, pero una serie de
historias paralelas diversifica y agiliza la trama. Tenemos los esfuerzos de Davide
por encontrar a su mujer e hijo. esfuerzos que lo llevan a entrevistar
sobrevivientes y visitar campos de concentración. Es así como, tanto el
ingeniero como el espectador, descubren la magnitud del genocidio.
Por otro lado,
tenemos el dilema moral de Giulia que intenta “limpiar su conciencia” —como
la acusará Davide— dedicándose a la rehabilitación psicológica de
los niños. Pero cuando Giulia visita a su madre en Milán, ella se convierte en
otra persona. Mas allá de su negativa de visitar al padre encarcelado y el
repudio a una clase social que todavía no se arrepiente de su fascismo, está su
alegría de encontrarse con los mimos de su madre y de su nana. Al l igual que el
reencuentro con su cuarto inmenso, su bien provisto armario, el Fiat del padre.
El problema de
Giulia es que, y su interprete isabella Ragonese lo explica en
una entrevista, no entiende que no se avanza sin enfrentar su pasado.
Giulia debe entender que ayudar a las víctimas del fascismo no implica
sacrificar las cosas buenas de la vida ni su amor de hija.
Mas truculenta es
la historia paralela del pobre Mattia. Descubierto por otros fugitivos, es chantajeado
por el feroz Teniente Bianchi, un criminal de guerra buscado por los Aliados,
para que robe y los ayude. Bianchi consigue un pasaporte para que Mattia huya
con ellos a “Las pampas”. Mattia no
quiere, se ha acostumbrado a la vida en el refugio, y sobre todo a Miriam, pero
les teme a sus ex camaradas, y más le teme a lo que harán sus nuevos amigos si
saben que colaboró en atrocidades en contra de los partisanos.
Otro es el caso
de Sara quien se atreve a retornar a la mansión que le fue arrebatada a su
familia Descubre que un fascista la consiguió a un precio irrisorio y que el
mecánico que delató a sus padres ha sido exonerado por las autoridades. Tanta
injusticia empuja a la adolescente a tomar justicia por su propia mano.
La historia paralela más importante, porque al final se entronca con el hilo argumental principal, es la de la Marquesa Terenzi. Esta bella y elegante anciana vive como ermitaña en su villa desde la muerte de su único hijo en el Frente Oriental. Aunque nunca colaboró con el fascismo, su tragedia personal la ha hecho insensible a la desdicha ajena. Al enterarse de la presencia de intrusos en su granja ordena su desalojo.
Gracias a
amistades familiares, Giulia se entrevista con los abogados de la Marquesa y se
reencuentra con Stefano Dellara, un amigo de la infancia. Debido a su atracción
por Giulia, Stefano convierte la causa de la psicóloga en la propia.. Así
consigue retrasar el desalojo. El
problema es que Giulia está enamorada de Davide; Stefano lo sabe; Davide no
quiere reconocer que corresponde al sentimiento, pero encuentra formas de
demostrar su desagrado hacia la relación de la psicóloga y el abogado.
Los Obligatorios
Romances
A diferencia de “Los
Niños de Windermere” donde solo hay un amago de romance, “La Guerra e Finita”
no sería italiana si el amor no predominase. Si hasta el hosco Ben, después de
recibir una carta tipo “Dear John” de parte de su novia del kibutz, rápido se
consuela con Susanna, la pediatra. Hay historias de amor que sabemos están
predeterminadas a tener finales tristes como la de Mattia y Miriam, en cambio
la de Sara y Gabriel está llena de promesas para el futuro.
En la búsqueda de
identidad de Gabriel, su relación con Sara se la otorga. Ella es quien, al alfabetizarlo,
le abre las puertas de un mundo nuevo. Cuando la disuade de matar al delator de
sus padres, Gabriel renuncia a su pasado de violencia.
Por supuesto, el gran lio romántico de la historia es el triángulo Davide-Giulia-Stefano. El problema es que el libretista Sandro Petraglia ha elegido salirse del marco de realismo de la trama para caer en clichés de telenovela que en el contexto de la historia adquieren connotaciones negativas.
Petraglia es
honesto al retratar el machismo mediterráneo que era predominante en ese tiempo,
pero que duele cuando se utiliza entre gente destrozada. Al final parece una
forma de bullying masculino. Cuando Gabriel cree que fue Sarah la que le contó
a los demás que él no sabía leer, la ataca en su feminidad o falta de ella.” ¡Mírate
al espejo! ¡Con ese cabello y esa ropa no pareces una
chica!”
Es el modo en que
los hombres nos han sometido por siglos, haciéndonos sentir feas y menos
mujeres. Por algo se rapaba a las prisioneras en los Lagers. Cuando Gabriel
quiere pedir perdón, roba un vestido de una tienda que Sarah no se pone. No necesita
de un vestido para sentirse atractiva. Tanto así que es la única que hace el
amor en este relato.
En “The
Windermere Children” el romance entre Arek y Marta acaba cuando el niño la
acusa de haber sobrevivido a costa de favores sexuales. Tal tema es imposible
en “La Guerra…” donde tenemos una huerfanita que fue convertida en esclava sexual
de facto por los SS. Miriam no es vista como oportunista. Todos le
tienen lástima, hasta Mattia llora al enterarse de su tragedia.
Sin embargo, cuando Giulia le anuncia a Davide
que Stefano la quiere de novia, el ingeniero le responde groseramente que, si
es para ayudarlos a quedarse en el refugio, tiene su “bendición”: “acuéstate
con él”. Además de ordinario, Davide está siendo injusto. Giulia es una mujer
difícil. Tiene el carácter vivo, “habla demasiado” como dice Davide, y suele
meter la pata, pero no con él.
La vemos montarles
berrinches a las autoridades, a su madre, al abogado de la Marquesa, a la misma
Marquesa y al pobre Stefano, pero con Davide es siempre cuidadosa. Es respetuosa de los sentimientos del
Ingeniero, escucha sus confidencias y lo apoya en su búsqueda de su familia.
Cuando Davide acepta que su mujer está muerta, le da la ropa de Enrica a la psicóloga
para que la reparta entre las niñas, Giulia no lo hace porque teme que lo
entristezca ver esos vestidos en otras mujeres.
¿Ingratitud
Judía?
La única vez que se enfrenta a Davide es para
preguntarle si la trata mal porque no es judía. El ingeniero le responde que
antes él no dividía el mundo entre judíos y gentiles, pero que la proclamación de
I Leggi Razziali le enseñó que para los demás él era diferente.
Pareciera que no responde la pregunta de Giulia, pero lo ha hecho y la
respuesta es afirmativa. Desde la guerra, Davide ha dividido a la gente en dos campos
y Giulia no está en el suyo.
A Davide la psicóloga
le gusta como mujer lo que le provoca remordimientos ya que siente que
traiciona el recuerdo de su esposa, pero también es consciente de que Giulia no
es como él. Tanto Giulia como Stefano están peleando una batalla que no les
pertenece, y hay momentos en que sienten que los judíos no se lo reconocen. El clímax
de esta situación, llamémosla “Ingratitud”, ocurre cuando tras un emotivo
encuentro entre Gabriel y la Marquesa, ella está dispuesta a cederles tres
pequeñas granjas para que los niños puedan vivir.
Sin embargo, el
comité judío no está contento con esta oferta. Tampoco Giulia quien encuentra
que separar a los niños les provocará problemas psicológicos. Stefano arregla
una entrevista con la Marquesa. Durante este encuentro, la anciana acusa a
Giulia de utilizar a Stefano, y de jugar con los sentimientos del abogado. Es
la mecha que enciende el polvorón. Giulia estalla en gritos y comentarios
ofensivos y llega al refugio en guerra contra “La Terenzi”, Stefano y el mundo.
Pero si esperaba apoyo de sus nuevos amigos, se equivocó.
El comité en pleno
le reprocha su actitud. Ha sacrificado el bienestar de los huerfanitos por
orgullo. Les ha quitado su última oportunidad al dar rienda suelta a su
carácter impulsivo. Hasta Davide se vuelve en contra de ella. La acusa de usar
su trabajo para limpiar su conciencia y le recuerda que nunca podrá entender a
sus pacientes ya que no comparte su calvario. “Ni tu tampoco” le grita la psicóloga
y tiene razón. El sentimiento de culpa de Davide nace de no haber compartido la
deportación de su familia.
Aunque concuerdo
en que Giulia se ha extralimitado, vuelvo a sentir la presencia desagradable de
“la ingratitud judía”. Giulia, Stefano y hasta cierto punto La Marquesa, representan
una Italia que quiere resarcir a su población hebrea por haberlos abandonado,
segregado e incluso auxiliado a sus verdugos. ¿Qué importa que quieran limpiar
su conciencia si su ayuda es invaluable?
Las Dos
Italias
Un mérito de “La
Guerra e Finita” es que se aleja del mito, que tanto molesta a historiadores,
del ítaliani brava gente. En cambio, abraza el rol más creíble de las
dos Italias que se enfrentaron en una guerra civil. En esa guerra los judíos
quedaron automáticamente dentro de un bando en el cual lucharon como Davide o
fueron deportados. Cualquiera que haya sido su rol, son parte reconocida de la
historia italiana.
Esa es otra
diferencia con “The Windermere Children” donde los refugiados son vistos como
extranjeros indeseables. Su tragedia no es valorada. “Todos hemos sufrido en
esta guerra” dice la dueña del corgi. En “La Guerra” vemos otra actitud. La
vendedora de la paquetería donde Giulia compra útiles escolares se rehúsa a
recibir pagos. Le dice a la psicóloga que los niños no están solos: “nos tienen
a nosotros”. Es la misma actitud que
expresa la granjera a la que Gabriel le ha robado pollos y un cabrito. Al saber
que los niños no han comido carne hace tiempo, se rehúsa a denunciarlos y se
marcha con un “la próxima vez, pidan”.
La misma Marquesa
no denuncia a Gabriel cuando lo encuentra merodeando en su villa. Le regala el
carburador que el chico necesita para su motocicleta y lo envía de regreso con
un cargamento de dulces, pero es que “La Terenzi”, a pesar de los prejuicios de
Giulia no es una mala persona. Nunca fue fascista, infringió las leyes raciales
al darle empleo a la esposa de Davide, y es en recuerdo de Enrica que está
dispuesta a asistir a los refugiados.
Cobramos
conciencia de la brava gente italiana. De los que lucharon en la
resistencia, de los que escondieron judíos como la pequeña Ester, de los que
están ahora encargados de capturar a los fascistas que cometieron atrocidades.
Aun así, la serie nos muestra a “otra Italia” la que lucró con la tragedia de
otros, como el padre de Giulia cuya fabrica ayudó a los esfuerzos de guerra
nazi. O la que delató a la familia de Sara y le robó su casona.
La serie no se
acobarda de hablar de un sentimiento antisemita impalpable, pero latente, que a
partir de las leyes raciales se manifestó de la peor manera. Un detalle
significativo es que en el prólogo de “La Guerra e Finita” vemos a Davide y una
escuadra partisana en Milán yendo a arrestar a Giovanni Preziosi quien antes de
que entren en casa se ha suicidado con su esposa Valeria. No es accidental que
se trate de Preziozi, un ex sacerdote, fundamental en la creación de las leyes raciales
y gran propulsor del antisemitismo en La Republica de Saló.
Sin embargo, la
serie quiere que tengamos claro que Saló y el fascismo fueron nefastos pata
todos los italianos, para Italia entera. Para eso nos describe las siniestras
actividades de la GNR (Guardia Nazionale Reppublicana) a la que pertenecía
Mattia. En un flashback, el chico recuerda al teniente Bianchi dirigiendo una
masacre de civiles acusados de asistir a los partisanos.
En el presente, Bianchi
y sus secuaces están ocultos en las ruinas de una vieja iglesia. Desde ahí
preparan su fuga a Argentina. No están arrepentidos. Por el contrario, se
quejan de la traición sufrida y de sus ideales pisoteados. Entremedio, Bianchi lanza
algún que otro comentario antisemita. Sobre todo, luego que sabe que Mattia está
oculto en un refugio de sobrevivientes del Holocausto.
El mismo Mattia
no está exento de ese antisemitismo. Su primer intercambio con Miriam, quien ha
sido puesta a cargo de repartir la ropa, va muy bien hasta que él pregunta si
es realmente judía. Miriam le pregunta qué es él. En vez de decir “soy italiano”
o “soy católico”, Mattia responde “sono arianno”. Esta respuesta absurda
confunde a Miriam a lo que Mattia responde con una duda. Ni Miriam ni los demás
pueden ser judíos puesto que él ha visto dibujos de estos y son monstruosos. Narigones,
feos. Estas palabras exasperan a Miriam quien le responde como yo lo haría “¡eran
caricaturas, deficiente!” y le quita el sweater que acaba de pasarle.
La visión más
equilibrada entre las dos Italias se consigue a través de dos escenas. Cuando
Giulia visita a su padre en la cárcel recuerda que sus amistades se alejaron de
ella al descubrir que era hija de un fabricante de armas para los nazis. Este recuerdo ofrece un paralelo con la
memoria de Micol de cómo tras las leyes raciales, sus amigos se negaron a
asistir a sus cumpleaños. Ambas escenas representan el aumento en Italia de la
cultura de cancelación que acabó dividiendo a la sociedad italiana en dos
bandos.
Ausencia de Identidad
Judía Italiana
La serie comete
un par de errores menores. El primero es que, en el afán de confesar el pasado
culposo del país, se disminuye el rol de los nazis en él. Los alemanes son
vistos como entes abstractos que cometían tropelías fuera de las fronteras
italianas, lo que no es cierto. Cuando Micol recuerda un ataque al rabino y a
una sinagoga del cual fue testigo, los perpetradores son fascistas. Aunque eso ocurrió,
no tuvo lugar sino hasta después de la invasión alemana.
El recuerdo de Micol es importante porque es la única vez que se menciona el judaísmo y su representante (un rabino) en “La Guerra e Finita”. A pesar de que la mitad de los judíos italianos estaba completamente asimilada, resulta extraño que nunca se mencioné el judaísmo. Al menos en “The Children of Windermere” había un rabino dando vueltas por Calgarth.
Las corriente
abrazadas por los judíos italianos de la preguerra no son mencionadas. Ben es
el único sionista; no se habla de que más de un cuarto de los judíos en Italia
eran buenos fascistas; tampoco que otro cuarto eran de tendencias de izquierda.
Ni siquiera la devoción de los judíos italianos por la Casa Real de Saboya es
mencionada. Es como si los niños y los pocos adultos fuesen totalmente
asimilados y desprovistos de una identidad cultural judía, lo que es imposible.
Las comunidades judías
italianas tanto la italkim (judíos que habían vivido en la bota italiana desde
los tiempo de Julio Cesar) hasta la sefardita (llegados a Italia entre los
siglos XV y XVII) tenían una cultura rica en tradiciones, folclore, y gastronomía.
Es imposible que nadie en la serie recuerde ese factor. Chirriaron mi dientes
cuando en un cumpleaños cantan la que pareciera la única canción judía
conocida, la nana yiddish “Rozhinkes mit Mandlen” (Pasas y almendras). ¿Que no se
saben algo en italiano, hebreo o ladino?
Aparte de este
detalle, la serie es excelente, conmovedora sin caer en las cursilerías del
drama telenovelero italiano. Los actores
son atractivos, lo niños adorables, el paisaje emiliano hermoso como toda la península
y es una historia que sabe combinar lo histórico con lo romántico y darle sus
toques de humor al igual que de patetismo.
Busco y busco,
tal vez por ser nueva, todavía “La Guerra…”no ha sido muy exportada. “The
Windermere Children” puede ser vista por Amazon Prime, Thirteenth Passport y alquilada en YouTube con subtitulos.
Otros films parecidos son “Lena: My
100 Children” un telefilme de 1988 sobre la historia real de Lena Fisher una judía
polaca, única sobreviviente de su familia, quien llevó a cien huerfanitos fuera
de Polonia a Palestina. Está en inglés y gratis en YouTube.
Otra recomendación
es uno de los mejore filmes del Holocausto hechos en este siglo. “La Redada” o “La Rafle” filme francés que
describe la gran redada de judíos efectuada en la Francia Ocupada en 1942. La
serie sigue a un grupo de niños judíos que vive en el mismo edificio, desde su
arresto, su ordalía en El Velódromo de Invierno, su traslado al campo de transito
de Drancy hasta su deportación de la cual la mayoría no retornaron. El toque
optimista es Jo quien logra huir de Drancy, y lo seguimos hasta el final de la guerra.
La Rafle está gratis en Tubi y puede rentarse en YouTube.
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