miércoles, 7 de abril de 2021

La Infancia post-Holocausto: The Windermere Children y La Guerra e Finita

 


Hay quien dice que el Holocausto no acabó el ’45. Mas allá de pogromos polacos, y secuelas físicas, el trauma, las pesadillas y la culpa perseguirían a los sobrevivientes por décadas. ¿Si era duro para el adulto reintegrarse a la sociedad, cómo lo seria para el niño que no conocía lo que era la vida civilizada? Este tema ha sido tratado en dos dramatizados muy recientes: “The Windermere Children” y “La Guerra e Finita”. que me ha parecido indicado para comentar hoy Yom Ha-Shoah

La Guerra Contra los Niños

En su momento no quise ver el telefilme “The Windemere Children”. Al haber leído The Boys de Sir Martin Gilbert tenía una idea de que trataba, pero la BBC se ha vuelto tan antisemita que no creí que fuese a hacerles justicia a los verdaderos sobrevivientes del Holocausto: los niños.

Cuando se cumplió medio siglo de la Liberación de Auschwitz, llevé a un pequeño grupo de clientas (todas sobrevivientes del Holocausto) a cenar a Beefsteak Charlie’s en Forest Hills. A la hora del postre -el famoso cheesecake, se nota que no comíamos kosherhice que pusiesen en la mesa fotos de sus hijos y sus nietos. Ahí hice un brindis con lo que nos quedaba de sangría, diciéndoles “ustedes son las verdaderas vencedoras de la Segunda Guerra Mundial”.

                                            El viejo Beefsteak Charlie's de Forest Hills

Es cierto. Algo que Hitler consiguió con su Solución Final fue destruir casi por completo la población infantil judía de Europa continental. En mi entrada anterior hablamos de la saña con la que se persiguió a las embarazadas en los campos de concentración y de los experimentos para esterilizar a los judíos. El detalle más decidor, es que, en 1946, el gobierno británico envió una invitación a los campos de refugiados para que mil niños judíos se instalasen en suelo inglés. Solo se pudo encontrar a 750 sobrevivientes de menos de 16 años.  300 fueron instalados en Calgarth en la campiña cercana al lago de Windermere.

                                 Los verdaderos  Niños de Windermere

Simon Block quien había creado la excelente y poco valorada “Home Fires”, escribió el libreto basándose en las declaraciones de un puñado de esos niños quienes aparecen al final a hacer un último comentario a lo “Band of Brothers” El filme se centra en los esfuerzos de los encargados de rehabilitar a los niños. Tarea a cargo de Oscar Friedmann (Thomas Krestchmann), un psicoanalista de Berlín; la pintora vienesa Marie Paneth (Romola Garai) quien ha creado un nuevo tipo de terapia basado en arte; y el escoces Jock Lawrence (Iain “Jorah” Glen). Los dos primeros son también refugiados judíos, pero, como Lawrence, están perplejos ante el horror que han experimentado sus pupilos.

Ni siquiera los Lauer, la pareja de educadores que han sobrevivido Theresienstadt, pueden comprender lo que presencian. Los huérfanos no confían ya en el mundo adulto y menos en la comunidad médica, por lo que resulta difícil comunicarse con ellos. Muchos de los chicos están en un alto estado de insociabilidad y no quieren oír de ordenes o consejos.



Solo un Huérfano Puede Entender a Otro

Para Jock, la solución es muy británica:  deportes. Entre los salvajitos hay algunos buenos atletas (como Sir Ben Helfgott, que llegaría a ser campeón olímpico de levantamiento de pesas). Marie cree que el arte puede ayudar a los chicos a contar su pasado, pero la oscuridad y desolación de los dibujos de los niños terminan deprimiéndola a ella. Oscar cree que solo hablando podrán exorcizar el terror que han vivido, pero los chicos son herméticos. Aunque sufran de pesadillas constantes y hasta ataques de sonambulismo, solo intercambian confidencias entre ellos, porque únicamente un huérfano puede entender a otro.

 Eso lo muestra el filme, como también incluye otros retazos de verdad tales como el que los refugiados eran tan flaquitos que no les quedaba ninguna ropa. Anduvieron en paños menores más de una semana antes de que les encontraran vestimentas. Otra verdad, por dramática que parezca, es como Salek, quien nunca perdió la esperanza de reencontrarse con su hermano, lo hace cuando este (que estaba en la R.A.F) llega en motocicleta a Windermere.





Lo que se ha exagerado es el salvajismo, que casi bordea en la delincuencia, de los muchachos. También el rechazo de la comunidad. De acuerdo con declaraciones de los sobrevivientes, la comunidad de Calgarth fue más que amistosa, incluso los jóvenes les prestaron sus bicicletas a los huérfanos. En el filme, los chicos del pueblo vienen a burlarse de los refugiados. Estos los persiguen y les roban las bicicletas. Acto seguido parten a pasearse, en calzoncillos, por el pueblo. Eso nunca ocurrió.

Tampoco es cierto que, en venganza, los bullies pueblerinos aterroricen a los huerfanitos más pequeños.  Tampoco es cierto que los jóvenes roben lo que encuentren, hasta un perrito, o que se abalancen sobre el pan en la mesa. Vale recordar que a lo mejor así se comportaron apenas fueron liberados del campo, pero de eso ya han pasado cuatro meses. Aunque todavía desconfiados y traumatizados, no son criaturas ferales.



Hay muchas licencias, algunas comprensibles. Marie Ponseth en realidad tenía cincuenta años y era altísima. Oscar Friedmann, que en la serie siempre está imponiendo reglas y dividiendo el tiempo de los niños en clases y actividades, en realidad decidió dejar a los refugiados un espacio de libertad sin reglas. Al comienzo de la estadía de cuatro meses de los niños en Windermere, se la pasaban paseando por el bosque o nadando en el lago y la única clase obligatoria era inglés.

Aunque me gustó mucho la película, me resultó difícil identificarme con los personajes. Es predominantemente masculina. Hay un solo amago de romance para lo que tienen a la nena obligatoria, de la que solo sabemos que le gusta comer y dar besitos. Al final, acaba siendo humillada por el novio que es atormentado por recuerdos de la familia que perdió.



Como me iba a ocurrir con “La Guerra e Finita”, eran los más pequeños los que más me llegaban. En este caso se trata de Bella, una nena de como siete años, que se ha convertido en madre de crianza de tres niños menores que ella. Marie queda en shock al ver que, en la noche, los niños se acurrucan como ratoncitos debajo de la camita de Bella.

Uno de los momentos más impresionantes es cuando Marie pasea a los niños por el bosque y tienen un encuentro con una mujer que pasea un corgi. A pesar de lo pequeño del can, su sola presencia aterroriza a los niños que huyen. Ester Lauer los encuentra refugiados bajo un tronco como si fuesen duendecitos.

                            Bella y sus duendecitos

Aunque la PBS ha ofrecido dos veces “The Children of Windermere” el año pasado, yo no quise verla, pensé “más clichés. Mas falso melodrama”.  Si la vi fue después de ver el primer episodio de “La Guerra e Finita” que me dejó con interés de saber más de los pequeños sobrevivientes del Holocausto.

 “La Guerra e Finita” fue mi primer programa visto en MHz Choice. Este es un servicio de streaming que se especializa en series de televisión de la Europa Continental. Lamentablemente este útil servicio solo puede verse en USA y Canadá. Incluso está gratis para los que poseen televisores Samsung.

Los Niños de Selvino

Hacia tanto tiempo que no veía nada italiano que comencé por lo más nuevo (en términos de drama de época). “La Guerra e Finita” fue filmada en el 2019 y vio la luz en la RAI en enero del 2020, al comienzo de la pandemia. Está inspirada por el caso real de Los Niños de Selvino, un libro escrito por el novelista israelí Aharon Magged.



 Es la historia de un grupo de sobrevivientes que fue instalado al final de la guerra en una granja en Selvino, en la Lombardía. El establecimiento estaba dirigido por veteranos de la Jewish Brigade (una brigada del ejército británico compuesta enteramente por judíos de Palestina) y tenía una clara orientación sionista.

 En la miniserie, la perspectiva es más universal, se expande más allá de los huerfanitos para abarcar experiencias de adultos en ambos lados de la guerra civil que se batió en Italia después del armisticio de 1943. Eso la hace diferente a “The Windermere Children”. Aparte, que en ocho horas de serie hay más tiempo para elaborar las personalidades de los personajes principales que en una película de menos de 120 minutos.

La serie es producida por Michele Soavi, el creador del archifamoso Comisario Montalbano. De hecho, el protagonista es MIchele Riondino, “Il Giovanne Montalbano”.  Tras acabar la guerra en Italia, donde ha luchado junto a los partisanos, el ingeniero Davide Pavia (M. Riondino) va en busca de la esposa e hijo que deportaron los alemanes. Pero en la frontera austriaca se encuentra con un pequeño grupo de niños que ha sobrevivido los campos.



Davide regresa a Milán en busca de alguna organización que se encargue de los huérfanos. Aunque algunos niños tienen la suerte de encontrarse con parientes, un puñado queda a la deriva. Davide conoce a otras dos personas que están en su situación parecida, con niños a los que nadie quiere dar alojo. Uno es Ben, un ex oficial de la Brigada Judía. La otra es Giulia, una psicóloga que se pasó la guerra en Suiza.

Davide recuerda que cerca de ahí están las tierras de la Marquesa Terenzi donde su esposa fungía como maestra de los hijos de los campesinos. Como la propiedad está abandonada, deciden instalarse allí, pero se encuentran con una sorpresa, Mattia quien asegura que está huyendo de los fascistas que querían enrolarlo en sus milicias. Nosotros sabemos que Mattia es un soldado de La Guardia Republicana de Saló que está ocultándose de los Aliados y a la espera de contactar a sus camaradas.

                      Mattia todavía de uniforme

Secretos, Miedo a los Perros y el Young Angry Survivor

Mattia no es el único en cargar secretos. A Davide lo carcomen los remordimientos por no haber evitado el arresto de su esposa e hijo. Tras su orgullo de judío de kibutz, Ben esconde el dolor de saber que veinte miembros de su familia fueron asesinados por los nazis. A Giulia la agobia otra culpa. Su padre ha sido arrestado por los Aliados, acusado de fabricar armas para los alemanes.

Sin embargo, esos secretos no se comparan a los de los niños sobrevivientes. ¿Qué carga Gabriel en una caja? ¿Por qué Sara odia tanto a Italia que quiere irse a un kibutz en Israel? ¿Porque Miriam se niega a tocar el piano y, a diferencia de las otras niñas, no está rapada? ¿Y por qué el pequeño Giovanni se niega a hablar cuando Davide lo ha oído cantar?

Como en “The Windemere Children”, son los más pequeños los que más impresionan. Ese es el caso de las hermanitas Lila y Aliza. Lila ya va para los doce años, se siente que está creciendo, quiere su independencia y hacer amigas de su edad. Esto choca con Aliza que es totalmente dependiente de su hermana y se siente rechazada.

                       Aliza la de la carita sucia

Sera Aliza quien protagonice una de las escenas más sobrecogedoras de “La Guerra e Finita”. Al refugio de Selviano llegan la a maestra Eugenia y la pediatra Susanna. Con Susanna viene su hijita Ester que se ha pasado la guerra con amigos de la madre que eran gentiles. Ester es diferente a los otros niños, tiene cabello en trenzas, ropa bonita y carga una muñeca que los otros niños, en un súbito ataque de envidia, le arrebatan. Se arma una batahola y entremedio alguien intenta sustraerle la cuchara a la pequeña Aliza.

Indignada, la nena brinca sobre una mesa y, en una siniestra imitación de un Kapo, azuza a sus compañeros a golpearse. Los adultos horrorizados no entienden. Son los chicos mayores quienes deben explicarles que en los campos se le negaba la comida a quien no tuviese cuchara. La idea de perder la cuchara significaba la muerte y ese es el trauma de alguien tan pequeño como Aliza.

Como en “The Windemere Children”, tenemos ya ciertos lugares comunes: el miedo a las duchas, la desconfianza de toda autoridad, y el obligatorio incidente del perro. Aquí se trata de un ovejero vagabundo que sorprende a Giovanni en el bosque y le provoca un desvanecimiento. Los otros niños aúllan de terror y el perro (como suele ocurrir) les ladra furioso. Ben intenta alejarlo a pedradas, pero Lila lo detiene. Ese fue un buen mensaje, que los niños vayan equilibrando sus miedos traumáticos con la compasión por los más débiles. Al final, el perro se convierte en mascota

                         Ben, Sara y el perro de la discordia

Los adultos también sufren con la incapacidad de comunicarse con los niños. Ben cree que imponer la disciplina permitirá a los chicos acomodarse mejor a las exigencias del kibutz. Es uno de los que cree que por no haber emigrado antes, los judíos facilitaron sus propias muertes y que ahora la única solución para el Problema Judío es el sionismo.

 Debido a que la guerra no la tocó, la psicóloga Giulia está llena de optimismo y cariño, pero peca de ingenua y lo descubre cuando intenta escuchar las historias de los huérfanos. Aunque no le va tan mal con Miriam, Lila y Alisa, se estrella con muros al intentar sicoanalizar a Sara y Gabriel.  Cuando dice a Sara que solo quiere devolverle la identidad perdida, la chica le muestra el tatuaje del brazo: ese número es su única identidad.



El caso de Gabriel es más peliagudo. Su condición de antisocial antecede a su vivencia en los campos y con partisanos. Desde que Sal Mineo diese vida al rebelde Dov Landau en “Exodo” que el Young Angry Survivor se ha convertido en un cliché de la narrativa del post-Holocausto. Solo que Gabriel nació en guerra contra el mundo.

Como le cuenta a Giulia, nunca conoció a su padre. Su madre lo abandonó en un orfanato de monjas donde ni aprendió a leer. Se sabía que era judío, porque su madre le dejó una Estrella de David al cuello. Eso será suficiente para que los alemanes lo deporten a un campo de donde logra huir. Gabriel solo entiende de violencia, solo sabe delinquir y aunque tiene buen humor y es cariñoso con Giovaninno, no se necesita de mucho para que aflore su agresividad. El más que nadie sufre por una identidad que nunca tuvo.

Las Historias Paralelas

La serie se enfoca en los esfuerzos de los adultos por ayudar a los huérfanos a volver a la normalidad. En eso no difiere de “The Windermere Children”, pero una serie de historias paralelas diversifica y agiliza la trama. Tenemos los esfuerzos de Davide por encontrar a su mujer e hijo. esfuerzos que lo llevan a entrevistar sobrevivientes y visitar campos de concentración. Es así como, tanto el ingeniero como el espectador, descubren la magnitud del genocidio.

Por otro lado, tenemos el dilema moral de Giulia que intenta “limpiar su conciencia” como la acusará Davide dedicándose a la rehabilitación psicológica de los niños. Pero cuando Giulia visita a su madre en Milán, ella se convierte en otra persona. Mas allá de su negativa de visitar al padre encarcelado y el repudio a una clase social que todavía no se arrepiente de su fascismo, está su alegría de encontrarse con los mimos de su madre y de su nana. Al l igual que el reencuentro con su cuarto inmenso, su bien provisto armario, el Fiat del padre. 



El problema de Giulia es que, y su interprete isabella Ragonese lo explica en una entrevista, no entiende que no se avanza sin enfrentar su pasado. Giulia debe entender que ayudar a las víctimas del fascismo no implica sacrificar las cosas buenas de la vida ni su amor de hija.

Mas truculenta es la historia paralela del pobre Mattia. Descubierto por otros fugitivos, es chantajeado por el feroz Teniente Bianchi, un criminal de guerra buscado por los Aliados, para que robe y los ayude. Bianchi consigue un pasaporte para que Mattia huya con ellos a “Las pampas”.  Mattia no quiere, se ha acostumbrado a la vida en el refugio, y sobre todo a Miriam, pero les teme a sus ex camaradas, y más le teme a lo que harán sus nuevos amigos si saben que colaboró en atrocidades en contra de los partisanos.



Otro es el caso de Sara quien se atreve a retornar a la mansión que le fue arrebatada a su familia Descubre que un fascista la consiguió a un precio irrisorio y que el mecánico que delató a sus padres ha sido exonerado por las autoridades. Tanta injusticia empuja a la adolescente a tomar justicia por su propia mano.



La historia paralela más importante, porque al final se entronca con el hilo argumental principal, es la de la Marquesa Terenzi. Esta bella y elegante anciana vive como ermitaña en su villa desde la muerte de su único hijo en el Frente Oriental. Aunque nunca colaboró con el fascismo, su tragedia personal la ha hecho insensible a la desdicha ajena. Al enterarse de la presencia de intrusos en su granja ordena su desalojo.

Gracias a amistades familiares, Giulia se entrevista con los abogados de la Marquesa y se reencuentra con Stefano Dellara, un amigo de la infancia. Debido a su atracción por Giulia, Stefano convierte la causa de la psicóloga en la propia.. Así consigue retrasar el desalojo.  El problema es que Giulia está enamorada de Davide; Stefano lo sabe; Davide no quiere reconocer que corresponde al sentimiento, pero encuentra formas de demostrar su desagrado hacia la relación de la psicóloga y el abogado.

                         Giulia y Stefano

Los Obligatorios Romances

A diferencia de “Los Niños de Windermere” donde solo hay un amago de romance, “La Guerra e Finita” no sería italiana si el amor no predominase. Si hasta el hosco Ben, después de recibir una carta tipo “Dear John” de parte de su novia del kibutz, rápido se consuela con Susanna, la pediatra. Hay historias de amor que sabemos están predeterminadas a tener finales tristes como la de Mattia y Miriam, en cambio la de Sara y Gabriel está llena de promesas para el futuro.



En la búsqueda de identidad de Gabriel, su relación con Sara se la otorga. Ella es quien, al alfabetizarlo, le abre las puertas de un mundo nuevo. Cuando la disuade de matar al delator de sus padres, Gabriel renuncia a su pasado de violencia.

Por supuesto, el gran lio romántico de la historia es el triángulo Davide-Giulia-Stefano. El problema es que el libretista Sandro Petraglia ha elegido salirse del marco de realismo de la trama para caer en clichés de telenovela que en el contexto de la historia adquieren connotaciones negativas.

Petraglia es honesto al retratar el machismo mediterráneo que era predominante en ese tiempo, pero que duele cuando se utiliza entre gente destrozada. Al final parece una forma de bullying masculino. Cuando Gabriel cree que fue Sarah la que le contó a los demás que él no sabía leer, la ataca en su feminidad o falta de ella.” ¡Mírate al espejo!   ¡Con ese cabello y esa ropa no pareces una chica!”



Es el modo en que los hombres nos han sometido por siglos, haciéndonos sentir feas y menos mujeres. Por algo se rapaba a las prisioneras en los Lagers. Cuando Gabriel quiere pedir perdón, roba un vestido de una tienda que Sarah no se pone. No necesita de un vestido para sentirse atractiva. Tanto así que es la única que hace el amor en este relato.

En “The Windermere Children” el romance entre Arek y Marta acaba cuando el niño la acusa de haber sobrevivido a costa de favores sexuales. Tal tema es imposible en “La Guerra…” donde tenemos una huerfanita que fue convertida en esclava sexual de facto por los SS. Miriam no es vista como oportunista. Todos le tienen lástima, hasta Mattia llora al enterarse de su tragedia.



 Sin embargo, cuando Giulia le anuncia a Davide que Stefano la quiere de novia, el ingeniero le responde groseramente que, si es para ayudarlos a quedarse en el refugio, tiene su “bendición”: “acuéstate con él”. Además de ordinario, Davide está siendo injusto. Giulia es una mujer difícil. Tiene el carácter vivo, “habla demasiado” como dice Davide, y suele meter la pata, pero no con él.

La vemos montarles berrinches a las autoridades, a su madre, al abogado de la Marquesa, a la misma Marquesa y al pobre Stefano, pero con Davide es siempre cuidadosa.  Es respetuosa de los sentimientos del Ingeniero, escucha sus confidencias y lo apoya en su búsqueda de su familia. Cuando Davide acepta que su mujer está muerta, le da la ropa de Enrica a la psicóloga para que la reparta entre las niñas, Giulia no lo hace porque teme que lo entristezca ver esos vestidos en otras mujeres.



¿Ingratitud Judía?

 La única vez que se enfrenta a Davide es para preguntarle si la trata mal porque no es judía. El ingeniero le responde que antes él no dividía el mundo entre judíos y gentiles, pero que la proclamación de I Leggi Razziali le enseñó que para los demás él era diferente. Pareciera que no responde la pregunta de Giulia, pero lo ha hecho y la respuesta es afirmativa. Desde la guerra, Davide ha dividido a la gente en dos campos y Giulia no está en el suyo.

A Davide la psicóloga le gusta como mujer lo que le provoca remordimientos ya que siente que traiciona el recuerdo de su esposa, pero también es consciente de que Giulia no es como él. Tanto Giulia como Stefano están peleando una batalla que no les pertenece, y hay momentos en que sienten que los judíos no se lo reconocen. El clímax de esta situación, llamémosla “Ingratitud”, ocurre cuando tras un emotivo encuentro entre Gabriel y la Marquesa, ella está dispuesta a cederles tres pequeñas granjas para que los niños puedan vivir.



Sin embargo, el comité judío no está contento con esta oferta. Tampoco Giulia quien encuentra que separar a los niños les provocará problemas psicológicos. Stefano arregla una entrevista con la Marquesa. Durante este encuentro, la anciana acusa a Giulia de utilizar a Stefano, y de jugar con los sentimientos del abogado. Es la mecha que enciende el polvorón. Giulia estalla en gritos y comentarios ofensivos y llega al refugio en guerra contra “La Terenzi”, Stefano y el mundo. Pero si esperaba apoyo de sus nuevos amigos, se equivocó.

El comité en pleno le reprocha su actitud. Ha sacrificado el bienestar de los huerfanitos por orgullo. Les ha quitado su última oportunidad al dar rienda suelta a su carácter impulsivo. Hasta Davide se vuelve en contra de ella. La acusa de usar su trabajo para limpiar su conciencia y le recuerda que nunca podrá entender a sus pacientes ya que no comparte su calvario. “Ni tu tampoco” le grita la psicóloga y tiene razón. El sentimiento de culpa de Davide nace de no haber compartido la deportación de su familia.

Aunque concuerdo en que Giulia se ha extralimitado, vuelvo a sentir la presencia desagradable de “la ingratitud judía”. Giulia, Stefano y hasta cierto punto La Marquesa, representan una Italia que quiere resarcir a su población hebrea por haberlos abandonado, segregado e incluso auxiliado a sus verdugos. ¿Qué importa que quieran limpiar su conciencia si su ayuda es invaluable?

                 La Marquesa visita el refugio

Las Dos Italias

Un mérito de “La Guerra e Finita” es que se aleja del mito, que tanto molesta a historiadores, del ítaliani brava gente. En cambio, abraza el rol más creíble de las dos Italias que se enfrentaron en una guerra civil. En esa guerra los judíos quedaron automáticamente dentro de un bando en el cual lucharon como Davide o fueron deportados. Cualquiera que haya sido su rol, son parte reconocida de la historia italiana.

Esa es otra diferencia con “The Windermere Children” donde los refugiados son vistos como extranjeros indeseables. Su tragedia no es valorada. “Todos hemos sufrido en esta guerra” dice la dueña del corgi. En “La Guerra” vemos otra actitud. La vendedora de la paquetería donde Giulia compra útiles escolares se rehúsa a recibir pagos. Le dice a la psicóloga que los niños no están solos: “nos tienen a nosotros”.  Es la misma actitud que expresa la granjera a la que Gabriel le ha robado pollos y un cabrito. Al saber que los niños no han comido carne hace tiempo, se rehúsa a denunciarlos y se marcha con un “la próxima vez, pidan”.



La misma Marquesa no denuncia a Gabriel cuando lo encuentra merodeando en su villa. Le regala el carburador que el chico necesita para su motocicleta y lo envía de regreso con un cargamento de dulces, pero es que “La Terenzi”, a pesar de los prejuicios de Giulia no es una mala persona. Nunca fue fascista, infringió las leyes raciales al darle empleo a la esposa de Davide, y es en recuerdo de Enrica que está dispuesta a asistir a los refugiados.

Cobramos conciencia de la brava gente italiana. De los que lucharon en la resistencia, de los que escondieron judíos como la pequeña Ester, de los que están ahora encargados de capturar a los fascistas que cometieron atrocidades. Aun así, la serie nos muestra a “otra Italia” la que lucró con la tragedia de otros, como el padre de Giulia cuya fabrica ayudó a los esfuerzos de guerra nazi. O la que delató a la familia de Sara y le robó su casona.

La serie no se acobarda de hablar de un sentimiento antisemita impalpable, pero latente, que a partir de las leyes raciales se manifestó de la peor manera. Un detalle significativo es que en el prólogo de “La Guerra e Finita” vemos a Davide y una escuadra partisana en Milán yendo a arrestar a Giovanni Preziosi quien antes de que entren en casa se ha suicidado con su esposa Valeria. No es accidental que se trate de Preziozi, un ex sacerdote, fundamental en la creación de las leyes raciales y gran propulsor del antisemitismo en La Republica de Saló.



Sin embargo, la serie quiere que tengamos claro que Saló y el fascismo fueron nefastos pata todos los italianos, para Italia entera. Para eso nos describe las siniestras actividades de la GNR (Guardia Nazionale Reppublicana) a la que pertenecía Mattia. En un flashback, el chico recuerda al teniente Bianchi dirigiendo una masacre de civiles acusados de asistir a los partisanos.

En el presente, Bianchi y sus secuaces están ocultos en las ruinas de una vieja iglesia. Desde ahí preparan su fuga a Argentina. No están arrepentidos. Por el contrario, se quejan de la traición sufrida y de sus ideales pisoteados. Entremedio, Bianchi lanza algún que otro comentario antisemita. Sobre todo, luego que sabe que Mattia está oculto en un refugio de sobrevivientes del Holocausto.

El mismo Mattia no está exento de ese antisemitismo. Su primer intercambio con Miriam, quien ha sido puesta a cargo de repartir la ropa, va muy bien hasta que él pregunta si es realmente judía. Miriam le pregunta qué es él. En vez de decir “soy italiano” o “soy católico”, Mattia responde “sono arianno”. Esta respuesta absurda confunde a Miriam a lo que Mattia responde con una duda. Ni Miriam ni los demás pueden ser judíos puesto que él ha visto dibujos de estos y son monstruosos. Narigones, feos. Estas palabras exasperan a Miriam quien le responde como yo lo haría “¡eran caricaturas, deficiente!” y le quita el sweater que acaba de pasarle.



La visión más equilibrada entre las dos Italias se consigue a través de dos escenas. Cuando Giulia visita a su padre en la cárcel recuerda que sus amistades se alejaron de ella al descubrir que era hija de un fabricante de armas para los nazis.  Este recuerdo ofrece un paralelo con la memoria de Micol de cómo tras las leyes raciales, sus amigos se negaron a asistir a sus cumpleaños. Ambas escenas representan el aumento en Italia de la cultura de cancelación que acabó dividiendo a la sociedad italiana en dos bandos.

Ausencia de Identidad Judía Italiana

La serie comete un par de errores menores. El primero es que, en el afán de confesar el pasado culposo del país, se disminuye el rol de los nazis en él. Los alemanes son vistos como entes abstractos que cometían tropelías fuera de las fronteras italianas, lo que no es cierto. Cuando Micol recuerda un ataque al rabino y a una sinagoga del cual fue testigo, los perpetradores son fascistas. Aunque eso ocurrió, no tuvo lugar sino hasta después de la invasión alemana.

El recuerdo de Micol es importante porque es la única vez que se menciona el judaísmo y su representante (un rabino) en “La Guerra e Finita”. A pesar de que la mitad de los judíos italianos estaba completamente asimilada, resulta extraño que nunca se mencioné el judaísmo. Al menos en “The Children of Windermere” había un rabino dando vueltas por Calgarth.

Las corriente abrazadas por los judíos italianos de la preguerra no son mencionadas. Ben es el único sionista; no se habla de que más de un cuarto de los judíos en Italia eran buenos fascistas; tampoco que otro cuarto eran de tendencias de izquierda. Ni siquiera la devoción de los judíos italianos por la Casa Real de Saboya es mencionada. Es como si los niños y los pocos adultos fuesen totalmente asimilados y desprovistos de una identidad cultural judía, lo que es imposible.

                  Giovanni en el campo de Ebensee

Las comunidades judías italianas tanto la italkim (judíos que habían vivido en la bota italiana desde los tiempo de Julio Cesar) hasta la sefardita (llegados a Italia entre los siglos XV y XVII) tenían una cultura rica en tradiciones, folclore, y gastronomía. Es imposible que nadie en la serie recuerde ese factor. Chirriaron mi dientes cuando en un cumpleaños cantan la que pareciera la única canción judía conocida, la nana yiddish “Rozhinkes mit Mandlen” (Pasas y almendras). ¿Que no se saben algo en italiano, hebreo o ladino?



Aparte de este detalle, la serie es excelente, conmovedora sin caer en las cursilerías del drama telenovelero italiano.  Los actores son atractivos, lo niños adorables, el paisaje emiliano hermoso como toda la península y es una historia que sabe combinar lo histórico con lo romántico y darle sus toques de humor al igual que de patetismo.

Busco y busco, tal vez por ser nueva, todavía “La Guerra…”no ha sido muy exportada. “The Windermere Children” puede ser vista por Amazon Prime, Thirteenth Passport y alquilada en YouTube con subtitulos. Otros films parecidos son “Lena: My 100 Children” un telefilme de 1988 sobre la historia real de Lena Fisher una judía polaca, única sobreviviente de su familia, quien llevó a cien huerfanitos fuera de Polonia a Palestina. Está en inglés y gratis en YouTube.

Otra recomendación es uno de los mejore filmes del Holocausto hechos en este siglo.  “La Redada” o “La Rafle” filme francés que describe la gran redada de judíos efectuada en la Francia Ocupada en 1942. La serie sigue a un grupo de niños judíos que vive en el mismo edificio, desde su arresto, su ordalía en El Velódromo de Invierno, su traslado al campo de transito de Drancy hasta su deportación de la cual la mayoría no retornaron. El toque optimista es Jo quien logra huir de Drancy, y lo seguimos hasta el final de la guerra. La Rafle está gratis en Tubi y puede rentarse en YouTube.



 

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