jueves, 18 de julio de 2024

¿Se Puede Dramatizar el Holocausto? El Tatuador de Auschwitz (II, la Serie)

 


 

Si les ha gustado el libro,  amarán la serie. Aunque por razones de tiempo y espacio se han reducido los personajes y las subtramas ( no aparece toda la elaborada red de contrabando de Lale ni el juego de futbol con la SS, y se abrevia el personaje de Jakub), el espíritu de la novela y el romance están sumamente presentes.  El Problema del Tattooist of Auschwitz, es que el fanfiction obligatorio en las adaptaciones literarias de este siglo aporta nuevos errores históricos más reprochables que los que existen ya en el libro.

El guion ha ido más allá del libro construyendo un marco que inicia con las entrevistas entre Heather Morris y Ludwig “Lale” Sokolov en Melbourne. En el capítulo final han intentado ofrecernos un vistazo de la vida del Matrimonio Sokolov en Australia en Los 60. El primer cambio es excelente. El segundo no tanto.



Se trata de una historia en donde luz y oscuridad juegan por partes iguales, y donde la reconstrucción de Auschwitz es muy parecida a la de otros grandes filmes del Holocausto (Sophie Choice, La Zona Gris, El Hijo de Saul). El campo fue reconstruido en Eslovaquia y se filmaron escenas en la natal Bratislava de Lale Sokolov y en Melbourne donde vivió hasta su muerte. La música es más que adecuada (por suerte solo al final tocan el tema que Barbra Streisand compusiera expresamente para la miniserie).

Las actuaciones son impecables. Por fin desvinculo a Melanie Linskey de la Rose, novia eterna de Charlie Sheen, en Two and a Half Men. Para los que se han burlado del acento que creen imita, les cuento que es el suyo. No olvidemos que la intérprete de Heather Morris es neozelandesa. Harvey Keitel como siempre insuperable. No conocía a Anna Prochniak, pero la actriz polaca me ha impresionado.  Por fin Jonah Hauer-King tiene un rol decente que interpreta competentemente, pero quien lo opaca totalmente es Jonah Nay, como el Rottenfuhrer Stefan Baretski muy lejos de sus roles en las Deutschland y Tannbach.

                                  Stefan Baretski

“El Pasado nos Siguió Como un Perro Enfermo”

Si algo me ha incomodado del “Tatuador” no tiene que ver con aspectos técnicos sino con contenido. Entiendo,  y no solo por las entrevistas dadas por Morris, que Lale sufría del síndrome de culpabilidad de sobreviniente (¿se dirá así?). Todos los sobrevivientes que he conocido sufrían de esa sensación de que deberían estar muertos como sus familiares y compañeros.

La serie va más allá y determina cómo,  cuándo y por qué el tatuador debe sentir remordimientos. Se lo recuerdan sus fantasmas, las imágenes congeladas de gente muerta y sus recuerdos. “El Pasado nos siguió como un perro enfermo” es el magnífico símil que acompaña su narrativa.

Fuera de la pantalla encuentro ensayos escritos por judíos arrogantes que acusan a Lale de haber ayudado a los nazis puestos que sus tatuajes deshumanizaban a los que los portaban. ¿Qué edad tienen estas voces?  ¿14 años? Porque es el único momento en nuestras vidas en que nos damos baños de pureza y nos erigimos en pilares de la moralidad, sintiéndonos mejor que los demás

¿Qué es lo que desearían que hubiese hecho Lale? ¿Negarse a la oferta de Pepan y morir desnutrido o en la cámara de gases? ¿Es por eso qué se admira tanto a Anne Frank?  ¿Por ser mártir? ¿Porque ya no se la puede acusar?  Esta obsesión de mostrarnos a Lale agobiado por culpas inexistentes es sádica, injusta y absurda. casi tanto como los medios que la guionista Jacqueline Perske ha encontrado para borrar los errores de Morris en el libro.

                                    Pepan

Contenido Violento y Gory: Es Auschwitz, la violencia es tan presente que no me sorprende ver que los guardias practicaban pruebas de tiro con prisioneros que estaban haciendo sus necesidades. Mi madre me lo contó cuando yo era niña (lo supo por sus tíos), esa brutalidad era estándar en el Lager,.

Sin embargo, lo más violento no aparece en el libro, no es parte de las memorias de Lale, no es invención de Morris, no hay documentación de que haya ocurrido y eso lo hace muy perjudicial. Para subsanar dos errores, lo de la penicilina y la identidad del médico que castra a León, esta serie inventa una fábula tan poco ética como el ajedrez humano de Hunters.

Para conseguir la medicina de Gita, a Baretski se le ocurre poner a su “protegido” en contacto con el Dr. Shumann, que tiene una clínica dentro de campo donde experimenta con métodos de esterilización y que necesita que tatúen a unas pacientes. Incluso la razón por la que Lale esté ahí es improbable. Solo se tatuaba al entrar al campo.



 Cuando Lale suplica ayuda, Schumann amablemente le proporciona el medicamento. A cambio,  exige que Lale lo ayude convenciendo a unas pacientes que no desean abandonar el hospital. ¿Por qué no quieren irse? ¿Por qué Lale, un extraño,  podrá convencerlas? Lale lo hace, lleva a varias mujeres, desnudas y con horribles cicatrices de sus recientes histerectomías, a un patio enrejado. Ahí permanecerán hasta el amanecer en la nieve hasta morir de hipotermia.

Schumann explica que necesita de las camas para otras pacientes. Parece un acto de sadismo inesperado. Lo normal sería llamar guardias que las arrastrasen a la cámara de gases más cercana, o darles un tiro, o administrarles veneno. No había necesidad de involucrar un prisionero ni de tener un espectáculo que para la metódica organización de los campos de la muerte significaría pérdida de tiempo y de orden tan preciados por los alemanes. Lo extraordinario es que ninguna reseña se ha quejado de esta escena. Ninguna ha notado que no está en el libro (señal de que no lo han leído)

Contenido Sexual y Desnudos: Es Auschwitz, desnudos por doquier. me sorprendería que alguien se excitase sexualmente con ellos. Como en el libro, y en la vida real, Gita y Lale consumaron su amor en un par de escenas, nada gráfico.



Factor Feminista: Ante la incredulidad de insensibles Millenials y Zetas, la serie, el libro y la realidad describen la unidad entre Gita y sus amigas y como eso les permite sobrevivir ayudándose mutuamente. Sin embargo, la guionista y productora Jacqueline Perske al intentar reparar un error, nuevamente lo agranda. En el libro,  Cilka es una adolescente eslovaca amiga de Gita. Un día es violada de manera clandestina por el Obersturmfuher Johann Schwarzhuber, comandante de Birkenau.



Desde ahí será abusada sistemáticamente. Solo Gita conoce el horror que vive su amiga. Eventualmente,  confía el secreto a Lale. Cuando Lale va a ser ejecutado, Cilka tiene el valor de pedirle a su violador por la vida del tatuador. Lale dice de ella “es la mujer más valerosa que he conocido.”

Se ha dicho que eso era imposible. Que ningún nazi tendría relaciones con una mujer racialmente “impura”.  Sin embargo, a Cilka, en la posguerra,  la acusaron los polacos de ser “prostituta de los alemanes”. Heather Morris dice que vio los documentos para el arresto y encarcelamiento de Cilka en el Gulag. Es la misma acusación que recibió la rescatista Irena Gut.  Los abusos sexuales en los campos de concentración y exterminio (a ambos sexos e incluso niños) era algo que se practicaba clandestinamente, pero que existió, existió.

                            Foto de Cecilia "Cilka"Klein y su marido después de la guerra.

 Hasta Rudolf Hoss, comandante de Auschwitz lo practicaba. Tenemos los testimonios de Eleonore Hodys, disidente austriaca, a la que violaba el comandante periódicamente. En un momento Hodys quedó embarazada y su destino era la cámara de gas. Hoss se apiadó y consiguió que Mengele le practicase un aborto clandestino a la pobre mujer, salvando así su vida.

Pero tanta ha sido la alharaca, que Perske intentó solucionarlo en su adaptación y acabó empeorándolo todo. Interpretada por Yalit Topol Margalith (nieta del gran Chaim Topol),  Cilka es una especie de bitch del comandante. La vemos   con empleo de oficinista, cabello largo y abrigo de caracul,  dedicada a oprimir a sus compañeras. Ayuda en las selecciones para las cámaras de gas y acusa a Gita con Baretski de haber derramado un tintero.

                            Gita y Cilka

Lo peor es que mantiene una relación abierta con el comandante. Algo imposible, tanto como el que Schwarzhuber tenga a su hijo pequeño en BIrkenau alternando con los prisioneros. El guion se vuelve, como ocurriera con las pacientes de Schumann, más inverosímil y ofende la memoria de todas las mujeres ultrajadas por los nazis. Los críticos no dicen nada, porque ninguno parece haber leído libro y el Museo de Auschwitz permanece en silencio.



Hay otro error de la serie que afea el final. Se han quejado de que Gita es un personaje plano puesto que solo sabemos de ella a través de Lale. En la serie nos dan más detalles (la historia de su rescate de la Rebbetzin Hoffmann y de la chica embarazada); se implica que fue violada por los rusos y que su vida matrimonial no fue perfecta.

Ninguno de estos detalles emerge ni del libro ni de declaraciones de Lale.  De hecho, él le cuenta a Heather al comienzo del capítulo final que Gita se adaptó más dedicándose a la panadería que pusieron, a sus amigas, a su sinagoga. Esta suena como la Gita del libro y serie, pero de pronto Lale dice “Gita siempre estaba triste”. 


                                   Los Solokov en su vejez

Luego cuando él y su mujer discuten sobre si hay que testificar a favor de Baretski , Lale dice “siempre estas enojada.” ¿En qué quedamos?  ¿Triste o enojada?  ¿Adaptada o inadaptada? Se nos dice que el carácter errático de Gita nace de su incapacidad de ser madre.

                        Lale, Gita y su hijo Gary

En un instante regresa a Bratislava (como si hubiese sido tan fácil para un judío ir a Checoslovaquia en los 60s) y vuelve encinta. Ya me imagino las bromas de los cínicos. En realidad, creo que Perske se apoyó en el cliché actual de que en la ficción la mujer cis—y en una relación hetero— siempre debe estar descontenta (y con cara de resting bitch) con su pareja.

Factor Diversidad: Hay judíos, pero la mayoría son eslovacos. Han retirado a los socios polacos y rusos del negocio de contrabando de Lale. Como en We Were the Lucky Ones, el ejército y autoridades rusas no son retratados como muy amables. Tal como en el libro, tenemos una visión cálida de los Roma, de cómo sufrieron a la par de los judíos y tenebrosa es la exterminación del campo gitano de Auschwitz.

El caso de León es otra invención de la serie. Como dijo mi hermano “es para que Lale se vea más simpático. Amigo de los gitanos, amigos de los gay…” En el libro, Baretski escoge a León, un joven eslovaco, para que sea el aprendiz de Lale. Poco después, León desaparece, cuando regresa, muy macilento, le confiesa al tatuador que un médico lo castró. Lale asume que se trata del Dr. Mengele.

                                       Leon

En la serie se elabora más en la biografía de León. Es Lale quien lo escoge al ver que un Kapo lo golpea constantemente. León le confiesa que es homosexual, que tuvo amores con un tenor en Praga, pero que fue arrestado por ser judío, no por su orientación que ha ocultado. León es testigo de la tortura de las pacientes de Schumann. Más adelante, el mismo León es escogido de Conejillo de Indias por un sonriente Schumann.

                       El Dr. Schumann

Tal como en el libro,  este episodio sirve para informar sobre los pavorosos experimentos conducidos en Auschwitz (y otros campos). Convertir a León en homosexual sirve para denunciar otro aspecto poco conocido del Holocausto: el exterminio de la población gay. Es el modo en que lo presentan lo que parece un poco forzado y hasta risible.

Lale y Heather pasean por el sector costero de Melbourne y,  sobre el marco del Mar de Tasmania,  vemos una pareja gay besándose. De regreso a casa, el tatuador confiesa que León era homosexual. “¿Y no te molestaba eso?” pregunta Heather. Entre risitas,  el anciano dice que la revolución sexual no es de ahora, que trabajar en negocios de la moda lo puso en contacto con homosexuales. “Teníamos clubes, ¿me entiendes?” Eso sonó raro como que Lale iba a esos clubes.

MI madre también trabajaba en el circuito de la moda. De pequeña,  yo sabía que tenía socios, colegas y amistades que no gustaban de las mujeres, pero tenía clarísimo que de eso no se hablaba porque la ley estaba en contra de ellos. “Sí mencionas que son ‘mariquitas’” me advirtió mi madre “los van a poner presos, les van a pegar, es injusto, pero es así.” Estas tolerancias falsas en tiempos antiguos que presentan series como El Tatuador solo minimizan y trivializan los peligros y desdichas que han acompañado al colectivo LGTB a través de su historia.

A pesar de los errores cometidos en esta versión, es hermosa (algo que no solemos asociar con filme del Holocausto), conmovedora, excelentemente actuada y entretenida. Quiero terminar con algo que dice Gita en el filme (no en el libro) cuando Lale confiesa haber dejado de creer en D-s. “D-s no puede ayudarnos, pero nosotros podemos ayudarlo”. Esa ayuda consiste en demostrar al Cielo y al mundo que el amor sigue existiendo a pesar de todo lo horrible que los rodea.



El Tatuador de Auschwitz puede verse en USA a través de Peacock, en España en Movistar,  todavía no sé cuándo llegue a América Latina.

 

 

 

2 comentarios:

  1. Desde FB de Rafael Ochoteco
    Me encantó el asunto de los fantasmas...

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    1. Para Rafael Ochoteco A mi también me pareció un recurso artístico muy bueno. Lo único es que aparecen para recordarlle a Lale sus culpas. Y todavía no sé cuales son.

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