Mi anterior post,
sobre la mala experiencia de Carlos en Gordonstoun, puso en entredicho las
cualidades maternales de la Reina de Inglaterra. En declaraciones que El Príncipe
de Gales hiciera a su biógrafo Jonathan Dimble, aseguraba que, sin llegar a la indiferencia,
su madre había sido una presencia ‘distante” en su infancia y adolescencia. “The
Crown” nos regala una Isabel negligente, cobarde y bastante desapegada en lo
que se refiere a su hijo mayor. ¿Es esa la única verdad sobre el tema?
Nadie sabe realmente
lo que es ser “buena madre”, ni siquiera los hijos de tales señoras. Sin una definición
específica, las buenas madres vendrán en diferentes versiones. No todas las
mujeres pueden ser Mama Weasley o “Marmee” March. Hoy en día es más fácil
reconocer una mala madre, por el daño hecho a los hijos o el daño que estos
provocan, una culpa que siempre recae sobre la que los parió.
Finalmente, en
este mundo de miechica que nos ha tocado vivir, el buen desempeño maternal va
regulado por cánones vigentes y por modas. Por eso no me sorprendió saber que Isabel
II admitió a su marido en la sala de partos, solo cuando se lo aconsejó una
revista femenina. Son los medios, antes que padres y profesores, quienes nos
adiestran sobre cómo llevar una familia. Y comienzo en la sala de partos,
porque cuando se pone en tela de juicio la labor maternal siempre se comienza
por ahí.
Partos reales
Muchas veces se define
a una buena madre por el dolor con que parió a su hijo Si ya sé, totalmente
WTF. Pero, de joven escuché hasta la náusea: “¡Aceptó una epidural! ¡No pario naturalmente!
Él bebé nació con cara chistosa.” Eso no
concuerda con el pensamiento de la
Princesa Margarita que solicitó cesáreas porque así los bebés “nacen más
bonitos”.
Como todas sus
fans, yo me creí todas las primicias de Santa Diana como que era la primera en
la Familia Real en parir en una clínica. Not! Margarita y la Princesa Ana ya
habían salido del palacio para dar a luz. Yo nunca he entendido ese afán de ir
a parir a un lugar extraño, nada mas que para volver galopando a casa. Diana
estuvo menos de 24 horas en el hospital y según le contó a su biógrafo Andrew
Morton, solo lo hizo “para huir de los periodistas”. Por eso también hizo que
le indujeran el parto.
A fines de los
60s y comienzos de los 70s, hubo toda una corriente de hacer el parto lo mas
natural posible. Bajo la influencia de la filosofía hippie, la idea era parir
como los gatos, incluso al aire libre. Por suerte esa tendencia acabó rápido.
Sin embargo, en los 90s, en USA, hubo un renacimiento de partos en domicilio,
bajo el cuidado de parteras certificadas. Las razones eran, primero económicas:
segundo, se evitaban los gérmenes que
siempre pululan en los hospitales. Además, se trataba de convertir ese momento
en una experiencia más íntima y la parturienta no estaba a merced de médicos
machos, prepotentes y muy rápidos para recomendar cesáreas.
Hablando de cesáreas,
algo de eso “que no se habla” y que recientemente ha salido a la luz. Isabel
dio a luz a Carlos vía cesárea y usó anestesia con Ana y Andrés. Para la
llegada de Eduardo, ya informada por las revistas, tomó cursos de Lamaze y tuvo
a su lado a la partera Betty Parsons que le enseñó técnicas de relajación y respiración,
“el jadeo del perro” como la llamaba a mi Ma.
Sin embargo, el primer
parto fue horroroso. Tras 30 horas de dolor para la princesa, la comadrona real
Helen Rowe, cedió ante la autoridad medica y el escalpelo. Carlos venia atravesado
y era casi de noche cuando nació. Se había habilitado la Suite Belga del Palacio
de Buckingham para que sirviera de sala de parto.
Felipe no estaba
adentro, no era la costumbre que los padres asistieran a los partos (y eso que
el Príncipe Alberto estuvo en todos). Además, tal como le contó la reina a su
biógrafa Ingrid Seward, ella nunca quiso a su marido cerca sino hasta que leyó
que eso acercaba a los padres con los hijos y ayudaba a la madre. Bueno, Diana
nunca le agradeció a Carlos que estuviese en la sala de parto.
Al comienzo,
Felipe andaba dando vueltas por el pasillo, pero a medida que pasaban las horas
y los nervios lo estaban atormentando, Mike Parker se lo llevó a jugar squash
en el patio. Hasta ahí llegó Tommy Lascelles aleteando (¿quién más? Seguro que estaba dentro de la sala de parto)
a anunciar que ya había un heredero. Inmediatamente, Felipe mandó a Mike a
comprar un ramo de rosas rojas y claveles (las flores favoritas de Isabel) y
para cuando su mujer despertó, los Esposos Mountbatten pudieron brindar con champaña
el nacimiento de su primogénito.
Antes, Felipe había
visto a su hijo (y dijo que parecía un budín de ciruelas) y el príncipe fue
presentado al público. Al saber el sexo del bebé, Winston Churchill exclamó “¡Sabia
que ella no nos iba defraudar!”. Y ahí tenemos presente la presión a la que
Isabel estaba sometida y que marcaria sus relaciones con sus hijos mayores. Ella
tenía el deber de asegurar la sucesión al trono, y de preferencia traer al
mundo a un futuro rey.
La infancia de un
príncipe
Al comienzo,
Isabel fue como la mayoría de las madres dedicada totalmente al recién nacido.
“Todavía no puedo creer que tenga un bebé propio” le escribiría a una amiga al
mes de nacido su hijo. Carlos pasó sus primeros meses en una cunita en el boudoir
de su madre que quedaba a pasos de la cama de sus padres.
Otra medida para
adjudicar el premio “Madre del Año” está en la capacidad de amamantar, y en la
cantidad de tiempo que se hace. Hay mujeres que dan pecho un par de meses,
otras un par de años. Isabel le dio pecho a su hijo varias veces al día. Labor
que tuvo que ser interrumpida cuando Carlitos tenía dos meses y a su madre le vino
un sarampión. No solo hubo que interrumpir la lactancia, también hubo que separarlo
de su futura reina. Quizás eso haya facilitado la tarea de Isabel de desligarse
de sus responsabilidades maternales. A pesar de que, estoy segura, quería a su
hijo, la princesa estableció rápidamente sus prioridades. Elizabeth Mountbatten
quería disfrutar de su vida de recién casada.
A mi no me parece
terrible que Isabel haya privilegiado al marido que había sacrificado tanto por
ella sobre sus hijos (Anne nació dos años después que Carlos) a los que dejaba
en buenas manos. Carlos se ha quejado de lo distante que fue su madre y lo
brutal de su padre, pero ninguna de sus quejas se refiere a sus primeros años en
que vivió rodeado de mimos con su Nanny Lightgood y sus abuelos. Yo conozco
mucha gente que, en sus primeros años de vida, tuvo un doble set de padres, los
verdaderos y los abuelos (a veces dos pares de abuelos) y son personas más
centradas y felices.
En la serie vemos
a los niños visitar a sus padres en Malta. En realidad, nunca fueron. Isabel
los llamaba diariamente, y cuando podía viajaba a Londres. Para ellos era una
presencia amada, admirada, pero periférica. “Una mujer hermosa, pero remota…
que olía a lavanda” diría Carlos años más tarde.
La enfermedad del Rey Jorge obligó a su hija
mayor a hacerse cargo de mas actos oficiales y tures. La misma reina viajaba
tanto que diría “me temo que los niños no me reconocen”. Sin embargo, Carlos
era totalmente feliz. Biógrafos y amigos han cuestionado esta etapa en que él
vivía protegido y mimado por todos, sobre todo por la Queen Mom y temen que
ella haya fomentado en el nieto debilidad y tendencia a la autocompasión.
Felipe y su
Heredero
La situación de Carlos
cambió con la muerte de su abuelo y la ascensión al trono de su madre. Para
consolar a Felipe de todo lo perdido, la reina lo puso a cargo de sus casas y
de sus hijos. Ella se sentía mas confiada y menos culpable, sabiendo que al menos
uno de ellos estaba pendiente de los niños. Lo malo es que la presencia constante
del padre no fue buena noticia para Carlos.
Con Ana no había
problemas. Desde su nacimiento fue la adoración de Felipe. Sus personalidades
eran muy parecidas y Ana sabia manejar al padre incluso en los famosos accesos
de sarcasmo del Duque de Edimburgo. Lo entiendo, yo también tuve un padre
sarcástico y o me reía de él o le contestaba con alguna ironía. En cambio, para
Carlos las pullas, las brusquedades y gritos le eran devastadores.
Para Felipe,
Carlos era un molesto enigma. Todos sus esfuerzos por interesarlo en deportes y
en la pesca o la navegación eran un fracaso. Y su manera de manejarlo era o con
burlas u obligándolo a hacer lo que quería el padre. Nanny Lightgood comentaba
un episodio muy triste en que Felipe forzó a Carlos, que estaba resfriado, a
meterse en la piscina. Tanto las nanas como la Reina Madre notaban que Felipe maltrataba
al niño y lo empujaba a ser más tímido y asustadizo. Eso también lo ha
incluido, Peter Morgan en “The Crown”.
A la reina no
parecía preocuparle esta situación y dejaba todo en manos del marido. Ella
misma no era una mujer paciente con los niños y lo ilustra un caso contado por
la esposa de Michael Adeane. Estando de vacaciones en Balmoral, la Señora
Adeane volvió de un paseo en el bosque con una bolsa llena de setas. Se le
ocurrió que los niños se la entregaran a la madre como un presente. Como suele
ocurrir en esos casos, Carlos y Ana se disputaron la bolsa que terminó rompiéndose
y con los hongos esparcidos por el suelo. Furiosa, Ana, tomó un látigo que
estaba cerca y comenzó a azotar al hermano. Los alaridos de Carlos atrajeron a
la reina que inmediatamente recompensó a ambos hijos (a la del látigo y al azotado)
con sonoros bofetones.
¿Por qué Ana si
fue feliz?
Sin embargo, la Princesa
Ana tiene los mejores recuerdos de su infancia. Ella recuerda a Felipe (al que
la serie nos muestra siempre de jarana) llegando todas las noches a acostarlos
y leerles un cuento. Recuerda vacaciones en Balmoral en que su madre cocinaba
para ellos (bangers, una especie de
salchicha, parece ser la especialidad culinaria de Isabel). Tristemente, Carlos
no tiene memoria de eso.
La relación de
Ana con sus padres también era diferente. Aunque era la favorita de su padre,
su trato con su soberana-madre fue igual de distante. Solo en la adolescencia
se hicieron amigas. Isabel, tal como lo hiciera con sus hijos varones, dejaba
todo lo referente a su única hija a cargo del marido.
Ana y su mama |
Si en la serie
nos muestran a la reina reclamándole a su madre por la pobre educación que le
ha dado, uno esperaría que se esmerara en ofrecerle a Ana lo que ella le faltó.
¡Ni de chiste! La educación de Ana quedó en manos del padre y comenzó tal como
la de la reina, con una institutriz ren el mismo palacio. Ana no recuerda haber
visto a su madre nunca cerca de su salón de clase. En cambio, la que
monitoreaba sus clases y la ayudaba en sus tareas era … ¡La tía Margarita!
Me ha encantado
saber que Margarita, en medio de juergas y romances fallidos, dedicara tanto
tiempo a sus sobrinos. Tanto Carlos como Ana siempre mantuvieron una relación
estrecha con su tía y le perdonaron sus extravagancias. Incluso en 1960, en
medio de su tormentoso romance con Tony Armstrong-Jones, Margarita se encargó
de revivir la patrulla de Niñas Exploradoras del Palacio de Buckingham, a la
que ella había pertenecido. La idea era que Ana pudiera convivir con otras
niñas de su edad.
Encontré este
video que me encanta. No solo vemos a Margarita conviviendo con sus sobrinos,
sino también al Duque de Edimburgo montado en un triciclo. Este es un video casero,
no se filmó con propósitos publicitarios. Ahí podemos ver una escena feliz de
una familia unida, incluso a Carlos lo vemos contento.
Volviendo a Ana,
fue por ahí por 1960 que su padre notó en ella las aptitudes de una gran
amazona. Inmediatamente buscó al mejor equitador para adiestrar a su hija, el
Coronel Sir John Mansell Miller. Esa fue la educación de Ana, su profesión y su
vocación.
Pocos saben que la princesa ha ganado varias competencias y que fue parte del equipo de equitación olímpico representando al Reino Unido en las Olimpiadas de Vancouver de 1976. Ana ha recibido el total apoyo de sus padres en su carrera ecuestre. Cuando ganó el Campeonato Europeo montaba el garañón Doublet, regalo de su madre.
La Princesa Ana, los caballos y sus padres |
Pocos saben que la princesa ha ganado varias competencias y que fue parte del equipo de equitación olímpico representando al Reino Unido en las Olimpiadas de Vancouver de 1976. Ana ha recibido el total apoyo de sus padres en su carrera ecuestre. Cuando ganó el Campeonato Europeo montaba el garañón Doublet, regalo de su madre.
La Segunda Familia
Hablar de 1960,
es hablar de otra etapa en la vida familiar de la reina, de lo que la misma Isabel
denomina “Mi Segunda Familia”. A sus 34 años, Isabel, consciente de que no
había sido una madre devota, decidió darles una nueva oportunidad a sus
instintos maternales, con el nacimiento de Andrés (1960) y de Eduardo
(1964). No solo tuvo partos naturales, admitiendo
la presencia del marido en su último alumbramiento:; no solo amamantó a sus
hijos menores por casi medio año; también se permitió ausentarse de sus labores
(ambos fueron embarazos de alto riesgo) para cuidarse y cuidar de sus hijos.
La soberana mandó
fabricar una cuna de caoba que hiciera juego con los muebles de su oficina para
poder tener a los bebés con ella en sus horas de trabajo. A Eduardo, inclusive,
se le permitía gatear por toda la oficina. He leído en artículos sobre la
disfuncionalidad maternal de la reina, criticarla por nunca haber bañado a sus
hijos en su vida. Me da un poco de risa (de niña yo rezaba para que mi mamá no
me bañara) que una medida del amor maternal sea un baño.
Aun así, Dickie Mountbatten contaba que en las
“Noches sin Mabel” (Mabel Anderson era la nana de Carlos y Ana), Isabel se ponía
un delantal y bañaba a sus hijos. Y hay muchas pruebas de que le encantaba bañar
a Andrés y a Eduardo. Obvio, que solo cuando sus deberes se lo permitían.
También era ella quien acostaba a sus hijos menores. Aunque no los llevaba a la
escuela, muchas veces los iba a recoger. Tal como nos muestra “The Crown”” fue
el Duque de Edimburgo que llevó a Carlos, en su jet privado, a Gordonstoun. Cuando
le tocó el turno a Andrés de ir a esa escuela, su madre lo acompañó.
El Prínicipe Andrés y su mamá llegan a Gordonstoun |
La Segunda
Familia también le dio la oportunidad a Isabel de acercarse a su única hija. La
mayoría de los problemas entre madre e hija ocurren con la llegada de la
adolescencia. No fue ese el caso de la reina y la princesa. A pesar de que Ana
había encontrado una vocación y una carrera en el deporte ecuestre, su padre quería
que terminara la escuela y conviviera con otras chicas. En 1963, Ana fue interna
a Benenden, un internado en Kent (donde estudiaron las princesas de Jordania y
mi actriz favorita, Rachel Weisz), de donde se graduaría en 1968.
La Reina visita a Ana en Benenden |
Fue en esos años que
The Royal Princess (“la Princesa Real”
ese es su título oficial) comenzó a aconsejar a su madre en ciertos aspectos de
su apariencia, y a influir sobre el estilo de la reina (que subió sus faldas
unos centímetros después que Ana comenzó a andar en minifalda). Es una lástima
que la oportunidad que tuvo Isabel de acercarse a su hija no alcanzara a Carlos.
El Príncipe de Gales conserva hasta hoy día una imagen amarga del rol de sus
padres en su infancia y adolescencia.
Peter Morgan pone
en la boca de Felipe una frase criptica y obscenamente lapidaria: “Isabel odia a
Carlos ya que representa su propia muerte”. Curioso, porque más adelante, es Felipe
el que parece resentir y odiar a su primogénito (en realidad parece convertirse
en el otro yo de Morgan). Sin embargo, en la vida real Carlos parece resentir
mas la ausencia de la madre, sobre todo después que la vio volcarse sobre su ‘Segunda
Familia”.
Observen el intercambio de miradas. Muy significativo |
Hasta el 2016,
Isabel era muy unida a sus nietas, Beatriz y Eugenia, y a sus hijos menores.
Todos los domingos, si estaba en el país, Andrés se dejaba caer en el palacio,
después de misa, para un traguito con su Mami. Todos los domingos, la reina
Isabel tomaba él té con Eduardo y su familia. Pero se están dando bruscos
cambios dentro de esa familia.
Venganza principesca
Venganza principesca
Recientemente,
debido al retiro del Duque de Edimburgo de deberes oficiales, y a la misma edad
mayor de la reina, Carlos se ha ido apropiando del palacio y es quien maneja muchas
cosas tales como los roles oficiales de la Familia Real Británica. Su primer
paso ha sido reducir esa familia, tanto en términos de funciones oficiales como
en subsidios económicos. Se entiende que haya alejado a sus primos Gloucesters
y Kent, y a los hijos de la Princesa Margarita, pero en su afán de crear una
familia nuclear pequeña, El Príncipe de Gales está distanciándose de sus
hermanos.
La Familia Real
ha quedado reducida a la Reina, el Príncipe Consorte, Carlos, Camila, los
Duques de Cambridge, sus hijos y Harry. Ana, Andrés y Eduardo (y sus hijos) han
pagado no haber sufrido en Gordonstoun y haber sido depositarios del cariño y
atención positiva de sus padres. Carlos se está cobrando lo que el sufrió.
He tratado de no
juzgar, pero recuerdo un suceso de mi infancia. Yo fui a escuelas primarias
inglesas. Cuando tenia seis años, la madre de la directora de mi colegio
falleció. Mientras mi madre ordenaba una corona fúnebre gemía “¡Pobre Miss
Betty! ¡Qué desgracia! “Mi padre (que se crió en una comunidad británica y que
habló inglés antes que castellano) la consoló: “Las inglesas quieren más a sus
perros que a sus hijos y a sus padres “. Parece una generalización brutal, pero
acabó de enterarme que Isabel se llevó en su luna de miel a Susan, su perrita
corgi. En cambio a sus hijos no se los llevó a Malta.
CorgiesVSHijos |
Los Mountbatten
cometieron todos los errores, por ignorancia o negligencia, posibles con su
hijo mayor. En cambio, tuvieron buenos resultados con sus otros hijos, y sus
nietos. Carlos ha salido un excelente padre también, pero el daño está hecho.
Como su abuelo y su tío Eduardo, el Príncipe Carlos ha quedado traumatizado. La
diferencia es que sus parientes lograron centrarse gracias a sus cónyuges. La Queen
Mom fue instrumental tanto en la felicidad, como en el buen desempeño como rey,
de su marido. Y para bien o para mal, Wallis dio estabilidad al Duque de
Windsor.
Lamentablemente, Carlos se casó con una mujer tan atormentada y necesitada de afecto como él y ninguno supo hacer feliz al otro. ¿Culpamos a la Reina Isabel entonces?
Lamentablemente, Carlos se casó con una mujer tan atormentada y necesitada de afecto como él y ninguno supo hacer feliz al otro. ¿Culpamos a la Reina Isabel entonces?
Y para colmo, parecer que no confía en él para que sea rey, hasta en eso ha demostrado que no lo considera con el carácter.
ResponderEliminarDesde la desafortunada, infundada y totalmente gratuita aseveración de Diana de que Carlos no debería ser rey, es casi consenso entre los monárquicos ingleses que Carlos debería pasar la corona al Duque de Cambridge. Por que la Reina no debería opinar como su ex nuera y sus súbditos? Sin embargo, no creo que piense así. Tal vez cuando Carlos era joven y manejaba tan torpemente su vida personal, pero no ahora. La Reina ha recibido en su familia a Camilla y ha permitido que Carlos lleve las riendas en lo que respecta a lo que corresponde a la familia Real, a la que ha disminuido de gran manera. La deserción de los Sussex ha sido manejada casi enteramente por Carlos.
EliminarBuenos días. Me gusto la pelicula THE CROWN, en lo que se refiere a los lugares, casas, decoración. En lo que se refiere al contenido mismo de la biografia o anamnesis de la familia real británica considero que si hubieron exageraciones encuanto a los personajes, en el caso de Carlos se lo representa
ResponderEliminarcomo un temperamento timido y exagerando una apariencia de un adolescente sin criterio y actitud de un tonto. De igual manera Diana. Pienso que no fueron asi. Con esta película demuestra el rechazo que existe hacia la monarquías en este siglo, la concentración de riqueza en personas que representan gastos al estado, mientras existe necesidades a nivel mundial. No puedo catalogar de la misma manera todas. Deben ganarse el dinero trabajandi.
Hola, gracias por pasar. Según parientes, amigos, sirvientes y testigos, Carlos y Diana no son/eran para nada como los retrata The Crown. Sobre lo que deberían trabajar. Otra cosa que no muestra la serie es que, si trabajan, más que lo que muchos plebeyos. deben atender cientos de funciones públicas, presiden caridades y manejan fundaciones artísticas y culturales. Incluso han servido en el ejército en escenarios bélicos como la Reina y su difunto marido, como el Duque de York y el mismo Harry. Dan empleo a miles de personas. Desbaratar la monarquía serias un desastre económico. Pero, al menos en Inglaterra, vale recordar que el pueblo solo costea actividades de la Reina, Carlos, Camilla, y los Cambridge. De nadie más. Si vemos a las familias de presidentes electos cuyos gastos también corren a costa del estado. ¿Cuál es la diferencia? Una cosa que aprendí con el bochinche Meghan es que el estado no paga todos los gastos de la Familia Real. Algo que si pagan es la protección del grupo que mencione arriba y eso porque cumplen funciones publicas que los ponen en riesgo. Cuando los Sussex optaron por “no trabajar” para La firma, instantáneamente el estado dejó de pagarles. Cuando los Sussex se quejan de que quedaron pobres no están hablando del dinero del estado, sino de una “pensión” que deberían darle Carlos y la Reina de su bolsillo. Como tu bien dices mejor que trabajen.
EliminarOtra cosa, el antimonarquismo de Occidente nace de una imagen europea de la monarquía. Hay 26 monarquías en el mundo, solo nueve están en Europa. Y cada vez que oigo gritar “abajo la monarquía” es en España, en Inglaterra y en Suecia. Mira, Mónaco ha tenido más escándalos que ningún otro reino de Europa y nadie pide que se vaya el Príncipe Alberto. En Japón, ni una guerra ni dos bombas acabaron con el imperio. Y basta pensar que la mayor parte de las monarquías del mundo son islámicas, no hay constitución ni parlamento y ahí están, nadie les dice ‘trabajen”..