jueves, 14 de noviembre de 2024

De Brideshead a Mayapore: La televisión inglesa de Los 80

 


Es extraordinario que, en los primeros cinco años de una sola década, en Inglaterra se hayan hecho dos de las 20 mejores miniseries de la historia de la televisión. Casi tanto como que los cinco años siguientes haya comenzado una paulatina decadencia que se acentuaría en Los 90,  dejando de ser la BBC (y la ITV y la ITC) la mejor fábrica de programas televisivos del mundo.

Un motivo de la decadencia puede haber sido el surgimiento de canales de cable que ofrecían más distribución y dividendos que la BBC. No sé cómo sería en el resto del mundo. En USA ya para el final de Los 80, la PBS, que había sido la principal distribuidora de los programas británicos,  tenía fuerte competencia. Las compañías de cable ahora traían canales como A&E, Discovery y a partir de 1994, History Channel,  que acaparaban documentales y hasta series. Cuando llegué a Chile descubrí que si quería ver algún programa ingles tenía que recurrir (tal como hoy) a Film&Arts. Eso me hizo perderme casi veinte años de series inglesas.

Donde más sufriría la programación de la PBS seria en documentales, ya que ahora no solo los ingleses los hacían y aun estos tenían más canales para su distribución. Eso aun no sucedía en 1980 cuando el gran éxito de la televisión inglesa fue un documental sobre arte moderno llamado The Shock of the New. El crítico de arte australiano, Robert Hughes  era el host de este programa tan exitoso que llevó a la publicación de un libro que The Guardian incluye en su lista de los mejores cien libros que no son novelas.



Brideshead y la nueva Anglofilia

Al año siguiente, debutaba en pantalla la mejor serie de ficción hecha en Inglaterra. En ocho episodios, esta adaptación de la novela de Evelyn Waugh cambió la fisonomía del seriado limitado, otorgándole más respetabilidad que la obtenida por exitosas series como La Saga de los Forsyte y Upstairs Downstairs. Tanto así que la PBS no la presentó en su Masterpiece Theatre sino en su espacio Great Performances, dedicado a las artes,  y que normalmente ofrecía teatro, opera, ballet y otros programas musicales de categoría.



Aunque ya he hablado de Brideshead Revisited en otras entradas, hay que agregar al elenco monumental (Sir Laurence Olivier, Sir John Gielgud y  Claire Bloom en roles importantes), a un libreto muy apegado a la obra de Waugh que mantiene el equilibrio entre su espiritualidad y el sutilmente tratado tema de la homosexualidad. No olvidemos una escenografía esplendorosa que nos llevaba desde la Oxford de Los 20 a Venecia, desde el Castillo de Brideshead (Castle Howard) hasta Marruecos (en realidad Malta).




Junto a los personajes, viajábamos en Rolls Royce y tren por la campiña inglés, en buses y burros por Centro América y el Norte de África y cruzábamos el Atlántico en trasatlántico (el Queen Elizabeth 2). De hecho, se filmó la travesía durante una tormenta de verdad. Todo detalle fue cuidadosamente fabricado incluyendo vestuarios que evolucionaban desde 1922 hasta 1939. La serie dejó a público y críticos, en ambos lados del Atlántico, boquiabiertos. Recuerdo haberla visto durante las vacaciones invernales de 1982 y quedar estupefacta,  totalmente consciente de que presenciaba algo extraordinario.



La crítica se hizo presente a la hora de las premiaciones. Nominaciones para el BAFTA, los Emmy y Los Globos de Oro se apilaron sobre la miniserie que recibió innumerables premios incluyendo tres para Anthony Andrews en su rol del trágico y romántico Lord Sebastian Flyte.



Mas interesante aun, se desató en Estados Unidos una anglofilia que no se había visto desde la Beatlemanía. Hubo hasta una resurrección de salones de té en Nueva York donde la tienda de departamento Barney’s (cuyos dueños eran ingleses) vendía copias de Aloysius, el oso de peluche de Lord Sebastian. Hubo también, a nivel intelectual, un renacimiento de la obra de Waugh, un interés en su vida y la de sus contemporáneos que fueron apodados “La Generación Brideshead”.



Hoy Brideshead puede ser encontrada en Britbox, Tubi y YT. No se siente vieja y la aconsejo para los ingenuos que habrán visto el filme del 2008 que entendió mal la obra de Waugh, concentrándose en un anticlericalismo que hubiese repugnado al autor.  Lo importante es que aun los más esnobs del mundo intelectual, ya no se avergonzaban de ver miniseries, sobre todo las inglesas. Así el público estuvo preparado para otra “joya” del Masterpiece Theatre. Me refiero a The Jewel of the Crown.

La ironía es que esta miniserie, de la que tengo mucho que decir, fue el canto del cisne para ese programa de la PBS. Hasta Downton Abbey en el 2010, ese espacio dominical se dedicaría a adaptaciones literarias sin gran importancia. Una razón es que ya en Los 80, la televisión inglesa se caracterizaba por series policiales que habían reemplazado a las de espionaje y que en USA eran presentadas en un espacio diferente al del Masterpiece Theatre.

Los Misterios de Mystery

Mystery! con su particular introducción de dibujos animados y presentada por Dame Diana Rigg,  había iniciado,  en 1981,  en las noches sabatinas de la PBS. Sin embargo, su primer mega éxito no fue un misterio detectivesco sino la biopia de un impresionante espía. Ya la BBC se había anotado un par de goles al convencer a Sir Alec Guinness de entrar en el mundo de la televisión, dando vida a Smiley, el super espía de las novelas de John Le Carre. Tinker, Tailor Soldier Spy y Smiley’s People le ameritaron BAFTAS al intérprete de Obi Ben-Kenobi, pero no merecieron entrar en el exclusivo mundo del Masterpiece Theatre siendo presentadas en otros horarios por la PBS.



Por eso resultó curioso que fuese Mystery la que ofreciese Reilly, Ace of Spies en 1983, pero es que esta biopia de uno de los espías más famosos de la historia lo merecía. Aun antes de Parque Jurásico, Sir Sam Neill se estaba haciendo de un nombre en el cine australiano y en Hollywood. Era su segunda aparición en la televisión británica después de crear el mejor Brian de Bois Gilbert que he visto en Ivanhoe (1981).



Reilly estaba filmada con una escenografía y un tecnicolor digno de pantalla grande. Tenía lugar en diferentes partes del mundo para centrarse al final en la recién nacida Unión Soviética y cubría un espacio cronológico desde 1901 hasta 1925 en que Sídney Reilly es ejecutado por la OGPU. No sigo porque prefiero que lean la nota que hice sobre la serie.



Sin ser tan épica como Reilly, pero igualmente vistosa y bien actuada, fue The Casebook of Sherlock Holmes que inició en Mystery en 1983. Ya sé que para las generaciones más jóvenes, Sherlock luce como Robert Downey o mi Zarigüeya Cumberbacht (tal como la generación de mi padre se lo imaginaba con el rostro de Basil Rathbone o el de Peter Cushing), pero para mí no hay mejor Holmes que Jeremy Brett que lo interpretaría desde 1983 hasta su muerte una década más tarde.



Mystery no solo presentaría a la creación de Sir Arthur Conan Doyle. A partir de 1984,  comenzó a serializar los misterios de Miss Marple y en 1989, llegó a las pantallas Sir David Suchet a interpretar a Hercule Poirot.  Estas adaptaciones de la obra de Dame Agatha Christie eran más caras, ya que tenían lugar en espacios exóticos y servían para hacer famosos a muchos actores. Ni parecidas a las basuras que ha hecho Britbox en los últimos años.

Otra exitosa adaptación fue la serie del Inspector Morse, basada en los libros de Colin Dexter, y que inició en Mystery en 1987. Aunque en tiempos modernos, la belleza de Oxford daba un toque novedoso a esta historia de un gruñón policía con muy buen ojo para descifrar crímenes. El éxito de Morse trajo un spin off, Lewis, y en este siglo la maravillosa Endeavour, una de las últimas producciones decentes de la BBC.



Recordando el Imperio

Y hemos llegado a 1984, el año de La Joya de la Corona, la última miniserie épica de la televisión británica y su última producción (antes de Downton Abbey y esta era una serie) en capturar la imaginación de espectadores en todo el mundo. Sobre su puesto en la ola de la “ Indomanía”  que afectaría la cultura popular británica de Los 80 , hablaré en otra nota. Aquí me limito a decir que fue un curso acelerado de la historia del Raj Británico en los años que llevaron a la independencia de la India.

Esta adaptación del Raj Quartet de Paul Scott tenía lugar en diferentes locaciones de la India y narraba la odisea de docenas de personajes de todas las nacionalidades y colores, destacando el conflicto entre dos hombres: el superintendente de policía, Ronald Merrick (Tim Pigott Smith) y el joven anglo-indio Hari Kumar (Art Malik). Ninguno de los dos entendía la cultura india, ambos la detestaban y,  de alguna manera,  pasaban a ser víctimas de ella.



Aunque Hari desaparece en los primeros capítulos, encerrado en una cárcel purgando un crimen que no cometió, su presencia y recuerdo reaparecen esporádicamente como recordatorio de las injusticias del Raj y de los peligros de sentirse europeo en una civilización incomprensible para la mentalidad occidental. The Jewel in the Crown no sería el único recordatorio del imperialismo colonial en la televisión de ese entonces.



En 1981, Masterpiece Theatre nos presentaba una adaptación de The Flame Trees of Thika de Elspeth Huxley. Estas eran las memorias de Huxley de su infancia y adolescencia en Kenia antes de la Gran Guerra. The Flame Trees, abrió la puerta para otra manía impuesta por la ficción inglesa, un renovado interés en esta ex colonia británica. Aunque la “keniomania”  se destacó más en el cine y no volvería a la televisión hasta Heat of the Sun (1997), había en el zeitgeist un renovado interés, levemente nostálgico, por un imperio perdido.

Por algo en 1981, debutaba Tenko, un crudo retrato del cautiverio de europeas a manos de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Basada en la compilación de experiencias reales hecha por Lavinia Warner, Women Behind Barbed Wire, esta coproducción anglo-australiana iba más allá que hasta donde llegaría Paradise Road de Bruce Beresford que tocaría el mismo tema. Tenko duró tres temporadas, más un capítulo de reunión de las sobrevivientes que duró dos horas. Se convirtió a la trama en una novela y el 2012 se publicó un libro sobre la creación del programa. Increíble que esta emotiva serie no se encuentre en ninguna plataforma.



Una novedad era que en los primeros capítulos de la serie cubrían la vida de europeos en Singapur, otro gran bastión del Imperio Británico.  Algo no visto sino hasta la penosa adaptación de The Singapore Grip, de J. G. Farrell, tan mala que ninguna plataforma, ni la PBS, han querido comprarla.

Tenko sería el inicio de una obsesiva creación de historias sobre la Segunda Guerra Mundial en la televisión angloparlante de los 80. La contribución británica seria anual. En 1982 tendremos la casi olvidada We’ll Meet Again, sobre la presencia e influencia de soldados americanos en una villa inglesa.1984 nos traería La joya de la corona que retrata la vida cotidiana en la India durante el conflicto, aparte de incluir un episodio sobre las batallas en la frontera birmana (Arrakan) para impedir la invasión japonesa .

Menos grandiosa fue la coproducción anglo-americana Jenny’s War de 1985. Basada en la novela de Jack Stoneley, tenía a Dyann Cannon como una americana, divorciada de un alemán y madre de un piloto (un jovencísimo Hugh Grant) de la Real Fuerza Aérea. Cuando el avión de su hijo es derribado en territorio alemán, Jenny gasta toda su energía hasta que la OSS la contrata y entrena como agente secreta.



Es enviada a Alemania donde se infiltra en un stalag donde está el hijo, y permanece ahí disfrazada de hombre. La situación es tan absurda (tal como su escape) que llega a ser risible. Solo la vi porque Christopher Cazenovemi chongo de entonces interpretaba a un oficial inglés prisionero.



1987 vio hasta Mystery involucrarse en la Segunda Guerra Mundial. En la adaptación de The Charmer de Patrick Hamilton,  el psicópata asesino serial (Nigel Havers) utiliza el Blitz para matar a un oficial de la RAF y adoptar su personalidad, lo que le permite seguir seduciendo y explotando mujeres. Sin embargo, la gran serie sobre el conflicto llegó a América vía Masterpiece Theatre y nos presentó una pareja de actores, entonces desconocidos, llamados Kenneth Branagh y Emma Thompson.



Basada en La Trilogía de Los Balcanes de Olivia Manning, Fortunes of War describía las andanzas de un profesor de idiomas (Sir Kenneth) y de su devota esposa (Dame Emma), entre 1939 y 1942,  por Rumania, Grecia y el Medio Oriente y Egipto . Aunque novedosa y llena de personajes curiosos, la serie (que recibió dos BAFTAS) no tuvo la celebridad de las miniseries de la BBC, me refiero a las de esa magnitud.



La televisión inglesa no escarmentaba. En 1988 produjo Wish Me Luck, una competente narración sobre agentes de OSS infiltrados en la Francia Ocupada. También adaptaron la novela de Derek Robinson,  Piece of Cake sobe un escuadrón de la RAF durante la Batalla de Inglaterra. Masterpiece Theatre tuvo a Elizabeth Hurleyentonces considerada la mujer más bella de Inglaterra en Christabel.



Inspirada en la biografía de Christabel Bielenberg, sobrina de los magnates mediáticos Lord Northclieff y Lord Rothmere, cuenta como ella abandona la alta sociedad londinense en Los 30 para hacerse ciudadana del Tercer Reich al casarse con el abogado Peter Bielenberg (Stephen “Stannis” Dillane). La serie describe el shock cultural de Christabel y como ella y su marido se desilusionan con los nazis y se incorporan a grupos de resistentes al régimen.



En 1989 se redujo la producción de miniseries bélicas contentándose con la adaptación de The Ginger Tree escrita por Oswald Wynd. Esta triste historia de una esposa militar inglesa que es seducida por un noble japones durante la guerra ruso-japonesa y que decide seguirlo hasta el Japón al quedar embarazada, tenía la novedad de cubrir varias décadas de historia japonesa acabando cuando la protagonista retorna a Inglaterra en 1942. A pesar de que en las últimas décadas nos han traído ejemplos de series y miniseries bélicas del Reino Unido, ninguna ha superado los esfuerzos de otros países sean la trilogía de Hanks-Spielberg o series europeas.



Los 80 fueron la cúspide y canto de cisne de la televisión británica. No solo la BBC y la ITV no han podido recuperar su sitial, además han caído en franca decadencia. A pesar del fenómeno Downton Abbey y del fandom seguidor de series detectivescas inglesas, las dichas producciones no se pueden igualar al impacto que esas tres décadas de programas británicos tuvieron sobre la historia de la televisión mundial.

 

 

lunes, 11 de noviembre de 2024

Los Tudor, Los Bellamy y Los Poldark: La televisión inglesa de los 70

 


Los Forsyte y los Churchill habían dejado un gusto en suelo británico y en otros lados por las sagas familiares, aun más si eran reales. Fue así que a comienzos de Los 70, nacía la Tudormania en la televisión inglesa. La eclipsaría el interés por unos aristocráticos eduardianos que habitaban en Eaton Place y, a mediados de la década, el Cornualles georgiano sería el espacio para las hazañas del Capitán Poldark y de sus desavenencias con su familia antigua y su empeño en construir una nueva.

Como Nació la Tudormania

Desde el cine mudo que Enrique Octavo, sus esposas y descendientes han sido tema para muchos libretos. Enrique VIII entró en mi vida  en la piel de Robert Shaw, cuya jocosidad contrastaba con la severidad de Santo Thomas Moro en A Man for All Seasons. En 1970, esa imagen del rey gordo (mi hermanito hacia estupendas imitaciones de sus carcajadas) fue reemplazada por el exagerado histrionismo de Sir Richard Burton en Ana de los Mil Días.

Yo comencé a ver esta cinta en el Rialto, a comienzos de diciembre de 1970, pero fui interrumpida cuando se presentó mi primera regla. Como en ese entonces una primera menstruación era tratada como enfermedad, me llevaron a casa casi en camilla. Me tomó casi medio año poder ver la cinta, ahora en el Teatro Rex. La anécdota es para ilustrar el hecho de que ver cine en casa a veces nos evita incomodidades o interrupciones bochornosas.

Al parecer los ejecutivos de la BBC pensaban parecido puesto que ese año debutaba en las pantallas inglesas, The Six Wives of Henry the Eight, en el espacio de los domingos que hoy asociamos con Masterpiece Theatre. Aunque ya han pasado los años por ella, esta producción dividida en seis episodiosuno para cada esposa-fue un mega éxito en ambos lados del Atlántico. Prueba de ello es que Keith Mitchell, quien daba vida al monarca femicida, ganó un BAFTA y un Emmy por su interpretación de Enrique VIII.



Motivada por ese éxito, al año siguiente la BBC decidió dramatizar la vida de Isabel I, la más famosa de Los Tudor. Glenda Jackson ya tenía el privilegio de ser la Grande Dame del cine y teatro británicos. Era una sorpresa ver que una luminaria de esa categoría apareciera en la pantalla chica, pero la serie la ameritaba . Hasta hoy es imponente, a pesar de las restricciones de escenografía.

El argumento sigue a Elizabeth en su etapa de Cenicienta en las cortes de sus hermanos , a través de su impresionante reinado y hasta asistimos a su fallecimiento. Como en Becoming Elizabeth, Elizabeth R. nos revela los amores de la princesa con el Almirante Seymour y vemos su conflicto interno con los cambios de religión que se suceden en Gran Bretaña y, a nivel personal,  con diversos hombres que buscan controlarla.



Elizabeth R. fue presentada en los Estados Unidos en 1972, abriendo el espacio dominical que mi generación conocería como el Masterpiece Theatre presentado por Alistair Cook. La serie fue un exitazo siendo el primer programa inglés en ganar un Emmy como la mejor serie del año. Aparte de sus BAFTAS, Dame Glenda recibió dos Emmys. Como ocurriese con Bette Davis en el pasado, Glenda Jackson se convirtió en el rostro de la Reina Virgen. En 1971, repitió papel junto a Vanessa Redgrave en Mary,  Queen of Scots, el mejor retrato que se ha hecho de María Estuardo en el cine.



Sin llegar al Masterpiece Theatre, la BBC continuó en 1972 con su exploración del Universo Tudor con The Shadow of the Tower que describía la llegada de Henry Tudor al trono y los sucesos que conocimos gracias a The White Princess. Acaba justamente con la boda de Catalina de Aragón y el Príncipe de Gales. No alcanzó el éxito de sus predecesoras, pero se apuntó su sitial en el origen de la Tudormania. Sin esas series, Michael Hirst no hubiese abrazado la causa Tudor que iniciaría la Tudormania en otro siglo. Shadow of the Tower sería un punto suspensivo en este fenómeno, puesto que a los Tudor los reemplazaría la veleidosa preferencia popular con otra familia, Los Bellamy de Eaton Place.



Los Hijos de Eduardo

Históricamente,  este membrete corresponde a los príncipes de la Casa de York que fueron ejecutados por su tío jorobado en la Torre de Londres. En Los Setenta,  podría referirse a la fascinación con La Era Eduardiana. Aunque se manifestaba en vestuario y sobre todo en esos peinados Belle Epoque que usaba la princesa Ana, también hizo su aparición en la televisión británica que nos trajo una manera de aprender historia social británica más entretenida que en un salón de clases.

La Era Eduardiana (Edwardian Era) se refiere al breve reinado (1901-1910) de Eduardo VII. El pobre gordito se pasó la vida a la espera que su madre muriese y usando el título de Príncipe de Gales. Aun así, tuvo una tremenda influencia a nivel político y cultural  antes de reinar, gracias a su grupo de amigos,  The Marlborough House Set.  Todos ellos, más el Príncipe,  tendrían espacio en la ficción televisiva.

La serie que abrió el ciclo continuaría aun después del fallecimiento del rey, cubriendo los quehaceres de Los Bellamy, sus hijos, y criados a través del Gran Guerra y de los Locos 20, llegando hasta 1929 , o sea superando la cronología de su hijastra Downton Abbey. En otra entrada ya comenté los parecidos y diferencias entre ambos shows, así que no me detendré en Eaton Place, pero sigamos con los eduardianos.



El éxito inesperado de Upstairs, Downstairs invitó a una nueva temporada, algo que no había ocurrido nunca en la televisión británica con un drama de época. Los astutos productores de la BBC decidieron aprovechar la buena racha creando más programas situados a comienzos del Siglo XX. En 1972, llegaba The Edwardians, una antología que en dos temporadas dedicó episodios a dramatizar vida y hechos de gente importante de ese entonces como los inventores del Rolls Royce, escritores, sufragistas, el mismísimo Rey Eduardo y una de sus amantes más famosas, la Duquesa de Warwick.

Un actor poco conocido llamado Tony Hopkins dio vida al político David Lloyd George en esa antología . Ese mismo año, el futuro Sir Anthony encarnaría a Pierre en una adaptación de La guerra y la paz y haría su debut en la televisión estadounidense en la miniserie QBVII. El resto es historia.



Siempre hubo rumores de que el harem de grandes damas de Eduardo, El Acariciador (como lo apodó Henry James) incluyó a la madre de Winston Churchill, pero ningún historiador ha podido probar que Jennie Jerome, la primera Princesa del Dólar, fuese amante del rey. Lo que si se sabe es que esta neoyorquina no solo se casó con el hijo del Duque de Marlborough,  fue también parte importante del círculo real, The Marlborough Set.

Consciente de esto, Thames, una productora que servía a la ITV,  contrató a Lee Remick para que diera vida a la americanita que conquistó a la Corte de St. James en Jennie, Lady Randolph Churchill. Este fue otro exitazo de la televisión británica que cruzó el charco y encantó al público americano en 1974, un año antes que Upstairs Downstairs cerrara sus puertas tras cinco temporadas. Ese año, cuando llegué a Nueva York, todos estaban viendo o UD o Jennie. En casa solo teníamos un mini televisor en blanco y negro (sin control remoto) que en días de semana quedaba en manos de mi madre. Como ni ella ni yo hablábamos inglés,  nos la pasábamos viendo telenovelas en español. Yo descubriría la belleza del period piece británico a fines de la década, pero nunca pude interesarla en la era de Eduardo, ni siquiera en Downton Abbey.

Jennie…fue un éxito total, recibiendo Lee un BAFTA y un Globo de Oro como Mejor Actriz. Recientemente vi la serie en Acorn Tv, pero creo que ya no la tienen. Está en YT en inglés. Aunque escenográficamente se ve añeja, la filmación en Blenheim Palace y el excelente elenco ayudan a hacerla inmortal. Junto a Lee Remick, vemos rostros que serán parte de esta era dorada de la televisión inglesa. Ronald Pickup da vida a su esposo, Lord Randolph Churchill;  Jeremy Brett es su amante, el Conde Kinsky; Christopher Cazenove interpreta a George Cornwallis-West, el “más joven”  segundo esposo de Jennie y Dame Sian Phillips a Mrs. Patrick Campbell, la mejor actriz de ese tiempo, y la mujer por la cual George abandona a su esposa.

                                       Los Amores de Jennie...

                                Lord Randolph Churchill

                                  Conde Kinsky


George Cornwallis-West


Ese mismo 1974, Dame Sian tenía su propio show dando vida a la famosa sufragista Emmeline Pankhurst en Shoulder to Shoulder. La serie que en USA se vio a través del ahora reconocido espacio dominical Masterpiece Theatre, narraba la lucha de Mrs. Pankhurst y sus hijas por obtener el voto femenino durante la Era Eduardiana (lo consiguieron después de la Gran Guerra).



Un año después de Jennie, llegó la esperada serie Edward the Seventh, sobre el monarca que dio su nombre a una era. La estoy siguiendo en YT y no me impresiona ni el rey interpretado por Timothy West ni su reina ni su ristra de amantes, con la excepción de la presencia luminosa de Francesca Annis como Lillie Langtry. Lillie, que fue otra gran actriz de la Belle Epoque, ameritaría su propia miniserie en 1977 también protagonizada por la Annis.



Acabada Upstairs Downstairs y el productor John Hawkesworth ya tenía más aventuras de la Era Eduardiana. En 1976 debutaba The Duchess of Duke Street la historia de una cocinera y hotelera que debía su fama al rey Eduardo VII que fue su patrocinador y amante. Por dos temporadas veíamos a Luisa Trotter navegar por la primera década del Siglo XX, la Gran Guerra y los Años 20, siguiendo la misma trayectoria de Upstairs Downstairs.

El fin de la década cerró este ciclo Eduardiano, dejándolo en manos del cine donde el dúo Ivory-Merchant se encargarían de hacerlo famoso con sus adaptaciones de las novelas de E. M. Foster. Sin ellos, y sin la televisión de Los 70,  nunca hubiéramos tenido Downton Abbey.

Rumores de Guerras Pasadas

En 1979 recibí mi propio televisor a colores como regalo de graduación y comencé a seguir el Masterpiece Theatre. Recuerdo de ese año, la triste Testament of Youth de la que ya le he hablado. Curiosamente, aunque entre 1974 y 1979 se cumplían cincuenta años del inicio y final de la primera Guerra Mundial, solo las memorias de Vera Brittain merecieron una dramatización. Se prefirió intercalar el conflicto en otras series del periodo como un incidente histórico más. Así la vivieron los Bellamy en Upstairs Downstairs, La Duquesa de Duke Street y la joven Christina, quien pierde a su marido aviador, en la serie Flambards (1979).

Vale recordar que en 1974, la BBC presentó la espectacular Fall of Eagles, una docuserie que, en un mosaico de viñetas, nos mostraba los factores que llevaron a Europa a la Primera Guerra Mundial. 



Diferente era el caso de la Segunda Guerra Mundial. Aunque Los 80 seria su gran década, ya la televisión inglesa había comentado a tratar ese conflicto desde 1970 en que debutaba en sus pantallas A Family at War. La serie giraba en torno a la vida diaria de Los Ashton, una familia de clase media baja de Liverpool durante los años 1938 y 1945. La descripción de la vida antes y durante la Segunda Guerra Mundial es muy lograda, sobre todo en como el conflicto afecta la vida de los Ashton y sus hijos. Es una historia bastante realista, para la época, con un retrato fiel de las desigualdades sociales, del desempleo, de la situación de la mujer y del clima político.

David, el hijo mayor, es un fracasado padre de familia que finalmente encuentra empleo y su nicho en La Real Fuerza Aérea. Philip es el estudiante de Oxford, veterano de la Guerra Civil Española que, por supuesto es comunista. Margaret, la hija mayor, es maestra, pero cree en casarse y tener hijos. La guerra y el creerse viuda, cambian las ideas de Margaret sobre el amor y los derechos de la mujer.



Aunque es infinitamente superior a World on Fire, esta seriedisponible hoy en Acorn y Tubi se siente deslucida y arcaica. Granada no gastó mucho en ella. Por ejemplo, las escenas de la guerra en Tobruk fueron filmadas en una playa de Formby,  cerca de Liverpool. El elenco era desconocido y lo seguiría siendo aun después de tres temporadas. Se entiende que los humildes Ashton fuesen eclipsados por los glamorosos Bellamys.



Yo intenté verla en 1974 cuando la pasó la PBS, pero la barrera del idioma me impidió seguir A Family at War. Diferente sería el caso de World at War, un magnífico documental de 1973, que mi padre (dueño del televisor los fines de semana) nos impuso con gran alegría de mi parte. Mi pasión por la Segunda Guerra Mundial,  que inicié a temprana edad, él la explicaba jocosamente a los amigos como “esta niñita nos salió muy bélica”

Hasta el día de hoy considero este documental de Thames como la mejor crónica del conflicto. Desde la narrativa vocalizada por el impecable acento de Sir Laurence Oliver hasta el hecho de que siendo de 1973 se podía entrevistar a muchos participantes como generales de la Werhmacht, resistentes franceses y sobrevivientes del Blitz de Londres. Hasta la música me encantó, siendo la primera vez que escuchaba canciones típicas de esa guerra como “We’ll meet again”, “Bless ‘em All” hasta el “Boum” de Charles Trenet.



Un motivo por el cual A Family at War no fue bienvenida es que en 1970 el ánimo británico era más bien pacifista, más que nada porque la Guerra de Vietnam seguía en curso. Fue solo a fines de la década que comenzaría un interés por la Segunda Guerra Mundial y que era un presagio de Tenko, Fortunes of War y otras celebres series bélicas de Los 80.

En 1977 debutaba Secret Army, un interesante retrato de una Bélgica Ocupada donde un tabernero crea una red de resistencia, mientras trata de poner en orden su vida privada. Esta popular serie tuvo la novedad de intentar dar un rostro humano al invasor. Dos años más tarde, Anthony Andrews todavía no el gran galán de los 80 protagonizaba Danger UXB sobre otro tema novedoso: el desmontaje de bombas sin explotar durante el Blitz.



Viajes a Tiempos Lejanos y Futuros

El éxito de tantos period pieces hacía que la BBC invirtiera en los dramas de época y no necesariamente los que tenían lugar en Inglaterra. En 1972,  decidieron dedicarse a otra familia, una más musical. Yo vi The Strauss Family en Telemundo, en español y en 1981, pero no la sentí prehistórica. Me encantó conocer la historia del Rey del Vals, de su conflictiva familia y de sus muchos amores.



La BBC y el Masterpiece llevarían a su audiencia a un viaje más dentro del pasado cuando, en 1975 se decidió adaptar la saga de Winston Graham sobre un oficial del ejército continental que al final de la Guerra de Independencia Americana, retorna a su terruño en Cornualles para encontrarlo todo cambiado y para mal. Poldark tendría dos temporadas para reorganizar su mundo y formar su propia familia en una Inglaterra dieciochesca y en la costa córnica donde parecía vivirse en otro mundo.



Sin menospreciar la magnífica adaptación del 2015 o las actuaciones de Aidan Turner como el Capitán Poldark y de Eleanor Tomlison como su Demelza,  la de 1975 se erige sobre méritos propios.  Como doy más detalles en otra entrada, me limito a decir que en solo dos temporadas este ejemplo de ficción histórica conquistó no solo al Reino Unido. La Poldarkmanía atrapó a muchos países, principalmente a España donde aumentó gracias a visitas promocionales de sus estrellas, Robin Ellis y Angharad Rees.



Envalentonados con el éxito, los de la BBC se atrevieron a viajar más lejos en el pasado adaptando las novelas históricas de Robert Graves. Ni Roma ni Domina, ni menos esa payasada Those About to Die, le llegan ni a la chancla a Yo Claudio. Fue una serie innovadora y para la época muy osada y cruda. Nos ruborizábamos al ver desnudos y descripciones de comportamientos semi aberrantes como los incestos de Calígula y la ninfomanía de Mesalina.

Hoy pueden verla con subtítulos en Acorn. Si se siente antigua por sus espacios cerrados y su ausencia de exteriores, pero sus diálogos y actuaciones son insuperables. Imagínense nada más una serie que goza de las actuaciones de Sir Derek Jacoby como Claudio, de Dame Sian Philips como su abuela Livia, de Sir John Hurt como Calígula y de Sir Patrick Stewart como El Prefecto Seyano.



El interés en el pasado no borraba la fascinación de dramas futuristas. A través de la década seguían los viajes por el tiempo del Dr. Who y otros intentos de emular la ciencia ficción estadounidense. En 1970 iniciaba y acababa UFO , una distopia en la que los alienígenos andaban secuestrando humanos para crear una nueva raza hibrida.

Ed Bishop era Straker, un oficial de SHADOS, una organización de máxima tecnología encargada de impedir una invasión de estos extraterrestres, pero también de aprender sus métodos y objetivos. Suena más interesante en papel que en pantalla. Cuprosamente,  esta breve serie llegó a Chile ese mismo año, en una época cuando los programas extranjeros se demoraban casi dos en llegar a nuestras pantallas.



Mas suerte corrió Space 1999 que en 1975 trajo a la pantalla al matrimonio de la vida real compuesto por Barbara Bain y Martin Landau quienes se habían hecho famosos en Misión Imposible. Esta saga cuenta  que a finales del siglo XX se ha establecido una base espacial en la luna que también se ha convertido en basurero de desechos nucleares terrícolas. Un día esos desechos explotan desorbitando a la luna, la base y sus 300 empleados.

De pronto la luna se sale de la galaxia, atraviesa un agujero negro y parte como un nuevo Enterprise a encontrar algún otro planeta donde aterrizar. Eso los lleva a encontrarse con diferentes sociedades alienígenas. Creada por Los Anderson, los mismos de las Supermarionetas, este fue su primer intento de trabajar con actores de carne y hueso. Duró dos temporadas, a mi padre le gustaba. A mí me aburría, considerándola inferior a Viaje a las Estrellas.



El Prosaico Presente

No todo en la BBC era pasado o futuro. En los últimos años que pasé en Chile (1972-1974) alcancé a ver las ultimas series inglesas que no eran customers y que tuvieron algún éxito. Todas tenían algo en común, mucho glamur, muchos viajes por espacios del jet set y algún misterio que resolver. Era la fórmula del momento.

Jasón King era un novelista famoso (tipo Ian Fleming). En busca de inspiración, viajaba a sitios donde, detrás de alguna belleza, nuestro mujeriego héroe encontraba algún misterioso crimen que podría aparecer en la próxima entrega de Mark Kane, el protagonista de sus novelas. Aunque la serie era entretenida, Peter Wyngard era el prototipo de belleza masculina de ese entonces: cabello largo, barba y bigotes frondosos, casi no se le veían las facciones, era una ensalada de pelos. Ni a madre ni a mí, que seguíamos a Jason King por inercia, nos parecía atractivo.



Mucho mejores eran The Persuaders o Dos Tipos en Apuros que llegó a Chile el ’73. Imagínense una serie que tiene lugar en la Costa Azul, con escenarios y personajes del Jet Set,  y protagonizada por Tony Curtis y Sir Roger Moore. Danny Wilde (Curtis) era un neoyorquino del Bronx que había hecho varias fortunas, con métodos no muy limpios y las había perdido.  Lord Brett Sinclair era un aristócrata inglés, ex oficial y ex piloto de Fórmula Uno.



Ambos se encontraban en medio de una trifulca en un bar de Montecarlo, justo cuando llegaba la policía  que  los arrestaba. Al juez se le ocurría un castigo ejemplar para estos privilegiados: “persuadir” a villanos de la zona de no cometer más crímenes. De esa manera, el dúo se encontraba con todo tipo de maleantes, muchos de ellos gente importante y no muy dada a dejarse persuadir de abandonar sus lucrativos negocios.



A pesar de lo interesante de la trama, la serie no tuvo más que una temporada. Se dice (lo dijo Dame Joan Collins en su autobiografía) que Curtis y Moore se llevaban de la patada, otros dicen a que a Sir Roger le interesó más ser James Bond que Lord Sinclair. Y ese fue el fin del cuento.

Tres temporadas tuvo Los Protectores (hoy puede verse por Tubi) , la historia de una agencia de detectives internacionales que operan desde tres capitales europeas: Harry (Robert Vaughn) desde Londres; La Condesa (Nyree Down Porter) desde Roma,  y Paul Buchet (Tony Anholt) desde Paris. La veíamos porque a mí me gustaba Vaughn desde El Agente de Cipol y mi hermano por el tema “Avenues and Alleyways”), pero yo no soportaba a la ex Irene de La Saga de los Forsyte.



De Buen Humor

Los 70 impactaron en la televisión mundial experimentando diferentes géneros.  Por ejemplo, les fue bien con las comedias. En 1973 llegó a TVN en Chile El Show de Marty Feldman, volviéndonos fanáticos de este excéntrico comediante y a su más excéntrico humor. De ahí nos volveríamos adictos a todos sus filmes bajo la dirección de Mel Brooks (Young Frankenstein, El hermano más listo de Sherlock Holmes) y sentimos su temprana muerte.

No recuerdo si Are You Being Served?  fue tan exitosa en USA como en Inglaterra y no conozco a nadie en Chile que la haya visto. Muy diferente fue el caso de la excelente Fawlty Towers (1975),  la obra maestra de John Cleese como el temperamental dueño de un hotel en el campo inglés y sus muchos problemas con clientes y empleados. Fawlty Towers, que duraría décadas,  encantó a los estadounidenses y tuvo mucha suerte en otros países.



Un caso curioso ocurrió en España donde no les agradó que el torpe camarero, Manuel,  fuese español. Se arregló traduciéndolo como Carlo, el italiano. En la versión en catalán, es portugués, pero vuelve a ser español en el País Vasco.



Los 70 se caracterizaron por ser la última década en experimentar con diversos géneros y por imponer glamur aun en historias que tenían lugar en el prosaico presente. Los 80 traerían otros cambios al producto inglés sobre todo en las adaptaciones literarias ya que una de ellas iba a provocar una anglofilia al otro lado del Atlántico no vista desde la Beatlemanía.

 

jueves, 7 de noviembre de 2024

La Saga de Los Forsyte Conquista las Pantallas

 


La Saga de los Forsyte sigue siendo parte de la cultura británica. En el Siglo XXI se han visto adaptaciones radiales, televisivas y una puesta en escena este año. Se está filmando una nueva serie y ya la promete la PBS. ¿Será mejor o inferior a las anteriores? En vida de John Galsworthy la fama de su saga la llevó al cine en dos ocasiones, pero fue Hollywood quien le dio el tratamiento de lujo en versión hablada y a colores. Sin embargo, para Los Baby Boomers formaría parte del imaginario popular gracias a un seriado de televisión que hizo historia,  reafirmando la excelencia de la BBC.

En 1920 A Man of Property fue filmada en Inglaterra, seguida en 1922 por To Let. Hay también una película hecha en Hollywood (1925)basada en The White Monkey, la primera novela de la trilogía A Modern Comedy. No hay rastros de estos filmes, por lo que la primera versión fílmica de importancia es That Forsyte Woman en 1949.

“ Esa Fulana Forsyte”

En 1937, Ada Galsworthy vendió los derechos del mágnum opus de su difunto esposo a la Metro Goldwin Mayer que se puso en campaña para hacer una adaptación épica a lo “Gran Hotel”. Se habló de que Joan Crawford seria Irene y se puso a James Hilton (Lost Horizon,Random Harvest, Goodbye Mr. Chips), el novelista de moda, a escribir el libreto. Dos años más tarde se decidió que Myrna Loy seria Irene y nada menos que Clark Gable encarnaría al “propietario” Soames. Nunca se materializó este proyecto.



A fines de Los 40, la MGM finalmente se puso las pilas con la filmación de That Forsyte Woman. La irlandesa Greer Garson seria Irene, el canadiense Walter Pidgeon daría vida a Soames y el australiano Errol Flynn encarnaría al bohemio Jo. Los únicos estadounidenses en roles principales serian Robert Young como Philip Bosinney y una jovencísima Janet Leigh, que recién había interpretado a Meg March en Mujercitas, como June Forsyte. Antes de hacer las pruebas, Walter y Flynn comentaron que estaban hartos de interpretar siempre los mismos roles. Hicieron un cambalache y Errol Flynn tuvo así su primer papel de villano.

El libreto había pasado por tantas manos que ya no tenía ni resabios del escrito por James Hilton. El filme comienza a media res con Irene yendo a un hospital donde yace Philip Bosinney después de ser atropellado por un coche. Se presentan June y su padre. June apostrofa a la mujer que le robó el novio acusándola de la muerte del arquitecto. Su padre, Jo Forsyth, defiende a Irene y recuerda vía flashbacks la época en que ella fue cortejada por su primo Soames Forsyte. La Familia Forsyte no aprobaba que su miembro más prometedor se casase con una humilde maestra de piano.

                                      June se enfrenta a Irene

El matrimonio de Irene y Soames es muy infeliz. Todo cambia cuando ella conoce a Philip Bosinney. Debido al Código Hayes, Irene no es adultera en esta versión, se niega a abandonar a su marido, y la famosa violación marital es trocada en un bofetón de Soames. La que provoca la tragedia es la despechada June. Cuando descubre que su prometido se ha enamorado de otra, le escribe una carta al primo Soames.



Este enfrenta a su esposa. Irene no niega amar a otro y después del bofetón,  huye de la casa. Soames y Bosinney la buscan, cada uno por su lado y el arquitecto sufre un fatal accidente. Sorprendentemente, y muy rápido , (solo tiene el filme media hora para concluir) Jo e Irene descubren su amor, se casan y se van a Paris. Todos felices y comen perdices. Aunque That Forsyte Woman estuvo entre las 10 películas más vistas en el Reino Unido en 1949, fue un fracaso de taquilla en USA. Los críticos concordaron que era una visión superficial y simplificada de una gran obra. Sin embargo, otro consenso de la crítica fue que Errol Flynn estaba brillante, según yo fue el mejor trabajo de su vida.

Experimentando con Galsworthy

Desde ese estruendoso fiasco, ningún productor de cine ha querido meterse con esta obra magna de Galsworthy, pero a mediados de Los 60, en ese laboratorio de experimentos que era la BBC, se les ocurrió adaptarla para la televisión. Era un proyecto inmenso, se necesitarían mínimo 15 episodios, algo que no se había hecho antes. Al final quedó en 16 , más una decena de capítulos extras para la Comedia Moderna. Se filmó en blanco y negro con muchas tomas en exteriores. El gasto fue tremendo  (diez mil libras por episodio) pero el resultado más que optimo.

Salió al aire en enero de 1967 en la BBC2, un canal para el cual se necesitaba de un televisor especial que la mayoría de los espectadores no poseían. La producción de Donald Wilson no se amilanó y la repitieron los domingos a partir de septiembre por la más accesible BBC One. Para el final,  en invierno de 1968, más de diez mil televidentes la estaban siguiendo, un récord para esa época. Se cuenta que tanto el clero como los dueños de bares se quejaban, porque la gente ya no iba a tomarse su cerveza o a los servicios dominicales nocturnos por quedarse pegados a la tele viendo las tragedias de los Forsyte. Pronto la comprarían otros países. La PBS la pasó en 1968, y fue la primera serie inglesa que se compró en la Unión Soviética,



Viéndola ahora noto el paso del tiempo, espacios muy comprimidos, tomas exteriores un poco nubladas como grabadas con cámaras manuales y actuaciones un poco teatrales. El elenco no era muy celebre con la excepción de la diva del cine silente británico,  Fay Compton como la Tía Anne, la matriarca del clan Forsyte,  y el ídolo de matinée Sir Kenneth More como Jolyon “Jo” Forsyte. Hubo actores que no dieron la talla como Lana Morris que, en su rol de la institutriz  Helene Hilmer,  declamaba de manera melodramática lo que hacía imposible simpatizar con su personaje.

Otra que no me impresionó, aunque la serie la convertiría casi en un símbolo sexual,  fue la neozelandesa Nyree Down Porter. En su rol de Irene alternaba entre expresiones de mártir con actitudes solapadas que en vez de enternecerme me daban la impresión de una “mosca muerta”.  La serie llegó a Chile en 1969. Le pusieron Intriga de Pasiones y la ofrecían los domingos por la noche, o sea no era apta para mi horario escolar. Recuerdo haber leído sobre ella en las revistas y haber oído a mi madre comentarla con mis tías abuelas, o sea era un mini fenómeno que atraía a mujeres de todas las edades.

               Programación del Canal 4 de Valparaíso con horario de "Intriga de Pasiones"

Solo pude ver un episodio e Irene me cayó horrible,  traicionando a June, besuqueándose con un hombre que no era su marido. No sentí una perdida el no ver la serie. Las cosas cambiarían a fines de 1970 cuando cometí un pecado tan grande que cambió mi vida totalmente. A los once años, después de años de creerme la mejor alumna, y de ser la merecedora de premios escolares, me colgué en el examen final de matemáticas. Para pasar el curso debía esperar a marzo y retomar el examen.

                                    Nyree Down Porter como Irene Forsyte

Para mis padres, que se habían ufanado de tener una hija superdotada, esto fue una traición. Cambiaron su actitud hacia mí quien nunca más recibiría ni el cariño ni los privilegios a los que estaba acostumbrada. Es cierto que había otros problemas familiares, y que mi padre abandonó la casa en busca de un nuevo empleo en otra ciudad, pero entre él y mi madre, prepararon una estrategia para conseguir que pasara el examen de marzo, pero también que fuese castigo ejemplar.

Hoy día,  los padres (y maestros) al ver una hija que sobresale en todas sus clases menos en una,  investigarían a ver si hay trastornos de aprendizaje u otro tipo. Para mis padres yo solo era una perezosa frívola que quería avergonzarlos. Por eso, el plan fue el siguiente, yo no saldría de casa antes de marzo, ni de compras, ni al cine, ni a la playa. Nada de diversiones, nada de amigos, ni siquiera podía comunicarme con mis amigos por teléfono. De lunes a viernes, tendría dos horas de clases particulares de matemáticas y solo se me permitiría ver dos horas de televisión al día.

Esto último fue lo peor, pero pronto aprendí a organizar ese tiempo que era oro. Los días de semana mi horario televisivo comprendía telenovelas (en ese entonces estas duraban media hora) y La Caldera del Diablo (Peyton Place) mi serie favorita. Los sábados dedicaba mis dos horas a algún largometraje y el domingo era día de caricaturas, pero la segunda hora la dediqué a Intriga de Pasiones que había sido repuesta en horario nocturno y que traía acoplada la adaptación de una Comedia Moderna.

MI padre ya no vivía con nosotros, a mi madre no le interesaba la tele y es verano se la pasaba en la calle, a mi hermano y las nanas no les interesaban los Forsyte , así que esa hora dominical era totalmente mía. No sé en qué momento repusieron la saga en el Canal 4, pero yo la encontré bien avanzada, casi al final de la primera parte. Eso cambió mi percepción de los personajes.

Fleur y Susan Hampshire

Por ejemplo, nunca entendí que Soames había sido el villano de este cuento o cómo fue que Fleur se convirtiese en mi heroína favorita superando a la Señora Peel y a Alison Mackenzie de Peyton Place. Parte del encanto fue que Susan Hampshire interpretaba a la Niña Forsyte. Yo conocía a Susan de filmes de Disney como El Príncipe de Donegal y Las  3Vidas de Thomasina. Me impresionó ver a la Bruja del Glen ahora convertida en una flapper de cloches, cigarrillos con boquilla, y que conducía su propio Hispano Suiza.

             Susan Hampshire como La Bruja del Glen en Three Lives of Thomasina

Desde el primer instante que viví las experiencias de Fleur , quise verla feliz. En mi ingenuidad de niña no podía entender que el romance de Fleur no tenía futuro. A pesar de que la serie cambia el que Jon se entere por carta que la mujer que ama es hija del violador de su madre y que para mayor impacto escucha ese secreto de boca de su padre quien muere a consecuencia del esfuerzo, yo todavía creía que podían ser felices.



Solo hoy que me he visto la serie entera (está en YT) comprendo el calvario de Irene. De cómo fue obligada a casarse con Soames para huir de su madrastra y del acoso del futuro marido de esta. Comprendí ahora su desilusión con Soames como amante y esposo que la serie describe,  en lo que para la época puede haber sido una escena atrevida. Nyree Down-Porter en neglige, llorando desolada en su noche de bodas mientras un Soames medio desnudo la mira desde la cama con cara de circunstancias.



Aún hoy no me simpatiza Irene del todo. La neozelandesa no era buena actriz ni muy guapa, parecía gallina mojada sobre todo en sus escenas de llanto que eran constantes. Siempre me pareció hipócrita en ese comportamiento pasivo-agresivo. Me molestaba que apenas conoce a Fleur le tome fastidio y decida que es igual a Soames. Es cierto que Fleur es voluntariosa , peo no llegamos a saber si es posesiva. En la serie es muy intuitiva y en el libro es dada al autoanálisis, lo que me la hace más cercana.

                          Fleur con su Tía  Freddy

Llegó marzo, pasé el examen y comencé mi año escolar en una nueva escuela donde el bullying era tan atroz que no pude continuar. Sobreviví ese dramático otoño viendo A Modern Comedy que nunca más ha sido adaptada para ninguna pantalla. Cuando se la publicó, esta secuela de los Forsyte no tuvo éxito. La saga había gustado por su nostalgia,  por la retro visión del mundo victoriano. La Comedia era demasiado contemporánea, denunciando la corrupción en el mundo político y los negocios además de la decadencia moral de Los Locos 20.

1967 era otra historia. En la segunda mitad de la década inició una fascinación por Los 20 y Los 30 y esta serie era un escapismo exótico del presente con sus flappers, sus fiestas, modas extravagantes, y sus costumbres que a ratos parecían modernas y otras anticuadas.

Susan Hampshire se volvió toda una estrella. Ganó un BAFTA, un Emmy y un Globo de Oro por su retrato de Fleur. Fue esa actuación la que ameritaría volverse el rostro del period piece televisivo, ya que a la saga Forsyte seguirían igualmente premiados roles como el de la Duquesa de Marlborough en Los Primeros Churchill, y Becky Sharp en La Feria de las Vanidades. Para los 70, seria Agnes en David Copperfield y Lady Glencora en Los Pallissers basada en las novelas de Anthony Trollope. Tan apegada está  hoy la actual Lady Kilkunnis a La Saga de los Forsyte que se rumora habrá un rol para ella en la nueva versión.



Lo que es 1971, yo adoraba a Fleur, me encantaba su ropa, la decoración de su casa tan diferente a la de los otros Forsyte, sobre todo su sala llena de chinnoiserie donde cabe tan bien el cuadro del mono blanco que Soames hereda del Primo George. También me encantaba Michael Mont, un marido tan comprensivo, un aristócrata rico dotado de conciencia social, y un hombre siempre optimista pesar de no saberse amado como merecía.

              La bata maternal de Fleur hace juego con su decorado chino

Adoré a Soames, su amor por su hija y como su tremenda ambición choca con el anhelo paterno de no verla sufrir en un matrimonio sin amor. Me encantó su relación con su consuegro, Sir Laurence,  y los esfuerzos de ambos por proteger a la joven pareja. Aun así, comprendí que el retorno del muy casado Jon provocaría problemas que, por suerte, Galsworthy soluciona de manera realista.

Los Forsyte en el Siglo XXI

Tan impresionante fue La Saga de los Forsyte que no se volvió a intentar adaptarla en lo que llevó del siglo. Fue a comienzos del Tercer Milenio que Granada y la  ITV decidieron intentar darle un nuevo rostro para presentarla a una nueva generación. Muchos de ustedes conocen The Forsyte Saga del 2002. Es hermosa, supera a la versión del ’67 con su escenografía y su vestuario. El simple hecho de hacerla en colores cambia la estética.

                    Los Forsyte del Siglo XXI

Qué decir del bellísimo elenco encabezado con mi amado Damián Lewis recién salido de su exitosa Band of Brothers; Gina McKee, mucho mejor que Nyree Down Porter; y esa belleza galesa llamada Ioann Gruffud como Bosinney. Se cambió un poco el argumento, ahora escrito por Stephen Mallatratt , aunque conservando el comienzo con el compromiso de Winifred Forsyte. La serie enfatizaba la cercanía de las mujeres Forsyte hacia Soames, su deseo de protegerlo, su lealtad y admiración. Eso dejaba muy mal a Irene.

Pobre Gina, una excelente actriz. El problema es que siguió el modelo dejado por Nyree Down Porter de ser una estatua de hielo lo que la hacía aparecer un poco tonta. A diferencia de la otra versión, en un viaje a Bournemouth,  Soames ve a Irene en un concierto y se enamora de ella. Al comienzo,  Irene lo encuentra atractivo, pero pronto descubre que es posesivo, materialista y su vehemencia la asusta. Solo rechaza la propuesta de Soames una vez, para aceptarlo nuevamente cundo su madrastra amenaza dejarla en la calle.

Algo que no me gustó de esta Irene es que es pasiva e inútil. A diferencia de la del 67, con título de maestra de piano de un conservatorio parisino y dispuesta a ganarse la vida, esta Irene se siente incapaz de mantenerse sin el apoyo de su madrastra o de su marido. Después de años de casada, Irene confiesa a June que no quiere abandonar a Soames porque teme vivir sin dinero. Esa confesión la hace despreciable a mis ojos, pero también la hace más estimable cuando se atreve a vivir y ganarse el pan por si sola.



Desde el comienzo del matrimonio, la serie del 2002 nos indica que, aunque incapaz de separarse de su marido, Irene toma medidas para independizarse de quien es su sostén económico. Practica, a espaldas de Soames, medidas para no tener hijos (duchas vaginales) y es ella quien exige cuartos separados. A diferencia de la serie donde parece existir amor a primera vista entre el arquitecto y la esposa de su cliente, en esta versión hay un preámbulo. Bosinney solo se interesa en Irene cuando sabe que existe separación de cuerpos entre ella y el marido. Ella tampoco es tan descarada como el personaje de Nyree Down Porter. Eso hace menos indecente el adulterio y la deslealtad hacia June.

                                Bosinney y sus mujeres

Aparte de su impresionante escenografía, tanto en interiores como exteriores, existía en esta adaptación un permiso para ir más allá de lo que fue la pudorosa versión de Hollywood, e incluso la de 1967. La violación de Irene es sumamente grafica como lo es la de la muerte de Bosinney. En el libro y otras adaptaciones, el arquitecto deambula como robot en la bruma londinense hasta que lo arrolla un carruaje.

En la versión del 2002, Bosinney anda buscando a Soames para darle una paliza por el ultraje a Irene. Cuando lo ve, cruza la calle sin mirar y es tropellado por un coche y sus caballos. Me pareció un poco grotesca que en esa escena la cámara enfocase de cerca el rostro del atropellado, pero ese es uno de los defectos de la serie: el abuso de los close-up que a ratos hace que los personajes se vean grotescos.



Mallatratt en Contra del Viejo Jolyon

La otra falla que repudio es hacer del viejo Jolyon un personaje negativo. El modo en que lo retratan en los primeros episodios hubiese ofendido a John Galsworthy quien en ese personaje encarnó todas las virtudes de su propio padre.

En el libro, el joven Jo ya es un paria de la familia, puesto que lleva tiempo separado de su mujer y convive con la ex institutriz de su hija. La madre de June ya ha fallecido y la joven ha vivido años con su abuelo. Donald Wilson optó por situar la historia años antes. Jo y Helene son amantes, pero nadie lo sabe. Aunque a Frances no le simpatiza Helene, la considera una excelente institutriz y se molesta cuando ella presenta su renuncia argumentando problemas personales.

Un tiempo después, Jo confiesa a su mujer que tiene una amante y abandona el hogar.  Es ahí cuando su padre se entera del affaire y se inmiscuye de manera respetuosa en este lio doméstico. Intenta convencer a su hijo de volver con su mujer y titubea antes de desheredarlo. La serie nos muestra el dolor del Viejo Jolyon de perder a su hijo y a su nieta puesto que Frances regresa con su hija al campo a vivir con su familia. Una muy buena escena de la versión Wilson era cuando Frances es arrastrada por un caballo en una cacería lo que le provoca la muerte. Esto no ocurre en la adaptación del Siglo XXI, donde vemos a su hija poniendo flores en una tumba y hablando de la frágil salud de su madre.

                             Muerte de Frances

Todos estos detalles desaparecen en esta versión. Jolyon vive con su hijo y su familia. Cuando Frances descubre que su marido está dibujando a la institutriz,  es Jolyon quien exige a Jo que despida a Helene, a pesar de que el pintor insista que nada impropio ha ocurrido. Lo único que Jolyon consigue es que su hijo y la institutriz admitan estar enamorados, que entre ellos existe un “reconocimiento”. Jolyon se va a dormir al club, su padre lo busca y rudamente le dice que si necesita sexo que vaya un burdel.



De regreso a casa, Jolyon encuentra a Helene a punto de marcharse en el carruaje de la familia. Para humillarla, ordena que salga por la puerta de servicio y que se consiga un coche de alquiler. No sentí lastima por Helene (ni tampoco en la otra versión), pero me molestó que pusieran al Viejo Jolyon de villano. Sobre todo, por la compasión que luego demuestra por Irene aun cuando es ella quien  ha destrozado la vida de June.



Esta nueva versión de La Saga de Los Forsyte tuvo buenos ratings,  por lo que Granada y la PBS juntaron sus moneditas para adaptar To Let como una Segunda Temporada. Yo esperaba que esto invitase a una nueva versión de Modern Comedy. ¡Qué esperanza! Lo que en 1967, la BBC había dramatizado de manera efectiva y conmovedora en cuatro episodios, Granada extendió en seis excesivos capítulos que destrozaron la última entrega de la saga y , de paso, a Soames y a Fleur.

Mallatratt en Contra de Fleur

Empezamos con un innecesario encuentro entre Jon y Fleur en la infancia. Soames los sorprende y agrede, física y verbalmente, a Jon. Viendo toda esta temporada, caigo en que la interpretación de Damian deja a su personaje como un histérico, incapaz de controlar su furia. Muy diferente al frio y contenido Soames del libro y de la caracterización de Eric Porter. El verdadero Soames jamás hubiese atacado a un niño.



Pasa una década. Fleur y Jon se reencuentran en la galería de arte de June. En libro y serie del 67, aunque hay una atracción, lo más importante para ambos es descubrir el misterio detrás de su parentesco. En esta adaptación,  Fleur es una depredadora que en seguida se pone en campaña para atrapar al primo desconocido. Galsworthy nos cuenta que Fleur conoce a su prima política Holly Dartie, pero solo se entera en una visita a su granja,  que es hermana de Jon.

En cambio, la Fleur Siglo XXI consigue que inviten a los Dartie a su fiesta de cumpleaños (otro episodio que Mallatratt incluye en su adaptación) y poco menos que se invita, al saber que Jon estará allá, a pasar un fin de semana en la granja equina de Val. En versión Mallatratt, a Soames no le parece que Fleur visite a los Dartie. En libro y versión Donald Wilson, ella y sus primos son unidos y no parece extraño que vaya a visitarlos. Es una sorpresa tanto para Jon como Fleur  reencontrarse. Ambos quieren descubrir más sobre el misterio familiar. Es solo después de un paseo mañereo, filmado al aire libre en versión ’67, (hermoso y romántico aun en blanco y negro) que ambos descubren que se han enamorado.

En la versión Siglo XXI, Fleur finge no conocer a Jon, aunque tanto los Dartie como el chico saben que miente. Se levanta temprano y, sin pedir permiso de Holly,  asalta la despensa, hace una cesta de picnic y se va a pie a una granja vecina a buscar a Jon. Para cuando llega, se ha enlodado sus zapatos, se le ha caído la cesta y para todos los presentes, incluyendo a Jon,  es una ofrecida. Se supone que esto pone un toque humorístico en la historia. Totalmente innecesario y que arruina a la intensa e intuitiva Fleur creada por Galsworthy.



Emma Griffiths Malin no es tan buena actriz como lo fuera Susan Hampshire y Mallatratt no  quiere a Fleur, prefiere retratarla como una mini Femme Fatale totalmente manipuladora. En libro y versión D. Wilson, Jon trae a Fleur a Robin Hill a conocer a sus padres. Es ahí que, con solo una hora de conocerla, Irene suelta su injusta impresión de que Fleur es igual a Soames y hará infeliz a su hijo. En esta versión Siglo XXI , Fleur se entromete en Robin Hill encontrando a Jolyon solo y finge ser otra persona. Obvio que cualquier futuro suegro desconfiaría de esta nuera timadora.

Mas adelante, en un colmo de crueldad, Jo le revela a Fleur que está desahuciado y le ruega que abandone a Jon. Fleur hipócritamente, le jura que lo hará. Nada de eso ocurría en el libro ni en la otra versión. En libro y serie, Fleur dice a June que romperá con Jon al saber que su padre estuvo casado con Irene. Aunque June insiste en proteger a los tortolos, Fleur sabe que toda la familia se opondrá a su romance y decide casarse en secreto. En la versión Mallatratt, es June quien finalmente los separa (WTF?).

Ambas versiones difieren del libro en que Jon se entera del pasado de su madre por carta, prefiriendo la más impactante escena en que es Jo quien revela todos los sórdidos detalles a su hijo. En esta última versión, son Jolyon e Irene quienes torpemente tratan de revelar el pasado a Jon. El resultado es el mismo. Jo, agotado, sufre un infarto fatal. En el libro, sintiéndose culpable, Jon rompe su compromiso, se niega a ver a Fleur, rechaza la conmovedora oferta de paz de Soames, y parte al Canadá.

En la serie se alarga la situación de una manera insufrible. Jon y Fleur se dan su revolcón el mismo día en que Jon es enterrado. June los sorprende y acusa a su hermano de dejarse manipular por la hija de Soames. Es eso lo que lleva a Jon a rechazar la oferta de Soames. Aun así, se enfurece cuando sabe que Fleur va a casarse con Michael Mont y exige que no lo haga, aunque no planea casarse con ella. Un enredo que nadie entiende y donde todos actúan incoherentemente.



 Entiendo que las sensibilidades del comienzo-de-siglo exigían mucho sexo (June y Bosinney también son amantes en esta versión), pero la situación y  el momento en que hacen el amor dan la impresión de que Jon quiere cobrarse en Fleur lo que hizo Soames con Irene. Esto va completamente en contra de lo imaginado por Galsworthy quien hará que, años más tarde Fleur, se reproche no haber obligado a Jon “ a comprometerla”. Pues en la versión Mallatratt, Jon la “compromete” y le importa un bledo abandonarla.

En To Let y en su versión televisiva original, Jon y Fleur fueron totalmente star-crossed lovers, Romeo y Julieta en Los Locos 20. Aquí ambos son solapados, egoístas, no parecen amarse y esto me lleva hasta lo que criticó Damian Lewis públicamente. En libro y versión Wilson, Fleur culpa al padre por el abandono de Jon. Cree que no fue lo suficientemente firme en su apoyo a un enlace entre los primos cuando se entrevistó con Jon e Irene.

En la versión de Mallatratt, el día de la boda de su hija, Soames atormentado por el rechazo del único ser que ama realmente, confiesa haber violado a Irene y le pide a Fleur que no se case sin amor. La reacción de Fleur es extraordinaria. Ya no reprocha a su padre, no está escandalizada. “Eso es el pasado, Papito” dice al verlo llorar. ¿Si es el pasado porque le ha seguido reprochando su parte en su ruptura con Jon?


                           Boda de Fleur y Michael Mont

Damian contó que había leído (y amado) la saga en Eton, pero que nunca se le hubiese ocurrido esa escena final. Era imposible que un hombre de la era de Soames, un hombre como Soames,  se atreviese a confesar algo tan sórdido e íntimo a su adorada hija. Con ese detalle,  Mallatratt dio un broche de plomo a una suntuosa producción,  que se aleja definitivamente del espíritu de la obra de Galsworthy.

No quiero culparlo puesto que Stephen Mallatratt sufría de una leucemia fatal en la época en que escribió esta adaptación.  A ver qué excusa tendrá Debbie Horsfield (adaptadora de la última versión Poldark) para arruinarla esta vez.