Aún hoy, una época
en que la historia es olvidada, se recuerda La Revolución Francesa como un
momento épico que aportó grandes beneficios a la humanidad. ¿Entonces qué
motiva a la ficción a describirla siempre como un momento caótico, donde la
justicia es impartida por revolucionarios sedientos de sangre y cobra la vida
de inocentes? Así es como aparece en las tres obras icónicas sobre el periodo: A
Tale of Two Cities de Charles Dickens, la pieza teatral Las Dos
Huerfanitas y The Scarlet Pimpernel de La Baronesa Orczy.
Francia
Dieciochesca
Para entender
esta visión confusa de la Revolución y sus méritos, hay que saber qué fue y que
la provocó. En la imaginación popular
existe esa idea de un país oscurantista, dominado por un rey tirano y una reina
que despilfarraba el dinero de los pobres, dividido en un París lleno de
mendigos hambrientos, y una zona rural donde el campesinado era esclavizado por
la nobleza feudal. Algo de eso hay.
Luis XVI era un
rey absolutista, pero de buen corazón y ansioso de reformas que coartaban el
tremendo poder del Primer y el Segundo Estado compuestos por una nobleza
billonaria y el alto clero, igualmente millonario. Ambos poderes eran también
los mayores latifundistas del país, los
campesinos estaban sometidos a un sistema (la corvee) que los convertía
en siervos de los poderosos, pero no todo era blanco y negro.
María Antonieta
era manirrota, pero lo que arruinó a Francia fue la ayuda diplomática y
material que se le dio a Estados Unidos para nacer como nación. Lo que provocó
rebeliones en las zonas rurales y protestas en París fueron un par de años de
pésimas cosechas debido a fenómenos climáticos provocados por las erupciones de
un volcán islandés.
No todos los
nobles eran corruptos, opresores y hambreadores del pueblo. Muchos aristócratas
apoyaron La Revolución como el Conde de Mirbeau, el Marqués de Lafayette y
hasta príncipes como el Duque de Orleans, primo del rey, que de tan
revolucionario que era mereció el apodo de Philippe-Egalitė (Felipe-Igualdad).
En 1789, vísperas
de la Revolución, Francia era el país más poblado, más rico y con la gente más
instruida de Europa. Es cierto que la desigualdad social era inmensa, pero había
menos analfabetismo y más gente interesada en leer y escuchar nuevas ideas. El
Siglo de Las Luces recibió ese nombre porque lo iluminaron los franceses con
sus enciclopedistas como Voltaire, Rousseau y Diderot que desafiaban las reglas
caducas del Ancien Regime como la idea de que el Rey era un enviado divino.
En Paris había
cien periódicos. El auge del periodismo lo convertiría en una lucrativa profesión
cuyos miembros formarían parte de una nueva clase social, la profesional compuesta
por abogados, médicos, e ingenieros. A ellos se les agregaría otra clase que
hoy llamaríamos alta burguesía compuesta por banqueros, dueños de fábricas y
comerciantes que traficaban con los productos de un imperio que en ese entonces
comprendía islas del Caribe y regiones de África y de la India.
De los Estados
Generales a la República
Todos estos hombres,
dotados de erudición, dinero y ambición, ven con malos ojos que las riendas del
poder las lleven la aristocracia y el alto clero. Ellos también desean tener
voz y voto en lo que ocurre en el país. Aunémosles a ellos, los oficiales y
soldados que pelearon en el ejército de Washington y que regresan a Francia
llenos de ideas republicanas. Todos ellos apoyarían y hasta fomentarían
protestas en contra del gobierno, obligando a Luis XVI a convocar los Estados
Generales, algo que no se había hecho en un siglo.
A pesar de que se
permite la entrada de delegados del Tercer Estado, o sea la nueva burguesía,
esta asamblea es un fracaso. El Tercer Estado se retira indignado ya que no se
aprueban ninguna de sus demandas. Sus miembros conforman la más equitativa Asamblea
Nacional. De ahí saldrán, en los próximos meses, varios puntos útiles e innovadores
de esta primera etapa revolucionaria. Se redacta la Declaración de los Derechos
del Hombre (con varios aspectos que imitaban la constitución estadounidense),
se declara el sufragio universal, y Luis
XVI tiene que aceptar que Francia se convierta en una monarquía constitucional
como Inglaterra.
No es suficiente,
las facciones rebeldes están divididas. Hay grupos que creen que se puede reformar
a Francia sin deshacerse del rey. Esos grupos forman la facción de los Girondinos.
Otro grupo de sediciosos, más amigo de la violencia, quiere derrocar la
monarquía y establecer un tipo de republica donde se pasará por cuchillo a todo
opositor. Estos se llamarán Jacobinos. Son ellos quienes soliviantarán los
ánimos de un pueblo hambriento suscitando levantamientos ―no tan espontáneos―como
la Toma de La Bastilla y la Marcha de Mujeres a Versalles que obligará a la Familia
Real a dejar su refugio y regresar a París.
En el campo están
teniendo lugar alzamientos rurales e incluso violencia en contra de los señores
feudales. Muchos miembros del Ancien Regime se marchan al extranjero, entre
ellos los hermanos del rey que lo sucederán en el trono en el siglo que se
avecina. Otro grupo maltratado, a pesar de que muchos sacerdotes se unieron a
la Revolución, es el clero. Se le quitan sus posesiones y derechos, se prohíbe la
ordenación de nuevos religiosos, se exige un juramento de lealtad hacia el
nuevo gobierno. Muchos se rehúsan conscientes de que los revolucionarios
quieren acabar no solo con el Segundo Estado sino también con la religión en Francia.
El Papa condena
la Revolución, sus feligreses franceses provocan alzamientos revolucionarios (en
1790) en ciudades provenzales como Toulon, Aviñón y Nimes. El gobierno
revolucionario, que ya no hace caso al rey, busca afianzar su poder. Se descalifica
al ejército interior parisino (comandado por Lafayette) y se lo reemplaza por
una milicia de gente del pueblo que se apodan los sans-culotte, llamados
así porque visten pantalones, en vez de los culottes hasta la rodilla
usados por la nobleza.
En el extranjero,
la nobleza emigrada comienza a conspirar contra el nuevo gobierno. El Conde de
Artois (futuro Carlos X), hermano del rey, en la Corte de los Habsburgo no cesa
de recordarle al emperador Leopoldo del peligro que corre su cuñada (hermana
del emperador) María Antonieta. Para fines de 1790, el mismo Luis XVI envía
misivas secretas a su primo Carlos IV de España y a Federico, El Grande, de
Prusia solicitando ayuda.
Los Capeto Decapitados
La situación de
la Familia Real empeora cuando fracasa su intento de fuga en la famosa “ Noche de Varennes” (La Nuit de
Varennes). Austria y Prusia hacen una alianza y se lanzan en contra de Francia.
Dentro de la nación gala hay importantes alzamientos en Bretaña (La Chuanería)
y Vendée.
Se registran las
habitaciones del rey en Las Tullerías y se encuentran muestras de correspondencia
insidiosa. Luis, su esposa, sus hijos y su hermana, Madame Elizabeth, son
llevados a la prisión del Temple donde vivirán en condiciones miserables y vejatorias.
Se declara la república. En 1792, Luis es enjuiciado y guillotinado. Es el
comienzo del Terror.
María Antonieta
es sujeta a torturas mentales. La peor es que le arrebatan a su hijito de ocho años.
El Delfín es entregado a manos de un maleante revolucionario, el zapatero Simón.
El zapatero tiene ordenes de” reeducar” al pequeño Luis, de quitarle sus
ínfulas reales y de convertirlo en un verdadero revolucionario. Para eso Simón
golpea al niño, lo obliga a beber alcohol, a decir groserías, a insultar a sus
padres y a otros abusos tan espeluznantes que no me atrevo a describir.
María Antonieta también
es llevada a juicio, se la acusa de pecados reales (conspirar con otros reyes)
y otros absurdos. El clímax llega cuando se presenta en la corte una carta
escrita por el pequeño Delfín que ahora firma “Luis Capeto”. En ella el niño
acusa a su madre de haberlo obligado a participar en juegos sexuales. Indignada,
la reina invoca ayuda de” las madres de Francia” para que no crean en esa infamia.
Convencidas por
la sincera reacción de la acusada, las mujeres presentes abuchean esa evidencia
y se retiran los cargos de incesto. Es el único triunfo de la autre-chienne
quien será guillotinada, pronto la sigue su cuñada, el pequeño Delfín morirá en
prisión, la única sobreviviente es la adolescente María Teresa.
El Reinado de
Madame Guillotine
Antes de hablar
del curso sanguinario que tomará La Revolución a partir de declarada una república,
es necesario ver si realmente se establecieron los principios de libertad e igualdad,
ya que obviamente no habría fraternidad. Se establece un sufragio ni tan
universal. Se permite que voten los protestantes, pero le tomará tiempo declarar
a los judíos “ciudadanos”.
La Revolución Francesa
no hizo nada por los derechos de la mujer. Quien más luchó por ellos fue la
actriz girondina, Olympe de Gouges, que perdería la cabeza por su militancia.
Aunque se abolió la esclavitud en Francia siguió existiendo en sus posesiones
de América provocando alzamientos de esclavos y gente mixta en Martinica y en Haití
que fueron reprimidos brutalmente.
Estamos entonces
en la etapa del Terror, nombre que le aplican los mismos revolucionarios. La
guillotina no solo corta cabezas de la realeza, elimina cuanto aristócrata
pilla aun quienes han apoyado la Revolución, incluyendo a Philippe Egalitė
quien había votado por la muerte de su primo, el rey. Lafayette, quien estaba luchando en la
frontera contra los enemigos de Francia, cae en desgracia, y es quemado en
efigie en París. Logra huir a Viena donde es arrestado por haber apoyado a la Revolución.
Pronto rodarán las
cabezas de los girondinos, aun las de gente importante como el poeta André
Chenier y Antoine de Lavoisier, el mejor químico de su época. En este baño de
sangre ocurrirá lo inevitable, la Revolución comienza a devorar a sus propios hijos.
Al cadalso subirán, entre otros, Danton, Hebert, Camille Desmoulins y Lucie, su
esposa.
Robespierre se
convierte en un tirano absolutista. Francia se vuelve un estado policial con la
creación del siniestro Comité de Salud Pública. A las muertes de inocentes se unirán extrañas
manifestaciones del poder revolucionario, tales como cambiar el calendario y desterrar
a D-s y a la religión del suelo francés. Robespierre reemplaza la iglesia con
el culto del Ser Supremo que por suerte no prospera.
Al menos la guillotina
promete una “muerte limpia”. Hay masacres en las que los asesinatos de
prisioneros en cárceles, conventos y hasta manicomios, son acompañados de torturas
y violaciones. Los peores desmanes ocurren contra los contrarrevolucionarios.
En Nantes, el macabro sentido del humor del jacobino Jean Baptiste Carriere lo
lleva a inventar una forma grotesca de ejecución que llamará la “Bañera
Nacional” y que consiste en ahogar a cientos de personas de todos los sexos y
edades, clérigos, monjas, madres con sus hijos y hasta bebés en el Loira.
Finalmente, el
mismo gobierno se harta de tanto baño de sangre y guillotina a Robespierre. Su tiranía
es reemplazada brevemente por el Directorio, menos sanguinario, pero muy corrupto.
Lo derribará un joven general corso que se ha destacado en el campo de batalla.
Napoleón reinstaurará la monarquía, ahora llamada Imperio y a él lo reemplazarán
los hermanos del rey guillotinado. Lo Borbones serán desterrados en 1830 y
reemplazados por Luis-Felipe de Orleans, hijo de Philippe Egalitė, quien a su
vez será reemplazado en 1848 por Napoleón III, sobrino del primer emperador.
Francia solo será una república en 1872.
La Reina Mártir
en la Ficción
Si me he pasado
cuatro páginas hablando de estos hechos es para explicar la relación ambigua
que tiene la literatura con La Revolución Francesa, y como sus obras más famosas
reprochan sus excesos. Basta pensar en los innumerables recuentos de la ordalía
de María Antonieta que generalmente ha sido retratada como una mártir. En el cine, Norma Shearer en Los 30 y Kirnst
Dunst en la versión de Sofia Coppola nos han ofrecido una reina manirrota,
distanciada de la realidad y hasta con amante, pero generosa y compasiva. En la
de Coppola, nos dan un atisbo de María Antonieta como patrona de la industria
de la moda y de la peluquería en Francia.
Solo en este
siglo han aparecido retratos negativos de la “autrechienne”. En La Intriga
del Collar, Joely Richardson es una reina indiferente al sufrir de súbditos
como la tramposa heroína (Hilary Swank) cuyos enredos fueron la mayor causa del
odio popular por una mujer que jamás encargó ese carísimo collar. Ni hablar de
las obscenas falsedades de esta producción de la BBC, Marie Antoinette
donde Emilia Schule retrata a una Delfina que parece una parodia de la
verdadera o de Farewell to the Queen que se encarga (para complacer al
colectivo LGTB) de perpetuar las calumnias de los revolucionarios.
Lo triste es que
las grandes contribuciones de María Antonieta a la cultura e industria gala, su
mecenaje de artistas como Madame Vigee-Lebrun y su caridad que abarcó la
adopción de varios niños, incluyendo uno de color, se desvanecen. En este
continuó recuento de un martirio se olvida a la mujer verdadera. No debe
sorprendernos, porque el cine se ha encargado también de elevar a los altares a
una santa de la vulgaridad, egoísmo y vanidad como lo fue a prostituta Juana
Becú, conocida como la Condesa Du Barry.
Vale pensar en
todas las diosas del cine que la interpretaron. Theda Bara en 1917, Pola Negri
en la versión Weimar de 1919 dirigida por Ernst Lubitsch. Ya en el cine
hablado, Du Barry sirve para darle un último gran rol en Hollywood a la
mexicana Dolores del Rio. Solo Asia Argento
en María Antonieta de Coppola se acerca a la verdadera y se atreve a desmitificar
a quien solo fue una cortesana ambiciosa. Ahh, pero en esta década, la francesa
Maiwenn vuelve a santificar a Du Barry. No tienen remedio.
La Revolución
en la Literatura
En el Siglo XIX,
los grandes escritores franceses usaron la Revolución como trasfondo. En Los
Chuanes, Honore de Balzac se muestra favorable a los rebeldes bretones que
se atrevieron a desafiar a los revolucionarios. Dumas Pere cierra su
serie de novelas sobre María Antonieta, con El Caballero de la Casa Roja,
sobre un último y (real) intento de rescatar a la reina de la prisión del
Temple. En 1963, la televisión francesa versionó esta novela que el Canal 8 de Valparaíso
presentaba los domingos por la noche en 1968.
La última novela
de Víctor Hugo, El Noventa y Tres, presenta un retrato equilibrado de
virtudes y pecados tanto de los revolucionarios como de los que se rebelaron contra
sus imposiciones. En 1912, Anatole France, en Los dioses tienen sed,
describe los horrores del Terror, teniendo un héroe idealista y virtuoso que al
convertirse en el brazo ejecutor de la justicia revolucionaria se vuelve un
monstruo que acaba en la guillotina. Hasta Julio Verne en El Conde de
Chantelene muestra los esfuerzos de un noble por rescatar a su hija de la
guillotina.
Incluso un
escritor menor como Rafael Sabatini usa la revolución en su Scaramouche,
la historia de un abogado que para huir de las fuerzas del Ancien Regime debe
fingir ser actor. Luego es revolucionario, pero debe salvar del cadalso a su
amada por lo que cambia de bando, etc.
Sin embargo, es
en Inglaterra donde se cocinan los ejemplos literarios más conocidos. En 1859,
y en la cúspide de su fama, Charles Dickens decide entrarle a la novela
histórica con A Tale of Two Cities. Con el tiempo, esta obra ha sido convertida
en el ejemplo más icónico de la literatura de la Revolución Francesa, pero a mí
me obligaron a leerla en la secundaria y la detesto. Ni siquiera me han gustado
su media docena de adaptaciones cinematográficas. Si me obligan escojo como la
mejor el telefilme de 1980, protagonizado por Chris Sarandon y Alice Krige.
En el Londres
dieciochesco vive Sídney Carton, un abogado alcohólico de vida descuidada y
baja autoestima. Solo tendrá dos momentos gloriosos. El primero es cuando salva
al joven francés Charles Darnay acusado de espionaje. Motiva al abogado el amor
que surge en su corazón por Lucie Manette, novia de Charles. Un detalle curioso
es que abogado y cliente tienen un asombroso parecido físico.
Se descubre que
los rumores calumniadores que han llevado a Darnay a juicio fueron fabricados
por su tío, el Marqués de Sainte Evremonde. Charles pertenece a una aristocrática
familia, pero ha repudiado los valores de su clase y preferido huir a
Inglaterra a comenzar una nueva vida. Su tío cree que haciéndolo expulsar de su
país adoptado hará que su sobrino vuelva al redil.
Carton saca libre
a Charles. Este se casa con Lucie, la pareja se establece en Francia donde
tienen una hija. Llega la Revolución seguida por el Terror. Sobre Charles recaen
los pecados de su familia y es apresado como representante del Ancien Regime.
Lucie apela a Sídney quien viaja a Francia y descubre que hay un solo modo de
salvar a su rival, hacerse pasar por él. Así Sídney Carton, en su sacrificio, tiene su último momento de gloria y antes de
ser guillotinado, recita las famosas palabras: “Esto que hago ahora es lo mejor,
mucho mejor que he hecho en mi vida”.
Las Dos
Huerfanitas(1874)
Reitero, La
Historia de Dos Ciudades no es lo mejor de Dickens, pero ciertamente
equilibra los excesos de la aristocracia con la brutalidad de los
revolucionarios. Ese es el mensaje que encontramos en las otras obras icónicas
sobre el tema. El drama histórico de Adolphe D’Ennery y Eugene Cormon “Las dos
Huerfanitas” ha sido llevado a la pantalla, más de una decena de veces. Mis
versiones favoritas son la mexicana de 1947 con María Elena Márquez y Susana Guízar
encarnando a Enriqueta y Luisa Gerard (esta versión tambien se conoce como Tuyo es mi Destino). La otra es la fantástica Orphans of
the Storm, dirigida por el legendario D.W. Griffiths, la única ocasión en que Las Hermanas Gish,
Lilian y Dorothy, compartieron créditos en un filme.
Las Hermanas Gerard
viven en el campo francés. Enriqueta es muy protectora de la cieguita Luisa,
aun sabiendo que no llevan la misma sangre. Los Gerard encontraron a la bebita
abandonada. Por sus ropitas, se sabe que era de familia principal. Los padres
mueren, y las huérfanas deciden ir a probar suerte en Paris. Allá comienzan los
problemas.
Las hermanas se
pierden y son separadas. Enriqueta cae en las redes de un noble libertino que
la lleva de regalo a una orgia para que la violen en manada. Es rescatada por
el noble Rogelio de Vaudray que se enamora de ella. Entretanto Luisa, ha caído
en manos de una perversa vieja, cuyo hijo, el vividor Jacobo pone a la ciega a
mendigar por las calles. El único consuelo de Luisa, es Pedro, el zapatero jorobado,
hermano de Jacobo.
Estamos en el
Paris prerrevolución donde ocurren todo tipo de arbitrariedades. Para separar a
Rogelio de Enriqueta, su tío (que es quien la raptó) le inventa un cargo falso.
La chica está a punto de ser deportada a Luisiana cuando su compañera de celda
toma su lugar. Enriqueta es liberada y hace amistad con la tía de Rogelio, la
Condesa Diana de Liniers. Cuando la modista le cuenta su historia, Diana se
altera. Luisa puede ser la hija que sus padres le arrebataron.
Enriqueta encuentra
a su hermana e intenta rescatarla, pero se interpone Jacobo. Para salvar a la cieguita, a quien ama, Pedro
mata a su hermano. Suponemos que irá preso. Las hermanas se reúnen, Luisa se
reúne con su madre verdadera, Enriqueta con su Caballero. Happy Ending! ¡No,
Chan Chan!
Llega la Revolución
y con ella el Terror. Los Condes de Liniers y Luisa van a la cárcel. El
Caballero de Vaudrey y su esposa Enriqueta también. Todo por ser aristócratas.
Su destino es el cadalso. Esperen. Pedro ahora es un juez, es quien dicta
sentencias y ver a Luisa lo hace olvidar su justicia revolucionaria. El
jorobado salva a toda la familia, aunque sepa que su destino será la guillotina.
Esta historia, un
poco truculenta y un demasiado de melodrama, por un siglo decoró los escenarios,
las pantallas (desde Egipto hasta Colombia) y se vendió en formato de libros. Que
me la regalasen cuando cumplí ocho años demuestra que era lectura para niñas.
Muy diferente a las aventuras de capa y espada (cloak and dagger) del Pimpinela
Escarlata de quien hablaré la próxima vez.
Farewell My Queen was very weird, but it did have nice costumes, I wonder when is the second season of Marie Antoinette coming, they are keeping quiet about it, not even any casting news.
ResponderEliminarI just checked, no word on the second season. Good! It was embarrassing.
EliminarNo, it has been shot already, I just don't know when it will air, it did good at PBS so they did sponsor the second run with Canal Plus. In other news, I have a few Spanish costume dramas to present in the upcoming days, you have one today already over at my place. Mipcom is in the air...
EliminarI googled it and no news. Hope it stays shelved forever. It's sad, but after five years of disasters made in Spain, I have nothing but contempt for their products. By the way, do you know what is coming in terms of period pieces this winter? I seem to find nothing, but new seasons for Creatures great and small and MIss Scarlet
EliminarDesde FB de Macarena Muñoz Ramos
ResponderEliminarYo más que la libertad, la igualdad y la fraternidad, recuerdo más el Terror 😬 Siempre por cosas de la escuela, ojo. A pesar de que estéticamente y un poco históricamente me atrae el siglo XVIII (sobre todo finales), no me he tirado de cabeza con películas ni con series. La María Antonieta de la hija de Coppola la he "visto" a saltos, alguna vez que me he topado con ella en la tele 😝 Tal vez mi favorita es Scaramouche porque soy fan desde muy pequeña de todas las historias de capa y espada. Y sí, al final y en el verdadero sentido, tal vez ninguna revolución persigue ni concluye con un buen fin. Se dice que es para darle al pueblo lo que merece, derrocar a los malvados, poner "orden y justicia", ajá... La francesa debió servir de ejemplo y luego no sufrirían las consecuencias ni Rusia, ni China, ni Cuba y tal vez ni nosotros en México a principios del siglo XX, cuando el resultado fue no sólo sangriento sino inútil, tomaron el poder unos revanchistas ultranacionalistas y con una visión no sólo corrupta sino muy peculiar hablando "democráticamente".
Para Macarena Muñoz Ramos Debe ser porque la palabra "revolución" implica violencia y nada duradero nace de la violencia extrema. Yo vi la Scaramouche de Stewart Granger y la silente. La de Ramon Novarro me gustó más
EliminarDe Macarena Muñoz Ramos
EliminarPor cierto, ¿has leído la novela Hombres buenos de Arturo Pérez Reverte? Trata sobre dos académicos españoles que son enviados a conseguir una copia de la Enciclopedia francesa en plena época del Terror. Échale un ojo en cuanto puedas.
Para Macarena Muñoz Ramos Tengo tantos pendientes de Don Arturo. No he terminado de leer la serie de Falco y queria leer El italiano porque decian que la iban a adaptar para miniserie, pero gracias, la pongo en mi lista y en la lista de novelas sobre la Revolución francesa.
Eliminar