Solo con el
Glasnost y la Perestroika vino el pueblo ruso a tener un atisbo de la libertad
que gozamos en Occidente, pero las series rusas me dicen que hubo un asomo de autonomía
previo a Gorbachov y la Caída del Muro de Berlín. Eso ocurrió tras la muerte de
Stalin. Parece ser un consenso en la historiografía rusa moderna que Nikita
Khruscchev—precisamente quien alzaría el Muro de Berlín— llegó al poder con
muchas esperanzas de cambios para su pueblo, con planes de instaurar una
independencia cultural donde había reinado la represión estalinista, y de abrir
la Unión Soviética al consumismo occidental.
Este periodo que acabó
(según el punto de vista ruso) por culpa de la chuecura y zancadillas gringas,
es retratado en tres series muy desiguales, y a la vez representativas de ese
momento histórico. Dos tienen que ver con el mundo de la moda, mi pequeña
obsesión, y la tercera con la diplomacia. Las tres son ejemplos de lo que he
apodado El Glamur de la Guerra Fría.
La Reina Roja
“Red Queen” (Krasnaya
Karoleva) está basada en la trágica vida de la modelo Regina Zbarskaya. Apodada
“La Sofia Loren soviética” era más Marilyn Monroe que La Loren. Alrededor de
esta historia de desdichas, han tejido una novela de Emilio Larrosa o tal vez
Erick Von, que me ha recordado “Amor de Nadie” de Lucia Méndez.
El comienzo, sin
embargo, me ha parecido similar al de “The Queens Gambit”, que también iniciaba
en Paris y tenía su capítulo en la Rusia de la Guerra Fría. Como Beth Harmon,
Zoya ha alcanzado un triunfo en la Ciudad Luz. En su caso, gracias a su gracilidad
en la pasarela, pero el peso de su pasado la obliga a recordar lo ingrato de su
vida.
En uno de esos
pueblos perdidos, donde no hay calles pavimentadas y donde los zapatos se
pierden en el lodazal del camino, vive Zoya Kolesnikova, una colegiala de 17 años.
Hija de un lisiado de guerra que se ahoga en alcohol, Zoya vive con esperanzas
de un futuro mejor. Esperanzas fomentadas por su madre quien ya tiene dibujado
el futuro de su hija. Zoya acabará el Instituto con una medalla de oro por buenas
notas lo que le permitirá estudiar contaduría y conseguir empleo en una planta.
Solo entonces podrá pensar en casarse.
Zoya ya sueña con
casarse, pero la tragedia inicia un día en que el padre borracho apalea a su
esposa. En defensa de su madre, Zoya lo mata accidentalmente. La madre se echa
la culpa y vemos la hipocresía, moralismo, y casi misoginia, de los Días del Camarada
Stalin. La policía no investiga mucho y arresta a la mujer. El patriarcado
estalinista exige la condena de la atrevida. ¿Qué pasaría si todas las esposas
se defendiesen de maridos golpeadores?
La madre es
condenada a trabajos forzados en Siberia, pero no acaban ahí los problemas para
Zoya. El novio la abandona porque no se ve bien ser el consorte de la hija de
una asesina. En la escuela le retiran la medalla porque la moral estalinista
condena a los hijos de los criminales. Sin embargo, Zoya no se amilana.
Algo bueno de ese
periodo es que le ha quedado el departamento amplio que el gobierno le dio a su
padre por ser veterano invalido de guerra. La vecina de Zoya tiene ocho hijos.
La muchacha le “vende” el derecho a usar el apartamento por tres mil rublos. Cno
ellos compran documentos falsos y un pasaje de primera clase a Moscú donde
ingresa a la universidad y pronto es miembro del Komsomol (la agrupación juvenil
comunista a que todo universitario debía pertenece).
Zoya hace amistad
con Tata, una despreocupada chica de dinero, que aprovecha el alto cargo de su
padre para “aburguesarse”, usando ropa moderna y enseñando a la tímida “Regina”
(ex Zoya) a hacer lo propio. La otra amistad es con Augusta Leontyevna, una ex
maestra de piano que vive en un departamentito en el edificio que, antes de la Revolución,
era de sus padres.
La solitaria
anciana, quien perdió a su única hija en las purgas estalinistas, adopta a
Regina, se la lleva a vivir con ella y le enseña francés y modales. Es así como
Regina conoce a Vladimir, nieto de Augusta, quien la enamora y embaraza. Vladimir es KGB y no puede casarse con la hija
de una asesina.
En la Rusia
estalinista un aborto solo podía ser hecho si era producto de una violación, el
feto estaba deformado o ponía en peligro la vida de la madre. Al no ser estos casos
el de Regina, ella debe buscar un aborto clandestino (con un médico judío) que,
por suerte, paga Tata.
Traumatizada por
los hechos, Regina abandona la casa de Augusta y adopta la vida audaz de Tata.
Son los primeros años tras la muerte de Stalin y la juventud se está rebelando.
Cada vez más jóvenes participan en fiestas clandestinas donde fuman, beben,
bailan rock y se visten al estilo occidental.
En represalia se forman grupos de jóvenes comunistas que atacan a las chicas
rebeldes y les cortan el cabello.
Una noche, de regreso de una fiesta, Regina es
atacada por uno de estos grupos. En su defensa sale James Patterson, un
afroamericano (nacido en Ucrania, se trata de un personaje real). Los atacantes
le lanzan los típicos insultos racistas “¡Chocolate! ¡Vuélvete a África!). La policía arresta a Patterson
y a Regina a la que acusan de practicar la prostitución.
La saca de la
cárcel Vera Aralova, madre de Patterson, y la diseñadora de moda más famosa de
la U.S.S.R. Aralova ofrece empleo de modelo a Regina, pero esta lo rechaza. Ya
sabe que la moda no tiene espacio en la sociedad estalinista.
Esta es la parte más
interesante de esta serie. El “juicio “de Regina por parte del Komsomol que la
expulsa acusándola de privilegiar costumbres occidentales por sobre el modelo
modesto y moral que debe seguir la mujer soviética. Hasta la cobarde Tata la
acusa y denuncia.
Contrasta este
juicio con un desfile de modas de Aralova en la que es “enjuiciada” por
representantes del Partido por crear ropa inapropiada para el estilo de moda
minimalista que debe seguir la esposa y madre rusa.
Regina consigue
empleo de contadora en las oficinas de los mayores estudios de cine soviéticos,
pero es un trabajo aburrido, agotador y poco glamoroso. ¡Mas encima, el día
laboral es interrumpido por ejercicios de gimnasia! Yo no creía en eso, pero
recuerdo que en días de Allende se habló de imitar esa panacea de las oficinas
comunistas donde se obligaba a los empleados a detener sus labores y participar
en sesiones impromptu de calistenias para evitar obesidad. A juzgar por las
compañeras gorditas de Regina, no sirven de mucho.
Finalmente, Regina
va a trabajar con Vera y ambas alcanzan la fama (La Aralova fue quien inventó
las botas con zipper). Así llegamos al deseado viaje a Paris, pero el pasado de
Regina y problemas del presente la ponen a merced de la KGB quien la obliga a espiar
para ellos y seducir diplomáticos. Esto, aunado al fracaso de su matrimonio y
la incapacidad y tener hijos, empuja a Regina al consumo de barbitúricos y
acaba con ella recluida en una institución para enfermos mentales. El resto de
la serie es tan oscuro y triste que prefiero lo descubran ustedes.
Belleza Rusa
Esta dramática y
poco esperanzadora fábula (a la que nunca le encontré la moraleja) tiene su equivalente
en “Russian Beauty” (Koroleva Krasoty, 2015), otro cuento sobre el mundo
del modelaje. Katya Panova es la chica más linda de su pueblo. Consciente de
ese factor, abandona a su familia y sus estudios de enfermería para escapar a Moscú
y ser modelo. Es 1961, Era Khrushchev, y Moscú es una ciudad llena de tentaciones
y oportunidades, pero Katya descubre que hay cientos de chicas guapas que
modelan mejor que ella que (según el diseñador) está pasada de peso y se mueve
como pato en la pasarela.
Esta serie comienza
como cuento de hadas/comedia, así muy sesentera ya me recuerda las pelis de Rocío
Dúrcal. Katya llega justo el día en que están cortos de modelos y deben
contratarla. El resto, ya lo sabemos. No solo Katya logra su sueño de ser
modelo también atrae el amor de Félix, un talentoso y prometedor periodista.
Felix es un
típico protagonista de telenovela, uno que viene de muy buena familia. En vez
de ser vástago de familia empresaria, es hijo de un hombre importante en el partido.
Sergei ha trazado la carrera de su hijo, no solo ayudándolo a ascender en el
mundo periodístico, pero también escogiéndole una esposa, la famosa actriz de
cine Marianna Nechaeva.
La ventaja de Marianna
no reside en su ascenso en el mundo del cine soviético sino en su parentesco
con Vera Nechaeva, una pionera de la Revolución. Gracias a su noviazgo, Felix tiene
la oportunidad de escribir un libro sobre Nechaeva que lo llevará a la cúspide
del mundo de las letras. Sin embargo, ‘el lanza por la borda todo para casarse
con Katya Panova. La pobre Marianna hecha pedazos se consuela con Valery Zubov
uno de los personajes más repugnantes de todas las novelas rusas que conozco.
Valery es un
inútil, una especie de pícaro soviético quien sube en la vida gracias a
mentiras, abusos, adulación y mucha traición. Como Panova, también encontró que
el pueblo le quedaba chico. Huye a Moscú, dejando atrás a su mujer y su hijo, y
robándose un icono que vende en la capital a una iglesia clandestina. Alterna
trabajo en el mercado negro de objetos robados con la seducción de mujeres
importantes. Gracias a Marianna consigue alojamiento y comida gratis en la casa
ancestral de los Nechaev. Pero su ambición lo lleva por caminos más tortuosos.
La ambición de Valery
es casi un espejo de la de Panova quien incluso aborta un hijo de su marido
porque teme que un embarazo arruine su carrera de modelaje. Cuando Panova
pierde la oportunidad de ir a modelar en Paris, cae en cuenta que ser la nuera
de un alto funcionario no es tan ventajoso como ser la amiguita de alguno de
los mandamases.
Va en busca de
uno de ellos, consigue que intente seducirla y lo amenaza con acusarlo de
violación. El chantaje surte efecto. Panova va a Paris, pero se ha echado
encima enemigos a raudales. Finalmente, hasta el marido la rechaza. En un intento
de salir el circulo vicioso de esa alta sociedad soviética, Felix escribe un
libro que expone secretos del paraíso comunista.
Hacia el final
encontramos a Felix asesinado, Panova encerrada en un manicomio, Mariana convertida
en alcohólica y asesina. Aunque Panova tendrá su final feliz (la huida al Occidente),
el otro que recibe recompensa es el asqueroso Valery que con sus faramallas queda
dueño de la mansión Nechaev. No puedo imaginarme un cuento menos edificante,
así que solo véanlo si quieren desilusionarse con el comunismo.
Optimismo Soviético
“Los Optimistas “(2017)
es un retrato de la alta sociedad comunista de la Era de Khrushchev. La trama se
concentra en una oficina del Ministerio de Relaciones Exteriores que se dedica
a estrenar diplomáticos-espías para infiltrar el mundo occidental.
La serie comienza
en 1960. La Guerra Fría parece que va a entibiarse. Nikita Khrushchev quiere
abrir las puertas de la Unión Soviética al Occidente capitalista. En una
exhibición de productos norteamericanos de Moscú, Ruta Blaumane—una
estadounidense que vino a la U.S.S.R huyendo de la cacería de brujas de
McCarthy— recluta tres agentes para su nueva agencia. La idea es que estos jóvenes poliglotas
asesoren en idioma y cultura a diplomáticos y otros enviados a misiones al
extranjero
Ellos son Andréi
Muratov. Criado en Francia, cosmopolita, casado con una ejecutiva de
televisión, juega tenis con el hijo de Khrushchev y sueña con la muerte del
comunismo que le permitirá vivir en una sociedad consumista. Lo sigue Arkady
Golub, el ingenuo judío experto en lenguas orientales, que se enamora a primera
vista y representa el cliché del intelectual de lentes. Acaba el trio Leonid
Korneed, el mujeriego y bromista ex marino mercante, hispano parlante puesto
que se crió en un orfanato con niños refugiados de la Guerra Civil Española.
Leoniv y Arkady con el músico Ilya
Los primeros días
en SIA (servicio de Información y Análisis), el trio se la pasa aprendiendo
golf usando una estatuilla de Stalin para detener las pelotas. Ese existencia
paradisiaca acaba cuando Ruta es degradada por la imposición de un nuevo jefe,
El Camarada Grigory Biryukov.
“Grisha” ha sido
todo un personaje en el Partido, pero a raíz de la muerte en el parto de su
esposa, cayó en una depresión. Una noche en que les mostraba Leningrado a una
grupo de dirigentes de la Alemania del Este, lanzó a uno de ellos a una fuente
cuando el hombre se ufanó de haber visitado la ciudad en sus días en la Wehrmacht.
Para Ruta la
llegada de Biryukov es una pesadilla. Ella es bella, elegante segura de sí
misma y ambiciosa. Ser jefa es parte de su imagen glamorosa que incluye estar
casada con un héroe de guerra que ahora es un alto oficial de aviación, y tener
un amante con cierto poder en la KGB. Biriyukov es igualmente ambicioso. Este
puesto que Ruta tanto ambiciona es una humillación para él ya que todos en el
gobierno lo consideran un chiste. Sera Biryukov, a veces con ayuda de Ruta,
quien obligue a Los de Arriba a tomar en serio su oficina.
Se ha descrito a
“Los Optimistas” como un “Mad Men” ruso. Así es, aunque las aventuras de los
“optimistas” son más peligrosas y letales que la de los publicistas de la
Stirling&Cooper, pero lo que si tienen en común es el glamur. Desde la
música incidental que tiene su toque de David Carbonara hasta el vestuario
paralizante de los personajes femeninos como Ruta y Galina, la presentadora de
televisión que es amante de Biryukov.
Vestuario de Galina
Cuando Ruta
aparece en la primera escena, yo grite “¡Betty Draper!” Me costó reconocer a la
cantante lituana Severija (la Sorokina de “Babylon Berlin”) que interpreta a Blaumane.
El aura “Mad Men”
continua en estos personajes femeninos que son menos sometidas que las mujeres
de esa serie, porque en la Unión Soviética, la mujer es camarada— no criada— y
todas trabajan y luchan por cumplir sus sueños sea ser una famosa atleta como
la Claudia de Arkady hasta Nelya, la esposa de Andréi que toca el piano como
música incidental en la televisión. Ruta es un ejemplo, usa perfume de Guerlain
y su propio apellido, no el de su marido.
La sociedad que
vemos es de un glamur increíble, aun mas recalcado que en las series de
modelos. Biryukov tiene un departamento gigantesco donde solo vive con su hija
Anya (Marta Timofeevna, la Vasiina de “Gogol”) y una criada. La cocina de Ruta
es más grande que la mía, y aun el departamento-estudio de Los Muratov se ve
con ínfulas de decoración con muebles escandinavos y colores vibrantes. ¡Y amo
esas puertas forradas de cuero!
Marta Kessler (o Timofeeva) como Anya Biryukov
Aun así, ninguna
de estas viviendas se compara a las mansiones, Rolls Royce y hasta perros de raza,
que poseen los cabecillas del Partido. Este es un mundo muy alejado de todas
las propagandas sobre el minimalismo y anti consumismo que se le encajaban al
pueblo. Vemos tanto a Ruta y Biryukov, como a bohemios y estrellas de la
televisión conseguir las mejores mesas de restaurantes de lujo, mientras Los
Optimistas comen de pie en cafeterías hacinadas.
Con la serie
vamos a bailar a sitios de modas, a las carreras de caballo y hasta las playas
de un balneario en el Báltico. Sin olvidarnos de una velada en la Embajada de
Cuba con mojitos y todo. Y por supuesto, la obsesión de las tres series: el
viaje a Paris que nunca se puede disfrutar debido a la omnipresente vigilancia
de los esbirros de la KGB.
“Los Optimistas”
alternan el glamur de la Rusia de Kruschev con el constante recordatorio de que
se vive en un estado policial. A la vez, la serie nos instruye sobre los
sucesos políticos del momento: la caída del avión y el arresto del piloto Gary Francis
Powers; la importancia en la prensa extranjera de la muerte de Laika, la
cosmonauta canina; la amenaza de la posible construcción del Muro de Berlín y
la preocupación por la situación cubana. Lo que yo no sabía es que hubo un
momento en que pareció que Fidel se inclinaba a ser parte de la órbita
estadounidense.
Todo este mundo
fascinante da paso al lado oscuro, a la represión, al chantaje, a las intrigas
palaciegas y deviene en una trampa en la que cae todo el SIA, una trampa nacida
de mezquinos chismes sin fundamento que alimenta un plan de años basado en
envidias, rencores y celos. Esto ha llevado a levantar muchas críticas en
contra de la serie. La principal es que desacredita al Ministerio de Relaciones
exteriores y sus empleados.
En eta serie
vemos a los protagonistas quedar a punto de perder sus empleos por las razones más
frívolas: tener pacientes en el extranjero, perder la Tarjeta del Partido o
intentar rescatar a una prostituta de un bar de La Habana. Es una sociedad
peligrosa donde no se puede soñar en voz alta, ni beber de más porque el
alcohol suelta la lengua y todos están rodeados de oídos peligrosos.
Las tres series mencionadas
contienen fuertes críticas al gobierno soviético, incluso el post estalinista.
Quejas de falta de libertad, de opresión y de abusos. Un vínculo común es un
rechazo del mundo estalinista cuyo sistema injusto provoca el arresto y condena
de la madre de Regina en la “Reina Roja”.
Un mundo cuyas
reglas y estilo de vida impiden la libre expresión, la independencia de pensamiento,
incluso la amistad que siempre es puesta prueba por las férreas exigencias del Partido
y sus instituciones. Sin embargo, vemos que ese mismo mundo reprimido fomenta
la inmoralidad, el mercado negro, el crimen y el auge de gentuza pestilente
como Valery de “Belleza Rusa”, criminales como Ilya de “Los Optimistas” e
incluso altos funcionarios dispuestos a traicionar a sus amigos.
Vemos las
traiciones en las mismas familias. El padre de Vladimir en “Reina Roja” dejó
que su esposa muriese en el Gulag. La Tía de Mariana en “Belleza Rusa”, solo
para quedarse con la casa familiar no levantó un dedo para impedir el fusilamiento
de su cuñada y de su propio hermano. Muratov en “Los Optimistas” es delatado
por su propia esposa cuando lo cree infiel. Mas triste, los padres de Andrey,
rusos blancos, fueron convencidos por El Camarada Stalin de regresar a la Unión
Soviética donde fueron masacrados.
Constantemente vemos países pisoteados por la bota soviética, la Alemania del Este, Hungría en el ’56. Biryukov está agotado de sacarse excusas de la manga para explicar atropellos de los que el mismo ha sido parte. Me dio risa que se hablase de que sus amores con la periodista Gaby que datan del ’45 cuando él estaba estacionado en Berlín y ella era una colegiala;. Ya nos podemos imaginar como comenzó tal romance. Como dice Ruta: “Queremos a ver felices a todo el mundo, y somos incapaces de hacer felices a una sola persona”.
Gaby y Grisha en ParisRuta es un
ejemplo de la falsa libertad que da a la mujer el mundo soviético. Nunca se ha confiado
en ella por ser extranjera (más llamándose Ruta Blaumen…), se la ha puesto a cargo
de una agencia que solo consigue respeto cuando se lo imponen unos pantalones
como superior. Lo mismo ocurre con Galina. A pesar de su fama, tal como
Marianna Nechaeva de “Belleza Rusa” está expuesta a ser despreciada si no cumple
con las reglas de moralidad que se exigen a la mujer soviética.
En las tres
series vemos que hay un doble estándar en ese paraíso de igualdad. Una mujer
puede perderlo todo si se descubre que ha tenido un affaire, que ha ido a una
fiesta, incluso que se vista de manera impropia. ¿Quién quiere vivir así?
“Los Optimistas”
es el producto de Michael Idov, un ex alumno de la universidad de Michigan, y
eso explica la audacia de exponer el mundo de la diplomacia soviética. A pesar
de haber sido galardonada y elogiada por la crítica, también ha recibido
reproches. Se la ha acusado de falsear la imagen de los diplomáticos
retratándolos como traidores, que viven en juergas y tienen sexo a cada rato.
Tal vez por eso la prometida Segunda Temporada nunca se ha materializado.
Quizás eso
explique también que el drama de época ruso— muy sano en días de
coronavirus—se haya volcado hacia pasados más remotos. Aparentemente, se ha seguido
filmando en la Rusia de Zar Vlad y la cosecha de dramas de época se ve
interesante. Tenemos prometida una miniserie sobre Iván el Terrible, que sería
una precuela de “Godunov”. Tenemos “La Catedral” que tiene lugar durante el reinado
de Pedro, El Grande, y algo llamado “Los Romanov” que no sé en qué periodo de
la historia rusa se enfocada, a menos que cubra la historia de toda esa ilustre
familia desde el Zar Miguel en el Siglo XVII hasta Nicolás II.
El proyecto que más
me atrae es “Voskrezenskiy”, la historia de un forense metido a detective en la
San Petersburgo prerrevolucionaria. Me encantan los whodunnit históricos y me
ha encantado lo que la Federación Rusa está haciendo con el period piece.
Ahora con Tubi, y con la ayuda de D-s, puedo esperar a que en un par de años
pueda ver todas estas maravillas en traducción.
Para los
habitantes de Norte America, estas series pueden ser encontradas en Amazon Prime
o gratis, en Tubi. Están todas en ruso en YouTube y la “ Reina Roja” esta también en YouTube, pero con subtítulos
en inglés.