Un capítulo en el
que todos (menos Ada, Oscar y Gladys) me exasperaron. Y creo que Lord Fellowes
también me exaspera, no me gustan las soluciones fáciles o perezosas. Hubo una
muerte al final totalmente innecesaria, lo de Gladys parece que se arregló muy
rápido y si había que separar a Larry de Marian ¿no se pudo buscar algo más
tangible y coherente? “To Make an Omelette…” fue un capítulo trágico donde la
única nota optimista fue la reaparición de Pumpkin.
Las Virago no Tienen
Color.
Tal vez porque he
sido pisoteada por las botas de las mujeres manipuladoras, es que tengo mucha cautela
cuando me venden una mujer “poderosa”. La mayoría son arpías empeñadas en
dominar a los más débiles. Lo que la serie nos ha mostrado es una serie de
féminas controladoras: Bertha, Mrs. Astor, Lady Sarah y ahora una mujer de
color, Elizabeth Kirkland.
Peggy regresa de Filadelfia
a Nueva York. Ha conseguido que Frances Ellen Watkins Harper (“¿necesita
tantos nombres?” pregunta el Dr. Kirkland) venga a dar una charla informal en
Brooklyn, en casa de Los Scott.
En la primera
ocasión que tiene, Peggy explica a William su antigua relación con Fortune.
Deja claro que no quiere nada con su ex jefe ni siquiera volver a trabajar para
él. William está aliviado, pero cuando Miss Scott quiere contarle más, la calla. Le dice que el pasado, pisado. Lo
que importa es el presente. ¿Pensará igual cuando su madre le cuente, y
a su manera, que Peggy tiene un ex marido y un hijo muerto en ese pasado?
El médico le pide
a Peggy que invite a su madre al encuentro con FEWH. Él se encarga de convencer
a Elizabeth con el cuento de que es un té de damas para conocer a la escritora
de los muchos nombres. Un shock para Mrs. Kirkland descubrir que se trata de un
mitin sufragista. Insiste en que deben luchar por proteger el voto del
afroamericano antes de exigir ese derecho para las mujeres. Mejor se lo dejan a
otra generación. Peggy le recuerda que ella es otra generación y que quiere
luchar por los derechos de hombres y mujeres de todos los colores.
En el carruaje de
vuelta a casa, Mrs. Kirkland le dice a su hijo una terrible, pero gran verdad.
El admira la valentía y determinación de Peggy como mujer, pero esas cualidades
no las admirará en ella cuando sea su esposa.
Dorothy le dice a
su hija que al casarse se casa también con la familia de su marido. ¿Cree
poder soportar una suegra como Elizabeth? “Debo hacerlo” dice Peggy desalentada.
Acto seguido confiesa haberse enamorado
del Dr. Kirkland.
Un Secuestro
de Millonarios
George Russell
recibe una convocatoria de JP Morgan para ir a su encuentro en una propiedad
fuera de la ciudad . Creo que se refiere a Craigstone, en Orange County, una de
las muchas casas de multimillonario. Llega acompañado de su nuevo achichincle
Mr. Brinkley. Lo espera una sorpresa. El ladino Morgan ha convocado también a
Los Hermanos Merrick y al muy mencionado Risley Sage, que hace su primera
aparición, acompañado de su nuevo socio…¡Mr. Clay!
Morgan les
anuncia que serán sus invitados, pero que no intenten huir porque ha escondido
los caballos y es una larga caminata hasta el próximo pueblo. Están secuestrados
de facto y permanecerán así hasta que decidan el futuro del Ferrocarril
de Illinois. Mr. Russell sigue proponiendo comprar las acciones de los Merrick
y finalmente los gana por cansancio, pero no cuenta con la astucia de Clay.
De vuelta a casa,
Clay le comunica a su socio de las desastrosas finanzas de su ex patrón y de cómo
casar a la hija con un duque lo ha dejado desprovisto de fondos. Risley Sage
hace conocer esta noticia a través de los periódicos. Las acciones de las
empresas Russell bajan de valor en Wall Street. George no puede encontrar, ni
en Londres, a algún banquero que quiera hacerle un préstamo. Todo indica que está
arruinado.
En Morenci, Larry
tiene una entrevista con el ingeniero de minas que le comunica un gran
hallazgo. En su exploración de la zona minera que Los Russell planean comprar,
han encontrado vetas de cobre de gran calidad. Aconseja a Larry comprar esas
minas, pero para explotarlas no para convertirlas en líneas de tren.
Vemos una
diferencia entre George y su vástago en el modo de hacer negocios. Larry
demuestra interés, flexibilidad y está dispuesto a escuchar. George es pura
prepotencia , solo sabe despedir y ni se le ocurrió que tratar mal a su mano
derecha, que tanto sabe de sus negocios, tendría efectos nefastos en ellos. Lo
único que se le ocurre decir, una vez descubre la maniobra de Clay es “debí
haberlo mandado matar”.
Nota Histórica: La depresión de los 1880s tuvo funestos efectos
sobre las compañías ferroviarias. Risley Sage (cuyo verdadero nombre de pila
era ‘Russell”) cerró sus empresas de ferrocarriles tras pérdidas millonarias. También
se le asoció, como menciona, George con el escándalo bancario Grant&Ward, pero
por más que busco no encuentro un vínculo entre él y la Illinois Central
Railroad. El presidente de esa compañía en 1884, era James C. Clark (me
equivoqué al decir que era Stuyvesant Fish, el esposo de Mamie ocuparía ese
puesto en 1887). Hasta ahora, no ha
existido un tren trasatlántico en USA. Ayer, el New York Times, anunciaba un proyecto parecido por parte
de la legendaria Unión Pacific.
Ada se
Desilusiona y Jack se Despide
Agnes sigue curiosa
sobre cuanto recibió su lacayo por el reloj despertador. Interroga a su sobrina
y a su mayordomo, pero ninguno suelta prenda. Es la malévola Miss Armstrong
quien le cuenta sobre la exagerada suma y agrega mentiras como que al servicio
no le gusta trabajar con un ricachón que, a diferencia de ellos, no está obligado
a ser sirviente. La escandalizada Agnes exige de su hermana que tome cartas en
el asunto.
Ada corre donde Madame
Dashkova. Necesita comunicarse con Luke para que la ayude a decidir. Todo va bien hasta que los mensajes de la
médium traen palabras en italiano. Ada se sorprende. El Reverendo Forte no
hablaba italiano. La charlatana se sorprende. “¿Lucca Forte” no era
italiano? La viuda le explica que ese nombre fue un error del obituario del New
York Times.
Mi marido no era italiano.
Ahí Ada cae en la
verdad. Dashkova sacó información del obituario más la que la misma clienta le
proporcionara. Nunca ha hablado con su difunto marido. Se levanta enojada. Dice
que se avergüenza de su credulidad, pero que la médium también debería estar
avergonzada. Ada llega a casa y llora delante de su hermana. Sin revelarle de
donde viene, le dice que ha sentido a Luke tan cerca. Agnes la abraza y le dice
que Luke seguirá cerca mientras su hermana lo lleve en su corazón.
Agnes insiste que
Ada debe tomar una decisión respecto a Jack. El mismo Oscar le explica a su tía
que es extraño tener a un millonario a su servicio y que no es justo para Jack
tampoco. Ada llama al lacayo y le dice que la vida y su trabajo le han dado una
hermosa oportunidad, un nuevo puesto en el mundo y es hora que Jack lo ocupe.
Cuando Jack dice que el servicio es su familia, su patrona le asegura que seguirá siéndolo.
Al día siguiente,
Jack se despide del servicio. Pobrecito, se ve como tan perdido. Al menos, Mrs.
Bauer y Mr. Bannister le dan algunos consejos sobre hoteles. Antes de irse,
Jack le entrega a Bridget unas cartas para los de debajo de las escaleras y
para los de arriba. Resulta ser el dinero que le prestaron, más intereses.
Unos intereses
exagerados a juzgar por el gozo de amos y criados. Hasta Mrs. Armstrong recibe
platita. ¿Cuánto seria? A Juzgar por la cantidad de billetes que tenía la cocinera en
sus manos, y asumiendo que se trata de billetes de cincuenta dólares, deben ser
como $6,000 ($12,000 de hoy en día).
Marian, Drama
Queen
Comencé esta
entrada afirmando que todos los personajes me exasperaron. Fue una exageración,
me exasperan Lady Sarah, George, Mrs. Armstrong, pero nadie más que Marian que
se desbocó en decisiones impulsivas y estúpidas que nos indican que no ha superado a
la imprudente que llevó un saco de zapatos viejos a casa de Peggy, dos
temporadas atrás.
Comenzamos con
ella interrogando a Oscar. ¿Qué le susurró Larry antes de su viaje? Oscar
le cuenta que Larry encontró a Maude, que él va a encontrarse con ella y que no
le cuente a su madre.
Efectivamente,
Oscar va al Haymarket y encuentra a Dolly/Maud. Exige hablar con ella. Ella exige
que la deje en paz. Se acerca el padrote de Dolly. Oscar hace una oferta y el
hombre los manda al cuarto 12. Ahí comenzó el interrogatorio. Oscar estaba tan
furioso que cuando agarró un candelabro pensé que iba a romperle la cabeza a la
chica. Le dijo que por su culpa había perdido dinero y el de su madre. Ella le asegura
que el dinero se lo llevó Crowther, su
supuesto asesor bancario que la estafó tal como lo estafo a él.
Oscar se
sorprende que ella trabaje en un burdel pudiendo pasar por mujer refinada. Con
tristeza Maud/Dolly le dice que eso solo significa que los clientes están
dispuestos a pagar más por el privilegio de acostarse con ella. Le dice que no
le tenga lástima, pero Oscar si la siente sobre todo cuando escucha que a los
doce años su padre la perdió en una mesa de juego. Desde entonces ha dado
tumbos. Ha contraído deudas con los dueños del Haymarket y por eso trabaja ahí,
pero no le molesta ya que tiene comida y techo asegurados. Cuando Oscar le
pregunta si tiene familia, Maud recuerda a su hermana en Sandusky (Ohio) que no
la reconocería si la viera.
Entretanto, Marian
interroga a Jack sobre la cena en Delmonico’s. El lacayo abre los ojos como
plato e insinúa que no sabe si estaba en Delmonico’s (Uno de los problemas de
esta narrativa es que Miss Brook asalta a la gente con preguntas que reciben
respuestas mal dadas) Marian sospecha que su novio le mintió. Esa noche en la
cena, Oscar está medio ausente todavía pensando en Maud. Su prima, en cambio,
anda rumiando sus sospechas y de sopetón― olvidándose que Oscar le pidió discreción―
insiste en saber dónde Larry encontró a Maude.
Agnes pega un respingo
y su hijo debe reconocer que la estafadora está de regreso en La Gran Manzana,
pero que no tiene dinero y se ha visto obligada a encontrar trabajo en un sitio
de mala reputación. Esa noche, Marian asalta a Oscar a la salida del baño y lo
cuestiona. ¿Qué espacio es ese donde trabaja Maud y qué hacia su novio ahí? Oscar pudo
haber dicho que se trataba de un bar, de un restaurante, de un sitio donde hay
espectáculos, hasta de un casino y no hubiese mentido, pero suelta que se
trataba de un burdel. Su prima no necesita oír más, le da una pataleta y se encierra
en su cuarto.
A la mañana
siguiente aprovechando que toda la familia está reunida en el salón, Marian
baja y monta una escena digna de tragedia griega. Entre llanto y aspavientos,
clama que no puede casarse con un hombre que le miente y frecuenta prostitutas.
Oscar le pide que no exagere, Ada le pide que hable con Larry, pro es su
hermana quien da la estocada.
Feliz de no
emparentar con Los Russel, Agnes le dice a Marian que debió escuchar a sus tías
(pero si Ada está de acuerdo con el compromiso), que debe buscar un hombre
serio, decente bien establecido en vez de “un tenor de la Opera”.¡Epa!
Los hombres decentes y bien establecidos eran los primeros en frecuentar
rameras, enredarse con las criadas y
mantener amantes. Lo hizo el padre de Marian; lo hizo Charles Fane; lo hace Mr.
Astor y posiblemente lo hizo el Viejo van Rhijn. ¿Y desde cuando un
graduado de Harvard, un chico trabajador y que acaba de hacerse millonario, es
un “tenor de la Opera”?
Marian,
sintiéndose apoyada por Agnes, toma una decisión impulsiva. Escribe una carta a
Larry rompiendo el compromiso y en vez de enviar a Bannister, ella misma cruza
la calle hasta la Mansión Russell. Quiere que Church vea su estado agitado y
oiga su voz temblorosa. Para mayor efecto dramático, al regresar a su casa,
sabiendo que la pueden ver, se seca las lágrimas y hace pucheros. Marian necesita
que se la vea como una víctima, posiblemente para que no cuestionen o se rían
de sus motivos.
Los pocos
espectadores que no se lanzan en contra de ella, han intentado encontrarle un
motivo a su comportamiento extraño en una mujer de su época. Incluso las
heroínas moralistas, escuchaban la versión del novio, le hacían sabe que no lo
querían en antros, y les daban otra oportunidad, tras la cual, si el canalla volvía a caer, lo
rechazaban. Ese es el caso de Rose Campbell en la secuela de Ocho Primos
de Louisa May Alcott. Hasta Alcott desarrolla un escenario en el que Rose es
paciente con su primo playboy, pero son los muchos errores y promesas rotas de Charlie
los que matan el incipiente amor en el corazón de la heroína.
Hay quien ha
dicho que Marian no quiere un mujeriego porque recuerda lo hecho por su padre. ¿Entonces,
por qué no decirlo? En una entrevista a Deadline, Louisa Jacobson habló del miedo a las
enfermedades venéreas que afectaban y eran transmitidas por los clientes de
lupanares. ¿Por qué no se incorporó esto a la historia? ¿Pero voy a creer que Marian
que no puede ni pronunciar la palabra “prostíbulo” (la llama “casa de
desorden”), va a saber de enfermedades venéreas?
Louisa dijo que ella no quería que Marian
pareciese “puritana” . Qué pena, porque
eso es exactamente lo que parece. Yo en cambio, he visto desde el inicio de
temporada que Marian le huye a un tercer compromiso. Tal vez no quiera casarse
y los ejemplos de Gladys y Aurora la hagan ver que el matrimonio puede ser una
trampa, pero este episodio la mató como personaje.
Bertha Rompe Cascaras
de Huevo.
El dicho completo
es “Para hacer una tortilla hay que cascar huevos” y es lo que hizo Bertha en
este episodio. Sinceramente, aunque disfruté este arco, no me convenció.
Como que pareció muy fácil solucionar los problemas domésticos de la duquesa.
Como tampoco me tragué esta súbita preocupación de Bertha por su hija. Me
dio la impresión de que lo hizo solo por agradar a George y que sus lágrimas al
separarse de Gladys no fueron porque la va a extrañar sino por lo que la espera
en Nueva York donde su marido ya se ha ido a vivir a su club.
Desde su llegada
que Mrs. Russell se ha dado cuenta que todo Sidmouth está subordinado a Sarah,
quien incluso responde preguntas hechas a su hermano. A solas, Gladys informa a
su madre que su esposo quedó huérfano de pequeño, su hermana lo crio y
desde entonces él se ha acostumbrado a que se haga la voluntad de Lady Sarah.
A Bertha la
escandaliza que entre Boles, la nueva doncella de Gladys, y Sarah elijan como
debe vestirse la Duquesa de Buckingham. No entiendo la sorpresa. ¿Acaso
Bertha no era quien vestía su hija como si se tratase de un juguete? ¿No fue
ella quien escogió el vestido de novia y hasta el trousseau de su hija? Mas molesta a Bertha que Andree― que
ha viajado con ella― descubre en chismes de cocina que todo el
servicio doméstico cree que para Lady Sarah su cuñada es una mascota a la
que hay que entrenar.
Los primeros
intentos de Bertha por avasallar a Lady Sarah fracasan. Entonces Bertha
comienza a darle órdenes a su hija. Debe recordarle a los Vere que es su dinero
el que sacará a flote su propiedad. Mal consejo, Bertha. Así solo la odiarán.
Luego le dice que debe hacerse indispensable para Hector y hacer que la ame.
Eso parece consejo de revista femenina, ¿pero cómo puede Gladys hacerse amar por un
hombre al que no ama?
En vez de soltar
lugres comunes, Bertha debería darle un par de secretos de alcoba que bien le
han funcionado con George, pero si ni siquiera le ha preguntado a su hija si le
gusta lo que hace con su marido en la cama. Finalmente le da un buen consejo,
debe interesarse en el manejo de Sidmouth.
A Hector le
sorprende cuando su mujer solicita permiso para recorrer sus tierras y aprender
su manejo. Farfulla que Sarah es quien se ocupa de todo. Bertha interrumpe, y
astutamente dice que Gladys debe estar preparada en caso que Sarah se enferme.
Su hija expresa interés en conocer a las esposas de los granjeros. Su marido le
dice que ellas también quieren conocerla.
Esa noche en la
cena, hay invitados y Sarah acapara la conversación quejándose del empeño de Gladstone
de imponer un sufragio universal en el Reino Unido. Al lado de Gladys está el
mismo vejete que vino a cenar la primera noche que pasó en el castillo. Le
pregunta su opinión a la duquesa. Aunque nerviosa, Gladys admite creer que
todos deben tener algo que decir sobre el gobierno. “Las mujeres también” añade
su madre. Sarah se burla al saber que hay una sufragista en la mesa.
Ahí Bertha
encuentra un flanco débil. Pregunta si acaso Lady Sarah considera que las
mujeres son bobas e incapaces de tomar decisiones. Nerviosa, Sarah responde que
mejor se queden en su esfera femenina. Ahí Bertha le va a la yugular. ¿Acaso
reprocha a la Reina Victoria haberse salido de “su esfera”? Sarah tartamudea y Héctor
se apiada de su hermana y le dice a Bertha que no sea dura con ella.
En la última
cena, Gladys luce las joyas de la familia incluyendo la tiara y vuelve a estar sentada
junto a ese señor que parece que va todas las noches a comer de gorra en la
mesa de los Buckingham. Gladys le cuenta que ha encontrado un terreno cerca del
puente donde desea plantar árboles nativos ingleses como homenaje al medio
siglo de vida de la reina Victoria.
El entusiasmado
invitado le pregunta al Duque qué opina del proyecto de su esposa. Como
siempre, Sarah responde por su hermano. No hay necesidad de nuevos proyectos ya
que todo está listo para el cumpleaños real. Gladys se desinfla.
Es en ese momento
que su cuñada se levanta e invita a las damas a abandonar la mesa y dejar a los
caballeros para que se beban su oporto y se fumen sus habanos, pero Gladis la
interrumpe. Con voz muy entera, la americanita pregunta si Sarah está enferma, sería
la única excusa para abandonar la mesa cuando Gladys no ha indicado que haya
terminado la cena.
Es el turno de Sarah
de desinflarse como un globo y caer en su asiento. Muy tranquila Gladys contina
su charla con su vecino que le susurra “¡bien hecho!”. “Pero yo siempre…” gime
Sarah por lo bajo. Ella era quien decidía cuando las mujeres debían abandonar
el comedor. Su hermano le recuerda que esto fue antes de que tuvieran una duquesa
en casa.
A la mañana
siguiente, Bertha se va. Antes le dice a su yerno que debe reconocer los
méritos de Gladys. “Es buena e inteligente” Bertha agrega que puede ser un gran
apoyo a su marido. Hector intenta explicar que su hermana no es malintencionada
“No querrá hacer daño, pero lo hace”, dice tajante su suegra.
Gladys acompaña a
su madre hasta el carruaje. Las últimas palabras de Bertha son “recuerda quién
eres”. ¿Pero quién es Gladys? Todavía no ha encontrado su identidad y aunque haya
ganado una primera batalla todavía tiene una guerra que batir…
No Good Action…
Hay un dicho irónico
en inglés “No good action goes unpunished” (Ninguna buena acción queda sin
castigo). Eso lo descubrirá Oscar. Dolly recibe un mensaje de su ex novio
citándola en una estación de tren. Al llegar lo encuentra esperándola con un pasaje
de tren hasta Ohio y $100 (como $2,000 de hoy).
Maud se sorprende
de la generosidad de quien ha sido su víctima. Oscar le dice que está ganando
dinero. Le pide que no vuelva a Nueva York y que comience una nueva vida junto
a su hermana. Recuerda que una vez la quiso y quiso casarse con ella, ahora
debe ayudarla. Se despide con gesto de llevarse la mano a la chistera como si
se despidiera de una dama.
Esta emotiva
escena es seguida por almuerzo de Oscar con Charles en el Club de la Unión.
Charles dice estar orgulloso de su ex y que le gusta más este Oscar
caballeroso. Cuando se despiden, prometen encontrarse el martes. Charles ofrece
traer más clientes y Oscar, muy conmovido, dice “Eres mi salvador”. Esta bella
escena es destruida con lo siguiente. Al cruzar la calle Charles, ante los ojos
de su amante, es arrollado por un carruaje.
Con esta triste
escena se acaban los sueños de Oscar y el episodio. Ohh se me olvidaba, Mrs.
Bruce ya dio con la espía. Como yo , cree que es Andree la doncella de Bertha
que en Inglaterra también anda fisgando lo que hacen los patrones.
Factor Moda: Ya debería darme por vencida puesto que es
casi un consenso el que el vestuario está cada vez más horrible en esta
temporada. Kasia Walicka Maimone, en su pasión por inventar, crea cada
adefesio. Este vestido de Gladys es presentable, ¿pero por qué amarrarle
esa bufanda de encaje sobre el pecho?
Muy diferente a
estas bandas de encaje negro aplicadas con gusto y sutileza sobre satén color
champaña. Un acierto para la desacertada Marian que sigue envolviéndose en
combinaciones desastrosa con faldas que parecen cortinas viejas.
Realmente me
apena escoger lo mejor de la noche y darle crédito a este par de arpías. Vuelve
a triunfar el brocado de seda en tono crema ahora para Lady Sarah. Bertha luce
un estampado discreto y un escote favorecedor.