Nada más
irritante que escuchar a gente refutar mis argumentos en contra de “Unorthodox”
con un “está basado en la realidad. Es la historia real de una jasídica”. Eso
de la boca de gente que jamás ha leído el libro, que ni sabe el nombre de la autora,
me ha empujado a acabar con este mito. Libro y serie solo conservan vagas
similitudes entre sí. Un cúmulo de contradicciones y misterios sin resolver también
alejan el libro Unorthodox de la esfera de lo real, pero empujan al crítico
a convertirse en detective-arqueólogo encargado de descifrar pasado y presente
de Deborah Feldman.
Guerra Total
en contra de la Yidishkeit
Como todas las
personas infelices, Deborah Feldman se ha enconchado en su caparazón de
ensueños. Desde ahí, lo concreto y la verdad de los hechos se ven a través de
un cristal oscuro. La misión vital de La Feldman ha sido crearse una imagen de víctima
de una religión patriarcal. Su dedo acusador no apunta únicamente a su disfuncional
familia sino también a la comunidad jasídica que la vio crecer, al judaísmo y a
todos los judíos. En suma, ha declarado la guerra a la Yidishkeit como
la llaman en yiddish.
Feldman ha
admitido temerles a las religiones y no sentirse cómoda en ninguna. La entiendo
y respeto, pero eso no le da derecho a escupir en la gente que es religiosa o vive
de acuerdo con su fe. En sus primeras entrevistas, cuando era una veintiañera que
recorría Manhattan en tacones saboreando comidas prohibidas por el judaísmo
(algo que yo hice en mi día y realmente era una actividad placentera), Feldman solo cargaba específicamente contra
los Satmar y contra los miembros de su familia.
Feldman en días de pandemia, en su apartamento en Berlín |
Sus acusaciones
contra extrañas practicas llevadas a cabo dentro del reducto Satmar la asemejaban
a voceros del Ku Klux Klan, de neonazis y de grupos anti religión. Después de
que la misma policía de Nueva York refutó una horrenda calumnia sobre un
supuesto “crimen ritual” ocurrido en Rockland County—la
comunidad Satmar donde ella vivía con su marido— Feldman bajó el tono de
sus acusaciones, llegando a admitir que solo conocía esa historia de oídas.
Un hábito muy
cómico de la escritora es repetir como si fuesen grandes verdades varias leyendas
urbanas sobre los ultraortodoxos, embelleciéndolas y magnificándolas, desde sus
costumbres sexuales hasta la mala fama de los Satmar como caseros. En una vitriólica
diatriba en contra de los Satmar lanzada en una entrevista con Vice en el 2014, Feldman goza describiendo el
asesinato de Menachem Stark, un
reconocido miembro de la comunidad jasídica de Williamsburg. Sin
siquiera conocer el nombre de la víctima, La Feldman declara que sus
arrendatarios” lo odiaban,” dando a entender que uno de ellos lo mató.
En realidad, Stark
fue víctima de un secuestro y sus raptores, que esperaban cobrar recompensa por
él, accidentalmente lo mataron. Cuando el entrevistador le pregunta a la
escritora quienes lo asesinaron ella no solo no responde (es como una costumbre
de Feldman abstraerse hasta el punto de no oír lo que se le pregunta) sino que
se sigue burlando de la muerte de un padre de siete hijos diciendo “todo fue
tan loco. Lo encontraron en un basurero”. Obviamente la muerte de cualquier
jasídico la regocija.
En una entrevista
reciente a un periódico australiano , Feldman ha dicho que a las productoras
les importaba que “ Unorthodox” no acabase vilificando el mundo jasídico, a
ella eso la tenía sin cuidado. En sus últimas entrevistas, Feldman se ha quejado
del mundo judío en general. De nosotros, los no ortodoxos, que criticamos su
visión tan tendenciosa y unilateral por qué tememos que en su generalización
nos salpique a todos. Por otro lado, también se queja de que no la ayudamos
cuando escapó del mundo de Satmar. En realidad, culpa a los judíos en pleno y
al judaísmo de su desdicha que puede deberse más a circunstancias familiares
que a la insularidad del mundo jasídico.
La Feldman ha obtenido su pequeña venganza. En
su entrevista a Salón en el 2012, admite que su libro y los comentarios
que suscita han hecho daño a su familia. Que el tenerla a ella como “una oveja
negra” ha convertido a su familia en una vergüenza para la comunidad: “Lo que
significa que nadie quiere casarse con miembros de esa familia. Eso significa
que ya no pueden casar a sus hijos. De alguna manera arruiné sus vidas”.
Aunque Feldman
dice que no lo hizo deliberadamente, hay cierto triunfo en sus palabras tal
como cuando menciona que su marido, debido al divorcio, también se ha
convertido en un paria. ¿Pero que le hicieron para qué les tenga tanto
fastidio? Yo creo que la raíz del
problema es que DF nunca debió vivir en esa comunidad porque ni siquiera
genéticamente tenía cabida en ella.
El Libro de
Shoshana
Por parte de
madre, Deborah Feldman (o Surie Berkovic, su verdadero nombre) no tenía ningún vínculo
con el jasidismo. Su madre, Shoshana Berkovic era hija de refugiados de la
Alemania, nacida y criada en Inglaterra. Sus padres se divorciaron y nunca tuvo
muchas oportunidades en el Reino Unido por lo que, cuando a mediados de los 80,
le propusieron casarse con un chico judío de Williamsburg y que la familia
pagaría por su viaje y su trousseau, le pareció una excelente idea.
El problema fue
que al llegar a Estados Unidos y pasado un tiempo, Shoshana descubrió que su
marido no estaba bien de la cabeza. En el prólogo de Unorthodox, Deborah
debate con su madre cual era el problema del padre. La madre insiste en que era
un desequilibrio mental y que, si la familia lo hubiese puesto en manos de especialistas,
él se hubiese curado. Deborah, en cambio, está segura de que su padre es un deficiente
mental.
Es esa tara la
que pesará sobre Deborah hasta su matrimonio. Las miradas sospechosas
escudriñando posibles señales de locura en ella, las visitas a psiquiatras, la
falsa lástima, todo opera para hacer que Feldman se sienta excluida. Agreguémosle
el desprecio de sus parientes más adinerados capitaneados por la Tia Sheindi
(Chaya en el libro, Malka en la serie) y Deborah desarrolla una especie de
rencor social por sus parientes, rencor que extiende hacia los Satmar.
Otra ironía es
que el único vínculo con el jasidismo de La Feldman es su abuelo. Tal como narra
en Éxodus, su segundo libro, un
viaje a Hungría le reveló que su Bubbe no era jasídica. Eso explica las
pequeñas rebeldías de la anciana como el escuchar música clásica a espaldas del
marido o someterse a regañadientes a una afeitada de cráneo que no era
costumbre entre sus parientes.
Entonces tenemos
a una Deborah criada por una abuela que no está cómoda con la comunidad
impuesta por su matrimonio; un padre mentalmente ausente y una madre tan desdichada
que abandona Williamsburg y deja atrás a su pequeña hija. A ver es esto cierto.
En su muro de
Facebook, Shoshana Berkovic anunció feliz
en el 2010 que finalmente le había salido su divorcio, agregando que hacía
siete años que se había separado de su marido. Hagamos nuestra resta y el
resultado es que la madre de Deborah abandonó a su familia en el 2003, cuando
su hija mayor tenía 16 años.
La Profesora Berkovic con una foto de su hija. |
Esta información contrarresta
totalmente con la imagen novelesca de Leah en la serie como una Madame X cualquiera
a la que le arrebatan su bebé porque no es lo suficientemente “buena” para ser
su madre. Pero también anula todo el rol de huerfanita a la que le robaron su
infancia, que se crea Deborah en su libro. Aunque Feldman ha escogido encuadrar
su historia con la presencia materna, desde el primer cumpleaños de libertad en
el prólogo hasta el agradecimiento final en la página dedicada a quienes
ayudaron a publicar el libro, la escritora está mintiendo ostentosamente.
Miente cuando
habla de la escasa presencia de su madre en su infancia, miente cuando cuenta
que su tía Chaya le relató en vísperas de su boda con Eli Feldman que Rachel
(Leah en la serie) había sufrido un colapso nervioso tras el nacimiento de
Deborah y había tenido que ser internada, tras lo cual había abandonado a su
bebé. Curioso porque en esta fotografía, Shoshana se ve muy recuperada junto a
su familia y una Deborah de siete u ocho años. Tan recuperada que por aquel
entonces, Shoshana y su marido recibieron a Shira Ester, su segunda hija.
Los Berkovic con su hija mayor |
Cuando Deborah
dice que su madre se marchó de Williamsburg conduciendo su propio Honda (a
plena luz del día borrando toda idea de madre fugitiva) la escritora oculta dos
factores: que posiblemente ella fue
testigo de esa partida y que en el Honda viajaba también su hermana Shira de
ocho años. ¿Por qué nunca Feldman habla de Shira? ¿Por qué su hermana, es apartada
de la celebración de su cumpleaños con la que comienza el libro? Tal vez porque
esa fiesta de cumpleaños, donde Deborah
piensa en otras ocasiones cuando su madre estuvo ausente o piensa en su adolescencia
sin presencia materna, es una falsedad inmensa.
En el prólogo,
Rachel-Shoshana actúa como si fuera la Leah de “Unorthodox” lamentando la
carencia de recursos económicos que la forzaron a entregar a su hijita a
parientes políticos que la amenazaban con destruirle la vida si no lo hacía.
Extraño porque en el 2003, la maestra Berkovic (ella enseña biología en la New Utrecht High School) tenía dinero para contratar un abogado y llevar
a su marido a tribunales exigiendo la custodia de sus dos hijas.
Los documentos legales señalan que el juez Paul Grosvenor cedió la
custodia de Shira-Esther (posiblemente por ser más pequeña y necesitar más de
su madre) a Shoshana. La corte impuso dos condiciones: que la niña continuase sus estudios en su
escuela judía y que el padre tuviese derecho a visitas. La Señora Berkovic
accedió a ambas poniendo como exigencia que estuviese su suegro presente en las
visitas. ¿No que se llevaba tan mal con sus parientes políticos?
Cuando se la interrogó sobre esto a raíz de la
publicación de Unorthodox, Deborah masculló que Shira siendo menor de
edad no tenía cabida en el libro. ¡Que
excusa tan débil! Sobre todo porque Shira hace rato que es mayor de edad (se graduó
de Bais Yakov en el 2009 y se casó en el 2014) pero en el universo de su hermana
mayor sigue siendo una presencia invisible.
Deborah comete
otra inexactitudes en el recuento de su infancia cuando relata su vida infernal
con la tía Chaya que la adoptó tras el “abandono” de la madre. Deborah dice que
lloraba tanto y tanto suplicaba vivir con los abuelos que su tía tuvo que
aceptar. Esto contradice lo que Deborah cuenta en el prólogo. Al enumerar las
muchas maneras en las que Chaya tomó control sobre la vida de su sobrina está
la decisión de que la niña debía vivir con los abuelos. Pero no es la única
discordancia en un libro lleno de contradicciones (La mejor es la del abuelo y
el Wall Street Journal).
¿Si sacamos de la
ecuación la historia de Deborah (o Surie, la huerfanita) que nos queda de
cierto de la trágica infancia de la escritora? ¿Aparte del desprecio de sus
parientes por su condición de posible enferma mental y de la conciencia de ser
diferente de primas con más dinero y familias más cariñosas, qué hace que
Feldman trascienda la esfera familiar y haga un J’Acuse de su micro
sociedad?
No tendrá muchos amigos jasídicos, pero si un perrito que le ladra |
Educando a
Deborah
Deborah Feldman se
ha quejado, y lamentablemente tiene razón, de la pésima educación seglar que se
da en el mundo jasídico, la poca preparación intelectual y técnica que tienen
los jóvenes para enfrentar el mundo moderno y el aborrecimiento que la
comunidad tiene por la lectura de novelas o libros que no sean religiosos.
Yo he visto
bibliotecarias públicas en barrios judíos disuadir a jovencitas frum de
leer romances históricos, como bibliotecaria he tenido madres que me exigían no
prestarles libros a sus hijas, y como maestra he escuchado las quejas de
alumnas ortodoxas por ser obligadas a leer novelas en su clase de literatura.
En “Shtisel” la bibliotecaria de Ruchami se conduele de tener que mantener
estos libros (Anna Karenina) ocultos, aunque no tiene prohibición de
prestarlos.
En “Unorthodox”
Deborah Feldman cuenta de las estratagemas a las que debe acudir para traer a Jane
Austen y Lucy Maud Montgomery a su casa; viajes en bus a otros barrios,
escapada a una librería lejana a comprar un Talmud, ocultar libros bajo el colchón.
Dos cosas me sorprendieron de ese relato. La primera el tiempo libre y la
libertad de la chica para usar transporte público y deambular por diferentes
espacios libreros. Mi madre, que me esperaba con reloj en la mano para saber si
yo me había detenido en algún lugar en el trayecto, me hubiese desollado si yo
hubiera llegado cinco minutos después de la hora de salida de la escuela.
¿Lo otro es como
La Feldman compró “un Talmud”? El Talmud son 73 volúmenes. ¿Qué tratado compró?
Lo único que dice es que cubre los
pecados del Rey David. Por eso me olí que había algo raro en el cuento y no me sorprendí
cuando Pearl Engelman, vecina y conocida de la Familia Berkovic,
afirmó en una entrevista que Shoshana llevaba regularmente a sus hijas a la
biblioteca pública y que nadie les había prohibido lecturas a las niñas.
Confío en la
palabra de la Señora Engelman por ser más que una vecina chismosa. Esta
bisabuela de más de 70 años causó furor en la comunidad Satmar cuando se
atrevió a denunciar y a exponer públicamente a un hombre que había abusado de
uno de sus hijos. Desde entonces, ha
militado a favor de otros niños abusados en la comunidad.
Deborah incluso posteaba en su muro de Facebook
cosas que Mrs. Engelman había escrito. Pero sucede que cuando Pearl vio que la
escritora había convertido su campaña de publicidad en una vendetta personal que
trascendía su entorno familiar, le quitó su apoyo. Como dijo la anciana militante al New York Post “nos ha ensuciado a todos…Nos
sentimos insultados. Es un alma perdida”.
Otra queja de Feldman
ha sido que su escuela no ofrecía una educación equivalente a la que ofrecería
otra secundaria, que sus maestras eran unas inútiles y que la importancia del yiddish
provocó que ella no hablase bien inglés.
Hay que creerle porque por algo las autoridades escolares neoyorquinas no
otorgan un certificado a las que se gradúan de esas escuelas. Y el nivel del
cuerpo docente queda ejemplarizado cuando Deborah nos cuenta que, a los 17
años, estaba enseñando inglés a niñas de sexto grado.
Sin embargo, el hecho
de que enseñase un idioma que según ella no dominaba y que fuese aceptada cinco
años más tarde, en base a dos composiciones, en un programa de literatura de Sarah
Lawrence desmiente sus aseveraciones. La clave está en algo que Deborah no nos
cuenta.
Ella hizo nada más
que la secundaria en una escuela Satmar. La primaria la estudió en Bais Yakov
la más famosa y progresista institución para niñas judías en Nueva York. Una
escuela tan liberal que ningún jasídico enviaría a su hija a estudiar allá. Hay
maestras y alumnas que recuerdan a Suri, hay incluso una fotografía que circula
por Internet.
Foto de Feldman en Bais Yakov |
No se sabe a qué
causa o motivo se debe que Deborah Feldman no siguiera en una escuela que prepara
a las alumnas para ir a la universidad. Corren rumores de que fue expulsada o
por malas notas o por pretender darles clases sexuales a sus compañeritas. El
hecho es que no encontraban otra escuela. Shoshana desesperada pretendía enviar
a su hija mayor a un colegio público cundo intervino su odiada concuñada que
era directora de una escuela Satmar. Así La Feldman terminó su educación, o lo
que pasa por tal, e incluso consiguió un empleo en esa despreciada institución.
Lo Bueno, lo
Malo y lo Feo de Casarse con Eli Feldman
Cuando reparamos
en la cantidad de embustes que componen la descripción de la infancia de la
escritora nos preguntamos si esto también es aplicable a la era más tortuosa de
Deborah Feldman: el matrimonio forzado, la familia política infernal, la vida
sexual de pesadilla. Pues en la icónica entrevista que Deborah dio en “The View”
cuando Barbara Waters le preguntó sobre ese primer único encuentro con su
futuro marido, La Feldman comentó on voz temblorosa que había estado tan
aterrada ese día que no recordaba nada/
Feldman con Barbara Walters |
Las urracas de “The
View” la miraron con lástima, pero ninguna dijo “eso no es lo que has dicho en
tu libro” probablemente porque ninguna lo leyó. En el libro hay una descripción
profunda de esa entrevista, del noviazgo, de la boda. En ningún momento la
protagonista dice sentirse obligada o descontenta con el matrimonio. Durante
esa única cita de media hora la pareja habló por los codos y La Feldman
recuerda cada palabra, tal como el aspecto físico (rubio, ojos azules) de su
novio.
No se necesita
del Tío Ïzzy Berkovic que fue al Daily Mail a decir
que su sobrina “estaba locamente enamorada de ese chico”, para saber que a Deborah
Felman le gustaba el marido. La de veces que menciona la fotografía, el hecho
de que las manos de su novio la distraigan durante su cita, el toque erótico de
fijar la vista en el espacio de piel que deja ver la camisa de Eli,, ect. Incluso
durante una de las muchas conversaciones telefónicas con su prometido, la
futura escritora cae en la sinestesia al oír su “sonrisa traviesa” a través del
auricular.
A propósito, ese
encuentro tan humillante de Esty con su suegra en el supermercado nunca tuvo
lugar. El abuelo y la tía de Deborah viajaron al pueblo de Monroe a entrevistarse
con la familia de Eli. Volvieron felices y le anunciaron a la chica que su
pretendiente era “muy dulce”, que habían quedado contentos con los Feldman y
que habían escogido lo mejor para Deborah.
Feldman estará
descontenta con su kala teacher y pasará una experiencia vergonzosa en
el Mikvah, pero cuando habla de su futuro está llena de esperanzas; va a ser la
mejor esposa, la mejor ama de casa está llena de planes que compartirá con su
marido, porque Deborah no tiene dudas de que su matrimonio será diferente al de
sus padres y abuelos. Su confianza no solo nace de los costosos regalos (que
incluyen un reloj pulsera de brillantes) que le ha hecho Eli, también es la
reputación de su prometido de ser ‘rebelde”.
Los Feldman con su contrato matrimonial |
La gran
diferencia entre “Unorthodox” y el libro, es esa primera incomoda y semi
silenciosa cita. Lo que la verdadera “Esty”de dijo al verdadero “Yanqi” fue “te
advierto que soy difícil de manejar “y él le respondió que tenía una reputación
de llevarse bien con todo el mundo y que aceptaba el desafío. Según la periodista
Frimet Goldberger (cuyo marido Hershey era
el mejor amigo de Eli/Joel Feldman)contó en The Forward Eli era un
alter bocher (un solterón), a sus 24 años ya traía mala reputación por
no haberse casado, por conducir su propio auto, por trabajar ¡y por ir al cine!
Después de una
boda en la que debajo de su velo/servilleta Deborah se ríe como loca, pero
finge llorar, viene el crudo despertar
entre las sábanas. La vagina de la novia es el centro del conflicto. Deborah se
referirá más tarde a “”mi cuerpo amotinado”. Agréguenle que Eli tiene
dificultades para tener y sostener una erección, y realmente hay un problema
grave.
Como suele
ocurrir se culpa a la esposa. Eli comete el error garrafal de confiar sus
secretos de alcoba con su madre y hermana. Estas le caen encima a Deborah y
comienza el calvario, la humillación y el peregrinar por consultorios médicos.
El primer
diagnostica un himen “doble” (¿himen elástico?), el segundo “una anomalía
vaginal”. Finalmente, la esposa virgen encuentra a una doctora que la ayuda a tratar
su vaginismo (espero que no con un tratamiento tan aberrante como el que
propone la Revista Anfibia) con una combinación de terapia, hipnosis y
medicamentos para la ansiedad.
A pesar de que el
matrimonio se consuma, Deborah queda embarazada y eventualmente, su marido se
vuelve un amante más considerado y experto, la relación ha quedado resquebrajada.
Deborah pasa un embarazo difícil, depresión post parto (se siente incapaz de dar
amor a su bebé) y ya anteriormente había sufrido ataques de pánico.
El Paraíso de
Sarah Lawrence
Las cosas no
mejoran aun cuando Deborah convence a Eli de trasladarse a Airmont, en el
condado de Rockland en las afueras de Nueva York. Airmont es un refugio para “Satmar
modernos”, un pueblo compuesto por jóvenes matrimonios que juegan póker, beben
cerveza, hasta fuman marihuana. Las mujeres usan ropa de denim y pelucas largas
y sexys. Deborah deja crecer su cabello, va a la peluquera y se lo tiñe. Vuelve
a trabajar, aprende a conducir y lleva una vida más excitante con comida china,
champaña en copas aflautadas, juegos de boliche y, lo más importante, la universidad.
Los Feldman con Yitzi |
Esty convence a
su marido que le ceda el auto y le pague clases en un programa de continuación
de estudios (que no exige ni diploma de secundaria ni la cantidad de exámenes
que exigen los programas regulares de estudios universitarios) en Sarah
Lawrence. Aunque le dice que quiere tomar cursos de contaduría y mercado para
poner su propio negocio, Feldman se inscribe en cursos de literatura.
Pronto llama la
atención de sus maestros y hace amistad con Polly de Utah que lleva a Deborah a abandonar paulatinamente su judaísmo. Polly
enseña cosas útiles a su amiga desde cómo reconoce que un hombre es gay hasta
los placeres de la comida treif (no kosher).
Deborah se compra
sus primeros jeans y comienza a andar en tacones. Lo más importante es que
descubre sus aptitudes literarias. Antes de abandonar el mundo jasídico,
trabaja como editora de Condé Nast. Se da cuenta que puede ser independiente
usando su talento, incluso ganar más que lo que gana su marido y comienza a
visualizarse sin Eli.
A ratos, si se
lee la obra con distancia objetiva, Eli (que no es Yanki para nada) da lástima.
Lo vemos aceptar todo lo que su mujer impone, lo vemos intentar ayudarla en el
hogar (Deborah menciona que al volver del hospital con su hijo Ytzy, Eli ha
limpiado toda la casa y preparado el cuarto del bebé). Además de ser mejor
amante tiene toques románticos como cubrir la cama con pétalos de rosa antes de
hacer el amor, o limpiar la cocina las noches en que Deborah vuelve del Mikvah.
Solo que para ella
todo trae un “pero” que le impide apreciarlo: Eli ha estado pidiendo consejo lo
que significa que ventila su vida privada o sus atenciones son porque quiere
sexo. Es obvio que Deborah no lo quiere, no quiere estar con él, no quiere que
crie a su hijo y lo vuelva como él y planea irse,
Hay varios
detonantes. Uno es darse cuenta de que Eli nunca va a ser más de lo que es económicamente
hablando. Algo que deduzco (tal vez porque me reconozco en ella) es que Deborah
Feldman, en esta nueva etapa, se convierte en consumista y obsesionada con
marcas. Goza luciendo un vestido de Anne Taylor ante los atónitos ojos de Williamsburg,
va a la universidad en alpargatas de Prada y jeans de Seven, y deja que su
amiga Polly le aconseje sobre marcas antes de comprar lentes. Yo que solo
recientemente me he vuelto una loca por las compras y las marcas , la entiendo
(si ya sé que doy lata con mis lentes Burberry, mis aretes de Anne Klein y mis
perfumes de Guerlain).
Deborah está
escribiendo un recuento de su infancia y lo lee en el taller literario de Carolyn
Ferrel quien le aconseja publicarlo. Polly convence a la agente literaria
Patricia van der Leun de encontrarse en un café de Manhattan con esta jasídica
que busca representación. Patricia se impresiona al ver a La Feldman llegar en
pantalones y tacones. Deciden escribir una “proposal’ y presentarla a diferentes
editoriales. Una vez aceptada, Deborah escribirá sus memorias. Van der Leun le advierte
que el proceso puede tomar hasta un año.
Crónica de una
Huida Anunciada
Durante ese año
ocurren dos eventos que hacen sentir a Deborah su necesidad de acabar con su
matrimonio tanto con Eli como con el mundo ultraortodoxo. Una es su última
visita a su familia en Williamsburg para la celebración de Purim. Encuentra a
su abuelo igual de poco realista, Bubbe está perdiendo la memoria (poco después
la internarán en un asilo) y el padre de Deborah está borracho. Le es fácil
entonces desligarse de una familia que nunca más ha vuelto a ver.
El segundo es el
infame accidente automovilístico cerca del Tappan Zee que según la autora fue
la gota que derramó su vaso. Cuando su marido no quiere hacerse responsable del
accidente (no había cambiado los neumáticos defectuosos), Deborah ya no aguanta
más y aprovechando que ya ha firmado contrato con una editorial (Simon
&Schuster), se marcha.
Antes, ella y su
marido van a un consejero matrimonial religioso que los refiere a un terapeuta
profesional, pero Eli, cansado, dice que mejor se divorcian de una vez. “Sí es
lo que tú quieres” le responde hipócritamente su esposa. Después de esa frase, en el próximo párrafo del libro, Deborah
cuenta como renta un carro, vende sus joyas, empaca sus cosas y las de su hijo y
se va.
El lector queda
con la impresión de que todo ha sido hecho de acuerdo con el marido. En las páginas
que faltan Deborah habla de la casa que compra, de la cama doble que comparte
con su hijo, de cómo se siente por fin unida al niño, que Ytzi aprende inglés y
que no extraña al padre (algo que dudan sus cercanos quienes dicen que Eli y su
hijo “se adoraban” Sin embargo, hay una incongruencia, ella cuenta que no ha
dado su nueva dirección a nadie, que cambió el chip de su celular (Mas tarde dirá melodramáticamente que arrojó su celular
al rio).
Lo que Deborah no
nos cuenta es que, aparentemente sin necesidad, ha huido y que al hacerlo ha
cometido dos delitos: abandono del hogar
y secuestro de su propio hijo, que con eso ya perdió el derecho a la custodia.
Aun así, Deborah Feldman consiguió la custodia de su hijo, de una manera más
parecida a la de su madre con la condición de que Ytzi continuase su educación
judía (Algo que el chico no ha hecho en Alemania) y que pasara dos weekends
mensuales más los veranos con el padre. ¿Como lo hizo?
Feldman y su hijo |
Joel Feldman se
ha negado a dar entrevistas, pero en una ocasión se sinceró con Frida Viezel, su
amiga y colega en la labor de ser jasídicos divorciados y padres solteros. Mas
tarde se negó a darla en publicación, pero Frida, que es escritora freelance y guía turística,
la publicó en su blog airada ante las mentiras de Deborah.
Ahí Joel cuenta
del horror de volver a su casa y encontrar closets vacíos, a su hijo y esposa
desaparecidos y recibir un críptico texto: “me fui. Ytzi está dormido en el
auto”. Tras dos semanas en las que Feldman no supo nada de su familia, Deborah
lo citó en un restaurant y lo apabulló con exigencias y ordenes sobre el
divorcio, la custodia, la manutención del niño. Atontado, él cedió a todo.
La Reinvención
de Deborah Feldman
Parte de la campaña
publicitaria que SImon&Schuster montó para promover el libro de Feldman
incluye una historia reversionada: la huida, la esposa fugitiva, las amenazas,
el miedo. Eso es lo que ha magnificado la serie de Netflix sin reparar en que
todo se basa en mentiras.
Durante la campaña, Deborah alternaba sus
fotos con ropa provocativa y sus comentarios sobre lo sabroso que era comer
comida que no era kosher y menciones al novio católico de los bosques de Luisiana
(en su próximo libro hablará más de este Connor, alcohólico y motociclista,
junto con otros amantes que irá acumulando en el
camino).
Feldman Liberada |
Entremedio, sollozaba y pedía pañuelito para secarse los
lagrimones al recordar su odisea, su lucha por ser la única jasídica que pudo
huir de la Familia Manson (perdón los Satmar) con la custodia de su hijo y mentía
y mentía como cuando dijo a ABC
que le era imposible volver a Williamsburg por que todos la reconocían y juzgaban,
cuando un día antes había dicho lo
contrario al New
York Post. ¡Hasta había posado en minifalda en el medio de su antiguo
barrio!
Minifaldera en Tierra de Satmar |
Para mujeres que
están intentado cambiar el patriarcado Satmar desde adentro como la Jueza Rachel Freier y Pearl Engelman, lo que Deborah ha hecho
es sabotear esta misión con sus fantasías adolescentes que la alternan en roles
de heroína mártir victoriana y de
protagonista consumista y juerguista del chick lit (en una ocasión se quejó de querían
hacer de ella una Lena Dunham).
Gente que ha
criticado fuertemente a la comunidad jasídica, como el autor del blog False Messiah y Hella
Winston autora del excelente The Unchosen, sienten que Feldman le ha hecho un flaco favor
al inventar calumnias fáciles de probar contra los Satmar ya que con eso resta
credibilidad a quienes realmente son víctimas del sistema. La mayor critica
viene de esposas y madres que como Feldman han huido del mundo jasídico, muchas
teniendo que perder a sus hijos en el intento. Ellas sienten, como ha dicho Frida Viezel, que la
escritora no las representa, que gozó de privilegios que no tuvieron ellas.
Frida Vizel en su epoca de lucha por salir del mundo jasídico y llevarse a su hijo. |
Uno ha sido la
excelente representación legal que tuvo Deborah Felman cuyo caso fue llevado (pro-bono)
por la reconocida firma de abogados Grant&Appelbaum de la Quinta Avenida.
No es que haya envidia por las ventajas que gozó la Feldman. Lo que irrita a
las exfrum es su campaneo de “soy víctima del patriarcado”, una
necesidad de sentirse mártir, de inspirar lastima mientras goza de celebridad y
prerrogativas desconocidas para muchas jasídicas.
Antes de ver
“Unorthodox”, el mundo, incluso el angloparlante, ni sabía quién era Deborah
Feldman. Gracias a la serie, este julio, la editorial Lumen ha prometido que
estará el libro en venta tanto en castellano como en catalán. Ahí podrán ver
las tremendas diferencias entre un cuento de hadas televisivo y unas memorias totalmente
diferentes, pero con las pruebas que he aportado podrán también ver que la
memoria muchas veces le ha fallado a La Feldman.
Wow! Leyendo tu articulo me pongo a pensar cuantas historias "basadas en la vida real" serán mas fantasia que realidad. Hay algo en la etiqueta "vida real" que hace que la gente se lo tome mas en serio y le tenga mas respeto a una obra. Estoy sorprendida que después de todo el escándalo que Oprah le armo a James Frey con su "memoir" A Million Little Pieces, esta autora haya tenido tanta acogida y aceptación (con excepción de los artículos que mencionas en tu nota) sera porque es mujer y porque la gente quiere creer que ella en realidad fue una víctima? Yo no he visto Unorthodox todavía, pero si vi los primeros diez minutos donde ella huye a Alemania, pero ahi no se vio ningún hijo. Cambiaron eso en la serie? En realidad fue a Alemania? Porque los artículos parecen indicar que solo se fue a otro barrio de NY.
ResponderEliminarHolaaa, gracias por pasar por fB y pasar por el blog. Cuando el libro salió al mercado el 2011 y comenzaron a leerlo hubo un uproar primero en la familia de Deborah-Surie y la de su marido. El segundo escandalo vino de ex jasídicas que la conocían y finalmente hubo una denuncia formal del mundo Satmar (albeit el más “moderno”) Fue entonces que comenzaron a llamarla “la nueva James Fry”. Simon&Schuster se benefició del alboroto, hizo declaraciones vagas de que “confiaban en lo dicho por su autora”, pero curiosamente no han vuelto a publicarla. El segundo libro lo lanzó una editorial nueva, y ahora ella depende del mundo editorial berlines. Como sabes es más fácil publicar no-ficción que ficción sobre todo si el autor posee los conocimientos y experiencia sobre el tema, o sea la ‘plataforma”. Y la memoria es considerada plataforma. Hace unos años leí un libro sobre el Holocausto, sobre una niñita judía que juraba había sobrevivido en el bosque… ¡la habían salvado los lobos! Resultó ser una vergonzosa mentira. Tu no te acuerdas, pero causó mucho revuelo a comienzos de los Ochenta, el descubrimiento de un supuesto diario de Hitler. Another hoax.
EliminarEl libro de La Feldman tuvo sus cinco minutos de fama y desencadenó una chorrera de memorias (ninguna muy famosa) de ex jasídicos. El problema es que la serie ha vuelto a poner el libro sobre el tapete, nueve años después de publicado, ha hecho resurgir un interés en el segundo libro, que es menor y mas mediocre. Ahora ver cuantas series como esta (que yo considero una agresión cultural) van a salir al aire.
Debes ver la serie porque es una divergencia total del libro. La heroína tiene diecisiete años, escapa embarazada a Berlín, sin preparación alguna, sin planes y es perseguida por el marido y el siniestro primo Moishe. En la vida real, Feldman planeó por tres años su partida, se llevó a un hijo de tres años (eso es secuestro en NY) estaba en un programa universitario, tenía empleo, era mayor de edad, había firmado contrato con Simon&Schuster, tenía agente literaria, asesoría legal y un kilo de amigos fuera del mundo jasídico. Su marido nunca la buscó, le dio el divorcio, nunca nadie intentó localizarla. Pero la gente que ve la serie y nunca han leído el libro se cree el cuento totalmente. Y los grandes culpables son los que crearon una campaña de mercadeo alrededor del libro que contradecía no solo la realidad sino también lo que la autora contaba. Y ahí volvemos a quejarnos de que es el modo en que se le vende el único mérito de un superventas.
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ResponderEliminarLorena Abedrabbo-Hughes María Elena Venant Bueno, en realidad es bastante común que tanto series como películas hagan grandes cambios a las tramas de las novelas y personajes para lograr efectos mas dramáticos, o hacerlas mas cortas, o hacer algo que se acople mas al formato visual, pero claro, entonces deberían solo decir "inspirada" en hechos reales, no "basada". Hay gran diferencia en esos dos terminos. Lo curioso es que lei el prologo del libro y ahi ella dice que pretende tener "scrupulous honesty" en su relato, pero como tu has comprobado, no parece haber tanto de cierto en lo que cuenta. Sigo sorprendida del diferente trato que recibió James Frey ya que a el Oprah lo humillo en publico y en live TV por "embelesar" su historia! Mientras que a Feldman parece que la reciben con aplausos y ovaciones. Insisto, sera por que es mujer?
María Elena Venant Lorena Abedrabbo-Hughes no, creo que tiene que ver con lo que ataca, digamos que se trata de un safe target. hay gente que dice que aunque Feldman haya mentido, es el tipo de sociedad en la que se crio y vivió la culpable de todas sus desgracias. Lo mismo dice la gente de Unorthodox. Se vuelven expertos en temas judios basandose solamente en una vision limitada de un grupo limitado. Al final, todo se resume a que toda religion es mala.
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ResponderEliminarRafael Ochoteco En pocas palabras, Sra. Mía, la serie "Unorthodox" es una ficción basada en un libro que es otra ficción... O sea, embustes basados en otros enbustes... Lo único "positivo" que le veo es que los embustes vienen de primera fuete... LOL!!! Ya más serio, definitivamente todos los embustes que vemos en la serie son más interesantes que la realidad que vivió la Feldman. Sería interesante saber la opinión de los lectores de la novela (que ignoran que es total ficción) sobre la seie... ¿Cómo se sentirán? NO conozco la novela, ni me interesa en este caso, pero la serie estuvo fenomenal, en mi opinión. ¡Tremendo artículo, gracias por compartir tus descubrimientos y sobre todos, tus esperiencias! Eso me encanta de tus escritos, siempre le pones su sabor personal. ¡Besos y abrazos! :-)
María Elena Venant Rafael Ochoteco Si te da tiempo y lees los comentarios en Amazon y en Goodreads, hay muchas quejas de lectores que no reconocen el libro en la serie, pero es que el libro tenia 0 drama y por eso se inventaron ese cuento chino. Pero a mi lo que mas risa me da es que en cada entrevista Deborah inventa algo nuevo o contradice lo dicho en la anterior.
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