The Road to Calvary
Estos capítulos han
sido una gran cascada de tragedias que realmente rompen el corazón. Lo único
bueno, Vadim y Katya se casan, pero San Petersburgo es una anarquía total.
Vadim teme a los Bolcheviques. Cree que o deberán luchar contra de ellos o huir
de ellos. Dasha, protesta, no quiere que su ‘Vanoshka” vuelva a ser soldado.
Tampoco quiere seguir el consejo de la hermana de irse a Samara con el padre.
La anarquía da
paso al robo. Arkady se ha convertido en ladrón profesional. Liza lo secunda.
Asaltan una joyería. Arkady mata a un hombre y huye con los bolsillos llenos de
joyas. La policía los persigue, van al rio a buscar un bote, pero los
encuentran. Se ven obligados a lanzarse desde un acantilado. Los creen muertos,
pero la pareja sobrevive y las joyas también.
Es un invierno
helado en la futura Leningrado. Telegin se ve obligado air a mendigar por leña. La consigue de un noble que
se ha visto forzado a abandonar su palacete. El noble le advierte que tenga cuidado,
hay una banda de asaltantes que usan resortes en los pies para poder huir
saltando vallas.
Vadim y Katia se
han buscado un piso. Mala idea, con ese frio y tanto maleante, deberían vivir
todos juntos. Y aquí ocurre una de esas situaciones tan melodramáticas que
irritan en algunas telenovelas: una serie de eventos desafortunados que pudo evitarse.
Dasha va a visitar a Katya. Se hace de noche, está nevando. Telegin no llega.
Resulta que entre el frio y un reloj descompuesto a Ivan Ilich se le pasa la
hora. En vez de esperarlo o llamarlo por teléfono, a Dasha se le antoja salir
en medio de la helada noche.
Por supuesto que
la encuentran estos asaltantes que visten de blanco como fantasmas. La golpean,
le roban el abrigo y el bolso y gracias a sus resortes saltan una reja,
dejándola tendida en la calle. Telegin la encuentra, la lleva a casa. se le
adelanta el parto. Llaman a su antiguo jefe, parece que no hay más médicos.
Nace un varoncito, pero el doctor le dice a Katia que el bebé no vivirá por
mucho tiempo.
A la mañana
siguiente, Dasha encuentra el cuerpecito helado de su hijo a su lado.
Enloquece, culpa al marido. Lo entiendo, en el primer momento de dolor se dice
cualquier cosa, pero pasan los días y Dasha no reacciona. Convence a Katia que
se lleve a Vadim a Samara, pero le pide a su hermana las llaves del piso porque
quiere “estar sola”.
En la estación de
tren, Telegin se encuentra con un antiguo obrero, el agitador de su ultimo
empleo que le dice que hay que prepararse para una guerra civil entre el pueblo
y el “Enemigo del Pueblo”. Le dice a Telegin que vaya enrolarse con Sergey.
Este resulta ser
el último de los huéspedes del ingeniero (el que encontró instalado en su casa
cuando regresó del frente). Lo recibe muy bien, le da té y cigarrillos, y le
dice que necesitan recobrar todo lo que destruyeron. Telegin pregunta por qué
destruyeron todas las fábricas, los trenes, las maquinas. Sergei sale con las
máximas que hemos oído desde el primer capítulo, que hay que destruir lo viejo
para tener lo nuevo.
Le dice a Telegin
que Rusia es ahora su pueblo, no la tierra, que los bolcheviques no quieren
guerras opresoras, que buscan la igualdad. Juiciosamente, Telegin admite que
son buenas ideas, pero que pueden ser distorsionadas en manos equivocadas. Sergei
juiciosamente dice que para evitarlo quiere hombres honestos como el ingeniero
cerca. Telegin pide tiempo.
La que no le da
tiempo es su mujer, Vadim llega a casa y se encuentra Dasha con las maletas
hechas. le anuncia que lo abandona. Lo culpa de la muerte de su hijo. este
sería el momento para ‘”Vanoshka” de culparla ella, pero es demasiado noble. Me
alegra saber que, en el libro, Dasha abandona a su marido por verlo indeciso y
débil en un momento que requiere hombres de acción, no por culparlo de algo que
sí tuvo un culpable, fue ella. Telegin se une a Los Rojos. La bruta de Dasha se
va a casa de la hermana y se dedica a leer poemas de Bessonov.
¿Y qué ha pasado
con nuestro poeta en residencia? ¿Recuerdan
a Hanna, la mujer que rescató a Iván Illich? Se ha vuelto rescatadora
profesional, ya parece San Bernardo. Encuentra al desertor casi moribundo, se
lo lleva a su casa, lo cura.
En estos meses,
Bessonov, afeitado y limpio, recobra su galanura, incluso vuelve a escribir.
Cubre las paredes de la choza con poemas de amor que Hanna no puede leer, pero
que la hacen llorar cuando su amante se los lee.
Este idilio acaba
cuando llega el marido de Hanna. Saber que su hijo murió y su mujer ha traído
un amante lo descoloca. Exige que Bessonov salga al patio para no manchar la
casa con sangre. Hannah se interpone y su marido la mata. Horrorizado, el poeta
cobarde se llena de inesperado coraje. Mata a culatazos al asesino y luego los
entierra a ‘él y a Hanna.
Telegin parte para
el frente, antes va a despedirse de su mujer. “Cuídate” es la fría despedida de
Dasha.
El Ministerio del Tiempo
Acercándose al
final de su primera temporada, “El Ministerio” enfrenta varias crisis que poco
tienen que ver con la historia oficial. Aunque los viajeros rescatan al
Lazarillo de Tormes de ser ejecutado en una plaza pública y a otra Reina Isabel
(La Castiza) de un atentado, los problemas personales predominan.
El Lazarillo de Tormes |
Isabel II y la Infanta Luisa Fernanda |
El tal Paul
Wescott resulta ser un empleado de una compañía gringa que busca explorar las
posibilidades ‘turísticas” de los viajes en el tiempo. Al ir a interrogarlo en
la mazmorra medieval, Irene contraria las ordenes de Salvador y visita a
Armando Leiva, el agente que la reclutó tras salvarla de un intento de suicido.
Leiva, un militar
del Siglo XIX, indignado ante la prohibición de traer a su hijo leucémico al
siglo 21 donde su salud podría salvarse, consiguió alborotar a otros empleados
del Ministerio. La revuelta acabó con Leiva encerrado en ese Guantánamo medieval.
Leiva logra huir, está obsesionado con saber quién lo delató.
Tras intentar un
magnicidio que pondría a Don Carlos en el trono, herir a Alonso y apalear a
Salvador, Leiva descubre que fue Irene quien lo traicionó. Su castigo es
terrible, secuestra a Nuria la esposa de Irene. Antes de lanzarse al vacío,
Leiva obliga a Irene a contarle a Nuria toda su verdad ¡incluyendo el hecho que
tiene 85 años!
Nuria abandona a su mujer. Entretanto, Julián sigue jugando con tiempo e historia y viviendo más aventuras con su esposa para aprovechar lo poco que falta antes de la muerte de Maite.
Nuria abandona a su mujer. Entretanto, Julián sigue jugando con tiempo e historia y viviendo más aventuras con su esposa para aprovechar lo poco que falta antes de la muerte de Maite.
Cosas que
estuvieron de más. Alonso escandalizado porque le han hecho una transfusión de
sangre de Amelia. Desde que existen los conceptos de familias extendidas y
herencias que los hombres saben que llevan sangre de mujer en las venas, las de
las madres que los parieron. Lo normal es que Alonso hubiese dicho a Amelia
“ahora somos hermanos”. Lo que dijo me
dio vergüenza ajena…no por el personaje sino por el escritor.
Mas vergüenza
ajena fue el modelito que Irene usó para intentar suicidarse. Enorme el cartelito
de “1960” y ella muy de minifalda, cinco años antes que Mary Quant la
inventase. ¿Y esos zapatos de punta cuadrada, último grito del’68? ¿Ya viajaba
en el tiempo Irene?
Entiendo que en “Los
Tudors” usen ropas isabelinas o que en “Versalles” se peinen a lo Fontages,
antes que La Fontanges naciese, pero para saber lo que una española usaba en
1960 era cuestión de ir a una hemeroteca y ver los Hola de ese año o verse en “Cine de Barrio” una peli de Marisol o Rocío
Dúrcal. Ese tipo de descuidos es pura pereza.
Babylon Berlin (Fotos cortesia de Netflix)
El pobre
Krajewicz está como el Renfeld de Drácula,
acurrucado en su celda mirando con ojos atemorizados la luna llena. Pronto
comerá cucarachas.
El Dr. Schmidt da
una charla, quiere hacer públicos los resultados de sus experimentos con
veteranos de guerra traumatizados, pero su audiencia (con la excepción de Rudi
que diligentemente toma notas) se muestra escéptica. Para ellos estos veteranos
drogadictos son una escoria, un lumpen, una vergüenza para Alemania. ¡Matarlos
a todos!
Schmidt habla de
lo que ha conseguido gracias a una combinación de drogas (ácido barbitúrico,
terapia en grupo e hipnosis). Su auditorio se mofa de esos métodos que
consideran poco científicos. Cuando Schmidt presenta el Test Rorschach, ya lo
acusan de charlatán. A mí me sorprende que, en el auge de la psiquiatría, haya
esta reacción, pero me doy cuenta de que los asistentes son los adherentes a la
famosa “ciencia aria” y que lo que Schmidt propone huele a fringe science o peor “ciencia judía”
Entretanto,
Gereon hace una visita a la farmacia y solicita una receta, no de morfina, sino
de un jarabe para la tos. Descubro que es un preparado que en esa era ingenua contenía
una alta dosis de heroína. Con razón Rath lo toma con tanto gusto. Sale el
inspector y entra San José. ¿Se acuerdan del sicario del Armenio? Exige que de
ahora en adelante a Gereon se le dé, en vez del jarabe, un preparado de ácido
barbitúrico. Como sabemos, el sicario tiene una capacidad hipnótica de obligar
a la gente a cumplir su voluntad. ¿Pero qué espera ganar El Armenio? Es como si
ingresaran a Rath al tratamiento del Dr. Schmid, ¿pero por qué motivo?
Greta de criada
lo está pasando bien. Frau Benda es exigente, pero justa y no hay tanto
trabajo, es cuestión de acostumbrarse y coger el ritmo. El cuarto de Greta es más
bonito que el mío. Benda le recuerda a la nueva criada (a la que llama
“señorita”) que no debe comentar con nadie lo que ve en casa. Greta limpiando
observa la colección de menorot (candelabros
rituales judíos) en el gabinete de la casa.
Frau Benda está
tan confiada en la nueva criada que la deja a cargo de la casa y se va de
vacaciones con los niños. Greta corresponde a tanta confianza, escapándose con
Fritz y “se pide prestado” un vestido de la patrona. Fritz la lleva en un paseo
en bote por el rio. Todo es muy bonito, romántico y casto. Lo único malo es
como Fritz insiste en tratar de poner a la novia en contra de los Benda solo
porque pertenecen a la clase patronal.
Greta regresa de
su paseo justo a tiempo de devolver el vestido y dar de cenar al patrón. A
pesar de que ha recibido órdenes de Frau Benda de que el Comisario no puede
comer carne, Greta asa los salchichones que ha traído el patrón y cenan juntos
en la cocina.
Las hermanitas
Ritter repasan los datos y pistas que Lotte ha recolectado. En medio del brainstorming, Lotte transforma su credencial
de policía por una de prensa. Disfrazada de periodista se va a la estación de
tren donde encanta a un maquinista y a su jefe. Aun así, no la dejan entrar. El
área donde está el tren es un hervidero de personal de la embajada y hombres de
Nyssen.
Lotte se entera
que el gas fosgeno pertenece al industrial, que están revisando a ver si todos
los vagones contienen el mismo veneno. Los soviéticos están ahí porque el tren
salió de su tierra. En eso, Lotte ve llegar a un piquete de policías
capitaneados por el Comisario Benda. Lotte llama a Gereon para que venga. A
Benda lo ha alertado el patólogo oficial que le practicó la autopsia al guardia
asfixiado. Benda ordena la incautación de los vagones, despide a los rusos,
esto ahora es asunto de la policía berlinesa.
Llega Gereon con
Lotte pegada los talones. Benda se sorprende al verlos. Rath le cuenta a su
superior sobre la conexión del gas, el tren y el ruso torturado. Ambos hacen lo
imposible por ignorar a la pobre Lotte. Benda se lleva al inspector en su auto.
Lotte alcanza a gritarle a Gereon que lo esperará en el restaurante.
Dentro del auto,
Benda le encarga a Gereon la investigación. Le cuenta de la existencia del Schwarze Reichswehr, un grupo
paramilitar de derecha que está empeñado en rearmar a Alemania, aunque esto contraríe
las estipulaciones del Tratado de Versalles. Los Schwarze son anti Weimar, anti
izquierda, antisemitas. Esto es lo mejor, les compran armas a los soviéticos,
incluso tienen galpones en Rusia. Solo que hasta ahora contrabandeaban armas,
nunca algo tan leal como gas.
Gereon va a la
cita con Lotte, pero Wolter lo detiene. Quiere llevarlo a conocer unos amigos.
Lo deja que vaya a cambiarse de ropa y le da la dirección. Al llegar a la pensión,
Gereon se encuentra con Elizabeth, muy acicalada. La casera también está
invitada y espera que Rath la escolte. Llegan un poco tarde a una casa, donde
Elizabeth se va con las mujeres y el inspector entra a un salón donde están
reunidos los hombres. Vemos al General Seeger y al Oberts Wendt.
Todos están
reunidos alrededor de una mesa. El maestro de ceremonias es un niñito con facha
de futuro hitlerjugend que les recuerda
que es el aniversario de La Batalla de Ypres. Ha organizado, con un tren
eléctrico y soldaditos de plomo, una maqueta de la batalla y procede a narrar
los hechos. Al acabar los aplausos hay un
rollcall (un listado en voz alta de los caídos) y acaban entonando “Yo tenía
una camarada”. Gereon se une al coro.
Entretanto, las
damas están convenciendo a Elizabeth que conquiste al bávaro, que Rath es un
buen partido. Los hombres bajan a comer. Solo los más importantes se sientan a
la mesa. Wolter va en busca de Gereon. El General Seeger quiere conocerlo.
Resulta que Seeger conoció a Anno (que nombre tan feo) Rath. Lo recuerda como
un tipo que caía bien y que tenía un gran arrastre con las mujeres. Gereon se
emociona. El General quiere saber qué pasó con el Rath mayor.
Flashback al
Frente Occidental, a mediados de 1918,. Los alemanes se baten en retirada.
Gereon va a seguir a sus camaradas cuando oye que alguien lo llama por su
nombre. Se asoma de la trinchera y ve al caballito Yucatán con máscara antigás.
De la Tierra de Nadie (No Man’s Land)
oye que su hermano lo llama. Corre a rescatarlo, vuelve con él a la trinchera (¿y
Yucatán?) pero le caen encima los poilus
que se lo llevan, abandonando al hermano mal herido.
Gereon acaba su narración
diciendo que pasó a ser prisionero de los franceses hasta el Armisticio, que el
rastro de su hermano se perdió. Para consolarlo, Seeger le dice que, en
espíritu, los caídos los estarán esperando en el triunfo sobre la Republica.
Lotte está
cansada de esperar a Gereon, ya casi la echan del restaurante, cuando aparece
Stefan. Juntos van donde debió ir con el Inspector Rath a “La Fortaleza Roja”.
El lugar está super aseado y tranquilo, muy diferente a como lo vio Kardakov
por última vez. Se dan cuenta de que ha sido limpiado a propósito, incluso la
masilla de los vidrios está fresca, entran y Lotte encuentra un formulario de
ferrocarriles para describir el tipo de cargo que llevan los vagones.
Benda acude a sus
superiores y consigue una orden de arresto para Nyssen. A pesar de que el
industrial se muestra bravucón, lo descoloca la presencia de los periodistas a
los que Benda ha convocado para que sepan de la caída de Nyssen. El pobre tras
el examen obligatorio a todos los presos (otro desnudo masculino frontal) queda
más descolocado cuando lo visite Sorokina. “Te traicioné” le informa la
cantante.
El ultimo capítulo
de la primera temporada comienza como el primero, con Gereon secuestrado,
drogado e hipnotizado por el Dr. Schmidt que lo obliga a revivir recuerdos
desagradables que incluyen los vividos ese día.
Krajewicz decide
confesar. Wolter y Rath lo meten en un auto y parten para el Mocha Efti, donde
el drogadicto asegura están escondidas las cintas. Mientras Krajewicz
entretiene al Armenio, Gereon registra su caja fuerte. Hay como una docena de
filmes y hasta una buena cantidad de dinero. Aparece Edgard, el inspector, a
punta de pistola, lo obliga a envolver el contenido de una caja fuerte en una
cortina y usándolo de escudo, intenta salir del restaurante.
Todo va bien,
hasta que un cliente nervioso se cae de la silla. Los guardaespaldas comienzan
a disparar. Gereon le dispara al Armenio en la palma de la mano. Este ordena
que paren la balacera. Salen a la calle
y Rath le ordena su rehén que vuelva su establecimiento. Qué ingenuo es, no
solo se ha saltado las normas de la policía, cree que Edgard lo va a dejar en
paz.
Gereon le entrega
a Krajewicz las drogas y el dinero y le aconseja que se vaya de Berlin. Wolter
y Gereon van a revisar las películas. Todas son iguales, todas describen a
algún señor importante en juegos sexuales que, sin ser ilícitos, causarían
bastante bochorno si se hicieran públicos.
Bruno se descose
de la risa. Los conoce a todos. “¡Conozco hasta la mujer de este!” señala a uno
al que una prostituta le mete un dildo por el trasero. La risa se acaba cuando encuentran
la cinta buscada. El hombre que es azotado por una dominatrix no es Konrad
Adenauer, futuro alcalde de Colonia, es el padre de Gereon.
El Inspector llama
a su padre. Con voz cortante le dice que tiene el filme, que lo destruirá y que
no volverá a Colonia. Luego cuelga. Wolter y Gereon queman las cintas. Wolter
quiere celebrar ese día tan estresante. Antes, Rath le pregunta cómo se enteró
que era drogadicto. Wolter, en tono casual, le dice que Lotte lo delató. Vemos
la tristeza y el dolor en la cara de Gereon.
Van a un bar
diferente, el Pepita. Este tiene músicos de blues que parecen recién bajados
del Delta, marineros borrachos y un par de embriones de Sally Bowles con las
que los policías practican su inglés. Wolter se agarra a la más gorda, se
esposan y se van a bailar. Gereon se lleva a la otra a un saloncito donde en
una especie de plasma hay otra peli porno. No quiero sonar puritana, pero hay
algo decadente (y que pregona un rápido fin) en una sociedad tan adicta a la
pornografía.
Gereon es un
ingenuo. creyó que El Armenio se iba a quedar tan tranquilo. El Pepita como
muchos otros está bajo la protección del gánster. La patrona le mete un
somnífero en el coctel al inspector y este es secuestrado por San José sin que
nadie se dé cuenta. Gereon despierta, drogado, atado y a punto de ser hipnotizado
por el Dr. Schmidt.
Entonces ocurre
una escena psicodélica en la cual Gereon alterna recuerdos del pasado remoto y
cercano con él mismo vagando por un túnel. Lo vemos correr por pasillos y
escaleras del U-Bahn perseguido por un San José que se mueve muy lentamente. Finalmente,
Rath logra salir de la estación del metro.
Corte, próxima
escena es Lotte encontrando a Rath tirado en la calle como un pordiosero. Todavía
está drogado y anda como los chilenos tras un terremoto, tapado de polvo de
yeso (en el del 2010, me tomó tres duchas sacármelo de las mechas). Lotte le
habla, pero él no le entiende.
La chica lo ayuda a llegar a la casa. Para entonces, Gereon está más sobrio y recuerda la traición de Lotte. Le grita que se largue, que no quiere verla más. Lotte está sorprendida, pero se marcha.
La chica lo ayuda a llegar a la casa. Para entonces, Gereon está más sobrio y recuerda la traición de Lotte. Le grita que se largue, que no quiere verla más. Lotte está sorprendida, pero se marcha.
La última escena
muestra a un Gereon, más compuesto, en piyama, escribiéndole a Helga. Le dice
que no volverá a Colonia, que está harto de vivir de mentiras. Eso incluye su
relación que da por terminada.
Aunque encuentro
“The Road to Calvary” hermosa y lírica, tengo conciencia de que es una obra
finita, que al final de temporada (y estoy estirando la llegada del final) ya
no tendré más Telegin ni paisaje ruso. En cambio, tras acabar de ver la primera
temporada de El Ministerio y un par de caps. de la segunda, me cansé. La
decisión de Rodolfo Sancho de abandonar la serie fue un error. Destruyó toda su
historia con Amalia y su reemplazo, el tal Pacino, me es vomitivo.
En cambio, el
final de temporada de “Babylon Berlin” me ha dejado con apetito de más, y más,
y mucho más. Por suerte ya están grabando la tercera temporada. Me quedé satisfecha
con el gran final, amo a los personajes, y el modo en que la historia se ha
desarrollado. Lo del papá de Gereon, lo sospeché desde un comienzo. Solo espero
que Lotte pueda reparar su error y ella y el inspector vuelvan a ser un ítem.