Tal como el sexo, el embarazo es uno de los procesos humanos
más erradamente representados en la televisión. En una era en que la visita de
la cigüeña es tema obligado de reality
shows, el embarazo televisivo sigue siendo un tópico controversial del que
se abusa; alrededor del cual se crean clichés que poco corresponden con la
realidad; e incluso se critica a las series por inutilizar a personajes femeninos preñándolos.
Lo interesante es que hubo una vez en que por modestia, el embarazo y los partos
fueron temas tabúes en la televisión.
¿De dónde nace este tabú? Ciertamente no de la Antigüedad
donde la procreación era vista como algo sagrado, al igual que el sexo. La
mitología universal está llena de leyendas sobre los partos de diosas y madres
de semidioses. Se describen partos en la Biblia y en Las Mil y Una Noches, se les encuentra en las leyendas medievales y hasta en
Bocaccio. La mujer más poderosa de la iconografía medieval, la Virgen María, es retratada siempre en su aspecto de Theotokos,
la Gran Reproductora, La madre del dios encarnado. Así escultores y pintores la
representan encinta, dando pecho o en
esa imagen emblemática de recién parida en el pesebre de Belén.
Para no ser menos, las reinas humanas paren en público hasta
los días de Maria Antonieta. En cambio, en el mundo más humilde, la maternidad
es un período segregado que queda en manos femeninas y es regulado y controlado
por mujeres. La parturienta da a luz en compañía de comadronas y mujeres de su
familia. Hasta hoy, en pueblos primitivos, la nativa se aleja de su tribu y alumbra
a su hijo, sola o en compañía de otra mujer. Todavía se cree en el mundo
animista que la mujer embarazada (como la menstruante) posee una magia poderosa
y peligrosa para el varón.
El primer alumbramiento de María Antonieta |
Sin embargo, en el Primer Mundo de Sigo XIX, con el auge de
la burguesía, se trastoca la imagen de la embarazada. El puritanismo que se
asocia con el mundo burgués vincula la preñez con el sexo, ahora un concepto
totalmente tabú. La mujer embarazada es vista como algo indecente que debe
ocultarse. Del embarazo no se habla en público ni en la literatura. Las clases
altas, desde Londres hasta Moscú se refieren a todo el tema con eufemismos
galos. “Je suis enceinte!” gime Anna Karenina
cuando le revela a su amante que está de encargo. El parto es conocido como accouchement, y un aborto espontaneo es
un faux accouchement.
Ropa maternal del Siglo XIX |
La Literatura decimonónica está llena de madres solteras y
casadas, pero cómo traen al mundo a su
prole es un aspecto que nunca se discute. No lo encontramos en Tolstoi, ni en Galdós,
ni en Flaubert ni en los novelistas victorianos. Ni siquiera autoras hembras
como Las Hermanas Bronte o La Condesa de
Pardo-Bazan se refieren a algo que realmente es “embarazoso”. La gran excepción
es el francés Guy de Mauppassant. En sus
excelentes cuentos y novelas, el escritor normando nos revela las intimidades
fisiológicas de campesinas y señoras y describe partos (desde la perspectiva de
la madre) con una minuciosidad de detalle que sorprende en un varón.
Pero Mauppassant es un ave rara. Incluso en la literatura
rosa, dirigida para mujeres y escrita por mujeres, no se encuentra el tema. Ni
atrevidas escritoras de bien entrado el siglo XX como Grace Metalious o
Jacqueline Susann se meten por ese sendero. La gran excepción es por supuesto Lo que el viento se llevó. Tanta
importancia da Margaret Mitchell (que nunca tuvo un hijo) al proceso de la
maternidad que cuando se traslada su mamotreto a la pantalla grande no pueden
dejar de incluir el tema a pesar de que hacerlo implique ofender al Código Hays
y transgreda las reglas de la representación de las embarazadas en el cine.
¡Vienen los Yanquis! ¡Viene el bebé! |
Soy cinéfila apasionada y no recuerdo haber visto ni en el
cine silente, ni en el de La Depresión, ni en Los Cuarenta, imágenes de mujeres
encintas. Hablo obviamente del cine anglo-parlante. Incluso la palabra
“pregnant” (embarazada) no llega a usarse sino hasta 1959 en “A Summer Place”.
Como en las novelas victorianas, en el cine de entonces los hijos son el resultado de un encuentro
sexual y de un proceso de gestación indescriptibles.
Hasta para anunciarle al marido que va a
ser padre se recurre al lenguaje “eufemístico”, a expresiones faciales, y a
muchos “Ohh” y “ahhs” que ya parecen juego de charadas.
El parto siempre se sabe que tiene lugar porque vemos a la
protagonista despertar de un sueño inducido por drogas. Asi se ve despertar a Lana Turner en “Marriage
is a Private Affair”, Ginger Rogers en “Tender Comrade”, y Betty Hutton en “The Miracle of Morgan’s Creek”. Incluso en la literatura de ayer descubrimos que en la
mayoría de los partos, las mujeres estaban drogadas con éter. “Me desperté del éter
con un sentimiento de total desamparo” asi relata Daisy Buchanan el nacimiento
de su hija en El Gran Gatsby. Esa
imagen perdurará en la ficción hasta los Sesentas. Las mujeres se rinden ante
la sapiencia médica que les evita el dolor, pero a cambio deben ceder control
sobre su proceso reproductivo.
Glamur post-parto. Ginger Rogers en "Tender Comrade" |
Este es el marco en que tiene lugar la reproducción humana y
asi se traslada a la televisión. Sin embargo, se le agrega otro detalle. En “Marriage is a
Private Affair” nunca vemos a Lana Turner embarazada, pero si la vemos en su
etapa post-parto haciendo ejercicio como loca para recobrar la figura. Le queda
claro al espectador que la fecundidad femenina exige un sacrificio. La
embarazada, aparte de verse fea por nueve meses, ya convertida en madre, deberá
luchar para recuperar su identidad pasada incluso en el plano físico.
Me acabo de enterar que el primer embarazo televisivo tuvo
lugar a fines de los 40, en un olvidado sitcom llamado “Mary Kay and Johnny”.
Ocurrió que la protagonista quedaba en estado en la vida real. Como los shows
de entonces eran semi realities, integraron el embarazo creando un precedente
que perdura hasta hoy, la actriz-embarazada que “embaraza” al personaje.
En Los 50, el programa con mayor rating en Estados Unidos
era a comedia “I Love Lucy” protagonizada por Lucille Ball y Desi Arnaz,
casados en la vida real. Cuando Lucy quedó embarazada, los productores
decidieron arriesgarse e incorporar el embarazo a la trama. Asi en enero de
1952, en la misma noche en que Desi Arnaz Jr. vino al mundo, Ricky Ricardo Jr. nacía
en televisión.
Por supuesto que el parto nunca se vio, que Los Ricardo
seguían durmiendo en camas separadas, y que el embarazo de Lucy solo sirvió
para utilizar clichés (torpeza para caminar, antojos, y cambios de ánimo de la
futura madre) en aras del humor. Aun asi, por primera vez las televidentes
embarazadas tenían a un modelo con el que identificarse e incluso podían copiar
la ropa maternal de la comediante pelirroja.
Uno de los cambios que alterarían la imagen en la ficción de
la embarazada fue el auge de la ropa maternal. Hasta los Años 30, no había tal
cosa como prendas maternales. Las mujeres ensanchaban sus vestidos cotidianos para que les cupiera
la panza en ellos y durante su gestación solían esconderse precisamente por
sentirse feas y mal vestidas. Aun en Los Treinta, la nueva industria de
vestuario pre-natal se publicitaba con la recomendación “ropa hecha para
ocultar su pequeño secreto”.
Fue en Los Cincuenta en que las tiendas de departamento
comienzan a prestar atención a la mujer encinta viéndola como clienta y grupo comprador.
En “Masters of Sex”, Libby Masters (Caitlin Fitzgerald) comenta con su suegra
que ahora (1957) es posible comprar ropa elegantísima y atractiva durante el
embarazo. Por eso, durante sus tres embarazos, Libby ha hecho todo un desfile de moda pre-mama,
incluyendo un ensueño de vestido de noche que lamentablemente no impidió un
parto adelantado y la perdida de su primera hija.
A pesar de que el poder comprador de la futura madre ya era reconocido
por el mercado, la televisión no parecía interesada en fecundar a sus protagonistas.
Las series de los 60 estaban plagadas de heroínas seductoras: rubias tontas y
pechugonas como “Mi Bella Genio”; jóvenes independientes como Marlo Thomas en
“Esa chica”, y súper mujeres como Barbara Bain en “Misión Imposible” y Dame Diana
Rigg en “Los Vengadores”. Las madres televisivas, de preferencia, debían ser
viudas atractivas (Hope Lange en “El Fantasma y La Señora Muir” o Diahann
Carroll en “Julia”) que competían con otras mujeres en el mundo laboral y el de la seducción.
Curiosamente, la próxima protagonista en recibir a visita
del Ave Zancuda fue en un programa infantil, en la famosísima serie de dibujos animados
“Los Picapiedra”. En 1963, Los esposos
prehistóricos recibían a Pebbles. Recuerdo el episodio en que Vilma le anuncia
a su marido que van a aumentar la familia. Le muestra un escarpín que está
tejiendo . Siguiendo el típico cliché, Pedro no entiende las indirectas ¡y cree
que es una prenda para proteger su nariz del frio!
Vilma no se quita el collar ni para parir |
En 1965, el estado interesante de otra actriz volvió a dar
una oportunidad a los encargados de vestuario a crear un guardarropa para una glamorosa
futura mamá. “Bewitched” fue una serie que rompió muchas reglas, entre ellas permitir
una visón positiva, atractiva y activa de una embarazada moderna. A través de
su larga duración, Elizabeth Montgomery pudo disfrutar abiertamente de dos embarazos
que fueron incorporados a la comedia.
Segundo embarazo de Sam. |
Bruja, ama de casa, esposa trofeo, y miembro activo de su comunidad, Samantha
Stevens también vivía plenamente su fecundidad comenzando a mediado de los
Sesentas cuando quedaba embarazada de Tabitha, su primogénita. Por supuesto,
que las futuras mamás se identificaban con Samantha aunque ellas no poseyeran
tan útil magia.
Darrin, Sam y Tabitha |
Pero por muy bruja que fuera, Sam tenía que inclinarse ante
las reglas que el mundo de su época imponía a las mamás, sobre todo en los
hospitales. En este videoclip se la ve teniendo que obedecer a una enfermera
que le niega visitas. Samantha se queja que las normas del hospital le impidan
ver a su bebita recen nacida. Por suerte, ahí entra la abuela Endora (Agnes Moorhead)
a usar hechizos para mandar al caray las reglas humanas.
Hasta Los Ochentas, “Hechizada” fue un caso aislado. La televisión
de los 60, con la excepción de programas infantiles y sitcoms, iba dirigida
predominantemente a un púbico masculino. El espionaje, los westerns y la
ciencia ficción reinaban en el horario adulto y ahí había poco espacio para
mostrar embarazadas. Incluso se creó por entonces una teoría de que incluir un
embarazo era un pasaje seguro a una baja
de rating. Ta vez por eso, solo embarazaron a la Agente 99 (Barbara Feldon) en la
última temporada de “El Súper Agente 86” (1969).
Agente 86, Agente 99 y mellizos |
Pero serían las mismas series de machos las que retomarían el
tema recordándonos que no existirían los
hombres si las mujeres no los parieran. En mi pre-adolescencia, yo era fanática
de una serie policial muy simple, pero entretenida llamada “Área 12” (“Adam 12”)
que narraba las vivencias cotidianas de dos policías de uniforme de Los Ángeles.
En ese esquema, las hembras aparecían como victimas o victimarias. Aun asi uno
de los policías, El Oficial Jim Reed (Ken Mc Cord) era casado, y sus
persecuciones de criminales estaban siempre salpicadas de referencias a “Jean”.
Fue un gusto cuando finalmente la muy embarazada Jean (Kristin Nelson) hizo
acto de aparición en 1969 (1970 cuando presentó TVN ese episodio en Chile).
Los estresados policías deciden darse un descanso yéndose de
picnic. Reed lleva a su conyuge que ya
está en su última etapa de embarazo. Por supuesto que aparecen unos delincuentes
a arruinarles el día. Jean se muestra muy serena durante toda a ordalía,
demostrando ser una buena compañera para un policía, y hasta increpa duramente
a un villano. Obvio que tanto ajetreo le rompe la fuente y el marido tiene que
partir en motocicleta a buscar una ambulancia para que su primogénito no nazca
al descampado.
Otro reino de machos muy presente en la Televisión Sesentera
también le dio espacio a la maternidad aunque fuera la de actrices invitadas.
Me refiero al western donde había más parturientas que en las series de médicos
como el “ Dr. Kildare” o “Ben Casey”.
“Bonanza” era una serie masculina por excelencia. Ben
Cartwright (Lorne Green)era un viudo (tres mujeres habían enterrado el bandido)
que manejaba un mundo en a Nevada decimonónica donde todo era masculino, desde
sus caballos hasta sus tres hijos. En su rancho La Ponderosa aun el cocinero
Hop Sing era varón. Sin embargo, había mujeres que pasaban por la serie, algunas con vientres abultados Un episodio muy
conmovedor,"Inger, Mi Amor" mostró el embarazo y parto de Inger (Inga Swenson), la madre de
Hoss, el hijo segundo de Ben. Fue un flashback
agridulce porque aparte de enfatizar las dificultades de tener un hijo en
tierra hostil, el episodio acababa con Inger muriendo tras dar a luz. No moría de parto pero si de flecha Apache.
Inger y Hoss |
Mi western favorito de esa década, y que lo seguiría siendo
hasta la llegada de “Dr. Quinn”, era “Valle de Pasiones” (“Big Valley”). A
pesar de que el mundo de vaqueros del valle californiano de San Joaquín era tan
duro y rudo como el de cualquier filme de vaqueros que se respete, la presencia
femenina era constante. La familia Barkley era dirigida por la matriarca
Victoria (Barbara Stanwyck) que podía andar en pantalones y botas todo el día,
pero también manejaba hombres, su rancho y sus negocios cuando se ponía su
miriñaque. Además estaba su hija Audra interpretada por una Linda Evans que
atraía a público masculino con sus ojos azules y sus curvas.
Recuerdo particularmente un episodio muy intenso "Earthquake" Tras un terremoto, Victoria quedaba atrapada junto a un grupo de desconocidos
en una mina abandonada. Parte del grupo era una chica india embarazada de un hombre blanco.
Como siempre, “Big Valley” intentaba combinar la historia del pasado con los problemas actuales de racismo que afectaban
a Los Estados Unidos de Los Sesentas. Por supuesto, se presenta el parto.
Victoria funge de partera y la madre muere para que convenientemente, sean el
padre y su esposa estéril, ambos blancos y rubios, quienes críen al bebé
mestizo.
Por décadas, la televisión angloparlante seria un muestrario de tabúes, pero el de embarazo fue uno de los más duros de matar. Solo en Los 80s vino a convertirse en parte de la fisionomía de dramas domésticos y comedias de situación. ¿Tiene que ver es con el mayor protagonismo de las mujeres en la televisión o el cambio se debió al auge de ideas feministas?
No sé la respuesta. Eso si, en la tradicional y retrograda América
Latina de los 60, embarazo y parto ya eran
un ingrediente obligado de esa gran aportación latina a la cultura de
masas, la telenovela. Esas imágenes del antiguo culebrón contrastaban con la televisión del
Primer Mundo donde no se podían ver barrigas ni oír ayes de mujeres en trabajo
de parto. Nunca olvidaré a la gran Amparito Rivelles mandarse una de esas platicas, entre jadeos pre-parto, con el marido (que se volverían clichés telenoveleros) en “La
Tormenta” (México, 1968)
El General y la muy embarazada Generala Paredes en "La Tormenta" |
Y en el primer gran éxito de la televisión latinoamericana “Simplemente
Maria” (Perú, 1969) la lista de embarazos y partos era interminable comenzando
por la costurera-protagonista y pasando generacionalmente por su nuera , y por
su nieta. ¡Hasta la consuegra de María tenía un bebé! Ohh, y si se atrevían a decir “embarazada”
y “embarazo”.
María y Toño |
Hoy en día, hay críticas feministas que dicen que embarazar
a la heroína es debilitarla. Hay una creencia en el mundo televisivo que un
embarazo “mata” a una serie y que desglamoriza a la embarazada, principalmente
si es la protagonista. En el mundo de las telenovelas, hay espectadores que
reniegan de mal hábito de siempre embarazar a las heroínas. ¿Son esas aseveraciones realmente ciertas? ¿Es
preferible volver a los tiempos antiguos en que hasta la palabra “embarazo” era
tabú?
Nunca me había dado cuenta de esto, más que nada porque mis tiempos son más modernos y en ellos no parece haber demasiado problema con embarazar y hacer parir a los personajes femeninos (la más reciente, Blancanieves en OUAT).
ResponderEliminar¿Embarazar a la chica es debilitarla? Pues depende. Si su papel es prominentemente físico, sí; no se puede hacer deporte, luchar ni hacer excesivos esfuerzos llevando un bebé en la barriga. Pero igualmente estaría impedido un héroe masculino si se rompiera una pierna o lo tuvieran que operar. En cambio, para cualquier otra cosa no hay debilidad en absoluto; yo misma estuve trabajando hasta el mismo día que ingresé en la clínica, y mis facultades mentales y sociales no se vieron mermadas en absoluto.
En lo que sí suspenden (y mucho) la televisión y el cine, es en mostrar embarazos y partos realistas, incluso cuando los incorporan a las tramas. Yo aún no he visto uno que sea, o siquiera pretenda ser, realista. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Por ti haba a Voz de a Experiencia, Reina Estelwen. Es que el sexo y el embarazo ficticio no se parecen a los reales. Es como mi Primera Vez que por buena que fuera no se parecía a las que había visto (o leído) en ficción. Y tú me confirmas que esos embarazos (ni los de los realities) son “realistas”.
EliminarLa gracia de haber vivido tanto, es que puedo detectar un “antes” y un “después”, y ahora veo un abuso de embarazo en a televisión. No es que haya tantos, es que da al impresión que fuera una situación tan fácil (cuando hay millones de mujeres a diario sometiéndose a tratamientos de fertilidad), tan sin problemas (cuando hay cada vez más casos de embarazos de alto riesgo), tan sin cambiarte la vida (cuando yo conozco docenas de mamás que no pueden andar en tacones y que no se sienten que tengan que verse tan sexi como Angelina Jolie preñada). O peor, el embarazo te lo muestran (ya te acuerdas de la entrada de mi otro blog) como todo lo contrario, un desastre, algo que las mujeres deberían evitar.
De todos modos, ahora ya no tienes nada que envidiare a la ficción. D-s te bendiga, y a la Princesa Teresita también.