(English translation at the bottom. Feel free to comment here or in my Facebook page)
Voy a pedir
disculpas por usar este espacio para algo que tiene poco que ver con series de televisión,
pero si con hechos históricos. Me quedó muy largo para Facebook así que me lo
traje. Pueden dejar comentarios aquí o
en mi página de Facebook
Este 2018, la Pascua
judía y la Pascua de Resurrección han coincidido. Este Viernes Santo cae en la
misma fecha que el primer Seder de Pesaj. Había escrito un mensaje largo,
peliagudo y enredado para conmemorar la coincidencia y lo borré. Estas son
fiestas alegres, no hay para que amargarlas. Mejor me iba a limpiar la casa de
migas de pan y torta. Es lo que se hace en Passover. Pero las alergias me
ganaron. descubrí que soy alérgica a TODOS los productos de limpieza. Doblada
en dos de tos, me vine a seguir con mi única vía de escape, Los Tudor, pero
tengo un pájaro carpintero picoteando mi cabeza desde que vi las imágenes de
las manifestaciones en Paris, ayer miércoles.
Pesaj y Pascua
son también momento de reflexión. Es el momento de reflexionar sobre buenas
nuevas y sobre libertad, pero este año quiero hablar del dialogo. Voy a
comenzar con una pequeña mashal (fábula) que está basada en hechos reales. Pido
disculpas si es desagradable. Soy de esos judíos a los que les enseñaron que
hay que evocar sin provocar, pero a veces hay que hacer memoria y remontarse a
tiempos pretéritos, si se quieren enfrentar tiempos modernos.
En la Francia
medieval, específicamente en el condado de Toulouse, todos los Viernes Santos
el Conde de Toulouse reunía a sus vasallos y a la comunidad judía tolosana. No
con propósitos ecuménicos ni siquiera para que se agarraran a arañazos. Hacia
venir al miembro mas importante de la comunidad judía y, en nombre del
sufrimiento de Cristo, le plantaba un tremendo bofetón. Lo malo es que el sopapo
se lo daba con el guantelete de malla de acero. Ya se imaginarán como quedaban
los sesos del pobre abofeteado esparcidos por el suelo.
Esta lindeza tuvo
lugar por cuatrocientos años, a pesar de que los judíos protestaron ante cuanto
rey hubiera. Finalmente, en el siglo XIII, se llegó a un acuerdo. Los judíos
pagarían su falta con un elevadísimo impuesto, más una contribución anual de 44
libras de cera para velas con las que alumbrarían la Catedral de San Esteban.
Parece un acuerdo injusto, pero la vida humana vale más que un centenar de
pabilos. Aal menos se había llegado aun dialogo y de ahí a un acuerdo.
Pero yo visualizo
otro tipo de dialogo. ¿Qué tal si el conde hubiese arrojado su manopla al suelo
y hubiese dicho “No te voy a golpear porque eso va en contra de las enseñanzas de
Cristo”? O si el judío hubiese dicho “Esa
Virgen a la que pones en los altares es judía, como lo fueron sus padres, su
marido y su hijo. Esos apóstoles a los que veneras como santos eran judíos
circuncisos”. ¿Qué hubiera ocurrido?
Ese es un dialogo
que se puede dar cuando existen puntos en común. Y esa es mi moraleja. Tenemos
que buscar esos puntos en común y establecer una comunicación. No abogo por un acercamiento
con nuestros enemigos, ese es un dialogo de sordos. Hablo de una conversación
con quienes erradamente consideramos nuestros enemigos. Hablo de escuchar y
reconocer necesidades y objetivos comunes. El Conde de Toulouse y sus judíos
los tenían, pero permitían que los prejuicios y la ignorancia los cegaran.
Los judíos y los
Nazis no teníamos puntos en común. Ahí el dialogo era imposible, como lo fue
con Stalin, y antes con los Zares de Rusia. Pero si pudo existir un dialogo con
los alemanes de la era pre-hitleriana. Esa fue una oportunidad perdida. No
todos los alemanes eran Nazis de nacimiento. No todas las Violetas de Marzo
(calificativo despectivo para quienes corrieron a inscribirse en el partido
tras el ascenso de Hitler el poder) eran xenófobos racistas, creyentes en Lebensraum y asesinos de niños y
ancianos.
Voy a hacer
aparte el tema judío, y aplicar lo dicho a espacios mas universales. Vivo en la
nación mas importante del mundo, en una ciudad donde se toman decisiones que afectan
la humanidad. Vivo en la Costa Este de los Estados Unidos. Las grandes ciudades
de este país están en sus costas. Es ahí donde habitamos los que estamos en
contra de esta administración. Pero existe un centro donde habitan los que
votaron por Trump. Es una gran mayoría, si llegara el momento de los quiubos, ¿qué
se hace con ellos? ¿Se los fusila? ¿Se
los pone en campos de concentración? ¿se
les reeduca como en la China Maoísta?
¿Antes de llegar a ese penoso momento, no
sería bueno que los conociéramos y les viéramos el rostro humano? Estoy segura de
que muchos de ellos piensan como nosotros sobre determinados temas, que no todos
son extremistas. ¿No sería hora de ver cuán validas son esas quejas que los
llevaron a mal votar, a aislarse del resto de sus conciudadanos o a ver a otros
como monstruos a los que no son como ellos?
Esto se aplica a
todos los países del mundo porque estamos peleando por cosas que, al final, no
tienen tanto significado. ¿Qué importa que el de la esquina no rece como nosotros
o no rece? ¿O que tenga un color de piel diferente, o hable con acento o sea más
gordo, más bajo, menos lindo que nosotros? ¿Qué importa de quien se enamora o
si cree que Daenerys es más guapa que Cersei? ¿Qué importa si a lo mejor sufre
nuestras mismas enfermedades, comparte nuestros mismos miedos, sueña nuestros
mismos sueños?
Marine Le Pen, la imagen que más me impresionó de La Marche Blanche de ayer (BBC) |
No estoy hablando ni de poner la otra mejilla, ni de amar a
nuestros semejantes. Tampoco de dar por vencidos nuestros ideales. Hablo de
acercarse a individuos, de desligarnos de masas hidrófobas, de hacer un frente
común al extremismo de todos los colores.
En Chile, hay
viejos rencorosos que creen que todos los que una vez dieron palos deben ser
apaleados y azuzan a los cabros chicos para que vayan tirando ladrillos y
pegando garrotazos porque son dueños de LA VERDAD. Solo hay una gran verdad, un
día los viejos ya no tendrán voz para azuzar. Los jóvenes estarán muy viejos
para lanzar peñascazos o levantar un palo y vendrán otros más jóvenes a darles
palizas. Hay que prevenir para detener. Y el único futuro que se sabe por
seguro es que todos seremos viejos. Hora de dialogar ahora que todavía tenemos
voz.
(English Translation)
(English Translation)
On this 2018, Easter and Passover have coincided. Good Friday also marks the date for the first
Seder. To commemorate the coincidence, I had written something long, cumbersome
and bewildering. I erased it. These are joyous occasion. No need to mar them.
Not with having all the Passover cleaning to do. But allergies defeated me. It
turns up that I am allergic to ALL cleaning products. In between coughs, I came
here to indulge in my favorite escapism. The Tudors, but the images of
yesterday Parisian manifestations would not let me work. It was like having
Woody woodpecker on my head.
Passover and Easter are times for meditation. We reflect on
good tidings and freedom, but this year I urge you to meditate on the importance
of dialogue. So, I shall begin with a small
mashal (fable). I apologize if the
subject is disturbing. I’m one of those Jews who were taught that to evoke one should
not provoke. Nevertheless, occasionally it’s necessary to reminisce of the old
days specially if one wishes to confront modern times.
Let us go back to medieval France, more specifically to Toulouse.
Every Good Friday, Le Comte de Toulouse would gather his vassals and the Jewish
community on his lands. Not to, mind you, with ecumenical purposes. Not even so
they could scratch each other’s eyes out. He would summon the community leader
and in the name of Christ’s passions, he would box his ears. The problem is
that the Count would not remove his steel mail gauntlet. You can imagine the
poor leader’s brains flying everywhere.
These lovely events went on for four
hundred years, despite Jewish protests. Finally, in the XIII century, an
agreement was reached. Jews would pay an elevated fine plus 44 pounds of wax to
fabricate candles for a yearly consumption in the Cathedral of St. Etienne. It may seem like an unfair deal, but human
lives are worth a million tapers. Most important, the Jews and the authorities
had started a conversation that had concluded in an agreement.
And yet I visualize another dialogue. What if the count had
dropped his glove on the ground and had said: “I refuse to strike you because
it goes against Jesus’ teachings” or if the Jewish leader had said: “that
Madonna that you place on the altars is Jewish. Jewish were her parents, her
husband and son. Those Apostles you venerate as saints were all circumcised
Jews.”
That is a dialogue that could take place where common ground exists. And
that is my fable’s moral. We should seek dialogue with those we share common
ground. I’m not advocating closeness to our enemies, that is futile. I’m
talking about exchanges with those whom we mistakenly think are our enemies. I’m
talking about listening and recognizing shared needs and goals. The Count of
Toulouse and his Jews had such common ground, but they let prejudice and
ignorance blind them.
On the other hand, we had no possible dialogue with Nazis or
Stalin, not even with the Czar of Russia. We did have tons in common enough to
start a dozen conversations with pre-Hitler Germans. But we wasted that chance.
not every German was born to be a Nazi. Not even the March Violets (scornful epithet
given to those who joined the Nazi Party after Hitler’s rose to power.) were all born to be xenophobic, racist, believe in Lebensraum or be capable of murdering
children and old people.
Let’s drift away from the Jewish subject and move on to more
universal matters. I happen to live in the most important nation in the world,
in a huge city where matters are being drawn that affect humanity. I live on
the Eastern Seaboard of the United States of America. Most big cities in this
country lie on her seaboards. They are inhabited by a large population
dissatisfied with our current administration. In between those coasts lies the
heartland where Trump voters live. They are a significant majority. If the day
of reckoning arrives, what to do with them? Are they to be shot, placed in
concentration camps, or reeducated like in Mao’s China?
Before such awkward day arrives, should we not strive to
know who they are? To grant them a human face? I’m sure many of them think like
us on certain issues. I’m sure not all of them are extremists. Time for us to
see how valid are their grievances that led them to ill use their right to
vote, that led them to isolate themselves from their fellow citizens, that led
them to see others as freaks just because they were not like them.
And this applies to the whole world because we tend to fight
over things that in the end, matter little. What do we care if the man in the
corner prays in certain ways or doesn’t pray at all? Or if they have a
different skin color, or speak with an accent, or are shorter, fatter, less
comely than us? What does it matter who they fall in love with or if they think
Daenerys is prettier than Cersei?
Marine Le Pen, the most shocking image of Wednesday's Marche Blanche (BBC) |
What does it matter when perhaps they suffer
from our same ailments, share our same fears, and dream our same dreams? I’m
not talking about turning the other cheek, or loving others as ourselves. I’m
not talking about surrendering our ideals.
I’m talking about reaching out to individuals, to detach ourselves from
hydrophobic masses, to make a common front against extremisms of all colors.
In Chile we have a generation of bitter old people that
believe those who once brandished the sticks should now be trashed. They urge kids
to go around throwing bricks and brandishing big sticks because they own the TRUTH.
The only truth, is that those bitter old people will someday lack voices to egg
on kids. Those same youngsters will grow too old to hurl rocks or hold sticks and
they’ll be trampled in turn by younger angrier generations. There is only one certainty in our human existence.
Someday we’ll be old and feeble. Now it’s the time for dialogue since we still
have a voice.
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