Ayer acababa “Atlantic
Crossing” su presentación al mundo estadounidense en la PBS. Qué final tan soso
y falso, casi sin conexión con los datos, también insólitos, presentados en
episodios anteriores. ¿Será que los noruegos no saben narrar cuentos? ¿O fue
ese afán de desacreditar a la monarquía como institución que buscó enlodar a la
inocente familia Real Noruega y de paso a Franklin Delano Roosevelt, uno de los
cinco mejores presidentes que ha tenido los Estados Unidos?
Alexander Elk:
¿Clon de Peter Morgan?
¿Será casualidad
que Atlantic Crossing” haya debutado en “Masterpiece Theater” solo un par de
semanas después de la infame entrevista de Los Duques de Sussex? Como (gracias a Thirteenth Passport), pude
verla casi entera durante las semanas de luto del Duque de Edimburgo, me fue más
fácil digerir y discernir que, a pesar de ser coproducción noruega, la serie
sigue los pasos de Peter Morgan en “The Crown” sirviendo los intereses de un
grupúsculo antimonárquico.
Se trata de una producción
de una compañía independiente noruega y es escrita por un tal Alexander Elk
quien ha declarado saber poco sobre el tema (y se nota). Hecha en dos idiomas,
se ha filmado en Noruega y en Praga donde se han recreado Londres, Washington y
Long Island. La historia gira en torno del gobierno noruego en el exilio (en
Londres) y la vida de refugiada de la Princesa Heredera Martha bajo el amparo
de la Casa Blanca y de Franklin Delano Roosevelt con quien se ha conjeturado
que mantuvo un romance. ¿Cuán platónico? Nadie sabe.
El señor Elk dice
saber poco del tema. vamos a ver qué es lo que sabía yo y como hubiese podido
asesorarlo. Como saben mi padre era un
WWII buff y yo heredé su interés por ciertos aspectos del conflicto. De
pequeña yo ya sabía que el valiente Rey Haakon había eludido a los alemanes
para no caer prisionero como su hermano, el Rey de Dinamarca. Que había sido
recibido en Inglaterra con su familia y su gabinete y que desde allá había
dirigido las actividades de Las Fuerzas Noruegas Libres.
Yo sabía a los 10
años que, si bien Estados Unidos era el Arsenal de la Democracia, Gran Bretaña,
a pesar de estar bajo bombardeos y a punto de ser invadida, fue el campo de
entrenamiento de todo combatiente europeo que desease continuar peleando contra
los nazis. Conocidos son los casos del General de Gaulle y la Francia Libre, al
igual que el del gobierno polaco en el exilio. Menos conocidas son las
historias de los reyes, que, en suelo anglosajón, lideraron a sus pueblos. Esos
fueron los casos del Rey Haakon de Noruega; de la Reina Guillermina de Holanda;
y del joven Rey Pedro de Yugoslavia que, de hecho, se casó en Londres con la
Princesa Alexandra de Grecia en 1944.
Si me detengo en
este detalle es porque la serie pareciera estar molesta con el Rey y el Príncipe
Olaf por no irse a Las Bahamas a jugar golf. Los culpa de que la “solitaria “Princesa
Martha se enredara con el primero que la piropeaba. Mas encima desvalorizan la
ayuda proporcionada por los británicos. Hasta el día de hoy, el gobierno
noruego envía en diciembre un gigantesco pino de navidad a Inglaterra, como
recordatorio de lo que le deben al gobierno inglés y a la monarquía. En cambio,
en la serie se burlan de los reyes británicos, los describen como tontos y
esnobs. Hasta Eleanor Roosevelt se ríe de cómo se esfuerzan por seguir todas
las reglas de racionamiento (el agua del baño) que sigue su pueblo.
A diferencia de
su suegro y su marido, la Princesa Martha y sus hijos lograron huir de la
falsamente neutral Suecia y refugiarse en Estados Unidos donde fueron invitados
especiales de Los Roosevelt. Fue en 1983, en “Winds of War” que vi como Martha
cenaba a menudo en la Casa Blanca. En 1984, en un libro 1941que cubre
todos los eventos importantes ocurridos en ese año, leí que los medios de
comunicación especulaban sobre la intensa amistad entre el Presidente de los
Estados Unidos y la futura Reina de Noruega.
Así supe que no
solo Martha era comensal habitual en la Casa Blanca, sino que además acompañaba
a FDR a expediciones de pesca, que discutía con él de problemas políticos y,
algo que la serie no quiso mostrar, que cuando Roosevelt se reunió con
Churchill para firmar la Carta del Atlántico Marta estaba presente.
Pasó el tiempo,
solo vine a recordar a la princesa Martha cuando supe de esta miniserie que ansiaba
ver, pero que me ha dejado con un pésimo sabor de boca, ya que para privilegiar
agendas ya conocidas (piedras a la monarquía, piedras al patriarcado, exaltación
de una protagonista victima) se ha escondido lo verdadero y valioso creándose
un cuento que escasamente se acerca a la realidad. Básicamente, el Sr. Elk ha
hecho lo que Peter Morgan en “The Crown “y no se entiende el motivo, puesto que
en Noruega no existe un fuerte sentir antimonárquico.
Debido a eso historiadores,
tanto noruegos como suecos, han expresado su desagrado con una serie que calumnia figuras
reverenciadas por la historia noruega como el Rey Haakon y el Rey Olaf (considerado,
en una encuesta del 2009, como el noruego más sobresaliente del Siglo XX). El único sobreviviente (además del Rey Harald
que entonces era una criatura) de la Familia Real de entonces, Erling
Lorentzen, el viudo de la princesa Ranghild también ha expresado su disgusto públicamente.
Lorentzen, un
adolescente que durante la guerra se unió a la Resistencia Noruega, conoció de
cerca a los personajes principales de este cuento. El anciano está escandalizado
con las libertades que se han tomado en un proyecto que califica de “grotesco”
debido a sus representaciones tendenciosas.
Un ejemplo es que
el futuro Rey Olaf era considerado por su gente y por representantes de otros
gobiernos como un muy buen estratega y no como el payaso incompetente que creó
Elk. En cuanto a Martha es una contradicción viviente, a ratos parece una
blanquita privilegiada caprichosa, otras es la defensora de los oprimidos, pero
ninguna de estas caretas dura mucho. Tal vez porque ninguna le sentaría a la verdadera
princesa.
Lo Bueno de
Atlantic Crossing
Para no ser injusta paso a describir lo bueno de la serie antes de detenerme en su absurdo libreto que parece nacer de las mismas agendas afiebradas de “The Crown”. Por empezar Sophie Helin. Es refrescante ver una actriz pasados los treinta con un aspecto físico real, con arrugas alrededor de los labios, celulitis en los brazos, y un cuerpo que es el que debe tener una mujer después de tres partos. Ayuda a realzar la belleza natural de la actriz sueca un muy buen vestuario en el que se privilegia el color verde.
Aunque no hay
desperdicio en el reparto, el mayor elogio se lo lleva Kyle MacLahlan como FDR.
Para los amigos del drama histórico, Roosevelt ha tenido el rostro de Ralph
Bellamy y Edward Hartmann. En este siglo lo han interpretado grandes como Bill
Murray y Sir Kenneth Branagh, pero el ex Agente Cooper es el que más cerca
llega a capturar esa combinación de sofisticación y llaneza que definió a FDR
como hombre y político.
He leído muchos
comentarios de espectadores, que admiran la labor” rooseveltiana”, enojarse
ante un retrato de un hombre que pospone affaires de estado para andar persiguiendo
faldas. Aunque es sabido que el adulterio de Roosevelt con Lucy Mercer (quien
estuvo con él hasta su último suspiro) casi le costó el matrimonio, menos
conocidas —aunque documentadas— son las amistades románticas que surcaron su vida
tras la poliomielitis.
Se ha debatido
mucho si esas amistades fueron platónicas. Vale recordar que el presidente era minusválido
antes de llegar a la Casa Blanca. Sin embargo, su hijo Elliot Roosevelt
cuestionó si lo que afectaba las piernas de su padre le impedía ejercer
actividad sexual. Incluso en su libro, Los Roosevelt de Hyde Park,
Elliot recuerda haber sorprendido a FDR y a Missy LeHand en una actitud
comprometedora.
Muchos se han quejado
del retrato que se ha hecho de MIssy en “Atlantic Crossing” ninguneando su
tremenda aportación a la política estadounidense y al rol femenino en ella. Por
20 años, Missy sirvió de asesora/asistente/enfermera del mandatario, llegando a
ser la primera Chief of Staff a pesar de que no se le concedió ese título.
Roosevelt, hablando del papel fundamental de Missy en su vida política y personal,
la llamaría “mi conciencia”.
Es sabido que
Missy estaba enamorada de su jefe y que, de ahí, tal vez, surgiría su urgencia
por servirle a ‘él y por ende a la nación. En cambio, la serie solo nos la muestra
como una arpía celosa y posesiva que quiere quitar a una rival (Martha) de en
medio y acaba sufriendo un infarto que la deja casi en coma. Efectivamente, en
1942, Missy sufrió un accidente vascular que la llevaría a la tumba—un año
antes que su amado jefe—pero fue provocado por un exceso de trabajo y
estrés de servir en un gobierno en estado de guerra.
A mí no me
hubiese molestado si la serie hubiese insinuado que la princesa y el presidente
fueron amantes, aunque no haya pruebas sobre ello (tanto Elliott Roosevelt,
Roald Dahl y Gore Vidal si creyeron que hubo un romance, aunque casto). Lo que
me molesta es una ambigüedad que siempre coloca a Martha en un rol de víctima
de los celos infundados del marido y de las manipulaciones de FDR. En realidad, lo que más molesta es que
siempre se la retrate como damisela desvalida.
Martha, de Privilegiada
a Refugiada
La serie comienza
mostrándonos lo felices que son Los Príncipes Herederos. Los vemos haciendo el
amor en un vagón de tren en un tur por la Unión Americana, luego como invitados
de Los Roosevelt en Hyde Park y de regreso a Noruega a reunirse con sus tres
hijos. Martha lleva una vida privilegiada, pero mucho más sencilla y sin el
estrés que se asocia con la vida de princesas herederas británicas. Tiene una
dama de honor, Ragni, que está casada con Nikolái, el ayudante de cámara del príncipe
Olaf. Todos son muy felices hasta que comienzan a caer las bombas alemanas.
Martha y sus
hijos deben huir al norte del país, mientras su suegro-rey decide si debe
quedarse o marcharse a otro sitio desde donde poder continuar la guerra. Aunque
estos sucesos están mejor narrados en la estupenda producción noruega “La
decisión del rey”, aquí también vemos la urgencia, la incertidumbre, el dilema
moral que afecta a toda la familia. Los niños lloran porque han dejado atrás a su
perra Vimza, Ragni y Nikolái han dejado atrás a sus hijos adolescentes Ulla y Rolf.
Martha todavía no
es un personaje simpático. Es como demasiado ingenua. Todavía no se da cuenta
de que está a punto de perder un país. Se empeña en mantener a sus hijos entre algodones,
contándoles mentirijillas, cuando los niños noruegos están ahora expuestos a
bombardeos y a fuerzas invasoras.
Un problema de la serie es hacer hincapié en dramas
ficticios de salud e inseguridades de Martha y otros más falsos todavía sobre
sus conflictos maritales. Ese hincapié deja fuera la tragedia del pueblo noruego, de cómo fue compartida por sus
soberanos, y como Noruega y su gente siempre estuvieron presentes en sus
mentes. La serie nos muestra los Príncipes Herederos como un par de mezquinos que
tratan a sus fieles criados con un egolatría que horrorizaría a Los Crawley de”
Downton Abbey”.
Nunca vemos a los
príncipes preocuparse porque Signe y Nikolái estén separados de sus hijos. En
la serie no lo muestran, pero como miembros de la Cruz Roja Noruega, Rolf y
Ulla fueron capturados por los alemanes y obligados a atender a los soldados
Invasores de su país. De ahí devino toda una saga hasta que los adolescentes
lograron huir de Noruega y llegar a Inglaterra. ¿No hubiera sido mejor que nos
mostrasen esto en vez de esa escena extraña en que un oficial alemán mata a la
perrita de los pequeños príncipes?
La serie muestra que
Olaf tiene el egoísmo de obligar a Nikolái a acompañarlo en un poco aconsejable
viaje impromptu a Estados Unidos a ver si su mujer le es infiel, aun a
sabiendas que su ayuda de cámara está en vísperas de casar una hija. Por suerte,
el Rey Haakon está a mano en Londres para ser él quien escolte a la novia al
altar. Esto es verídico, lo anterior es un invento para confirmar el estatus de
víctima del patriarcado de la pobre Martha.
Los primeros tres
capítulos, aunque lentos, son los más cercanos a la realidad. La Familia Real
Noruega es separada. Mientras Haakon y Olaf optan por irse a Londres, Martha, que
es miembro de la Familia Real Sueca, se refugia con sus hijos en Estocolmo. Su tío
el Rey de Suecia es simpatizante de los nazis y está más que dispuesto a
entregar a su sobrina y los niños a los alemanes para que los usen de rehenes.
La salvación
llega por correo: una invitación de Los Roosevelt para que Martha y sus hijos
vengan a America. Ahí inicia el cruce del Atlántico. Martha realmente tuvo un
mega viaje por aguas finesas, mares llenos de minas alemanas y ese conmovedor
encuentro con un barco pesquero cuya tripulación la reconoce. ¿Mi momento
favorito? Cuando Martha alza a Harald para un saludo/despedida de su pueblo también
sucedió en la vida real y es un reflejo
de quien y como era realmente la princesa.
¿Fue Martha un
“Caballo de Troya”?
Elk ha dicho que Martha fue un arma secreta de los noruegos en
Washington. La ha llamado “un caballo de Troya” equivocándose hasta en el uso
de la metáfora porque ciertamente Martha no vino a Estados Unidos a conquistar
un país sino a buscar seguridad para su familia. Cuando llegó ni siquiera
estaba segura de que su marido no se reuniría con ella. Por eso es ridículo que
más adelante, en su inseguridad de borracho, Olaf exija que sus hijos vayan a
vivir con él en Londres. Después de todos los riesgos tomados para poner a
salvo a los niños, no iba a ponerlos en peligro de nuevo.
Tampoco fue
Martha enviada con “una misión”. Su cercanía a FDR fue accidental. El plan
original es que llevase una vida retirada en Massachusetts. Fue FDR, en su
enamoramiento de su invitada, el que insistió en que se quedase en Washington y
el mismo la ayudó a rentar Pooks Hill. Aparte de pasársela en la compañía del
presidente, Martha estaba muy ocupada con la crianza de sus hijos, su labor con
la Cruz Roja y la instalación en su propiedad de un hogar para convalecientes
de las Fuerzas Noruegas Libres.
Esto último es un
detalle de la vida real que la serie ha incluido. No se sabe si Marta se inspiró
en esta gran labor en un marinero sin piernas. Ciertamente no cometió el gaffe
de invitarlo inesperadamente a cenar con el Presidente Roosevelt. Por eso, esa
pullita patriarcal de Olaf estuvo fuera de lugar ya que nunca Martha hizo nada
para provocarla. Otro detalle verídico es el discurso de la Princesa en el
Madison Garden. Lo que no es cierto es que Martha sufriese de pánico escénico
ni que Eleanor Roosevelt la hubiese ayudado a sobreponerse a este.
No me molestó que
nos mostrasen una princesa timidísima, sujeta a ataques de ansiedad y pánico
cada vez que debía hablar en público y que llegaba, en su terror, a sufrir de
hemorragias nasales. Aunque nada de esto era cierto, me pareció interesante
para que viésemos la evolución de la personalidad de Martha y también como
evoluciona su relación con la Primera Dama. Lo que me disgustó fue que lo
usasen para demostrar como el patriarcado la había despreciado. Eso quedó de
manifiesto en una escena que me hizo chirrear los dientes y que nunca ocurrió.
En un coctel en
la embajada noruega, el Embajador Morgenstern (a quien han puesto como enemigo
de la princesa) hace un brindis honrando a quien más ha ayudado a conseguir el
paso del Lend-Lease. Martha se empluma creyendo ser la causa del brindis.
Cuando el embajador nombra a su marido, a Martha le da tal ataque de ira que se
marcha dejando a su Olaf con la palabra en la boca
Las espectadoras
mituteras aplaudirán la actuación de Martha. Toda mujer debe exigir crédito y
no permitir ser ninguneada. Fue una suerte que yo viera ese episodio en la
semana de luto por el Duque de Edimburgo. Fue entonces que Duchess Kate hizo pública,
en su semblanza del suegro, como Felipe le había enseñado a combatir el miedo a
las apariciones públicas recordándole que la realeza está al servicio de sus
pueblo. Eso significa nunca sentirse el centro de la atención: “la Reina nunca mira a las cámaras”. También eso significa que no se debe
esperar ni crédito ni elogios.
Aparte de las
obligaciones reales de las que Martha era consciente, hay una cuestión de
modales. A lo mejor una actricita de cuarta elevada a la realeza hubiese salido
en estampida y bufando de una reunión social, pero Martha era princesa nata,
nieta de reyes, madre de un futuro rey. Nunca hubiera cometido un faux pas
tan descortés.
Los promotores de
“Atlantic Crossing” insisten en que la serie busca rescatar del olvido las
aportaciones de la princesa, pero hacen lo contrario. Por ejemplo, el hogar
para marineros convalecientes solo aparece en un capítulo. El resto de la serie
nos muestra a Martha siempre con relación a los hombres en su vida. Hubiese
perdonado que se tomasen licencias con el romance Martha-FDR. En cambio, me irrita
esa situación muy ambigua de una Martha indecisa y complicada por las
exigencias de dos hombres que parecen amarla.
Olaf, Mal
Marido y Padre Ausente
Por ejemplo, no
tenemos claro por qué el amor de Martha por su marido se ha ido enfriando. El
hecho es que cuando aparece en las navidades del ‘42 de sorpresa en Washington,
el recibimiento de su mujer es gélido y le sale con que va camino a una fiesta
navideña “con Franklin”. ¿Qué sucedió para que un gran amor se trocara en
indiferencia?
Aparentemente, es
la separación la que ha enfriado las relaciones. Martha resiente ser postergada
en las prioridades de Olaf quien prefiere hacerse cargo de asuntos de estado y
no estar cerca de su mujer e hijos. Que haya bobos que se traguen esa
paparruchada no me sorprende. La serie fracasa en crear esa atmosfera de
incertidumbre y caos que se vive durante una guerra.
Padres ausentes
es lo que más abundaba en Noruega. Estaban los que, a riesgo de sus vidas, habían
partido a Inglaterra a continuar la lucha contra el invasor. Padres ausentes
eran la norma en las familias donde el jefe del hogar había sido ejecutado por
los nazis. Entre los 723 judíos noruegos que perecieron en los campos de
concentración debe haber habido padres de familia que pasaron a estar
‘ausentes” de las vidas de sus hijos. Pero como ni Martha ni la serie parecen
interesados en lo que ocurre en Noruega o en la guerra en general, es fácil
convertirla en una esposa frustrada que prefiere compartir cocteles con un
hombre casado que ocuparse de cosas más útiles. Incluso los hijos son
secundarios.
Aunque es cierto
(como nos muestra la segunda temporada de “Das Boot”) que los submarinos
alemanes llegaron hasta las costas de Long Island y que uno casi ancló cerca de
donde veraneaba Martha, nunca hubo un intento de secuestrar a los principitos. Aun
así, si seguimos la trama inventada por Elk, es inadmisible que Martha abandone
a sus hijos para emprender un largo viaje a Londres donde su marido no espera
verla. También resulta insólito que, si el propósito de Martha es hacer las
paces con Olaf, el desastroso viaje acaba por abrir brechas más grande en el
matrimonio.
En ese cliché
moderno de que todos los hombres deben ser tóxicos y todas las mujeres sus víctimas,
Olaf es representado como un inseguro que hasta envidia las condecoraciones que
recibe su mujer. Es hora de acabar con todo este mito. Ni Olaf fue alcohólico,
ni ineficiente ni padre o esposo ausente.
La Verdadera Relación
de Los Príncipes Noruegos y Roosevelt
En el 2017, Tor
Bomann-Larsson publicó un libro Hjemland (tierra natal) que describe las
andanzas de la Familia Real Noruega en su exilio forzoso. En la serie nos
muestran que apenas conoce a Martha, FDR se siente atraído por ella y que esa
atracción juega parte en su invitación a que cruce el Atlántico. En cambio, el
libro describe como tanto Martha como Olaf causaron muy buena impresión en el
Presidente de los Estados Unidos y que antes de la invasión nazi, Olaf hizo repetidos
viajes clandestinos (sin Martha) a Washington para discutir rutas de acción en
caso de que los alemanes llegasen a Noruega.
La trama de “Atlantic
Crossing” hace hincapié en el “egoísmo” y “tacañería” del gobierno británico
que se niega a suministrarles a los noruegos hombres y armamento para efectuar
un desembarco en Noruega. El cuento del Lend-Lease nos muestra cuan escasos de armamentos
estaban los ingleses y mal podían planificar una invasión, si ellos estaban
luchando para no ser invadidos.
Además,
cualquiera que haya prestado atención en clase de historia (o haya visto “Saving
Prívate Ryan”) sabe que un desembarco no era un juego. Se necesitaban años para
planearlo, y aun así no se podía evitar la gigantesca pérdida de pertrechos y
vidas humanas, al igual que la destrucción de poblaciones enteras. Por último, ¿por
qué se iban a gastar todo esos recursos en invadir un país que no era un punto
estratégico y cuya liberación no ayudaría a finalizar la guerra?
En un momento,
Haakon le recuerda a su hijo lo peligrosas que han sido las ultimas misiones de
sabotaje enviadas a Noruega puesto que han invitado a terribles represalias alemanas.
Este comentario, dicho al pasar, encierra una información importantísima, la
cantidad de misiones de comandos enviadas por los ingleses a Noruega, solo
cinco en 1941 (dos en el Archipiélago de las Lofoten). Estas fuerzas combinadas
de soldados británicos y de miembros de las Fuerzas Independientes Noruegas (un
batallón que era parte del SOE) destruyeron fábricas de armamentos y otros
sitios necesarios para mantener el esfuerzo bélico de los nazis.
En 1941, otra
acción de fuerzas combinadas consiguió liberar cinco navíos noruegos que
llegaron al Reino Unido a unirse a la armada británica. Y por supuesto la gran
epopeya noruega, fue la batalla por el agua pesada que dilató los experimentos
nucleares del Tercer Reich. Yo a los trece años sabia de esta batalla gracias
al filme de Kirk Douglas “Los Héroes de Telemark”. Pero aun durante la Segunda Guerra Mundial,
el público americano estaba plenamente consciente de lo que ocurría en Noruega,
algo que los protagonistas de “Atlantic Crossing” parecen ignorar.
En 1942, John
Steinbeck publicó The Moon is Down, la historia de una aldea noruega
bajo la ocupación alemana y el dilema de sus habitantes: colaborar con el
enemigo o con la resistencia. De ese mismo tema trató The Edge of Darkness,
novela debut de Albert Woods. Ambos libros fueron llevados a la pantalla en el
’43. La imaginación popular estadounidense estaba pendiente de lo que ocurría
en Noruega. ¿Por qué no mostrar a la Princesa Martha como parte de ese interés? En cambio, nos hablan de sus dilemas
románticos y líos maritales.
Otra cosa falsa e
irritante. Las quejas de que los noruego-americanos prefieren pelear por Estados
Unidos antes que por Noruega. Obviamente
los escritores no tienen conciencia de que lo principal-— eso les quedaba claro a
todos los lideres aliados—era destruir a Hitler y a Alemania. Cualquier
esfuerzo dirigido a ese objetivo era un paso para la liberación de países
individuales. Ese es el significado de una guerra mundial.
Por otro lado, el
Rey Haakon y su hijo se quejan en la serie del capricho británico de obligar a
los aviadores noruegos a pelear por Inglaterra en la Real Fuerza Aérea. Eso no
es cierto, tal como los aviadores franceses y polacos en el exilio, los
noruegos formaron su propio escuadrón. Si hubo noruegos que pelearon
directamente en escuadrones de la RAF, como un tal Roald Dahl, fue porque el
escritor había nacido en Gales. Hablando del autor de Matilda y de Las
Brujas, fue enviado en un cargo diplomático a la embajada noruega en
Washington y tuvo oportunidad de ver a su princesa junto al presidente. Siempre
deslenguado, Dahl aseguraba que era obvio que FDR se moría por acostarse con
Martha (¡!!)
A través de la
serie hemos oído hablar de “Little Norway”, pero nunca nos han explicado lo que
es. Se trató de un terreno en Canadá que el gobierno británico cedió para que
los jóvenes aviadores noruegos tuviesen un espacio para entrenar. En
recordatorio de la estancia de los noruegos, hoy existe una plaza llamada
Little Norway en Ontario. Olaf practicó
frecuentes visitas a Little Norway (que fue creada en noviembre de 1940)
durante la guerra. En esas ocasiones Marth fue a Ontario a reunirse con su marido.
Así que despidámonos del mito del esposo ausente.
En algunos de
estos viajes, Olaf hizo visitas clandestinas a la Casa Blanca como emisario
personal de su reino. Si bien es posible que el futuro rey se sintiese un poco
amoscado por tanto rumor respecto a su esposa y el Presidente de los Estados
Unidos, nada indica que se resquebrajase la confianza existente entre FDR y la
Familia Real Noruega. De hecho, la relación entre Martha y Franklin afianzó esa
amistad.
Hay evidencias públicas de las visitas de Olaf.
Incluso en 1944, los Príncipes Herederos abrieron un segundo albergue para
combatientes noruegos en Washington. Así que todo ese mitote de que Martha,
desatendida por su marido, debió refugiarse en otro hombre es ridículo. Si
fuera por eso, todas las esposas de militares en servicio activo serian
infieles.
¿Rechaza el Público
Series sobre la Realeza?
Lo que ocurre es
que este desastre de serie trae tanta agenda oculta como “The Crown”. Su
propósito se enfoca en tres objetivos: a) denigrar a Franklin Delano Roosevelt, el
presidente más importante del Siglo XX; b) denigrar a la monarquía, a lo Peter
Morgan, buscando demostrar lo egoístas y distanciados del sufrimiento del
pueblo que eran los miembros de la Familia Real Noruega; c) ser parte del
ataque frontal que embiste en contra de la realeza británica. Como muestra,
este repulsivo artículo que apareció en wgbh.org a raíz del debut
de “Atlantic Crossing” en la PBS.
Lo primero que capturó
mi vista fue esta frase “hasta han llegado a decir (espectadores) que ya no
pueden disfrutar de period dramas o series donde aparezcan miembros de la
familia real británica”. Ahí me enteré por primera vez, que parte de la agenda
progresista (aunado al feminismo mitutero, el ateísmo agresivo, y la lucha de clases
disfrazada de diversidad racial y de genero), es un ataque directo al sistema monárquico
que es una forma de gobierno de muchos países europeos (ni hablar de Asia),
curiosamente de algunos de los más tranquilos y progresistas.
Algo que
lamentablemente solemos hacer los periodistas de farándula, es vincular
nuestros escritos a escándalos del momento, sin reparar en las consecuencias de
nuestro oportunismo. No sorprende
entonces que todo el articulo saque partido de la reciente entrevista de Los
Sussex. Pero Amanda-Rae Prescott no solo se aprovecha de la prensa amarilla,
ella señala un fenómeno que ocurre en el mundo angloparlante y que como dice en
la introducción puede hacer que “Atlantic Crossing” sea “difícil de vender”.
JeJe, no me hagas
reír que tengo los labios partidos. Después de la impresionante, positiva y devota
reacción que obtuvo el sepelio del Duque de Edimburgo, tal repudio parece relegado
a minorías rencorosas. Si hoy alguien recuerda a Los Sussex es para reírse de
ellos o rechazarlos con ira.
Sin embargo, del
momento en que los anti monarquistas se han subido al carro progre, hay que
vigilarlos con recelo. Uno se pregunta si su agenda les impedirá disfrutar de
todas las biopias de reinas inglesas que prepara ese bastión de la progresía
llamado Starz, o no querrán ver “Domina”, lo nuevo de la BBC, que gira en torno
de la primera emperatriz romana.
Ese súbito odio a
la monarquía de parte de un público que hasta hace poco devoraba dramas de
época (comenzando por “the Crown”) sin importarles si glorificaban una forma de
gobierno censurable, nace de un vínculo entre reyes y colonialismo/racismo.
Efectivamente las monarquías representan una supremacía blanca. Díganselo al
Rey de Lesoto, al Sultán de Brunéi y al Emperador de Japón, jefe de una casa
real más antigua que ninguna monarquía europea.
Lo del
colonialismo va ilustrado en el artículo en el énfasis que su autora pone en la
“preocupación” del publico de saber si este relato tiene alguna conexión con la
“colonialista y racista” Familia Windsor. Efectivamente, Rae-Prescott saca del closet
a Olaf exponiéndolo como ….¡Bisnieto de la Reina Vicky! NOOOO!
Me da risa.
Victoria heredó un naciente imperio colonial que se expandió durante su largo
reinado, pero fue una más de los monarcas colonialistas. En su época,
democracias como Francia afianzaron su propio imperio colonialista, como lo
haría Estados Unidos que hasta hoy tiene colonias. Menos risa y más rabia me da
recordar que Victoria (y su esposo) fue una ardiente abolicionista, que apoyó
al Norte en contra del esclavista Sur durante la Guerra de Secesión, y que
hasta adoptó una ahijadita africana.
Pero no debería sorprenderme,
cuando Ms. Prescott nos dice que veamos la serie ya que no es un panegírico de
Roosevelt. No sabía que FDR estaba en la lista verde (el corrector de Word no
me deja decir Lista Negra) de los BLM. Sorprendente, al tratarse del presidente
cuyo gobierno se caracterizó por sus adelantos en lo que respecta a los
derechos civiles de la minoría afroamericana. Para ser justos, Prescott trata
de convencer a sus lectores de ver “Atlantic Crossing” por lo que procura
acallar posibles reparos. Por ejemplo, nos recuerda que Haakon fue elegido
“democráticamente”.
A ver, Noruega se
independizó de Suecia a fines del siglo XIX. Los noruegos solicitaron de la Familia
Real Danesa un rey. El rey danés le mandó a su hijo cuyo puesto fue aprobado y
ratificado por el senado noruego. No es talmente una elección democrática.
Haakon no hizo campaña ni fue de puerta convenciendo a sus súbditos de votar
por él. Haakon tampoco era Juan Pérez sino el hijo del Rey de Dinamarca y yerno
del Rey Eduardo de Inglaterra.
Es la conexión
británica la que parece ofender más a potenciales televidentes, por lo que Prescott
se apresura a tranquilizarlos. Los Windsor no merecen en la serie una representación
positiva. Dice la critica que la serie nos muestra lo incompetente que fue
George VI para convencer al gobierno de socorrer a Noruega. Primero, ya he
relatado todo lo que Inglaterra hizo por Noruega, desde Little Norway hasta las
muchas misiones de comandos en territorio noruego que costaron la vida de
muchos soldados británicos.
Segundo ¿todavía
esta gentecilla que hace artículos “históricos” no comprende que el rol de un
soberano en una monarquía parlamentaria es más sociocultural que político? ¿No han oído que los reyes modernos pueden
aconsejar, pero nunca imponer sus posturas ni hacer ninguna declaración pública
que suene política?
Algo que volvió a
ponerse en descubierto a raíz de la muerte del Príncipe Felipe fue como la
nación recuerda todavía con gratitud los servicios prestados por la Familia Real
durante su hora más dura. se han escrito libros, bien documentados, sobre la
valentía de los reyes sobre todo de la Queen Mum durante el conflicto negándose
a esconderse en la seguridad de tierras americanas y compartiendo las
privaciones de su pueblo. Pero Elk, a lo Peter Morgan, busca destruir esa
imagen burlándose de la ineficiencia de un rey que no puede ni hablar bien, y
mostrando a su consorte como esnob y petulante.
En resumen, “Atlantic
Crossing” es mala porque miente sobre detalles históricos. De poco vale que se
cuente un trozo de historia poco conocida se si falsea hechos y se difama
personajes. Y si se lo hace para ofender a quienes no pueden defenderse y para
avanzar una agenda estúpida (según una encuesta del 2013, el 90% de los noruegos
aprueban su monarquía) entonces, en buen chileno, vale hongo.
O sea, licencia histótica y poética en esta serie... De verdad no me llamó la atención verla... Como bien dices, ¿cuál será la verdadera razón de tanta desinformación en estas nuevas series monárquicas/histróricas? 😕 RAFA
ResponderEliminarGracias por poner aqui tambien el comentario. Y no solo en este tipo de historias. Estoy viendo una serie alemana sobre el surgimiento del movimiento artistico del Bauhus y si hay tres palabras de verdad en ella, es mucho. Las agendas progres sean antireligion, anti-monarquia o mituteras echan mano de cualquier cosa que mas que revisionismo histório son plain fake news.
Eliminar