Me preguntaba cómo
traducirían The Gilded Age. El titulo exacto de este intento de Lord
Julien Fellowes de crear una Downton Abbey a la americana debería ser “La
Edad Dorada”. Hay quien dice que esa sería la traducción de Golden Age. No,
Golden” es “de oro”. “Dorada” en cambio indica la ilusión de una capa de
barniz, porque el periodo de tiempo entre 1870 y 1900 se caracterizó tanto por
falsas ilusiones de riqueza como por un código de valores falsos. Un mundo que
chocó con la tradicional aristocracia estadounidense con moral y fortunas sólidas,
y acabó por vencerla. Ese es el tema
detrás de esta fábula sobre un par de jovencitas (una blanca y otra
afroamericana) que llegan a una Nueva
York sumida en un conflicto entre lo viejo y lo nuevo.
No Todo lo que
Brilla es Oro
“The Gilded Age”
es un término acuñado por el famoso Mark Twain que, en su novela de ese nombre (1873), se refiere a la época en que vive como una
aparente Edad de Oro pero que bajo la pintura dorada esconde corrupción y
codicia. En la década que antecedió a la Guerra de Secesión, la Unión Americana
se amplió en territorio gracias a lo arrebatado a México y a exploraciones en
el centro y noreste del país. Para poblar esos territorios se necesitaban
colonos a los que había que transportar, al igual que a los millares que iban hacia el Oeste
afectados por la Fiebre del Oro de California.
Para ese
transporte se tendieron líneas de ferrocarril, a la par que se exterminaba o sometía
a los pueblos autóctonos que vivían en las tierra necesarias para los rieles. Muchos
hombres blancos hicieron fortuna en la construcción de trenes al igual que en
la minería tanto de oro y otros metales preciosos, como la del carbón necesario para empujar los
trenes. La Guerra Civil contribuyó a un desarrollo de la industria y la
construcción de nuevas fábricas en el Norte. Para 1865, el final del conflicto
vio un país unido, pero en expansión, donde había fuentes ilimitadas de trabajo y
posibilidades de enriquecerse. Ese fue el comienzo del Sueño Americano.
Los hombres que
manejaban los trenes, las minas, los capitanes de industria y los especuladores
de Wall Street no pertenecían a la antigua aristocracia colonial . La mayoría
eran inmigrantes de Irlanda, Escocia hasta de Alemania. Por eso no tenían ni límites
ni escrúpulos. La historia los ha apodado “Robber Barons” en alusión a los
señores feudales alemanes que vivían del bandidaje. The Gilded Age nos
va a presentar a este tipo de nuevos ricos y su agrio recibimiento por parte de
la alta y vetusta aristocracia neoyorquina.
Las nuevas de la
movilidad social y el fácil acceso al enriquecimiento de la sociedad estadounidense
hicieron a muchos europeos inmigrar a America. El resultado fue que las
ciudades se expandieron para recibir a estos nuevos ciudadanos, pero también se
crearon barriadas donde vivían hacinados los inmigrantes y sus hijos. Aunque
era cierto que trabajo no escaseaba, las condiciones laborales y los sueldos
eran paupérrimos. Por eso esta Edad Dorada, es recordada como un momento de agitación
obrera, huelgas y la creación de sindicatos.
No solo los
inmigrantes y obreros eran menospreciados. El final de la Reconstrucción del
Sur en 1870 acabó con las esperanzas de crear en esa región una sólida clase
media profesional de color . El nuevo Sur miraba con rencor a los ex esclavos que
ahora buscaban igualdad y educación. Eso llevó a la imposición de las infames leyes
de Jim Crow. Grandes segmentos de la población negra se trasladaron al Norte o
al Oeste de la nación.
El libreto
original de The Gilded Age tenía como protagonista a Marian Brooks, hija
de un general Confederado, que viaja del Sur a Nueva York en compañía de su
criada negra. Por suerte obviaron este controversial escenario. Ahora Marian (Louisa
Jacobson, la menor de las hijas de Meryl Streep) es hija de un general de la Unión, viene de
Pennsylvania y Peggy Scott (Denee
Benton) es su amiga quien viene a Manhattan a probar suerte en el mundo de las
letras.
Marion, huérfana
sin fortuna, pasa a formar parte de la
familia de un par de aristocráticas tías solteronas espantadas ante el aluvión
de nuevos ricos que han venido a perturbar su tradicional estilo de vida. ¿Existieron
personas como Las Brook? ¿O familias con apellidos aristocráticos de origen
holandés como el van Rhijn que orgullosamente porta la Tía Agnes (Christine
Baranski)?
La más antigua aristocracia
neoyorquina se remonta a esos contrabandistas piratas que estafaron a los
indios iroqueses dándoles a cambio de la Gran Manzana un puñado de collares de
cuentas y botellas de whisky. De ellos descienden nombres respetadísimos como los
van Deusen, los van Buren que dieron un presidente a la nación, Los Schuyler, Los Stuyvesant y Los Roosevelt.
La importancia de
tener ancestros del país de los tulipanes fue rescatada por esa enciclopedia de
la clase alta neoyorquina, La Edad de
la Inocencia de Edith Wharton donde tanto Archers como Mingotts y Welland
se inclinan ante la autoridad de los van der Luyden. Y en esa respetuosa
imitación de Wharton, Gossip Girl (la única e inigualable) no es
coincidencia que la rebelde IT Girl se llame van der Woodsen.
Serena van der Woodsen.
Ya para el Siglo
XVIII, el conglomerado holandés se había ampliado gracias a elementos anglos
venidos del continente o descendiente de los pasajeros del Mayflower. Así
tenemos a los Fish, a Los Livingstone (de
los que descienden Las Brook) y, por supuesto a los reyes de la alta sociedad
neoyorquina (que entonces era solo Manhattan, los otros condados eran un puñado
de granjas y granjeros) Los Astor. Ya vimos a Caroline y sus hijas aparecer en
The Gilded Age.
Entre Lo Pasado
y el Presente
Parte importante
del argumento, y así se lo hacen saber a Marian desde su llegada, es que la sociedad
neoyorquina está bajo asedio de una parva de nuevos ricos como Los Russel que
han tenido el descaro de comprar una mansión vecina a la de Agnes y Ada
(Cynthia Nixon). George Russel (Morgan Spector) es insufriblemente millonario. Pero
como dice Agnes, “No nos movemos en los
mismos círculos”.
En la vida real,
la llegada de los Carnegie, los Morgan y, sobre todo, los Vanderbilt , representó
una crisis social para el Old Money. irónicamente, los Vanderbilt, a pesar de su apellido, no eran aristócratas. Su tatarabuelo habría
llegado casi en calidad de esclavo a Nueva Ámsterdam. El famoso Cornelius era
hijo de un capitán de barcaza (ferry) de Staten Island. El padre del Comodoro
era hijo de un humilde campesino holandés llegado a comienzos del siglo XIX. Su
hijo, se hizo a la mar (de ahí su apodo “comodoro”) y construyó una fortuna en transporte marítimo
y ferrocarriles. Aun así, ni él ni sus 13 hijos eran admitidos entre Los
Knickerbocker, que así se llamaban las grandes familias neoyorquinas.
Otra ironía, es
que estos Knickerbokers (o “400”) eran liderados por Caroline Astor, pero los
Astor venían de un pedigrí tan modesto como los Vanderbilt. El primer Astor fue
un granjero suizo que vino a hacerse la America. Ese primer Astor ( y sus hijos)
se enriqueció comprándoles pieles a los
indios del noreste del Pacifico. Tal vez porque sus negocios tenían lugar en espacios
exótico (también contrabandeaban opio de China) o porque hicieron fortuna medio
siglo antes que los Vanderbilt, que los Astor pasaban por Old Money.
La historia del
jet set neoyorquino está intrínsicamente ligada a este producto que, sin tener los grandes méritos de “Downton Abbey”,
representa un desafío que Lord Fellowes
ha enfrentado con valor y sensatez. No tendremos Highclare Castle, y el Central
Park con CGI parecía una acuarela infantil, pero se han buscado buenos
escenarios en Newport, Nassau County y en la ciudad de Troy en Upstate New
York.
Los interiores
son fantásticos y si algo sé un poco son de casonas de la Edad Dorada. He
visitado un par en Nueva York (ciudad y estado) y veo que en la serie han
conseguido el efecto deseado, incluyendo ese elefante blanco que los “pobres ricos”
Russell han confeccionado y que lleva el sello de Stanford White. Es a una
brownstone en la 61 con la Quinta Avenida (lo que hoy se considera Upper East
Side, territorio de Gossip Girl) adonde llega Marian Brooks.
Las Excelentes
Aventuras de Marian y Peggy
Comenzamos la serie con una Marian enlutada en Pennsylvania oyendo de boca de su abogado, Mr. Rikers (Thomas Coquerel) que su padre, el General Brooks (Marian es la única que lo llama así) la ha dejado en la ruina. El solicito abogado, ni siquiera quiere cobrar, ya que Marian solo tiene $30 en el mundo (como 300 de los dólares de ahora. Lo que pagaría entonces tres meses de renta en el barrio peor de Manhattan). La aconseja buscar refugio con las hermanas de su padre en Nueva York.
Marian les
escribe a las tías, que no se llevaban con el difunto Henry, y tiene la suerte
de que la carta la reciba la solterona Tía Ada quien inmediatamente le envía a
la sobrina pasaje de tren y ferry hasta Manhattan. Rikers lleva a Marian hasta
la estación de tren.
Miss Brooks que
ya ha notado que el abogado (que es joven y guapo) la pretende, corta las cosa
por lo sano. Exige que no le escriba y le pide que la deje esperando el tren
sola. Irónicamente la neoyorquina victoriana y la de hoy le tenían el mismo
terror a los machos hetero. La de hoy cree que van a violarla, la de la Era
Dorada sentía que dejar a un cortejante que no le interesaba mosquease cerca la
comprometía y ponía en una situación en que estaría obligada a aceptar su
galanteos.
Aunque admiro y
respeto la actitud de Marian, me parece que pecó de incauta al preferir
quedarse sola en un sitio público cuando es obvio que no sabe cuidarse. Deja
sus maletas y su bolso a un lado. Hay una trifulca entre un par de borrachos. Empujan
a Marian que cae encima de una chica de color que también espera el tren, y le rompe el vestido.
Cuando Marian se
levanta descubre que le han robado el bolso con su dinero y sus pasajes. Se
pone a gimotear. Peggy, la chica negra, se apiada y le paga el viaje. Solo que, Peggy
puede ofrecerle a su nueva conocida, un pasaje en la incómoda tercera clase. Al
llegar a Manhattan, a Marian la espera el carruaje de sus tías. Insiste en
darle a Peggy un aventón hasta el ferry de Brooklyn (no había puente todavía) y cuando descubre
que está cerrado por el mal tiempo, insiste en llevarla a la Mansión van Rhijn
a cobrar su deuda y a pasar la noche
Hora es de hablar
de las tías de Marian. A esta le molestará que las hermanas de su padre tengan
tan mal recuerdo del General Brook. Será la dulce Ada quien informe a su
sobrina que, tras la temprana muerte de sus padres, las hermanas quedaron bajo
el amparo de Henry quien se gastó toda la herencia y propiedades de los Brooks dejándolas
en la calle (más o menos lo que ha hecho con Marian).
Lo que Ada se
guarda es que el General se gastó su fortuna y la de sus hermanas en
francachelas y mujeres de dudosa reputación.
Agnes tuvo como una única salida aceptar la propuesta de matrimonio de
van Rhijn lo que le permitió encargarse de Ada y darle “la dulce tranquilidad
de ser una solterona”. Fue un matrimonio
difícil. Como explica Ada a Marian, su cuñado “no era un hombre con el que te
gustaría estar a solas”.
Agnes acepta
recibir a Peggy bajo su techo, siempre y cuando le de la dirección de sus
padres en Brooklyn por si algo ocurre, ya que la joven está ahora bajo su
responsabilidad. Me parece algo muy sensato (es lo que hubiera hecho cualquier
mamá de mi época) y espero no se construya algún tipo de racismo en las
interpretaciones de los críticos. Aunque ya han notado microagresiones por
todos lados.
Sin embargo, las
tías quedan encantadas al saber que Peggy se ha graduado de una escuela para
niñas de color de la cual el difunto padre fue benefactor. Agnes se admira ante
la fina caligrafía de Miss Scott. Ella está teniendo problemas con falta de
tiempo para atender su correspondencia y contrata los servicios de Peggy como
secretaria privada. Eso sí, insiste en
que debe comunicarles su paradero a sus padres. Para entonces es obvio que Peggy
no desea volver a vivir con sus padres.
Peggy manda
recado a su madre y se entrevistan en un café para afroamericanos. Aunque el
lugar se ve discreto y hasta casi elegante, Mrs. Scott ( Audra McDonald) lo
mira con desprecio. Le ha traído a su hija ropa y algún dinero. Insiste en que
Peggy debe volver al hogar y hacer las paces con el padre. Por la conversación
dedujimos que el Señor Scott impidió un romance de su hija y Peggy no lo ha
perdonado. Tampoco perdona Peggy que su padre ningunee sus aspiraciones de
tener una carrera literaria.
Peggy entonces se
instala en la Brownstone de las Brooke. Algo que me agrada es que ni Peggy ni
la serie se muestran incomodos conque la secretaria coma con el servicio o que
duerma en un cuarto para mucamas (privado y bastante decente). Es lo que se hubiera hecho aun si ella fuese
blanca.
Como le explica a
Marian, Peggy es bien recibida por el escuadrón de sirvientes “con un par de
excepciones”. Se refiere a la doncella de Agnes, una especie de Miss O’Brien y
la pinche de cocina, una inmigrante irlandesa que cree que los afroamericanos, que ahora son libres, van a quitarles empleos a los inmigrantes (hoy
la situación es en reversa). Peggy se
convierte en la cómplice de las escapadas de Marian (“mi compinche conspiradora”
la apoda la Niña Brooks) como cuando esta decide ser la única de la familia en
aceptar la invitación a una velada con los Russell. Hora es de hablar de esta
infamosa familia.
Los Infames
Russel
Un motivo de ira
para Agnes es que al lado de su mansión han estado construyendo otra más grande
y lujosa. Aparte del bullicio, le molesta a Mrs. Van Rhijn que sus nuevos
vecinos sean los parvenú Russell. George Russell es el epitome del Robber
Baron. Ha hecho una fortuna en ferrocarriles y otros medios. Su modus operandi
es a base de someter o desbancar rivales vía soborno o chantaje. Es este arte
laboral, basado en la intimidación, que funciona en contra de su mujer, Bertha
Russel, (Carrie Coon) y sus sueños de
trepadora social.
Para cumplir esos
sueños, Bertha se hace construir un palacete diseñado por el joven (y entonces desconocido)
Stamford White (John Sanders) . Se va a Europa y desvalija palacios(incluyendo
el castillo de Lafayette) de muebles, pinturas y chucherías con las que decora
su casa. Encarga la confección de un vestuario tan ostentoso como el que Peggy
Mitchell inventa para Scarlett después de su boda con Rhett Butler.
La diferencia es
que Scarlett fue criada para ser una dama y ahora actúa como nueva rica. Bertha es una arribista que quiere ser una
gran dama. Para eso contrata una doncella, Miss Turner (Kelly Curran), que
conoce todos los trucos y reglas de la alta sociedad. Esta doncella era su peor
enemigo. Desprecia a Bertha e intenta quitarle el marido.
Cuando no está
acumulando objetos, Bertha trata a sus hijos como objetos. Esta Mama Tigre
caucásica dice hacerlo todo por el bien de su prole . Su hijo mayor, Larry (Harry
Richardson, el hermano de Demelza Poldark) se ha librado de ella en sus años en
Harvard. Ahora, acabados sus estudios, llega al palacete a descubrir que su madre
tiene a su hermanita Gladys(Taissa Farmiga) semi prisionera en un estado de niñez
perpetua, a pesar de que la despierta jovencita ya tiene 17 años.
La sociedad Knickerboker
toma dos acritudes hacia Los Russel. Una es la de Agnes de ignorarlos
olímpicamente. Otra es la de prestar atención a los más jóvenes. Larry es
invitado a un fin de semana en la mansión de Mamie Fish en Newport donde conoce
a Oscar van Rhijn (Blake Ritson el George de Kent de la nueva versión de Upstairs
Downstairs), único hijo de Agnes; y a Carrie Astor hija de la reina de la
sociedad neoyorquina. Larry también conocerá accidentalmente a Marian cuando
rescata a Pumpkin , el perrito de la Tía Ada.
Existe un tercer
segmento de la alta sociedad que le encuentra utilidad al dinero de Bertha. La
clase alta neoyorquina fue famosa en el siglo XIX por su filantropía. Berta es
invitada a “colaborar” en un evento recaudador de fondos para el entrenamiento
de huerfanitas. Marian, que está
desperada por hacer algo útil recibe permiso de Agnes para acompañar a Ada al
evento. Ahí son presentadas a Bertha y Gladys. Todas las damas son amables con
Las Russell, mucho más que con la misteriosa Mrs. Chamberlain, que parece ser
una paria social.
La misteriosa Mrs. Chamberlain
Bertha, Vestida,
Alborotada y Abandonada
También las
presentes expresan admiración por el palacete Russell y curiosidad por
conocerlo. Malinterpretando esa curiosidad, Bertha lanza una soiree
invitando a Le Tout New York, encargando a su chef francés una cena para
alimentar un pueblo, y poniéndose el más extravagante de sus vestidos. Todo
para quedar como novia de pueblo, vestida y alborotada, y abandonada. Apenas
aparecen cinco invitados. Cuatro de ellos, incluyendo a Marian que ha venido a escondidas
de sus tías, escapan furtivamente. Nadie quiere ser asociado con Los Russell.
Solo Stamford White permanece hasta el final.
A Bertha no le gustaran los crisantemos, pero se los puso todos en el vestido.
Bertha esta
desolada al pasar algo que era un leitmotiv de las novelas sobre la Gilded
Age. El no aceptar una invitación—Mrs. Astor la arroja al fuego— era
un modo de Cut Down (cortar socialmente, el equivalente a nuestro
moderno “cancelar”) que podía afectar
hasta nuevos ricos como el esposo de la Mrs. Parkington de Louis
Bromfield, o a viejos miembros del clan Knickerboker como la Mrs. Mingott de
La Edad de la Inocencia.
Esto es lo que hizo Mrs. Astor con la invitación de Bertha
Marian se da
cuenta que nunca va a congeniar ni con la tía Agnes ni con sus reglas. Eso la
pone en un aprieto porque ha aceptado de su parienta un precioso guardarropa y
una pequeña mesada. Marian no entiende que todo eso es una inversión. Así se lo
explica Agnes a su hijo Oscar. La idea es casar a Marian rápido, y casarla bien. No es un acto mercenario. Es
lo que las madres querían para sus hijas entonces. Es lo que quiere Mrs. Astor
para todas sus hijas. Para 1882, las tres mayores ya estaban casadas. Ahora le
tocaba el turno a Carrie. Es lo que espera, pero en menor escala, la Señora
Brooks para Peggy y es definitivamente lo que espera Bertha para Gladys.
Oscar viene de
visita (vive en lo que se conocía como ‘digs”, un piso de soltero) a su madre y
trae el primer pretendiente para Marian, un tal Adams (bisnieto de John Quincy
Adams). A pesar de que Marian es cordial, Adams es tan cortante como lo fue
ella con el abogadito.
Al final
descubrimos el motivo: ¡Adams es amante de Oscar! OHHHHH! Y este quiere ir a meterse en casa de los
Russel, pero Bertha no lo invitó porque ni sabe que existe. Me temo que la
urgencia de George por ir a meterse en esa casa es porque quiere una esposa con
“nuevo dinero”, léase la pequeña Gladys.
Me detengo para
dar mi critica de la serie. Subjetivamente: ¡Me encantooo! Como dijo algún
critico es una combinación de Bridgerton y Gossip Girl. Es Edith
Wharton, más light y con más humor, pero
no deja de ser profunda. Me encanta el milieu, me encanta esa guerra entre Knickerbokers
y Robber Barons. Las actuaciones de las tres mujeres maduras son
impresionantes, obvio que por eso sus historias interesan más, y que son las verdaderas protagonistas.
Me gusta mucho el
personaje de Peggy. Quiero saber más de ella, sobre todo de esa clase media de
afroamericanos de la Gilded Age de la que se sabe tan poco. Marian no se me
hace tan interesante y Louisa Jacobson es guapa, pero no es Mammy Meryl. Cuando
habla parece que no moviera los labios.
La escenografía y
el manejo de cámaras es impecable, el vestuario muy de la época. Con clara
diferencia entre los trajes de las tías y los de Marian y Gladys a las que
visten con tonos pastel. El vestuario de Bertha merece nota aparte porque es un
estudio de extravagancia y vulgaridad.
A ver si el
próximo episodio, donde esperamos más de Peggy y los criados, me deja tan
satisfecha como este. Para los que la vieron. ¿Qué les gustó? ¿Que no les
pareció? ¿Quiénes son sus personajes favoritos?
Contenido
Violento y Gore: Una
pelea en la estación de tren que sirve para desvalijar a Marian.
Contenido
Sexual: Besos gays entre
George y Adams
Contenido
Feminista: Aunque la
serie quiere que nos enfoquemos en la lucha de Marian y Peggy que creen que por
estar en Nueva York (You are a New Yorker) van a ser independientes y lograr sus sueños,
el verdadero contenido feminista es como las esposas—la casta más oprimida y
sumisa del mundo patriarcal—ejercen el poder social en las clases
altas.
Factor
Diversidad: Vimos a Peggy
Scott ser obligada a subirse al final al tren solo por el color de piel. Vimos
el desprecio de dos criadas que la miraron con menos respeto que sus patronas.
Pero también vemos una chica instruida, bien vestida y con una madre que tiene
los mismos anhelos y prejuicios que cualquier señora blanca. Y me gustó mucho
el café (y los pastelitos) para afroamericanos. La diversidad sexual, por
supuesto, la ponen Oscar y su novio Adams.