lunes, 28 de octubre de 2024

Los 60: La Era de Oro de la televisión británica

 


Recordar es vivir, pero a veces el recuerdo es doloroso si le compara con el panorama vigente. Uno de esos recuerdos dolorosos es la excelencia de la televisión del pasado , sobre todo la británica y ver que hoy en día la corrección política y la inclusividad forzada ha afectado tanto los guiones como el ensemble de actores en las series de la BBC.

Los Pioneros de la Televisión

Érase una vez que “ televisión” se pronunciaba con acento británico. No nos olvidemos que la inventó el escoses James Baird y que su primera transmisión televisiva masiva fue en 1929. La transmisión tuvo lugar en los  estudios de la BBC que, desde 1922,  se había convertido en la voz radial del imperio británico. Para fines de Los 30, ya muchos hogares ingleses tenían acceso a programas televisivos. ¿Cuáles eran esos programas?



Pues casi todos eran en vivo, había mucho de  “hágalo usted mismo”,  clases de costura, reparación de autos, además de variedades musicales y noticieros. La Segunda Guerra Mundial cerró los estudios televisivos que reabrirían al final del conflicto. La programación era parecida la de la preguerra, pero en 1950 se transmitió la primera adaptación de Mujercitas, iniciando una corriente de dramatizar clásicos literarios que ha sido la característica de las series inglesas.

Sin embargo, no era solo de la BBC que vivía el público inglés. En 1955 se rompía el monopolio con la compañía ITV que producía sus propios programas. Le salió al paso una rival, la ITC . Originalmente iba ser una filial de la iTv , pero se desarrolló como creadora y distribuidora de un tipo de programa en boga en USA, la serie dramática. Sus primeros intentos se abocaron a dramas históricas con Los Bucaneros y Las Aventuras de Robin Hood.

La ITC también trabajaba producciones estadounidenses como Furia que vimos de pequeños y que giraban en torno un hermoso alazán,  propiedad de un joven Peter Graves antes de convertirse en el Mr. Phelps de Misión Imposible. Para darle más guerra a la BBC, la ITV,  crea una especie de telenovela haciendo historia con el debut de Coronation Street (1960), una soap opera británica que tiene el récord de ser el seriado más antiguo del mundo.



En 1960 inicia la primera ola de la tv inglesa que cruzaba océanos y mares y vino a acompañar la Beatlemanía y la primera invasión cultural británica que transformó el universo de la música pop, de la moda,  y de la televisión. Ese año, la ITV sacó al aire El Teatro de Edgard Wallace, otra manifestación de un tipo de unitarios parecidos a los hechos en USA , pero dedicado nada más que a la obra de este novelista de misterio.

El Canal 4 de Valparaíso repuso esta antología a comienzos de Los 70 y mi padre, que gustaba de las novelas de Wallace,  se volvió adicto. De ahí él me dijo dos cosas que siempre he asociado con el producto británico, bueno hasta esta década :”tienen pocos actores, pero son excelentes” y “sus historias son menos superficiales y más complejas que las de los yanquis”. Para entonces yo ya sabía de la verdad de esas aseveraciones puesto que desde la primera semana en que tuve televisión (mayo 1968) habíamos descubierto lo que mi hermano llamaría , un poco irónico, “excelentes series inglesas”. 



El Embrujo de La Señora Peel

Hay veces que doy la impresión en mis remembranzas que fuimos muy consentidos de niños. Aunque si lo tuvimos todo, vale recordar que no tuvimos tele sino hasta yo estar cerca de mi noveno cumpleaños, y mi hermano tener seis años. Lo otro es que, a diferencia de los niños de hoy, teníamos reglas y se cumplían.

Una de esas era que, en días escolares, a las ocho de la noche debíamos estar en cama y con luz apagada. Lo que no había sido una incomodidad se volvió tal al llegar el televisor a nuestras vidas. Los mejores, los más titilantes shows (El Agente de Cipol, Los Invasores) eran a las 9pm. Nos estuvieron vedados hasta las vacaciones de invierno (en julio, y la tele llegó el primero de mayo). El único que se nos permitía era Los Vengadores, en el horario adulto de los viernes.



Una suerte de que nos llegara la televisión en 1968, es que nos perdimos la primera etapa de esta serie icónica. En sus inicios, John Steed (Patrick McKnee) era un subordinado de una agencia de servicios de inteligencia y a partir de 1964 tenia como ayudante a Honor Blackman.  Cathy Gale era una heroína “moderna”(mi madre la llamaría “amachada”), enfundada en un traje de sirena de cuero, dando golpes de karate a lo Jackie Chan.



Eventualmente, Honor Blackman se convirtió en Chica Bond dejando su puesto vacante. Ahí se contrató a una novata llamada Diana Rigg. Aunque tenía poca experiencia de actriz, la futura Reina de Espinos, sabía darse a valer y pronto cambió la imagen de la protagonista y con eso la imagen de la televisión británica.

Diana no quería llenar los zapatos de su antecesora y detestaba el cuero. Los productores dieron carta blanca a John Bates para que diseñase ropa más moderna y sexy para la nueva protagonista. Yendo más allá contrataron a Pierre Cardin para que crease todo un vestuario personal para Emma Peel. El couturier también se encargó de diseñar trajes de corte Savile Row para Patrick McKnee. De pronto, Steed se convirtió en el prototipo del caballero ingles con un buen sastre, sombrero hongo y paraguas.



En una época en que la imagen del hombre británico era melenuda con ropas estrafalarias, John Steed representaba ese dejo de elegancia que siempre se ha asociado con las clases altas del Reino Unido. Lo acompañó el guion con un pasado distinguido, buena familia, educación elite y honrosa carrera en la Real Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial. El ver que Steed conducía un Rolls Royce era la última pista de que trabajar para el gobierno no pagaba mal.



La relación entre Steed y Mrs. Peel era también un gran atractivo de la serie. La Señora Peel (nadie la llamaba Emma) era un espectáculo ambulante de glamour con ajustados pantalones de crimplane dando golpes de karate en una escena y luciendo minivestidos, trajes sastre o imponiendo moda como los Palazzo para la noche, en otra. Tan icónico era su modo de vestir que las tiendas vendían “vestidos Emma Peel”. Aparte de ser ducha en artes marciales, La Señora Peel, era consumada esgrimista y amazona. Daba la impresión de que no había aprendido estos deportes por obligación como su antecesora sino como parte de la educación de una mujer de buena familia.



Mrs. Peel era una dama y también tenía un pasado distinguido. Era viuda de un explorador perdido en las junglas amazónicas lo que le daba un aura trágico-romántica, pero también permiso para que la soñáramos convirtiéndose en Mrs. John Steed. Los guionistas jugaban con una tensión sexual evidente a pesar de que nunca intercambiaron ni un beso. La serie seguía el modelo de James Bond, diálogos ingeniosos y protagonistas irrompibles, glamorosos y flemáticos.

Para desviarse del monótono cuento del espionaje de la Guerra Fría, los guiones comenzaron a explorar otros géneros. Hubo episodios que giraban en torno a científicos locos que creaban robots asesinos (los cibernautas) o Mrs. Peel quedaba atrapada en mansiones embrujadas con cuartos de tortura secretos. Esta novedad hacia más llamativa la serie y capturaba fans en todo el mundo,  llegando a venderse en 91 países.



El problemay Diana Rigg hablaría francamente sobre estola estrella del show ganaba menos que los camarógrafos. Después de infructuosas disputas sobre aumento de salario, Dame Diana abandonó la serie. La partida de Mrs. Peel fue explicada por la resurrección de Peter Peel quien emergió de la tumba para llevarse a su esposa.



El reemplazo, Tara King (Linda Thorson) nunca supo encontrar su espacio. Esta especie de sex kitten carecía de glamur y su actitud de karateca boba solo ayudaba a recordar la diferencia de edad con Steed. Los Vengadores no sobrevivió a la partida de La Señora Peel y cerró sus puertas en 1970, quedando engarzada en la cultura popular como una serie icónica de Los Sesenta.  TV Guide la colocó en el vigésimo puesto de sus 100 series de culto. El soso filme de1997 no pudo ni capturar el glamur del original ni eclipsarlo.




El Santo VS El Barón

Los Vengadores puede ser la serie más recordada de la televisión británica sesentera, pero no fue la única exitosa. En términos de glamur, su rival fue El Santo. Sir Roger Moore había iniciado una prometedora carrera en Hollywood con filmes como El Milagro y Diane. Invirtió el dinero ganado en comprar los derechos de la franquicia de Leslie Charteris sobre Simon Templar, alias el Santo. Las novelas ya habían sido adaptadas al cine y a la radio. Ahora solo faltaba la televisión.



En 1961, el futuro James Bond se acercó a la ITC con su proyecto. Él fue el productor principal, hasta la ropa del personaje salió de su guardarropa. Fue una buena inversión, por siete temporadas, el delincuente justiciero creado por Charteris navegó por las capitales europeas (sin salir de Inglaterra) convirtiendo la serie en una favorita en ambos lados del Atlántico.

Como en Los Vengadores, el ingrediente máximo era el glamur. Simon Templar (a diferencia de como lo retrató Val Kilmer en el filme del 1997) era la quintaesencia de lo que hoy se conoce como posh, sus modales y manera de hablar lo delataban como de buena cuna a pesar de que sus actividades diarias no fuesen ejemplares. Yo he visto a l Santo en dos países e idiomas distintos y aunque siempre sentí aprecio por Sir Roger,  nunca fui devota de este personaje. Por suerte no todos compartían mi sentir y hasta hoy El Santo es una serie de culto.



La ITC quiso volver a jugar esa carta adaptando la serie de novelas de John Creasey sobre un ladrón de joyas reformados que ahora, bajo la identidad de un anticuario, colabora con una agencia de inteligencia británica. Cambiaron un poco la trama. En vez de ser un ladrón inglés, Steve Forrest encarnaba a un tejano, ex “Monument Man”, que ahora recorría el mundo en busca de obras de arte y de situaciones peligrosas que únicamente él podría resolver.

Curiosamente, yo nunca vi The Baron en Chile. Vine a verla en castellano cuando Telemundo la pasó en horario nocturno a comienzos de Los 80. La serie no me atrapó, Steve Forrest no era rival para Sir Roger Moore, ni en Los 60 ni en Los 80. Eso explica que El Barón solo tuvo una temporada en las pantallas inglesas.



Otros Agentes Secretos

Aparte del glamur, estas series habían dejado un esquema de protagonistas encargados de salvar el mundo. El mismo año en que Mrs. Peel se marchaba del brazo de su resucitado marido, la ITC presentaba The Champions, o Los invencibles de Némesis como se llamó en español. Esta serie,  sumamente original, giraba en torno a un trio de agentes de Némesis, una central de inteligencia, filial de la ONU y domiciliada en Ginebra.

Los agentes eran el piloto Craig Stirling (Stuart Damon al que fans de General Hospital conocerían más tarde como el Dr.  Alan Quatermain); el decodificador Richard Barrett (William Gaunt), y la científica Sharon McCready (Alexandra Bastedo). En una misión, estos agentes caían en el Tíbet donde eran rescatados por una civilización perdida que les otorgaba poderes sobrenaturales como fuerza y sentidos mayores que los de otros humanos, más la capacidad de ver el futuro y de comunicarse telepáticamente. Así empoderados, los agentes podían luchar contra todo tipo de villanos cuyas pillerías amenazasen al mundo.

La serie tuvo dos temporadas,  treinta capítulos en total cerrando en 1969. En casa, la vimos completa en 1970. Era un espectáculo familia. Mientras mi madre y yo babeábamos por Stuart Damon (entonces no sabíamos que era judío) , mi padre y hermano admiraban a la Bastedo. Todavía me parece extraño que haya durado tan poco una serie que capturó la imaginación popular.



Tanto que en el 2021 Don Memo del Toro habló de resucitarla. En el 2021 se convirtió en un proyecto para Ben Stiller con Cate Blanchett en el rol de la Dra. Mcready. Por suerte fue olvidado. Blanchett es una gran actriz, pero carece de la juventud y looks de La Bastedo, considerada uno de los rostros más bellos del cine británico.

En Los 60, la televisión inglesa estaba en un periodo de experimentación constante, y eso se aplicaba al género de espionaje con la fascinante The Prisoner. Como El Santo,  el Prisionero fue producto de su visionaria estrella. Patrick McGooghan escribió, dirigió y produjo esta combinación de fantasía y espionaje, además de protagonizarla. El protagonista, sin nombre y  conocido solo por un número, es un agente del servicio secreto británico que un día despierta inexplicablemente en un castillo medieval. Cuando logra salir de esa fortaleza,  se haya prisionero en una pintoresca villa de pescadores donde todos son muy felices hasta el momento en que intentan abandonar el pueblo, ahí son eliminados instantáneamente.



Por los próximos quince episodios 6 intenta descubrir quienes manejan el pueblo, a la vez que trata de escapar. La angustia y claustrofobia del argumento contrastan con la belleza del paraje gales donde la serie fue filmada. The Prisoner recuerda a El Castillo de Kafka y,  como esa novela,  tuvo innumerables fans. McGooghan se había comprometido con la iTC de hacer unos sesenta episodios. Se cansó y cortó la serie en el episodio 16, sin darle una conclusión adecuada. El fandom rugió de ira. Años más adelante, McGooghan diría que tuvo que esconderse,  temeroso de que lo fuesen a linchar.



Había que hacer algo para apaciguar a ese público enardecido. A partir de 1969 se comenzaron a publicar nuevas aventuras de Número 6 en formato de libros y tira cómicas. Se le ha homenajeado de diversas maneras: un tema de Iron Maiden, un comercial de Renault, y hasta un episodio de los Simpson en la que el mismo McGooghan prestó su voz. En este siglo, se han hecho juegos de rol y de consola basados en la serie.

Desde el 2012, que se celebra un “Festival de El Prisionero” en Inglaterra y en el 2009 la AMC creó una desafortunada versión con Jim Caviezel que no fue a ninguna parte. Mas suerte han tenido  libros y documentales sobre el significado en la cultura popular del Prisionero. Por otro lado, hace una década que Christopher Nolan y Sir Ridley Scott se pelean el derecho de llevar al cine las aventuras del Número 6

No se Olvidaron de los Peques

Los experimentos de la televisión inglesa no iban todos dirigidos a los adultos. Para el público menudo llegaron las creaciones de Gerry y Silvia Anderson. Este matrimonio formo su propia compañía para crear un tipo de títeres conocidos como Supermariothon, en castizo “super marionetas”, que junto con efectos especiales y maquetas formaban parte de historias  de ciencia ficción como Stingray, una especie de Viaje al Fondo del Mar con muñequitos en vez de actores.  También Capitán Escarlata, una distopia donde el héroe del título debía luchar contra los Mystertons una raza de marcianos que quería dominar la tierra.



El más famoso de esos programas era Los Thunderbirds (Guardianes del Espacio en el mundo hispanoparlante). Esta era la historia del industrialista Jeff Tracy que,  junto a sus hijos,  forma el grupo Rescate, una organización dedicada a salvar a la humanidad. Aunque a mí me parecían risibles esas marionetas, a mi hermanito le encantaban esos programas con sus visiones futuristas y coleccionaba los libros y muñequitos de la franquicia.



Un Doctor Misterioso

La ciencia ficción no estaba relegada a los más pequeños de la familia. En 1963, conocimos una maquina del tiempo llamada Tardis. En blanco y negro y con efectos especiales de papel mache y rocas de cartón, hacia su entrada un viejito medio ermitaño en la escena londinense.



Barbara e Ian son maestros en Coal Hill, una escuela secundaria de Londres. Ambos están preocupados por su alumna, la huraña, pero superdotada Susan. Sabiendo que es huérfana y que vive con el abuelo, deciden visitarlo, pero Susan insiste que su abuelo no gusta de los extraños. Barbara la sigue y la ve desaparecer en un deposito. La próxima vez, Ian acompaña a Barbara. Entran en el depósito y se encuentran con una cabina telefónica para llamar a la policía que normalmente estaría en la vía pública.

Aparece el abuelo. Los maestros escuchan la voz de Susan desde la cabina, irrumpen en ella y encuentran el interior de una nave espacial. El anciano se presenta como Dr. Misterio (Dr. Who), él y su nieta vienen de otro planeta. Los maestros han descubierto su secreto y no se los puede dejar ir.  Hace despegar la nave. Viajan en el tiempo hasta encontrarse en la prehistoria. En los próximos episodios logran salir de ese poco acogedor espacio y viajar al futuro donde se enfrentan con la misteriosa civilización de Los Dalek.



Ahí la dejamos de ver. No solo era aburrida, los Dalek parecían aspiradoras robots, los cavernícolas andaban como envueltos en abrigos de pieles. Nuestros ojos, acostumbrados a series más sofisticadas de ciencia ficción (Viaje a las Estrellas, Perdidos en el Espacio, El Túnel del Tiempo) y más entretenidas,  nos la hicieron prescindible. Sin embargo, conozco fans que han sido Whovians desde esa era rupestre.



La Policía Londinense

Hoy día,  la televisión inglesa se especializa en dramas policiales y misterios detectivescos. Los 60 no fueron una excepción. En su afán de imitar las series americanas que daban rostro humano a los representantes de la ley, la tv serializó un filme de los 50, Gideon de Scotland Yard. John Gregson, otro de los rostros de la Rank que encontraría nicho en la TV, encarnaba al Inspector Gideon, un hombre de familia, pero también un excelente policía. Aunque yo no era dada ese tipo de drama, me volví adicta esta serie que el canal 4 de Valparaíso repuso los miércoles de 1971. Tal vez por el ayudante de Gideon, David Keen (Reginald Jessup), que por algo era apodado “Gorgeous”.



A fines de esa década llegó otra de mis favoritas que TVN puso en pantalla en 1973. Randall and Hopkirk (Deceased) giraba en torno a una firma de detectives en Londres contemporáneo. La novedad es que Hopkirks había muerto, aparentemente en un accidente. En realidad, lo habían asesinado y su espíritu había regresado a la tierra enfrentar a su asesino. Entretanto asistía a su ex socio en sus casos y vigilaba a su viuda a quien temía también quisiesen asesinar.

La diferencia de personalidades entre el ordenado espectro y su desorganizado y bohemio socio,  más el hecho de que solo Randall podía ver al fantasma provocaban situaciones jocosas que alivianaban la tensión de los casos investigados. Aunque hoy esta premisa ha sido usada para muchas series (Recuerdo la argentina Casado con un fantasma de Los 90), entonces era sumamente original en una trama de misterio. Tanto así que ahora me entero de que hicieron otra versión de Mi socio es un fantasma (como se llamó en castellano) que,  a juzgar por lo poco que sabemos de ella, no debe haber sido muy buena.



Otra contribución de la BBC de entonces fueron los programas humorísticos. Desde 1955 que Benny Hill andaba de canal en canal haciendo reír, tarea que cumpliría hasta su muerte en 1985 y en 1969, los ingleses, y pronto el mundo,  conocerían a los grandes comediantes de Monty Python que llegarían en su primer envoltorio, Flying Circus.

Sin embargo, la gran contribución a la televisión universal de la BBC serian sus adaptaciones literarias que, de humildes programas semanales, pasarían al terreno épico, comenzando en 1967 con la extraordinaria Forsyte Saga de la que haré una entrada separada

 

 

 

 

jueves, 24 de octubre de 2024

El Héroe Contrarrevolucionario: Pimpinela Escarlata

 


Elegí de toda la ficción sobre la Revolución Francesa esta, que hoy llamaríamos, franquicia de la Baronesa Orczy, por ser una de las obras más populares sobre el tema y que ha trascendido la literatura popular para pasar al cine y la televisión. Aparte de crear tropos literarios, es un fiel retrato del Terror y de sus fallas.

La Baronesa-Escritora

Emma “Emmuska” Orczy nació en el imperio Austro-húngaro. Su padre el Barón Orczy era un patrón de la música clásica, su madre pertenecía la antigua nobleza magyar. Los Orczy eran millonarios, dueños de tierras y fábricas, pero las violentas revueltas que azotaron Hungría durante el Siglo XIX, hicieron que la familia se exiliase primero en Bruselas y luego en Paris, donde Emmuska estudió música.

                                                  Emmuska cuando nina

Finalmente, la familia se instaló en Inglaterra, La joven baronesa estudió arte y en una escuela de pintura conoció a Henry Montague Barstow con quien se casaría en 1897. Aunque fue un matrimonio feliz, en sus inicios les faltaba el dinero. Para ayudar a mantener su casa y a su hijito John Montague,  Emmuska comenzó a trabajar como ilustradora y editora para pasar a escribir cuentos cortos que publicaba en revistas. Eligió un género poco común para una mujer, el relato de misterio. De hecho, en 1910, la Baronesa Orczy crearía a la primera mujer detective de ficción con “Lady Molly of Scotland Yard”.



En 1905, se les ocurrió a Emmuska y a su esposo dramatizar un cuento de ella para ponerlo en escena. Esta pieza sería el inicio de una franquicia que gira sobre él enigmático Pimpinela Escarlata, un inglés que se dedica a rescatar aristócratas condenados a la guillotina. La obra fue un exitazo y estuvo cuatro años en cartelera.

Fue entonces que la Baronesa concibió la idea de extender el cuento y convertirlo en una serie de novelas que alcanzarían, con la llegada del cine, el nivel de franquicia. Para crear a Sir Percy Blakeney, Emmuska se inspiró en El Caballero de la Casa Roja―un personaje real― quien también enviaba mensajes secretos a María Antonieta escondidos en una flor, y en convencionalismos de otras obras sobre la Revolución.

La Baronesa Orczy era una mujer conservadora que creía en un sistema monárquico, militarista e imperialista. El advenimiento de la Unión Soviética la haría intensamente anticomunista. La saga de Pimpinela Escarlata,  escrita entre 1905 y 1940, refleja los valores de la autora, su rechazo por la Revolución y por quienes la sirven.



Nace el Héroe de Dos Caras

Su protagonista, Sir Percy, es un aristócrata, cercano al Príncipe de Gales. Su círculo de ayudantes incluye nobles ingleses que no solo rescatan a sus congéneres franceses,  también, en El Dorado,  intentan salvar al pequeño Delfín. En suma, desprecian la República, creen en monarquías parlamentarias, y consideran a los revolucionarios una turba de individuos violentos y sanguinarios.

La Baronesa escribiría más aventuras de Sir Percy y también de sus seguidores en la liga de rescatistas. Llegó incluso a escribir precuelas sobre un antepasado de Sir Percy que también sería héroe justiciero en días de Cromwell.  





Gran parte del éxito de los libros tenía que ver con algo que era novedad entonces: el héroe con doble identidad. Por primera vez el público se encontraba ante un individuo débil, fatuo,  frívolo, casi afeminado y más preocupado de su vestuario que de las realidades del mundo. Solo el lector sabía que esa personalidad era una máscara para esconder al arriesgado y justiciero salvador de vidas.

Sin Pimpinela Escarlata no existirían los héroes de comic como Clark Kent, Bruce Wayne y Peter Parker cuyas naturalezas grises e inocuas desaparecen una vez que se ponen la capa y máscara de Superman, Batman y El Hombre Araña. Quien es definitivamente un emulo de Sir Percy es Don Diego de La Vega, alias El Zorro. Fue esta fórmula la que convertiría a Emmuska en millonaria. Se compró una villa en Mónaco donde pasó la Segunda Guerra Mundial y donde murió su esposo.



Leslie Howard: Pimpinela en Pantalla

Antes de su fallecimiento, La Baronesa alcanzó a ver a su héroe navegar por la pantalla de plata. Las primeras adaptaciones de Pimpinela Escarlata fueron en el cine silente, pero la más recordada y reconocida es la de 1934. Es un producto de los Korda, y Alexander Korda lo usó como vehículo para resaltar la belleza eurasiana de su protegida (más adelante, esposa) Merle Oberon en el rol de Lady Marguerite Blakeney.



El rol principal recayó en Leslie Howard quien ya se había hecho de un nombre en el cine de Hollywood. La producción es majestuosa, típica de Los Korda. No se había implantado todavía el cine a colores, pero aun en blanco y negro se nota que es una producción de lujo. Muchas tomas de exteriores y de edificios reales, interiores amplios, de techos altos, mobiliario elegante y vestuario adecuado.

El problema es la dirección que todavía debe mucho al cine mudo. Tiene diálogos y posturas estáticas, exceso de close ups, y es un poco lenta. Comenzamos con unos ejercicios militares en el patio de un palacio. Algo innecesario, de ahí vemos que son observados por el Príncipe de Gales quien comenta con un amigo la terrible situación de Francia donde están guillotinando a todo el mundo. Se lamenta que Inglaterra no puede hacer nada por ayudarlos, para luego pasar al tema del misterioso Pimpinela Escarlata que si anda rescatando nobles (los “aristos”) encarcelados. Solo se sabe de este héroe que es inglés y de noble cuna.



Pasamos a Francia, una vieja detiene su carretela ante una banda de sans-culottes. Cuando intentan ver que lleva en el vehículo, la vieja les alerta de que lleva apestados. Los soldados se retiran. Más adelante, en el camino, la vieja se quita la peluca. Es Sir Percy, los apestados son la Condesa de Fontenay y su hija y los soldados que llegan son La Liga del Pimpinela Escarlata. Así nos presentan al héroe.

Ya en Inglaterra vemos a Sir Percy jugar a ser el bufón de la corte, mostrarse displicente con el pintor Romney,  y tratar con burlona indiferencia a su esposa. Recién me enteré que el futuro Ashley Wilkes y la futura Lady Korda fueron amantes durante el rodaje de esta película, eso se manifiesta en la química, aun cuando distanciados, que emiten los protagonistas.



De Francia, llega a Londres, Armand de St. Just, hermano de Marguerite. Se sorprende al ver que la pareja no se lleva bien. A solas, su cuñado le explica las razones. No ha dejado de amar a Marguerite, pero el día de su boda descubrió que ella delató al Marqués de St. Cyr. Cuando la enfrentó, Lady Blakeney aceptó su culpa, pero no ofreció motivos para explicar por qué envió a toda La Familia St. Cyr a la guillotina.

Armand se marcha de regreso a París, pero de allá llega otro invitado. Chauvelin (Raymond Massey) es un miembro del Comité de Salud Pública, él fue quien arrestó a Los St. Cyr y considera a Marguerite su cómplice. Robespierre lo ha nombrado agregado de la embajada francesa en Londres. La idea es que Chauvelin se infiltre en la alta sociedad inglesa y descubra la identidad del elusivo Pimpinela.

Antes de partir, Chauvelin hace arrestar a Armand. En Londres se presenta ante Marguerite y le exige que lo ayude a encontrar a Pimpinela a menos que quiera que su hermano pierda la cabeza. La desesperada Marguerite recurre a su marido y le cuenta su verdadera historia.



  Cuando era joven tuvo un romance con el hijo de St. Cyr. Para separarlos, el Marqués la envió a una prisión para prostitutas. Años después, ya llegada la Revolución y convertida en actriz, Marguerite descubrió un complot entre St. Cyr y el Barón de Batz, un diplomático austriaco, para rescatar a la Familia Real. Sé lo hizo saber a Chauvelin sin imaginarse que toda la familia St. Cyr seria ejecutada. Aunque Percy comprende a su esposa, le dice que no puede hacer nada por ella. El rescate de Armand queda en manos de Pimpinela Escarlata. Si quieren saber el resto, esta con subtítulos en castellano en MAX.

Leslie Howard: Pimpinela en la Vida Real

El éxito de esta versión traería otros filmes ingleses basados en la singular creación de la Baronesa Orczy, tristemente ninguno tuvo mucho arrastre en taquilla. Diferente fue el caso de Pimpernel Smith que Leslie Howard, produjo y dirigió y protagonizó en 1941. Con mucha cautela para que Emmuska (entonces atrapada en Mónaco) no los demandase, la trama sabe utilizar la imagen de Pimpinela Escarlata, para construir la personalidad del Profesor Smith, un tímido y despistado arqueólogo que a la cabeza de un equipo de alumnos viaja al Tercer Reich en vísperas de la invasión de Polonia.

El propósito es una investigación para explicar por qué Alemania es la cuna de la raza aria. Con ese propósito, los nazis dan amplia libertad a Smith y sus estudiantes sin sospechar que son un grupo de rescatistas que vienen a liberar prisioneros políticos de campos de concentración.



Este filme encantó a la audiencia británica y revivió el interés en este tipo de héroe justiciero. Fue uno de los favoritos de Winston Churchill y creó un aura alrededor de Leslie Howard y sus alter egos llegando a considerársele como la mejor arma de la propaganda Britania. Se cree que fue la razón por la que la Luftwaffe derribó el avión del actor sobre el Golfo de Vizcaya,  provocando su muerte.



Pimpinela Escarlata: Inspiración de Rescatistas

Es que la idea de un héroe que salva víctimas de regímenes totalitarios estaba impulsando a muchos “pimpinelas” en ese tiempo. Ya durante la Guerra Civil se conoció como “The Spanish Pimpernel” al Capitán Edwin Christopher Lance, encargado de la Embajada Británica en Madrid que socorrió y rescató a cientos de personas en peligro de ser ejecutadas por el gobierno de la Republica.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Reverendo Donald Caskie que desde la Francia de Vichy propició la huida de miles de aviadores, soldados y marinos aliados fue llamado “The Tartan Pimpernel”. Al heroico Varian Fry (olvídense de las inmundas calumnias de Netflix en su Trasatlantic) que rescató artistas y escritores de los nazis se le apodó El Pimpinela Americano.

A Monseñor Hugh O ‘Flaherty, otro rescatista que echaba mano de disfraces para socorrer, desde el Vaticano, a prisioneros Aliados, judíos y resistentes en la Roma ocupada por los Nazis se le conoció como “El Pimpinela del Vaticano”. La historia más interesante se refiere a Pimpinela Smith que fue prohibida en Suecia por temor a ofender a los Nazis. Aun así, La Familia Real sueca ofreció una presentación privada para amistades selectas. Entre ellas se contaba a un joven hombre de negocios, un poco playboy.

                    Gregory Peck como Monseñor O'Flaherty disfrazado de soldado alemán 

Tanto impresionó el filme a Raoul Wallenberg que decidió que él debía imitar al personaje de Leslie Howard. En 1944, logró su sueño, cuando Suecia lo envió a Hungría, acabada de ser invadida por los alemanes, en un cargo diplomático. De esa manera, Wallenberg sería un Pimpinela en Budapest rescatando cientos de judíos.

Pimpinela en la Televisión

Aun acabada la guerra, la obra de la Baronesa Orczy seguía siendo parte del mundo del entretenimiento. David Niven daría vida a Sir Percy en The Elusive Pimpernel (1948),  la última vez que el cine se interesase en el héroe. Ahora importaba su existencia en el universo televisivo. Dos veces se dramatizaron las aventuras de Pimpinela Escarlata en la pantalla chica británica y a fines de los 50, la ITV convirtió a Sir Percy en el protagonista de su propia serie. Lo mismo haría la televisión noruega en Los 60, pero para los Baby Boomers el mejor encuentro con el Pimpinela Escarlata fue el telefilme de 1982,  tan largo que califica como miniserie limitada.



Clive Donner, uno de los miembros de la New Wave británica, dirigiría estupendamente este relato de capa y espada (SPOILER hay un duelo de esgrima al final que sigue siendo icónico). Para encarnar a Sir Percy/Pimpinela se trajo a quien estaba arrasando en la televisión británica. Desde su aparición,  en smoking vomitando la ventana de Jeremy Irons en la célebre Brideshead Revisited, que Anthony Andrews había causado un impacto en la pantalla chica.

Después de haber interpretado a Sir Wilfred de Ivanhoe ese mismo año, Andrews estaba en su punto para dar vida a otro héroe literario. Para su pareja se escogió a Jane Seymour, ya en camino de convertirse en la Reina de la Miniseries. Curiosamente, el año anterior, Jane había ganado un Globo de Oro por su trabajo en Al Este del Edén y Tony uno por su interpretación de Sebastián Flyte en Brideshead Revisited. Fue una super buena elección. La química entre ambos continuaría hasta 1988 cuando volvieron a ser pareja protagónica, él cómo el Príncipe de Gales y ella como Mrs. Simpson,  The Woman He Loved.



Otro acierto fue el modo en que el actor fabricó su personaje. No le dio la elegante languidez de Lord Sebastian, pero si el sarcasmo bullente y los modales exagerados de su amigo Anthony Blanche La serie tuvo también el buen ojo de comenzarla antes del matrimonio de Percy, lo que la hizo más interesante. En un viaje al Paris que todavía no ha decapitado a su rey, Sir Percy rescata al joven Armand de St. Just a quien apalean los esbirros del Marqués de St. Cyr.



En agradecimiento, Armand presenta a Sir Percy con su hermana Marguerite de St. Just, la actriz más famosa de la Comedie Franҫaise. Marguerite está en amores con Chauvelin (Sir Ian McKellen, divertido ver a Gandalf hacer de villano), un miembro de la policía y cercano a Robespierre. En el salón de Marguerite se reúnen personas de todo tipo incluyendo el Barón de Batz, un diplomático austriaco. La actriz intercepta una carta del Marqués de St. Cyr al Barón y descubre una conspiración para rescatar al pequeño Delfín que es prisionero del siniestro zapatero Simón.

Marguerite muestra la carta a su amante, pero le pide que no haga nada ya que sabe el castigo que espera a todos los St. Cyr.  Chauvelin rompe su promesa al saber que la actriz prefiere la compañía del petimetre ingles antes que la suya. Sir Percy, que ha venido a Francia a rescatar a “aristos” , aprovecha su cortejo para cumplir su misión. Aunque utiliza a Marguerite, se enamora de ella y le pide matrimonio, pero el mismo día de su boda descubre que la nueva Lady Blakeney ha sido culpable del ajusticiamiento de toda la Familia St. Cyr.



La pobre Marguerite, no entiende el cambio de su marido que desde la luna de miel es frio y sarcástico al tratarla. En Francia, Armand consigue empleo con el Comité de Salud Pública donde labora su ex cuñado Chauvelin. Se desata el Reino del Terror. Armand comienza a desilusionarse con sus ideales. Robespierre (que por alguna razón anda sin peluca) exige de Chauvelin que atrape a Pimpinela Escarlata que sigue haciendo de las suyas.

Chauvelin arresta a Armand, parte a Inglaterra y chantajea a Marguerite. La serie sigue las pautas del libro, Marguerite y Chauvelin llegan a la misma conclusión: Percy es Pimpinela. Chauvelin parte a Francia a arrestarlo y Marguerite lo sigue para salvar el marido. La razón por la cual el filme es tan largo es porque juntaron dos relatos de la colección. A partir de la llegada de Los Blakeney a suelo galo, se involucran en un plan para rescatar al Delfín. Este plan es la trama de Eldorado, otro relato de la serie de Pimpinela Escarlata.



¿Por Qué esta Miniserie fue un Fracaso?

Para muchos fans de la franquicia este telefilme sería el cierre de las adaptaciones de la obra de La Baronesa Orczy, pero en 1999 a la BBC se le ocurrió versionarla en formato de serie y no les fue bien. Estoy viéndola ahora en Tubi y no la encuentro tan terrible, a pesar de que su elenco no es tan llamativo como en las anteriores.

A mí me gusta mucho Richard E. Grant, pero en roles cómicos y de villano. A pesar de que destila un exquisito sarcasmo y sabe manejar sus escenas de acción, no es la imagen que los lectores tenían del gallardo rescatista. Elizabeth Mc Govern se ve un poco vieja y no tan glamorosa como otras actrices que encarnaron a Marguerite St. Just. A lo mejor por eso no apareció en la segunda temporada. Quien está soberbio es Martin Shaw como Chauvelin. El futuro Inspector George  Gently es mi Chauvelin favorito.



Hecha en los albores de un nuevo milenio, la serie sufre de la oscuridad brumosa que afligirá al period piece del Siglo XXI. Sin embargo, la serie presenta algunas novedades provechosas. Una es que inicia con el motivo por el que Los St. Just odian a Los St. Cyr y que data de la muerte de sus padres. Otra es la inclusión de una interesante villanita interpretada por Emilia Fox. Por último, nos dan un espectáculo de la sociedad durante El Terror.



Yo creo que debe existir, aunque aún no la haya encontrado, algún tratado sobre la vida social en el Paris Revolucionario. Sé por ejemplo que había un tipo de tribu urbana de adolescentes , hijos de personas guillotinadas,  que al vivir en la orfandad se juntaron y crearon una especie de contracultura. Una de sus costumbres era unas soirees “de luto”  tipo “Bailes del fin del mundo” del1999, en los que se bailaba (y me imagino harían otras cosas) desenfrenadamente para no pensar en el mañana.

Esta serie nos muestra uno, al igual que las modas. Las chicas de estos grupos estilaban lazos alrededor del cuello de terciopelo negro indicando el lugar donde caería la cuchilla de la máquina del D. Guillotin. Minette (Emilia Fox) luce un peinado a la victime. Un corte de cabello que simulaba al que el verdugo imponía a las mujeres que iban a ser guillotinadas.

                                 Peinado "a la víctima"

Una lástima que la serie no fuese un éxito, pero aparte de los protagonistas creo que el otro problema fue que el tema puede haber incomodado a la progresía del Tercer Milenio. Últimamente, Pimpinela Escarlata,  sigue gustando en sociedades tradicionales como el Japón donde el 2016 se la ha convertido en  musical o medios tradicionales como la radio donde James Purefoy (en 2017) prestó su voz para una versión radiofónica de la saga de La Baronesa  Orczy.

La pregunta persiste: ¿ una obra tan famosa y exitosa puede ser adaptada de acuerdo a las sensibilidades modernas? ¿Quisieran ver una nueva versión de Scarlet Pimpernel en pantalla?

 



lunes, 21 de octubre de 2024

¿Quiénes son los verdaderos villanos? La Revolución Francesa en la Cultura Popular

 


Aún hoy, una época en que la historia es olvidada, se recuerda La Revolución Francesa como un momento épico que aportó grandes beneficios a la humanidad. ¿Entonces qué motiva a la ficción a describirla siempre como un momento caótico, donde la justicia es impartida por revolucionarios sedientos de sangre y cobra la vida de inocentes? Así es como aparece en las tres obras icónicas sobre el periodo: A Tale of Two Cities de Charles Dickens, la pieza teatral Las Dos Huerfanitas y The Scarlet Pimpernel de La Baronesa Orczy.

Francia Dieciochesca

Para entender esta visión confusa de la Revolución y sus méritos, hay que saber qué fue y que la provocó.  En la imaginación popular existe esa idea de un país oscurantista, dominado por un rey tirano y una reina que despilfarraba el dinero de los pobres, dividido en un París lleno de mendigos hambrientos, y una zona rural donde el campesinado era esclavizado por la nobleza feudal. Algo de eso hay.

Luis XVI era un rey absolutista, pero de buen corazón y ansioso de reformas que coartaban el tremendo poder del Primer y el Segundo Estado compuestos por una nobleza billonaria y el alto clero, igualmente millonario. Ambos poderes eran también los mayores latifundistas del país,  los campesinos estaban sometidos a un sistema (la corvee) que los convertía en siervos de los poderosos, pero no todo era blanco y negro.



María Antonieta era manirrota, pero lo que arruinó a Francia fue la ayuda diplomática y material que se le dio a Estados Unidos para nacer como nación. Lo que provocó rebeliones en las zonas rurales y protestas en París fueron un par de años de pésimas cosechas debido a fenómenos climáticos provocados por las erupciones de un volcán islandés.

No todos los nobles eran corruptos, opresores y hambreadores del pueblo. Muchos aristócratas apoyaron La Revolución como el Conde de Mirbeau, el Marqués de Lafayette y hasta príncipes como el Duque de Orleans, primo del rey, que de tan revolucionario que era mereció el apodo de Philippe-Egalitė (Felipe-Igualdad).

                                       El Marqués de Lafayette

En 1789, vísperas de la Revolución, Francia era el país más poblado, más rico y con la gente más instruida de Europa. Es cierto que la desigualdad social era inmensa, pero había menos analfabetismo y más gente interesada en leer y escuchar nuevas ideas. El Siglo de Las Luces recibió ese nombre porque lo iluminaron los franceses con sus enciclopedistas como Voltaire, Rousseau y Diderot que desafiaban las reglas caducas del Ancien Regime como la idea de que el Rey era un enviado divino.

En Paris había cien periódicos. El auge del periodismo lo convertiría en una lucrativa profesión cuyos miembros formarían parte de una nueva clase social, la profesional compuesta por abogados, médicos, e ingenieros. A ellos se les agregaría otra clase que hoy llamaríamos alta burguesía compuesta por banqueros, dueños de fábricas y comerciantes que traficaban con los productos de un imperio que en ese entonces comprendía islas del Caribe y regiones de África y de la India.

De los Estados Generales a la República

Todos estos hombres, dotados de erudición, dinero y ambición, ven con malos ojos que las riendas del poder las lleven la aristocracia y el alto clero. Ellos también desean tener voz y voto en lo que ocurre en el país. Aunémosles a ellos, los oficiales y soldados que pelearon en el ejército de Washington y que regresan a Francia llenos de ideas republicanas. Todos ellos apoyarían y hasta fomentarían protestas en contra del gobierno, obligando a Luis XVI a convocar los Estados Generales, algo que no se había hecho en un siglo.

                                     Los Estados Generales de 1789

A pesar de que se permite la entrada de delegados del Tercer Estado, o sea la nueva burguesía, esta asamblea es un fracaso. El Tercer Estado se retira indignado ya que no se aprueban ninguna de sus demandas. Sus miembros conforman la más equitativa Asamblea Nacional. De ahí saldrán, en los próximos meses, varios puntos útiles e innovadores de esta primera etapa revolucionaria. Se redacta la Declaración de los Derechos del Hombre (con varios aspectos que imitaban la constitución estadounidense), se declara el sufragio universal,  y Luis XVI tiene que aceptar que Francia se convierta en una monarquía constitucional como Inglaterra.

No es suficiente, las facciones rebeldes están divididas. Hay grupos que creen que se puede reformar a Francia sin deshacerse del rey. Esos grupos forman la facción de los Girondinos. Otro grupo de sediciosos, más amigo de la violencia, quiere derrocar la monarquía y establecer un tipo de republica donde se pasará por cuchillo a todo opositor. Estos se llamarán Jacobinos. Son ellos quienes soliviantarán los ánimos de un pueblo hambriento suscitando levantamientos ―no tan espontáneos―como la Toma de La Bastilla y la Marcha de Mujeres a Versalles que obligará a la Familia Real a dejar su refugio y regresar a París.

                                    La Toma de la Bastilla

En el campo están teniendo lugar alzamientos rurales e incluso violencia en contra de los señores feudales. Muchos miembros del Ancien Regime se marchan al extranjero, entre ellos los hermanos del rey que lo sucederán en el trono en el siglo que se avecina. Otro grupo maltratado, a pesar de que muchos sacerdotes se unieron a la Revolución, es el clero. Se le quitan sus posesiones y derechos, se prohíbe la ordenación de nuevos religiosos, se exige un juramento de lealtad hacia el nuevo gobierno. Muchos se rehúsan conscientes de que los revolucionarios quieren acabar no solo con el Segundo Estado sino también con la religión en Francia.

El Papa condena la Revolución, sus feligreses franceses provocan alzamientos revolucionarios (en 1790) en ciudades provenzales como Toulon, Aviñón y Nimes. El gobierno revolucionario, que ya no hace caso al rey, busca afianzar su poder. Se descalifica al ejército interior parisino (comandado por Lafayette) y se lo reemplaza por una milicia de gente del pueblo que se apodan los sans-culotte, llamados así porque visten pantalones, en vez de los culottes hasta la rodilla usados por la nobleza.

                                   Sans-Culottes

En el extranjero, la nobleza emigrada comienza a conspirar contra el nuevo gobierno. El Conde de Artois (futuro Carlos X), hermano del rey, en la Corte de los Habsburgo no cesa de recordarle al emperador Leopoldo del peligro que corre su cuñada (hermana del emperador) María Antonieta. Para fines de 1790, el mismo Luis XVI envía misivas secretas a su primo Carlos IV de España y a Federico, El Grande, de Prusia solicitando ayuda.

Los Capeto Decapitados

La situación de la Familia Real empeora cuando fracasa su intento de fuga en la famosa       “ Noche de Varennes” (La Nuit de Varennes). Austria y Prusia hacen una alianza y se lanzan en contra de Francia. Dentro de la nación gala hay importantes alzamientos en Bretaña (La Chuanería) y Vendée.

Se registran las habitaciones del rey en Las Tullerías y se encuentran muestras de correspondencia insidiosa. Luis, su esposa, sus hijos y su hermana, Madame Elizabeth, son llevados a la prisión del Temple donde vivirán en condiciones miserables y vejatorias. Se declara la república. En 1792, Luis es enjuiciado y guillotinado. Es el comienzo del Terror.

                                  Ejecución de Luis XVI




María Antonieta es sujeta a torturas mentales. La peor es que le arrebatan a su hijito de ocho años. El Delfín es entregado a manos de un maleante revolucionario, el zapatero Simón. El zapatero tiene ordenes de” reeducar” al pequeño Luis, de quitarle sus ínfulas reales y de convertirlo en un verdadero revolucionario. Para eso Simón golpea al niño, lo obliga a beber alcohol, a decir groserías, a insultar a sus padres y a otros abusos tan espeluznantes que no me atrevo a describir.



María Antonieta también es llevada a juicio, se la acusa de pecados reales (conspirar con otros reyes) y otros absurdos. El clímax llega cuando se presenta en la corte una carta escrita por el pequeño Delfín que ahora firma “Luis Capeto”. En ella el niño acusa a su madre de haberlo obligado a participar en juegos sexuales. Indignada, la reina invoca ayuda de” las madres de Francia” para que no crean en esa infamia.

Convencidas por la sincera reacción de la acusada, las mujeres presentes abuchean esa evidencia y se retiran los cargos de incesto. Es el único triunfo de la autre-chienne quien será guillotinada, pronto la sigue su cuñada, el pequeño Delfín morirá en prisión, la única sobreviviente es la adolescente María Teresa.

                           Juicio de Maria Antonieta

El Reinado de Madame Guillotine

Antes de hablar del curso sanguinario que tomará La Revolución a partir de declarada una república, es necesario ver si realmente se establecieron los principios de libertad e igualdad, ya que obviamente no habría fraternidad. Se establece un sufragio ni tan universal. Se permite que voten los protestantes, pero le tomará tiempo declarar a los judíos “ciudadanos”.

La Revolución Francesa no hizo nada por los derechos de la mujer. Quien más luchó por ellos fue la actriz girondina, Olympe de Gouges, que perdería la cabeza por su militancia. Aunque se abolió la esclavitud en Francia siguió existiendo en sus posesiones de América provocando alzamientos de esclavos y gente mixta en Martinica y en Haití que fueron reprimidos brutalmente.



Estamos entonces en la etapa del Terror, nombre que le aplican los mismos revolucionarios. La guillotina no solo corta cabezas de la realeza, elimina cuanto aristócrata pilla aun quienes han apoyado la Revolución, incluyendo a Philippe Egalitė quien había votado por la muerte de su primo, el rey.  Lafayette, quien estaba luchando en la frontera contra los enemigos de Francia, cae en desgracia, y es quemado en efigie en París. Logra huir a Viena donde es arrestado por haber apoyado a la Revolución.

Pronto rodarán las cabezas de los girondinos, aun las de gente importante como el poeta André Chenier y Antoine de Lavoisier, el mejor químico de su época. En este baño de sangre ocurrirá lo inevitable, la Revolución comienza a devorar a sus propios hijos. Al cadalso subirán, entre otros, Danton, Hebert, Camille Desmoulins y Lucie, su esposa.

                                 Lavoisier y su esposa. Retrato de Ingres

Robespierre se convierte en un tirano absolutista. Francia se vuelve un estado policial con la creación del siniestro Comité de Salud Pública.  A las muertes de inocentes se unirán extrañas manifestaciones del poder revolucionario, tales como cambiar el calendario y desterrar a D-s y a la religión del suelo francés. Robespierre reemplaza la iglesia con el culto del Ser Supremo que por suerte no prospera.

Al menos la guillotina promete una “muerte limpia”. Hay masacres en las que los asesinatos de prisioneros en cárceles, conventos y hasta manicomios, son acompañados de torturas y violaciones. Los peores desmanes ocurren contra los contrarrevolucionarios. En Nantes, el macabro sentido del humor del jacobino Jean Baptiste Carriere lo lleva a inventar una forma grotesca de ejecución que llamará la “Bañera Nacional” y que consiste en ahogar a cientos de personas de todos los sexos y edades, clérigos, monjas, madres con sus hijos y hasta bebés en el Loira.

                        Las masacres de Nantes

Finalmente, el mismo gobierno se harta de tanto baño de sangre y guillotina a Robespierre. Su tiranía es reemplazada brevemente por el Directorio, menos sanguinario, pero muy corrupto. Lo derribará un joven general corso que se ha destacado en el campo de batalla. Napoleón reinstaurará la monarquía, ahora llamada Imperio y a él lo reemplazarán los hermanos del rey guillotinado. Lo Borbones serán desterrados en 1830 y reemplazados por Luis-Felipe de Orleans, hijo de Philippe Egalitė, quien a su vez será reemplazado en 1848 por Napoleón III, sobrino del primer emperador. Francia solo será una república en 1872.

La Reina Mártir en la Ficción

Si me he pasado cuatro páginas hablando de estos hechos es para explicar la relación ambigua que tiene la literatura con La Revolución Francesa, y como sus obras más famosas reprochan sus excesos. Basta pensar en los innumerables recuentos de la ordalía de María Antonieta que generalmente ha sido retratada como una mártir.  En el cine, Norma Shearer en Los 30 y Kirnst Dunst en la versión de Sofia Coppola nos han ofrecido una reina manirrota, distanciada de la realidad y hasta con amante, pero generosa y compasiva. En la de Coppola, nos dan un atisbo de María Antonieta como patrona de la industria de la moda y de la peluquería en Francia.



Solo en este siglo han aparecido retratos negativos de la “autrechienne”. En La Intriga del Collar, Joely Richardson es una reina indiferente al sufrir de súbditos como la tramposa heroína (Hilary Swank) cuyos enredos fueron la mayor causa del odio popular por una mujer que jamás encargó ese carísimo collar. Ni hablar de las obscenas falsedades de esta producción de la BBC, Marie Antoinette donde Emilia Schule retrata a una Delfina que parece una parodia de la verdadera o de Farewell to the Queen que se encarga (para complacer al colectivo LGTB) de perpetuar las calumnias de los revolucionarios.



Lo triste es que las grandes contribuciones de María Antonieta a la cultura e industria gala, su mecenaje de artistas como Madame Vigee-Lebrun y su caridad que abarcó la adopción de varios niños, incluyendo uno de color, se desvanecen. En este continuó recuento de un martirio se olvida a la mujer verdadera. No debe sorprendernos, porque el cine se ha encargado también de elevar a los altares a una santa de la vulgaridad, egoísmo y vanidad como lo fue a prostituta Juana Becú, conocida como la Condesa Du Barry.

Vale pensar en todas las diosas del cine que la interpretaron. Theda Bara en 1917, Pola Negri en la versión Weimar de 1919 dirigida por Ernst Lubitsch. Ya en el cine hablado, Du Barry sirve para darle un último gran rol en Hollywood a la mexicana Dolores del Rio.  Solo Asia Argento en María Antonieta de Coppola se acerca a la verdadera y se atreve a desmitificar a quien solo fue una cortesana ambiciosa. Ahh, pero en esta década, la francesa Maiwenn vuelve a santificar a Du Barry. No tienen remedio.



La Revolución en la Literatura

En el Siglo XIX, los grandes escritores franceses usaron la Revolución como trasfondo. En Los Chuanes, Honore de Balzac se muestra favorable a los rebeldes bretones que se atrevieron a desafiar a los revolucionarios. Dumas Pere cierra su serie de novelas sobre María Antonieta, con El Caballero de la Casa Roja, sobre un último y (real) intento de rescatar a la reina de la prisión del Temple. En 1963, la televisión francesa versionó esta novela que el Canal 8 de Valparaíso presentaba los domingos por la noche en 1968.



La última novela de Víctor Hugo, El Noventa y Tres, presenta un retrato equilibrado de virtudes y pecados tanto de los revolucionarios como de los que se rebelaron contra sus imposiciones. En 1912, Anatole France, en Los dioses tienen sed, describe los horrores del Terror, teniendo un héroe idealista y virtuoso que al convertirse en el brazo ejecutor de la justicia revolucionaria se vuelve un monstruo que acaba en la guillotina. Hasta Julio Verne en El Conde de Chantelene muestra los esfuerzos de un noble por rescatar a su hija de la guillotina.

Incluso un escritor menor como Rafael Sabatini usa la revolución en su Scaramouche, la historia de un abogado que para huir de las fuerzas del Ancien Regime debe fingir ser actor. Luego es revolucionario, pero debe salvar del cadalso a su amada por lo que cambia de bando, etc.



Sin embargo, es en Inglaterra donde se cocinan los ejemplos literarios más conocidos. En 1859, y en la cúspide de su fama, Charles Dickens decide entrarle a la novela histórica con A Tale of Two Cities. Con el tiempo, esta obra ha sido convertida en el ejemplo más icónico de la literatura de la Revolución Francesa, pero a mí me obligaron a leerla en la secundaria y la detesto. Ni siquiera me han gustado su media docena de adaptaciones cinematográficas. Si me obligan escojo como la mejor el telefilme de 1980, protagonizado por Chris Sarandon y Alice Krige.



En el Londres dieciochesco vive Sídney Carton, un abogado alcohólico de vida descuidada y baja autoestima. Solo tendrá dos momentos gloriosos. El primero es cuando salva al joven francés Charles Darnay acusado de espionaje. Motiva al abogado el amor que surge en su corazón por Lucie Manette, novia de Charles. Un detalle curioso es que abogado y cliente tienen un asombroso parecido físico.



Se descubre que los rumores calumniadores que han llevado a Darnay a juicio fueron fabricados por su tío, el Marqués de Sainte Evremonde. Charles pertenece a una aristocrática familia, pero ha repudiado los valores de su clase y preferido huir a Inglaterra a comenzar una nueva vida. Su tío cree que haciéndolo expulsar de su país adoptado hará que su sobrino vuelva al redil.

Carton saca libre a Charles. Este se casa con Lucie, la pareja se establece en Francia donde tienen una hija. Llega la Revolución seguida por el Terror. Sobre Charles recaen los pecados de su familia y es apresado como representante del Ancien Regime. Lucie apela a Sídney quien viaja a Francia y descubre que hay un solo modo de salvar a su rival, hacerse pasar por él. Así Sídney Carton, en su sacrificio,  tiene su último momento de gloria y antes de ser guillotinado, recita las famosas palabras: “Esto que hago ahora es lo mejor, mucho mejor que he hecho en mi vida”.

                            Sir Dirk Bogarde, como Sidney Carton

Las Dos Huerfanitas(1874)

Reitero, La Historia de Dos Ciudades no es lo mejor de Dickens, pero ciertamente equilibra los excesos de la aristocracia con la brutalidad de los revolucionarios. Ese es el mensaje que encontramos en las otras obras icónicas sobre el tema. El drama histórico de Adolphe D’Ennery y Eugene Cormon “Las dos Huerfanitas” ha sido llevado a la pantalla, más de una decena de veces. Mis versiones favoritas son la mexicana de 1947 con María Elena Márquez y Susana Guízar encarnando a Enriqueta y Luisa Gerard (esta versión tambien se conoce como Tuyo es mi Destino). La otra es la fantástica Orphans of the Storm, dirigida por el legendario D.W. Griffiths,  la única ocasión en que Las Hermanas Gish, Lilian y Dorothy, compartieron créditos en un filme.

                          Las Hermanas Gish como las Hermanas Gerard

Las Hermanas Gerard viven en el campo francés. Enriqueta es muy protectora de la cieguita Luisa, aun sabiendo que no llevan la misma sangre. Los Gerard encontraron a la bebita abandonada. Por sus ropitas, se sabe que era de familia principal. Los padres mueren, y las huérfanas deciden ir a probar suerte en Paris. Allá comienzan los problemas.



Las hermanas se pierden y son separadas. Enriqueta cae en las redes de un noble libertino que la lleva de regalo a una orgia para que la violen en manada. Es rescatada por el noble Rogelio de Vaudray que se enamora de ella. Entretanto Luisa, ha caído en manos de una perversa vieja, cuyo hijo, el vividor Jacobo pone a la ciega a mendigar por las calles. El único consuelo de Luisa, es Pedro, el zapatero jorobado, hermano de Jacobo.



Estamos en el Paris prerrevolución donde ocurren todo tipo de arbitrariedades. Para separar a Rogelio de Enriqueta, su tío (que es quien la raptó) le inventa un cargo falso. La chica está a punto de ser deportada a Luisiana cuando su compañera de celda toma su lugar. Enriqueta es liberada y hace amistad con la tía de Rogelio, la Condesa Diana de Liniers. Cuando la modista le cuenta su historia, Diana se altera. Luisa puede ser la hija que sus padres le arrebataron.


Enriqueta encuentra a su hermana e intenta rescatarla, pero se interpone Jacobo.  Para salvar a la cieguita, a quien ama, Pedro mata a su hermano. Suponemos que irá preso. Las hermanas se reúnen, Luisa se reúne con su madre verdadera, Enriqueta con su Caballero. Happy Ending! ¡No, Chan Chan!

            Franja Escarlata de la Colección Juventud. El libro que me regalaron en mi octavo cumpleaños 

Llega la Revolución y con ella el Terror. Los Condes de Liniers y Luisa van a la cárcel. El Caballero de Vaudrey y su esposa Enriqueta también. Todo por ser aristócratas. Su destino es el cadalso. Esperen. Pedro ahora es un juez, es quien dicta sentencias y ver a Luisa lo hace olvidar su justicia revolucionaria. El jorobado salva a toda la familia, aunque sepa que su destino será la guillotina.

                                   Telenovela colombiana de 1980

Esta historia, un poco truculenta y un demasiado de melodrama, por un siglo decoró los escenarios, las pantallas (desde Egipto hasta Colombia) y se vendió en formato de libros. Que me la regalasen cuando cumplí ocho años demuestra que era lectura para niñas. Muy diferente a las aventuras de capa y espada (cloak and dagger) del Pimpinela Escarlata de quien hablaré la próxima vez.