lunes, 28 de octubre de 2024

Los 60: La Era de Oro de la televisión británica

 


Recordar es vivir, pero a veces el recuerdo es doloroso si le compara con el panorama vigente. Uno de esos recuerdos dolorosos es la excelencia de la televisión del pasado , sobre todo la británica y ver que hoy en día la corrección política y la inclusividad forzada ha afectado tanto los guiones como el ensemble de actores en las series de la BBC.

Los Pioneros de la Televisión

Érase una vez que “ televisión” se pronunciaba con acento británico. No nos olvidemos que la inventó el escoses James Baird y que su primera transmisión televisiva masiva fue en 1929. La transmisión tuvo lugar en los  estudios de la BBC que, desde 1922,  se había convertido en la voz radial del imperio británico. Para fines de Los 30, ya muchos hogares ingleses tenían acceso a programas televisivos. ¿Cuáles eran esos programas?



Pues casi todos eran en vivo, había mucho de  “hágalo usted mismo”,  clases de costura, reparación de autos, además de variedades musicales y noticieros. La Segunda Guerra Mundial cerró los estudios televisivos que reabrirían al final del conflicto. La programación era parecida la de la preguerra, pero en 1950 se transmitió la primera adaptación de Mujercitas, iniciando una corriente de dramatizar clásicos literarios que ha sido la característica de las series inglesas.

Sin embargo, no era solo de la BBC que vivía el público inglés. En 1955 se rompía el monopolio con la compañía ITV que producía sus propios programas. Le salió al paso una rival, la ITC . Originalmente iba ser una filial de la iTv , pero se desarrolló como creadora y distribuidora de un tipo de programa en boga en USA, la serie dramática. Sus primeros intentos se abocaron a dramas históricas con Los Bucaneros y Las Aventuras de Robin Hood.

La ITC también trabajaba producciones estadounidenses como Furia que vimos de pequeños y que giraban en torno un hermoso alazán,  propiedad de un joven Peter Graves antes de convertirse en el Mr. Phelps de Misión Imposible. Para darle más guerra a la BBC, la ITV,  crea una especie de telenovela haciendo historia con el debut de Coronation Street (1960), una soap opera británica que tiene el récord de ser el seriado más antiguo del mundo.



En 1960 inicia la primera ola de la tv inglesa que cruzaba océanos y mares y vino a acompañar la Beatlemanía y la primera invasión cultural británica que transformó el universo de la música pop, de la moda,  y de la televisión. Ese año, la ITV sacó al aire El Teatro de Edgard Wallace, otra manifestación de un tipo de unitarios parecidos a los hechos en USA , pero dedicado nada más que a la obra de este novelista de misterio.

El Canal 4 de Valparaíso repuso esta antología a comienzos de Los 70 y mi padre, que gustaba de las novelas de Wallace,  se volvió adicto. De ahí él me dijo dos cosas que siempre he asociado con el producto británico, bueno hasta esta década :”tienen pocos actores, pero son excelentes” y “sus historias son menos superficiales y más complejas que las de los yanquis”. Para entonces yo ya sabía de la verdad de esas aseveraciones puesto que desde la primera semana en que tuve televisión (mayo 1968) habíamos descubierto lo que mi hermano llamaría , un poco irónico, “excelentes series inglesas”. 



El Embrujo de La Señora Peel

Hay veces que doy la impresión en mis remembranzas que fuimos muy consentidos de niños. Aunque si lo tuvimos todo, vale recordar que no tuvimos tele sino hasta yo estar cerca de mi noveno cumpleaños, y mi hermano tener seis años. Lo otro es que, a diferencia de los niños de hoy, teníamos reglas y se cumplían.

Una de esas era que, en días escolares, a las ocho de la noche debíamos estar en cama y con luz apagada. Lo que no había sido una incomodidad se volvió tal al llegar el televisor a nuestras vidas. Los mejores, los más titilantes shows (El Agente de Cipol, Los Invasores) eran a las 9pm. Nos estuvieron vedados hasta las vacaciones de invierno (en julio, y la tele llegó el primero de mayo). El único que se nos permitía era Los Vengadores, en el horario adulto de los viernes.



Una suerte de que nos llegara la televisión en 1968, es que nos perdimos la primera etapa de esta serie icónica. En sus inicios, John Steed (Patrick McKnee) era un subordinado de una agencia de servicios de inteligencia y a partir de 1964 tenia como ayudante a Honor Blackman.  Cathy Gale era una heroína “moderna”(mi madre la llamaría “amachada”), enfundada en un traje de sirena de cuero, dando golpes de karate a lo Jackie Chan.



Eventualmente, Honor Blackman se convirtió en Chica Bond dejando su puesto vacante. Ahí se contrató a una novata llamada Diana Rigg. Aunque tenía poca experiencia de actriz, la futura Reina de Espinos, sabía darse a valer y pronto cambió la imagen de la protagonista y con eso la imagen de la televisión británica.

Diana no quería llenar los zapatos de su antecesora y detestaba el cuero. Los productores dieron carta blanca a John Bates para que diseñase ropa más moderna y sexy para la nueva protagonista. Yendo más allá contrataron a Pierre Cardin para que crease todo un vestuario personal para Emma Peel. El couturier también se encargó de diseñar trajes de corte Savile Row para Patrick McKnee. De pronto, Steed se convirtió en el prototipo del caballero ingles con un buen sastre, sombrero hongo y paraguas.



En una época en que la imagen del hombre británico era melenuda con ropas estrafalarias, John Steed representaba ese dejo de elegancia que siempre se ha asociado con las clases altas del Reino Unido. Lo acompañó el guion con un pasado distinguido, buena familia, educación elite y honrosa carrera en la Real Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra Mundial. El ver que Steed conducía un Rolls Royce era la última pista de que trabajar para el gobierno no pagaba mal.



La relación entre Steed y Mrs. Peel era también un gran atractivo de la serie. La Señora Peel (nadie la llamaba Emma) era un espectáculo ambulante de glamour con ajustados pantalones de crimplane dando golpes de karate en una escena y luciendo minivestidos, trajes sastre o imponiendo moda como los Palazzo para la noche, en otra. Tan icónico era su modo de vestir que las tiendas vendían “vestidos Emma Peel”. Aparte de ser ducha en artes marciales, La Señora Peel, era consumada esgrimista y amazona. Daba la impresión de que no había aprendido estos deportes por obligación como su antecesora sino como parte de la educación de una mujer de buena familia.



Mrs. Peel era una dama y también tenía un pasado distinguido. Era viuda de un explorador perdido en las junglas amazónicas lo que le daba un aura trágico-romántica, pero también permiso para que la soñáramos convirtiéndose en Mrs. John Steed. Los guionistas jugaban con una tensión sexual evidente a pesar de que nunca intercambiaron ni un beso. La serie seguía el modelo de James Bond, diálogos ingeniosos y protagonistas irrompibles, glamorosos y flemáticos.

Para desviarse del monótono cuento del espionaje de la Guerra Fría, los guiones comenzaron a explorar otros géneros. Hubo episodios que giraban en torno a científicos locos que creaban robots asesinos (los cibernautas) o Mrs. Peel quedaba atrapada en mansiones embrujadas con cuartos de tortura secretos. Esta novedad hacia más llamativa la serie y capturaba fans en todo el mundo,  llegando a venderse en 91 países.



El problemay Diana Rigg hablaría francamente sobre estola estrella del show ganaba menos que los camarógrafos. Después de infructuosas disputas sobre aumento de salario, Dame Diana abandonó la serie. La partida de Mrs. Peel fue explicada por la resurrección de Peter Peel quien emergió de la tumba para llevarse a su esposa.



El reemplazo, Tara King (Linda Thorson) nunca supo encontrar su espacio. Esta especie de sex kitten carecía de glamur y su actitud de karateca boba solo ayudaba a recordar la diferencia de edad con Steed. Los Vengadores no sobrevivió a la partida de La Señora Peel y cerró sus puertas en 1970, quedando engarzada en la cultura popular como una serie icónica de Los Sesenta.  TV Guide la colocó en el vigésimo puesto de sus 100 series de culto. El soso filme de1997 no pudo ni capturar el glamur del original ni eclipsarlo.




El Santo VS El Barón

Los Vengadores puede ser la serie más recordada de la televisión británica sesentera, pero no fue la única exitosa. En términos de glamur, su rival fue El Santo. Sir Roger Moore había iniciado una prometedora carrera en Hollywood con filmes como El Milagro y Diane. Invirtió el dinero ganado en comprar los derechos de la franquicia de Leslie Charteris sobre Simon Templar, alias el Santo. Las novelas ya habían sido adaptadas al cine y a la radio. Ahora solo faltaba la televisión.



En 1961, el futuro James Bond se acercó a la ITC con su proyecto. Él fue el productor principal, hasta la ropa del personaje salió de su guardarropa. Fue una buena inversión, por siete temporadas, el delincuente justiciero creado por Charteris navegó por las capitales europeas (sin salir de Inglaterra) convirtiendo la serie en una favorita en ambos lados del Atlántico.

Como en Los Vengadores, el ingrediente máximo era el glamur. Simon Templar (a diferencia de como lo retrató Val Kilmer en el filme del 1997) era la quintaesencia de lo que hoy se conoce como posh, sus modales y manera de hablar lo delataban como de buena cuna a pesar de que sus actividades diarias no fuesen ejemplares. Yo he visto a l Santo en dos países e idiomas distintos y aunque siempre sentí aprecio por Sir Roger,  nunca fui devota de este personaje. Por suerte no todos compartían mi sentir y hasta hoy El Santo es una serie de culto.



La ITC quiso volver a jugar esa carta adaptando la serie de novelas de John Creasey sobre un ladrón de joyas reformados que ahora, bajo la identidad de un anticuario, colabora con una agencia de inteligencia británica. Cambiaron un poco la trama. En vez de ser un ladrón inglés, Steve Forrest encarnaba a un tejano, ex “Monument Man”, que ahora recorría el mundo en busca de obras de arte y de situaciones peligrosas que únicamente él podría resolver.

Curiosamente, yo nunca vi The Baron en Chile. Vine a verla en castellano cuando Telemundo la pasó en horario nocturno a comienzos de Los 80. La serie no me atrapó, Steve Forrest no era rival para Sir Roger Moore, ni en Los 60 ni en Los 80. Eso explica que El Barón solo tuvo una temporada en las pantallas inglesas.



Otros Agentes Secretos

Aparte del glamur, estas series habían dejado un esquema de protagonistas encargados de salvar el mundo. El mismo año en que Mrs. Peel se marchaba del brazo de su resucitado marido, la ITC presentaba The Champions, o Los invencibles de Némesis como se llamó en español. Esta serie,  sumamente original, giraba en torno a un trio de agentes de Némesis, una central de inteligencia, filial de la ONU y domiciliada en Ginebra.

Los agentes eran el piloto Craig Stirling (Stuart Damon al que fans de General Hospital conocerían más tarde como el Dr.  Alan Quatermain); el decodificador Richard Barrett (William Gaunt), y la científica Sharon McCready (Alexandra Bastedo). En una misión, estos agentes caían en el Tíbet donde eran rescatados por una civilización perdida que les otorgaba poderes sobrenaturales como fuerza y sentidos mayores que los de otros humanos, más la capacidad de ver el futuro y de comunicarse telepáticamente. Así empoderados, los agentes podían luchar contra todo tipo de villanos cuyas pillerías amenazasen al mundo.

La serie tuvo dos temporadas,  treinta capítulos en total cerrando en 1969. En casa, la vimos completa en 1970. Era un espectáculo familia. Mientras mi madre y yo babeábamos por Stuart Damon (entonces no sabíamos que era judío) , mi padre y hermano admiraban a la Bastedo. Todavía me parece extraño que haya durado tan poco una serie que capturó la imaginación popular.



Tanto que en el 2021 Don Memo del Toro habló de resucitarla. En el 2021 se convirtió en un proyecto para Ben Stiller con Cate Blanchett en el rol de la Dra. Mcready. Por suerte fue olvidado. Blanchett es una gran actriz, pero carece de la juventud y looks de La Bastedo, considerada uno de los rostros más bellos del cine británico.

En Los 60, la televisión inglesa estaba en un periodo de experimentación constante, y eso se aplicaba al género de espionaje con la fascinante The Prisoner. Como El Santo,  el Prisionero fue producto de su visionaria estrella. Patrick McGooghan escribió, dirigió y produjo esta combinación de fantasía y espionaje, además de protagonizarla. El protagonista, sin nombre y  conocido solo por un número, es un agente del servicio secreto británico que un día despierta inexplicablemente en un castillo medieval. Cuando logra salir de esa fortaleza,  se haya prisionero en una pintoresca villa de pescadores donde todos son muy felices hasta el momento en que intentan abandonar el pueblo, ahí son eliminados instantáneamente.



Por los próximos quince episodios 6 intenta descubrir quienes manejan el pueblo, a la vez que trata de escapar. La angustia y claustrofobia del argumento contrastan con la belleza del paraje gales donde la serie fue filmada. The Prisoner recuerda a El Castillo de Kafka y,  como esa novela,  tuvo innumerables fans. McGooghan se había comprometido con la iTC de hacer unos sesenta episodios. Se cansó y cortó la serie en el episodio 16, sin darle una conclusión adecuada. El fandom rugió de ira. Años más adelante, McGooghan diría que tuvo que esconderse,  temeroso de que lo fuesen a linchar.



Había que hacer algo para apaciguar a ese público enardecido. A partir de 1969 se comenzaron a publicar nuevas aventuras de Número 6 en formato de libros y tira cómicas. Se le ha homenajeado de diversas maneras: un tema de Iron Maiden, un comercial de Renault, y hasta un episodio de los Simpson en la que el mismo McGooghan prestó su voz. En este siglo, se han hecho juegos de rol y de consola basados en la serie.

Desde el 2012, que se celebra un “Festival de El Prisionero” en Inglaterra y en el 2009 la AMC creó una desafortunada versión con Jim Caviezel que no fue a ninguna parte. Mas suerte han tenido  libros y documentales sobre el significado en la cultura popular del Prisionero. Por otro lado, hace una década que Christopher Nolan y Sir Ridley Scott se pelean el derecho de llevar al cine las aventuras del Número 6

No se Olvidaron de los Peques

Los experimentos de la televisión inglesa no iban todos dirigidos a los adultos. Para el público menudo llegaron las creaciones de Gerry y Silvia Anderson. Este matrimonio formo su propia compañía para crear un tipo de títeres conocidos como Supermariothon, en castizo “super marionetas”, que junto con efectos especiales y maquetas formaban parte de historias  de ciencia ficción como Stingray, una especie de Viaje al Fondo del Mar con muñequitos en vez de actores.  También Capitán Escarlata, una distopia donde el héroe del título debía luchar contra los Mystertons una raza de marcianos que quería dominar la tierra.



El más famoso de esos programas era Los Thunderbirds (Guardianes del Espacio en el mundo hispanoparlante). Esta era la historia del industrialista Jeff Tracy que,  junto a sus hijos,  forma el grupo Rescate, una organización dedicada a salvar a la humanidad. Aunque a mí me parecían risibles esas marionetas, a mi hermanito le encantaban esos programas con sus visiones futuristas y coleccionaba los libros y muñequitos de la franquicia.



Un Doctor Misterioso

La ciencia ficción no estaba relegada a los más pequeños de la familia. En 1963, conocimos una maquina del tiempo llamada Tardis. En blanco y negro y con efectos especiales de papel mache y rocas de cartón, hacia su entrada un viejito medio ermitaño en la escena londinense.



Barbara e Ian son maestros en Coal Hill, una escuela secundaria de Londres. Ambos están preocupados por su alumna, la huraña, pero superdotada Susan. Sabiendo que es huérfana y que vive con el abuelo, deciden visitarlo, pero Susan insiste que su abuelo no gusta de los extraños. Barbara la sigue y la ve desaparecer en un deposito. La próxima vez, Ian acompaña a Barbara. Entran en el depósito y se encuentran con una cabina telefónica para llamar a la policía que normalmente estaría en la vía pública.

Aparece el abuelo. Los maestros escuchan la voz de Susan desde la cabina, irrumpen en ella y encuentran el interior de una nave espacial. El anciano se presenta como Dr. Misterio (Dr. Who), él y su nieta vienen de otro planeta. Los maestros han descubierto su secreto y no se los puede dejar ir.  Hace despegar la nave. Viajan en el tiempo hasta encontrarse en la prehistoria. En los próximos episodios logran salir de ese poco acogedor espacio y viajar al futuro donde se enfrentan con la misteriosa civilización de Los Dalek.



Ahí la dejamos de ver. No solo era aburrida, los Dalek parecían aspiradoras robots, los cavernícolas andaban como envueltos en abrigos de pieles. Nuestros ojos, acostumbrados a series más sofisticadas de ciencia ficción (Viaje a las Estrellas, Perdidos en el Espacio, El Túnel del Tiempo) y más entretenidas,  nos la hicieron prescindible. Sin embargo, conozco fans que han sido Whovians desde esa era rupestre.



La Policía Londinense

Hoy día,  la televisión inglesa se especializa en dramas policiales y misterios detectivescos. Los 60 no fueron una excepción. En su afán de imitar las series americanas que daban rostro humano a los representantes de la ley, la tv serializó un filme de los 50, Gideon de Scotland Yard. John Gregson, otro de los rostros de la Rank que encontraría nicho en la TV, encarnaba al Inspector Gideon, un hombre de familia, pero también un excelente policía. Aunque yo no era dada ese tipo de drama, me volví adicta esta serie que el canal 4 de Valparaíso repuso los miércoles de 1971. Tal vez por el ayudante de Gideon, David Keen (Reginald Jessup), que por algo era apodado “Gorgeous”.



A fines de esa década llegó otra de mis favoritas que TVN puso en pantalla en 1973. Randall and Hopkirk (Deceased) giraba en torno a una firma de detectives en Londres contemporáneo. La novedad es que Hopkirks había muerto, aparentemente en un accidente. En realidad, lo habían asesinado y su espíritu había regresado a la tierra enfrentar a su asesino. Entretanto asistía a su ex socio en sus casos y vigilaba a su viuda a quien temía también quisiesen asesinar.

La diferencia de personalidades entre el ordenado espectro y su desorganizado y bohemio socio,  más el hecho de que solo Randall podía ver al fantasma provocaban situaciones jocosas que alivianaban la tensión de los casos investigados. Aunque hoy esta premisa ha sido usada para muchas series (Recuerdo la argentina Casado con un fantasma de Los 90), entonces era sumamente original en una trama de misterio. Tanto así que ahora me entero de que hicieron otra versión de Mi socio es un fantasma (como se llamó en castellano) que,  a juzgar por lo poco que sabemos de ella, no debe haber sido muy buena.



Otra contribución de la BBC de entonces fueron los programas humorísticos. Desde 1955 que Benny Hill andaba de canal en canal haciendo reír, tarea que cumpliría hasta su muerte en 1985 y en 1969, los ingleses, y pronto el mundo,  conocerían a los grandes comediantes de Monty Python que llegarían en su primer envoltorio, Flying Circus.

Sin embargo, la gran contribución a la televisión universal de la BBC serian sus adaptaciones literarias que, de humildes programas semanales, pasarían al terreno épico, comenzando en 1967 con la extraordinaria Forsyte Saga de la que haré una entrada separada

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Yes, two decades that I do not like, neither on film and telly nor in fashion. I do much prefer the 80s. I do fondly remember that ITV was previously known as Granada Television. It was a symbol of quality, no longer is. And how quickly they have killed BBC too, in less than five years. Will it ever turn to life again? I cannot even remember when was the last time I watched something from BBC or ITV and just a few years ago we watched all their Sunday shows with such passion. It is almost like these younger generations have stolen our lives from us with their efffing agendas and wokeism. I believe there has been a biopic film or series on Roger Moore announced this month.

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    1. I got the idea for this retrospection, after you told Theresa how influential British TV had been in Serbia. I agree and grieve with you. The new ideology has destroyed not only the superb BBC programs, but has cancelled what once we loved. I used to feel the same repugnance for the 60s that you have, mind you I lived through them. Although I still look down (with few exceptions) on the cinema, I made my peace with fashion (nothing is as horrid as today) and keep warm memories of its superb television, especially British productions. Wow, let's find put about Sir Roger's biopic.

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