Recordar es
vivir, pero a veces el recuerdo es doloroso si le compara con el panorama
vigente. Uno de esos recuerdos dolorosos es la excelencia de la televisión del
pasado , sobre todo la británica y ver que hoy en día la corrección política y
la inclusividad forzada ha afectado tanto los guiones como el ensemble de actores
en las series de la BBC.
Los Pioneros
de la Televisión
Érase una vez que
“ televisión” se pronunciaba con acento británico. No nos olvidemos que la inventó
el escoses James Baird y que su primera transmisión televisiva masiva fue en
1929. La transmisión tuvo lugar en los estudios de la BBC que, desde 1922, se había convertido en la voz radial del
imperio británico. Para fines de Los 30, ya muchos hogares ingleses tenían
acceso a programas televisivos. ¿Cuáles eran esos programas?
Pues casi todos
eran en vivo, había mucho de “hágalo
usted mismo”, clases de costura,
reparación de autos, además de variedades musicales y noticieros. La Segunda
Guerra Mundial cerró los estudios televisivos que reabrirían al final del
conflicto. La programación era parecida la de la preguerra, pero en 1950 se transmitió
la primera adaptación de Mujercitas, iniciando una corriente de
dramatizar clásicos literarios que ha sido la característica de las series
inglesas.
Sin embargo, no
era solo de la BBC que vivía el público inglés. En 1955 se rompía el monopolio
con la compañía ITV que producía sus propios programas. Le salió al paso una
rival, la ITC . Originalmente iba ser una filial de la iTv , pero se desarrolló
como creadora y distribuidora de un tipo de programa en boga en USA, la serie
dramática. Sus primeros intentos se abocaron a dramas históricas con Los
Bucaneros y Las Aventuras de Robin Hood.
La ITC también trabajaba
producciones estadounidenses como Furia que vimos de pequeños y que
giraban en torno un hermoso alazán, propiedad de un joven Peter Graves antes de
convertirse en el Mr. Phelps de Misión Imposible. Para darle más guerra
a la BBC, la ITV, crea una especie de
telenovela haciendo historia con el debut de Coronation Street (1960),
una soap opera británica que tiene el récord de ser el seriado más antiguo del
mundo.
En 1960 inicia la
primera ola de la tv inglesa que cruzaba océanos y mares y vino a acompañar la Beatlemanía
y la primera invasión cultural británica que transformó el universo de la
música pop, de la moda, y de la televisión.
Ese año, la ITV sacó al aire El Teatro de Edgard Wallace, otra
manifestación de un tipo de unitarios parecidos a los hechos en USA , pero
dedicado nada más que a la obra de este novelista de misterio.
El Canal 4 de Valparaíso
repuso esta antología a comienzos de Los 70 y mi padre, que gustaba de las
novelas de Wallace, se volvió adicto. De
ahí él me dijo dos cosas que siempre he asociado con el producto británico,
bueno hasta esta década :”tienen pocos actores, pero son excelentes” y “sus
historias son menos superficiales y más complejas que las de los yanquis”. Para
entonces yo ya sabía de la verdad de esas aseveraciones puesto que desde la
primera semana en que tuve televisión (mayo 1968) habíamos descubierto lo que
mi hermano llamaría , un poco irónico, “excelentes series inglesas”.
El Embrujo de
La Señora Peel
Hay veces que doy
la impresión en mis remembranzas que fuimos muy consentidos de niños. Aunque si
lo tuvimos todo, vale recordar que no tuvimos tele sino hasta yo estar cerca de
mi noveno cumpleaños, y mi hermano tener seis años. Lo otro es que, a
diferencia de los niños de hoy, teníamos reglas y se cumplían.
Una de esas era que,
en días escolares, a las ocho de la noche debíamos estar en cama y con luz
apagada. Lo que no había sido una incomodidad se volvió tal al llegar el
televisor a nuestras vidas. Los mejores, los más titilantes shows (El Agente
de Cipol, Los Invasores) eran a las 9pm. Nos estuvieron vedados hasta las
vacaciones de invierno (en julio, y la tele llegó el primero de mayo). El único
que se nos permitía era Los Vengadores, en el horario adulto de los
viernes.
Una suerte de que
nos llegara la televisión en 1968, es que nos perdimos la primera etapa de esta
serie icónica. En sus inicios, John Steed (Patrick McKnee) era un subordinado
de una agencia de servicios de inteligencia y a partir de 1964 tenia como ayudante
a Honor Blackman. Cathy Gale era una
heroína “moderna”(mi madre la llamaría “amachada”), enfundada en un traje de
sirena de cuero, dando golpes de karate a lo Jackie Chan.
Eventualmente, Honor
Blackman se convirtió en Chica Bond dejando su puesto vacante. Ahí se contrató
a una novata llamada Diana Rigg. Aunque tenía poca experiencia de actriz, la
futura Reina de Espinos, sabía darse a valer y pronto cambió la imagen de la protagonista
y con eso la imagen de la televisión británica.
Diana no quería
llenar los zapatos de su antecesora y detestaba el cuero. Los productores
dieron carta blanca a John Bates para que diseñase ropa más moderna y sexy para
la nueva protagonista. Yendo más allá contrataron a Pierre Cardin para que
crease todo un vestuario personal para Emma Peel. El couturier también se encargó
de diseñar trajes de corte Savile Row para Patrick McKnee. De pronto, Steed se convirtió
en el prototipo del caballero ingles con un buen sastre, sombrero hongo y
paraguas.
En una época en
que la imagen del hombre británico era melenuda con ropas estrafalarias, John
Steed representaba ese dejo de elegancia que siempre se ha asociado con las
clases altas del Reino Unido. Lo acompañó el guion con un pasado distinguido,
buena familia, educación elite y honrosa carrera en la Real Fuerza Aérea
durante la Segunda Guerra Mundial. El ver que Steed conducía un Rolls Royce era
la última pista de que trabajar para el gobierno no pagaba mal.
La relación entre
Steed y Mrs. Peel era también un gran atractivo de la serie. La Señora Peel
(nadie la llamaba Emma) era un espectáculo ambulante de glamour con ajustados
pantalones de crimplane dando golpes de karate en una escena y luciendo minivestidos,
trajes sastre o imponiendo moda como los Palazzo para la noche, en otra. Tan
icónico era su modo de vestir que las tiendas vendían “vestidos Emma Peel”.
Aparte de ser ducha en artes marciales, La Señora Peel, era consumada
esgrimista y amazona. Daba la impresión de que no había aprendido estos
deportes por obligación como su antecesora sino como parte de la educación de
una mujer de buena familia.
Mrs. Peel era una dama y también tenía un pasado distinguido. Era viuda de un explorador perdido en las junglas amazónicas lo que le daba un aura trágico-romántica, pero también permiso para que la soñáramos convirtiéndose en Mrs. John Steed. Los guionistas jugaban con una tensión sexual evidente a pesar de que nunca intercambiaron ni un beso. La serie seguía el modelo de James Bond, diálogos ingeniosos y protagonistas irrompibles, glamorosos y flemáticos.
Para desviarse
del monótono cuento del espionaje de la Guerra Fría, los guiones comenzaron a
explorar otros géneros. Hubo episodios que giraban en torno a científicos locos
que creaban robots asesinos (los cibernautas) o Mrs. Peel quedaba atrapada en
mansiones embrujadas con cuartos de tortura secretos. Esta novedad hacia más
llamativa la serie y capturaba fans en todo el mundo, llegando a venderse en 91 países.
El problema―y
Diana Rigg hablaría francamente sobre esto―la estrella del show
ganaba menos que los camarógrafos. Después de infructuosas disputas sobre
aumento de salario, Dame Diana abandonó la serie. La partida de Mrs. Peel fue
explicada por la resurrección de Peter Peel quien emergió de la tumba
para llevarse a su esposa.
El reemplazo,
Tara King (Linda Thorson) nunca supo encontrar su espacio. Esta especie de sex
kitten carecía de glamur y su actitud de karateca boba solo ayudaba a
recordar la diferencia de edad con Steed. Los Vengadores no sobrevivió a
la partida de La Señora Peel y cerró sus puertas en 1970, quedando engarzada en
la cultura popular como una serie icónica de Los Sesenta. TV Guide la colocó en el vigésimo
puesto de sus 100 series de culto. El soso filme de1997 no pudo ni capturar el
glamur del original ni eclipsarlo.
El Santo VS El
Barón
Los Vengadores puede ser la serie más recordada de la
televisión británica sesentera, pero no fue la única exitosa. En términos de
glamur, su rival fue El Santo. Sir Roger Moore había iniciado una
prometedora carrera en Hollywood con filmes como El Milagro y Diane.
Invirtió el dinero ganado en comprar los derechos de la franquicia de Leslie
Charteris sobre Simon Templar, alias el Santo. Las novelas ya habían sido
adaptadas al cine y a la radio. Ahora solo faltaba la televisión.
En 1961, el
futuro James Bond se acercó a la ITC con su proyecto. Él fue el productor
principal, hasta la ropa del personaje salió de su guardarropa. Fue una buena
inversión, por siete temporadas, el delincuente justiciero creado por Charteris
navegó por las capitales europeas (sin salir de Inglaterra) convirtiendo la
serie en una favorita en ambos lados del Atlántico.
Como en Los
Vengadores, el ingrediente máximo era el glamur. Simon Templar (a
diferencia de como lo retrató Val Kilmer en el filme del 1997) era la
quintaesencia de lo que hoy se conoce como posh, sus modales y manera de
hablar lo delataban como de buena cuna a pesar de que sus actividades diarias
no fuesen ejemplares. Yo he visto a l Santo en dos países e idiomas distintos y
aunque siempre sentí aprecio por Sir Roger, nunca fui devota de este personaje. Por suerte
no todos compartían mi sentir y hasta hoy El Santo es una serie de culto.
La ITC quiso volver
a jugar esa carta adaptando la serie de novelas de John Creasey sobre un ladrón
de joyas reformados que ahora, bajo la identidad de un anticuario, colabora con
una agencia de inteligencia británica. Cambiaron un poco la trama. En vez de
ser un ladrón inglés, Steve Forrest encarnaba a un tejano, ex “Monument Man”,
que ahora recorría el mundo en busca de obras de arte y de situaciones
peligrosas que únicamente él podría resolver.
Curiosamente, yo
nunca vi The Baron en Chile. Vine a verla en castellano cuando Telemundo
la pasó en horario nocturno a comienzos de Los 80. La serie no me atrapó, Steve
Forrest no era rival para Sir Roger Moore, ni en Los 60 ni en Los 80. Eso
explica que El Barón solo tuvo una temporada en las pantallas inglesas.
Otros Agentes Secretos
Aparte del
glamur, estas series habían dejado un esquema de protagonistas encargados de
salvar el mundo. El mismo año en que Mrs. Peel se marchaba del brazo de su
resucitado marido, la ITC presentaba The Champions, o Los invencibles
de Némesis como se llamó en español. Esta serie, sumamente original, giraba en torno a un trio
de agentes de Némesis, una central de inteligencia, filial de la ONU y domiciliada
en Ginebra.
Los agentes eran
el piloto Craig Stirling (Stuart Damon al que fans de General Hospital conocerían
más tarde como el Dr. Alan Quatermain);
el decodificador Richard Barrett (William Gaunt), y la científica Sharon
McCready (Alexandra Bastedo). En una misión, estos agentes caían en el Tíbet
donde eran rescatados por una civilización perdida que les otorgaba poderes sobrenaturales
como fuerza y sentidos mayores que los de otros humanos, más la capacidad de
ver el futuro y de comunicarse telepáticamente. Así empoderados, los agentes
podían luchar contra todo tipo de villanos cuyas pillerías amenazasen al mundo.
La serie tuvo dos
temporadas, treinta capítulos en total
cerrando en 1969. En casa, la vimos completa en 1970. Era un espectáculo
familia. Mientras mi madre y yo babeábamos por Stuart Damon (entonces no
sabíamos que era judío) , mi padre y hermano admiraban a la Bastedo. Todavía me
parece extraño que haya durado tan poco una serie que capturó la imaginación
popular.
Tanto que en el
2021 Don Memo del Toro habló de resucitarla. En el 2021 se convirtió en un
proyecto para Ben Stiller con Cate Blanchett en el rol de la Dra. Mcready. Por
suerte fue olvidado. Blanchett es una gran actriz, pero carece de la juventud y
looks de La Bastedo, considerada uno de los rostros más bellos del cine
británico.
En Los 60, la
televisión inglesa estaba en un periodo de experimentación constante, y eso se
aplicaba al género de espionaje con la fascinante The Prisoner. Como El
Santo, el Prisionero fue producto de
su visionaria estrella. Patrick McGooghan escribió, dirigió y produjo esta
combinación de fantasía y espionaje, además de protagonizarla. El protagonista,
sin nombre y conocido solo por un número,
es un agente del servicio secreto británico que un día despierta
inexplicablemente en un castillo medieval. Cuando logra salir de esa fortaleza,
se haya prisionero en una pintoresca
villa de pescadores donde todos son muy felices hasta el momento en que
intentan abandonar el pueblo, ahí son eliminados instantáneamente.
Por los próximos quince
episodios 6 intenta descubrir quienes manejan el pueblo, a la vez que trata de
escapar. La angustia y claustrofobia del argumento contrastan con la belleza
del paraje gales donde la serie fue filmada. The Prisoner recuerda a El
Castillo de Kafka y, como esa novela,
tuvo innumerables fans. McGooghan se
había comprometido con la iTC de hacer unos sesenta episodios. Se cansó y cortó
la serie en el episodio 16, sin darle una conclusión adecuada. El fandom rugió
de ira. Años más adelante, McGooghan diría que tuvo que esconderse, temeroso de que lo fuesen a linchar.
Había que hacer
algo para apaciguar a ese público enardecido. A partir de 1969 se comenzaron a
publicar nuevas aventuras de Número 6 en formato de libros y tira cómicas. Se
le ha homenajeado de diversas maneras: un tema de Iron Maiden, un comercial de Renault,
y hasta un episodio de los Simpson en la que el mismo McGooghan prestó su voz.
En este siglo, se han hecho juegos de rol y de consola basados en la serie.
Desde el 2012,
que se celebra un “Festival de El Prisionero” en Inglaterra y en el 2009 la AMC
creó una desafortunada versión con Jim Caviezel que no fue a ninguna parte. Mas
suerte han tenido libros y documentales
sobre el significado en la cultura popular del Prisionero. Por otro lado, hace
una década que Christopher Nolan y Sir Ridley Scott se pelean el derecho de
llevar al cine las aventuras del Número 6
No se Olvidaron
de los Peques
Los experimentos
de la televisión inglesa no iban todos dirigidos a los adultos. Para el público
menudo llegaron las creaciones de Gerry y Silvia Anderson. Este matrimonio
formo su propia compañía para crear un tipo de títeres conocidos como
Supermariothon, en castizo “super marionetas”, que junto con efectos especiales
y maquetas formaban parte de historias de ciencia ficción como Stingray, una
especie de Viaje al Fondo del Mar con muñequitos en vez de actores. También Capitán Escarlata, una
distopia donde el héroe del título debía luchar contra los Mystertons una raza
de marcianos que quería dominar la tierra.
El más famoso de esos
programas era Los Thunderbirds (Guardianes del Espacio en el mundo
hispanoparlante). Esta era la historia del industrialista Jeff Tracy que, junto a sus hijos, forma el grupo Rescate, una organización
dedicada a salvar a la humanidad. Aunque a mí me parecían risibles esas
marionetas, a mi hermanito le encantaban esos programas con sus visiones
futuristas y coleccionaba los libros y muñequitos de la franquicia.
Un Doctor
Misterioso
La ciencia
ficción no estaba relegada a los más pequeños de la familia. En 1963, conocimos
una maquina del tiempo llamada Tardis. En blanco y negro y con efectos
especiales de papel mache y rocas de cartón, hacia su entrada un viejito medio ermitaño
en la escena londinense.
Barbara e Ian son
maestros en Coal Hill, una escuela secundaria de Londres. Ambos están
preocupados por su alumna, la huraña, pero superdotada Susan. Sabiendo que es
huérfana y que vive con el abuelo, deciden visitarlo, pero Susan insiste que su
abuelo no gusta de los extraños. Barbara la sigue y la ve desaparecer en un
deposito. La próxima vez, Ian acompaña a Barbara. Entran en el depósito y se
encuentran con una cabina telefónica para llamar a la policía que normalmente
estaría en la vía pública.
Aparece el
abuelo. Los maestros escuchan la voz de Susan desde la cabina, irrumpen en ella
y encuentran el interior de una nave espacial. El anciano se presenta como Dr. Misterio
(Dr. Who), él y su nieta vienen de otro planeta. Los maestros han descubierto
su secreto y no se los puede dejar ir. Hace despegar la nave. Viajan en el tiempo
hasta encontrarse en la prehistoria. En los próximos episodios logran salir de
ese poco acogedor espacio y viajar al futuro donde se enfrentan con la
misteriosa civilización de Los Dalek.
Ahí la dejamos de
ver. No solo era aburrida, los Dalek parecían aspiradoras robots, los
cavernícolas andaban como envueltos en abrigos de pieles. Nuestros ojos,
acostumbrados a series más sofisticadas de ciencia ficción (Viaje a las
Estrellas, Perdidos en el Espacio, El Túnel del Tiempo) y más entretenidas,
nos la hicieron prescindible. Sin embargo,
conozco fans que han sido Whovians desde esa era rupestre.
La Policía
Londinense
Hoy día, la televisión inglesa se especializa en dramas
policiales y misterios detectivescos. Los 60 no fueron una excepción. En su
afán de imitar las series americanas que daban rostro humano a los
representantes de la ley, la tv serializó un filme de los 50, Gideon de
Scotland Yard. John Gregson, otro de los rostros de la Rank que encontraría
nicho en la TV, encarnaba al Inspector Gideon, un hombre de familia, pero
también un excelente policía. Aunque yo no era dada ese tipo de drama, me volví
adicta esta serie que el canal 4 de Valparaíso repuso los miércoles de 1971.
Tal vez por el ayudante de Gideon, David Keen (Reginald Jessup), que por algo era apodado
“Gorgeous”.
A fines de esa
década llegó otra de mis favoritas que TVN puso en pantalla en 1973. Randall and Hopkirk (Deceased) giraba en torno a una firma de detectives en Londres
contemporáneo. La novedad es que Hopkirks había muerto, aparentemente en un
accidente. En realidad, lo habían asesinado y su espíritu había regresado a la
tierra enfrentar a su asesino. Entretanto asistía a su ex socio en sus casos y
vigilaba a su viuda a quien temía también quisiesen asesinar.
La diferencia de
personalidades entre el ordenado espectro y su desorganizado y bohemio socio, más el hecho de que solo Randall podía ver al
fantasma provocaban situaciones jocosas que alivianaban la tensión de los casos
investigados. Aunque hoy esta premisa ha sido usada para muchas series (Recuerdo
la argentina Casado con un fantasma de Los 90), entonces era sumamente
original en una trama de misterio. Tanto así que ahora me entero de que
hicieron otra versión de Mi socio es un fantasma (como se llamó en
castellano) que, a juzgar por lo poco
que sabemos de ella, no debe haber sido muy buena.
Otra contribución
de la BBC de entonces fueron los programas humorísticos. Desde 1955 que Benny
Hill andaba de canal en canal haciendo reír, tarea que cumpliría hasta su
muerte en 1985 y en 1969, los ingleses, y pronto el mundo, conocerían a los grandes comediantes de Monty
Python que llegarían en su primer envoltorio, Flying Circus.
Sin embargo, la
gran contribución a la televisión universal de la BBC serian sus adaptaciones
literarias que, de humildes programas semanales, pasarían al terreno épico,
comenzando en 1967 con la extraordinaria Forsyte Saga de la que haré una
entrada separada
Yes, two decades that I do not like, neither on film and telly nor in fashion. I do much prefer the 80s. I do fondly remember that ITV was previously known as Granada Television. It was a symbol of quality, no longer is. And how quickly they have killed BBC too, in less than five years. Will it ever turn to life again? I cannot even remember when was the last time I watched something from BBC or ITV and just a few years ago we watched all their Sunday shows with such passion. It is almost like these younger generations have stolen our lives from us with their efffing agendas and wokeism. I believe there has been a biopic film or series on Roger Moore announced this month.
ResponderEliminarI got the idea for this retrospection, after you told Theresa how influential British TV had been in Serbia. I agree and grieve with you. The new ideology has destroyed not only the superb BBC programs, but has cancelled what once we loved. I used to feel the same repugnance for the 60s that you have, mind you I lived through them. Although I still look down (with few exceptions) on the cinema, I made my peace with fashion (nothing is as horrid as today) and keep warm memories of its superb television, especially British productions. Wow, let's find put about Sir Roger's biopic.
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