No dejen que el
comienzo los aburra. Yo me arrastré a paso de tortuga por los dos primeros
capítulos para encontrarme, en el tercero,
atrapada en las intrigas y espionaje de la Francia dieciochesca, a la par de
haberme enamorado de un par de personajes. Michael Douglas ofrece un tour de
force dando vida a un Benjamín Franklin maduro, famoso, pero aplastado por
el peso de la misión que el Congreso y el destino le han encargado: convencer a
Luis XVI y a sus ministros que apoyen la causa de su naciente país. Para eso
deberá defenderse de muchos enemigos, crear extrañas alianzas, recordar el
pasado y ver como este afecta su presente y futuro.
Parece que Appletv
está recogiendo los proyectos descartados por HBO. Ya en el 2008―tras el éxito
de John Adams― a la HBO se le había ocurrido hacer una serie sobre Franklin
con Eddie Marsan haciendo de Adams. El proyecto se perdió hasta que Apple Tv lo
compró, tal como lo hizo con Masters of the Air, otra serie de la que se desentendió (por
motivos financieros) la HBO. Yo me alegro, porque aún en series problemáticas,
Apple impone un sello, un no sé qué, que me las hace atractivas.
Americanos en
Paris
Comencemos con el
argumento que sigue muy cercanamente a los hechos reales. En 1776, recién
declarada la independencia de Estados Unidos y de embarcarse en una guerra
contra el poder colonial británico, la nación se vio superada. Necesitaban del
apoyo de una gran potencia, de ayuda económica, y de reconocimiento de la Unión
Americana. Con ese propósito, el Congreso envió al hombre más brillante de su
siglo, Benjamín Franklin, a Francia.
A paso de
caracol, el filósofo y científico consiguió llegar hasta Luis XVI y convencerlo
de que en el conflicto intermitente entre Francia y el Reino Unido, era bueno
apoyar a los enemigos de los ingleses. Así el esposo de María Antonieta dio
permiso de que se enviasen soldados y pertrechos al otro lado del Atlántico,
vaciando las arcas reales y creando un déficit económico más grande que el que
provocaban los collares de la reina.
La serie inicia
con la travesía de Franklin que viajó con sus nietos William Temple de 16 años
y su primito William de siete. Al pequeño rápidamente lo empacaron a un
internado, así que se entiende que la serie haya evitado incluirlo. El recibimiento
apoteósico de Ben en Paris también es real. La gente lo consideraba una figura
importantísima (tal vez le agradecían haber inventado el pararrayos).
En la serie, la
fama de Franklin le consigue un estatus de invitado perpetuo en casa del acaudalado
comerciante Chaumont que tenía muchas conexiones. Sin embargo, Benjamín
Franklin no es bien recibido en la Corte. Los franceses temen incomodar a su durmiente
enemigo, Gran Bretaña. Los servicios secretos británicos descubren la misión de
Franklin e intentan impedir su éxito.
Para eso envían a
su agente más famoso, Paul Wentworth, interpretado por Tom Hughes (siempre una
delicia verlo). Este antecesor de James Bond planta un doble agente en la mini corte
que el Doctor Franklin ha establecido en Passy, donde se ha vuelto un huésped
eterno del adinerado y liberal Chaumont que ve en los Estados Unidos un nuevo
mercado.
Francia en Vísperas
de la Revolución
Tal como en la
realidad, el Franklin de la serie ha estado en Francia antes, ha hecho buenos
amigos y cree que sabe hablar francés (motivo de algunos bochornos en la serie),
pero tal como en la realidad, le es difícil llegar a las altas esferas. Sus
encuentros con el Conde de Vergennes, Ministro de Exteriores de Luis XVI, son
exclusivamente secretos. A medida que la labor del Dr. Franklin se vuelve más engorrosa,
el gobierno lo destierra a Passy y le rompe la imprenta. Con eso, declara el anciano,
se ha quedado sin voz.
Sin embargo, persevera
y después de la victoria de los americanos en Saratoga, logra que Vergennes
consiga el permiso (y una audiencia) con el Rey. Esto le otorga a Franklin el puesto
de Embajador de los Estados Unidos. Sin embargo, el Congreso está descontento
con la lentitud de las negociaciones y envía a John Adams (Eddie Marsan)a vigilar
e incluso a reemplazar al Dr. Franklin. En la vida real, Adams cayó mal, no era
diplomático, fue convocado a retornar a América y Franklin reinó supremo.
Más allá de descubrir
la tarea titánica, y a ratos ingrata, de Ben Franklin, la serie me ha encantado
por ofrecer una visión muy completa de la clase media acomodada de la Francia prerrevolucionaria.
Contraria a la imagen de la cultura popular de que Francia era un país de
pobres campesinos y mendigos urbanos, gimiendo bajo la tiranía de clero y
nobleza y olvidados por un rey pusilánime y su frívola consorte, la nación gala
era una de las más adelantadas, cultas y ricas naciones europeas. Eso gracias a
una pujante burguesía.
Sería la clase
burguesa la que fomentaría alzamientos populares, la que idearía reformas y la
que planearía crear una nueva sociedad donde los profesionales burgueses tendrían
la voz cantante apoyados por las fortunas de los comerciantes y empresarios
burgueses. Gente como Chaumont que apadrina a Franklin.
Chaumont ha hecho
fortuna con la azúcar, un producto del naciente imperio colonialista francés.
Similar es el origen de Brillon, su vecino. Estos serán los hombres que financiarán
los ideales utópicos revolucionarios, fustigados por el ejemplo de la rebelión
de las 13 Colonias que representa Benjamín Franklin
Un Influencer,
Un Héroe y un Transgénero
Otros ejemplos de incipientes revolucionarios son el divertido Pierre Beaumarchais (Asaad Bouab de The Pursuit of Love), el mejor dramaturgo de su época. Tal como nos cuenta la serie, Beaumarchais le hacía al espionaje y sus obras como Las Bodas de Fígaro, incitaban a la agitación social. Lo que no he podido averiguar es si el escritor gustaba hablar en tercera persona como en la serie.
Si Franklin era
una estrella de cine y Beaumarchais un influencer, el personaje de moda en
Paris en esa década era el Caballero d’ Eon. Efectivamente, este aristócrata
que había caído un poco en desgracia después de su servicio en la Embajada de
Francia en la Corte Rusa, había retornado a su patria donde la mayor duda y
chisme era a qué sexo pertenecía.
Cuando niña vi un
viejo filme francés sobre este extraordinario fenómeno de la naturaleza. Ahí explicaban
su transgenerismo como una necesidad de ocultar su condición de mujer porque su
padre deseaba un hijo varón. Eso es lo que El Caballero escribiría en sus
memorias al fin de sus días. Sin embargo, en la pila de bautismo se le dio los
nombres de Carlos y Genoveva, intimando que, aun ante D-s, la criatura trascendía los
géneros conocidos.
El requisito de
la Corte para el regreso del Caballero era que usase vestuario femenino,
añadiendo a la confusión sobre el personaje. El caballero aceptó a
regañadientes y en los salones donde el Doctor Franklin lo conoció, Carlos-Genoveva
arrastraba sus miriñaques y panniers acompañándolos de los modales del
granadero más grosero, con lo que caía pésimo en sociedad.
A la muerte del Caballero,
se ordenó una autopsia para por fin conocer su secreto. Los médicos
dictaminaron que tenía genitales masculinos, pero pechos de mujer. Como
entonces no existían ni cirugías plásticas ni siliconas, debemos aceptar que este
fenómeno era lo que hoy se llamaría una “She male” o como él le dijo a Ben
Franklin “el nombre para definirme no se ha inventado todavía’.
De todas las
figuras históricas que nos presenta la serie la más fascinante corresponde a Gilbert
du Mottier , Marqués de Lafayette. Desde el cuarto grado que sé que Lafayette
dejó a su joven esposa en Francia para unirse al ejército del General
Washington. Como el mismo año en que aprendí en la escuela sobre La Revolución Francesa,
me regalaron la primera biografía que leí de María Antonieta, no podía entender
como Lafayette ―todo un héroe―se pusiese en contra de la Familia Real,
No me enseñaron que, en un momento, los revolucionarios
lo pusieron a cargo del ejército de París que recibía ordenes de la Asamblea Nacional,
no del rey. Eso lo comentaré en mi nota sobre la Revolución Francesa en la
ficción. Para los propósitos de esta nota, es cierto que Lafayette se fue a América
armado de una carta de presentación de Franklin, que se destacó en la batalla
de Brandwyne Hill en la que fue herido, y que volvió a París convertido en el héroe
del momento.
Michael
Douglas en la Piel de Franklin
Hora es de hablar
del personaje principal. He oído críticas de que físicamente Michael Douglas no
se parece al Doctor Franklin y que está muy viejo para el papel. Uno se pasó de
listo diciendo que Douglas, de 78 años, no podía interpretar a un hombre de 33
(WTF?) Me ruboriza el que yo, la discalcúlica, maneje mejor mis cuatro
operaciones de aritmética que mis congéneres “normales” que han dejado en manos
de calculadoras sus sumas y restas. Ben Franklin nació en 1706, su viaje a
Francia inició en diciembre de 1776. Solo tenía unos años menos que el actor
que lo interpreta.
En cuanto al
aspecto físico, sin ser idénticos, la caracterización es más que adecuada y
Michael se ve muy alejado de sus grandes roles incluso de su último trabajo
televisivo en El Método Kaminski. Me ha recordado a Spencer Tracy con
esa bravura, ese gravitas del verdadero actor veterano. Michael Douglas
impecablemente retrata los aspectos menos amables del Dr. Franklin. Su
arrogancia que lo llevaba a meter la pata prescindiendo de traductor ya que
creía erradamente que era ducho en lengua gala. Su decidía que tenía al congreso
mesándose los cabellos porque no llevaba cuentas de gastos ni respondía su correspondencia.
A sus 70 años, Benjamín
Franklin estaba en una edad en que los hombres dieciochescos o estaban camino a
la tumba o pastando su vejez. El Dr. Franklin no era un dechado de salud.
Sufría de gota. En París encontraría un remedio; la colchicina importada de las
junglas de Sudamérica y que tanto alivio trajo a mi difunto padre. También
sufría este sabio mundano de flatulencia y tenemos a Michael Douglas expulsando
públicamente gases por todos los orificios del cuerpo.
Aun así, Ben Franklin
no hacia caso de sus médicos. No gustaba mucho del ejercicio, trasnochaba, no
se levantaba antes de las diez de la mañana, y amaba la buena comida, vinos
finos y mujeres guapas. En su libro The Great Intervention, que ha
servido de base para esta entretenida serie, la historiadora Stacy Schiff ha
recogido toda anécdota, toda crónica y toda la correspondencia que suscitó esta
larga estadía de Los Franklin en Paris. De ahí ha sacado la más que probada
“amistad romántica” que el buen Dr. Franklin sostuvo con dos damas de la alta
burguesía.
Las Dos Anas
Una es la famosa Madame
Helvetius, interpretada aquí por Jeanne Balibar. Anne-Catherine de Ligniville,
provenía de una noble familia lorenesa. Había recibido una esmerada educación
que llamó la atención del filósofo Helvetius. A pesar de su filosofía,
Helvetius en vida cosechó una importante fortuna que legaría a su viuda y a sus
cuatro hijos y que, de acuerdo a las costumbres y su época, compraría esposos
con títulos nobiliarios para sus hijas.
Ya viuda, Madame continúo
manteniendo su salón, donde se reunían las personas más importantes de la política,
las artes y las letras francesas que venían a hacer tertulia con esta mujer tan
ilustrada y su docena de gatos persas. Ahí Franklin se encontró con otros
famosos americanos expatriados como Thomas Jefferson y Thomas Paine y pronto fue
amigo de la casa, de los gatos, y de la salonniere.
Ben apodó a
Madame Helvetius “Notre Dame de Auteuil” por el barrio donde ella vivía, (la
celosa Madame Brillon la apodó “la Lavandera de Auteuil” ). y se sabe que el viudo Dr. Franklin hasta le
propuso matrimonio, pero se sabe que sus afectos se dividían entre Helvetius y
otra dama. De regreso a los Estados Unidos, Franklin mantuvo correspondencia
con estas fascinantes mujeres y es de esa correspondencia que Stacy Schiff ha
sacado lo más jugoso de la estadía del diplomático en Francia.
En su larga
visita a los Chaumont en Passy, Ben hizo amistad con los vecinos, el matrimonio
Brillon de Jouy, principalmente con la esposa, Anne-Louise. Efectivamente
Madame Brillon fue una compositora brillante cuya obra permaneció desconocida
por casi doscientos años, puesto que las mujeres no eran aceptadas como músicas
en ese entonces. En 1777, como muestra
la serie, compuso “La Marcha de los Insurgentes” en honor de la Revolución Americana.
Me ha encantado ver a Ludivine Sagnier redimirse con este rol exquisito de su estrambótica caracterización de Diane de Poitiers en The Serpent Queen. La verdadera Anne de Brillon mantuvo una intensa amistad romántica con Ben Franklin al que ella llamaba Mon Cher Papa (mi Querido Papi) y con quien coqueteaba castamente. Se sabe que hubo un tiempo en que la pareja estuvo distanciada. Se cree que porque el setentón, a pesar de sus achaques, quería que los juegos amorosos dejasen de ser castos.
A pesar de las
infidelidades del marido, Anne de Brillon era una mujer virtuosa. Yo no creo
esa versión y prefiero la de la serie que también tiene bases en la realidad.
Anne se disgustó al saber que su esposo y su Cher Papa habían concertado un
matrimonio entre su hija Cunegunda y Temple Franklin. No solo Temple era
protestante (Brillon era ultra católica), pero también un mocoso imberbe que no
tenía donde caerse muerto.
El Odioso
Temple
A mí me simpatizó
Noah Jupe en su rol de hijo de Nicole Kidman en The Undoing, pero en su
rol de William Temple Franklin, me ha caído
antipático ya que lo retrata como un millenial privilegiado y le mete diálogos
presentistas inconcebibles en su época y en la verdadera relación de los Franklin.
Para entender mi molestia hay que conocer la cronología y genealogía de Temple.
El mujeriego Benjamín
Franklin tuvo en su juventud un hijo, William Franklin, al que reconoció e
integró a su hogar después de casarse (no con la madre del niño). Cuando
William tuvo edad, su padre lo envió a estudiar Leyes a Londres. Ahí William se
convertiría en un ardiente anglófilo y, tendría también un hijo fuera del
matrimonio, William Temple Franklin. A eso se refiere despectivamente John Adams
cuando dice” eso es lo que pasa cuando un bastardo procrea otro bastardo.”
A diferencia de
su padre, William dejó a su vástago con una familia de crianza y, aparte de
enviarle dinero, nunca se interesó en conocerlo, ni siquiera cuando se casó. A
William le fue bien el ser leal a la Corona Británica llegando hasta ser
nombrado Gobernador de Nueva Jersey. Las desavenencias políticas separaron a
Ben de su hijo. Cuando estalló la rebelión, el Gobernador Franklin fue arrestado
bajo cargos de espionaje y se le mantuvo en prisión hasta la firma del Tratado
de París que sellaba la Independencia de los Estados Unidos.
Antes de eso, Ben
no levantó un dedo para pedir la liberación de su hijo o aliviar su cautiverio.
Eso es lo que Temple le reprocha su abuelo. Curioso reproche cuando es el
abuelo quien lo ha criado y el padre quien se desentendió del muchacho. El
Doctor Franklin supo de la existencia de su nieto cuando este tenía cuatro años
y desde ese momento lo prohijó. Temple
nunca tuvo contacto con su padre biológico, por lo que se ve muy ingrato y
fuera de contexto que le enrostre al abuelo no preocuparse por la suerte de William.
Lo que si es
cierto es que Temple, en Paris, tuvo contacto con luminarias y con grandes
familias de la burguesía. Estuvo brevemente comprometido con Cunegunda Brillon
y siguiendo la tradición familiar, engendró un hijo sin casarse. Este niño
moriría en la infancia. Temple cumplió el sueño de su abuelo de volverse
francés, pero adquiriendo las peores características del genio galo.
De regreso en
América nunca se sintió bien. No prosperó en puestos importantes y se dedicó a la
especulación de tierras. Las conexiones que le dejó su abuelo no le sirvieron.
Se le sabia inteligente, pero la clase política desconfiaba de sus ideas. Se le
creía desafecto a la república, y partidario como su padre de un regreso a la
sumisión al Reino Unido. Ayudaba que, tras la muerte de su abuelo, Temple se
acercó a su padre y vivió junto a él en Inglaterra. Ahí tampoco prosperó y
regresó a Francia donde moriría en la pobreza. Su entierro seria pagado por sus
amigos.
Termino diciendo
que Franklin es una serie magistral que al lado de una lección de
historia, diplomacia y espionaje ofrece un fascinante retrato de una sociedad a
punto de explotar, de una monarquía débil, de una burguesía cada vez más
influyente y de un espacio donde ricos y famosos se apasionaron con la Independencia
de Estados Unidos.
Agréguenle excelentes
actuaciones y una hermosa escenografía que cuando sale de cuartos iluminados
con velas, o callejones oscuros donde se cocinan intrigas, nos lleva a admirar los
paisajes naturales sea en Versalles, en la pradera de Passy o en los bosques de
Pensilvania donde casi muere Lafayette. Tim van Patten ha traído a esta serie todo
el arte que desplegó en Boardwalk Empire.
Contenido
Violento y Gory: Muchos
asesinatos e intentos de asesinatos, escenas de batalla, nada muy gráfico.
Contenido Sexual
y Desnudos: Creo que hubo
un topless en la escena de burdel donde Temple pierde su virginidad. Abuelo y
nieto tienen sexo, pero no muestran ni un centímetro de carne.
Factor
Feminista: Vemos una
sociedad donde todas las mujeres están sometidas por ley a hombres sean esposos
o protectores. Vemos en el caso de Cunegunda como se arreglaban matrimonios sin
consultar a la novia. Lo interesante es que tanto Anne Louise de Brillon como
Madame Helvetius, a pesar de pertenecer a la alta burguesía, sobrevivieron a la
Revolución. Alcanzarían a ver una nueva clase
burguesa que conservaría por siglos ese status quo de la mujer como sierva del hambre
Factor Diversidad: Aquí tenemos el único wokismo de la
serie. Jacques, hijo de Los Chaumont, es un rebelde que pretende violentar las
reglas de sus padres. Apostrofa al padre delante de los Franklin acusándolo de
hacer fortuna gracias a sus esclavos de plantaciones de azúcar.
Temple descubre
que su amigo tiene amores con Odette Callot, una actriz de color. Jacques colma
la paciencia de su padre trayendo a Odette a una fiesta familiar, pero Temple descubre
pronto que Jacques es un hipócrita, peor que sus padres. Luego que humilla a Odette,
con chistes racistas, ante sus amigos, Temple y la actriz se hacen amantes y
ella aborta a un posible bebé Franklin.
En la vida real,
Temple tuvo amores con Blanchette Callot, una mujer casada, con quien tuvo un hijo,
Theodore, que murió a los cinco años. Blanchette era blanca como su nombre. Odette
es una invención innecesaria. No hay nada de malo en inventar una actriz de
color que bien pudo existir en ese tiempo, e incluso pudieron inventarle un
romance con el joven Temple. En cambio, darle el nombre y el embarazo de un
personaje real, eso sí cambiando su pigmentación, es una muestra de que la
diversidad forzada se hace espacio hasta en una buena serie.
I have it, but haven't watched it yet, the cast just doesn't excite me at all. Count on American producers to turn white women or men into black, because it is shameful being white these days.... How is it possible that they don't get the racism of it?
ResponderEliminarOf course, it is racism in reverse. What do you mean not an exciting cast, you have Tom Hughes there.
EliminarHughes ain't enough to keep me all hot and tingly, and Douglas is just creepy to me for some reason, don't know why, but never liked him. Speaking of Hughes, he looks so hot in navy blue imperial armours and capes in Those About To Die, I have two more eps left, in the one I watched last night that hot bitch Scorpus killed poor little hot Xenon, I thought he would at least give him some tongue action beforehand LOL
EliminarI had a crush on MIchael Douglas when i was twelve and he was in The Streets of San Francisco, but i think it was his character that I liked. Please don't remind me of Those...I'm doing my best to forget I ever watched it.
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