El problema de tratar
superficialmente temas profundos y espinosos es que se deja al
lector/espectador o muy confuso o creyendo que se ha convertido en un experto
en algo que todavía le es ajeno y hermético. Es lo que ocurre con “Unorthodox”,
que intenta darles toques exóticos y étnicos a escenarios que conocemos desde La
Saga de los Forsyte hasta “Women on Top”. Además, pretende convertir
un drama doméstico en alta literatura que se equilibra entre The Tenant of
Wildfell Hall y Clarissa Harlowe, pero acaba cayendo en situaciones rebuscadas
dignas de telenovela barata. De paso se las arregla para dejar una visión
sumamente negativa de los judíos, de su religión e inclusive de su enfoque del
Holocausto.
Heroína
Acartonada y Otras Fallas Estilísticas
Si estuviera
dictando un curso sobre “Unorthodox” haría las siguientes preguntas a mis
alumnos. ¿Quién es Esty? ¿Como es ella? ¿Cuál es su pasado prematrimonial? ¿De
que huye? ¿Por qué son malos los judíos de los que huye? ¿Como se llama la
secta de la cual es miembro el marido de Esty?
¿Hay algún judío bueno en este cuento aparte de Esty y su madre? ¿Es
esta una historia real?
Si viste “Unorthodox”
toma esta prueba sin hacer trampas y te asombrarás de las respuestas o de la
falta de ellas. Una queja de los detractores de la serie es lo unidimensional
de la misma y del acartonamiento de la heroína. Esty (Shira Haas) representa un
estereotipo de víctima de patriarcado étnico. Por un momento me recordó a la
Nadia de “The Bodyguard’, y que sorpresita nos llevamos al final cuando ella
nos mostró que era lo contrario de las ideas preconcebidas sobre la mujer
musulmana.
Con Esty no nos llevamos
sorpresas porque nunca sabemos realmente quien es ella. De pronto nos sale con
que le gusta la música, de ahí que sabe un poco de piano, de ahí entra a una
difícil competencia musical. Le dicen que no toca bien el piano, entonces
canta. ¿Y qué pasa si su voz tampoco da la talla? ¿Tañerá un pandero? Todo en
ella es parte de soluciones Deus ex Machina comenzando por esa visión
paradisiaca de Berlín donde todo le sale bien a Esty.
Esa visión es tan
falsa como el decir que “Unorthodox” está basada en las memorias de Deborah
Feldman. Alguna inspiración habrá, algún vínculo, pero el libro es nocivo a su
manera. Tal como la serie encuentra su propio modo de propagar falsedades. Veamos
un poco de que se trata este cuentillo.
Érase
una vez en el viejo Williamsburg—reducto de los mafiosos judíos
Satmar— que una esposa adolescente llamada
Esther “Esty” Shapiro decidió huir de su marido, de su familia, de su religión,
de su estilo de vida. Para eso eligió el día más sagrado de la semana. Con eso
entendemos que Esty no está dejando atrás un judaísmo extremo. Ella está
dejando atrás todo lo que significa ser judía.
¿Si
Esty quería huir por qué no se fue un lunes o un jueves o cualquier día laboral
cuando su marido y los otros hombres estaban en el trabajo, cuando podía andar
en la calle con bolsas sin nadie hacerle preguntas? ¿Por qué salir en Shabbath
cuando se va a encontrar con conocidos que van a cuestionar su salida y
posiblemente la dificulten?
Obvio
que los escritores han buscado crear un faux dramatismo que solo
funciona con quien no sabe el significado ni los rituales del Sabbath.
Comenzando con el cuento del eruv roto. Los Satmar no creen en los eruvin.
Ellos no cargan nada fuera de casa en sábado. La Feldman, que supuestamente
asesoró el libreto, se olvidó de ese pequeño detalle.
Otra
manera de crear dramatismo es no seguir la historia de manera linear. La
trayectoria de Esty es interrumpida constantemente por flashbacks a su vida
antes y después de casada que sirven para dar una imagen de soledad, tribulación,
y enclaustramiento que contrastan con la libertad idílica encontrada por Esty
en Alemania.
Esty
se casa con un chico al que solo ha visto media hora en su vida. Ella no sabe
dónde está su vagina, le rapan la cabeza, la hacen zambullirse en una piscina,
en su boda su cabeza es envuelta en algo que parecen toallas o una pantalla de
lampara embetunada con merengue. Como dijo Neal Pollak en Book &Globe “parece El Hombre Elefante”.
Después
de casada, la pesadilla aumenta. La vida sexual de Esty es infernal, su suegra
es infernal, obvio que debe huir. Su única familia, su abuela y su tía Malka no
son gran ayuda. Como nada es explicado, nada es contextuado, todo es presentado
en viñetas que contrastan con la feliz vida de Esty en Alemania, ¡un país tan
amistoso con los judíos! La impresión es que Esty está viviendo su propio
Cuento de la Criada.
No
sabemos nada de su vida anterior aparte de que su padre es un borracho (El
pobre Eugene Bercovic no es alcohólico, según ha dicho su hija en su libro y en
entrevistas es un “retrasado mental”). Su madre tuvo que abandonarla cuando
decidió vivir su lesbianismo. Sin saber los motivos para dejar su comunidad, Esty
la ha evitado y le ha guardado rencor. Solo que ahora, Esty planea irse a
Berlín a reencontrarse con Leah, su madre.
Voy a
pasar de largo el rápido viaje (ni que se subiera al cohete de Meñique) de Esty
a Berlín, sin ningún contratiempo y, sin problemas de papeleo. Y sin nauseas,
pero esta chica tiene un embarazo perfecto. Hablamos no solo de una adolescente que nunca
ha salido de Brooklyn, que nunca ha montado un avión, y de pronto se encuentra
en un país extraño, una ciudad extraña esperando a su madre, pero cuando la ve
besándose con su pareja, huye.
De
nuevo se siente la carencia de contexto. ¿Por qué huye Esty? ¿Es homófoba? ¿No
sabía que su madre era lesbiana? ¿No sabía que las mujeres se besan? No importa,
porque dos días más tarde está encantada
con un nuevo grupo de amigos que incluye una pareja gay a los que observa con
feliz sonrisa. ¿Como cambió de mentalidad tan rápido? ¿Y si a Esty ya no le
molestan los gays porque no vuelve donde su madre en vez de seguir dando tumbos
por una ciudad desconocida donde tiene que dormir en el suelo de edificios
públicos?
La
serie es forzada y melodramática, llena de situaciones constreñidas hasta el
punto de lo inverosímil. Esty espera feliz a su marido para contarle que
esperan un hijo y él le pide el divorcio. Todos están preocupados por el
paradero de Esty, pero cuando ella llama a la abuela, esta le cuelga. En
castigo, la viejita se muere y la dejan tirada en el piso de la sala cubierta
con una sábana.
Por otro lado, los
hombres de los que Esty huye tampoco han sido dotados de personalidades
desarrolladas. Son estereotipados y muy villanos, ¡de los que se atusan el
bigote y dicen “muajaja”! A pesar de que no soy Satmar, ni vengo de familia Jasídica
(mis genes son del Viejo Adriático), como judía me siento incomoda.
La Serie como “Receptáculo
de Todo lo Judío”
Este retrato
desmedido y caricaturesco de un sector ultraortodoxo se refleja en todos los
judíos creyentes y practicantes. Es racista. No hay judíos buenos, aparte de
Esty y de su madre. Hasta Yael, la israelí, es un personaje antipático que
parece a ratos despreciar, otros resentir, la presencia de Esty y lo que
representa para “los judíos modernos”. Yael es quien
advierte a sus amigos que Esty viene de un mundo peligroso donde todos son
lunáticos. Esas son las palabras de
Deborah Feldman quien ha dicho que los Jasidim están divididos entre los que
quieren huir y los dementes.
Esa visión
monolítica de los judíos me es confirmada por esta crítica de Sensacine donde hablan de las “vivencias como judía” de
Deborah Feldman que inspiraron la serie
y de los sufrimientos de Esty por ser “integrante de la comunidad judía
de Nueva York”. O sea, les quedó la idea de que todos los judíos vivimos como
los Satmar. En Ok Diario han decidido que los Satmar representan a todos
los Jasidim (todos vienen de Hungría). Peor es Carles Coles que en El Periódico , por convertir la serie en una metáfora de las admoniciones
de Noam Chomsky sobre el neoliberalismo, tilda al Talmud de ser “capitalista”. Oy
veh zmir!
La serie es tan
confusa que los mismos periodistas se ponen a “cantinflear”. Por ejemplo, en el
sitio peruano RPP Noticias salen con este enredo: “Esty es obligada a casarse, raparse el cabello y alejarse totalmente de la
música. Sobre lo último, la joven protagonista tenía una vena musical que no
descubrió hasta que huyó en dirección a Alemania. “
¿A
ver cómo pudo alejarse de la música si solo descubre en Alemania que tiene
vocación musical? Ni debería hablar del de La Tercera donde me ruboriza ver que los
periodistas chilenos cometen (pero casi como regla gramatical) mi error sintáctico
de combinar tiempos. Al menos yo trato de mantener la armonía verbal en cada
párrafo. Mónica Garrido no solo no sigue reglas de redacción, parece no haber
visto la miniserie. Moishe es el primo, no el cuñado del marido de Esty.
Peor,
un comentarista de La Tercera, típico antisemita chileno que sale con
que “estos ortodoxos son parte del gobierno de Israel”. No, Mr. Ignorante, los
Satmar son anti-sionistas, no creen en la existencia de Israel, aun cuando
vivan allá. Al final, como ha dicho Daniel Ajzen en el sitio mexicano Diario Judío: “Los Satmar Jasidim son una secta
dentro de una secta y en esta serie se convierten en realidad en el receptáculo
de todo lo judío y al mismo tiempo el centro de reciclaje de el mismo”.
Todo provocado
por una serie limitada que trata banalmente un tema que ni sociólogos ni
historiadores ni otros intelectuales pueden definir bien. En lo personal, me resulta
injusto que todo lo judío se vea limitado al comportamiento de los Satmar, mas aun cuando se trata de un comportamiento caricaturizado.
¿Quiénes son
los Satmar?
Los Satmar pertenecen
a la más ortodoxa de las sectas jasídicas. Es una comunidad cerrada que, en vez
de evolucionar, involuciona. Una de las pocas cosas que ha dicho Débora Feldman
que no es mentira es que los Satmar interpretan La Ley (en mayúscula) de la
manera más extremista posible. Son nuestros fundamentalistas, pero no son
monstruos, ni secuestradores, ni andan corriendo por el mundo aterrorizando a
la gente que no quiere estar con ellos. Abajo un video de nuestro querido Gobernador Andrew Cuomo, a principios de año visitando la comunidad Satmar en Williamsburg.
Como
en toda sociedad cerrada hay casos de abuso y corrupción. Mas común son las
batallas legales, en casos de divorcio, que buscan quitarles la custodia de los
hijos a padres que no siguen las reglas Satmar. Ese es el caso de Etty cuya
historia es contada en el documental “One of Us” también hecho por Netflix.
Tras
su divorcio, perdió la custodia de sus siete hijos, puesto que tanto su esposo
golpeador, la familia de él y la propia familia y amistades de Etty se
presentaron en la corte para testificar en contra de ella. Pero no solo las
madres sufren el peso de la presión social. Hay casos de jasídicos a los que se
les ha negado las visitas a sus hijos por haberse presentado a ellas en blue
jeans.
Por
eso “Unorthodox” me ha dejado indiferente, porque minimiza las verdaderas
tragedias que ocurren en el mundo ultraortodoxo (y no solo entre los Satmar),
pero vale recordar que esas tragedias son casos aislados. Para
bien o para mal, los judíos religiosos, aun en comunidades tan cerradas como
los Satmar, se van. Hasta se han inventado membretes para señalarlos. Ex
-frum (ex religiosos), a los que dejamos la ortodoxia se nos define como OTD
acrónimo de Off the Derech (desviados del camino), y en Israel el término
hebreo es datlashim (ex religioso).
Desde hace un par de décadas, libros y cine se
han encargado de documentar estos éxodos. Cada cual trata de incluir más drama,
y de paso, más injuria sobre las comunidades de las que se exilian los
rebeldes. En The Canadian Jewish News, Michael Fraiman ha
denominado todo este material que cubre la partida como “Orthodexit” (huida de
lo ortodoxo).
Berlín,
un Paraiso para los Judíos
De
cierta manera yo soy como Esty. Un día dejé un estilo de vida ortodoxo para ver
lo que el mundo tenía que ofrecerme. En ese sentido, aplaudo a quienes se auto
destierran buscando mayor conocimiento seglar, oportunidades de desarrollarse
laboral e intelectualmente. Tal como comprendo que haya gente a la que le sea
imposible seguir dentro de un entorno ultra religioso siendo homosexual o atea.
Pero en el caso de Esty, su fuga me resulta incomprensible.
Por
terrible y humillante que haya sido el matrimonio de Esty, no tiene magnitud de
calvario. No es Sansa huyendo de Ramsey Bolton; no es la madre de Patrick
Melrose escapando de un psicópata violador y golpeador. Su suegra por desagradable
que sea no es más que un lugar común que vemos muy a menudo en la literatura
étnica, una más de las entrometidas suegras de telenovela.
Entiendo
que quiera divorciarse. Si no hubiese quedado embarazada, su amada suegrita Mimi
hubiese exigido un divorcio, así que no es tan descabellado que antes de
revelar su embarazo, Esty lo hubiese planteado (en el libro, Déborah dice que
fue su marido quien habló de divorciarse). Como la tía Malka ya le ha dejado en
claro que no la quieren de regreso, es buena idea ir en busca de Leah la madre
que Esty no ha querido ni en su boda.
¿Pero
cuál es la necesidad de huir a escondidas sin dejar ni una carta ni una
explicación? Es como invitar a que la busquen. ¿Y no hubiese sido mejor lanzar
el celular al incinerador antes que dejarlo en casa para que el Primo Moishe
escuchase la llamada del ginecólogo?
Mi
gran problema con este cuento es su inconsistencia. A pesar de que el libro en
el que está basada es un ensayo de inconexiones, la serie inventa sus propias
incoherencias. Esty aparte de no tener donde dormir, no carece de dinero. Lo
único que se llevó de Brooklyn fueron dos fajos de euros y su pasaje de avión.
En Berlín se gasta la plata en jeans y tacones, pero no se le ocurre tomar un
cuarto de hotel.
En Berlín
las prioridades de Esty son extraordinarias. Postula a un exigente programa de
música cuando apenas sabe tocar el piano. Va a una biblioteca a hacer una
búsqueda en Internet y su primera pregunta es si D-s existe,visita una iglesia cristiana, explora la vida de
los clubes nocturnos de Berlín y se echa un amante en menos de una semana.
Es
una pena que el Covid 19 haya impedido los viajes. Lo mejor de “Unorthodox” es
esta propaganda turística de Berlín como una ciudad sin crimen, donde todos
hablan inglés, donde las mujeres se curan de vaginismo con el primer revolcón y
donde todo el mundo ama a los judíos que tan ingratos son que insisten en
recordarles el Holocausto a los gentiles alemanes.
La
Culpa La Tiene el Holocausto
Es el
modo en que la serie trata el Holocausto lo que más me perturba. Creo que los
que me conocen, e incluso me leen desde hace dos décadas, saben que nunca he
creído en culpas colectivas, que no odio ni a Alemania, ni a su gente ni a su cultura.
Uno de mis propósitos vitales ha sido entender como la nación más civilizada de
Europa pudo caer en una cultura de violencia sanguinaria, como pudo crear
métodos de asesinato en masa y como su gente pudo aceptar e incluso aprobar el
exterminio no solo de judíos, sino también de eslavos, gitanos, homosexuales,
enfermos y disidentes.
El
propósito de mis esfuerzos no es culpar ni demonizar sino prevenir ese estado
mental que pueda empujar a seres perfectamente normales a convertirse en perpetradores
o testigos pasivos de genocidios, pero también reconocer señales de negación, desestimación
y trivialización del horror de lo que en hebreo llamamos la Shoah. Eso último
es lo que veo en “Unorthodox”.
La
serie insinúa que la felicidad de Esty reside en la Alemania moderna y
artística y en los brazos de un alemán. También insinúa que es la obsesión con
el Holocausto y el odio hacia Alemania lo que hace a los Satmar tan estrictos y
cerrados de mente. Lo vemos desde el primer capítulo en que Esty se escandaliza
que Yael haga un chiste sobre la Shoah. Le
recuerda que su familia perdió a todos sus parientes en los campos.
La
respuesta de Yael es que Esty tiene ese pasado en común con la mitad de Israel,
pero ahora “los israelíes estamos demasiado ocupados defendiendo nuestro
presente””. ¿Y cómo defiendes el
presente israelí, Yael? ¿Cantando en un
antro berlines? Pero yo he visto esa
actitud despectiva hacia la Shoah por parte de muchos judíos sobre todo
israelíes. Es esa postura ambigua que han tenido con los sobrevivientes desde
el final de la Segunda Guerra Mundial y que Tom Segev exploró tan bien en su
libro The Seventh Million. Por algo en “Shtisel” donde se examinan todas las
gamas de la experiencia judía, el Holocausto no es mencionado ni por los más
viejos.
Tanto
Deborah Feldman como “Unorthodox”, culpan las locuras de los Satmar en su
necesidad de preservar estilos de vida que se vivían en la Europa pre Segunda
Guerra Mundial. La obsesión de la secta con ser un espacio insular en el que no
se permite la asimilación (léase adoptar costumbres de la cultura moderna
occidental) se debe a la creencia de que el Holocausto fue el castigo divino a
los judíos asimilados. Tal como la preocupación con la fertilidad de sus
mujeres se debe a una necesidad de compensar los muertos en sus filas.
Aunque
hay algo de verdad en estas teorías, es molesto que sean aumentadas por
incesantes rumores y leyendas urbanas esparcidas por judíos seglares, menos
religiosos, incluso por ultraortodoxos. Una nota al pasar, por elitistas y belicosos,
los Satmar no son muy queridos por otros grupos ultraortodoxos. Pero pasemos a
revisar los puntos débiles de estas acusaciones.
La posguerra
dejó en Europa puñados de judíos desorientados, aquejados por sentimientos de
culpa (survivor’s guilt) y más neuróticos de lo que normalmente somos
los judíos. El haberlo perdido todo— familias, propiedades, hasta
países— los hacia cuestionar la razón para
tanto sufrimiento. Y las respuestas a sus interrogantes fueron abigarradas desde
que D-S no existe hasta que el Holocausto fue necesario para crear el Estado de
Israel.
Cuando
yo estaba en Ezra Academy, a fines de los 70, uno de nuestros rabinos más frum
(religioso) nos dijo que el Holocausto había sido un castigo por los
matrimonios mixtos. Como hija de un matrimonio mixto, pegué un respingo. Me
pareció una simplificación peligrosa, pero más tarde comentándolo con mis maestras
entendí que había una conexión entre el Holocausto y el temor a la asimilación
y a todo lo moderno que la propiciaba.
Un
resultado de la Shoah fue una tremenda desilusión del mundo judío con Europa y
la vida seglar. Occidente no había cumplido la promesa de proteger a los judíos,
o de tratarlos como iguales, si se asimilaban. Ni la educación, ni la
erudición ni la aculturación había evitado que los judíos acabasen en los
crematorios. Una frase común que he escuchado de ultraortodoxos sobre la
educación laica es “no te hace mejor persona. Los nazis también eran
instruidos.”
Por
otro lado, existía la obligación con los muertos de mantener viva su memoria.
Algunos optaron por buscar justicia de muchas maneras, otros como los Satmar
decidieron mantener vivo un estilo de vida que era el imperante en las
comunidades jasídicas de la preguerra. Se puede decir que era un tipo de cosplay
sagrado.
Es
extraño, pero cuando llegué a mi escuela judía en 1976, tenía un mínimo de
conocimientos sobre cultura y religión judía, pero traía dos creencias heredadas
de mi madre—el ser menos religioso del mundo—una desconfianza por la raza humana (“hasta los judíos
nos traicionamos durante la guerra” decía ella) y una obligación de nunca
olvidar a los muertos. Por eso entiendo (no apruebo) ese aislamiento exagerado
de los judíos ultraortodoxos.
Sin
embargo, vale recordar que el modo de vida Satmar con sus reglas sofocantes
para muchos no es un producto del Holocausto. Es como se vivía en comunidades
ultraortodoxas en la Europa Oriental desde el cisma de la judería húngara en
1868 en que se dividieron los religiosos entre los más modernos y los ultratradicionalistas.
De ahí vinieron las prohibiciones de adoptar modos e ideas del mundo no-judío.
De ahí vino la imposición de comunicarse en Yiddish que de lo contrario sería
otra lengua muerta.
Cuando
leí The Vanished World of Jewry (El mundo perdido de las juderías) de Raphael
Patai me di cuenta de la tremenda perdida cultural provocada por la Shoah y me
di cuenta de lo importante que era preservar al menos el idioma. No solo el
mundo yiddish-parlante perdió su cultura. Las comunidades sefarditas del Mediterráneo
y Balcanes desaparecieron y nadie ha intentado recuperarlas. El ladino es ya
casi una lengua extinta y en Israel, los sefarditas religiosos andan disfrazados
de Jasidim.
En “Unorthodox”
no exploran eso. Simplemente esgrimen la idea de que el Holocausto es usado
para manipular a los Satmar especialmente a sus mujeres a las que convierten
como dice Yael en “máquinas para hacer bebés”. Lo cierto es que las judías
siempre han sido muy conejas y hay una larga tradición de familias numerosas
que se ha perdido en las últimas generaciones tanto en Israel como en occidente
entre los judíos “modernos”.
El
Nuevo Antisemitismo Alemán
En el
último capítulo, Esty ya ha aprendido su lección y cuando el Primo Moishe le reprocha
querer criar a su hijo entre alemanes, ella ya no se deja manipular. Le gusta
Alemania, le gustan los alemanes como amigos y amantes, quiere quedarse ahí.
Ese es el modo de pensar de Deborah Feldman y de Anna Winger, la judía alemana
que produce el programa. “Unorthodox” es propaganda turística para que los
judíos sientan que pueden ir al país germano sin miedo, siempre y cuando dejen
atrás sus tontos prejuicios, rencores y recuerdos.
Lo
vemos en la escena en que Yanki y Moishe, todavía en sus vestimentas jasídicas,
llegan al hotel y el conserje les hace cien reverencias creyéndolos israelíes.
Es cierto que una gran mayoría de israelíes, como Yael, han encontrado un nuevo
hogar en Berlín. Es cierto que la hotelería berlinesa los espera, que la
economía alemana es sólida, que Angela Merkel es una excelente gobernante, pero
hay algunos factores que me harían pensarlo dos veces antes de irme para allá.
Desde
1998, ha surgido un creciente nacionalismo con tintes fascistas y antisemitas
en Alemania. Los ataques físicos a judíos y a sus propiedades van en aumento. A
pesar de que la policía sin mucha investigación los adjudica todos a neonazis,
un estudio de la Universidad de Bielefeld descubrió que la mayoría vienen de la
comunidad islámica. La situación se ha puesto tan peliaguda que este enero pasado,
el ministro de Asuntos Exteriores de la nación germana, Heiko Maas hizo una declaración de un posible éxodo de la población judía residente en
Alemania. Como que “Unorthodox” nos ofrece una visión utópica de Alemania.
Hay
mucho más que decir sobre y a raíz de “Unorthodox”. Espero poder hacerlo en
mayo. Quisiera dejar claras las diferencias entre los Satmar, otros grupos jasídicos,
los ultraortodoxos y otras variantes de judíos practicantes. También hablar
sobre lo que más nos impacta de la tragedia de Esty, o sea como el judaísmo
rige y afecta su vida sexual y matrimonial. Por último, desmentir el mito de que esto está basado en un caso real, porque la autobiografía de Deborah
Feldman está llena de bulos.
Una
ironía es que, aunque “Poco Ortodoxa” como le han puesto en español, ha fascinado
a la audiencia hispanoparlante, el libro nunca ha sido traducido al castellano.
En una entrevista a El País, La Feldman se ha vanagloriado de ser
la primera en hacer conocer el mundo jasídico.
(Isaac Bashevis Singer, Chaim Potok y Sir Eli Wiesel deben estar
brincando en sus tumbas), pero lo cierto es que si no fuera por la serie ya nadie
recordaría una más de las memorias salidas de esta moda del Orthodexit.
Otra ironía
es que acabé de ver “Unorthodox” coincidiendo con el sexto capítulo de la tercera
Temporada de “My Brilliant Friend”. Precisamente el episodio en el que Lila abandona
a su marido. Las escenas de Stefano hundido en la depresión, la reunión
familiar donde deciden que hacer, la intromisión de Michele Solara para buscar
a Lila, todo me recordó a “Unorthodox”.
¿Como
es que nadie ha notado las similitudes? ¿Por
qué no hay horror, desprecio y repugnancia por la cultura napolitana que ha
permitido la tragedia de Lila y propiciado su huida? La respuesta es que “Unorthodox”
no puede ser vista como un simple drama domestico ya que posee dos factores que
la hacen más incendiaria: el tema religioso y el hecho de que se trate de
judíos.
Como
ven falta mucho por comentar y recorrer. Espero lo hagan conmigo. Entretanto
véanse en Netflix, la serie israelí “Shtisel” que presenta una visión un poco
más benévola del mundo ultraortodoxo.