Aunque vi la
adaptación de la novela alternativa de Philip Roth con muchos reparos, la
miniserie me aportó dos nuevas sorpresas, ninguna muy grata. Primer problema— me lo
corroboró el Gatito Memo—los primeros capítulos son lentos y aburridos. La
otra sorpresa ha sido la campaña del mercadeo. HBO y sus fan-críticos, venden la
serie haciendo hincapié en falsos paralelismos entre su trama y la situación
política actual en los Estados Unidos.
Érase una
vez…en Newark
Para quienes no
hayan visto la serie ni leído el libro, esta es una ucronía que especula que
hubiese sucedido si Charles Lindbergh, el héroe de la aviación, hubiese vencido
a Franklin Delano Roosevelt en las elecciones de 1940. Lindbergh, que en la
vida real era antisemita y simpatizaba con los nazis (Hitler le dio una
medallita), sigue una política de acercamiento con Alemania, empodera a los
nazis locales e inicia una agresiva campaña antisemita.
Estos sucesos son
vividos y vistos desde la perspectiva de Philip Levine (Azhy Robinson), un niño
de nueve años que es el alter ego del autor. Philip vive en un barrio (predominantemente
judío) en Newark, Nueva Jersey. Sus padres Hermann (Morgan Spector) y Bess (Zoe
Kazan, nieta de Elia Kazan) son hijos de inmigrantes del Old Country,
pero nacidos en USA.
Hermann, un próspero
vendedor de seguros, nunca ha experimentado antisemitismo. Bess si—una
variedad sutil—cuando fue la única alumna judía en su escuela de Elizabeth.
Esto la hace más perspicaz que el marido a espacios peligrosos para los judíos.
Cuando Hermann quiere comprar una casa más grande en Unión City, Bess se rehúsa
puesto que nota que habrá nazis en el nuevo barrio.
Philip es
demasiado pequeño para entender los peligros que lo acechan. Sus preguntas no
son bien respondidas ni por su padre ni por Sandy (Caleb Malis), su hermano
mayor, un talentoso dibujante que admira a Lindbergh. Philip tampoco entiende
las rebeldías de su primo Alvin (Anthony Boyle) o la frustración de su tía
Evelyn (Winona Ryder, exquisita en su primer rol de judía) que va camino a solterona
mientras sostiene amores clandestinos con un italiano casado.
Ese primer
episodio nos presenta a cada miembro de la familia, su función en su entorno,
sus sueños y desafíos. Bess se preocupa por su hermana y a la vez la preocupa
su madre que está entrando en la demencia. Herman quiere ser un americano más,
que ama el beisbol y su país, pero no es ciego a las amenazas que se ciernen
sobre su familia por el solo hecho de ser judíos. La amenaza la encierra la
candidatura de Lindbergh a la presidencia y el auge de una forma de nazismo
local que en la costa Noratlántica se conoce como el Bund (había otras
organizaciones fascistas en USA como los Camisas Plateadas que operaban en
ambos lados de la frontera con México)
David Simon, creador
de “The Wire”, ha sabido componer una magnifica atmósfera de los 40, completa
con vestuario de entonces (el de Winona es el más llamativo), con música de
swing como banda sonora, con una iluminación difusa. Incluso los retratos
antiguos que cuelgan en las paredes de la casa de los Levine son de los abuelos
de Simón quien también se encargó de enseñarles a los actores como hablar con
acento yiddish como hasta hoy hablan muchos abuelos judíos aquí en Nueva York.
Aun así, el
primer capítulo se me hizo largo y latigudo. Solo me desperté cuando Alvin y
sus amigos se fueron a darle una tunda a unos nazis que habían apaleado a un
amigo. Con la excepción de Evelyn, y un poco Bess, los personajes no me
atraparon. Es que sentía presenciar algo muy visto, muy reconocible.
Los Levine
parecían escapados de alguna nostalgia de Woody Allen, de alguna pieza de Neil
Simon, de algún relato de Mordechai Richtler. La Tía Evelyn se parecía la tía
Bea (Diane Weist) en “Radio Days” o la tía Blanche (Judith Avey) de “Brighton
Beach Memoirs”. Y todos esos diálogos
tan cliché, “eso no va a pasar aquí”, “este es nuestro país” sonaban tan sacados
de la fórmula del cine del Holocausto.
Las tías judías |
Después de leer
las críticas, me di cuenta de que esta serie no va dirigida a los judíos, ni
siquiera a mi generación. Por eso es por lo que se pueden reflotar clichés y
estereotipos positivos porque hace como veinte años que no lo hacían y los Z de
todos los colores tienen que aprender que no todos los judíos son tan nocivos
como Harvey Weinstein, el “suicidado” Jeffrey Epstein, y Weiss&Benioff.
Es agradable ver
a la Gran Familia Judía compartir cosa típicas como la mesa de Sabbath, y hablar
de Joe Di Maggio, tras hacer la bendición sobre las challot (el pan
trenzado) y el vino. Se siente nostálgico, a pesar de que tengan la radio prendida,
eso sí con swing judío (Benny Goodman y Artie Shaw).
Fuera bromas, es
importante mostrar que el mundo judío tradicional (sin ser ultraortodoxo) está
unido por su fe, sus tradiciones y sus valores domésticos. Y como la
persecución religiosa y las divisiones políticas pueden destabilizar a una
familia.
Hubo solo dos
cosa que me incomodaron. La primera es la única aparición de un ultraortodoxo
en el primer episodio. Cuando Bess enciende las velas del Sabbath, (y todavía no
ha oscurecido) aparece en su puerta un jasid (con los bucles trenzados propios
de su secta) y solicita una contribución para establecer “un estado judío en
Palestina.”
Esto es inclusión
de Simon, no aparece en la novela. Si entonces los jasidim iban de puerta en
puerta con sus pushkas (alcancías), erar para recolectar fondos para alguna
institución (alguna yeshivá, un orfanato) no para crear el estado de Israel.
Los judíos ultraortodoxos y los jasídicos creían (y algunos creen hasta hoy) que
la patria judía solo puede fundarla el Mesías. Israel nació gracias a los esfuerzos
de los judíos sionistas que básicamente eran socialistas y laicos.
Mi segundo reparo
es lo poco que se comenta de la situación de los judíos en Alemania (o en
Italia donde se llevaba dos años de leyes raciales). Cuando Philip pregunta qué
es ese “hogar en Palestina” por el que el jasid pedía tzedaka, su padre
se apresura en explicarle que se trata de un país para los refugiados alemanes.
No es para los judíos estadounidenses puesto que ellos ya tienen un país.
Luego, el patrón de Alvin comenta que hace dos años no sabe nada de sus parientes en Alemania. Eso es todo. Es como si el antisemitismo de Lindbergh y del Bund naciera súbitamente y sin motivación.
Luego, el patrón de Alvin comenta que hace dos años no sabe nada de sus parientes en Alemania. Eso es todo. Es como si el antisemitismo de Lindbergh y del Bund naciera súbitamente y sin motivación.
Para el final
dejo lo mejor, la alusión al aniversario del St Louis el barco que
anduvo, como los cruceros en tiempos de coronavirus, de puerto en puerto sin
que nadie lo dejase anclar. El St Louis portaba un virus diferente:
refugiados judíos.
Hablar del St.
Louis seria hablar de como la administración Roosevelt negó el permiso al navío
de bajar a sus pasajeros en tierra estadounidense. La serie desesperadamente
evita hablar de nada que pueda ensuciar esa imagen de la America de Roosevelt
como un paraíso para los judíos, porque eso quitaría poder a las noveles
medidas antisemitas de la administración Lindbergh.
Lindbergh vs
Trump
He dicho que dos
cosas me sorprendieron de la adaptación de “The Plot Against America”. La
segunda es el modo en que la han vendido. Tanto importantes medios como blogs y
sitios webs dedicados a la crítica televisiva han hecho alusión al momento presente
sacando semejanzas de donde no las hay. Estos son algunos titulares: “HBO’s
Terrific The Plot Against America Hits Close to Home (Vanity Fair); “The
Plot Against America has a Powerful Warning” (The New Republic); “Can it
Happen Here? (New York Times); “The Plot Against America” Has a Strong
Trump Parallel” (France24) etc.
Cuando Philip
Roth escribió su libro en el 2004, se le preguntó si era una crítica del
gobierno de George W. Bush y el autor lo negó calurosamente. Sería irónico que
el libro tratase sobre un presidente que ha sido elegido por prometer que impedirá
que los judíos lleven al país a la guerra cuando en la realidad al presidente Bush
se le acusaba de ir a la guerra (Irak) empujado por los intereses sionistas de
sus asesores.
Philip Roth recibiendo un galardón de Obama |
HBO ha tenido en
sus manos el manuscrito de Roth por casi una década, pero David Simon se negó a
adaptarlo en días de Obama, puesto que le parecía contraproducente hacerlo en
tiempos de un presidente tan liberal como Barak Hussein. Como casi todos los
judíos seglares y progresistas, Simon creía en el liberalismo obamaniano.
David Simon |
Según relató al Times of Israel , su
actitud cambió con la llegada al poder de Donald Trump, a pesar de que Roth,
quien se pasó los últimos años de su vida ayudándolo a adaptar su obra, le
recordó a Simon que había muchas diferencias entre el nuevo presidente y
Lindbergh. “Trump es un estafador, Lindbergh era un héroe”. Con lo que quiso
decir que si Lindbergh hubiese llegado a la presidencia hubiese tenido más
poder sobre las masas que Trump. Ya vemos que los judíos en la obra desde Sandy
el hermano del pequeño Philip hasta su tío político el Rabino Bengelsdorf(John Turturro) idolatran a quien apodaban “El Águila Solitaria”.
Donald Trump ha
sido una figura mediática, conocida y celebrada por sus hazañas empresariales,
por su chutzpah, por su fama de jet setter y mujeriego. Lindbergh era un
héroe de la aviación, admirado por su valiente vuelo trasatlántico, un hombre
de familia (hasta que se descubrió lo de su casa chica en Alemania) marcado por
la tragedia del secuestro y asesinato de su hijito.
Lindbergh y el Espiritu del St. Louis |
Lindbergh era un ídolo,
un santo para las masas de estadounidenses. Trump ha cometido errores que afectan
a toda la nación y si es apoyado es porque sus seguidores les tienen demasiado
miedo o desconfianza a los demócratas. Por otro lado—y sería una ingrata al
olvidarlo— desde Abraham Lincoln, que no había en USA un presidente tan filosemita.
Que Trump se rodea de gente extremista y juedeofoba, no borra sus medidas
pro-Israel ni el hecho de que su yerno, nietos e hija favorita sean judíos practicantes.
Por eso establecer paralelismos entre novela y momento actual es un absurdo.
Es cierto que
existe un auge de antisemitismo en Estados Unidos, pero no es culpa de Trump.
El antisemitismo gringo existe desde que, en el siglo XVII, Peter Stuyvesant,
gobernador de Nueva Ámsterdam (la actual New York), calificó al puñado de
judíos portugueses que se habían establecido en su territorio de ser “embusteros,
repugnantes y blasfemos”. En cada siglo,
en cada década, el antisemitismo ha aflorado en la Unión Americana, pero por
diversas razones.
De acuerdo con
Jaques Berlinerbrau en su reseña de la serie en Literary Hub, Roth estaba
inspirándose en un tipo de antisemita, blanco y cristiano, que existía en el
Estados Unidos de los 30 y 40. Charles Lindbergh era uno de ellos. Lindy creía
que los judíos pertenecían a una raza inferior y que representaban un peligro.
En el caso de Alemania, aplaudía las medidas nazis que limitaban el control
que, según él, ejercían los judíos sobre la sociedad alemana.
Lindbergh recibiendo un regalo de Goering |
Los críticos de
la serie han comparado el aislacionismo de Lindbergh con el de Trump, pero son
incomparables. El aislacionismo del aviador no nacía de un percepción de que
USA no necesitaba de otros países u organizaciones, sino de un pacifismo que
buscaba evitar que el país se involucrase en ‘guerras extranjeras”. Si miramos
la historia del Siglo XXI, es una postura que han adoptado la mayoría de los
demócratas estadounidenses.
Nace America
First
Durante la Gran
Depresión los estudiantes de importantes universidades a través de la nación
eran ardientes pacifistas. Por eso esta organización conocida como America First
nació en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale. America First
originalmente era un grupo que apoyaba la no-intervención y contaba como
miembros a gente respetable como la actriz Lilian Gish, el arquitecto Frank
Lloyd Wright, el diplomático Andrew Sergeant Shriver y dos jóvenes que
acabarían en la Casa Blanca Gerald Ford y John F. Kennedy.
En menos de dos años,
America First alcanzó 800.000 miembros, convirtiéndose en la
organización aislacionista más grande de USA. Subvencionada por varios
millonarios, también miembros, su mayor portavoz era Charles Lindbergh quien
viajaba de un al otro extremo de la nación con su mensaje pacifista, mensaje que
con el tiempo fue adquiriendo tonalidades fascistoides y antisemitas. Un
ejemplo que nos muestra “Plot Against America” es el discurso dado en Des
Moines, Iowa, donde acusó de empujar al país a la guerra a tres actores: Gran
Bretaña, Los Judíos, y la Administración Roosevelt.
En enero de 1941,
Lindbergh se presentó ante el senado para “sugerir” que Estados Unidos
negociase un pacto de neutralidad con Alemania. Exasperado, Roosevelt lo atacó
frontalmente y Lindbergh renunció a su rango de coronel de la reserva de la
USAF (retornó durante la guerra y en 1954, Eisenhower lo nombró brigadier
general).
En diciembre de
1941, tres días después de Pearl Harbor, America First fue desbandada,
pero regresó en 1944 como un nuevo partido político. Irónicamente fue ese año
cuando este novel partido quiso nominar a Charles Lindbergh, entonces sirviendo
en la fuerza aérea en el Pacifico, como candidato. A raíz de la serie de HBO, Slate interrogó a cuatro reconocidos historiadores
sobre las probabilidades de que Charles Lindbergh se hubiese convertido en
presidente de los Estados Unidos. Todos dijeron que hubiese sido imposible.
Caricatura del America First |
Se ha comparado The
Plot Against America de Philip Roth con The Man in the High Castle
de Philip H. Dick. En la novela de Dick, Roosevelt es asesinado en 1934. Su vicepresidente
John Nance Garner, un tejano sin la conciencia social y liberal de FDR no
consigue sacar al país de la Depresión. Al final, un Estados Unidos debilitado
es invadió por japoneses y alemanes.
Este escenario no
existía en 1940. Era una elección prácticamente ganada por FDR, su contrincante
era débil y a pesar de la pujante militancia del America First, los
intervencionistas seguían siendo mayoría, incluso entre los jóvenes. Roth nos
describe al joven Alvin primo del pequeño Philip quien se enrola en el ejercito
canadiense “para matar Nazis” y pierde una pierna. En la vida real eso es lo
que le sucedió a Chuck Bolte, que recién graduado de Darmouth, se alistó en el
ejercito canadiense y perdió una pierna en El Alamein.
Una última
palabra sobre el antisemitismo de Estados Unidos en vísperas de Pearl Harbor. Fue
un fenómeno tan fuerte que necesitaré de otro artículo para describirlo. Pero
para que quede claro de porque no se parece al de hoy, debemos volver a ese
arquetipo al que temía Roth, el hombre blanco y cristiano. A pesar de que los
judíos seguimos, siendo el objetivo de neonazis y otros supremacistas, y de
muchas iglesias fundamentalistas (exceptuando a Cristianos Sionistas), el
perfil del antisemita estadounidense ha variado.
El Nuevo
Antisemitismo
Hoy el antisemitismo
es esgrimido por grupos radicales desde islamistas hasta feministas. Por
primera vez los demócratas más progresistas ven con malos ojos a los judíos sea
por su apoyo a Israel, o porque su religión y estilo de vida chocan con valores
“progres”. En “Plot Against America” el Rabino Bengelsdorff se ufana de haber
convencido a Lindbergh de la lealtad de los judíos y de “su americanismo”.
Hoy el mundo progresista
ve en los judíos sionistas y en los no asimilados (léase los que se adhieren al
judaísmo ortodoxo) como “traidores”. Tristemente es una postura que adoptan las
figuras públicas judías (léase Bernie Sanders) y son estas figuras totalmente asimiladas
los únicos judíos digestibles para la progresía.
He dejado para el
final al nuevo antisemita que ya no es blanco. Una ironía es que la campaña por
los derechos civiles fue el momento más armónico en la historia americana de
negros y judíos. Durante el auge de ese
movimiento hubo ataques del Klan en contra de sinagogas y asesinatos de activistas
judíos como Michael Schwerner y Andrew Goodman cuando intentaban ayudar a la
población de color en las votaciones de 1965, en Mississippi. El Dr. Martin Luther
King tuvo entre sus colaboradores a rabinos como Joshua Herschel quien estaba
junto a él en la icónica marcha en Selma en 1965.
Dr. King entre rabinos |
Tras el asesinato
del Dr. King y el florecimiento del nacionalismo negro (vinculado al islam) esa
armonía se quebró. Movimientos supremacistas de color, desde los Black
Israelites hasta la Nación del Islam del Reverendo Farrakhan, han fomentado rechazo
y rencor antisemitas en segmentos de la población afroamericana. Hoy en día se
considera a los judíos como otra rama de la población “blanca” (¿qué diría el
Fuhrer?) y por lo tanto enemigos de la gente de color.
Louis Farrahkhan |
Lo vemos tanto en los insultos racistas de la
congresista Ilhan Omar como en el slip freudiano de la periodista afroamericana
Abby Philips al dirigirse a Bernie Sanders como “Senador SanJew (san judío)”. Y
ese racimo de agresiones verbales y físicas que decoró la semana de Janucá 2019
fue practicado por miembros del colectivo afroamericano tal como el hombre de
color que irrumpió en una sinagoga de Monsey armado con un hacha con la que
agredió a los presentes.
Como esperando
que el eslogan de “ayer como hoy” no funcionase en su vinculación al antisemitismo,
el mismo Simon ha dicho en The Times of Israel que la relevancia de su
serie es que la persecución de los judíos presenta similitudes con las
políticas anti-imigrantes de la administración Trump, con la islamofobia y con
el racismo imperante en USA. “No hice esta obra como una narrativa en torno de
tropos antisemitas. La hice sobre el odio dirigido hacia todos los objetivos.”
Si “The Plot
Against America” tratase sobre refugiados judíos de la Europa de Hitler siendo
separados de sus familia y sobre niños encerrados en jaulas, podríamos hablar
de paralelismos. Pero la serie se enfoca en agresiones contra una primera y una
segunda generación de judíos que son ciudadanos de los Estados Unidos y que son
parte de la cultura del país.
Tampoco hay
similitudes con la islamofobia. En ningún momento Lindbergh acusa a los judíos
de cometer actos terroristas contra los americanos ni dentro ni fuera de las
fronteras del país. En cuanto a la población afroamericana, que yo sepa nunca
se la ha acusado de provocar guerras o de impulsar a la nación a entrar en
conflictos bélicos.
La lapida sobre
esta incongruente y falaz campaña de mercadeo la han puesto los críticos
afroamericanos que han imputado tanto a Roth, como su libro y la serie, de
racismo y me temo que tienen razón. Racismo no es solo atacar a un grupo étnico
sino también olvidarlo, hacerlo a un lado.
Como ha dicho Noah Berlatsky en Think en el sitio web de la NBC, la llegada de un presidente partidario de las
medidas de limpieza étnica de los nazis hubiese comenzado con ataques a los
negros. Peor aún, se comete un olvido imperdonable en el libro cuando se habla
de ataques antisemitas del KuKlux Klan, sin mencionar el primer objetivo de los
encapuchados, la población de color.” ¿Debemos creer que no hay un auge paralelo
de ataques a negros y otras gentes de color en esta era alternativa de
Lindbergh?” pregunta Berlartsky.
La adaptación de La
conjura contra America (el título del libro en español) es primorosa
y ciertamente ha superado al libro en aspectos como el engrandecimiento de los
personajes femeninos, pero también se ha encargado de embutir en la trama, como ha dicho Marcelo Stiletano en La
Nación de Buenos Aires, “deliberadas y explicitas alusiones a la situación actual
de Estados Unidos” incluso llegando a copiar, (algo que no existe en el original) la certeza de muchos de que el país jamás elegiría a alguien tan racista como Lindbergh. Un tema circulante durante la campaña de Trump.
¿Pero si estos
paralelos son tan forzados de dónde sacó Roth esta opresiva sensación de que
Estados Unidos era un país donde los judíos no eran bienvenidos? La respuesta está en lo que nadie se atreve a hacer,
revisar el periodo entre la ascensión de Hitler al poder y el fin de la Segunda
Guerra Mundial. Hay que ver como repercutieron estos eventos en la sociedad
estadounidense y sobre todo en el gobierno de Franklin Delano Roosevelt que, en
privado, miraba a los judíos con tanto desprecio como Charles Lindbergh.
También habría
que ver de dónde sacó Roth al oportunista pero ingenuo Rabino Bengelsdorf. De
eso hablaremos pronto. Entretanto recomiendo “The Plot Against America” por su
estética, sus excelentes actuaciones y trama, pero tengan en cuenta que no
representa nada del presente, quizás porque el presente es peor.
NOTA: Normalmente
no pongo bibliografía, pero este articulo amerita. Además de los artículos
mencionados (y enlazados) para el texto he consultado tres libros.
Breitman, Richard. FDR and the Jews.
Madoff, Rafael. The
Jews Should Keep Quiet: Franklin D. Roosevelt, Rabbi Stephen S. Wise and the
Holocaust
Manchester, William. The Glory and the Dream: a narrative history
of United States 1932-1972
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ResponderEliminarAlfonso Velasco Sendra Hola este es un tema que me encanta. El de las ucronías o historias de ficción-alternativa. El primero en pensar en la posibilidad de pensar en un gobierno nazi o filonazi en Estados Unidos es Cyril Kornbluth en una novela que justificaba el uso de la bomba atómica. Al no inventar la bomba estados unidos. Japón habría ganado la guerra y habría campos de concentración para los judíos en Estados Unidos. También pasa lo mismo en el hombre del Castillo de Philip K. Dick luego tenemos la que para muchos es la mejor Fatherland de Harris y yo esté año leí "Farthing" de Jo Walton aunque en este caso era sobre la posibilidad de que Inglaterra hubiera tenido un gobierno filonazi que habría echado a Churchill y habría llegado a un acuerdo con Hitler. Lo mismo que V de Vendetta de Alan Moore aunque en el caso de Moore justifica sus opiniones ácratas y filoanarquistas. Al ganar los nazis la guerra pues se puede hacer todo lo posible para derrocar al gobierno fascista inglés. Algo de antisemitismo hubo en Estados Unidos pienso en el Ku Kux Klan. Algunos millonarios que vieron con simpatía el nazismo, aunque puede que no fueran antisemitas pienso en el nefasto William Randolph Hearst (que tanto daño nos hizo con la guerra de Cuba. Estaba Lindbergh que después del secuestro y asesinato de su hijo se derrumbó. De este tema de las familias filonazis hablaba la película de Madelaine Stowe, William Hurt y Kenneth Branagh promesas incumplidas. En la que una mujer casada con hombre estéril pide colaboración para tener un hijo. Falla la primera opción, pero luego se lía con el sobrino que es sacerdote y tienen gemelos (así que todo queda en familia). Se hablaba de que Charlotte Perkins Gilman era antisemita y racista y en la misma línea la creadora de Family Planned Parenthood Margaret Sanger. Respecto a Trump no sólo no es antisemita sino que a diferencia de Obama ha vuelto a estrechar lazos con Israel, mientras se habla de algún demócrata antisemita. Están utilizando la ficción para acabar con Trump como antes lo intentaron con George W. Bush y no todo vale.
María Elena Venant Alfonso Velasco Sendra A mí me gustan las ucronías si hay un propósito tras de ella, pero a esta no le veo mucho. Creo que fue un experimento de Roth, tal vez una manera de recordar su infancia. Lo que si no llego a entender es el fin de hacer la serie. ¿Que se intenta conseguir? Por qué en la serie no han ganado los nazis. No ha habido invasión. Lindbergh ha conseguido mantener a USA fuera de la guerra. Así que coincido en tu conclusión, se está usando a la ficción para acabar con Trump, pero me parece feo que se use a los judíos cuando Trump no es antisemita ni en su vida privada ni pública. Ahora la gente de la cual se rodea…esa es otra historia.
EliminarAlgo de antisemitismo, no, hubo mucho. Como digo desde la Colonia. El Klan odiaba a judíos, católicos y latinos, pero sus principales atrocidades iban dirigidas en contra de los afroamericanos. Hasta la campa~na de los derechos civiles no mató judíos. Voy a hablar del antisemitismo de la era de Roosevelt en otra nota
Desde FB
ResponderEliminarAlfonso Velasco Sendra María Elena Venant Pues sí. Eso oí que Roosevelt lo era. El Partido Demócrata hasta que Kennedy carece de respetabilidad. El partido de las minorías raciales era el de los republicanos. Aunque presentaron al primer candidato católico Al Smith, que perdió ante Hoover. Oí decir no sé si será verdad que Jesse Owens lo pasó menos mal en la Alemania Nazi que con Roosevelt. Yo creo que si entro en la guerra fue por Casablanca y por Eleanor que era casi comunista y también para resolver el problema económico que el New Deal no terminaba de arreglar. El Klan buscaba la pureza racial pero a por quién más iba era a por los negro y a por quién les ayudaba 😭. Es que si Estados Unidos no entra todo hubiera dependido de la URSS y no sé si lo hubiera conseguido. A lo mejor en lugar de haber perdido a 20 millones quizá hubiera perdido a 40 millones o 60 millones. Hay una novela de Nicholas Guild "Aviso desde Berlín" en que Hitler envía un despacho a Estados Unidos avisándole de que Japón le va a atacar en Pearl Harbour, pero no les llega el mensaje. De haber llegado Hitler en lugar de haber luchado contra Estados Unidos lo habría hecho contra su aliado Japón. De hecho ha estrechado Trump sus relaciones con Israel.
María Elena Venant Alfonso Velasco Sendra Cierto. Lincoln era Republicano y los Demócratas eran los Sureños. Roosevelt era una personalidad muy especial, hizo muchas cosas buenas, hizo mucho por los afroamericanos, pero aparte de nombrar a Morgenthau como Secretario del Tesoro, no hizo mucho por los judíos. Tenia prejuicios en contra de ellos, tal que como por los japoneses (por eso firmo la orden para ponerlos en campos) lo extraño es que Roosevelt si era intervencionista y su gran batalla fue en contra de aislacionistas como Lindbergh, pero no sé por qué quería entrar a la guerra. Especialmente el 40 cuando los rusos y los alemanes eran amiguitos.
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