En días de pandemia,
cuando oímos o leemos de la irresponsabilidad de los jóvenes que se creen
inmunes al virus, ver “Elite” te ofrece una nueva perspectiva. La serie deja de
ser una parodia de “Gossip Girl” y pasa a ser una visión—ni tan exagerada— de la
egolatría e irresponsabilidad de lo que llaman generación Z. Y entre medio también
encontramos una rancia alerta sobre el poder de las mujeres que en la serie
están representadas por un puñado de femmes fatales adolescentes que
destruyen a todo hombre que se cruza en su camino.
Dicen que, en la
Cuarta Temporada, ya no estarán los mismos alumnos. Una suerte, porque a todos
yo los mandaba al psiquiátrico. La Tercera Temporada de “Elite” terminó como abrió,
con un asesinato no esclarecido y con una sensación de que, bajo todo su
modernismo y clamores de tolerancia, la serie traía un aviso en contra de las
mujeres, el viejo temor de que están ahí para peligro de los hombres de todas
las edades. Es que, con la excepción de Rebe, lo que las chicas han hecho desde
el primer día de clase es provocar la desolación entre el alumnado masculino.
La Tercera
Temporada sirvió para evidenciar la superfluidad de la Segunda. Al final
estábamos como en el primer capítulo, con un homicidio sin resolver, con
romances que no iban a ningún lado, hasta con un enfermo grave. Si Marina era
HIV positivo, ahora tuvimos a Ander batallando la leucemia con su madre y Omar
(hasta Rebe) apoyándolo.
La Robot de
Metropolis
Francamente, el
amor de Ander y Omar fue el único de valor en esta historia donde el romance
heterosexual solo traía desgracia con todas esas mini femme fatales que
circulaban por la historia. Marina, tan llorada por todos, era un monstruito que
de milagro no contagiaba con su HIV, pero que emponzoñaba con su mala conducta.
Si hasta el maestro fue despedido por la delación de Marina (amprada por Nadia
que pronto aprendió todas las triquiñuelas de Las Encinas).
Por culpa de Marina,
Nano fue a la cárcel y tuvo que huir hasta África; por ella se enfrentaron hermanos
y padres, y hasta esta temporada tuvimos un Guzmán descontrolado torturando a
Polo. Y todo ante el video donde Marina bailaba incitando a la demencia como la
robot de “Metrópolis”.
La única chica buena
de este cuento era la Rebe, la hija de la vendedora de drogas. La vimos
preocupada de conseguirle casa a Valerio, de acompañar a Ander al médico y
hasta de seguir velando por su gran amor Samuel que terminó traicionándola de
la manera más vil.
Nota: De aquí
en adelante hay spoilers sobre los capítulos finales
Al final, aparte
de Rebe, los únicos que me importaban fueron los que peor acabaron: Polo y
Cayetana. Me pareció estúpido que Cayetana renunciara a la ayuda de las madres
de Polo y se fuera a fregar pisos. ¿Qué tipo de mensaje clasista es ese? Cayetana era listísima y tenía un gran sentido
de la moda, podría haber sido una buena diseñadora. ¿Por qué se la castigó? ¿Por
amar a Polo? ¿Por fingir ser niña bien?
Yo esperé mucho
de la “caída” de Lucrecia. Esperé que— siendo una pobre imitación de Blair Waldorf—
supiese levantarse sola, que (como la heroína de “Gossip Girl”) usase su
intelecto y contactos para demostrar sus méritos. Pero no, comenzó inmediatamente
a extorsionar a Nadia, perdió la cabeza y acabó matando al único que quería
ayudarla. Polo y Cayetana pagaron por mentir, pero todos sus compañeros
entraron en un pacto de orates para encubrir a la asesina. ¿No es eso mentir? ¿O
acaso todos odiaban al pobre Polito? Creo que eso ultimo puede no ser chiste.
Si a alguien
hicieron sufrir en la serie fue a Polo y siempre quedó la impresión de que era
un personaje despreciado por los guionistas. ¿Por débil quizás? “Elite” es un
homenaje a la selección darwiniana, donde los más fuertes oprimen, superan y
hasta destruyen a los que no son como ellos. ¿Pero en qué era débil Polo?
El Peligro de
las Madres Lesbianas
Es obvio para
quien haya visto las temporadas pasadas, que “Elite” es una bandera de
tolerancia en lo que respecta a la homosexualidad. Todos en la serie abrazan
encantados la noticia de que Ander y Omar son gays y pareja. Todos menos el
padre de Omar que es un representante del machismo musulmán. Pero.. ojo…la serie
celebra a los gays no a otras diversidades sexuales y el mayor ejemplo son las
madres de Polo.
Pensemos un poco en
como es este pobre asesino accidental. Acarrea problemas de salud desde la
infancia: ataques de asma que se intensifican cuando se pone nervioso (lo que
ocurre a menudo); angustias constantes; y más encima un dejo de tartamudez que aflora
solo para abochornarlo. “con lo que gastaron tus madres en terapia de lenguaje”
le endilga el suegro en un momento en que a Polo se le traba la lengua.
Es cierto, las
madres de Polo le han dado todo. Es obvio que lo quieren, pero han fallado. Cabe
especular que todo se debe a que Polo no es hijo de una pareja “normal”. Eso se
lo canta Carla en la Primera Temporada: “nosotros no somos normales. Mírate,
hijo de madres lesbianas”. Y con eso le dan su bofetada al colectivo LGTB que
ni se entera.
Aún más, cuando
esta última temporada sabemos más de estas madres lésbicas, notamos estereotipos
negativos. Begoña es la que lleva la voz cantante en la familia; la que lo
decide todo, hasta la ropa que viste el hijo; la que pisa fuerte, la butch.
En cambio, su pareja es la llorona, la sensible, la tímida fem que ni
nombre tiene. Oigan, que flaco favor les han hecho a las mujeres gays.
No se sabe si Polo
es hijo biológico de alguna de sus madres o adoptado, pero lo cierto es que no
se siente ni mimado ni privilegiado. Mas bien no les tiene confianza. Debido a
sus madres, Polo está condicionado para temer, depender y estar sometido a las
mujeres. Incluso su bisexualidad parece nacer del miedo que le tiene a las
hembras en su vida.
Es triste porque sus
madres lo aman, pero vemos la disfuncionalidad en el episodio 3 cuando obligan
a Polo a volver a Las Encinas, a pesar del bullying mediático al que lo someten
Guzmán y Samuel. Ellas creen que con el poder que les da patrocinar una beca ya
lo han arreglado todo. “¡Se fuerte!” le exige Begoña “¡Se un hombre!”. Ejem, es
un poco absurdo que una pareja de mujeres gay esgrima tal machismo. Pero queda
claro,. Polo es débil, Polo no es un hombre de verdad, Polo avergüenza a sus
madres lesbianas que pueden ser tan castrantes como cualquier femme fatale
de un film noir.
Por supuesto
ambas cambian de idea cuando se enteran de que su retoño intentó suicidarse.
Ahí lloran, piden perdón y ofrecen sacarlo de Las Encinas y enviarlo al
extranjero. Pero no cuentan con la astucia de la pequeña Cayetana que arruina
esa oportunidad para no separarse de Polo. Cayetana, desde que está en Las Encinas,
que ha estado tomando lecciones para ser una mujer fatal, otra más en la lista
de las asesinas de Polo.
Las Asesinas
de Polo
La primera es la
diosa de hielo, La Marquesa Carla. Polo y Carla tienen una relación que data de
la niñez, pero que se ha convertido en una constante exploración sexual que ni
les satisface. Finalmente, Carla acepta un trio con el marginal Cristian. De ahí
Polo tiene sexo con Cristian a solas lo que Carla considera una traición por lo
que (a ver si entienden la lógica de estos críos que solo viven para follar)
“La marquesa” se va a la cama con Cristian.
Polo desesperado
siente que la ha perdido y entonces entra Marina que no se puede quedar quieta
y necesita destruirlo todo. Finge necesitar de una amiga y se acerca a Carla.
La Marquesa, que en el fondo es sensible, se apiada de la pobre enfermita. Marina
aprovecha para arreglarlo todo para que su amante, el delincuente Nano, se robe
la colección de relojes del padre de Carla. Resulta que uno de esos relojes
oculta un importante microfilm.
El pobre Polo ve
la oportunidad de recobrar a su marquesa y acorrala a Marina en la piscina exigiendo/suplicándole
que devuelva el reloj. Marina responde humillándolo y ofendiéndolo hasta el
punto de que si Polo no le parte la cabeza con el trofeo que la chica ha ganado
sin merecerlo, lo hubiese hecho yo.
Como saben la
segunda temporada describe los esfuerzos conjuntos de Guzmán y de Samuel por
llevar al asesino de Marina a la justicia. La salvación de Polo queda en manos
de Cayetana que se ha enamorado del asesino agradecida por su ayuda económica y
por no haberla despreciado al saberla hija de una trabajadora de la limpieza.
Pero en la
Tercera Temporada, Cayetana se vuelve otra femme fatale, una araña que
crea una red alrededor de Polo, le impide poner distancia entre su pasado y su futuro
y hasta lo empuja a formar un trio con Valerio. Polo recuerda que con su trio
anterior “no nos fue muy bien”. Pero
acepta porque sabe que a las mujeres hay que obedecerlas.
Poco a poco lo
que es solo sexo se vuelve algo más. Hambriento de cariño, el joven asesino
llega a sentir amor por sus” novios “y en el poliamor descubre una familia. ¿Cómo
acaba todo? Polo descubre que Carla (a la que nunca dejó de amar) ha caído en
la droga por culpa de Valerio.
No entraré en
detalle, pero una cadena de malentendidos y situaciones rebuscadas acaba con
Polo destruyendo el futuro de sus colegas. Es un accidente, pero de pronto Polo
es odiado por todos cuando su único pecado ha sido intentar proteger a Carla y
evitar que Valerio y Rebe siguieran con su negocio de venta de drogas en Las Encinas.
El cuento acaba
con Polo intentando ayudar a Lu y esta, ofuscada por su mezquindad, lo mata.
Era lo que faltaba. Lu, la incestuosa,
la chantajista, la master manipulator, ahora es asesina. Cómo me hubiera
gustado verla entre rejas, pero no, el esprit de corps triunfa y la panda
las Encinas, en onda Fuenteovejuna, deja sus huellas en el arma asesina (una
botella de champaña) para que se sospeche de todos y no se sepa quien fue.
Increíble, pero
todos odiaban a Polo por matar accidentalmente a Marina, y todos aplauden a Lu
por matarlo a él. ¿Qué mentalidad es esa? Lu se marcha feliz y sin
remordimientos a Columbia. No ha aprendido nada. No sé cómo la comparan con
Blair Waldorf de “Gossip Girl”. Lu es una cínica, una hipócrita criminal,
además es una ofrecida, no tiene solidaridad con nadie y se escuda tras máximas
feministas.
¿Se acuerdan
cuando Lucrecia andaba exigiéndole a Carla que “pusiera los ovarios en la mesa”
cuando ella misma andaba de rogona con Guzmán? Predica, pero no practica y
(como muchas) usa el feminismo de la manera más oportunista posible. Como
cuando fue donde el maestro chantajeado y le dijo que no debía apoyar a Nadia
que representaba un colectivo anti-mujer.
Pero la guinda
del pastel fue esta temporada. Caída en desgracia, sin un euro, Lu se siente
incapaz de no ser la reina del baile y se inventa un San Valentín donde las
chicas vestirán esmoquin (para ella no explicar por qué no viene de estreno) y
cada uno deberá traer su propio licor. ¿Su excusa? Se trata de una fiesta ‘feminista”
donde los varones serán los objetos sexuales y las chicas adoptarán el rol
masculino.
Latinos,
Negros y Muslimes: Colectivos Insultados
Es triste que un
personaje tan fantoche, tan mediocre, tan malintencionado sea latino. Si en “Las
Chicas del Cable” ponen a los mexicanos (que tanto ayudaron a la Republica)
como rateros que se roban obras de arte españolas, ahora en “Elite” nos
muestran a una mexicana que abraza todos los estereotipos feos que se asocian a
su nacionalidad y hacia las mujeres latinas; solapada, viviendo a costa de
otros, traicionera, calentona, arribista, etc.. Con esta serie, Netflix le gana
a American Dirt en lo de ningunear a las mexicanas.
¡Epa! Que Netflix
es muy equitativo y si Lucrecia nos pone pésimo a las latinas, también hay un
equivalente masculino (aunque creo que pertenece al sexto sexo, el no inventado
todavía) su repelente hermanastro-amante Valerio que es … ¡chileno! (eso si con
acento argentino). Valerio las tiene todas y si nos sorprende es emprendiendo nuevas
empresas, cual más negativa, desde seducir a Polo y Cayetana hasta instalar un
negocio de venta de extasis en Las Encinas.
Realmente yo no sé
qué le ven los productores y muchos fans a este engendro. Mi momento favorito
es cuando la madre de Rebeca—muy en onda de Cougar Fatale— lo
humilla sexualmente. Sin embargo, a Valerio todo le va bien y acaba a cargo de
las bodegas de los padres de Carla. Mas encima lo premian.
En esta serie los
villanos pertenecen el mundo adulto: Azucena y su escuelita de delincuentes
elite, la inepta policía y los padres que todo lo arreglan o con dinero o con
violencia. El peor es, obviamente, el padre de Carla quien a punta de chantajes
la maneja esta temporada como marioneta y casi la prostituye. Si no es por el
ex gordo Yerai, y Polo que la salvó de ahogarse, Carla hubiese sucumbido a las
drogas. Muy femme fatale, pero sin poder en una sociedad donde ha
cometido el error de decir la verdad y enamorarse de un pobre.
Sin embargo, a mí
me caen bien algunos padres. Me gusta que Azucena anime a Ander a contarle la
verdad a Omar “porque esto tenemos que hacerlo en equipo”. Ya sé que todos
odian al padre de Nadia. A mí me da lástima y me conmueve el amor que siente
por su hija y como por ese amor tiene que pasar por encima de sus principios y
de su fe. Me da pena que le mientan tanto, pero es que la verdad es un lujo que
no se da en esta serie.
La mejor escena
de Lucrecia se da al comienzo de la temporada cuando confiesa que Valerio no la
violó, propiciando así que sus padres la deshereden y la desprecien. Lu pierde
todo lo que vale para ella: dinero, posición, estatus y de paso, pierde a su
familia. La verdad no la ha liberado y Valerio no se lo agradece, peor aún, él
fue quien la delató originalmente.
La traición de Valerio
no es la única en esta temporada. Cayetana traiciona a Polo, y Rebeca es
traicionada por Samuel quien envía a su madre a la cárcel y deja a la chica en
la calle. La peor traición, sin embargo, es la de Omar con Ander que además
traiciona personajes y coherencia. Hablo del affaire con Malik que es inexcusable
desde el comienzo.. Vamos, yo estoy llorando porque mi gran amor se va a morir
y porque mi padre no lo acepta, y viene el novio de mi hermana y me planta un
beso en el baño, ¡Yo le doy un mamporro!
Pero aquí no pasa
eso. Estos dos se besan como si fueran hermanos siameses unidos por el hocico.
Se entiende solo a la luz de una serie donde no hay lealtad ni entre novios, ni
entre amigos, ni entre parientes. Es que “Elite” (y perdón por usar un adjetivo
tan pasado de moda) es inmoral.
La excusa es que
Ander anda tan mal que no puede follar. Y eso tiene a Omar loco. ¡Horror! Que
cachetada en la cara a todos los leucémicos del mundo, gay y hetero, y a sus
parejas que los apoyan y ayudan a pesar de la falta de vida sexual. Es un punto de consenso en los fanáticos de la
serie que Ander no debiese haber perdonado tan fácilmente a Omar. Hasta en Buzzfeed se quejaron.
¿Notaron una
cosa? Malik y Omar son ambos musulmanes y ambos son adictos al sexo. Parece que
no solo los latinos quedamos mal parados en este cuento. Mucha gente ha
cuestionado la poca trascendencia del personaje de Malik. Yo diría que solo ha
servido para mostrar que hay gente peor que el alumnado regular de Las Encinas.
Es que Malik es el Rey de la Mentira.
Les miente a sus
padres para darse la vida del oso, les miente a los padres de Nadia para poder
estar cerca de la chica y le miente a Nadia, ilusionándola, cuando lo que
quiere es que sus padres no sospechen que es homosexual. El modo en que se mete
en la vida de Omar, lo separa de Ander y de su hermana, y más encima quiere
dividir a la chica de sus padres soltándole un “Tus padres solo piensan en ellos”,
lo acerca mucho a Marina. Es el personaje conflictivo y divisivo por
excelencia.
Solo que ya que
hablamos de grupos étnicos y colectivos…Esta temporada, “Elite” ha puesto mal a
las lesbianas, a las feministas, a los latinos y … a los negros. Después de los
latinos, los colectivos más ofendidos son el musulmán y ..el de color.
Para demostrar lo
abiertos que son a la diversidad han traído dos personajes de piel oscura. El
primero es Malik, el millonario de Senegal, que usa gente y dinero para llevar
una doble vida. El otro es el patético Yeray que ni sabemos de dónde viene,
pero por el acento parece latino. No veo la necesidad de hacerlo negro ya
bastante era contarnos que su vida estuvo marcada por el sobrepeso y por el
bullying al que lo sometían sus compañeros obsesionados por la belleza física.
En una ocasión,
Carla lo defendió y desde entonces él la ama y por ella baja de peso, por ella
inventa una app revolucionaria, por ella se hace millonario. Es casi una
parodia del poder masculino creador que Camille Paglia describiera en su Sexual
Personae. Solo que el joven millonario no huye de la mujer-caos (femme
fatale, dominatrix) sino que busca controlarla, adquiriéndola, comprando su
amor con regalos ostentosos (¿un cepillo de dientes de oro? ¡Por favorrrr!) y
finalmente convirtiéndose en cómplice del padre de Carla.
Lo más negativo
de este personaje es su capacidad para autoengañarse. Nunca se detiene a pensar
en Carla como ser humano, como alguien que públicamente ha sido destrozada, humillada
y convertida en una paria. Él sabe que ella se le acerca porque el negocio
familiar se va a pique, pero se pasa un rollo que ella puede llegar a amarlo.
Solo drogada, Carla se atreve a contarle que debe meterse "eme" para tener
sexo con él.
Por suerte, y
luego que Carla le demuestra que su cacareado amor es solo la necesidad de
tener una mujer trofeo, Yeray recapacita. Al final salva las bodegas de los Marqueses,
pero pone a Carla cargo del negocio. La chica deja todo en manos de Valerio. No
sé si porque quiere hundir su negocio, si porque realmente cree que él en su
venta de drogas ya ha demostrado su mérito empresarial, o simplemente porque no
le da la gana trabajar.
La Insoportable
Pereza de ser Elite
Esto me lleva a un
último comentario. Desde recién nacida que he pertenecido a un estatus
calificable como clase media acomodada, por lo tanto, he tenido bastantes
privilegios. Mi secundaria la hice en dos instituciones neoyorquinas, los
primeros dos años en un colegio elite y luego en una escuela religiosa privada.
A lo que voy. Malena la privilegiada, comenzó su vida laboral en su segundo
semestre de secundaria.
Yo trabajé en ambas
escuelas, yo gané un sueldo (pequeño) pero a la par de mis estudios, primero
haciendo labores de oficia para los psicólogos/consejeros de la escuela, luego
en las bibliotecas de ambos colegios. Mi madre me lo puso muy claro cuando a
mis quince años me encontró robándole cigarrillos. Me dijo “no voy a mantener
tus vicios. O te buscas un empleo o dejas de fumar”. Y, por una vez tengo que agradecerle. Al rato de
estar trabajando, dejé de gastar mi sueldo en tabaco y lo gasté en libros. Para
una chica tímida como yo, el trabajar me permitía interactuar con adultos y jóvenes
a los que usualmente no tendría manera de acercarme o dejar que se me
acercasen.
Mi caso no era
único, aun en la UNIS había chicos que trabajaban como mensajeros (si de
grandes y elegantes empresas) o chicas que trabajaban en boutiques. En la
escuela judía donde había muchos alumnos refugiados o de clase media baja, los
trabajos no eran tan elitistas. En mi clase había un chico que trabajaba en un
aserradero y otro que era ayudante de mecánico, y chicas que eran baby sitters,
o cajeras o trabajaban ayudando a sus padres en sus negocios como lo hacía Nadia
en “Elite”.
No sé cómo será
ahora, pero en los 70 no existían las mesadas ni los domingos. Si un
adolescente quería tener dinero propio, trabajaba. Ahora las series de adolescentes
parecen decir que los ricos viven a costa de los padre, incluso durante sus años
de universidad. Yo recuerdo que cuando sus hijos eran pequeños, Ivana Trump
hacia declaraciones que en vez de darles mesada les “pagaba” por cortar el pasto
y hacer otras cosas útiles alrededor de la casa. Los Obama dijeron que no
necesitaban de tantos sirvientes en la Casa Blanca porque sus hijas aseaban sus
propios cuartos y animaron a las niñas a buscar empleos antes de terminar sus
estudios.
Por eso me sorprendió
“Gossip Girl” ya que los únicos que trabajaron ahí fueron los “pobres”, y no para
mantenerse, aunque Dan Humphrey, para juntar de dinero para la universidad, se
metió a banquetero lo que provocó una embarazosa situación en el Seder del
padrastro de Blair. En cambio, Jenny incurrió en la ira de su padre cuando, a
los quince años, entró de interna en el atelier de Eleanor Waldorf. El caso más
interesante fue el de Vanessa quien a los 17 años era totalmente independiente,
gracias a su trabajo en una cafetería y, como estudiaba en casa, no tenía
grandes gastos.
Pero en “Elite”ni
los pobres trabajan. En la Primera Temporada, Samuel era camarero, camello en
la Segunda ¿y en la Tercera…? ¿O me van a decir que vivía de la renta que
pagaba Valerio? Nadia se quejaba que por atender el almacén de sus padres no
podía estudiar. En cambio, si podía hacerla Cayetana que andaba lavando ropa
interior de ricachonas, fregando vidrios y todavía tenía tiempo para hacerse
modelitos que parecían de estreno. Por eso me gustaba Cayetana.
En resumen, no sé
cómo hay fans que admiran y quieren a los alumnos de las Encinas. A mí me
parecen una pandilla de parásitos, imbéciles y delincuentes. El año me pasado
me insistían en que son inverosímiles, que ni en escuelas elite españolas hay
chicos así. Pero hoy cuando vemos jóvenes de todo el mundo actuar de manera tan
irresponsable creyéndose inmunes a la pandemia, que celebran fiestas del coronavirus en Alemania, orgias en Barcelona, descienden como
plagas de langostas sobre las playas de Miami para celebrar su spring break, o huyen a refugiarse
en las Hamptons y no precisamente a escribir El Decamerón, me surgen
dudas.
La excelente
descripción que Inés Bellina hace de “Elite” para The AV Club solo se sostiene si como ella dice se utiliza una
suspensión de la realidad, pero en este momento histórico en que vivimos es aplicable
tanto a jóvenes ricos como pobres. Hay detalles que saltan de la pantalla a la
vida real. Detalles que pueden vincularse a los mayores de 30 (y menores de 50)
sobre todo los privilegiados, pero que suelen ser más comunes en los jóvenes:
la falta de introspección, de motivación, la sorprendente ternura que esboza Rebe
y que es desconocida por sus compañeros.
Héctor Alabadí y
Alejandro Rodera han dicho de Élite” en FormulaTV. ”los culpables somos nosotros por verla”. Pero
por una vez creo que debemos verla, aunque sea para ver si algo del nihilismo
hedonista de los protagonistas está presente en hijos, nietos, etc.. O para los
que no los tenemos, que nos entre un pavor al pensar que estos serán quienes se
hagan cargo de nuestras vidas y gobiernos en un par de décadas.
Afortunadamente,
no todos los jóvenes caen en estos parámetros tan alarmantes, pero cabe
preguntarse si series como “Elite” no son culpables de promoverlos con su
glorificación al vendedor de drogas y del drogadicto, con esa fomentación de
desconfianza de los jóvenes hacia la autoridad y el mundo adulto, y con esa
irresponsabilidad arrogante de creer que el mundo está para servirlos.
Desde FB
ResponderEliminarFrancisca Lis Comparto tu punto de vista sobre el absurdo de la serie 🙄
María Elena Venant Francisca Lis y mas encima nos amenazan con una cuarta temporada. Netflix anda muy confundida con sus mensajes y no se da cuenta que por privilegiar a un colectivo atropella otro. El mensaje basico es que vender drogas es un buen negocio y que no se debe confiar ni en adultos ni en autoridades.
EliminarDesde FB
ResponderEliminarAna Estelwen Nunca he visto esta serie y te agradezco que por tus reseñas ya nunca voy a verla. Qué horror.
María Elena Venant Ana Estelwen Ojala nadie la viera, pero a los chicos aqui en Gringolandia les encanta. Mi mayor preocupacion no es a la exaltación de drogas o consumismo, sino a esa brecha que a serie exagera entre jóvenes y adultos.
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