En la primera
temporada de “The Crown”, vimos a cortesanos y miembros de la familia real
desconfiar del origen alemán del prometido de la princesa Isabel. ¿Coincidencia?
Porque en la primera temporada de “Victoria”, pueblo y clase política
demostraron su molestia ante un enlace de su soberana con un príncipe alemán. ¿Es
lógico ese repudio cuando hace más de tres siglos que los reyes de la Gran
Bretaña son de la más pura cepa teutónica?
A dos meses de
salir al mercado, la segunda entrega de” The Crown” ha elevado controversia,
confusiones y dudas, sobre todo en lo que respecta al personaje del Duque de
Edimburgo, núcleo de esta temporada. Pero desde la Primera Temporada que se ha
dicho que el origen germano del Príncipe Felipe puede haber jugado en su contra
al momento de casarse. Este es uno de
los pocos hechos verídicos en este descuartizamiento de la vida y aventuras de Felipe
de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glucksburg.
Felipe en brazos de su madre Alicia de Battemberg |
El primero es que,
aunque nació príncipe de Grecia y su bisabuelo era el rey
de Dinamarca, su mismo apellido lo delata como de origen germano. Todos sus ancestros inmediatos son miembros de
casas principales de Alemania. Incluso su abuela la Gran Duquesa Olga
Feodorovna era hija de Alejandra de Saxe-Altenburgo y nieta de la Princesa
Carlota de Prusia.
Sin embargo, si
revisamos (y lo vamos a hacer) el árbol genealógico de Isabel II encontraremos también
(aparte de su madre) una preponderancia de sangre alemana con algunas gotas de
plasma danés. Y la familia real danesa moderna desciende de la casa alemana de Oldemburgo.
¿Entonces de donde deriva ese sentimiento de asco por la sangre germana? Las razones son político- históricas y van más
allá de las guerras mundiales que enfrentaron a soldados británicos con
soldados alemanes.
Una
particularidad del pueblo inglés es su insularidad que en ocasiones puede
derivar en xenofobia. Los motivos son que a lo largo de su existencia (y antes
de que les bajara el prurito colonialista y se pusieran a invadir otras
tierras) la Gran Bretaña fue muchas veces invadida o amenazada con alguna
invasión.
Primero la
invadieron los romanos, luego los sajones (tribu germánica) finalmente los
vikingos. Pero la peor invasión, la que derrocó y destruyó a los reyes sajones
fue una invasión de vikingos francoparlantes. Guillermo, El Conquistador impuso
la cultura normanda y a través de su bisnieto Enrique, una dinastía normanda en
suelo inglés, la Casa de los Plantagenet que reinaría hasta el siglo XV.
Las tropas de Guillermo, el Conquistador, en el Tapiz de Bayeux |
Los Plantagenet
tomaron por costumbre casarse con francesas, lo que no impidió que tuviesen con
la nación gala una guerra que duró un siglo. Al cabo de la cual, y como todavía
les quedaban ganas de pelear, estalló una guerra civil entre el rey Enrique de Lancaster,
casado con francesa, y su primo Eduardo de York, de una rama Plantagenet menor,
pero más inglesa. Todo ese lio acabó, como sabemos los adictos a reinas y
princesas blancas, con el codicioso y paranoico Enrique Tudor haciéndose del
trono.
En su momento se
pensó que Enrique fundaba una casa real totalmente inglesa, incluso celta, pero
tampoco era así. Era hijo de Margaret Beaufort, y Mi Señora, La Madre del Rey
era bisnieta de Juan de Gante, lo que la hacia una Plantagenet. La abuela de
Enrique era Catalina de Valois, que puede no haber sido hija del rey loco,
Carlos VI de Francia (así de casquivana era la madre que dudas sobre la
paternidad de su prole siguen hasta hoy), pero que de Isabel de Baviera heredó
los desquiciados genes de los Wittelsbach y la sangre de los Visconti, Doria y
Della Scala. Cuando uno mira los excesos Tudorianos hay que pensar en ese
melange genético.
Saltémonos a los
Tudors que eran muy locos y muy estériles y pasemos a los Estuardo. El rey Jacobo
a pesar de públicamente repudiar esa cultura franco-católica que heredó de su
madre, siempre se mostró proclive a refinamientos continentales e incluso
flirteó con la idea de levantar las leyes anticatólicas que más allá de la religión,
cerraban las puertas al acceso a conocimiento y artes desarrolladas en los
países mediterráneos. Su mujer, Ana de Dinamarca, era católica enclosetada. Su
hijo Carlos I se casó con una princesa francesa y católica.
Ana, la primera consorte británica con sangre danesa |
Ante estos hechos
que afectaban a la Iglesia Anglicana, la clase dominante inglesa cortó por lo
sano cortándole la cabeza al rey e impuso una dictadura puritana, pero la
muerte de Cromwell trajo de regreso a los Estuardo, más católicos y más
francófilos que nunca. Hubo guerras y revoluciones. SE impusieron las nietas de
Carlos I, ambas señoras anglicanas, una casada con Guillermo de Holanda, la
otra con Jorge de Dinamarca. Como ninguna tuvo hijos que llegasen a edad de gobernar,
se buscó urgentemente en las cortes luteranas del continente a algún descendiente
de los Estuardo que tuviera pedigrí, pero también fuese un buen protestante.
De Elector de Hanover, Jorge pasó a ser rey del Reino Unido |
Fue así como en Hanover
encontraron a Jorge I. Casi sin hablar inglés, el rey cincuentón llegó a Albión
acompañado de su amante germana, la Condesa von der Schulemburg. Jorgito dejó a la Reina Sofía-Dorotea, su consorte,
bien encerrada en Alemania como castigo por sus malos pasos. El nuevo rey no
tendría reina, pero tenía un hijo varón que sería Jorge II. Así la Inglaterra dieciochesca
viviría cuatro reyes, todos llamados Jorge, todos alemanes, todos casados con
princesas alemanas.
Cuando muere
Prinny (Jorge IV) y lo sigue su hija Carlota (hija de Carolina de Brunswick) el
trono pasa a Alejandrina Victoria, hija del Duque de Kent y su esposa Victoria
de Saxe-Coburgo. La serie nos lo deja claro. La reina Victoria es alemana por
los cuatro costados, con su madre habla en alemán, su aspecto físico es germano,
hasta su institutriz es alemana. Sin embargo, cuando pide en matrimonio a su
primo hermano, Alberto de Saxe Coburgo, se alzan voces en contra de la unión.
El mismo Melbourne aconseja a la reina repensar su decisión. Los ingleses no quieren
un rey alemán.
Una cosa es tener
reinas germanas en una época en que las consortes vivían escondidas en sus
palacios, y otra tener un teutón bárbaro que, si algo le pasa a Victoria, reinará
en su lugar. La prensa critica y caricaturiza a Alberto, pintándolo como una
salchicha de Frankfurt.
No se entiende este rechazo, si hace cien años, los
mismos ingleses se fueron a mendigar a Hanover por un rey. Es que los tiempos
han cambiado. Ya no se trata de reyezuelos en principados del porte de un
pañuelo. Ahora Europa habla alemán. Prusia se perfila como el gran imperio, el
poder que puede agrupar a todos esos condados, ducados y principados en un solo
reino.
Las guerras
napoleónicas han provocado un desequilibrio de poder. Francia intenta
reinventarse bajo un “rey-ciudadano”, España es una sombra de su imperio,
Italia una serie de reinos y ducados que todavía no saben cómo unirse ni
sacudirse el yugo austriaco que los oprime. Donde no manda Prusia, rige el
Imperio Austrohúngaro, también germano parlante. Austria no solo domina la Europa
del Este también es dueña de Lombardía, Toscana y El Véneto. Solo Rusia
gobierna más territorio y el imperio de los zares se proyecta hacia Asia, no Europa.
Cuando en “Victoria”
Luis Felipe se queja de que los príncipes Coburgo se andan ‘robando” a todas
las princesas europeas, no miente. Alberto es ahora consorte en la Gran
Bretaña. Otro Coburgo se ha casado con la Reina Maria de la Gloria y juntos
administran Portugal. Hasta de Brasil mandan venir Coburgos para sus princesas.
Lo que Luis Felipe se guarda es que tres de sus hijos están casados con Coburgos,
incluyendo a Luisa Maria, la mayor, casada con el Tío Leopoldo, Rey de los
Belgas.
Y es que en
Europa están apareciendo nuevas naciones y para gobernarlas sobran los príncipes
alemanes. Bélgica ha elegido que la reine Leopoldo de Saxe-Coburgo. Su sobrino Fernando
será rey de Bulgaria. En el trono de Rumania se instalarán los Hohenzollern y
Grecia, luego que se sacuda a los turcos de encima, probará suerte con un rey
Wittelsbach para luego reemplazarlo con un príncipe danés. Así la familia real
griega se apellidará Schleswig-Holstein.
Pero volviendo a
Victoria y Alberto. Ahí no existe problema con el apellido de los hijos. La reina
enamorada está feliz de llamar a su prole Saxe-Coburgo, aunque el verdadero
apellido (y les tomará cincuenta años recordarlo) es Wettin. El pueblo inglés
comienza a ver con buenos ojos al consorte. Se publicitan (como se ve en
“Victoria”) las mejores virtudes del príncipe tales como su interés en las
ciencias y su afán de implantar medidas higiénicas tanto en el palacio como en
su pueblo.
Gracias a Alberto
la familia inglesa desarrolla gustos por el ejercicio, la vida sana, la
higiene. El príncipe es un buen administrador que recorta los gastos superfluos,
sube los sueldos de los sirvientes, pero también es más exigente con ellos. Por
otro lado, Alberto crea la idea de la privacidad de la familia Real, de hacer
reglas para que el populacho no se inmiscuya en su entorno familiar. La Reina
Victoria comienza a tener trato más breve con ministros, a no ser tan cercana a
la aristocracia (que nunca aceptó a Alberto) y a ser más moderada en lenguaje,
conducta y vestuario. El habilidoso Alberto consigue lo que los Hanover nunca hicieron, imponer su cultura en Inglaterra. Si hasta se trae el árbol de Navidad para integrarlo a las tradiciones decembrinas inglesas.
Las navidades de Victoria y Albertio |
La clase media
adopta las costumbres palaciegas. Y así tenemos ese perfil de la cultura
victoriana: doméstica, pero puritana; reprimida pero amiga del ejercicio y de
la naturaleza. Esas imágenes literarias de la familia victoriana con niños bien
portados, y padres benévolos, pero dictatoriales, rodeando el árbol navideño, son en realidad réplicas de familias alemanas.
Victoria está tan
encantada con su marido alemán y su estilo de vida que fomenta en sus hijos
matrimonios germanos. De sus nueve hijos, seis se casan con alemanes. Su hija
mayor, Vicky, será la primera emperatriz de una Alemania unida. El príncipe
heredero no tuvo una alianza teutónica, pero se casa con la princesa más bonita
de Europa, Alejandra de Dinamarca y ya sabemos que la Familia Real Danesa es Schleswig-Holstein,
etc.
Alejandra de Dinamarca |
La admiración de
los ingleses por Alemania no se queda en árboles navideños y no acaba con el
fallecimiento de Alberto, Para fines del reinado de Victoria existe una
conciencia en el mundo académico inglés de que Alemania posee la superioridad
mundial en la música, filosofía, medicina y ciencias en general. Los médicos
iban a especializarse en Alemania, las hijas de familias pudientes inglesas
estudiaban en internados alemanes.
De igual manera
los alemanes se establecían en Inglaterra, como las ficticias hermanas Schlegel
de Howard’s End, o se traían esposas
germanas como hace el filólogo Ernest Weekly. En 1899 se trae de Alemania a la
baronesa Frieda von Richtofen. Todo para que se la robe su más aventajado
alumno, un tal D.H. Lawrence, acto que inspirará las páginas más candentes de
la literatura inglesa.
La nobleza germana
tampoco es ajena al encanto anglo. El Kaiser Guillermo, nieto predilecto de Victoria,
se la pasaba de cacería en las tierras escocesas de su amigo el Duque de
Sutherland, y a la corte de Victoria llegaron refugiados nobles de Alemania,
los productos de una nueva moda, la nobleza morganática.
Sobre esta nobleza,
y especialmente sobre La Casa de Battemberg, hablaré en mi próxima entrada. Es
posible que el mal recibimiento de Felipe de Grecia por sus parientes políticos
no se debiera tanto a su sangre germana, a pesar de que el fantasma de la Gran
Guerra teñiría la visión de muchos allegados que se convertirían en sus
enemigos (léase la Reina Madre y Sir Alan Lascelles).
Mi teoría es que
pesaba más su parentesco con la Familia Mountbatten y la posible influencia de
esa familia en la casa de Windsor. Sabido es que esa fue la razón por la que se
privó al Duque de Edimburgo por muchos años de un derecho de todo padre de
darle su apellido a sus hijos.
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