Para clausurar mi
balance de un año dedicado totalmente a la ficción histórica, y también para
que coincidiera con la semana de San Valentín, he escogido hablar de lo
romántico y lo pasional en los period
pieces. Para mí, estos fueron los romances más románticos del 2017. No son
parejas protagónicas (en un caso se trata de un romance periférico de la
protagonista) pero a mis ojos evidencian la fortaleza, flexibilidad y
profundidad del verdadero amor.
El Menage a Trois
Versallesco (Versalles)
Al hablar de héroes
y heroínas de este año mencioné, por separado, a los Duques de Orleans, pero más
allá de sus virtudes como seres humanos está el fuerte lazo de lealtad, cariño
y respeto que se ha creado entre ambos. Un afecto tan intenso como aquel
demuestra que la buena voluntad puede a veces superar la sordidez de un
matrimonio arreglado. Pero sería injusto y poco realista hablar de esa relación
sin mencionar al verdadero amor de Monsieur, el incomparable, pero incorregible,
Caballero de Lorena y de la tolerancia y compasión con la que Lieselotte ha
añadido a Chevalier a su matrimonio.
Desde ese primer
encuentro entre Philippe y la nueva esposa que su hermano le ha conseguido, que
sabemos que la Princesa Palatina no se parece en nada a la artificial, vana y
traicionera Henriette, su predecesora en la cama del Duque. Sin un asomo de
timidez o de vergüenza de que su marido la haya sorprendido orinando, Lieselotte
se revela como una mujer sana, franca y cariñosa. ¡Es la única en la serie que
recuerda que Philippe tiene dos hijas y se preocupa por ellas!
La relación de Lieselotte
y su marido es desarrollada a través de la Segunda Temporada. Vemos como Madame
consigue acomodarse a la corte y el modo en que logra consumar su matrimonio, y
seguimos a la pareja hasta la anunciación del deseado embarazo. Sin embargo, y
a pesar del afecto que Philippe cobra por su segunda mujer —basta
recordar su ira y desesperación al creerla envenenada—, su corazón sigue
perteneciéndole a MonChevy.
El Caballero de
Lorena tuvo también una temporada borrascosa que comenzó cuando su amante se
quejó del modo en que MonChevy despilfarraba la fortuna de Orleans. Esa crítica
acabó en una pelea de machos que pudo devenir en un hecho de sangre si no fuese
por la interrupción de Liselotte. A pesar de que Madame intentó calmar a
Chevalier y le ofreció compartir al marido, los celos de su rival tanto por Liselotte
como por el historiador Tomas Beaumont, lo empujaron a la droga y a la
autocompasión.
Por suerte,
Chevalier se sobrepuso, mató a Beaumont y fue recompensado por su rey por haber
acabado con un peligro para Francia. Aun así, al final tanto Lieselotte como MonChevy
debieron despedirse del hombre que aman cuando el duque partió a su espacio
favorito: el campo de batalla. Tiernísima esa última escena, cuando la desolada
Madame coge de la mano a su rival, consciente de que él también sufre.
La Reina y su Ministro (Victoria)
Sabido es que el
gran apoyo que tuvo Victoria en los inicios de su reinado fue William Lamb,
Conde de Melbourne, y que esa ayuda devino en una escandalosa amistad. Tan
grande era esa dependencia que se llegó a rumorar que la reina y su primer
ministro eran amantes. En momentos en que la soberana cayó en desgracia con público,
aristocracia y partidos políticos enemigos de Melbourne, se la llamó a sus
espaldas y se la abucheó en la calle con el epíteto de “Señora Melbourne”. Entonces,
tan descaminada no anda Daisy Goodwin con esta historia tan romántica que nos
ha presentado en “Victoria”.
A pesar de sus detractores,
este ha sido un romance muy intenso y mucho más emotivo que los insulsos amores
de Vicky y su controlador primo. Es cierto que en la serie y en la vida real, Victoria
acabó casada con Alberto de Saxe Coburgo, y que además de preñarla nueve veces,
el príncipe consorte buscó dominarla en todos los aspectos de su vida privada.
Muchas veces, Victoria habrá comparado la cargante imposición de voluntad a la
que la sometía el marido con la sutil y deferente manipulación que conoció con
el romántico Melbourne. El que Rufus Sewell interprete a Lord M. también ayuda a crear esa distinción entre
cortesano y consorte.
La serie nos ha
mostrado una reina adolescente marcada por una infancia tan vigilada que solo
ansiaba libertad. Es por eso por lo que el primer encuentro entre Vicky y
Melbourne fue en realidad un “encontronazo”. Él estaba cansado de gobernar, y
tal vez, de vivir. Ella, a pesar de su juventud, había desarrollado una
desconfianza por el género humano y rechazó indignada la oferta de Melbourne de
convertirse en su secretario.
Poco después, la
intuición nata de Victoria la hace reconocer el valor de Melbourne. No solo lo
convierte en su secretario, también lo hace su mentor, su confidente, su mejor
amigo y el favorito de su corte. En ella, Lord M. (como lo apoda Vicky)
encuentra una inspiración para moverse en la arena política y una renovada
vitalidad. La serie no miente cuando habla de que ambos pasan la mayor parte de
tiempo juntos. Melbourne cenaba casi a diario en el Palacio de Buckingham y
cabalgaba todas las mañanas con Victoria.
Sin ser pesado ni
didáctico, Melbourne ayuda a Victoria rellenar los vacíos que su deficiente
educación ha dejado en el intelecto de la novata reina. ¡Vicky hasta le muestra
los croquis que hace de su perrito! La soberana, aunque defiere muchas veces al
consejo del ministro, también se atreve a debatir con él. No solo hablan de
política, sino también de otros temas vitales como el amor. Victoria llega a
interrogar a su consejero sobre su vida matrimonial, como cuando le pregunta
sobre su reacción al ser abandonado por su esposa (la célebre Caroline Lamb que
huyó con Lord Byron).
Lo que al
principio se ve como extravagancia de adolescente se convierte en causa política.
Melbourne es reemplazado por el parlamento por Sir Robert Peel. Ya no puede
pasarse el día con su joven soberana. Para mayor agravio, Victoria debe
prescindir de sus damas, incluyendo sus mejores amigas Lady Emma Portman y la Duquesa
de Sutherland, porque ellas representan un espectro político diferente al ahora
en el poder.
Victoria no se
inmuta. Es posible que la reina haya en algún momento experimentado algún tipo
de sentimiento romántico por su primer ministro, a pesar de que la historia nos
cuenta que su primer gran amor fue el Gran Duque Alejandro (que también aparece
en “Victoria”). Sin embargo, en la serie, el personaje de Jenna Coleman da
rienda suelta a su corazón para ir poco a poco enamorándose de Melbourne. ¿Pero
es correspondida?
Daisy Goodwin es
muy sutil en este aspecto. Cuando Sir John Conroy confronta a Melbourne
acusándolo de querer aprovecharse de Victoria, el ministro le responde con gran
dignidad. Pero a solas se mira en un espejo con expresión atormentada como escrudiñando
su subconsciente. Mas tarde, cuando el Duque de Sutherland le recuerda que
pronto perderá a Victoria ya que la soberana debe casarse, vemos la tristeza
dibujarse en el rostro de Melbourne.
No hay que pensar
solo en romance y cuchi cuchi entre ambos. La belleza de esa relación es que es
muy humana y realista y va salpicada de peleas como corresponde al choque entre
dos voluntades fuertes. Victoria es porfiada, se ofende fácilmente. A ratos, Melbourne
tiene que gritarle, pero cuando ella lo necesita, él siempre vuelve. Tras la
muerte de Lady Flora, Vicky toca fondo y el único que la eleva a la superficie
es Melbourne, compartiendo con ella su propia noche oscura del alma, la
depresión que sufrió tras la muerte de su hijo.
Aunque Victoria comienza
a visualizarse como Isabel I, una mujer sin hombre, pero que se apoya en
“compañeros”, y en el Baile Tudor, Melbourne se viste de Robert Dudley (gran
amor de la Reina Virgen), el tiempo se les acorta. La familia de la reina la
presiona para que contraiga matrimonio. De Hanover le traen al primo Alberto,
estirado, puritano y con cara de perro, pero joven y de buen cuerpo (algo que
la verdadera Victoria se apura en anotar en su diario). Confundida, la reina se
decide a jugárselas todas y se va a Brocket Hall, hogar ancestral de Lord M., y
se le declara.
Tuve que poner el
video porque me es casi imposible describir el momento que para mí ha sido la escena
mejor actuada de la Primera Temporada. Aunque vaya de incognito, es una osadía
de parte de la reina el visitar a Melbourne em su retiro. Primero, tenemos la
presentación de ambos personajes, ella que se supone solo revela su identidad a
último minuto, él que aparece como un poco escondido detrás de una estatua. Luego
el modo en que Vicky, con toda la sinceridad y torpeza de una adolescente,
declara que no quiere a otro hombre en su vida y jura que jamás lo abandonaría
como lo hizo Caroline.
Ahí vemos todo el
cansancio y la tristeza que aquejan a Melbourne al tener que rechazarla. Dice que él es como los pájaros que ampara en
Brocket Hall, condenado a solo tener un amor. Ni él, ni yo, ni ningún shipero
del Vicbourne, le cree. Mas que humillada, Victoria esta desolada, pero Lord M.
aparece en el Baile Tudor vestido de Dudley y le pide un vals durante el cual
deja en claro que tal como Isabel I y su favorito tuvieron que sacrificar sus
sentimientos, ellos deben hacer a un lado su amor.
Victoria descubre
una curiosa aliada en su madre. La Duquesa de Kent está destrozada. El interesado
Conroy la ha vendido por mil libras anuales y se ha marchado a molestar a los
irlandeses. Llorando, Vicky abraza a su madre diciéndole que no cree que pueda
alcanzar la felicidad. Por una vez, la
Duquesa de Kent sirve de algo y le dice a Vicky que Melbourne la ha rechazado
por caballerosidad, anteponiendo su deber antes que sus sentimientos.
Por falsa que sea
esta historia, respeto y admiro a Daisy G. por incluirla, y también a Rufus y a
Jenna por actuarla con tanto candor y realismo. La relación Victoria-Melbourne,
no acaba ahí, Antes de partir en su luna de miel, Vicky comparte un momento a
solas con Lord M. y le deja claro que él
todavía ocupa su corazón.
Amor Pirata (Black Sails)
Un curioso
detalle del final de “Black Sails” es que llenaron este cuento de rudos piratas
con historias sentimentales. Por amor, Long John Silver sacrificó el sueño de
su Madi. El pobre Flint tuvo el consuelo de compartir prisión con su amado Thomas
Hamilton. Vimos que Woodes Rogers podía derramar lágrimas por la muerte de su
esposa y el público crucificó a Eleanor por haber traicionado a “su verdadero amor”,
Charles Vane (¿WTF?). Lo más curioso es que de pronto a Max le bajó el amor
(que creíamos pertenencia únicamente a los doblones de oro) por Anne Bonny.
La Gatita
Valentina Moreyra me hizo dudar un poco del final de la relación Max y Anne y
una investigación en las redes me hizo ver que muchos shjoperos también creían
que habían quedado como pareja. Eso no es así. Para cuando TV Insider entrevista a los guionistas está claro que Max y
Anne se han reconciliado, pero la pirata eligió seguir con Jack sin desoír a su
naturaleza bisexual. Por algo los escritores presentaron al final a Mark (Mary)
Read como manera de entroncarla al verdadero destino romántico de Anne Bonny.
Cuando Anne se
acostó con Max en me dio la impresión de que era su primera vez con una mujer.
Lo que no quita que no le gustara la experiencia o que no quisiera repetirla, pero,
aunque le tenía cariño a la ex esclava, no creo que la amara como amaba a Jack.
La historia sentimental de Anne era desastrosa. A los trece años, su marido
James Bonny la golpeaba y la vendía al mejor postor. De ese suplicio la salvó Jack Rackham y la agradecida pirata nunca olvidó, pero su relación estaba basada
en más que en gratitud.
Parecerá extraño
porque Calicó Jack era el menos pirata de los piratas, el menos aguerrido y
brutal. Sin embargo, y tal vez Anne se sentía un poco protectora de su
compañero, a ella le gustaba como hombre. Fue Anne quien invitó a Jack a
compartir cama con ella y Max. Cuando Jack privilegió su relación comercial con
Max, y dejó a Anne en tierra, la pirata se sintió dolida y celosa.
La traición de
Max, que casi le cuesta la vida a Jack, fue un tiro de gracia para la relación entre
las dos mujeres. La pirata quería matar a la dueña del burdel, y le tomó tiempo
sacarse esa idea de la cabeza. Se lo comentó a Jack. Como todos los personajes
de la serie, Anne estaba un poco harta de tanta violencia:
Anne Bonny: Me dijo que si entregaba el dinero estarías a
salvo. No es solo la mentira… intentó alejarte de mí. Cuando dejé esa isla… lo
único en lo que podía pensar era en maneras de vengarme de ella, por lo que
había hecho. Y ahora que estamos aquí, sería tan fácil… y no quiero hacerlo. No quiero vivir con las consecuencias. Con la visión de
verla sufrir de esa manera. Simplemente no quiero. Esta puta isla… te hace
hacer cosas que no quieres hacer… ¿cómo no nos hemos dado cuenta hasta ahora?
¿Qué demonios hacemos aquí otra vez Jack?
Para muchos, el breve
discurso que Anne le hizo a Jack donde dice que nunca será su esposa (final
Temporada 2), pero siempre estarán juntos, sonó a una resistencia a la idea de
una relación romántica. Yo lo interpreté de otra manera. Anne está repudiando la idea de ser una esposa
tradicional, como Eleanor bordando en un rincón, pero no excluye— más
bien afianza— el lazo erótico-sentimental que la une a Rackham.
La misma Lady Clara Paget, hablando de su personaje, declaró que Jack representaba todos los matices
emocionales en la vida de Anne Bonny.
En la temporada
final, Max a pesar de su traición, es recibida en el barco con Jack. Parte a Filadelfia
con ellos, pero luego que la malherida Anne la manda al diablo, Rackham exige a
la ex esclava que se aleje de su mujer. Max consigue que Marion Guthrie
financie una expedición a Nassau, pero le cuenta a Anne que ha rechazado una
oferta de matrimonio, por amor a ella.
Luego, Idelle le recuerda a Anne como Max la salvó de ser acusada de asesinato. Esa combinación de factores lleva a Anne a perdonar a Max, un perdón que no involucra un reinicio de su actividad sexual. Los guionistas han dicho que el capítulo 8 representó un final de la relación de Max y Anne y por eso no les dieron una escena juntas en el episodio 9.
Luego, Idelle le recuerda a Anne como Max la salvó de ser acusada de asesinato. Esa combinación de factores lleva a Anne a perdonar a Max, un perdón que no involucra un reinicio de su actividad sexual. Los guionistas han dicho que el capítulo 8 representó un final de la relación de Max y Anne y por eso no les dieron una escena juntas en el episodio 9.
La última escena
de Max y Anne interactuando las tiene sentadas bajo la nieve luego de haber
arreglado sus asuntos. Las vemos asidas de la mano, símbolo de perdón, pero el
regreso de Jack de Nassau es diferente.
Anne sale de la casa, ya curada, envuelta en una manta y se abalanza a abrazar a su compañero. Es un gesto más apasionado que un simple tomarse de las manos. Es casi tan intenso como esa llegada a Filadelfia con Jack cambiándole los vendajes a Anne y dándole un beso de despedida. En la última escena del trio, la cámara enfoca a Max y la expresión en el rostro de Jessica Parker Kennedy deja claro que sabe que en esto ella es la perdedora.
Anne sale de la casa, ya curada, envuelta en una manta y se abalanza a abrazar a su compañero. Es un gesto más apasionado que un simple tomarse de las manos. Es casi tan intenso como esa llegada a Filadelfia con Jack cambiándole los vendajes a Anne y dándole un beso de despedida. En la última escena del trio, la cámara enfoca a Max y la expresión en el rostro de Jessica Parker Kennedy deja claro que sabe que en esto ella es la perdedora.
Para mí la
confirmación de que el amor entre Jack y Anne (y reitero no excluye un trio con
Mary Read) era respetado por la producción es el que fueron los únicos
personajes que tuvieron un final feliz en este cuento de piratas. porque la
felicidad de los otros personajes queda en un ‘veremos” ambiguo. Stevenson nos
contó la desdichado muerte de Flint, Max es muy capaz de arruinar su fortuna de
nuevo. ¿Podrá Madi realmente perdonar a
Long John? ¿No será que el resto de sus vidas ella lo amargará con reproches?
En cambio, nos queda clarísimo que Anne y Jack siguen juntos y compenetrados. Eso solo acaba con una Anne encinta y lamentándose al pie del cadalso donde cuelga Jack tal como ocurrió en la vida real.
En cambio, nos queda clarísimo que Anne y Jack siguen juntos y compenetrados. Eso solo acaba con una Anne encinta y lamentándose al pie del cadalso donde cuelga Jack tal como ocurrió en la vida real.
Lo que Magdalena Encontró en el Rif (Tiempos de
Guerra)
En blog
anteriores puntualicé que el mayor aporte de “Tiempos de Guerra” era situar lugares
comunes y estereotipos de los dramas médico-militares en terreno virgen, en
este caso La Guerra de Marruecos. Sin embargo, noté que había algo totalmente
inexplorado en estos relatos de enfermeras “bélicas”: el romance interracial de Magdalena y Larbi.
Aunque los amores
interraciales han sido parte de la ficción (incluso de la histórica) desde El Quijote, desconocía ejemplos que pudiesen
sentarles pautas al romance entre la enfermera rubia y de clase alta y el
camillero moro que nos ofrecieron Ana Moliner y Daniel Lundh. Precisamente por
ser tan novedoso es que ese romance pudo fracasar, pudo no gustar, pudo parecernos
inverosímil. Aplausos a los guionistas no solo por darles un final feliz, sino
también por hacernos quererlos y creer que merecían una oportunidad, cuando ni la
Reina Victoria Eugenia dio dos duros por ellos.
No tengo que
repetir que Magdalena fue mi “Dama Enfermera” favorita. Lo he dicho en notas
anteriores, y la razón fue por ser la única del grupo en interesarse su
entorno. Aunque lo que empuja a Magdalena a interesarse en Marruecos es Larbi,
el camillero cuya apostura física la ha conquistado, es esa capacidad de
desligarse de su mundo, de un Madrid de la alta sociedad donde la espera un
novio y una casa llena de sirvientes, lo que la diferencia de sus amigas.
Del trio
protagónico, Magdalena es la más adinerada, pero también la más generosa. Es la
más inocente, pero es también la más práctica (basta ver su equipaje de
vestidos bonitos, coñac francés, bombones) y es, al menos ante su espejo, la
menos guapa por lo que arriesgar su compromiso con un gran partido la hace
heroica.
Larbi tampoco cabe
en clichés. No es el revolucionario que desprecia a los representantes del
colonialismo, ni tampoco es el morito bobo que mira humildemente a la señorita rubia
que llegó de España. Él tiene mucha dignidad y confianza en sí mismo. Se
convierte en una especie de guía de estas niñas perdidas en Marruecos. Le enseña
a Magdalena a moverse en el Zoco; ayuda a riesgo de perder trabajo y libertad,
a escapar a Pedro; y es quien recupera la morfina del hospital. De pronto,
Larbi se vuelve el fixer-héroe de esta historia, alguien digno de
Magdalena.
A pesar de que es
obvio que se simpatizan, es solo cuando Magdalena visita la casa del rifeño,
que ambos toman conciencia de que su relación puede tomar otro cariz. La golosa
de Magdalena se deleita con los dulces hechos por la madre de Larbi, él le
envuelve la cabeza con una bufanda de seda, pero a punto de darse un beso, la formal
enfermera le explica que está comprometida. El desolado camillero murmura que Daniel
es muy afortunado. De ahí que Magdalena comienza a cuestionar su compromiso. ¿No
sería ella más afortunada comiendo mazapanes en Melilla que de gran señora en
Madrid?
A pesar de que Magdalena
lucha en contra de sus sentimientos, su subconsciente la traiciona, primero en
un sueño erótico que tiene con Larbi. Luego, en su delirio provocado por la fiebre,
se le declara. A pesar de que Pilar, por separado, intenta hacerles ver a Larbi
y Magdalena que ese amor no tiene futuro, el personaje de Ana Moliner comienza
a tomar decisiones. Le escribe a Daniel rompiendo el compromiso y luego casi se
agarra de las greñas con Susana por el racismo y clasismo de su amiga. En el
discurso de Magdalena son evidentes la tolerancia y humanidad que ha adquirido
en su profesión, pero también el respeto y consideración que siente por los
marroquíes.
Presionada por su
madre y por la Reina, Magdalena se rinde. Desde Madrid le escribe a Larbi
despidiéndose para siempre. Fue muy conmovedor que Pilar tuviese que leerle la
carta al camillero por ser este iletrado.
Sin embargo, Magdalena se arrepiente de su decisión y se regresa a Melilla, así sin dinero, ni grupo de apoyo, una paria en todos los aspectos, sin siquiera la oportunidad de volver a ser enfermera. La misma Susana, asombrada ante la grandeza del sacrificio de su amiga, apoya la decisión de Magdalena. Hasta le da permiso para que vaya a su boda con Larbi.
Sin embargo, Magdalena se arrepiente de su decisión y se regresa a Melilla, así sin dinero, ni grupo de apoyo, una paria en todos los aspectos, sin siquiera la oportunidad de volver a ser enfermera. La misma Susana, asombrada ante la grandeza del sacrificio de su amiga, apoya la decisión de Magdalena. Hasta le da permiso para que vaya a su boda con Larbi.
Yo sé que el
final feliz de este romance interracial puede parecer inverosímil, pero hubo
dos cosas que me dieron esperanza: primero que Magdalena recobró su trabajo y
su sueldo. Segundo, que dijo estar dispuesta a convertirse al islam. Al menos esos
escollos están superados, porque no sé cómo Magdalena va a lidiar con el hecho
de vivir sin vestidos bonitos y con un marido que hay que enviar a la escuela
de párvulos. ¿Y como Larbi va a poder explicar su familia que su mujer trabaja
fuera de casa? pero casos parecidos han
acabado en relaciones estables y duraderas.
¿Hubo algún otro
romance tan intenso como estos en el drama de época del 2017?
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